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BIBLIOTECA DEL SIGLO
REVOLUCIÓN FRANCESA.
HISTORIA

REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1848,

ALFONSO DE LAMARTINE.

TOMO I.

MADRID t
IMPRENTA DE LA BIBLIOTECA DEL SIGLO
Calle delas Huertas, m'im. Ut.

1849.
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HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN DE 18Í8-

LIBRO PRIMERO.

Las revoluciones del espíritu humano son leu-


las, como los periodos de la vida de los pue
blos. Aseméjanse al fenómeno de la vejetacion,
que hace crecer las planías, sin que la simple
vista pueda- medir su crecimiento mientras se
verifica. Dios ha proporcionado en todos los se
res este periodo de crecimiento al período de
duracion que les destina. Los hombres que de
ben vivir cien años, crecen hasta los veinte y
cinco , y aun despues. Los pueblos que deben
vivir dos ó tres mil años, tienen revoluciones de
desarrollo, de infancia, de juventud, de virili
dad , despues de vejez , que no duran menos de
doscientos ó trescientos años. Lo difícil para el
-8 . . REVOLUCION FRANCESA
vulgo es distinguir en estos fenómenos convul
sivos dejas revoluciones de un pueblo, las cri
sis de crecimiento de las crisis de decadencia,
la juventud de la vejez, la vida de la muerte. .
Los filósofos superficiales se engañan á sí mis
mos cuando dicen : « Tal pueblo está en deca
dencia , porque sus viejas instituciones. se des
moronan; Va á morir, porque las reforma.» Se ha
oido esto al principio de la revolucion francesa',
en el momento en que perecia la monarquía ab
soluta ; se habia oido á la decadencia del feu
dalismo , á la caída de la teocracia , y se oye
hoy de nuevo á la destruccion de la monarquía
constitucional.. .
Pero es un error : la Francia es jóven, y ten
dra aun numerosas formas de gobierno antes de
haber gastado la fuerte vida intelectual de que
Dios ha dotado á la raza francesa. Hay, sin em
bargo , un medio cierto de apreciar el carác
ter de estas crisis , y es considerar cuál es el
elemento que domina en una revoluciou. Si las
revoluciones son el producto de un vicio , de
una personalidad ,. de los. crímenes ó del en
grandecimiento- -esclusivo de un hombre, de
una ambicion individual ó nacional , de una ri
validad de reinar entre dos dinastías, de. una
sed de conquista ó de sangre , ó aun dé gloria-
injusta en la nacion , y sobre todo de un odio
entre las diversas clases de ciudadanos, tales
revoluciones" son preludios de decadencia , de
descomposicion y de muerte en una raza hu
mana. Pero , por el contrario , si las revolucio-
POR LAMARTINE. 9
nes son el producto de una idea moral, de una
razon, de la lógica, de un sentimiento, de una
aspiracion , aunque sea ciega y sorda , Inicia
un órden mejor de gobierno y dé sociedad , de
una sed de desarrollo y perfeccion en las rela
ciones de los ciudadanos entre si ó de la nacion
con las demas naciones; si son un ideal elevado
en vez de ser una.pasion abyecta : tales revolu
ciones muestran , aun en sus catástrofes y eri
sus pasajeros estravios , una fuerza , una ju
ventud y una vida que prometen largos y glo
riosos períodos de engrandecimiento álas razas.
Tal fue, pues, el carácter de la revolucion fran
cesa de 1780, y tales asimismo el de la de 1848.
Esta últimarevolucion no es otra que la con
tinuacion de la primera , con menos elementos
de desórden y mas elementos de progreso. En
la una y en la otra hay una idea moral que halla
eco en el mundo. Esta idea es el pueblo ; el
pueblo, que se desprende en 1789 dela servi
dumbre, de la ignorancia, de los privilegios,
delas preocupaciones, de la monarquía abso
luta; el pueblo, quese.separa en 1848 dela oli
garquía del mas corto número- y de la monar
quía representativa de proporciones demasiado
estrechas : esta idea es la manifestacion del de
recho y del ínteres de las masas en la constitu
cion del gobierno. Pero siendo una verdad moral
tan evidente para el entendimiento como para
el corazon del filósofo la idea del pueblo y el
advenimiento regular de las masas al terreno de
!a política , cualesquiera que sean las dificulta
10 REVOLUCIÓN FIIAKCKSA
des que presente á los hombres de estado un
fenómeno t;m nuevo, la revolucion que lleva y
agita estas ideas en su seno es una revolucion
<le vida y no una revolucion de muerte. Dios
asiste á esta revolucion , y el pueblo saldrá de
ella grande en derecho , en fuerza y en virtud.
Ella podrá vacilar en el camino por la ignoran
cia de las masas, por la impaciencia del pue
blo, por las facciones, y por los solismas de los
hombres que quieren sustituir su personalidad
al pueblo mismo ; pero acabará por dejar á un
lado á estos hombres , por sondear estos sofis
mas , y por desarrollar los gérmenes de la ra
zon , de la justicia y de la virtud que Dios ha
infiltrado en la sangre de la familia francesa.
Esta segunda crisis de la revolucion de nuestro
pais, á la cual he asistido , es la que voy á in
tentar escribir, con la idea de ser útil al pueblo
mostrándole su propia imágen en una de las
horas mas grandes de su historia , y de honrar
nuestra época en la posteridad.
II.
Diré en pocas palabras, pues otros lo harán
con mas ostension y espacio , las causas de esta
revolucion.
La de 1789 á 1800 habia fatigado á la Fran
cia y al mundo con sus debates, sus convulsio
nes, sus grandezas y sus crimenes. Por una
triste, pero natural reaccion, la Francia se ha
bia apasionado en contra de la libertad , por el
POR LAMARTINE. M
despotismo de un soldado de genio. Digo genio,
pero quiero decir solo el genio de la victoria y
el genio del despotismo. Napoleon, que tenia este
genio de los campos de batalla , no tenia el de
las sociedades. Si lo hubiese tenido habría he
cho marchar en órden á la revolucion , bajo sus
águilas. Obligándola á retroceder á la edad me
dia , hizo traicion á su época ó no la compren
dió. Su reinado no fue mas que una dura disci
plina impuesta á la nacion, y él á la Francia lo
que la fatalidades al lihre albedrio: una degra
dacion adorada y sublime, pero una degrada
cion al fin. Un pueblo solo es grande por si
mismo; jamás por la grandeza del que le oprime
con su dominacion. Cuanto mas grande se bacia
Napoleon , tanto mas decaian la libertad y la
filosofia.
Despues de la caida de Napoleon , los herma
nos desterrados de Luís XVI volvieron algo im
presionados de las ideas de 1789 y bien dispues
tos en favor dela libertad, por su larga residen
cia en Inglaterra entre un pueblo libre. Cosa
admirable, pero verdadera, fue ver derribar
del trono con Bonaparte ,- por mano de los es-
tranjeros, á la contrarevolucion , y volver á en
trar en Francia , con los viejos príncipes de la
raza proscripta de los Borbones , la revolucion
de 89. Aquella los acogió con la caria constitu
cional en la mano; carta en que reconocia las
doctrinas de Mirabeau y el testamento dp su
asamblea constituyente. Luis XVIII la observó
hábilmente, y murió tranquilo á la sombra de
<2 ' REVOLUCION FRANCESA
las ¡deas de 1789. Cárlos X tuvo recuerdos é
impulsos demasiado vivos de su sangre; creyó
poder jugar con la carta, que con tenia todo lo
que quedaba en Francia de la revolucion , y fue
á envejecer y morir en el destierro, al que ar
rastró á sii nieto castigado en la cuna por la ve
tustez de ideas y la ligereza de espíritu de su
abuelo.
III. ' .
Luis Felipe de Orleans fue llamado al trono
como la revolucion viva y coronada de 1789.
Este príncipe vive aun ; pero entre el trono y el
destierro hay tanta distancia como entre la vida
y la muerte , y por lo tanto hablaré de él como
si hubiese dejado de existir. En vida , no le he
adulado, manteniéndome á una respetuosa dis
tancia de su trono y de sus favores ; desterrado
y muerto para el imperio, no le ofenderé, porque
el destierro y la ancianidad exigen de los hombres
mas respeto aun que la tumba. La Francia ha
tenido derecho para derribarlo del trono , pero
á mi parecer no lo tiene para aborrecerlo ni
para desdeñarlo. El hombre ocupa por sí mismo
un gran lugar en su reinado , y su reinado ocu
pará tambien un gran lugar en la historia. No
hay nada tan miserable como querer amenguar
á sus enemigos. El pueblo, que ha siieedido a
Luis Felipe , no ha' menester de esa superche
ría de los reyes , que envilecen siempre á sus
predecesores. El pueblo es bastante grande
para medirse con un rey proscripto y para de
í"0* LAMARTINE. 43
jar toda su elevacion al sebera uó á quien ha
destronado.
IV.
Luis Felipe de Orleans ,' aunque príncipe de
la sangre, era de estirpe revolucionaria. Su pa
dre se habia mezclado á los mas deplorables
escesos de la convencion, popularizándose, no en'
la gloria, sino en las crueldades de aquella
época. Las faltas del padre eran á los ojos de la
revolucion de i 830 las garantías de la conduela
política del hijo.
Sin embargo, Luis Felipe era demasiado hon
rado y demasiado diestro para cumplir á la revo
lucion que leproclamaba rey las sangrientas pro
mesas de su nombre ..La naturaleza habia hecho á
este príncipe probo y moderado , y el destierro
político. La dificultad de su papel de príncipe
entre los demócratas , y de demócrata entre
los príncipes , en los primeros dias de su vida
le habia hecho flexible á las circunstancias , pa
ciente en los sucesos y contemporizador con la
fortuna. Parecia presentir que el destinole de
bia un trono, y, aguardándolo, gozaba de una
vida doméstica retirada. modesta y pura, de.
las dulzuras y de las virtudes de la familia. Mos
trándose siempre deferente con el rey, no le
faltaba nunca una sonrisa de inteligencia para
las oposiciones, sin animarlas sin embargo por
ninguna complicidad crimina). Estudioso, re-
llexivo , muy instruido en todas las materias
♦pertenecientes al régimen interior de los esta
<t REVOLUCION FRANCESA
dos, profundamente versado en la historia* Ji-
plomálico como Mazarino ó Talleyrand , de un»
elocuencia fácil, inagotable, que se asemejaba
á la elocuencia tanto como la conversacion
puede parecerse al discurso ; modelo de espo
sos , ejemplo de padres en medio de una nacion
que gusta ver en sus soberanos las buenas cos
tumbres; dulce, humano, pacifico, valiente
por naturaleza , pero con horror á la sangre:
puede decirse que la naturaleza y el arte ha
bian dotado á Luis Felipe de todas las cualida
des que hacen popular á un rey, á escepcion de
una sola : la grandeza.

Mas esa grandeza que le faltabase hallaba


reemplazada en ól por una cualidad secundaria
que muchos hombres medianos admiran , pero
que los grandes desdeñan : la habilidad, de la
cual usó y abusó. Algunos actos de esa habili
dad política le hicieron descender de su carác
ter á estratagemas que se habrían reprobado en
un particular. ¡Cuánto no se reprobarían , pues,
en un rey! Una de ellas fue permitir á sus mi
nistros que deshonrasen á una princesa de su
casa. La duquesa de Berry, su sobrina , le dis
putaba el trono, y Luis Felipe dejó que aquellos
levantasen el velo de su vida privada. Si este:
acto, el mas inmoral de su reinado , fue come
tido para evitar la efusion de sangre, es menes
ter compadecerle; si fue tolerado por ambicion
POR LAMARTINE. t5

personal , no hay palabras con que vituperarle.


VI.
Tres partidos se agitaban alrededor de su
trono : el partido republicano , á quien la in
decision timorata de Lafayette habia impedido
establecerla república en 1830 ; el partido legi-
timista, que adoraba la rama primogénita de los
Borbones como un dogma , y que aborrecia á la
segunda como una profanacion de la monarquía;
y , en fin , el partido liberal y constitucional,
compuesto de la inmensa mayoría de la nacion.
Este partido veia en Luis Felipe la transaccion
viva entre el trono y la republicana última forma
de una dinastía hereditaria, la última esperanza
de la monarquía.
No entra en nuestro plan narrar cómo este
principe lastimó á los republicanos, que no ce
saron de conspirar contra su reinado, mientras
que otros fanáticos tramaban sn muerte ; cómo
anuló á Ioslegitimistas, que permanecieron diez
y ocho años en hostilidad contra. su gobierno,
á pesar de la longanimidad con que aquel es
peró atraerlos ; cómo maniobró, en fin , con los
diferentes matices del partido constitucional,
obteniendo de él, ora una libertad, ora una com
placencia , y acabó por rodearse de una oligar
quía reducida, verdaderamente adicta ó cor
rompida, de cortesanos ciegos, de funcionarios
públicos complacientes, y de electores vendidos
á su fortuna.
Ifi HEVOLfCIOS FRANCESA

Dueño de los partidos en el interior, inofen-


. sivo ú obsequioso con el estranjero, á quien
todo lo sacrificaba por obtener la tolerancia de
su dinastía , dichoso en su familia , rodeado de
hijos que habriah sido ciudadanos eminentes si
no hubiesen sido principes , viéndose renacer
hasta la tercera generacion en sus tiernos nietos,
á quienes se complacia en habituar al trono,
teniendo por corte á una familia <le princesas
piadosas, bellas, instruidas, veneradas ó admi
radas; pareciale que su estrella habia asegurado
á su estirpe el porvenir y conquistado á Ja his
toria la gloria de su nombre por sus triunfos.
Legaba la monarquía restaurada y rejuvenecida
á la Francia, la paz al mundo , tres Ironós eu
ropeos á su dinastía , y su verde vejez, cuyas
fuerzas habia economizado por la castidad de su
edad madura, era el triunfo anticipado de la
sabiduria sobrelas diQcultades de la vida y la
instabilidad del destino.
VIL
Tal era Luis Felipe al principiar el' año de
11M8. Toda esta perspectiva era una realidad.
Sus enemigos se declararon vencidos, y los par
tidos diferian sus esperanzas para el dia de su
muerte. La reflexion se abismaba contemplando
tal sabiduría y tan constante fortuna'. Pero á
esta sabiduria y á esta fortuna le fajtaba una
base mas amplia : el pueblo.
Luis Felipe no habia comprendido en sus pen-
POR LAHARTlni. <7

samientos la democracia en toda sn estension.


Servido por ministros hábiles y elocuentes, pero
hombres de parlamento mas bien que de estado,
habia reducido á la democracia á las proporcio
nes de una dinastía elegida , de dos cámaras y
de trescientos mil electores , privando al resto
de la Francia de la accion y de los derechos po
líticos. De un censo elevado de contribuciones,
de un censo de plata, por decirlo así , habia
hecho el signo y el título materialista de la so
beranía , en vez de hacer reconocer y constar
esta soberanía por el título divino de hombre,
de criatura capaz de derechos, de discernimiento
y de voluntad. En una palabra , él y sus impre
visores ministros cifraban tola su confianza en
una oligarquía , en vez de fundarla sobre la una
nimidad. No habia ya esclavos, es verdad; pero
habia un pueblo entero condenado á verse go
bernar por un puñado de dignatarios electora
les , que eran los únicos hombres legales. Las
masas no eran mas que masas para sostener el
gobierno, pero sin participar de él. Semejante
gobierno no podia dejar de hacerse egoista : ta
les masas por fuerza habian de llegar á ser des
afectas.
Otras faltas , producidas por el trastorno na
tural de un espíritu á quien todo sale bien,
habian contribuido á alejar miserablemente á
las masas del trono. El pueblo no posee la cien
cia de la política , pero sí el conocimiento vago
de ella. Pronto, pues, se habia apercibido de
que en nuestras relaciones estranjeras se sacrí-
» tomo i, 2
t« REVOLUCIÓN FRANCESA
ticaba la nacion al interes de afirmar y engran
decer la dinastía ; que Luis Felipe sostenía la
paz con humillaciones ; que su alianza á toda
costa con Lóüdres le daba algunas veces en Eu
ropa la actitud de un virey de Inglaterra so
bre el continente; que los tratados de 1815,
reaccion natural , pero momentánea , de las
conquistas injustas del imperio , llegarian á ser
con su dinastía el estado regular y definitivo
del continente para la Francia ; que la Inglater
ra, el Austria, la Prusia , tomando de año en
año dimensiones inmensas sobre ios mares en
Oriente, en Polonia, en Italia, en Alemania,
en el Danubio , mas allá del Cáucaso y del lado
de la Turquía , la Francia , á quien estaba pro
hibido acrecer su marina , su territorio , su
influencia , bajaba á proporcion en la familia de
los pueblos, y se encontraba insensible y com
parativamente reducida al estado de potencia
secundaria. La opinion sorda ó pronunciada de •
estas masas acusaba tambien al reinado de Luis
Felipe de hacer traicion á la revolucion en el in
terior, reproduciendo una tras otra las tradi
ciones de la monarquía de derecho divino en
lugar de conformarse al espíritu democrático de
la monarquía electiva de 1850.
VIII.
Una oligarquía parlamentaria parecia ser el
ideal supremo de este principe formado en la
escuela del gobierno británico. Esta oligarquía
POR LAMARTINE. . |9
misma se veia falseada en el mecanismo del go
bierno. Una cámara de los pares, sin poder pro
pio y sin independencia por la falta del princi
pio hereditario , no era mas que la sombra de
un senado cuyo rey podia á cada instante domi
nar ó modificar la mayoría creando á su placer
nuevos senadores. Una cámara de diputados
llena de funcionarios públicos, nombrados ó
destituidos por los ministros, solo elevaba al
rey una opinion pública hecha á su imágen. La
corrupcion confesada habia llegado á ser un
poder del estado. Finalmente, la paz, que habia
sido hasta entonces el beneiicio y la virtud de
este reinado, acababa de verse súbitamente
comprometida por el matrimonio ambicioso é
impolítico de un hijo del rey, el duque de Mont-
pensier, con una heredera eventual de la corona
de España. .
Este enlace rompía por un ínteres puramente
dinástico la alianza con la Inglaterra, que la na
cion soportaba impacientemente , pero que al
fin soportaba en un gran ínteres de humanidad,
de libertad de los mares , de comercio y de in
dustria. Viendo de repente esta alianza arrojada
á los vientos por un engrandecimiento de fa
milia , la Francia creyó reconocer que solo la
ambicion era sincera en las condescendencias
manifestadas hasta entonces por su rey á la In
glaterra ; que á la primera ocasion se jburlarian
de su sangre , de sus industrias , de su comer
cio, de su marina, para establecer en Madrid un
príncipe de la familia de Orleaus ; que el sis
20 «EVOLUCIÓN FRAtrCESA

tema mismo de la paz no era mas que una hi


pocresía del gobierno y una fornn} del egoismo
dinástico.

