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INFORME FINAL SOBRE EL USO DE MODELOS DE EQUILIBRIO GENERAL

COMPUTABLE EN EL DISEÑO DE POLÍTICAS DE TRABAJO DECENTE

SAÚL N. KEIFMAN
CONICET/UBA
DICIEMBRE DE 2005

Índice del informe final

I. Introducción general
I.1 Antecedentes sobre el uso de modelos matemáticos
I.2 Antecedentes de los modelos equilibrio general computable (MEGC)
I.2.1 Los distintos significados de equilibrio general
I.2.2 Las tradiciones estructuralista y walrasiana de los MEGC
I.2.2.1 La tradición estructuralista
I.2.2.2 La tradición walrasiana
II. El uso de los modelos de equilibrio general computable en la evaluación de políticas
III. Experiencia internacional de MEGC
III.1 La experiencia con modelos de países desarrollados
III.2 La experiencia con modelos referidos a los países en desarrollo
III.2.1 Las limitaciones del modelo neoclásico y los rasgos estructuralistas de los MEGC en PED
III.2.2 El cierre macroeconómico de los MEGC y los modelos macroestructuralistas
III.2.3 Algunas lecciones del uso de los MEGC en los PED
III.2.4 El modelo macroeconómico integrado para el análisis de la pobreza
IV. Experiencia argentina con MEGC
V. MEGC para el diseño de políticas de trabajo decente en la Argentina
VI. Ventajas e inconvenientes de los MEGC
VII. Conclusiones
Apéndice I. El modelo estándar de países en desarrollo
A.I.1 Las instituciones y la estructura básica del modelo estándar
A.I.2 El balance ahorro-inversión y los cierres del modelo estándar
Apéndice II. MEGC de Argentina
AII.1 El modelo de Chisari y asociados
A.II.2 Los modelos del CEI
A.II.3 Otros modelos de Argentina
I. Introducción general

I.1 Antecedentes sobre el uso de modelos matemáticos

El uso de modelos matemáticos en la formulación de políticas tiene una larga tradición en


economía. Los antecedentes más importantes incluyen los modelos econométricos introducidos por
Jan Tinbergen en Holanda durante la década de 1930, la matriz de insumo-producto desarrollada
por Wassily Leontieff en la década de 1930 en Estados Unidos (en base a su trabajo sobre los
balances materiales y la planificación en la Unión Soviética), y la programación lineal y el análisis
de actividades aportados por George Dantzig, Leonid Kantorovich y Tjalling Koopmans en las
décadas de 1930 y 1940. El desarrollo de modelos econométricos de gran escala como herramienta
de evaluación de políticas alcanzó su auge en la década de 1960 gracias a Lawrence Klein en
Estados Unidos y Richard Stone en el Reino Unido.

Por otro lado, el trabajo impulsado por Hollis Chenery y sus colaboradores en el Banco Mundial
desde fines de la década de 1950 en modelos multisectoriales de planificación del desarrollo y los
esfuerzos en modelar la sustitución de factores influyeron en gran medida en el desarrollo ulterior
de modelos de EGC.1 Como veremos más adelante, este fue el origen de los modelos EGC de
raigambre estructuralista.

En América Latina en la década de 1960 se empiezan a desarrollar modelos econométricos, de


simulación y experimentación numérica, tanto en la planificación de políticas como en la
investigación académica. El Instituto de Cálculo de la Universidad de Buenos Aires, bajo la
influencia de Oscar Varsavsky fue un pionero2. Luego del golpe de Juan Carlos Onganía en 1966, el
grupo se trasladó al CENDES en Venezuela. Paralelamente, en el gobierno argentino, el CONADE
fue un ámbito importante de elaboración de modelos aplicados a la planificación, hecho reflejado en
los Planes Nacionales de Desarrollo elaborados por el organismo. En este sentido se destaca la
contribución del economista argentino Rolf Mantel (1977) quien a comienzos de la década de 1970
desarrolló un modelo de planificación que se inscribe en la línea de los modelos de equilibrio
general computable. De hecho, Mantel realizó varias contribuciones significativas a la literatura de
los modelos de equilibrio general computable (Chisari, 1999). Poco después, la Fundación
Bariloche construyó el Modelo Mundial Latinoamericano, un ambicioso modelo de simulación que

1
Syrquin, Taylor y Westphal (1984), p. xix; Taylor (1990), p. ix.
2
Varsavsky (1971) resume el estado de la discusión sobre el uso de modelos matemáticos aplicados a las ciencias
sociales, en ese período.
respondía las proyecciones del estudio del Club de Roma “Los límites del crecimiento”; entre otros,
participaron en el proyecto, expertos como Graciela Chichilnisky, Amílcar Herrera y Carlos
Malman.

I.2 Antecedentes de los modelos EGC

I.2.1 Los distintos significados de equilibrio general

Andreu Mas-Colell, Michael Whinston y Jerry Green (1995, p. 511) distinguen entre dos usos del
término “equilibrio general”: el metodólogico y el de teoría sustantiva. Desde un punto de vista
metodológico, el enfoque de equilibrio general trata a la economía como un sistema cerrado e
interrelacionado en el cual los valores de equilibrio de las variables de interés se determinan
simultáneamente. En consecuencia, para evaluar los efectos de una perturbación exógena, es preciso
recalcular el conjunto de los valores de equilibrio de las variables endógenas del sistema. El
enfoque metodológico del equilibrio general contrasta, entonces, con el de equilibrio parcial.

Como teoría sustantiva, el equilibrio general tiene un significado más específico: el de la teoría de
la determinación de precios y cantidades de equilibrio en un sistema de mercados perfectamente
competitivos, en el que interactúan agentes maximizadores, en la tradición de Léon Walras. Un
rasgo fundamental del equilibrio walrasiano es que ningún bien con precio positivo puede sufrir ni
demanda ni oferta excedente3. El conocido modelo macroeconómico IS/LM es un modelo de
equilibrio general en un sentido metodológico, pero no en el sentido de teoría sustantiva, ya que
permite la existencia de oferta excedente en el mercado de trabajo con salarios positivos. Lo mismo
vale para los llamados “modelos de desequilibrio” en la tradición de Robert Clower, Axel
Leijonhufvud, y Jean-Pascal Benassy (entre otros), también conocidos por el término más preciso
“modelos de equilibrio general no walrasiano”.

Los “modelos de equilibrio general computable” (en adelante, MEGC) constituyen aplicaciones de
modelos de equilibrio general (en su sentido metodológico), es decir, modelos de equilibrio general
con valores cuantitativamente especificados de los parámetros. Esta especificación permite realizar
ejercicios de simulación que cuantifiquen los impactos de distintas perturbaciones ambientales,
modificaciones en la estructura de la economía y cambios de la política económica, sobre variables
de interés.

3
El equilibrio general walrasiano admite oferta excedente de los bienes de precio nulo, esto es, de los bienes gratuitos.
I.2.2 Las tradiciones estructuralista y walrasiana de los MEGC

I.2.2.1 La tradición estructuralista

Existen dos grandes familias, dos tradiciones de MEGC, de diferente origen: la estructuralista y la
walrasiana. La tradición estructuralista se origina en el modelo de crecimiento multisectorial que
elaborara Leif Johansen (1960) para Noruega y en el trabajo de Hollis Chenery y sus colaboradores
sobre modelos multisectoriales de planificación aplicados a países en desarrollo, iniciado a fines de
la década de 1950, como se mencionara arriba. Un hito importante en esta literatura fueron dos
estudios sobre la distribución del ingreso en países en desarrollo: el libro de Irma Adelman y
Sherman Robinson (1978) sobre Corea del Sur y el trabajo de Frank Lysy y Lance Taylor (1977)
sobre Brasil. Los MEGC estructuralistas se apartan del equilibrio general como teoría sustantiva y
prestan mucha atención a los aspectos institucionales y de economía política.

Según Nora Lustig (1988)4 el enfoque estructuralista considera “... la distribución del ingreso y la
riqueza, las relaciones de tenencia de la tierra, el tipo y grado de especialización del comercio
exterior, el grado de concentración de los mercados, el control de los medios de producción por
distintos tipos de actores (el sector privado, el estado, o el capital transnacional), el funcionamiento
de los intermediarios financieros, y la penetración del progreso técnico, así como también los
factores sociopolíticos asociados con el grado de organización de la clase trabajadora y otros
sectores y clases influyentes, la distribución geográfica y sectorial de la población, y sus niveles de
calificación”. Los MEGC estructuralistas trabajan con precios y flujos de ingresos monetarios, de
manera afín a los modelos macroeconómicos. Tal vez por esa razón también son conocidos como
MEGC macro (Thissen, 1998). Otro rasgo frecuente de los MEGC estructuralistas es su carácter
dinámico, es decir, su énfasis en senderos de crecimiento y desarrollo, más que en equilibrios de
tipo estático, por ejemplo, Adelman y Robinson (1978) y Chenery, Lewis, de Melo y Robinson
(1991). Taylor (1990) provee una selección de diversos MEGC estructuralistas aplicados a
problemas de países en desarrollo. Robinson (1989) incluye una reseña de la literatura.

I.2.2.2 La tradición walrasiana

4
Citada por Taylor (1990), capítulo 1.
La tradición walrasiana de MEGC, originada en el marco de la teoría sustantiva del equilibrio
general, se inició con el trabajo de Arnold Harberger (1962) sobre la incidencia del impuesto a las
ganancias de las sociedades, formulado en un modelo numérico de dos sectores. Sin embargo, el
cómputo de soluciones numéricas de equilibrio general walrasiano en modelos más complejos debió
esperar al desarrollo de algoritmos apropiados. La famosa prueba de existencia del equilibrio
general walrasiano de Kenneth Arrow y Gerard Debreu (1954) no permitía la determinación de
soluciones numéricas para parámetros específicos de una economía. El artículo de Herbert Scarf
(1967) aportó un algoritmo de programación sencilla, posteriormente perfeccionado, que permitió
aproximar soluciones numéricas en modelos de equilibrio general walrasiano (Scarf, 1987). Sería
oportuno recordar que en Argentina, Rolf Mantel (1965, 1977, 1978) también desarrolló algoritmos
de solución numérica del equilibrio general walrasiano.

