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UCV SEDE LIMA

FILOSOFÍA

PROGRAMA DE FORMACIÓN GENERAL: FILOSOFÍA


GUÍA TEÓRICA PARA LA SESIÓN 14
ÉTICA EMPRESARIAL

INTRODUCCIÓN

Los problemas prácticos de la vida cotidiana son una preocupación frecuente en la reflexión
de los filósofos, para resolverlos han elaborado diversas teorías y fórmulas prácticas. En el
contexto contemporáneo existen muchas propuestas de solución, pero son dos las que desde
esta perspectiva se han tornado hegemónicas en el debate. Estas son las propuestas del
utilitarismo basada en los idearios de Jeremy Bentham y John Stuart Mill, y la acción
comunicativa o acuerdo racional que tiene como uno de los más insignes representantes a
Jürgen Habermas. En la primera propuesta sobresalen la noción de lo útil, el principio de
utilidad y el cálculo utilitarista de J. Bentham que van a ser tomados por J. S. Mill para
desarrollar las tres nociones de libertad que toda sociedad libre debe respetar si se considera
tal, mientras que en la segunda sobresalen las cuatro presuposiciones de J. Habermas que
toda persona debe respetar para solucionar los problemas que surgen en la convivencia
social dentro de una comunidad cualquiera.

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EL PROBLEMA DE LA CONVIVENCIA SOCIAL DESDE LA PERSPECTIVA DEL


UTILITARISMO Y DE LA ACCIÓN COMUNICATIVA

Luis Bretoneche

La parte de la filosofía que tiene como tarea resolver los problemas


humanos relativos a la convivencia social es conocida como filosofía
práctica y abarca las disciplinas filosóficas como la ética y la filosofía
política. En el contexto contemporáneo existen varias propuestas
teóricas para solucionar los problemas prácticos de la vida cotidiana,
de los cuales, aquí se van a analizar dos modelos de pensamiento que
se consideran los más representativos por su influencia en la opinión
pública para resolver las dificultades surgidas en la convivencia social o, dicho de otra
manera, son las dos formas principales de solucionar los conflictos entre los seres humanos.
El primero es representado por el utilitarismo de los ingleses Jeremy Bentham (1784-1832) y
John Stuart Mill (1806-1883) y el segundo es la propuesta discursiva del alemán Jürgen
Habermas (1929). La propuesta utilitarista constituye el paradigma vigente, mientras que la
propuesta de la acción comunicativa constituye una propuesta emergente.

La vigencia del paradigma utilitarista

El utilitarismo es una visión de la realidad social, política y del derecho que se fundamenta en
el principio de utilidad y el cálculo utilitarista de Jeremy Bentham. De este modo, este
pensador realiza una crítica al naturalismo y sustenta una posición enmarcada dentro del
positivismo.

Esta concepción de la vida social que propuso este pragmatista inglés es parte de su
propuesta deontológica, la cual se señala en la publicación póstuma de su libro “Deontology;
or, the science of morality” (1834), en la cual explica la derivación etimológica del término a
partir de dos vocablos griegos que significan el conocimiento de aquella conducta de la
persona que es correcta o adecuada (propia), además aclara Bentham, que hay dos formas
de entender la Deontología: como un arte o como una ciencia:

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Deontología se deriva de las palabras griegas, το δεον (lo que es propio) y Λογια, el conocimiento,
es decir, el conocimiento de lo que es correcto o propio, y es aquí especialmente aplicado a temas
de moral, o la parte del campo de acción que no es el objeto de la legislación pública. Como un arte,
es el hacer lo que está en condiciones de hacerse; como una ciencia, el saber lo que está en
condiciones de hacerse en cada occasion1 (2011, p. 21).