Desde este dia el rey, despopularizado en el


partido republicano por sn trono , despopulari
zado en el partido legitimista por su usurpacion,
se vió despopularizado en el partido pacifico y
gubernamental por la guerra que el matrimonio
español suspendia sobre la Francia. Solo quedó
al rey un ministerio elocuente en el parlamento,
agradable á la corte , y dos fuertes mayorias
en ambas cámaras, El rey se creia invencible
con este personal del poder en sus manos ; pero
solo tenia el mecanismo , y , por decirlo así , la
vestidura del pais. La naciqh no estaba á su
lado: la .opinion se le habia vuelto contraria.
Los hombres políticos de la oposicion, adictos
al sistema monárquico , pero adversarios impa
cientes del ministerio , se consumían hacia siete
años en luchas acerbas de tribuna para recon
quistar el poder.
Mr. Thiers era e} alma , la inteligencia y la
palabra de ellos. La naturaleza le habia creado
para el papel de agitador intestino de una asam
blea nias bien que para el de tribuno de una
nacion. Habia en él mas do Fox y de Pitt que
del Miraheau. Sus discursos, que tanto habian
servido- para consolidar la monarquía de julio
durante los primeros años de debilidad, servían
ahora para arrancarle la estimacion del corazon
POR LAMARTINE. 14
del pueblo . El partido republicano, muy poco
numeroso eil la cámara para hacerse oir allí,
aplaudia con placer los mordaces é ingeniosos
ataques dirigidos por este orador contra la co
rona. Estas agresiones y estas audacias de crí
tica personal parecian como que adquirían una
autoridad de oposicion mas ruinosa acogiéndose
á la palabra de un antiguo ministro y de un an
tiguo amigo de la monarquía. La oposicion to
maba de la boca de un adorador del trono algo
de sacrilego. •
/ "t ' '-.'.': .x'.i;.': '..:'. . :
. La oposicion constante, moderada, siempre li
beral, nunca personal, de Mr. Odilon-Barrot, for
tificaba de dia en dia en el pais el sentimiento
puro y varonil de la libertad, sin degradar
tanto la consideracion y la autoridad del trono.
Los legitimistas , borrando su principio y limi
tándose á una guerra de desafeecion y de deni-
gramiento obstinado , tenían en Mr> de Berryer
uno de esos oradores elocuentes que la Provi
dencia reserva como un consuelo á las grandes
causas vencidas. Mr. Guizot, escritor , orador y
filósofo, era el hombre de estado de la monar
quía estacionaria. Su carácter, su espíritu, sa
talento , sus errores , sus sofismas mismos te
nían proporciones antiguas.
Todos estos hombres viven al lado nuestro;
los unos en el combate aun de la política, los
otros apartados de ella , y en el destierro. Sería
áí REVOLUCIÓN FRANCESA
temerario ó cobarde juzgarlos hoy. El tiempo
no los ha colocado aun en el punto de vista de
la imparcialidad y de la distancia. La verdad
solo se halla en la lontananza. Nos espondria-
mos, caracterizándolos hoy, ó á faltar al res
peto debido á su carácter , ó á faltar á la con
sideracion de su alejamiento. Basta con nom
brarlos en este momento.
XI.
La nacion estaba serena en la superficie , in
quieta en el fondo. Rabia como una especie de
remordimiento en su prosperidad que le impe
dia disfrutar de ella en paz. Séntia que le ro
baban una á una , durante su sueño , todas las
verdades filosóficas de la revolucion de 89, que
la materializaban para arrancarle la memoria
y la pasion de los progresos morales y popula
res que le habian hecho conmover el mundo
cinco aflos antes. Su dicha parecia el precio de
Wfin apostasía. Por otra parte se sentia humi
llada y amenazada en su existencia nacional por
una política que la subordinaba demasiado á la
Europa. No aspiraba á la guerra ; "pero queria
stt libertad de accion , de alianzas , de princi
pios v y su influencia legítima en el mundo. Fal
tábale aire esterior. Sentíase vendida , no de
hecho , sino de tendencia , por la nueva dinastía
que se habia impuesto en 1850. El rey era de
masiado padre para su familia , y no lo bastante
para su pueblo . '-
POR LAMARTINE. Í3
El periodismo , ese síntoma cotidinno del es
tado del pais , espresaba casi unánimemente el
malestar de la opinion. El periodismo es la tri
buna universal. Hombres de un talento perse
verante , inmenso , variado , hablaban desde ella
al público con una vena inagotable y una auda
cia contenida. Las leyes solo contienen las pala
bras , pero no el espíritu de las oposiciones y de
las facciones. Escritores de elevadas doctrinas y
de polémica trascendental , habian ilustrado el
periodismo desde Andrés Chenier , Camilo Des-
moulins , Mirabeau , Bonald , Benjamín Constant,
Mad. de Stael , Chateaubriand , Thiers, Carrel,
Guizot, hasta los publicistas actuales; los Bertin,
losSacy, los Girardin, los Marrast, los Cham-
bolle y otra porcion selecta de escritores, de
pensadores , de publicistas , de economistas y
de socialistas, generacion política nueva, igual
al menos en talento, y superior por la diversidad
de sus conocimientos, á la generacion del perio
dismo del primer período.
El Diario de los Debates , que sostiene suce
sivamente á todos los gobiernos , como la espre-
sion necesaria delos intereses mas esenciales y
permanentes de la sociedad, parecia redactado
por hombres esperimentados en el ejercicio del
poder, con la gravedad, la elevacion, el sar
casmo desdeñoso y algunas veces tambien la pro
vocacion mortificante de la fuerza. Parecia que
reinaba con la monarquía misma , acordándose
al mismo tiempo del imperio. Los nombres de
todos los grandes escritores oficiales que con
.ti REVOLUCIÓN FRANCESA
enrrian ó habian concurrido á su redaccion,
desde Mr. de Fontanes hasta Mr. Villémain,Je
daban un prestigio de superioridad sobre la
prensa periódica , mas jóven aun en años y en
pasion. La estension y la imparcialidad de sus se
siones parlamentarias, sus correspondencias del
estranjero , la exactitud y la universalidad de sus
noticias , hacian de este periódico el manual de
todas las cortes y de toda la diplomacia de Eu
ropa , viniendo á ser la nota cotidiana del ga
binete de las Tullerias. Las ciencias, la mas
elevada literatura , la filosofía , el teatro, las ar
tes , la critica, se hallaban analizadas en él , re
producidas , vivificadas en sus folletines , en que
la gravedad jamás era pesada , y en que se real
zaba hasta la misma futilidad por los chistes de
Aristófano ó Sterne. A pocos diarios será dado
vivir durante mas de cincuenta años, y formar,
por decirlo asi, parte de la historia de Francia.
El Constitucional y El Correo Frances ha
bian tomado una gran parte en la lucha de la
opinion liberal contra la restauracion , popula
rizando la filosofía del siglo XVIH entre las ma
sas. Bajo el reinado de la rama segunda de los
Borbones, no combatían ya la dinastía ; no ata
caban mas que á los ministros y á la mayoria de
las cámaras.
La Prensa , fundado mas recientemente , ha
bia invadido en pocos años un inmenso espacio
en la opinion pública. Este diario era el eclec
ticismo aplicado al tiempo , el liberalismo sin
sus preocupaciones revolucionarlas , la monar
pflR LAMARTINE. 85
quín constitucional sin su servil ministerialismo.
Un hombre, de estilo aventurero como su espíri
tu, se atrevía á escribir en él todo lo que pensa
ba, ora sosteniendo, ora zapando al gobierno,
pero siempre solo. Su osadia admiraba desde
luego, despues subyugaba la opinion. Una mu
jer, ya ilustre poetisa , anadia su gracia á esta
fuerza. Sus cartas sobre política, costumbres y
modas aparecian todas las semanas en el folle
tín del periódico, suscritas con un nombre con
vencional. Toda la Francia estaba en el secreto,
y al traves del pseudónimo leia un nombre ya
célebre, que no hacia mas que cambiar de pres
tigio vulgarizándose por el aticismo, la elocuen
cia y el buen sentido.
El Siglo , menos elevado de tono y de ideas
que estos dos diarios, se habia creado una in
mensa clientela entre los traficantes de las ciu
dades y los habitantes de las aldeas y de los
campos. Suponíasele inspirado del pensamiento
de la izquierda dinástica , y la rectitud y la
imparcialidad eran sus dos medios de éxito.
Creaba el espíritu y no las formas dela repúbli
ca,' comenzando la educacion de la clase laboriosa
del pais , que necesita una moneda de ideas acu
ñada y de un valor medio para sus cambios dia
rios. Por último , Mr. Chambolle le ponia el se
llo del hombre honrado , perseverante y animoso
en su moderacion. El Siglo entre sus manos era
la democracia sana de la. opinion ; era mas que
un periódico, era el catecismo dela constitucion.
La Gaceta de Francia, mas bien que aun
í4 REVOLUCION FRANCESA
partido , representaba á nn hombre. Mr. de Ge-
nonde, espíritu flexible é imperioso á la vez, se
plegaba al tiempo con la ilusion de plegar en se
guida el tiempo á sus propios pensamientos.
Venido al mundo político con la restauracion,
sacerdote y ciudadano , discipulo y amigo de los
Bonald , de los Lamennais , de los Chateau
briand , de los Villele , se habia adherido á la le-
gitimidaddel poder hereditario como á un dogma
de su conciencia. Los estados no eran para él
mas que familias ; mas se engañaba , porque
los estados son pueblos , y una vez salidos de la
infancia no están condenados á otra tutela que
ala de la moral y la razon. La familia es la hu
manidad ; su padre no es el rey , sino Dios.
Pero Mr. de Genoude y su escuela acomoda
ban este dogma con un perseverante artilieio al
espíritu del tiempo, haciendo así mas liberal
su legitimidad que la república misma. Cuanta
fecundidad y láctica pueden desplegar en favor
de un sistema la actividad del hombre, los re
cursos del publicista , la destreza del talento, el
valor del ciudadano, otra tanta desplegaba y
multiplicaba en su diario Mr. Genoude. Comba
tiendo y minando á todos los ministerios, per
manecia siempre aislado en su dogma, en su
individualidad , como una oposicion de derecho
divino á todos los ensayos humanos de gobierno
fuera de su principio. Profetizando la ruina de
estos gobiernos, aplaudia su caida , y sus ame
nazas contra ellos y contra todo habian llegado
á ser infalibles. Muchos espíritus descontentos,
POR LAMARTINE. Í7
de esos que el tiempo deja atras en su carrera,
se complacian con esta acusacion perpetua de
impotencia y con este desafío dirigido á los par
tidarios de la nueva dinastía. Las oposiciones
más contrarias se prestan armas contra el ene
migo comun : los legitimistas las prestaban á los
republicanos , y estos á los legitimistas. Mr. de
Genoude no era ya un hombre , sino un siste
ma. La Gaceta de Francia era mas que un difi
rio : era el anatema de la dinastía.
.;it». ''.'... -. " -. .. - .• . .'
XII.

El Nacional era el diario de la opinion re


publicana, la primera piedra de la futura revolu
cion ; pero no siendo esta para las masas mas
que un presentimiento lejano, no tenia aquel
tma gran clientela en el pais. Leiascle por cierta
curiosidad de espíritu profélica , que quiere co
nocer lo que le reservan aun las eventualidades
menos probables del porvenir. Este diario, que
era la sátira profética mas bien que la filosofía
del partido republicano, manteníase entre los
límites indecisos de la aceptacion del gobierno
monárquico y la profesion de fe de la república.
A veces parecia entenderse demasiado íntima
mente con la oposicion puramente dinástica , y
siempre perdia pocas ocasiones de. favorecer en
la opinion pública la táctica , las miras y la poi-
lítica de Mr. Thiers. Suponíasele en secreto con
cierto con este ministro en especlativa de la di
38 «EVOLUCIÓN FEANCKSA

nastía , ó al menos mucha complacencia hácia su


partido.
Redactábale Mr. Marrast, el Camilo Desmou-
lins serio y moderado de la república. Jamás
la facilidad , la ligereza , lo imprevisto , los co
lores, las imágenes meridionales, la sal fran
cesa ó atica decoraron con mas adornos artifi
ciales el puñal de una polémica en manos de un
Aristófano indiferente. Su talento era el relám
pago inesperado que brilla y amenaza á la vez
lanzando rastros de fuego á todos los puntos
del horizonte; tan caprichoso y tan hábil, que
divertía, deslumhrándolos, á los mismos á
quienes iba á herir. Jamás contristaban sus pá
ginas una imágen sangrienta , un recuerdo ne
fasto, ni una provocacion fúnebre. Bajo este ta
lento se descubria un espíritu sumamente im-
parcial, tal vez escéptíco. La voluptuosidad del
artista político en vez del sombrio fanatismo del
sectario ; el horror á lo vulgar; el disgusto con
tra el jocobinismo; el terror á las proscripciones;
el gusto por la literatura , la elocuencia , la to
lerancia, la gloria en la libertad, eran el ideal
republicano de Mr. Marrast. Sn revolución era
el juego de espíritu de un hombre de imagina
cion y del corazon benévolo de una mujer.
Hacia algun tiempo que otro diario ocupaba
un lugar estrecho , pero amenazador , enfrente
de El Nacional. Este diario era La Reforma.
Representante de la izquierda estrenia , de la
república incorruptible , de la revolucion demo-
• crálica á toda costa , pasaba por personificar las
POR UMA.RTINK. 19

inspiraciones politicas de Mr. LeJru-Rollin y de


tres Ó cuatro diputados importantes de la cá
mara. Era la tradicion de la convencion conti
nuada cincuenta años despues de sus combates y
venganzas; la Montaña, con sus rayos y furores,
en medio de una época pacifica y serena ; los
acentos de Danton en una academia política , no
terror fantástico , una cólera sistemática , un
jacobinismo exhumado del alma de los muertos
de 1794, un contrasentido en la república fu
tura queriendo rehacerla en circunstancias en
teramente diferentes á imágen dela primera re
pública .
La Reforma, para conmover mas profunda
mente al mundo , y reclutar todos los hombres
de accion bajo el diario de la república , tocaba
algunas veces la cuestion de socialismo ; es de
cir , que sin adherirse á ninguna de esas sec
tas radicalmente subversivas y renovadoras de
la sociedad , el sansimonismo , el furrierismo,
la organizacion del trabajo ó el comunismo, Ln
Reforma anatematizaba el órden social exis •
tente , dejando entrever en la revolucion polí
tica una revolucion del proletarismo , del tra
bajo y de la propiedad. Pero repudiando este
diario mas habitualmente las quimeras, limi
taba su oposicion política á ataques directos y
mortales contra el trono.
Redactábalo casi solo Mr. Flocon, mano in
trépida, espíritu firme, carácter leal hasta en
la guerra de opinion á sus enemigos: Mr. Flo
con era uno de esos republicanos de la primera
30 REVOLUCION FRANCESA

raza que habian petrificado su fe en las socieda


des secretas, en las conjuraciones y en los ca
labozos. De esterior trio , de fisonomía y len
guaje severos, aunque de graciosa sonrisa, sen
cillo y sobrio de espresion, tenia en su persona,
en su voluntad y en su estilo algo de la rustici
dad romana; pero bajo este aspecto un cora
zon incapaz de cejar ante el miedo , y siempre
dispuesto á ceder á la piedad. Poseia mas de
una cualidad de gobierno , muy raras entre los
hombres habituados á la oposicion; sabia lo que
quería , lo quería á toda costa , lo quería hasta
llenar su objeto , pero no quería nada mas allá.
En una palabra , sabia detenerse en lo que le
parecia justo, posible, razouable , y defender
los límites de sus ideas contra sus propios ami
gos. Es decir, que bajo el conspirador se hallaba
t!n Mr. Flocon al hombre de accion.
XIII.
Habiase formado contra el ministerio de mon-
sieur Guizot una especie de coalicion tácita en
tre todos los partidos representados por estos
diarios, así como. por otros órganos eminentes
de las opiniones mas avanzadas, como El Correo
Frances, La Democracia pacifica y El Comer
cio. Formado entre todos al finalizar la legisla
tura de 1347 un plan de agitacion general de
Paris y de los departamentos, la oposicion di
nástica habia tomado la iniciativa de esta agita
cion, como si la impaciencia fuese en sus hom
. , .P.OB LAMARTINE. ... 31
bres , ambiciosos del poder , una pasion mas
acerba y ciega que la lógica misma de los repu
blicanos.
Solo Mr. Thiers parecia no tomar parte en
qsta agitacion. Su presciencia de hombre de
estado y de historiador, ¿le descubría tal vez de
lejos los peligros? Quizá tambien su posicion de
ministro en perspectiva , despues del triunfo de
sus amigos , le imponía una reserva que sostuvo
animosamente contra su mismo partido.
Mr. Duvergier de Hauranne , antiguo amigo
de Mr. Guizot , y reciente de Mr. Thiers , apa
sionado en la lucha , desinteresado despues de
la victoria, naturaleza eminentemente parlamen
taria , mas satisfecho de conmover que de ra
llar, sin otra sed que la de ejercer influencia,
patriota verdadero y animoso, arrastró en este
movimiento a los amigos de Mr. Thiers , á los
de Mr. Barrot, y á este mismo. La consigna era
la reforma electoral.
XIV.
Kl partido de El Nacional y de La Reforma
comprendieron con la perspicacia de la pasion
toda la importancia de los banquetes , medida
desesperada y revolucionaria adoptada por la
oposicion dinástica. Los republicanos , muy dé
biles en número y demasiado sospechosos á la
opinion para atreverse á obrar solos, iban á
tener por ausiliares á los amigos mismos de la
dinastía, á. los fundadores del trono de julio, á
3i DEVOLUCION FRANCESA

los autores de las leyes represivas , y la mitad


al menos de la guardia nacional y de los electo
res. ¿Una vez en movimiento el pais, dónde se
detendría? ¿Seria en un simple cambio de mi
nisterio? ¿Seria en un insignificante aumento de
electores privilegiados á los doscientos mil que
espresaban por si solos la soberanía del pueblo?
¿Seria en la abdicacion del rey; en la regencia
de una mujer ó de un príncipe durante la mi
noría de un niño? i'oco les importaba, pues
todas estas eventualidades debian aprovechar á
su causa.
Se apresuraron, pues, á suscribirse al ban
quete de Paris. Los hombres de la oposicion di
nástica no se atrevieron á rechazar á los repu
blicanos. Con ellos habrían rechazado todo el
número , todo el ruido , toda la turbulencia,
toda la amenaza de sus demostraciones. El pue
blo no se habría interesado por el banquete, no
viendo en él á sus amigos y tribunos. La causa
era comun en la apariencia ; el grito el mismo:
/ Viva la reforma !
En 1839 se habia verificado una coalicion algo
púnica por las oposiciones antipáticas en la cá
mara y en la prensa entre Mr. Guizot y monsieur
Thiers , Mr. Barrot y Mr. Berryer , Mr. Du-
faure y Mr. Garnier Pagés, los republicanos y
los realistas. Esta coalicion habia hecho en cierto
modo violencia al rey constitucional , elevado á
Mr. Thiers al poder , contristado á la oposicion
sincera , perdido nuestros negocios esteriores
en J840 y desmoralizado el gobierno represen
-' POR LAMARTINB. 33

tativo. Los mismos partidos, á escepcion de


Mr. Berryer y de Mr. Dufaure, cometieron h
misma falta contra el ministerio de Mr. Guizdt
en 1848. Se unieron para destruir, sin poder
nnirse para reconstruir! Las coaliciones de ésta
naturaleza no pueden lógicamente producir mas
que ruinas , siendo su impotencia para hacer el
bien lo que constituye su inmoralidad. Solo las
revoluciones pueden aprovecharse de ellas, y se
aprovechan lealmente. La república es la obra
inocente de la coalicion parlamentaria de 1 846
y dela coalicion agitadora de 1848. Mr. Quizot
y Mr. Thiers, formandola primera; MM. Du-
vergier de Hauranne y Barrot y sus amigos, for
mando la segunda, fueron , sin sospecharlo, los
verdaderos autores de la república.
El banquete de París fue la señal de una se
rie de banquetes de oposicion en las principales
ciudades del reino. En algunas, los republicanos.
y los agitadores dinásticos se unieron y cubrie
ron con palabras elásticas y vagas las incompa
tibilidades de su programa. En otras., como en
Lille, en Dijon, en Chalons , en Autun" se se
pararon francamente, Mr. Odilon-Barrot y sus
amigos, Mr. Ledru Rollin y los suyos, rehusaron
prestarse á un concierto hipócrita, prosiguiendo
cada partido su objeto : el uno la reforma mo
derada y monárquica de la ley electoral ; el
otro la reforma radical del gobierno; es decir,
la república .
Esta escision se caracterizó desde un princi
pio en el banquete de Lüle, en el que Mr. Bar*
tomo i. 3
Ai REVOLUCION FBANCBSA

rot rehusó sentarse si no se daba una muestra


de adhesion ala monarquía constitucional con
un brindis al rey. La escision se caracterizó aun
mas en Dijou y en Chalons , en donde Mr. Flo-
con y Mr. Ledru llollin pronunciaron discursos
precursores de una revolucion verificada ya en
el espíritu de sus partidarios.
Algunos hombres pertenecientes á la oposi
cion parlamentaria , pero de opiniones aisladas,
como Mr. Thiers, Dufaure y Lamartine, se
abstuvieron escrupulosamente de aparecer en
tales banquetes , pareciéndoles sin duda que es
tas demostraciones confusas y turbulentas, ó
no llegaban á los límites de su oposicion, ó los
escedian. Temiendo los dos últimos asociarse
con su preseucia á una revolucion , y el primero
á una oposicion ambiciosa y puramente minis
terial, se concentraron, así como otros miembros
de la cámara, eu su conciencia y en su individua
lidad.
XV.
-Sin embargo, otro banquete, el ofrecido á
Mr. de Lamartine á su vuelta de la cámara
por sus compatriotas de Macon , tuvo un gran
eco en Francia por la misma época. Su objeto
no era político, por cuanto Mr. de Lamartine
habia rehusado asistir á los bauquetes reformis
tas, segun él, mal definidos y poco determina
dos en su fin. Adversario de la coalicion par
lamentaria de 1838 á 1840, no podia, sin in
consecuencia , asociarse á la coalicion parla
,, 35
mentaria y agitadora de 1847. No estaba en su
carácter lanzarse en una oposicion confusa , sin
programa comun , para marchar con sus adver
sarios hácia lo desconocido , y por lo tanto se
dirigía solo á un objeto determinado en su es
píritu. Esta reserva la habia espresado franca
mente en los artículos de El Bien Público de
Macon , reducido diario de poderoso eco, repe
tido entonces por toda la prensa de Paris y de
los departamentos.
El banquete de Macon solo tenia por objeto
felicitar á Mr. de Lamartine, á quien ama
ban fraternalmente sus conciudadanos , por el
buen éxito de la Historia de los Girondinos
que aquel acababa de publicar.
Su libro habia sido leido, no tan solo en Fran
cia , sino en toda la Europa. En Alemania, en
Italia , en España , multiplicábanse las edicio
nes y las traducciones como el alimento coti
diano de las almas. La Historia de los Girondi
nos conmovía los corazones, hacia meditar á los
espíritus, remontaba las imaginaciones hácia la
gran época y hácia los grandes principios que
el siglo XVIH, rico de presentimientos y lleno de
porvenir, habia querido legar á la tierra, al es-
tinguirse, para libertarla de las preocupaciones
y de las tiranías. En esta obra lavaba Mr. de La
martine la sangre criminalmente derramadu por
la cólera, por la ambicion , ó por la maldad de
ios actores del drama de la república , sin ala
bar nada en la demagogia, sin escusar nada en
los verdugos, y compadeciendo en todo á las
3* BEVÓlÍJClM Yrancesa
víctimas. Pero su piedad por los vencidos no le
cegaba: Compadecia á los hombres, lloraba á
las mujeres, y adoraba ála filosofía y á la li*
bertad. Los Vaporea de la sangre de los cádal^
"Sos lio le oculta bao las santas verdades que -se
"divisaban en el porvenir, al traves del humo del
execrable holocausto, y rompiendo animosamen
te esta nube , ejecutaba históricamente á los ase
sinos , restituía su derecho y su inocencia á la
idea nueva , purificada ya de los crímenes de
sus sectarios , y vengaba así et crimen que la
habia mancillado pretendiendo servirla. Por úl
timo , entregaba al oprobio á los demagogos,
glorificando la revolucion.
XVI.
En respuesta á un discurso del alcalde de
Macon, Mr. Roland, joven que no vaciló en com
prometer su magistratura por confesar su opi-
niou y su amistad política, Mr.de Lamartine
aprovechó la ocasion de revelar á su pais una
vez mas su pensamiento, y habló como un hom
bre de inteligencia y de corazon adicto a la causa
de la libertad del espíritu humano y de los pro
gresos de la democracia organizada.
«Conciudadanos y amigos , dijo : antes de res
ponder al interes que Os dignais demostrarme,
permitidme que os íé gracias primero por el
sufrimiento y la constancia con que habeis re
sistido , imperturbables y de pie , los estragos
de la tempestad , el resplandor de los relámpa
POR LAMARTIIIE. 37
gos y el fuego de los rayos , bajo este techo que
amenaza hundirse y bajo estas tiendas desgarra
das. Habeis mostrado que sois verdaderamente
los hijos de aquellos galos que esclamaban en las
circunstancias mas apuradas: «¡ Que si la bó
veda del cielo llegase á hundirse, la sostendrian
eon la punta de sus lanzas !»

