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3. Profesión de nihilismo "La única perspectiva que puede consolamos lentamente, cuando
nos hallamos convencidos de que el inexorable dolor y la infinita miseria son la esencia de
este fenómeno de la voluntad que llamamos mundo, es ver al mundo desvanecerse,
quedando sólo ante nosotros la nada, cuando la voluntad ha llegado a suprimirse a sí
misma". (Libro Cuarto, & 71)
Si por medio d,e éstas consideraciones hemos conseguido elevar a conocimiento abstracto
y, por tanto, claro y seguro el conocimiento que cada uno de nosotros tiene in concreto, esto
es, posee como sentimiento, a saber:
que la .esencia en sí de su propio fen6meno que en cuanto fenóllÍeno se le representa, tanto
por sus actos como por el substrato permanllnt~ de éstos, su cuerpo, es su voluntad que
constituye el elemento más i.nmediato de su conciencia, pero que como tal no se traduce en
representa.ción, en la cual el objeto y el sujeto se oponen entre sí, sino que s,e revela de una
manera inmediata, en la cual sujeto y ohjeto se ,confunden y qUie, sin embargo, no se
manifiesta al individuo en su totalidad, sino sólo en sus actos particulares; si, como digo, el
lector h~ llegado conmigo a esta convicción, tendrá ya clave para el conocimiento de la
esencia interior de la naturaleza entera, aunque ésta no se le presente sino unilateralmente,
es decir, como fenómeno, como representación. Y no sólo reconocerá esta propia esencia,
la voluntad, en los fenómenos semejantes al suyo, como los d,emás hombres y los
animales, sino que una reflexión sostenida le convencerá de que la fuerza que palpita ,en las
plantas y los vegetales y aun la que da cohesión al cristal, la que hace girar a la aguja
magnética hacia el polo Norte, aquella que brota al contacto de metales heterogéneos, la
que se revela el1 las afinidades de los átomos corno fuerza de atracción y repulsión, de
unión y separación y hasta, 'en último término, la pesantez que tan poderosa se manifiesta
en toda clase de materia y que atrae la piedra hada la tierra y la tierra hada el sol,todas estas
cosas que sólo son diferentes en cuanto tenómenos pero que esencialmente son lo mismo,
son aquello mismo que él conoce inmediatamente de modo tan íntimo y superior <!- todo
10 demás por muy claro que aparezca, y se llama voluntad. Este empleo de la reflexión es
únicament'e 10 que nos hace penetrar en el fenómeno y llegar a la cOSa en si. El fenómeno
es representación y nada más; toda representación, de cualquier género que sea, todo objeto
es fenómeno. Sólo la volun~ tad es cosa en 'sí; y en cuanto tal no es representación $IDO
algo diferente de ella, toto genere. Es aquello de lo cual toda representación, todo objeto, la
apariencia, la visibilidad, es objetivación. Es 10 más, íntimo, el núcleo de todo lo
in~lividudl, como también del universo; aparece en cada una de las fuerzas ciegas de la
naturaleza, en la conducta reflexiva del hombre, que en toda su diversidad sólo se
diferencia en el grado de sus manifestaciones mas no por la esencia del fenómello.