En ese sentido, para Bentham, la Deontología es una disciplina científica que se aleja de la
jurisprudencia y se acerca a los temas relacionados con la moral y moralidad de la persona:
“En una palabra, la Deontología o la ética privada se puede considerar la ciencia por la cual la
felicidad se crea por motivos extra-legislatorial, mientras que la jurisprudencia es la ciencia
por la cual la ley se aplica a la producción de la felicidad.”2 (Bentham, 2011, p. 28) Como
consecuencia de lo sostenido, este pensador inglés va a aseverar que el término que más se
acerca a representar el significado del principio de utilidad en el campo de la moral es el de
Deontología:

La Deontología, o lo que es propio, ha sido elegido como un término más en forma que cualquier
otro que podía encontrarse, para representar en el campo de la moral, el principio del utilitarismo, o
lo que es útil. El utilitarismo ofrece una impresión de la mente demasiado vaga e indefinida. Si el
término podría ser asociado inmediata y directamente con la producción de la felicidad, puede ser
empleado de manera adecuada y convenientemente. 3 (1834, p. 34)

Se puede observar en lo citado que la Deontología tiene la finalidad de estudiar los deberes
que deben cumplirse para alcanzar el ideal utilitario del mayor placer posible para el mayor
número posible de ciudadanos.

Como síntesis de lo avanzado, se puede sostener que la propuesta deontológica de Bentham


explica una forma de resolver los problemas de la convivencia social que se presentaron en la
sociedad de su época. Esta solución es sencilla y se aplica mediante el principio de utilidad: la
mayoría manda, es decir, que la felicidad de la mayoría es lo que importa, por lo tanto, la
única forma de medirla es mediante el cálculo utilitarista. Si lo que se decide hacer en una
comunidad determinada o si la sociedad resuelve seguir un camino definido en su destino,
1 El original en inglés indica “Deontology is derived from the Greek words, το δεον (that which is proper) and
Λογια, knowledge-meaning the knowledge of what is right or proper; and it is here specially applied to subjects of
morals, or the part of the field of action which is not the object of public legislation. As an art, it is the doing what
is fit to be done; as a science, the knowing what is fit to be done on every occasion.
2 El original en ingles indica: In a word, Deontology, or Private Ethics, may be considered the science by which

happiness is created out of motives extra-legislatorial-while Jurisprudence is the science by which law is applied
to the production of felicity
3 Deontology, or which is proper, has been chosen as a fifter term than any other which could be found, to

represent in the field of morals, the principle of Utilitarianism, or that which is useful. Utilitarism offers too vague
and undefined an impression to the mind. If the term could be immediately and directly associated with the
productions of felicity, it might be appropriately and conveniently employed.
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entonces se debe considerar la voluntad de la mayoría para la elección de cualquier decisión


o resolución. Este es el principio y cálculo que rige la forma de vida de la mayoría de las
sociedades contemporáneas y que se le debe a este pensador inglés.

Para comprender el significado de estos términos, hay que aclarar primero ¿qué es lo útil?
Para J. Bentham, lo útil es aquello que procura el placer y evita el dolor del mayor número de
personas. Este es el axioma que mide o calcula la felicidad en la sociedad: “se han extraído
las consecuencias de este fundamental axioma: la mayor felicidad del mayor número es la
medida de lo justo y de lo injusto” (Bentham, 1985, p. 26). Por ende, este cálculo es la base
del principio de utilidad:

El principio de utilidad rectamente entendido y firmemente aplicado es el único que puede guiar al
hombre en este laberinto. Es el único que permite determinar aquello que ningún partido puede, en
teoría, desaprobar. Sirve para reconciliar a los hombres en la teoría. Se encontrarán así más cerca
de una unión efectiva que cuando se hallan en desacuerdo no sólo [sic] en la teoría, sino también
en la práctica. (1985, p. 173).

De lo afirmado se puede colegir lo siguiente, inclusive cuando se analizan las diversas formas
de gobierno, que este principio es el instrumento para solucionar todos los conflictos que
surgen la vida social cotidiana: “Bajo un gobierno de leyes, ¿cuál es el lema de un buen
ciudadano? Obedecer puntualmente, censurar libremente” (Bentham, 1985, p. 36).