«Pero vengamos pronto , señores, al fondo de


esta demostracion. Mi libro tenia necesidad de
una conclusion, y sois vosotros quien la haceis. . .
Esta conclusion es que la Francia siente hoy la
necesidad de estudiar el espíritu de su revolu
cion , de empaparse en sus principios purifica
dos , separados de los escesos que los alteraron,
de la sangrñ que los manchó , y de sacar de su
pasado lecciones para el presente y para el por
venir.
»Sí , buscar despues de medio siglo bajo la ce
niza aun caliente de los acontecimientos, bajo el
polvo aun conmovido de los muertos , la chispa
Srimitira , y yo lo espero, inmortal, que encen-
ió en el alma de un gran pueblo la ardiente
llama que iluminó al mundo entero, para abra
sarlo en seguida y consumirlo despues en parte;
volver á encender , digo, esa llama demasiado
estingnida en el corazon de las generaciones que
nos siguen , sostenerla á lin de que no se apa
gue para siempre, y deje segunda vez á la Fran
cia y á la Europa en la oscuridad de la edad de
las tinieblas; velarla y purificarla tambien por
38 REVOLUCION FRANCESA
miedo de que comprimida no degenere en es-
plosion , en incendio y en ruina: ¡ved aquí el
pensamiento del libro, ved aquí el pensamiento
del tiempo ! ¿Me desmentireis si os digo: y ved
aquí vuestro pensamiento? (¡No, no!)

«Desde la edad de la razon política; es de


cir, desde la edad en que nos formamos nues
tras opiniones , despues de haber balbuceado,
cuando niño, las opiniones ó las preocupaciones
de nuestra nodriza , yo me he dicho á mí mismo;
¿Qué es pues la revolucion francesa?
»¿Es, como dicen los adoradores de lo pasado,
una gran sedicion de un pueblo que se agita
para nada , y que destruye en sus convulsiones
insensatas, su religion, su monarquía, sus cla
ses, sus instituciones, su nacionalidad y hasta
destroza la constitucion misma de la Europa en
tera? ¡No! La revolucion no ha sido una misera
ble sedicion de la Francia , porque las sedicio
nes se apaciguan como estallan , dejando solo
tras de sí ruinas y cadáveres. La revolucion, es
Cierto , ha dejado cadalsos y ruinas , que son su
remordimiento y su desgracia; pero tambien ha
dejado doctrinas , espíritu , recuerdos, que du
rarán y se perpetuarán tanto como la razon
humana.

»E1 primer dogma de la revolucion benéfica que


esa filosofía quería hacer prevalecer en el mun
POR LAMARTINE. 39

do, es la paz, la estincion de los odios de un


pueblo con otro , la fraternidad entre las nacio
nes. Marchamos á ese objeto ; tenemos hoy
la paz ; debo confesarlo , pues yo no soy de
les que niegan hasta sus beneficios á los go
biernos á quienes acusan. A mi parecer la paz
será en el porvenir para este gobierno la gloriosa
amnistía de sus demas errores. Historiador ó
diputado , hombre ó filósofo , sostendré siempre
la paz con el gobierno ó contra él , y vosotros
pensais sin duda como yo. ¡ La guerra no es
mas que un asesinato en masa , y el asesinato
no es un progreso ! (Aplausos prolongados. )
«Guardémonos de dejar abandonados algunos
años mas , por nuestra propia inconstancia, todo
el terreno ganado por las ideas francesas. Ellas
son , no solo todos los progresos , todas las lu
ces , todas las conquistas del espíritu moderno;
no solo nuestro nombre , nuestro honor, nues
tro rango intelectual . nuestra influencia de ini
ciativa sobre las naciones , que nos será necesa
rio abandonar vergonzosamente, sino la me
moria y la sangre de millares de hombres, com
batientes ó víctimas, que han muerto por asegu
rar estas conquistas. Los pueblos salvajes de
América dicen á los invasores europeos que vie
nen á echarlos de su tierra :—« ¡ Si quereis que
os abandonemos el pais . dejadnos al menos lle
varnos los huesos de nuestros padres ! » ¡ Los
huesos de nuestros padres son para nosotros,
señores , las verdades , las luces que han con
quistado al mundo , y que una reaccion de opi
40 REVOLUCIÓN FRANCESA

niones , cada vez mayor , pero que debe dete


nerse al fin, querria obligarnos á repudiar! Pero,
¿llegará á conseguirlo? Veámoslo. La historia
lo enseña todo , aun lo que está por venir. ¡ La
esperiencia es la única profecia de los sabios!
«Empezemos por no asustarnos demasiado de
las reacciones , que son la marcha , el flujo y re
flujo del espíritu humano. Permitidme .una imá
gen tomada de esos mstrumentos de guerra que
muchos de vosotros han manejado sobre la
tierra ó sobre el mar en los combates de la li
bertad. Citando los cañones han verificado la
esplosion y vomitado su carga sobre nuestros
campos de batalla , la fuerza misma de su deto
nacion les hace sufrir un movimiento de retro
ceso. Los artilleros llaman á esto recular el ca-r
ñon. Pues bien : las reacciones en política no
son otra cosa que el reculamiento del cañon en
la artilleria. ¡ Las reacciones son el recula
miento de las ideas ! Parece que la razon huma
na, como espantada ella misma de las nuevas
verdades que las revoluciones hechas en su nom
bre vienen á lanzar al mundo, se asusta de su pro
pia obra , retrocede y abandona cobardemente
todo el terreno que ha ganado ¡Pero esto no dura
mas que un dia, señores ! Otras manos vuelven á
cargar la artilleria pacifica del pensamiento hu
mano, y nuevas esplosiones , no de balas, sino
de luces, restituyen su imperio á las verdades que
perecian abandonadas ó vencidas.
POR LAMARTINE. 4<
»No nos ocupemos, pues, mucho de la dura
cion de estas reacciones, y veamos lo que suce
derá cuando hayan terminado su irregular mo
vimiento de retroceso. Vedlo aquí , á mi pa
recer.
» Si el reinado monárquico en el mimbre , de
mocrático de hecho, adoptado por la Francia en
1830 , comprende que no es mas que la sobera
nía del pueblo asentada encima de las tempes
tades electivas y coronada sobre una cabeza para
representar en la cúspide de la cosa pública la
unidad y la perpetuidad del poder nacional ; si
el reinado moderno , delegacion del pueblo, se
considera como una magistratura decorada con
un título que ha cambiado de significacion en
el lenguaje de los hombres ; si se limita á ser un
regulador respetado del mecanismo del gobier
no , para marcar y moderar los movimientos de
la voluntad general, sin forzarlos, sin falsear
los, sin alterarlos jamás ó corromperlos en su
origen, que es la opinion ; si se contenta con ser
á sus propios ojos como esos frontispicios de los
viejos templos demolidos que los antiguos vol
vían á colocar visiblemente en los de nueva
construccion, para atraerles el respeto supersti
cioso dela muchedumbre é imprimir al edificio
moderno una parte de las tradiciones del antiguo,
el trono constitucional subsistirá un número de
años suficiente para realizar su obra de prepa
racion y de transaccion, y la duracion de sus
servicios será para nuestros hijos la medida
exacta de la duracion de su existencia. (¡Si, siíj
tí REVOLUCION FRANCESA

«Pero esperemos algo de la sabiduría de los


gobiernos, que se ilustrarán tarde, pero que
se ilustrarán á tiempo quizá , como lo deseamos
por su inrires. Esperemos mas de la probidad
y de la energía del espíritu público , que desde
hace algun tiempo parece tener presentimien
tos de temor ó de salvacion. Esperemos, por
último, que estos presentimientos que nosotros
mismos esperimentamos , sean para los pode
res públicos advertencias y no amenazas. No
es el espíritu de faccion quien nos los inspira.
No hay nada de faccioso en nuestros pensa
mientos. No queremos ser faccion cuando re
presentamos la opinion que es mas digna, mas
fuerte, mas invencible que aquella. (¡Si, sí!)
Pues bien, señores; yo presiento síntomas
de mejora en la opinion , que quizá presentís
tambien vosotros. .'-
«¿Quién sentenciará, quién será juez entre es
tos dos partidos? ¿Será, como en nuestras pri
meras luchas , la violencia , la opresion , la
muerte? ¡No, señores! ¡Gracias á nuestros pa
dres , será la libertad; la libertad que nos han
legado ; la libertad que tiene sus armas propias,
sus armas, pacificas hoy, para defenderse y
propagarse sin cólera y sin escesos ! (Aplausos.)
«¡Tambien nosotros triunfaremos , estad se
guros de ello !
«Y si preguntais cuál es esa fuerza moral que
doblegará al gobierno ante la voluntad nacional,
POR LAMARTINE. '
yo os responderé : ¡ es la soberanía delas ideas,
es.el reinado de los espíritus ; es la república,
la verdadera república, la república de las inte
ligencias ! En una palabra , es la opinion ; ese
poder moderno, cuyo nombre mismo era desco
nocido de la antigüedad. La opinion , señores,
nació el dia mismo en que Guttemberg, á quien
he llamado el mecánico de un nuevo mundo , i n
rentó por medio de la imprenta la multiplica
cion y la comunicacion indefinida del pensa
miento y de la razon humana. Ese poder incom
prensible de la opinion no há menester para
reinar de la espada de la venganza, dela cuchilla
de la justicia , ni del cadalso del terror , porque
tiene en sus manos el equilibrio entre las ideas
y las instituciones, la balanza del espíritu hu
mano.
»En uno de los platillos de esta balanza se pon
drán aun por largo tiempo, sabedlo , las credu
lidades de espíritu ; las preocupaciones que se
llaman útiles; el derecho divino de los reyes;
las distinciones de derechos entre las clases y
las castas ; los odios entre las naciones ; el espí
ritu de conquista; las uniones simoniacas entre
el sacerdocio y el imperio ; la censura de las
ideas; el silencio de las tribunas; la ignorancia y
el embrutecimiento de las masas.
»En la otra pondremos nosotros, señores, la
cosa mas impalpable y ligera que Dios ha crea
do: ¡la luz! ¡Una poca de esa luz, que la revolu
cion francesa hizo brotar á fines del siglo úl
timo de un volcan sin duda , sí ; pero de un
44 REVOLUCIÓN FEANCESA

volcan de verdades!» (Aplausos prolongaJos.)

XVII.

Este discurso , reproducido al dia siguiente


por toda la prensa, espresaba con bastante exac
titud el verdadero estado del pais: un descon
tento sordo del sistema seguido por la corona,
que sacrificaba en el esterior los intereses legí
timos de la Francia á la ambicion de la dinas
tía de Orleans ; un afecto filosófico y razonado
á los principios democráticos entregados á una
oligarquía reducida de doscientos ó trescientos
mil electores , fácilmente atraidos ó corrompi
dos por los ministros ; el temor sincero en todos
de una revolucion que lanzaria al pais en vias
desconocidas; el deseo de ver entrar al gobierno
representativo, ensanchado y fortificado, en la
senda del progreso democrático; y, en fin, una
apelacion á la energía moderada del pueblo y
á la prudencia y á la reflexion del gobierno. Este
discurso no escedia los límites que se habia im
puesto la conciencia política del orador : el fruto
y las promesas de la primera revolucion sin una
revolucion nueva, si era posible; pero conser
vando y vivificando por medio de las institucio
nes el espíritu de aquella , so pena de deshonra
para la Francia y de muerte para las ideas que
constituyen la grandeza y la santidad del espí
ritu humano. Jalera la interpretacion del sentir
POR I.AMAIITINE. " 49
miento público , el grito profetice del alma del
pais. Todo lo que escedia de este lenguaje, so-,
brepujaba el espíritu de la época. "" ' ; '
XVIII.

Mr. de Lamartine, sin temer comprometer la


popularidad de que gozaba entonces en su de
partamento y en Francia , combatió animosa
mente algunos dias despues las doctrinas que
Mr. Ledru-Hollin y sus amigos bubian espresado
en el banquete revolucionario de Dijon; los sím
bolos de 1795, enarbolados, segun se decia, por
el mismo partido en el banquete de Chalons , y
los discursos antisociales de un joven orador, que
habian sido aplaudidos en el banquete comunista
de Autun.
« Los banquetes , decia Mr. de Lamartine ha
blando de los de Dijon y de Chalons , son la
campana de la opinion. Algunas veces tocan
bien , otras rompen el metal. En estas manifes
taciones ha habido palabras que hacen temblar
la tierra, invocaciones que recuerdan lo que la
democracia actual debe hacer olvidar. ¿Por qué
tomar de una época lo que debe estar sepultado
con esa misma época? ¿Por qué esas imitacio
nes, esas parodias de 1793? ¿Tendrá la libertad
una librea como la tiene e) 'lespotismo? Yo digo
y repito quo esto no es ¿olo una puerilidad,
sino un contrasentido. Así se da á la democracia
regular y sensata del porvenir la apariencia y
los colores de la demagogia pasada ; asi se dis-1
40 REVOLUCIÓN FRANCESA
traza el espíritu público, y disfrazándolo se lo
üace desconocer; así se recuerda cruelmente á
los unos la pira en que fue clavada la cabeza de
sus padres, á los otros sus propiedades des
truidas 6 arrebatadas, á estos sus templos pro
fanados, á todos , los (lias de tristeza , de luto,
de terror, que han dejado oscuras sombras so
bre la patria. Cada época tiene su carácter espe
cial : no estamos en 1795, sino en 1847; es de
cir : somos una nacion que ha atravesado el
mar rojo, y que no quiere atravesarlo de nuevo;
una nacion que ha puesto at pie sobre la orilla
y que quiere marchar aun , pero marchar en
órden y en paz, hácia sus instituciones demo
cráticas; una nacion cuyo gobierno anda errado
y á quien quiere advertir su error, pero al alzar
su voz para hacerse oir de él, Jio quiere ater
rar á los ciudadanos pacificos, ni á los intereses
legítimos, ni á las opiniones honradas. Guardé
monos nosotros , hombres de la democracia re
gular , de ser confundidos con los demagogos,
porque quedaremos perdidos en la razon pú
blica , y se dirá de nosotros : « Tienen sus colo
res ; participan , pues , de sus delirios.»
XIX.
Con la misma libertad se espresaba Mr, de
Lamartine el 14 de noviembre sobre el banquete
comunista deAutun.
«Cada idea tiene sus límites, escribia; limites
de que no debe salir sin riesgo de ser descono
POR LAMARTINE. , ;; 47
cida , y de sufrir la justa pena de su disfraz por
el descrédito que llevan consigo otras ideas. ¿Sois
de la oposicion democrática , pero leal , mode
rada , paciente? Venid á uniros con nosotros.
¿ Sois una faccion ? Id á conspirar en la oscuri
dad. ¿Sois comunistas? Id á aplaudir al ban
quete de Autuu. Hasta que todo esto se escla
rezca , nosotros permaneceremos en nuestra
posicion. Porque nosotros queremos atraer de
nuevo al pais á la vidu política , hacerle conocer
su fuerza á la opinion , crear una democracia
decente , capaz de ilustrarse con sus propias lu
ces , de contenerse por su propia dignidad , de
reunirse sin alarmar, sin injuriar ni á la riqueza,
ni á la miseria , ni á la aristocracia, ni á la me-
socracia , ni al pueblo , ni á la religion, ni á la
Familia, ni á la propiedad; queremos , en lin,
preparar á la Francia asambleas dignas de sus
grandes asambleas , y comicios dignos de los de
Atenas y de Roma ; pero no volver á abrir el
club de los Jacobinos. »
XX.
Durante estas controversias entre los hom
bres que querian mejorar y los que querian des
truir, otras manifestaciones inspiradas y dirigi
das por la opinion dinástica multiplicábanse en
el Norte del reino. Mr. Odilon-Barrot, que ha
cia oir allí palabras graves , reflexivas , probas,
pero contenidas, como su carácter, encendia
tambien, como sus amigos, el fuego de la oposi
48 BEV0LÜC10H FRANCESA

cion parlamentaria. Entre tanto estos discur


sos producian mas indignacion contra el go
bierno que podio contener los salones de ban
quetes , y el pueblo escuchaba á las puertas , y
aclamaba á los oradores, formándole acompaña
miento á la entrada ó á la salida de las ciuda
des. Asi se acostumbraba á intervenir entre los
ministros y los tribunos. Al terminar el otoño,
los promovedores de tosías conmociones anti
ministeriales intentaban en vano moderarlas.
Habian empezado por rechitar fuerzas á mon-
sieur Thiers, á Mr. Barrot y á la oposicion , y
las habian reclutado para la revolucion. El im
pulso del pueblo traspasa siempre los limites
que le han asignado los hombres políticos. La
razon ó la ambicion ealculan , pero la pasion
desborda, y el pueblo es siempre apasionado.
La oposicion dinástica solo habia querido un
cambio de ministerio , ejecutado á impulsos de
las masas; el pueblo pretendia ya un cambio de
gobierno , y detras del pueblo , sectas mas ra
dicales meditaban un trastorno completo de la
sociedad.

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LIBRO II.

Tal era el'estado de los ánimos en Francia á


fin de 1847 , cuando el rey convocó las cámaras.
Admirados el ministerio y el rey , pero no alar
mados , de estas demostraciones de la opinion,
mirábanlas como síntomas enteramente facti
cios , como un descontento de palabras y de os
tentacion que , segun ellos , no existia en los
ánimos. Confiaban en la inmensa mayoría que
tenian en las cámaras , en la fidelidad del ejér
cito, mandado por los príncipes, en los innume
rables intereses de orden, de propiedad , de in
dustria , de comercio , que repugnaban entera
mente un cambio , y como gobierno material
despreciaban los elementos intelectuales de opo-
tomo i. 4
50 REVOLUCION FRANCESA

sicion. A sus ojos no era Mr. Odilon-Barrot mas


que una elocuencia honrada sin voluntad;
Mr. Ledru-Rollin una popularidad sonora, que
lanzaba el desafío de la república , sin creer ea
ella ni en su triunfo, para desorientar y dejar
atras á la oposicion ; la prensa y los banquetes,
una conspiracion de ambiciones impacientes,
haciendo un llamamiento á las pasiones de las
calles y plazas por resentimiento de su impoten
cia en la representacion del pais.
Mr. Guizot estaba trauquilo por la confianza
en sí mismo y el desden á lo vulgar, que cons
tituían el fondo de su carácter ; Mr. Duchatel,
por su habilidad en el manejo de los partidos
parlamentarios y por el freno de las votacio
nes que tenia suavemente en su mano; el rey,
por la necesidad que la Francia tenia de él
en 1830, por su solidaridad con el orden de
Europa , que descansaba sobre la estabilidad de
su trono; y en fin, por la sonrisa constante de
la fortuna , que á fuerza de servirle y deslum
brarle habia acabado por cegarle. Estos hombres,
en quienes se cifraban el prestigio, la fuerza
y la destreza del gabinete, esperaban, pues, con
infalible confianza que todo el movimiento y
todo el ruido de la oposicion viniesen a estin-
guirse al pie del trono y al de la tribuna ante la
elocuencia de Mr. Guizot, la láctica de Mr. Du
chatel y la antigua autoridad del rey. No duda
ban de que la mayoría de las dos cámaras daria
un ruidoso mentís alas agitaciones yá las ame
nazas de los partidos , y resolvieron provocar
POR LAMARTINE. 54
este mentís, calificando ellos mismos, en el dis
curso de la corona á las cámaras, la conducta
de los diputados y de los pares que habian asis
tido á los banquetes reformistas.

.II.