Los MEGC walrasianos suelen concentrarse en los efectos sobre el bienestar de las políticas
tributarias y comerciales, como se refleja en las reseñas de Herbert Scarf y John Shoven (1984) y de
John Shoven y John Whalley (1992). Recientemente, la literatura ha incorporado, además, temas
como las externalidades ambientales, la evolución de los sistemas de seguridad social, y economías
de escala y competencia imperfecta5, como se aprecia en la selección de Amedeo Fossati y
Wolfgang Wiegard (2002).

II. El uso de los modelos de equilibrio general computable en la evaluación de políticas

El uso de los MEGC en la evaluación de políticas ha crecido de manera exponencial en las últimas
dos décadas y se ha convertido en una herramienta corriente en el debate de las políticas
económicas. Shantayanan Devarajan y Sherman Robinson (2002) discuten algunos criterios
deseables sobre el uso de los MEGC. Debido a la mayor o menor complejidad de los MEGC, y la
existencia de herramientas alternativas de análisis como modelos de equilibrio parcial o modelos
macroeconómicos agregados, es conveniente aplicar la “navaja de Occam” a la hora de elegir qué
utilizar, es decir, usar el modelo más simple que sea adecuado para el problema en juego.

En el caso de perturbaciones y medidas de política que afecten directamente a un solo mercado con
pocas repercusiones sobre el resto de la economía, el principio de parsinomia indica que el análisis
de equilibrio parcial será adecuado. En contraste, el análisis de perturbaciones y medidas que
afecten a precios relativos claves como el salario real, el precio de la energía, el tipo de cambio real,

5
La consideración de la competencia imperfecta implica reemplazar el concepto walrasiano de equilibrio general por el
de variaciones conjeturales. Ver, por ejemplo, Frank Hahn (1987).
o los términos de intercambio internacional, demanda modelos de equilibrio general. Por otra parte,
cambios en la política monetaria o la política fiscal de carácter más homogéneos, pueden tratarse
perfectamente en modelos macroeconómicos altamente agregados. Por ejemplo, el análisis de los
efectos de una rebaja general en el impuesto al valor agregado (IVA) se presta al análisis
macroeconómico convencional, pero una rebaja en el IVA de alimentos exige modelos más
desagregados que capten la heterogeneidad de sus repercusiones.

Aún cuando se decida utilizar algún MEGC queda pendiente la cuestión del grado de desagregación
de los mercados, sectores productivos y clases sociales. Por supuesto, un modelo más complejo
puede ofrecer mayor detalle pero será más costoso en términos de la información necesaria y el
esfuerzo de estimación de los parámetros varios sentidos. Sin embargo, tal vez el problema más
serio de utilizar modelos complejos sea el llamado “síndrome de la caja negra”. Las predicciones de
las simulaciones de un modelo complejo pueden ser difíciles de interpretar, oscureciendo los
mecanismos a través de los cuales los cambios en las variables exógenas afectan a los resultados de
interés para los participantes en el debate de las políticas. En tal sentido, la transparencia del
modelo es un atributo importante de un MEGC que se sacrificará en mayor medida cuanto mayor
sea la complejidad del mismo (Devarajan y Robinson, 2002).

Otro atributo importante en el uso de MEGC para la evaluación de políticas es tenga que relevancia
en términos de políticas. La relevancia política significa que los resultados del modelo deben estar
formulados en términos de las variables que sean de interés para quienes discuten las políticas. Ésto
implica que informar detalladamente cuáles serán los impactos de cambios en las variables
exógenas sobre la estructura de la producción, el comercio y empleo, es decir, identificar claramente
quiénes serán los ganadores y perdedores, es más importante que cuantificar el impacto de los
cambios sobre alguna medida agregada del bienestar, tales como la variación equivalente o la
variación compensadora, que son más típicas de los estudios académicos. Desde un punto de vista
político, la identificación de los ganadores y perdedores (y de sus ganancias y pérdidas) es
fundamental para evaluar la factibilidad de esquemas de compensación de los perdedores que
permitan implementar mejoras de bienestar de carácter general (Devarajan y Robinson, 2002).

El uso más extendido de los MEGC está centrado en ejercicios de estática comparativa que
permiten calcular el nuevo equilibrio que surge por cambios en los parámetros exógenos,
suponiendo implícitamente la unicidad de la solución de equilibrio. Es conveniente recordar que
aún de acuerdo a la teoría del equilibrio walrasiano, el caso general es el de equilibrios múltiples,
aunque localmente únicos (Andreu Mas-Colell et al, 1995, capítulo 17). Los supuestos que aseguran
la unicidad global del equilibrio son extremadamente restrictivos. La unicidad local significa que
ante perturbaciones de pequeña magnitud podría suponerse que en la práctica hay un solo equilibrio
relevante6. Sin embargo, cabe preguntarse si para economías como la argentina, que de cuando en
cuando sufren perturbaciones de gran magnitud que se reflejan en grandes saltos de los precios
relativos, no habría que considerar la multiplicidad de los equilibrios en la práctica7.

La estimación y validación de un MEGC plantea dos cuestiones que están interrelacionadas: (a) la
elección entre la forma estructural o reducida del modelo y, (b) la elección del método de
estimación de los parámetros a través de econometría o la calibración. En términos de transparencia,
la forma estructural del modelo, es decir, la que está expresado en términos de las ecuaciones de
comportamiento, es claramente superior a la forma reducida, es decir, la que expresa las variables
endógenas en función de todas las exógenas o predeterminadas. Sin embargo, la forma estructural
demanda la estimación de un número de parámetros bastante mayor que la forma reducida. Además,
las formas estructurales suelen ser no lineales e implican demandas de información que podrían no
estar disponible en cantidad suficiente para una estimación econométrica, o en la calidad necesaria
en términos de representatividad de la estructura actual de la economía. Suelen estimarse dos clases
de parámetros en los MEGC: parámetros de participación (coeficientes unitarios insumo producto,
coeficientes de exportación e importación en relación al PIB, tasas medias de ahorro, etc.) y
elasticidades (de demanda de insumos, de gasto de hogares, de oferta de exportaciones). Los
primeros pueden y suelen obtenerse por calibración de las estimaciones de Matrices de Contabilidad
Social (MCS) introducidas por Richard Stone, lo que implica suponer que la MCS utilizada es aún
representativa de la estructura de economía que se quiere analizar. El problema principal radica en
la estimación de las elasticidades que exige, además del supuesto anterior, supuestos adicionales
sobre la forma específica de las funciones a estimar. La validación de las formas estimadas se hace
comprobando la bondad de ajuste del modelo estimado por econometría y/o calibración para datos
del pasado (Devarajan y Robinson, 2002). El uso de un mayor número de años en la validación
aumenta el número de observaciones pero también el riesgo de trabajar con una estructura
desactualizada.

6
Decimos podría, porque los supuestos de estabilidad local de los equilibrios también son muy restrictivos (Mas-Collel
et al, 1995, capitulo 17).
7
Para ello, sería preciso levantar el supuesto de consumidor representativo que está implícito en la representación
habitual de las preferencias de los hogares con el llamado sistema de gasto lineal.
III. Experiencia internacional de modelos de equilibrio general computable

Una revisión de la experiencia internacional revela diferencias importantes entre las clases de
MEGC utilizados en países desarrollados y países en desarrollo. Aplicando la tipología introducida
en I.2.2, se aprecia que en los primeros ha prevalecido la tradición walrasiana con fuerte énfasis en
el análisis de los problemas de eficiencia de las políticas tributarias y comerciales. En cambio, dado
que las aplicaciones referidas a países en desarrollo se han centrado en el análisis de problemas
como la distribución del ingreso, las estrategias de desarrollo alternativas y el ajuste estructural, se
han alejado de los supuestos más estrictamente walrasianos incorporando en diverso grado, rasgos
estructuralistas.

III.1 La experiencia con modelos de países desarrollados

Estas aplicaciones se han centrado en modelos con supuestos de pleno empleo, competencia
perfecta, y movilidad intersectorial de los factores. Las primeras aplicaciones se ocuparon de temas
tributarios y continuaron así el análisis de Harberger (1962) sobre la medición de las pérdidas de
eficiencia supuestamente originadas en la política impositiva. Shoven y Whalley (1992) destacan
que un resultado novedoso de los MEGC fue el descubrir que estas pérdidas de eficiencia eran
significativamente mayores a lo esperado. La literatura sobre costo marginal de los fondos fiscales
encontró que la mayoría de las estimaciones de las pérdidas de bienestar por impuestos
distorsionarios oscilaban entre 20 por ciento y 120 por ciento de lo recaudado (Devarajan y
Robinson, 2002). Otra aplicación importante ha sido la evaluación de distintas propuestas de
reforma tributaria. El influyente trabajo de Ballard, Fullerton, Shoven y Wahalley (1985), que
intervino en el debate sobre reforma tributaria de mediados de la década del ochenta en Estados
Unidos, es un ejemplo destacado.

Las aplicaciones al análisis de políticas comerciales han sido muy recurrentes, especialmente
cuando se trata de analizar los efectos de uniones aduaneras, o acuerdos multilaterales de comercio,
que requieren modelos de múltiples países. Es interesante destacar que estos modelos suelen basarse
en una versión modificada del modelo de Heckscher-Ohlin a fin de acomodarlo a los datos
empíricos. Se levantan los supuestos de funciones de producción y preferencias idénticas entre
países para hacerlo consistente con el comercio de doble vía, es decir, el hecho de que los países
exportan e importan bienes que pertenecen a una misma clasificación; así se introduce el supuesto
de Armington (1969), según el cual los bienes similares producidos en países diferentes son
percibidos como heterogéneos por los consumidores y se consideran sustitutos imperfectos. Este
supuesto facilita el cálculo de las elasticidades de importación y además evita que pequeños
cambios en la política comercial tengan fuertes efectos de especialización que no son realistas a
pesar de ser predichos por el modelo en su versión pura.