El planteamiento del principio de utilidad aparece en Bentham (1985) cuando analiza el


problema del cumplimiento de las promesas en los gobernantes: “¿Qué significan para mí
todas o algunas de estas promesas? Para solucionar esta cuestión es evidente que habrá de
tenerse en cuenta algún otro principio…” (p. 114). Este principio es el de utilidad:

Ahora bien: este otro principio al que tenemos que acudir, ¿puede ser otro que el principio de
utilidad? Es únicamente este principio el que nos proporciona un fundamento que no necesita de
otro anterior para sustentarse y que es, por sí solo y en sí mismo, fundamento suficiente para
cualquier cuestión práctica. (p. 114).

La relación que existe entre la noción de lo útil, el cálculo utilitarista y la Deontología se


pueden desprender de las afirmaciones que hizo Bentham (1985) cuando afirmó lo siguiente:

Las consecuencias de cualquier ley o de cualquier acto que constituye el objeto de una ley, las
únicas consecuencias que a los hombres, en realidad, le interesan, ¿no son, acaso, el dolor y el
placer? En efecto, pueden expresarse con palabras tales como dolor y placer; dolor y placer son
términos, creo yo, cuyo significado ningún hombre necesita preguntar a un jurista…, términos que si

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bien pertenecen a cualquier ciencia, de modo aún más especial pertenecen a la Ética [sic] que a la
Ciencia del Derecho, incluida la Ciencia del Derecho universal… (pp. 63-64).

Se puede afirmar, ahora, que a partir de la noción de lo útil, este pragmatista inglés va a
construir y proponer el principio de utilidad y cálculo utilitarista como los conceptos claves
para entender su propuesta utilitarista.

Al respecto, se puede señalar el comentario que hizo José Ferrater Mora cuando comentó el
texto An Introduction to the Principles of Morals and legislations, afirmando que Bentham
concebía que “la Naturaleza nos ha colocado bajo el dominio de dos soberanos: el placer y el
dolor” (Ferrater, 2004, p. 3621). Luego aclaró la definición de principio de utilidad y cálculo
utilitarista. Sobre el principio utilitarista refirió lo siguiente:

Según Bentham, el principio de utilidad, o principio de máxima utilidad, admite dicha “sujeción” y
proporciona una norma de lo que es justo e injusto, correcto e incorrecto: “aprueba o desaprueba
cualquier acción de acuerdo con la tendencia que parece tender a aumentar o disminuir la felicidad
de aquel cuyo interés está en cuestión” el elemento afectado puede ser un individuo o una
comunidad. El interés de la comunidad es el de los individuos que la constituyen y el interés de los
individuos abarca la “suma total” de sus placeres y dolores. En otros términos, el principio de
utilidad, según Bentham, afirma que debemos promover el placer, el bien o la felicidad (que son una
y la misma cosa) y evitar el dolor, el mal y la desdicha. (2004, p. 3621).

En el caso siguiente, sostuvo el cálculo utilitarista:

Con el fin de elegir lo que es bueno, es necesario establecer un cálculo de placeres y dolores.
Placeres y dolores son juzgados según los siguientes criterios: intensidad, duración, certidumbre o
incertidumbre, proximidad o alejamiento, fecundidad y alcance, esto es, el número de gente
afectada. (2004, p. 3621).

Hay que tener en consideración aquí que la idea de individuo está asociada a una concepción
antropológica vinculada a una noción de sociedad que, en pocas palabras, significa que el
hombre es un ser social y libre. Después de aclarar la idea de lo útil y el principio de utilidad,
surge en Bentham la siguiente incertidumbre: ¿cómo aplicar el principio de utilidad?

La respuesta es simple: mediante el cálculo utilitarista. Este cálculo no es otra cosa que dar el
mayor bien para el mayor número de personas, teniendo en cuenta las alternativas de placer
y dolor, y las circunstancias sociales e individuales que la rodean:

El principio, pues, en el que la Deontología se basa, es el principio de utilidad, es decir, que cada
acción es correcta o incorrecta -digna o indigna- merece la aprobación o la desaprobación, en

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proporción a su tendencia a contribuir o a disminuir la cantidad de la felicidad pública. Y que la


sanción pública, en la medida en que el sujeto se entiende, se dará a esa línea de conducta que
promueve la mayoría de la felicidad pública, es un corolario que no requiere de argumentos para su
creación.4 (pp. 23-24)