El discurso del rey contenía una frase, en


que se llamaba hostiles ó ciegos á los hombres
asociados á los banquetes reformistas. Habia
muchos de estos en la cámara de los diputados,
algunos en la de los pares , y estas palabras im
prudentes sirvieron principalmente de testo en
la discusion de la contestacion al discurso de la
corona. Fue, pues, viva, ardiente, irritada.
Mr. Thiers vituperó y hasta deshonró la política
estranjera , que abandonaba á la Suiza y á la
Italia. Mr. de Lamartine caracterizó á esa polí
tica bajo su punto de vista esclusivamente di
nástico , austríaco en Roma , sacerdotal en Ber
na , ruso en Cracovia , contrarevolucionario en
todas partes. Sobre la cuestion delos banquetes
habló Mr. Odilon-Barrot con la autoridad de un
jefe de oposicion constitucional, y aunque La
martine no se habia asociado á aquellos, sos
tuvo que el ministerio debia proponer reglas
para el ejercicio del derecho de reunion , pero
no suprimirlo brutalmente.
«No , señores , respondió á los ministros ; no
os hagais ilusiones; no se trata aquí, como de
cis , de una agitacion artificial. Esa hoguera no
se ha encendido con el soplo de un hombre, pues
52 REV0LEC10N FRANCESA
en tal caso no habría tenido esa universalidad,
ese carácter que justamente os alarma hoy. ¿De
dónde proviene ese fenómeno en un pais que su
fre pacientemente hnce diez y siete anos? Pro
viene de que el pais se ha querido enterar al tin
de la obstinacion del errado sistema conque se
le arrastra fuera de todas sus líneas de conducta
en el interior, fuera de toda su política , de su
dignidad y aun de su seguridad en el esterior.
Y el dia en que despues de haber reflexionado
maduramente se ha penetrado al fin de ello;
cuando ha visto ese sistema obstinado de res
triccion legal en el interior, de verdadera oli
garquía en vez de la amplia democracia regular
prometida en 1830 ; cuando ha visto que ese sis
tema cambiaba de manos sin cambiar de accion,
y que se le representaban siempre las mismas
cosas bajo distintos hombres ; cuando ha visto,
últimamente, ascender la corrupcion como mia
ola impura hasta los pies de los poderes públi
cos, surgir ála superficie dela sociedad política
la espuma de los mas sórdidos vicios en vez de
concentrarse en la hez de la nacion ; cuando ha
visto la política estranjera de estos diez y siete
años, política á la que vosotros mismos le ha
biais adherido trabajosa pero gloriosamente , la
política de la paz arriesgada de repinte por vos
otros mismos , por un interes de familia, por
un beneficio dinástico, por los matrimonios es
pañoles; cuando ha visto , en Un , sacrificar sus
alianzas naturales y constitucionales á alianzas
antipáticas con los enemigos opresores de la
POR LAMARTINE. 53
Suiza y de la Italia , y á la Francia encerrada sis
temáticamente por vosotros en una frontera ile
contrarevoluciones ; ¡ oh , entonces sí se ha
conmovido , y mostrado por esta conmocion
misma que es un pais sabio y prudente !
»¿Y qué habriais pensado, qué habriais dicho
si, en vez de manifestarse esta inquietud , esta
agitacion á la luz deldia, hubiese esperado en un
silencio pérfido á que los gérmenes de desafec
cion, sembrados por vosotros hace tantos años, se
pervirtiesen ocultos en el espíritu del pueblo, y
en un dia dado , en vez de esa agitacion consti
tucional , en vez de esa opinion que murmura
en público , hubiéseis hallado minas estallando
bajo los pasos del gobierno? ¡Oh ! entonces sí
podriais acusar. ¡Oh! entonces podriais decir:—
Obrais como facciosos, como conspiradores, y
engañais al gobierno imponiendo un silencio
pérfido al descontento de la opinion. —¡ Y ved
aquí por lo que nos acusais ahora; ved aquí por
lo que nos amenazais ; no con esas leyes eviden
tes, ante las cuales todo buen ciudadano inclina
la frente, sino sin leyes, con leyes equívocas al
menos , ¿qué digo? contra todas las leyes exis
tentes ; ved aquí por lo que amenazais hasta á.
la misma representacion con venir á poner la
mano de la policia sobre la boca del pais!...
»E1 gobierno tenia y tiene aun el arma de la
ley. Al observar, pues , que no estaba armado
por la antigua legislacion contra un hecho nuevo
que se presentaba con tal universalidad ó inten
sidad en el pais , podia presentar una ley libe
54 REVOLUCIÓN FRANCESA
ral , reguladora , reconociendo el derecho , no
destruyéndole ; ley que nosotros discutiriamos
lealmente y ante la que nos inclinariamos,
cuando hubiese sido promulgada, como debe
hacer todo buen ciudadano. »
La gran mayoria de la cámara aplaudialas pa
labras de Lamartine , y reclamaba la presenta
cion de una ley sobre el derecho de reunion.
Los conservadores mismos conocian el peligro
de sostener por mas tiempo el desafio prolon
gado de los ministros á la representacion nacio
nal. « Acordaos de que vais a crear un gran pe
ligro , dijo Lamartine á los ministros al termi
nar su discurso ; acordaos del juego de pelota
y de sus consecuencias. ¿Qué significa el juego
de pelota de Versalles en 1789? El juego de pe
lota no fue mas que un lugar de reunion polí
tica de los estados generales, cerrado por los mi
nistros y reabierto por la mano de la nacion á
la representacion ultrajada del pais.
Mr. Guizot sostuvo contra Mr. Duvergier de
Hauranne y Mr. Barrot el derecho del gobierno
y de la cámara de devolver afrenta por afrenta,
y de caracterizar la enemistad ó ceguedad de los
agitadores. El guarda-se.llos , Mr. Hebert , de
mostró con talento el peligro de las reuniones
sin represion legal ; quiso hacer revivir las le
yes de i 791 , y agrió el debate , exagerando la
arbitrariedad. Replicole Mr. Ledru-líollm con
una elocuencia , brillantez y energía, que le co
locaron en la primera fila de los oradores de la
oposicion. La cólera dominaba á ambos lados
POR LAMARTINE. 58
de la cámara: era, pues, necesaria una salida á
su pasion y un término honroso al conflicto. La
presentacion de una ley razonable sobre la li
bertad y los límites del derecho de reunion lo
habria quizá calmado todo. Pero el gobierno se
obstinó en negar esta concesion. El nudo, 'que
la prudencia rehusaba desatar , iba á cortarle
la revolucion.
III.
El duodécimo distrito de Paris habia or
ganizado un banquete. La oposicion habia pro
metido hacer constar su derecho asistiendo á
este banquete , que debia celebrarse el 20 de
febrero. El ministerio no se oponía á él por la
fuerza , proponiéndose solo tomar acta del de
lito por media de un comisario de policia para
que fuese juzgado por los tribunales. La opinion
estaba unánime en aceptar el debate juridico
sobre este terreno-. Disponíase , pues , todo lo
necesario para esta demostracion pacifica.
La víspera de ella , inquieto el ministerio á
causa de la convocacion sin armas hecha á la.
guardia nacional por los impacientes republi-
. can.os , declara en la tribuna que desiste de su
propósito y que disipará la manifestacion por
medio dela fuerza pública. Mr. Barrot convoca
en su casa para deliberar á la oposicion cons
titucional , y habiéndosela propuesto abstenerse
de la manifestacion en vista de la resolucion es
trema del gobierno , aquel y sus amigos ceden á
este consejo.
tfi REVOLUCIÓN FRANCESA
Al dia siguiente celébrase una nueva reunion
en casa de un fondista de la plaza de la Magda
lena. Mr. de Lamartine, Mr. Berryer, monsieur
de Larochejacquelein , son convocados , y se
dirigen á ella. Cerca de doscientos diputados de
todos los colores de la oposicion moderada asis
ten tambien, y se discute sobre el partido que
se ha de seguir. La discusion es larga , diversa,
embarazosa , sin que pueda adoptarse una con
clusion digna y firme bajo ningun aspecto. Si la
oposicion retrocede, se destruye á sí misma,
deshonra su nombre , pierde su autoridad mo
ral en él pais , y pasa por las horcas caudiuas
del miuisterio. Si persiste en la celebracion del
banquete, se arriesga á obtener demasiado y á
dar la victoria al partido que quiere lo que ella
teme : una revolucion. Pero revolucion por re
volucion , el riesgo de una revolucion de pro
greso parece á ciertos espíritus mas aceptable
que la deshonra de una revolucion de retroce
so. Esto hace prolongarla discusion.-Mr. de La
martine, aunque adversario, como Mr. Thiersy
como Mr. Dul'aure , dela agitacion delos ban
quetes , no puede tolerar la humillacion de una
retirada deshonrosa para la opinion liberal , y
responde de repente á Mr. Berryer, que ha-
bia protesfado en términos admirables contra
aquella qpinio,n , pero sin formular conclusion
alguna.
«Al escuchar al honorable Mr. Berryer , dijo,
que os acaba de abrir tan franca y elocuente
mente -su gran alma , yo comprendia muy bien
POR LAMARTINE. , 57
sus vacilaciones de hombre honrado , sus ansie
dades patrióticas, sus esfuerzos de ingenio para
hallar el derecho , la verdad y la luz en la ter
rible crisis en que la demencia de un ministe
rio agresivo coloca á los buenos ciudadanos ; á
cualquier opinion que pertenezcan , yo recono
cia mis propios pensamientos en los suyos, mi
propio corazon en su corazon.
» Y yo tambien he meditado como él, como
todos -vosotros , sobre el partido nias honroso,
mas nacional, mas prudente y mas lirme á la
vez, que puede adoptarse en la alternativa cruel
en que nos hallamos, como aprisionados por ¡as
circunstancias ; yo tambien he adivinado que
las combinaciones de los diversos partidos nos
complican las dificultades del momento y del
porvenir; yo tambien he visto algunos claros
en nuestras filas desde que se aproxima el mo
mento supremo ; pero no por eso me he dete
nido ¿Qué nos importan los ausentes en crisis
de esta naturaleza ? ¡ Yo no miro jdmás dónde
están tales ó cuáles hombres ; solo miro los de
rechos de mi pais !
»Pero se nos dice: —La crisis es' fuer te , las
Circunstancias apremiantes, los peligros quiza
grandes para la responsabilidad de los hombres
firmes y enérgicos que se han puesto á la ca
beza de la oposioion en nombre de su pais. Yo,
señores, estoy mas convencido de esto que los
mismos preopinantes : seria una ceguedad no
verlo ; una debilidad disimularlo. La muche
dumbre es siempre un peligro, aun cuando se
58 REVOLUCIÓN FRANCESA
haya reunido por el sentimiento mas jnsto y
mas legitimo de su derecho y de su deber: lo sa
bemos , y conocemos tambien la frase tan verda
dera de la antigüedad: «Quien reune al pueblo, lo
conmueve por el mero . hecho de rennirlo.» Sí,
el horizonte político, el horizonte cercano, el
horizonte de esta semana está'cargado de in
quietudes y de eventualidades, en las que mi es
píritu se ha detenido y se detiene como el vues
tro. Si, he reflexionado y reflexiono aun en este
momento, en medio de una cruel perplejidad;
y en una duda tan terrible para nuestra res
ponsabilidad de hombres honrados y de cora
zon , no me dirijo á mi inteligencia solamente;
profundizo aun mas en mi mismo , consulto á mi .
pecho , interrogo á mi conciencia ante el juez
supremo de las intenciones y de los actos , y
planteo asi la cuestion sobre que deliberais.
( Sensacion. )
»¿Cuál es nuestra situacion?
» Estamos colocados por la provocacion del
gobierno entre la deshonra y el peligro.
» Esta es la verdad de las circunstancias. Yo
la,reconozcó, y vuestro' asentimiento me prueba-
que 'he herido la dificultad. (¡Si, sí!) Estamos
colocados entre la deshonra y el peligro. (Ad
hesion.)
»¡ La deshonra, señores I Quizá tendriamos
bastante generosidad, bastante grandeza, bas
tante abnegacion para aceptarla en cuanto á
nosotros mismos. Sí, yo siento que por mi parte
la aceptaria , que aceptaria mi milésima ó mi
POR LAMARTINE. 5
cienmilésima parte deesa deshonra, abochor
nándome, pero con gloria en cierto modo, para
evitar á tal precio que una conmocion accidental
trastornase el suelo de mi patria, y que una
gota de la generosa sangre de un ciudadano
frances manchase una sola piedra de Paris.
» ¡ Yo me siento , repito , todos vosotros os
sentís, capaz de este sacrificio ! Sí, nuestra des
honra, mas bien que la responsabilidad del der
ramamiento de una sola gota de sangre del pue
blo ó de las tropas.
«Pero la- deshonra de nuestro pais, señores;
la deshonra de la causa de la libertad constitu
cional, del carácter y del derecho de la nacion;
no, no; no podemos ni debemos aceptarla en
honor y en conciencia. El carácter, el derecho,
el honor de la nacion no son nuestros ; son del
nombre frances , y no podemos transigir sobre
lo que no nos pertenece.
»¿Y qué diriamos al volver á nuestros depar
tamentos á los que nos han confiado la defensa
de sus derechos y el cuidado de su dignidad
de pueblo libre? ¿Cuál seria nuestra actitud,
cuál seria nuestro papel ante ellos? ¡ Qué ! nos
otros hemos ejercido con ellos , bajo la fe del
uso y del derecho de reunion entre todos los
pueblos libres ; bajo la fe de la restauracion;
bajo la fe de los 'ministros de la revolucion de
julio, que ellos mismos nos han dado el ejem
plo; hemos ejercido, digo , ese derecho de re
union política ; hemos autorizado , unos con
nuestra presencia , otros , como yo , con nues
60 REVOLUCIÓN FEANCESA

tro consentimiento si uo con nuestra presencia,


esas reuniones pacificas en que la opinion se
hace oir de los diputados y de los poderes; he
mos animado á los ciudadanos á practicar cons
titucional , sabia , moderadamente ese derecho
de la emocion pública; les hemos dicho: —rSi se os
ataca este derecho , lo defenderemos , lo salva
remos por vosotros, os le devolveremos COIIH
pletamente, ó investido al menos de las garan
tías que solo á la ley corresponde darle parti ar
reglar su ejercicio.
»Sí; ved aquí lo que le hemos dicho : ¿y hoy,
cediendo cobardemente, no á una ley que yo
mismo he pedido á la cámara , sino á una ca
prichosa y arrogante intimacion de un ministro
desde la tribuna, tomariamos por ley su inter
diccion arbitraria , entregariamos, sin hacer
constar legalmente nuestra resistencia, á la
fuerza? ¿Dariamos á la arbitrariedad nuestras
armas constitucionales? ¿Desertariamos de nues
tros, compromisos, abandonando lo que creemos
la garantía fundamental de la nacion? ¿La de
jariamos despojar, sin un acta al menos de des
pojo, de aquella de sus libertades, que es la ga
rantía de las demas ; la libertad de opinion? ¿Y
volveriamos ú nuestras ciudades, á nuestros
departamentos, diciendo á nuestros comitentes:
—«Ved aquí lo qne os traemos de ese campo
de batalla legal adonde nos habeis enviado á
combatir por vosotros ; los pedazos de vuestra
constitucion , las ruinas de vuestra libertad de
' opinion , la arbitrariedad ministerial , en lugar
P01V LAMART1NB. 6i
del derecho nacional ! ¡ Hemos puesto el cuello
de la Francia bajo los pies de un ministro!
(Aclamaciones.)
«¡No, no ; eso no es posible! La Francia deja
ría de ser un pueblo ; nosotros de ser hombres:
deberíamos dimitir al instante nuestro cargo,
desaparecer de la escena pública , y anonadar
nos ante el desprecio de nuestros conciudada
nos. (Nuevas aclamaciones.)
»Y no creais que haya en estas palabras un
miserable sentimiento de orgullo personal : lo
repito, desconsiderarnos, amenguarnos nos
otros, lio es nada. ¡Pero desconsiderar, amen
guar á nuestro pais, es una deshonra; es un
crimen ; es una infamia que no podemos
aceptar!
"Hablemos con calma , señores , pues nunca
fue mas necesaria. El proceso entre el gobierno
y nosotros es imponente. Sepamos , pues . bien
lo que queremos hacer ejecutar el mártes á la
Francia. ¿Es una sedicion? No. ¿Una revolu
cion? No; ¡ Retarde Dios el mayor tiempo posi
ble la necesidad de ella para nuestro pais ! ¿Qué
es, pues? Un acto de fe y de voluntad nacional
en la omnipotencia del derecho legal de un
gran pais. Desde hace cincuenta años , señores,
la Francia ha tenido actos revolucionarios con
frecuencia , con demasiada frecuencia , con de
masiada impetuosidad quizá ; pero aun no ha
tenido un gran acto nacional de ciudadanía. Un
acto de ciudadanía es, pues, lo que queremos
ejecutar por ella ; un acto de resistencia legal ü
62 REVOLUCIÓN FRANCESA
esas arbitrariedades de que hasta aquí no ha
sabido defenderse lo bastante por medios cons
titucionales y sin otras armas que su actitud y
su voluntad. (¡Si, sil)
»La Francia quiere ser testigo de este acto
por los ojos del pueblo de Paris. Sepamos una
vez guardar, salvar, afirmar por un acto seme
jante , por una actitud inalterable y tranquila,
por la apelacion a la justicia, y no ála violencia
del pais, lo que muchas veces.no hemos sabido
conquistar y jamás conservar. (Adhesion.)
»¿La ejecucion de este acto ofrece peligros?
¿Quién lo niega? Pero la abjuracion de los de
rechos de la nacion , la aceptacion de la arbi
trariedad , la animacion á las tentativas de usur
pacion ministerial, el abatimiento del carácter
nacional ante todos los gobiernos, ¿no ofrecen
tambien peligros?
»l Peligros! No hableis tanto de ellos, porque
nos hareis perder la sangre fria necesaria para
prevenirlos •; nos inspirareis la tentacion de ar
rostrarlos. Solo dependerá de nosotros intentar
apartarlos de esta manifestacion por toda la mo
deracion, la reserva, la prudencia de acciones y
de palabras recomendadas por vuestro comité.
Lo demas no está en nuestras manos , señores,
sino en las de Dios. El únicamente puede inspi
rar el espíritu de órden y de paz á este pueblo-
que asistirá entero á la manifestacion pacifica y
conservadora de sus instituciones. Boguémosle
que se digne dar esta señal de proteccion á la
causa de la libertad y del progreso de los pue
POR LAMARTINE. 6i
Mos, y evitar toda colision funesta entre los
ciudadanos armados y los desarmados. Conjure
mos á todos los ciudadanos para que suceda asi,
y abandonemos lo demas á la Providencia y á
la responsabilidad del gobierno , pues que él
provoca y hace necesaria esta peligrosa mani-
i'tístacion. Ignoro si las armas confiadas á nues
tros valientes soldados serán todas manejadas
por manos prudentes: lo creo, lo espero asi; pero
si las bayonetas vienen á desgarrar la loy ; si los
fusiles tienen balas; lo que yo sé , señores , es
([ue defenderemos, con nuestra voz primero, con
nuestros pechos despues , las instituciones y el
porvenir del pueblo, y que sei'á necesario que
esas balas destrocen nuestros pedios para ar
rancar de él los derechos del pais. No delibere
mos mas: obremos »
IV.
Tales fueron las palabras de Lamartine, ar-
rat•endas mas bien por el entusiasmo que por
la reflexion. Lamartine habia llevado antes sus
escrúpulos hasta vituperar en voz alta la agita
cion cíe los banquetes , como un estímulo de las
revoluciones; pero en el último momento cam
biaba de lenguaje. No se trataba ya , es cierto,
de un banquete reformista , sino de sostener el
derecho de reunion legal disputado á viva fuerza
por los ¡ninistros á los representantes del pais.La
lucha entre la oposicion de todos los matices y
el gobierno se personificaba en este duelo po
6t REVOLUCION FRANCESA
lítico. Lamartine creia ver comprometido y per
dido el honor de aquella si retrocedia des
pues de haber avanzado tanto. La oposicion del
centro izquierdo iba á debilitarse , y debili
tándose, á arrastrar en su caida á las demas
oposiciones que habia comprometido en sus
manifestaciones y en sus maniobras. Lamartine
no habia formado jamás parte de esta oposi
cion , que le parecia mas personal que nacio
nal ; mas ambiciosa que política. La satisfac
cion de coger una vez mas á esta oposicion eu
flagrante delito de debilidad ; el orgullo de ade
lantarse á ella y convencerla de inconsecuen
cia, habian entrado quizá por algo en el calor de
su discurso. El fuego de su cólera se apagó en
palabras. La oposicion del centro izquierdo va
ciló una vez mas , y abandonó la idea del ban
quete , quedando así sin consecuencias el dis
curso de Mr. de Lamartine, que no tuvo nin
guna parte en el distinto giro que tomó el mo
vimiento.
Pero si estas consideraciones escusan la falta
de Lamartine, no bastan para absolverle. El
impulso que habia dado ála oposicion, tanto
podia producir un conflicto como la obstinacion
del gobierno. Lamartine abandonaba algo á la.
casualidad , y la virtud no confia nada sino
á la. prudencia, cuando se trata del reposo de
los estados y de la vida de los pueblos. Tentaba.
pues, á Dios y al pueblo, falta que. despues se echó
en rostro severamente.' Es la única que pesa so
bre su cónciencia en todo el curso de su vida po-
**...'K/i. ! Kii.iiltf:a 98
POK LAMARTINE. 65
lítíca , y qtje no trató" de atenuarse á. si mismo
ni á los demas.- Es una grave falta querer atri-<
búir á Dios lo que Dios ha dejado al hombre de
estado : la responsabilidad. Habia en ello un
desafío á la Providencia , y el hombre sabip; na
debe desaliar jamás á la fortuna, sino preverla
y conjurarla. . : .'., ...' .{. .-,'!
-:.:..„- r. .:.,... ".i. ..&.i„'. , -i- .. ...:..-.,i.
-.JJ:;-i ., '.! '.«... í.: y .. . <: .-i '-' .- ..-i'"''!'/ 'i!: »' '!-. W
Por la inr<]c,iunos siete Ú ocho. diputados y
pares , reunidos espontáneamente en casa de
Mr. de Lamartine, resolvieron aceptar solos el
desafío arrojado por el gobierno, que la oposi
cion. del centro izquierdo había rehusado , y
asistir a! banquete para protestar con su pie-.
sencia contra la arbitraria prohibicion del mi7:
nisterio. Convinieron en reunirse al (lia se
guiente en casa del duque de Harcourt ; pero
habiendo sabido algunos instantes despues que
no se verificaría ningun banquete, se separaron.
Sin embargo , previendo el gobierno los
acontecimientos que podian surgir de la agi
tacion en que se hallaban los ánimos , habia
reunido fuerzas considerables en Paris y sus
cercanías, que se hacian ascender á cincuenta
mil hombres. Al primer toque de llamada la
artillería de Vincennes debia acudir á la en
trada del arrabal de San Antonio ; disposiciones
largo tiempo y hábilmente estudiadas desde:
1830 habían asignado para en caso de subleva
cion puestos estratégicos á los diferentes cuer
pos en diversos cuarteles: todo motín intercep-
tomo i. 5
Í6 «EVOLUCIÓN FRANCESA
tado por estos cuerpos debia ser disuelto en
términos de que no pudiese volver á reunirse.
El fuerte del monte Valeriano debia ser ocu
pado por una guarnicion numerosa, que con
tanta facilidad podia acudir áParis como á Saint-
Cloud. Treinta y siete batallones de infanteria,
un batallon de cazadores de Orleans, tres com
pañías de ingenieros, veinte y cuatro escua
drones, cuatro mil hombres de guardia muni
cipal y de veteranos, y cinco baterias de artille
ria, formaban la guarnicion de la capital.
VI.

