Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Bloque de Constitucionalidad - Jurisprudencia Internacional PDF
Bloque de Constitucionalidad - Jurisprudencia Internacional PDF
aplicable en Colombia
Grupo de investigación:
Por ProFis
Claudia López Díaz
Juan Pablo Cardona Chaves
Alejandro Guerrero Torres
Por la Universidad de los Andes
Sebastián Machado Ramírez
Guillermo Otálora Lozano
María Paula Martínez
Sebastián Boada Morales
Pamela Usta Yabrudy
Lina María Uribe Briceño
Ramelli Arteaga, Alejandro
Jurisprudencia penal internacional aplicable en Colombia / Alejandro Ramelli. -- Bogotá: Universidad de los
Andes, Facultad de Derecho, Agencia de Cooperación Internacional Alemana; Ediciones Uniandes, 2011.
672 pp. ; 17 x 24 cm
ISBN 978-958-843-856-6
1. Delitos internacionales – Legislación -- Colombia 2. Derecho penal -- Colombia 3. Derechos humanos
(Derecho internacional) -- Colombia 4. Derecho internacional -- Colombia I. Universidad de los Andes
(Colombia). Facultad de Derecho II. Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (Alemania)
III. Tít.
CDD. 341.77 SBUA
©Alejandro Ramelli
© Universidad de los Andes, Facultad de Derecho
Ediciones Uniandes
Carrera 1 núm. 19-27, edificio AU 6, piso 2
Bogotá, D. C., Colombia
Teléfonos: 339 49 49 – 339 49 99, ext. 2133
http://ediciones.uniandes.edu.co.
infeduni@uniandes.edu.co
© Deutsche Gesellschaft Für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH
Agencia de Cooperación Internacional Alemana - GIZ
Proyecto de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia en el Contexto de Ley de Justicia y Paz - ProFis
Bárbara Hess
Directora Agencia GIZ en Bogotá
Andreas Forer
Director Proyecto ProFis
Coordinadores del contenido:
Claudia López Díaz
Alejandro Guerrero Torres
Juan Pablo Cardona Chaves
Carrera 13 núm. 97-51 Oficina 302
Bogotá, D. C., Colombia
Teléfonos: (+57) (+1) 7430499
Fax: (+57) (+1) 7430499 Ext. 202
www.profis.com.co
www.giz.de
ISBN: 978-958-843-856-6
Desde 2008 el Proyecto ProFis, que apoya el proceso de paz en Colombia, financiado
por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Federal de Alemania y
administrado por la Agencia de Cooperación Internacional Alemana (GIZ) en Co-
lombia, viene profundizando y unificando criterios en el ámbito del derecho penal
internacional, dentro del trabajo desarrollado con la Fiscalía General de la Nación
(Unidad Nacional de Justicia y Paz), la Corte Suprema de Justicia (Sala de Casación
Penal), el Tribunal Superior de Bogotá (Sala de Justicia y Paz), y con diversas institu-
ciones involucradas en el proceso de justicia y paz, para que dichos criterios, trabajados
por la dogmática y jurisprudencia nacional e internacional, puedan ser debidamente
aplicados en los casos que se vienen adelantando con ocasión del proceso de justicia y
paz regulado por la ley 975 de 2005.
Con dicho objetivo central, y a raíz de unos cursos que ofrecimos a fiscales y magistra-
dos sobre el derecho penal internacional, se reconoció la necesidad de traducir algu-
nos apartes de los fallos más relevantes de la justicia penal internacional, para facilitar
la labor de los operadores judiciales en el área de justicia y paz. El doctor Alejandro
Ramelli, magistrado auxiliar de la Corte Constitucional y coordinador académico del
proyecto que lideró el presente texto, nos planteó la posibilidad de realizar el trabajo
con apoyo de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes; con tal fin, pre-
sentó un proyecto que fue avalado por nosotros y que tuvo la valiosa colaboración de
los estudiantes Sebastián Machado Ramírez, Guillermo Otálora Lozano, María Paula
Martínez, Sebastián Boada Morales, Pamela Usta Yabrudy y Lina Uribe Briceño.
Este libro entra a hacer parte de una serie de publicaciones que ProFis ha venido traba-
jando desde 2008 como apoyo al proceso de paz en Colombia, en el contexto de la Ley de
Justicia y Paz, entre las cuales se destacan: Manual de procedimiento para la ley de Justicia
y Paz, Daño y reparación judicial en el ámbito de la ley de Justicia y Paz, Procedimiento de
la ley de Justicia y Paz (ley 975 de 2005), Procedimiento de la ley de Justicia y Paz y derecho
penal internacional, Crímenes de lesa humanidad y su aplicación en Colombia, entre otras.
Un trabajo como éste es de vital importancia, no sólo porque es la primera vez que en
Colombia se realiza una obra de las dimensiones investigativas que contiene, sino por-
que permite a los operadores judiciales y a los investigadores e interesados en el tema del
derecho internacional humanitario sobrepasar la barrera del idioma y entrar a conocer la
visión y el tratamiento que los diversos tribunales internacionales le han dado a los temas
que constituyen cada uno de los cuatro capítulos, vale decir: al bloque de constituciona-
lidad; a las nociones y principios básicos del derecho internacional humanitario.; a los
crímenes internacionales y a los aspectos procesales centrados en la competencia; y a la
legalidad internacional y la participación de las víctimas dentro de estos procesos. Será,
sin ninguna duda, un aporte fundamental para la academia nacional e internacional de
habla hispana, porque se traducen decisiones judiciales proferidas por tribunales inter-
nacionales nunca antes conocidas en español, con su respectivo análisis, concentrado
particularmente en la situación colombiana y con especial interés para el proceso judi-
cial de Justicia y Paz, único en el mundo como modelo de justicia transicional.
Esperamos que este texto sea útil para todo aquel que quiera adentrarse en el estudio
del derecho internacional público y del derecho penal internacional, a veces inex-
plorado y otras veces incomprendido, pues brinda las herramientas necesarias para
resolver dudas o aportar en la discusión de los operadores judiciales, académicos, es-
tudiantes y demás involucrados. De igual forma, confiamos en que sea un insumo
para seguir construyendo e innovando adecuadamente en el escenario jurídico, reto-
mando las experiencias internacionales, con el fin de llevar a cabo responsablemente
la labor de ejercer justicia en Colombia y de saldar las inequidades sociales que se
presentan con ocasión del conflicto armado colombiano, por el bien y con la finalidad
de alcanzar la tan anhelada paz en este país.
Andreas Forer
Director Proyecto ProFis
Bogotá, febrero de 2011
Prologar un libro siempre constituye una apasionante labor académica en la cual se sue-
len dar cita diversos elementos racionales y afectivos, estrechamente vinculados no sólo
con el tema abordado, su importancia y actualidad, la metodología empleada, las fuen-
tes del conocimiento que soportan la investigación y las conclusiones a la que se arribe,
sino además con el conocimiento personal que se tenga del autor y de su joven grupo
de colaboradores.
En tal sentido, la obra que tengo el placer de prologar es el resultado de una actividad aca-
démica conjunta llevada a cabo entre la Agencia de Cooperación Internacional Alemana
(GIZ) en Colombia, Proyecto Profis, dirigida por el señor Andreas Forer y financiada
por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Federal Alemana, y el Área de
Derecho Internacional de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes.
Así pues, durante más de un año, el profesor Alejandro Ramelli Arteaga, quien se des-
empeña como profesor de la asignatura Derecho Internacional Humanitario, conformó
un semillero de jóvenes investigadores, estudiantes de nuestra facultad, para que, con
el apoyo de investigadores de la GIZ, se dieran a la tarea de seleccionar, dentro de un
amplísimo universo de decisiones judiciales, un conjunto de fallos y de autos represen-
tativos, que tuviesen aplicación práctica en Colombia, proferidos en primera y segunda
instancias, por distintos tribunales penales internacionales, tales como el Tribunal Penal
Internacional para Juzgar los Crímenes cometidos en la Antigua Yugoslavia, el Tribunal
Penal Internacional para Ruanda, las Cámaras Especiales de las Cortes de Camboya, el
Tribunal Especial para Sierra Leona y la Corte Penal Internacional.
No obstante lo anterior, es preciso reconocer que la obra que prologo desborda con
creces tales expectativas. En efecto, la diversidad y complejidad de los temas que aborda,
muchos de ellos polémicos y oscuros, constituyen una sugestiva invitación para que
nuestros estudiantes de maestría y doctorado profundicen en algunos de ellos.
Por último, quisiera expresar mi cálida felicitación al profesor y jurista Alejandro Ra-
melli y a su grupo de investigadores por la magnífica obra que realizaron, texto que, con
seguridad, contribuirá a la creación de una dogmática nacional y latinoamericana en
la materia.
Por supuesto que ese objetivo central y primigenio puede terminar siendo, en la prác-
tica, desbordado por diversas razones.
En primer lugar, por cuanto la justicia ordinaria colombiana viene asumiendo investiga-
ciones por delitos internacionales (genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de
guerra), motivo por el cual la obra puede igualmente ser de su interés.
En segundo lugar, si bien el libro fue concebido para ser consultado por los operadores
judiciales, puede igualmente serlo por las víctimas, sus representantes (en especial las or-
ganizaciones no gubernamentales), por los procesados y, por supuesto, por la comunidad
académica en general.
Finalmente, al abordar la obra un número tan variado de temas, polémicos por lo demás, y
siendo imposible profundizar lo necesario en cada uno de ellos, el libro se presenta como
una amable invitación a los estudiantes, investigadores, y a la comunidad académica en
general, a efectos de que se animen a realizar trabajos de grado sobre estos tópicos.
Paso ahora a explicar el proceso de elaboración del libro.
Un primer paso consistió en determinar cuáles eran los fallos de la justicia penal inter-
nacional más representativos y que pudiesen ser relevantes para el caso colombiano.
Así pues, una vez escogidos los fallos representativos se procedió a diseñar una ficha
esquemática, conformada por: 1) el radicado del proceso; 2) los descriptores y restricto-
res; 3) los salvamentos de voto, de llegar a existir; 4) un breve resumen de los hechos; 5)
los extractos jurisprudenciales traducidos del inglés o del francés, según fuera el caso; y
6) las observaciones personales. En total se elaboraron 150 fichas, que fueron la materia
prima para la elaboración de la obra.
No quisiera terminar estas breves líneas sin expresar mi más profunda gratitud a la
Agencia de Cooperación Técnica alemana GIZ, proyecto ProFis, y en especial a su coor-
dinador, el señor Andreas Forer, quien siempre apoyó esta iniciativa académica; de igual
manera, a todo su equipo de colaboradores: a la doctora Claudia López Díaz, por sus
valiosos y acertados aportes intelectuales; así como a los doctores Alejandro Guerrero
Torres y Juan Pablo Cardona, quienes no sólo acompañaron y estimularon todo este
proceso, sino que realizaron importantes comentarios al texto final del libro.
Así mismo, deseo manifestar mi inmensa gratitud al doctor Eduardo Cifuentes Muñoz,
decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, en quien siempre en-
contré una voz de aliento y de estímulo intelectual para seguir adelante con esta empresa.
De igual manera, quisiera agradecer al profesor René Urueña, director del Área de De-
recho Internacional de la Universidad de los Andes, por todo el apoyo brindado para
que esta investigación pudiera ver la luz, al igual que a la doctora Tatiana González,
directora de publicaciones de los Andes.
Introducción
Deseo igualmente expresar mi gratitud a la Universidad de Salamanca, cuna del derecho
internacional público, en especial, a su Vicerrectorado de Relaciones Institucionales, por
haberme otorgado una estancia posdoctoral de investigación, la cual fue aprovechada para
profundizar en algunos aspectos esenciales de esta obra; y, por supuesto, a mi mentora,
la catedrática doña Araceli Mangas Martín, por su su constante e invaluable apoyo a lo
largo de mi formación como investigador, así como a todos los integrantes de su grupo de
trabajo, los profesores José Martín y Pérez de Nanclares, Luis Norberto González Alonso,
Javier Laso Pérez, Juan Manuel Bautista Jiménez y Juan Santos Vara, por su ayuda y aliento
durante mi estancia posdoctoral investigativa en Salamanca.
Presentación 5
Prólogo 7
Introducción 9
Abreviaturas y siglas 13
Capítulo introductorio
El bloque de constitucionalidad: puente entre la justicia penal internacional
y la justicia penal colombiana
1. Introducción 27
2. Conformación del bloque de constitucionalidad en Colombia 30
2.1. Requisitos para que un determinado tratado internacional haga parte
del bloque de constitucionalidad 31
2.1.1. Existencia de una cláusula expresa de reenvío 31
2.1.2. La consagración de un derecho humano 32
2.1.3. Los casos especiales 34
2.1.3.1. Los convenios de la OIT 34
2.1.3.2. El Estatuto de Roma de la CPI 35
2.1.3.3. Los tratados internacionales sobre límites 43
2.2. Otras fuentes del derecho internacional frente al bloque de constitucionalidad 44
2.2.1. Las costumbres internacionales y los principios generales del derecho 44
2.2.2. Los actos jurídicos unilaterales adoptados por organizaciones internacionales 45
2.2.2.1. Decisiones y recomendaciones 45
2.2.2.2. Medidas cautelares y provisionales del sistema interamericano 48
2.2.2.3. Las observaciones generales proferidas por órganos internacionales
de control del cumplimiento de tratados internacionales 50
2.2.2.4. Jurisprudencia internacional sobre derechos humanos 51
2.2.2.5. La jurisprudencia penal internacional 52
2.3. Pertenencia de normas no internacionales al bloque de constitucionalidad 54
3. Funciones del bloque de constitucionalidad 55
3.1. Funcionamiento del Estado 55
3.1.1. Actividad legislativa 55
3.1.1.1. Actos preparatorios de la actividad legislativa 55
3.1.1.2. La vinculación negativa al legislador 57
3.1.1.3. La vinculación positiva al legislador 58
3.1.2. Actividad de la administración 59
3.1.2.1. Actos administrativos 59
3.1.2.2. Elaboración y ejecución de políticas públicas 59
3.1.3. Actividad judicial 60
3.1.3.1. La garantía procesal de derechos subjetivos 60
3.1.3.2. Efectos de la invocación de la norma del bloque de constitucionalidad
en el curso de un proceso penal 60
3.1.3.3. Articulación con la justicia internacional 62
3.2. Funciones del bloque en materia de interpretación y argumentación judicial 62
3.2.1. La creación de subreglas constitucionales 62
3.2.2. La disposición internacional aporta la definición de un concepto 65
3.2.3. La disposición internacional incorpora un nuevo derecho fundamental 71
3.2.4. La invocación del derecho internacional ayuda a darle mayor solidez
a la argumentación judicial 74
4. A modo de conclusión 75
4.1. El carácter evolutivo e inacabado del bloque de constitucionalidad 75
4.2. ¿Quién construye el bloque de constitucionalidad en Colombia? 75
4.3. ¿La pertenencia de una disposición al bloque de constitucionalidad
debe ser expresamente declarada por la Corte Constitucional? 76
4.4. ¿Qué se debe entender por una “pauta relevante de interpretación”? 77
4.5. Necesidad de no confundir la forma de incorporación de la norma
internacional con su jerarquía en el orden interno 81
Primera parte
Nociones y principios básicos del derecho internacional humanitario
Tema I
Derecho internacional humanitario: fuentes
Tema II
Conflicto armado interno: existencia
Tema III
Derecho internacional humanitario:
ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
Índice general
2.3.2. Los delitos cometidos “con ocasión y en desarrollo del conflicto armado” 138
2.3.3. Coexistencia de legislaciones de tiempos de normalidad y anormalidad 139
2.4. A modo de conclusión 140
2.5. Bibliografía 142
2.5.1. Doctrina especializada 142
2.5.2. Jurisprudencia 143
Tema IV
Bienes civiles-objetivos militares: definición
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 145
2. Comentario jurisprudencial 150
2.1. Hechos y contextos de los casos 150
2.2. Aspectos relevantes de las decisiones 152
2.2.1. La distinción entre bienes civiles y objetivos militares 152
2.2.2. La noción de “contribución efectiva a la acción militar” 156
2.2.3. El concepto de “ventaja militar definida” 157
2.2.4. La controversia en torno a los “daños colaterales” 157
2.3. Implicaciones para Colombia 160
2.3.1. El problema de la demarcación de los bienes civiles 160
2.3.2. Las relaciones entre el Código Penal ordinario y el Código Penal militar 161
2.4. A modo de conclusión 165
2.5. Bibliografía 166
2.5.1. Doctrina especializada 166
2.5.2. Jurisprudencia 168
Tema V
Población civil-combatientes: definición
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 171
2. Comentario jurisprudencial 179
2.1. Hechos y contextos de las decisiones 179
2.2. Aspectos relevantes de las decisiones 184
2.2.1. El principio de distinción entre población civil y combatientes 184
2.2.2. La “participación directa en las hostilidades” 187
2.3. Implicaciones para Colombia 191
2.3.1. El tipo penal de “homicidio en persona protegida” 191
2.3.2. La calidad de combatiente frente a determinados grupos delincuenciales 194
2.3.3. Diferencias entre rebelde y combatiente 196
2.4. A modo de conclusión 197
2.5. Bibliografía 198
2.5.1. Doctrina especializada 198
2.5.2. Jurisprudencia 199
2.5.3. Organismos internacionales de derechos humanos 200
Tema I
Crimen de genocidio: existencia
Tema II
Crímenes de lesa humanidad: evolución histórica
Índice general
Tema III
Crímenes de lesa humanidad: elementos
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 269
2. Comentario jurisprudencial 282
2.1. Hechos y contexto de los casos 282
2.2. Aspectos relevantes de las decisiones 283
2.2.1. Los autores de los crímenes de lesa humanidad 283
2.2.2. El bien jurídico tutelado 285
2.2.3. Las “cláusulas-umbral de gravedad”: el elemento material 286
2.2.3.1. El concepto de ataque 286
2.2.3.2. El vínculo existente entre los actos cometidos por el acusado y el “ataque” 288
2.2.3.3. El concepto de “población civil” en los crímenes de lesa humanidad 289
2.2.3.4. Los elementos de sistematicidad o generalidad 290
2.2.4. El elemento subjetivo o mens rea: la intencionalidad 292
2.3. Implicaciones para Colombia 294
2.3.1. ¿Cuándo es necesario probar la ocurrencia de un crimen de lesa
humanidad en Colombia? 294
2.3.2. ¿Cómo adelantar una investigación penal por un crimen de lesa humanidad? 297
2.3.2.1. La estrategia investigativa del TPIY 297
2.3.2.2. La estrategia investigativa de la CPI 306
2.3.3. ¿Cómo se construye un contexto? 309
2.3.4. ¿Prescriben los crímenes de lesa humanidad en Colombia? Elementos
para alimentar la discusión 310
2.3.5. Inexistencia de una jerarquía entre los crímenes internacionales 323
2.3.6. ¿Quién califica unos actos delictivos como crímenes de lesa humanidad? 324
2.4. A modo de conclusión 327
2.5. Bibliografía 329
2.5.1. Doctrina especializada 329
2.5.2. Jurisprudencia 331
2.5.3. Documentos 333
Tema IV
Crímenes de guerra
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 335
2. Comentario jurisprudencial 344
2.1. Hechos y contextos de los casos 344
2.2. Aspectos relevantes de las decisiones 346
2.2.1. Origen y evolución de los crímenes de guerra 346
2.2.2. Ataques contra personas 355
2.2.3. Ataques contra bienes protegidos 356
2.2.4. Empleo de medios y métodos de combate prohibidos 359
2.3. Implicaciones para Colombia 361
2.3.1. Breves referencias a la evolución de los crímenes de guerra en Colombia 361
Tema V
Crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y delitos sexuales
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 371
2. Comentario jurisprudencial 383
2.1. Hechos y contexto de los casos 383
2.2. Aspectos relevantes de las decisiones 385
2.2.1 Evolución de la prohibición de los actos de violencia sexual en el DIH
y en el DIDH 385
2.2.2. Las diversas modalidades y contextos de los crímenes de violencia sexual 389
2.3. Implicaciones para Colombia 393
2.3.1. El efecto interpretativo 393
2.3.2. Los aportes de las reglas de procedimiento y prueba 394
2.4. A modo de conclusión 395
2.5. Bibliografía 396
2.5.1. Doctrina especializada 396
2.5.2. Jurisprudencia 397
2.5.3. Documentos 397
Tema VI
Crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y desplazamiento forzado
1. Extracto jurisprudencial traducido 399
2. Comentario jurisprudencial 403
2.1. Hechos y contexto del caso 403
2.2. Aspectos relevantes de la decisión 404
2.2.1. La doble calificación jurídica del desplazamiento forzado 404
22.2. La excepción a la comisión del crimen de desplazamiento 405
2.2.3. El Estatuto de Roma de la CPI: las dos facetas del crimen
de desplazamiento forzado 407
2.3. Implicaciones para Colombia 409
2.3.1. La tipificación del desplazamiento forzado 409
2.3.2. Desplazamiento forzado y violencia sexual contra las mujeres 411
2.4. A modo de conclusión 412
2.5. Bibliografía 414
2.5.1. Doctrina especializada 414
2.5.2. Jurisprudencia 414
Índice general
Tema VII
Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar,
ayudar y animar la comisión de un crimen
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 417
2. Comentario jurisprudencial 456
2.1. Hechos y contextos de los casos 456
2.2. Aspectos relevantes de las decisiones 457
2.2.1. La compleja evolución de las formas de intervención criminal en el derecho
penal internacional 457
2.2.2. Las fronteras entre la autoría y la complicidad en materia de crímenes
internacionales. Evolución jurisprudencial en los tribunales penales
internacionales ad hoc 461
2.2.3. La postura de la CPI en materia de autoría y participación 466
2.2.4. Avances recientes de la CPI en materia de autoría mediata por dominio
de la voluntad en aparatos organizados de poder 467
2.2.4.1. Algunos aportes del derecho penal interno 467
2.2.4.2. Los pronunciamientos recientes de la CPI en la materia 469
2.3. Implicaciones para Colombia 471
2.3.1. El recurso reciente a la autoría mediata en aparatos organizados de poder 471
2.3.2. La autoría mediata en aparatos organizados de poder como herramienta
útil para investigar crímenes internacionales en Colombia 474
2.4. A modo de conclusión 476
2.5. Bibliografía 477
2.5.1. Doctrina especializada 477
2.5.2. Jurisprudencia 479
2.5.3. Documentación 480
Tema VIII
Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta
(joint criminal enterprise)
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 481
2. Comentario jurisprudencial 514
2.1. Hechos y contexto de los casos 514
2.2. Aspectos relevantes de las decisiones 522
2.2.1. Requisitos básicos y categorías de la empresa criminal conjunta 522
2.2.2. Principales objeciones contra la doctrina de empresa criminal conjunta 524
2.2.3. Principales adaptaciones para hacer frente a la criminalidad colectiva 528
2.2.4. La empresa criminal conjunta y la autoría mediata 532
2.3. Implicaciones para Colombia 533
2.3.1. La empresa criminal conjunta como herramienta que permite combatir
los fenómenos de macrocriminalidad 533
2.3.2. La empresa criminal conjunta no corresponde con el tipo penal de concierto
para delinquir agravado ni tampoco es un crimen de lesa humanidad 536
Tema IX
Responsabilidad penal de los superiores militares y civiles: elementos
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 551
2. Comentario jurisprudencial 565
2.1. Hechos y contextos de los casos 565
2.2. Aspectos relevantes de la decisión 569
2.2.1. Breve evolución normativa de la responsabilidad penal de los superiores
militares por omisión 569
2.2.2. El concepto de autoridad civil 573
2.2.3. La relación existente entre el superior jerárquico y sus subordinados 574
2.2.4. El grado de conocimiento requerido 575
2.2.5. El fracaso en prevenir y castigar 577
2.3. Implicaciones para Colombia 578
2.3.1. La responsabilidad penal de los superiores militares por omisión
se ajusta a la Constitución 578
2.3.2. La responsabilidad de las autoridades civiles 579
2.4. A modo de conclusión 580
2.5. Bibliografía 583
2.5.1. Doctrina especializada 583
2.5.2. Jurisprudencia 584
2.5.3. Documentación 584
Tercera parte
Aspectos procesales
Tema I
Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
para crear tribunales penales internacionales
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 587
2. Comentario jurisprudencial 595
2.1. Hechos y contexto del caso 595
2.2. Aspectos relevantes de la decisión 596
2.3. Implicaciones para Colombia 598
Índice general
2.3.1. Las resoluciones adoptadas por el Consejo de Seguridad, al igual que
por otros órganos internacionales, se incorporan automáticamente
en el ordenamiento jurídico interno 598
2.3.2. Los estatutos de los tribunales penales internacionales son vinculantes
y sirven para interpretar la legislación penal interna 599
2.3.3. La jurisprudencia elaborada por los tribunales internacionales constituye
un valioso criterio auxiliar de interpretación, aunque no hace parte
del bloque de constitucionalidad 600
2.4. A modo de conclusión 602
2.5. Bibliografía 603
2.5.1. Doctrina especializada 603
2.5.2. Jurisprudencia 604
Tema II
Legalidad internacional: contenido y alcance
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 605
2. Comentario jurisprudencial 608
2.1. Hechos y contextos de los casos 608
2.2. Aspectos relevantes de las decisiones 609
2.2.1. El concepto de legalidad en el derecho internacional
de los derechos humanos 609
2.2.1.1. Un concepto de legalidad amplio 611
2.2.1.2. La excepción al principio de la no retroactividad penal 615
2.2.2. La compleja construcción de la legalidad penal internacional 616
2.3. Implicaciones para Colombia 618
2.3.1. ¿Acoger un concepto de legalidad estricta, o amplia? 618
2.3.2. La necesaria separación entre los debates acerca de la imprescriptibilidad
de los crímenes internacionales y el sentido y alcance del principio de legalidad 621
2.3.3. ¿Las diversas disposiciones consagradas en los tratados sobre derechos
humanos sirven para superar la ausencia de tipificación de una conducta
en el derecho penal interno? 624
2.4. A modo de conclusión 625
2.5. Bibliografía 630
2.5.1. Doctrina especializada 630
2.5.2. Jurisprudencia 631
Tema III
Participación de las víctimas en el proceso:
víctimas de una “situación” y de un “caso concreto”
1. Extractos jurisprudenciales traducidos 633
2. Comentario jurisprudencial 647
2.1. Hechos y contexto de la decisión 647
Índice general
Capítulo introductorio
1. Introducción
A lo largo de su existencia, la figura conocida de tiempo atrás en el derecho público
comparado como “bloque de constitucionalidad” ha desempeñado un papel de primer
orden en la construcción de la jurisprudencia constitucional colombiana.1
1
Ver al respecto: Patiño G., M. C., “Libertad personal y hábeas corpus: eficacia en el derecho interno frente a su
regulación internacional”, en Revista Derecho del Estado, Universidad Externado de Colombia, núm. 9, diciembre
del 2000, p. 95; Patiño G., M. C., Libertad personal, hábeas corpus y estados excepcionales, Academia Colombiana
de la Abogacía- Ibáñez, Bogotá, 2007, p. 125; Patiño G., M. C., Naturaleza jurídica del hábeas corpus, Ediciones
Doctrina y Ley, Bogotá, 2005, p. 43.
2
Sobre el particular se recomienda consultar: Uprimny, R., “El bloque de constitucionalidad en Colombia.
Un análisis jurisprudencial y un ensayo de sistematización”, en Compilación de jurisprudencia y doctrina nacional
e internacional, Bogotá, Naciones Unidas, 2001, pp. 97 y ss.
3
Ver al respecto, Ramelli, A., “Sistema de fuentes del derecho internacional público y ‘’bloque de constitucio-
nalidad en Colombia”, en Cuestiones Constitucionales, México, núm. 11, 2004.
28
4
Artículo 10.2 de la Constitución española de 1978.
5
Artículo 93.1 de la Constitución colombiana de 1991, y artículo 16 de la Constitución portuguesa de 1976.
6
Artículo 9º de la Constitución colombiana de 1991.
7
Así por ejemplo, la Constitución panameña, en su artículo 4, dispone: “La República de Panamá acata las
normas del derecho internacional”. En tanto que, en su artículo 32, estipula: “Nadie será juzgado sino por autoridad
competente y conforme a los trámites legales, ni más de una vez por la misma causa penal, política o disciplinaria”. Pues
bien, la Corte Suprema panameña, en sentencia de 30 de julio de 1990, consideró que una interpretación armónica
de las citadas disposiciones conducía a operar un reenvío hacia el artículo 8º de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, y de esta manera se creaba, en palabras de aquel tribunal, un “bloque de constitucionalidad”.
De manera semejante, la Constitución ecuatoriana de 2008, en su artículo 417, dispone:
“Los tratados internacionales ratificados por Ecuador se sujetarán a lo establecido en la Constitución. En el caso
de los tratados y otros instrumentos internacionales de derechos humanos se aplicarán los principios pro ser hu-
mano, de no restricción de derechos, de aplicabilidad directa y de cláusula abierta establecidos en la Constitución”.
A su vez, la Constitución peruana, dentro de sus disposiciones transitorias, estipula:
Cuarta. Las normas relativas a los derechos y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretan de
conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y con los tratados y acuerdos internacionales
sobre las mismas materias ratificados por el Perú.
Finalmente, la Constitución argentina de 1994, en su artículo 75, relacionado con las funciones del Congreso,
consagra una extensa cláusula referente a las normas que conforman el bloque de constitucionalidad:
“La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de Derechos Hu-
manos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo facultativo; la Con-
vención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la Elimi-
nación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas
de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos
o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño: en las condiciones de su vigencia tienen jerarquía
constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse comple-
mentarios de los derechos y garantías por ella reconocidos. Sólo podrán ser denunciados, en su caso, por el poder
ejecutivo nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara.
de constitucionalidad. Así por ejemplo, en Francia, país donde la doctrina acuñó el tér-
mino bloc de constitutionnalité, los tratados internacionales, según las voces del artículo
55 de la Constitución de 1958, cuentan con un rango supralegal, que no constitucional,
y además condicionado por la reciprocidad.8
Aunado a lo anterior, cada vez son más comunes las remisiones legislativas hacia la le-
galidad internacional, mediante diversas modalidades, estableciendo verdaderos “puen-
tes” entre ésta y el ordenamiento jurídico interno. Así por ejemplo, en materia penal los
mencionados reenvíos pueden ser: 1) hacia las disposiciones que conforman el bloque de
constitucionalidad, en tanto son principios rectores de la actividad procesal (artículo 3º
del CPP); 2) acogiendo la relativización de determinada garantía procesal constitucio-
nal (artículo 21 del CPP); 3) fijándole competencias al Ministerio Público en relación
con la definición, de manera temprana y definitiva, de la competencia entre diferentes
jurisdicciones en procesos por graves violaciones a los derechos humanos y al derecho
internacional humanitario —DIH— (numeral 1º), literal e) del artículo 111 del CPP);
4) ampliando el espectro del derecho de defensa (artículo 124 del CPP); 5) vinculando
el ejercicio de la acción de revisión a lo decidido por instancias internacionales de super-
visión y control de derechos humanos respecto de los cuales el Estado colombiano sea
parte (artículo 192.4 del CPP); 6) extendiendo el espectro de aplicación de la regla de
exclusión (artículo 276 del CPP); 7) limitando el ejercicio del principio de oportunidad
(parágrafo 3º del artículo 324 del CPP); y 8) estableciéndole el deber a las autoridades
investigativas y judiciales de cooperación con la Corte Penal Internacional (artículo 484
del CPP). De tal suerte que, aunado a la aplicación del bloque de constitucionalidad,
nuestro CPP contiene numerosas cláusulas de reenvío que articulan la legalidad penal
interna con la internacional, en especial, en términos de garantías procesales para el sin-
dicado, y sobre todo, en términos de víctima.
Señalemos, por último, que la figura del bloque de constitucionalidad, enfocada hacia la
internacionalización de los derechos humanos, se ha convertido, en los últimos años, en
un instrumento para restablecer la paz y construir verdaderos estados de derecho. Así por
ejemplo, la Constitución de Bosnia-Herzegovina, surgida de los Acuerdos de Dayton,
contiene numerosas cláusulas de reenvío hacia el Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos (CEDH). Sobre el particular Grewe9 comenta:
Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el Congreso, requerirán
del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara para gozar de la jerarquía
constitucional.
8
“Artículo 55. Los tratados o acuerdos debidamente ratificados o aprobados tendrán, desde el momento de
su publicación, una autoridad superior a las leyes, a reserva, para cada acuerdo o tratado, de su aplicación por
la otra parte”.
9
Grewe, C., “Le controle de constitutionnalité des lois constitutionnelles en Bosnie-Herzegovine”, en Les Ca-
hiers du Conseil Constitutionnel, París, Dalloz, 2009, p. 27.
Capítulo introductorio
30
10
Ver al respecto, Ramelli, A., La Constitución colombiana y el derecho internacional humanitario, Bogotá, Uni-
versidad Externado de Colombia, 2002, p. 345.
11
El artículo 94 de la Constitución colombiana de 1991 reproduce la famosa cláusula de la enmienda IX de la
Constitución de los Estados Unidos, según la cual los derechos no se agotan en aquellos reconocidos en la Cons-
titución y en los tratados internacionales de derechos humanos.
Conviene precisar que, más allá de los artículos 93 y 94 superiores, la Corte Consti-
tucional ha considerado que existen otras cláusulas de reenvío en la Carta Política de
1991: los artículos 44 (derechos de los niños), 53 (Convenios de la OIT), 101 (tratados
internacionales sobre fronteras) y 214.2 (reglas del derecho internacional humanitario),
disposiciones sobre las cuales poco a poco se ha venido construyendo jurisprudencial-
mente el bloque de constitucionalidad en Colombia.
12
En este sentido es paradigmática la sentencia T-227 de 2003, en la cual se sostuvo: “La existencia de consensos
(en principio dogmática constitucional) en torno a la naturaleza fundamental de un derecho constitucional im-
plica que prima facie dicho derecho se estima fundamental en sí mismo. Ello se explica por cuanto los consensos
se apoyan en una concepción común de los valores fundantes de la sociedad y el sistema jurídico. Así, existe un
consenso sobre el carácter fundamental del derecho a la vida, a la libertad y a la igualdad. Los consensos sobre
la naturaleza fundamental de estos derechos claramente se explica por la imperiosa necesidad de proteger tales
derechos a fin de que se pueda calificar de democracia constitucional y de Estado social de derecho el modelo
colombiano. No sobra indicar que, en la actual concepción de dignidad humana, estos derechos son requisitos
sine qua non para predicar el respeto por dicho valor”.
Capítulo introductorio
32
Ahora bien, es necesario tener en cuenta que el artículo 93 superior cuenta con dos
incisos. En el primero de ellos se afirma: “Los tratados y convenios internacionales ra-
tificados por el Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su li-
mitación en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno”; en tanto que en
el segundo se lee: “Los derechos y deberes consagrados en esta Carta se interpretarán
de conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados
por Colombia”, es decir, la Carta Política diferencia entre dos clases de tratados inter-
nacionales sobre derechos humanos: los que regulan el denominado “núcleo duro de
protección”, esto es, un conjunto de derechos y garantías vinculantes que incluso en
situaciones de anormalidad no admiten ser limitados por el legislador extraordinario
y que, prima facie, “prevalecen en el orden interno”; y un segundo grupo que abarca el
espectro restante de instrumentos internacionales sobre derechos humanos, los cuales
sirven como criterio de interpretación del catálogo constitucional de derechos fun-
damentales.
Precisa entonces la Constitución que, mientras que el primer grupo de tratados inter-
nacionales “prevalecen en el orden interno” (artículo 93.1), los segundos sirven tan
sólo como parámetro para interpretar los derechos y deberes consagrados en la Carta
Política (artículo 93.2).
Al respecto debemos aclarar que los tratados internacionales que consagran derechos
que no admiten ser limitados bajo estado de excepción se caracterizan por prever dentro
de su respectivo articulado las llamadas “cláusulas de salvaguardia”, es decir, disposicio-
nes inspiradas en el principio rebus sic stantibus (teoría de la imprevisión), que le per-
mite al Estado parte sustraerse temporalmente al cumplimiento de ciertas disposiciones
convencionales, cuando quiera que sobrevengan situaciones imprevistas (verbigracia,
guerra exterior, peligro público, amenaza contra la integridad del Estado, etcétera). Entre
ellos se encuentran: la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 27)
y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 4).
Por otra parte, se encuentran los tratados internacionales de derechos humanos que
carecen de cláusulas de salvaguardia, tales como, entre otros, 1) numerosos convenios
de la OIT; 2) el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales;
3) la Convención de Derechos de la Mujer; 4) la Convención de Belém do Pará; y 5) el
Protocolo de San Salvador.
En este orden de ideas, para que un tratado internacional pueda ser parte del bloque
de constitucionalidad se precisa que consagre derechos humanos, bien sea que éstos no
admitan ser limitados bajo situaciones de anormalidad (artículo 93.1) o carezcan de
cláusulas de salvaguardia o no regulen, en últimas, derechos intangibles (artículo 93.2).
Aquellos del primer grupo, en términos de la jurisprudencia constitucional, harán parte
del denominado bloque de constitucionalidad en sentido estricto, o stricto sensu; los del
segundo lo serán del amplio, o lato sensu.16
14
Consultar al respecto, Ramelli, A., “La Corte Constitucional como intérprete del derecho internacional hu-
manitario”, en: II Jornadas de Derecho Constitucional y Administrativo, Bogotá, Universidad Externado de Co-
lombia, 2002, p. 473.
15
Ver al respecto, sentencia C-488 de 2009. De igual manera, ver Ramelli, A., “La aplicación del derecho in-
ternacional humanitario en Colombia. Avances, desafíos y propuestas”, en Derecho internacional humanitario,
Bogotá, Universidad Libre, 2007.
16
Así por ejemplo, la Corte, en sentencia C-307 de 2009, a manera de síntesis de sus principales líneas jurispru-
denciales en la materia, sostuvo: “Es por ello que la jurisprudencia ha señalado que es posible distinguir dos senti-
dos del concepto de bloque de constitucionalidad. El primero: stricto sensu, conformado por aquellos principios y
normas que han sido normativamente integrados a la Constitución por diversas vías y por mandato expreso de la
Carta, por lo que entonces tienen rango constitucional, como los tratados de derecho humanitario (CP, artículos
93 y 103). De otro lado, la noción lato sensu del bloque de constitucionalidad se refiere a aquellas disposiciones
que “tienen un rango normativo superior a las leyes ordinarias”, aunque a veces no tengan rango constitucional,
como las leyes estatutarias y orgánicas, pero que sirven como referente necesario para la creación legal y para el con-
trol constitucional”.
17
Así por ejemplo, la Corte ha estimado que hacen parte del bloque de constitucionalidad en sentido estricto:
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (sentencia C-504 de 2007); y las normas del derecho interna-
cional humanitario (sentencias C-225 de 1995 y C-148 de 2005, entre otras).
Capítulo introductorio
34
son utilizados como parámetros del control de constitucionalidad de las leyes, por
cuanto han sido normativamente integrados a la Constitución, por diversas vías y
por mandato de la propia Constitución. Son, pues, verdaderos principios y reglas de
valor constitucional, esto es, son normas situadas en el nivel constitucional, a pesar
de que puedan a veces contener mecanismos de reforma diversos”;18 en tanto que ha-
rían parte del bloque de constitucionalidad en sentido amplio19 aquellas normas que
se caracterizan por: “1) ser parámetro para efectuar el control de constitucionalidad
del derecho interno; 2) tener un rango normativo superior a las leyes ordinarias (en
algunos casos son normas constitucionales propiamente dichas y, en otros, ostentan
una jerarquía intermedia entre la Constitución y la ley ordinaria); y, 3) formar parte
del bloque de constitucionalidad gracias a una remisión expresa efectuada por alguna dis-
posición constitucional”.20
18
Sentencia C-225 de 1995.
19
Así por ejemplo, la Corte ha considerado que hacen parte del bloque en sentido amplio: el preámbulo, el
articulado de la Constitución, algunos tratados sobre derechos humanos (sentencia C-148 de 2005); y las leyes
orgánicas y las estatutarias (sentencias C-277 de 2007 y C-228 de 2009).
20
Sentencia C-191 de 1998.
Ahora bien, que los convenios de la OIT hagan parte de la legislación interna significa
simplemente que una vez ratificados no precisan de la expedición de una nueva ley
que incorpore y reproduzca sus contenidos, como sucedía bajo el esquema dualista de
la Constitución de 1886. Al respecto la Corte, en sentencia C-615 de 2009, precisó:
En este orden de ideas, las normas internacionales sobre derechos humanos deberán
ser incorporadas al orden interno colombiano mediante una ley, no siendo necesario,
como antaño, reproducir nuevamente su texto en una ley ordinaria, lo cual no im-
plica que, en ciertos casos, se precise de la expedición de normas legales de ejecución.
Precisado el anterior punto, la Corte señaló, en sentencia C-401 de 2005, que la in-
clusión de los convenios de la OIT en el bloque de constitucionalidad, dado el amplio
espectro de temas que regulan (varios de ellos no relacionados directamente con dere-
chos humanos), debía hacerse por el juez constitucional, y de manera expresa, caso por
caso. En palabras de la Corte:
Así, pues, hacen parte del bloque de constitucionalidad aquellos convenios que la
Corte, después de examinarlos de manera específica, determine que pertenecen a él,
en atención a las materias que tratan. De esta manera, los convenios internacionales
del trabajo hacen parte del bloque de constitucionalidad cuando la Corte así lo
haya indicado o lo señale en forma específica.
En este orden de ideas, hacen parte del bloque de constitucionalidad, entre otros, los
siguientes convenios de la OIT: 87 y 98, sobre la libertad sindical, y sobre la aplicación
de los principios de derechos de sindicalización colectiva; Convenio 132, sobre vaca-
ciones anuales pagadas; Convenio 138, sobre la edad mínima de admisión de empleo;
169, sobre pueblos indígenas y tribales; y 182, sobre la prohibición de las peores formas
de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación.
Capítulo introductorio
36
A decir verdad, de una revisión del catálogo de crímenes de guerra que trae el Esta-
tuto de Roma la Corte encuentra grandes semejanzas entre aquellos que pueden ser
cometidos en el marco de un conflicto armado interno o internacional. En esencia, se
trata de actos de los combatientes encaminados a destruir intencionalmente bienes
civiles, el empleo de medios y métodos de combate ilícitos, a violaciones al principio
de proporcionalidad que orienta la relación entre ventaja militar y consideraciones de
humanidad, así como a ultrajes flagrantes a la dignidad humana de los miembros de
la población civil y de los combatientes que se encuentran hors de combat. Cabe sin
embargo precisar que el Estatuto de Roma, en el caso de conflictos armados inter-
nacionales, pone el acento en que los crímenes de guerra deben ser comportamien-
tos cometidos a gran escala, masivamente, o bien “como parte de un plan o política”.
Además los conceptos de gravedad e intencionalidad deben hallarse presentes en la
comisión del ilícito. En contrapartida, en los conflictos armados internos el instru-
mento internacional pone de relieve a las víctimas, al señalar que se trata de actos “co-
metidos contra personas que no participen directamente en las hostilidades, incluidos
los miembros de las Fuerzas Armadas que hayan depuesto las armas y los que hayan
quedado fuera de combate por enfermedad, lesiones, detención o cualquier otra
causa”, encontrándose asimismo presente la intencionalidad y, en algunos casos, la au-
sencia de responsabilidad debido a la presencia de “necesidades militares imperativas”.
Ahora bien, el fallo hito en materia del Estatuto de Roma de la CPI lo constituye la
sentencia C-578 de 2002, en la cual la Corte examinó la conformidad del tratado inter-
nacional y de su ley aprobatoria, con la Carta Política.
Como punto de partida, es preciso recordar que la incorporación del Estatuto de Roma
de la CPI al ordenamiento jurídico interno resultó ser particularmente compleja, por
cuanto fue preciso modificar previamente la Constitución, a efectos de sortear la exis-
tencia de “tratamientos diferentes”, es decir, contradicciones o antinomias que existen
entre la Constitución y el tratado internacional. Así pues, a diferencia de lo acontecido
con cualquier otro tratado internacional, el estatuto surtió las siguientes etapas: 1) ne-
gociación; 2) suscripción o firma; 3) presentación y trámite de un proyecto de acto le-
gislativo que condujo a reformar el artículo 93 superior; 4) trámite de un proyecto de
ley aprobatoria del tratado; 5) sanción presidencial de la ley aprobatoria; 6) control de
constitucionalidad sobre el tratado y su ley aprobatoria; 7) ratificación del instrumento
internacional; y 8) entrada en vigencia en el orden interno.21 En otras palabras, a dife-
rencia de cualquier otro tratado internacional, el Estatuto de Roma surtió doce debates.
Ver al respecto, Diario Oficial 45.015 del 30 de noviembre de 2002, decreto 2764 de 2002, “Por medio del
21
cual se promulga el ‘Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional’, hecho en Roma el diecisiete (17) de julio
de 1998”.
Capítulo introductorio
38
Dentro de este complejo estado de cosas, sin lugar a dudas la sentencia C-578 de 2002
se constituye en el referente obligado en materia de la comprensión de los efectos que el
Estatuto de Roma tiene en el ordenamiento jurídico interno. De allí que sea necesario
transcribir las conclusiones a las que llegó la Corte Constitucional:
Conclusiones finales
No obstante se advierte que, como el acto legislativo citado forma parte del cuerpo
permanente de la Constitución y, por tanto, ha de ser interpretado de tal forma
que guarde consonancia con las otras disposiciones de la Carta, la Corte señala
las materias respecto de las cuales procede, sin que ello contraríe el Estatuto, que
el presidente de la República, en el ámbito de sus atribuciones, declare cuáles son
las interpretaciones de algunos apartes del mismo que armonizan plenamente
la Constitución con el Estatuto de Roma. Dicho señalamiento por la Corte en
ningún caso supone que existe una inconstitucionalidad parcial del Estatuto. Esta
determinación obedece al cumplimiento del principio fundamental según el cual
todas las autoridades tienen como finalidad asegurar la efectividad de los princi-
pios, derechos y deberes consagrados en la Constitución (artículo 2º, CN), así
como al propósito de concretar el mandato de colaboración armónica entre los
órganos que integran las ramas del poder público, dentro del respeto a las órbitas
de competencia de cada uno, en este caso, de la Corte Constitucional, a la cual se
1) Ninguna de las disposiciones del Estatuto de Roma sobre el ejercicio de las com-
petencias de la Corte Penal Internacional impide la concesión de amnistías, indultos
o perdones judiciales por delitos políticos por parte del Estado colombiano, siempre
y cuando dicha concesión se efectúe de conformidad con la Constitución Política y
los principios y normas de derecho internacional aceptados por Colombia.
2) Siempre será en interés de la justicia que a los nacionales colombianos les sea garan-
tizado plenamente el derecho de defensa, en especial el derecho a ser asistido por un
abogado durante las etapas de investigación y juzgamiento por parte de la Corte Penal
Internacional (artículo 61, párrafo 2, literal b), y artículo 67, párrafo 1, literal d)).
4) En relación con el artículo 17, párrafo 3, del Estatuto de Roma, las “otras razo-
nes” a fin de determinar la incapacidad del Estado para investigar o enjuiciar un
asunto se refieren a la ausencia evidente de condiciones objetivas necesarias para
llevar a cabo el juicio.
6) Los artículos 9º y 51 del Estatuto de Roma, relativos a los elementos del crimen
y a las reglas de procedimiento y prueba, cuya adopción compete a la Asamblea de
los Estados partes por una mayoría de los dos tercios de sus miembros, no sustraen
dichos instrumentos de la aprobación por el Congreso de la República ni del con-
trol constitucional previstos en la Constitución Política.
Capítulo introductorio
40
Por lo expuesto en esta sentencia, concluye la Corte que la ley 742 de 2002, por
medio de la cual se aprueba el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y
el correspondiente tratado, es constitucional.
Luego de analizar el contenido del Estatuto de Roma, la Corte encontró que algu-
nas de sus disposiciones establecen tratamientos diferentes a los previstos en nues-
tro ordenamiento constitucional, los cuales fueron expresamente autorizados por
el acto legislativo 2 de 2001, siempre que se refieran a materias sustanciales y éstas
surtan efectos exclusivamente dentro del ámbito de la materia regulada en el Esta-
tuto. Entre dichas disposiciones se destacan las siguientes:
1) Los artículos 6º, 7º y 8º del Estatuto de Roma describen tres de las categorías de
crímenes internacionales sobre las cuales la Corte Penal Internacional podrá ejercer
su competencia: el genocidio, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de gue-
rra. Tales descripciones denotan un grado de precisión, certeza y claridad aceptado en
el derecho penal internacional que resulta menos estricto que el exigido en nuestro
ordenamiento interno. Este tratamiento diferente del principio de legalidad que
hace el Estatuto de Roma ha sido autorizado por el acto legislativo 2 de 2001.
22
En el último acápite del numeral 3º del concepto rendido por el procurador con ocasión del control previo
de constitucionalidad ejercido en relación con el Estatuto de Roma de la CPI (sentencia C-578 de 2002), la
vista fiscal examinó si el mencionado tratado hacía parte del bloque de constitucionalidad. Concluyó que ello no
era posible porque se trata de un tratado internacional que regula lo atinente a la jurisdicción y competencia de
una Corte para juzgar y sancionar determinadas conductas delictivas que afectan de manera gravísima derechos
fundamentales, y no un tratado de derechos fundamentales. El concepto resume este punto así: “En efecto, 1) el
tratado no corresponde a un reconocimiento de derechos humanos, es un mecanismo de represión que busca el
castigo efectivo de quienes han violado derechos humanos, y 2) debido a los efectos circunscritos exclusivamente
al Estatuto –de acuerdo al acto legislativo– el Estatuto no puede ser fuente de interpretación para los jueces co-
lombianos, cuando éstos ejercen la jurisdicción constitucional”.
6) En el artículo 77.1, literal b) del estatuto faculta a la Corte Penal Internacional a im-
poner la pena de reclusión a perpetuidad. Este tratamiento diferente de la prohibición
de la prisión perpetua que consagra el artículo 34 de la Carta fue autorizado por el acto
legislativo 2 de 2001, pero no habilita a las autoridades nacionales a aplicar este tipo de
pena cuando juzguen alguno de los crímenes señalados en el Estatuto de Roma.
7) En los artículos 61, párrafo 2, literal b), y 67, párrafo 1, literal d), se admite la po-
sibilidad de que la Corte Penal Internacional determine si es en interés de la justicia
que una persona investigada o enjuiciada por ella esté representada por un abogado,
Capítulo introductorio
42
Más recientemente, la Corte, en sentencia C-488 de 2009, con ocasión de una de-
manda de inconstitucionalidad dirigida contra la expresión “por razón de su pertenen-
cia al mismo”, del artículo 101 del Código Penal, referido al tipo penal de genocidio,
adelantó unas importantes consideraciones en relación con la jerarquía que ocupan
los tratados de derecho penal internacional en Colombia, y en especial, el Estatuto de
Roma de la CPI. Así pues, estimó que 1) los incisos 3º y 4º del artículo 93 de la Cons-
titución, adicionados por el acto legislativo 2 de 2001, autorizaron expresamente un
tratamiento desigual en el ámbito del Estatuto de Roma de la CPI, de manera tal que la
regulación adoptada en dicho contexto normativo, así como la sanción de los crímenes
de competencia de ese tribunal, se someten a unas reglas que no necesariamente deben
coincidir con las adoptadas en legislación interna; 2) hacen parte del bloque de consti-
tucionalidad aquellos instrumentos de derecho penal internacional aprobados por Co-
lombia, que guarden una relación directa con la protección de los derechos humanos y
del derecho internacional humanitario, lo que desde luego deberá ser examinado caso a
caso; 3) en lo que atañe al artículo 6º del Estatuto de Roma de la CPI, la incorporación
al bloque de constitucionalidad no opera porque el precepto haga parte de dicha nor-
matividad, sino porque la regulación puntual de esa norma se ajusta a los parámetros
consagrados en los artículos 93 y 214-2 de la Constitución, que además acoge integral-
mente el contenido de la Convención para Prevenir y Sancionar el Genocidio; 4) no
todas las normas del Estatuto de Roma hacen parte del bloque de constitucionalidad
per se, pues es claro que dicha normatividad tiene un marco de aplicación particular y
concreto en virtud del principio de complementariedad frente a la legislación nacional;
y 5) no todos los tratados de derecho internacional, que consagran el deber de tipificar
ciertos delitos, se integran al bloque de constitucionalidad, debido a que no necesa-
riamente se relacionan con la protección directa de derechos humanos o del derecho
internacional humanitario (verbigracia, la Convención de las Naciones Unidas contra
la Corrupción, de 2003).
En tal caso, la Corte hubo de resolver los siguientes problemas jurídicos: 1) ¿a qué tipo
de tratados internacionales se refiere el artículo 101 de la Constitución?; 2) ¿constituyen
los mencionados tratados parámetro de control constitucional del derecho interno?; 3)
¿la Convención sobre la Plataforma Continental de 1958 hace parte de aquellos ins-
trumentos internacionales a que se refiere el artículo 101 de la CP?; y, 4) ¿el aparte
demandado del artículo 9° de la ley 397 de 1997 viola lo dispuesto en la mencionada
Convención sobre la Plataforma Continental?
Frente a tales interrogantes, la Corte respondió que los tratados que definen los lími-
tes del territorio colombiano entran a formar parte del bloque de constitucionalidad
lato sensu, y, por lo tanto, las normas que expidan las autoridades públicas no pueden
contravenirlos a riesgo de ser declaradas inexequibles por violar el artículo 101 del
Estatuto Superior.
23
Sobre la competencia de la CPI en Colombia, ver al respecto: Ambos, Kai, ProFis-GTZ-Embajada de la
República Federal de Alemania, Procedimiento de la ley de Justicia y Paz (ley 975 de 2005) y derecho penal in-
ternacional. Estudio sobre la facultad de intervención complementaria de la Corte Penal Internacional a la luz del
denominado proceso de “Justicia y Paz” en Colombia. Bogotá: Alvi Impresores, 2010.
Capítulo introductorio
44
Más allá de las normas convencionales, cabe preguntarse por el papel que han desem-
peñado las demás fuentes del derecho internacional público estipuladas, de manera no
exhaustiva, en el artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia de La
Haya,24 en la construcción del bloque de constitucionalidad en Colombia.
Posteriormente, en sentencia C-048 de 2001, en relación con la función que están lla-
mados a cumplir en el ordenamiento jurídico interno los principios generales del dere-
cho, el juez constitucional consideró que éstos “propugnan la solución pacífica de los
“1) La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias que le sean sometidas,
deberá aplicar:
a) Las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas expresamente reco-
nocidas por los Estados litigantes;
b) La costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho;
c) Los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas;
d) Las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones,
como medio auxiliar para la determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 59.
2. La presente disposición no restringe la facultad de la Corte para decidir un litigio ex aequo et bono, si las partes
así lo convinieren.
El artículo 25 de la Carta de la ONU reza: “Los miembros de las Naciones Unidas convienen en aceptar y
25
cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad de acuerdo con esta Carta”.
Capítulo introductorio
46
Ahora bien, el tema del valor jurídico de las recomendaciones ha sido objeto, en los úl-
timos años, de un intenso debate doctrinal, y finalmente se puede concluir que no exis-
ten posiciones unánimes en la materia. Así, para algunos autores las recomendaciones
simplemente carecen de efectos jurídicos vinculantes.26 Incluso la Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos (CteIDH), en sentencia del 8 de diciembre de 1993 en el
“asunto Caballero Delgado y Santana contra Colombia”, estimó que el término “reco-
mendaciones”, tal como figura en el texto del Pacto de San José de Costa Rica, debía ser
interpretado “conforme a su sentido corriente” de acuerdo con la regla general de in-
terpretación contenida en el artículo 31.1 de la Convención de Viena sobre el Derecho
de los Tratados de 1969 y por ello “no tiene el carácter de una decisión jurisdiccional
obligatoria cuyo cumplimiento generaría la responsabilidad del Estado”.27 De tal suerte
que los destinatarios de las recomendaciones no están obligados a someterse a ellas ni
cometen una infracción internacional por incumplirlas.
Por otra parte, ciertos tribunales arbitrales internacionales, así como un destacado sector
de la doctrina internacionalista contemporánea,28 han considerado que la aseveración
según la cual las recomendaciones adoptadas por organismos internacionales carecen
de todo efecto vinculante, debe ser matizada, o al menos, examinada caso por caso.
En tal sentido, el operador jurídico debe tomar en consideración la naturaleza del ór-
gano internacional que adoptó la recomendación; si se trata de una invitación dirigida
al Estado para que tome medidas legislativas o administrativas encaminadas a enfrentar
situaciones generalizadas de violaciones de los derechos humanos,30 o si por el contrario,
26
Ver, por ejemplo, M. Merle, “Le pouvoir réglementaire des organisations internationales”, en AFDI, París,
1958, pp. 341 a 360.
27
Corte Interamericana de Derechos Humanos, sentencia del 8 de diciembre de 1993, “Caso Caballero Del-
gado y Santana contra Colombia”.
28
Ver al respecto: A Tammes, “Decisions of international organs as a source of international law”, en RCADI,
1958, pp. 265 y ss.; J. Combacau, Le pouvoir de sanction de l’ONU, París, Pedone, 1974; Schreuer, “The relevance
of UN decisions in domestic law litigation”, en ICLQ, 1978; José Manuel Sobrino Heredia, “La formación del
derecho internacional por las organizaciones internacionales”, en Manuel Díez de Velasco, Instituciones de derecho
internacional público, Madrid, Tecnos, 1997, p. 180; y Allan Pellet y Patrick Daillier, Droit International Public,
París, LGDJ, 2000.
29
Tribunal de Arbitramento Internacional, laudo del 19 de enero de 1977, “Caso Texaco-Calasiatic contra Li-
bia”, en Journal de Droit International, p. 350.
30
Como por ejemplo, aquellas que suele emitir cada año el Alto Comisionado para los Derechos Humanos en
relación con la situación de los derechos humanos en Colombia.
se alude a un caso concreto; y finalmente, los principios y las disposiciones del tratado
internacional basados en los cuales la recomendación fue adoptada.
Asimismo, en relación con las recomendaciones proferidas por los diversos órganos que
conforman la Organización Internacional del Trabajo, la Corte se ha pronunciado en
distintas oportunidades.
Al respecto, en sentencia T-979 de 2004, con ocasión del examen de una petición de am-
paro presentada por el presidente del Sindicato de Trabajadores Oficiales del municipio
de Neiva, el juez constitucional, luego de examinar la estructura de la Organización
Internacional del Trabajo, concluyó afirmando lo siguiente:
Así pues, la Corte Constitucional considera que, si bien las recomendaciones formu-
ladas por el Comité de Libertad Sindical no hacen parte del bloque de constituciona-
lidad, ni tampoco gozan de fuerza vinculante, no por ello dejan de ser un parámetro
Capítulo introductorio
48
Así, en sentencia T-558 de 2003 la Corte examinó el caso de una familia en Medellín
la cual había sido víctima de hostigamientos, al parecer, por agentes del DAS, luego de
que avisaran a las autoridades competentes acerca de la desaparición forzada de uno de
sus integrantes.
Ver al respecto, Ramelli, A., “Procedencia de la acción de tutela para hacer efectivas las medidas cautelares
31
decretadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: ¿hacia un estado de cosas inconstitucional?,
en V Jornadas de Derecho Constitucional y Administrativo, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2005.
Debido a que las autoridades internas no cumplieron con lo previsto en las medidas
cautelares, decidieron acudir a la acción de tutela. Así pues, en sede de revisión, la Corte
Constitucional consideró lo siguiente: 1) mientras que las recomendaciones elabora-
das por órganos como la Comisión de Derechos Humanos de la ONU (hoy Consejo
de Derechos Humanos) van dirigidas al legislador y al gobierno nacional, las medidas
cautelares, de acuerdo a la naturaleza y el sentido de las órdenes impartidas, deben ser
cumplidas por autoridades tales como la Fiscalía General de la Nación, la Procuraduría
General de la Nación, el Programa de Protección de Testigos del Ministerio del Interior
y de Justicia, las Fuerzas Militares de Policía, entre otras; 2) las medidas cautelares se
incorporan automáticamente al ordenamiento jurídico interno; y 3) si bien la acción
de tutela no fue ideada para hacer cumplir tales órdenes proferidas por instancias inter-
nacionales, debido a que comparten con éstas su carácter cautelar y a que apuntan a la
consecución de unos mismos propósitos, el amparo constitucional puede ser invocado
en caso de incumplimiento de las medidas cautelares.
Capítulo introductorio
50
Por ejemplo, sentencia T-327 de 2004, en el caso de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó.
33
un elevado grado de imprecisión, lo que hace que, luego de ser interpretadas, se puedan
derivar de ellas numerosas normas de derechos humanos. De allí que las observaciones
generales le brindan una valiosa orientación al operador jurídico interno que pretenda
emplearlas al momento de resolver un caso concreto.
Así por ejemplo, al momento de fallar un asunto de salud, el juez de tutela acudirá
al artículo 49 superior, en concordancia con el artículo 12 del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), disposición internacional
que, a su vez, ha sido interpretada por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, en su Observación General 14, titulada “El derecho al disfrute del más alto
nivel posible de salud”.
El artículo 38 del Estatuto de la CIJ consagra a la jurisprudencia como una fuente del
derecho internacional aplicable por dicha instancia internacional.
Al respecto, la Corte Constitucional ha considerado que los fallos proferidos por ins-
tancias judiciales internacionales de derecho humanos configuran un criterio relevante
de interpretación de las cláusulas constitucionales de derechos fundamentales, sin que
necesariamente hagan parte del bloque de constitucionalidad. Así por ejemplo, en sen-
tencia C-10 de 2000, al referirse al valor que ofrece la jurisprudencia de la CteIDH, la
Corte Constitucional consideró lo siguiente:
Capítulo introductorio
52
34
Sentencia C-10 de 2000.
35
Sentencias C-67/03 y T-1391/01.
36
Ver al respecto, Ramelli, A., “La globalización en la jurisprudencia de los tribunales penales internacionales”,
en El derecho en el contexto de la globalización, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2007.
Siendo ello así, ¿qué funciones específicas cumple la jurisprudencia penal internacional
en el ordenamiento jurídico colombiano? Básicamente, las siguientes:
Capítulo introductorio
54
d) Valioso insumo para la argumentación jurídica. Una última función que cumple
la jurisprudencia penal internacional consiste en ayudar a reforzar la argumenta-
ción jurídica empleada por fiscales y jueces al momento de calificar conductas como
crímenes internacionales. En efecto, los fallos internacionales suelen contener una
enorme riqueza en cuanto a la comprensión de la estructura y la evolución de la
represión de tales comportamientos.
ser derogada por otra posterior que no haya sido, a su vez, adoptada por mayoría
absoluta de los miembros de ambas Cámaras (jerarquía). De allí que cuando la ley
orgánica regula la manera de desarrollar legislativamente una determinada mate-
ria, señalada de antemano por la Constitución, prevalecerá en ese ámbito especí-
fico sobre las demás leyes.
Eventualmente las normas internacionales que hacen parte del bloque de constitucio-
nalidad pueden tener incidencia en los actos preparatorios de la actividad legislativa.
Tal es el caso de la consulta a las comunidades indígenas, estipulada en el Convenio 169
de la OIT.37
37
Sobre este tema puede ser de utilidad: Sánchez Botero, Esther, ProFis -GTZ- Embajada de la República Fede-
ral de Alemania, El peritaje antropológico, justicia en clave cultural, Bogotá, Alvi Impresores, 2010.
Capítulo introductorio
56
Al respecto merece la pena destacar que, la primera decisión que consideró el Convenio
169 de la OIT como parte del bloque de constitucionalidad fue la sentencia SU-039
de 1997, referente a la expedición de una licencia ambiental atinente a la exploración y
explotación petroleras en el territorio de los u’was. A partir de entonces, la Corte ha es-
timado que la realización de la consulta previa es un requisito que debe ser cumplido de
buena fe y ostenta el carácter de derecho fundamental, y que se debe cumplir respecto
de las decisiones administrativas y legislativas que afecten a estas comunidades, al igual
que a las comunidades afrocolombianas. Tal aseveración se ha realizado con ocasión
del examen de normas referentes a la exploración y explotación minera, a la concesión
de licencias para la explotación de recursos naturales renovables, a proyectos de ley que
regulan el sistema educativo, a la ley del Plan Nacional de Desarrollo, la ley forestal,38 al
igual que en materia de negociación de tratados internacionales.39
Pues bien, cada vez que el legislador ejerce tales competencias encuentra en los derechos
fundamentales unos límites que debe respetar, so pena de que el juez constitucional
declare la inexequibilidad (sin efectos) de la correspondiente disposición legal.
En tal sentido los derechos fundamentales guardan una triple relación con la actividad
legislativa: 1) el legislador ejecuta y hace efectivo el ejercicio de aquellos derechos fun-
damentales que precisan de un desarrollo normativo (verbigracia, regula el derecho a la
seguridad social); 2) limita el ejercicio de tal actividad, con el propósito de prevenir que
se adopten medidas que desconozcan el núcleo esencial de aquéllos; y 3) adopta medi-
das encaminadas a proteger el ejercicio de los derechos fundamentales (verbigracia, es-
tablecimiento de tipos penales). De tal suerte que, por ejemplo, al momento de tipificar
como delito determinada conducta humana el legislador deberá respetar los contenidos
del artículo 29 superior, entendidos en consonancia con los artículos 4º de la CADH y
9º del PIDCP, disposiciones que hacen parte del bloque de constitucionalidad.
Al respecto, la Corte en sentencia C-205 de 2003, con ocasión del examen de la ti-
pificación del delito de receptación de autopartes, consideró que el deber de estricta
legalidad implicaba que el Congreso de la República, al momento de crear cualquier
tipo penal, debía someterse a los siguientes componentes del principio de legalidad:
1) la prohibición de la analogía (nullum crimen, nulla poena sine lege stricta); 2) la
prohibición del derecho consuetudinario para fundamentar y agravar la pena (nullum
crimen, nulla poena sine lege scripta); 3) la prohibición de la retroactividad (nullum
crimen, nulla poena sine lege praevia); 4) la prohibición de delitos y penas indetermi-
nados (nullum crimen, nulla poena sine lege certa);40 5) el principio de lesividad del
Roxin, C., Derecho penal. Parte general. Fundamentos. La estructura de la teoría del delito, Madrid, Civitas,
40
1997, p. 140. En el mismo sentido, puede citarse la siguiente obra: Mir Puig, S., Derecho penal. Parte general,
quinta edición, Barcelona, Civitas, 2002, p. 75.
Capítulo introductorio
58
41
Para mayor ampliación de este tema véase: Ambos, Kai (coord.), ProFis-GTZ-Embajada de la República Fe-
deral de Alemania, Desaparición forzada de persona. Análisis comparado e internacional, Bogotá, Temis, 2009.
42
Sentencia C-316 de 1996.
43
Para los profesores Stefan A. Riesenfeld y Frederick Abbot, en su artículo “The scope of U.S. control over
the conclusion and operation of treaties”, en Parliamentary participation in the making and operation of treaties:
a comparative study, Netherlands, Nijhoff, 1994, una disposición de un tratado internacional es calificada como
self-executing cuando no requiere de una legislación interna para ser aplicada, y puede crear directamente de-
rechos y obligaciones en cabeza de los particulares, invocables ante los tribunales nacionales. Por el contrario,
algunas normas internacionales incorporadas a los ordenamientos internos precisan de la intermediación de una
ley o de un decreto para poder ser invocadas ante los tribunales o administraciones estatales. En este último caso,
nos encontraremos ante una norma convencional not-self-executing. Sobre el contenido y alcance de la noción
de self-executing, ver además, T. Buergenthal, “Self-executing and not-self-executing treaties in national and
international law”, en RCADI, tomo 235, 1992, pp. 235 y ss.
Los diversos actos administrativos, generales y particulares, que adopten las diversas
autoridades públicas competentes, deberán someterse positiva y negativamente a las
disposiciones que conforman el bloque de constitucionalidad. En efecto, al hallarse
ubicados dentro del sistema de fuentes colombiano por debajo de la ley, y por ende de la
Constitución, su fundamento y contenido material deberán ajustarse siempre al bloque
de constitucionalidad.
Así por ejemplo, la adopción de la Convención de Derechos del Niño precisa la ela-
boración de una política pública en materia de niñez desamparada; el artículo 5.6 de
la CADH, a cuyo tenor “Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad
esencial la reforma y la readaptación social de los condenados”, requieren la puesta en
marcha de una política carcelaria que propenda por la resocialización de los internos;
e igualmente, el artículo 12 del PIDCP, según el cual “Toda persona que se halle le-
galmente en el territorio de un Estado tendrá derecho a circular libremente por él y a
escoger libremente en él su residencia”, precisa de la existencia de una política pública
seria en materia de atención a la población víctima del desplazamiento forzado.
El artículo 26 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados Internacionales reza pacta sunt ser-
44
vanda. Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe.
Capítulo introductorio
60
Asimismo, cabe señalar que tales derechos subjetivos pueden ser invocados en el curso
de cualquier clase de proceso (penal, civil, laboral, administrativo, de familia, etcé-
tera), e igualmente, con ocasión de la instauración de acciones constitucionales (tutela,
hábeas corpus, populares y de cumplimiento).
Los derechos fundamentales presentan una doble dimensión: son considerados como
delimitadores de la esfera de libertad personal del ciudadano, invocables judicialmente
(dimensión subjetiva); por otra, como elementos constitutivos del ordenamiento de
los poderes estatales y límites a la función legislativa (dimensión objetiva).45
45
Ver al respecto: AA. VV., La intervención procesal de la víctima. Especial consideración a los sistemas procesa-
les de la ley 906/04, 975/05. Sistema Interamericano de Derechos Humanos y Corte Penal Internacional, Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia, 2008; Patiño G, M.C., “Libertad personal y hábeas corpus: eficacia en el
derecho interno frente a su regulación internacional”, en Revista Derecho del Estado, Universidad Externado de
Colombia, núm. 9, diciembre del 2000, p. 95; Patiño G., M. C., Libertad personal, hábeas corpus y estados excep-
cionales, Academia Colombiana..., Ibáñez, Bogotá, 2007, p. 125; Patiño G., M. C., Naturaleza jurídica del hábeas
corpus, Ediciones Doctrina y Ley, Bogotá, 2005, p. 43; y Patiño G., M. C., “Aplicación del régimen de la prueba
ilícita en el sistema procesal penal de la Ley 906 de 2004”, en José Francisco Acuña Vizcaya (comp.), Formación
integral participativa en investigación criminal y sistema penal acusatorio, Universidad Nacional de Colombia y
Fondelibertad, Bogotá, 2007, págs. 101 a 120.
vía procesal (ordinaria o en sede de amparo o hábeas corpus). Analicemos las diversas
funciones que cumplen tales disposiciones superiores en el curso de un proceso penal.
En este orden de ideas, las distintas actuaciones y labores investigativas que ade-
lanten la policía judicial y la Fiscalía General de la Nación, en tanto que medidas
de intervención en el ejercicio de los derechos fundamentales, deben ser propor-
cionales, juicio cuyos elementos y realización dependerán de factores tales como la
gravedad de los hechos delictivos investigados, las necesidades de la investigación,
el grado de afectación del derecho, la necesidad de la prueba, entre otros. En tal
sentido, una medida de intervención en un derecho fundamental (verbigracia, una
interceptación telefónica, una toma de sangre, un allanamiento, etcétera) será pro-
porcional si: 1) es adecuada para contribuir a la obtención de un fin constitucio-
nalmente legítimo (principio de idoneidad); 2) si se trata de la medida más benigna
para el derecho intervenido, entre todas aquellas que revistan la misma idoneidad
para contribuir a alcanzar el objetivo propuesto (principio de necesidad); y 3) si
la importancia de los objetivos perseguidos por la medida de intervención en el
derecho fundamental guarda una adecuada relación con el significado del dere-
cho intervenido, es decir, si las ventajas que se obtienen mediante la intervención
Capítulo introductorio
62
compensan los sacrificios que ésta implica para sus titulares y para la sociedad en
general (proporcionalidad en sentido estricto).46
Así por ejemplo, como se ha explicado, mediante la acción de tutela se ha buscado dotar
de mayor eficacia interna las medidas cautelares decretadas por la CIDH y las provi-
sionales proferidas por la CteIDH. De igual manera, la sentencia C-004 de 2003, me-
diante la cual por vía bloque de constitucionalidad se amplió el sentido y la función que
está llamada a cumplir la acción de revisión en Colombia, se lograron articular los fallos
proferidos por la CteIDH, al igual que las recomendaciones emitidas por la CIDH y el
Comité de Derechos Humanos, con los procesos penales internos.
Una de las principales funciones que están llamadas a cumplir las disposiciones inter-
nacionales sobre derechos humanos que hacen parte del bloque de constitucionalidad
consiste en contribuir en la creación judicial de las llamadas “subreglas constituciona-
les”, esto es, las normas de derechos fundamentales que servirán finalmente como pre-
misa mayor al momento de resolver un caso concreto.
A efectos de comprender tal afirmación, debemos partir de unos conceptos básicos pro-
pios de la estructura de los derechos fundamentales, cual es la diferencia entre disposi-
ción y norma.47
46
Bernal Pulido, Carlos, El principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales, Madrid, Centro de Estu-
dios Constitucionales, 2003, p. 36.
47
Ver por ejemplo, Alexy R., Teoría de los derechos fundamentales, Madrid, Centro de Estudios Constituciona-
les, 1997.
Así pues, las disposiciones son simples enunciados normativos cuyo significado sólo es
atribuido una vez son interpretados. De allí que de una misma disposición, sea consti-
tucional o internacional, pueden derivarse numerosas normas, esto es, mandatos, prohi-
biciones o permisiones. Así, mientras la primera es el objeto a interpretar, las segundas
constituyen el resultado de tal labor.
En efecto, cuando se afirma que las disposiciones constitucionales deben ser interpre-
tadas a la luz o de conformidad con los tratados internacionales sobre derechos hu-
manos, debemos entender que, según las modernas teorías de interpretación jurídica,
no se trata simplemente, como antaño, de buscarle el sentido y el alcance a la norma
(método exegético); de hallar el espíritu del legislador a lo largo de los debates que prece-
dieron a la aprobación del texto (método histórico); de pretender encontrar los fines de
la norma (método teleológico); o de derivar de la ubicación topográfica de la disposición
en el cuerpo de la ley de la cual hace parte, un determinado sentido (método sistemático).
Por el contrario, se trata de ir más allá, en el sentido de crear, vía interpretación, nuevas
y verdaderas normas judiciales que servirán para resolver el caso concreto, las cuales, en
caso de reiteradas por los jueces que las crearon, o por los jueces de inferior jerarquía,
irán creado un sistema de precedentes horizontal o vertical, según el caso. En esta labor
juegan un papel fundamental las disposiciones internacionales que hacen parte del blo-
que de constitucionalidad. Veamos algunos ejemplos.
Capítulo introductorio
64
A efectos de resolver el caso concreto, fue necesario tomar en cuenta las distintas redac-
ciones de las disposiciones constitucionales e internacionales que consagran el derecho
al debido proceso penal.
Así, la Constitución de 1991 prevé:
Artículo 29. El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas. Nadie podrá ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto
que se le imputa, ante juez o tribunal competente y con observancia de la plenitud
de las formas propias de cada juicio. En materia penal la ley permisiva o favorable,
aun cuando sea posterior, se aplicará de preferencia a la restrictiva o desfavorable.
Toda persona se presume inocente mientras no se la haya declarado judicialmente
culpable. Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abo-
gado escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el juzgamiento; a un
debido proceso público sin dilaciones injustificadas; a presentar pruebas y a con-
trovertir las que se alleguen en su contra; a impugnar la sentencia condenatoria, y a
no ser juzgado dos veces por el mismo hecho. Es nula, de pleno derecho, la prueba
obtenida con violación del debido proceso.
Por su parte, la CADH dispone lo siguiente:
Artículo 8º. Garantías judiciales
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un
plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, es-
tablecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación
penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones
de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.
[…]
f. derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de
obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan
arrojar luz sobre los hechos; [...]
Como se puede observar, mientras que la disposición interna alude al derecho del pro-
cesado a controvertir las pruebas que se alleguen en su contra (verbigracia, las pruebas
testimoniales que obren en el expediente), la internacional establece como garantía el
derecho que le asiste al proceso a interrogar a los testigos de cargo, es decir, no la prueba
testimonial, sino directamente al testigo de cargo.
En tal caso, la Corte consideró:
En este orden de ideas, interpretando armónicamente el artículo 29 superior con
los artículos 8.2 de la CADH y 14.2 del PIDCP, se concluye que, en materia penal,
Asimismo, en otro ámbito, como puede ser aquel de los derechos fundamentales pres-
tacionales, la Corte Constitucional, interpretando el artículo 49 superior (derecho a
la salud), de conformidad con el artículo 12 del PIDESC, el cual, a su vez, ha sido
interpretado por el respectivo Comité DESC mediante la observación general núm.
14 (“El derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud”), ha logrado construir
numerosas subreglas constitucionales, tales como: 1) el paciente tiene derecho a un tra-
tamiento integral; 2) aquel que cuente con capacidad de pago deberá asumir el costo de
los medicamentos que se encuentren por fuera del POS; 3) el juez de tutela no cuenta
con elementos para descalificar los conceptos científicos de los médicos; 4) la población
desplazada goza de una protección constitucional reforzada en materia de salud; 5) los
pacientes tienen derecho al diagnóstico; 6) la salud es un derecho fundamental; 7) la
atención médica debe ser oportuna y eficaz; 8) las entidades promotoras de salud deben
responder en casos de atención deficiente de sus pacientes, en especial, los niños; 9)
el sistema general de seguridad social en salud no tiene por qué asumir cirugías mera-
mente estéticas, etcétera.
En suma, cuando se afirma que la norma interna debe ser interpretada de conformidad
con la internacional, realmente se está afirmando que se van a construir nuevas normas
jurídicas, de origen judicial y no legislativo.
Capítulo introductorio
66
Ahora bien, el recurso que el juez interno haga a las mencionadas nociones debe estar
acompañado de una alta dosis de prudencia, por cuanto muchas de ellas constituyen
“conceptos jurídicos autónomos”,51 lo cual significa que su contenido y alcance carecen
de parangón alguno en el derecho interno. Así por ejemplo, el vocablo “plazo razona-
ble”, prescrito en el artículo 8º de la CADH, ha sido entendido por la jurisprudencia de
la CteIDH52 como un término conformado por las siguientes variables: 1) dificultad de
la investigación penal; 2) comportamiento procesal de las víctimas; y 3) diligencia de las
autoridades penales internas. Otro tanto sucede, por ejemplo, con nociones como “tri-
bunal independiente e imparcial” o “agotamiento de los recursos internos”. De allí que
al juez interno le esté vedado acordarle un significado distinto a un vocablo o expresión
cuyo sentido ha sido precisado por órganos judiciales internacionales.
48
Convenio de la OIT núm. 34, “Sobre el desempleo”, de 1934.
49
Convenio de la OIT núm. 35, “Trabajo subterráneo (mujeres)”, de 1935.
50
Convenio de la OIT núm. 182, “Peores formas de trabajo infantil”, de 1999.
51
Ver al respecto, Decaux, E., La Convention Européenne commenté article par article, París, LGDJ, 1996.
52
Entre muchas otras, ver: CteIDH, “Asunto de los 19 comerciantes vs. Colombia”, sentencia del 5 de julio de
2004; CteIDH, “Asunto Tibi vs. Ecuador”, sentencia del 7 de septiembre de 2004; CteIDH, “Asunto Caesar vs.
Trinidad y Tobago”, sentencia del 11 de marzo de 2005; CteIDH, “Asunto masacres de Ituango vs. Colombia”,
sentencia del 1º de julio de 2006; y CteIDH, “Asunto Valle Jaramillo y otros vs. Colombia”, sentencia del 27 de
noviembre de 2008.
Artículo 15
Según en lo anterior, surge entonces la pregunta central: ¿se trata de dos aproximacio-
nes opuestas o complementarias de un mismo fenómeno? La respuesta no es sencilla.
Capítulo introductorio
68
Pero entonces, ¿cuál de las dos nociones debe manejar el juez interno? Hasta el mo-
mento el juez constitucional no ha acordado una respuesta a tal interrogante. Lo cierto
es que, en ambos casos, no se puede imputar un delito sin que previamente exista una
norma que así lo prevea, es decir, ambas aproximaciones coinciden en ese punto; se
diferencian tan sólo en la naturaleza jurídica de la disposición prohibitiva.
De allí que incluso si nos inclinamos por la noción amplia del principio de legalidad,
será necesario demostrar que, al momento de cometerse una conducta punible, una
norma internacional, sea convencional o consuetudinaria, hacía parte del orden jurí-
dico colombiano, es decir, había sido incorporada o recepcionada por aquél. Lo an-
terior será importante, en especial, en aquellos casos en los que se cometió un crimen
internacional pero tal conducta no había sido aún tipificada en el Código Penal (verbi-
gracia, genocidio).
No siendo éste el espacio para profundizar en tales discusiones dogmáticas, baste con
señalar, a manera de conclusión, que si bien el juez interno colombiano, vía bloque de
constitucionalidad, puede recurrir a conceptos, nociones, principios y valores propios
53
Ver al respecto, Ramelli, A., “Reciente jurisprudencia de la Corte Constitucional en materia de desaparición
forzada de personas frente al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional”, en Anuario de derechos constitu-
cionales, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2004.
54
Sobre este punto se pueden consultar los textos: Ambos, Kai (coord.), ProFis-GTZ-Embajada de la República
Federal de Alemania, Desaparición forzada de personas. Análisis comparado e internacional, Bogotá, Temis, 2009;
y Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas (ICMP), Informe: “Instrumentos de lucha contra la
desaparición forzada de personas”, Bogotá, ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, 2010.
55
Al respecto se puede examinar el libro Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto
armado en Colombia. El delito invisible. Criterios para la investigación del delito de reclutamiento ilícito de niños y
niñas en Colombia, Bogotá, ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, 2009.
de la legalidad internacional, debe hacerlo con especial cuidado, pues: 1) existen concep-
tos jurídicos autónomos, 2) la construcción de la legalidad internacional no coincide con
aquella interna de los Estados, por cuanto mientras que la primera reposa en la voluntad
soberana de los Estados, manifestada en tratados y costumbres internacionales (es decir,
de forma expresa o tácita), la segunda lo está en el principio de legitimidad democrática;
3) las normas internacional deben ser interpretadas de conformidad con las reglas previs-
tas en los artículos 31 a 33 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados,
de 1969, es decir, no necesariamente se interpretan de igual manera que una ley;56 4) los
56
Los artículos 31 a 33 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados disponen lo siguiente:
“Interpretación de los tratados.
31. Regla general de interpretación.
1) Un tratado deberá interpretarse de buena fe conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a los
términos del tratado en el contexto de éstos y teniendo en cuenta su objeto y fin.
2) Para los efectos de la interpretación de un tratado el contexto comprenderá, además del texto, incluidos su
preámbulo y anexos:
a) todo acuerdo que se refiera al tratado y haya sido concertado entre todas las partes con motivo de la
celebración del tratado;
b) todo instrumento formulado por una o más partes con motivo de la celebración del tratado y aceptado
por las demás como instrumento referente al tratado.
3) Juntamente con el contexto, habrá de tenerse en cuenta:
a) todo acuerdo ulterior entre las partes acerca de la interpretación del tratado o de la aplicación de sus
disposiciones;
b) toda práctica ulteriormente seguida en la aplicación del tratado por la cual conste el acuerdo de las
partes acerca de la interpretación del tratado;
c) toda forma pertinente de derecho internacional aplicable en las relaciones entre las partes.
4) Se dará a un término un sentido especial si consta que tal fue la intención de las partes.
32. Medios de interpretación complementarios. Se podrá acudir a medios de interpretación complementarios,
en particular a los trabajos preparatorios del tratado y a las circunstancias de su celebración, para confirmar el
sentido resultante de la aplicación del artículo 31, o para determinar el sentido cuando la interpretación dada de
conformidad con el artículo 31:
a) deje ambiguo u oscuro el sentido; o
b) conduzca a un resultado manifiestamente absurdo o irrazonable.
33. Interpretación de tratados autenticados en dos o más idiomas.
1) Cuando un tratado haya sido autenticado en dos o más idiomas, el texto hará igualmente fe en cada
idioma, a menos que el tratado disponga o las partes convengan que en caso de discrepancia prevalecerá uno
de los textos.
2) Una versión del tratado en idioma distinto de aquel en que haya sido autenticado el texto será considerada
como texto auténtico únicamente si el tratado así lo dispone o las partes así lo convienen.
3) Se presumirá que los términos del tratado tienen en cada texto auténtico igual sentido.
4) Salvo en el caso en que prevalezca un texto determinado conforme a lo previsto en el párrafo 1, cuando la
comparación de los textos auténticos revele una diferencia de sentido que no pueda resolverse con la aplica-
ción de los artículos 31 y 39, se adoptará el sentido que mejor concilie esos textos, habida cuenta del objeto
y fin del tratado”.
Capítulo introductorio
70
jueces internacionales han entendido que el “contexto” que sirve para realizar la interpre-
tación sistemática de los tratados no se limita al instrumento internacional en el cual se
encuentra ubicada la norma objeto de interpretación, sino que puede abarcar otros que
regulen el mismo tema, debido a la existencia de cláusulas de reenvío57 en el respectivo
tratado internacional;58 5) las disposiciones internacionales reflejan la consecución de
unos mínimos y máximos alcanzados al término de una negociación multilateral, mo-
tivo por el cual no siempre son más garantistas que las disposiciones constitucionales, de
manera que se debe aplicar el principio pro homine,59 es decir, seleccionar la norma que
termine siendo más protectora, sea interna o internacional; y 6) en ocasiones la consa-
gración de un mismo derecho humano (verbigracia, el debido proceso penal) varía de un
tratado internacional a otro.
57
Ver al respecto, Ramelli A., “El derecho internacional humanitario ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos”, en Anuario mexicano de derecho internacional, México, 2009.
58
Así por ejemplo, el artículo 29 de la CADH dispone lo siguiente:
“Artículo 29. Normas de interpretación:
Ninguna disposición de la presente Convención puede ser interpretada en el sentido de:
a) permitir a alguno de los Estados partes, grupo o persona, suprimir el goce y ejercicio de los derechos y
libertades reconocidos en la Convención o limitarlos en mayor medida que la prevista en ella;
b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de acuerdo con
las leyes de cualquiera de los Estados partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno de
dichos Estados;
c) excluir otros derechos y garantías que son inherentes al ser humano o que se derivan de la forma democrá-
tica representativa de gobierno, y
d) excluir o limitar el efecto que puedan producir la Declaración Americana de Derechos y Deberes del
Hombre y otros actos internacionales de la misma naturaleza”.
59
La Corte Constitucional, en diversas ocasiones, se ha referido al contenido y alcance del principio pro homine.
Así por ejemplo, en sentencia C-1056 de 2004, reiterando sus principales líneas jurisprudenciales en la materia
sostuvo lo siguiente:
“De otra parte es necesario tener en cuenta además que de acuerdo con el artículo 5° del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y el artículo 29 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos siempre
habrá de preferirse la hermenéutica que resulte menos restrictiva de los derechos establecidos en ellos. Cláusula
de favorabilidad en la interpretación de los derechos a que aluden los tratados de derechos humanos conocida
también como principio pro homine, que tanto la jurisprudencia de la Comisión Interamericana como de la Corte
Constitucional ha aplicado en repetidas ocasiones.
La Corte Constitucional ha hecho referencia en efecto a dicha cláusula de favorabilidad en la interpretación
de los derechos humanos en relación con la interpretación de los tratados de derechos humanos ratificados por
Colombia y su aplicación frente a los mandatos constitucionales y ha señalado que frente a aquellos prevalecen
las normas contenidas en la Constitución cuando ellas ofrecen mayores garantías de protección de los derechos
de las personas”.
Posteriormente, en sentencia T-284 de 2006 sostuvo lo siguiente en relación con el mencionado principio:
“El principio pro homine es un criterio hermenéutico que informa todo el derecho de los derechos humanos,
en virtud del cual se debe acudir a la norma más amplia, o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de
reconocer derechos protegidos, e inversamente, a la norma o a la interpretación más restringida cuando se trata
Sin ser exhaustiva la lista, podemos mencionar los siguientes derechos fundamentales:
1) los derechos a la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas de violaciones graves
a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario;60 2) el derecho al mí-
nimo vital para los integrantes de los grupos socialmente vulnerables;61 3) el derecho al
agua potable; 4) el derecho que tienen las comunidades indígenas y afrodescendientes a
ser consultados acerca de asuntos que los afectan; y 5) el derecho que tienen los despla-
zados a ser reparados integralmente.62
de establecer restricciones permanentes al ejercicio de los derechos o a su suspensión extraordinaria. Este prin-
cipio coincide con el rasgo fundamental del derecho de los derechos humanos, esto es, estar siempre a favor
del hombre”.
Más recientemente la Corte, en sentencia C-372 de 2009, consideró que en materia de derechos de las víctimas,
debía aplicarse el principio pro homine, en los siguientes términos:
“De la misma manera, esta corporación ha advertido que si llega a existir contradicción entre unas y otras defini-
ciones debe aplicarse, en la resolución del caso concreto, la norma que resulte ser más favorable para la víctima,
en virtud del principio pro homine”.
60
Entre otras sentencias, ver: C-004 de 2003; C-871 de 2003; C-454 de 2006; C-370 de 2006; T-576 de 2008
y C-1199 de 2008.
61
Entre otras sentencias, ver: T-164 de 2006; T-817 de 2007; SU-484 de 2008; T-764 de 2008; y T-479
de 2008.
62
Entre otras sentencias, ver: T-025 de 2005, T-821 de 2007; C-060 de 2008 y C-409 de 2009.
63
Ver por ejemplo: CteIDH, “Asunto Barrios Altos vs. Perú”, sentencia del 14 de marzo de 2001; CteIDH,
“Asunto Myrna Mack Chang vs. Guatemala”, sentencia del 25 de noviembre de 2003; y CteIDH, “Asunto Her-
manos Gómez Paquiyauri vs. Perú”, sentencia del 8 de julio de 2004.
Capítulo introductorio
72
de carácter general, que asumieron los Estados de garantizar la vigencia de los derechos
humanos, o del contenido esencial de cada derecho humano vulnerado.
Se debe igualmente tener presente que, si bien los derechos a la verdad, a la justicia y a la
obtención de una reparación cuentan con diversos fundamentos en normas convencio-
nales, éstos se caracterizan por su contextura abierta, por lo que la labor de concreción
y de configuración como derechos humanos es obra, por una parte, de la jurisprudencia
de la CteIDH64 y de las observaciones y recomendaciones del Comité de Derechos
Humanos de la ONU, en tanto que órgano de vigilancia del cumplimiento del PIDCP;
por otra, de ciertas normas de soft law, y especialmente de los trabajos de determinados
relatores de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas65 ( a partir de
marzo de 2006, Consejo de Derechos Humanos).
De igual manera cabe resaltar, una vez más, que aunque cada uno de estos derechos hu-
manos resulta ser distinto en cuanto a su contenido y alcance, todos ellos apuntan hacia
una misma dirección, cual es hacerle frente al fenómeno de la impunidad.
Pasando ahora a los contenidos específicos de estos derechos, tenemos que el derecho a la
verdad66 presenta una doble connotación, en el sentido de ser a su vez un derecho colec-
tivo e individual. Desde la primera perspectiva nos encontramos ante el derecho que le
asiste a cada pueblo a conocer su historia, a conocer la verdad acerca de los acontecimien-
tos sucedidos, las circunstancias y los motivos que llevaron a la comisión de violaciones
64
Ver por ejemplo, CteIDH, “Asunto masacre de Mapiripán vs. Colombia”, sentencia del 15 de septiembre de
2005 y CteIDH, “Asunto comunidad Moiwana vs. Suriname”, sentencia del 15 de junio de 2005; y CteIDH.
65
Ver especialmente el texto de los “Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de viola-
ciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos y de violaciones graves del derecho inter-
nacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones”, resolución 60/147 del 16 de diciembre de
2005, fundada en los trabajos realizados por el relator Theo van Boven.
66
Ver al respecto, Ramelli, A., “Los derechos fundamentales de las víctimas de las violaciones graves a los
derechos humanos y al derecho internacional humanitario y sus repercusiones en el constitucionalismo co-
lombiano”, en IV Jornadas de Derecho Constitucional y Administrativo, Bogotá, Universidad Externado de
Colombia, 2004.
Así las cosas, el derecho a la verdad, como derecho colectivo, requiere de algunas ga-
rantías que aseguren su ejercicio, las cuales consisten en la creación de comisiones
extrajudiciales de investigación y la conservación y consulta de los archivos correspon-
dientes. En tal sentido, se deben tomar medidas cautelares para impedir la destrucción,
adulteración o falsificación de los archivos en que se recogen las violaciones cometidas,
y no podrán invocarse confidencialidad o razones de defensa nacional para evitar su
consulta por instancias judiciales o las víctimas.
De igual manera, el derecho a conocer la verdad presenta una faceta subjetiva en cuanto
a que, independientemente de las acciones que puedan entablar ante la justicia, las víc-
timas, así como sus familias y allegados, tienen derecho a conocer la verdad acerca de las
circunstancias en que se cometieron las violaciones y, en caso de fallecimiento o desapa-
rición, acerca de la suerte que corrió la víctima.
67
Aponte, A., “Colombia”, en Justicia de transición. Con informes de América Latina, Alemania, Italia y España,
Montevideo, Konrad Adenauer, 2009, pp. 235 y ss.
68
AA. VV., Reparaciones en Colombia: análisis y propuestas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2009.
Capítulo introductorio
74
En cuanto a las medidas de rehabilitación, cabe señalar que éstas comprenden la finan-
ciación de la atención médica y psicológica o psiquiátrica que requieran las víctimas de
las violaciones a los derechos humanos y sus familiares. En los casos de desapariciones
forzadas el Estado deberá hacer todas las diligencias posibles para que el cadáver sea
encontrado, plenamente identificado y finalmente entregado a los familiares.
69
Castro Novoa, L. M., “Soft law y reparaciones a víctimas de violaciones de derechos humanos: reflexiones
iniciales”, en Reparaciones en Colombia: análisis y propuestas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2009.
De tal suerte que invocar en los fallos judiciales disposiciones internacionales permite
soportar de mejor forma una determinada interpretación acordada a una disposición
constitucional, e incluso legal.
Así las cosas, bien puede suceder que el juez colombiano construya su respectivo silo-
gismo jurídico con base únicamente en disposiciones de derecho interno, pero recurra
al orden internacional a efectos de: 1) verificar o confirmar la validez de su premisa
mayor; 2) cuando la selección de esta última conduzca a un resultado ambiguo, oscuro,
manifiestamente absurdo o irrazonable; o 3) sencillamente, a efectos de “convencer más
eficazmente al auditorio”, en términos de la retórica de Perelman.
4. A modo de conclusión
4.1. El carácter evolutivo e inacabado del bloque de constitucionalidad
En Colombia la figura del bloque de constitucionalidad, si bien cuenta ya con unos con-
tornos que la definen y le aportan identidad propia en términos de derecho comparado,
también es cierto que se encuentra en constante evolución, al menos por las siguientes
razones: 1) la legalidad internacional se modifica con frecuencia; nuevos tratados in-
ternacionales sobre derechos humanos son debatidos y ratificados por los Estados, lo
que conduce al juez constitucional a cuestionarse acerca de la pertenencia de éstos
al bloque de constitucionalidad; 2) los tribunales penales internacionales, así como
aquellos de derechos humanos, constantemente profieren decisiones que actualizan y
precisan los contenidos de diversas cláusulas convencionales, labor ésta que influye en
la comprensión de las normas internacionales que conforman el mencionado bloque;
otro tanto puede decirse de los actos proferidos por órganos cuasi jurisdiccionales, en
especial, las observaciones generales; y 3) la labor de sistematización de aquellos textos
normativos, principios, reglas y valores que integran el bloque de constitucionalidad no
ha culminado aún.
Un intento de respuesta a este interrogante, nos conduce a otro: ¿la construcción del
bloque de constitucionalidad es monopolio de la Corte Constitucional, o por el contra-
rio, es una tarea compartida con otras instancias del poder judicial?
Capítulo introductorio
76
Cortes, podría soportarse sobre los siguientes argumentos: 1) los jueces ordinarios no
sólo aplican la ley para la resolución de casos concretos, sino que interpretan la Cons-
titución; y 2) afirmar que la construcción del bloque de constitucionalidad es una ac-
tividad del resorte exclusivo de la Corte Constitucional conduce, en cierta forma, a
petrificar el derecho y a contaminarlo de una indeseable rigidez.
La tesis contraria, aquella del monopolio del juez constitucional, se apoyaría en los si-
guientes argumentos: 1) determinar que un determinado texto normativo o disposi-
ción hacen parte del bloque de constitucionalidad resulta ser una tarea extremadamente
delicada, por cuanto, conduce a precisar, ni más ni menos, el contenido material de la
Carta Política; 2) permitir que cualquier juez adelante tal labor conduce a generar una
enorme inseguridad jurídica; 3) cuando la Corte Constitucional, en un fallo de control
abstracto de la ley, afirma dentro de la ratio decidendi que determinada disposición hace
parte del bloque de constitucionalidad, tal declaración es vinculante, es decir, obligato-
ria para todos los operadores jurídicos;70 y 4) igual situación se presenta con los fallos
de reiteración de tutela.71
Ídem.
71
El problema es real por cuanto no siempre la Corte Constitucional en sus fallos afirma,
de manera expresa, que una determinada disposición, un tratado internacional o un
principio hacen parte del bloque de constitucionalidad; sin embargo, al momento
de examinar la estructura del fallo, y en especial su ratio decidendi, se constata que el
juez constitucional empleó una determinada disposición internacional como pará-
metro para ejercer el control de constitucionalidad, es decir, lo hace de manera tácita.
Otro tanto sucedió en Francia, por ejemplo, cuando el Conseil Constitutionnel, en
fallo del 16 de julio de 1971, en el asunto de la libertad de asociación, le reconoció valor
normativo al preámbulo de la Constitución de 1958, y por esta vía, a los textos normati-
vos a los cuales aquél reenvía, en especial, la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789. En esos momentos los jueces no denominaron a tal fenómeno
como bloque de constitucionalidad; por el contrario, fue la doctrina, encabezada por
Louis Favoreau, la que retomando el concepto de bloque de legalidad del derecho admi-
nistrativo, al momento de intentar explicar el parámetro que estaba empleando el juez
constitucional para realizar su labor, acuñó el término bloc de constitutionnalité.
De igual manera, antes de la sentencia C-225 de 1995, momento en el cual el juez cons-
titucional expresamente acoge la figura del bloque de constitucionalidad, la Corte ya
venía recurriendo a los tratados internacionales sobre derechos humanos para ejercer
el control de constitucionalidad. Así por ejemplo, en sentencia T-02 de 1992 la Corte
Constitucional indicó que los tratados internacionales sobre derechos humanos confi-
guraban un parámetro válido para determinar la existencia de un derecho fundamental
amparable por vía de la acción de tutela.
En suma, la declaratoria expresa del juez constitucional acerca de que una determinada
disposición hace parte del bloque de constitucionalidad, si bien aporta seguridad ju-
rídica, no termina siendo un elemento sine qua non para la construcción de él, como
sí lo es la existencia de una Constitución como texto abierto, es decir, contentiva de
cláusulas de reenvío.
Capítulo introductorio
78
El que mate a otro tendrá una pena de 15 años de prisión (Premisa mayor)
Juan mató a Pedro (Premisa menor)
Juan pagará una pena de 15 años de prisión (Pena)
El que, con ocasión y en desarrollo de conflicto armado, realice acceso carnal por
medio de violencia en persona protegida, incurrirá en prisión de ciento sesenta
(160) a trescientos veinticuatro (324) meses y multa de seiscientos sesenta y seis
punto sesenta y seis (666.66) a mil quinientos (1.500) salarios mínimos legales
mensuales vigentes.
Vienen las preguntas: ¿qué se entiende por un acto cometido con ocasión y en desa-
rrollo del conflicto armado?, e igualmente, ¿quién puede ser considerado como una
“persona protegida”? Pues bien, se podría decir que el mismo Código Penal resuelve el
segundo de los interrogantes al establecer, en el parágrafo del artículo 135, lo siguiente:
Parágrafo. Para los efectos de este artículo y las demás normas del presente título, se
entiende por personas protegidas conforme al derecho internacional humanitario:
6) Los combatientes que hayan depuesto las armas por captura, rendición u otra
causa análoga.
7) Quienes antes del comienzo de las hostilidades fueren considerados como apá-
tridas o refugiados.
8) Cualquier otra persona que tenga aquella condición en virtud de los Convenios
I, II, III y IV de Ginebra de 1949 y los Protocolos adicionales I y II de 1977 y otros
que llegaren a ratificarse.
Sin embargo, la duda termina trasladándose de escenario, ya que ¿quiénes son los “in-
tegrantes de la población civil”? Se trata, en consecuencia, de un caso donde, previa la
aplicación de la norma, debemos interpretarla de conformidad con los tratados inter-
nacionales que hacen parte del bloque de constitucionalidad en sentido estricto, por
ejemplo, el Protocolo II de Ginebra de 1977. Con todo, en ocasiones, el intérprete
deberá ir más allá, es decir, indagar acerca de la manera como la disposición interna-
cional ha sido entendida, a su vez, por instancias judiciales internacionales. Lo anterior
por cuanto la simple remisión de una disposición a otra no termina de ayudar en la
labor de concreción de la premisa mayor del silogismo judicial. Así pues, esta cadena
de reenvíos nos conducirá, por ejemplo, al “Caso Fiscal vs. Dusko Tadic, alias Dule”,
sentencia relativa a la apelación de la defensa concerniente a la excepción previa de
incompetencia, proferida el 2 de octubre de 1995 por la Sala de Apelaciones, en la cual
se afirmó lo siguiente:
Basta con que los crímenes presuntamente cometidos guarden una estrecha rela-
ción con las hostilidades que se desarrollaban en otras parte de los territorios con-
trolados por las partes en el conflicto.
Asimismo, convendría apelar a las consideraciones realizadas por el Tribunal Penal In-
ternacional para la antigua Yugoslavia —TPIY— en el “Asunto Fiscal vs. Dragoljub Ku-
narac y otros”, en sentencia proferida el 12 de junio de 2002, en la cual se dijo:
A su vez, en cuanto al término “población civil” sería pertinente acudir a la sentencia del
“Asunto Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, proferida el 2 de septiembre de 1998 por la Sala
de Primera Instancia del TPIY, según la cual:
Se entiende por población civil las personas que no participan directamente en las
hostilidades, comprendidos los miembros de las Fuerzas Armadas que han depuesto
Capítulo introductorio
80
las armas y las personas puestas fuera de combate por enfermedad, herida, o por
cualquier otra causa. La presencia en el seno de la población civil de personas ais-
ladas, que no responden a la definición de civiles, no priva a dicha población de esa
calificación.
1) El que, con ocasión y en desarrollo de conflicto armado, realice acceso carnal por
medio de violencia en persona protegida, incurrirá en prisión de X años.
2) “Con ocasión y en desarrollo del conflicto armado” significa que el acto debe
guardar una estrecha relación con las hostilidades que se desarrollaban en otras par-
tes de los territorios controlados por las partes en el conflicto.
5) Así pues, quien cometa un acceso carnal por medio de violencia, contra una
persona que no participa directamente en las hostilidades, y a condición de que
tal acto guarde una relación con el desarrollo de las hostilidades, en el sentido de
presentarse en un territorio controlado por una de las partes y dentro de la lógica
de las hostilidades, así no se cometa directamente en la zona donde se realizan los
combates, incurrirá en prisión de X años (premisa mayor).
Como se puede apreciar, fue necesario interpretar el artículo 138 del Código Penal de
conformidad con el bloque de constitucionalidad, a efectos de hallar la premisa mayor
Mac Cormick, N., Legal reasoning and Legal Theory, Oxford, Oxford University, 1994.
73
del silogismo jurídico, para finalmente aplicarlo a la resolución del caso concreto. En
otras palabras, el bloque de constitucionalidad ayuda, en la práctica, a construir las pre-
misas mayores de los silogismos que aplicarán los jueces penales.
Capítulo introductorio
82
Por último, las normas internacionales que hacen parte del bloque de constitucionali-
dad despliegan todos sus efectos en el orden interno colombiano, a saber: 1) inciden en
la formación de la ley (consulta previa indígena); 2) vinculan positiva y negativamente
al legislador; 3) incorporan nuevos derechos fundamentales; 4) limitan la actuación de
la Administración; 5) contribuyen en la elaboración y ejecución de políticas públicas;
6) consagran derechos subjetivos amparables judiciales; y 7) articulan la justicia interna
con la internacional.
74
En dicha ocasión la Corte consideró lo siguiente: “Por otra parte, en el artículo 214, numeral 2º de la Carta,
se consagró el valor supraconstitucional del derecho internacional humanitario cuando, al regular los parámetros
a que se sujetan las atribuciones presidenciales durante los estados de excepción, dispuso que:
‘En todo caso se respetarán las reglas del derecho internacional humanitario’”.
No se exige, en tales condiciones, ratificación o adhesión al convenio o al tratado. En otros términos, con la incor-
poración de este principio los constituyentes quisieron ante todo proteger los valores humanitarios reconocidos
universalmente por la comunidad internacional, abstracción hecha del derecho que los consagra.
