Canto:
Todos unidos, formando un solo cuerpo, Las personas de hoy día, decía un pensador
un pueblo que en la pascua nació.
Miembros de Cristo, en sangre redimidos,
Iglesia Peregrina de Dios.
Vive en nosotros la fuerza del Espíritu
que el Hijo desde el Padre envió.
El nos empuja, nos guía y alimenta,
Iglesia Peregrina de Dios.
Somos en la tierra, semilla de otro Reino
Somos testimonio de amor
paz para las guerras y luz entre las sombras
Iglesia Peregrina de Dios (bis)
Todos nacidos de un solo bautismo
unidos en la misma comunión.
Todos viviendo en una misma casa,
Iglesia Peregrina de Dios.
Todos prendidos en una misma suerte
ligados a la misma salvación.
Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza
Iglesia Peregrina de Dios
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LA IGLESIA, ENCUENTRO QUE UNE
no hace mucho, necesitan descubrir que el
dinamismo de su historia no está en la
competencia, sino en el encuentro.
Parecería que a las personas las mueven
estímulos exteriores y que sin éstos la vida
languidece en la monotonía.
Estamos tan solicitados por tantas cosas,
tantos entretenimientos; estamos tan ocu-
pados por problemas, inquietos por desasosiegos, que no tene-
mos tiempo para encontrarnos.
Sin embargo, sabemos por propia experiencia, lo fundamental
que es, que todo hombre y toda mujer pueda encontrarse con
alguien, pueda sentirse acogido por otra persona. Es como tener
una tarjeta de identidad, ya que en el encuentro, sincero y ver-
dadero, nos sentimos alguien, nos sentimos reconocidos en lo
que tenemos y somos de singular y propio. Pero lo más difícil y
a la vez lo más urgente, no es tanto lo poco que nos encontra-
mos en familia, en el matrimonio, entre amigos y vecinos, sino
es el hecho de caer en la cuenta de que somos, a veces, nosotros
mismos los que rehuimos el encuentro. Y, lo hacemos por
“falta de tiempo”, o porque “fue la otra persona que no me lla-
mó o no vino...”
De lo que se trata es que seamos nosotros los que nos hacemos
“encontradizos”, y que seamos nosotros los que salgamos al en-
cuentro, que reconozcamos y que acojamos a los demás.
Canto: Cristo te necesita para amar, para amar
Cristo te necesita para amar.
-No te importen la razas ni el color de la piel,
ama a todos como hermanos y haz el bien (2)-.
Al que vive a tu lado, dale amor, dale amor;
al que viene de lejos, dale amor.
Al amigo de siempre, dale amor , dale amor,
y al que no te saluda, dale amor.
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 1. Miramos la realidad:
Lector: Una pareja tenía dos hijos y al morir
tanto el padre como la madre, dejaron en he-
rencia a cada uno la mitad de su tierra.
Ahora bien, uno de los hijos era muy rico,
pero no tenía hijos; el otro en cambio, era pobre, pero tenía siete
hijos.
Aquella noche, el hijo rico no podía dormir pensando: “Mi papá
y mi mamá se equivocaron porque yo soy rico y me dejaron la
mitad de la herencia, mientras que mi hermano es pobre y no
tiene suficientes tierras para sus siete hijos.”
Se levantó antes de que saliera el sol y se puso en camino para
cambiar los límites de las tierras de
modo que a su hermano le quedara la
mayor parte.
¡Pero qué pasó! Que el otro hijo, el
pobre, también estaba desvelado
aquella noche y se dijo: “Caramba,
mi papá y mi mamá se equivocaron
porque yo tengo siete hijos, pero mi
hermano está solo…” Y, antes de que amaneciera salió al cam-
po para correr los límites de las tierras para que su hermano tu-
viera la mayor parte…
Al salir el sol, se encontraron los dos hermanos…
Les digo, que en aquel lugar, se levantará la casa del
“Encuentro”.
(Silencio y reflexión)
¿Será esto un ideal, un sueño, algo imposible? ¿Qué evoca en
nosotros desde la realidad de nuestros encuentros y de las situa-
ciones que vivimos a diario?
2. Iluminados por la Palabra
Símbolo: Se baja la intensidad de la luz a la vez que se trae un
cirio pascual o un cirio grande encendido, dejando el salón en
penumbra y se entona el siguiente canto:
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Cristo nos da la libertad, Cristo nos da la salvación,
Cristo nos da la esperanza, Cristo nos da el amor…
Lector: Romanos 12, 9-18 (Silencio y Oración).
Lector: San Juan 17, 22 (Comentario).
Gesto de participación: Los participan-
tes se colocan en un círculo. Con el
cirio pascual, se encienden dos velas,
y se pasan, una para la izquierda, la
otra para la derecha. Se invita a ple-
garias espontáneas.
Plegaria: Tú no quieres, Señor, hacer nada sin nosotros.
Por eso crees en nosotros, confías en nosotros,
cuentas con nosotros para que hagamos la vida
más agradable para todos y todas.
Quieres pasar a través de nosotros para edificar
aquello que nos une y da la paz.
Necesitas de nosotros para levantar al
caído, y para consolar a quien está
triste.
Cuentas con nosotros para querer,
para perdonar y para compartir.
Crees con todas tus fuerzas en que nuestro
corazón es capaz de quererte a tí y a nuestros
hermanos y hermanas.
¡Gracias, Señor, por tener tanta confianza en
nosotros!
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