La noche fue tranquila y silenciosa, como sí


pareciese que la poblacion reflexionaba antes de
obrar. El principio de la mañana no anunciaba
tampoco un dia siniestro. No se veian ni armas
bajo de los vestidos , ni cólera en los rostros.
Solo masas curiosas é inofensivas veianse en los
boulevares, que se aumentaban por instantes
con lasque bajaban de los arrabales altos de
Paris , y que parecian mas bien observar que
meditar alguna cosa. Los sucesos parecieron
como originados por la curiosidad que los es
peraba. Grupos de la juventud de las escuelas,
vanguardia de todas las revoluciones, se re
unieron en los cuartéles, y animados por su
número bajaron ala plaza de la Magdalena, can
tando la Marsellesa. Electrizado el pueblo por
este canto, responde á él; la columna se aumen
ta , atraviesa la plaza de la Concordia , el Puente
tOR LAMARTINE «7
Real, fuerza las verjas del palacio de la cámara
de los diputados, desierta aun, y se esparce
sin guia y sin objeto en los jardines del palacio
y sobre los malecones. Un regimiento de dra
gones avanza por el terraplen de los malecones
y dispersa al paso á aquella juventud , en la
que no halla resistencia. Llega la infanteria ; la
artilleria toma posiciones en la calle de Borgoña,
y el puente queda defendido militarmente.
Tristes, pero no inquietos , los diputados se
reunían en su palacio sin ser insultados, y su
bidos sobre las gradas del peristilo que da frente
al puente , contemplaban desde allí las fuerzas
cada vez mayores de que la monarquía disponía
y las primeras oleadas de la multitud que la
caballeria arrollaba hácia la calle Real. No se
oia ni un grito ni un tiro , mientras que la mú
sica de un regimiento de cazadores tocaba aires
pacificos ante las verjas dela cámara delos dipu
tados. El contraste entre estos sonidos de fiesta
y los aparatos de combate que se distinguían en
los malecones, heria las almas, y producia una
cruel disonancia entre el oido y los ojos de los
ciudadanos.
VIL
Dentro ya del palacio los diputados, Mr. Bar-
rot depositó en la mesa una proposicion de acu
sacion contra los ministros. Vista por Mr. Gui-
zot, se dirigió á la mesa , leyó la proposicion, y ,
se sonrió desdeñosamente. Habia leido y escrito,
mucho sobre la historia; su alma fuerte y altiva
08 REVOLUCIÓN ÍTÍASCIÍSA.
era afecta á los grandes dramas; su elocuencia
btíscaba las ocasiones que habian de tener eco
en el porvenir, y su mirada aspiraba el combate.
Desafiaba , pues , una acusacion contra la qne
se hallaba garantido en 'el' .interior por una ma-
yoria de que disponía como de su propia per
sona ,' y en el esterior por el monarca y por el
ejército. La cámara, distraida é impresionada,
discutió por fórmula algunas leyes adminis
trativas.
Durante el dia , corto y sombrio como un dia
de invierno , se aumentaron las masas errantes,
se levantaron algunas barricadas como para tatí-
tear el terreno de la revolucion , y los comités
de la insurreccion estuvieron permanentes en
las sociedades secretas y en las redacciones de
los periódicos republicanos. Ignoramos lo que:
pasó en ellas, aunque sin duda estarian mas
bien en observacion que en accion. La .limitada
de un conspirador, que no dispone nunca mas
que de un pequeño número de brazos , no tiene
influencia sino cuando sirve á una idea general
ó á una pasion preexistente. Los gobiernos an
tiguos, tiranos ó despóticos, podian perecer
por un complot; pero bajo los gobiernos libres,
el complot se desvanece : el único conspirador
omnipotente de los estados modernos, es la
opinion.
Sin que hubiese corrido sangre, llegó la no
che, que fue silenciosa como el dia, inquieta
como la víspera de un gran acontecimiento.
Entre tanto, la noticia de un cambio probable
POR LAMARTINE. 6?
de ministerio habia tranquilizado algo los uni
mos. Las tropas vivaqueaban en las plazas y las
calles. Algunos bancos y sillas de los Campos-
Elíseos, incendiados por los muchachos, alum
braban con una iluminacion de desórden. El
gobierno dominaba en todo Paris, escepto en
la especie de cindadela fortilicada por la natu
raleza .que forman los edificios y la estrecha
tortuosidad de las calles inmediatas á la iglesia
de San Mery, centro de Paris. Allí ge habian
concentrado, ora por táctica meditada, ora por
la espontaneidad de los mismos instintos revo
lucionarios , algunos infatigables é intrépidos
revolucionarios, en número de cuatrocientos ó
quinientos, que lo observaban todo y 110 deses
peraban de nada. Sus jefes mjsmos desaproba
ban su obstinacion y su temeridad. Otro desta
camento de republicanos sin jefes desarmó du
rante la noche á los guardias nacionales de las
Batiñolas, incendió el cuerpo de guardia de la
barrera, y se fortificó para esperar los aconteci
mientos en un corral cercano, del cual no se in
tentó desalojarlo, . . „:t ..i.!
Al amanecer, los caminos que conducen á las
puertas de Paris se hallaban cubiertos de.eo-?
lumnas de caballería, de. in.fanteria y de artir
Hería, Mamadas por órden del gobierno. Es-r
tas tropas . imponentes , disciplinadas.,' obe
dientes, pero tristes y silenciosas, como si. e|
dolor qe las guerras intestinas oscureciese ya
su frente , tomaban posiciones sucesivamente
en las grandes encrucijadas de los cuarteles
70 . REVOLUCIÓN FRANCESA

mas poblados de Paris. El pueblo no combatía


en masa en ningun punto : grupos diseminados
desarmaban los cuerpos de guardia aislados,
se ocultaban en las tiendas de los armeros, é
invisibles, disparaban tiros perdidos sobre las
tropas. Las barricadas que partían del centro
de la iglesia de San Mery, se elevaban, multi
plicándose de trecho en trecho, casi tras- de los
pasos del ejército. Apenas levantadas, se las
abandonaba, y las tropas no tenían que comba
tir mas que piedras. Dábase una batalla silen
ciosa, cuyos progresos se conocian sin oirse
ruido.
La guardia nacional , convocada por una tar
dia llamada, se reunía legion por legion. Una vez
reunida , se limitó á interponerse entre las tro
pas y el pueblo , pidiendo en alta voz la caida de
los ministros y la reforma , de cuyo modo se
hacia el escudo de la revolucion.
VIII.

Tal era el estado de Paris al amanecer del


dia 24. Fatigadas las tropas de no ver enemigos
y de sentirse sin embargo hostilizadas por to
das partes, permanecian fieles, pero tristes, en
sus diferentes puestos. Los generales y los ofi
ciales hablaban en voz baja de la-inesplicable
indecision de los sucesos , y á la salida de las
principales calles se encontraban pelotones de
ginetes envueltos en sus capotes grises, con el
sable desenvainado en la mano , inmóviles en el
POR LAMARTINE. 74

mismo sitio hacia treinta y seis horas, y de


jando dormir á sus caballos, que se estremecian
de frio y de hambre. Ayudantes de órdenes pa
saban a galope por las calles á cada instante,
llevando de un punto á otro de Paris órdenes y
contraórdenes. Oíase á lo lejos, hácia la casa
de ayuntamiento y en el laberinLo profundo y
tortuoso de las calles adyacentes, fuegos de pe
loton que parecian amortiguarse y estinguirse á
medida que avanzaba el dia. En las calles se
veia poco pueblo, como si quisiese dejar comba
tir en su lugar al espíritu invisible de la revo
lucion y al pequeño número de combatientes
obstinados que morían por. ella en el centro de
Paris. Hubiérase dicho que entre esas masas
del pueblo y este grupo de republicanos habia
un acuerdo secreto, una inteligencia muda, que
decia á los unos: —«Resistios algunas horas
mas.» Y á los otros:—«No teneis necesidad de
mezclaros en la lucha , y de derramar la sangre
francesa, pues el genio de la revolucion com
bate por todos. La monarquía se halla en una
pendiente, y basta con empujarla por ella. An
tes de que el sol se oculte habrá triunfado la
república. ,... .
IX.
La suerte de la jornada dependia de la dispo
sicion en que se hallase la guardia nacional. El
gobierno no habia querido hasta entonces son
dear su equivoca disposicion , pidiéndole que
tomase una parte activa en los sucesos y que hi
71 REVOLUCION FRANCESA

cíese fuego sobre el pueblo. Su jefe , el gene


ral Jacqueminot , intrépido y valiente hasta la
temeridad , pero enfermo entonces , no dudaba
que hallaría en sus oficiales y soldados la reso
lucion marcial y la adhesion que él mismo sentía.
El rey , que durante diez y ocho años habia es
trechado una por una las manos de todos los
guardias nacionales de Paris, y que conocia
mejor que nadie la profunda solidaridad que
existía entre sus intereses y los suyos, se creia
seguro de sus corazones- y de sus bayonetas.
-: 'El' prefecto de Paris, comiede Rambuteau,
muy adicto á la familia real , pero incapaz de
adular hasta un estfémo peligrosa á las perso
nas que amaba , no participaba de la confianza
del rey. Sus relaciones frecuentes con él comer
cio , de donde salían todos los coroneles y ofi-
riales de éste cuerpo , le habian revelado hacia
aíg'un tiempo un descontento sordo , una des
afeccion ingrata quizá , pero no por eso menos
real, que no se convertiría en sedicion, perb
que podría convertirse en abandono á la hbra
del peligro. Le habia hecho esta advertencia 'al
rey , quien la habia rechazado con uu ademan
de incredulidad —« Ocupaos de Paris , le habia
dicho este : yo respondo del reino ; » y el fiel ma
gistrado se habia retirado con una viva inquie
tud
-ri.; por
i!i ! tan profunda
'.! i'' - -. . seguridad.
':-'. i •- - . /'
'.< .' - X.

Llamada en efecto la guardia nacional en la


POR LAMARTINE. 73
mañana del 23 para interponerse entre el pue
blo y la tropa, habia respondido al llamamiento
con bastante lentitud y flojedad. En el movi
miento prolongado del pueblo veia aquella una
manifestacion antiministerial , una peticion
armada en favor de la reforma electoral, que es
taba muy lejos de desaprobar , y por tanto se
sonreia en secreto. El nombre de Mr. Guizot le
habia llegado á ser antipático , y no podia su
frir su autoridad provocadora y demasiado pro
longada. Tal vez amaba Sus principios de go
bierno , pero no al hombre, en quien veia un pa
laciego y un provocador imprudente de la Ingla
terra. Al mismo tiempo que'' le reconvenía por
la paz comprada por su servil 'política en Por
tugal , reconveníale tambien:'dé:h.á¡B'e^se arries
gado con demasiada temeridad á una guerra por
el engrandecimiento dela familia de Orleans en
Madrid. La guardia nacional se alegraba pues
dala caida de este ministro, ^an impopular por
la p8z'cbnío por la giiferra.
Ntífce alarmaba tampoco demasiado de ver al
pueblo votar á tiros contra el sistcmá: gastado
del rey , que habia Envejecido tanto' en el cora
zon de la guardia nacional como en el 'húmero
<fe Susanos. Sri sabiduria parecia a los parisien
ses convertida eh dura obstinacion , y la altera-
éloiró>encimiento de ésta Un justo castigo 'de
una fortuna demasiado larga. Todo se reduci-
ria , pues', al parecer de los guardias naciona-
tés , á 'un «ambio dé ministerio algo forzado por
la conmoción de' Paris-; á la éhtrfcda de la opo
T* . REVOLUCIÓN FRANCESA

sicion en los negocios , en la persona de mon-


sieur Thiers y de Mr. Odilon-barrot , y á la re
novacion de la cámara de los diputados con
forme á la opinion del pais ; los mas previsores
llegaban cuando mas hastala abdicacion del rey
y la instalacion de una regencia. En una pala
bra , la guardia nacional creia bacer con sus
murmullos la oposicion en las calles, cuando
ejecutaba ya una revolucion.
Por lo demas , no dudaba de que durante la
noche se hubiese aconsejado mejor al rey , de
que el nuevo ministerio se anunciaria aquella
misma mañana , y que no teniendo entonces ob
jeto, el movimiento se desvaneceria por sí mismo,
convirtiéndose, como la víspera, en gritos de ale
gria y en iluminaciones.
XI.
La cámara de los diputados estaba reunida
desde las doce de la mañana , aguardando las
comunicaciones que el rey le hiciese .dirigir por
sus ministros. La mayoria, tan llena de seguri
dad como el rey mismo, confiaba en su fuerza,
en el número de las tropas, y en su fidelidad,
hablaba pacificamente en sus bancos de las dife
rentes combinaciones ministeriales que le hora
próxima vendria á revelar á los diputados. Se
consideraba inminente un cambio de ministerio,
pero nadie veia aun necesario un cambio de go
bierno. Los amigos favorecidos del antiguo mi
nisterio estaban consternados: los ambiciosos,
POR LAMARTINE. 75
radiantes de esperanzas. Los hombres indepen
dientes contemplaban con tristeza la lucha en
tre dos partidos encarnizados, de donde podia
salir la ruina del pais. Una ansiedad penosa,
pero no desesperada , reinaba en el resto de la
asamblea , ansiedad de que la mayoria misma
empezaba á participar , y cada vez que entraba
un hombre importante se formaban grupos en
torno suyo , como para arrancarle desde luego
la palabra que debia decidir la crisis. Entre
tanto, uno de los hombres á quienes la Provi
dencia reservaba un papel en los acontecimien
tos futuros , no preveia aun la catástrofe que
debia algunas horas despues hundir á la monar
quía : ese hombre era Lamartine.
Hijo de un gentil-hombre de provincia de las
riberas del Saona , la verdadera juventud de La
martine habia sido oscura; la habia empleado
en estudios, enviajes, en el retiro del campo.
Habia conversado mucho con la naturaleza, con
los libros, con su corazon, con sus ideas. El odio
que se le inspirara contra el emperador, cuya
esclavitud solo era gloriosa en la apariencia,
pero triste y empañada interiormente, lo au
mentaba la lectura de Tácito , sublevando su co
razon contra la tiranía del nuevo César. Descen
diente de una familia militar, religiosa y realista,
Lamartine, como todos los jó venes de la antigua
nobleza de provincia , habia entrado en la guar
dia real á la vuelta de los Borbones. La impa
ciencia y el disgusto del servicio en tiempo de
paz le hicieron salir de aquella , y recobrada su
76 REVOLUCIÓN FRANCESA
libertad, volvió á emprender sus correrias por
el mundo. Poesías compuestas sin ninguna as
piracion , casi involuntariamente , le habian
dado alguna fama , y á ella debió el ser bien
acogido por los hombres políticos de la época,
•MM. de Talleyrand, Pasquier, Mounier, Royer-
Collard, Broglie, Bonafd, y particularmente
por Mr. Lainé. Bajo sus auspicios entró en la
carrera diplomática; pero sus opiniones, desde
entonces liberales , como tambien las de su fa
milia , habian desagradado á la corte. Su inde
pendencia perjudicó á sus ascensos, y hasta
1850 nó fue nombrado ministro plenipotenciario
en Grecia.
Despues de la revolucion de julio, dió su di
mision por un Sentimiento de respeto hacia la
desgracia de los reyes , á quienes habia servido,
y de reserva hácia la fortuna creciente de los
nuevos reyes que se elevaban. Lamartine "habin
empleado dos años en un viaje á Oriente. El
horizonte del mundo desarrolla el pensamiento:
él espectáculo de las ruinas de los imperios en
tristece , pero fortilica á la filosofía. Vcuse cu
ellas, ,como desde las alturas de una eminencia
geográfica , nacer , crecer , y perderse las ra
zas , las ideas, las religiones, los imperios. Los
pueblos desaparecen , y no se distingue mas
que á la humanidad siguiendo su curso, y mul
tiplicando sus paradas sobre el camino de lo in
finito. Mas claramente aun se distingue á Dios al
estremo de esté camino de las caravanas de las
naciones. Trata uno de comprender los desig
POR LAMARTINE. " • TÍ

nios divinos de la civilizacion, y se entreven.


Se adquiere la fe del progreso indefinido de las
cosas humanas : la política momentánea y local
se amengua y desaparece ; la política universal
y eterna se muestra entonces. Al partir , era un
hombre solamente, y vuelve filósofo. En adelante
no será uno de otro partido que del de Dios : la
opinion se convierte en filosofía; la política en re
ligion. Tales el efecto de los largos viajes y de las
profundas meditaciones por medio del Oriente.
No se descubre el fondo del abismo y los secre
tos del lecho del Océano sino despues que el
Océano mismo se ha secado. Otro tanto sucede
con el lecho de los pueblos : la historia no los
comprende sino cuando ya no existen.
XII.
Durante su viaje á Oriente, Lamartine habia
sido nombrado diputado por el departamento
del Norte. Por espacio de doce años se habia
sentaüo en la cámara enterjmente aislado de
los partidos , buscando el camino de la verdad
y la luz de la filosofía ; hablando sucesivamente
en favor ó en contra de las miras del gobierno;
viendo reinar á la nueva dinastía sin odio ni
afecto ; pronto á ausiliarla si qucria gobei'nar
en el sentido de la democracia creciente cada
dia en derecho y en poder; pronto á resistirla
si seguía el camino de lo pasado.
Los principios políticos de Lamartine étón
los dela cierna verdad de que el Evangelio es
78 REVOLUCIÓN FRANCESA
una página : la igualdad de los hombres ante
Dios, realizada sobre la (ierra por las leyes y
las formas de gobierno, que dan al mayor nú
mero, y muy luego á la universalidad de los ciu
dadanos, la intervencion personal mas igual po
sible en el gobierno , y por este medio en los
beneficios morales y materiales de la sociedad
humana.
Lamartine reconocia , sin embargo , superiór
el gobierno de la razon á la soberanía brutal del
número ; porque siendo á sus ojos la razon la
reverberacion de la divinidad sobre el género
humano , la soberanía de la razon era la sobe
ranía de la divinidad. No llevando hasta el es
tremo de la quimera sus aspiraciónes ála igual
dad de las condiciones sociales , violenta é im
posible en la actualidad, no comprendia nin
guna sociedad civilizada sin estas tresnases que -
parecen asentadas por el mismo instinto, ese
gran revelador de las verdades eternas : el es
tado , la familia , la propiedad. El comunismo
de los bienes, que trae necesariamente el comu
nismo de la mujer, de los hijos, del padre y
de la madre, y. el embrutecimiento de la espe
cie humana, le causaba horror. El socialismo
en sus diferentes fórmulas, sansimonismo, fur-
rierismo , espropiacion del capital, bajo el pre-
testo de libertar de trabas y multiplicar los pro
ductos , le inspiraba lástima. La propiedad le
parecia sin duda, como todas las cosas, perfec-
cionable por las instituciones, que la aumentan
y aseguran en vez de destruirla ; pero el salario,
POR LAMARTWI. 7»
protegido era para él la forma mas libre y per
fecta de la asociacion entre el capital y el trabajo,
pues que el salario es h proporcion exacta li
bremente discutida y fijada entre el valor del
trabajo y las necesidades del capital, propor
cion espresada en todo pais libre por lo que se
llama concurrencia.
Sin embargo, como el trabajador, Irostigada
por el hambre, no tiene siempre libertad com
pleta para discutir su derecho y proporcionar
así el precio de su trabajo al servicio que hace
al capital, Lamartine admitía hasta cierto punto
la intervencion del estado como árbitro 6 juez
entre las exigencias contrarias de ambos con
tratantes.
Queria ademas. que el estado, providencia de
los fuertes y de los débiles ,- suministrase en
ciertos casos estremos , determinados por la
adniiujstracion , trabajo de asistencia á los
obnJ| Renteramente imposibilitados de procu
rar^ fl pan de sus familias. Al efecto pedia
el establecimiento de una contribucion de po
bres, porque no queria que la última palabra
de una sociedad civilizada al obrero falto de ali
mentos y de abrigo, fuese el abandono y la
muerte, sino que esta última palabra fuese pan
y trabajo.
En fin, penetrado de las ventajas de la pro
piedad, el verdadero derecho de ciudadanía de
los tiempos modernos, aspiraba á estingnir
•gradualmente el proleta cismo , concediéndola
al mayor número, y al fin á la universalidad de
<-: .:iKir.- . - .
SO REVOLUCION FRANCESA

