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éxica politica. Ciencia es enando alguien, con los ojos vendados, busca lun gato negro en una habitacién oscura. Filosofia es cuando alguien, con los ojos vendados, busca un gato negro en una habitacién oscura donde no hay ningén gato. Exica politica es cuando alguien, con los ojos vendados, busca un gato negro en una habitacién oscura donde no hay ‘iingdin gato y, sin embargo, exclama: iLo tengo! Pero no capitulemos antes de tiempo. En la Antigiiedad, la ética politica personalista e institucionalista se mantenian en equilibrio. En la Edad Media predominaba el personalismo. Y en la Edad Moderna, el institucionalismo. El cambio de paradigma se produjo en el Renaci« miemto florentino. AI mismo tiempo irrumpié en el campo visual la valoracién de la politica de acuerdo con los resultados, inicialmente, en el maquiavelismo, sin respetar exigencias morales; posteriormente, res petandolas, Se impone una conclusion: hay dentro sot gato, y debemos sujetarlo. Nuestro tiempo necesita una sintesis de los tres puntos de partida de la ética politica: ef que se orienta hacia los resultados igual que el que se orienta hacia las instituciones y el que lo hace hacia las personas. Pero también esta conclusién sigue siendo provisional. La peor deficiencia de este bosquejo de una ética politica es su limitacién a la tradicidn occidental-cristiana, Aqui entra en juego el Proyecto de una Etica Mundial del te6logo suizo Hans Kiing. Segrin Kiing, el mundo en el que vivimos s6lo tiene una oportunidad de sobrevivir silos creyentes de las distintas religiones mundiales y los no creyentes se ponen de acuerdo en un consenso basico minimo respecto a valores vinculantes, ‘medidas insoslayables y actitudes morales fundamentales. Por gigantes- co que pueda antojarse el proyecto, tuvo un comienzo bajo la direccién de Fans Kiing en 1993, cuando 6.500 participantes en el Parlamento de las Religiones del Mundo se pusieron de acuerdo en Chicago sobre una declaracién comin”. Con vistas al Proyecto de una Ftica Mundial, la sintesis de la ética politica occidental-cristiana no es més que una dote, pero no deja de ser una dote. 25. HL King, Proyecto de sons éics mundial, Trot, Madi, *2003, 26. HL King y Ke]. Kushel (eds), Maca wns éica mondial. Declaraciow del Parka ‘moto de as Relgones del Mundo Trota, Madd, 1994. 122 ' CONDICIONES POLITICAS MARCO PARA LA ETICA MUNDIAL Dieter Senghaas 1, 2Se vishumbra la luz al final de um siglo terrible? Hace 100 afios, el imperialism no era s6lo una doctrina, sino la encar~ hacién sobrentendida de la politica de las «grandes potencias» (como lina ver denominara Ranke los acwores principales dc la polities sun cial. Tambien el racismo, en su version socialdarwinista, formaba parte de las orientaciones intelectuales de ls lites europeas. Desde mitad del siglo xx, el nacionalismo y la politica nacionalista eran sobrentendidos de la época. Por regla general, la clase politica dirigia sus indagaciones, tan escasamente a ellos, y alas orientaciones mentales antedichas, como lo hacia, por ejemplo, con la orientaci6n militarista de la politica en su Conjunto, sobre todo la de las estrategias de la politica exterior. En el terrible siglo Xx, estas orientaciones se fundieron a su vez con los conocidos resultados de dos catistrofes mundiales, de las que principal: mente la dltima, la Segunda Guerra Mundial, tuvo su causa en la poli a alemana, Siguié un periodo de paz, basada en la intimidacién, en el «que los dos principales antagonistas se amenazaban con el mutuo exter- tninio, algo que, en vista de los incomparables potenciales de destruc ion nuclear, era perfectamente plausible. Vale la pena recordar estos terribles 100 afios, para comprender «que quizé haya algo asf como un vacilante progreso histérico: el pode ‘oso movimiento de la descolonizacién puso fin al imperialismo. Hoy ya no cabe en la politica mundial una politica imperialista del estilo de |i de finales del siglo xix. Sigue existiendo el racismo, en miitiples \ersiones, en el émbito micropolitico. Pero, desde que le lego su fin al sistema del apartheid en Sudafrica, ya no hay ningsin Estado del mundo 123 ‘que, de manera explicita, pudiera hacer de una politica racista co ‘uente, de privilegios y discriminacion basados en la raza, una esttategi Politica. También, dicho sea de paso, ha perdido el racismo el s cientifico bajo los pies desde que los progresos de la investigacion Hegado a la conclusién de que la variabilidad de la dotacién genéti dentro de cada raza esté més ampliamente implantada que la diferenci entre unas razas y otras. Lo que es més: el concepto de nacion alli donde tuvo su origen, es decir, en la Europa occidental, ha llegada. «adquitir un sentido peyorativo. Su lugar, afortunadamente, ha pasado ‘ocuparlo el concepto de «integracién europea». Las que una ver. fuer las naciones ms militaristas del siglo xx pusicron su dedicacion en concutrencia econdmica, y lo hicieron con gran éxito y con la cor ccuencia de que sus elites y su piblico de masas han adoptado convicci nes pacificas de amplio efecto. Nadie piensa en estos momentos resucitar la paz de la intimidacién, ni en una constelacién bipolar raided agudizada, pues con el final del confit Fste-Oeste en aspecto geopolitico, ideoldgico y tecnolégico armamentista, esa fj del poder sha wucko improbable. Nose pera ion sages las alianzas que ello requeriria Queda por responder la pregumta de si, al finalizar el siglo, las frientaciones de los pasados 100 ais antes mencionadas seran susttuh das por del «choque de civilizaciones» pronosticado por Huntington, Aun cuando la tesis de éste pueda, a primera vista, tener una cietta plausibilidad, es muy poco probable un clash of civilizations. Pues las ‘culturas (el «slam», el «confucianismos, etc.) no son actores. Ademas, ‘en mayor medida cuanto més nos aproximamos al siglo xx1, se presen tan cada vez mis segmentadas y en modo alguno homogéneas. El pe- uefio nlimero de Estados que segtin Huntington son los verdaderos exponentes, los representantes principales ~actores centrales- apenas, puede decirse que existan. ilmaginese a China como potencial repre- sentante del confucianismo! Quien lo considere imaginable poco sabe dde