Resumiendo lo expuesto, se puede afirmar que, para Bentham, los problemas prácticos de la
vida cotidiana deben afrontarse con la noción de lo útil que se expresa por intermedio de dos
reglas que según los textos citados, se traducirían como el principio de utilidad y el cálculo
utilitarista. Mientras que la noción de lo útil está asociada a la idea de procurar el placer y la
felicidad para evitar el dolor, el principio de utilidad esta enunciado con la firme intención de
buscar esa felicidad ansiada en función del bienestar de la comunidad a la que el individuo
está unido. Es aquí donde se debe mostrar el cálculo utilitarista, es decir, es aquí donde se
debe medir o calcular que la ansiada felicidad debe llegar a la mayoría de las personas
afectadas. En síntesis, el principio y cálculo utilitarista debe producir la felicidad del mayor
número posible de ciudadanos.

A partir del principio y cálculo utilitarista de Bentham, John Stuart Mill va a desarrollar su
propuesta de convivencia social que se va a ver reflejado en su ensayo “Sobre la libertad”. En
este texto se va a preocupar por aclarar el concepto de libertad. Para este filósofo inglés
existen dos formas de concebir la libertad en el hombre: el libre arbitrio y la libertad civil. Por
la primera concepción, llamada también libre albedrío o libertad natural, no va a demostrar
ningún interés intelectual, en cambio, por la segunda idea, llamada también libertad social, se
va a ocupar con gran interés: “El objeto de este ensayo no es el llamado libre arbitrio, sino la
libertad social o civil…” (1984, p. 27). Inmediatamente después de presentar su preocupación
por el tema, J. Stuart Mill va a analizar “…la naturaleza y los límites del poder que puede
ejercer legítimamente la sociedad sobre el individuo…” (1984, p. 27), donde va explicar la
relación del individuo con la sociedad o, dicho de manera más específica, del ciudadano con
el Estado. Dentro de este análisis, J. Stuart Mill afirmó que existen ciertas circunstancias en
que es posible que la sociedad intervenga o se entrometa en la libertad individual. La primera
es que la sociedad puede protegerse de la acción de sus miembros que la amenazan,
mediante el uso de la fuerza física, empleando penalidades legales o coaccionándolos
moralmente. Esta acción protectora que ejerce la sociedad para defenderse de los que la

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The principle, then, on which Deontology is grounded, is the principle of Utility; in other words, that every action is right
or wrong -worthy or unworthy- deserving approbation or disapprobation, in proportion to its tendency to contribute to, or
to diminish the amount of public happiness. And that the public sanction will, in as far as the subject is understood, be
given to that line of conduct, which most promotes the public happiness, is a corollary requiring no arguments for its
establishment.
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atacan es para guarecer la voluntad de la mayoría y se convierte en un principio del


utilitarismo y el liberalismo que Mill representa:

El objeto de este ensayo es afirmar un sencillo principio destinado a regir absolutamente las
relaciones de la sociedad con el individuo en lo que tengan de compulsión o control, ya sean los
medios empleados la fuerza física en forma de penalidades legales o la coacción moral de la
opinión pública. Este principio consiste en afirmar que el único fin por el cual es justificable que la
humanidad, individual o colectivamente, se entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera de
sus miembros, es la propia protección. Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno
derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar
que perjudique a los demás. Su propio bien, físico o moral, no es justificación suficiente. (1984, p.
37).