los ciudadanos. Pero la primera condicion que


exigía para esto era el respeto á la propiedad
ya creada, á la de los negociantes, á la de los
industriales elevados, ya por el trabajo ó por
herencias de familias á esa dignidad y á ese
Bienestar. Desposeer á los unos para enrique
cer á los otros no le parecia un progreso, sino
una espoliacion ruinosa para todos.
Tales eran sus ideds sobre el. aspecto social
de la revolucion que debia verificarse, ó mas
bien del gobierno que debia perfeccionarse en
favor de las masas. En cuanto á la forma de go
bierno, habia escrito en su Historia de los Gi
rondinos su verdadero pensamiento sobre la
forma monárquica ó sobre la forma republica
na , que en su concepto clebiau ser la espiesion
de las necesidades, de las ideas , de los deseos
y de las aspiraciones de la época y de la sob
riedad. jÉ".
un. 4|
La cuestion de gobierno era para Lamartine
una cuestiou de circunstancias mas bien que de
principios. Es evidente que sí el gobierno cons
titucional de Luis Felipe se hubiese inclinadlo á
realizar gradual y sinceramente las dos ó tres
grandes reformas morales ó materiales exigidas
por la época , Lamartine hubiera defendido la
monarquía ; porque en su apreciacion tranquila
y razonada de la felicidad de las naciones y de .
los individuos, la estabilidad y el orden le pa
recian ciertamente inmensas condiciones deade-
POR LAMARTINE. 84
lanto y reposo. El reposo es un bien, pero La
martine sabia que los poderes asentados , se
gun la espresion de que se habia servido en los
Girondinos, se niegan de una manera invenci
ble á estas obras de Irasformacion , que son
siempre conmociones. Rehusando su concien
cia el provocar una revolucion , aceptaba en su
ánimo la eventualidad de una revolucion invo
luntaria , si la fuerza de las cosas la habia de
producir alguna vez, resuelto á arrostrar sus
peligros y sus borrascas para hacerla concurrir
por una parte ála realizacion de ideas que creia
ya terminadas, y por otra para contenerla , en
cuanto dependiese de él, deníro de los limites
de la justicia , de la prudencia y de la huma
nidad.
Las dos ideas principales que Lamartine creia
bastante santas y bastante fecundas para que
mereciesen el esfuerzo de una revolucion , eran
enteramente desinteresadas. Aprovechando solo
á la causa de Dios y de la humanidad, no satis
facian en nada los intereses ó las pasiones per
sonales de aquel , o al menos uo satisfacian las
pasiones de un ambicioso, sino las de un filó
sofo. No tenia nada que ganar, y sí mucho que
perder, en esa revolucion eventual', que solo
quería para consagrarle sus servicios, su cora
zon , su razon , tal vez su vida. Estas dos ideas
eran dignas de tal sacrilicio.
La una era la concesion á las masas de los
derechos políticos para preparar por este medio
su advenimiento progresivo, regular é iuofcn-
tomo i. 6
8? REVOLUCIÓN FRANCESA*
sivo , á la justicia ; es decir , á la igualdad de
condiciones, de luces, y de bienestar relativo
en la sociedad,
La segunda era la emancipacion verdadera de
la conciencia del género humano , no por medio
de la destruccion , sino por la libertad completa
de las creencias religiosas. El medio á sus ojos
era la separacion definitiva del estado y de la
iglesia. Mientras el estado y la iglesia se viesen
encadenados el uno al otro por contratos simo-
niacos , por salarios recibidos é investiduras
dadas ,. el estado le parecia interpuesto entre
Dios y la conciencia humana. Las religiones á su
vez le parecian alteradas ó profanadas, descen
diendo asi de su majestad de creencias volun
tarias á la condicion servil de magistraturas
politicas. « La revolucion de 89, habia dicho en la
tribuna , ha conquistado la libertad para todo
el mundo , escepto para Dios. La verdad reli
giosa está cautiva de la ley ó captada por los
salarios y favores parciales de los gobicrnos.-
Es preciso restituirle su independencia y aban
donarla á sus destellos naturales sobre el espí
ritu humano. Llegando á ser mas libre, será
mas verdadera ; siendo mas verdadera , será
mas santa. Llegando á ser mas santa y mas libre,
será mas eficaz. Hoy no es mas que la ley, será
la f«. No es mas que la letra , ella será el espí
ritu. No es mas que la fórmula, será un acto.»
Lamartine habia sido criado religioso , como
el aire ha sido creado trasparente. El sentimiento
de la divinidad era tan inseparable de su alma,
. ÍQB; IWRTINE. . ., : 83
ijiie era imposible separar en él la política de la
religion. Totio progreso que no daba por resul
tado para el hombre conocimientos mas lumino
sos y una adoracion mas activa del Creador,
origen y fm de la humanidad , le parecia una
marcha á oscuras y sin objeto en la nada.
Pero anhelando por medio de sus deseos y de
sus actos un progreso en la fe y en la adoracion,
Lamartine no queria este progreso sino por
medio del influjo de la razon general sobre to
dos y de cada uno sobre su propia razon. Te
nia horror á las persecuciones , á las violencias
y hasta á las coacciones de la conciencia. Respe
taba sinceramente en los demas ese órgano , el
mas inviolable de todos aquellos que forman al
hombre: la creencia. Veneraba la fe y la piedad
bajo cualquiera forma santa que revistiesen para
alumbrar y consolar á sus hermanos. Se daba
cuenta á sí mismo de las innumerables y santas
virtudes de que el catolicismo , comprendido de
oira manera que él lo comprendia , era el origen
divino en el corazon de los creyentes. Habria
muerto defendiendo la inviolabilidad del culto
sincero y concienzudo del último de los fieles.
Deseaba que las religiones se despojasen por sí
mismas de la vetustez que las revestía; no queria
que fueran despojadas violenta 6 irreverente
mente. Su solo apóstol erala libertad : es el solo
digno de Dios en el espíritu de los hombres.
Respetaba el sacerdocio con tal que este sacer
docio fuese la magistratura voluntaria del alma
armada de la fe y no de la ley. Su sistema de -la
8t REVOLUCION FUANCESA
libertad de cultos por medio solo de la asocia
cion , era racional , piadoso y anti-revoluciona-
rio en el mal sentido de la palabra.
XIV,
Estos eran los dos principales móviles secre
tos que impulsaban á Lamartine, no á hacer, sino
á aceptar una revolucion , ó al menos el comple
mento de la revolucion. Porque en manera al
guna se ocultaba las dificultades , los peligros y
las desgracias que toda revolucion arrastra tras
sí; Amaba la democracia como la justicia : abor
recia la demagogia como la tiranía de la multi
tud. Dios ha formado la humanidad, como ha
formado al hombre, de un principio de bien y
de un principio del mal. Existe una dósis de
virtud y una dósis de vicio y de crimen en las
masas como en los individuos. Este vicio y este
crimen se agitan y se exaltan en las revoluciones.
Todo lo que los pone en movimiento parece que
los multiplican hasta que la calma renace y
su naturaleza los arrastra al fondo. Es la guerra
de las olas contra el Océano. El Océano al cal
marse triunfa siempre y sumergela ola. Mas no
por eso ha dejado de azotarlo. Lamartine sabia
esto : temblaba ante la perspectiva de los esce-
sos de la demagogia. Estaba resuelto á resis
tirlos y á morir si era preciso para preservar de
sus delirios y de sus furores al partido del pue
blo y la serena majestad-de una revolucion.
.1 -. l'OR LAMARTINE. «5

XV.
Mientras escuchaba y miraba sin comprender
bien el movimiento, mas semejante á un inotiu
que á una revolucion , que se concentraba en
algunas calles del centro de Paris , he aquí lo .
que habia acontecido.
El 25 por la noche, pocos momentos despues
de anochecer, la multitud parecia satisfecha con
el cambio de ministerio ; inundaba los bouleva-
res y las calles aplaudiendo las iluminaciones
que brillaban en las fachadas de los edificios.
Un sentimiento de paz y de íntima alegria se
abrigaba en el fondo del corazon de los ciuda
danos. Era como una proclamacion muda de re
conciliacion y de concordia despues de una có
lera abortada entre el rey y el pueblo. Sabiase
que el rey, no vencido, pero vacilante, habia
•hecho llamar sucesivamente á las Tullerias á
Mr. Molé, Mr. Thiers y Mr. Barrot.
Mr. Molé, hombre de temperamento político,
ejercitado en las crisis , agradable á las cortes,
estimado de los conservadores, amado por la
.alta clase media , era una de esas aristocracias
de nacimiento y de carácter, cuya superioridad
es tan natural, que la democracia mas suspira-/.
se honra respetándolos y amándolos.
Mr. Thiers, jefe de la oposicion personal ai
rey, hombre cuyo talento está pronto á todo,
y capaz de las evoluciones mas inesperadas,
podia sorprender y admirar igualmente á los
86 REVOLUCION FRANCESA
conservadores, dominar al rey y fascinar al
pueblo. v
Mr. Barrot, inaplicable hasta entonces al go
bierno á causa de la inflexibilidad y populari
dad de sus principios, pero que la estremidad
del peligro hacia hoy dia necesario, y cuyo solo
nombre prometia al pueblo la última adminis
tracion posible entre la monarquia y la repú
blica.
Sus opiniones colocaban á Mr. Barrot en los
últimos límites dela monarquía. Era el Lafayeüe
de 4848. Su elocuencia podia constituir la
fuerza y la gloria de un ministerio. Su carácter,
de una pureza incontestada, algunas veces do
blegado por condescendencias é indecisiones de
ánimo, hacia de él un idolo grave y casi invio
lable para el pueblo. Era la oposicion personi
ficada, pero la oposicion desinteresada de (oda
otra ambicion que la de una gloria honesta.
Semejante hombre parecia haber sido reser
vado durante diez años por la Providencia para
salvar en la hora suprema al rey vencido que
se arrojaba en sus brazos.

XVI.

Estas negociaciones no habian producido resol


tado alguno en la noche del 23. El rey habia
permanecido sordo á las condiciones propues
tas por Mr. Mole. Un cambio de personas pare
cia á este principe un sacrificio suficiente á la
POR LAMARTINE. 87
necesidad. Un cambio en las cosas le pare
cia una abdicacion de su propia sabiduria. En
cuanto á Mr. Thiers y á Mr. Barrot, sus nom
bres repugnaban al rey, como señales evidentes
de su derrota personal. Se reservaba estos dos
nombres como supremos conjuros contra peli
gros supremos; pero no se creia seriamente
condenado á servirse de ellos. Quedábale la no
che para reflexionar y para decidirse conforme
á las apariencias mas ó menos amenazadoras
del dia siguiente. Nada anunciaba que aquella
noche que comenzaba con el esplendor de una
iluminacion fuese la última noche de la mo
narquía.
Un corto número de combatientes concen
trado en el cuartel de Paris, que por la obli
cuidad y la estrechez de sus calles es la cinda
dela natural de las insurrecciones, era el único
que conservaba una actitud hostil y una posi
cion inaccesible. Aquellos hombres eran todos
veteranos de la república , acostumbrados á la
disciplina voluntaria de las sectas en las socieda
des secretas de los dos reinados precedentes, y
aguerridos en la lucha y aun en el martirio en
todas las jornadas que habian ensangrentado á
Paris desde 1830. Ninguno de ellos sabia por
quién eran mandados; su jefe invisible no tenia
nombre ni grado ; era el aliento invisible de la
revolucion , el espíritu de secta , el alma del
pueblo , que sufriendo con lo presente aspiraba
á anticipar el porvenir ; el fanatismo desintere
sado y de sangre fria que se complace en morir,
88 REVOLUCIÓN FRANCESA
si en su muerte puede hallar la posteridad un
gérmen de mejora y de vida.
A estos hombres se agregaban otras dos cla
ses de combatientes que se precipitan siempre
en el tumulto de las sediciones : las naturalezas
feroces á quienes ceba la sangre y regocija la
mortandad , y las naturalezas ligeras , los jóve
nes deParis, á quienes atrae y arrastra el tor
bellino. Pero este núcleo de resistencia no se
aumentaba , y velando en silencio con el fusil en
la mano , contentábase con sostenerse el tiempo-
necesario para dar lugar á la sublevacion ge
neral.
La sublevacion , sin embargo , no se mani
festaba en ningun punto mas. Era menester un
grito de guerra para eseitarla , un grito de hor
ror para inspirar furor y deseo de venganza en
la masa de poblacion indecisa , tan dispuesta á
encerrarse en sus casas como á salir de ellas
para hundir al gobierno. Algunos grupos silen
ciosos se formaban aquí y allá al estremo de los
arrabales del Temple y de San Antonio, y otros
cortos en número aparecian en las embocadu
ras de las calles que confluyen de la Chaus-
sée d'Antin á los boulevares.
Estos grupos parecian distintos en su traje y
actitud. Los unos estaban compuestos de jóve
nes pertenecientes á las clases ricas y elegantes
de la clase media , á las escuelas , al comercio,
á la guardia nacional , ála literatura, y particu
larmente al periodismo : es'tos arengaban al pue
blo, exaltaban su cólera contra el rey , el minis
POR LAMARTINE. gg
terio y las cámaras; hablaban del abatimiento
de la Francia en el estranjero , de traiciones di
plomáticas de la corte , de la corrupcion y del
servilismo insolente de los diputados , vendidos
á discrecion á Luis Felipe , y discutían entre sí
en voz alta los nombres de los ministros popula
res que la insurreccion debia imponer á las Tu
nerías. Los curiosos y los que pasaban se pa
raban en torno de los oradores y aplaudian sus
mociones.
Los otros giupos los formaban hombres del
pueblo , que hacia dos dias habian dejado sus
talleres al oir el ruido de la fusilería , con sus
blusas de trabajo sobre sus hombros , sus cami
sas azules abiertas por el pecho y las manos en
negrecidas aun por el humo- del carbon. Estos
bajaban en silencio por pequeños pelotones ar
rimándose álas paredes de las calles que des
embocan en Clichy , la Villette y el canal del
Ourg. Uno ó dos obreros vestidos con una blusa
de paño ó una levita de faldones largos mar
chaban delante de los demas baldándoles en voz
baja y como dándoles la consigna. Eran los jefes
de las secciones de los Derechos del hombre ó de
las Familias.
Estas sociedades eran una especie de masonería
democrática , instituida desde 1830 por algunos
republicanos activos. Bajo nombres diversos
conservaban , desde la destruccion de la pri
mera republica por Bonaparte, los odios de la
libertad engañada y destruida , y tambien algu-.
nas tradiciones de jacobinismo trasmitidas de
90 BEYOLCCION FRANCESA
Babeuf á Buonarotli , y de este á los jóvenes re
publicanos de aquella escuela. Los miembros de
estas sociedades puramente políticas eran re-
clutados casi todos entre los jefes de talleres,
mecánicos, herreros, ebanistas , impresores y
«arpinteros de París.
Al mismo tiempo qué estas conjuraciones per
manentes contra el reinado, sostén del privile
gio , se organizaban sociedades filosóficas, com
puestas casi delos mismos elementos , unas bajo
los auspicios de San Simon , otras de Fourrier,
aquellas de Cabet, estas de Raspail , de Pedro
Leroux y de Luis Blanc. Eran todas conjuracio
nes públicas por la propaganda únicamente de
la palabra, de la asociacion y del periodismo:
sectas hasta entonces pacificas, estas socieda
des disculian y hacian discutir libremente sus
dogmas.
Estos dogmas , que descansaban en el princi
pio de una fraternidad quimérica realizada so
bre la tierra , tendian todos á la supresion de la
propiedad individual, y por una consecuencia di
recta á la supresion de la familia. La familia es
la trinidad del padre, de la madre y del hijo. El
j>adre , la madre y el hijo que los perpetúa,
renuevan sin cesar esa trinidad que por sí sola
completa y continúa al hombre. Sin la propiedad
personal y hereditaria , esa familia , origen, de
licias y continuacion de la humanidad , no tiene
ninguna base para germinar y perpetuarse en k
tierra. La tierra sin dueño deja de ser fértil. La
civilizacion , producto de la riqueza, del des
POR tAMABTmÉ. !M
canso y de la emulacion , desaparece. La espro-
piacion de la familia es el suicidio del género
humano.
Estas verdades elementales eran relegadas al
número de las preocupaciones é insultadas con
los nombres de tiranta por los diferentes maes
tros de aquellas sociedades. Filósofos 6 sofistas,
aventureros de ideas, esos hombres, en su ma
yor parte honrados, convencidos, fanatizados
por sus propias quimeras , se habian lanzado
con la imaginacion mas allá de donde es posible
asentarlos pies en el mundo social. Se estravia-
ban elocuentemente en el caos de los sistemas,
y lo que es peor , estraviaban consigo á hom
bres sencillos , llenos de sufrimientos, crédulos,
de cortos alcances , de intenciones rectas y de
ideas falseadas por la miseria y los resentimien
tos contra el mundo real. Estos sistemas eran la
poesía del comunismo , seduciendo con aspira
ciones á los utopistas y con la venganza á los
descontentos del órden social. El pueblo nómada
de los talleres , desprendido de su suelo natal y
de sus verdades de familia , se alistaba en estas
sociedades sin apercibir la nada de ellas , y se
irritaba de la lentitud del tiempo en realizar las
promesas de sus maestros. Todo estremeci
miento del gobierno parecia á los miembros de
estas sectas antisociales la realizacion de sus
sueños. Sin participar en nada del dogma pura
mente republicano y nivelador de la sociedad de
los Derechos del hombre y de las Familias, los
socialistas se reunian con fe á los combatientes,
95 . REVOLUCIÓN FRANCESA
esperando hallar en las ruinas su soñado teso
ro. La diferencia entre estas dos clases de revo
lucionarios consistia en que los primeros eran
inspirados por el odio al trono , y los segundos
por el progreso de la humanidad. La república y
la igualdad eran el objeto de los unos; la renova
cion social y la fraternidad el de los otros. No
tenían de comun mas que la aversion á lo exis
tente , y las esperanzas que divisaban en una
próxima revolucion.
XVII.
Hácia las diez de la noche desembocó por la
calle Lepelletier una corta columna de republi
canos de la juventud de la clase media , y se
agrupó en silencio á la puerta del periódico El
Nacional como si acudiese á una cita. En todas
nuestras revoluciones , el consejo , la consigna y
el impulso parten de la redaccion de un periódico,
que son los comicios de la opinion , las tribunas
ambulantes del pueblo. Al instante se entabla
un largo coloquio entre los republicanos que
acaban de llegar y los que se hallan dentro,
cambiándose palabras breves y enérgicas por la
ventana baja y enrejada de la porteria , y en se
guida , inflamada la columna con el fuego que
acaba de inspirársele , se adelanta hácia el bour
levard á los gritos de ¡viva la reforma ! ¡ abajo,
los ministros!
Apenas se habia alejado de la redaccion de
J?¿ Nacional, cuando otra columna de obreros
POR LAMARTINE. 93
y de hombres del pueblo se presentó á la puerta
y se detuvo en ella. Parecia que se la esperaba,
pues apenas llegó, resonaron palmadas de aplauso
en el interior, y despues un hombre jóven,
de poca estatura, con miradas de fuego, los
labios agitados por el entusiasmo , los cabellos
por el soplo de la inspiracion , subió sobre la
embrasadura de la ventana, y arengó ala multi
tud. Los espectadores no vieron mas que los
gestos , ni oyeron mas que el sonido de la voz
Í algunas frases vibrantes, acentuadas por una
oca meridional. El tono de esta elocuencia era
popular; pero esta popularidad, llena de sabidu
ria y de imágenes, no tenia nada de trivial. La
pasion moderna sobre los labios de un hombre
versado en la historia antigua elevaba la calle
de París á la altura del foro de Roma. A la luz
de una lámpara se creyó reconocer en este hom
bre al literato , bajo la capa de tribuno, á mon-
sieur Marrast , el periodista alternativamente
burlon ó terrible, con los sarcasmos ó la cólera
de la oposicion republicana.
La impresion que produjo esta arenga cono
ciase en la impaciencia, en la inquietud, y en
los estremecimientos del grupo de combatien
tes , que se alejó para reunirse con el primero
por quien parecia dirigido. Otros dos grupos,
silenciosos tambien, se adelantaban en el mismo
instante , como cuerpos destacados, hácia una
posicion indicada de antemano. El uno parecia
venir de los cuarteles populosos , y siempre in
quietos, del boulevard de la Bastilla; el otro, det
9$; REVOLUCIÓN FBANCESA
centro de Paris , se habia formado en la redac
cion de La Reforma. Templados en el alma de
los mas infatigables conspiradores contra el
trono estos grupos , á la cabeza de los .cuales
marchaban hombres de mas accion que pala
bras , llevaban armas bajo los vestidos , y mar
chaban como tropa aguerrida y veterana acos
tumbrada al fuego , en la que cada combatiente
se apoya confiadamente en el brazo esperimen-
tado de su compañero de armas.
La columna del boulevard de la Bastilla era
mas numerosa , pero menos compacta y varo
nil. Recordaba aquellas turbas revolucionarias
de la misma clase de pueblo que se reunían en
los primeros dias de nuestras turbulencias civi
les, y se veiau en ellas muchas mujeres y niños
haraposos , emigraciones de los arrabales que
vienen de cuando en cuando á admirar al centro
rico y volupluoso de los capitales con el espec
táculo de la indigencia y de la virilidad del pue
blo primitivo. Estos grupos mas populares nece
sitan símbolos visibles y ostentosos para reha
cerse ; tienen ejército , y les hace falta una
bandera y tambores, colores y ruido. Llevaban,
pues ,' dos ó tres banderas , destrozadas en las
luchas de la jornada, en las que se leian impre
caciones triviales, grabadas sobre la lista blanca
de- los tres colores republicanos.
Marchaba á su frente, con paso militar-,, un
hombre de cerca de cuarenta años, alto, del
gado , con los cabellos rizados y flotantes sobre
el cuello, y vestido con un paletó blanco, y
POR I,AM(A.RT,tJt|5. . 'JS

manchado de lodo. Llevaba los brazos cruzados


y la cabeza un poco inclinada sobre el pecho,
como un hombre que va á arrostrar las balas
con reflexion , y que marcha á la muerte orgu
lloso Je sufrirla. Los ojos de este hombre , co
nocido de la multitud , concentraban todo el
fuego de una revolucion ; su fisonomía parecia
desafiar la fuerza , y sus labios, perpetuamente
agitados por una conversacion consigo mismo,
estaban pálidos y trémulos. A pesar de su ros
tro enteramente marcial , tenia en el fondo algo
de meditador , de triste y de compasivo , que
escluia toda idea de crueldad en el valor. Ha-
bia mas bien en su postura , en su actitud y en
sus funciones un fanatismo hasta la abnega
cion , un estravio hasta el heroismo , que recor
daba á los delhis del Oriente , embriagándose
con opio para precipitarse en la muerte. Lla-
mábasele Lagrange.
Estas tres columnas se reunieron á las in
mediaciones del. café de Tortoni , punto de re
union de los ociosos, y penetrando por entre
los grupos de ellos y de curiosos que seguían la
oscilacion natural de las masas en las grandes
confluencias de los boulevares, arrastraron tras
sí maquinalmente una parte del pueblo inofen
sivo. Al llegar á la calle de,Ghoiseul se separa
del cuerpo principal un corto destacamento de
•obreros armados de sables y de picas , y se in
ternó por ella silenciosamente. La mision de
este destacamento parecia ser ir á cercar por la
espald.a el ministerio de negocios estranjeros,
96 REVOLUCIÓN FRANCESA

ocupado por las tropas, mientras que la cabeza


de la columna lo atacarla de frente. Un plan in
visible habia combinado sin duda estos movi
mientos. El impulso unánime de una revolu
cion subleva á las masas; pero solo los conju
rados pueden dirigir con tanta precision las evo
luciones y los azares dela lucha.
XVIII. -
Una bandera roja flotaba en medio del humo
de las antorchas sobre las primeras filas de esta
multitud , que continuaba aumentándose con
forme iba adelantando. Una curiosidad sinies
tra seguia á esta nube de hombres, que pare-
cia llevar consigo los misterios de la jornada.
Un batallon de linea formado en batalla frente
al ministerio de negocios estranjeros , con las
armas cargadas y su comandante á la cabeza,
impedia el paso por el boulevard. La columna
del pueblo se detiene de repente ante esta fila
de bayonetas, y la bandera flotante y la luz de
las antorchas hacen encabritar al caballo del co
mandante Pique. Espantado el noble animal, y
piafando sobre sus corbejones , se precipita há
cia el batallon, que se abre para recibir y res
guardar á su jefe. En la confusion de este mo
vimiento resonó un tiro de fuego. ¿Habia par
tido , como se dijo , de una mano oculta y per
versa? ¿Habia sido disparado sobre el pueblo
por un agitador del mismo pueblo, para reavi
var con la vista de la sangre el ardor de la hi- '
POR LAMARTINE. . :flfo

dia que se amortiguaba , ó por la mano de udo


de los insurrectos sobre la tropa. En fin, lo que
es mas verosímil, ¿se habia escapado de un
arma cargada , ó disparádolo un soldado cre
yendo herido á su comandante , al ver el es
panto de su caballo? Nadie lo sabe : crimen ó
casualidad , este tiro volvió á encender el fuego
4e la revolucion.
Creyéadose atacados los soldados, preparan
sus armas y hacen una descarga sobre toda la
línea. La descarga , repetida por el eco en las
elevadas casas y en las calles profundas de este
centro de Paris, conmueve todo el baluarte , y
las balas diezman á la columna de los arrabales.
Los gritos de los moribundos y los gemidos de
los heridos se mezclan á los gritos de terror
de los curiosos, de las mujeres, de los niños
que huyen y que se precipitan en las casas in
mediatas . en las calles bajas de la poblacion y
bajo las puertas cocheras. A la luz de las antor
chas que se estinguen en la sangre del pavi
mento distínguense aquí y allí grupos de cadá
veres que yacen en el suelo. La multitud, espan
tada , creyéndose perseguida, relluye hácia la
calle Lalitte, gritando venganza, interponiendo
entre ella y los batallones el espacio , el silencio
y la noche.
XIX.
El pueblo creia haber^ido fusilado traidora-
mente , mientras se entregaba á una demostra
cion de alegría y concordia por el cambio de
tomo i. 7
98 • . REVOLUCIÓN FRANCESA

ministerio, y su rabia se dirigía contra los mi


nistros, bastante pérfidos para vengar su caida
con torrentes de sangre; contra el rey, bastante
obstinado para atacar al mismo pueblo que, le
habia coronado á costa de su sangre en 1850.
Por su parte los soldados se hallaban cons
ternados con el espectáculo de una carniceria
involuntaria. Nadie habia dado la órden de ha
cer fuego ; solo se habia oido la de calar bayo
netas , para oponer el hierro al ímpetu del pue-
'.blo. La oscuridad, la turbacion, el azar, habian
sido causa de todo. La sangre inundaba los pies
de los soldados : los heridos venían arrastrán-
dose á morir. entre las piernas de sus asesinos y
contraías paredes: lágrimas de desesperacion
brotaban de los ojos del comandante de la fuer
za-. Los .oficiales despuntaban s»s sables sobre el
pavimento, deplorando este crimen del azar.
Conociendo en el primer momento la funesta
impresion que este asesínato involuntario del
pueblo debia producir en el ánimo del mismo, el
comandante se apresuró á prevenir su mala in
teligencia entrando en esplicaciones con aquel,
á cuyo electo ordenó á un subteniente fue
se á manifestar á la multitud, agrupada en
un estremo de la calle Lafitte, 'el sentimiento de
la tropa por un suceso tan imprevisto como de
plorable.
El oficial se presenta en el café Tortoni, que
forma el ángulo .de e^ta calle y del baluarte;
quiere hablar, y la- multitud le rodea y le es-
eucha; mas apenas ha proferido algunas pala
POR LAMARTINE. 99
iras, cuando entra un hombre armado con un
fusil, separa á los espectadores, y apunta al
parlamentario : los guardias nacionales apar
tan el arma, rechazan al asesino, y escoltan al
eficial hasta dejarlo reunido con su batallon.
' .' •. - XX.