Confucio, y menos atin de China. Por otra parte, las tesis de Samuel Huntington nunca han expuesto los vinculos causales entre la cultura sdominante» en cada caso y la conducta en politica exterior. Hagimo- nos, a titulo de ejemplo, la siguiente pregunta: éCusl es en realidad, visto desde las dimensiones profundas de la cultura, el contenido cult. ral del comportamiento de China en politica exterior? Pensar en cate: Borfas geoculturales no nos lleva muy Icjos, mientras que es de todo Punto evidente, por muy anticuado que pueda antojarse, que siguen 1. CLG. Maier ed), Decttion of Sain: AgintRacom, Vien Discrimination, Stadeschlaining, 1996. u aM Se een Vite 124 CONDICIONES POLITICAS HARCO PARA LA ETICA MUNDIAL siendo pertinentes las categorias geopoliticas de la politica de esferas, econémicas, asi como las categorias geoeconémicas, precaracterizadas, por la estructura de Ia division internacional del trabajo. Es.asi, pues, escasa la probabilidad de que el imperialismo, el racis- ino, el darwinismo social, el nacionalismo, el militarismo y la paz: basa- dla en la intimidacién sean sustituidos por frentes de lucha culturales relevantes, o por una especie de divisa «Occidente contra el resto del ‘nundo» (@ al revés). La politica mundial no estard determinada por una Hucha internacional de las eulturas. Pero la orientacién culrural tendré iimportancia, aunque no en esas supuestas o reales «dimensiones pro- fundas» que, en el debate cultural, suelen asociarse a la ligera con la cultura, sino, antes bien, en relacién con la coexistencia pacifica que se deriva de la fuerza de las circunstancias’. 2. La ética de la transformacién constructiva de los conflictos xpongamos en primer lugar el siguiente estado de cosas: en este siglo terrible no s6lo han triunfado, en espiritu y de hecho, las orientaciones {que inicialmente hemos citado. Ha tenido también fngar un paulatino proceso de transformacién del mundo. A finales del siglo xix, el mun: {lo incluida la mayor parte de los pafses actualmente industratizados, sejuia teniendo una organizacién rural. Los 100 afios pasado figurarin «nla historia como el siglo dela desruralizacién. La mayorfa de los seres humanos ya no viven en una economia oikos», es decir, en condiciones dle subsistencia, sino en economia territoriales de trfico con crecientes, rasgos de economia mundial, A diferencia de las comunidades campesi- tus enmareadas en aldeas, este nuevo entorno ha traido como conse- ‘cuencia una tremenda ampliacin del horizonte y de la accién de los seres humanos. El proceso de urbanizacién que ha llevado consigo intensifica ademas la comunicacién y hace que, por primera ver en la historia mundial, los seres humanos sean capaces de organizarse. Como consccuencia de la alfabetizacién, que se produce de modo paralelo, se llega a la emaneipacién intelectual y a una revolucién de los conoc tnicntos. EL nivel de competencia de los seres humanos aumenta de ‘modo espectacular. Bn ello reside, en contraposicin con la sociedad cukos, la oportunidad de la movilidad social hacia arriba. A través de ‘medios que se van difundiendo por todo el mundo, la esperanza y los 2, Respect a a dissin sobre Las tess de Huntington, véase D. Senghaas, «Die fixe lee wom Kampf der Kulturen: Blatter ir deutsche und internationale Poitie 2 (1997), pp. 215-221 12s DIETER SENGHAAS, CONDICIONES POLITICAS MARCO PARA LA ETICA MUNDIAL estilos de vida se hacen equiparables. Quiz4 la globalizacién de cfectos demostrativos sea mas eficaz que la mera globalizacién & mica. De todo ello se sigue la exigencia de participacién politica q deja sentir en todos los rincones del mundo. De ese modo, las sociedades tradicionales se convierten en des politizables y de hecho politizadas. Las «verdades» ya no pk definirse de una manera sencilla. Las ideas de justicia se multipli ‘otro tanto ocurre con los intereses. Lo que constituye una « sociedad se vuelve problemitico en vista de la pluralidad de proy y definiciones que se ofrecen. Surgen asf, vistos desde su construcciones en las que los conflictos adquieren caricter cr potencialmente violento, y para las que ya no es posible encontrar denominador comin, a menos que se las fuerce a ello con una di ‘0 despotism que de todas formas, a corto o largo plazo, estéc do al fracaso, Pues las pluralidades no pueden ya soslayarse, ni la politizacin de las identidades, las verdades, las ideas de justicia y intereses, Cuando se presentan todos los debates sociales, econs culturales como politicos, y todos los debates politicos como ‘econémicos y culturales, nos encontramos ante una politizacién ‘mental. Y entonces se plantea la cuestién de la coexistencia a pesar Politizacin fundamental, pues la alernativa ~nos lo demuestra de vvo cada dia la mirada a la politica diaria— es la guerra civil. 2Cémo se elude la guerra civil? La transformacién del mundo: «que hemos aludido se produjo primeramente en la parte occidental Europa, como consecuencia de la revolucién agraria e industrial, ‘mediados del siglo xvi, No tiene por tanto nada de particular que aqui donde primero se agudizara la problematica de la coexiste pesar de la politizaci6n fundamental, ni que surgieran aqui las resp tas correspondientes como resultado de un proceso de prueba y Retrospectivamente puede exponerse sistemiticamente como sigue formacidn de la coexistencia a pesar de la politizacién fundamentalt En una base de partida, prefiada de conflictos y porencialmente violencia, de identidades, verdades, ideas de justicia e intereses polit dos, para hacer posible la coexistencia hay que empezar por desar los ciudadanos politizados, es decic, institucionalizar un monopolia: {a violencia estatal legitima. Pues esto fuerza, por necesidad estructl al discurso y, en consecuencia, a la politica deliberativa, lo que st ‘una primera conditio sine qua non para la coexistencia. Pe do lugar, el monopolio de la violencia requicre su somet cho, al que normalmente se denomina Estado de derecho, porque a vés de él se fijan las reglas de juego mediante las cuales se dir sustanciales diferencias de intereses y de identidad permanentes ¢ i ls, Por lo dems, sin control del Estado de derecho el monopolio de Wolencia estatal no seria otra cosa que expresién de despotismo, y sus