Vale la pena señalar que el comercio de doble vía también podría interpretarse como comercio
intraindustrial generado por economías de escala en modelos de competencia imperfecta como los
desarrollados por Helpman y Krugman en la década del ochenta (1985, 1989). Dixon (1978) y
Harris (1984) mostraron que los efectos cuantitativos de cambios en la política comercial son
bastante diferentes entre MEGC con competencia perfecta y con competencia imperfecta. Sin
embargo, recién en los últimos años empezaron a utilizarse con mayor intensidad los modelos con
economías de escala y competencia imperfecta.8

Un antecedente importante de los MEGC de múltiples países basados en Heckscher-Ohlin es


Whalley (1985) quien analizó los efectos globales de la liberalización comercial en el marco del
GATT. Su evaluación de distintas opciones de liberalización global muestra el fuerte daño que
sufren los países en desarrollo que no pertenecen a la OPEP, por causa de la protección a la
agricultura y los productos textiles en los países desarrollados.

El uso de los MEGC jugó un papel importante en la discusión del NAFTA (Devarajan y Robinson,
2002). Los MEGC efectuaron dos contribuciones importantes al debate. La primera fue que a pesar
del impacto positivo previsto para todos los países miembros del acuerdo, el mismo tendría algún
impacto puntual en el empleo, lo que justificó la sanción del Trade Adjustment Assistance Program,
que financió la reconversión de los trabajadores que serían desplazados por el acuerdo en Estados
Unidos. Por otro lado, las simulaciones permitieron prever que el acuerdo tendría un fuerte impacto
negativo en el sector agrícola mejicano, especialmente, en el maíz, con un alto perjuicio para los
trabajadores no calificados que podría incrementar la migración mejicana hacia Estados Unidos;
ésto ayudó a introducir una cláusula al NAFTA que le otorgó a Méjico 15 años para implementar la
liberalización del sector agrícola.

8
Por ejemplo, Mercenier (2002).
III.2 La experiencia con modelos referidos a los países en desarrollo

Se aclara que buena parte de la elaboración de MEGC referidos a países en desarrollo (en adelante,
PED) surgió de proyectos implementados en distintos organismos y agencias internacionales
vinculados a los problemas de los PED, en particular, el Banco Mundial. Los temas analizados en
los MEGC referidos a PED han sido más relevantes para el diseño y evaluación de políticas de
trabajo decente en Argentina. Algunas exposiciones detalladas de distintos aspectos de la estructura
de los MEGC típicamente aplicados a países en desarrollo se encuentran en Robinson (1989), en
Lofgren, Harris y Robinson (2002), Sadoulet y de Janvry (1995) y Taylor (1990a).

El “modelo estándar” aplicado a los PED suele diferir de los MEGC de países desarrollados en tres
aspectos. En primer lugar, se levanta el supuesto walrasiano de equilibrio en el mercado de trabajo,
es decir, se deja de suponer pleno empleo automático de la fuerza de trabajo, contemplándose
rigideces salariales reales o nominales, según el caso.

En segundo lugar, se levanta el supuesto de ley de un solo precio no sólo para los bienes
importables (como es habitual en los MEGC de países desarrollados) sino también para los bienes
exportables. En consecuencia, los bienes que se exportan ya no son sustitutos perfectos de los que
se producen para el mercado interno, aun dentro de una misma rama de actividad, lo cual implica
que la reacción esperada de las exportaciones ante mejoras en el precio relativo de los exportables,
sea menor que en los modelos más neoclásicos.

En tercer lugar, se levanta el supuesto de perfecta movilidad intersectorial de los factores


productivos, contemplando así la existencia de mercados segmentados al menos para ciertas clases
de trabajo y, en general, para el capital ya hundido. Una exposición más técnica del “modelo
estándar” aparece en el Apéndice de este informe. A continuación profundizaremos la discusión
conceptual de los MEGC aplicados a PED, contrastándolos especialmente, en contraste con los
MEGC más neoclásicos.

III.2.1 Las limitaciones del modelo neoclásico y los rasgos estructuralistas de los MEGC en PED

Robinson (1989) ofrece una excelente discusión de las obstáculos que enfrentaron los practicantes
con la implementación de los supuestos neoclásicos de los MEGC en los PED, lo cual llevó a que
adquirieran rasgos que la diferenciaron de la literatura aplicada para países desarrollados. En sus
palabras: “En tanto los modelos multisectoriales aplicados a países en desarrollo son walrasianos y
neoclásicos en espíritu, la mayoría de los modeladores rápidamente abandonaron muchos de los
supuestos fuertes de la teoría neoclásica al enfrentarse al problema de captar los hechos estilizados
que caracterizan a estas economías. Los supuestos de competencia perfecta, mercados que
funcionan perfectamente con precios flexibles y libre movilidad de productos y factores no son
sostenibles en economías reales. En su lugar, los modeladores han incorporado una variedad de
rigideces ‘estructuralistas’ en sus modelos que buscan captar las relaciones de comportamiento no
neoclásicas, los desequilibrios macro, y las rigidices institucionales características de los países en
desarrollo. Tales desvíos del paradigma walrasiano llevan a problemas metodológicos que han
preocupado a algunos autores. ... Mientras el conflicto es real, usar un modelo con raíces teóricas
puras en una situación en la cual sus supuestos no se satisfacen no generará resultados empíricos
válidos ni ayudará en el análisis de políticas. Y mientras que los desvíos del paradigma neoclásico
estándar ciertamente dan origen a problemas de interpretación, tales problemas puede ser también
un desafío a los teóricos” (1989, p. 894-5). Esta atención a los desvíos del paradigma neoclásico en
los PED por las imperfecciones y rigideces de los mercados, su carácter incompleto, las
posibilidades de sustitución y las peculiaridades institucionales, sigue la tradición neoclásico
estructuralista de Hollis Chenery.

Robinson (1989) distingue cuatro conceptos de equilibrio: (1) el que subyace a los modelos de
equilibrio general neoclásicos es el de equilibrio de flujos en mercados de bienes y factores; (2)
equilibrio agregado de flujos financieros o nominales, que define una noción de equilibrio macro;
(3) equilibrio en los mercados de activos define otra noción de equilibrio macro; (4) el equilibrio
intertemporal que involucra expectativas en un marco explícitamente dinámico. Una pregunta
abierta es que tan adecuados son los modelos teóricos y empíricos que sólo incluyen uno o dos de
ellos. Veremos más adelante que en los últimos años se avanzó en la incorporación de los conceptos
segundo y tercero a los MEGC.

Una diferencia importante entre los MEGC aplicados en países desarrollados y en desarrollo es que
en estos últimos se levanta el supuesto de movilidad de los factores entre sectores. En el caso del
capital, esto se asocia a la implausibilidad del supuesto de mercados de capitales perfectos pero
también con el de la heterogeneidad intersectorial de los bienes de capital, como ya se había
destacado en los debates del capital y crecimiento de la década del sesenta, reforzado por la
importancia en los PED de los sectores primarios y de servicios, muy distintos del manufacturero.
En la misma línea, en muchos modelos el trabajo se desagrega por su grado de calificación y/o se
supone que el mercado de trabajo está segmentado entre sectores amplios (agricultura, industria y
servicios). La riqueza institucional aparece al establecerse diversos mecanismos de determinación
de los salarios que en ciertos segmentos del mercado de trabajo puede ser flexibles y en otros no.

El modelo estándar en su versión más agregada aún puede interpretarse como un modelo de 3
sectores compuesto por un bien doméstico no transable, un exportable y un importado no
producido. A pesar de que el modelo conserva el supuesto de “país pequeño” porque los precios
internacionales siguen dados, un resultado importante es que la política comercial tendrá efectos
mucho menores sobre los precios domésticos que en el modelo estándar donde todos los bienes son
comerciables y los comerciables de distinto origen son todos sustitutos perfectos. Ésto también
implica que las pérdidas cuantitativas de bienestar de la protección serán mucho menores en este
modelo donde no rige la ley de un solo precio, que en el modelo neoclásico convencional de
comercio (raramente superan 1-2 por ciento del PIB).

El modelo se presta también para un análisis de equilibrio general de la determinación del tipo de
cambio real de equilibrio y de su sensibilidad ante diversos shocks externos. Los estudios de
Turquía y Yugoslavia indican que la práctica de calcular tipos de cambio de equilibrio ajustando por
los niveles de precios internos y externos, aplicando la teoría de la paridad del poder compra, muy
común en el FMI y el BM, puede ser muy sesgada. En III.2.3 se discutirán otros resultados de los
modelos.

III.2.2 El cierre macroeconómico de los MEGC y los modelos macroestructuralistas

Seguiremos la excelente discusión de Robinson (1989) y Taylor (1990a). Un punto crucial en los
MEGC es el de la elección del “cierre macroeconómico”, que se refiere al mecanismo de
determinación del equilibrio ahorro-inversión. El cierre macroeconómico es un problema menor en
los MEGC estrictamente walrasianos, puesto que ignoran la existencia de funciones inversión y, en
muchos casos, aún de funciones de ahorro. Nótese que la inclusión en los MEGC de funciones de
ahorro y de inversión agregadas requeriría de una variable equilibrante que las igualara, por
ejemplo, la tasa de interés (el “cierre fisheriano”); sin embargo, la inclusión de un mercado de
fondos prestables en el cual la inversión y el ahorro sean funciones la tasa de interés, empieza a
tensar el paradigma walrasiano.

No obstante, la necesidad de calibrar numéricamente los MEGC ha llevado a considerar los ahorros
de los hogares, el gobierno y el sector externo, aún en modelos neoclásicos, obligando así a tomar
decisiones sobre cuál sería el sector cuyo ahorro actuaría como variable de ajuste9. Los cierres
neoclásicos cambian la composición del producto pero no su nivel agregado, debido al supuesto de
pleno empleo.

En contraste con los modelos neoclásicos, los modelos macroestructuralistas postulan vínculos entre
los lados reales y macro del modelo, esto es, los cambios en la composición de los agregados macro
nominales afectan tanto el nivel de producto y empleo agregado como su estructura sectorial. Esto
se debe a que los modelos macroestructuralistas consideran seriamente tanto a las funciones de
ahorro como de inversión de la economía. Basándose en Keynes, Kalecki y Kaldor, Lance Taylor
(1990a) y sus asociados arguyen que la especificación macro es la que motoriza al modelo al
determinar los resultados agregados y distributivos. Hay dos mecanismos equilibrantes en estos
modelos: (1) los efectos del multiplicador keynesiano por el cual cambios en la demanda agregada
llevan a cambios en la oferta agregada, es decir, por ajuste del producto en presencia de desempleo
y (2) los efectos distributivos kaldorianos que a través de la distribución del ingreso llevan a
cambios en el ahorro agregado, o ahorro forzoso.