Entre tanto la noticia del suceso se habia pro


pagado con la rapidez del ruido de la descarga
en toda la línea de los boulevares y en la mitad
de la poblacion. La columna delos arrabales, un
momento antes rechazada y dispersa, habia
vuelto por el mismo camino á recoger sus muer
tos : inmensos carros funerarios se habian ha
llado al instante enganchados, cpmo si se hu
biesen preparado de antemano, para pasear en
París los cadáveres destinados á reanimar con
su vista el furor. del pueblo. Reúnense los cadá
veres, se amontonan sobre estos caeros con los
brazos colgando, las heridas descubiertas, y
chorreando la sangre sobre las ruedas. De esta
- suerte son llevados á la luzde las antorchas úla
redaccion de El Nacional , como un trofeo de
venganza próxima , ostentado ante la cuna de
Va república.
Despues de esta lúgubre estacion: , el carro
funerario se dirige háciala calle Montmartre, y
se detiene delante de la redaccion del periódico
La Reforma. A esta nueva apelacion al furor
del pueblo, que hace ya irreconciliable ala repú
blica con la monarquía , gritos roncos y ahoga
4OO REVOLUCIÓN FRANCESA
dos por la indignacion y los suspiros interiores
del Ainebre cortejo se alzan hasta las ventanas
de las casas. Un hombre subido sobre el carro.,
con los pies en la sangre, levanta de cuando en
cuando del monto-n de los muertos el ¡cadáver
de una mujer; muestrale á la multitud, y vuelve
á dejarle caer sobre el sangriento lecho. A su
vista la compasion delos transeuntes se convierte
en furor , y corren á armarse á sus casas. Las
calles quedan casi desiertas. Solo una fila de
hombres armados con fusiles marcha alrededor
4e las ruedas, y penetrando en las calles oscu
ras del centro pupuloso de Paris, hácia la en
crucijada de San Martin , ese monte Aventino
del pueblo , llaman de puerta en puerta para
atraer nuevos combatientes para la venganza.
Al espectáculo de estas victimas, de cuya muerte
se acusa al rey, estos cuarteles se sublevan,
corren á los campanarios, tocan á rebato , des
empiedran las calles, y levantan un gran -nú
mero de barricadas, que aumentan y multipli
can sin cesar. De cuando en cuando suenan ti-.
ros para impedir que el sueño amortigüe la an
siedad y la cólera de la póblacion. Las campa
nas llevan de iglesia en iglesia á los oidos del
rey los tañidos febriles , precursores de la ins
surreccion del dia siguiente.
LIBRO III.

Mientras que la sublevacion , escitada por la


venganza y favorecida por la noche, se estendia
por todo Paris, reflexionaba el rey al son délas';
campanas los medios de calmar al pueblo y de
comprimir la revolucion, en la que no queria
aun ver mas que un motiu. La abdicacion de su
sistema de política esterior, personificada en
Mr. Guizot , en Mr. Duchatel y en la mayoria
delas cámaras, enteramente adictas a sus in
tereses , debia parecerle mas qué la abdicacion
de su corona. Era la abdicacion de sus ideas, de
su sabiduria , de su aureola de infalibilidad á
los ojos de la Europa, de su familia , de su pue
10? . REVOLUCION FRANCESA
Mo, á sus propios ojos. Ceder un trono á la for
tuna adversa es poco para im alma grande. Ceder
su fama y su autoridad moral á la opinion triun
fante y á la historia implacable, es el esfuerzo
mas doloroso que se puede obtener del corazon
del hombre, porque es el esfuerzo que lo des
troza y que lo humilla. Pero el rey no era de esas
naturalezas temerarias y feroces que juegan á
sangre fria la vida de un pueblo contr.a la satis
faccion de su orgullo: sabia muy bien la historia,
tenia mucha práctica en los acontecimientos y sus
consecuencias, y habia reflexionado mucho. Ño se
le ocultaba que una dinastía. que hubiese recon
quistado á Paris con la metralla y las bombas es
taría cercada continuamente por el horror del
pueblo. Su campo de batalla habia sido siempre
la opinion , y sobre él queria maniobrar tam
bien ahora. Deseaba reconciliarse- al instante
con ella por medio de concesiones ; pero como
político avisado y económico, regateaba consigo
mismo y con la opinion, para obtener esta re
conciliacion con el menor detrimento posible de
su sistema y de su dignidad , pues creia tener
aun muchos grados de popularidad que descen
der antes que bajar del trono. El resto de la
noche le parecia un espacio mas que suficiente
para engañar las exigencias de la situacion, que
le amenazaba traer el dia siguiente.
II.
En esta disposicion de espíritu esperaba el
POR LAMARTINE. 1(1.'!

rey á Mr. Molé , con quien ya habia hablado el


dia anterior: los sucesos de la uocbe le habiau
inclinado á una transaccion. Mr. Molé , que era
por naturaleza la prudencia y la mesura misma,
habria sin duda proporcionado exactamente tres
dias antes lo que requeria la conservacion del
principio monárquico con lo que exigía la irri
tacion de la oposicion parlamentaria; pero des
animado por la conversacion de la mañana pre
cedente , no acudió á palacio.
Entonces el rey mandó llamar á Mr. Thiers:
este ministro, nacido con el trono de julio, col
mado de favores por la corona, grato al parla
mento por su elocuencia , frecuentemente des
contento y aun algunas veces agitador en la tri
buna , pero jaiaás irreconciliable , debia su co
razon y su talento á los peligros de la dinastía
que lo habia adoptado. Probado en una oposi
cion de siete años, Mr. Thiers podia atraer al
rey, con condiciones monárquicas, toda la parte
del pais- cuyo republicanismo no era mas que
mal humor. El nombre de Mr. Thiers significaba
la victoria de la oposicion sobre la obstinacion
personal del rey ; pero no significaba una victo
ria sobre el trono. Impuesto ya al rey en 1840
por una coalicion casi sediciosa de los diferentes
partidos de la cámara , Mr. Thiers habia mos
trado que no abusaria del triunfo. Dueño enton
ces del rey , á su vez se habia dejado vencer
honrosamente por este, resignando el ministerio
en manos de Mr. Guizot y de los conservadores,
en el momento en que podia forzar al rey á con
404 REVOLUCION FRANCESA
servarle en su puesto y trastornar la Europa en
interes de su ambicion. No habia querido ser el
Necker de la dinastía de Orleans , cuando la im
prudencia de las oposiciones coaligadas le habia
dado el papel de un ministro con mas imperio
que un señor, y se habia limitado á servir al
rey con su errada idea de colocar el trono en
una ciudadela, fortificando la capital, y de agitar
diplomáticamente á la Europa hasta los límites
estremos de la guerra , por ganar para su causa
un poco de popularidad belicosa en las negocia
ciones de Oriente.
Este malhadado pensamiento del gabinete
frances debia conducir á una retirada del mi
nisterio ó á una guerra universal, sin aliados
para la Francia. Mr. Thiers-, que habia mar
chado desde lejos resueltamente alabismo, se ha
bia detenido al verle á sus pies. No habia tenido
la obstinacion criminal de su error : habia hecho
desaparecer su personalidad ante el peligro de
sopais; no habia querido ilustrar su- nombre
con la sangre de la Europa , y este arrepenti
miento habia honrado su caida álos ojos de los
hombres de bien. Se retiró , pues, amenguado
en el pensamiento de los hombres de estado,
despopularizado con las facciones estremas, pero
realzado en la estimacion de los hombres impar-
eiales. Así alinenos comprendimos nosotros en
tonces su advenimiento temerario , su agitado
ministerio y su honrosa retirada : la historia
debe admitir la conciencia en la apreciacion de
los hombres de estado. . - ii
POR LAMARTINE. 405

III.

Llamado Mr. Thiers por el rey en medio de


la noche, no vacila en acudir á palacio. La Pro
videncia parecia haberle predestinado para asistir
al nacimiento yá los funerales de aquella monar
quía. En el momento en que Mr. Thiers entraba
en las Tnllerias, se hallaba aun con elreymon-
sieur Guizot. Su ilusion sobre la naturaleza del
movimiento y la confianza imperturbable que
tenia en el poder de su voluntad y en la infa
libilidad de sus designios no permiten pensar
que ningun cambio , ninguna reconvencion á si
mismo , hiciese vacilar ni aun en este momento
supremo el alma del ministro. Su último acto
fue un desalio á la opinion: al retirarse, la pro
vocaba aun. Descontentos el rey y los ministros
de las disposiciones militares confiadas á los
generales Jacqneminot y á Tiburcio Sebastiani,
acababan de firmar el nombramiento del maris
cal Bngeaud para el mando militar de Paris. El
mariscal llugeaud era entonces á la .vez el hom
bre en quien mas confian/a tenia el ejército y
el hombre impopular de Paris: su nombre era
una declaracion de guerra estrenia á las tran
sacciones.- Y. • . :
Simple coronel en 1830 , ilustrado en este
grado por un valor heróico y una inteligencia
instintiva del arte de la guerra , el mariscal
Bugeaud se habia adherido sin restricciones á
la nueva dinastía. Siendo gobernador del cas
406 REVOLUCIÓN FRANCESA

tillo de Blaye habia tenido prisionera en él á la


duquesa de Berry: la infortunada cautiva ha-
bia salido de su prision respetada en su he
roismo de princesa , pero herida en su honor.
Esta publicidad dada á una debilidad de cora
zon habia servido á la política de la dinas
tía de Orleans, pero contristado 'á la natura
leza. El mariscal Bugeaud na habia sin duda
aconsejado esta política , que destrozaba los
lazos de familia ; pero habia tenido la desgracia
de hallarse colocado entre su deber como, sol
dado y sus sentimientos como hombre , y -de
esta situacion se le habia hecho un. crimen.
Desde esta época la opinion realista conser
vaba contra él un resentimiento profundo. Des
pues , en las conmociones que señalaron las úl
timas tentativas del partido republicano, habia
tratado, segun se decia , á algunos barrios de
Paris como una plaza sitiada mas bienquecomo
una. capital. Este partido no olvidaba jamás
el nombre del mariscal en sus imprecaciones
contra los rigores monárquicos. Pero el go
bierno general dela Argelia, ejercido magistral-
mente durante cinco años; la sumision y la pa
cificacion del África; campañas infatigables; una
batalla ilustrada por el nombre de Isly ; su ad
ministracion absoluta pero detallada de la colo
nia; su solicitud de padre tanto como de general
por el ejército; el amor al soldado , habian re
conciliado á la Francia con el nombre del ma
riscal. Su inteligencia habia parecido elevarse y
aumentarse á proporcion que sus honores. Te
POR LAMARTINE. . -. 407
ala en su esterior , en su estilo , en su palabra
breve, que disonaba sin berir, una rusticidad
sensata, una franqueza militar y una autoridad
de mando que inspiraban respeto á las masas,
confianza á las tropas , terror á los enemigos.
Semejante hombre , puesto el dia antes á la ca
beza de los sesenta mil hombres del ejército de
Paris, habria hecho imposible ó sangrienta la
victoria del pueblo ; llamado en el momento en
que el ministerio vacilaba , su nombre era un
contrasentido con las concesiones, que las hacia
sospechosas por parte del trono é inaceptables,
por parte del pueblo.
IV.

Al entrar Mr. Thiers en el gabinete del rey


salja de él Mr. Guizot. Ambos parecian llama
dos inútilmente á socorrer un reinado que tanto
la política del uno como la del otro habian con
tribuido á gastar.
Mr. Thiers se encargó de componer un mi
nisterio, con la condicion de que entraría en él
Mr. Odilon-Barrot, jefe de la oposicion liberal
mas antigua. Para asegurar de nuevo el poder
monárquico era menester por el pronto tras
tornarlo enteramente. Solo una revolucion par
lamentaria podia contener la popular : el ins
tinto de salvacion exigía esta medida , y el rey
consintió en ella.
El nuevo ministro comprendió tambien que el
nombramiento del mariscal Bugeaud para el
408 REVOLUCIÓN FRANCESA.
mando en jefe de las tropas pareceria en lo su
cesivo nna provocacion y encarnizaria mas el
combate. Aquel deseaba una tregua para nego
ciar con la opinion : ordenó , pues , la suspen
sion de las hostilidades , y redactó una pro
clama dirigida al pueblo , que fue enviada á la
policia para que se lijase antes del dia. Tran
quilizado por estas medidas de pacificacion, que
debia creer eficaces, Mr. Thiers se retiró.
Mr. Guizot, que no habia salido todavía de
palacio, volvió á entrar en el gabinete del rey,
y permaneció una hora en conversacion íntima
con él. Se ignora el objeto de esta última en
trevista del rey con su ministro. Tuvieron sin
duda previsiones sobre el porvenir , mas bien
que arrepentimiento de lo pasado : las volunta
des fuertes tienen ilusiones ; jamás arrepenti
miento. El genio de Mr. Guizot era sobre todo
una voluntad fuerte , que podia ser vencida,
pero jamás doblegada-, ni aun por la mano de
Dios.
V. • .v.-
i'- •"••: : ,,;.', S . . ! •'•.'.:•' i
i: En aquel momento Paris parecia adormecido
en el silencio y el cansancio. Las campanas ha
bian callado : masas armadas, silenciosas .con
centradas en la parte antigua de la ciudad, al
rededor de la plaza de San Martin , defendian
las calles, las desempedraban, amontonaban las
piedras y losas, esas fortificaciones de campaña
del pueblo , y levantaban por todas partes in
numerabtes barricadas.
POR LAMARTINE. 409
A los primeros albores del dia 'el eco repite
de distancia en distancia la esplosion de algu
nos tiros que despiertan á los habitantes de las
'fullerias. La tardia proclama , lijada con tra
bajo en los cuarteles sublevados , no estaba sir
quiera firmada. El pueblo cree ver en ella una
red infame para hacerle ceder en la lucha. EH
vez de dejar las armas se arman los que están
desarmados, se reclutan nuevos partidarios, y
se vuelve á reunir aquí en grupos numerosos,
mas allá en columnas de ataque. Mr. Thiers se
dirige entonces á las Tullerias para componer
definitivamente su ministerio.
Los principales miembros de la oposicion
constitucional, afectos á la libertad por princi
pios, al rey por abnegacion , se bailan allí re
unidos con algunos generales que ofrecen su
espada para los peligros del dia. Sucesivamente
se ve llegar al mariscal Gerard, veterano del
imperio, afecto de todo corazon á la persona
del rey, consejero y amigo de los dias difíciles;
al general Lamoriciere, revestido del prestigio
que ha merecido su nombre en África , y co
mandante de una brigada del ejército de Paris;
á Mr. Duvergier de Haurunne , hombre emi
nente del parlamento, cuya ambicion es inspi
rar al poder mas bien que manejarlo ; á Mr. Re-
musat , ministro que fue con Mr. Thiers ; á
Mr. Cremieux , á Mr. Lasterye y á otros mu
chos miembros de la cámara. El peligro parece
reunir así en las Tullerias á hombres que no
habian atravesado sus puertas hacia mucho
HO «EVOLUCIÓN FRANCESA

tiempo. Honroso , pero impotente esfuerzo par»


sostener lo que va á hundirse. En ios salones
que preceden al gabinete del rey celébrase por
todos un consejo tumultuoso, interrumpido por
las personas que llegan ú cada instante r y mo-
dilicado sin cesar por las noticias contradicto.-
rias que traen del esterior sobre la disposicion
de 'la capital y los progresos de la msurrec
cion. Fatigado el rey por las inquietudes del
dia anterior y las agitaciones de la noche , des
cansa algunos instantes sobre un canapá al
mwrmullo de las conversaciones en que se dis
cute su victoria , su derrota ó su abdicacion.
VL
Durante el corto tiempo de descanso del rey.
cada moniento daba nuevas fuerzas á la insur*-
reccion , porque la noticia de la mortandad del
pueblo sobre el boulevard habia corrido de
boca en boca y agitado estrañamente toda la no
che los corazones. El toque de alarma habia' es-
tendido hasta en los arrabales el espasmo febril
que no deja al hombre sueño ni inmovilidad:
todos estaban de pie, armados y dispuestos &
las mas estrenias resoluciones. Los estudiantes
de París , esas inteligencias del pueblo que to
man naturalmente la direccion de la fuerza
ciega de las masas, agitados en el interior de
las paredes de sus escuelas, forzaban las puer
tas , salían por pelotones de la escuela politéc
nica, fraternizaban con las bandas de obreros,
POR LAMARTINE. Ui
se ponían á su cabeza y bajaban de su elevado
cuartel al centro de París, cantando la Marse-
llesa y los Girondinos. Una inspiracion general
del alma de un pueblo parecia dirigirlos á las
posiciones militares que podian embarazar mas
á las tropas y decidir la jornada : cada minuto
se estrechaba mas y mas el circulo de hierro y
'de piedras conque las. barricadas cercaban el
palacio ylas avenidas de las Tullerias: hubiera
podido decirse que el suelo de las calles se le
vantaba él solo para sepultar al trono entre sus
piedras. -
Entre di-ez y once de la mañana , las tropas,
concentradas sobre los dos costados del Louvre,
sobre la plaza del Palacio Real y sobre la de la
Concordia , oían y contemplabm inmóviles los
clamores y asaltos de la multi ud , que arrecia
ban alrededor del palacio de las Tullerias y de
los principales edilicios del gobierno. La actitud
de estas tropas era la de la admiracion , el can-
sancio'y la tristeza. El soldado que no obra,
pierde toda la fuerza del entusiasmo y del pri
mer ímpetu: es mas difícil esperar la muerte
que arrostrarla.
La guardia nacional, visiblemente dividida,-
aparecia en corto número, intentaba por medio
de exhortaciones pacificar el tumulto y detener
á los insurrectos; despues, cediendo al impulso
de las masas , al contagio del ejemplo y á sus
propios hábitos de descontento , se alineaba
para dejar pasar la insurreccion, la saludaba
animándola con ademanes y gritos de ¡viva la
itit 2 REVOLUCIÓN FRANCESA

reforma ! y a veces la aumentaba con sus defec


ciones, la autorizaba con sus uniformes, y la
armaba con sus bayonetas.
Ln plaza del Palacio Real acababa de ser to-
m.'ida por el pueblo. Este antiguo palacio, resi
dencia de la casa de Orleans , habia sido sa
queado por los vencedores: ese mismo pueblo,
que habia salido tantas veces de aquellos um
brales en 1789 como de la cuna dela revolucion
francesa, y que en 1830 habia venido á buscar á
<51 .un rey , volvía á entrar alli como la venganza
de una funesta popularidad. Los muebles, les
cuadros, las estatúas eran destruidos mas bien
que saqueados por las turbas. Un batallon de
infanteria que habia avanzado al patio del pa
lacio , y atravesado la plaza bajo el fuego que
se le hacia desde las ventanas, se habia retirado
al puesto del palacio de Eau , lleno ya de guar
dias municipales heridos, de donde una capitu
lacion los dejó salir muy pronto. El fuego devo
raba este edificio, y algunos heridos, imposibi
litados de moverse,se dice que espiraron en
las llamas.
Todo esto tenia lugar á pocos pasos de fuer
tes retenes de tropas inmóviles y admiradas de
las órdenes de sus jefes, á quienes el rey y su
nuevo ministro prohibian combatir.
La plaza del Carrousel y el patio de las Tu-
üerias estaban ocupados por la infanteria , la
caballeria y la artilleria. En palacio se confiaba
en que la noticia del cambio de ministerio y las
concesiones ofrecidas bastarian para apaciguar
POR LAMARTINE. 443
la sublevacion. Mr. Odilon-Barrot , rodeado de
algunos jefes del pueblo , recorría los bouleva-
res, creidoen que su nombre, su presencia, su
voz y su subida al poder serian para la opinion
una señal visible y una garantía suficiente de
victoria y de concordia. Pero la agitacion pro
longada del pueblo soliviantado en los banque
tes de su partido, no atendia ya á aquella hon
rada y animosa popularidad, que se sacrificaba
a los peligros de la dinastía .
Mr. Barrot, respetado por todas partes como
hombre, habia sido rechazado como concilia
dor, y volvía á su casa triste y abatido; se dis
ponía, sin embargo, á aceptar al llamamiento
del rey, con el ministerio del interior, un poder
destruido ya en sus manos.
En el mismo momento , un valiente oficial,
Mr. de Rebois, deseando contener la efusion de
sangre, se precipitaba por el solo impulso de
su adhesion delante de las oleadas del pueblo
armado que se desbordaban de la plaza del
Palacio Real para atacar el Carrousel. —«¿Qué
pedis, les decia; qué deseais para soltar esas
armas fratricidas? La corona ha hecho á la
oposicion todas las concesiones que pueden sa
tisfaceros. ¿Quereis la reforma? Se os promete.
¿Quereis la caida de los ministros? Ya han de
jado de serlo. ¿Cuáles son los hombres de
vuestra confianza para reemplazarlos? El rey
acaba de nombrar á Mr. Thiers para formar el
nuevo ministerio. ¿Estais contentos con él?—
¡No, no! respondiala multitud. —¿Quereis á
tomo i. ',í
U4 REVOLUCIÓN FRANCESA