esentantes no serian sino meras partes del conflicto. Por la expe- ia griega se sabe, en tercer lgar, que la trasformacién de las socie~ ws tradicionales en sociedades madernas hace surgir para cada indi- io maltiples exigencias relacionadas con los papeles sociales, debido J cual cada uno, dada la existencia de largas cadkenas de acciones fun- wimente diferenciadas, se convierte en portador de miltiples roles. a ontribuye, por regla general, al fraccionamiento de los conflictos y fontrol de los impulsos pasionales. Con raz6n, la teoria sociolbgica ha jo siempre en ello un medio para amortiguar los conflictos. Ademés, ansformacién de las sociedades tradicionales en sociedades moder- jue ya hemos citado repetidamente, conduce a nuevas capas socia- sin parangén hist6rico, que caracterizan hoy, de manera tipica, alas Jedades altamente industrializadas. Estas capas sociales demandan Jeipacion democritica, lo que se hace inevitable si no se quiere que, wo vonsecuencia de la negacién de la participacion, o de la no parti- widn, se produzca un problemético estancamiento de los conflictos Jales que (como paradigméticamente han mostrado las recientes © jencias de los paises del socialismo real) facilmente se vuelve explo: ) Asi pues, podemos reconocer en la participacién democratica jusra ‘uatta condicién para la coexistencia. En quinto lugar, en las socie- Ji politizadas, con movilidad social, son asimismo inevirables los es en torno a la justicia distributiva y el juego limpio. Sin esfuerzos Felacidn con estas dos condiciones, las reglas de juego del discurso lico y de la regulacién de los conflictos quedan sin base de sustenta- ‘material, y por tanto sin legitimidad. Esta circunstancia tiene una yportancia, porque en las sociedades modernas, orientadas hacia, ‘wonomia de mercado, la desigualdad no cesa de reproducirse. Alli yule coincidan las cineo condiciones constitutivas para la coexistencia W la oportunidad de que se desarrolle una cultura politica de latrans- incin de conflictos constructiva con caracter general. Esta es la sex- ion para la coexistencia a pesar de la politizacién fundamental. ‘4 cultura politica de la transformacién de contlictos constructiva se encuentra al comienzo de la formacién de las modernas modalida- ile coexistencia (que aqui hemos presentado como shexdgono civi- Wotiom) Es mas bien un producto tardio del proceso hist6rico. Y, al Jn com el concepto de shexigono civilization, cf. D. Senghaas, Wo- Welt? Uber die Zukunptfrelicher Koexistene, Frankfure aM. 1994, ca. iyi se analiza detalladamente en J. Callie (d.), Wodrch und wee hows ‘dh Prialen? Das cilisatorsche Hexagon auf dem Priftand, Vaccum, 1997 126 127 ‘gual que los restantes cinco componentes de la coexistencia moderna, no se presagiaba en la cultura europea (es decir: europea occidental) tradicional. Al contrario: la formacion de cada uno de los distintos componentes cabe interpretarla, antes bien, como un proceso contra voluntad. Pues, historicamente contemplado, del desarme ha sido, en toda regla, el resultado de la victoria y la derrota en luchas competiti= vas. El mas fuerte triunfaba sobre el mas débils una instancia superior se imponfa a otra inferior. El Estado de derecho ha tenido su origen en snormas de compromiso disputadas historicamente con las armas yarrans cadas a las partes en conflicto, normas que, naturalmente, no se aceptt= ‘ban de buena gana, sino que empezaban siendo concesiones temporales ‘en situaciones de poder frigiles. Se preferia siempre la vida autodeter= ‘minada, en espacios reducidos de una concrecién abarcable, a la inte= graci6n en sistemas de funciones autorreferenciales, con una dinamica propia y que operasen en un plano abstracto de amplia superficie. La hhabinual distincién que hoy se hace entre sistema y mundo cotidiano, asi como el anterior diagndstico de un «malestar en la cultura» (S. Freud), cn vista de un medio en el que «small is beautiful» (lo pequeiio es bello} es un suefio desiderativo, apunta en esta direccion, El control emoci nal se determina por el imperativo del principio de realidad y no principio del placer. También la lucha por la ampliacion de la participa cién se ha desarrollado siempre contra duros frentes de resistencia, otro tanto ocurre, en un mundo de desigualdad condicionada por el sistema, con la disputa en torno a la justicia distributiva y el juego limpio. Ni lo uno ni lo otro se concedié nunca seneillamente, sino que tuvieron siempre que arrancarse a los poderes del statu quo. Y mente s6lo lleg6 a haber una cultura de la transformacién constructiva de los contfictos bajo las felices circunstancias de que los componentes antes mencionados, al principio solo de manera aislada, se convirtieran ‘en realidades historicamente poderosas, se asociaran ademas de manera sinérgica y Hegaran por fin a establecerse también emocionalmentey Sélo bajo estas condiciones, que a su ver requerian miltiples condicio= nes previas, se hizo probable una civilizacién de los conflictos en un entorno de politizacin fundamental, es decir, de arreglo de los conflic= tos con exclusién por principio de la violencia, pese a la politizacién fundamental. Asi pues, el proceso en sf solamente es comprensible como el resulk tado histérico de muchos conflictos que se han desarrollado en el con texto europeo en una serie escalonada correspondiente a la exposiciGn que hemos hecho. Ha surgido un constructo de la transformacién de los onflictos que posce dimensiones constitucionales, institucionales materiales, pero que también lleva la impronta de mentalidades espe 128 CONDICIONES POLITICAS MARCO FARA LA ETICA MUNDIAL ficas y que, en conjunto, representa un producto artificial civilizatorio. Resulta plausible la argumentacién de que las circunstancias que carac- terizan la politizacin fundamental, tales como la pretensién de absolu- ‘o, el interés particular, el hincapié en una identidad especial, el indivi- dualismo basado en la propiedad, las iniciativas de los grupos de presion poderosos, ete., son evidentes, en cierto modo «naturales», mientras que, por el contrario, la tolerancia, la sensibilidad para con las reglas del juego, la moderacién, la divisién de poderes, la disposicion al com- promiso, el pensar en algo mis que en