I) Contexto general
[…]
86
98. Las reglas internacionales que regulan los conflictos internos aparecieron sobre
dos ámbitos: el derecho consuetudinario y el derecho convencional. Dos categorías
de reglas que de manera alguna son contrarias e incoherentes, sino que, ante todo,
se soportan y apoyan mutuamente, habiéndose así cristalizado mutuamente. De
hecho, la interacción entre estas dos categorías es tal que ciertas reglas de derecho
convencional se integraron progresivamente al derecho consuetudinario. Tal es el
caso del artículo 3º de los convenios de Ginebra de 1949, como lo sostuvo la Corte
Internacional de Justicia (asunto “Nicaragua”, par. 218). Aquello se aplica igual-
mente al artículo 19 del Convenio de La Haya para la Protección de los Bienes
Culturales en caso de Conflicto Armado, del 14 de mayo de 1954 y, como se verá,
del Protocolo adicional II de 1977.
99. Antes de analizar ciertos principios y reglas del derecho internacional consue-
tudinario que hicieron su aparición en la comunidad internacional para regular
la guerra civil, conviene hacer algunas precisiones acerca del proceso de creación
de normas en el ámbito de los conflictos armados. Cuando se trata de evaluar la
práctica de los Estados, a efectos de establecer la existencia de una regla consuetu-
dinaria o de un principio general, resulta difícil, por no decir imposible, precisar
el comportamiento efectivo de las tropas sobre el terreno, con el propósito de de-
terminar si respetaron o ignoraron ciertas normas de conducta. Tal examen resulta
complejo no sólo por el hecho de que el acceso al teatro de operaciones militares
normalmente es negado a observadores independientes militares (a veces incluso
al CICR), sino además debido a que las informaciones acerca de la conducción
efectiva de las hostilidades son ocultadas por las partes en el conflicto; peor aún,
con frecuencia se recurre a la desinformación con el fin de confundir al enemigo
así como a la opinión pública y a los gobiernos extranjeros. Cuando se evalúa la
formación de reglas consuetudinarias o de principios generales conviene, en con-
secuencia, ser consciente del carácter complejo del asunto, debiéndose apoyar
esencialmente sobre elementos tales como declaraciones oficiales de los Estados,
manuales militares y decisiones judiciales.
100. Las primeras reglas que aparecieron en este ámbito apuntaron a proteger a la
población civil de las hostilidades. Desde la guerra civil española (1936-1939), la
práctica de los Estados muestra una tendencia a ignorar la distinción entre las gue-
rras internacionales e internas y a aplicar ciertos principios generales del derecho
humanitario, al menos a los conflictos internos que constituían guerras civiles a
gran escala. La guerra civil española se caracterizó por tener elementos de un con-
flicto armado, a la vez, interno e internacional. Resulta significativo que el gobierno
republicano, al igual que terceros Estados, rehusaron reconocer la calidad de be-
ligerantes a los rebeldes. Sin embargo, éstos insistieron en la aplicación de ciertas
[…]
103. El artículo 3º común comprende no sólo las reglas de fondo que regulan los
conflictos armados internos, sino también el mecanismo procesal mediante el cual
se invita a las partes en los conflictos a acordar el respeto por los demás convenios de
Ginebra. Como en los conflictos que se desarrollan actualmente en la antigua Yu-
goslavia, las partes en un gran número de conflictos armados internos recurrieron a
este procedimiento para asegurar la aplicación del derecho inherente a los conflic-
tos armados internacionales, a sus hostilidades internas. Por ejemplo, en el conflicto
de 1967 en Yemen, los realistas y el presidente acordaron unas reglas esenciales de
los convenios de Ginebra. Tales decisiones reflejan la idea según la cual las reglas
fundamentales deben aplicarse, cualquiera sea la naturaleza del conflicto.
[…]
108. Más allá del comportamiento de los Estados beligerantes, de los gobiernos y
los rebeldes, otros factores han contribuido a la formación de reglas consuetudi-
narias. Debemos mencionar, en particular, la acción del CICR, dos resoluciones
adoptadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas, algunas declaraciones
de Estados miembros de la Comunidad Europea (llamada luego Unión Europea),
así como el Protocolo adicional II de 1977 y algunos manuales militares.
[…]
124. Que Iraq haya o no empleado armas químicas contra sus propios ciudadanos
kurdos, una cuestión sobre la cual la Sala no puede ni debe expresar su opinión,
resulta evidente que un consenso general progresivamente se ha alcanzado en la
comunidad internacional acerca del principio según el cual el empleo de esas armas
se encuentra igualmente prohibido en los conflictos armados internos.
125. La práctica de los Estados demuestra que los principios generales del derecho
internacional consuetudinario igualmente evolucionaron en lo que concierne a los
conflictos armados internos, en los ámbitos de los métodos de guerra. Así, más allá
de los elementos mencionados referentes a la prohibición de los ataques contra civi-
les en el teatro de operaciones, se puede señalar la prohibición de la perfidia.
127. A pesar de los límites señalados, resulta indudable que las reglas consuetudina-
rias han aparecido para regular los conflictos internos. Tales reglas abarcan domi-
nios como la protección de los civiles contra las hostilidades, en particular, contra
ataques cometidos sin motivación; la protección de bienes civiles, en particular, los
bienes culturales; la protección de todos aquellos que no participan (o dejaron de
hacerlo) directamente en las hostilidades; así como la interdicción de ciertas armas
prohibidas en los conflictos armados internacionales y algunos métodos de con-
ducción de las hostilidades.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto del caso
En tal sentido, como tercer argumento defensivo, el recurrente alegó que el TPIY ca-
recía de competencia rationae materiae en relación con los crímenes presuntamente
cometidos. Fundaba tal alegato en que, de conformidad con los artículos 2º (infrac-
ciones graves a la Convención de Ginebra de 1949), 3º (violaciones de las leyes o usos
A su vez, la Sala de Apelaciones del TPIY examinó cuáles eran las condiciones que
debían cumplirse para que una violación al derecho internacional humanitario fuese
calificada como de “violación a los usos y costumbres de la guerra”, en los términos del
“Artículo 2º.
Infracciones graves a la Convención de Ginebra de 1949
El tribunal internacional está habilitado para perseguir a las personas que cometan o den la orden de cometer
infracciones graves a la Convención de Ginebra del 12 de agosto de 1949, a saber, los siguientes actos dirigidos
contra personas o bienes protegidos por los términos de las disposiciones de dicha convención:
a) El homicidio intencionado;
b) La tortura o los tratamientos inhumanos, incluidos los experimentos biológicos;
c) Causar grandes sufrimientos intencionadamente, o atentar gravemente contra la integridad física o la salud;
d) La destrucción y la apropiación de bienes no justificada por necesidades militares, ejecutadas de forma
ilícita e innecesaria a gran escala;
e) Obligar a un prisionero o a un civil a servir en las Fuerzas Armadas enemigas;
f ) Privar a un prisionero de guerra o a un civil de su derecho a ser juzgado de forma legítima e imparcial;
g) La expulsión o el traslado ilegal de un civil o su detención ilegal;
h) La toma de civiles como rehenes.
Artículo 3º.
Violaciones de las leyes o prácticas de guerra
El tribunal internacional tiene competencia para perseguir a las personas que cometan violaciones de las leyes o
prácticas de guerra. Tales violaciones comprenden, sin que esto impida reconocerse otras, las siguientes:
a) El empleo de armas tóxicas o de otras armas concebidas para causar sufrimientos inútiles;
b) La destrucción sin motivo de ciudades y pueblos, o la devastación no justificada por exigencias militares;
c) El ataque o los bombardeos, por cualquier medio, de ciudades, pueblos, viviendas o edificios no defendidos;
d) La toma, destrucción o daño deliberado de edificios consagrados a la religión, a la beneficencia y a la
enseñanza, a las artes y a las ciencias, a los monumentos históricos, a las obras de arte y a las obras de carác-
ter científico;
e) El pillaje de bienes públicos o privados.
artículo 3º del estatuto del TPIY, concluyendo que eran las siguientes: 1) la violación
debía constituir un atentado contra una regla del derecho internacional humanitario;
2) la regla debía tener carácter consuetudinario o, si se trataba de derecho convencional,
cumplir con las condiciones requeridas, es decir, que vinculara a las partes a la fecha
de la comisión del crimen y no derogar u oponerse a normas imperativas del derecho
internacional, como lo son la mayoría de reglas del derecho internacional humanitario;
3) la violación debía ser grave, es decir, constituir una infracción a las reglas que prote-
gen los valores importantes y comportar graves consecuencias para la víctimas;76 y 4) la
violación de la regla debe comprometer, en términos de derecho internacional consue-
tudinario o convencional, la responsabilidad penal individual de su autor. De tal suerte
que, según la Sala de Apelaciones del TPIY:
Artículo 5º.
Crímenes contra la humanidad
El tribunal internacional está habilitado para juzgar a los presuntos responsables de los siguientes crímenes
cuando éstos han sido cometidos en el curso de un conflicto armado, de carácter internacional o interno, y dirigi-
dos contra cualquier población civil:
a) Asesinato;
b) Exterminación;
c) Reducción a la servidumbre;
d) Expulsión;
e) Encarcelamiento;
f ) Tortura;
g) Violaciones;
h) Persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos;
i) Otros actos inhumanos.
76
Así por ejemplo, explica la Sala, “el hecho de que un combatiente se apropie simplemente de un pan en un
poblado ocupado no constituye una ‘violación grave al derecho internacional humanitario’, a pesar de que dicho
acto pueda violar un principio fundamental enunciado en el artículo 46, parágrafo 1º, de las Reglas de La Haya
(y la correspondiente regla consuetudinaria), según la cual ‘los bienes privados deben ser respetados por todo
ejército que ocupe un territorio enemigo’”.
Ahora bien, en la práctica se suele creer, erróneamente, que las normas convenciona-
les son más importantes que las costumbres internacionales (criterio jerárquico) y que
resultan ser ambiguas y poco concretas en relación con las primeras (ausencia de con-
creción). Tales equivocaciones seguramente se fundan en la multiplicidad de tratados
internacionales que existen en el ordenamiento jurídico internacional contemporáneo
y en la mayor familiaridad que pueden tener los operadores jurídicos internos con los
tratados, frente a las costumbres. Sin embargo, en distintos ámbitos de la vida interna-
cional, aquéllas surgieron antes que los tratados y continúan regulando aspectos impor-
tantes tales como la responsabilidad internacional de los Estados; las indemnizaciones
debidas a los inversionistas extranjeros por las expropiaciones; la conducción de las
hostilidades, en derecho penal internacional, entre otros. De hecho, recuérdese el término
“violación a las leyes y costumbres de la guerra”, empleado en el artículo 8º del Estatuto de
Roma de la CPI.
Puestas así las cosas, ¿qué papel cumplen las costumbres internacionales en el ámbito
específico del derecho penal internacional? A modo de hipótesis, se pueden sugerir las
siguientes: 1) complementan el alcance de las prohibiciones establecidas por los trata-
dos internacionales a los combatientes; 2) sirven para dotar de sentido determinados
conceptos y nociones del derecho internacional humanitario; y 3) introducen nuevas
figuras referentes a la autoría y la participación en crímenes de guerra. A continuación
se brindan algunos ejemplos.
No serán objeto de ataque la población civil como tal, ni las personas civiles. Que-
dan prohibidos los actos o amenazas de violencia cuya finalidad principal sea ate-
rrorizar a la población civil.
Las partes en conflicto deberán distinguir en todo momento entre personas civiles
y combatientes. Los ataques sólo podrán dirigirse contra combatientes. Los civiles
no deben ser atacados.
Por lo que respecta a los bienes, los objetivos militares se limitan a aquellos que por
su naturaleza, ubicación, finalidad o utilización contribuyan eficazmente a la acción
militar y cuya destrucción total o parcial, captura o neutralización, ofrezca, en las
circunstancias del caso, una ventaja militar definida.79
Una segunda función que cumplen las normas consuetudinarias consiste en dotar de
sentido y alcance determinados conceptos y nociones del derecho internacional huma-
nitario. Así por ejemplo, el artículo 1º del Protocolo II de Ginebra de 1977, atinente
al “ámbito de aplicación material” del instrumento internacional, refiere un enfrenta-
miento entre las Fuerzas Armadas de un Estado y los integrantes de un grupo armado
que cumplan con determinadas condiciones, no precisa realmente quiénes conforman
las primeras. De allí que el sentido del vocablo “Fuerzas Armadas” venga a ser preci-
sado por dos normas consuetudinarias, como son: 1) todos los miembros de las Fuerzas
Armadas de una parte en conflicto son combatientes, excepto el personal sanitario y
religioso; y (ii) las Fuerzas Armadas de una parte en conflicto se componen de todas
las fuerzas, agrupaciones y unidades armadas y organizadas que estén bajo un mando
78
Henckaerts, J. M. y Doswald-Beck, L., Customary International Humanitarian Law, Cambridge, Cambridge
University, 2005.
79
Ibídem, p. 35.
responsable de la conducta de sus subordinados ante esa parte.80 Otro tanto sucede con
el concepto de “población civil”, término que no aparece definido en el Protocolo II de
1977, y en relación con el cual existe una norma consuetudinaria según la cual:
Son personas civiles quienes no son miembros de las Fuerzas Armadas. La pobla-
ción civil comprende a todas las personas civiles.
Una última función a la que están llamadas a cumplir las normas consuetudinarias,
consiste en crear nuevas formas de autoría y participación en materia de derecho penal
internacional;81 específicamente aludo a la figura de la empresa criminal conjunta o
joint criminal enterprise. En efecto, en el asunto “Fiscal vs. Mitar Vasiljevic”, la senten-
cia proferida el 25 de febrero de 2004 por la Sala de Apelaciones del TPIY consideró
lo siguiente:
Como se puede advertir, según los jueces internacionales, más allá de las formas de au-
toría y participación contenidas en el texto de la resolución del Consejo de Seguridad
mediante la cual se creó el TPIY, se podían aplicar otras formas de aquellas contenidas
en normas consuetudinarias.
En suma, en derecho internacional público, y por ende, en el ámbito del derecho penal
internacional, las normas consuetudinarias cuentan con la misma validez y efecto vin-
culante que aquellas incluidas en tratados internacionales (normas convencionales).
80
Ibídem, p. 17.
81
Al respecto, Ambos, Kai, ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Procedimiento de la ley
de Justicia y Paz (ley 975 de 2005) y derecho penal internacional. Estudio sobre la facultad de intervención comple-
mentaria de la Corte Penal Internacional a la luz del denominado proceso de “Justicia y Paz” en Colombia, Bogotá,
Alvi, 2010; Ambos, Kai (coord.), ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Imputación de
crímenes de los subordinados al dirigente. Un estudio comparado, Bogotá, Temis, 2009; y ProFis-GTZ-Embajada de
la República Federal de Alemania, Delitos en Justicia y Paz: legislación en la línea del tiempo, Bogotá, Milla, 2009.
TPIY, Sala de Apelaciones, asunto “Fiscal vs. Krstic”, sentencia del 2 de agosto de 2001.
82
En este orden de ideas, las costumbres del derecho internacional, debido a que regulan
derechos que no admiten ser limitados en ninguna circunstancia, hacen parte del blo-
que de constitucionalidad; tanto más cuando el artículo 214.2 superior dispone que las
reglas del DIH se aplicarán “en todo tiempo”.
Uno de los aspectos más controversiales que ofrecen las normas consuetudinarias es
el referido a su relación con el principio de legalidad. En efecto, mientras que en el
derecho penal interno las conductas penales deben encontrarse previamente previstas
detalladamente en la ley como requisito para poder ser sancionadas con la imposición
University, 2005.
De tal suerte, bien puede suceder que determinado comportamiento en una época espe-
cífica no se encontraba tipificado como delito en un código penal interno, ni tampoco
aparecían descritos todos sus elementos en un tratado internacional, pero ya se había
configurado tal prohibición mediante normas consuetudinarias, con lo cual, desde el
punto de vista del derecho internacional, se contaba con una norma anterior a la comi-
sión de la conducta.
Para ampliar este tema, ver: Ambos, Kai (coord.), ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alema-
84
nia, Desaparición forzada de personas. Análisis comparado e internacional, Bogotá, Temis, 2009.
4) Al igual que sucede con los tratados internacionales, las costumbres suelen ser
normas incompletas que establecen prohibiciones con menor o mayor grado de
precisión en cuanto a sus elementos, las cuales deben ser implementadas por los
correspondientes legisladores internos.
University, 2005.
6) En ocasiones los operadores jurídicos nacionales, ante los vacíos normativos que
presentan las disposiciones del Protocolo II de Ginebra de 1977 en relación con la
regulación de los conflictos armados internacionales (Protocolo I de 1977) suelen
caer en la tentación de acudir a vías tales como la analogía, lo cual resulta inade-
cuado por cuanto 1) fue expresa la voluntad de los Estados que negociaron los pro-
tocolos adicionales de diferenciar entre las regulaciones de los conflictos armados
internos e internacionales; y 2) en derecho internacional el recurso a la analogía
es excepcional por cuanto, con frecuencia, atenta contra el querer de los Estados
que suscribieron el instrumento internacional, es decir, va en contra del volunta-
rismo propio del derecho internacional. De allí que antes de acudir al expediente
de la interpretación analógica es preferible aplicar las normas consuetudinarias, las
cuales en la práctica acercan notoriamente la regulación de los conflictos armados
internos a aquella de los internacionales.
2.5. Bibliografía
Akande, D., “Sources of international criminal law”, en The Oxford companion to inter-
national criminal justice, Oxford, Oxford University, 2009.
Kwakwa, E. The international law of armed conflict: personal and material fields of
application, Boston: Martinus Nijhoff, 1992.
Meron, T., Human Rights and Humanitarian Norms as Customary Law, Oxford, Cla-
rendon, 1989.
Pellet, A. “Applicable law”, en: The Rome Statute of the International Criminal Court.
A commentary, Oxford: Oxford University, 2002.
Sadat, L.N. The International Criminal Court and the transformation of International
Law. Justice for the new millennium. NuevaYork: Transnational, 2002.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
IT-94-1-A. Sala de Apelaciones, asunto “Fiscal vs. Dusko Tadic, alias Dule” (sentencia
relativa a la apelación de la defensa concerniente a la excepción previa de incompeten-
cia, proferida el 2 de octubre de 1995).
IT-98-33-T. Sala de Apelaciones, asunto “Fiscal vs. Krstic”, sentencia del 2 de agosto
de 2001.
b. Corte Constitucional
601. Los cuatro convenios de Ginebra de 1949 y el Protocolo adicional I a los men-
cionados tratados de 1977 se aplican de manera general únicamente a los conflic-
tos armados internacionales, a pesar de que el artículo 3º común a los convenios
de Ginebra suministra igualmente una protección humanitaria mínima a todas las
personas afectadas por un conflicto armado que no presente el carácter de interna-
cional, protección desarrollada y completada por el Protocolo adicional II de 1977.
En el campo del derecho internacional humanitario se distingue claramente, desde
el punto de vista de los ámbitos de aplicación, entre los conflictos armados inter-
nacionales a los cuales las leyes de los conflictos armados se aplican en su conjunto,
de los conflictos armados que no presentan un carácter internacional (conflictos
internos), que caen bajo el artículo 3º común. Las tensiones internas no entran en
el ámbito de aplicación del derecho internacional humanitario .
603. Sin embargo, conviene señalar que la labor de determinar la intensidad del
conflicto que no presenta un carácter internacional no se deja a la apreciación sub-
jetiva de las partes en conflicto. Conviene recordar que los cuatro convenios de
Ginebra, así como los dos protocolos, tienen por vocación proteger a las víctimas, y
a aquellas que lo sean en potencia, de los conflictos armados. Si la aplicación del de-
recho internacional humanitario dependiese únicamente de la aplicación subjetiva
de las partes en conflicto, aquellas tendrían la tendencia a minimizar la intensidad
de aquel. También sobre la base de criterios objetivos, el artículo 3º común y el Pro-
tocolo adicional II encuentran aplicación a partir de que se establece la existencia
de un conflicto armado interno que satisface los preestablecidos criterios.
605. A pesar de que el Consejo de Seguridad decidió adoptar, tratándose del de-
recho aplicable por el tribunal, una solución claramente más amplia que en el
caso de la ley aplicable para el TPIY, incluyendo allí determinados instrumentos
internacionales, abstracción hecha de la cuestión de saber si éstos hacen parte del
derecho internacional consuetudinario o si, en derecho consuetudinario, aquéllos
comprometen la responsabilidad penal individual del autor del crimen, a juicio
606. En este orden de ideas, la Sala podría decidir no detenerse a examinar el carácter
consuetudinario de los fundamentos del artículo 4º del estatuto, ni de inscribir el
conflicto en determinada categoría, interesándose ante todo en las disposiciones del
artículo 3º común y del Protocolo adicional II aplicables al caso concreto. El mismo
Consejo de Seguridad jamás ha definido expresamente la manera de calificar un con-
flicto armado. Sin embargo, aparece que en el caso del TPIY el Consejo de Seguridad,
sin indicar el camino seguido para arribar a dicha conclusión, consideró, haciendo
referencia a los cuatro convenios de Ginebra, que el conflicto en la antigua Yugosla-
via era un conflicto armado internacional. Así mismo, el hecho de que se hubiese
incluido el Protocolo adicional II en el ámbito de competencia rationae materiae del
TPIR, podría hacer pensar que el Consejo de Seguridad juzgó que el conflicto ruan-
dés encuadraba en el marco de dicho tratado internacional. En consecuencia, no sería
necesario para la Sala entrar a apreciar el carácter preciso del conflicto, debido a que
el Consejo de Seguridad ya lo hizo. El artículo 4º del estatuto encontraría aplicación
con abstracción de la cuestión del Protocolo adicional II, dado que el conflicto se
encontraría cubierto, al menos, por el artículo 3º común. Aunado a lo anterior, la
Sala extraerá sus conclusiones apreciando si se encuentra establecido, más allá de toda
duda razonable, que se ha presentado una violación grave que adopte la forma de uno
o varios de los actos enumerados en el artículo 4º del estatuto.
Radicado: IT-03-66-T. Asunto “Fiscal vs. Fatmir Limaj y otros”. Sentencia proferida el
30 de noviembre de 2005 por la Sala de Primera Instancia del TPIY.
a) El derecho
83. Dos condiciones deben encontrarse reunidas para que el tribunal sea compe-
tente de juzgar crímenes sancionables por el artículo 3º del estatuto. Se requiere que
los hechos alegados en el acta de acusación se inscriban en el ámbito de un conflicto
armado internacional o interno, y que las conductas del acusado se encuentren es-
trechamente vinculadas con el conflicto armado.86
Un conflicto armado existe cada vez que se recurre a la fuerza armada entre
Estados o se presenta un conflicto armado prolongado entre las autoridades
gubernamentales y grupos organizados o entre tales grupos en el seno del
Estado.87
[…]
86. La historia de la redacción del artículo 3º común aporta algunas luces al res-
pecto. Numerosas versiones iniciales de esa disposición preveían que su aplicación
estuviera determinada por ciertas condiciones, especialmente, que el gobierno legal
hubiera reconocido formalmente a los insurrectos, que el conflicto hubiese sido
llevado al orden del día del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General de
las Naciones Unidas, que los insurgentes presentaran características de un Estado,
y que sus autoridades civiles ejercieran un poder de facto sobre la población de
una facción determinada del territorio nacional.88 La versión final del artículo 3º
86
Asunto “Tadic”, relativo a la competencia, pars. 67 y 70; asunto “Tadic”, pars. 562 y 572; asunto “Kunarac”,
par. 55. Ver también asunto “Celebici”, pars. 184 y 185; asunto “Krnojelac”, par. 51, y asunto “Naletilic”, par. 225.
87
Asunto “Tadic”, relativo a la competencia, par. 70. Ver también asunto “Tadic”, pars. 561 a 571; asunto
“Aleksovski”, pars. 43 y 44; asunto “Celebici”, pars. 182 a 192; asunto “Furundzija”, par. 59; asunto “Blaskic”, pars.
63 y 64.
88
Así, la propuesta de reforma australiana tendía a no aplicar las disposiciones de ese artículo más que si:
“a) el gobierno legal había reconocido la calidad de beligerantes a los insurgentes, o b) si reivindicaba, para sí
mismo, la calidad de beligente, o c) si se les había reconocido a los insurrectos la calidad de beligerantes, sólo
[…]
89. La Sala no comparte tal postura. Los dos elementos determinantes de un con-
flicto armado, la intensidad del conflicto y la organización de las partes, sirven
“únicamente a efectos de distinguir un conflicto armado del bandolerismo, de in-
surrecciones desorganizadas y de corta duración, y de actividades terroristas, que
no se encuentran sometidas al derecho internacional humanitario.”89 Bastará, por
tanto, con que exista un cierto grado de organización entre las partes para que se
presente un conflicto armado. Tal grado no corresponderá, necesariamente, con
aquel requerido para establecer la responsabilidad de los superiores jerárquicos por
los actos de sus subordinados en el seno de la organización, ya que ese artículo del
estatuto no tiene por objeto establecer la responsabilidad penal individual de los
acusados.
[...]
para los fines de la aplicación del convenio, o d) si el conflicto había sido llevado al orden del día del Consejo
de Seguridad o de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en tanto que amenaza contra la paz internacio-
nal, una ruptura de la paz o un acto de agresión”. La delegación de los Estados Unidos proponía que el futuro
artículo 3º común se aplicara “si los insurgentes contaban con un régimen que presentara las características de
un Estado […] las autoridades civiles de los insurgentes ejercieran poderes de facto sobre la población de una
fracción determinada del territorio nacional; las Fuerzas Armadas se encontraran ubicadas bajo las órdenes de
una autoridad civil organizada y estuvieran prestas a respetar las leyes y costumbres de la guerra; y las autori-
dades civiles de los insurgentes reconocieran las disposiciones de la convención”. Acta final de la Conferencia
Diplomática, convocada por el Consejo Federal suizo para el establecimiento de los convenios internacionales
para la protección de las víctimas de la guerra, la cual tuvo lugar en Ginebra entre el 21 de abril y el 12 de agosto
de 1949 (“Acta final de la Conferencia Diplomática”), vol. II, sección B, p. 116.
89
Asunto “Tadic”, par. 562.
90
“La definición de un conflicto armado en sí resulta ser abstracta, y el carácter de un conflicto armado que
responda a las exigencias del artículo 3º común debe apreciarse caso por caso”, en asunto “Fiscalía vs. Rutaganda,
asunto núm. TPIR-96-3, sentencia del 6 de diciembre de 1999, par. 93.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto de los casos
El asunto “Fiscal vs. Akayesu” fue el primer caso juzgado por el TPIR. Al respecto vale
la pena tener en cuenta que Ruanda se encontraba dividida en once prefecturas, cada
una gobernada por un prefecto. Las prefecturas, a su vez, estaban divididas en comunas,
las cuales se encontraban bajo la autoridad de un burgomaestre.94
91
Asunto “Tadic”, par. 565; asunto “Celebici”, par. 189; decisión del asunto “Milosevic”, proferido en virtud del
artículo 98 bis, par. 28.
92
Asunto “Tadic”, par. 566, decisión del asunto “Milosevic”, proferido en virtud del artículo 98 bis, par. 29.
93
Decisión del asunto “Milosevic”, proferido en virtud del artículo 98 bis, pars. 23 y 24.
94
A efectos de una pequeña contextualización histórica del genocidio ruandés resulta pertinente traer a co-
lación estos extractos de la sentencia proferida por la Sala de Primera Instancia del TPIR, en el asunto Akayesu:
“79) Ruanda es un pequeño país con muchos valles, situado en la región de los Grandes Lagos, en África Central.
Este país contaba, antes de los acontecimientos sucedidos en 1994, con la más alta tasa poblacional del África (7,1
millones de habitantes para 26.338 kilómetros cuadrados).
[…]
80) Tanto durante el período precolonial como colonial, primero Alemania, desde 1897, y luego Bélgica, que ex-
pulsó a los alemanes en 1917, la Sociedad de las Naciones le confió a aquélla un mandato sobre el país, gobernado
por una monarquía compleja. Esta última gobernaba por todo el país, por intermedio de representantes oficiales
y de la nobleza tutsi.
81) En aquella época se consideraba que existían en Ruanda cerca de 18 clanes, constituidos esenciales sobre
líneas de parentesco. Por aquel entonces las diferencias entre hutus y tutsis eran más de carácter genealógico
que étnico. Las líneas de demarcación entre ambos grupos eran fluctuantes, dependiendo del paso de pobreza a
riqueza, o por matrimonio.
82)Tanto las colonizaciones alemana como belga se apoyaron sobre una élite tutsi, seleccionada, según el doctor
Desforges, sobre bases raciales e incluso racistas. Los colonos consideraban que los tutsis les eran más semejantes
por su color de piel, y que en consecuencia, eran más hábiles para gobernar.
83) Los colonos belgas decidieron establecer, a comienzos de los años treinta, una distinción permanente
fundada sobre la clasificación de la población, basados en tres “etnias”: los hutus, que representaban el 84%
Las mujeres desplazadas vivían bajo un miedo constante, y su condición física y psico-
lógica se deterioró luego de los actos de violencia sexual, la sevicia y los asesinatos. De
igual manera, ocho refugiados y cinco profesores fueron asesinados.95
de la población; los tutsis, menos del 15%, y los twas, cerca del 1%. Cada ruandés contaba con un documento que
lo identificaba como integrante de una determinada etnia.
[…]
85) Desde los años cuarenta, con el movimiento de descolonización, los tutsis se percataron de que podían sacar
provecho de la situación privilegiada que les otorgaban los belgas.
86) Posteriormente, bajo la presión del Consejo de Tutela de la ONU, Bélgica modificó su política, permitién-
dole a los hutus acceder a la educación y a cargos en la administracion, lo cual irritó mucho a los tutsis. Iniciaron,
por tanto, un movimiento independentista, en contra del querer de los hutus.
[..]
87) En 1956, de conformidad con las directivas del Consejo de Tutela de la ONU, Bélgica estableció el sufragio
universal para las elecciones locales, las cuales tuvieron un marcado tinte étnico, mostrándole a los hutus su poder.
[…]
90) La victoria de los hutus obligó a los tutsis a abandonar el país hacia Estados vecinos, haciendo incursiones
periódicas. Cada ataque de los exiliados era seguido por represalias contra los tutsis que habían permanecido en el
país, causando en 1963 la muerte a cerca de 10.000 tusis, acelerando entonces la ola de refugiados.
La anterior situación de persecución continuó durante años contra los tutsis.
[…]
98) En 1992 un grupo de extremistas hutus crearon un nuevo partido político, radical, llamado Coalición para la
defensa de la República, lo cual condujo a pasar de un conflicto económico y social a otro étnico.
[…]
102) El 4 de octubre de 1993 el gobierno ruandés y el FPR (Frente Patriótico Ruandés) firmaron los Acuerdos de
Arusha, a efectos de poner fin al conflicto armado. Los acuerdos preveían un gobierno de transición, la desmovi-
lización de los grupos armados y la creación de una zona desmilitarizada al norte del país.
El 23 de octubre de 1993 el presidente de Burundi, Melchor Ndadye, fue asesinado, en el curso de una tentativa
de golpe de Estado, lo cual fue aprovechado en Ruanda por extremistas hutus para sostener que era imposible
convivir con los tutsis.
A finales de 1994 el gobierno de transición ruandés fracasó. Ante la presión internacional se intentó cumplir con
los Acuerdos de Arusha. Para tales fines, los presidentes de Ruanda y Burundi volaban en un avión, a efectos de
encontrarse con otros mandatarios regionales, cuando el aparato se estrelló. El anterior hecho fue el detonante del
genocidio ruandés contra las poblaciones tutsis.
95
Asunto “Akayesu”, par. 345.
La Sala de Primera Instancia del TPIR, en el asunto “Fiscal vs. Akayesu”, interpretó el
artículo 4º de su estatuto, según el cual tiene competencia para investigar y juzgar las
violaciones al artículo 3º común a los convenios de Ginebra y el Protocolo adicional II,
en el sentido de considerar que la intensidad del conflicto determinaba la aplicación del
uno o del otro.
96
Artículo 3º. Conflictos no internacionales.
En caso de conflicto armado que no sea de índole internacional y que surja en el territorio de una de las altas par-
tes contratantes, cada una de las partes en conflicto tendrá la obligación de aplicar, como mínimo, las siguientes
disposiciones:
1) Las personas que no participen directamente en las hostilidades, incluidos los miembros de las Fuerzas Ar-
madas que hayan depuesto las armas y las personas puestas fuera de combate por enfermedad, herida, detención
o por cualquier otra causa, serán, en todas las circunstancias, tratadas con humanidad, sin distinción alguna de
índole desfavorable basada en la raza, el color, la religión o la creencia, el sexo, el nacimiento o la fortuna, o cual-
quier otro criterio análogo.
a los cuatro convenios de Ginebra de 1949); y 3) los conflictos armados internos de alta
intensidad en los cuales intervengan, por una parte, las Fuerzas Armadas del Estado, y
por la otra, o bien Fuerzas Armadas disidentes, o un grupo armado que, bajo la dirección
de un mando responsable, ejerza sobre una parte del territorio un control que le permita
realizar operaciones militares sostenidas y concertadas “y aplicar el presente protocolo”
(artículo 1º del Protocolo II de 1977).97 De tal suerte que, a la luz de los instrumentos
internacionales, existen unas condiciones objetivas que permiten calificar una situación
de violencia interna, en términos de conflicto armado no internacional.
A este respecto, se prohíben, en cualquier tiempo y lugar, por lo que atañe a las personas arriba mencionadas:
a) los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus formas; las
mutilaciones, los tratos crueles, la tortura y los suplicios;
b) la toma de rehenes;
c) los atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y degradantes;
d) las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante un tribunal legítimamente constituido, con
garantías judiciales reconocidas como indispensables por los pueblos civilizados.
2) Los heridos y los enfermos serán recogidos y asistidos.
Un organismo humanitario imparcial, tal como el Comité Internacional de la Cruz Roja, podrá ofrecer sus ser-
vicios a las partes en conflicto.
Además, las partes en conflicto harán lo posible por poner en vigor, mediante acuerdos especiales, la totalidad o
parte de las otras disposiciones del presente Convenio.
La aplicación de las anteriores disposiciones no surtirá efectos sobre el estatuto jurídico de las partes en conflicto.
97
Artículo 1º. Ámbito de aplicación material.
1) El presente protocolo, que desarrolla y completa el artículo 3º común a los convenios de Ginebra del 12 de
agosto de 1949, sin modificar sus actuales condiciones de aplicación, se aplicará a todos los conflictos armados
que no estén cubiertos por el artículo 1º del protocolo adicional a los convenios de Ginebra del 12 de agosto de
1949, relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales (Protocolo I) y que se
desarrollen en el territorio de una alta parte contratante entre sus Fuerzas Armadas y Fuerzas Armadas disidentes
o grupos armados organizados que, bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una parte de dicho
territorio un control tal que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y aplicar el pre-
sente protocolo.
2) El presente protocolo no se aplicará a las situaciones de tensiones internas y de disturbios interiores, tales como
los motines, los actos esporádicos y aislados de violencia y otros actos análogos, que no son conflictos armados.
98
CIDH, Informe núm. 55/97, caso 11.137, asunto “Juan Carlos Abella vs. Argentina”, 18 de noviembre de 1997.
Un conflicto armado existe cada vez que se recurre a la fuerza armada entre Estados,
o un conflicto armado prolongado entre las autoridades gubernamentales y los gru-
pos armados organizados, o entre éstos en el seno de un Estado.
Posteriormente, con mayor precisión, como en el asunto “Fiscal vs. Fatmir Limaj y otros”,
a efectos de establecer si una determinada situación de violencia interna podía ser califi-
cada en términos de conflicto armado interno, han recurrido a dos criterios principales:
1) la intensidad del conflicto; y 2) el nivel de organización de las partes intervinientes.99
99
Sobre el asunto “Fiscal vs. Limaj” se recomienda la lectura del siguiente texto: Ascensio, H. y Maison, R.,
“L’activité des jurisdictions pénales internationales”, en AFDI, 2005, p. 254.
100
Asunto “Tadic”, par. 565; asunto “Celebici”, par. 189; decisión del asunto “Milosevic”, proferida en virtud del
artículo 98 bis, par. 28.
101
Decisión del asunto “Milosevic”, proferida en virtud del artículo 98 bis, pars. 23 y 24.
Por último, precisemos que los criterios jurisprudenciales señalados, antes que oponerse
a los parámetros normativos fijados en el artículo 3º común a los cuatro convenios de
1949 y el Protocolo II de 1977, permiten aplicarlos con mayor precisión al examen de un
caso concreto.
Como punto de partida señalemos que los instrumentos que conforman el DIH no
especifican qué autoridad, interna o internacional, debe constatar la existencia de un
conflicto armado interno. De allí que la doctrina especializada tradicionalmente ha
considerado que es, en principio, el mismo Estado donde se desarrollan las hostilidades,
el responsable de constatar y declarar tal estado de cosas. Sin embargo, es usual que los
gobiernos prefieran recurrir a otras variedades de calificativos antes que aquel de con-
flicto armado interno: alteración del orden público; actos de terrorismo; bandolerismo,
etcétera. Todo ello, por supuesto, con la finalidad de evitar acordarle un cierto estatus
político y jurídico a los grupos armados que actúan en su territorio. De cualquier ma-
nera, la existencia de un conflicto armado interno no cambia el estatus jurídico de las
partes. De igual forma, el artículo 3º común y el Protocolo II se abstienen de conferir
estatus de combatiente a los miembros de los grupos armados, con lo cual el Estado
no está obligado a darles trato de prisioneros de guerra y tiene el derecho a procesarlos
penalmente por su participación en las hostilidades contra él.102
Ante tal situación suele suceder que sean instancias judiciales internacionales, de derechos
humanos o de derecho penal internacional, las que califiquen una situación de violencia
interna, en términos de conflicto armado interno, bien sea para efectos de determinar
la responsabilidad internacional del Estado, o para establecer la responsabilidad penal de
un individuo.
De allí que el TPIR, en el asunto “Akayesu”, haya sostenido que la apreciación subjetiva
de las partes en las hostilidades no vincula a las instancias internacionales, es decir, éstas
hacen su propio juicio acerca de la existencia de un conflicto armado interno. Ello es así,
además, debido a la aplicación del principio de supremacía del derecho internacional
sobre el interno, en los términos del artículo 27 de la Convención de Viena sobre el
Derecho de los Tratados de 1969.
Corte Constitucional, Sentencia C-291 de 2007. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
102
del ámbito de lo político y sobre el cual existen posturas distintas entre las diversas
ramas del poder público. De allí que, a continuación, nos limitaremos a aportar algunos
elementos de juicio para la discusión, encaminados simplemente a facilitar las tareas que
adelantan los fiscales y jueces de justicia y paz.103
Desde un punto de vista normativo, el Estado colombiano es parte de los cuatro conve-
nios de Ginebra de 1949 y de sus dos protocolos adicionales de 1977, lo que significa
que las tipologías de las situaciones de violencia, diseñadas en los tratados de derecho
internacional humanitario (conflicto armado internacional, conflicto armado no inter-
nacional regulado por el Protocolo adicional II de 1977 y conflicto armado interno en
los términos del artículo 3º común a los cuatro convenios de Ginebra de 1949), además
de las elaboradas por la jurisprudencia de los tribunales penales internacionales (con-
flictos armados internacionalizados y conflictos armados mixtos), resultan aplicables a
nuestro contexto.
Las anteriores fechas son importantes por cuanto, en los términos del artículo 28 de la
Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados,104 éstos se aplican hacia el futuro:
103
Sobre este tema se puede ampliar en: Forer, Andreas; López Díaz, Claudia y ProFis-GTZ-Embajada de la
República Federal de Alemania, Acerca de los crímenes de lesa humanidad y su aplicación en Colombia, Bogotá,
Alvi, 2010.
104
La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados fue aprobada mediante la ley 32 de 1995, publicada
en el Diario Oficial 36.856 y promulgada mediante el decreto 1564 de 1985.
fecha de entrada en vigor del tratado para esa parte ni de ninguna situación que en
esa fecha haya dejado de existir, salvo que una intención diferente se desprenda del
tratado o conste de otro modo.
Las propuestas de reserva sólo podrán ser formuladas a los tratados y convenios
que prevean esta posibilidad o cuyo contenido así lo admita. Dichas propuestas, así
como las de aplazamiento, seguirán el régimen establecido para las enmiendas en el
proceso legislativo ordinario.
Las comisiones competentes elevarán a las plenarias, de conformidad con las nor-
mas generales, propuestas razonadas sobre si debe accederse o no a la autorización
solicitada.
En este orden de ideas, los tratados internacionales sobre DIH, los cuales regulan diver-
sas situaciones de violencia armada, vinculan al Estado colombiano desde determinadas
fechas, lo cual indica que sólo a partir de tales momentos se podrá considerar que los
agentes del Estado o los particulares violaron tales disposiciones internacionales. Lo
anterior por cuanto, como se ha indicado, los tratados internacionales no son retroac-
tivos, salvo que así expresamente lo hayan previsto los Estados, lo cual no sucede en los
instrumentos que consagran el DIH.
En suma, en Colombia las tipologías convencionales del DIH resultan aplicables desde
el momento en que entraron en vigencia los respectivos tratados internacionales que las
prevén. Sin embargo, es preciso aclarar que, el hecho de que un Estado sea parte en un
Para ampliar este tema ver: ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Daño y reparación
106
en el ámbito de la ley de Justicia y Paz, Bogotá, Alvi, 2010; Ambos, Kai, ProFis-GTZ-Embajada de la República
Federal de Alemania, Procedimiento de la ley de Justicia y Paz (ley 975 de 2005) y derecho penal internacional.
Estudio sobre la facultad de intervención complementaria de la Corte Penal Internacional a la luz del denominado
proceso de Justicia y Paz en Colombia, Bogotá, Alvi, 2010; López Díaz, Claudia y Vargas, Álvaro (coords.), Pro-
Fis-GTZ y Embajada de la República Federal de Alemania, Manual de procedimiento de justicia y paz, Bogotá,
Milla, 2009.
Los anteriores extractos jurisprudenciales muestran una postura según la cual: 1) la de-
claratoria de la existencia de un conflicto armado interno es un acto esencialmente polí-
tico, ajeno a la actividad judicial, lo cual daría a entender que aquello es de competencia
exclusiva del jefe de Estado, o incluso, del Congreso de la República; 2) para el caso
específico de la ley de Justicia y Paz se debe considerar que existe un conflicto armado
en Colombia, por cuanto éste fue el supuesto normativo del cual partió el legislador; y
3) el funcionario judicial, con todo, puede verificar si un determinado comportamiento
se encuentra vinculado con el conflicto armado.
Estas exigencias del artículo 1º podrían dar lugar a largas disquisiciones jurídicas y
empíricas destinadas a establecer si el Protocolo II es aplicable o no en el caso colom-
biano. La Corte considera que esas discusiones pueden ser relevantes en los com-
promisos internacionales del Estado colombiano. Sin embargo, frente al derecho
constitucional colombiano, la Corte concluye que tal discusión no es necesaria, pues
tal como lo señala el concepto del Ministerio Público, los requisitos de aplicabilidad
del artículo 1º son exigencias máximas que pueden ser renunciadas por los Estados,
ya que el Protocolo II es un desarrollo y complemento del artículo 3º común a los
convenios de Ginebra de 1949. Ahora bien, la Constitución colombiana establece
claramente que en todo caso se respetarán las reglas del derecho internacional hu-
manitario (CP, artículo 214, numeral 2º). Esto significa entonces que, conforme
al mandato constitucional, el derecho internacional humanitario, incluyendo ob-
viamente el Protocolo II, se aplica en Colombia en todo caso, sin que sea necesa-
rio estudiar si el enfrentamiento alcanza los niveles de intensidad exigidos por el
artículo 1º estudiado.
En ese mismo fallo la Corte restó importancia a la figura del reconocimiento de belige-
rancia y su relación con la existencia de un conflicto armado interno, en los siguientes
términos:
En efecto, ella significa que la aplicación, por parte de un Estado, de las normas huma-
nitarias en un conflicto interno, no implica el reconocimiento de beligerancia de los
alzados en armas.
En cuanto a la ley de Justicia y Paz, la Corte analizó la relación existente entre esta nor-
matividad y el conflicto armado interno, en los siguientes términos:
[…]
Así las cosas, la Corte: 1) ha estimado que el juez constitucional sí puede calificar una
situación grave de violencia, en términos de conflicto armado interno; 2) en ocasiones,
ha aplicado disposiciones del Protocolo II de Ginebra de 1977, lo cual implica la reali-
zación de una calificación implícita del conflicto armado; 3) hasta la fecha no ha sostenido
que aquél no exista; y 4) específicamente en relación con la aplicación de la ley de Justicia
y Paz, la Corte ha enfatizado que la búsqueda de la paz, es decir, el cese del conflicto
armado interno, justifica el otorgamiento de ciertos beneficios penales (alternatividad
penal) a quienes han cometido delitos en desarrollo de él.
3) Así mismo, se entiende por la doctrina especializada que tal declaración le corres-
ponde realizarla al Estado, sin precisar qué órgano o funcionario será competente para
ello. Las Constituciones darían a entender que tal función le corresponde, en primer
lugar, a quien preside la rama ejecutiva, sea presidente o primer ministro, por cuanto
usualmente estos funcionarios son los encargados de preservar el orden público. Sin
embargo, nada obsta para que, en virtud del principio de separación de poderes, otras
ramas del poder público puedan realizar tales valoraciones, bien entendido, dentro de
sus respectivos ámbitos competenciales y para tales efectos.
6) La aplicación del DIH a un caso concreto pasa por analizar lo siguiente: a) si los
hechos se cometieron bajo la vigencia de los tratados internacionales para Colom-
bia, o al menos, de normas consuetudinarias; b) si al momento de la comisión del
crimen existía un conflicto armado en Colombia; y c) si existe un vínculo entre la
conducta delictiva y el desarrollo del conflicto armado interno.
2.5 Bibliografía
Costas, M., Violencia interna y protección de la persona. Una laguna jurídica del dere-
cho internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2008.
Meron, T., Human Rights and Humanitarian Norms as Customary Law, Oxford, Cla-
rendon, 1989.
Oráa, J., Human Rights in Status of Emergency in Internacional Law, Oxford, Claren-
don, 1992.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
IT-03-66-T., asunto “Fiscal vs. Fatmir Limaj y otros”, sentencia proferida el 30 de no-
viembre de 2005 por la Sala de Primera Instancia.
b. TPIR
TPIR-96-4-T., asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiem-
bre de 1998 por la Sala de Primera Instancia.
c. Corte Constitucional
Colombia, Corte Constitucional (1995). Sentencia C-225, M. P.: Martínez Caballero,
A., Bogotá.
d. CSJ
Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal (2009, 21 de septiem-
bre). “Asunto Giancarlo Gutiérrez Suárez”, providencia, rad. 32.022, M. P.: Espinosa
Pérez, S., Bogotá.
66. El apelante avanza un nuevo argumento según el cual no existía conflicto ar-
mado, jurídicamente hablando, fuera interno o internacional, para la fecha y el lu-
gar donde presuntamente se habrían cometido los crímenes. Su argumento se apoya
sobre un concepto de conflicto armado que cubre únicamente la fecha y lugar pre-
cisos de las hostilidades. Alega que el conflicto en la región de Prijedor, lugar donde
se presume que fueron cometidos los delitos, se limitó a la toma del poder político
por los serbios de Bosnia y no implicó combates armados, a pesar de que admite
la existencia de movimientos de vehículos blindados. Este argumento plantea una
cuestión previa que debe ser examinada por la Sala.
68. Los convenios de Ginebra guardan silencio sobre el ámbito geográfico de los
“conflictos armados internacionales”, pero las disposiciones sugieren que, al menos,
algunas cláusulas de ellos se aplican al conjunto del territorio de las partes en el con-
flicto y no simplemente a las proximidades de las hostilidades efectivas. Indudable-
mente, algunas de las disposiciones se encuentran vinculadas con las hostilidades y
el ámbito geográfico de sus disposiciones debe limitarse a ellas. Otras, en particular
aquellas referentes a la protección de los prisioneros de guerra y de los civiles, no se
encuentran limitadas de la misma manera. Tratándose de los prisioneros de guerra,
el convenio se aplica a los combatientes en manos del enemigo; no se establece dife-
rencia alguna si se encuentran internados en proximidades de las hostilidades. En el
mismo sentido, el Convenio de Ginebra IV protege a los civiles que se encuentren
sobre todo el territorio de las partes. Esa interpretación se halla implícita en el artí-
culo 6º, parágrafo 2º del convenio, que estipula:
69. El ámbito geográfico y temporal de referencia para los conflictos armados inter-
nos también es amplio. Esta interpretación se manifiesta en el hecho de que los bene-
ficiarios del artículo 3º común a los cuatro convenios de Ginebra son aquellos que no
participan directamente (o que dejaron de participar directamente) en las hostili-
dades. Aquello indica que las reglas que aparecen en el artículo 3º se aplican tam-
bién al exterior del contexto geográfico estrecho del teatro efectivo de los combates.
Así mismo, algunas expresiones del Protocolo II a los convenios de Ginebra (un
tratado que, como se verá, puede ser aplicable a algunos aspectos de los conflictos
en la antigua Yugoslavia) sugieren igualmente un campo de aplicación extendido.
En primer lugar, al igual que el artículo 3º común, aquél protege explícitamente
a “todas las personas que no participan directamente o que dejaron de participar
El presente protocolo se aplica […] a todas las personas afectadas por un con-
flicto armado, en los términos del artículo 1º.
Al término del conflicto armado, todas las personas que hayan sido objeto de
una privación o de una restricción de su libertad por motivos relacionados con
el conflicto, así como aquellas que sean objeto de tales medidas luego del con-
flicto por los mismos motivos, se beneficiarán de las disposiciones de los artícu-
los 5º y 6º hasta el término de su privación o de las limitaciones a aquélla.
En los términos de esta disposición, el ámbito temporal de las reglas aplicables excede
claramente las hostilidades propiamente dichas. Además, la redacción relativamente
imprecisa del término de la frase “por motivos relacionados con el conflicto” sugiere
igualmente un amplio ámbito geográfico. La condición requerida es solamente una re-
lación entre el conflicto y la privación de la libertad y no que ésta haya tenido lugar
durante los combates.
70. Sobre la base de lo anterior estimamos que un conflicto armado existe cada vez
que se recurre a la fuerza armada entre Estados o se está ante un conflicto armado
prolongado entre las autoridades gubernamentales y grupos armados organizados, o
entre éstos, en el seno de un Estado. El derecho internacional humanitario se aplica
desde el inicio desde el inicio de los conflictos armados y se extiende más allá del cese de
las hostilidades hasta la conclusión general de la paz; o, en el caso de los conflictos
armados internos, hasta que un arreglo pacífico sea alcanzado. Hasta ese momento el
derecho internacional humanitario continuará aplicándose al conjunto del territorio de
los Estados beligerantes o, en el caso de los conflictos armados internos, sobre el con-
junto del territorio bajo control de una de las partes, así se desarrollen efectivamente
combates o no.
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
128
412. Se está frente a un conflicto armado cuando quiera que haya el recurso a la
fuerza armada entre Estados, o la violencia armada prolongada entre las autoridades
gubernamentales y grupos armados organizados, o entre tales grupos, dentro de un
Estado.107
Asunto “Fiscalía vs. Tadic”, caso IT-94-1-A, sentencia relativa a la apelación de la defensa referente a la excep-
107
Radicado: IT-96-23. Asunto “Fiscal vs. Dragoljub Kunarac y otros”. Sentencia profe-
rida el 12 de junio de 2002 por la Sala de Apelaciones del TPIY.
108
Asunto “Fiscalía vs. Tadic”, caso IT-94-1-A, sentencia del 15 de julio de 1999, par. 249. Ver igualmente, “Fis-
calía vs. Kupreski y otros”, caso IT.95-16.T, sentencia del 14 de enero de 2000, par. 546.
109
Asunto “Fiscalía vs. Tadic”, caso IT-94-1-A, sentencia del 15 de julio de 1999, pars. 249 y 272.
110
Asunto “Fiscalía vs. Tadic”, caso IT-94-1-A, sentencia del 15 de julio de 1999, pars. 249 y 251.
111
Asunto “Fiscalía vs. Tadic”, caso IT-94-1-A, sentencia referente a la excepción previa de incompetencia, plan-
teada por la defensa, fallo del 2 de octubre de 1995, par. 70.
112
Ídem.
113
Ídem.
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
130
58. En ese orden de ideas, los crímenes de guerra de diferencian de las infracciones a
las normas penales internas en la medida en que se encuentren determinadas por el
contexto en el cual son cometidas (el conflicto armado) o dependen de él. El crimen
de guerra no es, necesariamente, un acto planificado o fruto de una determinada
política. Un vínculo de causalidad no se exige al respecto entre el conflicto armado
y la perpetración del crimen, pero se requiere, al menos, que la existencia de un con-
flicto armado haya pesado sobre la capacidad que tiene el autor para cometerlo, la
decisión de hacerlo, la manera como se cometió o el objetivo por el cual se perpetró.
De hecho, si puede ser establecido, como lo fue en el caso concreto, que el autor del
crimen actuó desde la óptica de servir al conflicto armado o bajo el amparo de éste,
aquello bastará para concluir que sus actos se encuentran estrechamente vinculados
con el conflicto armado.
[…]
64. De igual manera, los apelantes reconocieron que existía un conflicto armado
“en la región de Foca” en la época en cuestión; que lo sabían y que participaron
en él.114 Posteriormente, declararon que el conflicto armado no existió más que so-
bre el territorio de la “municipalidad de Foca”. La Sala de Apelaciones advierte que
las municipalidades de Gacho y Kalinovik son vecinas de aquella de Foca. Consi-
dera, además, que el fiscal no estaba obligado a probar la existencia de un conflicto
armado sobre cada centímetro cuadrado de la región en general. Un estado de con-
flicto armado no se limita únicamente a los sectores donde se desarrollan efecti-
vamente los combates, sino que existe sobre todo el territorio controlado por las
partes beligerantes. La Sala de Apelaciones considera ampliamente probado ante
la Sala de Primera Instancia que en la época señalada existía un conflicto armado
en las municipalidades de Gacko y Kalinovik. La Sala de Primera Instancia no se
equivocó al concluir que las tres municipalidades se encontraban en el teatro de
un conflicto armado, ni al concluir que los actos de los apelantes se encontraban
estrechamente vinculados con el conflicto armado.
65. Así las cosas, acertadamente concluyó la Sala de Primera Instancia que existía un
conflicto armado en los lugares y momentos señalados en el acta de acusación, que
las conductas de los apelantes se encontraban estrechamente vinculadas con el con-
flicto, tal como lo exige el artículo 3º del Estatuto. La Sala de Apelaciones rechaza
el argumento de los apelantes según el cual el derecho de la guerra no abarca sino
los actos que puedan ser cometidos en el marco de los combates efectivos. Basta
con demostrar que un acto se encuentra estrechamente vinculado con el conflicto
armado, así como efectivamente lo concluyó la Sala de Primera Instancia.
45. El derecho internacional humanitario no apunta a todos los actos ilegales per-
petrados durante un conflicto armado. No se aplica más que a aquellos que presen-
ten un vínculo suficiente con la conducción de las hostilidades. Necesariamente
debe demostrarse que tal acto, que indudablemente hubiera podido ser cometido
en ausencia del conflicto, lo ha sido contra la víctima en cuestión, en razón del con-
flicto. La Sala determinará si existe tal vínculo entre los actos imputados al acusado
y el conflicto armado.
Teniendo en cuenta la audiencia de apelación, pp. 46 y 47. Ver igualmente, Prosecutor Submission Regarding
114
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
132
2. Comentario jurisprudencial
Por su parte, en el asunto “Dragoljub Kunarac y otros” los acusados sostuvieron igual-
mente que en las localidades donde se hallaban tampoco tenía lugar un conflicto ar-
mado y que ante la Sala de Primera Instancia se les había impedido probarlo. Así mismo,
en el asunto “Aleksovski”, cuyo contexto se inscribe en el enfrentamiento entre croatas
y musulmanes de Bosnia, se alegaba la inconexidad de las conductas imputadas con las
hostilidades.
En los tres casos, sin embargo, el TPIY, a partir de minuciosos análisis de los respectivos
contextos en los cuales tuvieron lugar las conductas delictivas, y soportándose en nume-
rosos testimonios, consideró que éstas guardaban un vínculo con un conflicto armado,
fuera interno o internacional.
Así pues, y como aspecto más importante, para la jurisprudencia penal internacional la
comisión de graves infracciones al DIH no tienen como único escenario los combates
abiertos que libran las partes en contienda. Quiere ello decir que, determinadas con-
ductas delictivas que se cometen por fuera de aquéllos, pero que guardan un nexo o un
vínculo estrecho con el desarrollo del conflicto armado, entran en el ámbito de aplica-
ción del derecho humanitario. Así, en el asunto “Dragoljub Kunarac y otros” el TPIY
sostuvo que “las leyes de la guerra puedan abarcar actos que, aunque no han sido come-
tidos en el teatro del conflicto, se encuentran sustancialmente relacionados con éste”.
De tal suerte que, en términos geográficos, el DIH se aplica tanto a los lugares donde se
libran los combates, como al territorio controlado por el Estado o los grupos armados
organizados, al igual que sitios donde se presentan hechos relacionados directamente
con el desarrollo o el devenir de las hostilidades. Lo anterior por cuanto, como se ex-
plicó en el asunto “Dragoljub Kunarac y otros”: “no existe una correlación necesaria
entre el área donde se desarrollan los combates como tales, y el alcance geográfico de las
leyes de la guerra”.
ICC-01/04-01/06, Corte Penal Internacional, Sala de Cuestiones Preliminares, asunto “Fiscalía vs. Lubanga”,
115
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
134
Además del ámbito geográfico, la aplicación del DIH implica la existencia de un vínculo
entre el hecho o situación examinada y el conflicto armado. Aquello que por supuesto es
evidente cuando se presentan hostilidades o combates, por el contrario, debe ser pro-
bado en ausencia de éstos.
116
Sobre el particular puede ser consultado: Moir, L., “Particular issues regarding war crimes in internal armed
conflicts”, en The legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blish-
chenko, Lieden: Martinus Nijhoff, 2009, p. 617.
117
Sobre este mismo punto, ver: Gutiérrez Posse, H., “The relationship between internacional humanitarian law
and the internacional criminal tribunals”, en RICR, núm. 861, 2006, p. 78.
118
Ver al respecto, Egorov, S., “International legal protections for persons hors de combat”, en The legal regime
of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden: Martinus Nijhoff,
2009, p. 575.
Así las cosas, a partir del momento en que tiene lugar un conflicto armado interno o in-
ternacional deben aplicarse las normas convencionales y consuetudinarias del derecho
internacional humanitario. De hecho, algunas normas están llamadas a ser aplicadas
con antelación a tal hecho (verbigracia, las disposiciones referentes al deber de promoción
del DIH); en tanto que otras, deben serlo al término de las hostilidades (verbigracia,
repatriación de prisioneros de guerra).
Cf. sobre casos específicos de guerra y conflicto armado y contexto histórico: Aponte, David y Restrepo, Jorge
119
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
136
Las acciones delictivas de los subversivos contra personas civiles ajenas al conflicto
no constituyen actos de combate, en cuanto la población civil no tiene la calidad de
combatiente, ni puede ser considerada como objetivo militar por quienes preten-
den el cambio del establecimiento.
De igual manera, en algunos fallos la Sala Penal de la CSJ ha equiparado una situación
de “combate” con aquella de “confrontación armada”. Así por ejemplo, en sentencia del
27 de mayo de 1999, al momento de analizar jurídicamente la activación de un artefacto
explosivo por parte de la guerrilla contra una patrulla militar en la localidad de San
Vicente de Chucurí, sostuvo:
Confrontación que implica una lucha de contrarios, una reacción ante el ataque
que depende, no sólo de la capacidad de respuesta, sino que exige además la posi-
bilidad de que se pueda repeler. Situación que no acontece en el caso concreto por-
que el artefacto fue activado por una sola persona desde una distancia prudencial
y al efectuarse la explosión se extinguió el ataque, sin que la patrulla del Batallón
D’elhuyar pudiera rechazar una agresión que no subsistía. No se trabó el combate,
hubo una acción de la insurgencia contra un escuadrón del Ejército Nacional y per-
sonas civiles, sin que la operación haya constituido una refriega.
El anterior extracto jurisprudencial resulta interesante por cuanto, más allá de intentar
precisar el término “combate”, evidencia las dificultades prácticas con que suelen to-
parse los jueces al momento de establecer diferencias entre actos terroristas y un com-
bate. Asimismo, la CSJ ha considerado que, para que pueda hablarse de la comisión de
un “acto en combate”, éste debe tener un carácter colectivo. Al respecto, en sentencia
del 27 de agosto de 1999, al momento de examinar el homicidio perpetrado contra un
agente de policía en solitario por integrantes de un grupo armado, consideró:
Así, no es cierto que el homicidio del agente policial hubiera sido cometido en
combate, expresión que no puede ser entendida en términos abstractos de confron-
tación política, ni de condición inherente o estado obvio y siempre presente de
la actividad subversiva. Si se aceptara esta interpretación, habría de concluirse que
todos los actos delictivos cometidos en desarrollo de la acción rebelde serían, sin
excepción, actos ejecutados en combate, hipótesis de la cual no parte el legislador.
En el caso que nos ocupa no se trabó ni podía trabarse ningún combate entre la agrupa-
ción insurreccional y el solitario agente de policía, pues aquel exige un enfrentamiento
de carácter colectivo.
Finalmente, señalemos que, en otras ocasiones, la CSJ ha considerado que los actos co-
metidos por integrantes de grupos armados ilegales fueron ejecutados “en combate”, lo
cual, si bien conduce a un tratamiento punitivo más favorable, no lleva a la exclusión de
toda responsabilidad penal. Así por ejemplo, en sentencia del 15 de febrero de 2006, la
CSJ examinó el caso de un enfrentamiento armado que se había presentado cuando in-
tegrantes del Ejército Nacional se disponían a reconocer un paraje, habiéndose topado
con miembros de la guerrilla, resultado de lo cual se presentaron bajas en ambos bandos.
Al analizar este contexto, la Corte sostuvo:
[…]
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
138
2.3.2. Los delitos cometidos “con ocasión y en desarrollo del conflicto armado”
Bien es sabido que la totalidad de las conductas delictivas tipificadas en el título II del
Código Penal colombiano cuentan con un elemento normativo del tipo, consistente en
que deben haber sido perpetradas “con ocasión y en desarrollo del conflicto armado”.
Como punto de partida, encontramos que escapan a la aplicación del título II del CP
aquellas conductas cometidas en ausencia de un conflicto armado, sea interno o in-
ternacional. De allí que, si recurrimos, en gracia de discusión, al argumento según el
cual no existe un conflicto armado en Colombia o no ha existido durante el ámbito
temporal de aplicación de la Ley de Justicia y Paz, arribaríamos a la conclusión de la
inaplicación del DIH, y en consecuencia, del título II del CP, por cuanto todos los
crímenes serían comunes.
Si por el contrario, estimamos que un delito fue cometido “con ocasión del conflicto”,
estamos afirmando que la conducta ocurrió durante la existencia de un conflicto ar-
mado, es decir, se apela al ámbito temporal, en los términos de la jurisprudencia penal
internacional. Al respecto Kai Ambos aclara que, existen delitos que “ocurren durante
la existencia de un conflicto armado, pero no tienen relación con él, lo cual significa que
ocurren solamente con ocasión de él”.120 De tal suerte, se requiere que además el acto
sea cometido “en desarrollo del conflicto armado”, condición que apela a los factores
material y geográfico.
Así las cosas, la comprensión del elemento normativo de los tipos penales que figuran
en el título II del CP colombiano, en el sentido de que la conducta sea cometida “con
ocasión y en desarrollo del conflicto armado”, pasa por recurrir a los factores geográfico,
temporal y material de aplicación del DIH, en los términos de la jurisprudencia penal
internacional.
Ambos, K., Temas de derecho penal internacional y europeo, Madrid, Marcial Pons, 2006, p. 60.
120
De allí que, por ejemplo, se termine discutiendo acerca de si, en un determinado su-
puesto fáctico (verbigracia, un acto de tortura perpetrado por agentes estatales o un
operativo policial llevado a cabo contra integrantes de una “banda emergente”) debe
aplicarse el derecho internacional humanitario o el derecho internacional de los dere-
chos humanos. Lo cierto es que la naturaleza de lex specialis que caracteriza al DIH, en
el sentido de encontrarse más adaptado para ser aplicado durante situaciones de con-
flicto armado, no se opone a la aplicación de los derechos humanos. De hecho, ambos
sistemas jurídicos se complementan, y la CIJ ha rechazado repetidamente la proposi-
ción según la cual los derechos humanos no son aplicables cuando el DIH lo es. Por el
contrario, según la CIJ, los tratados de derechos humanos tienen plena aplicabilidad
en esos casos, y el DIH funciona como lex specialis en aquellos casos en que su regula-
ción específica provee respuestas más precisas a las situaciones de hecho que la regulación
sobre derechos humanos.121
121
CIJ, opinión consultiva del 8 de julio de 1996, “Legalidad del uso o amenaza de uso de armas nucleares”, en
ICJ Reports, p. 226, párr. 25.
122
Cf. infomación sobre este tema en el contexto de la Ley de Justicia y Paz: Forer, Andreas; López Díaz, Claudia
y ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Acerca de los crímenes de lesa humanidad y su
aplicación en Colombia, Bogotá, Alvi, 2010; Ambos, Kai y ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de
Alemania, Procedimiento de la Ley de Justicia y Paz (ley 975 de 2005) y derecho penal internacional. Estudio so-
bre la facultad de intervención complementaria de la Corte Penal Internacional a la luz del denominado proceso
de Justicia y Paz en Colombia, Bogotá, Alvi, 2010.
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
140
123
En palabras de la Corte Constitucional: 1.2. Ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material del derecho
internacional humanitario.
El DIH se aplica automáticamente cuando están dadas las condiciones de índole temporal, espacial y material;
tales condiciones hacen que “el ámbito temporal y geográfico tanto de los conflictos armados internos como de
los internacionales se extienda más allá del tiempo y lugar exactos de las hostilidades”; que “una violación de las
leyes o costumbres de la guerra [pueda], por lo tanto, ocurrir durante un tiempo y en un lugar en los que no se
desarrolla un combate efectivo como tal. […] el requisito de que los actos del acusado estén relacionados de cerca
con el conflicto armado no se incumple cuando los crímenes son remotos, temporal y geográficamente, de los
combates como tales”; y que “las leyes de la guerra [puedan] frecuentemente abarcar actos que, aunque no han
sido cometidos en el teatro del conflicto, se encuentran sustancialmente relacionados con éste”.
1.2.1 En términos temporales, “el derecho internacional humanitario se aplica desde la iniciación de tales conflic-
tos armados, y se extiende más allá de la cesación de hostilidades hasta que se haya logrado una conclusión general
de la paz; o en caso de conflictos internos, cuando se logre un arreglo pacífico”.
1.2.2 En términos geográficos, el derecho internacional humanitario se aplica tanto a los lugares en los que mate-
rialmente se desarrollan los combates u hostilidades armados, como a la totalidad del territorio controlado por el
Estado y los grupos armados enfrentados, así como a otros lugares donde, si bien no ha habido materialmente una
confrontación armada, se han dado hechos que se relacionan de cerca con el conflicto armado. Así lo ha explicado
el Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia al precisar que “no existe una correlación necesaria entre el área donde
se desarrollan los combates como tales, y el alcance geográfico de las leyes de la guerra”. La jurisprudencia inter-
nacional ha aceptado que para efectos de aplicar el derecho internacional humanitario “no es necesario establecer
la existencia de un conflicto armado dentro de cada municipio implicado. Es suficiente establecer la existencia
del conflicto dentro de la región como un todo de la que forman parte dichos municipios”; que “no es necesario
que un determinado municipio sea presa de la confrontación armada para que se apliquen allí los estándares
del derecho internacional humanitario; que “no es necesario probar que hubo un conflicto armado en todas y
cada una de las pulgadas cuadradas del área en general. El estado de conflicto armado no se limita a las áreas de
2) El ingrediente normativo de los tipos penales del título II del CP, consistente en
que la conducta sea cometida “con ocasión y en desarrollo del conflicto armado”,
evidencia que el legislador exige la existencia de un vínculo fuerte entre el acto in-
vestigado y el derecho internacional humanitario. La presencia de tal nexo ha sido
analizada por la jurisprudencia penal internacional, en los términos explicados a lo
largo de este comentario jurisprudencial.
combate militar efectivo, sino que existe a lo ancho de todo el territorio bajo control de las partes en guerra”;
y así mismo, que en el caso específico de los conflictos armados internos, el derecho internacional humanitario
se aplica desde su iniciación hasta el logro de un arreglo pacífico, en “todo el territorio bajo el control de una de
las partes, sea que allí se desarrollen los combates como tales o no”. De tal manera, cuando se trata de hechos o
situaciones que tienen lugar en lugares donde no se desarrollan directamente los combates, para la aplicación del
derecho internacional humanitario “sería suficiente […] que los crímenes alegados estuviesen relacionados de
cerca con las hostilidades desarrolladas en otras partes de los territorios controlados por las partes del conflicto”.
1.2.3 En términos materiales, para que determinado hecho o situación que ha ocurrido en un lugar en el que no
se han desarrollado los combates armados quede cubierto bajo el ámbito de aplicación del derecho internacional
humanitario, es necesario que tal hecho o situación guarde una relación cercana y suficiente con el desarrollo del
conflicto. Así, no todos los hechos ilícitos que ocurren durante un conflicto armado se someten al derecho inter-
nacional humanitario; “sólo aquellos actos suficientemente relacionados con el desarrollo de las hostilidades están
sujetos a la aplicación de este derecho. […] Es necesario concluir que el acto, que bien podría ser cometido en au-
sencia de un conflicto, fue perpetrado contra la víctima o víctimas afectadas por razón del conflicto en cuestión”.
La jurisprudencia internacional ha proporcionado distintos criterios para determinar la existencia de un nexo
cercano entre un determinado hecho o situación y el conflicto armado internacional o interno en el que ha tenido
lugar; así, ha señalado que tal relación cercana existe “en la medida en que el crimen sea moldeado por o depen-
diente del ambiente en el que se ha cometido —verbigracia, el conflicto armado—”. Al determinar la existencia
de dicha relación las Cortes internacionales han tomado en cuenta factores tales como la calidad de combatiente
del perpetrador, la calidad de no combatiente de la víctima, el hecho de que la víctima sea miembro del bando
opuesto, el hecho de que el acto pueda ser visto como un medio para lograr los fines últimos de una campaña
militar, o el hecho de que el acto haya sido cometido como parte de los deberes oficiales del perpetrador, o en el
contexto de dichos deberes. También ha precisado la jurisprudencia, en casos de comisión de crímenes de guerra,
que es suficiente establecer que “el perpetrador actuó en desarrollo o bajo la apariencia del conflicto armado”, y
que “el conflicto no debe necesariamente haber sido la causa de la comisión del crimen, sino que la existencia
del conflicto debe haber desempeñado, como mínimo, una parte sustancial en la capacidad del perpetrador para
cometerlo, en su decisión de cometerlo, en la manera en que fue cometido o en el objetivo para el que se cometió”.
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
142
2.5. Bibliografía
Ambos, K., Temas de derecho penal internacional y europeo, Madrid, Marcial Pons, 2006.
Bothe, M. “War crimes”, en The Rome Statute of the International Criminal Court. A
commentary, Oxford: Oxford University, 2002.
Costas, M., Violencia interna y protección de la persona. Una laguna jurídica del dere-
cho internacional, Valencia, 2008.
Egorov, S. “International legal protections for persons hors de combat”, en The legal
regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blish-
chenko, Lieden: Martinus Nijhoff, 2009.
Karlshoven, F, Reflections on the law of war. Collected essays, Boston: Martinus Ni-
jhoff Publishers, 2007.
Meron, T., Human Rights and Humanitarian Norms as Customary Law, Oxford, Cla-
rendon, 1989.
Moir, L., “Particular issues regarding war crimes in internal armed conflicts”, en: The
legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blish-
chenko, Lieden: Martinus Nijhoff, 2009.
Oráa, J., Human Rights in Status of Emergency in Internacional Law, Oxford, Claren-
don, 1992.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
IT-94-1-A, Sala de Apelaciones del TPIY, asunto “Fiscal vs. Dusko Tadic, alias Dule”
(sentencia relativa a la apelación de la defensa concerniente a la excepción previa de
incompetencia, proferida el 2 de octubre de 1995).
b. CPI
Tema III. Derecho internacional humanitario: ámbitos de aplicación temporal, geográfica y material
144
c. CIJ
d. Corte Constitucional
e. CSJ
__ (1999). Sentencia del 25 de agosto, rad. 13.433, M. P.: Córdova Poveda, J. E., Bogotá.
__ (2006). Sentencia del 15 de febrero, rad. 21.330, M. P.: Lombana Trujillo, É., Bogotá.
La Sala considera que existen dos categorías de bienes protegidos por el régimen
de las infracciones graves: 1) los bienes que se benefician de la protección general
de los convenios de 1949, se encuentren o no ubicados en un territorio ocupado,
tales como los hospitales civiles, las aeronaves sanitarias y las ambulancias; y 2) los
bienes protegidos por el artículo 53 del IV Convenio de Ginebra, a saber, los bienes
muebles o inmuebles ubicados en territorio ocupado, cuya destrucción no es abso-
lutamente necesaria para las operaciones militares.
[…]
146
124
El artículo 3º d) consagra en el estatuto la prohibición enunciada en el artículo 56 del Reglamento de La
Haya, a saber: “Los bienes de las comunidades, los establecimientos dedicados al culto, a la caridad, a la ins-
trucción, a las artes y ciencias, incluso si pertenecen al Estado, serán tratados como propiedad privada. Toda
apropiación, destrucción o degradación intencional de tales establecimientos, monumentos históricos, obras de
arte y ciencia, se encuentra prohibida y debe ser perseguida”. El artículo 56 del Reglamento de La Haya se aplica
únicamente en caso de ocupación.
125
Acta de acusación, pars. 61 a 64.
599. Tratándose del elemento sujetivo (mens rea) del crimen de destrucción o de
daño a bienes a los que alude el artículo 3º d) del estatuto, la jurisprudencia del tri-
bunal ha establecido, de manera constante, que el criterio es aquel de la intención
(dolo directo).130 La Sala de Primera Instancia concluye que, dado que los edificios
religiosos se benefician de la protección mínima acordada a los bienes civiles, el
elemento subjetivo requerido para esa infracción debe ser equivalente a aquel que
es demandado para la destrucción o la devastación de bienes, en los términos del
artículo 3º b) del estatuto. La Sala de Primera Instancia estima, en consecuencia,
126
Muchos otros tratados internacionales prevén la protección de bienes culturales, especialmente, lugares des-
tinados al culto. Ver artículo 1º del Pacto de Roerich del 15 de abril de 1935; artículos 8.2 b) ix) y 8.2 e) iv) del
Estatuto de la CPI; Convención para la Protección de Bienes Culturales, artículo 16 del Protocolo adicional II;
artículo 5º del convenio de La Haya, IX.
127
Asunto “Kordic”, par. 361.
128
En el asunto “Jokic” se consideró que a la prohibición de cometer ataques directos contra esa clase de bienes se
agrega aquella de atacar bienes civiles, par. 50. En el asunto “Blaskic” se estableció que las disposiciones particula-
res del artículo 3º del estatuto abarcan la disposición del Protocolo adicional I relativa a los ataques ilegales contra
bienes civiles. Ver sentencia “Blaskic”, par. 170. Así, el artículo 52 del Protocolo adicional I se encuentra incluido
en el artículo 3º del estatuto.
129
Asunto “Blaskic”, par. 185; asunto “Kordic”, par. 362, y asunto “Naletilic”, par. 605.
130
Asunto “Kordic”, par. 361, y Asunto “Blaskic”, par. 185.
Radicado: IT-95-16-T. Asunto “Fiscalía vs. Zoran Kupre, Mirjan Kupre, Vlatko Kupre,
Drago Josipovic, Dragan Papi, Vladimir Anti, alias Vlado”. Sentencia proferida el 14 de
enero de 2008 por la Sala de Primera Instancia del 14 de enero de 2008.
513. Parece indiscutible el que, así algunas de las víctimas fueran combatientes, un
gran número de ellas eran civiles. Debemos aquí subrayar el carácter sacrosanto del
deber de proteger a los civiles, del cual deriva notablemente el carácter absoluto que
reviste la prohibición de tomar represalias en su contra. Así pueda probarse que la
población musulmana de Ahmici no estaba únicamente conformada por civiles,
pues contenía personas armadas, esto no bastaría tampoco para justificar ataques
generalizados y sin discriminación en contra de los civiles. En efecto, aun en una
situación de conflicto armado total, algunas normas fundamentales, tales como las
reglas de proporcionalidad, vuelven esta conducta manifiestamente ilegal.
[…]
522. La protección de los civiles y de los bienes con carácter civil, prevista en el
derecho internacional moderno, puede cesar completamente, ser reducida o sus-
pendida, en tres circunstancias excepcionales: 1) cuando los civiles abusen de sus
derechos; 2) cuando el blanco de un ataque militar comporte objetivos militares,
pero los beligerantes no puedan evitar los daños colaterales que afecten civiles; y 3)
cuando, según algunas fuentes, los civiles puedan ser objeto de represalias legítimas.
[...]
524. Tratándose de ataques contra objetivos militares que causen daños a los ci-
viles, un principio general de derecho internacional prescribe que se tomen pre-
cauciones razonables a la hora de un ataque en contra de objetivos militares para
evitar que los civiles padezcan inútilmente a causa de una imprudencia. Este prin-
cipio, al cual el Reino Unido se refería desde 1938, con relación a la guerra civil
española, siempre fue aplicado en asocio con el principio de proporcionalidad,
en virtud del cual los daños incidentales (e involuntarios) causados a los civiles
durante un ataque militar no deben resultar desproporcionados en relación con
la ventaja militar directa obtenida. Adicionalmente, así los ataques sean dirigidos
contra objetivos militares legítimos, éstos resultan ilegales si emplean medios o
métodos de guerra ciegos, o si son llevados de manera a causar sin discernimiento,
daños a los civiles. Estos principios se expresan en parte en los artículos 57 y 58
del Protocolo adicional I de 1977. Parecería que estas disposiciones fueran ahora
b) Crímenes de guerra.
[…]
211. En primer lugar, la Sala considera que en los términos del artículo 8.1 delestatuto
la Corte “tiene competencia en relación con los crímenes de guerra, en particular,
cuando los crímenes se inscriban en el ámbito de un plan o de una política, o hacen
parte de un conjunto de delitos análogos cometidos a gran escala”. Según la Sala,
la expresión “en particular” indica claramente que la existencia de un plan, de una
política o de la comisión de crímenes a gran escala no se considera como un prerre-
quisito para que la Corte ejerza su competencia sobre crímenes de guerra, sino que
le sirve como una directiva en la materia.131
[…]
216. El artículo 8.2 enumera los crímenes que constituyen crímenes de guerra a la
luz del estatuto y opera una distinción entre los diferentes contextos en los cuales
pueden tener lugar. La Sala recuerda que los crímenes de guerra pueden suceder en
el contexto de un conflicto armado internacional [literales a) y b) del artículo 8.2
del estatuto] o en aquel de un conflicto armado que no presente carácter internacio-
nal [literales c) y e) del artículo 8.2 del estatuto], y en relación con tal conflicto.132
217. La Sala observa que ni el estatuto ni los elementos de los crímenes133 defi-
nen el concepto “conflicto armado” para los efectos del artículo 8.2 del estatuto.
131
Dormán, K., Commentary on the Rome Statute of the International Criminal Court: Observer’s notes. Article by
article, Verlag, Nomos, 2008, p. 299.
132
Sala de Cuestiones Preliminares III, decisión del 10 de junio de 2008, ICC-01/08-14, par. 46.
133
Se debe precisar que en los elementos de los crímenes, en la introducción de la parte consagrada al artículo 8º
del estatuto, se afirma: “Los elementos relativos a los crímenes de guerra señalados en los literales c) y e) del
parágrafo 2º del artículo 8º se encuentran sometidos a las limitaciones mencionadas en los literales d) y f ) del pa-
rágrafo 2º de dicho artículo, los cuales no constituyen elementos de los crímenes. Los elementos de los crímenes
señalados en el parágrafo 2º del artículo 8º del estatuto deben interpretarse en el marco establecido del derecho
internacional de los conflictos armados, incluyendo, llegado el caso, el derecho internacional de los conflictos
armados desarrollados en el mar”.
218. En consecuencia, la Sala aplicará, cuando sea necesario, los principios y reglas
de derecho, tal como han sido interpretadas en decisiones anteriores de la Corte, de
conformidad con el artículo 21.2 del estatuto. Además, como lo prevé el artículo 21.1
b) del estatuto, aplicará los principios y reglas del derecho internacional, incluidos
aquellos del derecho internacional de los conflictos armados. Tendrá asimismo en
cuenta los tratados pertinentes, así como la jurisprudencia pertinente de otros tri-
bunales que hayan aplicado los principios del derecho internacional de los conflic-
tos armados.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contextos de los casos
La Sala de Primera Instancia del TPIY lo halló culpable de los delitos de infracciones
graves contra los convenios de Ginebra (tortura, atentados graves contra la integridad
física y deportación de un civil); violaciones a las leyes o costumbres de la guerra (tra-
bajo forzado, destrucción injustificada de bienes, pillaje a bienes públicos y privados),
así como crímenes contra la humanidad (persecución por motivos políticos, raciales y
religiosos, tortura).
Los hechos imputados a Naletilic guardan relación con la destrucción de todas las casas
de los musulmanes bosnios ubicadas en la localidad de Doljani (21 de abril de 1993);
la expulsión de cerca de 400 musulmanes bosnios de Sovici (4 de mayo de 1993); em-
pleo de prisioneros de guerra para cavar zanjas próximas a sus localidades; e igualmente,
las tropas bajo el mando del acusado cometieron actos de pillaje contra los bienes de los
musulmanes que habitaban en Mostar.
El 31 de marzo de 2003 la Sala de Primera Instancia del TPIY lo condenó a una pena de
20 años de prisión, la cual fue confirmada en apelación.
Dentro de los crímenes que se le imputaron se encuentran, entre otros, los siguientes:
participación en el asesinato de civiles, utilización de prisioneros de guerra para cavar
trincheras, internamiento de civiles en campos de concentración, y asimismo, haber em-
pleado a prisioneros de guerra como escudos humanos.
Por otra parte, en el asunto “Fiscalía vs. Zoran Kupre y otros”, se tiene que el 2 de no-
viembre de 1995 el fiscal del TPIY planteó un acto de acusación inculpando a Zoran
Kupreskic, Mirjan Kupreskic, Vlatko Kupreskic, Drago Josipovc, Dragan Papic y Vladi-
mir Santic por infracciones graves sancionadas en los párrafos a), c), d) y g) del artículo
2º del estatuto y por violaciones de las leyes y las costumbres de la guerra sancionadas
por el artículo 3º. El acta de acusación se fundamentaba en la participación presunta de
los acusados en los dos conflictos que tuvieron lugar el 20 de octubre de 1992 y el 16
de abril de 1993 en la ciudad de Ahmici, ubicada en un valle de Bosnia-Herzegovina.
Durante éstos, un gran número de habitantes musulmanes fueron asesinados o expulsa-
dos de sus casas en el marco de una campaña de “limpieza étnica” dirigida por el ejército
croata de Bosnia.
Los acusados ayudaron en la preparación del ataque del mes de abril de 1993 en con-
tra de los civiles de Ahmici-Santici: tomando parte en un entrenamiento militar y ar-
mándose; evacuando a los civiles croatas de Bosnia la noche que precedió al ataque,
organizando a los soldados y los stocks de armas y municiones del HVO en el pueblo
de Ahmici-Santici y sus alrededores; preparando sus casas y las de sus cercanos con el
fin de convertirlas en zonas para el despliegue del ataque así como en posiciones de tiro
para la ofensiva y escondiendo ante los habitantes de las otras poblaciones la inminen-
cia del ataque.
A todos los acusados se les reprochó haber cometido un crimen contra la humanidad
(persecución), por haber perseguido de octubre de 1992 a abril de 1993 a los habi-
tantes musulmanes de Bosnia Ahmici-Santici y sus alrededores por razones políticas,
raciales o religiosas; planificando, organizando y ejecutando un ataque dirigido a vaciar
el pueblo, así como la región vecina, de todos los musulmanes de Bosnia. En el marco
de estas persecuciones los acusados participaron o ayudaron y animaron el asesinato
Finalmente, el asunto “Bemba” se inscribe en los sucesos que tuvieron lugar en la Re-
pública Centroafricana entre octubre de 2002 a marzo de 2003, cuando el ejército del
MLC cometió una serie de delitos, entre los cuales se encuentran violaciones, torturas
y homicidios, para defender el gobierno del presidente Patassé. El ejército de rebeldes,
por otro lado, estaba liderado por el señor Francois Bozize.
Pues bien, el citado documento histórico se inscribe en la larga evolución del prin-
cipio de distinción, que hunde sus raíces en la Antigüedad, que conoció desarrollos
importantes en la Edad Media con la teoría de la guerra justa, y que encontró, ya en la
134
Ruda, J. M., “La conception latino-americaine”, en Les dimensions internationales du droit humanitaire, Pa-
rís, Pedone, 1986, p. 150.
135
Valencia Villa, A., La humanización de la guerra: derecho internacional humanitario y conflicto armado en
Colombia, Bogotá, 1991, p. 34.
A los avances dogmáticos seguirían los normativos. Así, en 1785 se suscribió un Tratado
de Amistad y Comercio entre Prusia y los Estados Unidos,137 el cual prevé el principio de
inmunidad de la población civil en casos de conflicto armado; y posteriormente, en el
ámbito interno, la Orden 100, “Instrucciones para la conducción de los ejércitos de los
Estados Unidos en campaña”, conocida como “Código de Lieber”138, promulgada por
el presidente Lincoln el 24 de abril de 1963, en el contexto de la guerra de Secesión,
texto encaminado a sistematizar los conocidos, a la sazón, como “usos y costumbres de la
guerra”139. Al respecto conviene resaltar el hecho de que el principio de distinción entre
objetivos militares y bienes civiles ha sido, desde siempre, de origen consuetudinario,
habiendo sido materia de regulación convencional tardía, e incluso insuficiente, para el
caso de los conflictos armados internos.
Ahora bien, la configuración del principio de distinción ha ido de la mano con la fi-
jación de unos fines legítimos a las hostilidades. En tal sentido, la Declaración de San
Petersburgo (1868) estipuló: “El único objetivo legítimo que los Estados deben propo-
nerse durante la guerra es el debilitamiento de las fuerzas militares del enemigo”.
De allí que, como lo sostiene Urbina, las hostilidades deben dirigirse contra las fuerzas
militares del enemigo “y por extensión, contra la organización y recursos que le sirven
de apoyo, considerándose, en consecuencia, que toda acción de guerra que exceda de
este fin sería calificada de inhumana, incluso aquellas que no tuvieran una relación muy
próxima con dicho propósito”.140
Siguiendo con este recuento histórico, encontramos que en el texto del anexo al
convenio de La Haya de 1907141, conocido como “Reglamento relativo a las leyes y
136
Gutiérrez, H., “The relationship between international humanitarian law and the international criminal tri-
bunals”, en RICR, vol. 88, núm. 861, marzo, 2006, p. 73.
137
Coursier, H., “L’évolution du droit international humanitaire”, en RCADI, 1960, p. 383, citado por Urbina
J. J., Protección de las víctimas de los conflictos armados, Naciones Unidas y derecho internacional humanitario,
Valencia, Tirant lo Blanch, 2000.
138
Cf. Greenwood, Ch., “Historical development and legal basis”, en The handbook of International Humanita-
rian Law, segunda edición, Oxford: Oxford University, 2008, p. 27
139
Algunos comentarios interesantes sobre el Código de Lieber se encuentran en: Kwakwa, E., The international
law of armed conflict: personal and material fields of application, Boston: Martinus Nijhoff, 1992, p. 35.
140
Urbina, J. J., Protección de las víctimas de los conflictos armados, Naciones Unidas y derecho internacional huma-
nitario, Valencia, Tirant lo Blanch, 2000.
141
Unos comentarios importantes en la materia pueden ser consultados en: Karlshoven, F., “Bombardment:
from ‘Brussels 1874’ to ‘Sarajevo 2003’”, en The legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour
of Professor Igor Blishchenko, Lieden: Martinus Nijhoff, 2009, pp. 106-107.
Capítulo 1. De los medios de hacer daño al enemigo, de los sitios y de los bombardeos.
III) Dar muerte o herir a un enemigo que habiendo depuesto las armas o no
teniendo medios para defenderse, se haya rendido a discreción;
Artículo 24. Los ardides de guerra y el empleo de los medios necesarios para ob-
tener informes sobre el enemigo y sobre el terreno son considerados como lícitos.
Artículo 25. Es prohibido atacar o bombardear, cualquiera que sea el medio que se
emplee, ciudades, aldeas, habitaciones o edificios que no estén defendidos.
Artículo 27. En los sitios y bombardeos se tomarán todas las medidas necesarias
para favorecer, en cuanto sea posible, los edificios destinados al culto, a las artes, a
las ciencias, a la beneficencia, los monumentos históricos, los hospitales y los luga-
res donde estén asilados los enfermos y heridos, a condición de que no se destinen
para fines militares.
Los sitiados están en la obligación de señalar esos edificios o lugares de asilo con
signos visibles especiales que se harán conocer de antemano al sitiador.
Artículo 28. Es prohibido entregar al saqueo una ciudad o localidad, aun en el caso
de que haya sido tomada por asalto.
Del examen de las citadas disposiciones se evidencia que: 1) se señalan unos bienes,
particulares y públicos, que deben estar protegidos durante las hostilidades (verbigra-
cia, lugares de culto, hospitales, monumentos históricos, etcétera); 2) la inmunidad de
los bienes protegidos se pierde cuando quiera que sean destinados para fines militares;
3) hacen su aparición las “imperiosas necesidades militares”, concepto que vendría a ser
fundamental al momento de analizar la ocurrencia de un posible crimen de guerra.
Luego de la Segunda Guerra Mundial se vio la necesidad de repensar los alcances del
principio de distinción, en especial, debido a los inmensos daños causados a la población
civil por el recurso a los denominados “bombardeos de zona”, es decir, la selección de un
territorio amplio de ataque, donde confluyen algunos objetivos militares en medio de
numerosos bienes civiles.
Así pues, en el texto del IV Convenio de Ginebra de 1949, en su artículo 53, se dispuso
una prohibición amplia a los combatientes en el ámbito de los conflictos armados inter-
nacionales, en los siguientes términos:
La definición de objetivo militar integra, como uno de sus elementos, que el bien con-
tribuya de manera efectiva a la acción militar, sea ésta defensiva u ofensiva, es decir, que
142
Cf. Oeter, S., “Methods and means of combat”, en The handbook of International Humanitarian Law, segunda
edición, Oxford: Oxford University, 2008, p. 137.
143
Sobre este tema, consultar: Mejía, J. C.; Mejía, J.; Cárdenas, A. y Cote, G., “Aplicación de los principios del
DIH a los tipos penales consagrados en el título II del Código Penal y al artículo 48 del Código Único Discipli-
nario”, en Formación especializada en investigación, juzgamiento y sanción de violaciones a los derechos humanos e
infracciones al derecho internacional humanitario, tomo II, Bogotá, Vicepresidencia de la República y Programa
Presidencial de Derechos Humanos, 2010.
Ahora bien, existen bienes calificados como objetivos mixtos, es decir, bienes que son
tradicionalmente civiles (verbigracia, un puente, una carretera, etcétera), pero que en
caso de guerra pueden ser empleados por los combatientes. En tales casos, la licitud del
ataque dependerá de: 1) la contribución efectiva y directa, en un momento determi-
nado, a las hostilidades; 2) el principio de proporcionalidad, es decir, la existencia de un
equilibrio entre la ventaja militar obtenida y el grado de afectación a la población civil.
Así por ejemplo, la destrucción de un puente civil puede ser lícita si una de las partes lo
emplea para el suministro de armas, pero puede tornarse en un acto ilícito si la destruc-
ción de él conduce a hacer padecer hambre a la población civil.145
La noción de “objetivo militar” implica igualmente que, con la destrucción del bien, se
obtenga una “ventaja militar definida”, concepto jurídico indeterminado que apunta
a un cierto grado de apreciación subjetiva del atacante o defensor, en el sentido de
considerar que, dado el desenvolvimiento de las hostilidades, la destrucción total o
parcial, o la neutralización del bien, va a contribuir en el desarrollo de su actividad
militar.146 Así pues, no basta con que el bien, debido a su naturaleza, uso o destina-
ción, sea apto para alcanzar fines militares (elemento objetivo), sino que se precisa
que el atacante tenga la convicción de que el ataque le va reportar una “ventaja mili-
tar definida” (elemento subjetivo), lo cual excluye “la elaboración de listas de bienes
que al margen de cualquier operación determinada serían calificados como objetivos
militares”.147
Uno de los temas que suscita mayor debate en materia de aplicación del principio
de distinción, en sus esferas personal y material, es aquel de los conocidos como
144
Urbina J. J., ob. cit., p. 174.
145
Pérez-León, J. P., La responsabilidad internacional del individuo por crímenes de guerra, Perú, Ara, 2008.
146
Una visión crítica de la aplicación práctica de esta noción se encuentra en: Cassese, A., “Under what condi-
tions may belligerents be acquitted of the crime of attacking an ambulance?”, en JICJ, 2008, pp. 34-56.
147
Ibídem, p. 175.
Ahora bien, la discusión acerca de la legalidad de los daños colaterales150 se inicia una
vez superada aquella de la legitimidad del ataque, es decir, partiendo de la constatación
de que el comandante seleccionó un objetivo militar válido, en los términos del derecho
internacional humanitario. Sin lugar a dudas, resulta incorrecto plantear la existencia de
un daño colateral en relación con un ataque dirigido contra un bien civil.151
148
Para una vision crítica sobre el asunto, ver: Wuerzner, C., “Mission impossible? Bringing charges for the crime
of attacking civilians or civilian objects before international criminal tribunals”, en RICR, vol. 90, núm. 872,
2008, pp. 907 y ss. Ver, igualmente: Laucci, C., “Prosecuting authors of serious violations of international huma-
nitarian law and having them prosecuted - Reflections on the mission of the International Criminal Tribunals
and on the means available to accomplish their tasks”, en RICR, vol. 83, núm. 842, 2001, pp. 407 y ss.
149
Rogers, A. P., “Una guerra sin víctimas”, en RICR, núm. 837, 2000, p. 5.
150
Unos casos que no pueden ser considerados como “daños colaterales” se presentaron con ocasión de la inter-
vención de la OTAN en Serbia. Cf. Mangas Martín, A., “Instrumentalización de las Naciones Unidas y ausencia
de control de sus actos”, en La paz y el derecho internacional. III Encuentro Salamanca, Madrid, Sistema, 2005.
151
Josipovic, I., “Responsibility for war crimes before national courts in Croatia”, en RICR, vol. 88, núm. 861,
2006, p. 145.
152
Acerca del tema de la desproporción en el ataque, en el Estatuto de Roma, cf. Gardam, J., “Crimes involving
disproportionate means and methods of warfare under Statute of the International Criminal Court”, en The
legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden: Martinus
Nijhoff, 2009, pp. 239-254.
I) Hacer todo lo que sea factible para verificar que los objetivos que se pro-
yecta atacar no son personas civiles ni bienes de carácter civil, ni gozan de
protección especial, sino que se trata de objetivos militares en el sentido del
párrafo 2 del artículo 52 y que las disposiciones del presente protocolo no pro-
híben atacarlos;
II) Tomar todas las precauciones factibles en la elección de los medios y mé-
todos de ataque para evitar o, al menos, reducir todo lo posible el número de
muertos y de heridos que pudieran causar incidentalmente entre la población
civil, así como los daños a los bienes de carácter civil;
III) Abstenerse de decidir un ataque cuando sea de prever que causará inciden-
talmente muertos o heridos en la población civil, daños a bienes de carácter
civil, o ambas cosas, que serían excesivos en relación con la ventaja militar con-
creta y directa prevista;
c) Se dará aviso con la debida antelación y por medios eficaces de cualquier ataque
que pueda afectar a la población civil, salvo que las circunstancias lo impidan.
3) Cuando se pueda elegir entre varios objetivos militares para obtener una ventaja
militar equivalente, se optará por el objetivo cuyo ataque, según sea de prever, pre-
sente menos peligro para las personas civiles y los bienes de carácter civil.
Sobre el particular, el TPIY, en el asunto “Fiscal vs. Galic”, en sentencia del 5 de diciem-
bre de 2003, consideró:
La aplicación práctica del principio de distinción exige que quienes planean o lan-
zan un ataque tomen todas las precauciones posibles para verificar que los objetivos
atacados no son civiles ni objetos civiles, para así proteger a los civiles al mayor
grado posible.
Además del artículo 3º común, los principios del derecho consuetudinario aplica-
bles a todos los conflictos armados exigen que las partes contendientes se abstengan
de atacar directamente a la población civil y a civiles en forma individual, y que al
fijar sus objetivos distingan entre los civiles y los combatientes y otros objetivos
militares legítimos. Para amparar a los civiles de los efectos de las hostilidades, otros
principios del derecho consuetudinario exigen que la parte atacante tome precau-
ciones para evitar o minimizar la pérdida de vidas civiles o daños a la propiedad de
civiles, incidentales o colaterales a los ataques contra objetivos militares.
Al restringir el ámbito de protección provisto por estas garantías, que reflejan prin-
cipalmente el principio de distinción (ver sección 3), las normas acusadas contra-
rían los artículos 93, 94 y 214 de la Carta Política. Por lo mismo, serán declaradas
inexequibles.
Sobre el particular cabría agregar que las disposiciones del Protocolo II de Ginebra de
1977, referentes a la protección de bienes civiles durante las hostilidades, de manera
alguna condicionan tal amparo a la previa señalización de aquéllos. Tampoco lo hace
el Protocolo I, aunque es preciso aclarar que el artículo 66 del mismo le establece a las
partes el deber de procurar identificar los bienes civiles, empleando para ello los signos
previstos en el “Anexo I. Reglamento relativo a la identificación”.
2.3.2. Las relaciones entre el Código Penal ordinario y el Código Penal militar
Título II
Delitos contra personas y bienes protegidos hospitales de campaña o fijos, depósitos
por el derecho internacional humanitario de elementos de socorro, convoyes sani-
tarios, bienes destinados a la asistencia
Capítulo único y socorro de las personas protegidas,
Artículo 154. Destrucción y apropiación de zonas sanitarias y desmilitarizadas, o bie-
bienes protegidos. El que, con ocasión y en nes e instalaciones de carácter sanitario
desarrollo de conflicto armado y fuera de los debidamente señalados con los signos
casos especialmente previstos como conduc- convencionales de la Cruz Roja o de la
tas punibles sancionadas con pena mayor, Media Luna Roja, incurrirá en prisión
destruya o se apropie por medios ilegales o de ochenta (80) a ciento ochenta (180)
excesivos en relación con la ventaja militar meses y multa de seiscientos sesenta y
concreta prevista, de los bienes protegidos seis punto sesenta y seis (666.66) a mil
por el derecho internacional humanitario, quinientos (1.500) salarios mínimos
incurrirá en prisión de ochenta (80) a ciento legales mensuales vigentes.
ochenta (180) meses y multa de seiscientos
sesenta y seis punto sesenta y seis (666.66) Artículo 156. Destrucción o utilización
a mil quinientos (1.500) salarios mínimos ilícita de bienes culturales y de lugares de
legales mensuales vigentes. culto. El que, con ocasión y en desarrollo
de conflicto armado, sin justificación
Parágrafo. Para los efectos de este artículo alguna basada en imperiosas necesidades
y los demás del título se entenderán como militares y sin que previamente haya
bienes protegidos conforme al derecho tomado las medidas de protección ade-
internacional humanitario: cuadas y oportunas, ataque y destruya
1. Los de carácter civil que no sean monumentos históricos, obras de arte,
objetivos militares. instalaciones educativas o lugares de
culto, que constituyan el patrimonio
2. Los culturales y los lugares destinados cultural o espiritual de los pueblos, o
al culto. utilice tales bienes en apoyo del esfuerzo
3. Los indispensables para la supervivencia militar, incurrirá en prisión de cuarenta
de la población civil. y ocho (48) a ciento ochenta (180)
meses y multa de doscientos sesenta y
4. Los elementos que integran el medio seis punto sesenta y seis (266.66) a mil
ambiente natural. quinientos (1.500) salarios mínimos
5. Las obras e instalaciones que contienen legales mensuales vigentes.
fuerzas peligrosas.
Artículo 157. Ataque contra obras e ins-
Artículo 155. Destrucción de bienes e ins- talaciones que contienen fuerzas peligro-
talaciones de carácter sanitario. El que, con sas. El que, con ocasión y en desarrollo
ocasión y en desarrollo de conflicto armado, de conflicto armado, sin justificación
sin justificación alguna basada en imperiosas alguna basada en imperiosas necesidades
necesidades militares, y sin que haya tomado militares, ataque presas, diques, centrales
previamente las medidas de protección ade- de energía eléctrica, nucleares u otras
cuadas y oportunas, ataque o destruya ambu- obras o instalaciones que contengan
lancias o medios de transporte sanitarios, fuerzas peligrosas, incurrirá en prisión
Título VI
de ciento sesenta (160) a doscientos setenta Delitos contra la población civil
(270) meses, multa de mil trescientos treinta Capítulo I
y tres punto treinta y tres (1.333.33) a cuatro
mil quinientos (4.500) salarios mínimos De la devastación
legales mensuales vigentes, e inhabilitación Artículo 155. Devastación. El que en
para el ejercicio de derechos y funciones actos del servicio y sin justa causa,
públicas de ciento sesenta (160) a doscientos destruya edificios, templos, archivos,
setenta (270) meses. monumentos u otros bienes de utilidad
pública; o ataque hospitales o asilos de
Si del ataque se deriva la liberación de beneficencia señalados con los signos
fuerzas con pérdidas o daños en bienes o convencionales, incurrirá en prisión de
elementos importantes para la subsisten- dos (2) a ocho (8) años.
cia de la población civil, la pena será de
doscientos cuarenta (240) a trescientos Capítulo II
sesenta (360) meses de prisión, multa de dos Del saqueo y la requisición
mil seiscientos sesenta y seis punto sesenta Artículo 156. Saqueo. Los que en opera-
y seis (2.666.66) a seis mil (6.000) salarios ción de combate se apoderen de bienes
mínimos legales mensuales vigentes, e muebles, sin justa causa y en beneficio
inhabilitación para el ejercicio de derechos propio o de un tercero, incurrirán en
y funciones públicas de doscientos cuarenta prisión de tres (3) a seis (6) años.
(240) a trescientos sesenta (360) meses.
Artículo 157. Requisición arbitraria. El
Artículo 160. Atentados a la subsistencia y que sin justa causa ordenare o practicare
devastación. El que, con ocasión y en desa- requisiciones, incurrirá en prisión de dos
rrollo de conflicto armado, ataque, inutilice, (2) a cinco (5) años.
dañe, retenga o se apodere de bienes o ele- Artículo 158. Requisición con omisión de
mentos indispensables para la subsistencia formalidades. El que practicare requisi-
de la población civil, incurrirá en prisión de ción sin cumplir las formalidades y sin
ochenta (80) a ciento ochenta (180) meses que circunstancias especiales lo obliguen
y multa de seiscientos sesenta y seis punto a ello, incurrirá en prisión de uno (1) a
sesenta y seis (666.66) a mil quinientos tres (3) años.
(1.500) salarios mínimos legales mensuales
Artículo 159. Exacción. El que abusando
vigentes. de sus funciones, obligue a persona inte-
Artículo 163. Exacción o contribuciones ar- grante de la población civil a entregar, o
bitrarias. El que, con ocasión y en desarrollo poner a su disposición, cualquier clase de
de un conflicto armado, imponga contri- bien, o a suscribir o entregar documen-
buciones arbitrarias, incurrirá en prisión tos capaces de producir efectos jurídicos,
de noventa y seis (96) a doscientos setenta incurrirá en prisión de dos (2) a cinco
(270) meses y multa de seiscientos sesenta (5) años.
y seis punto sesenta y seis (666.66) a cuatro Artículo 160. Contribuciones ilegales.
mil quinientos (4.500) salarios mínimos El que sin facultad legal y sin justa causa
legales mensuales vigentes. establezca contribuciones, incurrirá en
prisión de uno (1) a tres (3) años.
La Corte Constitucional, por el contrario, estimó que las normas objetadas no vulnera-
ban la Constitución, por las siguientes razones:
La lectura de los artículos objetados 154, 155, 156, 157, 158, 159 y 160 del proyecto
de Código Penal militar da a entender que se trata de comportamientos delictivos
en los cuales el sujeto activo está calificado por la calidad de miembro de la fuerza
pública, tipos penales a los cuales se añade el elemento funcional que circunscribe la
conducta a hechos relacionados directamente con la función militar o policial que
la Constitución, la ley y los reglamentos les han asignado.
En suma, la Corte considera que los artículos objetados no son inexequibles por
cuanto con ellos el legislador ha ejercido de manera razonable y proporcional la
libertad de configuración del sistema normativo, sin vulnerar normas de jerarquía
constitucional.