El modelo de Lysy y Taylor (1980) de Brasil es un ejemplo temprano de modelo


macroestructuralista. Se incluye una función de inversión agregada al sistema. Se suprime la
función de oferta de trabajo y se supone que las firmas siempre están en su curva de demanda de
trabajo. El salario deja de ser la variable equilibrante del mercado de trabajo. El salario se convierte
en el numerario. Finalmente, se especifican tasas de ahorro distintas para el ingreso del capital y el
trabajo, de manera que cambios en la distribución funcional pueden afectar al ahorro. Este modelo
tiene lo que sus autores llaman el “cierre keynesiano”. Un aumento exógeno de la inversión
incrementa la demanda y el producto a través del multiplicador keynesiano generando los ahorros
necesarios para igualarla. La demanda de empleo puede aumentar porque al subir el nivel de precios
cae el salario real. Con el cierre keynesiano el producto sólo aumenta si cae el salario real (aunque
con precios fijados por markup esto no será así pues las firmas no están en su curva de demanda de
trabajo). Dewatripont y Robinson (1985) construyen un modelo macro estructuralista con cierre
keynesiano y racionamiento simultáneo en los mercados de bienes y trabajo; dados los derrames del
mercado de bienes al mercado de trabajo la expansión de demanda a través del multiplicador
keynesiano relaja el racionamiento del mercado de bienes y se asocia con un alza del salario real.

9
Ver Apéndice, para obtener detalle sobre los cierres neoclásicos.
Los MEGC estructuralistas suelen basarse en las siguientes supuestos: (1) precios por markup en los
sectores de precio fijo como manufactura y servicios, y precios flexibles en bienes agrícolas (2)
necesidades de financiamiento de capital de trabajo, (3) mercados segmentados de crédito, (4)
represión financiera que lleva a racionar la inversión, (5) tipo de cambio fijo, que lleva a racionar en
ocasiones las importaciones, (6) salarios nominales fijos que llevan a desempleo, (7) inversión
agregada exógena y (8) capital sectorial inmóvil.

La colección de trabajos macroestructuralistas compilada por Taylor (1990) ofrece una muestra
representativa de la diversidad y los avances realizados en esta tradición. Los capítulos de Lustig y
Taylor sobre Méjico y de Londoño sobre Colombia trabajan con sectores de precios fijos y
flexibles. El capítulo de Gibson sobre Nicaragua bajo el gobierno sandinista presenta un MEGC con
rasgos como el racionamiento de divisas, el ahorro forzoso y los controles de precios. Los modelos
macroestructuralistas fueron pioneros en integrar el lado monetario y financiero en los MEGC,
motivados por la importancia de estos canales en los efectos macroeconómicos y distributivos de
distintos shocks y las políticas de ajuste y estabilización. Esto aparece en el capítulo que
Rosensweig y Taylor escribieron sobre Tailandia basado en un modelo de 1984 que fue uno de los
primeros en incorporar las variables financieras. El capítulo de Easterly introduce un modelo CGE
para Méjico que incluye saldos de cartera, lo que permite el análisis de importantes canales
financieros hasta entonces usualmente ignorados en los CGE aplicados.

Existe un debate acerca de la validez de los modelos macroestructuralistas en horizontes de análisis


más largos. Robinson (1989) es especialmente crítico de su validez y escéptico de la factibilidad de
combinar mayor riqueza macroeconómica y el marco de equilibrio general. Sin embargo, en la
última década y media la integración de variables macro y financieros en modelos que antes
exhibían neutralidad del dinero es una tendencia muy fuerte al punto que ya no aparecen
identificados exclusivamente la tradición estructuralista y se habla de la familia de modelos
financieros de equilibrio general computables. Algunos antecedentes son Bourguignon, de Melo, y
Suwa (1991), Bourguignon, Branson, y de Melo (1992), Lewis (1992, 1994), y Fargeix y Sadoulet
(1994). En esta línea se inscribe el modelo IMMPA que se comenta abajo, desarrollado por Agénor
y sus asociados.

III.2.3 Algunas lecciones del uso de los MEGC en los PED

Otras lecciones importantes que surgen del uso de los MEGC en los PED se refieren al debate de
las estrategias alternativas de desarrollo y los impactos distributivos de las políticas de ajuste
estructural y la crisis del endeudamiento externo. Las lecciones sobre estrategias de desarrollo
aparecen en Chenery, de Melo, Lewis y Robison (1991) y Robinson (1989). Estos autores
cuestionan el consenso del FMI y el Banco Mundial de que una estrategia de desarrollo abierto
basado en el libre comercio sea la mejor, y afirman que claramente no se apoya en los análisis de
modelos multisectoriales (que incluyendo a los MEGC). Una estrategia de desarrollo abierto que
involucre una significativa expansión de las exportaciones de manufacturas, implicaría, para ser
exitosa, el balanceo y sucesión de tres procesos relacionados:

(1) El desarrollo de una base industrial suficiente como para apoyar exportaciones de
manufacturas en magnitud significativa, lo cual requiere cierto nivel de tecnología, de
composición del producto, de complejidad de las relaciones interindustriales y de
productividad de los factores primarios;
(2) El logro y mantenimiento de tasas significativas de crecimiento sectorial de la
productividad total de los factores.
(3) Capacidad de financiamiento de un déficit comercial significativo en una primera
etapa. Una vez alcanzado el éxito del proceso, la base exportadora será lo suficientemente
grande como generar excedentes comerciales sin perjudicar el crecimiento futuro.

Robinson (1989) opina que creer que una política simple de libre comercio sea capaz de iniciar
estos procesos requiere un serio salto de fe. Todas las historias exitosas entre los países semi-
industriales han involucrado gobiernos activistas que ciertamente hicieron mucho más que adoptar
políticas diseñadas para obtener los “precios correctos”.

Las políticas de ajuste estructural adoptadas por los PED en respuesta a las crisis de endeudamiento
externo a comienzos de la década del ochenta, fueron evaluadas con MEGC. Los MEGC que
integran al sector financiero citados al final de la sección anterior estuvieron motivados en buena
medida por el objetivo de examinar el impacto sobre la distribución y la pobreza de políticas
alternativas de ajuste estructural, bajo el estímulo de la frustrante experiencia de la década pérdida
de los años ochenta. Por ejemplo, el artículo de Bourguignon, Branson, y de Melo (1992) probaba
que los efectos distributivos adversos de las políticas de ajuste implementadas en los ochenta
podrían haberse amortiguado considerablemente si se hubieran aplicado las propuestas de críticos
como Cornia, Jolly y Stewart (1987). Recordemos que el pionero trabajo de Adelman y Robinson
(1978) sobre el caso de Corea del Sur, examinaba la distribución del ingreso en el marco de su
estrategia de desarrollo; una conclusión importante de los autores era que el éxito coreano en
términos de equidad y crecimiento se explicaba, entre otros razones, por la fuerte redistribución de
la tierra ejecutada con las reformas agrarias posteriores a la Segunda Guerra Mundial y las grandes
inversiones ulteriores en educación.

Una versión reciente de MEGC de gran riqueza conceptual que integra el sector financiero y analiza
los impactos sobre la distribución y la pobreza de distintas políticas y shocks externos (incluyendo
el problema del sobreendeudamiento externo) es el IMMPA (Integrated Macroeconomic Model for
Poverty Analysis), que se analiza en sección aparte.

III.2.4 El modelo macroeconómico integrado para el análisis de la pobreza

Pierre-Richard Agénor y sus asociados (ver Agénor et al., 2003) han desarrollado un modelo
dinámico, con software incluido, que integra de manera muy completa aspectos macro, financieros,
estructurales y hasta intertemporales, para el análisis la pobreza y la distribución, aplicando los
desarrollos más recientes de la teoría económica y resultados de la evidencia empírica.

Una descripción completa del modelo excedería los límites de este informe. Nos contentaremos con
transmitir sus rasgos más novedosos y pertinentes. Por el lado real, el modelo incorpora la
dicotomía rural-urbano, mercados segmentados de trabajo formales e informales, trabajadores
calificados y no calificados, salarios rígidos (de eficiencia) y flexibles, tierra y capital como factores
sectorialmente específicos, bienes exportables agrícola y urbano, bienes no comerciables, la
descomposición del gasto público en infraestructura, educación y salud. El capital de infraestructura
público es un bien público ya que su stock influye positivamente en la productividad de todos los
sectores formales de la economía. La inversión en educación favorece la decisión de los
trabajadores no calificados de aumentar su nivel de calificación.

El sector monetario-financiero está compuesto por el banco central, un sistema bancario doméstico
integrado internacionalmente. Hay imperfecciones en el mercado de crédito y las empresas
financian sus requerimientos de capital de trabajo y sus planes de inversión con préstamos de banco
locales o extranjeros. Los hogares ahorran en dinero, depósitos bancarios locales o extranjeros. Se
incorpora el equilibrio de activos a la Tobin. El modelo considera una función de inversión de las
empresas, de manera que el equilibrio ahorro-inversión se determina endógenamente. Un rasgo
interesante es que la función de inversión depende negativamente del grado de sobreendeudamiento
externo del país, lo cual permite evaluar el impacto de quitas y cancelaciones de la deuda externa.
El modelo permite evaluar impactos de corto, mediano y largo plazo dado su carácter dinámico (por
sucesión de equilibrios vinculados secuencialmente). El software computa indicadores desigualdad
(Gini y Theil) y pobreza (incidencia y brecha). Tras simular los efectos sobre la variación del
ingreso y el consumo per cápita de seis clases de hogares (trabajadores no calificados rurales del
sector no comerciable, trabajadores no calificados rurales del sector exportable, trabajadores no
calificados urbanos del sector informal, trabajadores no calificados urbanos del sector formal,
trabajadores calificados urbanos formales y capitalistas-rentistas), el software permite ajustar los
ingresos y consumos per cápita de los hogares de una encuesta clasificados en algunas de las seis
categorías, y calcular luego os indicadores de desigualad y pobreza mencionados para evaluar el
impacto de shocks como cambios en la tasa de interés internacional, variaciones del precio
internacional del bien agrícola de exportación, cambios en la tasa de crecimiento el crédito del
banco central al gobierno, quitas de la deuda externa, cambios en la composición del gasto público,
etc.