el propio interés, no tendrian sentido, o serian eartificiales, es decir: resultado de penosos procesos de aprendizaje colectivos. Todos estos logros civilizatorios se han con- quistado también precisamente en Europa contra la propia tradicién, y solo en conflicto con el propio pasado. Serfa falso, en consecuencia, querer interpretar en un sentido cultu- ral esencialista la civilizacton de los conflictos que, pese ala politizacién fundamental subsistente, puede observarse boy, por regla general, en el espacio piiblico de las sociedades occidentales. Ni sus distintos compo- nentes ni la combinacién de éstos estaban preinscritos en su genética cultural, La situacion no es otra que la que, en relaciGn con estas brientaciones axiol6gicas, normalmente se asocia hoy, dentro y fuera del ambito occidental, con «Europa» o con «Occidentew: la racional dad, el individualismo, el pluralismo, ete. También estas orientaciones axiologicas son productos tardios de una prolongada y ardua evolucién, yy hasta el da de hoy no son ni mucho menos indiscutibles. No tiene, asf pues, sentido, en relacién con la problematica que nos ocupa -la coexis- {encia a pesar de la politizacién fundamental-, hablar de previas dimen- siones profundas connaturales de la cultura’ occidental. Més sentido no dejar de tener en cuenta los procesos de aprendizaje colectivos, oricamente reconstruibles, contra la propia tradicin y en vista de inevitables presiones resultantes de las condiciones politicas marco, s0- Ine todo en relacién con la evitacién de las guerras civiles crénicas’ Nunca se insistra suficientemente en este estado de cosas: sien las mnodernas sociedades de masas politizadas se quieren evitar las guerras, «iviles, asf como las huchas culturales militantes in situ, se necesita una ‘cultura de transformacién constructiva de los conflictos en la que se den Imiltiples condiciones previas. Y esta cultura no surge en un espacio icio, sino dentro del contexto de una configuracién definida por di- ones materiales, instirucionales y mentales. A diferencia de lo que na muchas veces, lo decisivo a este respecto no es una dimension se afi 4. Vee a este tespeto, con detalle,D. Senghaas,Zvilseroyg wider Wille, Der Konfike der Kudturen mit ih eat, Prankbat aM 1998, 129 profinda preinscrita en la genética cultural de las sociedades, sino ef resultado de un proceso de aprendizaje que, de manera trabajosa, peno= sa, plagada de conflictos, se va elaborando frente a resistencias tradiciow nales ancladas en el poder, en las instituciones y en las mentalidades, ‘encarnacién de la cultura transmitida por la tradicién. De ese largo forcejeo ha surgido, si asf se quiere, laética del moderno Estado consti= tucional democratico como plataforma para la regulacién pacifica de los conflictos en el espacio piiblico, en el que el pluralismo politizado ha legado a convertirse en un estado de cosas irreversible. Nos eneontra ‘mos, asf pues, ante una innovacién, o més bien ante una swma de innovaciones también, precisamente, con respecto a la cultura politica, Es posible, en diversos aspectos concretos, remontarse muy atris en su historia, pero no podemos por menos de concebirla, dentro del marco de una historia europea de dos mil afios, como el resultado de las evor luciones mas recientes. Retos comparables en el émbito extraoccidental Lo que Europa ha experimentado habra de repetirse en otras partes del mundo, si no en detalle, por lo menos en cuanto alo que es primordkale la superacién de la problematica de la coexistencia en vista de la propa gacién de la politizacién fundamental consecuente ala citada transfor- macién de las sociedades tradicionales en sociedades socialmente mé= viles. También a este respecto ha de desarrollarse, consecuentemente, tuna ética de la coexistencia. Como ocurriera una vez en Europa, tampo- co en ninguno de los dmbitos culturales extraeuropeos se preveia este proceso moderno en la cultura tradicional. También su autognosis, sw forma de entenderse a sf mismas, tenia una orientacién fandamental= mente «cosmocéntrica». En ella sobre todo en las manifestaciones de la alta mitologia~ se concebjan el cosmos, la sociedad y los seres huma- nos bajo una perspectiva unitaria, como unidad orgainica, que se presen taba como tna jerarquia bien organizada y conjuntada. Su arquitectura estaba estaticamente pensada. También estaban bien dibujados en ella los papeles sociales y la distribucién de los papeles. El earaeter eiclico * Para las necesidades modernas de superar la problematica de la co- cexistencia, tales orientaciones no sirven de ayuda, Por eso, también en el resto del mundo, a presin de las circunstancias tiene que dar origen a wevas perspectivas contemporineas de transformacién de los conflicts. Pero, diferencia de la evolucidn occidental, que ha tenido caracter \dégeno, los procesos que tienen Ingar en el mundo extracuropeo ‘stin fuertemente codeterminados por la evolucién que previamente se ha produeido en Occidente. Pues esta evolucién define, con la fuerza de la historia, el contexto internacional que contribuye a caracterizar los procesos en cada sitio. Se sefialan especialmente cuatro de estos procesos: el cardcter mo- demnizador-imitativo tiene una reaccién que acepta el desalfo de Occi- dente, toma a éste como modelo y lucha contra fa carga de la propia ‘radicion, ineluida la propia cultura tradicional. En la primera mitad del siglo 30 Se dieron este tipo de orientaciones sobre todo en China, aun- que en aquel momento no tuvieron éxito, Pero hoy estén teniendo un éxito arrollador en dos de los cuatros paises del Asia oriental en el um- bval del desarrollo, Corea y Taiwan. Surgen aqui, a partir de paises de reciente industrializacién, newly democratizing countries, cuya cultura politica no se distinguira en breve de la de los paises occidentales. Alli donde se producen cambios modernizadores hacen también acto de presencia los protectores con diversas orientaciones: los tradi- cionalistas, también los reaccionarios, pero, en términos generals, los conservadores, Su pretensién consiste, i es posible, en invertir la mar- cha de la historia y, en todo caso, en contener la modernizacién. Este tipo de reaccién puede observarse en todos los lugares del mundo en los {que la modernidad occidental tropieza con lo tradicional. Podria citar- se aqui a Gandhi. titulo de ejemplo, pues su filosofta vital tena un ‘ariecter aldeano, anticomercial e igualitario. Vea ante sf unidades pe- |quefas, y favorecia por tanto una democracia directa, dentro de un espacio abarcable, y orientada al consenso. 