Sin embargo, se presentó un salvamento de voto, indicando que si bien es cierto que
los tipos penales que aparecen descritos en los artículos objetados del Código Penal
militar no son idénticos a aquellos que figuran en la ley 599 de 2000, también lo es
que las diferencias existentes entre ambas regulaciones terminan siendo más aparentes
que reales, es decir, los comportamientos descritos en las normas objetadas aparecen ya
consagrados en el Código Penal, en algunos casos incluso con el mismo nomen iuris, y
en otros, describiendo conductas punibles materialmente idénticas. En efecto, según
el salvamento de voto, “las normas objetadas, contrario a lo sostenido por la mayoría,
1) tipifican verdaderos crímenes de guerra, es decir, comportamientos cometidos en
desarrollo de un conflicto armado interno o internacional; 2) no guardan relación al-
guna con el servicio, según jurisprudencia reiterada de esta Corte; 3) pretenden que
conductas muy graves, imputables a miembros de la fuerza pública, sean conocidas por
la Justicia Penal militar, aplicando además penas más benévolas que las establecidas por
el Código Penal ordinario”.
Así las cosas, subsiste en el ordenamiento jurídico colombiano una doble regulación
de los crímenes de guerra: una en el Código Penal; la otra en el Código Penal militar,
situación que, evidentemente, crea confusión.
Al respecto debe aclararse que los principios de DIH no se limitan a aquellos de distinción, proporcionalidad
153
y precaución. En efecto, existen otros igualmente importantes, tales como: 1) principio de humanidad; 2) prin-
cipio de igualdad entre los beligerantes; 3) principio de necesidad militar; 4) principio de no discriminación; 5)
principio de neutralidad; 6) principio de prioridad humanitaria; 7) principio de limitación de la acción hostil; y
8) la denominada “cláusula Martens”. Para ver una aproximación crítica a la cláusula Martens, cf. Cassese, A., “The
Martens clause: half a loaf or simply pie in the sky?, en IJIL, 2000, pp. 5 y ss.
III) Aquellos que, si bien se orientan contra objetivos militares, causan daños
colaterales excesivos.
4) El nuevo Código Penal militar (ley 1407 de 2010), no ofrece un catálogo gene-
roso de infracciones al DIH. Por el contrario, se limita a sancionar determinadas
conductas, cometidas durante las hostilidades, referidas especialmente a la apropia-
ción y destrucción de bienes civiles.
2.5. Bibliografía
Cassese, A. “The Martens Clause: half a loaf or simply pie in the sky?”, en IJIL, 2000.
Greenwood, Ch. “Historical development and legal basis”, en The handbook of Inter-
national Humanitarian Law, segunda edición, Oxford: Oxford University, 2008.
Gutiérrez, H., “The relationship between internacional humanitarian law and the
internacional criminal tribunals”, en: RICR, vol. 88, núm. 861, 2006, p. 73.
Josipovic, I., “Responsibility for war crimes before national courts in Croatia”, en:
RICR, vol. 88, núm. 861, 2006, p. 145.
Karlshoven, F. Reflections on the law of war. Collected essays, Boston: Martinus Ni-
jhoff, 2007.
Kwakwa, E.The international law of armed conflict: personal and material fields of appli-
cation, Boston: Martinus Nijhoff, 1992.
Mejía, J. C.; Mejía, J.; Cárdenas, A. y Cote, G., “Aplicación de los principios del DIH
a los tipos penales consagrados en el título II del Código Penal y al artículo 48 del
Código Único Disciplinario”, en: Formación especializada en investigación, juzgamiento
y sanción de violaciones a los derechos humanos e infracciones al derecho internacional hu-
manitario, tomo II, Bogotá,: Vicepresidencia de la República y Programa Presidencial
de Derechos Humanos, 2010.
Meza, E. A., El fuero penal militar y su relación con los derechos humanos, Bogotá,
Nueva Jurídica, 2010.
Oeter, S., “Methods and means of combat”,en The handbook of International Huma-
nitarian Law, segunda edición,Oxford: Oxford University, 2008.
Rogers, A. P., “Una guerra sin víctimas”, en: RICR, núm. 837, 2000.
Urbina, J. J., Protección de las víctimas de los conflictos armados, Naciones Unidas y de-
recho internacional humanitario, Valencia, Tirant lo Blanch, 2000.
Hebel, H. von y Robinson, D., “Crimes within the jurisdiction of the Court”, en:
The International Criminal Court. The making of the Rome Statute. Issues, negotia-
tins, Results, La Haya, 1999.
Wuerzner, C., “Mission impossible? Bringing charges for the crime of attacking
civilians or civilian objects before international criminal tribunals”, en: RICR, vol.
90, núm. 872, 2008.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
IT-95-16-T, asunto “Fiscalía vs. Zoran Kupre, Mirjan Kupre, Vlatko Kupre, Drago Jo-
sipovic, Dragan Papi, Vladimir Anti, alias Vlado”, sentencia proferida el 14 de enero de
2008 por la Sala de Primera Instancia.
b. CPI
c. Corte Constitucional
Población civil-combatientes:
definición
940. Los cargos 4º y 7º del acta de acusación se refieren al artículo 51 del Protocolo
adicional I y al artículo 13 del Protocolo adicional II a los convenios de Ginebra de
1949, que dicen, en los puntos relevantes: “La población civil como tal, así como
civiles individuales, no deben ser objeto de ataque”.
[…]
b) Actus reus
942. El actus reus del delito de ataque ilegítimo a civiles es un acto de violencia dirigido
contra la población civil o un civil individual causando la muerte o lesiones corporales
o mentales graves entre la población civil. La jurisprudencia del tribunal, en relación
con los crímenes atribuidos bajo el artículo 5º del estatuto, ha definido “ataque” como
el curso de una conducta que involucre la comisión de actos de violencia. En el caso
172
944. El artículo 51.2 del Protocolo adicional I y el artículo 13.2 del Protocolo adi-
cional II claramente afirman que los civiles y la población civil no deben ser el ob-
jeto de ataques. Existe una prohibición incondicional y absoluta de hacer de los
civiles el objetivo de ataques en el derecho internacional consuetudinario. Conse-
cuentemente, cualquier ataque dirigido contra la población civil está prohibido, sin
importar el motivo militar.
[…]
945. El término “civil” se define negativamente para incluir a cualquier persona que
no sea miembro de las Fuerzas Armadas o a un grupo militar organizado pertene-
ciente a una de las partes en el conflicto. En algunos casos puede ser difícil evaluar
si una persona es civil.
[...] personas que no hayan cometido actos hostiles, pero cuyo estatus es dudoso
de acuerdo a las circunstancias. Deben ser considerados como civiles hasta que
una mayor información sea disponible, y por ende no deben ser atacados.
dirigido”, aquello puede inferirse de varios factores, incluyendo los medios y los mé-
todos usados en curso del ataque, el estatus y número de las víctimas, la naturaleza
de los crímenes cometidos, la medida en que pueda decirse que la fuerza atacante
haya cumplido o haya intentado cumplir con los requerimientos de precaución de
las leyes de guerra, o la naturaleza indiscriminada de las armas usadas.
949. Las partes del conflicto se encuentran obligadas a retirar a los civiles, en la
máxima medida posible, de la proximidad de objetivos militares, y de evitar ubicar
objetivos militares dentro o cerca de áreas densamente pobladas. No obstante, la
falta de cumplimiento de esta obligación por una de las partes no exonera a la parte
atacante de su deber de cumplir con los principios de distinción y proporcionalidad
al lanzar un ataque.
950. El ataque ilegítimo debe haber causado muertes o lesiones corporales o men-
tales graves en la población civil.
c) Elemento subjetivo
951. La Fiscalía debe demostrar que el acusado hizo de la población civil el objeto
de sus actos de violencia de forma deliberada.
[…]
952. Con el fin de establecer el elemento subjetivo del delito debe mostrarse que el
perpetrador era consciente, o debió ser consciente, del estatus civil de las personas
atacadas. En caso de duda, la fiscalía debe mostrar que, dadas las circunstancias,
una persona razonable no pudo haber creído que el individuo que atacaba era un
combatiente.
953. La Sala de Primera Instancia recuerda que sus conclusiones sobre el crimen de
terrorismo comparten los mismos elementos con el crimen de ataques ilegítimos
a civiles, excepto por el requisito adicional de que para constituir terrorismo debe
establecerse que los actos fueron cometidos con el propósito principal de difundir
terror entre la población civil. Sigue entonces, consecuentemente, que los actos
que la Sala de Primera Instancia encontró como constitutivos de terrorismo deben,
a fortiori, configurar también ataques ilegítimos contra civiles y la población civil, y
así lo encuentra la Sala de Primera Instancia.
Radicado: IT-98-29/1-T. Asunto “Fiscal vs. Stanislav Galic”. Sentencia del 5 de diciem-
bre de 2003. Sala de Primera Instancia del TPIY.
En sentido amplio, sacrificarse por necesidades militares significa “hacer lo necesario para atender un objetivo
155
de guerra” (Diccionario de Derecho Internacional de los Conflictos Armados, publicado bajo la dirección del CICR,
1992). El principio de necesidad militar admite la posibilidad de muertos y heridos entre los civiles, debido a
operaciones militares legítimas. Sin embargo, este principio exige que la destrucción de un objetivo militar aporte
alguna ventaja al debilitar las fuerzas militares adversas. En ningún caso los civiles deben ser considerados como
objetivos militares legítimos. En consecuencia, no se podrían invocar necesidades militares para justificar ataques
contra personas civiles o la población civil como tal. Ver también el artículo 57.5 del Protocolo adicional I.
La conclusión extraída por el Tribunal de Nûremberg, en el asunto “Estados Unidos vs. List”, resulta ilustrativa al
respecto: “La necesidad militar permite al beligerante, dentro del respeto por el derecho de la guerra, ejercer todas
las acciones necesarias para obtener la sumisión del enemigo en el menor tiempo posible, vidas humanas y dinero…
Aquello permite la eliminación de los enemigos armados y de otras personas durante los conflictos armados, cuya
eliminación resulte inevitable: ella autoriza la captura de enemigos armados y de otras personas que presenten un
peligro particular, pero no permite asesinar habitantes inocentes a efectos de satisfacer una sed de venganza. Para
ser legítima, la destrucción de los bienes debe ser imperativamente exigida por las necesidades de la guerra. La des-
trucción arbitraria va en contra del derecho internacional. Debe existir un vínculo suficiente entre la destrucción
de los bienes y la victoria sobre las fuerzas enemigas” (Proceso de los crímenes de guerra ante los tribunales militares
de Núremberg, vol. 11, 1950, pp. 1253-1254.
[…]
47. Como ya se ha indicado, la primera parte del artículo 51.2 del Protocolo adi-
cional I dispone que ni la población civil, como tal, ni las personas civiles, deben ser
objeto de ataques. En los términos del artículo 50 de ese protocolo, “es considerada
como civil toda persona que no participe en alguna de las categorías señaladas en
el artículo 4A, 1), 2) 3) y 6) del III Convenio de Ginebra y en el artículo 43 del
presente protocolo”. A efectos de proteger a las víctimas del conflicto armado, el
término “civil” es definido negativamente como cualquiera que no sea miembro de
las Fuerzas Armadas o de un grupo militar organizado perteneciente a una de las
partes del conflicto. Es un asunto probatorio en cada caso particular de determinar
si un individuo tiene el estatus de civil.
[…]
156
Ver artículo 48 del Protocolo adicional I. Este artículo erige el principio de distinción en regla fundamental.
157
Dictamen consultivo de la Corte Internacional de Justicia sobre la licitud de la amenaza o del empleo de
armas nucleares, Recueil, 1996, par. 78. Igualmente, afirmó: “Estas reglas fundamentales se imponen más allá de
los Estados que hayan o no ratificado los instrumentos convencionales que los consagran, por cuanto constituyen
los principios inviolables del derecho internacional consuetudinario”, ibídem, par. 79.
158
Ver artículo 50.2 del Protocolo adicional I.
actividad, edad y sexo son algunos de los factores que pueden ser considerados al
decidir si es o no civil. El comentario al protocolo adicional explica que la presun-
ción de estatus civil abarca “personas que no han cometido actos hostiles, pero cuyo
estatus es dudoso teniendo en cuenta las circunstancias”. Deben ser considerados
civiles hasta que información más precisa esté disponible, y en consecuencia no de-
ben ser atacados. La Sala de Primera Instancia entiende que una persona no debe
ser objeto de ataque cuando no es razonable creer que el potencial blanco es un
combatiente, de acuerdo a las circunstancias de la persona que procede a atacar,
incluyendo la información con la que ésta cuente.
[…]
[…]
54. La Sala de Primera Instancia considerará ahora el elemento subjetivo del delito
de ataque a civiles cuando tiene como consecuencia la muerte o lesión grave. El
artículo 85 del Protocolo adicional I explica que la intención es requerida para la
aplicación de la primera parte del artículo 51.2. Expresamente califica como viola-
ción grave el acto de deliberadamente “hacer de la población civil o de civiles indi-
viduales el objetivo del ataque”.
[…]
55. Para que el elemento subjetivo del dolo reconocido en el Protocolo adicional I
se considere probada, la Fiscalía debe mostrar que el perpetrador sabía o debía
saber el estatus civil de las personas atacadas. En caso de duda sobre el estatus de
una persona, ésta debe ser considerada como civil. No obstante, en esos casos, la
Fiscalía debe mostrar que en determinada circunstancia una persona razonable no
hubiera podido creer que el individuo atacado era combatiente.
posible. Una vez el carácter militar del blanco ha sido asegurado, los comandantes
deben considerar si el ataque contra este blanco “causará pérdidas incidentales de
vidas, lesiones a civiles, daño a objetivos civiles o una combinación de lo anterior, lo
que sería excesivo con relación a la ventaja militar directa y concreta que se espera”.
En caso afirmativo, el ataque no deberá ser anulado o interrumpido. La obligación
básica de proteger al máximo a civiles y objetos civiles debe guiar a la parte atacante
al considerar la proporcionalidad del ataque. Para determinar si un ataque era pro-
porcionado es necesario examinar si una persona que contase con un conocimiento
suficiente de la situación en la cual se encontraba el victimario, y tomando cuidado-
samente en cuenta las informaciones con que contaba, habría podido prever que el
ataque causaría unas pérdidas excesivas en la población civil.
[…]
61. Como lo sugirió la defensa, las partes del conflicto están obligadas a retirar
a los civiles, hasta la máxima proporción posible, de los alrededores de objetivos
militares, y a evitar ubicar objetivos militares dentro o cerca de áreas densamente
pobladas. Sin embargo, la falla de una parte en la observación de esta obligación no
excluye a la parte atacante de su deber de satisfacer los principios de distinción y
proporcionalidad al lanzar un ataque.
Radicado: IT-03-66- T. Asunto “Fiscal vs. Fatmir Limaj y otros”. Sentencia proferida el
30 de noviembre de 2005 por la Sala de Primera Instancia del TPIY.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contextos de las decisiones
El general Galic fue comandante del Cuerpo Romanija Sarajevo, perteneciente al ejér-
cito de bosnios serbios VRS, desde septiembre de 1992 hasta el 10 de agosto de 1994.
Durante este período condujo una estrategia que consistió, primero, en ubicar fran-
cotiradores cuyo blanco era deliberadamente la población civil, y segundo, en atacar
con proyectiles edificios y reuniones civiles, todo esto con el propósito de aterrorizar a la
población civil.
Por lo anterior, la Fiscalía lo acusó por ataques contra civiles y terrorismo, como actos
contrarios a la ley y a las costumbres de guerra (artículo 3º del estatuto del tribunal), y
por asesinato y actos inhumanos como actos en contra de la humanidad (artículo 5º del
estatuto del tribunal).
Los ataques a civiles son analizados como violaciones a la ley y costumbres de la guerra
tras satisfacer “las cuatro condiciones Tadic”. En primer lugar, constituyen una violación
al derecho internacional humanitario (Protocolo adicional I, artículo 51.2, y II, artículo
13.2). En segundo lugar, pertenece al derecho consuetudinario aplicable a todos los
conflictos, así como a los tratados suscritos por las partes en conflicto, en particular, el
acuerdo del 22 de mayo, que las comprometía a proteger a los civiles de las hostilidades.
En tercer lugar, en tanto que infracción a los Protocolos Adicionales I y II, constituye
una violación grave con graves repercusiones en las víctimas; y por último, supone res-
ponsabilidad penal individual.
El tribunal encontró que no era permitido juzgar, a partir de los mismos hechos, de
forma separada los crímenes de ataques a civiles del crimen de terrorismo, por lo cual
decidió que la sentencia se referiría sólo a este último, siendo más específico, que aquel
de ataque a civiles.
La responsabilidad del general Galic se determinó una vez demostrados los hechos que
configuraban los delitos de terrorismo, actos inhumanos y asesinato, puesto que con-
taba con un control efectivo sobre el Cuerpo Romanija Sarajevo; tuvo conocimiento
de las acciones delictivas que sus subordinados estaban llevando a cabo en la ciudad,
y se abstuvo deliberadamente de imponer sanciones, respondiendo a una estrategia de
aterrorizar a los civiles.
A su vez, el general Miloševic sucedió a Galic como comandante del Cuerpo Romanija
Sarajevo, perteneciente al ejército de bosnios serbios VRS, desde agosto de 1994 hasta
noviembre de 1995. Durante este período, continuó con las acciones dirigidas contra
civiles que se llevaban cometiendo desde el mandato de su predecesor. A lo largo de
aquéllas fue notable el uso de francotiradores, cuyo blanco deliberadamente era la po-
blación civil, e igualmente, el ataque con proyectiles y armas de poca precisión a zonas
mayoritaria o exclusivamente civiles.
Por lo anterior, la Fiscalía presentó acusaciones por terrorismo como un crimen violato-
rio de las costumbres y leyes de guerra (artículo 3º del estatuto del tribunal), homicidio
y actos inhumanos como crímenes contra la humanidad (artículo 5º del estatuto).
Con respecto al delito de terrorismo, el tribunal recoge en gran parte los pronuncia-
mientos realizados en el caso “Galic”. Sin profundizar en las condiciones que lo ubican
como un crimen en contra de las costumbres de guerra, el tribunal reiteró los elemen-
tos constitutivos del crimen de terrorismo: actos o amenazas de violencia dirigidos de
forma deliberada contra la población civil (elementos comunes con el crimen de ataques
ilegítimos a civiles) con el propósito principal de difundir terror en ella (por lo tanto, es
crimen de intención específica). Se establecen, adicionalmente, signos indicativos que
pueden ayudar a evaluar si en un conflicto determinado acto se encaminaba a difundir
terror en la población civil.
El tribunal define también qué condiciones deben probarse para tratar homicidios
como delitos de lesa humanidad. Tales condiciones son la existencia de un ataque a la
población civil, un nexo entre la conducta del perpetrador y el ataque, un carácter siste-
mático o difundido, y el conocimiento del perpetrador de que sus acciones u omisiones
resultarán de forma directa o indirecta en la muerte de civiles.
En relación con el delito de ataques ilegítimos contra civiles el tribunal siguió la misma
línea que el precedente en Galic, reiterando la violación a la prohibición general de
ataque a civiles en cualquier circunstancia (que no acepta excepción, aun invocando
razones militares). Dicha prohibición se encuentra establecida particularmente en los
Protocolos adicionales I y II de la Convención de Ginebra, fundándose igualmente en
los principios de distinción, precaución y protección. Aun en caso de que el estatus de
civil no haya sido plenamente identificado, el tribunal aclara que esta prohibición opera
por medio de una presunción de estatus civil para esos casos.
Por otra parte, en cuanto al asunto “Limaj”, se tiene que los crímenes que se alegan en el
acto de acusación fueron cometidos en el territorio de Kosovo, una provincia de Serbia
y Montenegro, actualmente ubicada bajo la administración de las Naciones Unidas,
fronteriza en el norte y al oriente con la República Serbia, al sur con Macedonia y Alba-
nia, y al occidente con Albania y Montenegro.
Este período dio origen a varios partidos y movimientos políticos. La Liga Democrática
de Kosovo (LDK) que militaba a favor de una resolución pacífica y a través del diá-
logo de la situación de Kosovo, nació en 1989 bajo la presidencia de Ibrahim Rugova.
Más o menos al tiempo, en 1990, el Movimiento Popular para Kosovo (LPK) sucedió
al Movimiento Popular para la República de Kosovo (LPRK). El LPK pregonaba la
resolución de la cuestión de Kosovo mediante la acción, sin excluir la posibilidad de
recurrir a las armas. Fue sobre todo activo en el seno de comunidades albano-kosovares
El ELK, por su lado, pregonaba una resolución a la cuestión de Kosovo por la vía de una
resistencia armada activa al régimen oficial. Estaba oficialmente prohibido y operaba
en la clandestinidad. Su propósito era preparar a los habitantes de Kosovo para una
guerra de liberación, así como movilizar a la población en todo el territorio y responder
por medio de las armas a los actos de violencia cometidos por las autoridades serbias.
Estas últimas, así como algunos observadores, lo consideraron como una organización
terrorista, pero a los ojos de sus seguidores el ELK consistía en un movimiento de libe-
ración que lideraba una guerrilla en contra de la policía y las fuerzas militares serbias en
Kosovo.
Dentro de este contexto, Fatmir Limaj, Haradin Bala e Isak Musliu fueron acusados por
los crímenes que ellos u otros miembros del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK)161
habrían cometido entre mayo y el 26 de julio de 1998 contra civiles serbios y albaneses,
colaboradores presuntos de los serbios en la región de Llapushnik-Lapusnik, ubicada en
el centro de Kosovo.
Se alega que las fuerzas del ELK se llevaron al menos 35 civiles; los detuvieron en un
campo de detención situado en la ciudad de Llapushnik-Lapusnik durante períodos
prolongados de tiempo en condiciones inhumanas, y regularmente los agredían, gol-
peaban y torturaban. Catorce personas habrían sido ejecutadas durante su detención y
diez más hacia la fecha del 26 de julio de 1998, no muy lejos de la ciudad, en los montes
de Berisha-Berisa, cuando el ELK decidió dejar Llapushnik-Lapusnik y las fuerzas ser-
bias, siguiendo su progresión, atacaron el campo de detención.
Por estos hechos, calificados de encarcelamiento, tratos crueles, actos inhumanos, tor-
tura y homicidio, los acusados debieron responder por cinco violaciones a las leyes y
costumbres de la guerra y cinco crímenes contra la humanidad, respectivamente, san-
cionados por los artículos 3º y 5º del estatuto del tribunal.
Acerca de la sentencia proferida en el asunto “Fiscal vs. Limaj y otros”, ver especialmente: Ascensio, H. y Mai-
161
son, R., “L’activité des jurisdictions pénales internationales (2005)”, en AFDI, 2005, p. 258.
Por otra parte, la responsabilidad penal individual de Haradin Bala,162 alias Shala, se
imputó sobre la base del artículo 7.1 del Estatuto, por haber cometido, planificado,
incitado a cometer, ordenado o de algún otro modo ayudado e incitado a cometer los
crímenes enunciados anteriormente, sobre todo, participando de una empresa criminal
conjunta. Se le acusó de haber tomado parte en la detención e interrogatorio de civiles
dentro del campo de Llapushnik-Lapusnik, así como de las violencias, malos tratos y
actos de tortura que les fueron infligidos, así como de haber planificado, incitado a co-
meter y ordenado la muerte de detenidos dentro del campo y sus alrededores, y en los
montes Berisha-Berisa. Su responsabilidad no estuvo comprometida, de acuerdo a lo
dispuesto por el artículo 7.3 del estatuto.
162
Haradin Bala es un albano-kosovar que fue comandante del Ejército de Liberación de Kosovo, nacido el 10 de
junio de 1957 en Glogovac, Kosovo. Fue declarado culpable de crímenes contra la humanidad y violaciones de los
usos de la guerra por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (ICTY), por su responsabilidad
en el campo de prisioneros de Lapušnik, y el asesinato de ocho internos del campo en las montañas de Beriša el
25 ó 26 de julio de 1998. Su juicio se inició el 15 de noviembre de 2004 y finalizó el 30 de noviembre de 2005, y
fue condenado a 13 años de prisión. El 14 de mayo de 2008 fue transferido a Francia para seguir cumpliendo su
condena.
163
Isak Musliu fue acusado por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) por una serie de
golpizas y asesinatos del Ejército de Liberación de Kosovo en el campo de prisioneros del ELK (en un compuesto
de la familia en Lapusnik para hacer frente a los serbios y sospechosos albaneses en oposición al KLA, entre mayo
y julio de 1998, durante la guerra de Kosovo).
de superior jerárquico sobre la base del artículo 7.3 del estatuto: en efecto, en la época
de los hechos, habría ejercido autoridad sobre los miembros del ELK que hacían las
veces de guardianes del campo de detención de Llapushnik-Lapusnik. No fue acusado
de los homicidios cometidos en los montes de Berisha-Beris el 26 de julio de 1998 o por
esa fecha.
Más allá del derecho convencional, el principio de distinción tiene rango de disposición
consuetudinaria, vigente en todo tipo de conflicto armado, siendo además inderogable
y absoluto. Al respecto conviene señalar que de aquél derivan determinadas prohibicio-
nes dirigidas a los combatientes, de rango igualmente consuetudinario,164 tales como las
siguientes: 1) quedan prohibidos los actos o las amenazas de violencia cuya finalidad
principal sea aterrorizar a la población civil; 2) las partes en conflicto deberán distin-
guir, en todo momento, entre personas civiles y combatientes; y 3) los ataques sólo po-
drán dirigirse contra combatientes; los civiles no deben ser atacados.
University, 2005.
En tal sentido, se han configurado las siguientes normas consuetudinarias: 1) todos los
miembros de las Fuerzas Armadas de una parte en conflicto son combatientes, excepto
el personal sanitario y religioso; 2) las Fuerzas Armadas de una parte en conflicto se
componen de todas las fuerzas, agrupaciones y unidades armadas y organizadas que
estén bajo un mando responsable de la conducta de sus subordinados ante esa parte;
3) son personas civiles quienes no son miembros de las Fuerzas Armadas; la población
civil comprende a todas las personas civiles; y 4) las personas civiles gozan de protec-
ción contra los ataques, salvo si participan directamente en las hostilidades y mientras
dure tal participación.167
En cuanto a la definición del término “combatiente” se tiene que los integrantes de las
Fuerzas Armadas estatales lo son, bien sea que se trate de un conflicto armado interna-
cional o interno; por el contrario, el estatuto del combatiente y del prisionero de guerra
sólo resultan aplicables a la primera variedad de conflicto armado. De tal suerte que “la
legalidad de la participación directa en las hostilidades en los conflictos armados no
165
TPIY, Sala de Primera Instancia, asunto “Fiscalía vs. Zoran Kupreskic, Mirjan Kupreskic, Vlatko Drago Josi-
povic, Dragan Papic, Vladimir Santic, alias Vlado”, providencia del 14 de enero de 2000.
166
Ibídem, pp. 13 y ss.
167
Ídem.
Dadas las carencias que presentan las normas internacionales en relación con el conte-
nido y el alcance de los mencionados concepto, el examen de la expresión “participación
168
Ibídem, p. 14.
169
Por ejemplo, en la resolución 2676 del 9 de diciembre de 1970, adoptada por la Asamblea General de la
ONU; en las Declaraciones y Plan de Acción de El Cairo, aprobadas durante la Cumbre África-Europa en abril
de 2000; e igualmente, en el artículo 8º del Estatuto de Roma de la CPI.
170
En el caso “Fiscal c. Mrksic”, la Sala de Primera Instancia del TPIY afirmó: “El estatus formal de ‘combatiente’
no aplica en conflictos armados no internacionales. Esto no quiere decir, sin embargo, que el principio de distin-
ción, la piedra angular del derecho internacional humanitario, no sea aplicable a conflictos armados no interna-
cionales. El principio aplica, pero se conceptualiza de manera diferente en conflictos armados no internacionales.
A la vez que el término ‘civil’ es usado para ambas clases de conflicto, el término ‘luchador’ (fighter) ahora parece
ser el apropiado a ser usado como el equivalente para ‘combatientes’ en un conflicto armado no internacional”
(IT-95-13/1-T, asunto “Fiscal vs. Mile Mrksic y otros”, sentencia proferida el 27 de septiembre de 2007 por la Sala
de Primera Instancia del TPIY, párr. 457).
El artículo 13 del Protocolo II de Ginebra de 1977 dispone que las personas civiles
gozan de protección frente a los ataques “salvo si participan directamente en las hostili-
dades”. Sin embargo, no existe definición convencional alguna del término.
Así, en su Informe 55/97 del 18 de noviembre de 1997, caso 11.137, en el asunto “Juan
Carlos Abella vs. Argentina”, conocido como “caso de La Tablada”, consideró:
El objetivo básico del artículo 3º común es disponer de ciertas normas legales mí-
nimas que se puedan aplicar en el curso de hostilidades para proteger a las personas
que no tomaron, o que ya no toman parte directa o activa en las hostilidades. Las
personas que tienen derecho a la protección que legalmente les confiere el artículo
3º común, incluyen a los miembros del gobierno y de las fuerzas disidentes que se
rinden, son capturados o están fuera de combate (hors de combat). De igual modo,
los civiles están protegidos por las garantías del artículo 3º común cuando son cap-
turados o de alguna otra manera quedan sujetos a la autoridad de un adversario,
incluso aunque hayan militado en las filas de la parte opositora.
University, 2005.
La comisión considera que los peticionarios tienen una apreciación errónea de las
consecuencias prácticas y jurídicas derivadas de la aplicación de esas normas a las per-
sonas que participaron en el ataque de La Tablada. Concretamente, cuando civiles
como los que atacaron el cuartel de La Tablada asumen el papel de combatientes al
participar directamente en el combate, sea en forma individual o como integrantes
de un grupo, se convierten en objetivos militares legítimos. En tal condición, están
sujetos al ataque directo individualizado en la misma medida que los combatien-
tes. Por consiguiente, en virtud de sus actos hostiles, los atacantes de La Tablada
perdieron los beneficios de las precauciones antes mencionadas en cuanto al ata-
que y contra los efectos de ataques indiscriminados o desproporcionados, acorda-
dos a los civiles en actitud pacífica. En contraposición, esas normas del derecho
humanitario siguen aplicándose plenamente con respecto a los civiles pacíficos
presentes o residentes en los alrededores del cuartel de La Tablada, al momento
de ocurrir las hostilidades. La comisión observa, a modo de paréntesis, que no
ha recibido reclamo alguno de esas personas contra el Estado argentino donde
se sostenga que ellas o sus propiedades sufrieron daños como consecuencia de las
hostilidades en el cuartel.
Las personas civiles que tan sólo apoyen el esfuerzo militar o de guerra del adversa-
rio o de otra forma sólo participen indirectamente en las hostilidades no pueden ser
consideradas combatientes por esa única razón. Esto se debe a que la participación
indirecta, tal como vender mercancías a una o varias de las partes en el conflicto, ex-
presar simpatía por la causa de una de las partes o, más claro aún, no haber actuado
para prevenir la incursión de una de las partes en contienda, no implica actos de
violencia que constituyan una amenaza inmediata de daño actual a la contraparte.
Así las cosas, según la CIDH, la “participación directa en las hostilidades” significa,
en pocas palabras, “actos que por su índole o finalidad tienen por objeto causar efec-
tivamente daño al personal o material del enemigo”.172 De manera complementaria, el
CICR sostiene: “es evidente que el derecho internacional no prohíbe a los Estados pro-
mulgar leyes que establezcan la participación, directa o indirecta, en las hostilidades,
como delito punible para cualquiera”.173
CIDH, “Tercer informe sobre la situación de los derechos humanos en Colombia”, 1999.
172
Más allá de los informes realizados por la CIDH, sobre países o casos individuales, el
Comité Internacional de la Cruz Roja ha elaborado una importante obra titulada In-
terpretive guidance on the notion of direct participation in hostilities under international
humanitarian law,174 en la cual se plantean diez recomendaciones encaminadas a preci-
sar el concepto de “participación directa en las hostilidades”.
Como punto de partida, el CICR sostiene que el término “participación directa en las
hostilidades” se compone de dos elementos: las “hostilidades”, que se refieren a un acto
colectivo, vinculado con actividades llevadas a cabo por las partes en el conflicto ar-
mado, encaminadas a emplear medios y métodos de combate destinados a causarle daño
al enemigo; y por el contrario, la “participación” alude a comportamientos individuales,
de uno o varios sujetos, relacionados con el desarrollo de las hostilidades.
Desde esta perspectiva, el CICR propone los siguientes criterios acumulativos, a efectos
de calificar un acto en términos de participación directa en las hostilidades:
2. Debe existir un vínculo causal directo entre el acto y el daño que probablemente
resulte bien sea de aquél o de operaciones militares coordinadas de las cuales el acto
constituye una parte integral (causación directa).
En cuanto al “umbral de daño” se tiene que un determinado acto del particular debe
superar un determinado nivel, en el sentido de llegar a afectar el desarrollo de las ope-
raciones militares o la capacidad militar de una de las partes en el conflicto armado o,
alternativamente, conducir a causar la muerte, lesiones o destrucción a las personas u
objetos protegidos contra los ataques directos. La calificación del daño, en términos de
“participación directa”, no requiere que la materialización del perjuicio alcance el men-
cionado umbral; bastará con que aquél sea el objetivo que probablemente se alcanzará
con dicho acto.176
174
Melzer, N., Interpretive guidance on the notion of direct participation in hostilities under international humani-
tarian law, Ginebra, CICR, 2009.
175
Ibídem, p. 46.
176
Ibídem, p. 47.
A manera de síntesis, el CICR precisa que el “umbral de daño” se alcanza en las siguien-
tes circunstancias:
Para que un acto específico alcance el umbral de daño requerido para ser calificado
como “participación directa en las hostilidades” se requiere que probablemente
afecte, de manera grave, las operaciones militares o la capacidad militar de la parte
en el conflicto armado. En ausencia de un daño militar el umbral también podrá ser
alcanzado cuando un acto causará probablemente una muerte, lesión o destrucción
de personas u objetos protegidos contra los ataques directos. En ambos casos los
actos que alcanzan el umbral requerido de daño sólo pueden ser calificados como
participación directa en las hostilidades si adicionalmente satisfacen los requisitos
de causación directa y nexo beligerante (belligerent nexus).177
Por el contrario, existen otras hipótesis donde los civiles participan directamente en las
hostilidades, tales como el caso de los particulares que conducen camiones cargados de
municiones hacia el campo de batalla o quienes voluntariamente operan como escudos
humanos durante los enfrentamientos. En todo caso, deberá evaluarse la aplicación del
principio de proporcionalidad.
El tercer elemento que debe encontrarse presente es el del “nexo de beligerancia” (belli-
gerent nexus), consistente en que no basta con que objetivamente el acto apunte a infli-
gir un daño, sino que se requiere que aquél constituya un apoyo a una de las partes en el
Ibídem, p. 50.
177
Ibídem, p. 55.
178
El artículo 135 del Código Penal tipifica la conducta de homicidio en persona prote-
gida, señalando: “El que, con ocasión y en desarrollo de conflicto armado, ocasione la
muerte de persona protegida conforme a los convenios internacionales sobre derecho
humanitario ratificados por Colombia, incurrirá en prisión de…”, precisando en su
parágrafo: “Para los efectos de este artículo y las demás normas del presente título se
179
Ibídem, p. 59.
180
Ibídem, p. 64.
181
Ibídem, p. 65.
Como se puede advertir, nuestro Código Penal trae como víctimas del delito de homici-
dio en persona protegida: 1) a los integrantes de la población civil; 2) a las personas que
no participan en las hostilidades; y 3) a los civiles en poder de la parte adversa.
Así pues, los “integrantes de la población civil” son todos aquellos que no son com-
batientes, es decir, no hacen parte de las Fuerzas Armadas del Estado ni de los grupos
armados irregulares. Igualmente, en los términos de la jurisprudencia penal interna-
cional, la presencia de combatientes dentro de la población civil no los convierte en
combatientes.
Sobre el tema, consultar: Mejía, J. C.; Mejía, J.; Cárdenas, A. y Cote, G., “Aplicación de los principios del
182
DIH a los tipos penales consagrados en el título II del Código Penal y al artículo 48 del Código Único Discipli-
nario”, en Formación especializada en investigación, juzgamiento y sanción de violaciones a los derechos humanos e
infracciones al derecho internacional humanitario, tomo II, Bogotá, Vicepresidencia de la República y Programa
Presidencial de Derechos Humanos, 2010, pp. 185 y ss.
su calidad de civiles. A diferencia de los combatientes comunes, una vez cesan sus
actos hostiles no pueden ser atacados, aunque pueden ser procesados y castigados
por sus actos beligerantes.183
Por el contrario, la CIDH considera que los integrantes de la población civil que toman
parte indirectamente en las hostilidades no pueden ser atacados:
En contraste, las personas civiles que tan sólo apoyen el esfuerzo militar o de gue-
rra del adversario o de otra forma sólo participen indirectamente en las hostilidades,
no pueden ser consideradas combatientes por esa única razón. Esto se debe a que
la participación indirecta, tal como vender mercaderías a una o varias de las partes
en el conflicto, expresar simpatía por la causa de una de las partes o, más claro aún,
no haber actuado para prevenir la incursión de una de las partes en contienda, no
implica actos de violencia que constituyan una amenaza inmediata de daño actual a
la contraparte. Las nuevas reglas confirman esta apreciación al señalar: “[c]iviles que
apoyan a las fuerzas militares (o grupos armados) aportando trabajo, transportando
pertrechos, actuando como mensajeros o distribuyendo propaganda, no pueden ser
objeto de ataque directo individual, pero permanecen sujetos a la legislación domés-
tica que sancione dar ayuda y apoyo a enemigos domésticos”. Claramente, tampoco
puede considerarse que las personas que ejercen su derecho a votar o que aspiren a ser
elegidos o sean elegidos para cargos públicos estén cometiendo actos hostiles, directos
o indirectos, contra una de las partes en cualquier conflicto armado.
Es importante señalar que esa crucial distinción entre participación directa e indi-
recta en las hostilidades se aplica no solamente a guerras convencionales, sino tam-
bién al tipo de guerra de guerrillas que caracteriza las hostilidades en Colombia. Por
lo tanto, las partes del conflicto colombiano deben siempre respetar a aquellos civi-
les pacíficos que no participan o que dejaron de participar en el conflicto armado.184
Así las cosas, parece desacertado que el legislador hubiese empleado dos numerales del
artículo 135 del Código Penal para describir una misma realidad. En efecto, los in-
tegrantes de la población civil se caracterizan, precisamente, por no participar en las
hostilidades. En igual sentido se pronunció la CIDH en su referido informe:
De acuerdo con lo anterior, la población civil comprende a todas las otras personas
que no participen en las hostilidades, y las hostilidades se definen como la partici-
pación en un ataque por virtud del cual la parte busca causar daño físico a personal
o bienes del enemigo.
183
OEA/Ser.L/V/II.102. Doc. 9 rev. 1, “Tercer Informe sobre la situación de los derechos humanos en Colom-
bia”, 26 de febrero de 1999.
184
Ídem.
Por último, el artículo 135 del Código Penal considera como víctimas de un homicidio
en personas protegida “a los civiles en poder de la parte adversa”, lo cual comprende a las
víctimas de una toma de rehenes.
Cf. Aponte, David; Restrepo, Jorge (eds.), Guerra y violencias en Colombia. Herramientas e interpretacio-
185
Así las cosas, la CIDH advierte que cuando los integrantes de las mencionadas orga-
nizaciones armadas participan directamente en las hostilidades pierden su estatus de
población civil. Más difícil resulta determinar si, cotidianamente, los miembros de tales
grupos pueden ser calificados como combatientes, calificación que sólo les fue acor-
dada, en aquel entonces, a las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU).
Ídem.
186
El uso de la fuerza debe estar limitado por los principios de proporcionalidad, nece-
sidad y humanidad. La fuerza excesiva o desproporcionada por parte de los funcio-
narios encargados de hacer cumplir la ley que da lugar a la pérdida de la vida puede
por tanto equivaler a la privación arbitraria de la vida. El principio de necesidad
justifica sólo las medidas de violencia militar no prohibidas por el derecho interna-
cional, que son relevantes y proporcionadas para garantizar el pronto sometimiento
del enemigo con el menor gasto posible de recursos humanos y económicos. El
principio de humanidad complementa y limita intrínsecamente el principio de
necesidad, al prohibir las medidas de violencia que no son necesarias (es decir, re-
levantes y proporcionadas) para el logro de una ventaja militar definitiva. En situa-
ciones de paz los agentes del Estado deben distinguir entre las personas que, por sus
acciones, constituyen una amenaza inminente de muerte o lesión grave, y aquellas
personas que no presentan esa amenaza, y usar la fuerza sólo contra las primeras.
No quiere decir que todos los miembros de un grupo guerrillero tengan que ser
combatientes para que se les pueda considerar rebeldes; basta con que se pertenezca
al grupo subversivo y por dicha razón le sean encomendadas labores de cualquier
naturaleza, tales como financiamiento, ideológicas, planeación, reclutamiento, pu-
blicidad, relaciones internacionales, instrucción, adoctrinamiento, comunicaciones,
inteligencia, infiltración o cualquier otra actividad que nada tenga que ver con el uso
de las armas, pero que sea un instrumento idóneo para el mantenimiento, fortaleci-
miento o funcionamiento del grupo subversivo, para que se entienda que se puede
dar el calificativo de rebelde a quien tales actividades realiza.
En pocas palabras, en términos de derecho penal interno, todos los integrantes del
grupo armado deben responder por el delito de rebelión; pero, desde una perspectiva
internacional, no necesariamente son considerados combatientes: dependerá de si en
ese momento están tomando parte directa en las hostilidades.
2.5. Bibliografía
Camins, E., “The past as prologue: the development of the ‘direct participation’, ex-
ception to civilian immunity”, en RICR, núm. 872, 2008.
Karlshoven, F., Reflections on the law of war. Collected essays, Boston, Martinus
Nijhoff, 2007.
__, “Bombardment: from ‘Brussels 1874’ to ‘Sarajevo 2003’”, en The legal regime of the
International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden,
Martinus Nijhoff, 2009.
Kwakwa, E., The international law of armed conflict: personal and material fields of
application, Boston, Martinus Nijhoff, 1992.
Mejía, J. C.; Mejía, J.; Cárdenas, A.; Cote, G., “Aplicación de los principios del
DIH a los tipos penales consagrados en el título II del Código Penal y el artículo 48 del
Código Único Disciplinario”, en Formación especializada en investigación, juzgamiento
y sanción de violaciones a los derechos humanos e infracciones al derecho internacional hu-
manitario”, tomo II, Bogotá, Vicepresidencia de la República y Programa Presidencial
de Derechos Humanos, 2010.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
Wuerzner, C., “Mission impossible? Bringing charges for the crime of attacking ci-
vilians or civilian objects before international criminal tribunals”, en RICR, vol. 90,
núm. 872, 2008.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
IT-98-29/1-T, asunto “Fiscal vs. Stanislav Galic”, sentencia del 5 de diciembre de 2003,
Sala de Primera Instancia.
IT-03-66-T, asunto “Fiscal vs. Fatmir Limaj y otros”, sentencia proferida el 30 de no-
viembre de 2005 por la Sala de Primera Instancia.
b. Corte Constitucional
c. CSJ
CIDH. Informe núm. 55/97, caso 11.137, asunto “Juan Carlos Abella vs. Argentina”,
18 de noviembre de 1997.
Crímenes internacionales
Tema I
El crimen de genocidio, sancionable en los términos del artículo 2.3 del estatuto
494. La definición de genocidio, tal como es acordada por el artículo 2º del esta-
tuto, es retomada textualmente de los artículos 2º y 3º de la Convención Interna-
cional para la Prevención y la Represión del Crimen de Genocidio (la “Convención
contra el Genocidio”).
[…]
496. El tribunal advierte que Ruanda adhirió, mediante un decreto ley, a la Con-
vención contra el Genocidio el 12 de febrero de 1975. Así, la represión penal del
crimen de genocidio existía en Ruanda en 1994, para la época de los hechos alega-
dos en el acta de acusación, y el autor podía ser llevado por la comisión de dicho
crimen ante los tribunales ruandeses competentes.
499. Así, para que un crimen de genocidio sea cometido es necesario que uno de
los actos enumerados en el artículo 2.2 del Estatuto haya sido cometido, y que ese
acto particular haya sido perpetrado contra un grupo específico, bien sea nacional,
étnico, racial o religioso. En consecuencia, a fin de explicitar los elementos consti-
tutivos del crimen de genocidio, la Sala expondrá sucesivamente las conclusiones
sobre los actos previstos en los literales a) y e) del parágrafo 2º del artículo 2º del
Estatuto, los grupos protegidos por la Convención sobre el Genocidio, y luego la
intención específica, o dolo especial, requerido para el genocidio.
500. Tratándose del literal a) del parágrafo 2º del artículo 2º del estatuto, al igual
que en la Convención contra el Genocidio, la Sala advierte que se emplea meurtre
en la versión francesa y killing en la versión inglesa. La noción de killing del inglés,
le parece muy general a la Sala, porque ésta podría comprender tanto los homici-
dios intencionales como los que no lo son, mientras que meurtre del francés es más
precisa. Se admite que la meurtre es cometida cuando se causa la muerte con la in-
tención de hacerlo, como además lo prevé el Código Penal ruandés, el cual dispone
en su artículo 311 que “el homicidio cometido con la intención de causar la muerte
es calificada como meurtre”.
502. Un atentado grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo no
requiere, según la Sala, que él sea permanente e irremediable.
503. En el marco del asunto “Adolf Eichmann”, quien fue condenado por crímenes
contra el pueblo judío, es decir, de genocidio bajo otra calificación jurídica, la Corte
del distrito de Jerusalén indicó, en su fallo del 12 de diciembre de 1961, que unos
atentados graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo podían
ser causadas:
504. Para los fines de la interpretación del artículo 2.2 b) del estatuto, la Sala en-
tiende por atentado grave contra la integridad física o mental, sin que aquello
constituya un límite, los actos de tortura, sea esta última física o mental; los tratos
inhumanos o degradantes, la violación y la persecución.
506. A los fines de interpretación del artículo 2.2 c) del estatuto, a juicio de la Sala,
los medios para someter intencionalmente al grupo a condiciones de existencia que
conduzcan a su destrucción física total o parcial, comprenden, sin que sean las úni-
cas, la sumisión de un grupo de personas a un régimen alimentario de subsistencia,
la expulsión sistemática de sus hogares y la reducción de los servicios médicos nece-
sarios más abajo del mínimo.
507. La Sala considera que, para los fines de la interpretación del artículo 2.2 d) del
Estatuto, por medidas que apunten a entrabar los nacimientos en el seno del grupo
es necesario comprender las mutilaciones sexuales, la práctica de la esterilización,
508. Además, la Sala anota que dichas medidas pueden ser de orden físico, pero
también mental. A título de ejemplo, la violación puede ser una medida que apunte
a entrabar los nacimientos cuando la persona violada se rehúsa subsecuentemente a
procrear, al igual que los miembros de un grupo pueden ser llevados por amenazas
o traumatismos infligidos a no procrear.
510. El dolo especial del genocida reside en la intención, por los actos en mención,
de “destruir, en todo o en parte, un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como
tal”. Conviene examinar la definición de grupo. El artículo 2º del estatuto, al igual
que la Convención sobre el Genocidio, prevén que los grupos víctimas de ese cri-
men sean de cuatro tipos: nacional, étnico, racial o religioso.
Tomando en cuenta los análisis realizados durante las sesiones de la Sexta Comisión de la Asamblea Gene-
187
ral, llevada a cabo desde el 21 de septiembre al 10 de diciembre de 1948, documentos oficiales de la Asamblea
General.
514. La definición clásica de grupo racial está fundada sobre los rasgos físicos he-
reditarios, a menudo identificados con una región geográfica, independientemente
de sus factores lingüísticos, culturales, nacionales o religiosos.
515. El grupo religioso es aquel cuyos miembros comparten la misma religión, con-
fesión o práctica de culto.
516. Por otra parte, la Sala pregunta sobre el hecho de saber si los grupos pro-
tegidos por la Convención sobre el Genocidio, retomados por el artículo 2º del
Estatuto, debían estar limitados a los cuatro grupos expresamente mencionados
o si deberían comprender a todo grupo que, al igual que aquéllos, se caracterice
por su estabilidad y pertenencia. En otras palabras, la cuestión que se plantea es
la de saber si sería imposible de aplicar la Convención sobre el Genocidio para
penalizar la destrucción física de un grupo como tal, si dicho grupo, bien que se
caracterice por su estabilidad y por el hecho de que se pertenece a éste por naci-
miento, no corresponde a la definición de uno de los cuatro grupos expresamente
protegidos por la Convención. A juicio de la Sala, conviene sobre todo respetar
la intención de los autores de la Convención sobre el Genocidio, la cual, según
los trabajos preparatorios, era la de asegurar la protección de todo grupo estable
y permanente.
517. Como se indicó supra, el crimen de genocidio se caracteriza por un dolus specialis,
o dolo especial, que reside en el hecho de que los actos imputados, enumerados en
el parágrafo 2º del artículo 2º del estatuto deben ser “cometidos con la intención de
destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como
tal”.
518. El dolo especial es un concepto del derecho penal bien conocido en los siste-
mas de tradición romano-continental. Se le requiere como elemento constitutivo
de ciertas infracciones y exige que el autor de la infracción haya tenido la intención
519. Como lo observaba el representante del Brasil durante los trabajos preparato-
rios de la Convención sobre el Genocidio:
520. Para el crimen de genocidio, al agente no se le puede recriminar más que por si
ha cometido uno de los actos descritos en el parágrafo 2º del artículo 2º del estatuto
con la intención de obtener expresamente como resultado la destrucción total o
parcial de un grupo específico. Al agente se le condena porque sabía o debía haber
sabido que dicho acto que cometió era susceptible de producir la destrucción total
o parcial del grupo.
521. Concretamente, para que alguno de los actos imputados en el parágrafo 2º del
artículo 2º del estatuto sea constitutivo de genocidio, éste debe haber sido come-
tido contra uno o varios individuos miembros de un grupo específico y en razón de
su pertenencia a él. Así, la víctima del acto es escogida, no en función de su identi-
dad individual, sino más bien en razón de su pertenencia nacional, étnica, racial o
religiosa. La víctima del acto es, pues, un miembro del grupo, seleccionado como tal,
lo que significa finalmente que la víctima de un crimen de genocidio es el grupo
mismo y no solamente el individuo.191
189
Ver, especialmente: Roger Merle y André Vitu, Traité de Droit Criminel, Cujas, 1984, pp. 723 y siguientes.
190
Tomando en cuenta los análisis realizados durante las sesiones de la Sexta Comisión de la Asamblea General,
llevada a cabo desde el 21 de septiembre al 10 de diciembre de 1948, p. 109.
191
Al respecto, ver especialmente: Nehemiah Robinson, “The Genocide Convention. Its origins as interpre-
tation”, p. 15, quien declara que las víctimas, en tanto que individuos, “son importantes no per se, sino en tanto
miembros de un grupo, al cual pertenecen”.
que resulta difícil, por no decir imposible, de aprehender. Es la razón por la cual,
a falta de la declaración del acusado, su intención puede ser deducida de ciertos
hechos. Por ejemplo, la Sala estima que es posible deducir la intención del geno-
cida habiendo tomado en cuenta la comisión de un acto particular del conjunto
de aquellos perpetrados por el acusado, o incluso del contexto general de la perpe-
tración de otros dirigidos sistemáticamente contra el mismo grupo, bien sea que
esos actos sean cometidos por el mismo agente o por otros. Otros factores, tales
como la cadena de atrocidades cometidas, su carácter general, en una región o país,
o aun el hecho deliberado y sistemático de seleccionar a las víctimas en razón de
su pertenencia a un grupo particular, excluyendo a los miembros de otros, pueden
igualmente permitirle a la Sala deducir de allí la intención genocida.
524. La Sala de Primera Instancia del Tribunal Penal Internacional para la antigua
Yugoslavia también ha indicado que la intención específica del genocidio:
Puede ser inferida de cierto número de elementos, tales como la doctrina ge-
neral del proyecto político que inspiraron los actos susceptibles de encuadrar
en la definición de genocidio, o la repetición de actos de destrucción discrimi-
natorios. La intención puede igualmente deducirse de la perpetración de actos
que constituyan atentados al fundamento del grupo, o aquellos que los autores
consideran como tales, actos que no necesariamente corresponden con los enu-
merados en el parágrafo 4º del artículo 2º, pero que son cometidos en el marco
de una misma línea de conducta.192
Radicado: IT-02-60-T. Asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”. Sentencia
proferida el 17 de enero de 2005 por la Sala de Primera Instancia del TPIY.
192
Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, decisión de la Sala de Primera Instancia I, asuntos
“Radovan Karadzic” (IT-95-5-R61) y “Ratko Mladic” (IT-95-18-R61), Examen del acta de acusación en el marco
del procedimiento del artículo 61 del Reglamento de Procedimiento y Prueba, p. 94.
193
Ibídem, p. 95.
[…]
a) La intención
656. La Sala de Apelaciones ha estimado que “la intención específica exige que el
autor del crimen… desee destruir, en todo o en parte, a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso, como tal”,195 incluso si ha considerado que la existencia de un
plan o de una política no era un elemento jurídico constitutivo del genocidio.196
No basta con que el autor sepa simplemente que la destrucción del grupo resultaría
inevitablemente, o al menos probablemente, de la perpetración del crimen mencio-
nado, el cual debe apuntar a destruir al grupo, en todo o en parte.
b) Destruir
194
La Sala de Primera Instancia observa que la intención particular que supone el genocidio es comunmente
llamada “intención específica”, “intención especial”, dolus specialis o “intención genocida”.
195
Asunto “Jelisic”, p. 46.
196
Ibídem, p. 48.
197
Asunto “Krstic”, par. 25. La destrucción de la identidad sociológica o cultural de un grupo no entra en el marco
de la definición de genocidio en derecho internacional consuetudinario; ibídem, remítese al caso “Krstic”, p. 580.
198
El genocidio cultural entra en el marco de la definición de genocidio formulada en el Proyecto de Convención
sobre el Crimen de Genocidio, preparado por el secretario general, en aplicación de la Resolución del Consejo
Económico y Social del 28 de marzo de 1947, documentos oficiales de la ONU E/447, 26 de junio de 1947, y
en elproyecto de convención elaborado por el Comité Especial del Genocidio, documentos oficiales de la ONU
E/794, 24 de mayo de 1948.
658. La Sala de Primera Instancia observa que estuvo previsto en un inicio que el
genocidio cultural fuera excluido de la definición de genocidio y que, por el con-
trario, nada se opusiera a que la destrucción física o biológica adoptara otra forma
distinta de la muerte de los integrantes del grupo. La Sala de Primera Instancia está
de acuerdo con que en el tribunal, como en otras partes, se han realizado tentativas
para interpretar la noción de destrucción física o biológica en ese sentido.200
[…]
199
Informe de la CDI de 1996.
200
Así, la Sala de Primera Instancia, en el asunto “Krstic”, reconoció que los desarrollos recientes mostraban una
ampliación de la definición del genocidio, con el fin de incluir en éste otras formas de él; asunto “Krstic”, pars. 577
a 579.
201
Opinión que es igualmente compartida por K. KreB, Mûnchner Kommentar zum StGB, Rn. 57, 6, VStGB,
Munich, 2003, y por W. A., Shabas, Genocide in International Law, Cambridge, Cambridge University, 2000,
p. 200, habiendo sido retomada por la Sala de Primera Instancia, en el asunto “Stakic”. Ver asunto “Stakic”, p. 519.
202
Asunto “Krstic”, opinión disidente del juez Shahabuddeen, par. 57.
203
Asunto “Krstic”, par. 31.
662. Las Salas del TPIR también han adoptado una interpretación más amplia del
término “destruir”, incluyendo actos “cuya comisión no comporta la muerte de la
víctima”.204 En el asunto Akayesu, la Sala de Primera Instancia estimó que las viola-
ciones y los actos de violencia sexual participaban en el proceso de destrucción de
los tutsis en tanto grupos, y podían constituir un genocidio. Al respecto consideró:
[…]
204
Asunto “Kayishema”, par. 95.
205
Asunto “Akayesu”, pars. 731 y 732.
206
La Sala de Primera Instancia, en el asunto “Kayishema”, asimismo recordó que para la Comisión de Derecho
Internacional “la intención no debe consistir en la destrucción completa del grupo, alrededor del mundo” (asunto
“Kayishema”, par. 95, el cual remite al Informe de la CDI de 1996, par. 109). El razonamiento de la Sala de Pri-
mera Instancia en el asunto “Akayesu” fue seguido por la Sala de Primera Instancia en el caso Musema (ver asunto
“Musema”, par. 933).
207
Aplicación de la Convención para la Prevención y la Represión del Crimen de Genocidio, “Bosnia-Herze-
govina vs. Yugoslavia (Serbia y Montenegro)”, providencia relativa a las nuevas demandas en relación con las
medidas provisionales. CIJ, Recueil, 1993, pars. 325 a 795.
208
Ibídem, opinión individual del juez Lauterpacht, par. 69.
665. La Sala de Primera Instancia estima que el término “destruir”, que figura en la
definición de genocidio, puede ampliarse al desplazamiento forzado de población.
[…]
667. El artículo 4º del estatuto protege a los grupos nacionales, étnicos, raciales o
religiosos.209 Deriva de la jurisprudencia del tribunal que la identificación de un
grupo nacional, étnico, racial o religioso, se hace tomando como criterio la estigma-
tización de la cual ha sido objeto, especialmente por los autores del crimen, debido
a la percepción que éstos tienen de los rasgos nacionales, étnicos, raciales o reli-
giosos.210 Según la opinión de la Sala de Primera Instancia es, caso por caso, que se
debe determinar el grupo tomado por objetivo, apoyándose a la vez sobre criterios
objetivos y subjetivos.211 La acusación hace valer que el grupo concernido fue aquel
de los musulmanes de Bosnia.212 La Sala de Primera Instancia estima que los musul-
manes de Bosnia son el grupo protegido, en el sentido del artículo 4º del estatuto.213
209
Ver asunto “Brdanin”, par. 682.
210
Asunto “Krstic”, par. 557; “Fiscal vs. Dragan Nikolic”, asunto IT-94-2-R61, examen del acta de acusación en
marco del artículo 61 del Reglamento de Procedimiento y Prueba, Sala de Primera Instancia I, 20 de octubre de
1995, par. 27; asunto “Jelisic”, par. 70.
211
Asunto “Brdanin”, par. 684, citando el asunto “Semanza”, par. 317, así como el asunto “Kajelijeli”, par. 811.
212
Acta de acusación, par. 35.
213
La Sala de Primera Instancia, en el asunto “Krstic”, llegó a las mismas conclusiones en los pars. 559 y 560 de
la sentencia.
668. La Sala de Apelaciones ha juzgado que la expresión “en todo o en parte” exige,
por parte del autor presunto, “la intención de destruir al menos una parte sustan-
cial del grupo protegido”.214 Precisa que “la importancia numérica de la fracción del
grupo debe ser considerada”, no solamente en términos absolutos, sino en relación
con el tamaño del grupo en su conjunto, y su “lugar” en el seno del grupo, elementos
éstos que permiten determinar si la parte del grupo afectada es lo suficientemente
importante para que la condición sea cumplida. La Sala de Apelaciones ha con-
cluido además que “la intención de destruir, presente en el autor del genocidio,
estará siempre limitada por las posibilidades con que cuente. Si ese elemento no
basta para indicar si el mencionado grupo es considerable, se puede apelar a los
demás elementos”.
e) “Como tal”
669. Las víctimas del genocidio deben haber sido tomadas por blanco en razón de
su pertenencia al grupo protegido, incluso si el crimen puede haber obedecido a
otros motivos.215
Así como se ha dicho, la intención específica debe ser aquella de destruir al grupo en
tanto que entidad distinta.
2. Comentario jurisprudencial
El asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu” se inscribe en el genocidio ruandés que se per-
petró en 1994 por parte de facciones hutus contra tutsis y hutus moderados. Los esti-
mativos de víctimas oscilan entre 500 mil y 1 millón de personas.
214
Asunto “Krstic”, par. 12. Ver, igualmente: asunto “Jelisic”, par. 82; Decisión “Sikirika”, relativa a las demandas
de preclusión, pars. 66 a 86; asunto “Krstic”, pars. 590 y 591; asunto “Akayesu”, par. 521; asunto “Semanza”, par.
312; “Fiscal vs. Ferdinand Nahimana, Jean-Bosco Barayagwiza y Hassan Ngeze”, asunto TPIR-99-52-T, juicio y
sentencia del 3 de diciembre de 2003.
215
TPIR, asunto “Eliezer Niyitegeka vs. Fiscalía”, asunto TPIR-96-14-A, sentencia del 9 de julio de 2004,
par. 53.
Dentro de ese contexto, el burgomaestre Jean Paul Akayesu fue acusado de la comisión
de crímenes de genocidio, incitación al genocidio y crímenes de lesa humanidad.
A su vez, el asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic” versa sobre lo suce-
dido alrededor del 6 de julio de 1995, cuando las Fuerzas Armadas de la República de
Srpska (VRS)216 empezaron un ataque en contra del “área segura” de Srebrenica.217 El
ataque continuó hasta el 11 de julio, cuando las fuerzas de VRS entraron al pueblo
de Srebrenica en Bosnia-Herzegovina. La Fiscalía alega que en los días siguientes al
ataque las Fuerzas Armadas de VRS forzaron el desplazamiento, fuera del enclave, de
mujeres y niños bosnios musulmanes de Srebrenica, y capturaron y ejecutaron suma-
riamente, y enterraron, cerca de 7.000 hombres bosnios musulmanes pertenecientes al
enclave de Srebrenica.
216
La creación de la República Srpska, entidad territorial serbobosnia, está estrechamente vinculada al inicio de
la guerra en Bosnia-Herzegovina. Su origen se remonta a la República Federal Socialista de Yugoslavia (SFRJ),
antes de 1990, compuesta por seis repúblicas: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro y
República de Macedonia. Por diversos factores, su desintegración comenzó con la independencia de Eslovenia y
Croacia. En un principio fue denominada República Serbia de Bosnia y Herzegovina, y luego declarada Repú-
blica Srpska, por la Asamblea del pueblo serbio de Bosnia y Herzegovina, el 9 de enero de 1992.
Con el fin de mantener el dominio sobre todo Bosnia-Herzegovina, y la consolidación de la mencionada Re-
pública, las fuerzas serbobosnias cometieron todo tipo de delitos contra la población civil, incluyendo limpieza
étnica, violaciones masivas y genocidio. El Estado bosnio creó su propia fuerza militar, el Ejército de Bosnia-
Herzegovina (ARBiH), y la comunidad croata, su propio Estado, la República Croata de Herzeg-Bosnia, y su
ejército, el Consejo Croata de Defensa (HVO). Tras incruentas operaciones militares que enfrentaron, primero a
bosnios contra croatas, en Bosnia central, y luego a una alianza de éstos contra los serbobosnios, la ONU decidió
intervenir, creando un cuerpo especial (Unprofor), compuesto por fuerzas de varios países, para intentar detener
la guerra.
217
La masacre de Srebrenica, también conocida como genocidio de Srebrenica, consistió en el asesinato de
aproximadamente unas 8.000 personas de etnia bosnia en la región de Srebrenica, en julio de 1995, durante la
guerra de Bosnia. Dicho asesinato masivo, llevado a cabo por unidades del Ejército de la República Srpska, el
VRS, bajo el mando del general Ratko Mladić, así como por un grupo paramilitar serbio conocido como Los
Escorpiones, se produjo en una zona previamente declarada como “segura” por las Naciones Unidas, ya que en ese
momento se encontraba bajo la “protección” de 400 cascos azules holandeses.
La expresión “genocidio” fue acuñada por Lemkin durante la Segunda Guerra Mundial
para referirse al holocausto judío. La palabra se compone del término griego genos, que
significa raza, y de la expresión latina caedere, que alude a la acción de matar. Según este
autor, el genocidio se caracteriza por atacar las condiciones de vida de un grupo humano
con el fin de exterminarlo.219
En 1946 la Asamblea General de la ONU adoptó la Resolución 96, titulada “El crimen
de genocidio”, texto en el cual lo califica en términos de “crimen de derecho internacio-
nal”, procediendo a esbozar algunos de sus elementos:
No sería entonces sino hasta 1948 cuando se estipularía, en el texto de un tratado in-
ternacional, el genocidio como un crimen internacional autónomo. En tal sentido, la
Convención sobre la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio vino a formular,
por primera vez en el derecho internacional, una definición de las características de
este comportamiento delictual, la cual se ha conservado tanto en los estatutos de los
tribunales penales internacionales ad hoc, como en el Estatuto de Roma de la CPI,
habiendo además sido calificada como norma consuetudinaria por la Corte Interna-
cional de Justicia.221
218
Sobre el concepto de actus reus, Van Sliedregt explica que este elemento objetivo y externo del delito se con-
forma por tres elementos, a saber: la conducta, sus consecuencias y las circunstancias en las cuales aquélla fue
perpetrada. Se puede tratar, a su vez, de acciones u omisiones. Cf. Sliedregt, E. van, The criminal responsability of
individuals for violations of International Humanitarian Law, La Haya: TMC Asser, 2003, p. 53.
219
Lemkin, R., Axis Rule in Occupied Europe: Laws of Occupation, Analysis of Government, Proposal for Redress,
Washington, Carnegie Endowment for International Peace, 1944.
220
Llama la atención, por supuesto, la alusión que realizó la Asamblea General a los grupos políticos, los cuales
finalmente no quedaron incluidos en el texto de la Convención contra el Genocidio de 1948.
221
CIJ, opinión consultiva del 28 de mayo de 1951, “Reservas a la Convención sobre la Prevención y el Castigo
del Delito de Genocidio”, en ICJ Reports, p. 23.
Importa igualmente destacar que, desde el punto de vista temporal, la comisión del
crimen de genocidio no presupone la existencia de un conflicto armado interno o inter-
nacional; tampoco se exige demostrar que el acto genocida individual se inscribe en un
ataque masivo o sistemático contra la población civil, aunque, en la práctica, así suceda.
Autores como Schabas224 sostienen que estos cuatro grupos adolecen de problemas de
precisión; en cierta forma se sobreponen, y en últimas su delimitación dependerá de pro-
cesos de percepción social. En tal sentido, Cassese225 explica que calificar a determinada
colectividad en términos de grupo nacional, étnico, racial o religioso podrá responder
a la aplicación de elementos objetivos (verbigracia, las características morfológicas, la
lengua, las costumbres, las tradiciones, etcétera). Sin embargo, también es posible re-
currir a criterios subjetivos, a partir de procesos sociales de adscripción, es decir, cuando
una colectividad se ve a sí misma como diferente de otra (self identification), o cuando
los agresores los perciben como distintos (identification by others). Ambos criterios
han sido acogidos por la jurisprudencia penal internacional.226
222
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, p. 314.
223
Ibídem, p. 317.
224
Shabas, W., Genocide in international law. The crime of crimes, segunda edición, New York, Cambridge Uni-
versity, 2000, p. 102.
225
Cassese, A., International Criminal Law, London, Oxford University, 2003, p. 96.
226
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, p. 319.
En efecto, en algunos casos, el TPIY se ha inclinado por el criterio subjetivo, ante las
dificultades teóricas y prácticas que plantean los factores objetivos. Así, en el asunto
“Fiscal vs. Jelisic”, fallado el 14 de diciembre de 1999, la Sala de Primera Instancia de
aquel tribunal sostuvo lo siguiente:
71. Tal estigmatización del grupo puede efectuarse según criterios positivos o
negativos. Una “aproximación positiva” consistirá para los autores del crimen en
distinguir del grupo aquello que estiman constituyen las características naciona-
les, étnicas, raciales o religiosas propias de ese grupo. Una “aproximación negativa”
consistirá en identificar a los individuos como extraños al grupo al cual los autores
del crimen consideran pertenecen y que presentan, según ellos, unas características
nacionales, étnicas, raciales o religiosas propias; el conjunto de individuos, así re-
chazados, constituyen, por exclusión, un grupo distinto.227
227
TPIY, IT-95-10, asunto “Fiscal vs. Jelisic”, sentencia proferida el 14 de diciembre de 1999, pars. 70 y 71.
228
CIJ, asunto “Lichtenstein vs. Guatemala (asunto “Nottebohm”), 6 de abril de 1955, recueil, 1955.
229
Schabas, W., “Le genocide”, en Droit International Pénal, París, Pedone, 2005.
No obstante lo anterior, señalemos que, en la práctica, las diferencias entre los grupos
étnicos y raciales no son evidentes. De hecho, la Convención Internacional sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, parece equipararlos:
Artículo 1º.
230
TPIR-96-4-T, asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiembre de 1998 por la Sala
de Primera Instancia, p. 514.
231
Planzer, A., Le crime de genocide, París, LGDJ, 1956, p. 45.
232
Werle, G., ibídem, p. 325.
Ahora bien, la convención de 1948 trae como primer acto genocida la “matanza de
miembros del grupo”. Al respecto, en el texto de los elementos de los crímenes de la CPI,
tal conducta se describe de la siguiente manera:
Artículo 6a)
Genocidio mediante matanza
Elementos
2. Que esa persona o personas hayan pertenecido a un grupo nacional, étnico, racial
o religioso determinado.
Al respecto, como se comenta en el asunto “Fiscal vs. Akayesu”, se presentó una dis-
cusión en relación con los textos del estatuto del TPIY y de la Convención contra el
Genocidio debido a que en la versión francesa se emplea el término meurtre, es decir,
un homicidio intencional, en tanto que en la inglesa se emplea el término killing, el cual
comprende cualquier homicidio, sea intencional o no.233 Ante tal diferencia, los jueces
penales internacionales decidieron acoger la versión francesa de los instrumentos inter-
nacionales, por cuanto es más acorde con la naturaleza del genocidio.
Como segundo acto genocida, la convención de 1948 trae la “lesión grave a la integri-
dad física o mental de los miembros del grupo”. Al respecto, los elementos de los críme-
nes de la CPI definen tal comportamiento de la siguiente forma:
233
Acerca de los problemas que se han suscitado en los tribunales penales internacionales en relación con las
versiones, en diversos idiomas, de los textos normativos aplicables, ver: Ramelli, A., “La globalización en la ju-
risprudencia de los tribunales penales internacionales”, en: El derecho en el contexto de la globalización, Bogotá,
Universidad Externado de Colombia, 2007.
Artículo 6b)
Genocidio mediante lesión grave a la integridad física o mental
Elementos
1. Que el autor haya causado lesión grave a la integridad física o mental de una o
más personas.
2. Que esa persona o personas hayan pertenecido a un grupo nacional, étnico, racial
o religioso determinado.
Ahora bien, ¿qué se entiende por lesión grave a la integridad física de una persona? La
Sala de Primera Instancia del TPIR, en el asunto “Fiscal vs. Kayushema y Ruzindana”,
en sentencia del 21 de mayo de 1999, consideró:
108. La expresión atentado grave contra la integridad física debe ser apreciada caso
por caso, apoyándose en el sentido común. En el asunto “Akayesu”, la Sala concluyó
que el hecho de que un atentado grave pueda versar sobre la integridad física de una
víctima no implica, necesariamente, que sus efectos sean permanentes e irreversi-
bles.234 Además, consideró que los actos de violencia sexual, la violación, las muti-
laciones y los interrogatorios con golpizas, o las amenazas de muerte, constituyen
hechos asimilables a los atentados graves contra la integridad física de la persona. La
Sala hace suyas tales conclusiones.
109. La Sala considera que, en un sentido amplio, la expresión atentado grave con-
tra la integridad física sobrepasa tal explicación. Así, puede ser interpretada como
concerniente a un acto que implica un atentado grave contra la salud de la víctima o
que tiene por efecto su desfiguración o provocar alteraciones graves de sus órganos,
internos o sensoriales.235
TPIR-95-1-T, asunto “Fiscal vs. Kayishema y Ruzindana”, sentencia proferida el 21 de mayo de 1999 por la
235
Al respecto Werle236 comenta que la causación de lesiones físicas graves a los integrantes
del grupo no requiere que sea duradera ni irreversible, pero tampoco puede tratarse de
una meramente pasajera.
A su vez, la expresión “atentado grave contra la integridad mental” ha sido fuente de dis-
cusiones en la jurisprudencia del TPIR. Así, en el citado asunto “Fiscal vs. Kayushema
y Ruzindana”, el órgano de acusación sostenía que el atentado contra la integridad men-
tal no resultaba, necesariamente, de uno físico contra la víctima. Como apoyo a su tesis,
citaba los trabajos preparatorios de la Convención contra el Genocidio, según los cuales
el atentado contra la integridad mental iba más allá de uno “menor o temporal contra
las facultades mentales”. De tal suerte que, para el fiscal, el hecho de inspirar a la víctima
miedo o terror extremos, de intimidarla o amenazarla, podía constituir un atentado
grave con su integridad mental. Por el contrario, la defensa de los acusados sostenía que
se trataba de simples tentativas de homicidio, mas no de hechos constitutivos de geno-
cidio. Finalmente, la Sala concluyó:
113. La Sala considera que la expresión atentado grave contra la integridad men-
tal debe ser interpretada caso por caso, a la luz de los principios generales del
derecho.237
Artículo 6c)
Elementos:
TPIR-95-1-T, asunto “Fiscal vs. Kayishema y Ruzindana”, sentencia proferida el 21 de mayo de 1999 por la
237
2. Que esa persona o personas hayan pertenecido a un grupo nacional, étnico, racial
o religioso determinado.
3. Que el autor haya tenido la intención de destruir, total o parcialmente, a ese
grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal.
4. Que las condiciones de existencia hayan tenido el propósito de acarrear la des-
trucción física, total o parcial, de ese grupo.
5. Que la conducta haya tenido lugar en el contexto de una pauta manifiesta de
conducta similar dirigida contra ese grupo o haya podido por sí misma causar esa
destrucción.
Se trata, en pocas palabras, de acciones que no matan de forma inmediata a los inte-
grantes del grupo pero, que con el tiempo, conducen a tal resultado. Así por ejemplo,
en la citada sentencia del asunto “Fiscal vs. Kayushema y Ruzindana”, la Sala de Primera
Instancia del TPIR describió tal conducta en los siguientes términos:
115. La Sala hace suya la exposición de motivos del proyecto de convención, ela-
borada por el secretario de la ONU, que interpreta ese concepto como una si-
tuación en la cual se condena a los miembros de un grupo a morir a fuego lento,
especialmente, privándolos de alojamiento y de vestidos adecuados; rehusándoles
el acceso a instalaciones sanitarias y a cuidados médicos, o sometiéndolos a traba-
jos excesivos…238
116. La Sala considera que la expresión “sometimiento intencional del grupo a con-
diciones de existencia que comporten su destrucción física total o parcial”, com-
prende igualmente unos métodos de destrucción que no implican inmediatamente
la muerte de los miembros del grupo. Hace suya la interpretación evocada ante-
riormente, la cual considera que las condiciones de existencia apuntadas incluyen,
especialmente, la violación, la privación de alimento, la reducción de los servicios
sanitarios, por debajo de los mínimos requeridos, así como la detención excesiva en
locales cuya superficie es insuficiente, en la medida en que tales actos comportan la
destrucción del grupo, en forma total o parcial.239
Artículo 6d)
Genocidio mediante la imposición de medidas destinadas a impedir nacimientos.
Elementos:
1. Que el autor haya impuesto ciertas medidas contra una o más personas.
2. Que esa persona o personas hayan pertenecido a un grupo nacional, étnico, racial
o religioso determinado.
3. Que el autor haya tenido la intención de destruir, total o parcialmente, a ese
grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal.
4. Que las medidas impuestas hayan estado destinadas a impedir nacimientos en el
seno del grupo.
5. Que la conducta haya tenido lugar en el contexto de una pauta manifiesta de
conducta similar dirigida contra ese grupo o haya podido por sí misma causar esa
destrucción.
Aunado a lo anterior, en el asunto “Fiscal vs. Akayesu”, el TPIR precisó que “en el con-
texto de las sociedades patriarcales, donde la pertenencia al grupo es dictada por la
identidad del padre, un ejemplo de medida destinada a entrabar los nacimientos en el
seno de un grupo es aquella donde, durante la violación, una mujer de dicho grupo es
deliberadamente inseminada por un hombre de otro grupo, con la intención de que
se dé a luz a un niño que no pertenecerá al grupo de su madre”.240 Así mismo, la Sala
precisó que las medidas también pueden ser de carácter mental cuando, por ejemplo, la
violación apunte “a entrabar los nacimientos cuando la persona violada se rehúsa subse-
cuentemente a procrear, al igual que los miembros de un grupo pueden ser llevados por
amenazas o traumatismos infligidos a no procrear”.241
Artículo 6e)
Genocidio mediante el traslado por la fuerza de niños.
Elementos:
2. Que esa persona o personas hayan pertenecido a un grupo nacional, étnico, racial
o religioso determinado.
6. Que el autor supiera, o hubiera debido saber, que los trasladados eran menores
de 18 años.
7. Que los actos hayan tenido lugar en el contexto de una pauta manifiesta de
conducta similar dirigida contra ese grupo o haya podido por sí misma causar esa
destrucción.
Como se puede advertir, se acoge la definición de “niño” como aquel menor de 18 años
de edad, es decir, en los mismos términos que la Convención de Derechos del Niño de
1989.242 Así mismo, en el asunto “Fiscal vs. Akayesu”, el TPIR precisó lo siguiente:
“Artículo 1º. Para los efectos de la presente convención, se entiende por niño todo ser humano menor de die-
ciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad”.
243
Asunto “Akayesu”, ob. cit., par. 509.
Por su parte, Drost244 comenta que el traslado por la fuerza de niños de un grupo a otro
constituye una forma de genocidio cultural, por cuanto se trata de que ellos sean educa-
dos en un ambiente social y lingüístico ajeno a sus costumbres ancestrales. Así pues, en
la actualidad, se presenta un debate entre quienes, como Drost, sostienen la existencia
del denominado “genocidio cultural”, en tanto que la jurisprudencia penal internacional
se inclina por la postura según la cual sólo existe el genocidio físico del grupo.245
Así las cosas, los actos genocidas deben haber sido cometidos sobre un individuo
en particular, en razón de que pertenece a un grupo determinado y en razón de tal
circunstancia,246 de tal suerte que el acto incriminado, en últimas, es cometido con el
propósito de destruir total o parcialmente al grupo. En otras palabras, la víctima es es-
cogida, no en función de su identidad personal, sino en razón de su pertenencia étnica,
racial, religiosa o nacional. De allí que la víctima es, en definitiva, más que el individuo
tomado aisladamente, el grupo al que pertenece. Al respecto, en el asunto “Fiscal vs.
Akayesu”, se dijo:
244
Drost, P., The crime of State, Leyden, A. W. Sythoff, 1959.
245
Ver por ejemplo, TPIY, asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”, ob. cit., par. 657.
246
Cassese, A., “On the use of Criminal Law notions in determining State responsibility for genocide”, en Jour-
nal of International Criminal Justice, 2007.
247
Asunto “Akayasu”, ob. cit., par. 523.
Autores como Werle252 consideran además que, debido a sus específicas particularidades
como grupo nacional, étnico, racial o religioso, no basta con que el autor ataque a indi-
viduos pertenecientes a ellos, sino que lo haga precisamente debido a tal pertenencia.
657. La Sala de Primera Instancia observa que estuvo previsto en un inicio que el
genocidio cultural fuera excluido de la definición de genocidio y que, por el con-
trario, nada se opusiera a que la destrucción física o biológica adoptara otra forma
distinta de la muerte de los integrantes del grupo. La Sala de Primera Instancia está
de acuerdo con que en el Tribunal, como en otras partes, se han realizado tentativas
para interpretar la noción de destrucción física o biológica en ese sentido.253
248
Maison, R., “Le crime de génocide dans les premiers jugements du tribunal pénal international pour le
Rwanda”, en RGDIP, t. 103, vol. 1, 1999, pp. 129-145.
249
TPIR- 95-1A-T, asunto “Fiscal vs. Bagilishema”, sentencia proferida el 7 de junio de 2001 por la Sala de Pri-
mera Instancia I, par. 63.
250
En relación con la crisis en Sudán y su calificación en términos de genocidio, ver especialmente: Decaux, E,
“La crise du Darfour. Chronique d’un génocide annoncé”, En: AFDI, 2004, p. 744.
251
TPIY, IT-95-10-T, asunto “Fiscal vs. Jelisic”, sentencia proferida el 14 de diciembre de 1999 por la Sala de
Primera Instancia I, par. 80.
252
Werle, ob. cit., p. 338.
253
TPIY, asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”, ob. cit., par. 657.
Así mismo, la jurisprudencia del TIYR254 ha estimado que esa intención de destruir
total o parcialmente al grupo debe entenderse como una voluntad de acabar con el
grupo en tanto entidad separada y distinta, y “no simplemente contra algunos indivi-
duos en razón de su pertenencia al grupo”.255 Se debe entonces tratar de la intención de
destruir “una parte sustancial del grupo”.256
Así mismo, en el asunto “Fiscal vs. Jelisic”, la Sala de Primera Instancia del TPIY explicó
que la destrucción del grupo podía ser analizada desde dos perspectivas: desde el punto
de vista de acabar con un número muy elevado de sus integrantes (hipótesis de la des-
trucción masiva del grupo); o bien, la destrucción de un número menos amplio de inte-
grantes, pero seleccionados en razón del impacto que con su desaparición se le causará
al grupo (hipótesis de la destrucción selectiva del grupo). En definitiva, lo importante
es la eficacia que sobre la existencia del grupo pueda tener la eliminación parcial de éste
(verbigracia, ataques contra líderes religiosos, espirituales, sociales, etcétera).
254
Maison, R., “Le crime de génocide dans les premiers jugements du tribunal pénal international pour le
Rwanda”, en RGDIP, vol. 1, t. 103, 1999, pp. 129-145.
255
TPIR, asunto “Fiscal vs. Bagilishema”, ob. cit., par. 123.
256
Ibídem.
257
TPIY, Sala de Primera Instancia, sentencia del 14 de diciembre de 1999, asunto “Fiscal vs. Jelisic”.
258
Ibídem.
259
Sobre el asunto “Fiscal vs. Omar Al-Bashir”, cf. Vyver, J. van Der, “International Criminal Court decision on
the standard of proof of mens rea for genocide”, en AJIL, vol. 104, julio de 2010, pp. 461-467.
260
Sobre las discusiones acerca del crimen de genocidio, en la Conferencia de Roma de 1998 y en la Asamblea
de los Estados Partes, cf. Hebel, H. von y Robinson, D., “Crimes within the jurisdiction of the Court”, en The
International Criminal Court. The making of the Rome Statute. Issues, negotiatins, Results, La Haya, 1999, p. 89.
261
CPI, Sala de Cuestiones Preliminares I, fiscal C. Al-Bashir, ICC-02/05-02/09, “Decision on the Prosecution’s
Application for a Warrant of Arrest against Omar Hassan Ahmad Al-Bashir”, 4 de marzo de 2009.
262
Ambos, K. y Bohm, “Una explicación criminológica del genocidio: la estructura del crimen y el requisito de
la ‘intención de destruir’”, en Revista Penal, núm. 26, junio 2010. Ver igualmente, Ambos K., “¿Qué significa la
‘intención de destruir’ en el delito de genocidio?”, en Revista Penal, núm. 26, julio de 2010.
263
Sobre la investigacion judicial de casos relacionados con pueblos indígenas, cf. Sánchez Botero, Esther y
ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, El peritaje antropológico, justicia en clave cultural,
Bogotá, Alvi, 2010.
Sobre la contextualización histórica y de comisión de delitos contra pueblos indígenas de la Sierra Nevada de
Santa Marta, cf. Fundación Cultura Democrática, Cuando la madre tierra llora: crisis en derechos humanos y
humanitaria en la Sierra Nevada de Gonawindúa (Santa Marta) 2003-2008, ProFis-GTZ-Embajada de la Repú-
blica Federal de Alemania, 2009.
264
Sobre la situación de los afrodescendientes en el conflcito armado, cf. ProFis-GTZ-Embajada de la República
Federal de Alemania e Indepaz, Memorias: diplomado comunidades afrocolombianas y memoria histórica en el
marco de justicia y paz, Bogotá, Alvi, 2010.
265
Sobre los antecedentes en el Código Penal de este delito, cf. ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal
de Alemania, Delitos en justicia y paz: legislación en la línea del tiempo, Bogotá, Milla, 2009.
Artículo II Capítulo I
En la presente convención se entiende por Artículo 101. Genocidio. El que con el
genocidio cualquiera de los actos mencio- propósito de destruir total o parcial-
nados a continuación, perpetrados con la mente a un grupo nacional, étnico,
intención de destruir, total o parcialmente, racial, religioso o político, por razón de su
a un grupo nacional, étnico, racial o reli- pertenencia al mismo, ocasionare la muerte
gioso, como tal: de sus miembros, incurrirá en prisión
de cuatrocientos ochenta (480) meses a
a) Matanza de miembros del grupo; seiscientos (600) meses; en multa de dos
b) Lesión grave a la integridad física o mil seiscientos sesenta y seis punto sesenta
mental de los miembros del grupo; y seis (2.666.66) a quince mil (15.000) sa-
larios mínimos mensuales legales vigentes
c) Sometimiento intencional del grupo y en interdicción de derechos y funciones
a condiciones de existencia que hayan públicas de doscientos cuarenta (240) a
de acarrear su destrucción física, total trescientos sesenta (360) meses.
o parcial; La pena será de prisión de ciento sesenta
d) Medidas destinadas a impedir los (160) a cuatrocientos cincuenta (450)
nacimientos en el seno del grupo; meses, la multa de mil trescientos treinta y
tres punto treinta tres (1.333.33) a quince
e) Traslado por fuerza de niños del mil (15.000) salarios mínimos legales
grupo a otro grupo. vigentes y la interdicción de derechos y
funciones públicas de ochenta (80) a dos-
Artículo III cientos setenta (270) meses cuando con el
mismo propósito se cometiere cualquiera
Serán castigados los actos siguientes: de los siguientes actos:
a) El genocidio; 1. Lesión grave a la integridad física o
mental de miembros del grupo.
b) La asociación para cometer
genocidio; 2. Embarazo forzado.
Como se puede observar, el tipo penal colombiano: 1) consagra los grupos tradicionales
atacados mediante actos genocidas, adicionando al listado a los “grupos políticos”; 2) in-
troduce un elemento subjetivo, en el sentido de que el ataque se lleve contra los integrantes
del grupo “en razón de su pertenencia al mismo”; 3) en vez de aludir a la “matanza de los
miembros del grupo”, se refiere a la “muerte de sus miembros”; y 4) introduce como ele-
mento adicional de los comportamiento genocidas al “embarazo forzado”.
Bien es sabido que la Convención contra el Genocidio de 1948 no consagra a los grupos
políticos en tanto víctimas de tal crimen internacional; otro tanto sucede con los estatu-
tos de los tribunales penales internacionales ad hoc y con el Estatuto de Roma de la CPI;
de allí que no se cuente con referentes normativos derivados de la legalidad internacional,
ni con jurisprudencia penal internacional que aclare qué debe entenderse por aquéllos.
De igual manera, no existe una disposición de derecho interno que ayude a aclarar qué
se entiende por ellos. ¿Significa acaso lo anterior que no se pueden investigar tales delitos
en Colombia? Consideramos que sí, recurriendo a diversas herramientas interpretativas,
como son: 1) los antecedentes del tratado internacional; 2) los comentarios de la doc-
trina especializada; 3) la jurisprudencia constitucional, y 4) la voluntad del legislador.
Así pues, ¿por qué razones no figuran los “grupos políticos” dentro del espectro de pro-
tección de la Convención contra el Genocidio de 1948? Las razones para tal omisión
aparecen resumidas en el texto del llamado “Informe Whitaker”266, rendido en 1985
por este relator de la extinta Comisión de Derechos Humanos de la ONU:
266
Acerca de los debates que se presentaron en relación con los grupos políticos, cf. Martín, F., “The notion of
‘protected group’ in the Genocide Convention and its application”, en The UN Genocide Convention. A com-
mentary. Oxford: Oxford University, 2009, p. 115.
La protección de los grupos políticos y de otros grupos puede ser asegurada por
fuera de la convención, de conformidad con la respectiva legislación interna y la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.267
En el mismo “Informe Whitaker” se resumen las razones que defendieron los Estados
que consideraban necesaria la inclusión de los grupos políticos dentro del texto de la
Convención contra el Genocidio:
267
E/CN.4/Sub.2/1985/6, 2 july 1985. Revised and updated report on the question of prevention and punishment
of the crime of genocide prepared by Mr. B. Whitaker.
Una posible solución al problema del asesinato de grupos políticos y otros, que fue
considerada ante la ausencia de consenso, podría ser aquella de incluirlos en un
protocolo adicional.268
Al dejar a los grupos políticos más allá de la supuesta protección los autores de la
convención también crearon una amplia y peligrosa laguna para que cualquier go-
bierno escape a sus deberes frente al tratado, ejecutando el genocidio bajo el amparo
de medidas ejecutivas adoptadas contra grupos políticos por razones de seguridad,
orden público y otras razones de Estado. Si quizás razones políticas no puedan ser
aducidas como tales, el pretexto para la adopción de medidas genocidas adoptadas
contra un grupo protegido bajo el artículo II probablemente será el de que la polí-
tica gubernamental apunta a defender ámbitos económicos, sociales o culturales. El
carácter nacional, étnico, racial o religioso del grupo, en tales casos, no constituye el
objeto de los alegados actos de destrucción, pero se dice que las medidas son adop-
tadas contra las mismas personas en tanto son miembros de uno económico, social
o cultural (grupos desprotegidos)… el crimen de genocidio es, en su más grave mo-
dalidad, la deliberada destrucción física de la vida de seres humanos en razón de su
pertenencia a cualquier colectividad humana como tal.
Ibídem.
268
Por el contrario, limitar la protección penal a los grupos políticos que actuaran “dentro
del marco de la ley”, fue considerado por la Corte inaceptable, en especial, por contra-
riar el principio de ley scripta et certa, e igualmente, por desconocer en forma flagrante
las garantías “de respeto irrestricto de los derechos a la vida y a la integridad personal
que deben reconocerse por igual a todas las personas, ya que respecto de todos los seres
humanos tienen el mismo valor”.
270
Tal postura fue asumida por la Corte en sentencia C-148 de 2005, cuando consideró: “En el ámbito interno
cabe hacer énfasis en que la tipificación del delito de genocidio no obedece exclusivamente al cumplimiento de los
compromisos internacionales a que se ha hecho referencia o al acatamiento de normas que como la prohibición
del exterminio selectivo hacen parte del ius cogens, sino que halla fundamento en la Constitución misma, la cual
reconoce el derecho a la vida como inviolable (art. 11, CP) al tiempo que impone al Estado el deber de garantizar
la diversidad étnica y cultural (art. 7, CP), la libertad religiosa (art. 19, CP), el derecho de asociación (art. 38,
CP), la conformación de movimientos o grupos políticos (art. 40.3, CP) y proscribe la discriminación por razo-
nes de raza, sexo, origen nacional, lengua, religión, opinión política o filosófica (art. 13, CP).
101 de la ley 599 de 2000, es decir, un elemento que igualmente no coincide con la defi-
nición que de genocidio trae la convención de 1948, motivo por el cual, precisamente,
fue demandada su inexequibilidad.
Al respecto la Corte consideró que la Convención contra el Genocidio hace parte del
bloque de constitucionalidad, en virtud de lo establecido en los artículos 93 y 214.2 su-
periores. Igualmente, precisó que el artículo 6º del Estatuto de Roma, mediante el cual
se tipifica el crimen de genocidio a efectos de la competencia de la CPI, se incorpora
al bloque de constitucionalidad, por cuanto “recoge integralmente el contenido de la
Convención para Prevenir y Sancionar el Genocidio”. Y a renglón seguido adujo:
Sin embargo, advierte la Corte, lo anterior “no implica que todas las normas del Es-
tatuto de Roma hagan parte del bloque de constitucionalidad per se”, pues es claro
que dicha normatividad tiene un marco de aplicación particular y concreto en vir-
tud del principio de complementariedad frente a la legislación nacional. Tampoco
supone que todos los tratados de derecho internacional que consagran el deber de
tipificar ciertos delitos se integren al bloque de constitucionalidad, pues no todos
se relacionan con la protección directa de derechos humanos o del derecho interna-
cional humanitario (énfasis agregado).
En tal sentido, un primer interrogante puede ser: ¿debemos acoger un concepto amplio,
o restrictivo, del vocablo “grupo político”? Es decir, una noción amplia, quizá dema-
siado, podría apuntar a comprender dentro de tal categoría a todas aquellas personas
que comparten, en un momento histórico determinado, una ideología. Tal compren-
sión, efectivamente, presentaría serios problemas en términos de identificación de los
miembros del grupo.
Pues bien, la Corte considera que una adecuada interpretación de las señaladas
disposiciones constitucionales debe partir por precisar el sentido y el alcance de
los conceptos de ciudadano, miembro de un partido o movimiento político e inte-
grante de un partido o movimiento político que ejerce un cargo de representación
popular, categorías que demuestran diversos grados de intensidad en la participa-
ción del ciudadano en el funcionamiento de los partidos políticos modernos.
Así las cosas, se podría sostener que integran un “grupo político”: los militantes y los
elegidos por un partido político.
En definitiva, para el caso colombiano, los grupos políticos estarían conformados por
los militantes de un partido político y quienes fueron elegidos por él. Por el contra-
rio, resulta más cuestionable y controversial calificar en términos de grupos políticos
determinadas asociaciones civiles, tales como los sindicatos, las organizaciones no gu-
bernamentales, las organizaciones cívicas, etcétera. En estos últimos casos, los ataques
sistemáticos contra sus integrantes pueden constituir crímenes de lesa humanidad.
Ver al respecto: Gaceta del Congreso 189, del 6 de agosto de 1998, “Proyecto de ley por el cual se expide el Có-
272
digo Penal”, exposicion de motivos. Ver, igualmente: Ramelli, A., “Aproximación crítica al nuevo Código Penal
en materia de derecho internacional humanitario”, en XXIII Jornadas Internacionales de Derecho Penal, Bogotá,
Universidad Externado de Colombia, 2001, pp. 331 y ss.
1) Debido a la historia del conflicto armado interno, las investigaciones penales por
la comisión de crímenes de genocidio podrían concentrarse, prima facie, en ataques
contra poblaciones indígenas y afrodescendientes. En efecto, se trata de grupos ra-
ciales definidos, identificables y estables, quienes han sido víctimas del accionar de
los actores del conflicto, situación que ha sido denunciada por relatores de Nacio-
nes Unidas273 y diversas ONG. Con todo, la dificultad en estos casos estribará en
demostrar la existencia del dolus specialis del genocidio, es decir, que el ataque fue
motivado por la pertenencia de las víctimas al grupo, y no por otra clase de razo-
nes (verbigracia, obtener el control sobre territorios estratégicos para actividades
de narcotráfico, desarrollar proyectos productivos lícitos a gran escala, etcétera).
En otras palabras, no bastará con demostrar la existencia de un número elevado de
víctimas, que de hecho existen, para imputar cargos por genocidio.
2) Las investigaciones penales que se adelanten por genocidio, al igual que aque-
llas por crímenes de lesa humanidad, deberán seguir unos parámetros distintos a
los empleados para los casos de delitos comunes. En efecto, los genocidios, aunque
expresamente no lo prevea así la convención de 1948, en la práctica suelen presen-
tar un carácter masivo o sistemático. De allí que los programas metodológicos y la
estructura misma de las unidades investigativas de la Fiscalía deberán ajustarse a
efectos de demostrar la concurrencia de los elementos material (actus reus) y subje-
tivo (mens rea) del genocidio.
273
Ver al respecto el documento A/HRC/15/34, del 8 de enero de 2010, Consejo de Derechos Humanos, “La
situación de los pueblos indígenas en Colombia: seguimiento realizado por el anterior relator especial”, Gine-
bra, 2010.
Los hechos alegados por los peticionarios exponen una situación que comparte
muchas características con el fenómeno del genocidio y se podría entender
que sí lo constituyen, interpretando este término de conformidad con su uso
corriente. Sin embargo, la comisión ha llegado a la conclusión de que los he-
chos alegados por los peticionarios no caracterizan, como cuestión de derecho,
que este caso se ajuste a la definición jurídica actual del delito de genocidio,
consignada en el derecho internacional. Por lo tanto, en el análisis de los méri-
tos del caso, la comisión no incluirá la alegación de genocidio.
[…]
Por lo tanto, la comisión concluye que los peticionarios han presentado hechos
e información que tiende a caracterizar una pauta de persecución política con-
tra la Unión Patriótica y su práctica, con el objetivo de exterminar el grupo,
y la tolerancia de esa práctica por parte del Estado de Colombia. En el caso
Velásquez Rodríguez, la Corte estableció jurisprudencia importante con res-
pecto a los criterios de valoración de los reclamos por violaciones de derechos
humanos fundamentados en una pauta o práctica a la luz de las disposiciones
de la convención. La Corte opinó que sí se puede demostrar que existió una
práctica gubernamental de violaciones graves a los derechos humanos llevada a
cabo por el gobierno, o al menos tolerada por él, y si la violación alegada en un
caso concreto se puede vincular con ella, se determinará que hubo violación en
el caso en cuestión.
En este orden de ideas, aunque la CIDH no admitió el cargo por genocidio contra
el Estado colombiano, resulta importante que este órgano internacional haya sos-
tenido que los hechos alegados por los peticionarios se enmarcaban en un uso co-
rriente del término, por cuanto demuestran la existencia de una persecución contra
un grupo. En otras palabras, se podría sostener que para la CIDH sí existió, prima
facie, un genocidio contra un grupo político, aunque finalmente se declare incom-
petente para conocer de éste por cuanto el tratado internacional al cual se remite la
CADH no comprende a los grupos políticos.
4) La dificultad que existe para adelantar una investigación penal por el genoci-
dio de la Unión Patriótica, sucedido antes del año 2000, consiste en determinar si
con ello se violaría el principio de legalidad penal. Me explico. Incluso acogiendo
una tesis extensiva del principio de legalidad penal, en los términos del artículo 15
del PIDCP, según el cual lo importante es la preexistencia de normas internas o
internacionales que sancionen el comportamiento, el referente normativo termi-
naría siendo igualmente la Convención contra el Genocidio de 1948, instrumento
internacional que, como se ha explicado, no comprende el genocidio contra grupos
políticos. De allí que investigar a una persona por genocidio contra grupos políti-
cos por hechos sucedidos antes del año 2000 desconocería la legalidad interna e
internacional.
2.5. Bibliografía
__. “On the use of Criminal Law notions in determining State responsibility for geno-
cide”, en: Journal of International Criminal Justice, 2007.
__, A. “The Nicaragua and Tadic test revisted in light of the ICJ judgment on genocide
in Bosnia”,en EJIL, vol. 18, núm. 4, 2007.
Corten, O. “L’arrêt rendu par la CIJ dans l’affaire du crime du génocide (Bosnie-
Herzégovine c. Serbie): vers un assouplissement des conditions permettant d’engager la
responsabilité d’un état pour genocide?”,en AFDI, 2007.
Decaux, E., “La crise du Darfour. Chronique d’un génocide annoncé”,en AFDI, 2004.
Fundación Cultura Democrática. Cuando la madre tierra llora: crisis en derechos hu-
manos y humanitaria en la Sierra Nevada de Gonawindúa (Santa Marta) 2003-2008,
ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania,2009.
Lemkin, R., Axis Rule in Occupied Europe: Laws of Occupation, Analysis of Government,
Proposal for Redress, Washington, Carnegie Endowment for International Peace, 1944.
Martín, F., “The notion of ‘protected group’ in the Genocide Convention and its
application”, en The UN Genocide Convention. A commentary, Oxford: Oxford Univer-
sity, 2009.
Mettraux, G., International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford Uni-
versity, 2005.
Maison, R., “Le crime de génocide dans les premiers jugements du tribunal pénal in-
ternational pour le Rwanda”, en: RGDIP, vol. 1, t. 103, 1999, pp. 129-145.
Ramelli, A., “Aproximación crítica al nuevo Código Penal en materia de derecho in-
ternacional humanitario”, en: XXIII Jornadas Internacionales de Derecho Penal, Bogotá,
Universidad Externado de Colombia, 2001.
Savarese, E., “Complicité de l’état dans la perpetration d’actes de génocide: les no-
tions contigues et la nature de la norme. En marge de la decisión application de la con-
vention sur la prévention et la répression du crime de génocide (Bosnie-Herzégovine c.
Serbie et Montenegro)”,en AFDI, 2007.
__, “Was genocide committed in Bosnia and Herzegovina? First judgements of the
International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia”, en: Fordham International
Law Journal, 2001.
__, “Le genocide”, en: Droit International Pénal, París, Pedone, 2005.
Vyver, J. van der, “International Criminal Court decision on the standard of proof of
mens rea for genocide”,en AJIL, vol. 104, julio de 2010.
Hebel, H. von y Robinson, D., “Crimes within the jurisdiction of the Court”, en
The International Criminal Court. The making of the Rome Statute. Issues, negotiatins,
Results, La Haya, 1999.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
IT-02-60-T, asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”, sentencia proferida el
17 de enero de 2005 por la Sala de Primera Instancia.
b. TPIR
TPIR-96-4-T, asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiem-
bre de 1998 por la Sala de Primera Instancia.
TPIR-96-14-A, asunto “Eliezer Niyitegeka vs. Fiscalía”, sentencia del 9 de julio de 2004,
par. 53.
c. CteIDH
d. CPI
e. CIJ
f. Corte Constitucional
Colombia, Corte Constitucional (2000), “sentencia C- 177”. M. P.: Fabio Morón Díaz,
F., Bogotá.
565. Los crímenes contra la humanidad están dirigidos contra la población civil
cualquiera que sea y son sancionables bien sea que hayan sido cometidos en el curso
de un conflicto armado de carácter internacional o interno.275 De hecho, el concepto
de crímenes contra la humanidad fue reconocido antes del juicio de Núremberg. El
28 de mayo de 1915 los gobiernos de Francia, Reino Unido y Rusia adoptaron
una declaración con ocasión de las masacres de armenios en Turquía, calificándolas
como “crímenes de lesa humanidad perpetrados por los turcos, las potencias de la
Entente declaran públicamente que se tendrán por responsables a los miembros de
dicho gobierno, así como a todos los que hubiesen participado en esas masacres”.
El informe de la comisión encargada de establecer la responsabilidad de los autores
de la guerra y de la ejecución de las penas proferidas, establecida en 1919 por los
representantes de diversos Estados y presentado a la Conferencia de Paz de París,
menciona igualmente “las infracciones […] a las leyes de la humanidad”.276
566. Estas tesis, que se remontan a la Primera Guerra Mundial, derivan en parte de la
cláusula Martens, de la Convención de La Haya (IV) de 1907, y se refieren a las “po-
blaciones y a los beligerantes bajo la salvaguarda y el imperio de los principios del de-
recho de gentes, tal como resultan de los usos establecidos entre naciones civilizadas,
las leyes de la humanidad y las exigencias de la conciencia pública”. En 1874 George
Curtis calificó la esclavitud como “crimen contra la humanidad”. Otras fórmulas del
género “crímenes contra la humanidad” o “crímenes contra la familia humana”, se re-
montan aún más lejos en la historia (ver N. Y. L. Sch. I. Hum. Rts. 545 (1995).
275
Informe del secretario general, elaborado de conformidad con el par. 2º de la resolución 808 (1993);
(S/25704), par. 47.
276
Ibídem, p. 78.
277
International Law Report, vol. 36, 1968, p. 30.
278
ILR, vol. 36, part. 4, pp. 5 a 41.
279
78 ILR 136 y 137.
280
ILR, pp. 226 a 332, Gaz. Pal, 1988, p. 745.
573. La Corte de Apelaciones juzgó que Touvier no era culpable de crimen contra
la humanidad ya que él había cometido los actos en cuestión en nombre del Estado
de Vichy, el cual no practicaba una política de hegemonía ideológica, a pesar de que
colaboraba con la Alemania nazi que practicaba claramente tal ideología.
575. Más tarde, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia vino a
reafirmar la definición de crimen contra la humanidad empleada en el caso “Barbie”,
en su decisión “Vukovar” del 3 de abril de 1996, tomada con fundamento en el
artículo 61 (asunto IT-95-13-R61), para constatar que la calificación de críme-
nes contra la humanidad adoptada podía ser aceptada cuando las víctimas fueran
miembros de movimientos de resistencia, así como civiles:
577. En los términos del artículo 7º del Estatuto de la Corte Penal Internacional, por
crímenes contra la humanidad se entiende alguno de los actos mencionados a conti-
nuación, cuando sea cometido en el marco de un ataque generalizado o sistemático
lanzado contra una población civil y con conocimiento del ataque: el homicidio, el
exterminio, la reducción a la esclavitud, la deportación o transferencia forzada de po-
blación, el encarcelamiento y otra forma de privación grave de la libertad física en
violación de las disposiciones fundamentales del derecho internacional, la tortura, la
violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, la esterilización forzada y cual-
quier otra forma de violencia sexual de gravedad comparable, la persecución de todo
el grupo o de toda colectividad identificable por motivos de orden político, racial,
nacional, étnico, cultural, religioso o sexista, o en función de otros criterios univer-
salmente reconocidos como inadmisibles en derecho internacional, en correlación
con todo acto señalado en el presente parágrafo o todo crimen de competencia de
la Corte, las desapariciones forzadas, el apartheid, otros actos inhumanos de carácter
análogo que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atentados graves contra
la integridad física o la salud física o mental.283
283
Estatuto de la Corte Penal Internacional, adoptado por la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de
las Naciones Unidas, sobre la creación de una Corte Penal Internacional, Roma, 17 de julio de 1998.
