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Desmitificando al Cid

Campeador
Gonzalo Sánchez del Pozo / diciembre 19, 2019

El historiador David Porrinas presenta El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra, el primer
estudio científico en veinte años de Rodrigo Díaz de Vivar, en donde explica sus campañas militares y
desmitifica la figura del caudillo
La Historia, al menos la historia oficial, sobre todo la de la época en la cual en este país no había libertades,
nos presentaba a Rodrigo Díaz de Vivar como un abanderado de la cristiandad que lucha a brazo partido para
reconquistar el territorio en manos «del moro» y del islam.

Ahora, tras casi dos décadas sin un estudio serio y científico del personaje histórico, David Porrinas escribe
una biografía académica del sujeto, subrayando especialmente las campañas militares del burgalés,
mostrándonos a un «hombre de la frontera».

Un superdotado
Una de las primeras preguntas que se hace este ensayo histórico es por qué Rodrigo Díaz de Vivar ganó casi
todas las batallas en las que tomó parte.

Se trata de una pregunta que muy pocos se habían hecho antes, y que Porrinas pretende descubrir, aportando
datos para su respuesta, de lo que ya hemos dicho es una aproximación científica al personaje.

Lo cierto es que el Cid tenía una enorme capacidad de aprendizaje y una capacidad analítica brutal, sobre todo
en lo que tenía que ver con operaciones militares, independientemente lo complicada que fuera la campaña.

Una tropa mercenaria


Además, Rodrigo Díaz de Vivar logró formar un formidable ejército en el cual lo único que se evaluaba en las
levas era la capacidad guerra de los milites, ya fuesen estos cristianos o musulmanes.

Tenía a su disposición una tropa híbrida, y que aunaba lo mejor de las técnicas militares de los cristianos y los
musulmanes, debido a lo cual, y utilizando esas capacidades, fue capaz de crear un nuevo tipo de guerra a la
que ni los ejércitos cristianos ni musulmanes eran capaces de hacer frente.

Además, las levas eran voluntarias por lo que la mayor parte del contingente militar que lideró eran,
utilizando un lenguaje políticamente correcto, «contratistas», que además de sus sueldos se dedicaban al
pillaje en los territorios conquistados.

Por otro lado, Rodrigo Díaz de Vivar podía mantener un ejército permanente porque sometía a tributo a las
tierras conquistadas, utilizando las estructuras administrativas que ya existían para la exacción con todo tipo
de impuestos.

Con todos los medios a su alcance


En el terreno militar, y en otros muchos, el esposo de Jimena Díaz fue un innovador, ya que utilizaba
cualquier recurso que tuviese en su mano para sojuzgar a sus enemigos y ganar sus batallas.

Es posible que fuese de los primeros, al menos en la Península Ibérica, que introdujese la psicología en los
campos de batalla y que entendiese que la diplomacia se puede convertir, si se utiliza bien, en una poderosa
arma.

Desde manipular lo indecible al enemigo, o arengar a sus tropas y darles un esprit de corps que mejorase su
desempeño en la batalla, fue un innovador que debe a ello una buena parte de sus éxitos militares.
Además, su fulgurante éxito también se explica por la fragmentación del Califato en los reinos de taifas, unos
territorios con muchos menos recursos militares y de todo tipo como para hacer frente a las mesnadas del que
fuera caudillo de Alfonso VI.

Es poco probable que con un Al – Ándalus cohesionado, en los mejores años del mismo y con los califas
gobernando todo levante, el Cid hubiese podido lograr los éxitos militares y las conquistas que logró.

La única biografía académica en veinte años


El autor de El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra, es el historiador extremeño David Porrinas, que
publica en el sello editorial Desperta Ferro, y es el primer ensayo académico que se escribe de Rodrigo Díaz
de Vivar en los últimos veinte años.
En este sentido, nada tienen que ver el libro de Porrinas con Sidi, una novela que recientemente ha publicado
Arturo Pérez Revete; lo que encontramos en el libro que nos ocupa son datos históricos, no historia novelada.
Recuperar territorios para la cristiandad
A pesar de que el término «Reconquista» es un término y un concepto que se empieza a manejar en el siglo
XIX, la idea de conquista que tenía el que inició su carrera militar a las órdenes de quien llegaría a ser Sancho
II, se puede adaptar al término.

En ese sentido se estableció una competencia entre los diversos reyes cristianos de la época, para lograr la
primacía de conquistar territorios en manos de los musulmanes y devolverlos a lo que consideraban territorio
cristiano.

Otra de las ideas fuerza era recristianizar unos territorios que bien es cierto, por haber pertenecido a la
Hispania romana, habían sido evangelizados con la religión del Imperio, que desde el reinado de Teodosio I el
Grande fue el cristianismo.

De hecho, una de las primeras cosas que hace Rodrigo Díaz de Vivar cuando toma Valencia es hacer un
manifiesto de la conversión al cristianismo de la ciudad, fundación de una catedral y nombrar a Jerónimo
como obispo.

Incitados por los almorávides


Tal como defiende Porrinas la idea de Reconquista, o al menos su primer rudimento, no aparece hasta que los
almorávides desembarcan en la Península y se hacen con el control de Al – Ándalus.

Tal como nos enseña la historia, hasta ese momento Al – Ándalus había sido tolerante con los que llamaban
las religiones de libro, esto es, con los judíos y los cristianos, a los cuales se les toleraba su culto.

Pero la llegada de los almorávides supone también que con ellos desembarque su integrismo religioso y su
concepto de yihad, esto es, de guerra santa contra otras religiones.
Eso provocó que los reinos cristianos planteasen una guerra simétrica, esto es, respondiesen a
la yihad almorávide con su propia versión de guerra santa, que implicaba la inmediata cristianización del
territorio conquistado.
Un hombre de la frontera
A pesar de que la historiografía, sobre todo la que se gestó durante el Régimen de Franco, siempre presentó al
Cid como un paladín de la cristiandad, la realidad es que fue un hombre de la frontera, con todas las
consideraciones que eso tiene.

La primera de esas consideraciones es que ante todo el Cid fue un militar y político pragmático, que no hizo
distingos a la hora de luchar por unos o por otros, ya que lo único que buscaba era su propio beneficio.

Para lo único que cubrió sus campañas militares con una pátina de cristianización de territorios fue para que
los reyes cristianos, en este caso de los condes de Barcelona, no interfirieran en la conquista de Valencia.

Del mismo modo, tampoco tuvo empacho, cuando le convino, en mostrarse como un príncipe del islam que
luchaba por que las banderas de color verde ondearan en el mayor territorio peninsular posible.

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