5. Una orientacidn de este exo se encuentra por regla general en les filsofas soxislesradiionaes premodernas, de manera toalmenteexplia sobre todo en a flo- Shia china elisa, A este respect, D, Senghaas, Ziviisiering wider Willen.» ct cxp-2- iat Alli donde se producen cambios se hacen también notar modernise tas a medias. Se apoyan en los conocimientos téenicos (know how) de Occidente, pero quieren mantener alejadas todas las dems influencias. espirituales. Japén llevé a cabo con éxito un proyecto semejante desde Ja mitad del siglo xix; el socialismo real no tuvo éxito en el siglo xX. La llamada «escuela de Singapur» ha destacado en los tiempos més recien= tes en la aplicacion de esta orientacién, y también lo ha hecho el fandamentalismo iskimico, Sin embargo, los problemas de una sociedad. due se complejiza y pluraliza, ya sea en China, en el amplio ambito de las sociedades isl4micas, 0 en cualquier otro sitio, no se solucionan con. ello, ni se acercan siquiera ala solucién, menos ain all donde se intenta, trabajar con formulas teocriticas de procedencia islimica. En estos Sltimos lugares pueden constatarse paralelismos. Pero también la inuti- lidad de la econtrarrevoluci6n teocritica» frente a la modernidad, tal ‘como pudo observarse asimismo en Europa en la primera mitad del siglo xx Por iltimo, también en ef mundo extraeuropeo, cuando se produce cl encuentro de la modernidad y la tradicion y sobrevienen cambios, se necesitan innovaciones. Asi como no pudieron pronosticarse con exac> tid en Europa, tampoco son pronosticables en el Ambito extraeuro- peu. Aunque se repetiré la experiencia intraeuropea: en cuanto se con {frontan culturas tradicionales con impulsos modernizadores, es decir, en cuanto hay sociedades que experimentar un cambio estructural, y por tanto mental, esas culturas entran en conflicto consigo mismas. A partir de ahi surgen los necesarios procesos de aprendizaje colectivos. No puede darse por sentado ~desde el punto de vista de la historia mune dial- que las innovaciones de la modernidad respecto ala superacién de la problematica de la coexistencia se hayan agorado totalmente en ef ‘espacio europeo-occidental. Al contrario: cinco euartas partes de la humanidad, en su mayoria contra su voluntad, tendrin que experimen> tar en el sigho xxt para hallarrespuestas adecuadas a los problemas de la movilizacién social y de la politizacion fundamental. Es poco probable que las respuescas que final y definitivamente se acrediten se inventen, cen abstracto sobre el tablero de dibujo. Es més légico que, también a ‘ste respecto, se dé una repeticién de la experiencia europea. Los arre= slos que finalmente se impongan seran las consecuencias no buscadas de los conflictos politicos. También en otros sitios, esos conflictos hardin perder pie al exencialismo cultural, aun cuando las facciones esencialis: tas seguiran siendo una vor entre otras. 6. Sobre esto, J.B. Mill 22m, Betlin, 1997, ea. 1V, Religion und Politik. Wechseleirkungen und Dissoman- 132 CONDICIONES FOLITICAS MARCO PARA LA ETICA HUNDIAL Esto significa que no se les ahorrara a las soviedades extraeuropeas la trabajosa, penosa y conflictiva experiencia de Europa en el camino hacia el Estado constitucional democritico. Fl proceso es equivalente, inque sus resultados podrfan ser diferentes en el efecto final si verda- deramente se produjeran genuinas innovaciones. Pero, precisamente en este tltimo caso, el resultado no reflejarfa la dimensién profunda de la cultura tradicional, sino algo nuevo, contra la propia tradicién. Algu- nnas culturas tradicionales pueden resultar més o menos tities a este respecto. Pero, de uno u otro modo, los problemas de la coexistencia tienen que superarse de nuevo en cada lugar. Se requiere, en consecuencia, una ética de la coexistencia que hoy puede formularse programaticamente, pero que s6lo tendra fuer- za en la historia como algo aprendido y vivido. Asi lo muestra la evolu- cin europea, y no hay ninguna razén convincente por la que la situa- cidn pudiera ser diferente en otros sitios. 4. La coexistencia mds allé de cada sociedad individual Ahora bien, équé ocurre con la ética de la coexistencia pactfica mas alla dd las sociedades individuales? También aqui se muestra, segin toda experiencia, que la ética eficaz y que determina la accién forma parte de n complejo sistema de estructuras y procesos, de instituciones y men- talidades. Desde la perspeetiva de la ciencia politica puede hablarse aqui dde-un proceso de aprendizaje colectivo, de puesta en comtin politica Hay por lo menos dicz experiencias que estin a este respecto en primer plano’. En primer lugar la compatiblidad de los valores capita- les, Hay una diferencia de conjunto si, por ejemplo, se sigue la perspec- tiva de Vaclav Havel, «Volvamos a Europa», o el programa chovin ruso de Shirinovski. En el primer caso es posible la puesta en comtin transfronteriza; en el segundo, no. Los esfuerzos en torno a la compati bulidad de los valores capitales es, en consecuencia, de una importancia clemental, Eso es precisamente lo que demanda el Proyecto de una Frica Mundial, circunserito aqui, en nuestro conereto ejemplo, a un plano regional’. Pero esos esfuerzos no son suficientes. Pues la expe- Fiencia muestra, en segundo lugar, que hay que llegar a una ampliacién los procesos de comunicacién y transaccién transfronterizos, que 7. Como estulio lisico sobre la puesta en comin pola, ef K. W. Deutch et ‘al, Political Community and the North Atlantic Area. Interational Organization in the ih of Historical Experience, Princeton, 1957, King, Proyecto le wm dics mundial, Trota, Made, *2003, 133 tengan importancia para todos los participantes. Estas transacciones tienen que tener verdadera trascendencia. Pero, lo que es todavia mas importante, deben aplicarse de manera simétrica, de modo que cada participante extraiga una utilidad comparable. En tercer lugar es impor- tante la buena