IV. La experiencia argentina con modelos de equilibrio general computable

A pesar de los antecedentes mencionados en la Introducción, la experiencia argentina en materia de


MEGC no es muy vasta. En general, los MEGC aplicados a la Argentina guardan poca relación con
la problemática del mercado de trabajo, son de carácter estático, y de orientación más neoclásica. En
esta sección sintetizaremos las principales contribuciones de esta literatura; para mayor detalle
técnico puede consultarse el Apéndice II. Las dos referencias locales fundamentales son el trabajo
desarrollado por el grupo liderado por Omar Chisari en el Instituto de Economía de la Universidad
Argentina de la Empresa y la labor realizada en el ámbito del Centro de Economía Internacional
(CEI) que depende de la Cancillería.

Los modelos desarrollados por Chisari y sus asociados se han concentrado en la problemática de los
servicios públicos privatizados (Chisari, Estache, y Romero, 1999; Chisari, Estache, Lambardi y
Romero, 2003). Sus modelos han desarrollado un análisis bastante desagregado de la estructura
sectorial de la economía (26 sectores en la versión del 2003) y de los hogares (10 grupos de
ingresos). Sin embargo, debido a su foco de interés, el tratamiento del mercado de trabajo ha sido
extremadamente sumario como para servir de herramienta para el análisis de políticas de trabajo
decente.
Por su parte, el CEI ha acumulado una importante experiencia en el desarrollo y uso de MEGC
aplicados a cuestiones de economía internacional. En general, ha trabajado en la evaluación del
impacto de distintos escenarios de liberalización comercial (por ejemplo, 2002), pero también ha
estudiado la interdependencia macroeconómica en el MERCOSUR bajo diferentes regímenes
cambiarios en un entorno de alta movilidad internacional de los flujos financieros (2003). Dado el
énfasis en estos temas, no extraña que el tratamiento del mercado de trabajo sea también muy
sumario.

El ambicioso estudio de Díaz-Bonilla, Díaz-Bonilla, Piñeiro y Robinson (2004), desarrollado en el


International Food Policy Research Institute (Washington, DC), uno de los centros más activos en el
área de MEGC, nos parece más pertinente que los anteriores pues se concentra en examinar los
impactos sobre la pobreza y la distribución del ingreso de diferentes shocks comerciales y de la
balanza de pagos, con el objetivo declarado de arrojar luz sobre la frustrante experiencia de la
década del noventa en la Argentina. La introducción de rigidez real de los salarios en cada sector y
dinero no neutral, permite explicar niveles de desempleo alto y variable. La desagregación del
trabajo en ocho grupos distintos permite considerar los impactos sobre la distribución y la pobreza.

Sin embargo, Díaz-Bonilla et al (2004) formulan otros tres supuestos que no son coherentes con los
objetivos del estudio. En primer lugar, asumen que el capital físico es móvil entre sectores (con un
stock total que se supone fijo), lo cual resulta inconsistente con el horizonte de corto plazo del
análisis. En segundo lugar, los autores suponen simultáneamente la existencia de tipo de cambio fijo
y flujos exógenos de capital financiero, una combinación imposible en el régimen de apertura y
globalización financiera de los noventa. En tercer término, al suponer que la inversión, el saldo
comercial y el resultado fiscal son exógenos, se descarta el papel de la demanda agregada sobre las
variaciones del ingreso y sólo se consideran shocks de oferta.

No sorprende que con tales limitaciones, los propios autores del modelo concluyan que las
simulaciones del mismo no ayudan a entender las paradojas de los noventa. Curiosamente no hacen
ninguna mención a la recuperación de la economía argentina después de la devaluación, a pesar de
que acuerdo a sus simulaciones la devaluación debería haber sido recesiva.
V. Modelos de equilibrio general computable para el diseño de políticas de trabajo decente en la
Argentina

En esta sección formularemos algunas comentarios sobre los rasgos que consideramos pertinentes
en un MEGC que se quiera utilizar para la evaluación de políticas de trabajo decente en la
Argentina. De la literatura revisada rescatamos por más pertinente a esta problemática a las
tradiciones estructuralistas, con especial énfasis en los trabajos de Taylor (1990, 1990a) y Agénor et
al. (2003).

Entendemos que las variables más importantes a evaluar en tal sentido, se refieren a la evolución del
empleo y los ingresos de diversas categorías de trabajadores, especialmente de aquellos se
encuentren en condiciones de precariedad y vulnerabilidad, de manera de poder evaluar los cambios
en su bienestar y la evolución de indicadores de pobreza y desigualdad. En tal sentido, la
modelación detallada del mercado de trabajo es un elemento central de un MEGC aplicado al tema
del trabajo decente. Esto implica un esfuerzo en la desagregación de la fuerza de trabajo en zonas,
sectores de actividad, niveles de calificación, y condiciones sociodemográficas más vulnerables.

Este esfuerzo requiere prestar atención a la segmentación de los mercados de trabajo y a las
distintas reglas institucionales de determinación de los salarios en cada segmento. Las dicotomías
rural-urbano, formal-informal, calificado-no calificado, son fundamentales. En todos los sectores es
importante investigar las reglas de formación de precio tratando de respetar la heterogeneidad y
diversidad reinantes. Las demandas de los hogares más adecuadas parecen ser las del tipo de
sistema de gasto lineal con especificaciones diferenciadas según el estrato de ingreso del hogar.

En relación a los sectores productivos a tomar en cuenta, creemos fundamental distinguir entre
sectores agropecuarios y otros productores de bienes primarios, construcción, industria
manufacturera, comercio, servicios personales, otros servicios, y gobierno. En relación a las
funciones de producción, sospechamos que hay mayor espacio para la sustitución en el sector
agropecuario que en los otros sectores, por sus características técnicas y organizacionales, aunque
creemos que el grado de sustitución de factores e insumos depende también del grado de agregación
del sector, con la presunción de que puede depender positivamente del mismo. Nos parece
fundamental considerar explícitamente el factor tierra en la Argentina, el cual ha sido
sistemáticamente ignorado por buena parte de la literatura (Agénor et al., 2003, es una excepción).
Con sorpresa advertimos que una propuesta de MEGC para Argentina (Gibson, 2005) ha realizado
el supuesto de existencia de un solo sector productivo representado por una función de producción
agregada de propiedades neoclásicas. Aún la versión más agregada del modelo estándar supone
sustitución imperfecta en el consumo y la producción entre bienes nacionales y extranjeros, de
manera que de hecho es un modelo de tres bienes: dos producidos internamente, a saber, el
exportado y el consumido internamente, y uno importado no producido. Ésto es importante para
analizar una economía abierta y considerar, por ejemplo, los efectos de una devaluación o de
variaciones en los términos de intercambio sobre los precios relativos de los bienes, algo que no
puede suceder en Gibson (2005).

Por otro lado, aún en economía cerrada, las condiciones que justifican la representación del
comportamiento del producto interno bruto con una función de producción agregada de propiedades
neoclásicas, son extremadamente restrictivas, a saber, la igualdad de condiciones técnicas de
producción en todos los sectores, como se demostró en la conocida controversia del capital de la
década de 1960 entre los economistas del MIT y de Cambridge University (Garegnani, 1970;
Monza, 1985, Parte III). Es claro que en la Argentina, las condiciones técnicas de producción
difieren significativamente entre sectores. Debería bastar con mencionar que la tierra es un factor
específico de un sector tan importante para nosotros como el agropecuario.

En relación a la cuestión de la movilidad intersectorial del capital somos partidarios del supuesto de
especificidad sectorial de los bienes de capital. Consideramos que existe una confusión en torno al
concepto de capital. Hicks (1974) diferenció dos conceptos de capital: el capital como fondo,
propuesto por los clásicos y Marx, y el capital como acervo, como colección de bienes de capital
que entran en la función de producción introducida por el economista neoclásico John Bates Clark.
La movilidad intersectorial del fondo depende de las características del mercado de capitales y
crédito. La movilidad intersectorial de los bienes de capital depende de las posibilidades de
reconversión de los equipos utilizados en una actividad a otra, por lo cual es muy acotada, costosa y
morosa.

El tema ya había sido planteado en el marco de las controversias de teoría del capital y el
crecimiento de la década del sesenta, como el problema de la maleabilidad del capital. Sus
consecuencias van más allá del tema de la movilidad intersectorial de los bienes de capital. Dos
importantes autores neoclásicos, conocedores del tema escribían en 1969: “We have observed that
capital goods differ from each other in at least four ways: (1) newer machines are usually ‘better’
than older machines; (2) even if before machines are constructed there are possibilities of
substituting capital for labor, once the machine has been built, its labor requirements are fixed;
machines built at different times, or even at the same time by different producers, will differ in
their production characteristics; (3) machines in different industries are different; (4) machines
differ in their durability.” (Stiglitz y Uzawa, p. 124-5).

En consecuencia, dejando de lado las estructuras no residenciales y el equipo de transporte, que


tienen una gran versatilidad intersectorial, las posibilidades de reconversión en otros sectores de la
maquinaria especializada son mínimas. La otra implicancia del párrafo citado es que la sustitución
entre capital como fondo y otros factores e insumos existe ex ante la materialización del fondo en
bienes de capital determinados, pero no ex post. Con coeficientes fijos ex post, las nociones de
capacidad, utilización de la capacidad y capacidad ociosa, se vuelven muy pertinentes. Un
conocimiento adecuado de esta estructura a nivel sectorial es fundamental para prever los efectos de
la expansión de demanda sobre el empleo de distintas categorías de trabajadores.

Por otra parte, como la sustitución de factores y el redespliegue del capital operan más bien a través
del flujo de inversión, el conocimiento de las elasticidades de sustitución en las funciones de
producción puede ser importante para realizar ejercicios de mediano y largo plazo de la expansión
del empleo. Estos elementos son particularmente si se piensa en un modelo dinámico que permita
simular trayectorias de crecimiento económico.