En pocas palabras, lo que afirma J. Stuart Mill aquí es un sencillo principio que los ciudadanos
del mundo conocen muy bien: la libertad del individuo termina donde comienza la libertad del
otro y, cuando hay conflicto de intereses, la solución se debe hacer teniendo en cuenta los
intereses de la mayoría, es decir, mediante el principio de utilidad y el cálculo utilitarista que
afirmara J. Bentham. Además de lo mencionado, Mill va a sostener otros casos en los cuales
es recomendable que el individuo no pueda asumir su libertad individual. El segundo es
cuando no es una persona madura, como los niños y jóvenes que no tienen pleno uso de su
masculinidad, y el tercero es cuando las personas requieren que sean protegidos de los
daños que se puedan originar en sus propios actos o de actos de extraños. Aquí va a
considerar que en esta situación se pueden encontrar los estados atrasados, dando pie a que
se le observe a esta sentencia como una posición propia del positivismo que estuvo de moda
en su tiempo y que fue usada para argumentar posturas propias del neocolonialismo de la
época para formar protectorados en diversos lugares del orbe:

Casi es innecesario decir que esta doctrina es sólo [sic] aplicable a seres humanos en la madurez
de sus facultades. No hablamos de los niños ni de los jóvenes que no hayan llegado a la edad que
la ley fije como la de la plena masculinidad o femineidad. Los que están todavía en una situación
que exige sean cuidados por otros, deben ser protegidos contra sus propios actos, tanto como
contra los daños exteriores. Por la misma razón podemos prescindir de considerar aquellos estados
atrasados de la sociedad en los que la misma raza puede ser considerada como en su minoría de
edad. (1984, p. 38).

Por ende, J. Stuart Mill consideró que, en casos extremos, es necesario que existan
individuos o grupos de individuos, incluso pueblos, donde la libertad no debe ser un derecho y

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que el despotismo es la mejor forma de vida para los hombres que viven en ‘estados
atrasados’:

El despotismo es un modo legítimo de gobierno tratándose de bárbaros, siempre que su fin sea su
mejoramiento, y que los medios se justifiquen por estar actualmente encaminados a ese fin. La
libertad, como un principio, no tiene aplicación a un estado de cosas anterior al momento en que la
humanidad se hizo capaz de mejorar por la libre y pacífica discusión. (1984, p. 38).

Sin embargo, a pesar de que hay situaciones particulares en los cuales la libertad individual,
de grupos humanos minoritarios o de comunidades atrasadas debe ser conculcada, J. Stuart
Mill consideró que hay cierto contexto en que el individuo es soberano y su libertad individual
no puede ser limitada por ningún motivo, esta situación es pertinente cuando el individuo es
responsable de sí mismo de manera íntegra:

La única parte de la conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la que
se refiere a los demás. En la parte que le concierne meramente a él, su independencia es, de
derecho absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano.
(1984, p. 38).

Como se puede analizar, merced a la propuesta de solución de los problemas de convivencia


social elaborada por J. Bentham, J. Stuart Mill elaboró las tres libertades individuales en el
ámbito civil que son la base del mundo moderno y que toda sociedad que se precie de ser
desarrollada, liberal y democrática debe respetarlas: la primera es la libertad de pensar y
sentir, la segunda es la libertad de gustos y trazar su propio proyecto de vida y la tercera es la
libertad de reunión:

Pero hay una esfera de acción en la cual la sociedad, como distinta del individuo, no tiene, si acaso,
más que un interés indirecto, comprensiva de toda aquella parte de la vida y conducta del individuo
que no afecta más que a él mismo, o que si afecta también a los demás, es sólo [sic] por una
participación libre, voluntaria y reflexivamente consentida por ellos. Esta es, pues, la razón propia de
la libertad humana. Comprende, primero, el dominio interno de la conciencia; exigiendo la libertad
de conciencia en el más comprensivo de sus sentidos; la libertad de pensar y sentir; la más absoluta
libertad de pensamiento y sentimiento sobre todas las materias, prácticas o especulativas,
científicas, morales o teológicas. La libertad de expresar y publicar las opiniones puede parecer que
cae bajo un principio diferente por pertenecer a esa parte de la conducta de un individuo que se
relaciona con los demás; pero teniendo casi a tanta importancia como la misma libertad de
pensamiento; y descansando en gran parte sobre las mismas razones, es prácticamente
inseparable de ella. En segundo lugar, la libertad humana exige libertad en nuestros gustos y en la
determinación de nuestros propios fines; libertad para trazar el plan de nuestra vida según nuestro
propio carácter para obrar como queramos, sujetos a las consecuencias de nuestros actos, sin que
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nos lo impidan nuestros semejantes en tanto no les perjudiquemos, aun cuando ellos puedan
pensar que nuestra conducta es loca, perversa o equivocada. En tercer lugar, de esta libertad de
cada individuo se desprende la libertad, dentro de los mismos límites, de asociación entre
individuos: libertad de reunirse para todos los fines que no sean perjudicar a los demás; y en el
supuesto de que las personas que se asocian sean mayores de edad y no vayan forzadas ni
engañadas. (1984, p. 40 y 41).