Radicado: TPIY, Sala de Apelaciones. Asunto “Fiscal vs. Dusko Tadic, alias Dule”
(sentencia relativa a la apelación de la defensa concerniente a la excepción previa de
incompetencia, proferida el 2 de octubre de 1995).
Artículo 5º
138. El artículo 5º del estatuto habilita al tribunal internacional para juzgar la comi-
sión de crímenes de lesa humanidad. Más específicamente, el artículo señala:
[…]
140. Como lo subrayó el fiscal ante la Sala de Primera Instancia, el vínculo entre los
crímenes contra la humanidad y los crímenes contra la paz o los crímenes de gue-
rra, estipulados en la Carta de Núremberg, interesaban específicamente a efectos
de la competencia del Tribunal de Núremberg. A pesar de que la condición de un
vínculo, que figura en la mencionada Carta, haya sido traspuesta en la resolución
de la Asamblea General en 1948, mediante la cual se afirman los Principios de Nú-
remberg, tal condición carece de un fundamento lógico o jurídico y ha sido aban-
donada en la práctica ulterior de los Estados en relación con los crímenes contra la
humanidad. Más específicamente, la condición de un vínculo fue eliminada de la
definición de los crímenes contra la humanidad que figura en el artículo II, 1 c) de
la ley 10 del Consejo de Control, del 20 de diciembre de 1945. El carácter obsoleto
de la exigencia de un vínculo se evidencia en los convenios internacionales relativos
al genocidio y al apartheid, los cuales prohíben estas dos clases de crímenes contra la
humanidad, haciendo abstracción de un vínculo con el conflicto armado.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto de los casos
El asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu” se inscribe en el genocidio ruandés que se per-
petró en 1994 por parte de facciones hutus contra tutsis y hutus moderados. Los esti-
mativos de víctimas oscilan entre 500 mil y 1 millón de personas.
Dentro de ese contexto, el burgomaestre Jean Paul Akayesu fue acusado de la comisión
de crímenes de genocidio, incitación al genocidio y crímenes de lesa humanidad.
Por su parte, el asunto “Fiscal vs. Tadic” (sentencia relativa a la apelación de la defensa con-
cerniente a la excepción previa de incompetencia) se inscribe en los crímenes perpetrados
en el territorio de la antigua Yugoslavia, más concretamente, en la región de Prijedor.
Dentro de este contexto, el fallo analizado, si bien no se refiere a los hechos materia de
investigación por cuanto se trataba de resolver una excepción previa referida a la creación
y competencias del TPIY, sí aporta algunos elementos valiosos en cuanto a la evolución
histórica de la categoría de los crímenes de lesa humanidad.
284
Capella y Roig, M., La tipificación internacional de los crímenes de lesa humanidad, Valencia, Tirant lo Blanch,
2005, p. 195.
285
Cassese, A., International Criminal Law, Oxford, Oxford University, 2003, p. 67.
Sin embargo, no sería hasta el Acuerdo de Londres y el Estatuto del Tribunal Militar
Internacional de Núremberg, adoptado el 6 de octubre de 1945, cuando se estableció
que una instancia penal supranacional tendría competencia para juzgar tres categorías
de crímenes internacionales: 1) contra la paz; 2) de guerra; y 3) de lesa humanidad287.
En cuanto a estos últimos, el estatuto los definió de la siguiente manera:
Artículo 6º
Cualquiera de los actos que constan a continuación son crímenes que recaen bajo la
competencia del tribunal, respecto de los cuales habrá responsabilidad penal:
[…]
c) Crímenes contra la humanidad: a saber, el asesinato, la exterminación, esclaviza-
ción, deportación y otros actos inhumanos cometidos contra población civil antes
de la guerra o durante ésta; la persecución por motivos políticos, raciales o reli-
286
Bassiouni, Ch., Crimes against humanity in International Criminal Law, Oxford, Transnational, 1999, p. 234.
287
Sobre el particular, Bautista sostiene: “Si bien es posible encontrar en el derecho internacional positivo ante-
rior a la Carta del TMI la existencia de precedentes relativos a crímenes de guerra y, en menor medida, a crímenes
contra la paz, no se hallan antecedentes relativos a crímenes contra la paz”, en Bautista, J. M., “Los crímenes contra
la humanidad: estado de la cuestión”, en Conflicto social y sistema penal (diez estudios sobre la actual reforma),
Madrid, Colex, 1996, p. 218.
De manera muy semejante, el Estatuto del Tribunal Militar Internacional de Tokio, fe-
chado el 19 de enero de 1946, definió los crímenes de lesa humanidad en los siguientes
términos:
Como se puede advertir, tal y como lo señala Capella,289 esta última definición de “cri-
men de lesa humanidad” resulta ser más amplia que las anteriores por cuanto incluye los
crímenes de tortura, violación y encarcelamiento, y asimismo, excluye toda alusión al
conflicto armado, sea interno o internacional.
Cabe igualmente señalar que la difícil delimitación conceptual de los contornos exter-
nos de la noción de “crímenes de lesa humanidad” influyó, notoriamente, en la adop-
ción de la Convención contra el Genocidio (1948) y los cuatro convenios de Ginebra
288
Cf. Bautista, J. M., “Los crímenes contra la humanidad: estado de la cuestión”, en Conflicto social y sistema
penal (diez estudios sobre la actual reforma), Madrid, Colex, 1996, p. 221.
289
Capella, ob. cit., p. 200.
de 1949. De igual manera, algunos actos calificados como crímenes de lesa humanidad,
tales como la tortura, la desaparición forzada y el apartheid, han sido objeto de regula-
ción en instrumentos internacionales específicos de derechos humanos.
Así, para el caso de la antigua Yugoslavia, los crímenes de lesa humanidad son tipificados
de la siguiente forma en el texto del estatuto del TPIY:
Artículo 5º
Crímenes contra la humanidad.
El tribunal internacional está habilitado para juzgar a los presuntos responsables
de los siguientes crímenes cuando éstos han sido cometidos en el curso de un con-
flicto armado, de carácter internacional o interno, y dirigidos contra cualquier po-
blación civil:
a) Asesinato;
b) Exterminación;
c) Reducción a la servidumbre;
d) Expulsión;
e) Encarcelamiento;
f ) Tortura;
g) Violaciones;
h) Persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos;
i) Otros actos inhumanos.
A su vez, el Estatuto del TPIR tipifica los crímenes de lesa humanidad en los siguien-
tes términos:290
290
Cf. Bautista, J. M., “Los crímenes contra la humanidad: estado de la cuestión”, en Conflicto social y sistema
penal (diez estudios sobre la actual reforma), Madrid, Colex, 1996, p. 222.
Artículo 3º
Crímenes contra la humanidad.
El Tribunal Internacional para Ruanda está habilitado para juzgar a los presun-
tos responsables de los siguientes crímenes cuando éstos han sido cometidos en el
curso de un ataque generalizado y sistemático, y dirigidos contra cualquier pobla-
ción civil en razón de su nacionalidad o pertenencia a un grupo político, étnico,
racial o religioso:
a) Asesinato;
b) Exterminación;
c) Reducción a la servidumbre;
d) Expulsión;
e) Encarcelamiento;
f ) Tortura;
g) Violaciones;
h) Persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos;
i) Otros actos inhumanos.
Como se puede advertir, las tipificaciones de los crímenes de lesa humanidad en los
estatutos de los tribunales penales internacionales ad hoc, si bien guardan ciertas seme-
janzas, difieren, al menos en los siguientes aspectos:
291
El ataque contra la población civil es un elemento contextual de los crímenes contra la humanidad, pero una
vez probado ese elemento contextual, no se requiere que cada uno de los crímenes haya sido dirigido contra civi-
les. En ese sentido, militares fuera de combate también pueden ser víctima de crímenes contra la humanidad. Ver
IT-95-11-A, asunto “Fiscal vs. Martic”, sentencia proferida el 8 de octubre de 2008 por la Sala de Apelaciones del
TPIY, párr. 307: “No hay nada en el texto del artículo 5º o en precedentes de la Sala de Apelaciones que requiera
que las víctimas individuales de los crímenes contra la humanidad sean civiles”.
Por último, conviene señalar que en los artículos 7º y 8º del Estatuto de Roma de la CPI
se refleja el estado actual de la discusión acerca de qué debe entenderse por crímenes de
lesa humanidad y de guerra.292
Criterio
diferenciador Crimen de guerra Crimen de lesa humanidad
Rama del Derecho internacional humanitario. Derecho internacional
derecho de los derechos humanos.
internacional
en la cual se
inscriben
Ámbito Presupone la existencia de un conflicto En cualquier tiempo.
temporal armado interno, internacional, mixto o
internacionalizado.
Victimario Los combatientes. Agentes del Estado o una
organización particular.
Víctimas Población civil. Únicamente miembros
Combatientes fuera de combate. de la población civil.
Excepcionalmente, los combatientes,
cuando se emplean medios o métodos
de combate prohibidos (verbigracia,
armas químicas).
Modalidad Pueden ser cometidos de manera Siempre se cometen de manera
masiva o sistemática. Sin embargo, no masiva o sistemática, en cuanto
se excluye su perpetración de manera constituyen la ejecución de un
aislada.294 plan o de una política estatal o
de una organización particular.
Conductas Básicamente, se trata de violaciones En esencia, se trata de graves
que pueden a los principios básicos del violaciones a los derechos
ser calificadas DIH (distinción, precaución y humanos, entre otras:
en cada una de proporcionalidad). Son ejemplos de
estas categorías • Asesinato.
tales crímenes, entre otros:
normativas • Exterminio.
a) Homicidio fuera de combate. • Deportación o traslado
b) Asesinato de civiles. de población.
Criterio
diferenciador Crimen de guerra Crimen de lesa humanidad
292
Acerca de los debates que precedieron la adopción del artículo 7º del Estatuto de Roma, cf. Sadat, L. N., The
International Criminal Court and the transformation of International Law. Justice for the new millennium, Nueva
York, Transnational, 2002, p. 148
293
Cf. Forer, Andreas; López Díaz, Claudia y ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania,
Acerca de los crímenes de lesa humanidad y su aplicación en Colombia, Bogotá, Alvi, 2010.
294
Al respecto, Schabas comenta: “En derecho consuetudinario la principal diferencia entre los crímenes de
guerra y las demás categorías, como los crímenes de lesa humanidad y el genocidio, consiste en que los dos últi-
mos tienen unos umbrales judiciales, mientras que el primero no. Los crímenes contra la humanidad deben ser
masivos’ o ‘sistemáticos’, en tanto que el genocidio requiere una intencionalidad precisa. Los crímenes de guerra,
por otro lado, pueden ser cometidos incluso de manera aislada, por soldados actuando sin ninguna directriz. En
tanto que el genocidio y los crímenes contra la humanidad deben parecer, prima facie, graves, a efectos de la inter-
vención de la Corte, no sucederá siempre lo mismo con los crímenes de guerra”, en Schabas, W., An Introduction
to the International Criminal Court, Cambridge, Cambridge University, 2004, p. 97.
Criterio
diferenciador Crimen de guerra Crimen de lesa humanidad
Al respecto, la Sala de Primera Instancia del TPIR, en el citado caso “Akayesu”, en sen-
tencia del 2 de septiembre de 1998, consideró que aquéllos se configuraban bajo las
siguientes condiciones:
295
Los crímenes de guerra, a diferencia de aquellos de lesa humanidad, no requieren ser cometidos como ejecu-
ción de un plan, aunque eventualmente ello pueda ser así. Al respecto, la Sala de Segunda Instancia del TPIY, en
el asunto “Fiscalía vs. Kunarac y otros”, mediante fallo del 2 de junio de 2002, consideró que “los crímenes de gue-
rra se diferencian de las infracciones de derecho interno por el contexto en el cual son perpetrados: el conflicto
armado. El crimen de guerra no necesariamente es un acto planificado o el fruto de una determinada política”.
Teniendo en cuenta el estatuto, la Sala considera que las infracciones a las que él
apunta (genocidio, crímenes contra la humanidad y violaciones al artículo 3º co-
mún a los convenios de Ginebra y al Protocolo adicional II) comportan unos ele-
mentos constitutivos diferentes y, sobre todo, su represión tiende a la protección de
intereses diferentes. A partir de allí se les puede considerar a partir de los mismos
hechos. Además, podría ser necesario, según el caso, obtener una condena por más
de una de esas infracciones a fin de dar la medida de los crímenes cometidos por el
acusado. Por ejemplo, el general que diese la orden de asesinar a todos los prisione-
ros de guerra que pertenezcan a un mismo grupo étnico, con la intención de acabar
con éste, sería a la vez culpable de genocidio y de violaciones al artículo 3º común,
pero no necesariamente de crímenes contra la humanidad. Una condena por geno-
cidio y violaciones al artículo 3º común daría entonces plenamente la medida del
comportamiento del general acusado.
TPIR-96-4-T, asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiembre de 1998 por la Sala
296
de Primera Instancia.
A pesar del silencio que guarda el Código Penal en materia de crímenes de lesa humani-
dad, esta noción figura en algunas normatividades. Así por ejemplo, el artículo 324 del
CPP, referente a la aplicación del principio de oportunidad, establece:
Artículo 70. Las personas que al momento de entrar en vigencia la presente ley
cumplan penas por sentencia ejecutoriadas, tendrán derecho a que se les rebaje la
pena impuesta en una décima parte. Exceptúense los condenados por los delitos
contra la libertad, integridad y formación sexuales, lesa humanidad y narcotráfico.
3. A pesar de las diferencias que ofrecen las diversas concepciones de los crímenes de
lesa humanidad, en función precisamente del ámbito normativo en el cual se ubiquen,
lo cierto es que su objetivo ha permanecido constante: sancionar aquellos atropellos
y actos de barbarie que se cometan contra la población civil; de igual manera, la con-
cepción según la cual aquellos delitos no afectan exclusivamente a determinado grupo
humano, sino que configuran un atentado contra la especie humana, y en esa medida,
configuran un riesgo para la preservación de la paz y seguridad internacionales, pilar
sobre el cual se edifica la sociedad internacional.
2.5. Bibliografía
AA. VV., The International Criminal Court. Elements of Crimes and Rules of Procedure
and Evidence, New York, Transnational, 2001.
Bautista, J.M. “Darfú o el mayor fracaso de la comunidad internacional ante las emer-
gencias humanitarias”, en Los desafíos de las Fuerzas Armadas en el siglo XXI, Granada:
Comares, 2008.
Cassese, A., International Criminal Law, Oxford, Oxford University, 2003, p. 67.
Currat, P., Les crimes contre l’humanité dans le Statut de la Cour Pénale Internatio-
nale, París: LGDJ, 2006.
Lirola, I. y Martín, M., La Corte Penal Internacional. Justicia vs. impunidad, Barce-
lona, Ariel, 2001.
Mettraux, G., International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford Uni-
versity, 2005.
Sadat, L.N., The International Criminal Court and the transformation of Internatio-
nal Law. Justice for the new millennium,Nueva York: Transnational, 2002.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
TPIY, Sala de Apelaciones, asunto “Fiscal vs. Dusko Tadic, alias Dule”, sentencia rela-
tiva a la apelación de la defensa concerniente a la excepción previa de incompetencia,
proferida el 2 de octubre de 1995.
IT-95-11, asunto “Fiscal vs. Martic”, sentencia proferida el 8 de octubre de 2008 por la
Sala de Apelaciones.
b. TPIR
TPIR-96-4-T, asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiem-
bre de 1998 por la Sala de Primera Instancia.
c. CteIDH
CteIDH, asunto “Almonacid y otros vs. Chile”, sentencia del 26 de septiembre de 2006.
d. Corte Constitucional
470. Por el contrario, la Sala no considera que cualquier acto de genocidio, críme-
nes contra la humanidad o violaciones al artículo 3º común a los convenios de Gi-
nebra y el Protocolo adicional II constituyan formas menores las unas de las otras.
El estatuto del tribunal no establece una jerarquía de normas; trata a todas las infrac-
ciones sobre un pie de igualdad. Si se pudiese considerar al genocidio como el crimen
más grave, nada en el estatuto autoriza a decir que los crímenes contra la humanidad
o las violaciones al artículo 3º común y al Protocolo adicional II sean, en todas las
hipótesis, accesorias al crimen de genocidio y constituyan, por esa vía, infracciones
subsidiarias de aquél. Así como se ha señalado, y éste es un argumento conexo, esas
infracciones abarcan elementos constitutivos diferentes. Una vez más, esa conside-
ración autoriza las condenas múltiples en razón de los mismos hechos.
[…]
Los crímenes contra la humanidad a la luz del artículo 3º del estatuto del tribunal
4) El acto debe ser cometido por uno o varios motivos discriminatorios, espe-
cialmente, de carácter nacional, político, étnico, racial o religioso.
579. Para la Sala es una condición sine qua non: el acto debe inscribirse en el cuadro
de un ataque generalizado o sistemático, no pudiendo ser un acto aislado. Sin em-
bargo, no se exige que revista ese doble carácter.297
580. El carácter de “generalizado” resulta del hecho de que el acto presenta un ca-
rácter masivo, frecuente, y que, llevado a cabo colectivamente, reviste una gravedad
considerable y es dirigido contra una multiplicidad de víctimas. El carácter de “siste-
mático” se refiere al hecho de que el acto sea cuidadosamente organizado según un
modelo regular de ejecución de una política concertada puesta en obra por medios
públicos o privados considerables. No se exige de manera alguna que esa política
sea oficialmente adoptada como política de Estado. Debe, sin embargo, existir una
especie de plan o de política preconcebidos.298
581. El “ataque” puede ser definido como todo acto contrario a ley del tipo enu-
merado en los literales a) a i) del artículo 3º del estatuto (asesinato, exterminio,
reducción a la esclavitud, etcétera). Los actos no violentos por naturaleza, com-
prendidos la imposición de un sistema de apartheid, que es considerado como un
crimen contra la humanidad en el artículo 1º de la Convención Internacional sobre
la Eliminación y la Represión del Crimen de Apartheid, de 1973, o el ejercicio de
presiones públicas sobre una población para llevarla a actuar de una u otra manera,
podrían ser abarcadas por dicho vocablo si ellas se ejercen en una escala masiva o de
manera sistemática.
582. A juicio de la Sala, para constituir un crimen contra la humanidad todo acto
debe estar dirigido contra una población civil. Se entiende por población civil las per-
sonas que no participan directamente en las hostilidades, comprendidos los miem-
bros de las Fuerzas Armadas que han depuesto las armas y las personas puestas fuera
297
En la versión original francesa del estatuto esas exigencias son acumulativas: “en el marco de un ataque gene-
ralizado y sistemático”, lo que afecta, sensiblemente, el ámbito de aplicación de la disposición. En la medida en
que el derecho internacional consuetudinario se limita a establecer que el ataque sea generalizado o sistemático,
resulta creíble pensar que la versión francesa adolece de un error.
298
Informe de la Comisión de Derecho Internacional a la Asamblea General, documentos oficiales de la Asam-
blea General, suplemento 10 (A/51/10), 1996.
583. Resulta del estatuto que los actos inhumanos cometidos contra la población
civil deben haber sido cometidos contra las víctimas “en razón de su pertenencia na-
cional, política, étnica, racial o religiosa”. La discriminación practicada en razón de
la ideología política de una persona satisface los criterios de pertenencia “política”,
tal y como son señalados por el artículo 3º del estatuto. En lo que concierne a las
definiciones de pertenencia nacional, étnica, racial o religiosa, ver las definiciones
dadas supra por la Sala.
584. Los actos inhumanos perpetrados contra personas que no respondan a la de-
finición de las categorías protegidas podrían constituir crímenes contra la humani-
dad si la intención de sus autores era la de dirigir ataques contra el grupo que era
objeto de una discriminación por cualesquiera de las razones mencionadas en el
artículo 3º del estatuto. La intención requerida para que se presente la comisión de
crímenes contra la humanidad,301 debe ser constatada en el autor.
299
Conviene señalar que esa calificación asimila a los “civiles” a las categorías de las personas protegidas por el ar-
tículo 3º común a los convenios de Ginebra; esa asimilación no parece ser problemática. Debe también señalarse
que en la decisión “Vukovar”, del 3 de abril de 1996, adoptada con fundamento en el artículo 61, el TPIY reco-
noció que los crímenes contra la humanidad podían ser cometidos cuando las víctimas son miembros capturados
de un movimiento de resistencia, que han portado las armas en un determinado momento, y por eso, podían ser
calificadas como personas puestas fuera de combate por detención.
300
Protocolo adicional a los convenios de Ginebra, del 12 de agosto de 1949, relativo a la protección de las vícti-
mas de conflictos armados internacionales, artículo 50.
301
Esta cuestión fue abordada en el proceso “Fiscalía vs. Dusko Tadic”, asunto IT- 94-I-T, donde el caso “Fe-
deración Nacional de Deportados, Internados, Resistentes y Patriotas y otros vs. Barbie”, 78 Int’Lrep. 124, 125
(1995), es citado. En apelación, la Corte de Casación casó y anuló parte del juicio, considerando que los miem-
bros de la Resistencia podían ser víctimas de crímenes contra la humanidad, a partir del momento en que la
intención necesaria para la calificación de crímenes existía (par. 641).
marco de un ataque masivo o sistemático contra la población civil, de uno de los crí-
menes enumerados; en segundo término, un criterio de orden moral: la consciencia
de participar en tal ataque.
I) El elemento material
302
Asunto “Tadic” II, par. 248. Los jueces de segunda instancia afirmaron que “se puede deducir de la expresión
“dirigidos contra cualquier población civil”, que figura en el artículo 5º del estatuto, que los actos del acusado
deben ser cometidos en el contexto de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y que el
acusado debe conocer que esos actos se inscriben en tal contexto.
303
El artículo 3º del Estatuto del TPIR califica los crímenes contra la humanidad como actos inhumanos “come-
tidos en el marco de un ataque generalizado y sistemático contra una población civil, cualquiera que sea”.
304
En los términos del artículo 7º del Estatuto de la Corte Penal Internacional (PCMICC/1999/INF/3), el
crimen contra la humanidad designa “cualquiera de los siguientes actos cuando sean cometidos en el marco de un
ataque generalizado o sistemático, lanzado contra toda población civil y con conocimiento de dicho ataque”.
la Sala de Primera Instancia II del TPIY, de fecha 7 de mayo de 1997,305 y las Salas
de Primera Instancia I y II del TPIR, en los fallos proferidos el 2 de septiembre de
1998 y el 21 de mayo de 1999, en los asuntos “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”306 y “Fis-
cal vs. Climent Kayushema y Obed Ruzindana”,307 hicieron del trato masivo o sis-
temático un elemento esencial de la incriminación. Desde entonces, no existe duda
alguna de que los actos inhumanos que constituyen un crimen contra la humanidad
deben inscribirse en el marco de un ataque sistemático o masivo contra civiles.
203. El carácter sistemático hace referencia a cuatro elementos que, para los fines
del presente caso, pueden ser enunciados de la siguiente manera:
305
Sentencia “Tadic”, par. 648. Según el fallo, “es el deseo de excluir los actos aislados o fortuitos de la noción de
crímenes contra la humanidad que condujo a incluir la condición de que los actos deben estar dirigidos contra
‘una población civil’, y una conclusión de carácter general, referida al número de víctimas, esto es, sistemática,
indicando que un esquema o un plan metódico evidente, satisfacen tal condición”.
306
Sentencia “Akayesu”, pars. 579-581. El parágrafo 579 inicia con esta afirmación: “Para la Sala es una condición
sine qua non: el acto debe inscribirse en el marco de un ataque generalizado o sistemático, no pudiendo ser un acto
de violencia aislado. Sin embargo, no se exige que revista un doble carácter”.
307
Sentencia “Kayishema, Ruzindana”, par. 123.
308
Tanto la jurisprudencia del tribunal, en el asunto “Tadic” (par. 648), como aquella del TPIR en el asunto
“Akayesu” (par. 580) y “Kayishema, Ruzindana” (par. 123), se refieren a un plan o a una política, para definir el
elemento de “sistematicidad”.
En el asunto “Fiscal vs. Menten”, la Corte Suprema de los Países Bajos evocó la condición de “sistematicidad”, re-
firiéndose especialmente a una política conscientemente dirigida contra un grupo de personas (75, International
Law Reports, ILR, 1987, pp. 362-363). El concepto crimen de lesa humanidad exige también, “a pesar de que no
se encuentre expresado de manera tan clara en la precitada definición (artículo 6º c) del Estatuto de Núremberg),
que los crímenes en cuestión hagan parte de un régimen fundado sobre el terror o constituyan un vínculo dentro
de una política deliberada contra grupos particulares de personas”.
309
En el asunto “Akayesu” los jueces aludieron a una política concertada y al empleo de “medios públicos o pri-
vados considerables” para calificar el carácter de sistemático (par. 580).
204. Este diseño, sin embargo, no necesariamente debe ser declarado expresamente,
ni hallarse enunciado de manera clara y precisa.310 Puede deducirse de la observan-
cia de un conjunto de hechos, especialmente:
–– La propaganda mediática;
205. El plan no debe, necesariamente, haber sido concebido en lo más alto del apa-
rato estatal. Las Salas de Primera Instancia I y II de este tribunal y del TPIR,311
constantemente se han negado a hacer del crimen contra la humanidad un “acto de
soberanía criminal”.312 Para sostener tal argumento se apoyaron especialmente en la
310
Cf. Especialmente el fallo “Tadic”, par. 653.
311
Sentencia “Kayishema, Ruzindana”, par. 126, y fallo “Akayesu”, par. 580. En los términos de la sentencia “Aka-
yesu”, “no se exige que esa política sea oficialmente adoptada como política de Estado”.
312
Gravem, J., “Les crimes contre l’humanité”, en Recueil del cours de l’Académie de droit international, 1950, p. 566.
[…]
Los textos del estatuto de la Corte Penal Internacional, adoptados por 120 Estados
de la comunidad internacional, confirman esta interpretación. Prevén, en efecto,
que los actos criminales deben ser cometidos “en aplicación o en ejecución de la
política de un Estado o de una organización”.315
206. El carácter masivo se refiere, en cuanto a él, a la amplitud de los actos perpetra-
dos y al número de víctimas. Según el proyecto de código de la CDI, al cual alude
explícitamente la Sala de Primera Instancia en el asunto “Tadic”:
Los actos inhumanos deben ser cometidos a gran escala, es decir, dirigidos316
contra una multiplicidad de víctimas. Aquello excluye un acto inhumano ais-
lado, cuyo autor actuaría por su propia iniciativa y que sería dirigido contra una
única víctima.317
Un crimen puede ser masivo o a gran escala por “el efecto acumulativo de una serie
de actos inhumanos o por el efecto singular de un único acto de gran extensión”.318
313
Informes de la CDI, 1991, p. 290.
314
Informes de la CDI, 1996, p. 114.
315
Artículo 7.1 del Estatuto de la Corte Penal Internacional.
316
El término “dirigido” parece referirse más a la intención del autor del crimen de perpetrarlo en masa o de la
extensión, que a un resultado concreto de la acción.
317
Informe de la CDI, 1996, 0. 116.
318
Ídem.
319
Examen del acta de acusación en el marco del artículo 61 del Reglamento de Procedimiento y Prueba, asunto
“Fiscal vs. Mile Mrki y Veselin Ijivananin”, IT-95-13-R61, 3 de abril de 1996.
[…]
320
Informe del secretario general, par. 48.
321
Artículo 7.1 del Estatuto de la Corte Penal Internacional.
322
Cf. informe de la CDI 1996, pp. 115-116: “La definición previa (de crimen contra la humanidad) indica que
dos condiciones deben ser reunidas para que uno de los actos enumerados […] pueda ser calificado como crimen
contra la humanidad, en el sentido del presente código. La primera condición es la de que el acto debe ser “come-
tido de manera sistemática o a gran escala”. Esta primera condición se presenta bajo la forma de una alternativa
[…] un acto no podrá constituir un crimen contra la humanidad si la existencia, de uno de los dos criterios, no es
constatada”.
puestas fuera de combate, especialmente, por heridas o detención. De allí que la si-
tuación concreta de la víctima al momento en que los crímenes han sido cometidos,
antes que su estatus, deben ser tenidos en cuenta para determinar su calidad de civil.
En consecuencia, la presencia de militares en el seno de la población que sea objeto
del ataque deliberado no modifica su carácter de civil.
[…]
245. Las disposiciones de los artículos 3º y 5º de los estatutos de los tribunales para
Ruanda y la antigua Yugoslavia respectivamente, no precisan la naturaleza del ele-
mento subjetivo del crimen contra la humanidad. Sólo el artículo 7º del Estatuto de
la Corte Penal Internacional prevé que los actos criminales deben ser perpetrados
con conocimiento del ataque generalizado o sistemático.323
246. Así, para los fines de presente asunto, tres aspectos del elemento subjetivo, tal y
como resultan de la jurisprudencia internacional e interna, deben ser examinados.
247. El acusado debe tener, en primer lugar, conocimiento del contexto general en
el cual se inscriben los actos y, en segundo lugar, del vínculo de conexidad entre la
acción y ese contexto.
Según el asunto “Tadic”, “la definición de los crímenes contra la humanidad que figura en el artículo 7.1 del
323
Estatuto de la Corte Penal Internacional se articula [...] únicamente alrededor de la interracción entre la intención
culpable del acusado y la existencia de un ataque generalizado o sistemático lanzado contra una población civil”.
248. Tal alegación se apoya sobre el fallo proferido por la Sala en el asunto “Tadic”,
el cual señala que “el autor debe tener conocimiento del contexto más amplio en
el cual el crimen […] es cometido”,324 y que se apoya sobre la sentencia de la Corte
Suprema de Canadá en el caso “Regina vs. Finta”.325
249. Se funda igualmente en la decisión proferida por la Sala del TPIR en el asunto
“Kayishema y Ruzindana”, la cual consideró que el elemento intencional presentaba
dos aspectos, a saber: el conocimiento del ataque y de su carácter masivo o sistemá-
tico, así como conocimiento del hecho de que su actividad criminal se inscribe en
el marco de ese ataque:
250. Tal afirmación descansa, por último, en el asunto “Tadic”, en el cual se afirma:
Los actos del acusado deben haber sido cometidos en el contexto de un ataque
generalizado o sistemático contra la población civil y […] el acusado debía saber
que sus actos se inscribían en tal contexto.327
324
Asunto “Tadic”, par. 656.
325
Asunto “Regina vs. Finta”, 1994, 1, Recueil de la Cour Supreme, 701, p. 819.
326
Asunto “Kayishema, Ruzindana”, par. 133.
327
Asunto “Tadic”, par. 248.
251. El acusado no debe haber querido que todos los elementos del contexto en el
marco del cual sus actos han sido perpetrados; basta con que, por las funciones que
voluntariamente asumió, haya conscientemente adoptado el riesgo de participar en
la puesta en marcha de ese contexto.
253. La Sala considera que, de conformidad con el espíritu de los textos de los esta-
tutos, el acusado que en su calidad de superior jerárquico participa en la comisión
de un crimen en masa debe preguntarse acerca de las intenciones perversas de aque-
llos que definen la ideología, la política o el plan, en nombre del cual el crimen es
perpetrado.
328
Asunto “Papon”, Cass. Crim., 23 de enero de 1997.
329
Asunto “Tadic”, par. 656.
330
Asunto “Kayishema, Ruzindana”, par. 133.
331
Asunto “Tadic”, par. 248.
332
Hennau, C.; Verhaegen, J., Droit pénal général, Bruxelles, 1991, p. 270.
333
Ibídem, p. 271.
El último literal del artículo 6º del Estatuto del Tribunal Militar Internacional
[…] no exige que el cómplice de crímenes contra la humanidad haya adherido a
la política de hegemonía ideológica de los autores principales.336
256. De allí que el elemento subjetivo propio del crimen contra la humanidad no
exige del acusado que se identifique con la ideología, la política o el plan en nombre
del cual unos crímenes en masa han sido perpetrados; ni siquiera que adhiera a
aquéllos. Basta con que, conscientemente, haya tomado el riesgo de participar en
la puesta en marcha de tal ideología, esa política o plan, lo cual significa, concreta-
mente, que se encuentre demostrado que:
–– Que recibió de las autoridades órdenes vinculadas con esa ideología, política o
plan; y por último,
334
Pradel, J., Droit pénal général, undécima edición, 1997, p. 471.
335
Desportes, F.; Le Gunehec, F., Le nouveau droit pénal, París, 1996, p. 384.
336
Asunto “Papon”, Cass. Crim., 23 de abril de 1997.
258. Los jueces buscarán la prueba del elemento subjetivo requerido para la incri-
minación, mediante las circunstancias de la causa.
259. Así como las Salas del Tribunal y del TPIR lo habían sostenido a propósito
del elemento intencional del crimen de genocidio, respectivamente, en el artículo
61, en los asuntos “Karad Mladi”337 y Akayesu,338 y así como la Sala de Primera Ins-
tancia II del Tribunal lo consideró a propósito del elemento subjetivo del crimen
contra la humanidad en el asunto “Tadic”,339 el conocimiento del contexto político
en el cual la infracción se inscribe puede ser deducido del examen conjunto de un
cierto número de hechos concretos, y principalmente:
337
Artículo 61, asunto “Karad Mladi”, par. 94. La intención específica del crimen de genocidio puede, según la
Sala, “ser inferida de un cierto número de elementos, tales como la doctrina general o el proyecto político que
inspiró los actos susceptibles de caer en la definición del artículo 4º o la repetición de conductas de destrucción
discriminatorias. La intención puede igualmente deducirse de la perpetración de actos que atenten contra el
fundamento del grupo, o a que los autores de los actos consideren como tales conductas que no hacen parte
necesariamente, en sí mismas, del parágrafo 2º del artículo 4º, pero que son cometidas en el marco de una misma
línea de conducta”.
338
Sentencia “Akayesu”, pars. 523- 524.
339
Sentencia “Tadic”, par. 657. Según la Sala, “si el conocimiento es requerido, éste se basa sobre un plan objetivo,
pudiendo deducirse implícitamente de las circunstancias”. Cf. Igualmente, asunto 38, Annual Digest and Reports
of Public International Law Cases for the Year 1947, Londres, 1951, pp. 100-101.
260. Deriva del asunto “Tadic” que, para ser calificado como crimen contra la hu-
manidad, el ataque masivo o sistemático, y los crímenes que resulten de él (asesina-
tos, exterminios, reducción a la esclavitud, expulsiones, encarcelamiento, torturas,
violación u otros actos inhumanos, con excepción de la persecución), no deben ser
necesariamente cometidos con la intención deliberada de atacar a una población
civil identificada sobre la base de características específicas.340 En otras palabras,
para ser declarado culpable de tal infracción, salvo para el crimen de persecución,
los responsables de tal ataque no deben actuar necesariamente con una intención
especial de carácter racial, nacional, religioso o político”.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto de los casos
El asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu” se inscribe en el genocidio ruandés que se per-
petró en 1994 por parte de facciones hutus contra tutsis y hutus moderados. Los he-
chos relevantes de este caso se encuentran descritos, in extenso, en el tema II de esta
obra, titulado “Conflicto armado interno: existencia”, motivo por cual el lector debe
remitirse a él.
Finalmente, el acusado fue hallado culpable de los siguientes delitos: crimen contra la
humanidad de persecución contra los musulmanes de Bosnia (ataques contra ciuda-
des y poblados; asesinatos y atentados contra la integridad física; destrucción y pillaje
La sentencia condenatoria termina diciendo: “En todo caso, en cuanto superior jerár-
quico, omitió adoptar todas las medidas necesarias y razonables que habrían impedido
la comisión de tales crímenes, o haber sancionado a sus responsables”.
En tal sentido, el artículo 7º del Estatuto de Roma de la CPI define los crímenes de lesa
humanidad en los siguientes términos:
A los efectos del presente estatuto, se entenderá por “crimen de lesa humanidad” cual-
quiera de los actos siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado
o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque:
[…]
a) Por ‘ataque contra una población civil’ se entenderá una línea de conducta que
implique la comisión múltiple de actos mencionados en el párrafo 1º contra una
población civil, de conformidad con la política de un Estado o de una organización
de cometer esos actos o para promover esa política.
341
Capellà i Roig, M., La tipificación internacional de los crímenes de lesa humanidad, Valencia, Tirant lo Blanch,
2005, p. 195.
342
Sobre el tema se puede consultar: Cassese, A., International Criminal Law, Oxford, Oxford University,
2003, p. 83.
De igual manera, cabe señalar que, de tiempo atrás, ciertos tratados internacionales de
derechos humanos que proscriben la comisión de determinados crímenes de lesa huma-
nidad dan a entender que aquellos también pueden ser cometidos por particulares. Así
por ejemplo, la Convención Interamericana sobre la Desaparición Forzada de Personas,
dispone lo siguiente:
Artículo II
Artículo 1º
En suma, el tema de los sujetos activos de los crímenes de lesa humanidad ha pasado por
tres etapas: 1) únicamente agentes estatales; 2) agentes del Estado o particulares que
actúen con la tolerancia, aquiescencia o instigación de aquellos; y 3) agentes estatales u
organizaciones particulares.
Identificar cuál es el bien jurídico amparado por los crímenes de lesa humanidad no es
tarea sencilla. En efecto, es preciso partir de la constatación de que bajo tal denomina-
ción se suele incluir una notoria diversidad de comportamientos (verbigracia, asesinato,
exterminio, violación, desaparición forzada, apartheid, tortura, etcétera), que en los res-
pectivos derechos penales internos atentan contra distintos bienes jurídicos tutelados,
tales como la vida y la integridad personal, la libertad sexual, la libertad personal, la
igualdad y la dignidad humana, entre otros.
Así las cosas, la doctrina especializada343 ha entendido que los “crímenes de lesa humani-
dad”, en cuanto categoría del derecho penal internacional, pretende amparar ciertos va-
lores que son esenciales para la preservación del orden jurídico internacional, como son
la dignidad humana, al igual que la paz y la seguridad internacionales. En tal sentido,
como explica Bassiouni,344 la comisión de estos crímenes, si bien usualmente se encuen-
tra sancionada en los códigos penales estatales, termina trascendiendo tales ordena-
mientos para insertarse en el derecho internacional, debido a unas graves circunstancias
que los rodearon (sistematicidad, generalidad o pasividad), o por la intencionalidad
específica con la cual actuaron sus autores (por ejemplo, motivaciones por razones po-
líticas, ideológicas, raciales, etcétera).345
En este orden de ideas, si bien cada uno de los comportamientos que pueden llegar a ser
calificados o rotulados como “crimen de lesa humanidad” vulnera uno o varios bienes ju-
rídicos desde la perspectiva del derecho interno del respectivo país donde se cometieron,
lo cierto es que se entiende que, igualmente, vulneran bienes jurídicos amparados por la
legalidad internacional, y en consecuencia, la víctima no sería el ser humano considerado
aisladamente, sino la humanidad. Al respecto, la Sala de Primera Instancia del TPIY, en
el asunto “Fiscal vs. Erdemovic”, fallado el 29 de noviembre de 1996, consideró:
28. Los crímenes contra la humanidad cubren actos muy graves de violencia que
lesionan al ser humano en lo que es más esencial: su vida, su libertad, su integridad
física, su salud, su dignidad. Se trata de actos inhumanos que por su amplitud o gra-
vedad sobrepasan los límites tolerables por la comunidad internacional, que debe
reclamar su sanción. Pero los crímenes contra la humanidad trascienden también al
343
Ver al respecto, entre otros, Schwelb, “Crimes against Humanity”, en BYIL, núm. 23, 1946; Bassiouni, C.,
Crimes against humanity in International Criminal Law, segunda edición, Dordrecht, Nijhoff, 1999; Cassese,
A., International Criminal Law, Oxford, Oxford University, 2003; y Fujita, “Les crimes contre l’humanité dans
le proces de Nuremberg et Tokio”, en Kobe University Law Review, 2000.
344
Bassiouni, ob. cit., p. 234.
345
Forer, Andreas; López Díaz, Claudia y ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Acerca
de los crímenes de lesa humanidad y su aplicación en Colombia, Bogotá, Alvi, 2010.
En el asunto “Fiscal vs. Kunarac y otros”, fallado el 22 de febrero de 2001, la Sala de Pri-
mera Instancia del TPIY consideró que un “ataque” comportaba un conjunto de actos
de violencia, sin que pueda confundirse con una violación a los usos y costumbres de la
guerra. En palabras de la Sala:
En el mismo caso, la Sala de Apelaciones del TPIY, retomando lo dicho en algunos fallos
precedentes, en fallo del 2 de junio de 2002 insistió en las diferencias existentes entre el
“ataque” de los crímenes de lesa humanidad y la noción de “conflicto armado” del derecho
internacional humanitario, en los siguientes términos:
86. Los conceptos de “ataque” y “conflicto armado” no son idénticos. Así como
lo ha señalado la Sala de Apelaciones en el marco de una comparación entre el es-
tado del derecho internacional consuetudinario y el estatuto del tribunal: “ambas
nociones (ataque contra una población civil y conflicto armado) deben ser, pues
distintas, a pesar de que evidentemente, en los términos del artículo 5º del estatuto,
la primera pueda tener lugar en el ámbito de la segunda”. En derecho internacional
consuetudinario el ataque puede preceder al conflicto armado, continuar luego de
que el conflicto armado haya cesado, o tener lugar durante el mismo, sin que nece-
sariamente haga parte de aquel. Además, en el contexto de los crímenes contra la
humanidad, el ataque no se limita al recurso a la fuerza armada y comprende igual-
mente los malos tratos infligidos a la población civil.348
346
TPIY, Sala de Primera Instancia, asunto “Fiscalía vs. Erdemovic”, sentencia proferida el 29 de noviembre
de 1996.
347
TPIY, IT-96-23-T e IT-96-23/1-T, Sala de Primera Instancia, asunto “Fiscalía vs. Kunarac y otros”, sentencia
proferida el 22 de febrero de 2001.
348
IT-96-23 e IT-96-23/1-A, Sala de Apelaciones, asunto “Fiscalía vs. Kunarac y otros”, sentencia del 2 de junio
de 2002.
75. Tratándose de la definición del término “ataque”, los elementos de los crímenes
precisan que ese término no equivale, necesariamente, a aquel de “ataque militar”. Se
trata de una campaña o de una operación dirigida contra la población civil, siendo
la terminología adecuada aquella que figura en el artículo 7.2 del estatuto, según la
cual se trata de un “comportamiento”. El “ataque” mismo se encuentra constituido
por los actos mencionados en el artículo 7.1 del estatuto, sin que se requiera ningún
otro elemento para probarlo o establecer su existencia.
[…]
77. En consecuencia, la Sala considera que el fiscal debe probar que el ataque fue tal
que no puede ser descrito como un ataque contra un grupo limitado de individuos
seleccionados al azar. El fiscal no debe demostrar que toda la población de una zona
geográfica fue tomada en cuenta al momento del ataque.349
Así las cosas, un “ataque” suele estar conformado por un conjunto de actos de violencia
cuya extensión y gravedad suelen variar de un caso a otro,350 los cuales no pueden con-
fundirse con actos cometidos durante un conflicto armado interno. Así, Mettraux351
explica al respecto:
349
ICC-01/05-01/08, Sala de Cuestiones Preliminares II, asunto “Fiscal vs. Bemba Gombo”, providencia de
confirmación de cargos del 15 de junio de 2009.
350
Mettraux, G, International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford University, 2005, p.156.
351
Ibídem, p. 158.
2.2.3.2. El vínculo existente entre los actos cometidos por el acusado y el “ataque”
418. Debe existir, entre los actos del acusado y el ataque, un vínculo consistente en:
II) el acusado haya tenido conocimiento del ataque llevado a cabo contra la
población civil y del hecho de que su acto se inscribía en aquél.
419. Basta con demostrar que el acto criminal haya sido cometido mientras se mul-
tiplicaban los actos de violencia que, tomados individualmente, podían ser de natu-
raleza y gravedad variables.353
352
IT-95-13a, Fiscalía del TPIY, acta de acusación del 3 de abril de 1996, asunto “Fiscalía vs. Mrksic y otros”
(hospital de Vukovar).
353
TPIY, IT-96-23-T e IT-96-23/1-T, Sala de Primera Instancia, asunto “Fiscalia vs. Kunarac y otros”, sentencia
proferida el 22 de febrero de 2001, pars. 418-419.
Así las cosas, bajo determinadas circunstancias un único acto puede llegar a ser califi-
cado como un crimen de lesa humanidad; a su vez, no necesariamente todo acto delic-
tivo cometido contra un número plural de personas puede recibir tal calificación. Al
respecto, la Sala de Primera Instancia, en el asunto “Fiscal vs. Kupreskic (valle de Lasva),
fallado el 14 de enero de 2000, estimó:
550. Sin embargo, bajo ciertas circunstancias, un único acto puede constituir un
crimen contra la humanidad cuando se produce en el contexto requerido. Por ejem-
plo, la denuncia de un vecino a las autoridades nazis, si es cometida en un contexto
de persecución generalizada, ha sido considerada como un crimen contra la huma-
nidad. No obstante un acto aislado, es decir, una atrocidad que no fue cometida en
dicho contexto, no puede recibir tal calificación.354
Una de las particularidades de los crímenes de lesa humanidad es que deben haber sido
cometidos “contra una población civil”, aspecto que ha ofrecido no pocas dificultades
para los jueces penales internacionales.
Al respecto, la Sala de Primera Instancia, en el asunto “Fiscal vs. Tadic” (sentencia del 7
de mayo de 1997), comenzó por afirmar que el Estatuto del TPIY no ofrecía definición
alguna del término “población civil”; algo semejante sucede en el artículo 7º del Estatuto
de Roma de la CPI. A renglón seguido señala: “determinar si unos individuos consti-
tuyen civiles para efectos de los crímenes de lesa humanidad, no resulta ser evidente”.355
354
IT-95-16-T, Sala de Primera Instancia, asunto “Fiscal vs. Kupreskic” (valle de Lasva), sentencia proferida el 14
de enero de 2000, par. 550.
355
IT-94-1-T, Sala de Primera Instancia, asunto “Fiscalía vs. Tadic”, par. 639.
En este orden de ideas, el TPIY356 se apresta a acoger el clásico planteamiento del DIH
según el cual el concepto de “población civil” debe ser entendido de manera amplia, lo
que implica, por ejemplo, que la presencia de personas directamente vinculadas con el
conflicto armado no impide calificar una población en términos de “civil”. Así mismo,
precisa el TPIY que el ataque contra la población civil, en los términos del artículo 5º de su
Estatuto, no debe entenderse en el sentido de requerirse que aquél apunte a todos los habi-
tantes de un estado o de un territorio determinado. Por el contrario, el término “población
civil” guarda sobre todo un vínculo con el carácter masivo o sistemático del ataque, en el
sentido de excluir los actos aislados, es decir, ayuda a entender que se está ante un acto de
carácter colectivo, diferente entonces a un delito sometido al derecho penal interno del
Estado o a un crimen de guerra que haya sido cometido de manera aislada.
Concluye diciendo el TPIY en el asunto “Fiscal vs. Tadic”, a propósito del término
“población civil”, que “el acento no es puesto en la víctima individual, sino, ante todo, en
la colectiva. La victimización del individuo no deriva de sus características personales,
sino de su pertenencia a un determinado grupo de población civil que es tomada como
blanco”.357
El Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Núremberg no alude a los niveles de
sistematicidad o generalidad que deben cumplir unos crímenes para ser calificados en
términos de crimen de lesa humanidad. Tampoco lo hace el del TPIY.
356
Ídem.
357
Ibídem, p. 644.
358
Ver, por ejemplo: TPIR-96-4-T, asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiembre
de 1998 por la Sala de Primera Instancia, pars. 580-581, y TPIR-2001-77-T, asunto “Fiscal vs. Nzabirinda”, sen-
tencia del 23 de febrero de 2007.
Al respecto cabe además precisar, como lo señaló la Sala de Primera Instancia del TIPY
en el asunto “Fiscal vs. Blaskic”, fallado el 3 de marzo de 2000,359 que existen ciertos
comportamientos delictivos que incorporan, por sí mismos, unos elementos que deter-
minan su trascendencia internacional, ya sea por estar presente la intención de eliminar
a un determinado grupo (verbigracia, exterminio), ya sea por la discriminación que ha
motivado la comisión de aquéllos (por ejemplo, apartheid, persecución, etcétera). En
estos casos los criterios de gravedad (sistematicidad y generalidad) se encuentran implí-
citos en los respectivos penales.
4) el número de víctimas;
359
IT-95-14-T, asunto “Fiscal vs. Tihomir Blaskic”, sentencia proferida el 3 de marzo de 2000 por la Sala de
Primera Instancia del TPIY, par. 199.
360
Al respecto es necesario precisar que las cláusulas-umbrales de gravedad no se refieren a la comisión de delitos
que, dados los métodos empleados (verbigracia, sevicia extrema, atentado terrorista, empleo de menores de edad,
etcétera) o la relevancia que la víctima pueda tener en la sociedad (por ejemplo, líder político) puedan haber
causado en un determinado momento en la sociedad. Por el contrario, ellas apuntan es a diferenciar los crímenes
de lesa humanidad de los delitos comunes, en la medida en que los primeros son cometidos de manera sistemática
o generalizada, a diferencia de los segundos.
361
Mettraux, G., International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford University, 2005, p. 171.
En síntesis, un ataque se considera “sistemático” cuando los actos violentos que lo con-
forman no pueden ser considerados como casos aislados o inusuales, sino que, por el
contrario, suelen responder a unos mismos parámetros de conducta que se repiten con
frecuencia, por cuanto materializan la ejecución de un plan o de una política, en cuanto
el carácter “masivo” se refiere al aspectos cuantitativo, es decir, al elevado número de
delitos y de víctimas. En la práctica, suelen concurrir ambos factores.
A los efectos del presente estatuto, se entenderá por “crimen de lesa humanidad”
cualquiera de los actos siguientes cuando se cometa como parte de un ataque ge-
neralizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho
ataque: [...]
En el contexto del Estatuto del TPIY, para el caso específico del crimen de persecución
es necesario demostrar, además, la intención discriminatoria. Pero, ¿en qué consiste
Según Hall, el concepto de mens rea está conformado por dos elementos: la intención de cometer el acto y el
362
conocimiento de las circunstancias en las cuales se perpetra el delito. Cf. Hall, J., General principles of criminal
law, Indianápolis, Bobbs-Merrill, 1960, p. 71.
tal conocimiento del ataque? La jurisprudencia penal internacional aporta unos ele-
mentos muy valiosos en la materia.
Así pues, los jueces penales examinan: 1) el conocimiento del contexto de la comisión
de los crímenes, 2) la participación consciente del autor en tal contexto, y 3) los elemen-
tos de prueba.
La exigencia del conocimiento del contexto general de los crímenes consiste en que el
autor del crimen debe tener consciencia de que sus actos se inscriben en un estado de
cosas más general o extendido, consistente en un ataque masivo o sistemático contra
la población civil.363 Se debe tratar, según la jurisprudencia penal internacional, de un
conocimiento objetivo o razonable, es decir, debe saber que sus actos fueron ejecuta-
dos como parte de un ataque masivo o sistemático contra la población civil y que fue
ejecutado a efectos de materializar una política o plan determinados.
En tal sentido, la jurisprudencia penal internacional estima que los superiores jerár-
quicos deben interrogarse acerca de las intenciones de quienes definen la ideología, la
política o el plan, en cumplimiento del cual se ejecutan los crímenes.
Así las cosas, según la jurisprudencia penal internacional, en materia del elemento sub-
jetivo de los crímenes de lesa humanidad se debe demostrar lo siguiente: 1) que el acu-
sado aceptó voluntariamente ejercer las funciones que ocupa; 2) que esas funciones lo
conducen a colaborar con las autoridades políticas, militares o civiles que definen la
Ídem.
364
ideología, la política o el plan que se encuentra en la base de esos crímenes; 3) que re-
cibió de las autoridades órdenes vinculadas con esa ideología, política o plan; y 4) que
haya contribuido en la realización mediante actos deliberados o por el simple hecho
de rehusarse voluntariamente a adoptar medidas que se imponían para evitar su per-
petración.365
En suma, el elemento subjetivo se compone de dos grandes partes: 1) una positiva, con-
sistente en la intención de cometer la conducta y el conocimiento del contexto en el
cual se realiza; y 2) una negativa, que implica que el acto no haya sido perpetrado por
razones meramente personales o inconexas con el plan o la política diseñada para atacar
a determinada población civil.
Así pues, por ejemplo, el acto legislativo 1 de 2009 hace mención a la noción de crímenes
de lesa humanidad, para diferentes efectos: entrega de avales a candidatos, contrata-
ción estatal, acceso a cargos públicos, entre otros. De igual manera, en los casos de
aplicación del principio de oportunidad se deberá verificar, para su procedencia, que el
procesado no haya cometido un crimen de lesa humanidad. En ambos casos la norma-
tividad interna opera un reenvío al orden jurídico internacional, a efectos de dotar de
contenido y alcance un concepto jurídico; más exactamente, se deberá acudir, en tales
casos, al artículo 7º del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, por cuanto
esta disposición no sólo vincula al Estado colombiano, sino que además refleja el estado
Ídem.
365
IT- 95-14-T, asunto “Fiscal vs. Tihomir Blaskic”, sentencia proferida el 3 de marzo de 2000.
366
actual de la noción de “crimen de lesa humanidad”. Más complejo aún resulta determi-
nar si, en materia penal, los jueces y los fiscales deben aplicar el concepto de “crimen de
lesa humanidad”, propio de la legalidad internacional, y para qué efectos.
Una primera respuesta podría estar encaminada a negarle toda importancia al concepto
de “crimen de lesa humanidad” en asuntos penales en Colombia, por cuanto: 1) se trata
de una categoría que debe ser aplicada únicamente por fiscales y jueces penales interna-
cionales, en sus respectivos ámbitos competenciales; 2) determinados comportamien-
tos que, según el Estatuto de Roma de la CPI, configuran crímenes de lesa humanidad
(verbigracia, el exterminio, la persecución y el apartheid), no encuentran parangón al-
guno en la ley 599 de 2000; 3) otras conductas que, por el contrario, sí aparecen tipifi-
cadas en el actual Código Penal (por ejemplo, desaparición forzada, tortura, violación,
etcétera), si bien, prima facie, encuadran dentro de aquello que se califica como crimen
de lesa humanidad, carecen de algunos elementos definitorios internacionales de los de
aquéllos, en especial, masividad, generalidad, sistematicidad y “conocimiento del ata-
que”. En pocas palabras, según este planteamiento, los fiscales y jueces penales internos
no pueden hacer las veces de sus pares internacionales.
Una segunda tesis, la contraria, señalaría que los fiscales y jueces penales internos pue-
den emplear automáticamente y sin referencia alguna a la legalidad interna, el artículo
7º del Estatuto de Roma de la CPI, por cuanto él constituye derecho consuetudinario.
Tal fórmula, según Werle,367 es acogida por sistemas del common law, donde la puni-
bilidad puede “fundamentarse no sólo en normas escritas, sino también en normas no
escritas (consuetudinarias)”.
El anterior planteamiento, llevado al extremo, implicaría que, por ejemplo, a una per-
sona se le podría imputar en Colombia la comisión de alguno de los crímenes de lesa
humanidad previstos en el mencionado tratado internacional, que ni siquiera estuviera
tipificado en el Código Penal colombiano (verbigracia, exterminio, persecución, etcé-
tera). Tal postura, soportada en un entendimiento muy particular del llamado “bloque
de constitucionalidad”, no sólo implicaría un desconocimiento del principio de legali-
dad penal, sino que pasaría por alto que se está en presencia de normas internacionales
non-self-executing, es decir, disposiciones que precisan ser desarrolladas por los respec-
tivos legisladores penales internos, en especial, en lo atinente al quantum de la pena.
Una tercer tesis, la intermedia, apuntaría a que los fiscales y jueces penales colombia-
nos pueden acudir, en cuanto valioso criterio relevante de interpretación, al artículo
7º del Estatuto de Roma de la CPI, con el propósito de contextualizar la comisión
Así pues, en los términos de esta tesis: 1) se acepta que no se pueden imputar cargos
directamente por la comisión de un crimen de lesa humanidad, por cuanto nuestro
Código Penal, a diferencia de otros como el español368 y el francés,369 no contiene un
capítulo dedicado a regular tales crímenes; 2) se formulan cargos, en últimas, por la
comisión de delitos comunes, por cuanto incluso aquellos de la ley 599 de 2000, que
figuran en el listado del artículo 7º del tratado internacional (verbigracia, desaparición
forzada, desplazamiento forzado, tortura, violación, etcétera) carecen de algunos ele-
mentos definitorios, propios de la legalidad internacional (por ejemplo, masividad,
sistematicidad, generalidad y “conocimiento del ataque”); sin embargo, 3) las labores
de investigación, al igual que el adelantamiento del juzgamiento, deben orientarse de
acuerdo con los parámetros fijados por la legalidad internacional. En otras palabras,
así formalmente se procese y termine condenando a un individuo por la comisión de
un delito común (ejemplo, un homicidio agravado), materialmente se puede inscribir
tal conducta delictiva en un ataque masivo o sistemático contra la población civil con
conocimiento de tal ataque.
En este orden de ideas, la tesis intermedia le permite al juez penal interno, si bien no asu-
mir directamente las funciones de uno internacional, servirse al menos de las categorías
jurídicas empleadas por aquél. Ello conducirá, además, a llevar a cabo una investigación
con miras más amplias y resultados más profundos. Es decir, no es lo mismo investigar
un caso de homicidio como un delito común, que hacerlo desde la perspectiva de un
crimen de lesa humanidad. En efecto, desde el momento en que el investigador tiene en
mente que está ante un crimen internacional, su labor se orientará, no sólo a establecer
quién es el responsable directo del crimen, sino a averiguar si realmente existía un plan o
una política para atacar a determinado grupo social (verbigracia, sindicalistas, defenso-
res de derechos humanos, etcétera), y si dentro de ese contexto se ejecutó el homicidio.
Tal postura mental llevará al fiscal a ir más allá del caso concreto que se le presenta,
prima facie, como un hecho aislado, para dimensionarlo en su verdadero contexto, lo
cual, muy seguramente, lo conducirá a averiguar por los responsables de la elaboración
del plan o de la política de ataque contra el grupo.
Artículo 607 bis (añadido por la ley orgánica 15/2003, del 25 de noviembre) del actual Código Penal español.
368
Artículo 212-1 del Código Penal francés (modificado por la ley 2010-930 del 9 de agosto de 2010, art. 2º).
369
2.3.2. ¿Cómo adelantar una investigación penal por un crimen de lesa humanidad?
Así mismo, la investigación de esta variedad de delitos impone: 1) diseñar una estrategia
global de investigación; y 2) adecuar una estructura burocrática adecuada, a efectos de
evitar la dispersión de esfuerzos y recursos. En otras palabras, las labores de investiga-
ción en materia de crímenes internacionales no deben seguir los parámetros usualmente
aplicados para los casos de delincuencia común. Veamos el caso del TPIY y de la CPI.
Pues bien, en la práctica el TPIY ha tenido que enfrentarse a la ardua labor de investigar
la comisión de crímenes de genocidio, de guerra y de lesa humanidad, perpetrados en el
curso de los hechos más complejos y sangrientos que ha conocido Europa después de la
Segunda Guerra Mundial, cuyo balance apunta a cerca de 300.000 muertos.
De igual manera, en sus primeros años de funcionamiento, dado que la legitimidad del
TPIY no era reconocida por todos los actores del conflicto armado que operaban en la
región, y tomando en cuenta que éste no había cesado, la oficina del fiscal decidió poner
en marcha una estrategia de investigación piramidal, lo que significó partir de: 1) los
elementos de prueba disponibles, y 2) el examen del comportamiento de los autores
de rango inferior en la respectiva organización criminal, quienes directamente habían
perpetrados los crímenes o los habían ordenado. Se trataba, en consecuencia, de identi-
ficar a los autores materiales de los delitos mediante los testimonios suministrados por
sus víctimas.
Una vez recaudado el material probatorio referente a los autores materiales de los he-
chos, los investigadores comenzaron a ascender en la pirámide de la organización, a
efectos de hallar a los principales responsables de los crímenes, es decir, a quienes los
ordenaron, planificaron, financiaron o facilitaron. Tal labor resulta dispendiosa, por
cuanto será necesario demostrar la existencia de un vínculo jurídico y de facto, entre
las personas ubicadas en la cumbre de la organización y los crímenes perpetrados; para
ello será necesario acudir a pruebas documentales y testimoniales (que evidencien, por
ejemplo, la estructura y funcionamiento de la organización, la cadena de mando, el es-
tablecimiento de responsabilidades, etcétera), al igual que la construcción de indicios.
370
S/1995/728 del 23 de agosto de 1995, informe del tribunal internacional encargado de perseguir a las per-
sonas presuntamente responsables de violaciones graves al derecho internacional humanitario cometidas en el
territorio de la antigua Yugoslavia desde 1991.
371
TPIY, ICTY Manual on Developed Practices, Turín, 2009.
Cualquier conflicto armado involucra grave actividad criminal, como aquella que
compromete a un amplio número de víctimas, testigos y perpetradores, no siendo
posible ni práctico investigar todos los crímenes o a todos los potenciales responsa-
bles. Se debe seleccionar a quién investigar, y tal decisión debe ser orientada por dos
factores: el mandato de la autoridad judicial y la disponibilidad de la evidencia. Un
mandato claro permite rápidamente desarrollar una estrategia investigativa, y a su
vez, permite recolectar y organizar evidencia para casos particulares.
No se puede esperar, sin embargo, que los casos más difíciles o relevantes puedan
ser preparados de primeros. Una unidad de un tribunal internacional para críme-
nes de guerra, recientemente establecida, va a contar con una comprensión muy
pobre acerca de la complejidad de los hechos que debe confrontar. De allí que un
entendimiento más completo sólo se alcanzará mediante conocimientos especia-
lizados, labores de investigación y dictámenes técnicos. Mientras una compren-
sión global acerca de los más graves crímenes pueda alcanzarse, en las primeras
etapas investigativas se requerirán varios meses para diseñar un “cuadro” acerca
de las estructuras de comando y a funciones desempeñadas por los líderes de la
organización.
En cuanto a las preguntas ¿qué investigar? y ¿a quién investigar?, en el Manual del TPIY
se admite que “los investigadores deben hacer elecciones”372 al momento de seleccionar
los “blancos”, tomando como base las siguientes directrices:
Ibídem, p. 15.
372
Más allá de las directrices señaladas, consideraciones de orden práctico pueden ser
consideradas al momento de iniciar una investigación. Tales consideraciones in-
cluyen factores tales como: posibilidades de detención y de contar con la evidencia
necesaria. De manera general, no serán investigadas personas que no cuentan con
un alto rango, así como tampoco crímenes considerados como incidentes aislados,
los cuales serán dejados para el conocimiento de las cortes locales.
Pues bien, un examen del Manual de prácticas del TPIY nos demuestra que: 1) debe
existir una estrategia global de investigación que oriente todos los trabajos desarrolla-
dos por la Fiscalía; 2) la justicia penal internacional no pretende, ni tampoco podría
hacerlo, encausar y sancionar a todos los responsables de la comisión de crímenes de
su competencia; de allí la necesidad de establecer prioridades y seleccionar “blancos
de investigación”; 3) una estrategia a seguir en las investigaciones por crímenes de lesa
humanidad consiste en iniciar por la individualización de los perpetradores directos y,
poco a poco, ir subiendo en la pirámide de la organización criminal; 4) la investigación
de crímenes internacionales comporta adecuar estructuras burocráticas especializadas
donde la información fluya entre sus integrantes; 5) resulta recomendable contar con
unos criterios objetivos o directrices que permitan seleccionar qué y a quién investigar;
y 6), aunque no menos importante, la “verdad” se va construyendo paso a paso, sin que
exija llegar a ella o pretender agotarla mediante un único caso, por más emblemático
que éste sea.
373
Ambos, K., “Procedimiento de la Ley de Justicia y Paz (ley 975 de 2005) y derecho penal internacional”, Bogotá,
GIZ ProFis, 2010.
374
Ídem.
375
Ibídem, p. 12.
376
TPIY, ICTY Manual on Developed Practices, ob. cit.
Propósitos de la
investigación
En igual sentido, conviene señalar que en materia de justicia y paz,377 existe un programa
metodológico que contiene tres componentes, concebidos con los siguientes objetivos,
de conformidad con la Guía de procedimientos de la Unidad Nacional de Fiscalías para
la Justicia y la Paz:
Fuentes de información: son los medios mediante los cuales el fiscal delegado y su
equipo investigativo obtienen conocimiento sobre la comisión de un hecho delictivo
imputable a un GAOML o alguno de su integrantes.379
Ahora bien, tomando como base el análisis realizado en la mencionada obra, se puede
realizar el siguiente cuadro comparativo entre los tres componentes del programa
metodológico:
377
Sobre el tema de técnicas de investigación en justicia y paz, cf. Ambos, Kai y ProFis-GTZ-Embajada de
la República Federal de Alemania, Procedimiento de la Ley de Justicia y Paz (ley 975 de 2005) y derecho penal
internacional. Estudio sobre la facultad de intervención complementaria de la Corte Penal Internacional a la luz
del denominado proceso de Justicia y Paz en Colombia, Bogotá, Alvi, 2010; López Díaz, Claudia; Vargas, Álvaro
(coords.) y ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Manual de procedimiento de justicia y
paz, Bogotá, Milla, 2009; y ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Memoria de la Unidad
Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz, Bogotá, Alvi, 2010.
378
GAOML significa: grupo armado organizado al margen de la ley.
379
Proyecto GIZ-ProFis y Fiscalía General de la Nación, Guía de procedimientos de la Unidad Nacional de Fisca-
lías para la Justicia y la Paz, Bogotá, GIZ-ProFis y Fiscalía General de la Nación, 2009, p. E-9.
Como se puede observar, la ejecución de los tres programas metodológicos arroja una
amplísima información acerca del postulado, los crímenes que cometió y sus víctimas,
al igual que en relación con la conformación y funcionamiento del grupo armado al
cual pertenecía. Lo importante será, entonces, encuadrar ese universo de información
dentro de las categorías normativas del derecho penal internacional, al igual que en las
diversas formas de autoría y participación en ellas. De lo contrario, se trataría simple-
mente del relato de una multiplicidad de conductas delictivas, perpetradas por una or-
ganización delictiva, tal y como sucede, por ejemplo, con una banda narcotraficante.
Ahora bien, en cuanto a las preguntas ¿qué investigar? y ¿a quiénes investigar?, la CPI
cuenta con otra particularidad, consistente en las vías con las cuales dispone para que
una situación llegue a su conocimiento: 1) remisión del Consejo de Seguridad; 2) remi-
sión de un Estado parte; y 3) actuación oficiosa del fiscal. De allí que, en cierta forma, la
decisión acerca de dónde investigar no es monopolio de la Fiscalía de la CPI.
Situación Resultados
Ver al respecto, RC/Res 6, “El crimen de agresión”, en “Conferencia de Revisión”, Kampala, 28 de junio de 2010.
380
Para una visión sobre el particular, consultar: Bautista, J. M., “Darfú o el mayor fracaso de la comunidad
381
internacional ante las emergencias humanitarias”, en Los desafíos de las Fuerzas Armadas en el siglo XXI, Granada,
Comares, 2008, p. 83.
Situación Resultados
De igual manera, la Oficina del Fiscal efectúa un análisis preliminar383 en varios países y
territorios, tales como: Chad, Afganistán, Georgia, Palestina y Colombia.
382
Sobre la crisis en Sudán se recomienda el siguiente texto: Decaux, E., “La crise du Darfour. Chronique d’un
génocide annoncé”, en AFDI, 2004, pp. 731-754. Cf. Bautista, J. M., “Darfú o el mayor fracaso de la comunidad
internacional ante las emergencias humanitarias”, en Los desafíos de las Fuerzas Armadas en el siglo XXI, Granada,
Comares, 2008.
383
Desde el 31 de marzo de 2005 Luis Moreno Ocampo, fiscal de la Corte Penal Internacional, remitió una co-
municación al gobierno colombiano indicándole haber recibido copiosa información en el sentido de que miles
de personas han sido asesinadas, desaparecidas, secuestradas y desplazadas forzosamente desde el 1º de noviembre de
2002, cuyos responsables serían los grupos llamado “paramilitares”, las FARC y el ELN, y oficiales de la fuerza pú-
blica colombiana. Su propósito es informar al Estado colombiano que, prima facie, las denuncias recibidas por la
Fiscalía parecen demostrar una situación grave. Y en relación con la Ley de Justicia y Paz afirmó: “Tales iniciativas
son claramente de gran interés para la Fiscalía y le agradecería, por tanto, que me mantuviera informado de los
avances en este respecto”. A su vez,en su visita de 2009 se refirió, en esencia, a los siguientes temas: 1) investiga-
ciones contra congresistas y militares; 2) versiones de los paramilitares extraditados a EE. UU.; y 3) avances en
justicia y paz. Las anteriores declaraciones se realizaronn, precisamente, dentro de un análisis preliminar sobre la
situación colombiana, con miras a determinar si se solicita la apertura formal de la situación del país ante la Sala
de Cuestiones Preliminares de la CPI.
Una política focalizada en las investigaciones también significa que los casos ubica-
dos dentro de una “situación” serán seleccionados de conformidad con su gravedad,
tomando en cuenta factores tales como la escala, naturaleza, forma de comisión
e impacto de los crímenes. Sólo un número limitado de casos será seleccionado.
Aquello le permitirá a la Oficina llevar a cabo investigaciones breves; limitar el nú-
mero de personas puestas en peligro por su interacción con la Oficina, así como
llevar a cabo juicios cortos que apunten a demostrar el grado de victimización.
Mientras el mandato de la Oficina no incluya la producción de un registro histórico
de un determinado conflicto, los casos serán seleccionados a efectos de contar con un
muestreo que refleje los crímenes más graves y los principales tipos de victimización.
En suma, al igual que el TPIY, la CPI tiene diseñada una estrategia investigativa, la
cual apunta a la persecución de los mayores responsables de las comisiones de crímenes
internacionales. Esta estrategia, además, propende por la selectividad en las investiga-
ciones, de manera que la mayor parte de investigaciones sean llevadas a cabo por los mis-
mos Estados. El umbral de gravedad previsto en el Estatuto de Roma asimismo impide
abrir un caso en la CPI contra personas de posición jerárquica baja o media, tal como lo
sostuvo la Sala de Cuestiones Preliminares I al negar inicialmente la expedición de una
orden de arresto contra Bosco Ntaganda.
En tal sentido, si examinamos los fallos proferidos por instancias penales internacionales,
en casos de crímenes de lesa humanidad observamos que el proceso de contextualización
de los delitos imputados a un determinado acusado suele desarrollarse de lo general a lo
particular. Así por ejemplo, en el asunto “Tadic”, la sentencia contextualiza los hechos de
la siguiente manera:
La región de Prijedor
(Antes de la crisis, durante la crisis,
las partes enfrentadas,
principales ataques
y estrategias,
etcétera).
El acusado
Por último, señalemos que los tres programas metodológicos que actualmente se em-
plean en justicia y paz (GAOML, hecho y postulado), pueden adecuarse de forma tal
que se construyan contextos. De hecho, a simple vista parecen ser herramientas útiles
para tales propósitos.
Tesis 1. Todas las acciones penales prescriben en Colombia por expresa disposición legal.
Esta postura se apoyaría en el tenor del artículo 83 de la ley 599 de 2000, según la cual in-
cluso para los delitos de desaparición forzada, tortura y desplazamiento la prescripción
de la acción penal opera pasados 30 años. De hecho, nuestro legislador sigue conside-
rando que, en materia de crímenes de lesa humanidad, la acción penal prescribe; mues-
tra de ello es la aprobación de la ley 1309 de 2009, “Por la cual se modifica la ley 599
de 2000, relativa a las conductas punibles que atentan contra los bienes jurídicamente
protegidos de los miembros de una organización sindical legalmente reconocida”, cuyo
artículo 1º reza:
Artículo 1º. Modifíquese el inciso 2º del artículo 83 de la ley 599 de 2000, el cual
quedará así:
La crítica a esta tesis, como es de suponer, vendría por no tener en cuenta el bloque de
constitucionalidad.
Tesis 2. Las acciones penales por crímenes de genocidio, crímenes de guerra y de lesa hu-
manidad, son imprescriptibles. El anterior planteamiento se soportaría en el artículo
29 del Estatuto de Roma, a cuyo tenor “los crímenes de la competencia de la Corte
no prescribirán”. Quienes sostienen esta tesis se apoyan en que el mencionado tratado
internacional hace parte del bloque de constitucionalidad; es más, llegan a extender
su postura al examen de crímenes cometidos hace muchos años en Colombia. Sin
embargo, este planteamiento podría ser rebatido afirmando que: 1) la Corte Cons-
titucional no ha sostenido, hasta el momento, que todo el Estatuto de Roma de la
CPI haga parte del bloque de constitucionalidad, sino tan sólo el artículo 6º de este
tratado internacional (sentencia C-488 de 2009), referente al crimen de genocidio; 2)
el tratado internacional entró a regir para Colombia el 1º de noviembre de 2002, con
exclusión de los crímenes de guerra, frente a los cuales la competencia se asume desde
el 1º de noviembre de 2009; 3) la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados
establece que “las disposiciones de un tratado no obligarán a una parte respecto de
ningún acto o hecho que haya tenido lugar con anterioridad a la fecha de entrada en
vigor del tratado para esa parte ni de ninguna situación que en esa fecha haya dejado
de existir, salvo que una intención diferente se desprenda del tratado o conste de otro
modo”, es decir, se aplica el principio de irretroactividad de los tratados; y 4) el artículo
24 del Estatuto de Roma establece la irretroactividad del instrumento internacional.384
384
Al respecto, Lirola Delgado y Martín Martínez, explican: “De conformidad con los principios generales del
derecho penal, el estatuto establece la irretroactividad como criterio determinante del ejercicio de la competencia
temporal de la Corte (artículos 11 y 24). Este principio, estrechamente vinculado con el principio de legalidad en
el ámbito penal, figuraba también en el proyecto de código de crímenes de la CDI de 1996 (artículo 13), que es
donde se ha inspirado el estatuto. Por lo que se refiere a su regulación concreta, como apunta Rodríguez Villasante,
en principio el estatuto se refiere a la irretroactividad de carácter procesal, limitando la competencia de la Corte
a los crímenes cometidos después de la entrada en vigor del estatuto (artículo 11). De esta manera, el estatuto se
ajusta al principio recogido en la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, que establece la irretroac-
tividad de los tratados respecto de los actos o hechos que hayan tenido lugar con anterioridad a la entrada en vigor
de éstos (artículo 28)”, en La Corte Penal Internacional. Justicia versus impunidad, Madrid, Ariel, 2001, p. 128.
385
Así por ejemplo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el asunto de la masacre de La Rochela vs.
Colombia, en sentencia del 11 de mayo de 2007 consideró lo siguiente: “Al respecto, la Corte recuerda su juris-
prudencia constante sobre la inadmisibilidad de las disposiciones de amnistía, las disposiciones de prescripción y
el establecimiento de excluyentes de responsabilidad, que pretendan impedir la investigación y, en su caso, la san-
ción de los responsables de las violaciones graves de los derechos humanos tales como la tortura, las ejecuciones
sumarias, extralegales o arbitrarias y las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por contravenir derechos
inderogables reconocidos por el derecho internacional de los derechos humanos”.
386
CSJ de Argentina, sentencia del 24 de agosto de 2004, asunto “Arancibia Clavel”, causa núm. 259.
No obstante la solidez del anterior argumento, éste presenta algunos puntos contro-
versiales, porque: 1) las providencias proferidas por la CteIDH tienen efectos para la
solución del caso concreto, mas no erga omnes, por cuanto no se trata de un control in-
ternacional de convencionalidad; 2) la jurisprudencia constitucional colombiana le ha
otorgado efectos de criterio relevante de interpretación a los mencionados fallos,387 más
no como fuente directa y autónoma del derecho, con lo cual no se podría argumentar
que, como principio general, los crímenes atroces son imprescriptibles en Colombia,
sino que, por el contrario, el Estado debe cumplir con la decisión de la CteIDH en un
caso concreto; y 3) expresamente la CADH no regula el tema de la imprescriptibilidad
de las violaciones graves a los derechos humanos, esto es, carece de una disposición con-
vencional al respecto.
Por ello, y en virtud del orden de prelación ut supra explicitado, de concluirse que
la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los
Crímenes de Lesa Humanidad prevé su utilización retroactiva, este precepto resul-
taría claramente inaplicable. En efecto, el artículo 18 de la Constitución nacional
como norma de jerarquía superior, y por lo demás más respetuosa del principio
pro homine, impediría que pueda aplicarse retroactivamente una derogación al ré-
gimen de prescripción de la acción penal.
Que, en suma, no puede concluirse que con la decisión adoptada por el a quo el
Estado argentino se haya apartado del compromiso asumido en los instrumentos
Así, como conclusión del análisis precedente, la Corte establece que la regla de im-
prescriptibilidad de la acción penal por el delito de desaparición forzada, contenida
en el inciso 1º del artículo 7º de la convención, no resulta contraria a la Carta Po-
lítica. El legislador, al adecuar el ordenamiento interno al presente tratado, puede
establecer la imprescriptibilidad de la acción para dicho delito. Sin embargo, si el
delito está consumado los términos de prescripción de la acción empezarán a correr
una vez el acusado haya sido vinculado al proceso.
Así las cosas, para el caso específico de la desaparición forzada de personas la Corte
consideró que el legislador podía establecer la imprescriptibilidad de la acción penal, sin
que por ello se desconociera el artículo 28 superior.
Según esta postura: 1) los crímenes internacionales prescriben en Colombia; 2) sin em-
bargo, tal prescripción resulta inoponible para la Corte Penal Internacional.
Tesis 6. En los casos de desaparición forzada, la acción penal es imprescriptible hasta que el
presunto responsable sea vinculado al proceso. Tradicionalmente, la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia ha sostenido que, en materia de desaparición forzada de personas,
la acción penal es imprescriptible hasta el momento en que el presunto responsable sea
vinculado formalmente al proceso penal. Así por ejemplo, en auto del 21 de septiembre
de 2009, en el asunto “Gian Carlo Gutiérrez Suárez” (radicado. 32.022), afirmó:
Tres son, entonces, las conclusiones que se extraen de lo dicho por la Corte Cons-
titucional:
Así pues, la CSJ acoge el planteamiento realizado por la Corte Constitucional en sen-
tencia C-580 de 2002, en materia de imprescriptibilidad del crimen de desaparición
forzada de personas.
Artículo 1º
Los crímenes siguientes son imprescriptibles, cualquiera que sea la fecha en que se
hayan cometido:
a) Los crímenes de guerra, según la definición dada en el Estatuto del Tribunal Mi-
litar Internacional de Núremberg, del 8 de agosto de 1945, y confirmada por las
resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas 3 (I) del 13 de febrero
de 1946 y 95 (I) del 11 de diciembre de 1946, sobre todo las infracciones graves enu-
meradas en los convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949 para la protección de
las víctimas de la guerra;
Artículo 4º
otra índole que fueran necesarias para que la prescripción de la acción penal o de
la pena, establecida por ley o de otro modo, no se aplique a los crímenes mencio-
nados en los artículos 1º y 2º de la presente convención y, en caso de que exista,
sea abolida.
Adviértase desde ya que, en los términos del tratado internacional, son igualmente im-
prescriptibles las acciones penales que se adelanten por la comisión de crímenes de gue-
rra así como de lesa humanidad. Lo anterior nos muestra que, si centramos la atención
en los segundos, pensando que sólo éstos son imprescriptibles, estaremos incurriendo
en un grave error. De igual manera, es preciso tener en cuenta que los delitos a los cuales
alude el tratado internacional son los consagrados en el Estatuto del Tribunal Penal
Internacional de Núremberg, es decir, bastante limitado si lo comparamos con el actual
Estatuto de Roma de la CPI.
Tesis 8. Las costumbres internacionales. Una octava tesis que se puede plantear en rela-
ción con la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad consiste en sostener
que ella constituye una costumbre internacional. La anterior tesis es sostenida por algu-
nos autores y ha sido empleada por tribunales penales internos, tales como los argenti-
nos (casos de las juntas militares) y los panameños (violaciones de derechos humanos
durante la dictadura de Noriega).389
Esta tesis es criticada, especialmente por lo difícil que resulta demostrar la existencia
de tal costumbre internacional, y sobre todo, porque ella se encontraba vigente al mo-
mento de cometerse los hechos.
388
Lista de los Estados que han firmado la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra
y de los Crímenes de Lesa Humanidad: Afganistán, Albania, Armenia, Azerbaiyán, Belarús, Bolivia, Bosnia y
Herzegovina, Bulgaria, Camerún, Croacia, Cuba, Filipinas, Lituania, México, Mongolia, Nicaragua, Nigeria,
Polonia, República Checa, República de Corea, República de Moldova, Rumania, Federación de Rusia, Rwanda,
San Vicente y las Granadinas, Eslovaquia, Eslovenia, Antigua República Yugoslava de Macedonia, Túnez, Ucra-
nia, Uruguay, Vietnam, Yemen y Yugoslavia.
389
Corte Suprema de Justicia de Panamá, auto del 2 de marzo de 2004, asunto “Heliodoro Portugal”.
auto del 13 de mayo de 2010, en el asunto “César Pérez García” (radicado 33.118). Al
respecto, es preciso iniciar por recordar qué se entiende por una norma de ius cogens,
en los términos de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, de 1969:
Tratados que están en oposición con una norma imperativa de derecho internacional
general (ius cogens). Es nulo todo tratado que, en el momento de su celebración,
esté en oposición con una norma imperativa de derecho internacional general. Para
los efectos de la presente convención, una norma imperativa de derecho internacio-
nal general es una norma aceptada y reconocida por la comunidad internacional de
Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y que sólo
puede ser modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que
tenga el mismo carácter.
Pero, ¿qué significa exactamente que una norma internacional sea de ius cogens?
En segundo lugar, las normas internacionales se clasifican entre las que admiten acuerdo
en contrario entre las partes en un tratado internacional (normas dispositivas o de ius
dispositivum), y aquellas que son consideradas de orden público internacional, lo cual
implica que su exclusión o modificación mediante acuerdo entre las partes es sancio-
nada con nulidad (normas imperativas o de ius cogens). Son ejemplos de las primeras: la
irretroactividad de los tratados internacionales, la aplicación de los instrumentos inter-
nacionales a la totalidad del territorio de las Partes contratantes, entre otras. A su vez,
se han considerado como normas de ius cogens la prohibición del genocidio, el arreglo
pacífico de las diferencias entre Estados, la interdicción de la esclavitud, entre otras.
Así las cosas, la doctrina391 señala que las normas de ius cogens presentan diversos pro-
blemas, tales como: 1) determinar si se está realmente ante una norma de derecho
390
González Campos, J.; Sánchez Rodríguez, L. y Sáenz de Santa María, P. A., Curso de derecho internacional
público, Madrid, Civitas, 1999, p. 90.
391
Ibídem, p. 105.
28) Que esta convención sólo afirma la imprescriptibilidad, lo que importa el re-
conocimiento de una norma ya vigente (ius cogens) en función del derecho in-
ternacional público de origen consuetudinario. De esta manera, no se fuerza la
prohibición de irretroactividad de la ley penal, sino que se reafirma un principio
instalado por la costumbre internacional, que ya tenía vigencia al tiempo de la
comisión de los hechos.
Ibídem, p. 106.
392
Desde esta perspectiva, así como es posible afirmar que la costumbre internacional
ya consideraba imprescriptibles los crímenes contra la humanidad con anterioridad
a la convención, también esta costumbre era materia común del derecho internacio-
nal con anterioridad a la incorporación de la convención al derecho interno.
30) Que las cláusulas de los tratados modernos gozan de la presunción de su ope-
ratividad, “por ser, en su mayoría, claras y completas para su directa aplicación por
los Estados partes e individuos sin necesidad de una implementación directa”; y
además, “la modalidad de aceptación expresa mediante adhesión o ratificación con-
vencional no es exclusiva a los efectos de determinar la existencia del ius cogens. En
la mayoría de los casos, se configura a partir de la aceptación en forma tácita de una
práctica determinada” (fallos: 318:2148, voto del juez Bossert).
33) Que en consecuencia los hechos por los cuales se condenó a Arancibia Clavel ya
eran imprescriptibles para el derecho internacional al momento de cometerse, con
lo cual no se da una aplicación retroactiva de la convención, sino que ésta ya era la
regla por costumbre internacional vigente desde la década de los sesenta, a la cual
adhería el Estado argentino.
Frente al anterior estado de cosas, la CSJ argentina consideró que: 1) la regla de la im-
prescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad se había cristalizado como norma
consuetudinaria de ius cogens, incluso antes de la adopción de la convención de 1968;
2) de tal suerte que no se estaría violando el principio de legalidad, por cuanto no se
Luego, en sentencia del 1º de abril de 1993, con ocasión del asunto “Association na-
tionale des anciens prisonniers-internés d’Indochine”, la Corte de Casación precisó el
alcance del principio de imprescriptibilidad previsto en los estatuto de los tribunales
penales internacionales creados al término de la Segunda Guerra Mundial:
393
Corte de Casación, Sala Criminal, sentencia del 20 de diciembre de 1985, asunto “Fédération Nationale des
désportés et internés résistants et patriotes et autres vs. Klaus Barbie”, radicado 85-95166.
394
Corte de Casación, Sala Criminal, sentencia del 1o de abril de 1993, asunto “Association nationale des anciens
prisonniers-internés d’Indochine”, radicado 92-82273.
Que las disposiciones de la ley del 26 de diciembre de 1964, y aquellas del Estatuto
del Tribunal Militar Internacional de Núremberg, anexo al Acuerdo de Londres del
8 de agosto de 1945, no comprenden más que los hechos cometidos por cuenta de
los países europeos del Eje;
Que, además, los principios de legalidad de los delitos y de las penas y la no retroac-
tividad penal más severa, enunciadas en los artículos 8º de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, 7.1 del Convenio Europeo de Derechos
Humanos, 15.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, 111.3 y
112.1 del Código Penal, se oponen a que los artículos 211 a 212.3 de ese código se
apliquen a crímenes contra la humanidad en relación con hechos perpetrados antes
de la fecha de su entrada en vigor, el 1º de marzo de 1994;
395
Corte de Casación, Sala Criminal, sentencia del 21 de octubre de 1993, asunto “Des sept otages juifs”, radi-
cado 93-83325.
396
Corte de Casación, Sala Criminal, sentencia del 17 de junio de 2003, asunto “Mouvement contre le Racisme
et Pour l’Amitié entre les Peuples (MRAP)”, radicado 02-80719.
Así las cosas, tratando de sistematizar las líneas jurisprudenciales sentadas por la Corte
de Casación francesa, se tiene que la fuente normativa acogida en materia de impres-
criptibilidad la constituye el Estatuto del Tribunal Penal Internacional de Núremberg.
En tal sentido, los jueces franceses han entendido que 1) el debate sobre la imprescripti-
bilidad se encuentra limitado a un contexto específico: los crímenes de lesa humanidad
y de guerra perpetrados por los países del Eje durante la Segunda Guerra Mundial y
expresamente señalados en el Acuerdo de Londres; 2) no se ha afirmado que la regla
de la imprescriptibilidad sea una norma de ius cogens; y 3) se vincula siempre el debate
acerca de la imprescriptibilidad con la aplicación del principio de legalidad penal y la
prohibición de la aplicación retroactiva y desfavorable de las normas represoras.
Tesis 10. Los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, por cuanto las garantías
procesales del victimario deben ser ponderadas con los derechos a la verdad, la justicia y la
reparación de las víctimas.397 Esta tesis no se apoya en el Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional, sino en el derecho internacional de los derechos humanos. En
efecto, de tiempo atrás las instancias internacionales de protección de ellos han venido
entendiendo que las garantías procesales del victimario no son absolutas, por cuanto
las cláusulas convencionales que consagran el derecho al debido proceso abarcan igual-
mente a las víctimas.
Ahora bien, desde una perspectiva histórica, es cierto que el derecho al debido proceso
penal fue construido en términos de instrumento de protección del ciudadano frente al
397
Sobre el tema de las víctimas en la Ley de Justicia y Paz, cf. ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal
de Alemania, Daño y reparación en el ámbito de la Ley de Justicia y Paz, Bogotá, Alvi, 2010. Rettberg, Angelika;
ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania y Universidad de los Andes, Reparación en Co-
lombia. ¿Qué quieren las víctimas?, Bogotá, Panamericana, 2008. Rettberg, Angelika; Kiza, Ernesto (comps.) y
ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Reparación en Colombia. ¿Qué quieren las víctimas?
Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integridad, Bogotá, Alvi, 2010. López Díaz, Claudia; Vargas, Ál-
varo (coords.) y ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Manual de procedimiento de justicia
y paz, Bogotá, Milla, 2009.
ejercicio del ius puniendi. En efecto, los textos revolucionarios consagran garantías pro-
cesales fundamentales, tales como el principio de legalidad, el juez natural, el derecho
de defensa, la doble instancia, el non bis in idem, etcétera. Por el contrario, los derechos
sustanciales de las víctimas (verdad, justicia y reparación), así como su intervención
misma en el curso del proceso penal, habían sido percibidos en términos secundarios.
Sin embargo, en los últimos años existe una fuerte corriente dogmática y jurispruden-
cial a favor de la reivindicación de los derechos de las víctimas de graves violaciones a los
derechos humanos y al derecho internacional humanitario, tendencia que ha llevado a
considerar que, en casos excepcionales, las garantías procesales del acusado deben entrar
a ser ponderadas con los derechos de las víctimas. Me explico:
En tal sentido, por ejemplo, la Corte Constitucional, en sentencia C-04 de 2003 pon-
deró el principio de la cosa juzgada penal con los derechos de las víctimas a la verdad,
la justicia y la reparación. Tal ponderación, eventualmente, podría asimismo realizarse
con el principio de la prescripción de la acción penal en el caso de crímenes de lesa hu-
manidad y de guerra.
En efecto, la Sala de Primera Instancia, en el asunto “Fiscal vs. Tadic” dio a entender que
los crímenes de lesa humanidad eran más graves que los de guerra, por cuanto implica-
ban la comisión de delitos a gran escala, de manera masiva o sistemática. En otras pala-
bras, que tenían más ingredientes y complejidades que los de guerra, lo cual los ubicaría,
de cierta forma, en un estadio superior.
Por el contrario, la Sala no considera que cualquier acto de genocidio, crímenes con-
tra la humanidad o violaciones al artículo 3º común a los convenios de Ginebra y el
Protocolo adicional II, constituyan formas menores las unas de las otras. El Estatuto
del tribunal no establece una jerarquía de normas; trata a todas las infracciones sobre
un pie de igualdad. Si se pudiese considerar al genocidio como el crimen más grave,
nada en el estatuto autoriza a decir que los crímenes contra la humanidad o las vio-
laciones al artículo 3º común y al Protocolo adicional II sean, en todas las hipótesis,
accesorias al crimen de genocidio y constituyan, por esa vía, infracciones subsidiarias
de aquél. Así como se ha señalado, y éste es un argumento conexo, esas infracciones
abarcan elementos constitutivos diferentes. Una vez más, esa consideración autoriza
las condenas múltiples en razón de los mismos hechos.
2.3.6. ¿Quién califica unos actos delictivos como crímenes de lesa humanidad?
protección de los derechos humanos sólo acuden a tales categorías, a efectos de contex-
tualizar de mejor manera la violación a una obligación convencional. Así por ejemplo, la
CteIDH, en el asunto “Manuel Cepeda Vargas vs. Colombia”, en sentencia proferida el
10 de mayo de 2010, sostuvo:
CteIDH, asunto “Manuel Cepeda Vargas vs. Colombia”, sentencia proferida el 10 de mayo de 2010.
398
Recordemos además que, pasados los juicios de Núremberg, numerosos criminales nazis
fueron juzgados por jurisdicciones penales de Alemania, Francia, Estados Unidos e Israel,
principalmente. Quiere ello significar que no resulta inusual que jueces penales nacionales
juzguen crímenes internacionales; de hecho, en el contexto del TPIY, varios procesos han
sido reenviados a aquéllos.
Ahora bien, en virtud del principio de supremacía del derecho internacional sobre el
interno, la calificación que de unos hechos realice una autoridad pública del orden in-
terno, así sea judicial, no vincula a los jueces penales internacionales. De tal suerte que,
399
CteIDH, asunto “Almonacid Arellano y otros vs. Chile”, sentencia proferida el 26 de septiembre de 2006,
par. 90.
400
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, asunto “Jorge Iván Laverde, alias el Iguano”, radicado
33.301, providencia del 11 de marzo de 2010, M. P.: Alfredo Gómez Quintero.
por ejemplo, un determinado acto de violencia puede ser calificado por un juez interno
como un crimen de guerra, lo cual no obsta para que una instancia penal internacional
comparta tal apreciación o, por el contrario, estime que se está ante un crimen de lesa
humanidad. Otro tanto sucede en el ámbito de los tribunales internacionales de dere-
chos humanos.
En esas condiciones, la Corte estima que no existe certeza acerca de que los elemen-
tos constitutivos del crimen contra la humanidad se encuentren reunidos en el pre-
sente caso.401
3) ¿Qué alternativas existen para que no se presenten dudas acerca de que los críme-
nes de lesa humanidad son imprescriptibles? A nuestro juicio habría que explorar
dos vías jurídicas para dilucidar el tema de la imprescriptibilidad o no de los crí-
menes de lesa humanidad en Colombia. Una primera, consistiría en que el Estado
colombiano adhiriera al texto de la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los
Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, de 1968. Una segunda,
consistiría en reformar la Constitución, a efectos de incluir una cláusula similar a
aquella prevista en el Texto Fundamental ecuatoriano de 2008:
Artículo 23. Las acciones y penas por genocidio, tortura, desaparición forzada
de personas, secuestro y homicidio por razones políticas o de conciencia, serán
imprescriptibles. Estos delitos no serán susceptibles de indulto o amnistía. En
estos casos, la obediencia a órdenes superiores no eximirá de responsabilidad.
2.5. Bibliografía
Bautista, J.M. “Darfú o el mayor fracaso de la comunidad internacional ante las emer-
gencias humanitarias”, en Los desafíos de las Fuerzas Armadas en el siglo XXI, Granada:
Comares, 2008.
Currat, P. Les crimes contre l’humanité dans le Statut de la Cour Pénale Internationale,
París: LGDJ, 2006.
Decaux, E. “La crise du Darfour. Chronique d’un génocide annoncé”, en AFDI, 2004.
Dugard, J., International Law. A South African Perspective, South Africa, 2000.
Escobar, H, C., “La Corte Penal Internacional”, en: Crimen internacional y jurisdic-
ción universal, Valencia, Tirant lo Blanch, 2000.
Fujita, “Les crimes contre l’humanité dans le proces de Nuremberg et Tokio”, en Kobe
University Law Review, 2000.
Mettraux, G., International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford Univer-
sity, 2005.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIR
TPIR-96-4-T, asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiem-
bre de 1998 por la Sala de Primera Instancia.
b. TPIY
IT-95-13a, Fiscalía del TPIY, acta de acusación del 3 de abril de 1996, asunto “Fiscalía
vs. Mrksic y otros (hospital de Vukovar)”.
IT-95-16-T, Sala de Primera Instancia, asunto “Fiscal vs. Kupreskic” (valle de Lasva),
sentencia proferida el 14 de enero de 2000.
IT-95-14-T, Sala de Primera Instancia, asunto “Fiscal vs. Tihomir Blaskic”, sentencia
proferida el 3 de marzo de 2000.
c. CPI
ICC-01/05-01/08, Sala de Cuestiones Preliminares II, asunto “Fiscal vs. Bemba
Gombo”, providencia de confirmación de cargos del 15 de junio de 2009.
d. TEDH
e. CteIDH
f. CSJ
g. CSJ de Argentina
2.5.3. Documentos
Crímenes de guerra
160. Ambas partes [Fiscalía y defensa] admiten que la existencia de un conflicto ar-
mado y de un vínculo entre los actos u omisiones alegados y el conflicto armado, con-
dicionan la aplicación del artículo 3º del estatuto. La Sala se pronunció anteriormente
336
sobre el tema)402 Sin embargo, las partes discrepan en cuanto a la naturaleza del con-
flicto y el alcance del artículo 3º del estatuto. La Sala debe resolver el punto antes
de examinar los elementos de las infracciones señaladas como violatorias de aquel
artículo del estatuto.403
161. En primer lugar, conviene señalar que el artículo 3º del estatuto se aplica tanto
a los conflictos armados internos como internacionales. Lo anterior fue concluido
en el asunto “Tadic”, y no lo controvierten las partes:
162. La acusación sostiene, por su parte, que la enumeración de las leyes o costum-
bres de la guerra que figuran en el artículo 3º del estatuto es de carácter ilustrativo
y no exhaustivo.405 Asegura, igualmente, que el Protocolo adicional I vincula a las
partes en la aplicación de un conjunto de acuerdos especiales que habrían suscrito
bajo los auspicios del CICR y del derecho internacional consuetudinario que san-
ciona los ataques ilegales contra los civiles y sus bienes, cualquiera sea la naturaleza
del conflicto.406
163. La defensa afirma, por el contrario, que el artículo 3º representa un corpus iuris
limitado del derecho internacional consuetudinario y convencional. Controvierte
especialmente que las disposiciones de la Convención de La Haya de 1907 estuvie-
ran incluidas allí:407 la convención no habría adquirido el carácter de norma con-
suetudinaria más que en los casos de conflictos armados internacionales. La defensa
considera, además, que el Protocolo adicional I no resulta aplicable en relación con
402
Cf. Supra, II A.
403
La Sala recuerda que la acusación expresamente abandonó el cargo 2, en la medida en que el cargo12 retoma
tales incriminaciones (“Resumen del fiscal”, par. 62, p. 69).
404
Asunto “Tadic”, par. 137. Cf. también asunto “Fiscal vs. Furundzija”, asunto IT-95- 17/1, del 10 de diciembre
de 1998, par. 132.
405
Reafirmado en el asunto “Tadic”, par. 87; sentencia “Celebici”, par. 278, y asunto “Furundzija”, par. 133.
406
Alegato de la Fiscalía, pp. 188-189, pars. 7.7-7.12.
407
Alegato de la defensa, p. 83.
los cargos 3 y 4 por cuanto no hace parte del derecho internacional consuetudinario
establecido.408 Controvierte, igualmente, la aplicación del Protocolo adicional II al
cargo 3 del acta de la acusación, por cuanto el Consejo de Defensa Croata (HVO)
y la comunidad croata de Herceg-Bosna (HZHB), jamás consintieron, de manera
formal, en la aplicación del conjunto del Protocolo adicional II a título de derecho
convencional y no se encontraban vinculadas por el consentimiento que las autori-
dades croatas o de Bosnia hubiesen podido dar a dicho protocolo.409
164) Conviene, a efectos de interpretar el artículo 3º, referirse al informe del secre-
tario general.410 Según ese informe, el estatuto del tribunal debe aplicar las reglas del
derecho internacional humanitario que hagan parte del derecho consuetudinario, a
efectos de aplicar el principio nullum crimen sine lege.411 El informe expone la parte
del derecho internacional humanitario que, “sin lugar a dudas”, llegó a ser derecho
internacional consuetudinario como tal:
El derecho aplicable a los conflictos armados que son objeto de los siguientes
instrumentos: los Convenios de Ginebra para la Protección de las Víctimas de
la Guerra, del 12 de agosto de 1949; la Convención de La Haya (IV), relativa
a las leyes o costumbres de la guerra terrestre, y las reglas y anexos del 18 de
octubre de 1907; la Convención para la Prevención y la Represión del Crimen
de Genocidio, del 9 de diciembre de 1948, y el Estatuto del Tribunal Militar
Internacional del 8 de agosto de 1945.412
166. El artículo 3º común a los convenios de Ginebra de 1949 debe ser conside-
rado como una regla de derecho internacional consuetudinario.413 La sentencia del
asunto “Celebici” lo indicó de manera explícita:
408
Ibídem, p. 101.
409
Ibídem, pp. 96-98.
410
S/25704, del 3 de mayo de 1993.
411
Informe del secretario general, par. 34.
412
Ibídem. par. 35.
413
Informe del secretario general, pars. 98 a 102; asunto “Tadic”, pars. 609 a 611, y par. 128 del asunto “Nicaragua”.
Es claro hoy que el artículo 3º común ha adquirido el estatus de regla del de-
recho consuetudinario, en el sentido de que la mayoría de Estados reprime en
su Código Penal los actos que, de ser cometidos con ocasión de un conflicto
armado interno, constituirán violaciones al artículo 3º común.415
167. Resulta importante señalar que el artículo 3º común establece unos criterios
mínimos que las partes deben respetar en el curso de un conflicto, expresando “el
fundamento mismo de los cuatro convenios de Ginebra”, es decir, el trato humano.416
168. Además, la Sala no puede más que constatar los términos tan explícitos del ar-
tículo 3º del estatuto: las violaciones de las leyes o costumbres de la guerra no se en-
cuentran allí enumeradas de forma taxativa. A su juicio, la Convención de La Haya
de 1907 (IV), referente a las leyes y costumbres de la guerra terrestre (reglas de La
Haya), tal y como el Tribunal de Núremberg las interpretó y aplicó, fundamentan
el artículo 3º del estatuto. En consecuencia, si el artículo 3º del estatuto417 abarca el
artículo 3º común,418 no es menos cierto que se trata de una disposición más amplia,
en la medida en que se funda igualmente en las reglas de La Haya, consideradas por
la Sala como parte del derecho internacional consuetudinario. Como lo señaló el
secretario general en su informe:
Las reglas de La Haya versan sobre unos aspectos del derecho internacional
humanitario, los cuales se vinculan igualmente con los convenios de 1949. Pero
las reglas de La Haya reconocen además que el derecho de los beligerantes de
hacer la guerra no es ilimitado y que el recurso a ciertos métodos se encuentra
prohibido por las reglas de la guerra terrestre.419
414
Asunto “Celebici”, par. 301.
415
Asunto “Akayesu”, par. 608.
416
����������������������������������������������������������������������������������������������������������
Comentario, p. 43: “si el artículo 3º representa el mínimo que se debe aplicar al conflicto menos determi-
nado que sea, con mayor razón debe aplicarse en caso de conflicto armado internacional, el cual comporta la
aplicación integral del convenio”. Cf. también, asunto “Akayesu”, par. 601; asunto “Tadic”, par. 102, y asunto
“Nicaragua”, p. 218.
417
Informe del Secretario General, pars. 41 a 44, y asunto “Tadic”, par. 86.
418
Asunto “Tadic”, par. 87.
419
Informe del Secretario General, par. 43.
169. El informe del secretario general precisa también que el derecho aplicable
por el tribunal debe ser el derecho internacional consuetudinario a fin de evitar
el problema referente al hecho de que ciertos Estados, pero no la totalidad de éstos,
hayan adherido a unos convenios específicos.420 Siguiendo tal razonamiento, la Sala
se encuentra habilitada, igualmente, para aplicar todo acuerdo que vincule induda-
blemente a las partes para la fecha de la perpetración del crimen: no se correría el
riesgo de vulnerar el principio nullum crimen sine lege en caso de que un beligerante
no hubiese adherido a un tratado específico.421
171. Teniendo en cuenta los argumentos de las partes sobre el anterior punto,
especialmente la defensa, la Sala tratará brevemente la cuestión de los protocolos
adicionales.
172. La Sala estima que el artículo 3º comprende las violaciones de los acuerdos que
vinculan a las partes en conflicto, consideradas en términos de derecho conven-
cional, es decir, unos acuerdos que no necesariamente han llegado a convertirse en
derecho internacional consuetudinario.422
[…]
174. Así pues, una violación a las leyes o costumbres de la guerra en los términos del
artículo 3º del estatuto es una vulneración grave del derecho internacional huma-
nitario, en los términos de aquél, y por tanto, el Tribunal es ipso facto competente
para investigar y sancionar. Resta verificar que la referida violación comprometa
la responsabilidad penal individual y que, tratándose de cargos fundados en el ar-
tículo 3º común, las violaciones hayan sido cometidas contra personas protegidas
por dicho artículo.
420
Ibídem, par. 34.
421
Asunto “Tadic”, par. 143.
422
Alegato de la Fiscalía, par. 187.
175. La acusación sostiene que las disposiciones del Reglamento anexo al IV Con-
venio de La Haya de 1907 constituyen reglas internacionales consuetudinarias,
retomadas por el artículo 6 b) del Estatuto de Núremberg. Las violaciones a esas
disposiciones comprometen la responsabilidad penal individual de la persona que
viole la regla.423 Por el contrario, la defensa no admite que las violaciones a las leyes
o costumbres de la guerra, en el sentido del artículo 3º común a los convenios de
Ginebra, hayan sido tomadas como fundamentos para imponer sanciones penales
a los individuos.424
176. La Sala recuerda que las violaciones al artículo 3º común del estatuto, que
engloba las violaciones a las reglas de La Haya y aquellas del artículo 3º común
son, por definición, violaciones graves al derecho internacional humanitario en
el sentido del estatuto. En consecuencia, son susceptibles de comprometer la
responsabilidad penal de un individuo, de conformidad con el artículo 7º del
estatuto. La Sala observa, además, que las disposiciones del Código Penal de la
RSFY,425 adoptado426 por Bosnia-Herzegovina en abril de 1992, prevén que los
crímenes de guerra cometidos en el curso de los conflictos internos o internacio-
nales comprometen la responsabilidad penal individual.427 La Sala considera que,
así como se concluyó en el asunto “Tadic”, el derecho internacional consuetudi-
nario impone una responsabilidad penal por las violaciones graves al artículo 3º
común.428
423
Ibídem, pars. 192 a 194.