disposicién de los socios mas fuertes para con los intere+ ses de otros, en especial la disposicién a tener en cuenta las necesidades de los mas debiles. El término clave es sensibilidad (responsiveness). Es lo contrario de la arrogancia del poder, de la competencia arrogante, de la arrogancia econdmica y cultural y de las sensibilidades que las deno~ tan, Naturalmente que es més facil de practicar la sensibilidad cuando, cn cuarto lugar, se dan un crecimiento acentuado y la expectativa de ventajas comunes. Fs un hecho trivial: cuando hay abundancia hay mas due repartir, y pueden hacerse més transferencias. Al burro de carga le resulta mas facil asumir el papel de ral, méxime cuando las transferen= cias unilaterales van siendo poco a poco reemplazadas por estructuras de comin ventaja, es decie, cuando ef papel del burro de carga y del beneficiario no permanecen inmutables. EL quinto punto se refiere al aumento de las capacidades prara ta resolucion de problemas. Cuando las comunidades politicas en proceso de unién demuestran su capacidad de resolver conjuntamente proble= mas percibidos en comin, se desarrollan nuevas lealtades frente a las instituciones dedicadas a la solucidn de los problemas, que se convier« ten en agentes fiables de la coordinacién de la accién politica, Las soluciones para los problemas, en sexto lugar, suelen necesitar sin em: bbargo adelantados que abran la marcha. El liderazgo politico se necesita también por tanto en los procesos de formacién de comunidades. Pero resulta problemético, en séptimo lugar, cuando no hay alternancia de papeles. En una comunidad que se va ampliando es importante que no sean siempre los mismos actores los que asumen los mismos papeles, sino que, antes bien, haya una alternancia de roles, que una verse forme parte de la posicién de la mayoria y otra parte de la posicién minorita- ria, sin que se sigan adscripciones de papeles rigidas. En octavo lugar es ademas evidente que, en las comunidades politicas en formacion, se necesitan considerables posibilidades de cooperacién para elites nuevas yy jOvenes, Debe existr para ellas, en la nueva formacién, una oportuni dad de movilidad ascendente. Eso constituye lealtades en un plano superior. En noveno lugar, surge asimismo la oportunidad de un estilo de vida alternativo, o con un nuevo acento. Lo que hasta entonces era tun entorno desacostumbrado se convierte en parte sobrentendida de los procesos de socializaciOn. Asi por ejemplo, un contemporineo que Piense y actie en el plano europeo se diferenciars esencialmente de ‘tro que se desenvuelve en un ambito subregional muy estrecho. 134 CONDICIONES FOLITICAS MARCO PARA LA ETICA MUNDIAL Pero lo que es de gran importancia puede, en décimo lugar, desi. arse como predecibilidad de los motivos del comportamiento, es de- cir, como fiabilidad de las expectativas 0 estabilidad de las mismas. Uno dle los problemas crénicos de la anarquta de los Estados es la ince cdumbre y la inseguridad respecto al comportamiento de la que en cada caso sea la otra parte, que tiene a su vez el mismo problema. El dilema Ue la seguridad se considera por ello un sindrome nuclear de la anarquia de los Estados. La estabilidad o la fiabilidad de las expectativas es el resultado del programa de contraste respecto a la anarquia de los Esta- ddos, 0 sea, de la formacién politica de una comunidad. Los diez puntos que hemos expuesto nos permiten reconocer el grado de complejidad de la formacién de una comunidad mas allé de las sociedades individuales y cémo, en relacién con la coexistencia, la formacién de una comunidad equivale a un multifacético proceso de aprendizaje colectivo con dimensiones normativas, insttucionales, ma- teriales y emocionales. La ética de la coexistencia pacifica a nivel regio- nal esta asf pues, de manera nada distinta de la que se da en el plano de una sociedad individual, incrustada en una configuracién, por lo que su solidez y resistencia se encuentra en dicha configuracién. Si hoy en la Unién Europea, por citar el tinico ejemplo de cuasi formacién de una comunidad que ha tenido moderado éxito, la coexis- tencia pacifica ha llegado a ser un sobrentendido, ello se debe a que ha cexistido la voluntad de que ast fuera, pero también a que ha podido coneretarse, en mayor o menor medida, en las dies dimensiones seftala- das. Es por tanto la accién conjunta de proposits politicos, orientacio- < axiol6gicas, procesos econémicos y comunicacién, y sobre todo de instituciones de respaldo, lo que ha contribuido en la Europa comuni- taria a que el erénico dilema de la seguridad, asf como el dilema del Ulesarrollo y los dilemas de la coordinacién, que siempre existen entre Estados soberanos, hayan podido cercarse, ¢ incluso desmontarse. Desgraciadamente todavia no se observan en otros lugares del mun- dio procesos comparables. En ellos sigue siendo determinante el elisico ulema de la seguridad. Adems, el gradiente de desarrollo, no s6lo en- tre el Norte y el Sur, sino también dentro del Sur, tiene a menudo unas dimensiones dramatieas: hace imposible un intercambio simétrico, es decir, en condiciones de igualdad. ¥ la mayor parte de las veces, dentro de los continentes meridionales o en las zonas regionales, la coordina- ion institucionalizada del comercio estatal y no estatal est atin en sus omienzos en los correspondientes acuerdos regionales. Y, no obstante, cl cjemplo de Europa occidental muestra que la coexisteneia pacifica mas ili de los Estados es posible de una manera fiable y duradera y que, por lo tanto, las ideas que por principio postulan lo contrario han quedado 135 obsoletas. Lo cual no quiere decir que, en muchas partes del mundo, teorias e ideas objetivamente obsoletas no sigan encontrando material cen el que basarse. La multiestratificacién de los escenarios internaciona- les exige un pensamiento patentemente contextual. 