Desde la siguiente perspectiva, se puede resumir que la propuesta del utilitarismo de J.


Stuart Mill abarca el tema de las libertades individuales dentro del marco de la vida social o
civil que todo Estado o sociedad debe respetar, salvo en los casos descritos, si se precia de
ser liberal. Aquí las consideraciones de Mill (1984):

No es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea su forma de gobierno, en la cual estas libertades
no estén respetadas en su totalidad; y ninguna es libre por completo si no están en ella absoluta y
plenamente garantizadas. La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio
bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos
esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o
espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que
obligándole a vivir a la manera de los demás… (p. 41).

La tradición filosófica occidental ha considerado como hedonista la teoría del utilitarismo


porque al tratar de solucionar los problemas que surgen en el seno de la sociedad y procurar
la felicidad de las personas, han aplicado el concepto de placer a su fórmula o cálculo
utilitarista. Esta doctrina se ha convertido, en la actualidad, en el paradigma vigente y
hegemónico para solucionar los problemas en el orbe, ya que sin estas características: la
noción de lo útil, el principio de utilidad, el cálculo utilitarista y la aplicación y defensa las tres
libertades individuales no se podría concebir ninguna sociedad liberal, democrática y
desarrollada en el contexto contemporáneo. Estos cuatro conceptos son patrimonio de la
humanidad y de ellos se puede colegir un principio más simple: la mayoría manda. Esto
quiere decir que si en el seno de una sociedad o Estado existe otra propuesta minoritaria,
esta será excluida del escenario por la voluntad de la mayoría. Así se resuelven la mayoría de
los asuntos dentro de las sociedades y los Estados contemporáneos donde priman los ideales
del utilitarismo; sin embargo, no todos están, en nuestros días, de acuerdo con esta fórmula y
proponen otras alternativas de solución a las dificultades que surgen en las relaciones
sociales.

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La acción comunicativa como paradigma emergente

Una propuesta alternativa de solución a los problemas de convivencia social en el contexto


actual y que ha surgido como un paradigma emergente frente a la propuesta utilitarista es la
fórmula del consenso que propone el alemán Jürgen Habermas quien nació en Düsserldorf,
Alemania, en el año 1929. El pensamiento de este filósofo alemán está enmarcado dentro de
la línea de reflexión de la Escuela de Frankfurt. Como representante de esta escuela,
Habermas analiza el aspecto positivista o cientificista del marxismo, lo cual lo llevó a realizar
un análisis del lenguaje. Al respecto, Ferrater Mora va a afirmar lo siguiente: “El interés por la
madurez ha conducido a Habermas al lenguaje, porque es en la estructura del lenguaje donde
el interés se enfrenta a un consenso ‘general y espontáneo’” (2004, p. 1542). Luego añade
que, en su opinión, este pensador alemán utiliza la competencia lingüística como un camino
hacia la racionalidad humana, es decir, la comunicación entre los seres humanos es una
relación intersubjetiva:

Puesto que la relación intersubjetiva tiende hacia el entendimiento, Habermas se propone investigar
las condiciones universales que hacen posible ese entendimiento; le interesa pues, caracterizar lo
que él llama ‘situación ideal del habla’ que es la situación que excluye deformaciones e
imposiciones –propias del poder social– y que confiere a los hablantes la experiencia de la libertad
en el intercambio de argumentos. (2004, p.1542).

En el análisis de Ferrater Mora, la relación argumentativa entre los hombres es una relación
intersubjetiva donde intervienen las presuposiciones: “Esta situación ideal es la que cada
hablante debe pre-suponer, en un acto de idealización de la acción comunicativa” ( 2004, p
1542).