§ 22
Esta cosa e1t sí (queremos conservar la expresión kan tiana como fórmula definitiva) que
como tal nunca es objeto, precisamente porque todo objeto es un mero fenómeno y no ella
misma, necesita, si queremos pensarla objetivamente, albergarse dentro de un nombre y d'e'
un concepto, de algo dado objetivamente en alguna parte, por consiguiente, de uno de sus
fenómenos; pero este punto de partida, para servir de tal no podría ser atto <\ue la volunta,d
dlel hombre, que es el más perfecto de todbs ellos, el
§ 23
La voluntad, como cosa en sí, es completamente distinta del fenómeno así como también de
todas sus formas. Sólo entra en las lindes del fenómeno cuando se manifiesta; por tanto, las
formas del fenómeno sólo afectan asu objetividad, a él mismo le son extrañas. Ya 1.i forma
más general de la representación; la de ser objeto para un sujeto, no le afecta a él; aún
menos esas otras subordinadas que Úenen su expresión común en el principio de razón y a
las cuales, como es sabido, corresponden también el tiempo y el espacio y
consiguientemente la pluralidad, que sólo se da en estas últimas. El1 este último respecto
designaré el tiempo y el espacio empleando una al1tigua expresión tomada de la
escolástica, como el principiuJn indi1liduationis, 10 que hago notar para que se tenga en
cuenta de a):¡ora en adelante. Pues el tiempo y el espacio es aquello en virtud de 10 cual lo
que en S11 es·encia y según el concepto es uno y lo mismo, aparece como vario, como
múltiple, bien en la sucesión, bien en la simultaneidad; son, por consiguiente, el
príncipiu1rl ituli1liduationis, el objeto de tan largas disquisiciones y disputas entr,e los
escolásticos, las cuales se pueden encontrar reunidas en Suárez (Disp. 5, seco 3). Por
consiguiente, con arreglo a 10 dicho está Juera del dominio del principio de razón en todas
sus formas y carece por completo de causa, si bien cada una de sus maIúfestaciones está
subordinada al principio de razón; además, está libre de toda multiplicidad, si bien S11S
n1anifestaciones en d tiempo y el espacio son innumerables; por sí es uno, pero no como es
uno cualquier objeto del cual cOIlocemos la unidad por oposición a una posible
multiplicidad; ni tampoco como es uno el concepto que sólo por abstracción nace de 10
múltiple, sino que es uno como aquello que .está fuera del tiempo y del espacio, o sea del
princiPlwm j11di1lidllatiD1tis, esto es, de la posibilidad de la pluralidad. Sólo cuando
hayamos comprendido todo ~sto por la siguiente consideración de los fenómenos y las
distintas manifestaciones de la voluntad comprenderemos también plenamente el sentido de
la doctrina kantiana según la cual tiempo, espacio y causalidad no convienen a la cosa en sí,
sino que sól(> son formas del conocer.
La irracionalidad de la voluntad se ha reconocido también en S11 manifestación
más-elevada, es decir, como voluntad del {1ombre al decir que ésta :~ es libre,
independiente. Pero se ha olvidado la necesidad a que los fenómenos de la 'volunt\lJd
c51tán siempre sujetos y se han considerado libres los
actos dd hombre no siéndolo en realidad, pues cada una de sus resoluciones Z. 3 se sigue
necesariamente de su propio carácter bajo el influjo de los motivos.
Toda necesidad, como hemos dicho, es una relación de consecuente a antecedente, y nada
más. El principio de (¡¡,zón es la forma general de todo fenómeno y el hombre en sus actos,
como cualquier 01'1'0 f.enómeno, tiene que estar sometido a él. Pero como en la conciencia
de nosotros mismos la voluntad es conocida inmediatamente y en sí, también en esta
conciencia está la de la libertad. Se olvida, sin embargo, que el individuo, la persona, no es
la voluntad en cuanto cosa en sí, sino manifestación de la voluntad, y como manifestación,
es decir, como fenómeno, está sometido a la forma del" fenómeno, o sea al principio de
raZÓn suficiente. De aquí que se dé el hecho extraño de que cada uno de nosotros se tiene a
priori por libre en su conducta y piensa que en cad,l momento podría empezar otro nuevo
género de vida, o 10 que es 10 mismo, a ser otro de lo que es.
Solamente a posteriori, por la experiencia echa de ver con asombro (¡ue no es libre, sino
que está sometido a la necesidad y que, a pesar de todos sus propósitos y reflexiones, no
cambia, y desde el principio de su vida hasta la muert·e es esclavo de su carácter y, por
decido así, tiene que desempeñar hasta el fin su papel. No puedo deteÍlerme a desarrollar
aquí esta observación, que por su carácter ético corresponde a otro lugar de esta obra.
Mientras tanto, sólo quiero hacer notar que el fenómeno de la voluntad, irracional en sí, está
como tal fenómeno sometido a la ley de la necesidad, esto es, al principio de razón; <insisto
sobre este punto, para que la necesidad con que los fenómenos de la naturaleza se suceden
no sea un obstáculo en nosotros a reconocer en ellos' las manifestaciones oe la vúluntad.