424
Alegato de la defensa, p. 95.
425
Ed. 1990, artículos 142 y 143.
426
Bajo reserva de ciertas reformas.
427
Asunto “Celebici”, par. 312.
428
Asunto “Tadic”, par. 134. Esta postura es sostenida, en el caso concreto, por la Fiscalía (“Alegato de la Fiscalía”,
p. 190).
178. Las conclusiones fundadas sobre dicho criterio dependerán de un análisis fác-
tico antes que de uno jurídico.
179. Luego de haber determinado que el artículo 3º es aplicable, queda por pro-
bar que una de las infracciones particulares que él prevé ha sido cometida. El acta
de acusación alega nueve cargos según el artículo 3º, de un total de diez acusacio-
nes. El fiscal sostiene que el elemento moral que caracteriza a todas las violaciones
al artículo 3º del estatuto, así como a las violaciones al artículo 2º, es el carácter
intencional de los actos u omisiones, concepto que engloba tanto el dolo como
la imprudencia deliberada (recklessness), asimilable a una negligencia criminal
grave.430 Los elementos de las infracciones, que deben ser probadas, son expuestos
a continuación.
1) El ataque ilegal contra civiles (cargo 3); el ataque contra bienes de carácter
civil (cargo 4)
180. La Sala considera, como lo sugiere la acusación,431 que el ataque debe haber
causado muertes o graves daños corporales contra la población civil o bienes de ca-
rácter civil. Las partes en el conflicto se encuentran obligadas a tratar de hacer la dis-
tinción entre objetivos militares, por una parte, y civiles y bienes civiles, por la otra.
Tomar como blanco civiles o sus bienes es una infracción, si no está justificada por
necesidades militares. En los términos del artículo 3º, los civiles son personas que,
además, no pertenecen a las Fuerzas Armadas. Los objetivos civiles comprenden
todo objeto que no pueda ser legítimamente considerado como objetivo militar.
Tal ataque debe haber sido emprendido intencionalmente, con conocimiento (o al
menos que no era posible ignorar), que civiles o bienes civiles serían concernidos
sin necesidad militar.
429
Asunto “Tadic”, par. 615.
430
Alegato del fiscal, pp. 41-42.
431
“Informe del fiscal”, anexo I, p. 74.
378. La Fiscalía señaló que todos los crímenes de guerra alegados en el documento
modificatorio de la notificación de cargos habían tenido lugar en el contexto y se
encontraban vinculados con un conflicto armado, cualquiera que fuera su califi-
cación.432
379. Para configurar crímenes de guerra, los delitos que habrían sido perpetrados
durante el ataque llevado a cabo conjuntamente contra Bogoro por el FNI y las
FRPI el 24 de enero de 2003, o que estarían vinculados con él, debían haber tenido
lugar en el contexto o encontrarse relacionado con un determinado conflicto ar-
mado internacional.433
Estimamos que un conflicto armado existe cada vez que se recurre a la fuerza
armada entre Estados o un conflicto armado prolongado se desarrolla entre las
autoridades gubernamentales y grupos armados organizados o entre tales gru-
pos en el seno de un Estado. El derecho internacional humanitario se aplica
432
ICC-01/04-01/07- Anexo 1-A, par. 37.
433
Cassese, A., International Criminal Law, segunda edición, Oxford, Oxford University, 2008, p. 83: “Con-
viene prestar atención especial a que los crímenes cometidos por civiles contra otros civiles pueden constituir
crímenes de guerra si existe un vínculo entre los crímenes y el conflicto armado. Sin la existencia de tal vínculo, no
se trata más que de delitos “ordinarios”, sancionables según el derecho aplicable sobre el respectivo territorio”.
434
ICC-01/04-01/06-803, p. 288; ver, igualmente, Dormann K, Eve; La Haya, E. y Von Hebel, H., “The context
of war crimes”, en Lee, R. S., The International Criminal Court. Elements of Crimes and Rules of Procedure and
Evidence, New York, Transnational, 2001, p. 120.
435
ICC-01/04-01/06- 803, par. 287.
436
Ibídem.
desde el inicio de los conflictos armados y se extiende más allá del cese de las
hostilidades hasta la conclusión final de la paz; o, en el caso de los conflictos
armados internos, hasta que un arreglo pacífico sea alcanzado. Hasta ese mo-
mento el derecho internacional humanitario continúa aplicándose sobre la to-
talidad del territorio de los Estados beligerantes o, en el caso de los conflictos
armados internos, sobre aquel controlado por una de las partes, independiente-
mente de que allí se desarrollen o no combates.437
385. En vista de los elementos de prueba mencionados, la Sala concluye que existen
motivos sustanciales para creer que, en razón de las ventajas estratégicas que ofrecía
desde el punto de vista geográfico, económico y militar la villa de Bogoro, fue el
437
TPIY, asunto “Fiscalía vs. Tadic”, caso IT-94-1-A, relativo a la apelación de la excepción previa de falta de
competencia, 2 de octubre de 1995, pars. 68 y 70.
438
TPIY, asunto “Fiscalía vs. Kunarac”, casos IT-96-23 y 23/1, sentencia del 12 de junio de 2002, par. 59.
teatro de los ataques llevados a cabo contra la población civil, homicidios intencio-
nales, tratos inhumanos, violaciones, esclavitud sexual, atentados contra la dignidad
de las personas, pillaje y destrucción de bienes.
386. Además, la Sala concluye que existen motivos sustanciales para creer que Ger-
main Katanga y Mathieu Ngudjolo Chui han utilizado niños soldados de menos de
15 años como guardaespaldas y los hicieron participar en las hostilidades, al lado de
los milicianos del FNI y de las FRPI, incluido el ataque llevado a cabo contra la villa
de Bogoro, y para combatir a los “enemigos” Hema.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contextos de los casos
no haber adoptado las medidas adecuadas y razonables para evitar que sus subalternos
cometieran crímenes de competencia del TPIY, ni haber puesto los hechos en manos de
las autoridades respectivas.
De igual manera, Blaskic fue hallado responsable por los actos perpetrados contra los
musulmanes que se encontraban internados en instalaciones controladas por el HVO,
lugares donde fueron sometidos a violencia física y psicológica, tratos crueles e inhuma-
nos, privación de alimentos y agua, entre otros crímenes.
A su vez, el asunto “Fiscal vs. Germain Katanga y Mathieu Ngudjolo Chui” se inscribe
en el proceso que actualmente cursa en la CPI sobre la situación de la República Demo-
crática del Congo (RDC).
En tal sentido, los hechos del caso versan sobre unos crímenes de guerra y de lesa hu-
manidad cometidos a lo largo del otoño de 2002 en el distrito de Ituri, provincia que
se encuentra ubicada al oriente de la RDC, limítrofe con Uganda al este y por el norte
con Sudán.
Se relata, igualmente, en la providencia de la CPI,439 que Ituri tiene entre 3,5 y 5,5 mi-
llones de habitantes; que en su territorio habitan, al menos, 18 grupos étnicos, siendo
los más importantes los alur, los bira, los hema y los lendu, así como un subgrupo del
sur, conocido como los ngiti. Antes de la guerra, Bunia, la capital de Ituri, contaba con
cerca de 100.000 habitantes.
Ahora bien, los hechos del caso tratan sobre el ataque contra la localidad de Borongo
por parte de las tropas de Germain Katanga, quien era el comandante en jefe de las fuer-
zas ngiti, así como por Ngudjolo Chui, responsable militar de todos los combatientes
ubicados en los campos militares al sur de Bunia.440
La Fiscalía sostuvo que los crímenes imputados habrían sido cometidos en el contexto
de un conflicto armado. Éste es, precisamente, uno de los puntos centrales de discusión de
la providencia de confirmación de cargos, adoptada por la Sala de Cuestiones Prelimi-
nares I de la CPI.
439
ICC-01/04-01/07, asunto “Fiscal vs. Germain Katanga y Mathieu Ngudjolo Chui” (situación en la Repú-
blica Democrática del Congo), providencia proferida el 30 de septiembre de 2008 por la Sala de Cuestiones
Preliminares de la CPI, par. 11.
440
Ibídem, par. 13.
Desde una perspectiva filosófica, la discusión acerca de los crímenes de guerra se incar-
dina en la clásica controversia acerca de si la actividad bélica del ser humano conoce
algún límite en el curso de ella.441 En efecto, las situaciones de combate, con frecuencia,
son percibidas como un espacio de “ausencia de norma”, es decir, un escenario en el cual
todo parece estar permitido.442
Ahora bien, resulta difícil precisar dónde y cuándo surgió exactamente el concepto
“crimen de guerra”, término que ha venido evolucionando de la mano de la regulación
internacional de los conflictos armados internacionales e internos. Lo que sí es cierto
es que la sanción, incluso penal, de determinados comportamientos, considerados re-
prochables durante las hostilidades, ha estado presente desde la Antigüedad en diversas
culturas.443 Conductas tales como matar prisioneros de guerra, sitiar ciudades sin que
previamente se hubiese propuesto la rendición de sus habitantes, emplear flechas enve-
nenadas, atacar sitios destinados al culto o a los sacerdotes de la respectiva religión, han
sido considerados, de manera constante, como actos prohibidos en la guerra, es decir,
como infracciones al ius in bellum. Sus responsables, en consecuencia, podrían llegar a
ser castigados, incluso con la muerte.
Así pues, con el correr de los siglos se fueron configurando las conocidas como “leyes y
costumbres de la guerra”, término que, en el artículo 8º del Estatuto de Roma de la CPI,
se emplea como “leyes y los usos aplicables en los conflictos armados”.
Pues bien, al igual que sucedió con los derechos humanos, en el ámbito de los crímenes
de guerra las prohibiciones surgieron y fueron codificadas en el derecho interno y luego
conocieron un lento proceso de internacionalización acompañado, por lo demás, por
una marcada asimetría entre las regulaciones de los conflictos armados internos e inter-
nacionales.444
441
Acerca de la difícil evolución de la represión penal internacional de los crímenes de guerra, ver especialmente:
Cassese, A., “On the current trends toward criminal prosecution and punishment of breaches of international
humanitarian law”, en EJIL, 1998, pp. 1-17.
442
Ramelli, A., Derecho internacional humanitario y estatus de beligerancia, Bogotá, Universidad Externado de
Colombia, 2000, p. 50.
443
Ibídem.
444
Mangas, M. A., Conflictos armados internos y derecho internacional humanitario, Salamanca, Universidad de
Salamanca, 1992, p. 56.
Toda violencia deliberada contra las personas en el país invadido, toda destruc-
ción de bienes no ordenada por un oficial cualificado; todo robo, pillaje o apode-
ramiento, incluso después de la toma de una ciudad por la fuerza; toda violación,
herida, mutilación o muerte de habitantes, se encuentran prohibidas bajo pena de
muerte o de cualquier otra pena grave proporcional a la gravedad de la ofensa.
Posteriormente, a finales del siglo XIX e inicios del XX, se fueron elevando a tratado
internacional esos usos y costumbres de la guerra, sin que al tiempo se ampliara el es-
pectro de la responsabilidad penal individual de los responsables. Por el contrario,
445
Ruda, J. M., “La conception latino-americaine”, en Les dimensions internationales du droit humanitaire, París,
Pedone, 1986, p. 150.
446
Valencia Villa, A., La humanización de la guerra: derecho internacional humanitario y conflicto armado en
Colombia, Bogotá, 1991, p. 34.
447
Abi- Saab, G., “Les crimes de guerre”, en Droit International Pénal, París, Pedone, 2000, p. 265.
Terminada la Primera Guerra Mundial, los artículos 228 a 230 del Tratado de Versalles
establecieron la competencia de las potencias aliadas para juzgar a los criminales de
guerra, entre ellos, al káiser Guillermo II, por “ofensas supremas contra la moral inter-
nacional y la autoridad sagrada de los tratados”.449 Asimismo, se preveía la extradición
de los responsables, situación que nunca se presentó debido a la negativa de Alemania.
Finalmente, los acusados fueron llevados ante la Corte Suprema del Reich, en Leipzig,
siendo condenados 13 de ellos a penas bajas, entre un total de 901 solicitados en extra-
dición.450
En el artículo 6º, literal b) del anexo a los Acuerdos de Londres, se encuentra la primera
tipificación internacional de los crímenes de guerra, al igual que las violaciones a las
leyes y costumbres de la guerra, “sin que la lista sea exhaustiva”:
El asesinato, los malos tratos o la deportación para trabajos forzados o para otros
fines, de poblaciones en los territorios ocupados; el asesinato o los malos tratos de
prisioneros de guerra o de personas en el mar; la ejecución de rehenes, el pillaje de
bienes públicos o privados, la destrucción sin motivo de ciudades y localidades, la
devastación que no se justifique por necesidades militares.
448
Al respecto, el artículo 3º de la IV Convención de La Haya de 1899 disponía lo siguiente: “La parte beli-
gerante que violare las disposiciones de dicho reglamento será obligada a indemnizar, si hay lugar a ello. Será
responsable de todos los actos cometidos por las personas que hagan parte de sus Fuerzas Armadas”.
449
David, E., Principes de droit des conflits armés, Bruselas, Nijhoff, 1994, p. 295.
450
Ídem.
Principio I
Cualquier persona que cometa actos que constituyan un crimen bajo las leyes inter-
nacionales será responsable y por consiguiente sujeta a castigo.
Principio II
El hecho de que las leyes internas no impongan castigo por un acto que constituya
un crimen bajo las leyes internacionales no exime a la persona que cometió el acto
de su responsabilidad bajo las leyes internacionales.
Principio III
El hecho de que una persona que ha cometido un acto que constituye un crimen
bajo las leyes internacionales sea jefe del Estado o un oficial responsable del go-
bierno no le exime de la responsabilidad bajo las leyes internacionales.
Principio IV
El hecho de que una persona actúe bajo las órdenes de su gobierno o de un superior
no le exime de la responsabilidad bajo las leyes internacionales, siempre que se de-
muestre que tenía posibilidad de actuar de otra forma.
Principio V
Cualquier persona acusada de un crimen bajo las leyes internacionales tiene el dere-
cho a un juicio justo ante la ley.
Comisión de Derecho Internacional, segunda sesión (1950), “Principles of International Law recognized in
451
the Charter of the Nuremberg Tribunal and in the Judgement of the Tribunal, with commentaries”.
Principio Vl
Los crímenes que se enumeran a partir de aquí son castigables como crímenes bajo
las leyes internacionales:
a) Guerra de agresión:
b) Crímenes de guerra:
Las violaciones de las leyes o costumbres de la guerra que incluyen, pero no están
limitadas a asesinato, trato inhumano o deportación como esclavos o para cual-
quier otro propósito de la población civil de un territorio ocupado; asesinato o
trato inhumano a prisioneros de guerra, a personas sobre el mar; asesinato de rehe-
nes; pillaje de la propiedad pública o privada; destrucción injustificada de ciudades,
pueblos o villas, o la devastación no justificada por la necesidad militar.
Principio VII
Adicionalmente, vale la pena traducir los comentarios realizados por los integrantes de
la Comisión de Derecho Internacional en relación con dos principios de Núremberg
alusivos a la legalidad y las garantías procesales del acusado:
El principio según el cual una persona que haya cometido un crimen según el derecho
internacional es responsable según la legalidad internacional, independientemente
de las previsiones realizadas por el derecho interno, implica lo que usualmente es
Ídem.
452
Ídem.
453
Posteriormente, el Estatuto del TPIY previó que serían sancionables por esta instancia
internacional los siguientes crímenes de guerra, descritos en dos disposiciones conven-
cionales complementarias:
Artículo 2º
El tribunal internacional está habilitado para perseguir a las personas que cometan
o den la orden de cometer infracciones graves a la Convención de Ginebra del 12
de agosto de 1949, a saber, los siguientes actos dirigidos contra personas o bienes
protegidos por los términos de las disposiciones de dicha convención:
a) El homicidio intencionado;
Artículo 3º
El tribunal internacional tiene competencia para perseguir a las personas que come-
tan violaciones de las leyes o prácticas de guerra. Tales violaciones comprenden, sin
que esto impida reconocerse otras, las siguientes:
Por su parte, el Estatuto del TPIR fijó como ámbito material de competencia del tribu-
nal, la persecución de crímenes de guerra cometidos exclusivamente en el contexto de
un conflicto armado interno:
Artículo 4º
El tribunal internacional está habilitado para perseguir a las personas que cometan
o den la orden de cometer infracciones graves del artículo 3º común a las conven-
ciones de Ginebra del 12 de agosto de 1949 para la protección de las víctimas en
tiempos de guerra, y al protocolo adicional II a dichas convenciones del 8 de junio
de 1977. Tales violaciones comprenden, sin ser taxativas:
a) Los atentados contra la vida, la salud y el bienestar físico o mental de las personas,
en particular el asesinato, así como los tratamientos crueles como la tortura, las
mutilaciones o toda forma de castigos corporales;
c) La toma de rehenes;
f ) El pillaje;
g) Las condenas excesivas y las ejecuciones efectuadas sin un juicio previo realizado
por un tribunal constituido regularmente y provisto de las garantías judiciales reco-
nocidas como indispensables por los pueblos civilizados.
A su vez, el artículo 8º del Estatuto de Roma de la CPI prevé el listado más completo y
vigente de crímenes de guerra, perpetrados en contextos de conflicto armado interno e
internacional, disposiciones éstas que deben ser entendidas de conformidad con los ele-
mentos de los crímenes. En caso de una contradicción entre el estatuto y los elementos
de los crímenes, prevalece el estatuto.454
Resulta igualmente pertinente traer a colación a Olásolo455 cuando sostiene que exis-
tieron tres criterios para determinar a priori qué violaciones al derecho internacional
humanitario merecerían tipificarse en los elementos de los crímenes, a saber: 1) que con
independencia de su origen convencional, la norma fuese considerada una costumbre
internacional universal; 2) su violación comprometiera la responsabilidad penal indivi-
dual del acusado; y 3) que entrañara una gravedad suficiente. Como consecuencia de lo
anterior, concluye afirmando:
454
CPI, Sala de Cuestiones Preliminares I, “Fiscal vs. Al-Bashir”, ICC-02/05-02/09, “Decision on the
Prosecution’s Application for a Warrant of Arrest against Omar Hassan Ahmad Al-Bashir”, 4 de marzo de 2009.
455
Olásolo, H., Ensayos sobre la Corte Penal Internacional, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana-Biblioteca
Jurídica Diké, 2009, p. 356.
Si bien el ER no incluye todas las violaciones del derecho internacional de los con-
flictos armados que dan lugar a responsabilidad penal individual, todos los com-
portamientos típicos contenidos en el artículo 8.2 ER daban lugar ya en 1998 a
responsabilidad penal individual conforme al derecho internacional consuetudina-
rio de los conflictos armados.456
Por último, señalemos que, dado que ni el Estatuto de Roma, ni los elementos de los
crímenes, definen las expresiones “en el contexto de un conflicto armado” y “relacio-
nado con un conflicto armado”, la CPI, precisamente en el asunto “Germain Katanga y
Mathieu Ngudjolo Chui” remite, para tales efectos, a las líneas jurisprudenciales crea-
das en la materia por el TPIY y el TPIR.
Así, mientras que los Convenios I, II y III de Ginebra protegen a los soldados y prisio-
neros de guerra enfermos, náufragos o heridos, se requiere que sean miembros de las
Fuerzas Armadas, es decir, que se encuentren legitimados para participar en las hos-
tilidades; por el contrario, el Convenio IV ampara únicamente a los integrantes de la
población civil. Lo determinante en los conflictos armados internacionales es la nacio-
nalidad de los civiles. Sin embargo, en la jurisprudencia del TPIY la importancia del
concepto de nacionalidad, a efectos de determinar la protección de la población civil,
ha sido compartida con aquel de la pertenencia a determinado grupo étnico. Así, en el
asunto “Fiscalía vs. Blaskic”, la Sala de Primera Instancia consideró:
456
Ídem.
457
Este apartado debe concordarse con lo explicado en la parte I, capítulo V, sobre personas protegidas.
458
Werle, ob. cit., p. 467.
459
IT-95-14-T, asunto “Fiscal vs. Tihomir Blaskic”, sentencia proferida el 3 de marzo de 2000 por la Sala de
Primera Instancia del TPIY.
En cuanto a los delitos contra la propiedad, el artículo 8º del Estatuto de Roma tipifica
como crímenes de guerra, en los conflictos armados internacionales, los siguientes com-
portamientos: 1) apropiarse de ellos de manera no justificada por necesidades militares,
a gran escala, ilícita y arbitrariamente; 2) confiscar bienes del enemigo, a menos que las
necesidades de la guerra lo hagan imperativo; y 3) saquear una ciudad o una plaza, in-
cluso cuando es tomada por asalto. A su vez, tratándose de conflictos armados internos,
el tratado internacional prevé igualmente como crimen de guerra el saqueo de una ciu-
dad o una plaza, “incluso cuando es tomada por asalto”. Respecto al crimen de saqueo,
cometido durante un conflicto armado interno, los elementos de los crímenes aportan
unos elementos de juicio importantes:
Artículo 8.2 e) v)
Elementos
460
Ver al respecto, AA. VV., The International Criminal Court. Elements of Crimes and Rules of Procedure and
Evidence, New York, Transnational, 2001.
461
Este apartado debe ser concordado con lo explicado en la parte I, capítulo IV, sobre bienes protegidos.
Así pues, una revisión de los cuatro convenios de Ginebra de 1949 y de sus protocolos
adicionales, evidencia la existencia de distintas variedades de bienes civiles protegidos:
1) bienes indispensables para la supervivencia de la población civil; 2) obras e instala-
ciones que contienen fuerzas peligrosas; y 3) bienes culturales. Al respecto, y de manera
complementaria, el artículo 52 del Protocolo adicional I de 1977 define los objetivos
militares en los siguientes términos:
Artículo 52
462
IT-96-21-T, asunto “Fiscalía vs. Delalic y otros (Celebici)”, Sala de Primera Instancia, sentencia del 16 de
noviembre de 1998.
463
Olásolo, H., Ataques contra personas o bienes civiles y ataques desproporcionados. Especial referencia al Estatuto
de Roma de la Corte Penal Internacional y a la jurisprudencia del Tribunal Penal Internacional para la antigua
Yugoslavia, Valencia, Tirant lo Blanch, 2007.
Así pues, el listado de bienes calificados como “civiles” deberá leerse conjuntamente con
la definición de “objetivo militar”, presente por lo demás en la regulación de los conflic-
tos armados internacionales.
Considerando:
Que los progresos de la civilización deben tener por efecto atenuar en cuanto sea
posible las calamidades de la guerra;
Que la única finalidad legítima que los Estados deben proponerse durante la guerra
es el debilitamiento de las fuerzas militares del enemigo;
464
Bretton, Ph., “La Convention du 10 avril 1980 sur l’interdiction ou la limitation de l’emploi de certaines
armes classiques qui peuvent éter considerées comme produisant des effets traumatiques excessifs ou comme
frappant sans discrimination”, en AFDI, 1981, pp. 81 y ss.
Que, a este fin, basta con poner fuera de combate al mayor número posible de
hombres;
Que esta finalidad quedaría sobrepasada por el empleo de armas que agravarían
inútilmente los sufrimientos de los hombres puestos fuera de combate, o bien ha-
rían que su muerte fuese inevitable;
Que el empleo de tales armas sería, a partir de este momento, contrario a las leyes
de la humanidad.
CIJ, “Avis consultatif du 8 juillet 1995”, en Licéité de la ménace ou de l’emploi d’armes nucléaires, Recueil, 1996.
465
Resulta un lugar común afirmar que, una de las razones que llevó a la reforma del Có-
digo Penal de 1980, consistió en incluir los crímenes de guerra en nuestra legislación
interna.466 Lo anterior, a efectos de hacer efectivas las prohibiciones internacionales en
materia de derecho internacional humanitario y, por supuesto, allanar el camino para
que la justicia penal colombiana investigara crímenes que, de no hacerlo, en un futuro
podría asumirlos la Corte Penal Internacional. Sin embargo, una breve mirada a nuestra
historia evidencia que ellos han estado allí desde hace tiempo, aunque sin los importan-
tes desarrollos que hoy les conocemos.
Durante la sesión del 5 de mayo de 1863 los ciudadanos Mosquera y Camacho Roldán
habían propuesto un articulado mucho más generoso que aquel que resultó aprobado
por los delegados a la convención:
466
Ramelli, A., “Aproximación crítica al nuevo Código Penal en materia de derecho internacional humanitario”, en:
XXIII Jornadas Internacionales de Derecho Penal, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2001, p. 295.
467
Hacemos alusión al I Convenio de Ginebra para mejorar la suerte de los heridos en campaña terrestre, de 1864.
Las personas neutrales en la contienda, los niños, las mujeres y los ancianos son inmu-
nes, como los extranjeros, y el ataque a sus personas es un hecho punible por las leyes de
la guerra (subrayado fuera de texto).
Habrá canje de prisioneros, y los heraldos serán respetados. Habrá derecho de suspen-
sión de hostilidades, armisticios y convenios, para restablecer la paz (énfasis fuera
de texto).
Los partidos que violen estos principios se colocan bajo las leyes de la guerra, del
talión y represalia; pero nunca se podrán tomar tales medidas contra los deudos, co-
partidarios ni amigos políticos o personales de los ofensores, sin hacerse culpables
de delito los que tales medidas adopten.
Los colombianos que infrinjan estos principios serán juzgados como enemigos de la
humanidad y no serán considerados sus hechos como errores políticos (énfasis fuera
de texto).
No se puede hacer más mal al enemigo que el que reconoce el derecho de la guerra
para obligar a hacer la paz.
No se pueden dar letras de marca o corso a buques extranjeros, y tales buques arma-
dos por algún partido político, serán tenidos como piratas.
Restrepo Piedrahita, C., Salvador Camacho Roldán. La Convención de Rionegro, Bogotá, Universidad Exter-
468
Art. 127.- Exclusión de pena. Los rebeldes o sediciosos no quedarán sujetos a pena
por los hechos punibles cometidos en combate, siempre que no constituyan actos
de ferocidad, barbarie o terrorismo.
Como se puede apreciar, aunque no se contaba con unos tipos penales específicos que
permitieran sancionar internamente las violaciones al derecho internacional humanita-
rio, sí existía una larga tradición jurídica que apuntaba a excluir de la noción de delito
político, y por ende de la concesión de amnistías e indultos, aquellos actos calificados
como de “ferocidad o barbarie”, los homicidios fuera de combate, así como los ataques
contra ciertos bienes civiles (verbigracia, fuentes de agua). De allí que, antes del Código
Penal de 2000, en Colombia los crímenes de guerra debían ser sancionados recurriendo
al catálogo propio de los delitos comunes, lo cual, por supuesto, resultaba muy difícil,
dadas las particularidades terminológicas del DIH. Así mismo, tampoco existía mayor
claridad acerca de lo que debía entenderse por actos de ferocidad y barbarie.
469
Ramelli A., La Constitución colombiana y derecho internacional humanitario, segunda edición, Bogotá, Uni-
versidad Externado de Colombia, 2003, p. 345.
El título II del Código Penal, sobre “Delitos contra personas y bienes protegidos por
el derecho internacional humanitario”, presenta algunas particularidades que pasamos
a resaltar.
b) El tema del sujeto activo indeterminado. Las disposiciones que integran el título II del
Código Penal se caracterizan por no emplear el término “combatiente”, en tanto sujeto
activo cualificado de los crímenes de guerra, sino que prefirió emplear la expresión “el
que”, es decir, se trata de un sujeto activo indeterminado. Al respecto, se alegó que, en
los conflictos armados internos no existen, como tales, combatientes, a diferencia de los
internacionales. Ciertamente, el Protocolo II de Ginebra de 1977 emplea las expresiones
“Fuerzas Armadas”, “Fuerzas Armadas disidentes” y “grupos armados organizados”. Tam-
poco existe, para el caso de conflictos armados internos, un “estatuto del prisionero de
guerra”, semejante al establecido en el Convenio III de 1949, para situaciones de conflicto
armado internacional. Al respecto, la CIDH, en su “Informe sobre terrorismo y derechos
humanos”, rendido en 2002, argumentó:
OEA/Ser.L/V/ll.116 Doc. 5 rev.1 corr. 22 de octubre de 2002, “Terrorismo y derechos humanos”, Washington, 2002.
470
[…]
c) El ingrediente normativo del tipo: “con ocasión y en desarrollo del conflicto armado”.
En el tema III de la primera parte de esta obra se explicó en detalle cuál era el sentido
y alcance de la mencionada expresión, vinculada a los ámbitos de aplicación material,
geográfica y personal del DIH. Baste entonces con señalar que la calificación de un
determinado acto, en términos de crimen de guerra, dependerá de: 1) la existencia
de un conflicto armado interno, internacional o mixto; 2) la presencia de un vínculo
funcional entre la conducta delictiva y el desarrollo del conflicto armado; 3) con todo,
no es condición sine qua non el desarrollo de un combate, por cuanto puede ser que
aquél no tenga lugar (verbigracia, un asesinato de civiles indefensos). Lo importante,
en últimas, es que no se trate de un comportamiento inconexo con la lógica de las
hostilidades (verbigracia, un miembro de la fuerza pública que ocasiona la muerte a
un integrante de un grupo armado que se encuentra fuera de combate, por razones
personales o sentimentales).
d) No se precisa que la conducta haga parte de un plan o de una política o “como parte de
la comisión en gran escala de tales crímenes”. Una diferencia importante que existe entre
los crímenes de guerra que aparecen tipificados en el título II del CP y aquellos de com-
petencia de la CPI, es que los primeros pueden ser perpetrados de forma aislada; por el
contrario, el artículo 8º del Estatuto de Roma de la CPI dispone:
Artículo 8º
Crímenes de guerra
e) El origen diverso de los tipos penales estipulados en el título II del CP. Luego de revisar
los treinta (30) tipos penales que se ubican en el título II del CP, se constata que el legis-
lador se inspiró en diversas fuentes normativas internacionales, en especial, en el Proto-
colo I de Ginebra de 1977 y en el Estatuto de Roma de la CPI. En efecto, al no contar el
Protocolo II con descripciones detalladas de infracciones al DIH, era necesario acudir
a otros textos internacionales, mucho más ricos e ilustrativos en la materia. Lo anterior
significa, en pocas palabras, que las conductas de los integrantes de las partes durante un
conflicto interno, como el colombiano, quedarán sometidos a estándares más elevados
que aquellos a los que usualmente estarían sometidos.
f ) No todos los delitos relacionados con el conflicto armado se ubican en el título II del
CP. A lo largo del CP se encuentran tipificadas otras conductas relacionadas con el
curso del conflicto armado interno, tales como concierto para delinquir agravado (ar-
tículo 340.2); empleo o lanzamiento de sustancias u objetos peligrosos (artículo 359);
empleo, producción, comercialización y almacenamiento de minas antipersonales (ar-
tículo 367a); favorecimiento agravado (artículo 446.2); entre otros. Ahora bien, es ne-
cesario aclarar que no necesariamente los delitos que guardan relación con el desarrollo
del conflicto armado configuran crímenes de guerra (verbigracia, rebelión).
3) Las álgidas discusiones teóricas que se presentan en Colombia con relación a los
crímenes de lesa humanidad, como son, entre otras, a) acoger un concepto restrin-
gido o amplio del principio de legalidad, b) imprescriptibilidad, c) relativización de
las garantías procesales, amén de la existencia de un conflicto armado, son aplica-
bles, mutatis mutandis, en materia de crímenes de guerra.
2.5. Bibliografía
Abi-Saab, G., “Les crimes de guerre”, en Droit International Pénal, París, Pedone, 2000.
AA. VV., The International Criminal Court. Elements of Crimes and Rules of Procedure
and Evidence, New York, Transnational, 2001.
Cassese, A., “On the current trends toward criminal prosecution and punishment of
breaches of international humanitarian law”, en EJIL, 1998.
David, E., Principes de droit des conflits armés, Bruselas, Nijhoff, 1994.
Karlshoven, F., Reflections on the law of war. Collected essays, Boston: Martinus Ni-
jhoff, 2007.
Mettraux, G. International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford Univer-
sity, 2005, p. 284.
__. Ensayos sobre la Corte Penal Internacional, Bogotá, Pontifica Universidad Javeriana-
Biblioteca Jurídica Diké, 2009.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a) TPIY
IT-95-14-T, asunto “Fiscal vs. Tihomir Blaskic”, sentencia proferida el 3 de marzo de
2000 por la Sala de Primera Instancia.
b) CIJ
c) CPI
d) Corte Constitucional
2.5.3. Documentos
471
Artículo 27 del IV Convenio de Ginebra.
472
Artículo 76.1.
473
Artículo 4.2 e).
372
169. Resulta innegable que la violación y las demás agresiones sexuales graves come-
tidas en período de conflicto armado comprometen la responsabilidad penal de los
individuos que se libren a éstas.
474
Francis Lieber, “Instructions for the Government of Armies of the United States” (1863), reproducido en el
Laws of Armed conflicts, vol. I, Schindler y Tonan, p. 385.
475
En ese caso, Yamashita fue condenado por violación, en tanto que superior jerárquico, y sancionado por crí-
menes de guerra. En la decisión del 7 de diciembre de 1945 la comisión estimó que “Resulta absurdo considerar
que un comandante sea un asesino o un violador porque uno de sus soldados asesinó o violó. Sin embargo, cuando
el asesinato, la violación y otros actos odiosos son perpetrados a gran escala, y que un comandante no intenta
descubrir y controlar esos actos criminales, ese comandante puede ser considerado como responsable, incluso
penalmente, por actos ilegales perpetrados por sus tropas, según la naturaleza y las circunstancias de aquéllos”, en
The law of war, vol. II, 1972, p. 1597.
172. La violación está explícitamente prevista en el artículo 5° del estatuto del tri-
bunal internacional como un crimen contra la humanidad. Puede igualmente cons-
tituir una infracción grave a los convenios de Ginebra, una violación de las leyes o
costumbres de la guerra477 o un acto de genocidio478 si los elementos necesarios se
encuentran reunidos y es objeto de persecuciones como tal.
173. Como se señaló en el parágrafo 133 del presente fallo, estando consagrado en el
artículo 3º del estatuto, se trata de una disposición cuadro, no siendo exhaustivo. En
la decisión proferida el 29 de mayo de 1998, concerniente a la excepción prejudicial
de incompetencia planteada por la defensa, con el propósito de atacar los cargos 13
476
El artículo 7º del pacto internacional prohíbe los tratos crueles, inhumanos o degradantes. Algunas peticiones
han sido elevadas en virtud de dicho artículo ante el Comité de Derechos Humanos contra los Estados acusa-
dos de no prevenir y sancionar las violaciones y las violencias sexuales graves. En el asunto “Chipre vs. Turquía”
(1982), European Rights Reports, 482, Opinion of 10 july 1976, la Comisión Europea de Derechos Humanos
estimó que, debido a las violaciones cometidas por tropas turcas contra mujeres chipriotas, Turquía había faltado
a su obligación establecida en el artículo 3º de prevenir y sancionar los tratos inhumanos o degradantes. En el
asunto Aydin, la Corte europea consideró que “la violación de una detenida por un agente del Estado debe ser
considerada como una forma particularmente grave y odiosa de malos tratos, teniendo en cuenta la facilidad con
la cual el agresor pudo abusar de la vulnerabilidad de su víctima y de su fragilidad. Además, la violación deja en la
víctima heridas psicológicas profundas que no se borran tan rápidamente como otras formas de violencia física o
mental. La peticionaria igualmente sufrió el dolor físico que provoca una penetración por la fuerza, lo que no ha
podido dejar en ella un sentimiento de haber sido abusada y violentada en los planos físico y emocional”, op. cit.,
par. 83. La violación y otras formas de violencia sexual grave son estipuladas en el artículo 4º de la Carta Africana
de los Derechos Humanos y de los Pueblos, en tanto que violación del derecho al respeto por la integridad de la
persona, al igual que del artículo 5º, que prohíbe toda forma de trato cruel, inhumano o degradante. La Conven-
ción Americana de Derechos Humanos consagra el derecho a un trato humano en su artículo 5º, el cual dispone
que “toda persona tiene el derecho a que sea respetada su integridad física, mental y moral”, y a que “nadie sea
sometido a tortura o a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”.
477
Artículo 3º del estatuto.
478
Artículo 4º del estatuto.
174. La Sala de Primera Instancia toma nota de la tesis que desarrolló la acusación
en su escrito previo al proceso y que no es discutible, a saber, que la violación es
un acto efectuado bajo la amenaza de penetración forzada. En otros términos, es un
acto cumplido recurriendo al uso de la fuerza o de la amenaza, pudiendo ser ello
explícito o no, y que debe dar a la víctima razones para temer que ella o un tercero
serán víctimas de violencia, de medidas de coerción, o de puesta en detención o de
opresión psicológica.479 La violación se analiza como la penetración de la vagina,
del ano o de la boca por el pene, o de la vagina o del ano por otro objeto. Engloba la
penetración, así sea ligeramente, de la vulva, del ano o de la cavidad oral por el pene,
y la penetración sexual de la vulva o del ano, sin limitarse al pene.480
479
Alegato previo de la Fiscalía, p. 15.
480
Ibídem, p. 15.
481
Se encuentran elementos para una definición de la dignidad humana en las normas internacionales relativas a
los derechos humanos, tales como las enunciadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948,
en los dos pactos de las Naciones Unidas de 1966, relativos a los derechos humanos, y en otros instrumentos in-
ternacionales referidos al derecho internacional humanitario. La expresión en cuestión abarca, indubitablemente,
unos actos calificados como violencias sexuales graves que no constituyen violación propiamente dicha (la vio-
lación es expresamente señalada por el artículo 27 del IV Convenio de Ginebra de 1949 y por el artículo 75 del Pro-
tocolo adicional I de 1977, y es mencionada en el informe del secretario general, elaborado de conformidad con el
parágrafo 2º de la resolución 808 (1993) del Consejo de Seguridad, S/25704, par. 48), la coacción a la prostitución
(indudablemente, un atentado grave a la dignidad humana en los términos de la mayoría de instrumentos interna-
cionales relativos a los derechos humanos y señalada por las disposiciones del derecho humanitario, así como en el
informe del secretario general) o la desaparición de personas (proscrita por la resolución de la Asamblea General
47/133 del 18 de diciembre de 1992 y por la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969).
176. La Sala de Primera Instancia del TPIR estimó en el asunto “Akayesu” que para
formular una definición de violación en derecho internacional es necesario partir
de la idea de que “una descripción mecánica de los objetos o de las partes del cuerpo
no permiten aprehender los elementos esenciales de ese crimen”.482 Esa misma Sala
de Primera Instancia estimó que en derecho internacional es más útil vincular con
un “cuadro conceptual de violencia sancionada por el Estado”.483 En sus palabras:
Esta definición fue tomada en cuenta por la Sala de Primera Instancia del TPIY en
el asunto “Delalic y otros”.485
177. La Sala de Primera Instancia observa que ningún otro elemento, más allá de
los anteriormente puestos en evidencia, puede ser extraído del derecho internacio-
nal convencional o consuetudinario, así como no son de ninguna ayuda los prin-
cipios generales del derecho penal internacional o del derecho internacional. La
Sala de Primera Instancia estima, en consecuencia, que para llegar a una definición
precisa de violación basada en el principio en virtud del cual las normas penales
deben tener un contenido preciso (principle of specificity, Bestimmtheistsgrundsatz,
expresado por la máxima latina nullum crimen sine lege stricta), es necesario buscar
principios de derecho penal comunes a los grandes sistemas jurídicos. Se puede, con
toda la prudencia necesaria, extraer tales principios del derecho interno.
178. Cuando las reglas del derecho penal internacional no definen una noción de
derecho penal, resulta legítimo dirigirse hacia el derecho interno, bajo el entendido
de que: 1) salvo estipulación expresada por una regla de derecho internacional, no se
puede limitar a un único sistema jurídico nacional, como por ejemplo, aquel de los
países del common law o de la tradición civilista. Las jurisdicciones internacionales
482
Asunto TPIR-96-4-T, par. 597.
483
Ídem.
484
Ibídem, pars. 597-598.
485
Asunto IT-96-21-T, par. 479.
deben, por el contrario, tomar en cuenta los conceptos generales y las instituciones
jurídicas comunes al conjunto de los grandes sistemas jurídicos. A partir de allí de-
ben extraer denominadores comunes a esos sistemas y, en particular, sus nociones de
base; 2) se debe tener en cuenta la especificidad de los procedimientos penales inter-
nacionales cuando se recurre a nociones jurídicas nacionales, ya que “existe un cierto
número de características que los distinguen de los procesos penales nacionales”.486
De esa manera se evita la introducción o la transposición mecánica del derecho in-
terno en los procedimientos de derecho penal internacional, así como la alteración
correlativa de los rasgos singulares de éstos.
179. La Sala de Primera Instancia quiere señalar, en primer lugar, la tendencia que
se encuentra en el derecho interno de muchos Estados de ampliar la definición de
violación para englobar en él ciertos actos que de otra manera se asemejan a delitos
relativamente menos graves, a saber, las agresiones sexuales o el atentado contra el
pudor. Esa evolución prueba que en derecho interno los Estados adoptan en su
conjunto una actitud más estricta hacia formas graves de violencia sexual: una cate-
goría cada vez más amplia de violencias sexuales son, en lo sucesivo, estigmatizadas
de la misma forma que la violación, a condición evidentemente de que respondan a
ciertos criterios, principalmente el de la penetración física forzada.
486
Cf. opinión individual y disidente del juez Cassese, en el asunto “Fiscalía vs. Erdemovic”, sentencia de la Sala
de Apelaciones del 7 de octubre de 1997, par. 5.
487
Cf., por ejemplo, artículo 361.2 del Código chileno; artículo 236 del Código Penal chino (versión revisada)
de 1997; artículo 177 del Código Penal alemán (StGB); artículo 177 del Código Penal japonés; artículo 179 del
Código Penal de la RSFY; artículo 132 del Código Penal de Zambia.
488
Artículo 201 del Código Penal austríaco (StGB); artículos 222- 223 del Código Penal francés; artículo 519
del Código Penal italiano (1978); artículo 119 del Código Penal argentino.
489
Artículo 375 del Código Penal pakistaní (1995); artículo 375 del Código Penal indio; Ley sudafricana, Wa
Jouber, 1996, pp. 257-258: “El elemento material (actus reus) del crimen consiste en la penetración de la mujer
por el órgano sexual masculino (R. v. M., 1961, 2 SA 60 (o) 63). La penetración más ligera es suficiente” (R. v.
Curtis, 1926, CPD 385-389); artículo 117 del Código Penal ugandés: “Debe existir una relación sexual. Las
relaciones sexuales implican una penetración del pene del hombre dentro de la vagina de la mujer”.
490
Una definición amplia de las relaciones sexuales se encuentra en el Código Penal de Nuevo Gales del Sur, artículo
61 H1). Cf. también la propuesta de Estados Unidos en la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Na-
ciones Unidas para la creación de una Corte Penal Internacional (19 de junio de 1998, A/CONF. 183 C.1/L/10).
181. Como resultado del examen de las legislaciones nacionales se tiene que, a pesar
de las inevitables disparidades, la mayoría de sistemas jurídicos del common law o de
tradición civilista consideran la violación como la penetración forzada del cuerpo
humano por el pene o la introducción de otro objeto en la vagina o el ano.
183. La Sala de Primera Instancia estima que la penetración bucal forzada por el
órgano sexual masculino constituye un atentado contra la dignidad humana, par-
ticularmente humillante y degradante. El aspecto esencial de las reglas de derecho
internacional humanitario, así como el derecho relativo a los derechos humanos,
reside en la protección de la dignidad de la persona, cualquiera que sea el sexo,
masculino o femenino. El principio general del respeto por la dignidad humana
se encuentra en la base del derecho internacional humanitario y de los derechos
humanos y es, en efecto, su razón de ser: a partir de entonces, es tan importante que
491
Así, el Código Penal holandés dispone en su artículo 242 que, una persona que por violencia o por otro acto, o
por una amenaza de violencia o por otros actos, obligue a una persona a someterse a actos que comportan o com-
prenden la penetración sexual del cuerpo, es culpable de violación y sancionable con una pena de prisión de doce
años, por lo menos, más una multa de quinta categoría. Cf. también el artículo 201 del Código Penal austríaco
(StGB); artículo 222-23 del Código Penal francés.
492
Cf. por ejemplo, en Inglaterra y Gales, la “Ley sobre crímenes sexuales”, de 1956.
493
Artículo 180 del Código Penal holandés; artículo 180 del Código Penal de la RSFY.
494
El Código Penal de Bosnia-Herzegovina (1988), capítulo XI, dispone: “quienquiera que obligue, recurriendo
a la fuerza o a la amenaza de atentar contra la vida o la integridad física de un próximo, a una mujer con la cual no se
está casado, de tener relaciones sexuales, es sancionable con pena de prisión de uno a diez años”.
185. Así, la Sala de Primera Instancia estima que los elementos objetivos constitu-
tivos de la violación son:
186. Como se observó, las reglas del derecho penal internacional reprimen no so-
lamente la violación, sino toda violencia sexual grave que no se acompañe de una
verdadera penetración. Parecería que están prohibidas todas las violencias sexuales
graves que comporten atentado contra la dignidad física y moral de la persona y que
son infligidas por medio de la amenaza, la intimidación o la fuerza, de una manera
que degrade o humille a la víctima. Los unos y los otros constituyen crímenes en
derecho internacional, la distinción es importante antes de la condena.
D) Violación
436. Los tres acusados deben, por las violaciones que cometieron, responder por
una vulneración de las leyes y costumbres de la guerra, en virtud del artículo 3º del
estatuto, y de un crimen contra la humanidad, de conformidad con su artículo 5º.
El artículo 5g del estatuto cita expresamente la violación, en tanto que crimen con-
tra la humanidad, siendo de competencia del tribunal. Esta competencia se encuentra
igualmente establecida frente a aquellas violaciones que constituyen un atentado
contra la dignidad de las personas, contrario a las leyes y costumbres de la guerra y
sancionado como tal por el artículo 3º del estatuto, sobre la base del artículo 3º co-
mún a los convenios de Ginebra de 1949. Los elementos comunes de estos crímenes
apuntan a cada uno de los artículos expuestos a continuación.
437. La Sala de Primera Instancia, con ocasión del asunto “Furundzija”, estudió los
elementos específicos constitutivos del crimen de violación, que no se exponen ni
en el estatuto, ni en los instrumentos de derecho internacional humanitario o de
derechos humanos.495 Luego de haber señalado que la Sala de Primera Instancia
del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, con ocasión del asunto “Akayesu”,
definió la violación como “una invasión física, de naturaleza sexual, cometida sobre
una persona bajo circunstancias de coerción”.496 Posteriormente, analizó las diversas
Asunto “Fiscalía vs. Akayesu”, asunto TPIR-96-4-T, sentencia del 2 de septiembre de 1998, par. 597. Esta
496
definición de los elementos constitutivos de la violación fueron retomados por la Sala de Primera Instancia del
TPIY, en el asunto “Fiscalía vs. Delalic y otros”, asunto IT-95-17/1-T, sentencia del 16 de noviembre de 1998,
pars. 478 y 479.
fuentes del derecho internacional y encontró que no es posible discernir los ele-
mentos del crimen de violación ni del derecho internacional de tratados ni de la
costumbre internacional, “tampoco de los principios generales del derecho penal
internacional […] ni de los principios generales del derecho internacional”. Con-
cluyó que “para llegar a una definición precisa de violación basada en el principio
en virtud del cual las normas penales deben tener un contenido preciso (principle
of specificity, ‘Bestimmtheitsgrundsatz’, también conocido con la máxima nullem
crimen sine lege stricta), es necesario buscar aquellos principios del derecho penal
comunes a los principales sistemas jurídicos”. Dichos principios pueden abstraerse,
con toda cautela, de principios de derecho interno.497 La Sala, después de analizar
la legislación nacional de varios Estados, encontró que el elemento material (actus
reus) del delito de violación es:
438. Esta Sala de Primera Instancia está de acuerdo con que estos elementos, si
se prueban, constituyen el elemento material —actus reus— del crimen de vio-
lación en el derecho internacional. Sin embargo, bajo las circunstancias del pre-
sente caso el tribunal considera necesario aclarar su entendimiento del elemento
contenido en el parágrafo 2o de la sentencia del caso “Furundzija”. La Sala con-
sidera que la definición citada, aunque es apropiada para las circunstancias del
caso concreto, resulta ser, sin embargo, más estricta sobre un aspecto no exigido
por el derecho internacional. Al señalar que el acto de penetración sexual sólo
habrá de constituir violación si se encuentra acompañado de coerción o fuerza o
amenaza de fuerza contra la víctima o un tercero, la definición en “Furundzija” no
contempla otros factores que representan un acto de penetración sexual no con-
sentido o involuntario por parte de la víctima,499 lo que, como se puso de presente
497
Asunto “Fiscalía vs. Furundzija”, asunto IT-95-17/1-T, sentencia del 10 de diciembre de 1998, par. 177.
498
Ibídem, par. 185 (“la definición de Furundzija”).
499
����������������������������������������������������������������������������������������������������������������
La acusación, al poner el acento sobre la necesidad de probar la “coacción, la fuerza o las amenazas” en su ale-
gato de conclusión (par. 754), parecía igualmente preferir una definición de violación más restringida que la in-
dicada por las fuentes del derecho internacional examinadas en el asunto concreto. Sin embargo, esos argumentos
parecen percibir equivocadamente la ausencia de consentimiento como una suerte de “elemento suplementario”
o “factor adicional”, antes que un criterio que cubre el ámbito más estrecho de los citados factores (ver alegato de
conclusión del fiscal, pars. 755 y 760).
500
Asunto “Fiscalía vs. Furundzija”, IT-95-17/1-T, sentencia del 10 de diciembre de 1998, par. 177. Ver también
asunto “Fiscalía vs. Tadic”, IT-94-1-A-R77, asunto relativo a los alegatos de ultraje formulados contra Milan Vu-
jin, 31 de enero de 2000, par. 15: “resulta útil referirse a los principios generales del derecho comunes a los grandes
sistemas jurídicos del mundo, tal y como han sido desarrollados y afirmados por la jurisprudencia internacional”.
501
Asunto “Fiscalía vs. Furundzija”, IT-95-17/1-T, sentencia del 10 de diciembre de 1998, par. 178.
[…] todos los sistemas jurídicos examinados por la Sala de Primera Instancia
exigen el uso de la fuerza, la coerción, la amenaza, o un acto sin el consenti-
miento de la víctima: la fuerza recibe una interpretación amplia, pudiendo con-
sistir en neutralizar a la víctima.502
2) el acto sexual está acompañado del empleo de la fuerza o por una variedad de
otras circunstancias que hacen a la víctima especialmente vulnerable o anulan
su posibilidad de expresar un rechazo, con conocimiento de causa; o
[…]
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto de los casos
Los Jokers llevaron a la testiga A a una casa adjunta al Bungalow, conocida como el
“Chalet de Verano”, donde estaban acampando, habiendo sido retenida en una habita-
ción en presencia de un grupo de soldados.
El acusado (Anto Furundzija), quien era el comandante local de los Jokers, comenzó
inmediatamente a interrogar a la testiga A a propósito de una lista de croatas y sobre
las actividades de sus hijos. Durante el interrogatorio, uno de los soldados forzó a la
detenida a desvestirse, frotando su cuchillo bajo el vientre de aquella y amenazándola de
introducirle el arma por su vagina si no le decía la verdad. El acusado continuó con el
interrogatorio de la testiga A mientras el soldado seguía amenazándola.
Luego, la testiga A fue llevada a otra pieza del Chalet de Verano. Un soldado croata,
conocido de la testiga A y designado en el acta de acusación modificada como la víctima
B, pero denominado en la sentencia como testigo D, ya que bajo ese seudónimo fue
escuchado por la Sala, también fue llevado a la habitación. Al parecer fue brutalmente
golpeado. Durante el tiempo que el acusado seguía interrogando a la testiga A y al tes-
tigo D, el mismo soldado que había agredido a A les golpeaba los pies con un garrote,
para luego obligar a la testiga A a tener relaciones sexuales con él. El acusado no hizo
nada para impedir tales actos.
La defensa negó la existencia de un conflicto armado que pudiese dar lugar a investigar
los crímenes de que trata el artículo 3º del estatuto. De igual forma, sostiene que el acu-
sado no se encontraba presente durante la comisión de los crímenes cometidos contra
la testiga A y que la versión de los hechos no es creíble. En apoyo de sus conclusiones,
Por otra parte, el asunto “Fiscal vs. Dragoljub Kunarac y otros” tuvo lugar en el con-
texto del conflicto armado en la región de Foca, situada cerca a la frontera con Bosnia y
Montenegro; desde principios del año 1992 hasta mediados del año 1993 se presentó
una campaña militar serbia destinada, entre otras cosas, a “limpiar” la región de musul-
manes. Dicha campaña, además de objetivos militares musulmanes, tuvo como objeti-
vos los civiles que ocupaban el área. En el caso de los crímenes juzgados en este caso es
especialmente relevante la victimización de mujeres y menores.
La expulsión se llevó a cabo principalmente por medio del uso del terror. Entre otros
métodos se utilizó la destrucción de símbolos religiosos musulmanes, además de diver-
sos actos sexuales cometidos contra las mujeres. Los civiles fueron divididos por sexo, y
docenas de mujeres detenidas en diversos puntos de la región para ser violadas. Algunas
–junto con menores– fueron llevadas a puntos de detención como escuelas o coliseos
locales, donde fueron sistemáticamente violadas: otras, incluidas menores hasta de 12
años, fueron reducidas a la esclavitud en residencias privadas, donde fueron forzadas a
realizar labores domésticas y violadas reiteradamente, y otras más, intercambiadas como
bienes de propiedad de los soldados serbios entre sí y entre personas de otros lugares.
Los hechos de este caso constituyen un ejemplo de la violación sistemática de mujeres
utilizada como arma de guerra. Esto a pesar de que no se probó en tal caso que dicha
metodología respondiera a órdenes dictadas para cumplir con actividades de combate.
Los hechos respondieron más bien al uso, por parte de los combatientes serbios, de la
violación como instrumento de terror dirigido en contra de la población civil.
Las autoridades, que debían proteger a la población civil, fueron tomadas por las fuer-
zas serbias y permitieron, e incluso coadyuvaron, en los actos de terror, cuando las vícti-
mas acudían a ellas por protección.
Dentro de ese contexto, los tres acusados, en este caso: Dragoljub Kunarac, Radomir
Kovac y Zoran Vukovic, actuaron en ocasiones como “propietarios” de varias de las
víctimas, disponiendo de ellas libremente para prácticamente cualquier fin. Los acusa-
dos sabían de la existencia del conflicto armado en el lugar y la época de los crímenes,
pues actuaron como combatientes en él; conocían también que uno de los propósitos
de la campaña era expulsar a los musulmanes de la región. Tenían conocimiento tanto de
los lugares de detención donde las mujeres serían violadas, como del patrón general
de crímenes cometidos contra ellas. Los tres acusados no se encontraban simplemente
siguiendo órdenes. Durante el proceso se probó que actuaron por voluntad propia y con
pleno conocimiento de las condiciones de sus víctimas. Los acusados no fueron parte de
la “cúpula de alto mando” que planificó u ordenó el exterminio de los musulmanes; eran
más bien mandos medios que actuaron como señores y dueños de la región mencionada
y de sus habitantes durante un lapso de varios meses.
Dragoljub Kunarac fue acusado de tortura y violación como crímenes de lesa humani-
dad, y violaciones a las leyes y costumbres de la guerra y reducción a la esclavitud como
crimen de lesa humanidad, entre otros, y condenado a 28 años de prisión. Radomir
Kovac fue encontrado culpable de reducción a la esclavitud como crimen de lesa hu-
manidad, de ataques a la dignidad personal y de violación como infracciones a las leyes
y costumbres de la guerra. Fue condenado a 12 años de prisión. Zoran Vukovic fue
encontrado culpable de tortura y violación como crímenes de lesa humanidad, así como
por violaciones a las leyes y costumbres de la guerra; recibió sentencia de 12 años.
Lieber, F., Instructions for the Government of Armies of the United States in the Field, Washington, 1863.
503
La evolución del tema en la regulación de los conflictos armados internos ha sido igual-
mente marcada por la aproximación desde el pudor de las mujeres. Así, mientras que el
artículo 3º común a los cuatro convenios de Ginebra de 1949 omite incluso cualquier
referencia al tema, el Protocolo II de Ginebra de 1977 prohíbe en su artículo 4º, literal e),
la comisión de “atentados contra la dignidad personal, en especial los tratos humillantes y
degradantes, la violación, la prostitución forzada y cualquier forma de atentado al pudor”.
Ahora bien, el CICR, en tanto que intérprete autorizado de las normas humanitarias,
sostiene que implícitamente los actos de violencia sexual contra las mujeres se encuen-
tran asimismo proscritos en las disposiciones convencionales referentes a las prohibi-
ciones de los atentados contra la vida, la tortura, los tratos crueles e inhumanos, al igual
que los atentados contra la dignidad humana.505 De igual manera, sostiene que, según su
estudio realizado sobre costumbres internacionales, existiría la siguiente en la materia,
aplicable a toda clase de conflicto armado:
Norma 93. Quedan prohibidas las violaciones y cualquier otra forma de violencia
sexual.506
En el ámbito del derecho penal internacional, los delitos relacionados con la violencia
sexual, sean crímenes de lesa humanidad o de guerra, no figuraron expresamente en los
Acuerdos de Londres, aunque fueron perseguidos mediante la aplicación de la cláusula
de analogía, referida a “otras acciones inhumanas”.507
504
Comité Internacional de la Cruz Roja, Les femmes face à la guerre, Ginebra, 2001, p. 64.
505
Ibídem, p. 65.
506
Henckaerts, J. M. y Doswald-Beck, L., Customary International Humanitarian Law, Cambridge, Cambridge
University, 2005.
507
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, p. 393. Consultar, igual-
mente, Chinkin, C., “Women`s International Tribunal on Japanese Military Sexual Slavery”, en AJIL, 2001, y
A su vez, el Estatuto del TPIY tipifica en su artículo 5º, literal g), la violación508, como
crimen de lesa humanidad, en tanto que el TPIR no sólo la aborda en igual sentido, sino
que, de manera complementaria, en su artículo 4º, referente a las infracciones graves al
artículo 3º común a los convenios de Ginebra y al Protocolo adicional II, alude a los
“atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratamientos humillantes y
degradantes, las violaciones, forzar a la prostitución, y todo atentado contra el pudor”.
Otro tanto hace el Estatuto del Tribunal Especial para Sierra Leona.509
El Estatuto de la CPI, por su parte, tipifica los delitos sexuales como crímenes de lesa
humanidad y de guerra, en los siguientes términos:
Artículo 7º Artículo 8º
[…]
Viseur P., “The context of sexual violence: sexual violence as violations of International Humanitarian Law”, en
Substantive and procedural aspects of International Criminal Law. The experience of International and National
Courts, New York, 2000. Ver igualmente, Schabas, W., An introduction to the International Criminal Court, Cam-
bridge, Cambridge University, 2004, p. 46.
508
Al respecto, se puede consultar: Schomburg, W. y Peterson, I., “Genuine consent to sexual violence under
international criminal law”, en AJIL, vol. 101, enero de 2007, p. 122.
509
Un análisis detallado de los aportes que ha realizado el TESL se encuentra en: Doria, J., “The work of the Spe-
cial Court for Sierra Leona through its jurisprudence”, en “The legal regime of the International Criminal Court.
Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden, Martinus Nijhoff, 2009, pp. 239-254.
En el ámbito del DIDH, la regulación del tema de la violencia sexual ha sido más lenta
en relación con el DIH, aunque, en la actualidad, como se acaba de señalar, un listado
importante de delitos relacionados con aquélla son considerados, en los términos del
Estatuto de Roma de la CPI, como crímenes de lesa humanida.
la familia o en la comunidad, pudiendo ser perpetrada por agentes del Estado o par-
ticulares, comprendiendo, entre otros comportamientos la “violación, abuso sexual,
tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso sexual en el lugar
de trabajo”.
Crímenes de guerra
Crímenes de lesa humanidad (conflicto armado interno)
1. Que el autor haya invadido el cuerpo 1. Que el autor haya invadido el cuerpo de
de una persona mediante una conducta una persona mediante una conducta que
que haya ocasionado la penetración, por haya ocasionado la penetración, por insignifi-
insignificante que fuera, de cualquier parte cante que fuera, de cualquier parte del cuerpo
del cuerpo de la víctima o del autor con un de la víctima o del autor con un órgano se-
órgano sexual o del orificio anal o vaginal xual o del orificio anal o genital de la víctima
de la víctima con un objeto, u otra parte con un objeto u otra parte del cuerpo.
del cuerpo.
2) Que la invasión se haya cometido por la
2) Que la invasión haya tenido lugar por la fuerza o mediante la amenaza de la fuerza
fuerza, o mediante la amenaza de la fuerza o mediante coacción, como la causada por
o mediante coacción, como la causada por el temor a la violencia, la intimidación,
el temor a la violencia, la intimidación, la la detención, la opresión psicológica o el
detención, la opresión psicológica o el abuso abuso de poder, contra esa persona u otra
de poder, contra esa u otra persona o apro- persona o aprovechando el entorno coerci-
vechando un entorno de coacción, o se haya tivo, o se haya realizado en condiciones en
realizado contra una persona incapaz de dar que la persona era incapaz de dar su libre
su libre consentimiento. consentimiento.
Crímenes de guerra
Crímenes de lesa humanidad (conflicto armado interno)
3. Que la conducta se haya cometido como 3. Que la conducta haya tenido lugar en el
parte de un ataque generalizado o sistemático contexto de un conflicto armado que no era de
dirigido contra una población civil. índole internacional y haya estado relaciona-
da con él.
4. Que el autor haya tenido conocimiento
de que la conducta era parte de un ataque 4. Que el autor haya sido consciente de
generalizado o sistemático dirigido contra circunstancias de hecho que establecían la
una población civil o haya tenido la inten- existencia de un conflicto armado.
ción de que la conducta fuera parte de un
ataque de ese tipo. Artículo 8.2 e) vi) - 2
Crimen de guerra de esclavitud sexual
Artículo 7.1 g) - 2
Crimen de lesa humanidad Elementos
de esclavitud sexual 1. Que el autor haya ejercido uno de los
Elementos atributos del derecho de propiedad sobre
una o más personas, como comprarlas,
1. Que el autor haya ejercido uno de los atri- venderlas, prestarlas o darlas en trueque, o
butos del derecho de propiedad sobre una o imponerles algún tipo similar de privación
más personas, como comprarlas, venderlas,
de la libertad.
prestarlas o darlas en trueque, o todos ellos,
o les haya impuesto algún tipo similar de 2) Que el autor haya hecho que esa persona
privación de libertad. o esas personas realizaran uno o más actos
de naturaleza sexual.
2) Que el autor haya hecho que esa o esas
personas realizaran uno o más actos de 3. Que la conducta haya tenido lugar en
naturaleza sexual. el contexto de un conflicto armado que no
3. Que la conducta se haya cometido como era de índole internacional y haya estado
parte de un ataque generalizado o sistemático relacionada con él.
dirigido contra una población civil. 4. Que el autor haya sido consciente de
4. Que el autor haya tenido conocimiento circunstancias de hecho que establecían la
de que la conducta era parte de un ataque existencia de un conflicto armado.
generalizado o sistemático dirigido contra Artículo 8.2 e) vi) - 3
una población civil o haya tenido la intención Crimen de guerra de prostitución forzada
de que la conducta fuera parte de un ataque
de ese tipo. Elementos
Artículo 7.1 g) - 3 1. Que el autor haya hecho que una o más
Crimen de lesa humanidad personas realizaran uno o más actos de
de prostitución forzada naturaleza sexual por la fuerza o median-
te la amenaza de la fuerza o mediante
Elementos
coacción, como la causada por temor a la
4. Que el autor haya tenido conocimiento violencia, la intimidación, la detención, la
de que la conducta era parte de un ataque opresión psicológica o el abuso de poder,
generalizado o sistemático dirigido contra contra esa o esas personas o contra otra, o
una población civil o haya tenido la intención aprovechando un entorno coercitivo o la
de que la conducta fuera parte de un ataque incapacidad de esa o esas personas de dar
de ese tipo. su libre consentimiento.
Crímenes de guerra
Crímenes de lesa humanidad (conflicto armado interno)
2) Que esa conducta haya tenido una grave- 3. Que la conducta haya tenido lugar en el
dad comparable a la de los demás crímenes contexto de un conflicto armado que no
del artículo 7.1 g) del estatuto. era de índole internacional y haya estado
relacionada con él.
3. Que el autor haya sido consciente de las
circunstancias de hecho que determinaban 4. Que el autor haya sido consciente de
la gravedad de la conducta. circunstancias de hecho que establecían la
existencia de un conflicto armado.
4. Que la conducta se haya cometido como
parte de un ataque generalizado o sistemáti- Artículo 8.2 e) vi) - 6
co dirigido contra una población civil. Crimen de guerra de violencia sexual
5. Que el autor haya tenido conocimiento Elementos
de que la conducta era parte de un ataque
generalizado o sistemático dirigido contra 1. Que el autor haya realizado un acto de
una población civil o haya tenido la inten- naturaleza sexual contra una o más perso-
ción de que la conducta fuera parte de un nas o haya hecho que esa o esas personas
ataque de ese tipo. realizaran un acto de naturaleza sexual por
la fuerza o mediante la amenaza de la fuerza
o mediante coacción, como la causada por
el miedo a la violencia, la intimidación, la
detención, la opresión psicológica o el abuso
de poder, contra esa o esas personas o contra
otra, o aprovechando un entorno de coac-
ción o la incapacidad de esa o esas personas
de dar su libre consentimiento.
2) Que la conducta haya tenido una grave-
dad comparable a la de una infracción grave
de los convenios de Ginebra.
3. Que el autor haya sido consciente de las
circunstancias de hecho que determinaban
la gravedad de su conducta.
4. Que la conducta haya tenido lugar en
el contexto de un conflicto armado que no
era de índole internacional y haya estado
relacionada con él.
5. Que el autor haya sido consciente de
circunstancias de hecho que establecían la
existencia de un conflicto armado.
Así las cosas, los crímenes de violencia sexual pueden ser considerados, según las cir-
cunstancias de modo, tiempo y lugar en que sean cometidos, bien sea como crímenes de
lesa humanidad o de guerra.
Al respecto, Werle comenta: “En las negociaciones sobre el Estatuto de Roma no existía
una definición elaborada del crimen. Los elementos de los crímenes precisan, por pri-
mera vez, la acción típica”.510 Este estado de cosas, que presentaba dificultades desde la
óptica del principio de legalidad penal, se evidencia en la lectura de extractos traducidos
de los asuntos “Furundzija”511 y “Dragoljub Kunarac y otros”.512
Así pues, la definición acogida recoge los desarrollos jurisprudenciales alcanzados por
el TPIY, en el sentido de entender que el aspecto externo del hecho requiere la inva-
sión del autor en el cuerpo de la víctima, que implique una penetración, pudiendo ser
víctimas tanto hombres como mujeres. Sin embargo, el crimen internacional no se
limita a la cópula forzada, sino igualmente a penetraciones del órgano sexual mascu-
lino en otros orificios corporales (penetración bucal o anal), así como la introducción
de otros órganos corporales en la vagina. Se exige además el uso de la fuerza o de la
coacción.513
El artículo 8º del Estatuto de Roma (crímenes de guerra), al igual que los elementos de
los crímenes, constituyen valiosas herramientas al momento de interpretar el sentido
y el alcance de los diversos tipos penales referidos a la protección de la población civil
durante el conflicto armado interno, en especial, el acceso carnal violento en persona
protegida (artículo 138 del CP); actos sexuales violentos en persona protegida (artículo
139 del CP); y la prostitución forzada o esclavitud sexual (artículo 141 del CP).
510
Werle, ob. cit., p. 394. Sobre el mismo tema se puede consultar: Robinson D., “Article 7 (1) (g). Rape,
sexual slavery, enforced prostitution, forced pregnancy, enforced sterilization or any other form of sexual violence
of comparable gravity”, en The International Criminal Cour. Elements of Crimes and Rules of Procedure and
Evidence, New York, Transnational, 2001, pp. 93 y ss.
511
IT-95-17/1- T, asunto “Fiscal vs. Furundzija”, sentencia proferida el 10 de diciembre de 1998 por la Sala de
Primera Instancia.
512
ICTY-96-23-T, asunto “Fiscal vs. Dragoljub Kunarac y otros”, sentencia proferida el 22 de febrero de 2001
por la Sala de Primera Instancia del TPIY.
513
Werle, ob. cit., p. 394.
514
Para ampliar información sobre la violencia sexual en el contexto de la Ley de Justicia y Paz, se recomienda
consultar: Mesa de Trabajo “Mujer y Conflicto Armado”, en IX Informe sobre violencia sociopolítica contra mu-
jeres, jóvenes y niñas en Colombia, Bogotá, ProFis-GTZ- Embajada de la República Federal de Alemania, 2009;
Asociación Colectivo de Mujeres del Derecho, “Atención a mujeres en situación de desplazamiento”, en Práctica
feminista del derecho, Bogotá, ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, 2009; y Asociación
Colectivo de Mujeres del Derecho, II informe sobre la situación de mujeres víctimas del conflicto armado en la Re-
gión Caribe: departamentos del Magdalena y el Atlántico, Bogotá, ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal
de Alemania, 2009.
Al respecto se debe aclarar que la víctima debe ser parte del grupo de personas protegi-
das según el DIH y que, igualmente, el acto de violencia sexual debe ser cometido “con
ocasión y en desarrollo del conflicto armado”, es decir, deben concurrir en el hecho los
ámbitos de aplicación temporal, material y personal del derecho internacional humani-
tario. Por el contrario, no se deberá probar que el acto fue cometido como parte de un
ataque sistemático o de un plan para perpetrarlo, aunque, en numerosas ocasiones así
sea, y por ende, sería recomendable que ello se hiciera a efectos del derecho a la verdad
a que tienen derecho las víctimas.515
Ahora bien, cuando el acto de violencia sexual es considerado un crimen de lesa huma-
nidad, nos encontramos ante la dificultad, ya señalada en esta obra, de la inexistencia de
tipos penales internos que contengan todos los elementos internacionales, en especial,
la sistematicidad o generalidad Sin embargo, dado que el Código Penal cuenta con un
título XI sobre “Delitos contra la libertad y el pudor sexuales”, estos delitos de derecho
penal interno pueden ser investigados desde la óptica o la perspectiva de los crímenes
de lesa humanidad, a efectos de: 1) alcanzar a los jefes o a quienes idearon tal plan; 2)
asegurar de mejor manera los derechos de las víctimas; y 3) en últimas, adelantar una
investigación más integral.
Regla 70
515
Este apartado deberá concordarse con los capítulos II y III de la primera parte de la obra, referentes a crímenes
de lesa humanidad.
516
Las reglas de procedimiento y prueba fueron aprobadas en Colombia mediante la ley 1268 de 2008, habiendo
sido declaradas exequibles por la Corte Constitucional en sentencia C-801 de 2009.
1) Las relaciones entre los delitos de violencia sexual y los derechos a la integridad
personal y la dignidad humana de las víctimas. Como se ha explicado, en derecho
internacional humanitario convencional los crímenes sexuales han sido calificados
como “atentados contra el pudor”. Por el contrario, la jurisprudencia penal inter-
nacional ha considerado que la violación puede, en ciertas circunstancias, ser asi-
milada a un acto de tortura. De igual manera, la jurisprudencia internacional de
derechos humanos, en especial, la del Tribunal de Estrasburgo, ha estimado que,
bajo determinadas circunstancias, la violación es considerada una vulneración grave
contra el derecho a la integridad física y psicológica de la víctima. Así, en el asunto
“Aydin vs. Turquía”, fallado el 25 de septiembre de 1997, el TEDH sostuvo:
Así por ejemplo, sentencia T-453/05, M. P.: Manuel José Cepeda Espinosa.
517
2.5. Bibliografía
Jarvis, M., “An emerging gender perspective on international crimes”, en International Criminal Law
519
Developments in the Case Law of the ICTY, Boston, Martinus Nijhoff, 2003, pp. 157 y ss.
Askin, K., “Sexual violence in decisions and indictment of the Yugoslav and Rwanda
Tribunals: current status”, en AJIL, 1999.
Comité Internacional de la Cruz Roja, Les femmes face à la guerre, Ginebra, 2001.
Currat, P. Les crimes contre l’humanité dans le Statut de la Cour Pénale Internationale,
París: LGDJ, 2006.
Doria, J. “The work of the Special Court for Sierra Leona through its jurisprudence”,
en The legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor
Blishchenko, Lieden: Martinus Nijhoff, 2009.
Ooterveld, V. “Appeals Chamber of the Special Court for Sierra Leone decision on
criminal responsibility for forced marriage and sexual slavery and for enlistment of child
soldiers”,en AJIL, vol. 103, enero de 2009.
Robinson, D., “Article 7.1 g). Rape, sexual slavery, enforced prostitution, forced
pregnancy, enforced sterilization or any other form of sexual violence of comparable
gravity”, en The International Criminal Cour. Elements of Crimes and Rules of Procedure
and Evidence, New York, Transnational, 2001.
Viseur, P., “The context of sexual violence: sexual violence as violations of International
Humanitarian Law”, en Substantive and procedural aspects of International Criminal
Law. The experience of International and National Courts, New York, 2000.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a) TPIY
b) TEDH
c) Corte Constitucional
2.5.3. Documentos
Lieber, F., Instructions for the Government of Armies of the United States in the Field,
Washington, 1863.
520
Asunto “Fiscalía vs. Brdanin”, par. 540, citando, entre otros, el asunto “Blaskic”, par. 234; el caso “Krnojelac”,
par. 222. Ciertamente, el acta de acusacion habla de “transferencia forzada”, pero la Sala de Primera Instancia
empleará igualmente, a lo largo de su análisis, la expresión general “desplazamiento forzado”.
521
Asunto “Brdanin”, par. 540, citando, entre otros, el asunto “Krstic”, pars. 521 y 531; asunto “Krnojelac”, par. 474.
522
Fue la Sala de Apelaciones, en el asunto “Krnojelac”, la que llegó a tal conclusión, luego de examinar los con-
venios de Ginebra y sus protocolos adicionales, asunto “Krnojelac”, pars. 220 y 222. Estos instrumentos prohíben
los desplazamientos forzados en el ámbito de los conflictos armados internos e internacionales. El artículo 49 del
IV Convenio de Ginebra dispone especialmente:
“Artículo 49. Deportaciones, traslados, evacuaciones.
Los traslados en masa o individuales, de índole forzosa, así como las deportaciones de personas protegidas del te-
rritorio ocupado al territorio de la potencia ocupante o al de cualquier otro país, ocupado o no, están prohibidos,
sea cual fuere el motivo.
Sin embargo, la potencia ocupante podrá efectuar la evacuación total o parcial de una determinada región ocu-
pada, si así lo requieren la seguridad de la población o imperiosas razones militares. Las evacuaciones no podrán
implicar el desplazamiento de personas protegidas más que en el interior del territorio ocupado, excepto en casos
de imposibilidad material. La población así evacuada será devuelta a sus hogares tan pronto como hayan cesado
las hostilidades en ese sector.
400
La potencia ocupante deberá actuar, al efectuar tales traslados o evacuaciones, de modo que, en la medida de lo posi-
ble, las personas protegidas sean acogidas en instalaciones adecuadas, que los desplazamientos se lleven a cabo en
satisfactorias condiciones de salubridad, de higiene, de seguridad y de alimentación, y que no se separe, unos de
otros, a los miembros de una misma familia.
Se informará a la potencia protectora acerca de los traslados y de las evacuaciones tan pronto como tengan lugar.
La potencia ocupante no podrá retener a las personas protegidas en una región particularmente expuesta a los
peligros de guerra, a no ser que la seguridad de la población o imperiosas razones militares así lo requieran.
La potencia ocupante no podrá efectuar la evacuación o el traslado de una parte de la propia población civil al
territorio por ella ocupado”.
Además, el artículo 85 del Protocolo adicional I (ver Comentario de los protocolos adicionales, p. 1024), prohíbe
“el traslado por la potencia ocupante de partes de su propia población civil al territorio que ocupa, o la depor-
tación o el traslado en el interior o fuera del territorio ocupado de la totalidad o parte de la población de ese
territorio, en violación del artículo 49 del IV convenio”. El artículo 17 del Protocolo adicional II reafirma una
disposición similar a aquella de los conflictos armados internacionales (ver Comentario de los protocolos adicio-
nales, pp. 1493 a 1496). Este artículo prohíbe expresamente el desplazamiento forzado de población al interior
o al exterior de las fronteras de un Estado sobre el territorio en el cual se desarrolla un conflicto armado interno.
Dispone al respecto:
“Artículo 17. Prohibición de los desplazamientos forzados.
No se podrá ordenar el desplazamiento de la población civil por razones relacionadas con el conflicto, a no ser
que así lo exijan la seguridad de las personas civiles o razones militares imperiosas. Si tal desplazamiento tuviera
que efectuarse, se tomarán todas las medidas posibles para que la población civil sea acogida en condiciones satis-
factorias de alojamiento, salubridad, higiene, seguridad y alimentación. No se podrá forzar a las personas civiles a
abandonar su propio territorio por razones relacionadas con el conflicto”.
Si bien los autores debaten acerca de la cuestión de saber si el Protocolo adicional II refleja en su integridad el
derecho internacional consuetudinario, la Sala de Apelaciones consideró en el asunto “Krnojelac” que la prohi-
bición del desplazamiento forzado de población, tal y como se encuentra descrito en el artículo 17, era una regla
consuetudinaria. Además, la Sala de Primera Instancia observó que Bosnia-Herzegovina, mediante su declara-
ción de sucesión del 31 de diciembre de 1992, se convirtió en Parte en el protocolo adicional II. En consecuencia,
no existe duda alguna de que el protocolo se aplica a los conflictos armados en la región a la cual se refiere el caso
concreto. La Sala de Primera Instancia remarca que el artículo 147 del IV Convenio de Ginebra califica expresa-
mente “la deportación o el desplazamiento forzado ilegales”, como infracciones graves.
523
Asunto “Krnojelac”, par. 218. La Sala de Apelaciones consideró que “la prohibición de los desplazamientos
forzados apunta a garantizar el derecho y la aspiración de los individuos, a vivir en su comunidad y hogares, sin
intromisiones externas”.
524
Ver especialmente asunto “Brdanin”, par. 543; asunto “Krnojelac”, par. 229. Cuando el IV Convenio de Gi-
nebra fue redactado, el propósito fue aquel de no afectar la prohibición de los desplazamientos “forzados”, a fin
de respetar “el deseo legítimo” de ciertas personas, especialmente “las personas protegidas, quienes, en razón de
su pertenencia a minorías étnicas o políticas habrían sido objeto de medidas discriminatorias o de persecuciones
y que deseaban por esa razón” abandonar su territorio. El artículo 49 autoriza entonces, “implícitamente”, los
desplazamiento voluntarios (Comentario del IV Convenio de Ginebra, p. 300).
525
Asunto “Krnojelac”, par. 229.
526
Ver, entre otros, asunto “Brdanin”, par. 543.
598. Los casos excepcionales donde una evacuación puede ser ordenada se rea-
grupan en dos: cuando es autorizada para garantizar la seguridad de una pobla-
ción que se encuentra en una región amenazada por “operaciones militares” o por
“bombardeos intensos”.531 En tales circunstancias, con el propósito de proteger a la
población civil, un jefe militar puede, y de hecho debe, proceder a realizar la eva-
cuación de aquélla. Sucede lo mismo cuando se trata de evacuar por “imperiosas
necesidades militares”, es decir, cuando la presencia de la población en una región
entraba las operaciones militares. Sin embargo, es preciso señalar que, en este úl-
timo caso, la evacuación no es admisible más que si razones militares superiores,
esto es, imperiosas, así lo exigen.532 A efectos de afirmar si los desplazamientos
forzados son realizados en circunstancias excepcionales, el juez deberá determinar
si una amenaza militar o cualquier otro riesgo importante, pesaba efectivamente
sobre la seguridad de la población, y si la operación militar en cuestión era una
necesidad “imperiosa”.
527
Asunto “Krnojelac”, par. 229.
528
Esto lo dice igualmente, en esencia, el artículo 49.2, en términos muy semejantes.
529
Artículo 49.2 del IV Convenio de Ginebra.
530
Comentario de los protocolos adicionales, p. 1495.
531
Comentario del IV Convenio de Ginebra, p. 302.
532
Ídem.
599. La parte que procede a realizar la evacuación debe adoptar toda suerte de me-
didas posibles533 para que las personas civiles se beneficien de condiciones satisfac-
torias de alojamiento, de salubridad, de higiene, de seguridad y de alimentación.534
En los casos de conflictos armados internacionales, el IV Convenio de Ginebra
prevé que la parte que realice la evacuación deberá adoptar toda medida posible,
para que los integrantes de una misma familia no sean separados, los unos de los
otros. Incluso, si el artículo 17 del Protocolo adicional II no consagra tal obliga-
ción, la Sala de Primera Instancia no observa razón alguna para no aplicar aquel
principio general a los conflictos armados internos.
600. Tomando en cuenta los hechos del caso concreto, la Sala de Primera Instancia
se pregunta si las reglas de derecho prevén también una excepción a la prohibi-
ción general de los desplazamientos forzados, que permita la evacuación de una
población por razones humanitarias. La Sala de Primera Instancia considera que es
procedente. Al respecto, recuerda la obligación general realizada a todas las partes en
un conflicto, de proteger y respetar a la población civil, así como a las demás personas
protegidas. La Sala de Primera Instancia ya concluyó que el artículo 17 del Protocolo
adicional II se aplicaba en el caso concreto. Este artículo dispone especialmente que
“el desplazamiento de población civil no podrá ser ordenado por razones que ten-
gan un vínculo con el conflicto”. El Comentario de los protocolos adicionales precisa,
a propósito de dicho artículo, que las partes en conflicto pueden legalmente despla-
zar por la fuerza población civil por otras razones: epidemias, riesgo de epidemias,
catástrofes naturales o condiciones de vida intolerables, que presenten un peligro
mortal.535 Estos desplazamientos se encuentran sometidos a las mismas condiciones
que la evacuación. De tal suerte que deben ser temporales.
533
Una vez más, incluso si existe una ligera diferencia de formulación entre el artículo 49.3 del IV Convenio de
Ginebra y el artículo 17.1 del Protocolo adicional II, esas divergencias no afectan el fondo. Además, la idea no es
alegar las obligaciones que pesan sobre la parte que procede a realizar la evacuación; la expresión acogida apunta a
la eventualidad de una evacuación improvisada y a corto plazo (Comentario de los protocolos adicionales, p. 1495).
534
Artículo 49.3 del IV Convenio de Ginebra y artículo 17.1 del Protocolo adicional II.
535
Comentario a los protocolos adicionales, p. 1495.
536
Asunto “Naletilic”, par. 520, y nota de pie de página 1362.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto del caso
El asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic” se inscribe en el cruento ataque
perpetrado por el Ejército de los Bosnios de Serbia (VRS) contra el enclave musulmán
de Srebrenica, ubicado en Bosnia-Herzegovina y a 15 kilómetros de la frontera serbia.
En 1991 la zona del enclave contaba con cerca de 37.000 habitantes: 75% musulmanes
y 25% serbios de Bosnia537. En el curso de la guerra en los Balcanes, el Consejo de Se-
guridad de la ONU, mediante resolución 819 del 16 de abril de 1993, había declarado
a Srebrenica y a sus alrededores como “una zona de seguridad al abrigo de todo ataque
armado y todo acto hostil”. Igualmente, se le había ordenado a las fuerzas paramilitares
serbias que actuaban en la región, cesar todo tipo de ataque contra los musulmanes.
Los integrantes del Ejército de los Bosnios de Serbia separaron a los hombres de las
mujeres, obligándolos a desplazarse, siendo posteriormente asesinadas unas 8.000 per-
sonas. Los acusados hacían parte de los cuadros del mencionado ejército.
Sobre la jurisprudencia relacionada con la masacre de Srebrenica, ver: Ascensio, H. y Maison, R., “L’activité
537
En el asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”,538 la Sala de Primera Instancia
del TPIY siguió la línea jurisprudencial sentada por la Sala de Apelaciones en el asunto
“Fiscal vs. Krnojelac”,539 en sentencia del 17 de septiembre de 2003, en la cual se sostuvo:
217. La Sala de Apelaciones estima, por las razones que preceden, que a la época
del conflicto que se desarrollaba en la antigua Yugoslavia, los desplazamientos su-
cedidos al interior del Estado, así como más allá de sus fronteras nacionales, eran
considerados constitutivos de crímenes en derecho internacional consuetudinario.
Ahora bien, es necesario precisar que aunque la jurisprudencia del TPIY recurre a las
normas convencionales y consuetudinarias del derecho internacional humanitario, en
especial el IV Convenio de Ginebra de 1949 y el artículo 17 del Protocolo adicional II
de 1977, a efectos de dotar de contenido y alcance la prohibición de desplazar pobla-
ción civil que tienen las partes en un conflicto armado interno o internacional, termina
concluyendo que cuando tales actos se cometen con una finalidad discriminatoria ha-
rían entonces parte de un crimen de persecución, y en consecuencia, se estaría ante un
crimen de lesa humanidad, en los términos del artículo 5º del Estatuto del TPIY.
538
IT-02-60-T, asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”, sentencia proferida el 17 de enero de 2005
por la Sala de Primera Instancia del TPIY.
539
IT-97-25-A, asunto “Fiscal vs. Krnojelac”, sentencia proferida el 17 de septiembre de 2003, por la Sala de
Apelaciones del TPIY.
Así las cosas, si bien los fundamentos normativos del crimen de desplazamiento forzado
se encuentran en normas de derecho internacional humanitario, vía jurisprudencial se
ha considerado que también puede llegar a ser considerado un crimen de lesa humani-
dad, a condición de que sea cometido por razones discriminatorias, tal y como se probó
en el caso del ataque perpetrado por los serbios de Bosnia contra el enclave musulmán
de Srebrenica.
Por último, señalemos que el caso del desplazamiento forzado evidencia las dificultades
interpretativas que han debido afrontar los jueces internacionales, a efectos de determi-
nar la existencia de fronteras conceptuales entre los crímenes de lesa humanidad y los
crímenes de guerra; dificultad que es aún mayor en el ámbito específico del Estatuto del
TPIY, por cuanto su artículo 5º, contentivo de los crímenes de lesa humanidad, dispone
que éstos deben haberse cometidos “en el curso de un conflicto armado, de carácter
internacional o interno, y dirigidos contra cualquier población civil”.
En el asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”, el TPIY precisó que, en de-
terminados casos, las partes en un conflicto armado interno podían realizar operaciones
de evacuación de población civil, sin que se estuviera cometiendo el crimen de despla-
zamiento forzado.540 Lo anterior, según lo dispuesto en el artículo 17 del Protocolo
adicional II de 1977:
Artículo 17.
IT-02-60-T, asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”, sentencia proferida el 17 de enero de 2005
540
CICR, Commentaires des Protocoles additionnels du 8 juin 1977 aux Conventions de Genève du 12 août 1949,
541
En suma, sólo de manera excepcional, y de conformidad con las disposiciones del ar-
tículo 17 del Protocolo adicional II de 1977, se puede evacuar población durante un
conflicto armado interno, sin que ello constituya un crimen internacional.
A los efectos del presente estatuto, se entenderá por “crimen de lesa humanidad”
cualquiera de los actos siguientes cuando se cometa como parte de un ataque
generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de di-
cho ataque:
[…]
Artículo 7.1 d)
Elementos
1) Que el autor haya deportado o trasladado por la fuerza, sin motivos autorizados
por el derecho internacional y mediante la expulsión u otros actos de coacción, a
una o más personas a otro Estado o lugar.
3) Que el autor haya sido consciente de las circunstancias de hecho que determina-
ban la legitimidad de dicha presencia.
5) Que el autor haya tenido conocimiento de que la conducta era parte de un ata-
que generalizado o sistemático dirigido contra una población civil o haya tenido la
intención de que la conducta fuera parte de un ataque de ese tipo (énfasis agregado).
Crímenes de guerra
1) La Corte tendrá competencia respecto de los crímenes de guerra en particular
cuando se cometan como parte de un plan o política o como parte de la comisión
en gran escala de tales crímenes.
2) A los efectos del presente estatuto, se entiende por “crímenes de guerra”: a) in-
fracciones graves de los convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, a saber,
cualquiera de los siguientes actos contra personas o bienes protegidos por las dispo-
siciones del convenio de Ginebra pertinente:
[…]
En caso de conflicto armado que no sea de índole internacional, las violaciones gra-
ves del artículo 3º común a los cuatro convenios de Ginebra del 12 de agosto de
1949, a saber, cualquiera de los siguientes actos cometidos contra personas que no
participen directamente en las hostilidades, incluidos los miembros de las Fuerzas
Armadas que hayan depuesto las armas y los que hayan quedado fuera de combate
por enfermedad, lesiones, detención o por cualquier otra causa:
[...]
Ver al respecto, Moir, L., “Displacement of civilians as a war crime other than a violation of common article 3
542
in internal armed conflicts”, en The legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor
Igor Blishchenko, Lieden: Martinus Nijhoff, 2009, p. 641.
Artículo 8.2 e)
Elementos
2. Que la orden no haya estado justificada por la seguridad de las personas civiles de
que se trataba o por necesidades militares.
Como se puede advertir, en los términos del Estatuto de Roma de la CPI, un acto de
desplazamiento forzado de población puede ser calificado, a su vez, como crimen de lesa
humanidad o de guerra. Así pues, en el primer caso se requerirá demostrar que el men-
cionado acto hace parte de un ataque masivo o sistemático contra la población civil, de
conformidad con la política de un Estado o de una organización, sin que se requiera de-
mostrar la existencia de un conflicto armado interno o internacional. Por el contrario, si se
piensa adecuar como crimen de guerra, será preciso probar que el acto de desplazamiento
forzado tuvo lugar en el contexto de un conflicto armado que no era de índole internacio-
nal y que estuvo relacionado con aquél (factores personal, temporal y material).
En su artículo 159, ubicado en el título II, sobre “Personas y bienes protegidos por el
derecho internacional humanitario”, dispone:
Un examen del texto del artículo 159 del CP, a la luz de los instrumentos internacio-
nales sobre derecho penal internacional y la jurisprudencia elaborada por el TPIY, evi-
dencia que: 1) se tipificó el delito de desplazamiento forzado como crimen de guerra y
no de lesa humanidad, por cuanto el acto debe ser cometido con ocasión y en desarro-
llo del conflicto armado; 2) se emplean verbos rectores (deportar, expulsar, trasladar
y desplazar) cuyo contenido y alcance deben ser comprendidon de conformidad con
el orden jurídico internacional; y 3) no se diferencia entre conflicto armado interno e
internacional.
3) Cuando se cometa por razón de sus calidades, contra las siguientes personas: pe-
riodistas, comunicadores sociales, defensores de los derechos humanos, candidatos
o aspirantes a cargos de elección popular, dirigentes cívicos, comunitarios, étnicos,
sindicales, políticos o religiosos, contra quienes hayan sido testigos o víctimas de
hechos punibles o faltas disciplinarias.
Una lectura de los artículos 180 y 181 del CP, de conformidad con los instrumentos
internacionales de derecho penal internacional, muestra que: 1) se trata de un delito
que puede ser cometido en cualquier tiempo, es decir, no presupone la existencia de un
conflicto armado interno; 2) a pesar de ello, se inspira en la redacción del artículo 17
del Protocolo II de Ginebra en lo atinente a las evacuaciones de población lícitas; 3)
las víctimas son “una parte de la población”, con lo cual se asemeja a un crimen de lesa
humanidad, en los términos del artículo 7º del Estatuto de Roma de la CPI; 4) sin em-
bargo, no se exige, a diferencia del mencionado tratado internacional, que se pruebe que
el acto de desplazamiento forzado se inscribe en un ataque masivo o sistemático contra
la población civil, de conformidad con una política estatal o de una organización.
En el caso colombiano, el análisis penal del delito de desplazamiento forzado debe ser
analizado desde una perspectiva de género por los jueces y fiscales de Justicia y Paz. En
efecto, se trata de una conducta delictual que, en términos del auto 92 de 2008 de la
Corte Constitucional, afecta de manera diferencial y agudizada a las mujeres, por las
siguientes razones:
las mujeres, a saber: 1) el riesgo de violencia sexual, explotación sexual o abuso sexual
en el marco del conflicto armado; 2) el riesgo de explotación o esclavización para ejer-
cer labores domésticas y papeles considerados femeninos en una sociedad con rasgos
patriarcales, por parte de los actores armados ilegales; 3) el riesgo de reclutamiento
forzado de sus hijos e hijas por los actores armados al margen de la ley, o de otro
tipo de amenazas contra ellos, que se hace más grave cuando la mujer es cabeza de
familia; 4) los riesgos derivados del contacto o de las relaciones familiares o perso-
nales —voluntarias, accidentales o presuntas— con los integrantes de alguno de los
grupos armados ilegales que operan en el país o con miembros de la fuerza pública,
principalmente por señalamientos o retaliaciones efectuados a posteriori por los ban-
dos ilegales enemigos; 5) los riesgos derivados de su pertenencia a organizaciones so-
ciales, comunitarias o políticas de mujeres, o de sus labores de liderazgo y promoción
de los derechos humanos en zonas afectadas por el conflicto armado; 6) el riesgo de
persecución y asesinato por las estrategias de control coercitivo del comportamiento
público y privado de las personas que implementan los grupos armados ilegales en
extensas áreas del territorio nacional; 7) el riesgo por el asesinato o desaparición de
su proveedor económico o por la desintegración de sus grupos familiares y de sus
redes de apoyo material y social; 8) el riesgo de ser despojadas de sus tierras y su
patrimonio con mayor facilidad por los actores armados ilegales dada su posición
histórica ante la propiedad, especialmente las propiedades inmuebles rurales; 9) los
riesgos derivados de la condición de discriminación y vulnerabilidad acentuada de
las mujeres indígenas y afrodescendientes; 10) el riesgo por la pérdida o ausencia
de su compañero o proveedor económico durante el proceso de desplazamiento;
y b) como víctimas sobrevivientes de actos violentos que se ven forzadas a asumir
funciones familiares, económicas y sociales distintas a las acostumbradas, las mujeres
deben sobrellevar cargas materiales y psicológicas de naturaleza extrema y abrupta,
que no afectan de igual manera a los hombres.
Así las cosas, las investigaciones penales que se adelanten por el delito de desplaza-
miento forzado deberán tomar en cuenta los avances recientes de la jurisprudencia
constitucional, en el sentido de examinar el grado de afectación de las víctimas en fun-
ción de su género.
[…]
población civil, caso en el cual será un crimen de lesa humanidad, o si, por el con-
trario, guarda una estrecha relación con el decurso de las hostilidades, en cuyo caso
será un crimen de guerra.
2.5. Bibliografía
Currat, P. Les crimes contre l’humanité dans le Statut de la Cour Pénale Internationale,
París: LGDJ, 2006.
Meron, T., “Internacional criminalization of internal atrocities”, en: AJIL, 89, 1995.
Urbina, J., Protección de las víctimas de los conflictos armados, Naciones Unidas y dere-
cho internacional humanitario, Valencia, Tirant lo Blanch, 2000.
2.5.2. Jurisprudencia
a) TPIY
IT-02-60-T, asunto “Fiscal vs. Vidoje Blagojevic y Dragan Jokic”, sentencia proferida el
17 de enero de 2005 por la Sala de Primera Instancia.
b) Corte Constitucional
473. Así pues, el artículo 6.1 apunta a diferentes etapas de la comisión del crimen,
desde su planificación inicial hasta su ejecución, pasando por su organización. Sin
embargo, el principio de la responsabilidad penal individual que figura en el artículo
6.1 supone que la planificación o perpetración del crimen culmina efectivamente
en la comisión de él. En efecto, el principio de responsabilidad penal individual por
la tentativa infructuosa de cometer el crimen no ha sido admitido más que para el
crimen de genocidio.543 Lo anterior significa, a contrario, que cualquier otra forma
de participación en un crimen, y especialmente aquellas que figuran en el artículo
6.1, no pueden comprometer la responsabilidad penal de su autor a menos que la
infracción haya sido efectivamente cometida.
474. El artículo 6.1 parece entonces ser conforme con los fallos proferidos por la
Sala de Núremberg, la cual declaró que la responsabilidad penal individual de per-
sonas distintas de aquellas que han cometido el crimen podía verse comprometida
por las que lo ordenaron.
Y agregó:
478. Tal intención puede deducirse de un cierto número de elementos fácticos, tra-
tándose del genocidio, de crímenes contra la humanidad o de crímenes de guerra,
por ejemplo su carácter masivo o sistemático o aun por su atrocidad, que serán exa-
minadas infra en el juicio, en las conclusiones de la Sala en cuanto al derecho apli-
cable para cada uno de los tres crímenes constitutivos de su competencia rationae
materiae.
479. Así pues, como se ha visto, para las formas de participación previstas en el
artículo 6.1 el autor de éstas no puede ser considerado como penalmente responsa-
ble si no ha actuado con conocimiento de causa, y aquello incluye si habría debido
tener conocimiento. Lo anterior constituye una gran diferencia con el artículo 6.3
que se analiza posteriormente. El artículo 6.3 no exige necesariamente que el su-
perior haya sabido, para que su responsabilidad penal se vea comprometida; basta
con que haya tenido razones para conocer que sus subordinados estaban a punto de
cometer un crimen o lo habían cometido y que aquél no tomó las medidas necesa-
rias y razonables para impedir que el mencionado acto hubiese sido perpetrado o
para sancionar por ello a sus autores. Se trata de una clase de responsabilidad por
omisión o abstención.
Asunto “Fiscalía vs. Dusko Tadic”, par. 692, p. 270, asunto IT-94-1-T, del 7 de mayo de 1997.
544
Ver, por ejemplo, el Lexique Anglais-Francais (principalment juridique), del Consejo de Europa, Strasburgo,
545
enero de 1997, que traduce incitment por incitation, instigation ou provocation, o incluso el Dictionnaire Francais/
Anglais, Larousse, o el Dictionnaire Francais/Anglais, Super Senior Robert Collins.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
420
bien sea con las palabras instigated o instigation, se puede traducir el vocablo “inci-
tación” en diversos instrumentos internacionales.546 Con todo, en ciertos sistemas
jurídicos, y especialmente en el civil law, ambos conceptos son bien distintos.547
Aunado a lo anterior, y suponiendo que incluso los dos términos sean equivalentes,
la cuestión se plantearía en saber si la instigación prevista en el artículo 6.1 debe
presentar los caracteres de directa y pública, requeridos para la incitación, espe-
cialmente la incitación a cometer genocidio (artículo 2.3 c) del estatuto), que, en
esta ocasión, traduce en inglés incitación por incitment y no por instigation. La Sala
también comparte dicha interpretación.548
483. El hecho de ordenar la comisión de uno de los crímenes señalados en los ar-
tículos 2º a 4º del estatuto compromete igualmente la responsabilidad penal del
agente: ésta supone una relación de subordinación entre quien imparte la orden y
aquel que la ejecuta. En otros términos, la persona que se encuentra en una posición
de autoridad la emplea para convencer a otra de cometer un crimen. En ciertos
sistemas jurídicos, entre ellos el ruandés,550 el hecho de ordenar es una forma de
complicidad por instrucciones dirigidas al autor material de la infracción. En lo que
concierne a la posición de autoridad, la Sala considera que, en algunas ocasiones, se
puede tratar de una cuestión fáctica.
546
������������������������������������������������������������������������������������������������������������
Artículo 6º de la Carta de Núremberg, artículo 7.1 del Estatuto del TPIT, y artículo 2.3 del proyecto de có-
digo de crímenes contra la paz.
547
Por ejemplo, el artículo 91 del Código Penal ruandés, citado y analizado supra, capítulo 6.3.2.
548
Ver infra las conclusiones de la Sala sobre el crimen de incitación directa y pública a cometer genocidio,
capítulo 6.3.3.
549
Sobre este aspecto, ver igualmente infra las conclusiones de la Sala sobre el crimen de incitación directa y
pública a cometer genocidio, capítulo 6.3.3.
550
Ver artículo 91 del Código Penal, en Codes et Lois du Rwanda, Université Nationale du Rwanda, actualizado
a 31 de diciembre de 1994, vol. I, segunda edición, 1995, p. 395.
551
Ver infra las conclusiones de la Sala sobre el crimen de incitación directa y pública a cometer genocidio,
capítulo 6.3.2.
552
Acta de acusación, par. 33.
553
N. T. El artículo 7.1 del Estatuto del TPIY reza:
Artículo 7º
Responsabilidad penal individual
1. Quienquiera haya planificado, incitado a cometer, ordenado, cometido, o ayudado y alentado de cualquier
forma a planificar, preparar o ejecutar uno de los crímenes contemplados en los artículos 2º a 5º del presente
estatuto, es individualmente responsable de dicho crimen.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
422
a) Planificar
268. Para establecer la planificación es necesario probar que una o más personas
vieron la posibilidad de hacer planes para que un crimen fuera cometido, tanto en la
fase de preparación como en la ejecución.555 Se requiere, además, demostrar que el
acusado tenía la intención, de manera directa o indirecta, de que el crimen en cues-
tión fuera cometido. Una persona declarada culpable de haber cometido un crimen
no lo será por haber planificado el mismo delito.556 No obstante, la participación en
la planificación puede constituir una circunstancia de agravación.557
b) Incitar
554
En relación con la planificación, ver asunto “Akayesu”, par. 473; asunto “Blaskic”, par. 278; asunto “Kordic”,
par. 386. Tratándose de incitación, ver asunto “Akayesu”, par. 482; asunto “Blaskic”, par. 280; asunto “Krstic”, par.
601; asunto “Kordic”, par. 387. Una referencia implícita al hecho de ordenar, se encuentra en asunto “Stakic”, par.
445. Referencia implícita al hecho de ayudar e incitar, en asunto “Tadic”, par. 229; asunto “Aleksovki”, par. 164;
asunto “Celebici”, par. 352, asunto “Furundzija”, par. 235.
555
Asunto “Akayesu”, par. 480, retomado en el asunto “Krstic”, par. 601; asunto “Blaskic”, par. 279, asunto “Kor-
dic”, par. 278, y asunto “Natelitic”, par. 59.
556
Asunto “Kordic”, par. 386.
557
Asunto “Stakic”, par. 443.
558
Asunto “Akayesu”, par. 482; asunto “Blaskic”, par. 280; asunto “Krstic”, par. 601; asunto “Kordic”, par. 387.
559
Asunto “Blaskic”, par. 280.
560
Ídem.
561
Asunto “Kordic”, par. 387, y asunto “Galic”, par. 168.
562
Asunto “Kordic”, par. 387, y asunto “Kvocka”, par. 252.
563
Asunto “Kvocka”, par. 252.
c) Ordenar
270. Para establecer la responsabilidad en razón de órdenes dadas, hay que probar
que una persona en posición de autoridad la empleó para convencer a otra de come-
ter una infracción.564 No es necesario demostrar la existencia de una relación oficial
de subordinación entre el acusado y el autor del crimen; basta con que el acusado
haya tenido la autoridad necesaria para ordenar la comisión de un crimen y que se
pueda razonablemente suponer que contaba con una tal autoridad.565 No se hace
necesario que la orden haya revestido una forma particular566 ni que haya sido dada
directamente por el superior jerárquico al autor del crimen.567 El que da la orden
debe estar animado de la intención requerida para el crimen por el cual está siendo
acusado568 y tener conciencia de la probabilidad real de que un crimen será come-
tido en el transcurso de ejecución de una tal orden.569
d) Ayudar y animar
564
Asunto “Krstic”, par. 601, y asunto “Galic”, par. 168.
565
Asunto “Akayesu”, par. 483; asunto “Blaskic”, par. 281, y asunto “Kordic”, par. 388.
566
Asunto “Blaskic”, par. 281.
567
Ibídem, par. 282.
568
Ídem.
569
Asunto “Blaskic”, pars. 41 y 42.
570
Asunto “Tadic”, par. 229; asunto “Aleksovski”, pars. 163 y 164; asunto “Celebici2, par. 352; asunto “Furun-
dzija”, pars. 235 y 249; asunto “Vasiljevic”, pars. 70 y 71; asunto “Naletilic”, par. 63, y asunto “Simic”, par. 161.
571
Asunto “Aleksovki”, par. 165. En el asunto “Tadic”, par. 229, la Sala de Apelaciones consideró que el autor
principal podía incluso no haber conocido acerca de la contribución del cómplice.
572
Asunto “Vasiljevic”, par. 102; asunto “Furundzija”, pars. 222, 223 y 249; asunto “Aleksovki”, par. 61; asunto
“Kunarac”, par. 391, y asunto “Kordic”, par. 339.
573
Asunto “Blaskic”, par. 48; asunto “Kunarac”, par. 391; asunto “Naletilic”, par. 63, asunto “Simic”, par. 162, y
asunto “Kvocka”, par. 256.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
424
273. Además, el cómplice debe haber tenido conocimiento de los elementos esen-
ciales del crimen que iría a ser en definitiva cometido por el autor principal, así
como de la intención de este último, así no sea necesario que aquél se comparta.578
274. Por regla general, del hecho de no compartir la intención del autor principal,
el cómplice lleva sobre sí una responsabilidad penal menor de aquella del acusado
que actuó en el marco de una empresa criminal conjunta y que comparte la inten-
ción del autor principal.579
1) Introducción
574
Asunto “Alevsovki”, par. 65. En el asunto “Akayesu”, par. 393, la Sala de Primera Instancia encontró culpable al
burgomaestre por incitación, por su sola presencia pasiva en la escena del crimen, teniendo en cuenta su conducta
de incitación previa.