En la crítica que hace Habermas (1999) a la concepción kantiana de autonomía pública y


privada, va expresar lo siguiente:

No obstante, estos dos momentos tienen que conciliarse de tal manera que una autonomía no
perjudique a la otra. Las libertades subjetivas de acción del sujeto de derecho privado y la
autonomía pública del ciudadano se posibilitan recíprocamente. A esto contribuye la idea de que las
personas jurídicas sólo [sic] pueden ser autónomas en la medida en que el ejercicio de sus
derechos ciudadanos puedan entenderse como autores precisamente de los derechos a los que
deben prestar obediencia como destinatarios. (p. 252).

Para Habermas es necesaria la acción comunicativa en la vida social y política de las


personas. Los ciudadanos se tienen que relacionar intersubjetivamente, es decir, todos tiene

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en su interior un universo desconocido para el otro y viceversa. Entonces, para esta


interrelación es necesario que existan reglas, lo cual se ve reflejado cuando afirma que:

Si ahora los discursos y las negociaciones… constituyen el lugar en el que puede formarse una
voluntad política racional, entonces aquella presunción de racionalidad que debe fundamentar el
procedimiento democrático tiene que apoyarse, en último extremo, en un primoroso arreglo
comunicativo: se trata de determinar las condiciones bajo las cuales las formas de comunicación
necesarias para una producción legítima del derecho puedan ser, por su parte, institucionalizadas
jurídicamente. (1999, p. 253).

Es a esto lo que se denomina pragmática universal, según Jordi Cortés Morató y Antoni
Martínez Riu (1996), los cuales afirman que estos términos son una:

Expresión que Jürgen Habermas iguala a la de «competencia comunicativa», y con las que se
refiere al conjunto de normas y reglas que hacen posible una situación de diálogo. Se llama
«universal», por oposición a una pragmática empírica y particular, que correspondería a una lengua
determinada, refiriéndose por lo mismo al trasfondo de racionalidad y comprensión intersubjetiva
que supone y persigue todo acto de comunicación por medio del lenguaje (p. 76).

Recapitulando lo avanzado, se puede afirmar que, para esta relación intersubjetiva, es


necesario que existan reglas, las cuales el filósofo alemán va a denominar presuposiciones.
Esta necesidad de reglas se ve reflejada cuando Habermas afirma, en su texto Acción
comunicativa y razón sin trascendencia (2002), las cuatro presuposiciones más importantes.
Al respecto, afirma lo siguiente:

Las cuatro presuposiciones más importantes son: a) carácter público e inclusión: no puede excluirse
a nadie que, en relación con la pretensión de validez controvertida, pueda hacer una aportación
relevante; b) igualdad en el ejercicio de las facultades de comunicación: a todos se les conceden las
mismas oportunidades para expresarse sobre la materia; c) exclusión del engaño y la ilusión: los
participantes deben creer lo que dicen; y d) carencia de coacciones: la comunicación debe estar
libre de restricciones, ya que éstas evitan que el mejor argumento pueda salir a la luz y
predeterminan el resultado de la discusión. Las presuposiciones a), b) y d) imponen al
comportamiento argumentativo las reglas de un universalismo igualitario que tiene como
consecuencia, respecto a las cuestiones práctico-morales, que se atienda equitativamente a los
intereses y orientaciones valorativas de todos y cada uno de los afectados. La presuposición c) —
que respecto a las cuestiones teórico-empíricas sólo [sic] exige una ponderación sincera y sin
prejuicios de todos los argumentos— adquiere aquí el significado añadido de deber ser críticos
frente a los propios autoengaños, así como que estén hermenéuticamente abiertos y sean sensibles
frente a la comprensión que de sí mismos y del mundo tienen los otros. (2002, p. 56).

