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Después de la muerte de Ciro le sucede Darío rey medo quien organizo todo el
imperio persa y a la muerte de este le sucede Asuero conocido como Jerjes por
los griegos y descrito así en los nueve libros de la historia de Heródoto de
Alicarnaso. El imperio de este gran monarca se extendía desde la frontera de
Grecia hasta la India, y desde el mar Caspio hasta el Sudan, en África. Persia
abarcaba gran extensión territorial y dominaba casi todas las tierras orientales.
El rey exhibió sus tesoros reales por seis meses, organizó una fiesta que duró
ciento ochenta días culminando con un gran banquete de diez días. El rey manda
a llamar a la reina de nombre Vasti para presumir su belleza ante sus nobles
invitados, pero la reina desatiende al llamado hecho por el rey a través del eunuco
y el rey se enoja pues lo ha dejado en vergüenza sobrepasando su autoridad, por
otra parte esa acción se iba a hacer saber en todo el reino y las mujeres por ende
tomarían por obra esta acción hacia sus esposos. Los consejeros del rey,
astrólogos, que pertenecían a la clase sacerdotal en Persia (según historiadores la
religión oficial de Persia era el zoroastrismo en que los magos y astrólogos eran
los principales sacerdotes que ministraban en sus templos) estos le aconsejaron
deponerla de su elevado lugar y el rey acepto su consejo. El decreto publicado
restablecería la autoridad del rey y aseguraría que todo esposo disfrutaría del
respeto debido de su esposa. El decreto fue formulado inmediatamente y
traducido a los muchos idiomas representados por los presentes en la fiesta. A
pesar del gran alarde de riqueza y poder, el rey Asuero tenía limitaciones
explícitas en su propia casa. También se nota la ironía en la referencia a las leyes
de Persia y Media, que no podían ser revocadas y, sin embargo, podían ser
dictadas por capricho por un monarca embriagado por el vino.
Ester obtuvo la aprobación del rey, tanto así que la hizo su reina en el momento y
coronándola, proclamó un banquete en su honor, marcando la ocasión como día
festivo y dando regalos a todos. Así, todo el pueblo tuvo de qué regocijarse.
El rey decide promover a uno de sus príncipes al puesto más alto de la nación y
escoge a Amán, un agageo; y ordena a sus príncipes que se arrodillaran ante
Amán.
Amán, abogando por los mejores intereses del rey, había presentado un caso
convincente para librar al imperio de este elemento peligroso, y el interés
financiero añadió otro incentivo.
El rey no tenía suficiente interés como para investigar los detalles, así que nombró
a Amán para que obrara en representación de él, y le entregó su anillo declarando
a Amán como la autoridad ejecutiva para hacer como mejor le pareciera.
Aman sin demora, preparó el edicto, se copió, se tradujo, se selló con el anillo del
rey y se envió a todo el imperio por medio de un sistema postal inaugurado por
Ciro.
Ester supo que Mardoqueo estaba de duelo le envió ropa apropiada para sustituir
la de cilicio, pero él no la aceptó. La gran congoja de Ester indica genuino amor y
preocupación. Hatac el eunuco en quien ella confiaba fue a averiguar lo que
pasaba. Mardoqueo explica todos los detalles pertinentes, y le dijo a Hatac lo que
sabía, incluyendo la cantidad exacta de la plata prometida por Amán para la
tesorería real. Hatac llevó con él una copia del decreto para que Ester tuviera las
palabras exactas, y la solicitud urgente de que se presentara ante el rey pidiendo
misericordia.
A pesar del peligro, Mardoqueo dio órdenes a Ester diciéndole que, aunque era
reina, no debía pensar que escaparía de la muerte. Si no actuaba, la liberación de
los judíos surgiría de otro lugar. Sin duda dio a entender que Dios protegería a su
pueblo y que tenía el propósito de usar a Ester haciendo que fuera elegida reina.
Mardoqueo creía que Dios guía en eventos políticos y en vidas individuales,
aunque los que están en poder no lo reconozcan. El hecho de que Ester haya
pedido ayuno por tres días revela que compartía la fe de Mardoqueo en el Dios
que contesta la oración.
El gran cambio que sucedió inmediatamente fue por la obligación que el rey sentía
de dar una recompensa digna al que le había salvado la vida. En vez de ser
ahorcado, Mardoqueo regresó a la puerta del rey. Amán por su lado estaba
mortificado y no recibió consuelo de parte de su esposa; el ambiente en la casa
había cambiado.
El suspenso aumenta cuando por tercera vez el rey hace su pregunta a la reina
Ester quien expone su petición ante el rey: Que me sea concedida mi vida… y la
de mi pueblo: estas peticiones eran sorprendentes en sus implicaciones, y
garantizaban la atención total del rey.
Usando el pasivo para evitar nombrar a Amán en ese momento, Ester hizo
referencia a la inmensa cantidad por la que esencialmente se había vendido a los
judíos. Haber sido vendidos en esclavitud podría haberse tolerado, pero fueron
vendidos para ser destruidos, muertos y exterminados, los mismos verbos usados
en el decreto. Ninguna cantidad de dinero podía compensar la pérdida que el rey
sufriría si el pueblo judío fuera exterminado. Ester apela a los mejores intereses
del rey, y sugiere que la gente es mucho más importante que las posesiones.
El rey descubre que Amán era el responsable del complot para matar a su reina y
al pueblo de ella y en su ira se tomó un momento para reflexionar mientras decidía
cómo manejar esta situación. Amán en su apuro sólo pensó en rogar a la reina
que tuviera misericordia de él. Olvidándose del protocolo acostumbrado se acercó
demasiado a la reina, enfureciendo aún más al rey. Los eunucos al servicio del rey
se acercaron y cubrieron el rostro de Amán, lo que prácticamente significaba
arrestarlo. Amán, sin saberlo, había hecho los preparativos para su propia
ejecución, que se llevó a cabo de inmediato. La ira del rey fue apaciguada porque
se había hecho justicia. Mientras que el decreto de Amán había causado
consternación, el cambio completo de sus destinos, terminando en su muerte en la
horca que había preparado para su enemigo.