575
Asunto “Krstic”, par. 143.
576
Asunto “Vasiljevic”, par. 102, y asunto “Blaskic”, par. 49.
577
Asunto “Blaskic”, par. 50; asunto “Naletilic”, par. 63; asunto “Kvocka”, par. 255, y asunto “Furundzija”, par. 246.
578
Asunto “Aleksovski”, par. 162, y asunto “Kunarac”, par. 392.
579
Asunto “Vasiljevic”, par. 71.
2) Actus reus
192. Tratándose del actus reus, la Sala de Primera Instancia debe examinar si la
ayuda aportada por el cómplice debe ser de naturaleza material o si puede consistir
en incitaciones o en apoyo moral. La Sala de Primera Instancia igualmente debe
analizar el grado de proximidad que debe existir entre la ayuda aportada y la per-
petración del acto criminal. Especialmente debe analizar si los actos del cómplice
deben tener un efecto de causalidad, de suerte que el crimen no habría podido ser
cometido sin su participación, o si éstos deben simplemente facilitar de una manera
o de otra la perpetración del crimen.
a) Jurisprudencia internacional
1) Introducción.
580
El artículo 6º del Estatuto del TMI, anexo al Acuerdo de Londres, preveía la responsabilidad secundaria en el
ámbito del procedimiento ante el TMI: “Los dirigentes, organizadores, provocadores o cómplices que tomaron
parte en la elaboración o ejecución de un plan concertado o de un complot para cometer cualesquiera de los crí-
menes definidos infra, serán responsables por todos los actos ejecutados por todos los que ejecutaron dicho plan”.
El TMI planteó la responsabilidad en el ámbito de un plan concertado o de un complot, en el marco de los crí-
menes contra la paz (la dirección, preparación, inicio o continuación de una guerra de agresión) y no en relación
con los crímenes de guerra o de lesa humanidad. Al respecto, el fallo proferido por el TMI no nos aclara casi nada
en materia de complicidad.
581
El artículo 5º del Estatuto del TMI para el Extremo Oriente contenía una disposición idéntica a aquella del
Tribunal de Núremberg.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
426
195. En primer lugar, se encuentran los asuntos juzgados por las comisiones mili-
tares de los Estados Unidos sobre el territorio ocupado por las fuerzas estadouni-
denses, por las Cortes y los tribunales establecidos para la administración militar.
A pesar de que las comisiones militares siguieron unas directivas distintas a las del
teatro de operaciones estadounidense, cada una aplicó en materia de complicidad
disposiciones calcadas de las establecidas en los Acuerdos de Londres. En los te-
rritorios ocupados, las Cortes y los tribunales se refirieron a la ley 10 del Consejo
de Control.
197. Los asuntos comprendidos en los términos de la ley 10 del Consejo de Con-
trol, bien sea por la Corte Suprema alemana en la zona de ocupación británica,
o por jurisdicciones alemanas en la zona de ocupación francesa, son igualmente
importantes para el análisis de la Sala de Primera Instancia.
582
El texto del Mandato Real del14 de junio de 1945 y los Reglamentos para los procesos de los criminales de
guerra, ubicados en sus anexos, se encuentran reproducidos en Telford Taylor, Final Report of the Secretary of the
Army on the Nuremberg War Crimes Trial under Control Council No. 10 (1949), pp. 254 y siguientes.
583
Cf. especialmente la sistematización de los puntos de derecho elaborada por el juez asesor (judge advocate) en
el proceso de Franz Schonfeld et de neuf autres (Trial of Franz Schonfeld et neuf autres), Essen, 26 de junio de 1946,
Law Reports, op. cit., vol. XI, pp. 69 y ss.
2) Naturaleza de la ayuda.
201. La Corte no indicó claramente los motivos por los cuales había juzgado que esas
tres personas estaban “implicadas en la muerte”.586 Sin embargo, el abogado general,
tomando en cuenta el derecho inglés, evocó el papel de un cómplice (accessory), quien
no se encontraba presente en el lugar, pero que preparó, aconsejó, ordenó o incitó
a otra a cometer el crimen, y el papel del cómplice (aider and abettor), quien ayuda a
cometer el delito; una y otra de esas calificaciones han podido fundar la decisión de
la Corte. De esa manera, dio el ejemplo mostrando cómo una persona podía parti-
cipar en un crimen sin importar su ayuda material:
584
Asunto IT-94-1-T, pars. 688-692.
585
Ibídem, p. 64.
586
El fiscal hizo referencia al artículo 8 ii) del Royal Warrant, a propósito de las unidades o grupos de hombres
señalados supra, lo que pudo haber sido tomado en consideración por la Corte. Refiriéndose al derecho positivo
inglés sobre complicidad, el abogado general incluyó la doctrina del “proyecto común”, en virtud de la cual si un
grupo había decidido cometer un crimen, todos los miembros del grupo eran culpables, al mismo título, del acto
perpetrado para uno de ellos en ejecución del propósito criminal, que haya o no contribuido materialmente en la
ejecución de dicho crimen.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
428
202. Una vez más, “poniendo a salvo a sus compañeros”, el acusado facilitó la perpe-
tración del crimen y constituye el actus reus de la infracción.
204. En el caso de uno de los acusados, éste fue juzgado porque la ayuda aportada
resultó ser suficiente para establecer la responsabilidad penal en la medida en que
587
Schonfeld, p. 70. Se encontrará un pasaje similar en otro asunto británico: el proceso contra Wener Rohde
y otros (Trail of Werner Rohde and Eight Others); British Military Court, Wuppertal, 29 de mayo de 1946, Law
Reports, ob. cit., vol. V, p. 56.
588
Ibídem, p. 54.
589
Sin embargo, parece que dos acusados fueron hallados culpables, sin que se hubiese probado que tenían co-
nocimiento de causa. Cf. también el asunto “Almelo” (Almelo Trial); el asunto “Otto Sandrock y otros” (Trial of
Otto Sandrock and Three Others); British Military Court for the Trial of War Criminals, citado en el asunto “Almelo”,
Países Bajos, del 24 al 26 de noviembre de 1945, Law Reports, vol. I, p. 35, en el curso del cual cuatro soldados ale-
manes fueron acusados de haber cometido un crimen de guerra, durante el cual habrían participado en la ejecución
de un prisionero de guerra británico y de un civil holandés. Uno de los dos habría ordenado la ejecución y el otro
habría disparado. Los otros dos esperaban cerca de un vehículo, impidiendo que cualquiera se aproximara mien-
tras el fusilamiento tenía lugar. Los cuatro hombres fueron declarados culpables.
Cf. también el asunto “Stalag Luft III” (proceso de Max Wielen y de 17 personas, Trial of Max Wielen and 17
others, British Military Court, Hamburgo, 1º de julio - 3 de septiembre, 1947, Law Reports, ob. cit., vol XI, p. 31).
Dos acusados, Denkmann y Struve fueron declarados culpables por haber actuado como choferes en el curso de
la ejecución de unos prisioneros de guerra británicos. El juez-acusador (judge advocate), citando el derecho inglés
en la materia, declaró: “Si todos los acusados se encuentran presentes, ayudándose y animándose los unos a los
otros, en la ejecución de un crimen, el cual saben que está siendo perpetrado, ellos juegan sus papeles en la eje-
cución; bien sea que se trate de disparar, de impedir que alguien se aproxime o de servir de escoltas mientras que
las víctimas son ejecutadas, todos son, en derecho, igualmente culpables de haber cometido un crimen, incluso si
su responsabilidad individual en cuanto a la pena puede no ser idéntica” (ibídem, pp. 43-44, p. 17, Public Record
Office, Londres).
no era cierto que en derecho inglés dio lugar a pensar que la Corte aplicó un dere-
cho diferente a esos crímenes internacionales. El servicio prestado por el respon-
sable del crematorio puede ser comparado a aquel suministrado por el centinela:
en efecto, saber que los cadáveres serían incinerados, de la misma manera que, en
el caso del centinela, conocer que este último los advertiría en todo momento si
fuesen descubiertos, tranquiliza a los asesinos y facilita considerablemente la con-
sumación de su crimen.
205. Se puede igualmente sacar algunas enseñanzas de los asuntos que, compren-
didos en los términos de la ley 10 del Consejo de Control, fueron evocados supra.
En un asunto juzgado por la Corte Suprema alemana en la zona de ocupación bri-
tánica, el caso de la sinagoga, uno de los acusados fue encontrado culpable de un
crimen contra la humanidad (la devastación de la sinagoga), a pesar de que éste no
tomó físicamente parte, ni ayudó ni planeó, ni la ordenó. Los jueces estimaron que
su presencia episódica en el lugar del crimen, además de su estatus de alter kämpfe
(militante de larga data del partido nazi) y su conocimiento de esa empresa crimi-
nal, bastaron para declararlo culpable.
207. Se puede deducir de este asunto que un espectador que aprueba, que es tenido
por los otros autores del crimen en tan alta estima, que su presencia incitó, puede
ser considerado culpable de complicidad en un crimen contra la humanidad.
208. El asunto de la sinagoga puede ser comparado con otro, igualmente juzgado
por Corte Suprema alemana en la zona de ocupación británica, el asunto “del desfile
del carruaje de cerdos”. El acusado P, vestido de civil, había asistido como especta-
dor a un “desfile” SA (Sturmabeteilung), en el curso del cual dos opositores políticos
a la NSDAP (Nationalsozialistiche Deutsche Arbeiterparte1) fueron humillados
públicamente. P había seguido el “desfile”, sin tomar una participación activa. La
Corte concluyó que P:
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
430
P fue declarado no culpable. Se logró probar que no se contaba con la mens rea
requerida. Sin embargo, en todo caso, su posición de subalterno hacía que la apro-
bación tácita que había manifestado no bastara para establecer el actus reus.
209. Esos dos casos, es decir, el de la sinagoga y el del desfile del carruaje de cerdos,
muestran que la presencia, aunada a la autoridad, puede constituir una ayuda bajo
la forma de apoyo moral, es decir, el actus reus del crimen. La persona que brinda su
apoyo debe ocupar una cierta posición para que se pueda hablar de responsabilidad
penal. La importancia acordada a los poderes del acusado igualmente fue afirmada
en el caso “Akayesu”. Jean Paul Akayesu era el burgomaestre de una comuna donde
las atrocidades fueron cometidas, entre ellas, violaciones y agresiones sexuales. La
Sala de Primera Instancia estimó que el hecho de que aquél ocupase ese puesto era
determinante para establecer su responsabilidad penal, a título de cómplice. La Sala
juzgó, en virtud del artículo 6.1 del estatuto del tribunal que el acusado ayudó e
incitó a cometer los actos de violencia sexual señalados, permitiendo que fueran co-
metidos dentro o cerca de su oficina, mientras que él se encontraba presente en el
inmueble en el primer caso y en su presencia en el segundo y tercer caso, facilitando
la comisión de tales actos con las palabras de aliento que pronunciaba con ocasión
de otros actos de violencia sexual que, teniendo en cuenta su autoridad, daban clara-
mente a entender que eran oficialmente tolerados, comportamientos sin los cuales
esos actos no hubiesen sido perpetrados.591 Además, no se puede deducir de allí que
no sea necesaria una ayuda material. Tampoco se requiere que la ayuda constituya un
elemento indispensable, una condición sine qua non de la consumación del crimen.
210. Conviene igualmente mencionar numerosos asuntos que nos permiten distin-
guir la complicidad de la coautoría, que asocia a un grupo de personas animadas por
un designio común de cometer tales crímenes.
590
Strafsenat. Urteil vom. 10. August 1948 gege L. u. a. StS 37/48 (Entscheidungen, ob. cit., vol. I, pp. 229, 234.
591
Asunto TPIR-96-4-T, par. 693.
592
Proceso relativo al campo de concentración de Dachau; proceso “Martin Gottfried Weiss y otros 39“ (Trail of
Martin Gottfried Weiss and Thirty nine Others), General Military Government Court of the United States Zone,
Alemania, 15 de noviembre - 13 de diciembre de 1945, Law Reports, ob. cit., vol. XVI, p. 5. La acusación se refirió
a los principios del derecho penal estadounidense en materia de complicidad (pp. 12-13).
del campo de concentración de Dachau. Mientras que algunos fueron acusados por
haber participado directamente en las exacciones y otros por haber sido superiores
jerárquicos, el fundamento real de las acusaciones era el de que todos los acusados
habían “actuado obedeciendo un designio común”, para asesinar y maltratar prisio-
neros y, a partir de allí, cometer crímenes de guerra.
212. El carácter organizado y oficial del sistema que había permitido los crímenes
de guerra agrega un elemento específico a la “complicidad” de los acusados. El in-
forme elaborado sobre el particular por la Comisión de las Naciones Unidas sobre
los crímenes de guerra identificó los tres elementos necesarios para establecer la
culpabilidad en cada caso. El primero era la existencia de un sistema dirigido a mal-
tratar a los prisioneros y a cometer los diferentes crímenes alegados; el segundo,
era el conocimiento que los acusados tenían sobre el funcionamiento del sistema;
y el tercero, consistía en que cada acusado, con su conducta, había “favorecido o
ayudado e incitado a participar” en la puesta en marcha del sistema. Una vez es-
tablecida la existencia del sistema, un determinado acusado era potencialmente
responsable por haber participado en él. Los acusados ocupaban posiciones tan di-
versas que aquellos que gobernaban el campo o el guardia hacían parte del personal
del campo, siendo todos encontrados culpables, habiendo las penas reflejado los
diversos grados de participación. Parecería que el hecho de que una persona hubiese
desempeñado cualquier papel en la administración de los campos hubiese bastado
para concluir que había favorecido o de cualquier otra forma ayudado o incitado a
participar en la puesta en obra del sistema.
1941-1945”, reproducido en Justiz und NS, , vol. XXI, Verbrechen, 1979, pp. 361-887.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
432
La Corte de Primera Instancia concluyó que los actos del acusado se encon-
traban probados, de una parte, sobre la base del hecho de que el imputado
era el adjunto del comandante del campo y que intervenía a la llegada de los
detenidos realizando tareas de comandante adjunto y, de otra parte, sobre la
base de la deposición de los testigos W y P, quienes habían asistido en dicha
intervención.594
215. En el mismo asunto, la Corte observó cómo el acusado Mulka, por su pre-
sencia en la rampa de acceso durante la llegada de los detenidos, “apoyaba psico-
lógicamente a los SS” encargados de separar a los judíos destinados al trabajo de
aquellos que serían dirigidos a las cámaras de gas. Sin embargo, se tuvo en cuenta
el papel que desempeñó el acusado en calidad de comandante adjunto del campo,
de sus funciones administrativas relativas a la perpetración de las masacres, y de las
características específicas de los procesos relativos a los campos de concentración
expuestos.
594
Ibídem, p. 858.
595
En relación con la legalidad del estatuto, ver par. 227.
596
Artículo 25.3 d).
597
Artículo 25.3 c).
[...] no podría ser exonerado de toda complicidad por cuanto, al haber encon-
trado, evaluado y enviado las listas de funcionarios del Partido Comunista al
ejecutivo de la organización, era consciente de que las personas que figuraran
en aquéllas serían ejecutadas cuando fuesen encontradas.599
218. Fendler había servido en uno de los Kommandos des Einsatzgruppen durante
siete meses. La tesis de la acusación no era la de que éste hubiese programado una
ejecución, sino que “hacía parte de una organización encargada de un programa de
exterminio”.600 La Corte observó:
El acusado sabía que las ejecuciones tenían lugar. Reconoció que el procedi-
miento que determinaba la culpabilidad presunta de una persona y que tenía
por objeto condenarla a muerte era “muy sumario”. Sin embargo, nada prueba
que hubiese hecho cualquier cosa para remediar tal situación. En su calidad de
oficial, ocupaba el segundo puesto en la jerarquía del Kommando, pudiendo
haber sido escuchado de haberse quejado contra aquello que califica, en el pre-
sente, como un procedimiento muy sumario, pero escogió no hacer nada para
reparar la injusticia.601
598
Proceso de Otto Ohlendorf y sus consortes (“Einsatzgruppen”), en Trials of War Criminals before Nuremberg
Military Tribunals under Control Council Law, núm. 10, vol. IV.
599
Ibídem, p. 569.
600
Ibídem, p. 571.
601
Ibídem, p. 572.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
434
219. Los casos de Ruehl y Graf permiten, por el contrario, precisar mejor el actus
reus de la infracción. El tribunal concluyó que conocían suficientemente de las acti-
vidades criminales de las organizaciones de las cuales formaban parte. Sin embargo,
el puesto que ocupaba Ruehl no le permitía “controlar, impedir o modificar” esas
actividades. Su rango, poco elevado, no le permitía que “automáticamente ubicado
en una posición tal que la ausencia de toda queja de su parte, contribuyera al éxito
de las operaciones a gran escala”.602 Fue declarado inocente.
222. En el asunto británico “Zyklon B”,604 se le imputó a los tres acusados haber
suministrado, con conocimiento de causa, gas tóxico destinado al exterminio de los
ciudadanos aliados internados en los campos de concentración. El propietario de la
empresa y su asistente fueron encontrados culpables; Drosihn, el encargado del gas
en la empresa, fue declarado inocente. El juez-acusador (judge advocate) vinculó la
cuestión de la complicidad de Drosihn a aquella de saber:
[...] si los elementos de prueba indicaban que el puesto que ocupaba le permi-
tían, bien sea ejercer una influencia sobre el transporte de gas a Auschwitz, o
impedirlo. Si aquél no ocupaba un puesto de esa clase, nada permitía declararlo
culpable en razón de que no sabía para qué fin iba a ser utilizado el gas.605
602
Ibídem, p. 581.
603
Ibídem, p. 585.
604
“Proceso de Bruno Tesch y otros dos” (Trial of Bruno Tesch and two others), British Military Court, Ham-
burgo, 1º - 8 de marzo de 1946, Law Reports, vol. I, p. 93.
605
Ibídem, p. 102.
223. En todo caso, es necesario que un vínculo de causa-efecto exista entre el acto
de complicidad y el acto del autor (la utilización de gas para matar prisioneros de
Auschwitz) o, al menos, que el acto del cómplice tenga un efecto directo y determi-
nante, permitiendo así constituir el actus reus. Las funciones ejercidas por Drosihn,
en el marco de su cargo de responsable del gas, tocaban con el suministro y el em-
pleo del gas tóxico, pero Drosihn no podía, por él mismo, ser tenido como respon-
sable de su empleo criminal, incluso si sabía que esas funciones desempeñaban un
papel tan importante en el suministro del gas. Al no ejercer influencia alguna sobre
ese suministro, no era culpable. En otros términos, el mens rea en sí no basta para
establecer la responsabilidad penal.
225. Otras tres acusadas, Ho, K y B, eran funcionarias subalternas, quienes habían
recibido la orden de revisar a las mujeres judías antes de su deportación, con el
fin de encontrar objetos de valor y joyas, fueron encontradas culpables en primera
606
L.G. Hechingen, 28.6.1947, Kls 23/47 y OLG Tubingen, 20.1.1948, Ss 54/47 (fallo), citado en Justiz und
NS. Verbrechen, asunto 022, vol. I, pp. 469 y ss.
607
Tratándose del derecho aplicable a la complicidad, la jurisdicción consideró, en primera instancia, que la ley
10 del Consejo de Control no sólo era válida, sino que constituía la única base jurídica posible para sancionar
la conducta definida como tal por esa ley. Las disposiciones de la primera parte (general) del Código Penal
alemán, no son inmediatamente aplicables a los crímenes señalados en la ley 10 del Consejo de Control: cada
vez que la ley 10 del Consejo de Control se aplica, es necesario, sea que las reglas generales se encuentren en
su texto (ex. las reglas relativas a la complicidad, art. II.2 c) y las reglas relativas a las circunstancias atenuantes
(art. II.3), o bien, en caso en que no contengan ninguna regla expresa, que sean completadas a partir del objeto
y del fin de la ley, teniendo en cuenta unos principios generalmente reconocidos en derecho penal (ex: relativos
al constreñimiento).
608
Ibídem, p. 484.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
436
226. Por último, en el asunto “Tadic”, la Sala de Primera Instancia II del Tribu-
nal Internacional concluyó que existía, en derecho internacional consuetudinario,
un fundamento que permitía declarar a un individuo responsable penalmente por
diferentes clases de participaciones accesorias establecidas en el artículo 7.1 del es-
tatuto.611 La Sala de Primera Instancia examinó un cierto número de procesos de
la posguerra y concluyó que era necesario a la vez que la conducta del acusado con-
tribuya a la perpetración del acto reprochable y que su participación influya directa
y materialmente en la comisión del crimen. Aplicando esos criterios en la sección
de conclusiones jurídicas, la Sala de Primera Instancia declaró que el acusado había
“intencionalmente ayudado, directa y materialmente, con el objetivo común del
grupo”, cual era cometer el crimen.612
b) Instrumentos internacionales
609
“Resulta inadmisible hacer valer que si un solo acusado o todos ellos se hubieran rehusado a cooperar, el delito
habría sido ejecutado por otro acusado o por cualquier persona”.
610
Ibídem, p. 498.
611
Asunto IT-94-1-T, 7 de marzo de 1997, par. 669.
612
Ibídem, pars. 730 y 738.
613
Cf. par. 2, dispositivo de la resolución.
229. A falta de precisiones, se tiene que la asistencia puede ser material o revestir la
forma de un apoyo moral. Las incitaciones dadas a los autores de un crimen pueden
ser sancionadas, incluso en ausencia de todo acto concreto por parte del cómplice,
si con ellas se ayudó “directa y materialmente” a la perpetración del crimen. Esa
proposición es igualmente apoyada por un pasaje del comentario de la Comisión
de Derecho Internacional relativo a la ayuda aportada:
614
Informe de la comisión de Derecho Internacional (CDI) sobre los trabajos de su 48 sesión, Asamblea Gene-
ral, Supl. No. 10 (A/51/10) 1996, p. 18.
615
Ibídem, p. 24.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
438
230. Esa conclusión implica que la acción que, de manera decisiva, incitó al autor
del crimen, basta para ser asimilada con la ayuda: el hecho de saber que recibirá
la ayuda durante o luego del acontecimiento, incita al autor a cometer el crimen.
Desde esta perspectiva, la voluntad de prestar asistencia, cuando ella es anunciada
al autor del crimen, podría igualmente bastar, si la oferta de ayuda efectivamente
incitó o facilitó la comisión del crimen por el autor.616
[…]
Este texto es menos restrictivo que el del proyecto de código, que limita la complici-
dad a la asistencia que “facilita especialmente”, o ayuda al autor “directa o sustan-
cialmente”. Es manifiesto que el artículo 25 del Estatuto de Roma, a semejanza del
proyecto de código, apunta igualmente a una asistencia material o moral. En efecto,
el término empleado engloba una simple exhortación o incitación.
c) Conclusiones
234. La mejor manera de resumir los principios que emanan del derecho interna-
cional consuetudinario es la siguiente: la ayuda debe tener un efecto importante en la
perpetración del crimen. Ésta es la opinión acogida por la Sala de Primera Instancia.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
440
3. Mens rea
a) Jurisprudencia internacional
236. Tratándose del mens rea, la Sala de Primera Instancia debe determinar si es
necesario que el cómplice comparta el mens rea del autor, o si el simple hecho de
saber que esos actos ayudan al autor a cometer el crimen bastan para constituir el
elemento subjetivo, sin el cual no existe complicidad. La jurisprudencia indica que
la segunda condición es suficiente.
238. El mismo punto de vista fue adoptado en el asunto “Zyklon B”. El acusador
no ensayó probar que los acusados habían actuado con la intención de ayudar a
asesinar a los detenidos. Fue reconocido que el objetivo de aquéllos era el de vender
insecticida a los SS con el propósito de alcanzar un resultado: un fin legal perse-
guido por medios legales. El cargo aceptado por la Corte contra ellos fue el de que
los acusados sabían lo que el comprador realmente haría con tales productos que le
suministraban.
239. Dos de los fallos proferidos en el asunto “Schonfeld” dan, igualmente, una
indicación del mens rea necesario para que los acusados fuesen “implicados en la
muerte”. Las dos sentencias fueron relativas a los conductores, quienes afirmaron
haber seguido instrucciones sin conocer el objetivo de sus misiones y, en conse-
cuencia, fueron declarados inocentes. A pesar de que contribuyeron físicamente
con la realización del crimen, ignoraban que estaban contribuyendo en éste.
618
Ese punto de vista se encuentra en pasajes extraídos del asunto “Einsatzgruppe”, relativos a Klingelhoefer y
Fendler, pp. 568-573.
619
“Tratándose del mens rea, la respuesta a la pregunta de saber si la conducta del acusado es sancionable o
no, depende del hecho de determinar si actuó intencionalmente como cómplice. La intención del cómplice
(Gehilfenvorsatz) exige, en primer lugar, que haya tenido conocimiento de la conducta que apoyaba mediante
su participación; debe ser consciente de que el acto que le había pedido la Gestapo iba a servir para una perse-
cución racial. Luego del proceso y de los elementos de prueba obtenidos, el tribunal estima, teniendo en cuenta
241. Por último, en el asunto “Tadic” concluyó que el criterio del mens rea que
resultó de los procesos de la posguerra era “la consciencia del acto de participación,
conjugado con una decisión deliberada de participar”. La regla adoptada por la Sala
de Primera Instancia era la de que el elemento subjetivo exigido por la complicidad
consiste en el hecho de “participar conscientemente en la perpetración del crimen”.
b) Instrumentos internacionales
242. El artículo 2.3 d) del proyecto de codigo de crímenes contra la paz y la segu-
ridad de la humanidad, redactado por la CDI, dispone que la ayuda aportada “con
conocimiento de causa” constituye el elemento subjetivo indispensable. El comen-
tario agrega:
Así, un individuo que suministre una clase dada de asistencia a otro individuo
sin saber que esa asistencia facilitaría la comisión de un crimen, no será consi-
derado responsable en virtud de dicho literal.621
el panfleto y el contenido de las decisiones de la Gestapo que había recibido, que el acusado había sido consciente,
a pesar de que afirmó, de manera creíble, que no había podido prever la posibilidad de que los judíos que habían
sido deportados, fueran a ser asesinados.
La intención del cómplice exige, en segundo lugar, que haya sabido que, por el hecho de su participación, apoyaba
la conducta delictiva del autor del crimen. Sobre la base de los elementos de prueba producidos en la audiencia,
el tribunal estima que el acusado tenía tal consciencia. El razonamiento del acusado, según el cual, si se hubiese
rehusado de ejecutar, por sí mismo, las medidas pedidas por la Gestapo, algún otro lo hubiera hecho, no excluye
tal consciencia; por el contrario, ella prueba su existencia […].
La intención del cómplice no exige, sin embargo, que el propio acusado haya actuado por motivos racistas o, de ma-
nera general, con un espíritu inhumano. Tampoco es necesario que el acusado haya tenido consciencia de la ilegali-
dad de su conducta, en la medida en que la ley 10 del Consejo de Control prevé la sanción de la persecución racial,
independientemente de que viole o no el derecho interno del país sobre el territorio del cual ha sido perpetrado”.
620
El extracto pertinente del fallo de segunda instancia es:
“El artículo II.2 a) a c) de la ley 10 del Consejo de Control trata paralelamente todas las formas posibles de per-
petración y de complicidad. No opera distinción alguna entre autor y cómplice (contrario al derecho alemán).
El cómplice de un crimen contra la humanidad “es considerado como si hubiese perpetrado un crimen de lesa
humanidad, en cualquier calidad que actúe”. Debido a esa perfecta “igualdad” entre el autor y el cómplice, el
cómplice debe haber actuado con la misma intención que el autor, es decir, de forma inhumana o, en el caso de
las persecusiones, motivada por una ideología política, racial o religiosa. En primera instancia, el tribunal tuvo
razón de partir del principio según el cual el estatuto (la ley 10 del Consejo de Control) debía ser interpretado
sin recurrir a fuentes externas”.
621
Informe de la CDI, ob. cit., p. 24.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
442
243. A partir de allí, no es indispensable que un cómplice reúna todas las condi-
ciones del elemento subjetivo tenidas en cuenta para el autor. En particular, no es
necesario que comparta la voluntad y el objetivo criminales del autor e identificarse
con él, a condición de que actúe conscientemente. Esa conducta puede ser perfec-
tamente lícita; deviene criminal únicamente cuando se conjuga con la conducta
ilícita del autor.
244. Conviene mencionar igualmente que el artículo 30 del Estatuto del Roma
prevé que “salvo disposición en contrario, nadie es penalmente responsable ni
puede ser sancionado en razón de un crimen de competencia de la Corte, más que
si el elemento material del crimen se acompaña de la intención y del conocimiento”.
c) Conclusiones
248. En el caso “Rhode”, se trató de una excepción. Parece, en efecto, que ningún
mens rea fue requerido. Sin embargo, este asunto se funda sobre el derecho y el pro-
cedimiento británicos, en los términos del Royal Warrant. Además, se distingue de
otros casos británicos que exigen el conocimiento. Encontramos, por el contrario,
un fallo proferido por la Corte de Apelaciones en el caso “deportación de Hechin-
gen”, el cual exigía que el cómplice compartiera el mens rea del autor. Sin embargo,
no se encuentra en los otros asuntos una exigencia tan grande.
249. En resumen, la Sala de Primera Instancia concluye que, en derecho penal inter-
nacional, los elementos jurídicos constitutivos de la complicidad son los siguientes:
el actus reus, consistente en una ayuda, una incitación o un apoyo moral práctico
que tenga un efecto importante sobre la perpetración del crimen. El mens rea ne-
cesario es el hecho de saber que esos actos ayudan a la perpetración del crimen.
La noción de complicidad debe ser distinguida de la noción de designio criminal,
donde el actus reus se vincula con la participación en una empresa criminal conjunta
y el mens rea requiere es la intención de participar en aquél.
250. Las definiciones y las tesis relativas a la complicidad que se expusieron se apli-
can igualmente a la violación como a la tortura, y de hecho, a todos los crímenes.
Sin embargo, la Sala de Primera Instancia juzga necesario plantear la cuestión de
saber quién puede ser tenido por responsable de un acto de tortura en tanto autor
de éste, y quién como cómplice, dado que en la actualidad los actos de tortura ha-
cen intervenir a un gran número de personas, cada una cumpliendo una función
precisa. Conviene, además, definir los principios aplicables en materia de responsa-
bilidad penal individual.
251. En el estado actual del derecho internacional, los individuos deben abstenerse
de cometer actos de tortura o de participar de cualquier forma en ellos.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
444
contribuye de manera alguna con la perpetración del acto, no debe ser tenida por
responsable. Tomemos, por ejemplo, el caso de un soldado que recibió la orden de
un superior de asistir a la escena de tortura para determinar si puede o no soportar
ver tal cosa y por tanto ser formado para convertirse en un torturador.
253. Estas tesis jurídicas, que responden a una interpretación lógica de las reglas
de derecho consuetudinario sobre la tortura, son respaldadas por una interpreta-
ción teleológica de esas reglas. La evolución que constatamos en la actualidad en
numerosos Estados practicantes de la tortura dan testimonio de ello: existe una
tendencia a “cortar” o a “diluir” la carga moral y psicológica incluida en la práctica
de la tortura, acordándole a diferentes individuos un rol fragmentario, y por tanto
menor, en el proceso. Así, uno ordena la tortura, el otro organiza todo el proceso
administrativo, otro plantea las preguntas mientras que el detenido es torturado,
una cuarta persona prepara o suministra los instrumentos de tortura, otro inflige los
sufrimientos físicos o mentales agudos, otro suministra una asistencia médica para
evitar que el detenido sucumba a las heridas o no conserve rastros del sufrimiento
causado, otro examina las informaciones recolectadas sobre la tortura, mientras que
otro consigue que los torturadores no serán investigados, etcétera.
255. Esa conclusión se enmarca, en una amplia medida, con las disposiciones de la
Convención de las Naciones Unidas Contra la Tortura, de 1984, y la Convención
Interamericana de 1985. De allí que se prohíba no sólo el hecho de infligir física-
mente torturas, sino aun participar deliberadamente en tal práctica.
257. Además, resulta de lo anterior que, al menos en los casos en que la tortura es
practicada en las condiciones descritas arriba, es decir, por numerosas personas que
intervienen como coautores, la responsabilidad del cómplice (es decir, la responsa-
bilidad penal de aquellos que no ha cometido ninguno de los actos que entran en la
definición de crimen pero que pueden, sin embargo, ser tenidos como responsables
por haber incitado o ayudado la consumación del crimen) no puede ser puesta en
obra más que dentro de límites muy cerrados. Así, parecería que la complicidad en
tortura no puede existir más que en casos muy limitados (cuando, por ejemplo, una
persona conduce a los torturadores al lugar de la tortura, sabiendo previamente lo que
iban a hacer, o que una persona aportó un alimento y unas bebidas a los torturadores
a sabiendas perfectamente de lo que hacían). En todos los casos, la complicidad en
tortura puede ser considerada como un hecho accesorio del crimen. Por el contrario,
al menos en el caso que nos ocupa, conviene considerar todas las formas de partici-
pación directa en los hechos de tortura como en los casos de perpetración conjunta,
tanto los coautores como los autores. Sin embargo, el grado variable de participación
directa como autor es un elemento a tomar en consideración en la fijación de la pena.
1) para ser declarado culpable de tortura en tanto que autor o coautor, el acu-
sado debe ser asociado al objetivo buscado con la tortura, es decir, la obtención
de informaciones o de confesiones, sancionar, intimidar, constreñir a la víctima
o a una tercera persona, o incluso hacer sufrir discriminación.
2) para ser declarado culpable de tortura, en tanto que cómplice, el acusado debe
aportar, de una manera o de otra, ayuda que tenga un efecto importante sobre la
perpetración del crimen, a sabiendas de que tales actos de tortura tendrán lugar.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
446
326. La Sala estima que, en sus comienzos, la noción de coautoría toma como
fuente la idea de que, cuando la suma de las contribuciones individuales coordi-
nadas de muchas personas alcanza a la realización de todos los elementos objeti-
vos de un crimen, a toda persona que aporte una contribución puede imputársele
624
“Documento de la acusación relativo a las cuestiones debatidas en la audiencia de confirmación de cargos”,
ICC-01/04-01/06-755- Conf-Anx., pars. 31 y 32.
625
“Documento de la acusación relativo a las cuestiones debatidas en la audiencia de confirmación de cargos”,
ICC-01/04-01/06-755- Conf-Anx., pars. 30 a 33.
626
����������������������������������������������������������������������������������������������������������
“Alegato de la defensa referente a los puntos de derecho que se plantearon durante la audiencia de confir-
mación de cargos”, ICC.01/04-01/06-758- Conf-tFr, par. 33. La defensa sostiene que la noción de control ejer-
cido conjuntamente sobre el crimen ha sido esencialmente elaborada por los teóricos alemanes, especialmente
Claus Roxin, y que esas teorías “descansan, en buena parte, sobre las nociones de jerarquía y de respeto por las
órdenes recibidas y que fueron elaboradas para responder a una clase de criminalidad sistémica que prevaleció en
Alemania durante la Segunda Guerra Mundial (como lo ilustra el asunto Eichmann) y bajo el régimen comunista
que conoció la RDA”, ICC-01/04-01/06-758-Conf-tFR, par. 34.
627
“Observaciones presentadas durante la audiencia de confirmación de cargos por las víctimas a/0001,
a/0002/06 y a/0003/06”, ICC-01/06-750, par. 39.
628
“Observaciones escritas del representante legal de la víctima a/0105/06”, ICC-01/04-01/06-74, par. 16.
329. La aproximación subjetiva, que ha sido acogida por la jurisprudencia del TPIY
mediante la noción de empresa criminal conjunta o la teoría del fin común, descarta
la importancia de la contribución en la comisión de la infracción en tanto criterio
que permita distinguir entre los autores principales de un crimen y los cómplices,
para poner el acento sobre el estado mental en el cual la contribución al crimen se ha
realizado. Así, independientemente de la importancia de la contribución al delito,
sólo aquellos que aportaron su contribución con la intención compartida de come-
ter la infracción pueden ser considerados como los autores principales del crimen.
330. La noción de control ejercido sobre el crimen constituye una tercera aproxi-
mación de la distinción a llevar a cabo entre los autores principales del delito y los
cómplices y, contrario a lo que alega la defensa, se aplica en numerosos sistemas
jurídicos.630 Descansa sobre la idea de que los autores principales de un crimen no
se encuentran únicamente entre aquellos que ejecutan físicamente los elementos
objetivos de la infracción, sino igualmente entre aquellos que, a pesar de la distancia
que los separa del lugar del crimen, controlan o dirigen la comisión de este último,
por cuanto deciden si la infracción será cometida y de qué manera.
331. Esta aproximación comporta un elemento objetivo, constituido por las cir-
cunstancias de hecho que permiten ejercer un control sobre el crimen, y un ele-
mento subjetivo, que consiste en el conocimiento de tales circunstancias.
629
Ambos, K., “Article 25. Individual Criminal Responsibility”, en Commentary on the Rome Statute of the Inter-
national Criminal Court, Baden-Baden, Nomos, 1999, p. 479, nota marginal 8.
630
“Fiscalía vs. Gacumbitsi”, opinión individual del juez Schomburg, 7 de julio de 2006, asunto TPIR-2001-
64-A, par. 16, pie de página 30. Ver igualmente: Fletcher, G. P., Rethinking Criminal Law, New York, Oxford
University, 2000, p. 639; Werle, G., Principles of International Criminal Law, La Haya, TMC, Asser, 2005, nota
marginal 354.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
448
332. Según esta aproximación, los autores principales del crimen se encuentran ex-
clusivamente entre aquellos que determinan el control de la comisión de la infrac-
ción y que son conscientes de que detentan tal control, por cuanto:
333. El artículo 25.3 a) del estatuto no toma en cuenta el criterio objetivo que
permite distinguir entre los autores principales del crimen de los cómplices, por
cuanto la noción de comisión de una infracción por intermedio de otra persona,
en particular cuando esta última no es penalmente responsable, no resulta compa-
tible con la limitación del grupo de autores principales del crimen a aquellos que
ejecutan físicamente uno o varios elementos objetivos de la infracción.
334. Leído en conjunto con el literal d) del artículo 25.3, literal a) del artículo 25.3
del estatuto, tampoco tiene en cuenta los criterios subjetivos que permitan hacer
la distinción entre los autores principales del crimen y los cómplices. Al respecto, la
Sala advierte sobre la diferenciación de la noción de coautoría enunciada en los
literales a) y d), definida en la noción 1) contribución a la comisión o a la tentativa
de la comisión de un crimen por un grupo de personas que actúan concretamente,
2) con el fin de facilitar la actividad criminal del grupo o con pleno conocimiento
del designio criminal.
335. La Sala considera que esta última noción, que se asemeja con aquella de la
empresa criminal conjunta o a la teoría del fin común, acogida por la jurispruden-
cia del TPIY, habría constituido el fundamento del concepto de coautoría, en los
términos del artículo 25.3 a) del estatuto, si los autores hubiesen optado por una
aproximación subjetiva, a fin de distinguir entre los autores principales del crimen
y los cómplices.
336. La Sala remarca, además, que el artículo 25.3 del estatuto inicia con los térmi-
nos “contribuya de cualquier otra forma en la comisión o en la tentativa de perpe-
tración de un crimen”.
337. Por esas razones, la Sala estima que el artículo 25.3 d) del estatuto prevé una
forma residual de responsabilidad del cómplice que permite sancionar las contri-
buciones en el crimen, que no puedan ser consideradas como órdenes, solicitudes,
incitaciones, una ayuda, un concurso o una asistencia, en el sentido de los literales
b) o c) del artículo 25.3 del estatuto, en razón del estado mental con el que se realizó
el aporte.
340. La Sala estima que la noción de coautoría prevista en el artículo 25.3 a) del
estatuto mediante la fórmula que evoca la comisión de un crimen “conjuntamente
con otra persona”, debe ser coherente con la elección de la noción de control ejer-
cido sobre el crimen, en tanto criterio que permite diferenciar entre los autores
principales del crimen y los cómplices.
631
Esser, A., “Individual Criminal Responsibility”, en The Rome Statute of the International Criminal Law: a
commentary, Oxford, Oxford University, vol. I, 2002, p. 795.
632
“Según la opinión de la Sala, existen motivos razonables para creer que, teniendo en cuenta las presuntas
relaciones jerárquicas entre Thomas Lubanga Dyilo y los demás miembros del UPC y del FPLC, la noción de
perpetración indirecta que, como aquella de coperpetración, tal y como resulta del control conjunto descrito en
el escrito de acusación, se encuentra previsto por el artículo 25.3 a) del estatuto, podría igualmente aplicarse al
papel que Thomas Lubanga Dyilo habría desempeñado en la perpetración de los crímenes señalado en aquél”,
ICC-01/04-01/06-1-US- Exp-Conf-tFR, par. 110.
633
Ambos, K., “Article 25. Individual Criminal Responsibility”, en Commentary on the Rome Statute of the Inter-
national Criminal Court, Baden-Baden, Nomos, 1999, p. 479, nota marginal 8.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
450
a) Elementos objetivos
1) Los coautores hayan acordado: 1) iniciar a ejecutar el plan común para al-
canzar un fin no criminal, y 2) a no cometer el delito más que si ciertas condi-
ciones se encuentran reunidas; o
2) Los coautores: 1) sean conscientes del riesgo que la puesta en marcha del
plan común (que apunta específicamente a la realización de un fin no criminal)
se traduce en la comisión del crimen, y 2) aceptan tal resultado.
345. Además, la Sala estima que el acuerdo no debe necesariamente ser explícito, y
que su existencia puede ser deducida de la acción concertada llevada a cabo poste-
riormente por los coautores.
“Fiscalía vs. Milomir Stakic”, asunto núm. IT-97-31-T, 24 de julio de 2003, par. 440.
634
En el asunto “Stakic”, la primera condición objetiva de la coautoría está dividida en dos elementos: i) un pro-
635
pósito común, y ii) un acuerdo o un consentimiento tácito; asunto “Fiscalía vs. Milomir Stakic”, sentencia del 31
de julio de 2003, caso IT-97-24-T, pars. 470 a 477.
346. La Sala retiene como segunda condición objetiva de la coautoría fundada so-
bre el control ejercido conjuntamente sobre el crimen, el aporte, por parte de cada
coautor, de una contribución esencial y coordinada conducente a la realización de
los elementos objetivos del crimen.636
347. En concepto de la Sala, cuando los elementos objetivos de una infracción son
realizados por varios individuos actuando en el marco de un plan común, sólo aque-
llos que han sido asignados de tareas esenciales —y que se encuentran en capacidad
de obstaculizar la perpetración del crimen al no realizar su labor— pueden ser con-
siderados como los que ejercen un control conjunto sobre el crimen.
348. La Sala observa que, a pesar de que algunos autores hayan vinculado la natu-
raleza esencial de la tarea —y por ende la capacidad de ejercer un control conjunto
sobre el crimen— con la realización o el estadio de la ejecución de él,637 el estatuto
no prevé ninguna limitación de ese tipo.
b) Elementos subjetivos
349. La Sala estima que, para que exista coautoría fundada sobre el control ejer-
cido conjuntamente sobre el crimen, el sospechoso debe, ante todo, satisfacer los
elementos subjetivos del crimen que se le reprocha, incluido todo dolo especial o
ulterior intent, requerido para esa clase de crímenes.638
636
En el asunto “Stakic”, la segunda condición objetiva de la coautoría se encuentra dividida en dos elementos:
i) la acción conjunta y coordinada, y ii) el control ejercido conjuntamente sobre el comportamiento criminal, en
asunto “Fiscalía vs. Milomir Stakic”, sentencia del 31 de julio de 2003, caso IT-97-24-T, pars. 478 a 491.
637
Roxin, C., Taterschaft und Tatherrschaft, séptima edición, Berlin, New York, Walter de Gruyter, 2000, pp. 294
y 299. Según el autor, aquellos que no hacen más que contribuir con la perpetración de un crimen en su estadio
de preparación, no pueden ser calificados como coautores, incluso si cumplen tareas tendientes a la puesta en obra
del plan común. Este punto de vista es compartido por Mir Puig, S., Derecho penal. Parte general, sexta edición,
Reppertor, 2000, p. 385. Sin embargo, varios autores no comparten tal opinión: Muñoz Conde, F., “Dominio de
la voluntad en virtud de aparatos organizados en organizaciones no desvinculadas del derecho”, en Revista Penal,
núm. 6, 2000, p. 113.
638
Asunto “Fiscalía vs. Milomir Stakic”, sentencia del 31 de julio de 2003, caso IT-97-24-T, par. 495.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
452
350. El artículo 30 del estatuto enuncia el elemento subjetivo general de todos los
crímenes de competencia de la Corte, precisando que “salvo disposición en contra-
rio, nadie es penalmente responsable, y no puede ser sancionado, en razón de un
crimen de competencia de la Corte, más que si el elemento material del crimen es
cometido con intención y conocimiento”,639 a saber:
639
Artículo 30.1 del estatuto.
640
Artículo 30.3 del estatuto.
641
Artículo 30.2 del estatuto.
642
Eser, A., “Mental Elements-Mistakes of Fact and Law”, en The Rome Statute of the International Criminal
Court: a commentary, Oxford, Oxford University, vol. I., 2002, pp. 899 y 900.
643
Piragoff, D. K., “Article 30: mental element”, en Commentary on the Rome Statute of the International Criminal
Court, Baden-Baden, Nomos, 1999, p. 534; Rodríguez Villasante y Pietro, J. L., “Los principios generales del
derecho penal en el Estatuto de Roma”, en Revista Española de Derecho Militar, vol. 75, 2000, p. 417.
644
Asunto “Fiscalía vs. Dusko Tadic”, IT-94-1-A, 15 de julio de 1999, pars. 219 y 220; “Fiscalía vs. Milomir
Stakic”, sentencia del 31 de julio de 2003, IT-97.24-T, par. 587.
645
Eser, A., “Mental Elements-Mistakes of Fact and Law”, en The Rome Statute of the International Criminal
Court: a commentary, Oxford, Oxford University, vol. I., 2002, pp. 899 y 900.
353. La Sala estima que en esa última clase de situación dos casos tipo deben ser
diferenciados. En primer lugar, si el riesgo de causar los elementos objetivos del
crimen es elevado (es decir, cuando es probable que esa consecuencia “tendrá lugar
dentro del curso normal de los acontecimientos”),647 el hecho de que el sospechoso
admita la idea de provocar los elementos objetivos del crimen puede ser deducida
de lo siguiente:
354. En segundo lugar, si el riesgo de causar los elementos objetivos del crimen son
débiles, el sospechoso debe haber manifiesta o expresamente aceptado la idea de
que esos elementos objetivos podían resultar de sus actos u omisiones.648
355. Cuando el estado mental del sospechoso no va hasta admitir que los elementos
objetivos del crimen puedan resultar de esos actos u omisiones, tal consciencia no
podría ser considerada como una comisión verdaderamente intencional de esos ele-
mentos objetivos,649 y no reemplazaría la condición de “intención y conocimiento”,
enunciada en el artículo 30 del estatuto.650
646
Según el asunto “Stakic”, “La definición técnica de dolo eventual es la siguiente: si el agente adopta un com-
portamiento que pone en peligro la vida de otro, comete un asesinato a partir de que ‘visualiza’ o ‘acepta’ la posi-
bilidad de que su comportamiento le cause la muerte a otro”, en “Fiscalía vs. Milomir Stakic”, 31 de julio de 2003,
asunto IT-97-24-T, par. 587.
647
Piragoff, D. K., “Article 30: mental element”, en Commentary on the Rome Statute of the International Criminal
Court, Baden-Baden, Nomos, 1999, p. 534.
648
En los términos del asunto “Stakic”: “Si el homicidio es cometido con ‘una indiferencia manifiesta por el
valor de la vida humana’, incluso un comportamiento que haga correr un riesgo ínfimo, puede ser calificado como
asesinato”, asunto “Fiscalía vs. Milomir Stakic”, sentencia del 31 de julio de 2003, IT-97-24-T, par. 587.
649
Es el caso, por ejemplo, cuando el sospechoso es consciente de que es probable que los elementos objetivos del
crimen resulten de sus actos u omisiones y decide asumir el riesgo, persuadido de que sus competencia profesio-
nales bastarán para evitar la realización de los elementos objetivos del crimen. Sería el caso de un conductor de
taxi que asume el riesgo de manejar muy rápido sobre una ruta local, pensando que nada la pasará en razón de su
habilidad para conducir el vehículo.
650
La noción de recklessness exige únicamente que el autor sea consciente de la existencia del riesgo de que los
elementos objetivos del crimen puedan producirse consecutivamente a sus acciones u omisiones, pero no exige
la aceptación de ese resultado. En la medida en que la recklessness no exige que el sospechoso admita el resultado
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
454
356. Como lo prevé el artículo 30.1 del estatuto, el elemento subjetivo general que
estipula (“intención y conocimiento”) se aplica a todo crimen de competencia de
la Corte “salvo disposición en contrario”, es decir, en la medida en que la definición
del crimen concernido no contenga expresamente un elemento subjetivo diferente.
357. Al respecto, la Sala observa que las definiciones que el artículo 8º del estatuto
acuerda a los crímenes de guerra consistente en reclutar menores de 15 años, y el
hecho de hacerlos participar activamente en las hostilidades, no contiene ningún
elemento subjetivo. La Sala señala, con todo, que el tercer elemento enumerado en
los elementos de los crímenes, para el caso específico de aquellos, exige lo siguiente
en relación con la edad de las víctimas: “el autor sabía o habría debido saber que
la(s) persona(s) era(n) menor(es) de 15 años”.
[…]
362. La Sala estima que es precisamente el hecho de que todos los coautores conoz-
can y acepten ese resultado lo que justifica que: 1) se le pueda imputar a cada uno
de ellos —comprendiendo al sospechoso— las contribuciones de los demás, y 2) se
tienen como penalmente responsables en tanto autores principales de la infracción
en su totalidad.
de que sus actos u omisiones provoquen los elementos objetivos del crimen, ella no está cubierta por la noción de
intención. Según Fletcher, “la recklessness es una forma de falta equivalente a aquella que los especialistas alemanes
denominan negligencia consciente. Resulta difícil de distinguir la ‘intención’ de la recklessness, por cuanto en
ambos casos aquel que actúa es consciente de que su comportamiento podría comportar un resultado especí-
fico”, Fletcher, Rethinking Criminal Law, New York, Oxford University, 2000, p. 443. La recklessness no satisface,
pues, la condición de la “intención y conocimiento” enunciada en el artículo 30 del estatuto. A la misma conclu-
sión llega Eser, “Mental Elements. Mistakes of Fact and Law”, en The Rome Statute of the International Criminal
Court: a commentary, Oxford, Oxford University, Baden-Baden, Nomos, 1999, p. 535. Así mismo, la negligencia
no satisface tampoco la condición de “intención y conocimiento”, enunciada en el artículo 30 del estatuto.
651
Asunto “Fiscalía vs. Milomir Stakic”, sentencia del 31 de julio de 2003, caso IT-97-24-T, par. 496.
363. Como se ha visto, conviene diferenciar entre dos casos-tipo. En primer lugar,
si el riesgo de causar los elementos objetivos del crimen es elevado (es decir, si es
probable que esa consecuencia “tendrá lugar en el curso normal de los aconteci-
mientos”), el hecho de que el sospechoso y los otros coautores admitan, de manera
conjunta, la idea de provocar los elementos objetivos del crimen, puede deducirse
de lo siguiente:
364. En segundo lugar, si el riesgo de causar los elementos objetivos del crimen es
débil, el sospechoso y los demás coautores deben haber manifiesta o expresamente
aceptado la idea de que esos elementos objetivos puedan resultar de la puesta en
marcha del plan común.
366. La Sala acoge como tercer y último elemento subjetivo de la coautoría fun-
dada sobre el control ejercido conjuntamente sobre el crimen, el hecho de que el
sospechoso conozca las circunstancias de hecho que le permitieron ejercer conjun-
tamente un control sobre el crimen.653
652
Si la acusación había alegado, por ejemplo, que Thomas Lubanga Dyilo cometió los crímenes mencionados,
por sí mismo, y no conjuntamente con otras personas, la condición inscrita en la fórmula “habría debido saber”
habría sido aplicable a la determinación de la edad de las víctimas.
653
En el asunto “Stakic”, la Sala de Primera Instancia hizo referencia a dicho elemento, “Milomir Stakic conocía
la importancia de su propio papel”, en asunto “Fiscalía vs. Milomir Stakic”, sentencia del 31 de julio de 2003, caso
IT.97-24-T, par. 497.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
456
367. A juicio de la Sala, es necesario para ello que el sospechoso conozca: 1) que su
papel resulta esencial para la puesta en marcha del plan común, y por ende, de la comi-
sión del crimen, y 2) que se encuentra en capacidad —en razón del carácter esencial de su
tarea— de obstaculizar la puesta en marcha del plan común, y por ende, de la comisión
del crimen, de llegar a rehusarse a cumplir la tarea que le fue asignada.
2. Comentario jurisprudencial
Los cuatro casos analizados tuvieron lugar en contextos geográficos e históricos com-
pletamente distintos: “Akayesu”, en la comuna de Taba, en Ruanda; “Brdanin”, en la
región de Trajina (Bosnia); “Furundzija”, en el valle de Lasva (región central de Bosnia-
Herzegovina), y “Lubanga, en la República Democrática del Congo. No obstante lo
anterior, se trata de casos representativos en materia de autoría y participación en la
comisión de crímenes de genocidio, de guerra y de lesa humanidad.
Por su parte, el asunto “Furundzija” resulta importante por cuanto se versa, entre otros
temas, de la autoría y participación en la comisión de delitos sexuales, en un contexto de
conflicto armado interno.
Luego de enunciar los delitos de competencia del tribunal, es decir, los crímenes contra
la paz, de guerra y de lesa humanidad, el estatuto dispuso lo siguiente en materia de
participación en ellos:
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, p. 210.
654
Ambos, K., La parte general del derecho penal internacional. Bases para una elaboración dogmática, Bogotá,
655
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
458
toda ayuda fáctica o jurídica, o favorecimiento a la comisión de las conductas, fue con-
siderada como una forma de intervención criminal en ellas, es decir, no se establecieron
claras diferencias entre cada uno de los aportes individuales en la comisión de los críme-
nes internacionales.
Ahora bien, contrario a lo sucedido con el Estatuto del Tribunal de Núremberg, la ley
10 del Consejo de Control aliado, adoptada el 20 de diciembre de 1945 en Berlín, sí
estableció unas diferencias más claras entre los autores y los partícipes en la comisión de
crímenes internacionales, en los siguientes términos:
Artículo III
Serán castigados los actos siguientes:
a) El genocidio;
d) La tentativa de genocidio;
e) La complicidad en el genocidio.
Control Council Law 10, Punishment of persons guilty of war crimes, crimes against peace and against huma-
656
Artículo 7º
Ahora bien, la jurisprudencia del TPIY ha considerado que el artículo 7.1 comprende
las siguientes formas de intervención criminal: 1) autoría material (committed); 2) com-
plicidad (aided and abetted); y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise). A
su vez, el artículo 7.3 estipula otra forma de intervención criminal dirigida específica-
mente para los superiores jerárquicos.
Por último, indiquemos que el Estatuto de Roma de la CPI, en su artículo 25, inspirado
en el proyecto de código de crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad (Draft
Code, 1996),657 estipula un amplio y variado espectro de formas de intervenciones
U.N.A/51/10, Draft Code of Crimes Against the Peace and Security of Mankind, International Law
657
Commission, 1996.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
460
Por último, el artículo 28 del Estatuto de Roma prevé como forma de intervención
criminal aquella de los superiores militares o civiles por haber omitido evitar o sancio-
nar los crímenes perpetrados por sus subordinados (Responsibility of commanders and
other superiors).
Así las cosas, el Estatuto de Roma de la CPI prevé prácticamente todo el espectro de
posibles intervenciones criminales en la comisión de genocidios, crímenes de lesa hu-
manidad y de guerra.
658
Sobre estas diversas formas de participación criminal y sus relaciones con aquellas acogidas por los diversos
derecho internos estatales, ver especialmente, Van Sliedregt, E., The criminal responsability of individuals for vio-
lations of International Humanitarian Law, La Haya: TMC, 2003, pp. 71 y ss.
659
El artículo 2.3 del citado tratado internacional dispone:
“También comete el delito quien:
[…]
c) Contribuya de algún modo a la comisión de uno o más de los delitos enunciados en los párrafos 1 ó 2, por un
grupo de personas que actúe con un propósito común; la contribución deberá ser intencional y hacerse con el
propósito de colaborar con los fines o la actividad delictiva general o con conocimiento de la intención del grupo
de cometer el delito o los delitos de que se trate”.
Así, la Sala determina que existen pruebas suficientes acerca de la existencia de mo-
tivos sustanciales para creer que Thomas Lubanga Dyilo es penalmente responsable
en calidad de coautor de los crímenes enumerados en el documento de notificación
de los cargos. De allí que, para los fines de la confirmación de cargos, no tendrá
por qué determinar si se presentan otras formas de responsabilidad en calidad de
cómplice, previstas en los literales b) a d) del artículo 25.3 del estatuto, o la presunta
responsabilidad de Thomas Lubanga Dyilo, en tanto que superior jerárquico, en los
términos del artículo 28 del estatuto, incluso si esas formas no fueron expresamente
invocadas en dicho documento.
ICC-01/04-01/06, Corte Penal Internacional, Sala de Cuestiones Preliminares, asunto “Fiscalía vs. Lubanga”,
660
providencia del 29 de enero de 2007. Sobre el caso Lubanga, ver: Drumbl, M. A., “International Criminal Court
decision confirming war crimes for conscripting, enlisting and using child soldiers”, en AJIL, vol. 101, octubre de
2007, pp. 841-847.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
462
Años más tarde, el texto del informe del secretario general al Consejo de Seguridad en
1993, en relación con el tema de la autoría en los crímenes de competencia del TPIY,
sostuvo:661
El secretario general considera que todas las personas que participan en la planea-
ción, preparación o ejecución de infracciones graves al derecho internacional hu-
manitario en la antigua Yugoslavia contribuyen en la comisión de las violaciones,
siendo por tanto responsables.
En tal sentido, la Sala de Primera Instancia del TPIY, en el asunto “Fiscal vs. Tadic”,
fallado el 7 de mayo de 1997, consideró que la diferencia entre autoría y complicidad en
materia de crímenes internacionales constituía una norma de derecho consuetudinario:
[…]
S/25704 del 3 de mayo de 1993, Report of the Secretary-General pursuant to paragraph 2 of Security Council
661
Ahora bien, en cuanto a la complicidad (aiding and abetting in the planning, preparation
or execution), el TPIY ha estimado que consiste en diversas formas de ayuda o colabora-
ción sustancial, por acción u omisión, prestada con antelación, concomitancia o poste-
rioridad a la comisión del crimen internacional, por uno o varios autores.662
Para proferir un fallo condenatorio en virtud del cargo, la Sala debe constatar que los
siguientes tres elementos se encuentren probados, más allá de toda duda razonable:
Asimismo, la Sala de Primera Instancia del TPIR, en el asunto “Fiscal vs. Akayesu”, fa-
llado el 2 de septiembre de 1998, consideró que constituían actos de complicidad los
siguientes:
–– La complicidad en el suministro de medios tales como las armas, instrumentos
o cualquier otro medio que haya servido para cometer el genocidio, habiendo
sabido el cómplice que tales medios servirían para cometer el genocidio.
662
Al respecto, la Sala de Primera Instancia del TPIY, en el asunto “Fiscalía vs. Blagojevic” consideró lo siguiente:
“La asistencia no necesita haber causado el acto del principal, sino que necesita haber tenido un efecto sustancial
en la comisión del delito. La asistencia puede ser proveída por un acto o por una omisión y puede ocurrir antes,
durante o después del acto del principal. Para este delito no es necesario que el que ayuda e incita comparta el
mismo elemento subjetivo del dolo requerido para este delito. Es suficiente que el ayudador e incitador tenga el
conocimiento de que sus actos asistieron la comisión de un delito en específico del perpetrador principal”.
663
Mettraux, G., International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford University, 2005, p. 284.
664
Al respecto, Van Sliedregt sostiene que, mientras que aiding significa “darle asistencia a alguien”, abetting con-
siste en “facilitar la comisión de un crimen por simpatía con éste”, en Van Sliedregt, E., The criminal responsability
of individuals for violations of International Humanitarian Law, La Haya: TMC, 2003, p. 88.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
464
En esa misma providencia el TPIR estimó que: 1) una misma persona no puede ser a
la vez autor principal y cómplice de un hecho específico; 2) en los sistemas de common
law los criterios de complicidad no parecen distintos de aquellos del civil law, ya que las
formas de participación de la complicidad, que son aid and abet y counsel and procure,
reagrupan en una larga medida las formas de participación de la complicidad del civil
law, que son la ayuda, asistencia y el suministro de medios; y 3) la complicidad no tiene
lugar más que a partir de la existencia de un hecho principal punible, al cual el cómplice
vino a asociarse, con lo cual, supone que una infracción haya sido cometida, a título
principal, por otro.
[…]
Aunado a lo anterior, existen otras dos formas de autoría manejadas por las Salas del
TPIY y TPIR. En primer lugar, la autoría mediata, utilizada por la Sala de Primera Ins-
tancia en el caso “Stakic”, pero revocada en la Sala de Apelaciones en favor de la teoría
de la empresa criminal conjunta. En segundo lugar, la forma de autoría empleada por
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
466
el TPIR en el caso “Seromba” y por el TPIY en el caso “Lukic”, donde la Sala consideró
que “la persona que desempeña un papel central en la comisión del crimen de asesinato y
asume y aprueba la decisión como propia, no puede ser descrita adecuadamente como
cómplice, sino que debe ser tenida como el autor del crimen”.665
En tal sentido, en la providencia de confirmación de cargos del asunto “Fiscal vs. Ka-
tanga”, la CPI consideró que, de la lectura del artículo 25 del estatuto de Roma, se deriva
que existen tres supuestos en los cuales se presenta un dominio del hecho, a título de
autor principal, a saber:
c) Quien ejerce un control sobre la voluntad de las personas que ejecutan los ele-
mentos objetivos de la infracción (quien comete el crimen por intermedio de otra
persona).
665
IT-98-32-1/T, asunto “Fiscal vs. Lukic y Lukic”, sentencia proferida el 20 de julio de 2009 por la Sala de Pri-
mera Instancia del TPIY.
666
ICC-01/04-01/06, Corte Penal Internacional, Sala de Cuestiones Preliminares, asunto “Fiscalía vs. Lubanga”,
providencia del 29 de enero de 2007.
667
ICC-01/04-01/07, Corte Penal Internacional, Sala de Cuestiones Preliminares I, asunto “Fiscal vs. Germain
Katanga y Mathieu Ngudjolo Chui”, providencia del 30 de septiembre de 2008.
Como se puede observar, la CPI, acogiendo la teoría del dominio del hecho, considera
que son autores de crímenes de su competencia (genocidio, crímenes de lesa humani-
dad y de guerra): los autores materiales, los coautores y los autores mediatos. En cuanto
a la coautoría, en el auto de confirmación de cargos del asunto “Lubanga”,668 la Corte
acogió las posturas clásicas manejadas en el derecho penal contemporáneo según las
cuales aquélla se basa en el control ejercido conjuntamente sobre el crimen, fundado en
una división del trabajo entre dos o más personas, actuando de manera concertada; es
decir, que cada uno de los coautores detenta el control sobre el conjunto de la infrac-
ción, dependiendo los unos de los otros, de tal suerte que el resultado no se alcanza si
alguno no cumple con lo acordado. De esta forma se abandonan figuras controversiales
como la empleada en el Tribunal Militar Internacional de Núremberg, del denominado
“modelo unitario de autor”.
Así por ejemplo, en el ámbito argentino se suelen citar los fallos proferidos contra los
integrantes de las tres juntas militares que gobernaron el país entre 1976 y 1983;670 en
Chile, como lo explica Gil Gil, se aplicó igualmente en relación con los crímenes come-
tidos por los integrantes de la DINA,671 en tanto que en Alemania se empleó a efectos
de enjuiciar a los integrantes del Consejo de Defensa Nacional de la antigua República
Democrática Alemana.672
668
ICC-01/04-01/06, Corte Penal Internacional, Sala de Cuestiones Preliminares, asunto “Fiscalía vs. Lubanga”,
providencia del 29 de enero de 2007.
669
Roxin, C., “La autoría mediata por dominio en la organización”, en Problemas actuales de dogmática penal,
Lima, ARA, 2004.
670
Malarino, E., “El caso argentino”, en Imputación de crímenes de los subordinados al dirigente, Bogotá, GIZ-Temis,
2009, pp. 39 y ss. Ver, además: Faraldo, P., Responsabilidad penal del dirigente en estructuras jerárquicas, Valencia:
Tirant lo Blanch, 2004, p. 41.
671
Gil Gil, A., “El caso español”, en Imputación de crímenes de los subordinados al dirigente, Bogotá, GIZ-Temis,
2009, p. 87.
672
Ambos, K., “El caso alemán”, en Imputación de crímenes de los subordinados al dirigente, Bogotá, GIZ-Temis,
2009, p. 25.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
468
A su vez, en el Perú, la figura ha sido empleada en dos casos emblemáticos, a saber: el jui-
cio contra el líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, y la reciente condena contra
el ex presidente Alberto Fujimori. Señalemos al respecto algunos puntos importantes.
En cuanto a la sentencia contra el ex jefe del grupo armado ilegal, la defensa alegó que
la figura de la autoría mediata sólo era aplicable a los aparatos estatales, es decir, que
resultaba inadecuada para el caso de organizaciones armadas al margen de la ley. Por el
contrario, la Corte Suprema de Justicia peruana673 consideró que ella sí resultaba aplica-
ble a tales organizaciones, a condición de que se cumplieran las siguientes condiciones:
1) se tratara de una organización con estructura jerarquizada rígida; 2) se presentara
fungibilidad entre los autores inmediatos; y 3) se estuviera ante un apartamiento del
ordenamiento jurídico. Del examen de las pruebas obrantes en el expediente, la Corte
concluyó que se encontraban reunidas las mencionadas condiciones.
A su vez, el asunto “Alberto Fujimori” resulta ser muy ilustrativo y trae muchas ense-
ñanzas en materia de aplicación de la autoría mediata en aparatos organizados de poder.
673
Corte Suprema de Justicia, Segunda Sala Penal Transitoria, asunto “Abimael Guzmán Reinoso y otros”, sen-
tencia del 26 de noviembre de 2007.
674
Corte Suprema de Justicia, Sala Penal Especial, asunto “Alberto Fujimori”, sentencia del 17 de abril de 2009.
El acusado ocupó la posición más alta en el nivel estratégico del Estado en gene-
ral y del sistema de defensa nacional en particular. Desde ese nivel ejerció osten-
siblemente poder de mando para la conducción política y militar directas de las
estrategias de enfrentamiento contra las organizaciones subversivas terroristas que
actuaban en el país desde inicios de la década de los ochenta.
[...]
En este dominio el objetivo central de gobierno, como la política definida, las es-
trategias generales y las órdenes de ejecución, fueron dispuestas o transmitidas por
el acusado y retransmitidas por los demás estamentos del aparato de poder organi-
zado de muy diversas formas, plenamente compatibles con los esquemas informales
o paranormales que caracterizan a los códigos de comunicación y manuales de ac-
tuación propios del sistema de inteligencia, estratégica u operativa.
En suma, en la jurisprudencia elaborada por los jueces penales internos, soportada sobre
la figura de la autoría mediata en aparatos organizados de poder, existen numerosos
aportes en materia de investigación y juzgamiento de crímenes internacionales, perpe-
trados por agentes del Estado y particulares, que pueden ser retomados por los tribuna-
les penales internacionales.
675
Olásolo, H., “El desarrollo en derecho penal internacional de la coautoría mediata”, en Derecho penal contem-
poráneo, núm. 27, 2009, p. 80.
676
Ibídem, p. 74
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
470
Así pues, comienza la Sala de Cuestiones Preliminares I por recordar que, en su con-
cepción inicial, la autoría mediata consistía en la existencia de un autor principal (autor
mediato), que empleaba o se servía de otro (autor directo o inmediato) a efectos de co-
meter un ilícito; este último, por lo demás, solía ser una persona que no podía responder
penalmente (verbigracia, inimputable).
Partiendo de tal constatación, la Sala consideró que el Estatuto de Roma (art. 25.3)
acogía tal teoría, aunque de manera más amplia, por cuanto comprendía los casos en los
que el autor inmediato fuese penalmente responsable. Por esta vía, y citando igualmente
la obra de Roxin, la CPI termina acogiendo la figura de la autoría mediata en aparatos
organizados de poder.
Ahora bien, en lo que concierne al tipo de organización en que resulta aplicable la fi-
gura, la CPI consideró:
Varios aspectos del aparato de poder que constituye una organización permiten que
aquel sirva al objetivo y fin consistente en colocar al autor de atrás, en condiciones
de cometer los crímenes por intermedio de sus subordinados. Según la Sala, la orga-
nización debe encontrarse basada sobre unas relaciones jerárquicas entre superiores
y subordinados. Además, estos últimos deben ser suficientemente numerosos para
que las órdenes sean ejecutadas, sea por un subordinado o por otro. Estos criterios
apuntan a garantizar que las órdenes dadas por los jefes reconocidos sean general-
mente ejecutadas por sus subalternos.
Según la opinión de la Sala, es esencial que el jefe, o el dirigente, ejerzan una autori-
dad y un control sobre el aparato, y que esa autoridad y ese control sean manifiestos
en la ejecución de esas órdenes por sus subordinados. Para ejercer ese control puede
vincular a sus subordinados, formarlos, imponerles una disciplina y suministrarle
unos medios.
El jefe debe utilizar el control sobre el aparato para ejecutar los crímenes, lo cual sig-
nifica que en tanto que “hombre de atrás”, explote su autoridad y su poder en el seno
Agrega la CPI que la capacidad del jefe de asegurar la obediencia automática a sus órde-
nes, “es la base de su responsabilidad en tanto que autor principal, antes que como cóm-
plice. La más alta autoridad de una organización no ordena simplemente la comisión
de un crimen, sino que, en virtud del control que ejerce sobre ella, decide fundamental-
mente si la infracción será cometida y de qué manera”.678
Por su parte, Velásquez sostiene que se trata de un asunto en extremo polémico; que
nada impide concebir en un aparato organizado de poder verdaderos fenómenos de
autoría mediata, aunque en principio se trataría de formas de coautoría si se presentan
677
ICC-01/04-01/07, Corte Penal Internacional, Sala de Cuestiones Preliminares I, asunto “Fiscal vs. Germain
Katanga y Mathieu Ngudjolo Chui”, providencia del 30 de septiembre de 2008.
678
Ibídem.
679
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, rad. 32.805, asunto García Romero, sentencia del 23 de
febrero de 2010.
680
López Díaz, C., “El caso colombiano”, en Imputación de crímenes de los subordinados al dirigente, Bogotá,
GIZ-Temis, 2009, pp. 159 y ss.
681
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, rad. 23.825, asunto “Machuca”, sentencia del 7 de marzo
de 2007.
682
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, rad. 25.974, asunto “Yamit Amat”, sentencia del 8 de
agosto de 2007.
683
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, rad. 24.448, asunto “La Gabarra”, sentencia del 12 de sep-
tiembre de 2007.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
472
las exigencias de ésta. Con todo, resta importancia al tema por cuanto, desde el punto
de vista práctico, en Colombia “el autor, el coautor, el instigador y el autor mediato se
hacen acreedores a la misma pena”.684
Importa destacar que, a lo largo de su fallo, la CSJ cita los asuntos “Lubanga” y
“Katanga” de la CPI, al igual que los casos “Fujimori” y “Sendero Luminoso”, es
decir, se percibe una clara influencia del derecho penal internacional y del derecho
684
Velásquez, F., Derecho penal, Bogotá, Comlibros, 2009, p. 895.
685
Por ejemplo, Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de única instancia del 29 de septiem-
bre de 2003, radicación 19734, reiterada en auto de única instancia del 10 de junio de 2008, radicación 29268.
686
También referenciada como “dominio del hecho a través de aparatos organizados de poder”, “autoría a través
del poder de mando” y “autoría por dominio de la organización”, entre otros.
comparado, en la concepción que tiene el juez penal nacional sobre la autoría y la par-
ticipación frente a fenómenos de macrocriminalidad como lo es el paramilitarismo
en Colombia.
Más recientemente, la Sala Penal de la CSJ, en el asunto del ex congresista Álvaro Araújo
Castro, fallado el 18 de marzo de 2010, recurrió nuevamente a la figura de la autoría
mediata en aparatos organizados de poder, a efectos de analizar la responsabilidad del
acusado. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido en el caso “García Romero”, en el
comentado proceso se condenó al procesado por los delitos de concierto para delinquir
agravado y constreñimiento al sufragante, al tiempo que se ordenaba la compulsa de
copias a efectos de que fueran investigados “los delitos perpetrados por el grupo armado
ilegal con el cual se concertó, con ocasión de su elección al Congreso de la República
para el período 2002-2006”.687
Por último, señalemos que la CSJ consideró que los grupos paramilitares colombianos
cumplen las condiciones de una organización criminal, cuyo accionar puede ser enten-
dido desde la perspectiva de los clásicos aparatos organizados de poder:
687
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, radicación 27.032, asunto “Álvaro Araújo Castro”, senten-
cia del 18 de marzo de 2010.
688
Ibídem.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
474
La historia igualmente muestra que tales aparatos organizados de poder, legales o ilega-
les, actúan durante períodos prolongados, coincidentes con dictaduras, conflictos arma-
dos internos o situaciones de anormalidad jurídica (verbigracia, estados de excepción).
De allí que los delitos por ellos cometidos (por ejemplo, asesinatos, torturas, desapari-
ciones forzadas, violaciones, desplazamientos forzados, etcétera) suelen ser perpetrados
a gran escala y, en numerosas ocasiones, siguiendo unos determinados parámetros de-
lictivos o modus operandi (verbigracia, existencia de centros de detención clandestinos,
causación de la muerte a sus víctimas mediante técnicas e instrumentos particularmente
crueles, etcétera).
Ahora bien, los códigos penales internos suelen estar concebidos para hacer frente a
casos aislados de violencia (ejemplo, homicidios, lesiones personales, agresiones sexua-
les, atentados contra el patrimonio económico, etcétera), más que para enfrentar
fenómenos de macrocriminalidad, entendiendo por ésta, según Jäger, unos “compor-
tamientos conforme al sistema y adecuados a la situación dentro de una estructura de
organización, aparato de poder u otro contexto de acción colectiva”.690 De allí que sea
necesario ajustar la comprensión y la aplicación, no sólo de los respectivos tipos penales
previstos en la ley penal ordinaria, sino de las formas de autoría y participación tradicio-
nalmente empleadas al momento de establecer responsabilidades individuales a quienes
intervinieron en la comisión de ellos.
689
Sobre este tema se recomienda consultar: Ambos, Kai (coord.) y ProFis-GTZ-Embajada de la República Fe-
deral de Alemania, Imputación de crímenes de los subordinados al dirigente. Un estudio comparado, Bogotá, Temis,
2009; Ambos, Kai y ProFis-GTZ-Embajada de la República Federal de Alemania, Procedimiento de la Ley de
Justicia y Paz (ley 975 de 2005) y derecho penal internacional. Estudio sobre la facultad de intervención complemen-
taria de la Corte Penal Internacional a la luz del denominado proceso de Justicia y Paz en Colombia, Bogotá, Alvi,
2010.
690
Ambos, K., La parte general del derecho penal internacional. Bases para una elaboración dogmática, Bogotá,
Temis, 2006, p. 44.
Precisamente, ante tal estado de cosas, la dogmática penal creó, como hemos visto, la fi-
gura de la autoría mediata en aparatos organizados de poder (en particular se atribuye la
creación de esta teoría al profesor alemán Claus Roxin),691 con el propósito de estable-
cer responsabilidades penales concretas por el accionar de la organización, en especial,
de quienes se encuentran en una postura de liderazgo en ésta.
A lo largo de los años el recurso a esta forma de autoría ha resultado eficaz para castigar
a algunos dignatarios, como es el caso de los generales argentinos y el ex presidente Al-
berto Fujimori, al igual que jefes de grupos armados ilegales, como es el caso de Abimael
Guzmán. Asimismo, recientemente la CPI ha acogido la figura, a efectos de determinar
la responsabilidad penal por reclutamiento de menores (crímenes de guerra), de diri-
gentes de grupo armados.
691
Cfr. Roxin, C., Autoría y dominio del hecho en derecho penal, séptima edición, Madrid, Marcial Pons, 2000,
p. 570.
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
476
4) En el caso de agentes del Estado los tribunales penales internacionales han exa-
minado, en materia de cadenas de mando, los poderes de iure y de facto que detentan
los servidores públicos investigados, es decir, las facultades que según la respectiva
Constitución y leyes pueden y deben ejercer (de iure), y aquellas que, en la práctica,
ejecutan (de facto). De allí que se haya encontrado, por ejemplo, que en muchos
casos los funcionarios públicos llevan a cabo actividades que desbordan sus com-
petencias legales, y que las cadenas de mando legales no funcionan estrictamente,
es decir, un superior jerárquico las omite y decide impartir la orden a funciona-
rios ubicados en posiciones jerárquicas más bajas que aquellas en que se localizan
sus inmediatos colaboradores. Asimismo, se ha constatado que, paralelamente a
la existencia de un aparato ilegal organizado de poder incrustado en el propio Es-
tado, funcionan unas autoridades públicas de manera legítima y dentro del marco
de la legalidad.
2.5. Bibliografía
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
478
Ambos, K., La parte general del derecho penal internacional. Bases para una elaboración
dogmática, Bogotá, Temis, 2006.
Doria, J. “The relationship between complicity modes of liability and specific intent
crimes in the law and practice of the ICTY”, en The legal regime of the International
Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden: Martinus Ni-
jhoff, 2009.
Drumbl, M.A. “International Criminal Court decision confirming war crimes for
conscripting, enlisting and using child soldiers”, en AJIL, vol. 101, octubre de 2007.
__. “El caso alemán”, en Imputación de crímenes de los subordinados al dirigente, Bogotá,
GIZ-Temis, 2009.
Gil Gil, A., “El caso español”, en Imputación de crímenes de los subordinados al diri-
gente, Bogotá, GIZ-Temis, 2009.
López Díaz, C., “El caso colombiano”, en Imputación de crímenes de los subordinados
al dirigente, Bogotá, GIZ- Temis, 2009, pp. 159 y ss.
Mettraux, G., International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford Uni-
versity, 2005.
Roxin, C., Autoría y dominio del hecho en derecho penal, séptima edición, Madrid,
Marcial Pons, 2000.
__. “La autoría mediata por dominio en la organización”, en Problemas actuales de dog-
mática penal, Lima, ARA, 2004.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a) TPIY
TPIR-96-4-T, asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiem-
bre de 1998 por la Sala de Primera Instancia.
b) CPI
c. Argentina
Tema VII. Responsabilidad penal individual: planear, incitar, ordenar, ayudar y animar la comisión de un crimen
480
d. Colombia
e. Perú
Perú, Corte Suprema de Justicia, Sala Penal Especial (2009), asunto “Al-
berto Fujimori”, sentencia del 17 de abril.
2.5.3. Documentación
Control Council Law núm. 10, Punishment of persons guilty of war crimes, crimes
against peace and against humanity, Berlín, 1945.
U.N.A/51/10, Draft Code of Crimes Against the Peace and Security of Mankind,
International Law Commission, 1996.
II) cuál es el grado del elemento subjetivo (mens rea) requerido en ese caso.
692
Este capítulo fue elaborado conjuntamente por Guillermo Otálora Lozano y Alejandro Ramelli Arteaga.
693
Por ejemplo, se encuentra el artículo 27, par. 1, de la Constitución italiana (La responsabilità penale è perso-
nale), es decir, la responsabilidad penal es individual.
694
Cf., por ejemplo, el artículo 121.1 del Código Penal francés (Nul n’est responsable pénalement que de son propre fait).
482
Ese principio fue claramente explicado en el informe del secretario general acerca
de la creación del tribunal internacional, según el cual:
188. Esa disposición abarca, ante todo, la perpetración física de un crimen por el
propio autor, o la omisión culpable de un acto requerido en virtud de una regla de
derecho penal. Sin embargo, se considera que la comisión de uno de los crímenes
señalados en los artículos 2º, 3º, 4º ó 5º del estatuto, puede también revestir la forma
de participación realizada mediante un designio o un propósito común.
695
Este principio, siendo general, se encuentra generalmente expresado bajo una forma tácita, antes que explícita.
Sin embargo, se encontrará un ejemplo donde fue expresamente señalado, tratándose de la Gran Bretaña, en el
asunto “R. vs. Dalloway” (1847) 3 Cox CC 273. Confróntense también las diversas decisiones del Tribunal
Constitucional alemán, especialmente BverfGE 6, 389 (439) y 50, 125 (123), así como las decisiones de la Corte
Federal de la justicia alemana (especialmente BGHSt 2, 194 (200)).
696
Informe del secretario general presentado de conformidad al parágrafo 2º de la resolución 808 (1993) del
Consejo de Seguridad (S/25704), del 3 de mayo de 1993, par. 53.
190. Conviene remarcar que esa noción se encuentra expuesta en el informe del
secretario general, según el cual:
El secretario general considera que todas las personas que participen en la pla-
neación, preparación o ejecución de las violaciones graves al derecho interna-
cional humanitario en la antigua Yugoslavia, contribuyen a cometer la violación
y son individualmente responsables.697
191. Esa interpretación no es únicamente dictada por el objeto y el fin del estatuto,
sino también justificada por la naturaleza misma de los crímenes internacionales
frecuentemente cometidos en tiempo de guerra. La mayoría de esos crímenes no
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
484
193. Esa interpretación, que reposa sobre el estatuto y las características propias de
los señalados crímenes en tiempos de guerra, justifica la conclusión según la cual la
responsabilidad penal internacional se aplica a unos actos perpetrados por un grupo
de individuos que actúan concertadamente, con el fin de alcanzar un fin criminal
común. Conviene igualmente resaltar, como se verá después, que en derecho penal
internacional la regla relativa al fin común es conforme con la posición adoptada en
numerosos sistemas jurídicos nacionales y la retoman en una amplia medida.
194. Sin embargo, el estatuto del tribunal no especifica (ni explícita ni implícita-
mente), los elementos objetivos y subjetivos (actus reus y mens rea) de esa categoría
de comportamientos criminales colectivos. Conviene, para identificarlos, apuntar
hacia el derecho internacional consuetudinario. Las reglas del derecho consuetudi-
nario en ese dominio derivan de diferentes fuentes, principalmente de la jurispru-
dencia y de algunas disposiciones jurídicas internacionales.
196. La primera de esas categorías se refiere a los asuntos donde todos los coacusa-
dos, actuando concertadamente para alcanzar un propósito criminal común, com-
parten la misma intención criminal: por ejemplo, en el caso de la formulación por
los coautores de un proyecto que apunte a asesinar, al realizar ese objetivo común
(incluso si cada uno de los coautores desempeña un papel diferente en el asunto),
todos se encuentran animados por la intención de matar. Los elementos objetivos y
subjetivos que permiten establecer la responsabilidad penal de un coautor, que no
ha cometido los asesinatos o no se ha probado que lo haya hecho, son los siguientes:
1) el acusado debe participar, por sí mismo, en uno de los aspectos del fin común
(por ejemplo, infligiendo violencias no mortales a la víctima, aportando una ayuda
material o facilitando los actos de los coautores), y 2) el acusado, incluso si no ha
ocasionado personalmente la muerte, debe, sin embargo, haber tenido la intención
de alcanzar tal resultado.
197. Tratándose de esa categoría, conviene traer a colación el asunto “Georg Otto
Sandrock y otros” (conocido como el “proceso d’Almelo”).698 En el caso concreto,
un tribunal británico invocó la doctrina de la “empresa común” para declarar a tres
alemanes culpables de la muerte de un prisionero de guerra británico. Era claro que
todos tenían la intención de asesinar al soldado británico, a pesar de que cada uno
desempeñó una función diferente en el asunto. Así, fueron encontrados coautores
del asesinato.699 Asimismo, en el asunto “Hoelzer y otros”, llevado ante un tribunal
militar británico, judge advocate, aludió en sus conclusiones a una “empresa común”,
en relación con la muerte de un prisionero de guerra canadiense por tres alemanes,
y señaló que esas tres personas sabían que lo llevaban hacia un lugar preciso, con la
intención de matarlo.700
698
“Trial of Otto Sandrock and three others, British Military Court for the Trial of War Criminals”, proceso
llevado a cabo ante el tribunal de Almelo, Países Bajos, del 24 al 26 de noviembre de 1945, en Law Reports,
vol. I, p. 35.
699
Los acusados eran unos suboficiales alemanes que habían ejecutado a un prisionero de guerra británico y a un
civil holandés en la casa en la cual se escondía un aviador británico. Para cada uno de los dos asesinados, uno de
los alemanes había disparado el tiro mortal; otro había dado la orden, y el otro permanecía cerca de un vehículo
que utilizaron para dirigirse hacia el bosque de la ciudad de Almelo (Países Bajos). El fiscal declaró que le parecía
que se presentaba “una analogía entre ese crimen y la asociación de malhechores, asumiendo cada uno de los
miembros del grupo la misma responsabilidad que aquella de la persona que efectivamente había disparado”. En
sus conclusiones señaló:
“Resulta indiscutible, a mi juicio, que los tres alemanes sabían lo que hacían y marcharon allí con el único fin
de asesinar al oficial; ustedes saben que si unas personas se encuentran presentes en un mismo momento, par-
ticipando en una empresa criminal conjunta, contribuyendo cada uno a su modo al objetivo común, todos son
igualmente responsables en derecho”, en Law Reports, vol. I, p. 40.
700
Asunto “Hoelzar y otros”, Canadian Military Court, Aurich, Alemania, a partir de los debates que tuvieron
lugar entre el 25 de marzo y el 6 de abril de 1946, vol. I, pp. 341 y 349 (RCAF Binder, 181.009 D2474).
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
486
198. El asunto “Jepsen y otros”701 constituye otro ejemplo de esa forma de partici-
pación en la perpetración de un crimen. Un tribunal británico debía pronunciarse
acerca de la responsabilidad de Jepsen (uno de los acusados) en la muerte de per-
sonas que habían sido internadas en un campo de concentración, durante algunas
semanas, antes de la capitulación de Alemania en 1945, a la espera de su traslado ha-
cia otro campo. Al respecto, el fiscal hizo saber (sin que la defensa lo refutara) que:
Si varias personas se asocian con un fin ilícito, o con un fin lícito habiendo recu-
rrido a medios ilícitos, y alguna de ellas realiza ese objetivo y mata a alguien, esa
muerte le resulta imputable a todas las personas presentes… a condición de que
haya sido cometida por un miembro del grupo, en tanto se dirigiera a alcanzar
el objetivo común del grupo.703
199. Se señala que algunos asuntos semejantes, desde un punto de vista general,
asocian las nociones de objetivo común y causalidad. Se puede citar al respecto el
asunto “Ponzano”,704 que versó sobre la muerte de cuatro prisioneros de guerra bri-
tánicos, en violación de las leyes de la guerra. En ese caso, el judge advocate adhirió
a la opinión del fiscal,705 señalando:
701
“Trial of Gustav Alfred Jepsen and others, Proceedings of a War Crimes Trial held at Luneberg”, Alemania,
fallo proferido el 24 de agosto de 1946.
702
Ibídem, p. 241.
703
“Trial of Franz Schonfeld and others”, British Military Court, Esse, llevado a cabo entre el 11 y el 26 de junio
de 1946, en Law Reports, vol. XI, p. 68.
704
“Trial of Feurstein and others, Proceedings of a War Crimes Trial held at Hamburg”, Alemania, fallo profe-
rido el 24 de agosto de 1948.
705
El fiscal declaró:
“Un principio fundamental en derecho inglés, y de hecho, en todos los sistemas jurídicos, es que una persona
es responsable de sus actos y que prevé las consecuencias naturales y normales, y si esos hombres… han desenca-
denado los hechos que comportaron la muerte de las cuatro víctimas, son entonces culpables de asesinato. No
resulta necesario que, uno u otro, haya conducido por sí mismo a esos soldados al exterior y que personalmente
lo hayan fusilado. Aquello no es absolutamente necesario; lo único que se requiere para que sean considerados
responsables, es que hayan desencadenado los hechos que condujeron a los disparos que le provocaron la muerte
a esos cuatro hombres en cuestión”.
Importa que un acusado, antes que ser declarado culpable, haya sido implicado
en el crimen. Ser implicado en la perpetración de un crimen… no significa so-
lamente que el interesado sea la persona que ha infligido el golpe mortal y haya
causado directamente la muerte de la víctima, sea por un impacto de bala o
por otro medio violento, sino que supone igualmente un grado de participa-
ción indirecta… En otros términos, aquél debe ser el engranaje en la sucesión
de eventos que condujo al resultado que efectivamente se produjo. Se pueden
alcanzar esos fines, no solamente dando la orden de cometer un crimen, sino
también por medios diversos […].706
Además, el judge advocate hizo valer que si la implicación del acusado en los actos
reprochados debe hacer aparecer un vínculo de causalidad, su participación no es
una condición sine qua non. Tampoco es necesario que la comisión del crimen de-
penda únicamente de su participación. Teniendo en cuenta los dos elementos cons-
titutivos de la responsabilidad penal en esa categoría de casos, el defensor señaló
que, sin embargo, era necesario que el acusado hubiese tenido conocimiento del fin
proyectado por la empresa criminal.
200. Un último caso que merece ser mencionado, en lo que respecta a esa primera
categoría, es aquel de los Einsatzgruppen.707 Tratándose de un fin común, un tribu-
nal de los Estados Unidos, que sesionaba en Núremberg, observó:
The United States of America vs. Otto Ohlenfort et al., Trials of War Criminals before the Nuremberg Military
707
Tribunals under Control Council Law, No. 10, United States Government, Printing Office, Washington, 1951,
vol. IV, p. 3.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
488
201. Es preciso señalar que, con ocasión de numerosos procesos llevados a cabo en
otros países luego de la Segunda Guerra Mundial, los tribunales adoptaron la misma
aproximación en los casos de crímenes que implicaban la participación, en diversos
grados, de dos o más personas. No obstante lo anterior, no se fundaron sobre la
noción de propósito o designio común, prefiriendo aquella de colaboración. Espe-
cialmente, se trata de los casos juzgados por las instancias italianas708 y alemanas.
708
Cf. por ejemplo las decisiones de la Corte de Casación italiana relativas a los crímenes cometidos por milicia-
nos o fuerzas de la Repubblica Sociale Italiana contra partisanos italianos y Fuerzas Armadas: Annalberi et al., 18
de junio de 1949, en Guistizia penale, 1949, título II, col. 732, núm. 440.
709
“Trial of Martin Gottfried Weiss and thirty-nine others,” General Military Government Court of the United
States Zone, Dachau, Alemania, 15 de noviembre al 13 de diciembre de 1945, en Law Reports, vol. XI, p. 5.
710
“Trial of Josef Kramer and 44 others”, British Military Court, Luneberg, 17 de septiembre al 17 de noviembre
de 1945, en Law Reports, vol. II, p. 1.
711
Parece que es sobre esta base que el acusado Kramer, en particular, fue condenado. Cf. ibídem, p. 121: “El
asesor recordó a la Corte que si se examinaba la cuestión de la culpabilidad y de la responsabilidad, ciertamente
era Klemer quien se encontraba más gravemente implicado, seguido de otros acusados, según la jerarquía de los
cargos que ocupaban”.
Parece que en esos asuntos, el elemento material (actus reus) requerido consistía
en una participación activa en la puesta en marcha de un sistema represivo, como
se puede deducir del poder que detentaban sobre cada uno de los acusados y de las
funciones que ejercían. El elemento subjetivo (mens rea) comprendía los siguientes
criterios: 1) los acusados tenían conocimiento de la naturaleza del sistema, y 2)
tenían la intención de contribuir con el objetivo común concertado, consistente
en maltratar a los prisioneros. Importa señalar que en esos asuntos la intención re-
querida podía también ser deducida de la posición de autoridad que detentaba el
personal del campo. En efecto, realmente no era necesario probar la intención re-
querida cuando el rango ocupado por el acusado o la autoridad que ejercía eran en
sí indicativos del conocimiento del propósito común al cual tenían la intención de
contribuir. Todos los acusados fueron encontrados culpables de crímenes de guerra
por los malos tratos infligidos, a pesar de que, naturalmente, las penas pronunciadas
al respecto variaron en función del grado de participación en los crímenes.
204. La tercera categoría se refiere a los asuntos de propósito común en los cuales
uno de los autores comete un acto que, si bien no procede de un fin común, es sin
embargo una consecuencia natural y previsible de su puesta en obra. Se puede tra-
tar, por ejemplo, de una intención común y compartida por un grupo de expulsar
por la fuerza a los miembros de un grupo étnico de su localidad, municipio o región
(en otros términos, proceder a realizar una “limpieza étnica”), teniendo por con-
secuencia que una o varias personas son asesinadas en la operación. Mientras que
la muerte puede no haber sido explícitamente prevista en el ámbito del propósito
común, no obstante era previsible que la expulsión de civiles, bajo la amenaza de las
armas, se saldara con la muerte de uno o varios civiles. La responsabilidad penal de
todos los participantes en la empresa común es susceptible de verse comprometida
cuando el riesgo de que las muertes se produjeran era, a la vez, una consecuencia
previsible de la realización del propósito común y del hecho de que el acusado hu-
biese sido imprudente, o bien, indiferente, ante el riesgo. Otro ejemplo es aquel de
un proyecto común tendiente a expulsar, por la fuerza, a civiles pertenecientes a
un grupo étnico determinado, incendiando sus viviendas: si durante la operación
Ibídem, p. 121.
712
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
490
205. La jurisprudencia relativa a esa categoría se refiere, ante todo, a los asuntos de
violencia colectiva, es decir, situaciones donde, en un clima de desorden, numerosas
personas cometen actos con un propósito común, o cada una de ellas perpetran ac-
tos violentos en contra de sus víctimas, sin que se pueda atribuir de manera clara tal
o tal comportamiento a un individuo, o establecer un vínculo de causalidad entre
una conducta dada y el perjuicio eventual sufrido por las víctimas. Los ejemplos
más representativos al respecto son los asuntos de los linchamientos de Essen y de
la isla de Borkum.
206. Como se verá luego en detalle, los criterios establecidos por esas instancias
son dos: es necesario que exista una intención delictiva de perseguir en común una
intención criminal, y que sea previsible que unos actos delictivos, distintos de aque-
llos previstos en el marco del designio criminal, sean perpetrados por otros partici-
pantes en esa intención común.
“Trial of Erich Heyer and six others, British Military Court for the Trial of War Criminals”, Essen, 18, 19, 21
713
208. La defensa señaló que era necesario probar que cada acusado tenía la intención
de matar. La acusación adoptó un punto de vista opuesto.
[…]
Debido a que Hayer fue declarado culpable, se puede suponer que la Corte aceptó
la tesis de la acusación en cuanto a la responsabilidad penal. Tratándose del soldado
encargado de escoltar a los pilotos, su deber era no sólo el de impedir que los pri-
sioneros escaparan, sino también velar que no fuesen tomados por aparte. Fue con-
denado a una pena de cinco años de reclusión, a pesar de que el fiscal había dejado
entender que no era penalmente responsable. Según el Informe de la Comisión de
las Naciones Unidas sobre Crímenes de Guerra, los tres civiles “fueron encontrados
culpables de asesinato, ya que cada uno de ellos había, de una manera o de otra,
tomado parte en los malos tratos que habían conducido a la muerte de las víctimas,
a pesar de que no había sido probado con exactitud cuál de los acusados, de manera
individual, había disparado o golpeado, causando la muerte”.715
209. Parece acertado deducir de los argumentos de las partes y del veredicto de la
Corte que ésta acogió la tesis según la cual todos los acusados encontrados culpa-
bles habían tomado parte, en distinto grado, en la ejecución. No todos tuvieron la
intención de asesinar, pero sí de participar en los maltratos infligidos a los prisio-
neros de guerra. Sin embargo, todos fueron hallados culpables de asesinato, pues
“todos estaban implicados” en la ejecución. De lo anterior se puede deducir que la
Corte consideró que los condenados que simplemente dieron un golpe o implícita-
mente llevaron a los demás a asesinar, pudieron prever que estos últimos matarían
a los prisioneros, y es por ello que todos fueron declarados culpables de asesinato.
[…]
Ibídem, p. 89.
714
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
492
y ser realizada para facilitar la actividad criminal general del grupo o para servir
a sus fines, o con pleno conocimiento de la intención del grupo de cometer el o
los delitos de que se trate.
II) Ser realizada con pleno conocimiento de la intención del grupo de cometer
el crimen.
Asunto “Fiscalía vs. Anto Furundzija”, caso núm. IT.95.17/1-T, Sala de Primera Instancia II, 10 de diciembre
717
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
494
224. Como se señaló, la doctrina del designio común está consagrada en la le-
gislación nacional de numerosos Estados. Algunos países, entre ellos Alemania
y los Países Bajos, parten del principio de que cuando varias personas participan
de consuno en una empresa criminal, todas son responsables de los crímenes que de
allí resulten, cualquiera que sea su grado de implicación o la forma que revista su
participación, a partir del momento en que todas tenían la intención de cometer
el crimen previsto en el objetivo común. Si una de las personas comete un crimen
que no había sido previsto dentro del objetivo o designio común, asume sólo la
responsabilidad penal. Otros países de tradición civilista, tales como Francia e
Italia, adhieren igualmente al principio según el cual cuando unas personas com-
parten el objetivo o el designio común de cometer un delito, todas son respon-
sables por el crimen cometido, cualquiera que sea su papel en la perpetración.
Sin embargo, en esos países, si una de las personas participa en un proyecto o una
empresa común, y comete otra infracción que no fue parte del plan común pero
que era previsible, cada uno de los miembros del grupo es responsable del crimen
cometido.
225. Es preciso señalar que esas referencias a las legislaciones y a las jurisprudencias
nacionales no apuntan más que a demostrar que la noción de propósito común, con-
sagrada por el derecho penal internacional, tiene sus bases en numerosos sistemas
jurídicos nacionales. Por el contrario, para el caso que nos interesa aquí, no nos
podemos fundar sobre las legislaciones y las jurisprudencias nacionales, en tanto
que fuentes de normas y principios internacionales, en el marco de la doctrina de
los principios generales del derecho reconocidos por las naciones civilizadas. Para
que ello fuera posible sería necesario demostrar que la mayoría de países, si no la to-
talidad, adoptan la misma noción de “propósito común”. Más específicamente, sería
necesario probar que, en todo caso, los principales sistemas jurídicos del mundo
adoptan la misma aproximación de esa noción. La aproximación realizada aquí
demuestra que éste no es el caso. Asimismo, las referencias a las legislaciones nacio-
nales no pueden, en el caso concreto, tener el alcance y la significación delineados
en términos amplios por el secretario general en su informe, donde observa que
“unas sugerencias fueron formuladas tendientes a que el tribunal internacional apli-
que el derecho interno en la medida en que las reglas del derecho internacional hu-
manitario consuetudinario allí se encuentran incorporadas”.718 En el tema que nos
interesa en este momento, el derecho interno no encuentra su origen en la puesta
en marcha del derecho internacional, sino que evoluciona en paralelo a las reglas
internacionales, precediéndolas.
227. En resumen, los elementos objetivos (actus reus) de ese tipo de participación
en uno de los crímenes señalados en el estatuto (tratándose de cada una de las tres
categorías de casos) son los siguientes:
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
496
228. Por el contrario, el elemento subjetivo (mens rea) varía en función de la cate-
goría vinculada con el designio común en cuestión. Tratándose de la primera ca-
tegoría, el elemento requerido es la intención de cometer un crimen específico (esa
intención debe ser compartida por el conjunto de coautores). En lo que se refiere a
la segunda categoría, que como se ha visto constituye una variación de la primera,
requiere que el acusado haya tenido personalmente conocimiento del sistema de
maltratos (bien sea que aquello resulte probado por vía de un testimonio específico
o deducido de los poderes que detenta el acusado), y que haya tenido la intención de
contribuir en ese sistema concertado de maltratos. En lo que atañe a la tercera catego-
ría, el elemento requerido es la intención de participar y de contribuir en la actividad
criminal o en el designio común de un grupo y de contribuir en la empresa criminal
conjunta o, en todo caso, en la consumación de un crimen por el grupo. Desde otro
punto de vista, la responsabilidad por un crimen, diferente de aquel previsto en
el proyecto común, no implica que si, en las circunstancias del caso concreto, 1) era
previsible que tal crimen fuera susceptible de ser cometido por uno u otro de los
miembros del grupo, y 2) el acusado asumió deliberadamente ese riesgo.
229. Teniendo en cuenta lo anterior, conviene diferenciar ahora entre, por una
parte, un acto cometido con el propósito de realizar el objetivo o designio común
de cometer un crimen y, por otra parte, el hecho de ayudar o de incitar la perpetra-
ción de un crimen.
94. El artículo 7.1 del estatuto estipula diferentes formas de responsabilidad penal
individual para los crímenes de la competencia del tribunal internacional. Dicho
artículo dispone:
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
498
caso de un plan de asesinato, concebido por los partícipes en la empresa criminal con-
junta, encontrándose todos animados por la intención de asesinar, incluso si cada uno
puede desempeñar un papel diferente.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
500
420. Sobre la teoría de la empresa criminal conjunta, la acusación hace valer que la
Sala de Primera Instancia cometió un error de derecho cuando concluyó que hay
que probar la existencia de un acuerdo entre el acusado y el autor principal del cri-
men para que el procesado pueda ser declarado culpable de este crimen debido a su
participación en una empresa criminal conjunta.
[…]
450. Efectivamente, la Sala de Primera Instancia se equivocó cuando dijo, con miras
a responsabilizar al acusado por la tercera categoría de empresa criminal conjunta,
que la Fiscalía debía probar el acuerdo entre el acusado y la persona que cometió el
crimen específico (en este caso los crímenes de deportación y transferencia forzosa).
[…]
156. Mientras que el tribunal debe identificar el carácter plural de las personas que
conforman la empresa criminal conjunta, no necesita identificar por su nombre a
cada una de las personas involucradas. Dependiendo de las circunstancias, puede
ser suficiente referirse a categorías o grupos de personas.719
Asunto “Limaj et al.”, Sala de Apelaciones, par. 99; asunto “Brdanin”, Sala de Apelaciones, par. 430. Ver tam-
719
[…]
[…]
[…]
720
Ver supra, III, par. 1098.
721
Fallo de primera instancia, par. 1098.
722
Se encuentra bien establecido que el objetivo común no requiere haber sido previamente acordado o for-
mulado, y que puede materializarse extemporáneamente y ser inferido de actos de una pluralidad de personas
que actuaron al unísono, a efectos de una empresa criminal conjunta: “Brdanin”, Sala de Apelaciones, par. 418;
“Kvocka et al.”, sentencia de segunda instancia, pars. 96 a 117; “Vasiljevic”, sentencia de segunda instancia, pars.
100, 108-109; “Krnojelac”, sentencia de segunda instancia, par. 31, y “Tadic”, fallo de apelación, par. 227. Lo
mismo aplica para la expansión de los medios criminales.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
502
II) ¿Encontró la Sala de Primera Instancia cómo y cuándo los delitos expandi-
dos fueron incluidos en el objetivo común de la empresa criminal conjunta?
170. Tal y como fue señalado, este cargo de la apelación se limita al examen del
alegato de carencias en las conclusiones, en relación con los crímenes expandidos,
en el sentido de que se trata de crímenes no acordados inicialmente por la empresa
criminal conjunta, y en qué medida le pueden ser imputados a Krajišnik. La Sala
de Apelaciones observa que la Sala de Primera Instancia concluyó que los delitos
de desplazamiento forzado y deportación eran los objetivos iniciales de la empresa
criminal conjunta y que Krajišnik compartió la intención de cometerlos desde el
inicio de ella. Concluyó también que otros delitos expandidos fueron incluidos
a la empresa criminal conjunta, luego de que sus líderes fueron informados de su
ocurrencia, y persistieron en la implementación del objetivo común, y por ende,
terminando por tener la intención de cometer los delitos expandidos. Como conse-
cuencia de esto la Sala de Primera Instancia encontró a Krajišnik responsable bajo la
categoría 1 de empresa criminal conjunta por la comisión de los delitos expandidos
después de que éstos hicieran parte de aquélla.
171. La Sala de Apelaciones señala que para imputar responsabilidad a los líderes de
la empresa criminal conjunta, incluyendo a Krajišnik, por los delitos expandidos,
la Sala de Primera Instancia debe examinar: 1) si los líderes de la empresa criminal
conjunta estaban informados de los delitos, 2) si no hicieron nada para prevenir su
ocurrencia y si persistieron en la implementación del objetivo común, y 3) cuándo
los delitos expandidos se entienden incorporados al objetivo común.
[…]
[…]
192. La Sala de Apelaciones no cree que la Sala de Primera Instancia haya confundido
la diferencia entre fines políticos y los objetivos criminales comunes de la empresa
criminal conjunta o se equivocó al basarse en las afirmaciones políticas de Krajišnik
para inferir la existencia de aquélla y la intención de cometer los delitos específicos.