. !Iasta aquí n~ se ha visto en las manifestaciones más que aquellas vanaCIones que no
tienen otra causa que el motivo, es decir, la representación;
de aquí que en la naturaleza no se atribuya voluntad más que al hombre y~n todo caso a los
animales, porqu-e el conocimiento, la representaciÓn, es Indudablemente, como ya he
dicho en otra parte, carácter exclusivo de la animalidad. Pero que la voluntad también
existe allí donde no se encuentra conoci~iento que la dirija nos 10 demuestra el instinto y la
destreza .de. los alllmales 1. El hecho de que éstos tengan repres,entaciones y
conOCImIento no es de tener aquí en cuenta, pues el fin a que tiel.den como si fuera un
motivo conocido es completamente desconocido de eIJos· de
,d'
aquI que s,~ con ucta se produzca sjn 'motivos, no SlI:ndo dirigida por la representaclOn, la
cual nos prueba de la manera más evidente que la voluntad ~bra aú~ en ausencia de toda
el,ase de conocimiento. El pájaro de un allO no tiene la menor representaCIón de los
huevos para los cuales construye el nido, ni la araña de la presa para la cual hace la red n¡"
el hormigaleón d~ las hormigas para las cuales cava su hoyo por prilneI~a vez;
la larva del CIervo volante socava su agujero en el bosqlle donde ha de hacer su
transformación, agujero de doble dimensión cuando es macho 'lue cuando es hembra, en el
primer caso para hacer espacio a sus cuernos, de los cuales todavía no tiene la menor idea.
Es indudable que en esta faena, c.orn.o en todos sus demás actos, la voluntad obra'; pero es
una actividad que, SI bIen va acompaña?a de conocimiento, no está dirigida por éste.
Una vez convenCIdos de que la representación como motivo no.,es.'u~'."'"""!":
NI
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viene de una excitación, pero entra ya en la clase de los mO'vimientos motivados, pues se
produce porque la luz demasiado intensa afectaría dolotosamente a la retina, y para evitado
contraem.os la pupila. La erección es debida a un motivo porque la ocasión que la produce
es una l'epresentación; pero este motivo obra con la necesidad de una excitación no es
posible resistirle y el único ~edio de paralizarle es alejarle. Lo misl~O' sucede con ciertos
O'bjetos repugnantes que provocan náuseas.
El instinto de los anill1ales nO's ha suministradO' ejemplos intermedios entre el
movimiento causado por una excitación y el acta debidO' a un motivo consciente. Creo que
la respiración es un fenómeno intermedio de la misma especie; en efecto, se ha discutido si
se produce un motivo o por una excitación y yo creo que participa de am.bas cosas.
Marshall Hall (OlJ tbe diseases of the llerVOllS system, párr. 293 Y siguient.es) afirma que
es una función mixta, puesto que en parte depende de los nervios cereLrales (loc01110oión
voluntaria) y en parte de los espinales (movimientos inconscient'es). Sin embargo, parece
que en definitiva debemos incluida entre los mO'vimientos voluntarios motivados, pues hay
otros motivos, es decir, puras representaciones, que pueden determinar a la voluntad a que
retarde o acelere la respiración, y Se~l1l1 todas las apariencias podríamos suprimirla por
completo, com.o cualquler otro acto voluntario, para producir la asfixia intencionadamente.
Y, en efecto, tal podríamos ha.cer si huLiera un motivo 10 s~ficientemente poderoso para
sobreponerse a la necesidad urgente de reSpl1'ar.
.~e ha dicho que Diógenes puso fin a su vida por este procedimiento (I?1?~. Laert, VI, 7 ~).
Es fama que los negros recurren a este género de:
sutcI.dio. (T. B. Onander, Del Sl/icidio, 1813, págs. 170 a 180). EjemplO' admIrable son
estos hechos de la influencia de los motivos absHactos es decir, de la preponderancia de la
voluntad racional propiamente dicha s~hre la voluntad puramente animaL En corroboración
de que la respiración' es, por lo menos en pane, efecto d·e una actividad cerebral, citaremos
el hecho de que la muene producida por el ácido cianhídrico se debe a la paralización ~e
todo el cerebro, ql~e .iI:dir.ectamente hace que la respiración cese; pero si esta se
sostuvIese artlÍ1Clalmente hasta que pasase la narcosis cerebral la muerte s~ ~vitaría. . Al
mismO' Úempo la l'espiración, digámoslo de pas~da.