De hecho, una contribución importante de los MEGC fue el análisis del cambio estructural asociado
al proceso de desarrollo, y su impacto sobre la distribución del ingreso y a pobreza. En tal sentido,
el trabajo pionero de Adelman y Robinson (1978) sobre Corea del Sur sigue siendo un clásico y un
parangón, a la vez. Modelar adecuadamente el crecimiento y la composición de las exportaciones e
importaciones, es de gran importancia. Otra vez, el cálculo de las elasticidades relevantes es
pertinente. Un análisis adecuado de la expansión de sectores industriales, especialmente si se
consolida un círculo virtuoso de crecimiento de las exportaciones industriales, sugiere considerar el
papel de las economías de escala, el cual ha sido muy descuidado en la literatura aplicada a países
en desarrollo.

Otro punto central es el de analizar seriamente los sectores de infraestructura que son claves a la
hora de planificar el desarrollo por las fallas de mercado típicas de los mismos. La no consideración
de economías de escala en estos sectores sería una omisión injustificable en modelos de naturaleza
dinámica. También sería deseable incorporar sus efectos sobre la productividad de otros sectores.
El papel del gobierno en infraestructura debe ser estudiado dado el cambio de orientación de las
políticas que se viene dando al respecto y la importancia obvia del mismo. También sería deseable
incorporar en modelos de mediano y largo plazo el papel de las políticas públicas en áreas como
educación (ver Agénor et al., 2003) y salud, que afectan los incentivos de adquisición de
calificaciones de los trabajadores, y la productividad (además del bienestar) de los mismos. En
particular, es importante incorporar el impacto de políticas vinculadas con la educación técnica, la
formación profesional y de distintas competencias demandadas en el mercado de trabajo, sin
descuidar el papel de la política tecnológica.

La construcción de un modelo dinámico exige prestar atención al proceso de ahorro-inversión, y por


lo tanto, especificar, las funciones de ahorro de distintos preceptores de ingreso y las funciones de
inversión de los sectores productivos. El importante aumento de la tasa de ahorro después de la
redistribución causada por la devaluación de 2002, es consistente con la función de ahorro
kaldoriana. Las funciones de inversión tienen amplios antecedentes en la literatura y han
incorporado, además de los efectos sustitución mencionados, el impacto de la rentabilidad sectorial,
el efecto acelerador y el papel de las restricciones de crédito.

Sin embargo, la construcción de un modelo dinámico, de amplia desagregación sectorial, que


integre elementos financieros y una adecuada representación del proceso de acumulación de capital
y cambio técnico, parece una empresa de una envergadura e implicancias tales que no podrían ser
encaradas adecuadamente por una sola agencia del gobierno, sino por un conjunto de todas aquellas
que estén genuinamente interesadas. De hecho, un MEGC con características como las mencionadas
sería una herramienta de evaluación y planificación de políticas muy útil.

VI. Ventajas e inconvenientes de los MEGC

El uso de los MEGC para la evaluación y diseño de políticas presenta ventajas e inconvenientes.
Discutiremos a continuación los principales pros y contras del uso de MEGC.

Ventajas:

a) La principal ventaja de los MEGC es que pueden servir de laboratorios de políticas dentro del
proceso de análisis de políticas en su sentido más amplio [broad policy analysis]. Gracias a su
integralidad, subrayan los vínculos fundamentales entre los principales sectores económicos y
sociales de la economía y ayudan a entender las ramificaciones y efectos de goteo inducidos por una
política o shock. Pueden usarse así para explorar alternativas de política y sus impactos sobre un
rango completo de indicadores de eficiencia, equidad, pobreza y viabilidad política (Sadoulet y de
Janvry, 1995).

b) La segunda ventaja de los MEGC está dada por su valor como herramientas heurísticas en el
proceso de formulación de políticas. Al respecto, señalan Shoven y Whalley (1992): “… Aunque
los resultados de los modelos no son precisos debido a los datos y otros problemas, no obstante
proveen un vehículo de generación de hipótesis nulas iniciales del impacto de cambios en las
políticas que antes no existían. También ofrecen evaluaciones del impacto de políticas que pueden
desafiar el saber recibido que guía la elaboración de políticas. Enfatizamos los grandes elementos de
juicio subjetivo involucrados en la construcción y uso de estos modelos, y también su gran potencial
para generar nuevos insights sobre las cuestiones de política del día”.

Inconvenientes:

Shoven y Whalley (1992) señalan varios problemas que introducen cierta incertidumbre a la hora de
interpretar las simulaciones de los MEGC.

a) El primero está dado por la preselección del modelo, que resulta tan crucial para los resultados
como para las especificaciones numéricas. Las conclusiones de los modelos numéricos cambian
decisivamente al cambiar sus supuestos clave. Por ejemplo, la incidencia de un impuesto sobre el
capital será muy distinta según supongamos que el capital sea internacionalmente móvil o no.

b) El segundo surge de la calibración de los parámetros. Dados los grados de libertad existentes en
la determinación de las formas funcionales y los parámetros a especificar, es posible calibrar
muchos modelos numéricos a una misma matriz de contabilidad social. Por otro lado, como la
calibración es determinística, es decir, no tiene contenido estadístico, la validación de los modelos
calibrados es un problema serio. Además, los valores de las elasticidades que se eligen en las
calibraciones se basan en evidencia empírica escasa y a menudo contradictoria.

c) El tercero se refiere al cuidado necesario en la elección y tratamiento de los datos de la matriz


contabilidad social que sirve de base. Un supuesto fundamental es que la economía bajo
consideración se encuentra en equilibrio en el año elegido de base (benchmark equilibrium). Como
en general no se cuenta con mucha libertad para elegir entre distintos años, se debe ser cauteloso
con las preguntas que se formulen al MEGC y en la interpretación de los resultados. Además, la
construcción de la matriz de contabilidad social que ofrezca los datos del equilibrio de base exige
un esfuerzo formidable en términos de conciliación y ajuste de datos de fuentes diversas no
necesariamente consistentes entre sí, como cuentas nacionales, comercio exterior, encuestas a
hogares, encuestas a empresas, información impositiva, censos de población, etc.

d) El cuarto se vincula al grado de agregación del MEGC, uno de los temas más difíciles a resolver.
Hay un deseo natural de hacer un modelo lo más detallado posible con la idea de aumentar su
realismo. Por un lado, no siempre es beneficioso tener mayor detalle, ya que podría ser superfluo
para los temas que nos interesen. El detalle excesivo puede ser costoso por la recolección de datos,
la computación de las soluciones y la dificultad en manipular el modelo. La cantidad de sectores en
los MEGC varía de 3 a 114. Sadoulet y de Janvry (1995) plantean que como el número de
parámetros a estimar/adivinar (guesstimate) crece con la mayor desagregación del modelo, las
dificultades de interpretación aparejadas desdibujan los resultados centrales. Por estas razones,
Sadoulet y de Janvry (1995) y Shoven y Whalley (1992) coinciden en preferir modelos de menor
escala abocados a temas específicos, frente a modelos multipropósito de gran tamaño.

VII. Conclusiones

El uso de MEGC en la evaluación y diseño de políticas se está generalizando, aunque


aparentemente no en el ámbito de los ministerios de trabajo. Sin negar la contribución que puedan
efectuar a la formulación de políticas, queremos advertir contra un uso imprudente de los mismos.
En tal sentido, es oportuno recordar que Sadoulet y de Janvry (1995), dos importantes practicantes
de los MEGC aclaran que estos modelos no son una panacea que puedan responder todas las
preguntas, por dos razones. La primera se origina en la incertidumbre en la elección el grado de
desagregación del modelo.

La segunda razón por la cual los MEGC no sustituyen a los otros enfoques es de índole teórica. El
análisis de fenómenos de naturaleza microeconómica o sectorial, que no tengan efectos
intersectoriales o macroeconómicos, no ganará mucho con el uso de los MEGC. De manera similar,
el análisis macroeconómico puro tampoco se beneficiará significativamente de una especificación
demasiado detallada de los mercados de factores y de las instituciones.
A fin de evitar confusiones, conviene tomar en cuenta una distinción importante efectuada por
Robinson (1989) entre tres diferentes tipos de modelos: el analítico, el estilizado y el aplicado. El
modelo analítico es el más simplificado y sus parámetros no están cuantitativamente precisados; es
el que suele aparecer en artículos teóricos y libros de texto. Pretende echar luz sobre ciertos
aspectos de la realidad pero no puede aplicarse para formular ni evaluar políticas. El modelo
estilizado es más complejo porque incluye un número de variables mayor al de los modelos
analíticos y cuenta con parámetros numéricos especificados; sin embargo, a pesar de que su uso
puede ser ilustrativo no debería emplearse para la evaluación de políticas pues no pretende
representar una economía real sino tal vez un grupo de economías con ciertos rasgos similares. El
modelo aplicado es más complejo aún ya que el número de variables que incluye se elige con la
pretensión de representar a una economía real y sus parámetros numéricos están calibrados con
datos reales de cierta economía a la que busca representar. Éste es el único modelo que puede
aplicarse para la formulación y evaluación de políticas. No obstante, existe en la práctica cierta
confusión ya que suelen realizarse recomendaciones de política basadas en modelos estilizados.

Finalmente, queremos destacar el importante valor heurístico del uso de los MEGC en el análisis de
las políticas que puedan tener amplias repercusiones en la economía y la sociedad. Sin embargo, la
complejidad de los problemas en los cuales los MEGC pueden ofrecer perspectivas innovadoras,
plantea la conveniencia de encarar su estudio y aplicación como un proyecto de gran envergadura
que debería involucrar la coordinación de esfuerzos de diversos ministerios y oficinas del gobierno.

Apéndice I. El modelo estándar de países en desarrollo

Expondremos sucintamente lo que se conoce cono “el modelo estándar” aplicado en los PED, el
cual conserva un alto gado de flexibilidad para adaptarse a las peculiaridades de cada país y de la
problemática a ser estudiada. El modelo estándar se basa en una matriz de contabilidad social que
representa los valores de las transacciones entre distintos sectores institucionales de la economía de
un país en un año determinado que se toma como referencia.

