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que nunca”
El crítico, historiador y director artístico de las Serpentine Galleries habla sobre el
pasado, el presente y el futuro del arte
Hans Ulrich Obrist, crítico e historiador del arte (Bibiana Ballbè / Bibiana Ballbè)
BIBIANA BALLBÈ, BARCELONA
¿Magia?
Creo que cualquier forma de arte es a menudo sobre el poder de conectar cosas
aparentemente inconexas y quiero ser un facilitador de esas conexiones. Siempre
me ha movido el deseo por conocimiento y el entusiasmo. Nunca se ha logrado
nada sin entusiasmo.
¿Qué es el arte para ti?
El arte es la forma más alta de esperanza. Necesitamos arte cada día. Es clave para
avanzar y para ayudar a la sociedad.
Es difícil de predecir porque el futuro pasa desapercibido; lo que sí que está en mis
manos es estar en contacto con los artistas hablar con ellos, conversar y extrapolar
lo que pueda suceder. Y hay una cosa clara: los experimentos entre arte y
tecnología van a ganar protagonismo.
Sí. Acabamos de trabajar con Ian Cheng en la primera exposición que tiene un
sistema nervioso central: con él trabajamos en una obra de arte con inteligencia
artificial que está viva. Es increíble porque cuando una obra de arte está viva, no
está a tu servicio. Y dependiendo del día que las visitas, la experiencia es distinta.
Al final, el arte va de hacer visible lo invisible.
El arte implica tantas decisiones subjetivas que no creo que el artista pueda ser
reemplazado. Pero sí creo que las máquinas pueden ser una herramienta para que
los artistas produzcan trabajo.
Creo que la gente va a pasar más tiempo en una exposición por el hecho que es
una experiencia. Las exposiciones te permiten ser otra persona y estar con otra
gente y esto es lo que la gente busca. Creo que esta idea de “congregación” sigue
siendo muy importante, reunir a las personas; provocar situaciones, provocar
sensaciones. Porque de lo contrario, el mundo se convertirá en lugar muy solitaria.
Organizaste una gran conferencia mundial, pero sin la conferencia en sí. ¿El ritual
de congregar a gente es arte en si mismo?
Creo que no solo necesitamos reuniones sino también nuevos rituales del siglo XXI.
Y este experimento fue un gran ritual en sí: provocamos encuentros, viajes de avión,
hoteles, esperas. Los ratos de espera son generadores de grandes
acontecimientos. En esta no-conferencia, la gente viajó y se reunió sin más y aquello
provocó muchos nuevos proyectos: libros, nuevas relaciones, nuevas
colaboraciones. Esto es el principio del arte.
Sí, creo mucho en esa idea: introducir la reunión, introducir rituales, de reunir a la
gente. Provocar sensaciones, experiencias, vivencias. Así surgió la Maratón.
¿La Maratón?
¿Como un peregrinaje?
He aprendido tanto de los artistas. Cuando era joven, la artista Rosmarie Trockel
me recomendó que cada vez que fuera a una nueva ciudad buscara a
extraordinarios artistas de cierta edad. La gente está obsesionada con los nuevos
talentos y pasa por alto increíbles artistas que deben ser revisitados. Otro consejo
que me han dado varios artistas, como Etel Adman o Umberto Eco, es que escriba
a mano, que evite la desaparición de lo escrito a mano. En realidad, en cada
conversación hay lecciones que aprender si escuchas con atención.
¡Todo! Hay tanto por hacer. Creo que la sociedad necesita al arte ahora más que
nunca. Los artistas deben estar en el centro de la sociedad. Por eso en la galería
Serpentine hacemos lo que hacemos. Queremos que haya artistas en todos los
estratos de la sociedad.