nos sumInIstra el ejemplo más elocuente de que los motivO's obran tan nec~sariamente
como las excitaciones o las s.jmples causas (en la acepción estncta) y no pueden ser
reducido-s a la impotencia más que por motivos opuestos, com.O la presión se anula can
otra presión en sentido contrario p:1e~ en. el movimiento. re.spiratorio el poder inhibitorio
parece muchO' má;
debIl que en otros mOVll111entos determinados por motivos, porque el motivo es allí muy
apremiante, muy próximo y su satisfacción muy fácil, a causa de que los mÚscul.os que
entran en juego son infatigables, por 10' regular nada ·se opone a ellos, y,' ,en fin, la función
en su totalidad está ' favorec~da por un hábito i~veterado e? el ju9ividuo. Y, sin embargo,
tod~ í l?s motlvos ~bran con la mIsma .ne.cesIdadn El cO~locimiento de que la neée~
sldad es comun, tanto a los movmuentos pet' motIVOS que a los movimientos por
,e~tímulos, nos hará con:pr~nder que aquello rnismO' que en el cuerpo orga.lllco se
produce p~r ~xcItaclOn~s o estÍmulos y con entera regularidad, es, S111 embarg~, en S:1
InUma ~senCla ~oluntad, la cual nunca en sí, pero en todas sus malllfestacIones, esta
someuda al principio de razón, es decir, iÍ
1'
AR 1'URO SCHOI'ENHAUl!R.
<..- .
§ 24
~l gran ~i¡ósofo Kant nos enseña que tiernpo, espacio y causalidad, por 10 qu se reÍ1ere a
su ley y a la posibilidad de todas sus formas existen en nuestra onciencia ~on entera
indepe.ndencia de los objetos que e'n ellos aparece? y q constituyen su contel11do, o en
otras palabras; que tanto si partllTlOS del ¡jeto como si partimos del objeto hemos de
encontrados' de aquí .9ue se ~es ueda llamar, con razón, formas intuitivas del sujet~, o
tambl~n plOPledac del ~_~jeto. ~n tanto es. objeto (en Kant fenómeno), es deCir,
representacI 1. 1 amblen SOn conSideradas estas formas como el lími~e indivisible entre
objeto y el sujeto; de aquí que todo objeto deba m~ntfest~rse en ellas, pero ambién qr1e el
sujeto, independientemente del o.b)eto que aparece, las posea domine en toda su extensión.
Ahora bien, SI no hemos de cor;-siderar los o . tos que en estas formas aparecen como
lneros fantasmas, silla que han de 1.er una significación, deben referirse a algo, deb~~ ser
la expresión de alg~ q ?o sea a su vez también objeto, represe:1.t:clOn,. esto es: una cosa
relativa e tente sólo para un sujeto, sino que eXistiera Slll tal dependencia de otro ser uesto
a él como condición es,encial suya, esto es, que no fuese representaciór sino cosa en sí.
Según est? podemos, por lo menos, preguntar: aquellas reI esentaciones, aquellos objetos,
¿son algo má,s que representaciones y objetos pa el sujeto? ¿Qué es aquel otro lado,
diferente toto genel'e de la repres,entac' n? ¿Qué es la casa en sí? ¡La voJuntad!, ha sido
nuestra respuesta, que, 'n embargo, por ahora voy a dejar a un lado.
1 V. cap. 22 del 29 tomo y en mi obra "So,bte la Voluntad el1 la Naturalez " el capít~l?
HFisiología. de las plotnta.sH y el de. UAstronomí~ física" tan ilnport;.tnte para mO metaf
lSlca.