A.I.1 Las instituciones y la estructura básica del modelo estándar

Los sectores institucionales son los típicos de cualquier economía: hogares, firmas, gobierno y resto
del mundo. Los hogares poseen las dotaciones de factores productivos que emplean las firmas que
producen bienes y servicios, y pueden a su vez desagregarse en urbanos y rurales, de trabajadores y
capitalistas, y así sucesivamente. Los hogares reciben ingresos de los factores de producción y
transferencias de otras instituciones. A su vez, los hogares pagan impuestos directos, consumen,
ahorran y realizan transferencias a otras instituciones. El consumo de los hogares abarca bienes
adquiridos (a precios de mercado que incluyen impuestos indirectos y costos de transacción) y
bienes producidos en el hogar (valuados a precios del productor). El consumo de los hogares se
distribuye entre bienes adquiridos y domésticos según el sistema de gasto lineal (o LES por linear
expenditure system) que se deriva de las preferencias Stone-Geary.

Las firmas organizan las actividades productivas. La clasificación de las firmas depende del grado
de desagregación de estas actividades. Las firmas contratan factores, producen bienes, los venden a
otros sectores institucionales, pagan impuestos indirectos y directos, reciben transferencias del
gobierno y realizan actividades de inversión. Las firmas maximizan beneficios sujetas a una
tecnología cuyas características generales se describen a continuación. La proporción entre valor
agregado y consumo de insumos intermedios se supone fija por sector, al estilo Leontieff. El valor
agregado sectorial está dado por una función de producción de elasticidad de sustitución constante
de los factores primarios (o más brevemente CES, por la sigla de constant elasticity of substitution).

Cada firma contrata cada factor hasta que el ingreso del producto marginal se iguale a la retribución
del factor. Hay tres opciones para cerrar los mercados factoriales. Un cierre convencional es
suponer una oferta fija agregada de cada factor y una retribución flexible que se ajusta hasta igualar
la demanda agregada del mismo. La segunda opción es suponer que la retribución es fija en
términos del numerario del modelo (rigidez nominal) o de alguna canasta de bienes (rigidez real) y
que la cantidad demandada del factor a esa retribución es menor a su oferta, en cuyo caso habrá
desempleo. Un tercer cierre posible, preferible en el análisis de corto plazo, es suponer que el
mercado del factor considerado está segmentado de manera que el factor es específico de cada
actividad.

El gobierno recauda impuestos con tasas ad valorem fijas que impone sobre las firmas y/o los
hogares, compra bienes de consumo y de capital de las firmas domésticas o del resto del mundo,
recibe transferencias del resto del mundo contrata trabajadores, y financia su déficit con deuda. Los
gastos de consumo y las transferencias se fijan en términos reales. El ahorro del gobierno es un
residuo flexible.
Los sectores institucionales domésticos realizan transacciones reales y financieras con el resto del
mundo, lo cual define el balance de pagos. Las transacciones entre el resto del mundo y las
instituciones domésticas están fijadas en moneda extranjera .

La asignación de la producción doméstica de cada bien entre el mercado interno y el externo supone
una imperfecta trasformabilidad entre exportaciones y ventas internas, que se expresa a través de
una función de transformación de elasticidad constante (CET, por constant elasticity of
transformation). A la vez, suele suponerse que el país es tomador de precios en los mercados
internacionales. El supuesto CET pretende dar cuenta de la heterogeneidad entre los bienes que cada
sector produce para el exterior y el mercado interno. Para ciertos niveles de desagregación sectorial
y en sectores que producen commodities, la elasticidad de transformación es infinita, por la
homogeneidad entre el producto exportado y el vendido al mercado interno y la vigencia de la ley
de un solo precio. Este punto es relevante para buena parte de las exportaciones argentinas.

En el caso de bienes importados que compiten con variedades domésticas, se supone que la
demanda interna está definida para un bien compuesto formado por el bien importado y el nacional,
agregados a través de una función de elasticidad de sustitución constante (CES, por constant
elasticity of substitution). De nuevo se supone que el país es tomador de precios en el mercado
internacional. Sin embargo, la ley de un solo precio no necesariamente se cumple dada la imperfecta
sustitución en el consumo entre el bien nacional y el importado, propuesta por Armington (1969), a
excepción del caso de commodities. Además de la justificación de este supuesto expuesta en III.1,
en el caso de los modelos aplicados a PED se argumenta que el supuesto permite captar rasgos
estructurales como la mayor o menor elasticidad de las importaciones, especialmente porque se
aplica no sólo a consumo de los hogares sino también a consumo intermedio de las firmas. Una baja
elasticidad de sustitución de importaciones genera resultados similares a los de los modelos de dos
brechas desarrollados por Chenery y Strout (1966).

A.I.2 El balance ahorro-inversión y los cierres del modelo estándar

El modelo tiene tres saldos o resultados macroeconómicos: el resultado corriente del gobierno, el
saldo del sector externo, y el balance ahorro-inversión. En el caso del gobierno, suele suponerse que
el ahorro del gobierno es un residuo flexible que surge de gastos dados en términos reales y tasas
impositivas y prefijadas.
Hay dos tratamientos básicos del saldo del sector externo, expresado en moneda extranjera. Uno
consiste en suponer que el tipo de cambio real es flexible y el ahorro externo es fijo. El otro supone
que el tipo de cambio real está fijo y que el ahorro externo es flexible.

El equilibrio ahorro-inversión admite cierres determinados por la inversión y cierres determinados


por el ahorro. En los cierres determinados por la inversión, se supone que la inversión está dada en
términos reales y que las tasas de ahorro de ciertas instituciones se ajustan pasivamente. En los
cierres determinados por el ahorro, la canasta de bienes de inversión se ajusta proporcionalmente a
los ahorros disponibles. Alternativamente, pueden suponerse cierres balanceados que ajustan todos
los componentes de la absorción, afectando así al ahorro y la inversión.

Para un modelo de un período, Lofgren et al. (2002), prefieren el cierre de Johansen (1960) que
consiste en combinar niveles dados de ahorro externo, e inversión real. En este cierre, el consumo se
ajuste pasivamente. Implícitamente, se supone que el gobierno hace “algo” sea desalentando el
consumo privado con impuestos o reduciendo el gasto de consumo de gobierno. Este cierre evita la
trampa de aumentar el “bienestar” (en rigor, el consumo de los hogares) artificialmente reduciendo
la inversión y aumentando el ahorro externo.

El cierre neoclásico supone que la inversión se ajusta pasivamente a la suma de los ahorros de todos
sectores, de manera análoga a la propuesta por Solow (1956). Ninguno de los cierres mencionados
considera un tratamiento de los vínculos entre las variables macroeconómicas, el ahorro y la
inversión. Sin embago, desde la aparición de los modelos centrados en la distribución de Adelman-
Robinson (1978) y Lysy-Taylor (1980) se inició un debate sobre las propiedades macroeconómicas
de los MEGC. La discusión se ha centrado en el “cierre macro” de los modelos.

Apéndice II. Modelos de equilibrio general computable de Argentina

A.II.1 El modelo de Chisari y asociados

Los modelos desarrollados por Chisari y sus asociados se iniciaron con el estudio de los efectos de
las privatizaciones de las empresas de servicios públicos sobre la eficiencia y la distribución en la
década del noventa (Chisari, Estache, y Romero, 1999). Una versión actualizada del mismo modelo
aparece en Chisari, Estache, Lambardi y Romero (2003), un trabajo que analiza las opciones de
política tarifaria en el escenario posterior a la devaluación teniendo en cuenta la sostenibilidad de
las empresas del sector y la accesibilidad de los usuarios a los servicios públicos.

Los autores justifican la elección del enfoque MEGC para el análisis de los servicios públicos por el
gran peso del sector en la economía (10 por ciento del PIB), y su influencia en la competitividad y
eficiencia del resto de la economía. La versión 2003 del modelo incluye 26 sectores (11 de bienes y
15 de servicios) y de 10 grupos de ingresos, actualizados para 1997, con información de la matriz
insumo-producto de aquel año y datos de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares. Contiene,
además una detallada descripción de las relaciones financieras y de los eslabonamientos de insumo-
producto entre los sectores privatizados.

Las características principales del modelo, que estático y de corto plazo, son las siguientes. Se
supone que las preferencias del hogar representativo de cada grupo de ingresos son Cobb-Douglass
(pero se asume que la sustitución entre bienes nacionales e importados es imperfecta, a la
Armigton). Un rasgo llamativo es que la función de utilidad Cobb-Douglass de los hogares
representativos está definida no sólo para bienes de consumo y ocio, sino también para bienes de
inversión y bonos. El supuesto implícito es el del cierre neoclásico según el cual el volumen de
ahorro determina la inversión.

Se consideran tres factores primarios de producción: capital físico, capital financiero y trabajo. Sólo
los dos últimos son móviles. El capital financiero es necesario para financiar el capital de trabajo de
las firmas. Las funciones de producción de valor agregado de las empresas que no son de servicios
públicos tienen la forma CES entre capital físico y trabajo. En el caso de los servicios públicos, las
funciones de producción de valor agregado tienen la forma Cobb-Douglass con rendimientos
constantes a escala. Dada la presunción general de rendimientos crecientes a escala en los sectores
de servicios públicos, los autores la justifican por simplicidad. También se suponen restricciones de
capacidad en servicios públicos. En todos los sectores hay coeficientes fijos entre insumos
intermedios (nacionales e importados) y valor agregado. También hay un requerimiento fijo de
capital financiero por unidad de producto.

Chisari y sus asociados suponen que el gobierno maximiza una función de bienestar de la forma
Cobb-Douglass que tiene por argumento a los bienes colectivos producidos por el gobierno, las
jubilaciones, los bonos y la inversión pública. Como en el caso de los hogares, el supuesto Cobb-
Douglass es una forma algo indirecta de asumir que las proporciones de los distintos componentes
del gasto son constantes. A su vez la función de producción de bienes colectivos es Leontieff en
compras de bienes, servicios públicos y trabajo.

El mercado de trabajo no está en equilibrio. La rigidez salarial se define manteniendo en las


simulaciones el ratio entre el salario de mercado y el de pleno empleo en el escenario de base. El
desempleo puede cambiar, sin embargo, si cambian las demandas de trabajo de los distintos sectores
y la demanda de ocio.