[…]
[…]
193. La Sala de Apelaciones tampoco acoge los argumentos expuestos por el amicus
curiae, en el sentido de que se presenta una posible confusión entre los elementos de
responsabilidad del comandante con los de la empresa criminal conjunta. La Sala
de Primera Instancia afirmó que “la expansión de los medios criminales del objetivo
se prueban cuando los líderes de la empresa criminal conjunta son informados de los
nuevos tipos de delitos cometidos en la implementación del objetivo común y no
adoptan ninguna medida efectiva para prevenir la repetición de aquéllos, y persisten
en la implementación del objetivo común de la empresa criminal conjunta”.723 La elec-
ción de palabras (“medidas efectivas para prevenir”) es infortunada, en el sentido de
que ellas corresponden a los requisitos jurídicos en el contexto de responsabilidad del
superior, pudiendo crear cierta confusión. Sin embargo, la Sala de Apelaciones acepta
que la falta de medidas efectivas para evitar la repetición de los delitos expandidos
puede constituir uno de los factores que deben ser tenidos en cuenta para determinar
si la evidencia muestra que los miembros de la empresa criminal conjunta aceptaron la
expansión de los medios delictivos para llevar a cabo el objetivo común.
[…]
194. La Sala de Apelaciones señala que la Sala de Primera Instancia encontró que,
aun cuando no es posible concluir que Krajišnik, por sí mismo, tuviera un control
efectivo sobre los órganos políticos y militares serbo-bosnios (en el sentido reque-
rido por el artículo 7.3 del estatuto), sí tenía poder e influencia sobre estos cuer-
pos724 y tenía “el poder de intervenir”, poder que no ejerció. Desde este punto de
vista, la Sala de Primera Instancia podía correctamente considerar que esta falta
de intervención era uno de los elementos tendientes a demostrar la aceptación de
Krajišnik hacia ciertos delitos, aun cuando él mismo no ejercía control efectivo so-
bre los órganos políticos y gubernamentales y las fuerzas serbo-bosnias.
[…]
[…]
200. La Sala de Apelaciones observa que la Sala de Primera Instancia identificó co-
rrectamente el elemento subjetivo (mens rea) requerido para la primera forma de la
empresa criminal conjunta, explicando que debe demostrarse que “los participantes
de la empresa criminal conjunta, incluyendo al acusado, tuvieron una intención
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
504
común, a saber, aquella de llevar a cabo los delitos que formaban parte del obje-
tivo común”; la Sala de Primera Instancia después infirió de evidencia circunstancial
de que Krajišnik y otros miembros de la empresa criminal conjunta terminaron por
compartir la intención de cometer los delitos expandidos.725 Por lo tanto, cuando la
Sala de Primera Instancia afirma que “aceptando la actual comisión de nuevos de-
litos y manteniendo la contribución continua al objetivo, se infiere la intención”,726
no se está estableciendo un mens rea diferente, sino simplemente explicando las
bases para tal inferencia de la intención de Krajišnik y de los otros miembros de la
empresa criminal conjunta con respecto a los delitos expandidos. Lo anterior no
constituye un error en derecho.
[…]
202. La Sala de Apelaciones resalta que la Sala de Primera Instancia fue prudente
al momento de inferir la intención de Krajišnik. La Sala de Primera Instancia fue
consciente de que, antes de formular conclusiones fácticas sobre evidencia cir-
cunstancial, debía determinar si otras inferencias razonables podían sustraerse.727
Enfatizó que “el conocimiento combinado con participación continua puede ser
un elemento concluyente de la intención de una persona”, afirmando que, en con-
secuencia, “la información recibida por el acusado, durante este período, es un
elemento importante para determinar su responsabilidad”.728
725
Sentencia de segunda instancia, pars. 1098, 1118.
726
Ibídem.
727
Sentencia de primera instancia, par. 1196.
728
Ibídem, par. 890. Ver también, pars. 892-893.
729
Sentencia de segunda instancia, par. 1098.
730
Ver supra, III C 2.
[…]
I) Derecho aplicable
[…]
731
Asunto “Brdanin”, sentencia de segunda instancia, pars. 413, 430. Ver también asunto “Martic”, sentencia de
segunda instancia, par. 168.
732
Ibídem. Ver además asunto “Limaj et al.”, sentencia de segunda instancia, par. 120.
733
Asunto “Brdanin”, sentencia de segunda instancia, par. 410.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
506
la responsabilidad del acusado bajo una empresa criminal conjunta u otras for-
mas de responsabilidad bajo el artículo 7.1, los elementos legales de aquélla son
diferentes de estas otras formas. En primer lugar, ninguna de estas otras formas
requiere una pluralidad de personas que compartan un objetivo criminal común.
Además, mientras que la empresa criminal conjunta exige que el acusado haya te-
nido la intención de participar y contribuir a tal propósito, un procesado puede
ser encontrado responsable por planear, instigar u ordenar un delito si tuvo la in-
tención de cometerlo o con el conocimiento de la probabilidad sustancial de que
aquel fuera perpetrado. En términos de actus reus, planear e instigar consisten en
actos que “sustancialmente contribuyan” a la perpetración de cierto delito espe-
cífico y ordenar significa “dar instrucción” a alguien de cometer un delito. Por el
contrario, la empresa criminal conjunta requiere que el acusado contribuya al pro-
pósito común de forma que implique una contribución significativa a la comisión
de los delitos.
[…]
[…]
[…]
[...] no impide que una Corte interprete y esclarezca los elementos de un delito
particular. Ni tampoco impide el desarrollo progresivo del derecho por tal tribunal.
[…]
[…]
675. La Sala de Primera Instancia sostuvo que la contribución del acusado a la em-
presa criminal conjunta no necesita jurídicamente ser sustancial. La Sala de Ape-
laciones está de acuerdo, y rechaza el alegato de la defensa en el sentido contrario.
Recuerda que la contribución del acusado debe ser, al menos, significativa. Como
tal, la defensa se equivoca al afirmar que la empresa criminal conjunta penaliza la
mera participación en unas creencias que soportan unos delitos.
[…]
676. La Sala de Apelaciones, en “Kvocka et al.”, afirmó que “pueden existir casos
específicos en los cuales se requiera, como excepción a la regla general, una contri-
bución sustancial del acusado, para determinar cuándo participa en una empresa
criminal conjunta”. Sin embargo, la aplicación de esta excepción a Zoran Zigic se
limitó estrictamente a los actos de ese caso.
[…]
680. La Sala de Apelaciones, en el asunto “Kvocka et al.”, sostuvo que “en la práctica,
la importancia de la contribución del acusado será relevante a efectos de demostrar
que el acusado compartía la intención de alcanzar un objetivo común”. Esto, sin em-
bargo, no tiene la categoría de requisito jurídico para que la Sala de Primera Instan-
cia tenga en cuenta la importancia de la contribución del acusado para definir o no
su intención. Tal examen es más un asunto probatorio que de derecho sustantivo.
[…]
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
508
[…]
[…]
695. La Defensa afirma que los discursos no pueden ser jurídicamente constituti-
vos de la contribución a la empresa criminal conjunta pues están amparados por su
derecho a la libre expresión. La Sala de Apelaciones se encuentra en desacuerdo. Lo
que es relevante en términos jurídicos es que el acusado preste una contribución sig-
nificativa a la comisión de los delitos involucrados en la empresa criminal conjunta.
Más allá de eso no se prevén tipos específicos de conducta que per se no serían consi-
derados como contribución al propósito común. Dentro de estos límites jurídicos,
la discusión acerca de la contribución del acusado a la empresa criminal conjunta es
una cuestión probatoria que debe ser determinada caso por caso.
[…]
[…]
712. La Sala de Apelaciones señala, en primer lugar, que aquello que la Sala de Pri-
mera Instancia examinó fue si los participantes en la empresa criminal conjunta
tuvieron una intención común. En segundo lugar, contrariamente a lo que expuso
la defensa, la Sala de Primera Instancia sí analizó el problema de otros grupos que
potencialmente compartieran un objetivo común, sin necesidad de contacto entre
ellos, siguiendo “sus propias agendas”. La Sala de Primera Instancia sostuvo que “no
es suficiente con compartir un objetivo común para demarcar un grupo, puesto que
puede ocurrir que grupos diferentes e independientes compartan un objetivo idén-
tico”, y continuó:
[…]
[…]
[…]
[…]
11. El apelante tiene razón al afirmar que el tribunal no puede agregar nuevas for-
mas de responsabilidad diferentes a las incluidas en el estatuto. Pero no consideró
que la empresa criminal conjunta sea una forma adicional de responsabilidad que
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
510
12. Las formas de “comisión” pueden variar. La empresa criminal conjunta describe
una de ellas. En “Tadić” y “Ojdanić” la Sala de Apelaciones explica que, dentro de las
formas de comisión, es posible incluir la actuación mediante la maquinaria de una
empresa criminal conjunta.
[…]
14. Con relación a la comisión, por ejemplo, pueden surgir discusiones si cuando se
comete un homicidio sólo es responsable quien hala del gatillo, o si una persona que
le pide hacerlo también lo ha cometido. Pueden surgir preguntas similares cuando
el disparo es realizado por un miembro de una pluralidad de personas que acuerdan
que todos o alguno de ellos lo harán; ¿sería un miembro diferente al que físicamente
disparó, culpable de homicidio?
15. El tribunal está verdaderamente autorizado por el estatuto para dar una res-
puesta razonable a estas preguntas. Si el tribunal responde afirmativamente a ellas,
como espero que lo haga, sus respuestas estarán claramente autorizadas por el es-
tatuto. En ambos casos, lo que el tribunal estará haciendo será interpretar un solo
tipo de responsabilidad autorizado, “comisión”, cuando abarca dos métodos dife-
rentes de actuación.
[…]
[…]
No puede afirmarse que la empresa criminal conjunta, en tanto que método de co-
misión, es suficiente para hacer innecesario probar un acto de planeación, órdenes
o instigación. Los rasgos propios de cada forma de responsabilidad deben siempre
probarse; las características distintivas de un acto de “planeación” o de un acto de
“ordenar” no se encuentran comprendidas por el uso de la empresa criminal con-
junta como un método de comisión.
[…]
[…]
[…]
[…]
[…]
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
512
[…]
Tal y como fue abordado de forma correcta en “Tadic”, “se necesita más que negli-
gencia”; debe presentarse que “el acusado haya tomado deliberadamente el riesgo”
de que se cometiera un delito adicional. ¿Qué significa deliberadamente? Una inter-
pretación razonable es la de que el sujeto de atrás “deliberadamente” toma el riesgo
del delito cometido por el perpetrador físico como parte de su propio delito.
[…]
37. Debe demostrarse que el perpetrador de atrás “actuó con dolo eventual, no
sólo con respecto a si podría causarse la muerte, sino también en relación con la
comisión de un homicidio; debe haber sido consciente no sólo de la ocurrencia
de la muerte o lesión corporal, sino también de que esto sería producido inten-
cionalmente”.
Radicado: IT-05-87-T. Asunto “Fiscal vs. Milan Milutinovic y otros”. Sentencia profe-
rida el 26 de febrero de 2009 por la Sala de Primera Instancia del TPIY.
103. Para que surja la responsabilidad por empresa criminal conjunta el acusado
debe haber participado al menos en un aspecto del plan, designio o propósito in-
volucrado con la comisión de un crimen o violación subyacente contenida en el
estatuto.735 Para que se cumpla este elemento no es necesario que el acusado haya
cometido materialmente el crimen o la violación subyacente que se presenta como
Asunto “Vasiljevic”, sentencia de segunda instancia, pars. 100, 119. Ver también asunto “Brdanin”, sentencia
735
104. En “Brdjanin” la Sala de Apelaciones consideró que “no toda conducta equi-
vale a una contribución lo suficientemente significativa al crimen para generar la
responsabilidad penal en cabeza del acusado”.737 Continuó señalando que, “aunque
la contribución del acusado no debe ser necesaria o sustancial, debería ser al menos
una contribución significativa a los crímenes por los cuales se le acusa”.738
105. Más aún, las acciones u omisiones del acusado “deben constituir un eslabón en
la cadena causal”, y el significado de esta contribución es relevante para determinar
si dicho eslabón efectivamente existió. Mientras que no se requiere la perpetración
material del crimen o violación subyacente por parte del acusado, este elemento
tiende a dar luces sobre la determinación de si su participación fue significativa en
caso de que el crimen o la violación subyacente hayan contribuido al objetivo de la
empresa. El estatus de líder de un acusado, y su silencio de aprobación, militan a
736
Asunto “Kvocka et al.”, sentencia de segunda instancia, par. 309; ver también asunto “Brdanin”, sentencia de
segunda instancia, par. 427.
737
Asunto “Brdanin”, sentencia de segunda instancia, par. 427.
738
Ibídem, par. 430.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
514
106. Dado que la empresa criminal conjunta es una forma de “comisión” bajo el
artículo 7.1, un acusado encarcelado por su participación en la empresa criminal
conjunta es culpable del delito sustantivo o la violación subyacente, independien-
temente del papel o función que desempeñó en la empresa. El significado relativo
del papel desempeñado por el acusado en la empresa puede ser tenido en cuenta al
momento de determinar su sentencia.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto de los casos
Los acusados en los casos “Tadic”, “Vasiljevic”, “Brdanin” y “Krajišnik” representan cua-
tro funciones distintas en el escalafón de la jerarquía criminal de la Republika Srpska.739
Dusko Tadic era el dueño de un café e instructor de karate en la municipalidad de Prije-
dor, al norte de Bosnia y Herzegovina.740 Prijedor, junto con varias otras municipalida-
des al norte, hizo parte de la Región Autónoma de Krajina (RAK), con capital en Banja
Luka. La RAK fue conformada por el Partido Demócrata Serbio (SDS, por sus siglas
en serbo-croata), que se tomó el poder en el norte de Bosnia, y fue más adelante incor-
porada a la Republika Srpska (también fundada como una entidad de facto por el SDS
en Bosnia y Herzegovina). Radoslav Brdanin fue el presidente de la Célula de Crisis,
el mayor órgano de gobierno de la RAK. A su vez, Momcilo Krajišnik fue el presidente
739
Sobre la disolución de la antigua Yugoslavia y las diversas guerras étnicas que le sucedieron se recomiendan
las siguientes obras: Bermejo García, R. y Gutiérrez Espada, La disolución de Yugoslavia, Madrid, Eunsa, 2008; y
Human Righs Watch, Still waiting. Bringing Justice for War Crimes, Crimes Against Humanity and Genocide in
Bosnia and Herzegovina Cantonal and Districts Courts, United States of America, 2008. De igual manera, sobre
los Acuerdos de Dayton se recomienda la siguiente obra: Innes M., Bosnian Security After Dayton: new perspecti-
ves, London, Routledge, 2006.
740
Ver al respecto, IT-94-1-A, Sala de Apelaciones del TPIY, asunto “Fiscal vs. Dusko Tadic, alias Dule” (sen-
tencia relativa a la apelación de la defensa concerniente a la excepción previa de incompetencia), proferida el 2 de
octubre de 1995.
Los crímenes a lo largo de Bosnia desde 1992 siguieron un patrón similar. En cada mu-
nicipalidad involucrada miembros del SDS se tomaron el poder. Musulmanes y croatas
fueron despedidos de sus trabajos en el gobierno y en empresas privadas controladas por
serbios, los puestos en el gobierno fueron entregados a serbios, y las armas de musulma-
nes y croatas fueron confiscadas, mientras se distribuyeron armas a ciudadanos serbios
de las municipalidades. Mediante la acción del Ejército Nacional de Yugoslavia ( JNA,
por sus siglas en serbo-croata), fuerzas de policía y grupos paramilitares radicales, los
serbios se tomaron por la fuerza el control de las municipalidades e iniciaron la expul-
sión de musulmanes y croatas hacia otras municipalidades. El gobierno serbio confiscó
sus propiedades, quemó sus casas y permitió la comisión de crímenes por parte de par-
ticulares en contra de no serbios. En particular, ocurrieron masacres y actos de violencia
sexual, además de la destrucción de monumentos religiosos como mezquitas e iglesias
católicas. Mientras que las mujeres y los niños fueron inmediatamente expulsados, mu-
chos hombres no serbios fueron detenidos en múltiples centros de detención. Algunos
de los centros de detención se caracterizaron por las condiciones inhumanas en las que
los no serbios fueron retenidos. Miles fueron hacinados en espacios pequeños, se les
negó agua, comida y ropa, así como servicios sanitarios básicos, y además fueron tortu-
rados repetidamente por sus captores del ejército y la policía. Cientos murieron como
resultado de los tratos inhumanos y degradantes recibidos. Los captores permitieron
que particulares ingresaran a los centros de detención a matar y mutilar a los prisio-
neros. Numerosos internos fueron liberados bajo la condición de nunca regresar a su
respectiva municipalidad, y de vender sus propiedades inmuebles a particulares serbios,
siendo efectivamente desterrados de sus lugares de origen.743
Estos crímenes ocurrieron a lo largo de toda la Republika Srpska, pero algunas de las
localidades de detención más notorias fueron las ubicadas en la RAK: los campos de
Omarska, Keraterm, Trnopolje y Manjaca. Algunos eran denominados por el gobierno
741
Actualmente, la República Srpska es una de las dos entidades políticas que forman la República Federal de
Bosnia y Herzegovina, en conjunto con la Federación de Bosnia-Herzegovina. Se constituyó tras los Acuerdos de
Dayton, que terminaron con la guerra de Bosnia en 1995. Como se indica en virtud del artículo 9º de la Consti-
tución de la República Srpska, “la capital de la República Srpska es Sarajevo”.
742
Ver al respecto: Van Sliedregt, E., The criminal responsability of individuals for violations of International Hu-
manitarian Law, La Haya: TMC, 2003, p. 101.
743
Sobre los campos de concentración, ver especialmente “Fiscalía vs. Furundzija”, asunto IT.95-17-T, fallado el
10 de diciembre de 1998.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
516
744
Ver al respecto, IT-94-1-A, Sala de Apelaciones del TPIY, asunto “Fiscal vs. Dusko Tadic, alias Dule” (sen-
tencia relativa a la apelación de la defensa concerniente a la excepción previa de incompetencia), proferida el 2 de
octubre de 1995.
745
Ibídem.
746
Ibídem.
747
Schabas, W., “Mens Rea and the International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia”, en New England
Law Review, vol. 37, p. 1032, 2002.
748
IT- 98-32-A, asunto “Fiscal vs. Mitar Vasiljevic”, sentencia proferida el 25 de febrero de 2004 por la Sala de
Apelaciones del TPIY.
con otras personas como Milan Lukic.749 La Sala de Apelaciones revocó esta condena, y
en su lugar condenó a Vasiljevic750 como cómplice de los crímenes de persecución y ase-
sinato como crímenes de lesa humanidad. Para la Sala de Apelaciones no existía prueba
del conocimiento y la intención de Vasiljevic de matar a los siete hombres musulmanes
ni la intención discriminatoria. No obstante, la Sala rechazó los tres puntos de apela-
ción de la defensa en cuanto a errores de derecho en la formulación del concepto de la
empresa criminal conjunta, y reiteró los principios expuestos en el caso “Tadic”.
749
Los hechos de este incidente también fueron adjudicados en “Fiscal vs. Lukic” y son parte de la acusación en
“Fiscal vs. Stanisic y Zupljanin”.
750
IT- 98-32-A, asunto “Fiscal vs. Mitar Vasiljevic”, sentencia proferida el 25 de febrero de 2004 por la Sala de
Apelaciones del TPIY.
751
IT-99-36-A, asunto “Fiscal vs. Radoslav Brdanin”, sentencia proferida el 3 de abril de 2007 por la Sala de
Apelaciones del TPIY.
752
Ibídem.
753
IT-99-36-A, asunto “Fiscal vs. Radoslav Brdanin”, sentencia proferida el 3 de abril de 2007 por la Sala de
Apelaciones del TPIY.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
518
subordinados, Brdanin no podía ser responsable de ellos bajo este modo de responsa-
bilidad individual. Para ser responsable, Brdanin tendría que haber hecho un acuerdo
con los autores materiales, y dicho acuerdo no se demostró. La Sala de Apelaciones,
sin embargo, consideró que de acuerdo con los precedentes de la Segunda Guerra
Mundial, la doctrina de empresa criminal conjunta era perfectamente aplicable en
casos de gran escala, donde los autores materiales no han acordado la ejecución de
los crímenes con los líderes. Según lo expuesto por la Sala de Apelaciones, cuando los
miembros de la empresa criminal conjunta usan a sus subordinados como herramien-
tas para cometer los crímenes, estos crímenes hacen parte de la empresa.754
La apelación de la defensa en el caso “Krajišnik” tuvo que ver con múltiples deter-
minaciones de hecho y de derecho de la Sala de Primera Instancia, incluyendo cier-
tos asuntos puntuales de la aplicación de la responsabilidad por participación en una
empresa criminal conjunta, y el fundamento de esta doctrina en el derecho internacional
Ibídem.
754
IT-00-39-A, asunto Fiscal vs. Momcilo Krajišnik, sentencia proferida el 17 de marzo de 2009 por la Sala de
755
El caso “Martic” trata sobre el liderazgo de una entidad con circunstancias análogas a
la Republika Srpska. Se trató de la República de la Krajina Serbia (RKS), ubicada en
Croacia, en la zona fronteriza con Bosnia y Herzegovina en la región de Dalmacia, al
oeste del país. Milan Martic fue jefe de policía de la municipalidad de Knin, secretario
de Asuntos Internos, ministro de Defensa, subcomandante de la Defensa Territorial,
ministro del Interior, y finalmente, presidente de la RKS.
Este caso siguió un patrón similar al de los casos bosnios. Así, la acusación contra Milan
Martic tiene mucho en común con aquella que se hizo contra líderes como Brdanin
y Krajišnik. Martic fue acusado de contribuir a una empresa criminal conjunta cuyo
objetivo era la expulsión de no serbios de una región que ocupaba aproximadamente
un tercio de Croacia. A través de su contacto cercano con las autoridades de la RKS y
luego su autoridad como jefe de policía, la Sala encontró que había contribuido al plan
común. Martic fue condenado como autor de crímenes de guerra y crímenes de lesa
humanidad en la región de Knin, además de ser responsable por ordenar el bombardeo
de Zagreb en 1995.
Kosovo es una región considerada de vital importancia para los serbios. El centro de
la religión católica ortodoxa de Serbia se encuentra en Kosovo, específicamente en el
monasterio ubicado en Pec (o Peja, por su nombre albanés). En la Constitución de Yu-
goslavia de 1974, Kosovo y Vojvodina fueron establecidas como provincias autónomas
756
IT-05-87-T, asunto “Fiscal vs. Milan Milutinovic y otros”, sentencia proferida el 26 de febrero de 2009 por la
Sala de Primera Instancia del TPIY.
757
Una visión crítica acerca de esta intervención de la OTAN contra Yugoslavia se encuentra en: Mangas Martin,
A., “Instrumentalización de Naciones Unidas y ausencia de control de sus actos”, en La paz y el derecho internacio-
nal. III Encuentro Salamanca, Madrid: Sistema, 2005, p. 331.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
520
dentro de la República de Serbia, lo cual los nacionalistas serbios siempre vieron como
una afrenta a la integridad y dignidad de Serbia y a la igualdad entre las repúblicas
miembros de la República Federal. Dentro del ideal de la “Gran Serbia”, que puede con-
siderarse como uno de los precursores de las guerras de los Balcanes, estaba la completa
incorporación de Kosovo a Serbia.
Fue con esta finalidad que el gobierno nacionalista de la RFY y de Serbia comenzó a
recortar su autonomía. En respuesta, algunos nacionalistas albaneses en 1996 formaron
el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). Surgió un conflicto armado entre las fuer-
zas serbias y el ELK, el cual fue aumentando en intensidad. La respuesta armada de la
RFY y Serbia no se dirigió únicamente a derrotar militarmente al ELK, sino a “limpiar
étnicamente” a Kosovo, con el fin de mantener mayorías serbias en el área y así anexar
por completo la provincia y su gobierno a los intereses serbios.
Según la Fiscalía del TPIY, este plan fue orquestado por Slobodan Milosevic, quien
fue acusado de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad en Kosovo, junto con
otros líderes serbios. En el año 2000, luego de perder las elecciones, el nuevo gobierno
lo arrestó y lo entregó al tribunal en La Haya. Milosevic murió antes de finalizar su
juicio. Sin embargo, el TPIY logró traer bajo su custodia a seis líderes subordinados a
Milosevic.758 Éstos fueron:
Ibídem.
758
El caso Milutinovic fue el primer “megajuicio” ante el TPIY, en que seis líderes de alto
perfil comparecieron ante una sola Sala de Primera Instancia del tribunal, a responder
acusaciones de participación en una empresa criminal conjunta. Este caso ilustra las
complejidades de las estructuras jerárquicas en casos de atrocidad masiva. Las jerarquías
no funcionan de una manera absolutamente vertical, ni de acuerdo con las reglas for-
males preestablecidas.
En 1999 la RFY estaba constituida por las dos repúblicas de Serbia y Montenegro.759 La
RFY tenía competencia en defensa y seguridad, y por lo tanto el Ejército Yugoslavo (VJ,
por sus siglas en serbo-croata) era un órgano federal. Sin embargo, cada república tenía
su propia fuerza de policía, y así el Ministerio de Asuntos Internos (MUP, por sus siglas
en serbo-croata) hacía parte del gobierno republicano de Serbia. Tanto la RFY como
las repúblicas miembros estaban constituidas como regímenes parlamentarios, por lo
cual sus respectivos presidentes eran apenas jefes de Estado con pocas competencias
formales según sus Constituciones.
En este contexto, el TPIY tuvo que desentrañar la verdadera autoridad que tenía cada
uno de los acusados. Por un lado, existía el liderazgo político de la RFY. Éste se con-
formaba principalmente por el presidente, Slobodan Milosevic, quien sin embargo
era apenas un jefe de Estado. El jefe de gobierno, en cambio, era el primer ministro
Momir Bulatovic, a la vez que el viceprimer ministro fue el acusado Nikola Sainovic.
Según la Constitución de la RFY, el primer ministro encabezaba el gobierno. Pero los
hechos demuestran que así no funcionaba la jerarquía política de la RFY. Milosevic
era el “hombre fuerte” del gobierno y el líder carismático de los serbios. Así, Bulatovic
era uno de sus fieles seguidores, y Sainovic seguía órdenes directas de Milosevic. En la
sentencia de primera instancia, el TPIY reconoce que Sainovic era el representante de
Milosevic para todos los asuntos de Kosovo ante la comunidad internacional y ante el
liderazgo de los kosovares albaneses. El liderazgo militar también funcionaba a nivel fe-
deral. El funcionamiento del VJ era gobernado por un Consejo Supremo de Defensa,
conformado por los presidentes de ambas repúblicas y presidido por el presidente de
la RFY. El presidente ejecutaba las decisiones del Consejo, y a la vez las transmitía al
jefe del Estado Mayor del VJ. En el caso de Kosovo, el comandante militar fue el gene-
ral Dragoljub Ojdanic, a quien estaba subordinado el general Nebojsa Pavkovic, quien
a su vez era el superior de Vladimir Lazarevic, quien comandaba los Pristina Corps,
presentes en Kosovo.760 Según las reglas formales, el Consejo Supremo de Defensa toma-
ría decisiones colectivas, y los subordinados al general Ojdanic seguirían sus órdenes. No
obstante, en el juicio se demostró que Milosevic tomaba las decisiones unilateralmente
759
Sobre la guerra en Kosovo se recomienda la lectura del siguiente texto: Jiménez Morell, I., Informe sobre el
conflicto y la guerra de Kosovo, Madrid, Agapea, 2009.
760
Sobre el tema, ver Durán A., Para entender el conflicto kosovar, Madrid, Agepea, 2009.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
522
El presidente de Serbia era Milan Milutinovic, quien contaba con pocas competencias
formales.761 El primer ministro era Mirko Marjanovic. A su vez, el ministro de Asuntos
Internos era Vlajko Stojiljkovic. Sreten Lukic y Vlastimir Dordevic estaban subordina-
dos a Stojiljkovic. Sin embargo, los líderes de policía participaban en un cuerpo cole-
giado conocido como el Mando Conjunto para Kosovo, conformado por miembros del
VJ y la Policía, y presidido por Nikola Sainovic.
La Sala encontró que hubo una empresa criminal conjunta, pero determinó que algunos
de los acusados no fueron parte de ella; particularmente, Milan Milutinovic, Dragoljub
Ojdanic y Vladimir Lazarevic, teniendo en cuenta la evidencia sobre su conocimiento y
su contribución al plan común.
La empresa criminal conjunta es derivada por el TPIY del verbo “cometer” contenido
en el artículo 7.1 del estatuto. Para la Sala de Apelaciones las personas que son conside-
radas como “autores” no pueden estar limitadas a quienes materialmente cometen los
761
IT-05-87-T, asunto “Fiscal vs. Milan Milutinovic y otros”, sentencia proferida el 26 de febrero de 2009 por la
Sala de Primera Instancia del TPIY.
762
Bantekas I. & Nash S., International Criminal Law, Londres, Routledge Cavendish, 2003, p. 34.
crímenes. Por el contrario, el estatuto “no excluye los casos en los cuales varias personas,
que persiguen un fin común, emprendan la comisión de un acto criminal que luego es
ejecutado, bien sea éste concertado por esas personas, o por algunos miembros de ese
grupo de personas”. Según esta doctrina, todos los miembros de una empresa crimi-
nal conjunta pueden ser catalogados como coautores del crimen. La jurisprudencia del
TPIY requiere para estos fines: 1) una pluralidad de personas, 2) un plan común, y 3) la
contribución para cometer el crimen.
Tal como se explica en el caso “Tadic”,763 hay tres formas de empresa criminal conjunta:
la básica, la sistemática y la extendida764. Difieren en cuanto al mens rea de la persona
que contribuye al plan común. En la forma básica, todos los participantes comparten la
intención de cometer el crimen y prestan sus respectivas contribuciones con esta inten-
ción. En la forma sistemática existe un sistema de maltrato, y la persona es responsable
por contribuir intencionalmente con aquél (por ejemplo, un guardia en un campo de
concentración). En la forma extendida, los participantes son responsables por los crí-
menes que eran una consecuencia previsible del plan común, incluso si inicialmente
no hacían parte de dicho plan. Esta última modalidad introduce una especie de dolo
eventual en la responsabilidad por contribución a una empresa criminal conjunta.
Sin embargo, el caso Milutinovic demuestra que la sanción penal es una consecuencia
de la contribución individual voluntaria de cada miembro del grupo, y no simplemente de
la existencia del plan común. Lo que se sanciona no es la membresía en un grupo que
comete un crimen, sino la contribución dolosa a él, actuando en tanto que miembro
de la organización. Aunque la responsabilidad por empresa criminal conjunta no requiere
una contribución esencial o indispensable, sí precisa una contribución significativa al plan
común. Por esta razón fue absuelto Milan Milutinovic, quien a pesar de ser nominal-
mente la cabeza de la organización estatal responsable por los crímenes de guerra y de lesa
humanidad en Kosovo, no fue hallado responsable penalmente de ellos.
763
Asunto “Fiscalía vs. Tadic”, caso núm. IT-94-1-A, sentencia del 15 de julio de 1999. Una visión crítica acerca
de algunas de las afirmaciones planteadas en esta sentencia se encuentra en: Cassese, A., “The proper limits of
individual responsability under the doctrine of join criminal Enterprise”, en JICJ, 2007, pp. 109-133.
764
Una explicación detallada acerca de las tres formas de empresa criminal conjunta se encuentra en: Van Slie-
dregt, E., The criminal responsability of individuals for violations of International Humanitarian Law, La Haya:
TMC, 2003, pp. 94-105.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
524
El TPIY ha justificado la empresa criminal conjunta como una forma de autoría “firme-
mente establecida en el derecho consuetudinario”. Las objeciones contra la validez de
dicha afirmación pueden ser resumidas en la siguiente crítica de Bantekas y Nash:
Por un lado, es inaceptable para un tribunal penal la creación ex novo de una cons-
trucción jurídica que es desfavorable al acusado, especialmente cuando no está pre-
vista explícitamente en su estatuto. En segundo lugar, es igualmente inaceptable
que el tribunal fundamente la validez de esta construcción jurídica en derecho con-
suetudinario declarado judicialmente, que en sí mismo está basado en jurispruden-
cia dispersa de la Segunda Guerra Mundial, durmiente durante la guerra Fría, ¡que
de repente se encuentra despierta!765
En tal sentido, la costumbre, como fuente de derecho internacional, requiere: 1) una prác-
tica general, uniforme y reiterada, y 2) opinio juris, demostrando que dicha práctica es
llevada a cabo por un sentimiento de obligatoriedad.766 La Sala de Apelaciones derivó una
regla de derecho consuetudinario de pronunciamientos judiciales en y ante los tribunales
militares establecidos por las potencias aliadas en la Segunda Guerra Mundial, pero no
demostró una práctica generalizada que justificara la regla que estaba proponiendo.
765
Bantekas, I. y Nash, S., International Criminal Law, Londres, Routledge Cavendish, 2003, p. 33 (traducción
del autor).
766
Corte Internacional de Justicia, “North Sea Continental Shelf (Germany/Netherlands & Denmark)”, en ICJ
Reports, 1969, p. 3.
767
Las CECC fueron establecidas por medio de una ley interna de Camboya con jurisdicción para enjuiciar a los
más responsables por los crímenes ocurridos durante la dictadura del Khmer Rouge en Camboya (1975-1979),
aplicando disposiciones de derecho penal internacional y derecho penal camboyano.
768
Extraordinary Chambers in the Courts of Cambodia, Pre-Trial Chamber, Co-Prosecutors v. Ieng Tirith
et al., “Decision on the Appeals Against the Co-Investigative Judges Order on Joint Criminal Enterprise (JCE)”, 20
de mayo de 2010.
769
El artículo 2.1 establece que “[c]omete delito en el sentido del presente convenio quien por el medio que
fuere, directa o indirectamente, ilícita y deliberadamente, provea o recolecte fondos con la intención de que se
utilicen, o a sabiendas de que serán utilizados, en todo o en parte, para cometer: […]” (énfasis añadido).
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
526
esa convención lo único que hace es establecer un nuevo delito (financiación del te-
rrorismo), y no hay indicación alguna de que los autores de ese tratado internacional
hubieran pretendido codificar el derecho consuetudinario sobre formas de autoría en
crímenes internacionales. De cualquier manera, si las modalidades de autoría y partici-
pación contenidas en convenciones internacionales sobre determinados delitos fueran
una indicación en este sentido, la existencia de una miríada de convenciones posteriores
a los juicios de Núremberg, sin la modalidad de empresa criminal conjunta,770 llevaría a
la conclusión de que esta forma de autoría no está soportada por el derecho internacio-
nal consuetudinario.
En ese sentido se podría ir más lejos que la opinión de las CECC, y afirmar que la
empresa criminal conjunta realmente no tiene, en ninguna de sus acepciones, soporte
en el derecho consuetudinario. La materia prima usada por el TPIY para demostrar la
práctica y la opinio juris consiste en un conjunto de pronunciamientos judiciales por
tribunales militares después de la Segunda Guerra Mundial. Esto constituye entonces
una práctica efectuada por los países aliados victoriosos en esa guerra. La falta de repre-
sentatividad de esas instancias judiciales, e incluso del Tribunal Militar Internacional
de Núremberg, fue señalada por el propio TPIY en la sentencia de primera instancia en
“Tadic”, al afirmar:
770
Ver, a manera de ejemplo, Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, art. III (incluye
el delito de “asociación para cometer genocidio” pero no una “asociación para cometer otro crimen, con la conse-
cuencia previsible de que se cometa genocidio”); Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes, art. 4 (criminaliza “todo acto de cualquier persona que constituya complicidad o
participación en la tortura”, dejando al derecho penal nacional la definición de “complicidad” y “participación”);
Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas, art. 6
(codifica la responsabilidad del superior, pero no hace lo mismo para la empresa criminal conjunta).
771
Para consultar la influencia del derecho penal internacional en el derecho interno de los Estados Unidos, en
materia de empresa criminal conjunta, ver: Sanders, A., “New frontiers in the ATS: conspiracy and join criminal
enterprise liability after Sosa”, en Journal of International Criminal Justice, 2007, pp. 620 y ss.
tipo en ser establecido por las Naciones Unidas. Los tribunales militares internacio-
nes de Núremberg y Tokio, sus predecesores, fueron multinacionales en su natura-
leza, representando apenas una parte de la comunidad internacional.
El segundo grupo de objeciones tiene que ver con el principio de culpabilidad indivi-
dual. Según estas objeciones, ciertas aplicaciones de la doctrina de la empresa criminal
conjunta van más allá de la conducta individual de la persona, y terminan sancionando
a la persona por la mera pertenencia en un grupo.772
Ver, por ejemplo, Marston, A. y Martínez, J., “Guilty Associations: Joint Criminal Enterprise, Command
772
Responsibility, and the Development of International Criminal Law”, en California Law Review, vol. 93,
2005, p. 77.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
528
La primera extensión ha sido hecha de forma gradual por las distintas Salas del TPIY.
Hoy en día un recuento de los componentes de la responsabilidad por empresa cri-
minal conjunta incluye una lista de aquellos elementos que no son necesarios probar.
Así, en el caso “Milutinovic”, la Sala de Primera Instancia aclaró que: 1) las personas
que forman parte de una empresa criminal conjunta no tienen que estar organizadas
en una estructura militar, política o administrativa de ninguna clase; 2) no es necesa-
rio un acuerdo explícito para la comisión del crimen, éste puede ser implícito; 3) el
acuerdo no tiene que ser previo, éste puede materializarse de manera espontánea; 4)
el acusado no tiene que estar físicamente presente al momento de los hechos para que
se determine su responsabilidad; y 5) la contribución del acusado al plan común debe
ser significativa, mas no necesaria. En este último punto, la Sala reconoce que ese es-
tándar es mucho más bajo que el existente para la complicidad (aiding and abetting),
pues esta última forma de participación exige una colaboración dirigida a cometer el
crimen. En la empresa criminal conjunta apenas se requiere una ‘“contribución sig-
nificativa” al “plan común’”. Adicionalmente, la Fiscalía tampoco tiene que probar 6)
que cada uno de los miembros de la empresa criminal conjunta compartía la misma
intención de cometer el crimen.
Todas estas aclaraciones relajan la carga que la Fiscalía lleva en un juicio ante el TPIY.
Varios de los elementos de la empresa criminal conjunta en la práctica se terminan
La segunda extensión se dio con ocasión del caso “Brdanin”. En ese asunto la Sala de Pri-
mera Instancia destacó la diferencia entre casos como “Tadic”, en que el objetivo común
consistía en la comisión de uno o varios actos determinados durante un lapso corto, y
un caso de gran escala como el de Radoslav Brdanin. En este asunto, así como en aquellos
de liderazgo que le siguieron, al acusado se le imputaba su contribución a una empresa
criminal conjunta con una membresía grande e indeterminada, con un objetivo de gran
escala como la expulsión de la población croata y musulmana de la región de Krajina, y
en un lapso relativamente largo. Para la Sala de Primera Instancia, la empresa criminal
conjunta no era la modalidad de responsabilidad más apropiada en esta variedad de
casos. La Sala de Primera Instancia, adicionalmente, descartó la aplicabilidad de la em-
presa criminal conjunta, pues determinó que para la existencia de ésta se requería que
los autores materiales fueran parte de ella. En otras palabras, cada uno de los soldados,
policías y paramilitares tendrían que haber acordado la comisión de todos los crímenes
con Radoslav Brdanin y los demás líderes serbo-bosnios.
Esta extensión permite imputar los crímenes de un subordinado a todos los miembros
de la empresa criminal conjunta, si se prueban los demás elementos para la responsa-
bilidad penal individual. En “Brdanin” la Sala de Apelaciones advirtió que la impu-
tación de los crímenes del subordinado al superior sería un asunto a ser determinado
“caso por caso”, y se abstuvo de señalar parámetros generales para realizar esta imputa-
ción. Posteriormente, en el caso “Krajišnik”, la Sala de Apelaciones señaló varios “facto-
res indicativos”, tales como:
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
530
Esta enunciación no taxativa provee un estándar bastante más laxo que el aplicable a la
autoría mediata (véase tema VII), usado por varios tribunales en América Latina y por
la CPI. El TPIY no ha precisado con más exactitud qué se entiende por “utilizar” a un
subordinado, a efectos de imputación a través de una empresa criminal conjunta. En
su estado actual, la doctrina de la empresa criminal conjunta no define cómo debe ser
el vínculo entre el miembro del grupo que lleva a cabo el plan común, y el autor mate-
rial.773 Lo anterior presenta la posible desventaja de ampliar el ámbito de la imputación
a los líderes de manera que uno de ellos podría ser “autor” de los crímenes cometidos
por una persona, que fue “instigada” por otro líder a cometerlos. El resultado en ese caso
sería absurdo, pues para ser autor se estaría estableciendo un vínculo mucho más tenue
entre el crimen y la persona responsable, que aquel requerido —por ejemplo— para ser
un cómplice o un instigador.
773
Simhon, Jacques, La responsabilidad penal del dirigente en los delitos cometidos a través de aparatos organizados
de poder, 2010 (en prensa).
La Sala de Apelaciones revocó la condena de Krajišnik por esos “nuevos crímenes”, por
falta de prueba de los elementos necesarios para determinar que ellos fueron incluidos
dentro del plan común. Sin embargo, la Sala sostuvo que, en principio, sería posible
para una Sala de Primera Instancia condenar a un acusado por crímenes dentro de una
empresa criminal conjunta que se expande a lo largo del tiempo, siempre que se probara:
¿Encontró la Sala de Primera Instancia cómo y cuándo los delitos expandidos fue-
ron incluidos en el objetivo común de la empresa criminal conjunta?
La Sala de Apelación observa que la Sala de Primera Instancia concluyó que los
delitos de desplazamiento forzado y deportación eran los objetivos iniciales de la
empresa criminal conjunta y que Krajišnik compartió la intención de cometerlos
desde el inicio de aquélla. Concluyó también que otros delitos expandidos fueron
incluidos a la empresa criminal conjunta, después de que los miembros líderes de la
misma fueron informados de su ocurrencia, y persistieron en la implementación del
objetivo común, y por ende, terminando por tener la intención de cometer los delitos
expandidos. Como consecuencia de esto, la Sala de Primera Instancia encontró a
Krajišnik responsable bajo la categoría 1 de empresa criminal conjunta por la comi-
sión de los delitos expandidos después de que éstos hicieron parte de ésta.
La Sala de Apelación señala que para imputar responsabilidad a los miembros líderes
de la empresa criminal conjunta, incluyendo a Krajišnik, por los delitos expandidos, la
Sala de Primera Instancia debe examinar: 1) si los miembros líderes de la empresa cri-
minal conjunta estaban informados de los delitos, 2) si no hicieron nada para prevenir
su ocurrencia y si persistieron en la implementación del objetivo común, y 3) cuándo
los delitos expandidos se entienden incorporados al objetivo común.
Finalmente, una cuarta extensión proviene del TESL775. Este tribunal híbrido usó ex-
tensivamente la jurisprudencia del TPIY en su propia actividad judicial. En el caso del
774
Ver una visión crítica sobre la empresa criminal conjunta en Ohlin, J. D., “Three conceptual problems with the
doctrine of join criminal enterprise”, en Journal of International Criminal Justice, 2007.
775
A efectos de analizar la manera como el TESL ha manejado la figura de la empresa criminal conjunta, se puede
consultar el siguiente texto: Oosterveld, V., “Special Court for Sierra Leone trial and appeals chamber judgments
on attacks against peacekeepers, recruitment of child soldiers and other inhumane acts”, en AJIL, vol. 104, enero
de 2010, pp. 74-80.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
532
La cuestión que debe ser determinada en esta apelación tiene que ver con la natu-
raleza requerida en el plan, designio u objetivo común. La jurisprudencia de tri-
bunales penales internacionales indica que el objetivo criminal que subyace a una
empresa criminal conjunta puede derivarse, no sólo del objetivo último, sino tam-
bién de los medios contemplados para lograr ese objetivo. El objetivo y los medios
para lograrlo constituyen el plan o designio común.
[…] [L]a Sala de Apelaciones concluye que el requisito según el cual el plan, desig-
nio o propósito de una empresa criminal conjunta debe ser inherentemente crimi-
nal significa que debe tener como objetivo la comisión de un crimen contemplado
en el estatuto, o contemplar la comisión de un crimen como el medio para lograr
el objetivo.777
Así, en el caso del AFRC, los acusados no pudieron valerse de la defensa de que su obje-
tivo consistía en acceder al poder político en Sierra Leona. Dado que dicho objetivo fue
planeado mediante la comisión de crímenes internacionales, el acuerdo para llegar a él
constituyó una empresa criminal conjunta.
776
El AFRC fue un gobierno de facto establecido brevemente por el militar golpista Johnny Paul Koroma.
777
Tribunal Especial para Sierra Leona, Sala de Apelaciones, “Fiscal vs. Brima, Kamara y Kanu”, Caso SCSL-
2004-16-A, sentencia del 22 de febrero de 2008, párrs. 76-80.
778
Unos comentarios interesantes acerca del caso “Fiscal vs. Bemba” se encuentran en: Van der Vyver, J., “Interna-
tional Criminal Court pretrial decision on burder of proof and mens rea in prosecutions under the ICC Statute”,
en AJIL, vol. 104, abril de 2010, pp. 241-247.
2.3.1. La empresa criminal conjunta como herramienta que permite combatir los
fenómenos de macrocriminalidad
La empresa criminal conjunta fue una figura muy empleada en el TPIY y seguida por
la jurisprudencia de otros tribunales ad hoc, como el TPIR y el TESL. Sin embargo,
no fue acogida como forma primordial de responsabilidad por la CPI, que adoptó una
diferenciación entre autor y partícipe basada en el dominio del hecho, y por ende la re-
legó a la categoría de “forma residual de participación”, a la cual se recurriría de manera
subsidiaria a las demás formas de autoría y participación.
779
La doctrina especializada también la ha criticado. Ver al respecto, Schabas, W., “Mens rea and the Internatio-
nal Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia”, en NELR, 2003, pp. 1015-1032; Doria, J., “The relationship
between complicity modes of liability and specific intent crimes in the law and practice of the ICTY”, en The
legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden, Martinus
Nijhoff, 2009, pp. 142-159.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
534
Es esa realidad la que probablemente es mejor capturada por la empresa criminal con-
junta que por la autoría mediata. Como se ilustra en el caso “Milutinovic”, en un mismo
caso había diversos niveles de jerarquía, y diversas competencias en pugna (federal y re-
publicana), de manera que sería muy difícil en ese caso determinar que uno u otro actor
tenía el “dominio del hecho” sobre los crímenes cometidos en Kosovo. En tal caso, sería
muy difícil señalar a cualquiera de los seis individuos señalados como culpables, como el
“hombre de atrás” en un esquema de autoría mediata. La única posible excepción sería
el presidente Slobodan Milosevic, quien muy probablemente habría sido encontrado
responsable por la integridad de los crímenes cometidos en Kosovo. Sin embargo, sus
subordinados en los diversos niveles sólo podrían llegar a ser calificados como cómpli-
ces, con la posible excepción del general Pavkovic.
La empresa criminal conjunta categoriza a todos los miembros del grupo como auto-
res, pero permite una graduación de la pena dependiendo de la intensidad de la con-
tribución al plan común. Así, la pregunta para imputar responsabilidad y asignar una
pena, siempre será: “¿qué tanto contribuyó el acusado al plan común?”. En contraste,
la autoría mediata se pregunta de manera binaria: “¿tenía el acusado el dominio del
hecho?”. Si la respuesta es negativa, el acusado no puede ser tenido como autor, y podrá
ser considerado como cómplice. Así, mientras que la empresa criminal conjunta puede
ser criticada por incluir en una sola categoría a muchas personas que bajo cánones
tradicionales no podrían ser tenidas como autores, la autoría mediata tiene el defecto
opuesto de excluir de la autoría a muchas personas cuyo grado de contribución mere-
cería una calificación mayor de aquélla de “cómplice” o “determinador”. En suma, la
empresa criminal conjunta se pregunta sobre asuntos de grado, mientras que la autoría
mediata obliga a examinar la responsabilidad de manera apodíctica. Sin embargo, la
realidad rara vez es apodíctica.
ser tenido como autor. Tal es el caso de los delitos sexuales en muchos casos. La violencia
sexual normalmente no es ordenada desde lo más alto de la jerarquía de las organizacio-
nes militares y paramilitares, pero es un hecho ampliamente conocido que la violación
y otras formas de abuso sexual son utilizadas como herramientas de guerra contra hom-
bres y mujeres del bando contrario. Faltaría a la realidad una descripción de la violación
como una actuación anómala en el funcionamiento del aparato organizado de poder.
Es por eso, precisamente, que en el caso “Kunarac”780 el TPIY consideró que la violación
y la esclavitud sexual contra las mujeres de la localidad de Foca en Bosnia y Herzego-
vina tenían un nexo suficiente con la campaña de persecución llevada a cabo contra los
bosnios musulmanes en esa zona, para considerarlos como crímenes de lesa humanidad.
La violencia sexual no es un asunto por el cual deban ser responsabilizados únicamente
los autores materiales. La Sala de Primera Instancia en el caso “Furundzija” hizo pa-
tente esta consideración al sostener que el acusado, Anto Furundzija, era responsable
de violación en calidad de cómplice por haber estado presente y dar apoyo moral, como
superior jerárquico de la persona que violó a la víctima.
Los miembros de una empresa criminal conjunta que apoyan el plan común, con la conse-
cuencia previsible del uso de la violencia sexual como arma de guerra, deberían ser tenidos
como responsables bajo la tercera modalidad de esta forma de autoría. La Sala de Primera
Instancia en el caso “Milutinovic” fue muy exigente en materia de la prueba de previsibili-
dad para la violencia sexual, por lo cual ninguno de quienes fueron encontrados culpables
en calidad de autores lo fueron por los crímenes sexuales en Kosovo. Esto fue objeto de
crítica por el juez Chowhan, quien consideró:
Algunos comentarios interesantes sobre el asunto “Fiscal vs. Kunarac” se encuentran en Ascensio, H. y Mai-
780
son, R., “L’activité des tribunaux pénaux internationaux”, en AFDI, 2002, p. 385.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
536
En tal sentido, resultaría equivocado, por ejemplo, tratar de equipararla, o incluso com-
pararla, con tipos penales del derecho interno, tal y como sucedería, en el caso colom-
biano, con el delito de concierto para delinquir agravado. En efecto, existen notorias
diferencias entre ambas figuras, como lo muestra el siguiente cuadro:
Los planteamientos de los autores de este capítulo coinciden, grosso modo, con aquellos que expresaron los
781
magistrados que salvaron su voto en la sentencia C-936 de 2010, M. P.: Luis Ernesto Vargas Silva.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
538
Espectro de - Algunos
�������������������������
crímenes interna- Sólo crímenes internacionales
crímenes que cionales (genocidio, desapa- (genocidio, crímenes de lesa
comprende rición forzada de personas, humanidad y de guerra).
tortura y desplazamiento
forzado).
- Delitos comunes (homicidio,
terrorismo; tráfico de drogas
tóxicas, estupefacientes o
sustancias psicotrópicas; se-
cuestro, secuestro extorsivo,
extorsión, enriquecimiento
ilícito, lavado de activos o
testaferrato y conexos, o fi-
nanciamiento del terrorismo
y administración de recursos
relacionados con actividades
terroristas, entre otros).
Penas - Concierto para delinquir La simple empresa criminal
simple: prisión de cuarenta y conjunta no se sanciona. Se
ocho (48) a ciento ocho (108) castiga son los delitos per-
meses. petrados por quienes hacen
parte de ella, de conformidad
- Concierto para delinquir con las penas que consagren
agravado: prisión de ocho los respectivos instrumentos
(8) a dieciocho (18) años y internacionales.
multa de dos mil setecientos
(2.700) hasta treinta mil
(30.000) salarios mínimos
legales mensuales vigentes.
- Agravante del concierto para de-
linquir: aumento en la mitad.
Como se puede observar, realmente son numerosas las diferencias existentes entre el
delito de concierto para delinquir agravado y la empresa criminal conjunta, en tanto
forma de intervención en la comisión de un crimen internacional.
Artículo 3º
Pero entonces, ¿en qué consiste realmente esa “asociación para cometer genocidio” pre-
vista en la convención de 1948?, y, ¿de qué manera ha entendido la jurisprudencia penal
internacional tal figura? Al respecto, el asunto “Fiscal vs. Musema”,783 fallado el 27 de
enero de 2000 por la Sala de Primera Instancia del TPIR, resulta ser bastante ilustra-
tivo. Veamos.
782
Sobre este aspecto puede ser consultado: Ohlin, J. D., “Incitement and conspiracy to commit genocide”, en
The UN Genocide Convention. A commentary, Oxford, Oxford University, 2009, p. 214.
783
TPIR-96-13-A, asunto “Fiscal vs. Musema”, sentencia proferida el 27 de enero de 2000 por la Sala de Primera
Instancia del TPIR.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
540
Inicia la Sala por examinar las razones por las cuales los Estados decidieron, en
1948, incluir la figura de la asociación para cometer genocidio:
Esta prevención podría exigir tener como punibles ciertos actos que, en sí mis-
mos, no constituyen genocidio, por ejemplo, algunos actos materiales prepara-
torios del genocidio, un acuerdo o una asociación en vista de cometerlo, o una
propaganda sistemática incitando al odio, y, por esa vía, capaz de conducir al
genocidio.
[…]
[…]
A renglón seguido, la Sala profundizó en las diferencias existentes entre los sistemas
jurídicos de tradición anglosajona y aquellos románico-continentales, en punto al
examen del fenómeno de la asociación para delinquir. En palabras de los jueces
internacionales:
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
542
[…]
Basada en las anteriores consideraciones, la Sala concluye: “La Sala considera que el
crimen de asociación de cometer genocidio es sancionable, incluso si no ha seguido
de efecto, es decir, aun en el caso en que la infracción principal, en el caso concreto
el genocidio, no haya sido realizado”.
Así las cosas, para el caso específico de la asociación para cometer genocidio, la juris-
prudencia penal internacional ha estimado que es posible que se cometa tal crimen
por el simple hecho de concertarse para la comisión de aquél, sin que se requiera
que, en la práctica, un genocidio sea perpetrado. A renglón seguido, la Sala se pre-
gunta si un acusado puede ser sancionado, a la vez, por la comisión de un genocidio
y de la asociación para ello. Por tanto, la Sala examina las diferencias existentes entre
los sistemas anglosajones y continental europeos:
No se trata tanto de saber si los mismos elementos de prueba pueden ser uti-
lizados dos veces para arribar a múltiples condenas, sino de determinar si, por
su misma naturaleza, se llegaría a ver en la asociación una infracción formal,
reprimida a título preventivo, accesoria a la infracción principal y desprovista
de toda razón de ser propia que le permita existir, como tal, al margen de la
infracción principal. Siguiendo tal opinión, una vez la infracción principal se
encuentra consumada, nada justifica, a partir de entonces, la represión del cri-
men perpetrado.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
544
Al respecto, Van Sliedregt explica que en los Acuerdos de Londres la conspiracy era una forma de participar
784
en la comisión de crímenes de lesa humanidad. Ver al respecto: Van Sliedregt, E., The criminal responsability of
individuals for violations of International Humanitarian Law, La Haya, TMC, 2003, p. 18.
Así pues, los distintos textos internacionales que tipifican los crímenes de lesa
humanidad traen, de igual manera, una regulación sobre las formas de inter-
vención penal en éstos, sin que se confundan tipos penales con formas de parti-
cipación en ellos. Veamos las diferencias en el siguiente cuadro:
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
546
Así pues, en los diversos y principales instrumentos que conforman el derecho penal
internacional, el delito de concierto para delinquir agravado no es considerado un cri-
men de lesa humanidad, ni tampoco se le puede confundir con las diversas formas de
intervención penal estipulado en ellos.
2.5. Bibliografía
Ambos, K., La parte general del derecho penal internacional. Bases para una elaboración
dogmática, Bogotá, Temis, 2006.
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
548
Bantekas, I.; Nash, S., International Criminal Law, Londres, Routledge Caven-
dish, 2003.
Cassese, A. “The proper limits of individual responsability under the doctrine of join
criminal enterprise”, en JICJ, 2007.
Don Stuart, B. A., Canadian Criminal Law: a treatise, Canadá, Carswell, 1995.
Doria, J. “The relationship between complicity modes of liability and specific intent
crimes in the law and practice of the ICTY”, en The legal regime of the International
Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden: Martinus Ni-
jhoff, 2009.
Marston, D.; Martínez, J., “Guilty Associations: Joint Criminal Enterprise, Com-
mand Responsibility, and the Development of International Criminal Law”, en Califor-
nia Law Review, vol. 93, p. 77, 2005.
Mettraux, G., International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford
University, 2005.
Ohlin, J. D., “Three conceptual problems with the doctrine of join criminal enter-
prise”, en Journal of International Criminal Justice, 2007.
Oosterveld, V., “Special Court for Sierra Leone trial and appeals chamber judg-
ments on attacks against peacekeepers, recruitment of child soldiers and other inhu-
mane acts”, en AJIL, vol. 104, enero de 2010.
Sanders, A., “New frontiers in the ATS: conspiracy and join criminal enterprise liabi-
lity after Sosa”, en Journal of International Criminal Justice, 2007.
__., The UN International Criminal Tribunals. The Former Yugoslavia, Rwanda and
Sierra Leone, Cambridge, Cambridge University, 2006.
Schabas, W. “Mens rea and the International Criminal Tribunal for the Former Yu-
goslavia”, en NELR, 2003.
Van der Vyver, J. “International Criminal Court pretrial decision on burder of proof
and mens rea in prosecutions under the ICC Statute”, en AJIL, vol. 104, abril de 2010.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
IT-94-1-A, asunto “Fiscal vs. Dusko Tadic”, sentencia proferida el 15 de julio de 1999
por la Sala de Apelaciones.
b. TPIR
c. CECC
Tema VIII. Responsabilidad penal individual y empresa criminal conjunta (joint criminal enterprise)
550
d. TESL
SCSL-2004-16-A, Sala de Apelaciones, asunto “Fiscal vs. Brima, Kamara y Kanu”, sen-
tencia del 22 de febrero de 2008.
e. CIJ
CIJ, asunto “North Sea Continental Shelf (Germany/Netherlands & Denmark)”, ICJ
Reports, 1969.
f. CSJ
Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal (2008), asunto “Torre-
grosa Castro”, rad. 29.472, auto del 10 de abril.
Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal (2009), asunto “Salvador
Arana Suss”, rad. 32.672, sentencia del 3 de diciembre.
Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal (2010), asunto “García
Romero”, rad. 32.805, sentencia del 23 de febrero.
Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal (2010), rad. 33.118,
asunto “César Pérez García”, providencia del 13 de mayo.
g. CSJ de Argentina
CSJ de Argentina, sentencia del 24 de agosto de 2004, asunto “Arancibia Clavel”, causa
núm. 259.
2.5.3. Documentación
Radicado: TPIR-96-4-T. Asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”. Sentencia proferida el
2 de septiembre de 1998 por la Sala de Primera Instancia.
486) El parágrafo 3º del artículo 6º del estatuto trata sobre la responsabilidad penal
del superior jerárquico, o responsabilidad del comandante. Ese principio, que en-
cuentra su origen en el principio de responsabilidad penal individual tal y como se
aplicó por las jurisdicciones de Núremberg y Tokio, fue posteriormente codificado
en el artículo 86 del Protocolo adicional I a los convenios de Ginebra del 8 de junio
de 1977.
488. Las interpretaciones relativas al mens rea exigidas para constituir la respon-
sabilidad del superior jerárquico divergen. Algunos sostienen que ella emana de
una norma de responsabilidad objetiva, es decir, que el superior es penalmente res-
ponsable de actos cometidos por sus subordinados, sin que sea necesario probar
que el superior se encontraba animado por una intención delictiva. Otros, por el
contrario, consideran que una negligencia patente, a tal punto que se le asimila a
un consentimiento o a una intención delictiva, es al menos requerida. Así, los “Co-
mentarios a los protocolos adicionales del 8 de junio de 1977 a los cuatro convenios
de Ginebra del 12 de agosto de 1949” indican que el artículo 86 del Protocolo
adicional I requiere para comprometer la responsabilidad penal del superior que:
552
Aquella sea de tal gravedad que equivale a una intención criminal, sin perjuicio
de otros elementos constitutivos del delito o del vínculo de causalidad entre el
comportamiento imputado y el daño causado. La clarificación de ese elemento
es fundamental, ya que es precisamente sobre el aspecto intencional que se es-
tructura en los convenios el sistema de sanciones penales en caso de infracción
grave, e incluso en derecho penal en el dominio de las infracciones por omisión
en general como en aquel de las infracciones por negligencia.785
489. La Sala considera que conviene efectivamente recordar que el elemento sub-
jetivo requerido como componente constitutivo de todo delito es la intención cri-
minal, y que, cuando se trata de evaluar la responsabilidad penal individual de una
persona acusada de crímenes, tales como aquellos de competencia del tribunal, sean
el genocidio, los crímenes contra la humanidad y las violaciones del artículo 3º co-
mún a los convenios de Ginebra y al Protocolo adicional II, conviene ciertamente
asegurarse acerca de la existencia de una intención delictiva o, por lo menos, de
una negligencia tan flagrante que se asimile a un consentimiento o incluso a una
intención delictiva.
Pilloud, Claude, “Commentaries sur les Protocoles Additionnels du 8 juin de 1977 aux Conventios de
785
Conviene, sin embargo, anotar el salvamente de voto del juez Röling, en desacuerdo
con la anterior conclusión, y quien consideró que Hirota debía haber sido absuelto.
Tratándose del principio de responsabilidad del superior jerárquico aplicado a un
dirigente civil, el juez Röling consideró:
491) La Sala constata, pues, que la aplicación del principio de responsabilidad pe-
nal individual, consagrado en el artículo 6.3 a los civiles, resulta ser controversial.
En tal contexto, la Sala considera que conviene evaluar, caso por caso, el poder de la
autoridad efectivamente acordada al acusado, a fin de decidir si este último tiene el
poder de imponer todas las medidas necesarias y razonables para impedir la comi-
sión de actos imputados o de punir a los autores de éstos.
10. En relación con el primer punto sobre el cual el colega de los tres jueces de la
Sala de Apelaciones concluyó que el recurso interlocutorio planteaba una cuestión
válida, los apelantes presentaron numerosos argumentos sosteniendo, en esencia,
que la Sala de Primera Instancia estaba equivocada al respecto, en la medida en que:
11. En relación con la primera cuestión, dos puntos de derecho no son discutidos.
Se trata, en primer lugar, del principio según el cual los autores de las violaciones
graves al derecho internacional humanitario durante un conflicto armado interno
son considerados responsables, a título individual, a la luz del derecho internacio-
nal consuetudinario; la conclusión de la Sala de Apelaciones sobre ese punto en
el asunto “Tadic” relativo a la competencia, sigue siendo uno de los principales
precedentes invocados. En segundo lugar, a la época de los hechos, el principio de
la responsabilidad del superior jerárquico hacía parte integral del derecho inter-
nacional consuetudinario aplicable a los conflictos armados internacionales. Las
partes se oponen, sin embargo, en cuanto a saber si ese principio se aplica, en tanto
que parte integral del derecho internacional consuetudinario, a un conflicto ar-
mado interno.
12. Para examinar esa cuestión, la Sala de Apelaciones sabe que se equivocaría al
considerar que todas las normas del derecho internacional consuetudinario apli-
cables en el caso de un conflicto armado internacional lo son igualmente, ipso
facto, en el caso de un conflicto armado interno. En particular, no ignora que para
concluir que un principio hace parte del derecho internacional consuetudinario,
debe estar convencida de que la práctica de los Estados reconocía ese principio,
por cuanto éste funda la opinio iuris. Sin embargo, la Sala considera igualmente
que cuando se puede demostrar que un principio se encuentra establecido, nada
se opone a que se aplique a una situación dada, incluso si se trata de una nueva
situación, a condición de que aquélla se vincule al ámbito de aplicación de ese
principio. Además, para determinar si un principio hace parte del derecho inter-
nacional consuetudinario y, llegado el caso, sus condiciones de aplicación, la Sala
de Apelaciones puede seguir, como lo hace usualmente, las decisiones proferidas
anteriormente por el tribunal.
13. El artículo 3º común a los convenios de Ginebra de 1949, desde hace tiempo
reconocido como integrante del derecho internacional consuetudinario, prohíbe la
comisión de ciertos actos en el ámbito de un conflicto armado interno. En el asunto
“Tadic”, relativo a la competencia, la Sala de Apelaciones concluyó que “el derecho
internacional consuetudinario impone una responsabilidad penal por las violacio-
nes graves al artículo 3º común, completado por otros principios y reglas generales
sobre la protección de las víctimas de los conflictos armados internos, y por los
atentados contra ciertos principios y reglas fundamentales relativas a los medios y
métodos de combate en los conflictos civiles”. Además, en la época de los hechos
del caso concreto, el derecho internacional consuetudinario incluía la noción de
Así mismo, el artículo 43.1 del Protocolo adicional I de 1977 a los convenios de
Ginebra prevé que “las Fuerzas Armadas de una parte en el conflicto se componen
de todas las fuerzas, grupos y unidades armadas y organizadas que se ubican bajo
un mando responsable de la conducción de sus subordinados ante esa parte […]”.
15. Sucede otro tanto para los conflictos armados internos. La noción de mando
responsable hace parte integral de la prohibición de cometer ciertos actos en el
marco de un conflicto armado interno, estipulado en el artículo 3º común a los con-
venios de Ginebra de 1949. Enumerando las condiciones a examinar para determi-
nar si existía “un conflicto armado que no presentaba un carácter internacional”, en
el sentido de esa disposición, el Comentario del CICR alude con autoridad, de una
parte rebelde que posea “una fuerza militar organizada, una autoridad responsable
de sus actos, actuando sobre un territorio determinado y que posea los medios para
respetar y hacer respetar el convenio”. El artículo 1º, parágrafo 1º del Protocolo adi-
cional II a los convenios de Ginebra, menciona igualmente a las “Fuerzas Armadas
de una parte contratante y de las Fuerzas Armadas disidentes o de grupos armados
organizados que, bajo la conducción de un mando responsable, ejerzan sobre una
parte de su territorio un control tal que les permita llevar a cabo operaciones mili-
tares continuas y concertadas […]”.
17. Es cierto que en el plano interno la mayoría de Estados no han adoptado una
disposición previendo una responsabilidad penal de los superiores jerárquicos, a
partir de un mando responsable ejercido en el marco de un conflicto armado in-
terno. Pero no es menos cierto que, en el ámbito internacional, aquéllos han acep-
tado que en derecho internacional consuetudinario algunos aspectos pertinentes
del derecho internacional (incluida la noción de responsabilidad del superior je-
rárquico) regulan la conducción de un conflicto armado interno, incluso si resulta
cierto que todos los aspectos del derecho internacional no le resultan aplicables.
En lo que concierne a esos aspectos pertinentes, resulta indiscutible que una fuerza
militar comprometida en un conflicto armado interno se encuentra organizada y,
en consecuencia, ubicada bajo la conducción de un mando responsable. Salvo indi-
cación en contrario, los jueces deben interpretar la práctica de los Estados y la opinio
iuris correspondientes (relativas a la condición que exige que una fuerza militar se
encuentre organizada), en su sentido ordinario, a saber, que la organización militar
implica un mando responsable y que éste comporta, a su turno, una responsabilidad
del superior jerárquico.
19. Los apelantes afirman que el derecho internacional se desarrolló para regular las
relaciones entre Estados sobre la base de la reciprocidad y que la responsabilidad del
superior jerárquico por los actos cometidos en el curso de un conflicto armado interno
20. Así las cosas, el hecho de que un crimen de guerra esté a punto de ser perpetrado
o lo haya sido en el curso de un conflicto armado interno, poco importa desde el
punto de vista de la responsabilidad del superior jerárquico: tal elemento no con-
cierne más que al crimen propiamente dicho y no a la responsabilidad del superior.
La responsabilidad de un superior jerárquico depende de sus obligaciones en tanto
que jefe de las tropas que constituyen una fuerza militar organizada ubicada bajo su
mando, y no del contexto preciso en el cual un determinado acto ha sido cometido
por uno de los miembros de esa fuerza militar.
[…]
23. La Sala de Apelaciones reconoce que existe una diferencia entre las nociones
de mando responsable y responsabilidad del superior jerárquico. Esa diferencia se
refiere a que la noción de mando responsable se interesa por las obligaciones que
se vinculan con la idea de comando, mientras que la noción de responsabilidad
del superior jerárquico apunta a aquella que deriva de un desconocimiento de esas
obligaciones. Sin embargo, como se ha mostrado, los elementos constitutivos de la
responsabilidad del superior jerárquico derivan de aquellos del mando responsable.
[…]
[…]
661. Existe una gran variedad de evidencia proveniente de personal militar inter-
nacional que confirma que el personal del SRK era competente y sujeto al control
de la cadena de mando, acorde con ejércitos correctamente regulados. El personal
concluyó que, tanto los disparos de francotiradores, así como los bombardeos co-
metidos por el SRK, estaban bajo el control estricto de la cadena de comando, par-
tiendo de la observación de ataques militares coordinados lanzados sobre la ciudad
de Sarajevo de manera precisa, la rápida implementación de acuerdos de cese al
fuego, las amenazas de ataques materializadas o el tipo de armas usadas. La Sala de
Primera Instancia se encuentra convencida de que el personal del SRK se hallaba
bajo un mando y control militar normal.
663. La Sala de Primera Instancia concluye que el acusado, general Galić, coman-
dante del Cuerpo Romanija Sarajevo, tenía un control efectivo sobre las tropas del
SRK en su zona de responsabilidad.
[…]
702. En primer lugar, existe una gran variedad de evidencia creíble y precisa que
demuestra que el general Galić fue informado personalmente sobre la actividad cri-
minal en la que se había involucrado el SRK. Las respuestas del acusado a las quejas
705. La Sala de Primera Instancia comprueba que el general Galić, más allá de toda
duda razonable, tenía pleno conocimiento de la actividad de los francotiradores
y bombardeos ilícitos que estaban teniendo lugar en la ciudad de Sarajevo y sus
alrededores.
[…]
720. En relación con el deber del general Galić de investigar y sancionar a los perpe-
tradores de los crímenes, la Sala de Primera Instancia constata que el acusado tenía
la capacidad material de asegurar la disciplina militar entre sus tropas. Consecuen-
temente, la falla del general Galić de prevenir o sancionar las conductas ilícitas de
sus subordinados no puede derivarse de una falta de capacidad de hacer respetar las
leyes del conflicto armado debido a las exigencias de la guerra.
721. No hay evidencia de que tropas del SRK fueran investigadas o sancionadas por
apuntar de forma ilícita a civiles.
[…]
275. La Sala de Apelaciones consideró que “los jefes militares u otros pueden ser
tenidos como responsables de actos de sus subordinados, es un principio bien es-
tablecido en el derecho convencional y consuetudinario”. Esta regla se aplica en el
marco de conflictos armados tanto internacionales como internos. De acuerdo a la
jurisprudencia del tribunal, tres condiciones deben ser cumplidas para que la res-
ponsabilidad penal en el sentido del artículo 7.3 del estatuto sea establecida:
2) El acusado sabía o tenía razones para saber que un crimen estaba a punto de
cometerse o había sido cometido, y
Una “influencia apreciable” sobre los subordinados no basta para cumplir con el
criterio del control efectivo requerido por el derecho consuetudinario para tomar
un superior como penalmente responsable. Un superior revestido de una autori-
dad de iure que no ejerza un control efectivo sobre sus subordinados, no puede
ver su responsabilidad penal comprometida aplicando la teoría de responsabilidad
del superior jerárquico, mientras que un superior de facto que no fue oficialmente
nombrado o encargado, pero que ejerce un control efectivo sobre los autores de
crímenes, puede ver su responsabilidad penal comprometida.
277. En todos los casos, y en particular cuando se alega que el acusado fue miembro
de órganos colectivos dentro de los cuales la autoridad se dividía entre varios miem-
bros, “conviene evaluar caso por caso el poder de autoridad efectivamente dado al
acusado a fin de decidir si tenía el poder de imponer todas las medidas necesarias y
razonables para impedir que se cometieran los actos por los cuales se le incriminan
o de castigar los autores”786 teniendo en cuenta el efecto de conjunto de las diferen-
tes funciones ejercidas por el acusado.
279. Por último, hay que establecer que el superior jerárquico omitió tomar las me-
didas necesarias y razonables para impedir o castigar los crímenes cometidos por
sus subordinados. Las medidas que un superior debe tomar son sólo aquellas que
están dentro de su poder, es decir, aquellas que está en la capacidad material de
Asunto “Fiscalía vs. Ignace Baglishema”, caso TPIR- 95-1-A-A, sentecia del 3 de julio de 2003.
786
adoptar. Esta obligación impone al menos investigar los crímenes, establecer los
hechos y transmitir un reporte a las autoridades competentes, si el superior no
tiene competencia, por su cuenta, para imponer las sanciones. No se espera que
un superior haga lo imposible. Sin embargo, debe tomar las medidas que razona-
blemente deberían adoptarse en esas circunstancias, incluyendo aquellas que no
hacen referencia a los poderes de los cuales está oficialmente investido. Lo que po-
drían ser estas medidas es un asunto de prueba y no de derecho sustancial. Cuando
el acusado sabía o tenía razones para saber que sus subordinados estaban a punto
de cometer crímenes, y no los impidió, no puede aliviar su falta de acción casti-
gando a sus subordinados después de ocurridos los hechos.
280. A pesar del lugar central que ocupa el principio de causalidad en el derecho pe-
nal, la necesidad de un vínculo causa-efecto no se considera tradicionalmente como
la condición sine qua non para que se genere la responsabilidad penal de un superior
que no impidió que sus subordinados cometieran infracciones o no los castigó. No
es por lo tanto necesario que la falta de acción del superior jerárquico haya sido la
causa de la perpetración del crimen.
281. El artículo 7.3 se aplica a los dirigentes militares y civiles, hayan sido elegidos o
autoproclamados, desde que quede establecido que ejercían sobre sus subordinados
el control efectivo requerido. Como es el caso para los superiores militares, los su-
periores civiles no ven comprometida su responsabilidad en virtud de la teoría de la
responsabilidad del superior jerárquico, más que si mantenían una relación de sub-
ordinación, así fuera indirecta. La prueba de que el superior era solamente una per-
sona influyente no basta, pero puede ser tomada en cuenta, entre otros elementos,
para apreciar la autoridad de un superior jerárquico civil. Sin embargo, el concepto
de control efectivo de los superiores civiles difiere en el sentido en que el poder de
sanción debe ser interpretado en un sentido amplio. No se puede esperar de una
autoridad civil que detente un poder disciplinario equivalente al que dispondrían
las autoridades militares, encontrándose en una posición análoga de mando. Para
concluir que un superior civil ejerce un control efectivo sobre sus subordinados,
basta que, de acuerdo a su posición dentro de la estructura jerárquica, tenga el de-
ber de transmitir reportes sobre todo crimen cometido y que, teniendo en cuenta
su posición, sea probable que sus reportes generen la apertura de una investigación
o aplicación de medidas disciplinarias, incluso penales. En el contexto de un con-
flicto armado, sucede frecuentemente que los dirigentes civiles ejercen poderes más
importantes que aquellos por los que fueron oficialmente investidos. En este caso,
un poder de facto puede coexistir con un poder de iure, y puede aun, revestir una
283. Los superiores civiles están sometidos a las mismas obligaciones que los supe-
riores militares de impedir que sus subordinados cometan crímenes o de castigar
a los autores de éstos. Habida cuenta del poder efectivo que ejercían de iure o de
facto, conviene examinar si podían pedir a las autoridades competentes la adopción
de medidas.
284. Si, en ciertos casos, un acusado puede ser declarado culpable por el mismo
cargo tanto en aplicación del artículo 7.1 como por el artículo 7.3 del estatuto,
en otros la Sala de Primera Instancia ha decidido no declarar culpable al acusado
más que por una de esas formas de responsabilidad, incluso cuando se encuentra
convencida de que las condiciones jurídicas para la declaración de la otra se hallan
igualmente reunidas. En tales casos, la Sala de Primera Instancia ha declarado cul-
pable al acusado en razón de la forma de responsabilidad que, según ella, era la más
característica de la conducta del acusado.
285. Las disposiciones del artículo 7.1 y aquellas del artículo 7.3 del estatuto se
refieren a dos modalidades de responsabilidad distintas. Así, en relación con un cargo
determinado, no habrá lugar a declarar al acusado culpable, a la vez, a partir del ar-
tículo 7.1 y el artículo 7.3 del estatuto. Cuando en un cargo la responsabilidad del
acusado es cuestionada sobre la base de esos dos artículos y las condiciones jurí-
dicas necesarias para cada uno de ellos se encuentren reunidas, la Sala de Primera
Instancia deberá pronunciar una declaración de responsabilidad sobre la base del
artículo 7.1 y tomar en cuenta la ubicación del acusado en la jerarquía como una
circunstancia agravante.
790. Para que un comandante sea responsable por los crímenes de sus subordinados
bajo el derecho internacional consuetudinario, debe haberse establecido más allá de
la duda razonable que:
2) El superior sabía o tenía razón para saber que el acto criminal estaba a punto
de cometerse o que había sido cometido, y
[…]
En tercer lugar, es preciso establecer que el superior no tomó las medidas necesarias
y razonables para impedir que sus subordinados cometieran crímenes o para san-
cionarlos. Las medidas que se le exigen al superior son aquellas que se encuentran
“bajo su poder”; en otras palabras, aquellas que se encuentran dentro de sus “capa-
cidades materiales”. Un superior no está obligado a lo imposible. Sin embargo, tiene
el deber de adoptar las medidas posibles, teniendo en cuenta las circunstancias, in-
cluidas aquellas que no son de su competencia. Así, en algunas circunstancias, un
superior puede desprenderse de su responsabilidad de prevenir y sancionar, dando
aviso a las autoridades competentes. Por último, cuando un superior sabía o tenía
razones para saber que su subordinado estaba a punto de cometer un crimen y no
tomó las medidas necesarias y razonables para impedirlo, no puede librarse de res-
ponsabilidad imponiendo sanciones sólo después del delito.
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contextos de los casos
Al menos 2000 tutsis fueron asesinados en Taba entre el 7 de abril y junio de 1994. Aka-
yesu no impidió las masacres, ni solicitó ayuda a las autoridades regionales o nacionales
para hacerle frente a éstas.
Las personas desplazadas de sexo femenino vivían bajo un miedo constante y su condi-
ción física y psicológica se deterioró luego de los actos de violencia sexual, la sevicia y
los asesinatos. De igual manera, ocho refugiados y cinco profesores fueron asesinados.
Durante el juicio la defensa alegó que no se le podía exigir al acusado que se convirtiera
en un héroe, y que al igual que el burgomaestre de Mugina, sacrificara su vida tratando
de evitar las masacres. Agregó que si ni siquiera el general Dallaire, quien disponía de
2.500 hombres, fue capaz de evitar el genocidio, mucho menos lo podía hacer Akayesu,
quien no contaba sino con 10 agentes de policía. De igual manera, negó cualquier par-
ticipación del acusado en los actos de violencia sexual.
En cuanto a los asesinatos de los refugiados y los profesores, la defensa alegó que se con-
taba con un único testimonio de cargo.
Por su parte, el asunto “Fiscal vs. Stanislav Galic” tiene como contexto la ciudad de
Sarajevo, capital de la recién independizada República de Bosnia-Herzegovina, la cual
fue sitiada desde marzo de 1992 hasta febrero de 1996 por las fuerzas del Ejército de
la República Srprska (VRS) y el Ejército Popular de Yugoslavia, quienes emprendieron
una campaña de extrema violencia e intimidación contra los civiles, en su mayoría de
etnia bosnia.
El general Galic fue comandante del Cuerpo Romanija Sarajevo, perteneciente al Ejér-
cito de los Bosnios Serbios (VRS), desde septiembre de 1992 hasta el 10 de agosto de
1994. Durante este período condujo una estrategia que consistió, primero, en ubicar
francotiradores cuyo blanco era deliberadamente la población civil, y segundo, en atacar
con proyectiles edificios y reuniones civiles, todo esto con el propósito de aterrorizar a
la población civil.
Por lo anterior, la Fiscalía lo acusó por ataques contra civiles y terrorismo, como actos
contrarios a la ley y a las costumbres de guerra (artículo 3º del estatuto del tribunal), y
por asesinato y actos inhumanos como actos en contra de la humanidad (artículo 5º del
estatuto del tribunal).
Los ataques a civiles son analizados como violaciones a la ley y a las costumbres de gue-
rra tras satisfacer “las cuatro condiciones Tadic”. En primer lugar, constituyen una vio-
lación al derecho internacional humanitario (Protocolo adicional I, artículo 51.2, y II,
artículo 13.2). En segundo lugar, pertenece al derecho consuetudinario aplicable a todos
los conflictos, así como a tratados suscritos por las partes en conflicto, en particular
el Acuerdo del 22 de mayo que comprometía a las partes a proteger a los civiles de las
hostilidades. Tercero, en tanto que violación a los protocolos adicionales I y II, consti-
tuía una violación grave con graves repercusiones en las víctimas, y por último, supone
responsabilidad penal individual.
La responsabilidad del general Galic se determinó, una vez demostrados los hechos que
configuraban los delitos de terrorismo, actos inhumanos y asesinato, puesto que con-
taba con un control efectivo sobre el Cuerpo Romanija Sarajevo, tuvo conocimiento
de las acciones delictivas que sus subordinados estaban llevando a cabo en la ciudad y
se abstuvo deliberadamente de imponer sanciones, respondiendo a una estrategia de
aterrorizar a los civiles.
Por su parte, en el asunto “Fiscal vs. Radoslav Brdanin” se tiene que éste se desempeñó
como un hombre político, de primer plano, en la Región Autónoma de Krajina (la
RAK), llegando a ocupar el cargo de primer vicepresidente de la Asamblea de la RAK,
presidente de la Célula de Crisis, ministro de Obras Públicas y, finalmente, vicepresi-
dente interino de la República Srpska.
Dentro de ese contexto, la acusación alegó que, cuando se evidenció que Bosnia-Herzego-
vina (BiH) declararía su independencia de la República Socialista Federal de Yugoslavia,
el Partido Democrático Serbio (SDS) comenzó con la creación de una entidad serbia dis-
tinta dentro de la BiH. El 16 de septiembre de 1991 la asociación de municipios de Bo-
sanska Krajina se transformó en Región Autónoma de Krajina (la RAK). Una asamblea
de serbios de Bosnia-Herzegovina (asamblea del pueblo serbio de Bosnia Herzegovina),
distinta, se estableció el 24 de octubre de 1991, dominada por el SDS. El 9 de enero de
1992 esta Asamblea proclamó la República Serbia de Bosnia Herzegovina.
Los dirigentes del SDS consideraban que las importantes poblaciones musulmanas y
croatas de Bosnia que vivían en las zonas geográficas reivindicadas como parte de la
República Serbia de Bosnia Herzegovina constituían un obstáculo importante a la crea-
ción del Estado proclamado y que como tal había que acabar definitivamente con tales
poblaciones, es decir, proceder a una limpieza étnica de las zonas en cuestión.
De igual forma, a partir de 1991, los dirigentes de los nacionalistas serbios de Bosnia
(sobre todo el SDS) de la RAK, alimentaron y difundieron una propaganda presen-
tando a los musulmanes y croatas de Bosnia como fanáticos, con intención de cometer
un genocidio en contra del pueblo serbio de BiH.
Por otra parte, la acusación alegó que el 19 de diciembre de 1991 el SDS publicó ins-
trucciones relacionadas con la “organización y la actividad de instituciones del pueblo
serbio en Bosnia-Herzegovina en circunstancias excepcionales”, estableciendo un plan
para la toma de los diversos municipios por sus propios miembros. Así mismo, la acusa-
ción alegó que, a partir de marzo de 1992, el ejército, los grupos paramilitares, la defensa
territorial, las unidades de Policía y los civiles armados por estas fuerzas (colectivamente,
las fuerzas serbias de Bosnia), tomaron el control de los municipios de la RAK.
La acusación alegó igualmente que las células de crisis fueron creadas a escala regional
y municipal para desempeñar el papel de órganos de coordinación y ejecución de lo
esencial de la fase operacional del plan tendiente a la limpieza étnica de la República
Serbia de Bosnia-Herzegovina, así como a la toma de la administración de las regiones
y municipios. El 5 de mayo de 1992 la creación de la Célula de Crisis de la RAK, que
tenía como presidente al acusado, fue anunciada. El 26 de mayo de 1992 la Célula de
Crisis de la RAK se proclamó órgano de autoridad suprema de la RAK y declaró que sus
decisiones tenían fuerza obligatoria para todas las células de crisis municipales. Bajo la
orden de Radovan Karadzic, presidente de la República Serbia de Bosnia Herzegovina,
las células de crisis fueron rebautizadas como presidencias de guerra, y después, comi-
siones de guerra.
La Fiscalía alegó que, en mayo de 1992, la Asamblea del Pueblo Serbio de Bosnia-Her-
zegovina se reunió y que el acusado estaba presente en esta sesión durante la cual fue
tomada la decisión de crear el Ejército de la República Serbia de Bosnia Herzegovina
(la VRS), lo que tuvo como efecto transformar las unidades del Ejército del Pueblo
Yugoslavo (la JNA), aún acantonadas en Bosnia-Herzegovina, en elementos de la nueva
VRS. Esta última conservó estrechos lazos con la JNA (en ese entonces conocida bajo el
nombre de VJ- Ejército de la República Federal de Yugoslavia, o RFY).
era penalmente responsable en virtud del artículo 7.3 del estatuto, por los actos come-
tidos por sus subordinados en los momentos en el que él fue su superior jerárquico (crí-
menes cometidos por las células de crisis municipales o por las Fuerzas Armadas bajo
el control de dirigentes serbios de Bosnia y para las cuales las células de crisis brindaron
un apoyo logístico).
Radoslav Brdanin fue condenado a treinta años de prisión por la comisión de crímenes
contra la humanidad (persecución, tortura, actos crueles e inhumanos, desplazamiento
forzado y expulsión), así como por crímenes de guerra (destrucción de bienes civiles y
daños deliberados a sitios religiosos).
Finalmente, el asunto “Blagojevic” tiene como contexto el ataque contra el enclave mu-
sulmán de Srebrenica. En efecto, alrededor del 6 de julio de 1995 las Fuerzas Armadas
de la República de Srpska (VRS) empezaron un ataque contra el “área segura” de Sre-
brenica. El ataque continuó hasta el 11 de julio, cuando las fuerzas de VRS entraron al
pueblo de Srebrenica en Bosnia-Herzegovina. La Fiscalía alega que en los días siguien-
tes al ataque las Fuerzas Armadas de VRS forzaron el desplazamiento fuera del enclave,
a mujeres y niños bosnios musulmanes de Srebrenica, y capturaron y ejecutaron suma-
riamente, y enterraron, a cerca de 7.000 hombres bosnios musulmanes pertenecientes
al enclave de Srebrenica.
La responsabilidad penal de los superiores militares por no haber evitado que sus su-
bordinados cometieran crímenes internacionales o haberlos sancionado por la perpe-
tración de éstos, fue el fundamento para condenar a varios jefes militares al término de
la Segunda Guerra Mundial, tales como Yamashita.787
Schabas, William A., An Introduction to the International Criminal Court, Cambridge University, Cambridge
787
UK, p. 112. Sobre el caso “Yamashita” se recomienda ver: Van Sliedregt, E., The criminal responsability of indi-
viduals for violations of International Humanitarian Law, La Haya, TMC, 2003, p. 120, y Garraway, Ch., “The
doctrine of command responsibility”, en The legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of
Professor Igor Blishchenko, Lieden, Martinus Nijhoff, 2009, pp. 705 y ss.
1) Las altas partes contratantes y las partes en conflicto deberán reprimir las infrac-
ciones graves y adoptar las medidas necesarias para hacer que cesen todas las demás
infracciones de los convenios y del presente protocolo que resulten del incumpli-
miento de un deber de actuar.
3) El hecho de que la infracción de los convenios o del presente protocolo haya sido
cometida por un subordinado no exime de responsabilidad penal o disciplinaria,
según el caso, a sus superiores, si éstos sabían o poseían información que les permi-
tiera concluir, en las circunstancias del momento, que ese subordinado estaba co-
metiendo o iba a cometer tal infracción y si no tomaron todas las medidas factibles
que estuvieran a su alcance para impedir o reprimir esa infracción.
1) Las altas partes contratantes y las partes en conflicto exigirán que los jefes mi-
litares, en cuanto se refiere a los miembros de las Fuerzas Armadas que están a sus
órdenes y a las demás personas que se encuentren bajo su autoridad, impidan las
infracciones de los convenios y del presente protocolo y, en caso contrario, las repri-
man y denuncien a las autoridades competentes.
2) Con el fin de impedir y reprimir las infracciones, las altas partes contratantes y
las partes en conflicto exigirán que los jefes, según su grado de responsabilidad, to-
men medidas para que los miembros de las Fuerzas Armadas bajo sus órdenes ten-
gan conocimiento de las obligaciones que les incumben en virtud de lo dispuesto en
los convenios y en el presente protocolo.
3) Las altas partes contratantes y las partes en conflicto obligarán a todo jefe que
tenga conocimiento de que sus subordinados u otras personas bajo su autoridad van
a cometer o han cometido una infracción de los convenios o del presente protocolo,
a que se tomen las medidas necesarias para impedir tales violaciones de los conve-
nios o del presente protocolo y, en caso necesario, promueva una acción disciplina-
ria o penal contra los autores de las violaciones.
Estatuto de Roma
Estatuto TPIY Estatuto TPIR de la CPI
Estatuto de Roma
Estatuto TPIY Estatuto TPIR de la CPI
Norma 153. Los jefes y otros mandos superiores son penalmente responsables de
los crímenes de guerra cometidos por sus subordinados si sabían, o debían haber
sabido, que éstos iban a cometer o estaban cometiendo tales crímenes y no tomaron
todas las medidas razonables y necesarias a su alcance para evitar que se cometieran
o, si ya se habían cometido, para castigar a los responsables.788
En suma, hoy por hoy, los superiores militares, o quienes actúen como tales, se trate de
funcionarios públicos o de jefes de grupos armados, pueden ver comprometida su res-
ponsabilidad penal debido a su poder de comando, es decir, su competencia jurídica (de
iure) o fáctica (de facto), para influir, mediante la impartición de órdenes, en la conducta
de sus subordinados. De hecho, en la práctica puede suceder que, dadas las circunstan-
cias concretas, los poderes de iure resulten ser más amplios que los de facto.
Al igual que sucede con las autoridades militares, las civiles pueden igualmente ver com-
prometida su responsabilidad penal por actos perpetrados por sus subordinados, aun-
que tal espectro resulta ser más reducido, por cuanto deberá demostrarse que ejercen un
control equivalente al existente en el seno de las organizaciones de carácter castrense.789
Asimismo, en algunas ocasiones, los jueces penales internacionales han considerado que
esta forma de responsabilidad resulta aplicable incluso para organizaciones civiles de
carácter privado, dada la influencia y estructura jerarquizada de ellas. Así, por ejemplo,
en el asunto “Fiscal vs. Musema”, el TPIR790, en sentencia del 20 de enero de 2000, en-
contró responsable a un director de una procesadora de té por los crímenes cometidos
por sus subordinados, dadas las siguientes razones:
788
Henckaerts, J. M.; Doswald-Beck, L., Customary International Humanitarian Law, Cambridge, Cambridge
University, 2005.
789
Werle, G., Tratado de derecho penal Internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
790
Algunos comentarios interesantes acerca del caso “Fiscal vs. Musema” se encuentran en Van Sliedregt, E.,
The criminal responsability of individuals for violations of International Humanitarian Law, La Haya, TMC,
2003, p. 150.
La Sala se encuentra convencida, más allá de toda duda razonable, que Musema ejer-
cía una autoridad de iure sobre los empleados de la procesadora de té de Gisovu,
durante el tiempo en que se encontraban en los locales de aquélla, lugar donde lleva-
ban a cabo sus actividades, e incluso cuando ellas eran desarrolladas por fuera del es-
tablecimiento. La Sala advierte que Musema ejercía un control jurídico y financiero
sobre sus empleados, particularmente gracias a su poder de vincularlos y licenciarlos
de sus empleos en la procesadora. La Sala considera que, en virtud de tales poderes,
le era posible a Musema adoptar medidas apropiada contra un empleado, tales como
su desvinculación de su cargo, si se probaba que era autor de algún crimen previsto
en el estatuto. La Sala considera, igualmente que, merced a tales poderes, le era po-
sible al acusado adoptar las medidas necesarias para intentar impedir el empleo de
vehículos, uniformes y otros bienes de la empresa para la comisión de crímenes o
para sancionar a quienes hicieran tales empleos indebidos. La Sala está convencida,
más allá de toda duda razonable, de que Musema ejerció una autoridad de iure y un
control de facto sobre los empleados y los recursos de la procesadora de té.
Con todo, a diferencia de lo sucedido con los superiores militares, el control ejercido
por los civiles se encuentra mucho más limitado espacial y temporalmente, por cuanto
debe tratarse de actividades vinculadas con un determinado ámbito laboral.791
Al respecto, Werle793 explica las razones que condujeron a elaborar esta forma de res-
ponsabilidad en el derecho penal internacional:
791
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, p. 230.
792
Mettraux, G, International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford University, 2005, p. 297.
793
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, p. 227.
En suma, no basta con demostrar que el acusado era el superior jerárquico de quienes
cometieron los crímenes internacionales, por cuanto se debe demostrar que él ejercía
sobre éstos un control efectivo.794
En materia de responsabilidad del superior jerárquico militar, en los términos del ar-
tículo 28 del Estatuto de Roma, se exige probar que aquél “hubiere sabido o, en razón
de las circunstancias del momento, hubiere debido saber, que las fuerzas estaban come-
tiendo esos crímenes o se proponían cometerlos”.
En el caso “Delic”, la Sala de Primera Instancia precisó que el control efectivo no requiere que todas las ór-
794
denes sean seguidas por los subordinados. Cierto grado de autonomía e insubordinación no niega el control
efectivo. IT-04-83-T, asunto “Fiscal vs. Delic”, providencia proferida el 15 de septiembre de 2008 por la Sala de
Primera Instancia del TPIY.
Como se puede apreciar, el superior responde tanto en los casos en los cuales tuvo un co-
nocimiento directo de lo que estaba sucediendo (hubiere sabido), así como en aquellos
donde, dadas las circunstancias, se puede inferior que lo sabía o debía saberlo (concepto
de conocimiento inferido).
b) La clase de delitos.
Así las cosas, no se trata de responsabilizar penalmente al superior jerárquico por cua-
lesquiera actos perpetrados por sus subordinados, ni de pedirle lo imposible; de allí la
necesidad de probar la ocurrencia del elemento referido al conocimiento acerca de lo
que estaba sucediendo.
UN Doc.S/1994/674 (5 de mayo de 1994), “Final Report of the Commission of Experts for the Former
795
Yugoslavia Established pursuant to Security Council Resolution 780”, 1992, o Final Report of the Commission of
Experts for the Former Yugoslavia.
Al respecto, Ambos, siguiendo a Cassese, establece los siguientes criterios que, desde el
punto de vista subjetivo, orientan la responsabilidad de los superiores jerárquicos:
El superior (militar y no militar) sabía (knew) de los crímenes; se exige, por tanto, el
conocimiento efectivo en el sentido del dolus directus de segundo grado.
El superior (militar) “hubiese debido saber” de los crímenes (should have known); se
trata de un criterio de imprudencia.
En los términos del artículo 28 del Estatuto de Roma, los superiores militares respon-
den por no haber prevenido, pudiendo hacerlo, la perpetración de crímenes internacio-
nales por sus subordinados, al igual que por su omisión en castigar a aquellos que ya los
han perpetrado.
En algunos casos se exigirá que el superior jerárquico ejerza sus facultades disciplinarias
y sancionatorias; en otras, de llegar a carecer de aquéllas, por haber omitido poner el
asunto en poder las autoridades competentes. Al respecto, en el asunto “Boskoski”, la
Sala de Apelaciones determinó que era suficiente para un ministro remitir el asunto a
las autoridades competentes.
Ambos, K., La parte general del derecho penal internacional. Bases para una elaboración dogmática, Bogotá,
796
deliberadamente omitió detener el plan previsto por sus subordinados,797 como una
forma de participar en el delito, termina respondiendo es a título de coautor. Tampoco
se trata de la hipótesis en la cual el superior jerárquico instiga, ordena o planea junto con
sus subordinados la comisión de un crimen de competencia de la CPI, por cuanto en tal
caso estaríamos ante un caso de coautoría mediata.
Ver al respecto, Gutiérrez Posse, H., “The relationship between international humanitarian law and the
797
Por lo expuesto en esta sentencia, concluye la Corte que la ley 742 de 2002, por
medio de la cual se aprueba el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y
el correspondiente tratado, es constitucional.
Luego de analizar el contenido del Estatuto de Roma, la Corte encontró que algu-
nas de sus disposiciones establecen tratamientos diferentes a los previstos en nues-
tro ordenamiento constitucional, los cuales fueron expresamente autorizados por
el acto legislativo 2 de 2001, siempre que se refieran a materias sustanciales y éstas
surtan efectos exclusivamente dentro del ámbito de la materia regulada en el esta-
tuto. Entre dichas disposiciones se destacan:
[…]
Así las cosas, mientras que la responsabilidad del superior militar, en los términos del
artículo 28 del Estatuto de Roma, resulta aplicable en Colombia, en relación con aque-
lla de los superiores civiles se está ante un “tratamiento diferente”, aplicable entonces, así
como sucede por ejemplo con la imposición de la cadena perpetua “para los casos que
lleguen al conocimiento de la Corte Penal Internacional”. En otras palabras, la imputa-
ción a los superiores civiles, debido a no haber denunciado los crímenes internacionales
perpetrados por sus subordinados, es una figura aplicable únicamente en el ámbito de
competencia de la CPI, mas no en Colombia. De tal suerte que, una autoridad civil
podría ser enjuiciada ante la CPI por haber omitido controlar a sus subordinados, en los
términos y condiciones del artículo 28 del Estatuto de Roma de la CPI, pero dicho tí-
tulo de imputación no resultaría aplicable en Colombia, por cuanto, se insiste, estamos
en presencia de un “tratamiento diferente”.
1) La regulación del artículo 28 del Estatuto de Roma, en relación con las autorida-
des militares, ¿se aplica: 1) directamente; 2) debe ser reproducida en una ley; o 3)
resulta viable entender el Código Penal a la luz de la norma internacional? Intente-
mos aportar algunos elementos de respuesta a tales interrogantes.
Como punto de partida, se debe tener en cuenta que, hasta la fecha, la Corte no ha
afirmado que el artículo 28 del Estatuto de Roma haga parte del bloque de constitu-
cionalidad; simplemente, ha considerado que una parte de aquél se ajusta a la Carta
Política y que resulta aplicable en Colombia (responsabilidad de los superiores
militares), en tanto que la otra parte, si bien fue declarada exequible, consagra un
tratamiento diferente, aplicable sólo en el ámbito internacional (responsabilidad de
los superiores civiles).
Así las cosas, las normas self-executing se caracterizan por ser disposiciones comple-
tas, esto es, establecen de manera clara y expresa, bien sea: 1) un derecho subjetivo
en cabeza de un individuo; 2) un deber estatal; o 3) un título de imputación penal.
En tal sentido, considero que el artículo 28 del Estatuto de Roma de la CPI está
redactado de forma tan completa que realmente no precisa la adopción de una ley
interna que lo desarrolle, es decir, es una norma self-executing.
Riesenfeld, S., “The scope of U.S. control over the conclusion and operation of treaties”, en Parliamentary
798
participation in the making and operation of treaties: a comparative study, Netherlands, Nijhoff, 1994.
3) ¿Resulta viable sostener que todo superior jerárquico en Colombia debe respon-
der penalmente por los actos perpetrados por sus subordinados, a partir de una
norma consuetudinaria? La anterior pregunta surge de constatar que la regulación
de la responsabilidad del superior jerárquico tiene una doble fuente: convencional
y consuetudinaria. En cuanto a la primera, como se explicó, se encuentra en el Pro-
tocolo I de Ginebra de 1977 y en el artículo 28 del Estatuto de Roma; la segunda,
ha sido reconocida por la jurisprudencia del TPIY y por el CICR. Surge entonces
la pregunta: en materia de responsabilidad de los superiores civiles, si bien se consi-
deró por la Corte Constitucional que se estaba ante un “tratamiento diferente”, es
decir, una regulación sólo aplicable en el ámbito de la CPI, ¿se podría alegar, con
todo, que aquélla es invocable en Colombia en tanto que hace parte de una norma
consuetudinaria? La respuesta no es sencilla.
2.5. Bibliografía
Ambos, K., “Superior responsibility”, en The Rome Statute of the International Crimi-
nal Court. A commentary, Oxford: Oxford University, 2002.
Garraway, Ch., “The doctrine of command responsibility”, en The legal regime of the
International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden:
Martinus Nijhoff, 2009.
Mettraux, G., International crimes and the ad hoc Tribunals, Oxford, Oxford
University, 2005.
Van Sliedregt, E., The criminal responsability of individuals for violations of Interna-
tional Humanitarian Law, La Haya: TMC, 2003.
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.
2.5.2. Jurisprudencia
a) TPIY
b) TPIR
TPIR-96-4-T, asunto “Fiscal vs. Jean Paul Akayesu”, sentencia proferida el 2 de septiem-
bre de 1998 por la Sala de Primera Instancia.
c) Corte Constitucional
2.5.3. Documentación
Aspectos procesales
Tema I
28. El artículo 39 abre el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas y define
las condiciones de su aplicación:
[…]
588
[…]
29. ¿Cuál es la extensión, y llegado el caso, los límites a los poderes del Consejo de
Seguridad en los términos del artículo 39?
30. No resulta necesario, para los fines de la presente decisión, examinar previa-
mente la cuestión de los límites al poder discrecional del Consejo de Seguridad,
para decidir acerca de la existencia de una “amenaza contra la paz”, por dos razones.
La segunda razón, más específica para el asunto que nos interesa, es que el apelante
modificó su posición en relación con aquella que figura en su memorial presen-
tado ante la Sala de Primera Instancia. El apelante no controvierte más el poder del
Consejo de Seguridad para decidir acerca de si la situación en la antigua Yugoslavia
constituía una amenaza contra la paz ni la decisión propiamente dicha. Reconoce,
por lo demás, que el Consejo de Seguridad se encuentra “habilitado para atacar esas
amenazas… y adoptar las medidas apropiadas”. Pero continúa discutiendo acerca de
la legalidad y el carácter apropiado de las medidas seleccionadas para tal fin por el
Consejo de Seguridad.
[…]
¿Cuál es el artículo del capítulo VII que sirve de fundamento para la creación del
tribunal?
Resulta evidente que la creación del tribunal internacional no es una medida adop-
tada en virtud del artículo 42, ya que éste apunta a medidas de carácter militar que im-
plican el uso de la fuerza. Tampoco puede ser considerado una medida “provisional”,
en los términos del artículo 40. Esas medidas, como lo indica su denominación,
Tema I. Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para crear tribunales penales internacionales
590
tienen por objetivo actuar en cuanto “operación defensiva”, de generar un statu quo
o un “plazo de reflexión”, sin que ellas “prejuzguen en nada sobre los derechos, las
pretensiones o las posiciones de las partes interesadas” (artículo 40 de la Carta de
las Naciones Unidas). Se asemejan mucho más a una acción urgente de policía, más
que a una actividad de un órgano judicial fallando en justicia conforme a derecho.
Además, no siendo una medida coercitiva, según el texto del mismo artículo 40
(“antes de hacer recomendaciones o de decidir las medidas a adoptar conforme al
artículo 39”), esas medidas provisionales se encuentran sometidas a los límites del
artículo 2º, parágrafo 7º de la Carta, y la cuestión de su carácter obligatorio o de
recomendación es objeto de intensa controversia. Así pues, el tribunal no podría
haber sido creado basado en tales medidas.
De igual manera, planteó que las medidas previstas en el título del artículo 41 de-
ben ser aplicadas por los Estados miembros, lo cual no es el caso con la creación del
tribunal internacional.
El hecho de que los ejemplos no mencionen a las medidas judiciales se vincula con
el otro argumento, a saber, que el artículo no apunta a la aplicación de medidas ins-
titucionales directamente por las Naciones Unidas por intermedio de uno o varios
de sus órganos, como lo sugieren los ejemplos dados, sino únicamente a acciones
adoptadas por los Estados miembros, tales como las sanciones económicas (coor-
dinadas, eventualmente, por un órgano de la organización). Sin embargo, como se
mencionó, nada en ese artículo sugiere que las medidas se limiten a aquellas apli-
cadas por los Estados. El artículo prescribe únicamente las características que esas
medidas no pueden revestir. Nada dice, ni sugiere, aquello que deben ser.
Aunado a lo anterior, incluso un simple análisis literal del artículo indica que el
primer sujeto elemento de la primera frase comporta una prescripción muy gene-
ral, que puede conciliar, a la vez, una acción institucional y aquélla de los Estados
miembros. El segundo elemento de esa misma frase puede ser interpretado como
referente a una especie de esa amplia categoría de medidas a las cuales apunta la pri-
mera parte, pero no necesariamente la única, a saber, las medidas aplicadas directa-
mente por los Estados. Resulta claro igualmente que la segunda frase comienza con
“aquellas de allá” y no con “aquellas de acá” y es vinculada con las “especies”, mencio-
nadas en la segunda frase, antes que con el género al cual se alude en la primera frase.