ideas, sino COIl la manera como son conocidas por los individuos, ellos mismos
perecederos, es decir, con los fenómenos. De. aquí que para nuestra r presente
consideración sobre la manera de distribuirse la objetivación de a voluntad en las ideas, la
serie temporal no tiene ninguna importancia y as ideas, cuyas manilestaciones aparecen
antes en el tiempo con arreglo la ley de causaJidad, a la cual como fenómenos están
subordinadas, no por ello de ningún privilegio sobre aquellas cuyas manifestaciones so
posteriores, antes. bien, éstas son justamente las objetivaciones más p ·fectas de la voluntad,
a las cuales las primeras han debido adaptar tanto como éstas a aquéllas. Así el curso de los
planetas, la inclinac' n de la eclíptica, la rotación de la tierra, la distribución de los continent
s y de los maTes, la atmósfera, la luz, -el calor y todos los demás fen' nenas, que son en la
naturaleza lo que en la armonía e! bajo fundament ,se acomodan a la fuerza a las
generaciones venideras de los seres vivo, de las cuales deben ser port¡¡dores y sostenes. Del
mismo modo la ti ra se resigna a servir de alimento a las plantas, éstas a los animales, éstos
a su vez, a otros, así como a la inversa todos éstos otra vez a aquélla. / odas las partes de la
naturaleza tienden unas hacia las otras, porque lo q.áe en todas ellas aparece es una sola
voluntad j pero la serie temporal -eS completamente ajena a su primitiva y Únicamente
adecuada objetividad/( expresión que se explicará en el siguiente libro), las idea.s. Aun
ahoralq~e las especies no tienen que formarse, sino solamente conservars.e, ve1l}~ en la
naturaleza llna preocupaciÓn por lo venidero, propiamente ind17P'endiente del tiempo, un
afanarse de lo que ya es por lo que ha de ve{~ir. Y así el pájaro construye el nido para sus
crías que aÚn no conoc,e;A;l castor levanta un edificio cuya finalidad ignora; la hormiga, el
turón~Aa abeja reÚnen. provisiones para el invierno desconocido de ellos; la arana, la
hormiga-león arman, como si estuviesen dotadas de rdlexión y ¡/stucia, trampas para una
presa futura que nunca han visto; los insect9' ponen sus huevos allí donde la futura larva
encontrará su alimento. ' ando llega la época de su floración la fIar hembra de la Vallisneria
Spi ulis desarrolla los espirales dé su tallo, que hasta entonces la sirvieron ara rnanteners-e
sumergida en el agua, y llega a la superficie, instantán mente la flor macho se desprende de
su exiguo tallo -en cuya punta cre a en el fondo del estanque, y haciendo el sacrificia de la
propia vida sub a la superficie y nada alrededar de la hembra hasta que la encuentra. 'sta,
una vez terminada la fecundación, se vuelve al fonda por la contr Cción de sus espirales, en
donde se desarrolla el fruto 1.
También aquí de o repetir lo dicho respecto de la larva del ciervo volante macho, que all
gar su metamorfosis abre un agujero dos veces más ancha que el de la ~-kmbra, a fin de
que quede lugar para los cuernos futuros.
_ En general, e1 instinto de los animales nos da la mejor explicación de la .
teleología eti el resto de la naturaleza. Pues así como el instinto es un acto igual/~l que se
realiza con arreglo a un concepto de fin, aunque carece de finalid~d, toda obra de la
naturaleza parece hecha también con arreglo a un pl~n al cual es totalmente ajena. Pues
tanto en la teleología exterior como./interiorde la naturaleza, lo que concebimos como
IYledio y fin na es nLis que la manifestación en el tiempo y en el espacio, apropiada a
nues-
1 Chatin, sur la Valisneria 'piralis, en las eompCes rendus de.l'Aead. de Se., Nr. 13, liH.
61 tra manera de conocer, de la unidad de la voluntad, de acuerdo, dentro ~, de -estos
límites, consigo misma.
Pero esta acomodación o adaptación recíproca de los fenómenos qu·e procede de aquella
unidad, no siempre logra borrar el desacu::rdo a que antes nos referimos, manifestado en la
lucha general que se obs,crva en la naturaleza y que pertenece a la esencia de la voluntad.
Aquella armonía no va más allá de lo indispensable para la existencia del ll1111ll10 y de
sus criaturas, que sin ella habrían perecido hace mucho tiempo. Por esto no se preocupa
más que de asegurar la conservación de la especie, garanlizándole las condiciones generales
de existencia y no la de los individuos.
Si segÚn esto, en virtud de aquella armonía y acomodación, las especies en el mundo
orgánico y las fuerzas elementales en el inorgánico coexisten y hasta se ayudan, en cambio,
el conflicto interno de la voluntad que se / objetiva en todas estas Ideas, se expresa en la
eterna guerra sin cuartel que se hacen los individuos de aqÚellas mismas especies y en la
lucha perpetua y redproca de los fenómenos de la naturaleza de que antes hemos 1 hablada.
El escenario y el objeto de este combate es la materia, cuya \ posesión se disputan los
combatientes, como también el tiempo y el eS5Jacio, cuya reunión en forma de causalidad
es 10 que constituye realmente la materia, como hemos visto en el librO' primero.
§ 29