5. El plano mundial y la ética mundial Una observacién como ésta puede aplicarse asimismo al plano mundial ¥, en consecuencia, ala ética mundial. A diferencia de lo que ocurre con las sociedades que gozan de un buen orden, el mundo no sélo presenta luna articulacion variada, sino que se caracteriza por las segmentaciones ‘que lo dividen. Las diferencias en la dimension de los Estados son ‘enormes. Frente a unas pocas regiones nucleares 0 centros encontramos zonas liminares o periferias. Islas de riqueza existen junto a un océano, de pobreza. Hay algunas regiones ecolégicamente favorecidas, mientras otras estan muy dafiadas, Tienen importancia las diversas orientaciones, culturales, aunque siempre haya que considerar que muchas veces se encuentran localmente en disolucién y va ganando terreno la diversidad cultural. En el plano mundial reina una gran heterogeneidad, y no la homogenetdad. Esto es lo que hace tan dificil, st no imposible, la exis= tencia de programas de politica mundial realistas y de caracter general. Pues son muy raros los casos en los que puede argumentarse con ellos a scala mundial, ya que tienen que tener en cuenta gran cantidad de contextos diversos. Resulta por tanto muy comprensible que también los aspectos programaticos de la ética mundial se entiendan como un programa elemental, y no como expresién de una moral cercana y diferenciada que s6lo puede realizarse a niveles muy inferiores al nivel ‘mundial, a nivel de las distintas sociedades o inferiores’. Pero también una ética mundial semejante, aplicada con carécter universal, si se quie= re que sea persistente y duradera, tiene que estar dentro de una estruc~ ‘ura mas amplia, por lo que ésta forma parte, constitutivamente, de st. caricter programstico. Por lo que se refiere a esta estructura, puede seguirse aqui, por razo= nes heuristicas, el hexagono civilizatorio antes citado, proyectndolo en adelante al plano internacional. En ese caso, y en primer lugar, al desar= ime de los ciudadanos corresponderia como equivalente el desarme de los Estados, por lo que deberia existir un equivalente funcional al mo= nopolio de la violencia legitima que se ejerce en el interior de los Esta 9. Véase H. Kung, Una éica mondial para la economia y la poiica, rid, 1999, pp. 105 s- ca Mae 136 dos. Lo sorprendente es que este monopolio existe ya (aunque hay poca conciencia de ello) desde que, en 1945, se incluyd en la Carta de las Naciones Unidas la prohibicion del recurso a la violencia como cuestion dle principio. El sistema de seguridad colectiva -expresidn del derecho internacional de la paz que se establece en dicha Carta representa el clemento auxiliar que puede activarse en caso de violacién de la paz para proteger al agredido. Este sistema va desde las medidas para el arreglo pacifico de las disputas, pasando por sanciones no bélicas, como embat- gos econémicos, hasta inclusive la posibilidad de intervencién militar punitiva, Presenta un amplio abanico de posibilidades y, sobre todo, ya existe. Hecho éste que suele ignorarse en el actual debate al respecto. | sistema, no obstante -aparte de no ser respetado por ef mundo de los Estados presenta una laguna considerable: la construccién del ‘equivalente al Estado de derecho, 0 control juridico en el plano interna- cional, apenas esta en sus comicnzos. No cs posible, sin embargo, en segundo lugar, un orden juridico internacional que haya de gozar de legitimacién, sin el control del monopolio de la violencia que hemos senalado. El arreglo pacifico de las disputas, pero también, y sobre todo, la imposicion de la paz, o las medidas para la imposicién del derecho, necesitan de este control, ya sea por medio del Tribunal Inter- acional de La Haya o mediante otras insttuciones equivalentes. Ya hemos aludido a las divisiones que presenta el mundo, sobre todo en el aspecto econémico. Son tan marcadas que diffcilmente cabe esperar que a nivel mundial se produzca una simetrizacion de la inter- ddependencia con beneficio comparable del intercambio para todos los participantes en él. Antes bien, en tercer lugar, la simetrizaciGn tiene que convertirse, en todo ef mundo, en un programa regionalista. Las interdependencias simeétricas resultarian mas concebibles, y cabria inclu- so esperarlas, si se produjeran de region en regidn, sobre todo si las regiones, a semejanza de la Unién Europea, legaran a consolidarse También a nivel mundial tiene lugar la politizacién, por lo que se urticula con més fuerza la exigencia de participacién democrdtica en el plano internacional. Ahora bien, équién, aparte de los Estados que ya lo hacen, y e6mo, tendria que organizarse a nivel internacional para satis- facer el mandamiento democtatico, con el fin de evitar el estancamien- \o, prefiado de violencia, de los conflictos? éTambién, junto a los Esta slos, se impone preguntar en cuarto lugar a los grupos de intereses (como las empresas multinacionales, las organizaciones empresariales, lus asociaciones profesionales, etc.), 0 las comunidades culturales y Icligiosas de todo tipo y dimensiones -o la tan citada «sociedad civil», a que rara vez se define en conereto-, asf como Greenpeace y Amnistia jonal? €A quién mis, si no? 137 Igual de dificil ¢s, en quinto lugar, la problemitica de Ia justicia distributiva a nivel internacional. Y no obstante se reconace hoy, de ‘manera bastante general, que también a este nivel se necesita un serio cempefio en favor de la justicia distributiva, o al menos llevar a cabo cesfucrzos para aliviar més clamorosos. Pues solamente de ese modo puede evitarse la acumulacién, a la que ya no puede ponerse coto, de un ‘material politicamente explosivo, resultante de la dindmica de los privi- legios y la discriminacién. 