36. Lógicamente, si la organización puede adoptar medidas que deben ser aplica-
das por intermedio de sus miembros, también puede, a fortiori, adoptar medidas
que pueda aplicar directamente por medio de sus propios órganos, de contar con
los recursos para ello. Sólo la ausencia de recursos obliga a las Naciones Unidas a
actuar por intermedio de sus Estados partes. Pero el hecho de que sean aplicadas
colectivamente hace parte de la esencia misma de las “medidas colectivas”. La acción
emprendida por los Estados miembros por cuenta de la organización no es más que
un último recurso. Igualmente es el caso del artículo 42, relativo a las medidas
que implican el uso de la fuerza armada.
TPIY. No. IT-94-1-AR72. Asunto “Fiscalía vs. Dusko Tadic”. Providencia del 2 de oc-
tubre de 1995, proferida por la Sala de Apelaciones, relativa a la apelación de la defensa
en relación con la excepción previa de falta de competencia.
¿La creación del tribunal internacional controvierte el principio según el cual los
tribunales deben ser “establecidos por la ley”?
41. El apelante sostiene que el derecho a que una acusación penal sea juzgada por
un tribunal establecido por la ley hace parte del derecho internacional en cuanto
sus “principios generales del derecho reconocidos por las naciones civilizadas”, una
de las fuentes del derecho internacional mencionadas en el artículo 38 del Estatuto
Tema I. Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para crear tribunales penales internacionales
592
42. Por las razones que serán expuestas, el apelante no convenció a la Sala de que las
condiciones enunciadas en esos tres convenios deban aplicarse, no solamente en el
contexto de los sistemas jurídicos nacionales, sino también en el ámbito de las ins-
tancias desarrolladas ante un tribunal internacional. La presente Sala está conven-
cida, sin embargo, de que el principio según el cual un tribunal debe ser establecido
por la ley es un principio general del derecho que impone una obligación interna-
cional que no se aplica más que a la administración de justicia penal en el ámbito
nacional. Según tal principio, todos los Estados se encuentran obligados a organi-
zar su justicia penal de manera tal que garantice a todas las personas el derecho a que
una acusación penal sea escuchada por un tribunal establecido por la ley. Aquello
no significa, por el contrario, que un tribunal internacional pueda ser creado por el
simple capricho de un grupo de gobiernos. Dicho tribunal debe encontrar su fun-
damento en el principio de legalidad y ofrecer todas las garantías que figuran en los
instrumentos internacionales pertinentes. En ese caso se puede afirmar que se trata
de un tribunal “establecido por la ley”.
Resulta evidente que no se pueden clasificar los órganos de las Naciones Unidas
en función del reparto mencionado, tal y como existe en el derecho interno de los
Estados. De hecho, el apelante es consciente de que la estructura constitucional de
las Naciones Unidas no acoge la separación de poderes que se observa en las Cons-
tituciones nacionales. En consecuencia, el elemento “separación de poderes” de la
condición de que un tribunal sea “establecido por la ley” no se aplica en derecho
internacional. El principio mencionado no puede imponer tal obligación más que
a los Estados en relación con el funcionamiento de sus propios sistemas nacionales.
44. Una segunda interpretación posible es que la expresión “establecido por la ley”
apunta a la creación de tribunales internacionales por un órgano que, si bien no es
un Parlamento, está sin embargo provisto de poderes de decisión vinculantes. A
nuestro juicio, el Consejo de Seguridad es uno de esos órganos, el cual, actuando
bajo el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, adopta decisiones vinculan-
tes en virtud del artículo 25 de ésta.
Con todo, según el apelante, es necesaria otra cosa para que un tribunal sea “esta-
blecido por la ley”. El apelante alega que las diferencias entre el sistema de Nacio-
nes Unidas y la separación nacional de poderes examinada, lleva a la conclusión de
que la organización no se encuentra habilitada para crear un tribunal internacio-
nal, a menos que reforme previamente la Carta de las Naciones Unidas. Rechaza-
mos tal argumento. El hecho de que las Naciones Unidas carezcan de un órgano
legislativo no significa que el Consejo de Seguridad no se encuentre habilitado
para crear un tribunal internacional si éste actúa de conformidad con los poderes
Tema I. Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para crear tribunales penales internacionales
594
[…]
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto del caso
En el presente caso no se trata de una decisión judicial que verse sobre unas conductas
delictivas específicas, sino que se está ante una providencia mediante la cual se resolvió
una apelación presentada por la defensa del acusado Dusko Tadic, alias Dule (primer
caso investigado por el TPIY), referente a una excepción previa en la cual se alegaba la
incompetencia del tribunal internacional para conocer del proceso. En otras palabras,
el imputado cuestionaba la existencia misma de la instancia judicial internacional, tra-
yendo a colación diferentes argumentos que apuntaban a la incompetencia del Consejo
de Seguridad para crearla.
La Sala de Primera Instancia del TPIY, mediante providencia del 10 de agosto de 1995,
había decidido rechazar la excepción, en la medida en que se refería a sus competencias
de atribución enunciadas en los artículos 2º, 3º y 5º del estatuto del tribunal internacio-
nal, declarándose de esta forma incompetente, por cuanto tal excepción terminaba por
cuestionar la creación misma del TPIY.
Tema I. Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para crear tribunales penales internacionales
596
Pues bien, la decisión adoptada por la Sala de Apelaciones del TPIY el 2 de octubre de
1995, si bien analiza exclusivamente el caso de la conformación de dicho tribunal in-
ternacional, clarificó y sentó unas bases teóricas importantes en materia de creación de
instancias judiciales internacionales por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas.
En efecto, los argumentos planteados por la defensa ante la Sala de Primera Instan-
cia, y retomados en buena parte en su escrito de apelación, apuntaban a cuestionar la
existencia del TPIY. Entre ellos, destacan los siguientes: 1) el TPIY debía haber sido
creado por un tratado internacional multilateral o mediante una enmienda introducida
a la Carta de las Naciones Unidas; 2) la creación de tribunales penales internacionales
no se encuentra prevista en la Carta de la ONU; 3) la Asamblea General no participó
en la creación del TPIY; 4) el Consejo de Seguridad carece de competencia para crear
órganos judiciales, por cuanto sus facultades se limitan a preservar la paz y seguridad
internacionales; 5) el mencionado órgano no ha adoptado medidas semejantes en otros
casos de violaciones graves al derecho internacional humanitario; 6) no existía urgencia
799
Ver al respecto: O’Brien, J., “The International Tribunal for Violations of International Humanitarian Law
in the Former Yugoslavia”, en American Journal of International Law, núm. 639, 1993; y Pellet, A., “Le Tribunal
Criminel International pour l’ex-Yugoslavie”, en RGDIP, 1994. Ver igualmente al respecto, Cassese, A., Interna-
tional Criminal Law, London, Oxford University, 2003, p. 11; e igualmente, Werle, G., Tratado de derecho penal
internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, p. 124.
800
Daillier, P., “L’action de l’ONU: élargissement et diversification de l’intervention des Nations Unies”, en Le
Chapitre VII de la Charte des Nations Unies, París, Pedone, 1995, pp. 123 y ss.
801
Kerbrat, Y., La réference au Chapitre VII de la Charte des Nations Unies dans les résolutions a caractère huma-
nitaire du Conseil de Sécurité, París, LGDJ, 1995, pp. 25 y ss.
Ante tales cuestionamientos, la Sala de Primera Instancia consideró que era incompetente
para conocer de las medidas adoptadas por el Consejo de Seguridad. En sus palabras:
“El presente tribunal internacional no es una jurisdicción constitucional establecida para
examinar las acciones de los órganos de las Naciones Unidas. Por el contrario, se trata de
un tribunal penal dotado de poderes claramente definidos, dotados de competencias es-
pecíficas y limitadas”. Como respaldo a tal afirmación, la Sala trajo a colación el siguiente
extracto de la opinión consultiva de la CIJ en el asunto “Namibia”, según la cual, “Resulta
evidente que la Corte carece de poderes de control judicial o de apelación en relación con
las decisiones adoptadas por los órganos de las Naciones Unidas”.
A pesar de ello, más adelante sostuvo: “A pesar de que no le corresponde a la Sala de Pri-
mera Instancia juzgar la razonabilidad de los actos del Consejo de Seguridad, resulta in-
dudable que, tratándose de la antigua Yugoslavia, el consejo no actuó arbitrariamente”.
Así, las cosas, la Sala de Apelaciones examinó los siguientes problemas jurídicos:
–– En este último caso, ¿de qué manera la creación del TPIY podría justificarse,
teniendo en cuenta que tal medida no figura en los mencionados artículos y
que es de naturaleza diferente?
En pocas palabras, la Sala estimó que: 1) los poderes del Consejo de Seguridad no eran
absolutos, sino que se encontraban limitados por la Carta de la ONU; 2) en los térmi-
nos del artículo 39 de ésta, existía una amenaza contra la paz internacional; 3) la base
normativa sobre la cual se apoya la creación del TPIY se halla en el artículo 41 de la
Carta, es decir, se trata de una medida que no implicaba el uso de la fuerza armada.
Tema I. Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para crear tribunales penales internacionales
598
Por último, vale la pena destacar que autores como Theodor Meron consideran, desde
diferentes perspectivas, que la decisión del Consejo de Seguridad de establecer un tri-
bunal para juzgar crímenes de guerra, “refleja el fracaso de la misión inicial del Consejo
de Seguridad de detener el conflicto y sus atrocidades”.802
Más allá de: 1) la eventual creación de un tribunal penal internacional para Colombia,
propuesta que fue sostenida en algún momento por diferentes sectores de la sociedad
y que parece haber perdido vigencia debido a la competencia plena que ahora tiene la
CPI sobre nuestro país; y 2) el deber que tiene Colombia, en cuanto Estado miembro
de la ONU, de cooperar con el funcionamiento de los tribunales penales internacio-
nales, la decisión judicial que se analiza presenta implicaciones importantes y actuales
en el sistema jurídico interno colombiano, como son: 1) las resoluciones adoptadas por
el Consejo de Seguridad, al igual que por otros órganos internacionales, se incorporan
automáticamente en el ordenamiento jurídico interno; 2) los estatutos de los tribuna-
les penales internacionales son vinculantes y sirven para interpretar la legislación penal
interna; e igualmente, 3) la jurisprudencia elaborada por los tribunales internacionales
constituye un valioso criterio auxiliar de interpretación de la normatividad penal in-
terna, aunque no hace parte directamente del bloque de constitucionalidad.
802
Meron, T., “Case for War Crimes Trials in Yugoslavia”, en Foreign Affairs, 1993.
803
Ver al respecto: Ramelli, A., “La Corte Constitucional como intérprete del derecho internacional humani-
tario”, en II Jornadas de Derecho Constitucional y Administrativo, Bogotá, Universidad Externado de Colombia,
2002; y, del mismo autor, “Sistema de fuentes del derecho internacional público y ‘bloque de constitucionalidad’
en Colombia”, en Cuestiones constitucionales, núm. 11, México, 2004.
804
Colombia, Corte Constitucional (2003), “Sentencia T-558”, M. P.: Vargas Hernández, C. I.
En tal sentido, conviene señalar que los órganos de las organizaciones internaciona-
les pueden, de conformidad con el tratado multilateral constitutivo de cada una de
ellas, u otros textos normativos como son los estatutos o los reglamentos internos,
adoptar actos jurídicos unilaterales de diversa denominación y con distintos efectos
jurídicos como son: resoluciones, recomendaciones, decisiones, opiniones consul-
tivas, medidas provisionales, medidas cautelares o incluso sentencias, como es el
caso de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La práctica internacional demuestra que existe en esta materia una gran incerti-
dumbre terminológica y una ambigüedad conceptual que no permiten, en muchos
casos, precisar con exactitud el alcance de cada una de estas clases de actos jurídicos.
Por tales razones, la doctrina se limita a distinguir entre los actos de los órganos
judiciales internacionales, que pueden ser “sentencias”, las cuales tienen efecto
vinculante y hacen tránsito a cosa juzgada, y “opiniones consultivas”, desprovistas
de tales efectos; y por otra parte, están las decisiones y las recomendaciones.
Al respecto, la doctrina especializada ha entendido que todas las normas jurídicas dis-
tintas de aquellas que tienen como fuente un tratado internacional (normas conven-
cionales), se incorporan automáticamente a los ordenamientos jurídicos estatales, sin
que sea necesario hacerlo mediante una ley. Lo anterior no obsta para que el legislador
adopte una disposición encaminada a facilitar la ejecución de algunos contenidos pre-
vistos en el acto jurídico unilateral de la organización internacional.
En otras palabras, mientras que en el caso colombiano las normas convencionales son
incorporadas de manera solemne, previo el agotamiento de diversas y sucesivas etapas
(negociación del tratado, suscripción, aprobación congresional, sanción presidencial de
la ley aprobatoria, control de constitucionalidad, ratificación y publicación en el Diario
Oficial), las normas no convencionales ingresan al ordenamiento jurídico de manera
automática.
Tema I. Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para crear tribunales penales internacionales
600
Ahora bien, el hecho de que las resoluciones mediante las cuales se crearon los tribu-
nales penales internacionales ad hoc para la antigua Yugoslavia y Ruanda, al igual que
sus respectivos estatutos, sean vinculantes para el Estado colombiano, no significa que
puedan aplicarse directamente, sino en cuanto valiosos criterios auxiliares de interpre-
tación de la legislación penal nacional. En efecto, tales textos normativos orientan la
labor de quienes están llamados a investigar y sancionar crímenes internacionales en
nuestro medio, tales como genocidios, crímenes de lesa humanidad y de guerra, pero
ello no significa que puedan aplicarse con total prescindencia de la normatividad legal.
En otras palabras, el respectivo fiscal, al momento de buscar el sentido de una norma
del Código Penal, referente a crímenes internacionales, podrá apoyarse en los textos
normativos mediante los cuales se crearon los tribunales internacionales, y de esta forma
darle mayor fuerza a su argumentación jurídica, pero no podrá, por ejemplo, imputar
directamente la violación al artículo 3º del Estatuto del TPIY (violación de las leyes
o usos de la guerra), por cuanto aquello equivaldría, en la práctica, a convertir al juez
interno en internacional.
Finalmente, en sentencia C-355 de 2006,807 referente al tema del aborto, la Corte precisó:
Colombia, Corte Constitucional (2006), “Sentencia C-355”, MM. PP.: Araújo Rentería, J. y Vargas Hernán-
807
dez, C. I.
Tema I. Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para crear tribunales penales internacionales
602
podría demandar una ley por vulnerar los contenidos de aquélla. Situación distinta se
presenta con determinadas normas internacionales de derechos humanos o de derecho
internacional humanitario que, según la jurisprudencia constitucional, sí hacen parte
del bloque de constitucionalidad.
Con todo, se considera que, en la práctica, resulta imposible separar el texto de la norma
internacional, de su interpretación; tanto menos cuando esta última es realizada por
órganos judiciales internacionales. En efecto, en teoría jurídica resultan inescindibles
el texto a interpretar (la disposición) de aquel interpretado (la norma jurídica), el cual
servirá como premisa mayor del correspondiente silogismo judicial.
2.5. Bibliografía
Cassese, A., “From Nuremberg to Rome: International Military Tribunals to the In-
ternational Criminal Court”, en The Rome Statute of the International Criminal Court.
A commentary, Oxford: Oxford University, 2002.
Kerbrat, Y., La réference au Chapitre VII de la Charte des Nations Unies dans les
résolutions a caractère humanitaire du Conseil de Sécurité, París, LGDJ, 1995.
Meron, T., “Case for War Crimes Trials in Yugoslavia”, en Foreign Affairs, 1993.
Pellet, A., “Le Tribunal Criminel International pour l’ex-Yugoslavie”, en RGDIP, 1994.
Ramelli, A., “La Corte Constitucional como intérprete del derecho internacional hu-
manitario”, en II Jornadas de Derecho Constitucional y Administrativo, Bogotá, Univer-
sidad Externado de Colombia, 2002.
Tema I. Competencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para crear tribunales penales internacionales
604
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
IT-94-1-AR72, asunto “Fiscalía vs. Dusko Tadic”, providencia del 2 de octubre de 1995,
proferida por la Sala de Apelaciones, relativa a la apelación de la defensa en relación con
la excepción previa de falta de competencia.
b. Corte Constitucional
Legalidad internacional:
contenido y alcance
B) Principio de legalidad
32. En relación con esta cuestión, los apelantes sostienen que si la responsabilidad
del superior jerárquico por los crímenes de guerra cometidos en el marco de un
conflicto armado interno no hacía parte integrante del derecho internacional con-
suetudinario en la época en la cual se habrían cometido las conductas que le son
imputadas, necesariamente se vulneró el principio de legalidad.
[…]
33. Tal argumento no es acogido por la Sala de Apelaciones, por cuanto ha con-
cluido, como lo hizo, que a la época de los hechos el derecho internacional con-
suetudinario reconocía que un superior jerárquico pudiese ser considerado como
responsable por los crímenes de guerra cometidos en el marco de un conflicto ar-
mado interno.
[…]
34. Los apelantes plantearon ante la Sala de Primera Instancia un argumento que
igualmente invocan ante la Sala de Apelaciones, en el sentido de que el principio de
legalidad exige que el crimen reprochado se encuentre previsto en una ley accesible
y que resulte previsible que el comportamiento en cuestión pueda ser sancionado
penalmente al momento en que el crimen habría sido cometido. La Sala de Apela-
ciones hace suyas las respuestas suministradas por la Sala de Primera Instancia. En
relación con la previsibilidad, el comportamiento en cuestión es la conducta misma
606
del acusado; aquel debe ser capaz de saber si su actuar reviste un carácter criminal
en el sentido en que se entiende generalmente, sin hacer referencia a disposición
particular alguna. En lo que atañe a la accesibilidad, en el caso de un tribunal in-
ternacional como el TPIY, ella no excluye recurrir a principios jurídicos fundados
sobre reglas consuetudinarias. El “asunto Tadic”, relativo a la competencia, muestra
que la responsabilidad penal individual puede verse comprometida por la violación
de una regla consuetudinaria que prohíba un determinado comportamiento.
35. Los apelantes sostienen, además, que el principio de legalidad requiere que la
incriminación de un comportamiento se encuentre fundada, a la vez, en el derecho
consuetudinario y convencional. La Sala de Apelaciones comparte la opinión de la
Sala de Primera Instancia, que rechazó tal argumento. La obligación impuesta al
tribunal de fundarse sobre el derecho internacional consuetudinario, lo dispensa de
invocar el derecho convencional cuando ya se apoya sobre el primero. Contrario a
lo sostenido por los apelantes, nada en el informe del secretario general, el cual se
adjuntó al proyecto de estatuto del tribunal, exige que una incriminación sea fun-
dada, a la vez, en el derecho consuetudinario y en el convencional.
[…]
III. La responsabilidad del superior jerárquico por los crímenes cometidos antes
de la existencia del vínculo de subordinación
[…]
[…]
44. Para establecer si un superior jerárquico puede ser considerado como responsable
por los crímenes perpetrados por un subordinado antes de la existencia del vínculo de
subordinación, la Sala de Apelaciones observa que la aproximación del tribunal siem-
pre ha sido aquella de no fundarse únicamente en la interpretación del estatuto para
establecer el derecho aplicable en materia de responsabilidad penal, sino en constatar
el estado del derecho consuetudinario en vigor a la época en que los crímenes fueron
perpetrados.
45. En lo que concierne al caso concreto, ninguna práctica puede ser invocada, y
no existe tampoco prueba de una opinio iuris que confirmara que un superior jerár-
quico pueda ser tenido por responsable de los crímenes cometidos por un subordi-
nado, antes de la existencia del vínculo de subordinación.
[…]
En los términos del Estatuto de Roma, un superior jerárquico no puede ser tenido
como responsable, si sabía o habría tenido que saber que sus subordinados estaban
cometiendo crímenes o iban a perpetrarlos. Esa formulación excluye necesaria-
mente que un superior jerárquico sea considerado penalmente como responsable
por crímenes cometidos por un subordinado antes que personalmente lo haya te-
nido bajo su mando.
Radicado: SCSL-2004-14-AR72 (E). Asunto “Fiscal vs. Sam Hinga Norman”. (De-
cisión relativa a la excepción de incompetencia. Reclutamiento de menores de edad).
Sentencia proferida el 31 de mayo de 2004 por la Sala de Apelaciones del Tribunal
Especial para Sierra Leona.
14. Antes de 1996 la prohibición del reclutamiento de menores también había cris-
talizado como una norma de derecho internacional consuetudinario. La formación
de la costumbre requiere tanto la práctica estatal como un sentido acerca de una
obligación preexistente (opinio iuris). “Un sentido articulado de la obligación sin
la implementación del uso, no es más que retórica. Así mismo, una práctica estatal,
sin opinio iuris, es sólo un hábito”.
15. Como lo muestra la práctica estatal, la lista de Estados que cuentan con una le-
gislación relativa al reclutamiento o al enrolamiento voluntario muestra claramente
que todos los Estados prohíben (y lo han hecho por largo tiempo), el reclutamiento
de niños menores de 15 años de edad. A partir del momento en que 185 Estados,
incluyendo a Sierra Leona, son partes en los convenios de Ginebra antes de 1996, se
tiene que las previsiones de aquéllos fueron ampliamente reconocidas como dere-
cho internacional consuetudinario. De manera semejante, 133 Estados, incluyendo
a Sierra Leona, habían ratificado el Protocolo adicional II antes de 1995. Debido al
amplio número de Estados partes se puede concluir que muchas de las previsiones
del Protocolo adicional II, incluyendo las garantías fundamentales, se encontraban
ampliamente aceptadas como derecho internacional consuetudinario en 1996.
[…]
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contextos de los casos
En efecto, en el caso concreto, la defensa del acusado alegaba que, al momento de come-
terse los crímenes por los subordinados, no existía una norma convencional o consue-
tudinaria que estableciera la responsabilidad de los superiores jerárquicos en tales casos,
y que además, no se le podían imputar al procesado los crímenes perpetrados por los
subordinados, antes de haber asumido el mando de las tropas.
Así las cosas, la Sala, por unanimidad, rechazó la primera excepción de falta de com-
petencia (inexistencia de norma consuetudinaria) y acogió la segunda, por mayoría
(ausencia de responsabilidad del superior jerárquico por actos cometidos por sus subor-
dinados antes de asumir el mando).
En efecto, en el citado caso la defensa del acusado alegó la incompetencia del TESL
para investigar la comisión del crimen de reclutamiento de menores de 15 años de
edad, en los términos del artículo 4 c) del Estatuto del TESL, por cuanto aquel delito
no hacía parte del derecho internacional consuetudinario a la época de la comisión
de éste. En otras palabras, se alegaba una violación al clásico principio nullum crimen
sine lege.
La Sala de Apelaciones del TESL rechazó los argumentos de la defensa diciendo que,
para la época de los hechos, ya existía una costumbre internacional prohibiendo el
reclutamiento de menores de edad.808
Los diversos instrumentos internacionales que consagran los derechos humanos estipu-
lan el principio de legalidad penal, aunque recurriendo a fórmulas que no coinciden ple-
namente con aquellas usualmente empleadas en las Constituciones estatales. Veamos:
Algunos comentarios sobre esta sentencia pueden ser consultados en Happold, M., “Child recruitment as
808
a crime under the Rome Statute of the International Criminal Court”, en The legal regime of the International
Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden, Martinus Nijhoff, 2009, pp. 599-600.
Por el contrario, recurren a otras fórmulas más amplias, tales como actos u omisiones
considerados delictivos según: 1) el derecho nacional o internacional,809 o 2) el derecho
aplicable.810 De igual manera, la Convención Europea sobre Derechos Humanos y el
PIDCP estipulan que también se podrá exceptuar la aplicación del principio de no re-
troactividad penal, a efectos de sancionar aquellos comportamientos que fueran delicti-
vos según los principios generales del derecho “reconocidos por las naciones civilizadas”
o “por la comunidad internacional”, respectivamente.
Ahora bien, las costumbres y los tratados internacionales gozan de la misma fuerza
vinculante frente a los sujetos del derecho internacional (Estados, organizaciones in-
ternacionales, individuos, etcétera) y se ubican en el mismo nivel jerárquico dentro de
809
La expresion “derecho nacional o internacional” significa que la conducta delictiva debe encontrarse previa-
mente descrita, bien sea en una fuente de derecho interno, sea la ley o la costumbre para el caso de los sistemas
de common law, o en una fuente del derecho internacional, esto es, en un tratado o costumbre internacional. A
su vez, la remisión a los principios generales del derecho o a los denominados “principios reconocidos por las
naciones civilizadas” se encuentra es en los artículos 7.2 del CEDH y 15.2 del PIDCP.
810
La fórmula “derecho aplicable”, empleada por la CADH, si bien no resulta idéntica a aquella empleada por la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, la CEDH y el PIDCP, presenta el mismo sentido y alcance que
estas últimas, es decir, recurre a un concepto amplio de legalidad.
811
Sobre el principio de legalidad en sentido estricto, la Corte, en sentencia C-205 de 2003, con ocasión del exa-
men de la tipificación del delito de receptación de autopartes consideró que el deber de estricta legalidad impli-
caba que el Congreso de la República, al momento de crear cualquier tipo penal, debía someterse a los siguientes
componentes del principio de legalidad: 1) la prohibición de la analogía (nullum crimen, nulla poena sine lege
stricta); 2) la prohibición del derecho consuetudinario para fundamentar y agravar la pena (nullum crimen, nulla
poena sine lege scripta); 3) la prohibición de la retroactividad (nullum crimen, nulla poena sine lege praevia ); 4)
la prohibición de delitos y penas indeterminados (nullum crimen, nulla poena sine lege certa); 5) el principio de
lesividad del acto (nulla lex poenalis sine iniuria); 6) el principio de la necesidad de tipificar un comportamiento
como delito (nullum crimen sine necessitate); y 7) el derecho penal de acto y no de autor.
812
Acerca de la importancia que ha tenido la costumbre en el derecho penal internacionnal, ver: Schabas, W., “Cus-
tomary law or judge-made law: judicial creativity at the UN Criminal Tribunals”, en The legal regime of the Interna-
tional Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden, Martinus Nijhoff, 2009, pp. 77-102.
Pues bien, las diversas consagraciones convencionales del principio de legalidad abarcan
tanto la interna como la internacional, es decir, que se protege al individuo frente al ejer-
cicio del ius puniedi, en el sentido de que, con antelación a la comisión de la conducta
punible, ésta debe encontrarse prevista bien sea en la ley o en una fuente del derecho
internacional público (tratado, costumbre internacional o principio general del dere-
cho), sin excluir la posibilidad de que, en un caso concreto, la prohibición se encuentre
prevista simultáneamente en los órdenes interno e internacional.
De allí que el CEDH y el PIDCP empleen la fórmula “Nadie será condenado por actos
u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho
nacional o internacional”, en tanto que la CADH alude al “derecho aplicable”.
En cuanto a la legalidad penal interna, valga aclarar que, según la jurisprudencia del
TEDH, aquélla comprende, no sólo la ley, sino también las costumbres, a condición de
que éstas resulten ser un derecho accesible y previsible. En efecto, en el asunto “Sunday
Times”,814 el TEDH estimó que los sistemas de common law, fundados precisamente en
la costumbre, no vulneraban el artículo 7º de la CEDH. Tales consideraciones, realiza-
das a propósito de un examen de derecho interno, resultan aplicables, mutatis mutan-
dis, en materia de costumbres internacionales. Al respecto, el asunto “Streletz, Kessler
y Krenz contra Alemania”, resulta ilustrativo.
813
Pellet, A. y Daillier, P., Droit International Public, París, LGDJ, 2005, p. 342. La sentencia internacional más
representativa al respecto es la siguiente: CIJ, asunto de la “Plataforma del mar del Norte”, sentencia del 20 de
febrero de 1969.
814
TEDH, asunto “Sunday Times”, sentencia del 26 de abril de 1979.
En pocas palabras, los tres peticionarios ocuparon funciones elevadas en el aparato es-
tatal y del Partido Socialista Unificado de la otrora República Democrática Alemana
(RDA). Alegaron que, según una ley expedida en 1990, fueron condenados penal-
mente por el delito de incitación a cometer homicidio, en concreto, de unos jóvenes
que habían intentado huir del país, es decir, a su juicio, al momento de cometerse los
hechos sus conductas no se encontraban previstas como reprochables en el derecho
penal interno ni tampoco en el internacional. El TEDH rechazó tales argumentos por
las siguientes razones.
Se preguntó asimismo el TEDH si, al momento en que las conductas fueron cometi-
das, constituían infracciones definidas con suficiente accesibilidad y previsibilidad por
el derecho internacional, en particular, por las reglas sobre la protección de los derechos
humanos. Para el tribunal, la respuesta fue afirmativa teniendo en cuenta que los peticio-
narios, al ocupar importantes cargos dirigentes en su país, sabían o tenían por qué saber,
que estaban violando los derechos humanos y que incluso su Constitución de 1968 pre-
veía el respeto por las reglas del derecho internacional, razón por la cual concluyó:
TEDH, asunto “Streletz, Kessler y Krenz vs. Alemania”, sentencia del 22 de marzo de 2001.
815
Accesibilidad
Previsibilidad
816
TEDH, asunto “Kononov vs. Letonia”, sentencia proferida el 24 de julio de 2008.
817
En un contexto distinto, sin embargo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos sostuvo que la expre-
sión “leyes” en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, para efectos de la suspensión de garantías
prevista en ese tratado, comprendía únicamente la “norma jurídica de carácter general, ceñida al bien común,
emanada de los órganos legislativos constitucionalmente previstos y democráticamente elegidos, y elaborada se-
gún el procedimiento establecido por las Constituciones de los Estados partes para la formación de las leyes”.
Corte IDH, opinión consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986.
Señalemos, por último, que en el asunto “Kononov vs. Letonia”, se violó el derecho a
la legalidad penal del peticionario, quien había sido acusado de cometer crímenes de
guerra en 1944, por las siguientes razones:
Rolland P., La Convention Européenne des Droits de l’Homme. Commentaire article par article, Article 7, París,
818
Así pues, la redacción de los artículos 7.2 y 15.2 de la CEDH y del PIDCP se explican
por razones históricas, en el sentido de evitar que se pusiera en tela de juicio la labor
realizada por el Tribunal Militar Internacional de Núremberg.
En efecto, en materia de crímenes de guerra, por ejemplo, durante mucho tiempo los
Estados fueron los únicos competentes para tipificar las violaciones a los “usos y cos-
tumbres de la guerra”, así como para establecer los aspectos procesales referentes a la
investigación y sanción de aquéllas (juez competente, términos de prescripción, garan-
tías procesales, penas, etcétera). En otras palabras, no se trataba realmente de “crímenes
internacionales”.
819
Ibídem, p. 299.
820
Ver al respecto, Cassese, A., International Criminal Law, London, Oxford University, 2003, pp. 27 y ss.; y
Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, pp. 50 y ss.
821
Un atento examen histórico de la evolución del ius in bellum se encuentra en: Karlshoven, F., “Bombardment:
from ‘Brussels 1874’ to ‘Sarajevo 2003’”, en The legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour
of Professor Igor Blishchenko, Lieden, Martinus Nijhoff, 2009, pp. 103-139.
822
Ver al respecto, Cassese, A., International Criminal Law, London, Oxford University, 2003, p. 29.
De igual manera, los convenios de Ginebra de 1949, al igual que sus protocolos adi-
cionales de 1977, se limitan a establecer un conjunto de prohibiciones para los com-
batientes, sin establecer realmente unos “tipos penales internacionales” encaminados a
reprimir las violaciones aquéllas, ni mucho menos unos jueces encargados de imponer
unas penas. Tales labores quedan confiadas a los legisladores y jueces internos. Otro
tanto ha sucedido en el ámbito de los derechos humanos.
En este estado de cosas, no sería hasta la creación de los tribunales penales internaciona-
les para los crímenes cometidos en la antigua Yugoslavia y Ruanda, que los instrumen-
tos internacionales sobre derecho internacional humanitario y derecho internacional
de los derechos humanos tendrían una eficacia en materia represiva, más allá de los
respectivos ordenamientos jurídicos internos. Sin embargo, la precariedad en la redac-
ción de los estatutos de aquéllos, en la práctica, ha conducido a que tales tribunales
recurran, con frecuencia, a las costumbres internacionales en tanto que fuentes de la
responsabilidad penal individual. Tal situación no se presenta en el ámbito de la CPI,
por cuanto el Estatuto de Roma describe, con relativo detalle, cada uno de los actos
que configuran genocidio, crimen de lesa humanidad y de guerra. Además, se cuenta
con los elementos de los crímenes, instrumento internacional que clarifica, aún más, el
sentido de cada uno de estos delitos. De allí que, resulta previsible, que a diferencia de
lo sucedido con los tribunales penales internacionales ad hoc la CPI no se vea abocada
a recurrir, al menos con tanta frecuencia, a las costumbres internacionales a efectos de
determinar la responsabilidad penal de los acusados.
En el marco de la aplicación de la Ley de Justicia y Paz uno de los debates que se presenta
es el referente a si aplicar un concepto de legalidad estricta, en el sentido de equipararla
con el concepto de ley formal, o acoger una noción amplia de ésta, es decir, entendién-
dola también como previsión de prohibiciones internacionales presentes en tratados,
costumbres y principios generales del derecho, en los términos de los instrumentos in-
ternacionales sobre derechos humanos, en especial, los artículos 9º de la CADH y 15
del PIDCP.
Hasta el momento, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia parece haber explorado
ambas posibilidades. Veamos.
En el ámbito global ese postulado está contenido en el artículo 15 del Pacto Inter-
nacional de Derechos Civiles y Políticos823 pero con el reconocimiento expreso de
los actos u omisiones señalados como delictivos tanto en el derecho nacional como
en el foráneo, y le otorga preponderancia a los principios generales del derecho re-
conocidos por la comunidad multilateral:
Artículo 15.1. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento
de cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional o internacional.
Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la
comisión del delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone
la imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.
En este orden de ideas, las autoridades colombianas deben observar, no sólo la nor-
matividad interna, sino aquella integrada en el bloque de constitucionalidad y las
decisiones proferidas por organismos internacionales, tales como el Comité de De-
rechos Humanos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.
Del anterior extracto jurisprudencial importa destacar que: 1) la CSJ expresamente su-
brayó el segundo numeral del artículo 15 del PIDCP, es decir, la cláusula de derogatoria
excepcional de la prohibición de la irretroactividad penal; y 2) sostiene que el artículo
29 superior, que consagra el principio de legalidad en sentido estricto, debe compren-
derse, merced al bloque de constitucionalidad, de conformidad con el artículo 15 del
PIDCP, esto es, el concepto amplio de la misma. En otras palabras, la CSJ fue incluso
más allá de lo dispuesto en los artículos 9º de la CADH (“derecho aplicable”) y 15.1 del
PIDCP (legalidad en sentido amplio), para adelantarse en los dictados del complejo ar-
tículo 15.2 del PIDCP (cláusula derogatoria de la prohibición de la no retroactividad),
sin tomar en consideración las dificultades que ello comporta, incluso en la jurispru-
dencia del TEDH.
Por ello, la Corte llama la atención respecto de hechos delictuosos de enorme grave-
dad y amplia connotación nacional (valga, apenas para citar ejemplos puntuales, lo
sucedido con la toma guerrillera del Palacio de Justicia y el exterminio de los miem-
bros de la Unión Patriótica), para que su investigación y juzgamiento se adapten a
los estándares internacionales hoy vigentes.
Como puede advertirse, si bien la CSJ no alude al artículo 15 del PIDCP ni al concepto
amplio de legalidad, sino a la imprescriptibilidad de determinados crímenes internacio-
nales, trae a colación dos casos que ofrecen serias dificultades en términos de aplicación
del principio de legalidad, por cuanto tuvieron lugar antes de la expedición del nuevo
Código Penal, sin desconocer, por supuesto, que algunos homicidios cometidos contra
integrantes de la UP han tenido lugar luego del año 2000. En otras palabras, pareciera
que, tácitamente, se estaría avalando la posibilidad de investigar los señalados delitos
con normas penales adoptadas con posterioridad a su comisión.
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, asunto “Gian Carlo Gutiérrez Suárez”, rad. 32.022, provi-
825
Así, los hechos referidos en los casos 2, 3, 4 y 6, sucedidos antes de entrar en vi-
gencia la ley 599 de 2000, no resisten el calificativo de crímenes de guerra y sí el de
homicidios agravados en virtud del principio de legalidad estricta; en cambio, sí ad-
miten la definición de crimen de guerra —como lo reclamó el fiscal impugnante—
los casos referidos con los números 8, 9, 10, 11, 12, 15, 17, 21, 22, 24, 25, 28, 29, 30,
31 y 32, pues fueron hechos sucedidos con posterioridad a la entrada en vigencia
del Código Penal (25 de julio de 2001) (énfasis agregado).
En nuestro medio se suelen confundir los debates en torno a si los crímenes interna-
cionales son o no imprescriptibles, y con aquel referente a si se puede aplicar retroacti-
vamente, y de manera desfavorable, una norma del Código Penal a hechos cometidos
antes de su entrada en vigencia (verbigracia, homicidio en persona protegida, despla-
zamiento forzado, desaparición forzada, etcétera), acudiendo para ello a ciertas cláu-
sulas de instrumentos internacionales, tales como el artículo 15 del PIDCP, y más
específicamente, su segundo numeral. Es por ello que ambas controversias deben ser
examinadas, en un primer momento, de forma aislada, pudiendo ser posible unirlas
posteriormente.
Artículo 11
Competencia temporal
La principal objeción de los Estados que la consideraban una norma nueva era que
la convención se aplicaría retroactivamente, por lo que violaría el principio de no
retroactividad del derecho penal… sin embargo, muchos Estados sostuvieron que
los crímenes de guerra tenían un carácter excepcional y, por lo tanto, no debían ser
sujetos al régimen ordinario del derecho penal o de prescripción, o que ya habían
aplicado el principio de la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra.827
Quiere ello significar que, para finales de la década de los años sesenta, no existía una
costumbre internacional acerca de la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra, y
estimamos que tampoco de lesa humanidad. De hecho, el mismo CICR se apresta a
aclarar que
[...] se trata de una tendencia reciente a perseguir los crímenes de guerra de forma
más enérgica en los tribunales nacionales e internacionales, así como el aumento de
las medidas legislativas que conceden jurisdicción para conocer de crímenes de gue-
rra sin límites de tiempo ha afianzado las disposiciones convencionales vigentes que
prohíben la prescripción de los crímenes de guerra en derecho consuetudinario.
Henckaerts, J. M., y Doswald-Beck, L., Customary International Humanitarian Law, Cambridge, Cambridge
827
Por una parte, desde una perspectiva exclusiva de derecho penal interno, conforme al
texto del artículo 29 superior, se tendría que concluir que la conducta sólo es punible a
partir del momento en que una ley así lo disponga (principio de legalidad restringido).
Por la otra, se podría sostener, según la CADH (artículo 9º) y el PIDCP (art. 15),
que lo es desde el momento en que la conducta se encuentre prohibida por una fuente
formal del derecho internacional, bien sea un tratado o una costumbre internacional
(principio de legalidad amplio).
Así las cosas, el debate acerca de si prescriben o no los crímenes de lesa humanidad debe
tener lugar a partir del momento en que se considera que una determinada conducta es
punible, en términos de derecho penal internacional o interno.
Uno de los argumentos centrales planteados para explicar las razones por las cuales
se pueden investigar ciertos crímenes cometidos antes de su tipificación en el Código
Penal de 2000 (verbigracia, desaparición forzada de personas, genocidio, etcétera), con-
siste en afirmar que el Estado colombiano había ratificado varios instrumentos interna-
cionales sobre derechos humanos antes de la perpetración de aquéllos, con lo cual no
se estaría vulnerando el principio de legalidad, en los términos de los artículos 9º de la
CADH y 15.2 del PIDCP (concepto de legalidad ampliado). Sobre el particular, se
pueden realizar los siguientes comentarios.
A su vez, acudir a una noción de legalidad ampliada facilita la sanción de los men-
cionados actos, aunque presenta dos dificultades teóricas: a) demostrar la existencia
de la norma internacional preexistente a la comisión de la conducta; y b) hacer
828
Al respecto, por ejemplo, López sostiene: “Irretroactividad de la ley penal. Nuestra Constitución, en el
artículo 29.2 y nuestros códigos penales de 1980 y de 2000, en los artículos 1º y 10, y 6.1, respectivamente, pro-
híben la retroactividad de la ley penal, es decir, su aplicación a hechos cometidos con anterioridad a su entrada
en vigencia, legislación que se encuentra acorde a los artículos 11 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos; 15.1 del Pacto de New York (ley 74 de 1968); 9º de la Convención de San José de Costa Rica (ley 16
de 1972) y la parte tercera del Estatuto de Roma, que consagra los principios generales del derecho penal a los que
se sujeta la Corte Penal Internacional (ley 742 del 5 de junio de 2000)”, en “Capítulo IV. Colombia”, Desaparición
forzada de personas. Análisis comparado e internacional, Bogotá, Temis-GIZ, 2009, p. 94.
829
Ver al respecto, Werle, G., Tratado de derecho penal internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, pp. 65 y ss.
Así por ejemplo, en el caso argentino, Malarino830 comenta que en su país el delito
de desaparición forzada de personas fue introducido en el ordenamiento jurídico
con la ley 26200, mediante la cual se adoptó el Estatuto de la CPI, que fue publicada
en el Boletín Oficial del 9 de enero de 2007, como conducta individual del crimen
de lesa humanidad. A renglón seguido precisa: “Con anterioridad a la ley 26200
no existía una norma penal en el ordenamiento argentino que reprimiera el delito
de desaparición forzada de personas”. A su vez, la Constitución argentina, con su
reforma de 1994, dispone:
Artículo 18.- Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio pre-
vio fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones
especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la
causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado, sino
en virtud de orden escrita de autoridad competente. Es inviolable la defensa en
juicio de la persona y de los derechos. El domicilio es inviolable, como también
la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará en
qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocu-
Malarino, E., “Capítulo I. Argentina”, Desaparición forzada de personas. Análisis comparado e internacional”,
830
pación. Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas,
toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y
limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda
medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo
que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice.
En este estado de cosas, la pregunta obligada es: ¿dado que para la época de la
comisión de las desapariciones forzadas de personas en Argentina ( Junta Militar
de facto que gobernó entre 1976 y 1983), no se encontraba tipificada como tal
dicho comportamiento, ni tampoco se contaba con tratados vigentes en la ma-
teria, y además, la Constitución acoge un concepto de legalidad estricta, ¿según
qué argumentos se investigaron y sancionaron tales delitos? Según Malarino,831 los
tribunales emplearon tres vías, a saber: 1) en ocasiones, afirmaron que la existencia
de una costumbre internacional previa era suficiente para satisfacer las exigencias
del principio de legalidad; 2) en otras, estimaron que la exigencia de la legalidad
quedaba satisfecha con la existencia al momento del hecho de uno o varios tipos
penales de derecho interno que incluirían la esencia de lo prohibido por el crimen
de lesa humanidad de desaparición forzada de personas (verbigracia, secuestro); y
3) “también se afirmó, lisa y llanamente, que el principio de legalidad no regía en
casos de crímenes internacionales, con lo cual se hizo una aplicación retroactiva
del crimen en cuestión”.832 Al respecto, vale precisar que para Malarino las anterio-
res fórmulas son todas cuestionables e insuficientes.
Mediante auto del 2 de marzo de 2004, la Sala Penal de la CSJ de Panamá833 exa-
minó el caso de la desaparición y muerte del señor Heliodoro Portugal, quien había
sido retenido por agentes del Estado en 1970 y cuyos restos aparecieron el 24 de
agosto de 2000. El problema estribaba, como sucede con otros casos en la región,
que el delito de desaparición forzada de personas no se encontraba tipificado en el
831
Ídem.
832
Ibídem.
833
Corte Suprema de Justicia de Panamá, auto del 2 de marzo de 2004, asunto “Heliodoro Portugal”.
Por el contrario, mediante auto del 3 de octubre de 2006, la Sala Penal de la CSJ
acogió la tesis opuesta.834 En el caso concreto, se trataba de una desaparición for-
zada ocurrida el 17 de julio de 1977, es decir, antes de la tipificación del delito. Ante
tal situación, la CSJ consideró:
De otro lado, tampoco se puede pasar por alto que la figura de desaparición
forzada, como la define el artículo 2º de la Convención, no encuentra aún
tipificación autónoma en el Código Penal patrio, y si bien este instrumento
internacional deviene en norma interna directamente aplicable a partir de su
ratificación, su aplicabilidad se ve limitada, ya que no existe la norma penal
específica que establezca la sanción de dicha conducta, con lo cual el Estado
panameño incumple, en desmedro de los derechos de quienes habitan su te-
rritorio, el compromiso adquirido en el artículo 3º de la convención, de tomar
las medidas legislativas pertinentes para tipificar como delito la desaparición
forzada de personas.
[…]
2.5. Bibliografía
Happold, M. “Child recruitment as a crime under the Rome Statute of the Internatio-
nal Criminal Court”, en The legal regime of the International Criminal Court. Essays in
honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden: Martinus Nijhoff, 2009.
Lamb, S. “Nullum crimen, nulla poena sine lege in International Criminal Law”, en The
Rome Statute of the International Criminal Court. A commentary, Oxford: Oxford Uni-
versity, 2002.
López C., “Capítulo IV. Colombia”, en Desaparición forzada de personas. Análisis com-
parado e internacional, Bogotá, Temis-GIZ, 2009.
2.5.2. Jurisprudencia
a. TPIY
b. TESL
SCSL-2004-14-AR72 (E), asunto “Fiscal vs. Sam Hinga Norman”. (Decisión relativa a la
excepción de incompetencia. Reclutamiento de menores de edad), sentencia proferida el
31 de mayo de 2004 por la Sala de Apelaciones.
c. TEDH
d. CSJ
II. En qué medida el estatuto, las reglas de procedimiento y prueba y las regu-
laciones de la Corte prevén la participación de las víctimas durante la etapa de
investigación de una situación
835
Escrito de demanda, par. 5.
836
“Respuesta del consejero ad hoc de la defensa a las solicitudes de participación de las víctimas en el proceso,
registradas bajo los números 01/04-01/dp, 01/04-02/dp, 01/04-04/dp, 01/04-06/dp”, del 11 de agosto de 2005,
núm. ICC-01/04-81-Conf, ver páginas 6 a 9 sobre la admisibilidad de la demanda de participación y páginas 14
y 15 de las conclusiones.
837
Respuesta de la acusación, par. 13.
634
27. La Sala, sin embargo, considera que las siguientes cuestiones deben ser examina-
das: 1) si, a la luz del artículo 68.3 del estatuto, se considera que un “proceso” existe
durante la fase de investigación previa; 2) las condiciones de aplicación del artículo
68.3 durante la fase de investigación de una “situación”, y 3) las modalidades de
participación de las víctimas durante la investigación de una situación.
A. En qué medida, a la luz del artículo 68.3 del estatuto, un “proceso” existe
durante la investigación preliminar
1) El método exegético
29. La Oficina del Fiscal argumenta que el estatuto, en especial el artículo 127,840
hace una distinción entre los términos “investigación” (investigation) y “procedi-
mientos” (proceedings)841. La Oficina del Fiscal además considera que “no existen
838
Ibídem, par. 13.
839
Ibídem, par. 23 y 26.
840
El artículo 127 del estatuto se encuentra en el capítulo XIII, titulado “Cláusulas finales”.
841
Respuesta de la acusación, par. 13.
procedimientos, en los términos del artículo 68.3 del estatuto, durante la fase de in-
vestigación previa”, por cuanto, “tanto el estatuto como las reglas de procedimiento
y prueba hacen una clara distinción entre ‘investigación’ y ‘procedimientos’”.
30. La Sala observa que los términos proceedings842 y procédure843 son usados repeti-
damente en las versiones inglesa y francesa del estatuto.844 El artículo 127 del esta-
tuto, el cual la Oficina del Fiscal cita como ejemplo, es el único artículo del estatuto
en el cual se realiza la distinción entre investigation y proceedings. Sin embargo, el
artículo figura en la parte final del estatuto, el cual no trata acerca de los procedi-
mientos ante la Corte, sino que contiene disposiciones finales.
[…]
2) El método sistemático
39. La Oficina del Fiscal también funda su oposición a la aplicación del artículo
68.3 del estatuto en la fase de investigación de una situación, en un doble argu-
mento sistemático. En primer lugar, la Oficina del Fiscal señala:
40. En segundo lugar, la Oficina del Fiscal argumenta que el artículo 92 de las re-
glas de procedimiento y prueba limita la participación de las víctimas a las etapas
mencionadas en las subreglas 2a y 3a de él. Tal interpretación implica que el dere-
cho de las víctimas a participar en el procedimiento se encuentra limitado a ciertos
procedimientos iniciados, bien sea “por decisión del Fiscal de no iniciar una inves-
tigación en virtud del artículo 53” (regla 92-2), o por la “decisión de la Sala de no
llevar a cabo una audiencia de confirmación de cargos, en aplicación del artículo
61” (regla 92-3).
842
La palabra proceedings figura más de 40 veces en la versión inglesa del estatuto.
843
La palabra procédure figura más de 50 veces en la versión francesa del estatuto.
844
En francés la palabra es empleada en singular y algunas veces en plural. Las versiones inglesa y francesa no
coinciden plenamente en lo que se refiere a la terminología empleada en este tema.
845
Respuesta de la acusación, par. 18.
42. En relación con el primer argumento, la Sala observa que el capítulo VI del
estatuto, titulado “El juicio”, contiene tanto artículos referidos a la conducción del
proceso ante la Sala de Primera Instancia,846 como disposiciones que consagran
principios generales aplicables a las diferentes etapas de los procedimientos ante la
Corte.847
43. Desde esta perspectiva, la Sala observa que los artículos 69 a 72 del estatuto,
que se encuentran ubicados en el capítulo VI, sientan los principios generales apli-
cables a las diferentes etapas del procedimiento. El artículo 69, que trata sobre la
evidencia, y los artículos 70 y 71, referidos a las ofensas contra la Administración de
Justicia y las sanciones por faltas disciplinarias ante la Corte, se refieren a las diver-
sas etapas del procedimiento. Las faltas descritas en el artículo 70.1 pueden ocurrir
durante la fase de investigación. El artículo 72, que trata sobre la “protección de la
información de seguridad nacional”, se refiere expresamente, en los parágrafos 1º, 4º
y 5º, a las distintas etapas del procedimiento, incluyendo la fase de investigación.848
44. La Sala nota que esos artículos generalmente se aplican a las diferentes etapas
del procedimiento ante la Corte, incluyendo la fase preliminar.
45. La Sala observa que el artículo 68 se titula “Protección de las víctimas y de los
testigos y su participación en el procedimiento”. La Sala considera que el parágrafo
1° del artículo 68, que impone a la Corte la obligación general de “tomar las me-
didas apropiadas para proteger la seguridad física y psicológica, el bienestar, la pri-
vacidad y la dignidad de las víctimas y testigos”, se refiere en particular a la fase de
investigación. La Sala también constata la ausencia de cualquier exclusión explícita
de la fase de investigación del ámbito de aplicación del parágrafo 3° del artículo 68,
acerca de la cuestión de la participación de las víctimas.
46. Por lo tanto, resulta consistente, según las mencionadas disposiciones, inter-
pretar el término procédure en francés y la expresión proceedings en inglés, del artí-
culo 68.3 del estatuto, como inclusivas de la etapa de investigación de la situación,
846
Ver los artículos 63, 64, 65, 74 y 76 del estatuto.
847
Ver los artículos 69, 70, 71, 72 y 73 del estatuto.
848
Ver la refencia al artículo 56 del estatuto, el cual resulta aplicable a la etapa de investigación.
[…]
3) El método teleológico
50. La interpretación del artículo 68.3 del estatuto como aplicable a la fase de inves-
tigación también es conforme con el objeto y el propósito de la participación de las
víctimas en los términos de los borradores del estatuto, a los cuales siguió el debate
que tomó lugar en el contexto del creciente énfasis acordado al papel de las víctimas
por el corpus del derecho internacional de los derechos humanos y por el derecho
internacional humanitario.849
51. En opinión de la Sala, el estatuto concede a las víctimas una voz independiente
y un papel en el procedimiento ante la Corte. Puede ser posible ejercer tal indepen-
dencia en particular frente a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, en defensa
de sus intereses. Como la Corte Europea lo ha afirmado en numerosas ocasiones,
la participación de las víctimas en el proceso penal no puede ser vista “ni como un
oponente, o como necesariamente un aliado de la Fiscalía; sus funciones y objetivos
son claramente diferentes”.850
52. Aunado a lo anterior, la Sala señala que, con relación a los sistemas donde las
víctimas son autorizadas a participar en el proceso penal, el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos ha aplicado el artículo 6.1 del Convenio Europeo de Derechos
Humanos a las víctimas, en relación con la fase de investigación, incluso antes de la
confirmación de cargos, en particular cuando el resultado del proceso penal resulta
de decisiva importancia para obtener reparación por los daños causados.851
849
La Sala recuerda, además, que más allá de la adopción de las reglas de procedimiento y prueba en septiembre
de 2002, la Asamblea de Estados partes adjuntó la siguiente nota explicativa: “Las reglas de procedimiento y
prueba son un instrumento de aplicación del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, al cual se encuen-
tra subordinado en todos los casos…” (Asamblea de los Estados partes en el Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional, primera sesión, New York, 3-10 de septiembre, 2002, ICC-ASP/1/3, p. 11.
850
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, asunto “Berger vs. Francia”, sentencia del 3 de diciembre de 2002,
caso 48221/99, par. 38; Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Gran Sala, asunto “Pérez vs. Francia”, sentencia
del 12 de febrero de 2004, caso 47287/99, par. 68.
851
En los sistemas que no prevén el derecho para las víctimas de participar en el proceso penal existen otros meca-
nismos que les permiten acceder a la justicia. Por ejemplo, en Inglaterra y en Gales, más allá del derecho que tienen
las víctimas de obtener reparación en virtud del Criminal Injuries Compensation Act del 8 de noviembre de 1995
55. La Sala advierte que, según lo dispuesto en el artículo 68.3, la Corte debe per-
mitir que los puntos de vista y opiniones de las víctimas sean consideradas “cuando
el interés personal de las víctimas se encuentre afectado” y “en las etapas procesales
determinadas como apropiadas por la Corte”.
(UK ST 1995 c 53 s1, reformado el 1º de julio de 1999), el Ministerio del Interior (Home Office) publicó el 18
de octubre de 2005 el Code of Practice for Victims (que entró en vigencia en abril de 2006 y reemplazó a la Victims
Charter, la cual había sido adoptada en 1991 y fue modificada en 1996), texto que, por primera vez, confiere a las
víctimas de delitos derechos ante la ley. Este código enuncia las prestaciones que las víctimas pueden esperar del
sistema de justicia penal, entre ellas, el derecho a ser informadas acerca de los detalles precisos de los progresos de la
investigación sobre delitos cometidos en su contra (secciones 5.9 a 5.12), el derecho a ser informadas acerca de
toda captura (secciones 5.14 a 5.17), así como los progresos de los asuntos llevados ante la justicia (secciones 5.18
a 5.35 y capítulos VII y VIII). Por otra parte, en Irlanda, además del derecho con que cuentan las víctimas para
iniciar un procreso de reparación en virtud del Garda Siochana Compensation Act del 7 de agosto de 1941, y del
Non-Statutory Scheme of Compensation for Personal Injuries Criminal Inflicted, promulgados por el Ministerio de
Justicia, se contienen disposiciones específicas que apuntan a que las víctimas sean informadas sobre el trámite
que siguió su denuncia y los progresos realizados.
852
Corte Interamericana de Derechos Humanos, asunto “Blake vs. Guatemala”, sentencia del 24 de enero de
1998, Serie C, núm. 36. La Corte Interamericana ha confirmado luego esa jurisprudencia. Ver Aldana Pindell,
“An emerging universality of justiciable victims’ rights in the criminal process to curtail impunity for state spon-
sored crimes”, en Human Rights Quaterly, volumen 26, núm. 3, agosto 2004, p. 605.
853
Corte Interamericana de Derechos Humanos, asunto “Blake vs. Guatemala”, sentencia del 24 de enero de
1998, Serie C, núm. 36, par. 97.
854
Corte Interamericana de Derechos Humanos, asunto “Villagrán Morales y otros vs. Guatemala”, sentencia del
19 de noviembre de 1999, Serie C, núm. 63, par. 227.
56. La Oficina del Fiscal considera que puede ser inapropiado para las víctimas par-
ticipar en la etapa de investigación previa por dos razones:
57. La Sala considera que la participación de las víctimas durante la etapa inves-
tigativa de una situación no coloca en peligro, per se, la apariencia de integridad y
objetividad de la investigación, ni tampoco es necesariamente incompatible con
consideraciones de eficiencia y seguridad.
59. Desde este punto de vista, la Sala considera que, determinadas personas que
gozan del estatus de víctimas tienen el derecho, en términos generales, de presentar
sus puntos de vista y opiniones en relación con la investigación, y aportar material
probatorio a la Sala de Primera Instancia, y ello no puede tener un impacto negativo
en la investigación. El anterior derecho procesal no comporta tener acceso al record
of the investigation (expediente), ni tampoco afecta la capacidad del fiscal para con-
ducir la investigación, de conformidad con los requerimientos del estatuto, y en
particular, con el artículo 54.1 a).
2) El criterio del “interés personal” dentro del significado del artículo 68.3
del estatuto
61. La participación de las víctimas, en virtud del artículo 68.3 del estatuto, puede
tener lugar, solamente, cuando “sus intereses personales se vean afectados”.
Dicha responsabilidad es confiada a la Sala de Cuestiones Preliminares por el estatuto, en particular, por el
855
62. La Sala advierte que tal criterio no se encuentra previsto en otras disposiciones
que reconocen a las víctimas derechos de participación, tales como los artículos
15.3 y 19.3 del estatuto. Estos artículos acuerdan un derecho específico de parti-
cipación a las víctimas. La Sala sostiene que el criterio de los “intereses personales”,
expresamente señalado en el artículo 68.3, constituye un criterio adicional que de-
ben cumplir las víctimas, más allá de probar su calidad de tales.
63. La Sala considera que los intereses personales de las víctimas se encuentran, por
lo general, afectados durante la fase de investigación. En esa medida, la participación
de las víctimas en esa etapa puede ayudar a aclarar los hechos, sancionar a los per-
petradores de los crímenes, así como a demandar reparación por los daños sufridos.
[…]
65. La Sala considera que el estatuto, las reglas de procedimiento y prueba y las re-
gulaciones de la Corte establecen una distinción entre las situaciones y los casos, en
términos de diferentes clases de procedimientos, comenzando por los distintos ór-
ganos de la Corte que aquéllas comportan.856 Así, las “situaciones” son generalmente
definidas en términos temporales, territoriales y, en algunos casos, según criterios
personales, tal como la situación de la República Democrática del Congo desde el 1º
de julio de 2002, comportan un procedimiento previsto en el estatuto para determi-
nar si una determinada situación puede dar lugar al inicio de investigaciones penales,
así como a casos concretos en particular. Por el contrario, los “casos concretos” abar-
can incidentes específicos, a lo largo de los cuales uno o varios crímenes que caen bajo
la jurisdicción de la Corte parecen haber sido cometidos por uno o más sospechosos
identificados, dando inicio a procesos encaminados a expedir órdenes de captura u
órdenes de comparecencia.
66. Con fundamento en tales distinciones, la Sala considera que, durante la etapa
de investigación de la situación, el estatus de víctima deberá ser acordado a aquellos
peticionarios que parecen cumplir con la definición de víctima, en los términos de
la regla 85 de las reglas de procedimiento y prueba, en relación con una situación
determinada. En la etapa del caso concreto, el estatus de víctima será acordado so-
lamente a los peticionarios que parecen cumplir con la definición de “víctimas”,
prevista en la regla 85, en relación con un determinado caso.
La expresión “situación” se encuentra especialmente en los artículos 13a; 13b; 14.1; 15.5; 18.1 y 19.3 del
856
estatuto.
67. La Sala señala que, de conformidad con el artículo 86.2 g) del reglamento de
la Corte, cuando una persona natural o jurídica eleva una solicitud para que le sea
acordado el estatus de víctima, el solicitando se encuentra obligado a aportar, en la
medida de lo posible, “información acerca de la etapa del proceso en la cual desea
participar”. De allí que, cuando una persona natural o jurídica se postula para ser re-
conocida como víctima en relación con una situación, también está solicitando que
le sea acordada tal calidad en relación con cualquier caso que se derive de la investi-
gación de la situación, y por tanto, la Sala automáticamente la tomará en considera-
ción como una segunda solicitud, sin que sea necesario elevar una nueva petición.
68. Con relación a las peticiones actualmente tomadas en consideración, la Sala ad-
vierte que, por el momento, ningún caso ha sido iniciado mediante la expedición de
una orden de captura o de comparecencia por la Corte, en los términos del artículo
58 del estatuto, en el ámbito de las investigaciones acerca de la situación en el terri-
torio de la República Democrática del Congo, desde el 1º de julio de 2002. En esta
fase, sin embargo, la Sala puede acordar el estatus de víctima sólo en relación con la
situación en la RDC. Dado que los peticionarios elevaron sus solicitudes para ser
reconocidos como víctimas “durante la investigación, el juicio y la etapa del fallo”,
una vez el caso avance en relación con la investigación de la situación de la RDC, la
Sala automáticamente se planteará la cuestión acerca de si los peticionarios parecen
cumplir con la definición de víctimas, en los términos de las reglas, respecto de un
caso concreto.
69. Si los peticionarios cumplen con las condiciones anteriormente señaladas para
verse reconocido el estatus de víctimas durante la etapa de investigación de la situa-
ción en la RDC, los derechos procesales de los cuales son titulares durante la men-
cionada etapa, de conformidad con el artículo 68.3 del estatuto, son los siguientes.
70. En relación con las modalidades de participación de las víctimas en los procedi-
mientos, la Sala debe asegura que su participación no resulta perjudicial o contraria
a los derechos de la defensa. En este caso, la Sala decidió nombrar un abogado de
oficio para representar los intereses de la defensa.857
71. A la luz del núcleo del derecho a ser escuchado, dispuesto en el artículo 68.3
del estatuto, aquellas personas en que se haya visto reconocida su calidad de vícti-
mas, serán autorizadas, con prescindencia de cualquier procedimiento específico
conducido en el marco de tal investigación, y serán escuchadas por la Sala en orden
“Decisión relativa a las medidas de protección solicitadas por los peticionarios 01/04-1/dp a 01/04-6/dp”, del
857
a presentar sus puntos de vista y conceptos, así como los aportes pertinentes para
la investigación de la situación de la RDC. En relación con el artículo 68.3, la Sala
considera que se impone una obligación de la Corte frente a las víctimas. La ver-
sión en francés de la expresión “la Corte permite”858 hace mucho más claro que la
garantía del acceso a la Corte de las víctimas comporta una obligación positiva para
aquélla, en el sentido de permitirles que el ejercicio de sus derechos sea efectivo. De
allí que la Sala tiene una doble obligación: por una parte, permitirle a las víctimas
presentar sus puntos de vista y conceptos; por el otro, examinarlos.
72. El derecho a presentar sus puntos de vista y opiniones, así como a aportar prue-
bas en relación con los hechos que está conociendo la investigación que se está lle-
vando a cabo, muestra que los intereses personales de las víctimas se encuentran
afectados, por cuanto es en esa etapa que los responsables de los crímenes que los
afectaron, serán identificados, siendo el primer paso para la imputación de cargos.
El vínculo estrecho entre los intereses personales de las víctimas y la investigación
es más importante en el régimen establecido por el Estatuto de Roma, teniendo en
cuenta los efectos que tales investigaciones pueden tener en el futuro, respecto de
las reparaciones previstas en el artículo 75 del estatuto.
75. En tercer lugar, las personas que tengan el estatus de víctimas también se encon-
trarán facultadas para solicitarle a la Sala de Cuestiones Preliminares, basadas en
el artículo 68.3 del estatuto, la adopción de un procedimiento específico. La Sala
determinará, caso por caso, el impacto en relación con los intereses personales de
los peticionarios.
[…]
III. Acerca de si las víctimas, en el presente caso, tienen el estatus requerido para
participar en el procedimiento
1) La regla 85 a)
a) Víctima significa una persona natural que ha sufrido un daño como resul-
tado de la comisión de cualquier delito de competencia de la Corte.
78. La regla 85, subregla a), establece cuatro criterios que deben cumplirse cuando
quiera alcanzarse el estatus de víctima: la víctima debe ser una persona natural; debe
haber sufrido un daño; el crimen que ocasionó el daño debe ser de competencia de la
Corte; y debe existir un nexo de causalidad entre el crimen y el daño sufrido. De
conformidad con lo anterior, la Sala debe contestar cuatro preguntas principales:
–– ¿Existe un nexo causal entre tales crímenes y el daño sufrido por los peticionarios?
80. El sentido ordinario del término “persona natural”, tal y como figura en la regla
85a), es en francés un etre humain tel qu’il est considéré par le droit: la personne hu-
maine prise comme sujet de droit, par opposition a la personne morale,859 o en inglés, a
human being. Una persona natural es aquella que no es una persona jurídica.
b) La noción de daño
82. En relación con asuntos más específicos vinculados con el daño sufrido por las
víctimas, la Sala de Cuestiones Preliminares constata que el propósito de esta de-
cisión no apunta a lograr determinar si el daño sufrido por las víctimas, tal y como
será establecido posteriormente, será el apropiado para la Sala de Primera Instancia,
en el contexto del caso. La Sala de Cuestiones Preliminares considera, sin embargo,
que la constatación adelantada por una instancia acerca de los daños sufridos, en
esta etapa procesal, resulta suficiente para establecer la calidad de víctima.
83. Para comenzar, la Sala advierte que, de conformidad con el artículo 13 del esta-
tuto, la Corte puede ejercer su jurisdicción en relación con los crímenes referidos
en el artículo 5º, si:
84. La Sala advierte que la situación referida al territorio de la RDC desde julio de
2002 fue transmitida al fiscal el 3 de mayo de 2004 por el presidente de la RDC,
de conformidad con el artículo 13 a) y 14 del estatuto. La referida carta es clara
sobre este punto: el presidente de la RDC anuncia a la Corte “la situación en este
país”. Una vez recibida la misiva, el fiscal decidió, el 16 de junio de 2004, iniciar
una investigación en el territorio de la RDC. Sin embargo, una notificación en los
términos del artículo 18, parágrafo 2º del estatuto, nunca fue recibida.
85. Para entrar en la competencia de la Corte, un crimen debe reunir las siguien-
tes condiciones: ser un crimen mencionado en el artículo 5º del estatuto, esto
es, un crimen de genocidio, uno de lesa humanidad o de guerra: el crimen debe
haber sido cometido en el período comprendido en el artículo 11 del estatuto; y
el crimen debe reunir una de las dos condiciones descritas en el artículo 12 del
estatuto.
86. En relación con la primera condición, los crímenes que entran en la compe-
tencia de la Corte se encuentran detallados en los artículos 6º, 7º y 8º del estatuto.
Corresponderá a la Sala analizar la solicitud de cada peticionario, a la luz de cada
uno de estos artículos, a efectos de determinar si los crímenes descritos son de su
competencia.
88. La Sala señala que el estatuto entró en vigencia para la RDC el 1º de julio de
2002, de conformidad con el artículo 126.1, habiendo sido ratificado el estatuto el
11 de abril de 2002.
89. En orden a determinar si los crímenes alegados por los peticionarios fueron co-
metidos luego del 1º de julio de 2002, la Corte toma nota de las fechas en las cuales
los crímenes alegados fueron perpetrados.
[…]
95. La Sala debe definir el criterio empleado para determinar la carga de la prueba
para la futuras víctimas y sus representantes legales. La Sala se reserva el derecho de
rechazar solicitudes que estime infundadas o incompletas.
97. La Sala debe determinar un criterio que le sirva para determinar si a los peticio-
narios se les puede acordar el estatus de víctimas. Sin embargo, no existe un criterio
para determinarlo ni en el estatuto ni en las reglas. La Sala considera que, teniendo
en cuenta el estado del procedimiento (la investigación de una situación), resulta
razonable acudir a un umbral relativamente bajo.
[…]
2. Comentario jurisprudencial
2.1. Hechos y contexto de la decisión
860
Ver al respecto: Van Boven, T., “The victims’ rights and interests in the International Criminal Court”, en The
legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden, Martinus
Nijhoff, 2009, pp. 900 y ss.
Al respecto, cabe señalar que al momento de discutir el estatuto se dieron cita dos pos-
turas que revelan las diferencias existentes entre un sistema acusatorio de corte conti-
nental europeo y uno anglosajón. En efecto, en tanto que para los primeros la víctima
debe participar activamente en el proceso penal internacional, los segundos apuntaban
a que ésta sólo fuese protegida en tanto que testigo de cargo y a que presentara su recla-
mación en el derecho interno, tal y como quedaron estructurados los tribunales penales
internacionales para la antigua Yugoslavia y Ruanda.
El estatuto no define quién es víctima, lo cual no obsta para que consagre en su texto
algunos de sus derechos sustantivos y prevea su participación en ciertas etapas procesa-
les. De tal suerte que es en las conocidas como reglas de procedimiento y prueba donde
hallamos un concepto de víctima, al igual que una regulación mucho más detallada de
su intervención en el curso del proceso penal internacional.
a) Por el término “víctima” se entiende toda persona física que ha sufrido un daño a
causa de la comisión de un crimen de competencia de la Corte.
861
Ver al respecto: D’argent, P., “Le droit de la responsabilité internationale complété? Examen des príncipes
fondamentaux et directives concernant le droit à un recours et à réparation des victimes de violations flagrantes
du droit international des droits de l’homme et des violations graves du droit international humanitaire”, en
AFDI, 2005, pp. 27-55.
862
Sobre el particular se puede consultar: Ascensio, H. y Maison, R., “L’activité des jurisdictions pénales interna-
tionales (2005)”, en AFDI, 2005, p. 247; y Del Carpio, J., Las víctimas ante los tribunales penales internacionales
ad hoc, Valencia, Tirant lo Blanch, 2009, p. 134.
Adviértase que el artículo no distingue entre víctimas directas e indirectas; que tampoco
entiende por tales a las personas jurídicas, sino que establece una protección más enfocada
hacia la propiedad de éstas, es decir, sobre unos bienes destinados al culto, la salud, etcé-
tera. De allí que, pensamos que la disposición apunta, sobre todo, a violaciones al princi-
pio de distinción entre objetivos militares y bienes civiles, es decir, violaciones al derecho
internacional humanitario.
Ahora bien, el estatuto sí consagra unos derechos sustantivos a favor de las víctimas, al
igual que determinadas intervenciones puntuales en el curso del proceso. Veamos.
En lo que concierne a los derechos sustantivos encontramos que una interpretación siste-
mática del estatuto apunta a reconocer a favor de las víctimas los siguientes: un derecho
a ser protegida y uno a ser reparada integralmente. En cuanto al primero, existen diversas
disposiciones puntuales del estatuto señalando que las víctimas y los testigos serán prote-
gidas en el curso del proceso, labor ésta que será encomendada a la Secretaría de la CPI.
En tal sentido, el artículo 68 del estatuto es la norma que consagra de manera más amplia
y general el derecho que tiene la víctima a ser protegida, en los siguientes términos:
Como punto de partida863, la Sala estimó aplicable el artículo 68.3 del estatuto, a cuyo
tenor:
La Corte permitirá, en las fases del juicio que considere conveniente, que se pre-
senten y tengan en cuenta las opiniones y observaciones de las víctimas si se vieren
afectados sus intereses personales y de una manera que no redunde en detrimento de
los derechos del acusado o de un juicio justo e imparcial ni sea incompatible con
éstos. Los representantes legales de las víctimas podrán presentar dichas opiniones
y observaciones cuando la Corte lo considere conveniente y de conformidad con las
reglas de procedimiento y prueba (énfasis agregado).
La Oficina del Fiscal de la CPI alegaba que durante la etapa preliminar no existía real-
mente un “juicio”, y que por ende, no era viable hablar de participación de la víctima
hasta que aquél no hubiese iniciado. La Sala no acogió tal postura, con los siguientes
argumentos.
Desde un punto de vista exegético la Sala advirtió que, mientras que la versión inglesa
del estatuto alude a procédure, la inglesa emplea el vocablo proceedings, sin que realmente
en uno u otro caso pueda entenderse que se está excluyendo la fase de investigación pre-
liminar. En palabras de los jueces, “la expresión proceedings no excluye necesariamente
la investigación previa sobre una situación”.
Algunos comentarios sobre esta providencia pueden verse en Bottigliero, I., “Ensuring effective participation
863
and adequate redress for victims: challenges ahead for the ICC”, en The legal regime of the International Criminal
Court. Essays in honour of Professor Igor Blishchenko, Lieden, Martinus Nijhoff, 2009, pp. 907 y ss.
por separar los intereses de las víctimas de aquellos de la Fiscalía de la CPI, los cuales
no necesariamente son coincidentes o convergentes, tal y como lo han entendido la
CteIDH y el TEDH. En pocas palabras, “la Sala entiende que el artículo 68.3 del es-
tatuto confiere igualmente a las víctimas el derecho a participar de la lucha contra la
impunidad”, es decir, a la verdad, la justicia y la reparación.864
En cuanto a las condiciones que se deben cumplir para dar aplicación a los conteni-
dos del artículo 68.3 del estatuto, la Sala consideró que permitir la participación a
las víctimas durante el examen preliminar de una “situación”, contrario a lo alegado
por la Fiscalía, no afectaba los principios fundamentales de eficacia y seguridad. Lo
anterior por cuanto “acordarles a las personas que tienen la calidad de víctimas el
derecho de exponer, de manera general, sus puntos de vista y preocupaciones en rela-
ción con una investigación preliminar referente a una situación, así como a presentar
las evidencias de que disponga ante la Sala, no puede comportar consecuencias ne-
gativas para la investigación”,865 precisando que tal derecho no comprende el acceso
al expediente de ésta.
Ahora bien, en relación con la expresión “intereses personales”, del artículo 68.3 del es-
tatuto, la Sala entendió que aquellos se ven comprometidos de manera general o global
en el curso de la investigación preliminar sobre una situación, por cuanto ésta apunta
a: 1) clarificar los hechos; 2) sancionar a los responsables; y 3) solicitar la reparación de
los daños causados.
Una vez clarificado que las víctimas sí pueden participar en el curso de una investiga-
ción previa sobre una situación, esto es, con antelación a la imputación de cargos con-
cretos contra un victimario, debieron los jueces analizar las diversas modalidades de
participación de aquéllas. Para ello, la Corte recuerda la diferencia entre “situación”
(situations) y “caso concreto” (affaires). Así pues, mientras que la primera es definida
por parámetros temporales, territoriales, y eventualmente personales (verbigracia, la
situación de la República Democrática del Congo a partir del 1º de julio de 2002),
los asuntos concretos aluden a incidentes específicos en el curso de los cuales uno o
varios crímenes de competencia de la Corte han sido perpetrados por determinados
sujetos, frente a los cuales se ha librado una citación para comparecer, y llegado el
caso, una orden de captura internacional. En consecuencia, según la Sala, en el curso
864
Ver al respecto, Ramelli, A., “Los derechos fundamentales de las víctimas de las violaciones graves a los dere-
chos humanos y al derecho internacional humanitario y sus repercusiones en el constitucionalismo colombiano”,
en V Jornadas de derecho constitucional y administrativo, Universidad Externado de Colombia, 2004.
865
Corte Penal Internacional, Primera Sala de Cuestiones Preliminares, núm. 1, auto del 16 de enero de 2006,
Situation de la République Démocratique du Congo. Décision sur les demandes de participation a la procedure de
VPRS1, VPRS2, VPRS3, VPRS4, VPRS5 y VPRS6, ICC. 01/04-101.
de una investigación previa referente a una “situación”, la calidad de víctima podrá ser
acordada a aquellos que, prima facie, se enmarquen en la noción de víctima estipulada
en la regla 85 de las reglas de procedimiento y prueba; por el contrario, tal categoría,
en el curso de la investigación del caso concreto, es decir, luego de la imputación de
cargos, sólo podrá ser acordada a quienes, en el contexto de la mencionada regla, de-
muestren una relación directa con el asunto sub examine. De allí que el interés de la
víctima sea aquel de transformarse de víctima de la situación a aquella del caso con-
creto, por cuanto podrá ya accionar su pretensión reparatoria contra un individuo u
organización concretos.
Pues bien, una vez reconocida por la Sala de Cuestiones Preliminares su calidad de
“víctimas de la situación”, éstas tienen el derecho a: 1) presentar su puntos de vista y
preocupaciones; 2) aportar pruebas; 3) ser informadas sobre los avances de la inves-
tigación; y 4) a ser protegidas. Para tales efectos, deberán diligenciar las respectivas
solicitudes,866 las cuales se encuentran disponibles en la página web de la CPI, y así
mismo, tienen el derecho a que la Secretaría de la CPI las asista para el debido dili-
genciamiento de aquéllas. Con todo, la Corte ha entendido que no es obligatorio
emplear los formularios diseñados por la Secretaría de la CPI, a condición de que
se cumpla con los requisitos señalados en el artículo 86 de su reglamento interno.867
2.2.4. Condiciones que se deben cumplir para ser estimado “víctima de la situación”
¿Existe un nexo de causalidad entre los crímenes y el daño sufrido por los de-
mandantes?
866
La solicitud de intervención deberá contener: la identidad de la víctima y dirección en la cual recibirá corres-
pondencia; una descripción del daño sufrido; una narración de los hechos precisando lugares, fechas y posibles
responsables; indicación de la etapa procesal en la cual desea intervenir; identificación de su apoderado, y cual-
quier información que parezca relevante, tales como nombres de testigos, documentos, etcétera. Los formularios
deberán ser remitidos a la siguiente dirección: Corte Penal Internacional, Sección para la Participación y Repara-
ción de las Víctimas (SPRV), 19519, 2500 CM, La Haya, Países Bajos.
867
Corte Penal Internacional, Primera Sala de Cuestiones Preliminares, núm. 1, auto del 16 de enero de 2006,
párr. 102, Situation de la République Démocratique du Congo. Décision sur les demandes de participation a la
procedure de VPRS1, VPRS2, VPRS3, VPRS4, VPRS5 y VPRS6, ICC. 01/04-101.
En cuanto al “perjuicio sufrido” es preciso señalar que ni el estatuto ni las reglas de pro-
cedimiento y prueba lo definen, motivo por el cual debe recurrirse a los dictados del
artículo 21 del estatuto, referentes al derecho aplicable por la CPI, esto es, cuando pro-
ceda, los tratados y los principios y normas de derecho internacional aplicables, incluidos
los principios establecidos del derecho internacional de los conflictos armados, y en su
defecto, los principios generales del derecho que derive la Corte del derecho interno de
los sistemas jurídicos del mundo, incluido, cuando proceda, el derecho interno de los
Estados que normalmente ejercerían jurisdicción sobre el crimen, siempre que esos prin-
cipios no sean incompatibles con el presente estatuto ni con el derecho internacional ni
las normas y principios internacionalmente reconocidos.
En dicho orden de ideas, en esta etapa preliminar del proceso no se pretenden demos-
trar y tasar los daños ocasionados a las víctimas, finalidad que sólo se alcanzará en la
sentencia; tan sólo se busca determinar su ocurrencia prima facie.
El requisito según el cual el crimen debe ser de competencia de la Corte es el más com-
plejo de analizar, por cuanto remite a un examen de todos y cada uno de los factores
competenciales. De allí que la Sala deberá determinar si la persona fue víctima de un
genocidio, un crimen de guerra o de lesa humanidad; si los hechos se cometieron en
un Estado parte en el tratado internacional con posterioridad a la entrada en vigor de
éste en aquél; y si ha operado el principio de complementariedad, es decir, si la justicia
interna no funcionó adecuadamente.
2.2.5. Requisitos para ser considerado como “víctima del caso concreto”
De allí que, a primera vista, no bastaría con demostrar que se fue víctima de otros crí-
menes cometidos por el imputado, sino de aquéllos por los cuales el fiscal acudió ante
la Sala de Cuestiones Preliminares y ésta libró la correspondiente orden de captura in-
ternacional.
868
Ver al respecto, Ascensio, H. y Maison, R., “L’activité des jurisdictions pénales internationales (2006-2007)”,
en AFDI, 2007, p. 441.
869
Corte Penal Internacional, Sala de Cuestiones Preliminares, providencia del 29 de junio de 2006, asunto
“Fiscalía vs. Thomas Lubanga”, ICC-01/04-01/06.
El nexo de causalidad exigido por la regla 85 durante la etapa del caso concreto se
considera demostrado a partir del momento en que la víctima, o llegado el caso, la
familia próxima o las personas a cargo de esa víctima directa, aporten suficientes
elementos que permitan establecer que ha sufrido un perjuicio directamente vincu-
lado con los crímenes relacionados en la orden de arresto, o que sufrió un perjuicio
al momento de prestarle ayuda a las víctimas directas del caso, o por impedir que es-
tas últimas se convirtiesen en víctimas debido a la perpetración de tales crímenes.870
Una vez reconocida la calidad de víctima del caso concreto, el representante legal, en los
términos de la regla 91, quedará facultado para interrogar testigos, peritos o al acusado.
La correspondiente Sala podrá solicitarle que presente por escrito las preguntas y, en
ese caso, las transmitirá al fiscal y, cuando proceda, a la defensa, que estarán autorizados
para formular sus observaciones en un plazo que aquélla fijará.
Así pues, por ejemplo, unas serán las víctimas de la “situación de la República Demo-
crática del Congo”, cuyo número, identidad y entidad de daños sufridos será extrema-
damente amplio y no siempre sencillo de precisar, en tanto que otras los del acusado
Ídem.
870
Ver al respecto, Olásolo, H., Ensayos sobre la Corte Penal Internacional, Bogotá, Universidad Javeriana, 2009.
871
En el caso colombiano se podrían establecer algunos paralelos entre tales conceptos ma-
nejados internacionalmente: así, mientras que unas personas serán víctimas del accio-
nar de determinado bloque de las autodefensas o de la guerrilla, sin que necesariamente
los afectados conozcan la identidad de los integrantes de tales organizaciones, otras lo
serán específicamente de los actos confesados por un determinado desmovilizado. De
tal suerte que, las diferencias entre víctimas de la “situación” y “del caso concreto” resul-
tan aplicables, mutatis mutandis, para entender la postura procesal en que se encuentran
las víctimas en un proceso de justicia transicional.
De igual manera, el concepto amplio y sencillo que se maneja en la CPI del concepto
de víctima, es decir, simplemente quien haya sufrido un daño por la comisión de un
delito de competencia de aquélla, puede servir como punto de reflexión para el caso
colombiano. Me explico. En vez de contar con numerosas definiciones del concepto de
“víctima”, tales como aquellas que encontramos en: 1) la Ley de Justicia y Paz; 2) la ley
782 de 2002; 3) la reparación administrativa; 4) el Código Penal; y 5) la jurisprudencia
administrativa, se acogería una sola: víctimas de crímenes internacionales (genocidio,
crímenes de lesa humanidad y de guerra), sin hacer diferencia alguna entre si los perpe-
tradores son agentes del Estado o particulares que actuaron con la tolerancia o aquies-
cencia de aquéllos (verbigracia, grupos paramilitares) o por la omisión de protección
estatal (por ejemplo, grupos guerrilleros).
872
Sobre este tema se puede consultar: Olásolo, H., Ensayos sobre la Corte Penal Internacional, Bogotá, Univer-
sidad Javeriana, 2009, pp. 145 y ss.
En este orden de ideas, por el momento, las víctimas colombianas pueden aportar toda
la documentación de que dispongan a efectos de que la Fiscalía cuente con elementos de
prueba suficientes con el fin de solicitarle a la Sala de Cuestiones Preliminares la aper-
tura de un proceso concreto. De allí que cuenten, desde ya, con la posibilidad de remitir
los formularios que aparecen en la página web de la CPI, con el propósito de que, algún
día, por fin, la Fiscalía de la CPI decida llevar un caso contra quienes en Colombia han
cometido crímenes de lesa humanidad, de guerra y genocidios.
1) Los diversos retos de la CPI. En estos momentos la CPI tiene enormes retos que
afrontar. Sin lugar a dudas, las enormes esperanzas que su puesta en marcha su-
puso han generado crecientes expectativas de justicia entre las víctimas de los crí-
menes más atroces que se hayan cometido en el mundo en los últimos años. El reto
comienza por definir dónde investigar y hacia quiénes orientar sus esfuerzos. En
efecto, los tribunales internacionales que la antecedieron no contaron con tal difi-
cultad, debido a que fueron constituidos para examinar un contexto muy concreto:
bien fuera los crímenes cometidos por los nazis o los japoneses, pasando por las bar-
baridades perpetradas en el territorio de la antigua Yugoslavia, hasta el genocidio
ruandés. Se trata, en consecuencia, de un asunto de política criminal. Con todo, la
respuesta a tal interrogante parece estar resolviéndose por sí sola, como quiera que,
por el momento, sólo se están examinando cuatro situaciones: tres remitidas por los
Estado afectados, lo cual era imprevisible ya que se pensaba que los gobiernos serían
renuentes a aceptar que su justicia no opera debidamente y que por ende lo hiciese
la internacional, y uno remitido por el Consejo de Seguridad. Por el contrario, las
investigaciones adelantadas de oficio por el fiscal o bien no se materializaron (verbi-
gracia, Irak y Venezuela), o no han avanzado con la celeridad deseada (por ejemplo,
Colombia).
los autores materiales, muchos de ellos con escasa formación educativa, sino hacia
quienes orquestaron tales atrocidades. De tal suerte que la Corte debe convertirse en
una institución tan fuerte que logre realmente contener la comisión de tales actos de
barbarie, propósito que no se cumple sancionando a combatientes rasos.
4) Las fechas claves para Colombia. En relación con Colombia,873 como se sabe, el 6
de agosto de 2002 el gobierno nacional ratificó el estatuto, haciendo uso de la salve-
dad del conocimiento de la CPI de los crímenes de guerra por siete años. La entrada
en vigor del estatuto, sin embargo, se debe contabilizar a partir del 1º de noviembre
de 2002, ya que el artículo 126 del estatuto dispone:
2.5. Bibliografía
Sobre el tema de las posibles implicaciones de la CPI para Colombia, se recomienda la siguiente obra: Gue-
873
rrero, A. y Galindo, J., “Implicaciones de la competencia de la Corte Penal Internacional en el caso colombiano:
notas a propósito del encuentro ‘Retos y perspectivas de la competencia de la Corte Penal Internacional’ (Uni-
versidad de los Andes, octubre de 2009)”, en Revista de Derecho Público, 2009, pp. 3 y ss.
Bassiouni, Ch., The legislative history of the International Criminal Court: introduc-
tion, analysis, and integrated, New York, Martinus Nijoff, 2005.
Chifflet, P., “The role and status of the victim”, en International Criminal Law
Developments in the Case Law of the ICTY, Boston, Martinus Nijhoff, 2003.
D’argent, P., “Le droit de la responsabilité internationale complété? Examen des prín-
cipes fondamentaux et directives concernant le droit à un recours et à réparation des
victimes de violations flagrantes du droit international des droits de l’homme et des
violations graves du droit international humanitaire”, en AFDI, 2005.
Del Carpio, J., Las víctimas ante los tribunales penales internacionales ad hoc, Valen-
cia: Tirant lo Blanch, 2009.
Jordan, C. y Hemptinne, J. “The status and role of the victim”, en The Rome Statute
of the International Criminal Court. A commentary, Oxford: Oxford University, 2002.
Olásolo, H., Ensayos sobre la Corte Penal Internacional, Bogotá, Universidad Jave-
riana, 2009.
Ramelli, A., “Los derechos fundamentales de las víctimas de las violaciones graves a
los derechos humanos y al derecho internacional humanitario y sus repercusiones en el
constitucionalismo colombiano”. En: V Jornadas de derecho constitucional y administra-
tivo, Universidad Externado de Colombia, 2004.
Van Boven, T. “The victims rights and interests in the International Criminal Court”,
en The legal regime of the International Criminal Court. Essays in honour of Professor
Igor Blishchenko, Lieden: Martinus Nijhoff, 2009.
2.5.2. Documentos
2.5.3. Jurisprudencia
CPI
Acuerdos de Londres: 216, 249, 254, 320-322, 348, 352, 386, 425, 426, 539, 544 y n.,
545-547, 602
Actos de violencia sexual: 109, 212, 221, 385, 386, 430, 515, 565, 566
en el DIDH: 251, 385, 388, 389
en el DIH: 374, 378, 385, 386, 394
genocidio: 109, 212, 221
Amnistía: 39, 57, 73, 135, 140, 311 n., 321, 326, 328, 363
Artículo 3 común a los Convenios de Ginebra: 88, 103, 110, 111, 118, 122, 261, 269,
271 n., 324, 337, 340, 371, 379, 387, 552, 554-556
aplicación: 86-88, 97, 103, 104, 110, 112, 114, 187
estatus jurídico de las Partes: 111, 113, 119, 269, 556
historia de su redacción: 155
responsabilidad penal individual: 98, 261, 337, 340, 552, 554
Bienes civiles: 36, 52, 66, 88, 145, 147 y n., 151-156, 160, 161, 166, 168, 171, 198, 339,
341, 356, 358, 363, 367, 368, 496, 499, 569, 601, 625, 649
concepto: 52, 152, 153, 198, 358
demarcación: 160, 166
destrucción: 36, 147
Bloque de constitucionalidad: 6, 27 y n., 28 y n., 29-32, 33 y n., 34, 35, 40 y n., 42-45,
47-63, 65, 68, 71, 74-82, 96, 98, 100, 123, 140, 192, 235, 295, 297, 304, 310, 413,
581, 582, 598 y n., 600-603, 619, 620
actividad de la administración: 59
actividad judicial: 60, 61, 62
actividad legislativa: 57, 58
argumentación judicial: 74
bajo la Constitución de 1886: 30
carácter evolutivo: 75
carácter inacabado: 75
cláusulas de reenvío: 29, 31
concepto: 27
conformación: 30, 76
convenios de la OIT: 34
costumbres internacionales: 44
creación de subreglas constitucionales: 62, 63, 64, 65
decisiones: 45
definición de un concepto: 30, 65, 66
derechos subjetivos: 60
encargado de construirlo: 75
en materia penal: 29, 60, 61
en sentido amplio: 30
en sentido estricto: 33
estatuto de Roma: 35, 36, 37, 38, 39, 40
funciones: 55
jurisprudencia internacional sobre derechos humanos: 51
jurisprudencia penal internacional: 52
justicia internacional: 62
incorporación de un nuevo derecho fundamental: 71, 72
ley orgánica: 54
medidas cautelares: 62
medidas provisionales: 62
observaciones generales: 65, 72, 75
Combate: 36, 37, 78-80, 98, 110 n., 111, 112, 125, 126, 127, 129, 131, 133-136, 137, 140
y n., 141 y n., 156, 158, 163, 172, 178, 186-189, 192, 234, 235, 257 n., 258-260, 271
y n., 277, 342, 343, 346, 356, 359, 360, 363, 365, 367, 384, 388, 408, 444, 554, 558
definición: 111, 129, 133-137, 140, 141
Conflicto armado interno
Combatiente: 36, 52, 53, 66, 79, 91 n., 92, 93, 96, 98, 112, 113, 119, 126, 130, 134-136,
140, 141 y n., 148, 155, 157, 160, 171-173, 175-178, 184, 185, 186 y n., 187, 188,
192-198, 251, 258, 276, 343, 344, 345, 356, 359, 363-365, 384, 601, 616, 617, 658
definición: 111, 129, 133, 134, 135, 136, 137, 140, 141
grupos delincuenciales: 194
principio de distinción
rebelde
Comisión de Derecho Internacional: 95, 210, 212 n., 270 n., 275, 348, 349 y n., 350, 351,
369, 418, 436, 437 y n., 438-440
informe: 95, 210, 275, 348, 349
Conflicto armado internacional: 90, 91, 104-106, 114, 141, 149, 185, 252, 257, 282, 283,
338, 342, 359, 364, 554-556, 588, 647
prisioneros de guerra: 185, 364
Conflicto armado interno: 33, 36, 66, 88-90, 98, 99, 103, 104, 106, 110, 112-114,
117-122, 132, 135, 136, 165, 186, 194, 217, 238, 252, 257, 258, 263, 264, 282, 287,
289, 336, 338, 353, 354, 356, 365-367, 389-393, 400 n., 404, 405, 407, 409-411, 456,
554-557, 588, 605
Índice conceptual
apreciación por las partes: 113, 117, 120, 121
definición: 104, 106, 110, 112, 135
intensidad: 112, 114, 122
organización de las Partes: 113
Combate
Contexto: 8, 11, 24, 42, 52 n., 54, 69 n., 70, 85, 89, 91, 104, 108, 109, 114, 118, 122,
126-128, 130, 132-134, 135n., 137, 138 n., 141 n., 149, 150, 153, 164, 179, 181,
182, 184, 186, 191, 206, 209, 215, 220 y n., 221-227, 229, 243, 250, 251, 253, 256,
262-264, 272 y n., 277, 282, 286-289, 291-294, 296, 301, 309, 310, 322, 325, 326,
329, 340, 342-345, 347, 353-355, 357, 359, 367, 383, 384, 386, 389-392, 393 n., 396,
403, 408, 409, 412, 456, 474, 475, 501, 503, 514, 516, 521, 553, 557, 562, 565-567,
569, 592, 594, 595, 602, 608, 614 n., 621, 625, 634, 637, 644, 647, 650, 652, 657
construcción:309
Convenios de Ginebra: 33, 52, 86-88, 92, 97, 98, 103-105, 107, 110, 111 y n., 114, 115,
117-119, 122, 125-127, 145, 147, 150, 155, 171, 184, 255, 261, 271 n., 269, 315,
324, 337, 338, 340, 352, 355, 357-359, 365, 371-373, 379, 386, 387, 388, 392, 399
n., 408, 483, 545, 551, 552, 554-556, 601, 607, 609, 614, 617
incorporación: 92
Costumbre internacional: 44 n., 45, 53, 95, 97, 116, 227, 316, 318-320, 322, 354, 380,
536, 582, 609, 611 n., 612, 623-625, 627
existencia: 53, 95, 96, 524, 607, 616
incorporación al bloque de constitucionalidad: 44, 81, 98
principio de legalidad: 96, 607, 611, 612, 614, 616, 617, 624
relaciones con normas convencionales: 92
Corte Penal Internacional: 10, 29, 35, 36, 37 y n., 38-42, 43 n., 60 n., 68 n., 94 n., 117 n.,
123, 133 n., 139n., 142, 143, 168, 169, 198, 242, 251 y n., 260, 265, 266, 272 y n.,
Índice conceptual
Crímenes de lesa humanidad: 6, 9, 40, 54, 114 n., 128, 139 n., 142, 215, 216, 237, 238,
247, 248, 251-258, 259 n., 260, 262-266, 269, 282-284, 285 y n., 286-289, 291 n.,
293-295, 300, 309, 310, 312, 316 y n., 315, 318, 319, 322-324, 328, 330, 366, 367,
371, 385-392, 394 y n., 405, 433, 434, 459-462, 467, 517, 519, 520, 535, 536, 538,
539, 544 y n., 545, 583, 600, 620, 622, 629, 656, 657
aparición tardía en el ordenamiento jurídico colombiano: 362
autores: 283, 284
bien jurídico tutelado: 285
calificación: 324
cláusulas umbral de gravedad: 286
concepto de ataque: 286
concepto de población civil: 289
construcción del contexto: 309
diferencias con los crímenes de guerra: 258-261
en el Estatuto de Roma 283, 284, 287, 289, 292, 294, 295
forma de investigación: 297-305
imprescriptibilidad: 310-323
intencionalidad: 277, 292, 293
origen: 247-250, 253
prueba: 281, 282, 294, 295
sistematicidad o generalidad: 290
tipificación en Colombia de: 295, 328
vínculo entre los actos del acusado y el ataque: 286
Crímenes internacionales: 6, 10, 40, 54, 97, 254, 297, 298, 300, 301, 303, 308, 311, 314,
323, 326, 329, 429, 456-458, 461-463, 465, 469, 474-476, 483, 516, 526, 532, 534,
538, 569, 575, 577-580, 596, 600, 616, 617, 620-625, 627, 630, 656
inexistencia de jerarquía: 323
Crimen de genocidio
crímenes de guerra
crímenes de lesa humanidad
Derecho internacional humanitario: 5, 6, 10, 29, 30n., 31, 33 y n., 34, 39, 42, 45, 52, 53,
58, 66, 70 n., 71, 72 n., 73, 78, 81, 82 y n., 83, 85, 87, 90, 91 y n., 92, 93, 96, 98-100,
103-107, 114, 118, 119, 122, 123, 125, 127-129, 131, 133, 135, 136, 139, 140 y n.,
141-143, 152 n., 153 n., 156 n., 158, 161, 162, 164-168, 171, 175, 179, 184, 185, 186
n., 187, 191, 192 y n., 196, 197, 199, 235, 237 n., 243, 258, 262, 286, 289, 297, 298
n., 323, 333, 337-340, 342, 343, 346 n., 347 y n., 352, 354, 356, 358, 360, 361 y n.,
363 y n., 364, 367, 368, 371, 374 n., 377, 385, 394, 395, 404, 405, 410, 414, 437, 461,
462, 475, 782, 483, 495, 526, 554, 566, 581, 596, 598 n., 601-603, 617, 619, 637,
648, 650, 651 n., 655, 660
ámbito de aplicación material: 134
ámbito de aplicación temporal: 135
ámbito de aplicación territorial: 132, 133
lex specialis: 139
Crímenes de guerra
Desplazamiento forzado: 59, 68, 151, 211, 213, 230, 262, 264, 296, 310, 328, 356,
399 y n., 400 n., 401, 402, 404-413, 502, 518, 530, 531, 537, 538, 569, 621, 625, 626
doble calificación jurídica: 404, 405
en el Estatuto de Roma: 407, 408
excepción: 405
relaciones con violencia sexual: 411
tipificación en Colombia: 409, 411
Crímenes de guerra
Empresa criminal conjunta: 11, 94, 182, 183, 396, 421, 424, 432, 443, 446-448, 456, 459,
460, 465, 466, 469, 476, 477, 481, 485 n., 492, 495-500, 501 y n., 502-514, 516-519,
521, 522, 523 y n., 524, 525, 526 y n., 527-530, 531 y n., 532-539, 544, 547, 568,
582, 583
asociación para cometer genocidio: 458, 459, 340
concepto: 522, 523, 528, 532
implicaciones para Colombia: 533-544
modalidades: 523
objeciones: 524
Crimen de genocidio
Responsabilidad penal individual
Índice conceptual
Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional: 35, 36, 37n., 40, 68 n., 118, 242, 265,
294, 322, 358 n., 432, 493 n., 579, 607, 637 n.
incorporación al bloque de constitucionalidad: 35
tratamientos diferentes: 36-38
crímenes internacionales
Homicidio en persona protegida: 98, 191, 192, 194, 196, 259, 621, 625
concepto:191
Crímenes de guerra.
Imprescriptibilidad: 38, 41, 73, 311-320, 322, 323, 328, 367, 620-623
Código Penal colombiano: 310
Convención sobre la imprescribilidad: 315
costumbre internacional: 249, 316
Desaparición forzada: 313
Estatuto de Roma de la CPI: 73, 310, 313
ius cogens: 316
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: 311, 312
Jurisprudencia penal internacional: 6, 7, 9, 10, 52-54, 133-135, 138, 140, 141, 192, 217,
219, 226, 228, 229, 231, 237, 260, 293, 294, 328, 357, 367, 395, 464, 536, 539, 542,
543, 573
pauta relevante de interpretación: 52
Ley de Justicia y Paz: 6, 9, 43 n., 71, 94 n., 117, 118, 120-123, 138, 139 y n., 142, 297, 301
y n., 304 n., 307 n., 322, 329, 330, 393 n., 474, 478, 618, 656, 657, 659
ámbito de aplicación temporal,
programa metodológico,
Población civil: 36, 52-54, 66, 78-80, 86, 91 n., 93, 94, 96, 136, 137, 140, 141, 152, 153,
155-165, 171-173, 174 y n., 175-180, 184-186, 192, 193, 195-198, 215 n., 217,
247-249, 251, 253, 254, 256, 257 y n., 258, 259, 264, 269-271, 272 y n., 273 n., 276,
277 y n., 278, 282, 283, 286-294, 296, 301, 327, 328, 341, 344, 347, 350, 355, 356,
358, 360, 363, 384, 387, 389-393, 396, 400 n., 401, 402, 404-411, 414, 535, 546,
566, 578, 582, 601
concepto: 184
Principio de distinción
Principio de distinción: 98, 137, 152-157, 160, 161, 165, 171, 175 y n., 177, 184, 185,
186 n., 197, 198, 358, 362, 649
carácter consuetudinario: 184
Principio de legalidad: 40, 57, 66-68, 96, 241, 264, 295, 297, 311 n., 313, 319, 322, 323,
327, 367, 393, 553, 582, 592, 594, 605, 606, 608-610, 611 y n., 612, 614, 615, 618,
620, 621, 624, 625, 627-630
accesibilidad: 115, 606, 613, 614
amplio: 611
estricto: 609
excepción al principio de la no retroactividad: 615
evolución en el derecho internacional de los derechos humanos: 609
previsibilidad: 115, 613-615
Principio nullum crimen sine lege: 105, 337, 339, 378, 506, 529, 608, 609
Índice conceptual
Principios de Nûremberg: 252, 350
Prohibición de actos de violencia sexual: 372, 385, 389, 390, 391, 394
en Reglas de Procedimiento y Prueba:394
en el Estatuto de Roma: 372
evolución histórica: 385
modalidades y contextos: 389, 390, 391
Crímenes de guerra; crímenes de lesa humanidad
Protocolo II de Ginebra: 27, 79, 93, 99, 116, 118-121, 156, 161, 186, 187, 194, 352, 364,
386, 405, 411
ámbito de aplicación material: 79, 93, 94, 113, 156, 161, 184, 352, 364, 411
aplicación por la Corte Constitucional: 27, 118, 119, 120
ausencia de prisioneros de guerra:362, 363
pertenencia al bloque de constitucionalidad: 79
prohibición de desplazamiento: 404, 405
Rebelde: 86, 87, 119, 128, 136-138, 152, 196, 197, 363, 555
concepto: 86, 87, 119, 128, 136-138, 196, 197
Combatiente
Reglas de procedimiento y Prueba: 39, 42, 314, 394 y n., 633-635, 637 n., 640, 648, 650,
652, 653, 655
aportes: 314, 394
Resoluciones y recomendaciones: 45
incorporación al bloque de constitucionalidad: 45
Responsabilidad penal individual: 88, 89, 91, 94, 104, 107, 174, 179, 182, 183, 299, 339,
340, 347, 354, 355, 357, 417, 418, 421 y n., 422, 443, 459, 462, 481, 482, 497, 499,
529, 551-553, 560, 562, 567, 671, 606, 617
aiding and abetting: 424, 428, 462, 463, 464, 493, 496, 513, 528, 541
animar: 423
autoría: 466-471
Tribunales Penales Internacionales: 7, 36, 52 y n., 75, 112, 114, 121, 184, 216, 220 n., 231,
243, 257, 306, 320, 324, 352, 366, 396, 461, 465, 469, 470, 476, 477, 532, 544, 570,
578, 583, 587, 596, 598-603, 617, 624, 648 y n., 659
creación: 596, 597, 598
competencia: 597
Corte Penal Internacional
Víctimas: 6, 9, 36, 66, 71 y n., 72 y n., 73, 74 y n., 91, 104, 107 n., 111n., 117, 120, 126,
127, 130, 141 n., 148, 153 n., 168, 173-175, 178, 179, 192, 194, 206, 208 n., 209,
214, 217, 226, 228, 231, 235, 238, 240, 250, 251, 253, 257 y n., 258, 262, 264, 270,
271 y n., 272, 273 n., 275, 276, 287, 290-292, 296-300, 303, 305, 315, 322 y n.,
323, 326, 327, 331, 337, 353, 355, 374, 384, 385, 391, 393 y n., 394-396, 401-403,
411-414, 428 n., 442, 446 y n., 454, 455 y n., 474, 486 n., 490, 491, 554, 567, 578,
617, 633 y n., 634-636, 637 y n., 638 y n., 639-644, 646, 648 y n., 649, 650, 651 y n.,
652 y n., 653-657, 659, 660
calidad ante la Corte Penal Internacional: 648
colombianas: 656
concepto: 648
de un caso concreto: 650
de una situación: 650, 651, 652
evolución de la subjetividad internacional: 647
participación en investigación preliminar: 650
Violación: 53, 64, 67, 88, 90, 91 y n., 92, 104, 105, 122, 125, 129, 140 n., 146, 152, 172,
174, 177, 179, 180, 198, 205, 206, 221, 223, 224, 239, 240, 247, 251, 255, 259,
261-264, 282, 285, 286, 295, 296, 315, 325, 326, 328, 339, 347, 348, 354, 356, 361,
371, 372 y n., 373 y n., 374 y n., 375, 376, 377 y n., 378, 379 y n., 380 y n., 381,
382, 384-389, 395, 400 n., 413, 424, 443, 457, 465, 483, 486, 495, 496, 498, 499,
512-514, 524, 535, 544, 546, 552, 566, 567, 600, 606, 608, 609, 613
definición: 371-375
elementos objetivos: 376
Índice conceptual