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Por lo expuesto, se puede afirmar que este pensador


alemán considera que las relaciones entre las personas
son intersubjetivas, es decir, que un individuo tiene todo
un mundo dentro de sí que es inescrutable para el otro
y que, cuando se relaciona con el otro, esta relación
social se establece entre dos seres completamente
subjetivos. Aquí se presenta una complicación: ¿cómo
relacionarse con el otro?, ¿cómo establecer un nivel de
relación confiable con alguien que no se conoce y no se
sabe si algún día se podrá conocer? La respuesta es
sencilla: mediante el diálogo. El argumento central de
Habermas es que todas las personas se relacionen
socialmente y resuelvan sus problemas mediante una relación horizontal, de respeto e
inclusión, lo cual es facilitado por el diálogo. Esta relación debe estar basada en cuatro
reglas que él denomina presuposiciones y que regulan esta relación intersubjetiva. Las
cuatro reglas son: el carácter público e inclusión, la igualdad, la exclusión del engaño y
la ilusión, y la carencia de coacciones Con respecto a la primera presuposición, los
interlocutores están obligados a tratar públicamente los asuntos de interés de la
colectividad y admitir a todos sin discriminar a nadie. Con respecto a la segunda regla, la
comunicación debe considerar el diálogo horizontal, es decir, debe admitir que los
asuntos públicos son materia de interés de todos y que todos tienen iguales deberes y
derechos sobre el tratamiento de los mismos. Con respecto a la tercera norma, la
relación intersubjetiva se debe internalizar entre los dialogantes ya que no admitir la
mentira, el engaño o el fraude implica que los interesados en los asuntos públicos sean
sinceros y que exista la confianza, lo cual es difícil de conocer sabiendo que todos los
seres poseen un mundo interior, una subjetividad desconocida para el otro y más aún
para sí mismo, lo cual hace imposible conocer la intencionalidad de los interlocutores. Y,
por último, respecto a la cuarta pauta, se impele a los dialogantes para que eliminen la
fuerza, el imperativo o la coacción para tratar los asuntos públicos pertinentes.

En conclusión, respecto a lo analizado en el presente texto, se puede afirmar lo siguiente:

 Los problemas de convivencia social tienen múltiples propuestas de solución.

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 En el contexto contemporáneo existen dos paradigmas de solución: el paradigma


vigente que es el utilitarista de Jeremy Bentham y John Stuart Mill, y el paradigma
emergente del acuerdo racional perteneciente a Jürgen Habermas.

 El paradigma utilitarista se caracteriza por aplicar la noción de útil al principio de


utilidad y cálculo utilitarista de Jeremy Bentham que va a ser recogido luego por el
utilitarismo de John Stuart Mill para aplicarlo a su teoría liberal en defensa de las tres
libertades fundamentales del individuo moderno: el ciudadano.

 Las libertades individuales que toda sociedad contemporánea debe respetar si se


considera liberal son tres: libertad de pensar y sentir, libertad de gustos y realizar su
propio proyecto de vida y libertad de asociación.

 El paradigma del acuerdo racional de Jürgen Habermas se fundamenta en el diálogo


para solucionar los conflictos sociales.

 Este paradigma se fundamente en cuatro presuposiciones para resolver los


conflictos que surgen en la forma de convivencia y poder establecer el diálogo entre
las partes: la inclusión de todos, la igualdad de los participantes, la relación de los
concurrentes mediante la verdad y el retiro de todo tipo de coacción.

En los tiempos actuales, donde la sociedad de consumo ha establecido que el tiempo es oro y
esta proposición es aceptada por la gran mayoría de personas, la solución de los conflictos
se mantiene con la propuesta del paradigma vigente, la utilitarista, porque la solución de los
problemas sigue una regla que ahorra el tiempo de todos y simplifica las relaciones entre los
ciudadanos: la mayoría manda. La propuesta del paradigma emergente es aún una buena
intención que se aplica en muy pocos casos.

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UCV SEDE LIMA
FILOSOFÍA

ACTIVIDADES

1. Completa el siguiente cuadro T con las explicaciones que brinda cada autor (J.
Bentham, J. Stuart Mill y J. Habermas) a los temas propuestos.
2. Elabora un organizador visual sobre los problemas que afectan tu carrera profesional y
una posible alternativa de solución desde la orientación ética.

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