A.II.2 Los modelos del CEI

El CEI ha acumulado una considerable experiencia en el desarrollo y uso de MEGC aplicados a


problemas de economía internacional, con especial énfasis en el impacto de acuerdos de
liberalización comercial. Los problemas analizados llevan a privilegiar modelos de múltiples países.
Un trabajo representativo de esta labor es CEI (2002) que evalúa el impacto sobre el comercio y el
bienestar de Argentino de distintos escenarios de acuerdos liberalización del comercio. El trabaja
estudia el impacto de cinco escenarios de liberalización: (1) ALCA, (2) acuerdo de libre comercio
entre MERCOSUR y la Unión Europea, (3) combinación de los (1) y (2), (4) acuerdo de libre
comercio entre MERCOSUR y Estados Unidos, (5) comercio libre mundial. Cada escenario supone
aranceles nulos entre los participantes del mismo. Sin embargo, en ningún escenario se eliminan los
subsidios a la exportación agrícola. Los ejercicios trabajan con una base datos que desagrega 16
sectores y 10 regiones. Se prueban distintos modelos que combinan distintos supuestos de
rendimientos a escala de las funciones de producción de manufacturas, con la existencia alternativa
de efectos de acumulación de capital a mediano plazo, y externalidades positivas, presuntamente
derivados de la implementación de los acuerdos comerciales.

No hay un impacto apreciable positivo de los acuerdos de comercio cuando no se incluyen los
efectos de acumulación de capital y las externalidades. De hecho, con rendimientos crecientes el
impacto sobre el PIB es nulo o negativo, mientras que con rendimientos escala constantes a escala
el máximo efecto positivo alcanza a 0,2 por ciento del PIB en el escenario con aranceles nulos en
todo el mundo.
En cambio, la inclusión de efectos de acumulación de capital y de externalidades añade efectos
significativos que llegan a 7 por ciento del PIB. Sin embargo, estos resultados son dudosos, dado el
carácter polémico de los efectos y, especialmente, de la cuantificación de los mismos.
Fuera de la temática comercial debemos mencionar otro MEGC interesante desarrollado en el CEI,
que fue utilizado para analizar la cooperación macroeconómica en el MERCOSUR (CEI, 2003). Se
trata de un modelo estático que estudia la interdependencia macroeconómica de Argentina, Brasil y
Uruguay bajo distintas combinaciones de regímenes cambiarios en los distintos países. El modelo es
altamente agregado y supone en cada país hay un sector productivo, un consumidor, el gobierno, el
sector externo y un sector monetario. Los factores de producción son capital y trabajo. Los países se
modelan como pequeñas economías abiertas que comercian con sus otros dos socios del
MERCOSUR y con el resto del mundo como agregado.

En cada país el sector productivo se modela como una función de producción Cobb-Douglass. Para
el consumidor representativo hay sustitución imperfecta del bien doméstico, las importaciones de
los otros socios comerciales y las importaciones del resto del mundo. El gasto de gobierno es
exógeno y se financia con impuestos a los factores locales y aranceles. Las exportaciones son
función del tipo de cambio real con el resto del mundo y con cada socio del Mercosur. El sector
monetario incluye ecuaciones de oferta y demanda de dinero. La última depende positivamente del
nivel de producto y negativamente de la tasa de interés.

El modelo se calibró para 1997 y se usó para evaluar el impacto en los tres países de diferentes
shocks macroeconómicos: una suba en la tasa de interés internacional, una caída en los flujos de
capital al MERCOSUR, cambios en el gasto de gobierno y en la oferta monetaria en uno de los
países, bajo cinco regímenes cambiarios alternativos que varían según que país fije o deje flotar su
moneda y respecto a cuáles otros. El modelo prueba la fuerte interdependencia macroeconómica de
los tres países y se emplea para argumentar a favor de la regulación prudencial de los flujos de
capital de corto plazo hacia los países de la región.

A.II.3 Otros modelos de Argentina

Díaz-Bonilla, Díaz-Bonilla, Piñeiro y Robinson (2004), del International Food Policy Research
Institute (Washington, DC), uno de los centros más activos en el área de MEGC, desarrollaron un
modelo aplicado a la Argentina que reseñaremos en esta sección. El trabajo nos parece pertinente
pues se concentra en examinar los impactos sobre la pobreza y la distribución del ingreso de
diferentes shocks comerciales y de la balanza de pagos, con el objetivo declarado de arrojar luz
sobre la frustrante experiencia de la década del noventa.
Como los autores intentan representar una economía con los altos niveles de desempleo de la
década del noventa, introducen supuestos compatibles con desempleo alto y variable, y dinero no
neutral. Para ello suponen que las transacciones requieren efectivo acumulado previamente (cash-
in-advance) (Clower, 1967), lo cual también restringe las ventas y la producción. También asumen
rigidez real de los salarios en cada sector. Así las variables equilibrantes son el empleo sectorial y
total y las brechas salariales entre sectores.

La matriz de contabilidad social utilizada corresponde a las datos de cuentas nacionales, comercio
exterior y encuestas de hogares de 1993. La matriz contiene 44 sectores y bienes (11 productos
primarios agrícolas, 4 sectores productos primarios no agrícolas, 11 sectores de manufacturas de
alimentos, 14 sectores de manufacturas de no alimentos, 3 sectores de servicios, y el gobierno), y 9
factores de producción. Los 9 factores de producción son 8 tipos de trabajo y capital. El trabajo se
divide por género (masculino o femenino), zona (rural o urbano), y en zonas urbanas, por su
calificación (no calificado, semicalificado y calificado).

El trabajo es móvil entre sectores, y los salarios reales por sector se mantienen fijos. El capital total
está fijo, pero su asignación sectorial puede variar. En consecuencia, las simulaciones reflejan un
horizonte temporal en el cual el stock de capital se redespliega en la economía. Este supuesto no
parece consistente con el objetivo expreso de entender el aumento del desempleo, la pobreza y la
desigualdad aún en años de crecimiento del PIB. En rigor, el redespliegue total del capital exige la
reposición total del mismo si se acepta la heterogeneidad sectorial de buena parte de los bienes de
capital, como se hacía en la tradición estructuralista.

Los autores suponen que el tipo de cambio es fijo, como en la Convertibilidad (salvo cuando
simulan una devaluación) y que los flujos de capital son exógenos (salvo en la devaluación). Ambos
supuestos son inconsistentes. Un resultado macroeconómico conocido es que en una economía
abierta con tipo de cambio, fijo los movimientos de capital son endógenos, especialmente en un
contexto de altísima movilidad del capital como el que prevaleció en los noventa. El deficit y el
consumo real del gobierno se suponen fijos, de manera que se asume que los impuestos al ingreso
se ajustan para mantener fijo el déficit. La inversion es constante en términos reales y los ahorros de
los hogares se ajustan. Se tata de un cierre similar al de Johansen (al haber fijado el ahorro externo,
el ahorro público y la inversión, el ahorro de los hogares se ajusta para mantener las identidades de
cuentas nacionales).
Díaz-Bonilla et al. (2004) simulan 10 escenarios diferentes que incluyen: subas y bajas de aranceles
internos, conformación del ALCA, eliminación mundial y total de aranceles en el marco de la
OMC, aumento de la productividad total de los factores, aumento de los ingresos de capital, subas
de precio de las exportaciones o las importaciones, subsidio a las exportaciones y devaluación del
peso.

El PIB sólo cae en los escenarios de alza de aranceles, de suba de los precios de las importaciones y
de devaluación, y aumenta (más o menos en los demás) en los demás. El empleo agregado se mueve
con el PIB, salvo, curiosamente con la devaluación, que pese a ser recesiva en este modelo eleva el
empleo. La incidencia de la pobreza aumenta en todos los escenarios, salvo en el de rebaja
unilateral de aranceles, ALCA, OMC, y crecimiento de la productividad total de los factores. Las
medidas desigualdad (Gini y Theil), aumentan en todos los escenarios cuando se mide en términos
de ingresos laborales, pero medida como ingresos por adulto equivalente disminuye en la mayoría.

Los autores concluyen que los resultados de las simulaciones no ayudan a entender las paradojas de
los noventa, aunque se apresuran a decir que la liberalización del comercio no pudo haber sido
causa de mayor desempleo y pobreza. Curiosamente no hacen ninguna mención a la recuperación
de la economía argentina después de la devaluación. Conjeturan que los despidos originados en las
privatizaciones podrían ser parte de la explicación, aunque ello requeriría un análisis separado.
Finalmente, reconocen que el supuesto de movilidad del capital y el trabajo del modelo podría ser
inadecuado, ya que si los factores fueran específicos de los sectores, no hubiese instituciones de
reentrenamiento del trabajo, otras rigideces limitaran la movilidad laboral, y los mercados
financieros y las instituciones legales no permitieran un rápido redespliegue del capital, podrían
darse desajustes significativos entre la oferta y demanda de trabajo, que no serían captados en las
simulaciones.

Visintini y Calvo (2001) formularon una propuesta metodológica para el análisis de las relaciones
entre la macroeconomía y la agricultura en la Argentina a través de un MEGC, en la tradición de
modelos macroestructuralistas como el de Lustig y Taylor (1990) antes citado. El tratamiento
especial del sector agropecuario se justifica, según los autores, por el papel clave que cumple como
generador de divisas, impuestos, y productos de la canasta básica de los asalariados. A su vez
interesa evaluar los efectos de la macro sobre el sector agropecuario. Proponen distinguir, en primer
lugar entre sectores agropecuarios, y sectores de manufacturas y servicios. A su vez, diferencian
entre los sectores que producen bienes agropecuarios que se comercian internacionalmente (cereales
y oleaginosas), regido por la ley de un solo precio y aquellos que producen para el mercado interno
(frutas y hortalizas) en los cuales los precios se determinan por la interacción entre la oferta y
demanda interna.

Las demandas de los consumidores tienen la forma del sistema de gasto lineal (LES), es decir, con
niveles dados de consumo de subsistencia para los distintos bienes, y diferencia bienes de consumo
importados de nacionales. En el caso de los sectores industriales y de servicios, los autores suponen
que la tecnología es Leontieff y que el precio se forma de acuerdo a una regla de markup sobre los
costos primos integrados por insumos importados y salarios. El markup puede variar en función del
grado de utilización de la capacidad. Las exportaciones del sector industrial pueden ser exógenas o
depender del ratio entre el precio internacional traducido a pesos y el precio interno, además de
reembolsos o retenciones. Se aplica el supuesto de país pequeño, tomador de precios
internacionales. Las funciones de ahorro son kaldorianas.
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