2¥ es imaginable, en sexto lugar, en este dificil entorno, una cultura de tratamiento constructivo de los conflictos a nivel mundial? La respuesta inmediata es no. Pero lo sorprendente es que, pese a todas las adversidades, las ideas progeamiticas respecto a una cultura del trata- ‘miento constructivo de los conflictos a nivel mundial van ganando te- Hay que mencionar en primer Ingar el debate en torno a los dere- ‘chos humanos. Fl punto de referencia de este debate lo constituyen hoy, como sobrentendido, valores universes, es decir, derechos humanos dle primera y de segunda generaciGn, y es interesante que tienen un ‘efecto de norma aun cuando se rechazan. Quiad se repita a este respec- to, a nivel internacional, la experiencia que se ha dado en el espacio interno de las distintas sociedades. También aqui, como ya hemos ex- puesto, la cultura constructiva de tratamiento de los conflictos no ha sido por regla general resultado de programas desarrollados a tal fin, sino la consecuencia no prevista de situaciones de equilibrio en la poli- tica de poder que hicieron inevitable que el mutuo respeto, la tolerancia por tanto, de los adversarios se convirtiera a regafadientes en orienta~ cién y que, con el curso del tiempo, pasara a ser una especie de compor- tamicnto rutinario interiorizado. Pero también cabe suponer que, cuan= tas mis sociedades Hleguen a ser sociedades bien ordenadas, en las que esta establecido el respeto a los derechos humanos, la cultura del trata~ ‘miento constructivo de los conflictos iri ganando sustancia y amplitud a escala mundial y, sobre todo, profundidad y arraigo". En estrecha relacin eon la discusidn en torno a los derechos huma- ‘nos hay que sefialar asimismo los debates programaticos del tipo de la discusién sobre la ética mundial. En esta dltima se pone en claro hasta qué punto ef mundo esté dando muestras de desarrollar ta aurorre= flexién. Lo que es expresién de programas que no son resultado de 10, A cate respoctoy f. W. Kerstingy «Global Sichereit und internationale Ge- rechtgheit: Kursbach 36, diciembre de 1996, pp. 153-168 af como, de na manera mis ampli, Rinderl, sDie Wee ener wohlgeordncten Staatengemecnschatt Polit sche Verteliahresschnft 35/4, pp. 688-098. 138 procesos no intencionados. Muy por el contrario, al haber conciencia de las normas culturales 0 religiosas de un mundo heterogéneo, se intenta aprovechar lo que tienen en comiin, sobre todo la regla dorada: ilo que no quieras que te hagan a ti no se lo hagas @ nadie! En cuatro normas insoslayables se hace referencia a una cultura de no violencia, de solidaridad, de tolerancia y de igualdad de derechos. Si estos puntos de orientacién son importantes, aiin més decisivo es probablemente el largo y controvertido proceso de alcanzar una comprensi6n en torno a tales normas". Qué es lo que esta pasando? A diferencia de lo que ocurria en este siglo terrible, no sélo se percibe al final del mismo que las ideologias dominantes de hace cien aftos se han agotado y desaereditado, sino que se observa un inpulso de la conciencia de la humanidad. Las conferen- cias mundiales son un importante medio a este respecto, aunque sus programas de actuacién no se traduzcan inmediatamente, y nunca de ‘manera completa, en politica prictica", Fl Proyecto de una Etica Mun- dial es, frente alas conferencias de los Estados mundiales, una iniciativa de la sociedad civil, una iniciativa de las que deberfa haber y habra mis cn el futuro. ‘No hay que dar por supuesto que este proceso de concienciacién de la humanidad discurre de una manera lineal y sin altibajos. Por qué habria de hacerlo? Pero lo que si cabe suponer es que sélo legaré a tener persistencia, a hacerse incluso irreversible, si, a semejanza de anteriores experiencias que se han producido en el seno de las socieda- des, se incluye dentro de una amplia ensambladura de estructuras procesos, de instituciones y mentalidades. Son demasiado pocos los que, en las artes y en las ciencias, han intentado en el pasado esta tarea. Pero esto es algo que parece estar cambiando poco a poco. Cuando una vez se contemple retrospectiva- mente, al proceso de formacién de la ética mundial se le atribuiré un valor innovador y sin duda prominente. También se vera entonces con claridad que la étiea mundial tiene que incorporarse a una arquitectura «jue tiene su fundamento en la distintas sociedades, abarea asociaciones regionales y aleanza el plano del sistema internacional. 11. Slee este proceso cf H. King y K+ Kuschel (eds), Hac oe ica mundi Declaracn det Parlamesto de las Religones del Mundo, Trota, Madrid, 1994. 12.” Una perspecivaamplia respect a varios programs de acc se encuentra en Die Gruppe von Lisbon, Grencon des Wettbewerbs, Die Globliserg der Wirtschaft und die Zatanft der Menschet, Miche, 1997. 139 Bibliografia . Senghaas, Friedensprojekt Europa, Suhtkamp, Frankfurt a.M., 1992; Wohin driftet die Welt? Uber die Zukunft friedlicher Koexistenz, Sulitkamp, Frankfurt aM., 1994; Zivilisionang wider Willen. Der Konflikt der Kult. ren mit sich selbst, Suarkamp, Frankfurt a.M., 1998, D. Senghaas (ed.), Den Frieden denken, Subekamp, Frankfurt a.M., 1995; Frieden machen, Subrkamp, Frankfurt a.M., 1997. 140 LAS RELIGIONES EN LOS CONFLICTOS Volker Rittherger y Andreas Hasenclever 1. Introduceién' 1 renacimiento politico de las religiones se ha convertido en un tema central del presente. Si, todavia en la década de 1980, el proyecto irant de un *Estado teocratico» se consideraba una recaida de corta duracion cn tiempos ya remotos, hoy en dia se observa, en un amplio frente, un fortalecimiento de movimientos religiosos, para el que el socidlogo francés Gilles Kepel (1991) ha acufiado el lema de «Venganza de Dios». Los medios de comunicacién social occidentales informan detallada- mente acerca de los activistas islimicos de Sudin, de los fanéticos snos de Norteamérica, de la destruccién de la mezquita de Yam- por parte de los hinds radicales, de la politica mis6gina de las milicias ralibn en Afganistén, o de las amenazas, ‘de muerte lanzadas contra intelectuales criticos como Salman Rushlie y Taslima Nastin, Las noticias sobre los espectaculares atentados con bombas perpetrados por militantes fundamentalistas® en Argelia, Nue~ 1. Los autores quieren expresar su agradecimiento 2 Martin Beek, Derk Bienen, Heke Braband, Hikegard Hasenclever, Peter Mayer, Reinbil Schaeffer, Christina Schra Jey Wolfgang, Wagner por ss comentarios critcosy sus valonss observaiones. 2.” La expresion -fudamentalamo> sir iniialmente para designar a on mov niento protestant piadoso en los Estados Unidos en la dScada de 1920 (Kepel 1991, Se; Liede 1996, 88. Sus adeptosestaban convencidos dela infalibilidad de la Biblia y «ian La observancia itera en la politica y en a sociedad, defo gue libro mandaba, Hoy el -fundamentalismo> constiuye el concept general en el qu se ineluyen todas bs formas de reaceiin organiza frente a fa moderizaiony la seularizacion, que Genen In tinalidad comin de reordenar la politica y la vciedad sobre la base dels conviciones relgiosas 0 dela cultura tradicional (Meyer 1995, 126). m1

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