Mr. Barrot?—¡No, no ! esclamaban los comba


tientes. —¿Pero depondriais las armas, prosi
guió el pacificador, si el rey llamase á Mr. de
Lamartine? — ¿Lamartine? (Viva Lamartine 1
esclamó el pueblo. ¡Sí, si; ved ahí el hombre que
necesitamos! ¡Que el, rey nombre á Lamartine,
y todo podrá arreglarse aun ; tenemos con
fianza en ét!» De tal manera, el aislamiento de
Lamartine en una cámara de diputados poco nu
merosa, hacia brillar entonces su popularidad,
en .el grande y profundo sentimiento del pueblo.
Pera ni el rey, ni la cámara, ni la oposicion
de Mr. Tbiers, ni la de Mr. Larrot, ni aun el
partido republicano de El Nacional ó de La
Reforma, pensaba en presentar al pueblo á
Mr. de Lamartine como ministro, como pacifi
cador ó como tribuno. No era el hombre de las
Tullerias, ni el hombre de los diarios de la
oposicion, ni el de los banquetes reformistas,
ni el de las conspiraciones contra el trono. Era
débil y solo, pero no podia dudarse de que la
confianza imprevista del pueblo le llamaba ere
este momento por su nombre. Mr. de Rebois
pudo escapar de los grupos armados que le ro
deaban y volver con dificultad á las Tullerias
á contar á algunos cortesanos lo que acababa
de ver y de escuchar; pero no era ya hora de
deliberar sobre la eleccion <le tal ó cual hombre
alejado de la corte. El rey veiase obligado á
escoger precipitadamente entre los hombres
que se bailaban mas á mano; y por otra parte,
Lamartine era el último hombre a quien el rey
FOR LAMARTINE. 445

hubiera llamado al poder en una hora de an


gustia. Luis Felipe no amaba á Mr. de Lamar
tine, y lo comprendia aun menos : ved aquí los
motivos de este alejamiento.
VIL
La familia materna de Mr. de Lamartine ha-
bia sido adicta bajo el antiguo régimen á la casa
de Orleans, de la que habia recibido honores,
favores y beneficios. Mr. de Lamartine, edu
cado con sentimientos de respeto y de recono
cimiento á ésta rama de la familia real, jamás
olvidó los recuerdos de gratilud hacia ella que
su madre le habia inspirado; pero la familia pa
terna de Mr. de Lamartine era monárquico-
constitucional, y enemiga por consiguiente de
las opiniones revolucionarias, y mas tarde de
las pretensiones invasoras de la corona usur
pada sobre la cabeza del duque de Orleans.
Sin embargo, á la restauracion de los Bor-
bones, en 1815, el padre de Lamartine habia
presentado á su jóven hijo al duque de Orleans,
despues Luis Felipe, y pedidole para él el em
pleo de ayudante de campo ó de órdenes de su
persona; pero el principe, hallándole demasiado
.jóven, ó queriendo dar la preferencia á alguna
de las familias de la nueva nobleza del imperio,
habia negado aquella pretension. Despues,
Mr. de Lamartine habia visto de cuando en
cuando al principe, mas sin mezclarse en lo mas
mínimo en las confidencias ni en las esperanzas
416 REVOLUCION FRANCESA

de reinar que se agitaban en torno de aquel


sol saliente. Nombrado mas adelante miembro
de la cámara, se habia mantenido en una inde
pendencia completa, y en una respetuosa re
serva con el nuevo rey.
De semejante conducta habia deducido el
rey que Mr. de Lamartine era un enemigo de
su casa ó una inteligencia política limitada, que
prefería las quimeras á las útiles realidades del
poder. Desde esta época , aunque el diputado le
hubiese rendido algunas veces homenaje , y con
frecuencia héchole servicios en la tribuna , ba
hía siempre hablado de Mr. de Lamartine como
de un iluso, cuyas alas jamás tocaban la tierra,
y cuya vista no sabia distinguir las sombras de
las realidades. En esto el rey no hacia mas que
repetir los dichos de muchas personas de la
clase media , que no perdona á ciertos hombres
el no tener la medianía de la multitud ó los vi
cios de la época. El nombre de Lamartine ero,
pues, el úlümo que podia venir á los labios del
rey. Solo el pueblo podia pensar en él , y aun
ese pueblo repetía este nombre maquinalmente,
como el eco repite la palabra qua se ha pronun
ciado.
VIII.
En el momento en que ese nombre resonaba
asi por la primera vez en medio de los tiros so
bre la plaza del Carrousel y bajo el vestíbulo del
palacio , Mr. Guizot, que habia permanecido en
un gabinete interior del rey , como en reserva
POR LAMARTINE. 447
para espiar hasta el último momento un cam
bio de fortuna de la monarquía , salia en fin
furtivamente de Ins Tnllerias para huir de la
revolucion que se encarnizaba con su nombre.
Habiendo sido reconocido al salir por el postigo
del Cdrrousel , algunos tiros disparados con
tra él le obligaron á retroceder , y á refugiarse
en la parte del Lonvre ocupada por el estado
mayor, donde permaneció oculto hasta que las
sombras de la. noche le permitieron salir á bus
car un asilo mas secreto , en casa de una ar
tista compasiva. Allí pudo contemplar desdolas
ventanas del Louvre que dan al Carrousel la
invasion del pueblo, la defeccion de la guardia
nacional , la inmovilidad de las tropas, la im
potente agitacion de los generales , la última
revista del rey , la fuga á pie de toda la familia
real, y la rápida agonía de la dinastía á que ha
bia consagrado tantos esfuerzos, tanta voluntad,
tanto carácter y tan ruinosa obstinacion de
afecto, j Qué escena para un hombre de estado!
iQué terrible resumen de una vida en una hora!
¡Cuántos errores no se habrian espiado , cuán
tos odios no se habrian satisfecho y aun compa
decido de este desplomamiento de las ideas de
un hombre á sus propios ojos ! Exactas ó falsas
estas ideas del hombre de estado , conducen
siempre á las mismas ruinas y á la misma com
pasion : poco tiempo despues no queda con fre
cuencia á los hombres de estado lanzados en es
tas tempestades mas que la conciencia de ha
berse engañado de buena fe. •¡
H8 KEVOLUCION FRANCESA

IX.
¿Qué pasaba en palacio durante el desbor
damiento de la insurreccion , siempre en au
mento?
El rey habia dado órden de hacer cesar el
fuego , conservando sin embargo las tropas
sus posiciones ; y el mariscal Bugeaud, que ha
bia montado á caballo para comiatir, habia
echado pie á tierra al saber que habia sido revo
cado su nombramiento de comandante general
de Paris. Desarmando así Mr. Thiers la resis
tencia , creia haber desarmado la agresion. El
duque de Nemours reiteraba por todas partes la
orden de suspender las hostilidades. La duquesa
deOrleans se hallaba abandonada en sus aposen
tos á las inquietudes de su espíritu y á las in-
certidumbres de su suerte. La reina , en cuyo
corazon habia algo de la sangre de Maria Teresa,
de Maria Antonieta y de la reina de Ñápoles,
mostraba ese valor viril que olvida la prudencia
dela política: — «Id, decia el rey; mostraos á
las tropas abatidas, á la guardia nacional in
decisa : yo me colocaré en el balcon con mis nie
tos y mis hijas , y os veré morir como debeis á
vos mismo , al trono y á nuestras desgracias.»
La fisonomía de aquella esposa amada y de
aquella madre por tanto tiempo feliz , se ani
maba por la primera vez con la energía de su
doble sentimiento por su marido y por sus hi
jos: toda su ternura hácia ellos se concen
POR LAMARTINE. 449
traba y se apasionaba en el cuidado de su ho
nor; el de su vida solo hallaba despues eco en su
afecto : sus cabellos blancos , contrastando con
el fuego de sus miradas y con la animacion de
sus megillas coloridas , imprimían á su rostro
algo de trágico y de santo , entre la Alalia y la
Niobe. El rey la tranquilizaba con palabras de
confianza en su esperiencia y en su sabiduría,
que no le habian engañado jamás. A las once
creia tener tal seguridad de dominar er movi
miento y de reducir la erísis áuna modificacion
de ministerio , aceptada por el pueblo , que bajó
al comedor, con el rostro risueño y su traje
de casa , á desayunarse con la familia,
X,

Apenas se habia servido el desayuno, cuando


se abrió la puerta y entraron precipitadamente
dos consejeros íntimos y desinteresados de la
corona, designados para el ministerio por mon-
sieur Thiers. Eran MM. de Remusat y Duver-
gier de Hauranne , quienes rogaron al duque de
Montpensier los oyese aparte. El príncipe se le
vantó , hizo una señal para tranquilizar al rey y
á la reina , y se dirigió hácia los dos negocia
dores. Pero no pudiendo el rey y la reina con
tener su impaciencia, se levantaron al momento,
é interrogaron con los ojos a Mr. de Remusat:
—«Señor, dijo este: es necesario que el rey sepa
la verdad; ocultársela en semejantes momentos
seria hacerse cómplice de los sucesos. Vuestra
120 REVOLUCIÓN FRANCESA.
confianza prueba que estais engañado. A tres
cientos pasos de vuestro palacio , los dragones
cambian sus sables y los soldados sus fusiles
con el pueblo. —¡Es imposible! esclamó el rey
retrocediendo admirado.» Un ayudante de órde
nes, Mr. de L'Aubepin, dijo respetuosamente
al. rey: —-«Yo lo he visto, señor.» •.; ... .
A estas palabras toda la familia se levantó de
la mesa. El rey subió á sus habitaciones, se
puso su- uniforme , montó á caballo, y acompa
ñado de sus dos hijos, los duques de Nemours
y de Montpensier , y un grupo de generales fie
les , pasó revista lentamente á las tropas y á los
batallones poco numerosos de la guardia nacio
nal , destacados en la plaza del Carrousel y en el
patio de las Tullerias. La actitud del rey era de
desaliento ; la de las tropas fria ; la de la guar
dia nacional indecisa. Algunos gritos de /viva el
rey! salían de las filas mezclados á los de ¡viva la
reforma! La reina y las princesas , asomadas á
un balcon de palacio como Maria Antonieta al
amanecer del ÍO de agosto , seguían con los ojos
y con el corazon al rey y á los principes; veian
los saludos militares de los oficiales agitando
sus sables al frente de la linea; oian tambien el
confuso eco de los gritos, cuyas palabras no po
dian entender, y creyendo que aquellos habian
renovado el entusiasmo , se retiraron llenas de
alegria al interior.
Pero el rey no podia hacerse ilusiones acerca
de la fria acogida que habia tenido ; habia visto
rostros inquietos ú hostiles , y oido salir al lado
POR LAMARTINE. 424
de su caballo los gritos de ¡viva la reforma! y
de ¡abajo los ministros! como una bomba de la
revolucion que estallaba en las puertas de su
palacio. Volvió, pues, áél abatido y consterna
do , temiendo tanto provocar la lucha como es
perarla , y permaneció en esa inmovilidad for
zada que se apodera de los hombres en ciertas
circunstancias y que los estrecha con dificulta*
des iguales por ambos lados; situaciones en que
solo la accion puede salvarlos, pero en que basta
ia accion es imposible. La desesperacion es el
genio en circunstancias desesperadas. La des
gracia del rey fue esperar demasiado ; estaba
acostumbrado á la felicidad , y esa larga felicir-
dad de su vida le engañó el último dia de su: rei
nado.
XL
Mr. Thiers, testigo de esta catástrofe acele
rada , esperaba al rey para resignar el poder que
se escapaba desus manos antes de haberlo ejer
cido. Conoció que la popularidad efímera de que
habia disfrutado su nombre una sola noche pa
saba á otro nombre , é indicó al rey á Mr. Bar-
rot para formar un nuevo ministerio ; no se po-
dia llevar mas lejos el triunfo de la oposicion
subsistiendo la monarquía. Aunque Mr. Barrot
habia esperimentado ya tambien en el boulevard
la impotencia y la fragilidad de un nombre , se
consagraba al rey y á la pacificacion de Paris,
sin pensar que iba á sacrificar en pocas horas
una popularidad de diez y ocho años. Esta ad
4SZ REVOLUCIÓN FRANCESA
hesion, en el instante en que la fortuna se volvía
contraria al rey , era una generosidad de carác
ter y de valor que realza á un hombre en el jui
cio de la imparcial posteridad. Instruido mon-
sieur Barrot algunos momentos despues del
nombramiento que le habia hecho el rey , no va
ciló en ir á tomar posesion del ministerio del in-
rior y de empuñar el roto timon del estado.
En este momento todo su consejo de minis
tros era el rey, que se hallaba en las Tullerias,
y bajo cuya mano se habian hundido ya tres
ministerios: los-deMM. Guízot, Molé y Thiers.
La reina, los principes , los diputados, los sim
ples oficiales del ejército y de la guardia nacio
nal, se hallaban alrededor del rey , sitiándole y
confundiéndole con noticias y pareceres inter
rumpidos por pareceres y noticias contrarias.
La palidez en las mejillas , las lágrimas en los
ojos de la mujeres , y la ignorancia y la segu
ridad que se observaban en las facciones de los
niños de la familia real, entristecian los cora
zones. Todo descubria en los ademanes, en las
actitudes , en la agitacion y en las palabras la
fluctuacion de ideas y de resolucion que da
tiempo á la desgracia para llegar, y que des
anima hasta á las personas fieles. Abiertas las
puertas y las ventanas del aposento del piso
bajo , que daban al patio , permitían que los
soldados- y los guardias nacionales presenciasen
desde él esta escena de angustia , que podia al
terar su disposicion moral.
Era preciso echar un velo sobre este desór
POR LAMARTINE.
den delos pensamientos del rey y sobre la con
fusion de su familia , para que un desaliento
contagioso no se apoderase de los soldados. A
un individuo de la guardia nacional , que estaba
de faccion bajo el peristilo del gabinete del rey,
enterneció de tal manera este espectáculo , que
le hizo derramar algunas lágrimas. Hombre de
oposicion casi republicana , pero sensible y leal,
deseaba el progreso sin aspirar á la destruccion
del trono; pero no queriendo, sobre todo, que la
causa de la libertad debiese su triunfo al co
barde abandono de un anciano , de débiles mu
jeres y niños , por los mismos que estaban en
cargados de protegerlos , se acercó al teniente
general que mandaba las tropas:—«General, le
dijo en voz baja , y con una emocion cuyo acento
la hacia imperiosa : mandad alejar vuestras tro
pas del alcance de estas escenas de luto. No
hay necesidad de que los soldados vean la ago
nía de los reyes.» El general comprendió el sen
tido de estas palabras , é hizo retirar los bata
llones.
XII.

El rey habia subido á su gabinete, y escuchaba


aun los pareceres de Mr. Thiers, de Mr, Lamo-
riciere, de Mr. Remusat y de su hijo mas jóven,
el duque de Montpensier , cuando resonó una
descarga prolongada de fusileria á la estremidad
del Carrousel, hácia el lado de la plaza del
Palacio Real: á este ruido se abre la puerta del
4 21 REVOLUCIÓN FftANCESA
gabinete , y Mr. de Girardiu se dirige precipi
tadamente hácia el rey.
Mr. de Girardin , en otro tiempo diputado,
publicista aun , hombre menos de oposicion que
tic ideas , menos de revolucion que de crisis,
se habia lanzado en aquella.que ofrecia peligros,
peripecias , grandeza : era del pequeño número
de esos caractéres que buscan siempre ocasion
de entrar en escena con la suerte, porque tie
nen la impaciencia de su actividad , de su ener
gía y de su talento , y se sienten a la altura de
las cosas y de las circunstancias. Mr. de Girar
din no sentia ni fanatismo por el trono ni anti
patía contra la república : de la política , solo
amaba la accion. Ambicioso , superioridad inte
lectual mas bien que de situacion, de represen
tacion mas bien que de poder, se babia dirigido
á palacio sin otro mandato que el de su propio
impulso. El diario, La Prensa, que redactaba, le
daba una notoriedad en Europa y una publicidad
en Paris, que le ponían continuamente en con
tacto , cu conversacion , por decirlo asi , con la
opinion : era uno de esos hombres que piensan
en voz alta en medio de un pueblo, y de los cua
les cada pensamiento es el suceso ó la contro
versia del dia. La antigüedad no tenia mas que
oradores del forum : el periodismo ha creado
estos oradores de domicilio.
Mr. de Girardin, en palabras breves y termi
nantes , de esas que abrevian los minutos y cor
tan las objeciones , dijo al rey con doloroso res
peto que ías tentativas de ministerios no era»
POR LAMARTINE. 42S
ya oportunas ; que con ellos iba á hundirse el
trono dentro de algunos momentos, y que no
habia mas que una palabra que correspondiese
á la urgencia del levantamiento : la abdicacion.
El rey estaba en uno de esos momentos en que
las verdades bucen impresion sin ofender. Dejó
sin embargo caer de sus manos la pluma conque
combinaba sobre el papel nombres de ministros,
y quiso discutir; pero Mr. de Girardin , tan de
prisa como el tiempo , tan desapiadado como la
evidencia, no admitió siquiera la discusion. —
«Señor , dijo : la abdicacion del rey ó la abdica
cion de la monarquía: ved aquí el dilema que
debeis resolver; el tiempo no deja ni un minuto
para buscar otra salida á los acontecimientos.»
Mientras hablaba asi Mr. de Girardin , presentó
al rey un proyecto de proclama que habia re
dactado de antemano y enviado á la imprenta.
Esta proclama , concisa como un hecho , no con
tenia masque estas cuatro líneas, sobre las cua
les era necesario llamar al instante y por todas
partes la atencion del pueblo :
Abdicacion del rey.
Regencia de la duquesa de Orleans.
Disolucion dela cámara de diputados.
Amnistía general.
El rey vacilaba: su hijo, el duque de Mont-
pensier, impulsado sin duda por la espresion
enérgica de la fisonomía , de los ademanes y de
las palabras de Mr. de Girardin, instó ásu pa
dre con mas precipitacion quizá que permitía
el respeto de un hijo á la dignidad real , á la.
426 . . • REVOLUCIÓN FRANCESA

edad y al infortunio. Se presentó una pluma al


rey, y se le arrancó la corona sin esperar que
adquiriese una plena y libre conviccion. La du
reza de la suerte del rey no debia haberse he-
cho sentir en la precipitacion con que se le dió
é hizo adoptar este consejo. Pero por otra parte,
la sangre corria , hundiase el trono, y hasta ta
vida del rey y de su familia estaban comprome
tidas. Todo puede esplicarse por la solicitud y
la ternura de los consejeros: la historia debe
adoptar siempre la version que humille y des
troce menos el corazon humano.
XIIL
Al oir el ruido de las descargas, el mariscal
Bugeaud monta á caballo para ir á interponerse
entre los combatientes ; pero temiendo que su
presencia y su nombre sean un nuevo motivo
de encarnizamiento , mil voces le gritan que no
se muestre al público. No por eso de'siste de su
intento , se adelanta , y (Jespues de haber de
safiado la cólera y las armas de la multitud,
vuelve sin haber obtenido otra cosa que la ad
miracion por su valor. Apéase del caballo en et
patio de las Tullerias , y sabe que ya no le per
tenece el mandó , que se ha confiado al duque
.de Nemours. El jóven general Lamoriciere,
cuyo nombre solo tiene el prestigio de su valor
en África, avanza al galope por el Carrousel,
atraviesa por enmedio de las balas los puestos
avanzados , se acerca heróicamente á los prime-
POR LAMARTINE. 457
ros grupos de combatientes, y mientras los
. arenga es acribillado á balazos , de uno de los
cuales cae herido su caballo, rompiéndose su
espada en la caida. El general , herido en una
mano , cuya primera cura se le hace, en una
casa inmediata, vuelve á montar á caballo y atra
viesa silenciosamente la plaza para venir á anun
ciar al rey que las tropas .se fatigan, -y que es
el pueblo inaccesible á los consejos-
Tras del mismo Lamoriciere desemboca el
pueblo, en efecto , d& la ealle de Roban sobre
el Carrousel, donde parlamenta eon los solda
dos , que se retiran precipitadamente y en des
órden al patio delas Tullerias. . .
Al ruido de la insurreccion que se acercaba, el
rey escribió estas palabras : —'Abdico en favor
de mi nieto el conde de Paris. Deseo que sea
mas feliz que yo.»
. \vt
-V > i . •
.• • • *

Luis Felipe no se espücaba acerca de la re


gencia. ¿Era esto por respeto á la ley que habia
hecho votar en favor de la regencia de su hijo,
el duque de Nemours? ¿Era para dejar entre
el pueblo y los ministros una postrer concesion
que discutir y disputarla para ganar tiempo, ó
para retener aun cerca de sí, en su casa, un po
der envidiado Tc[ue no habia querido confiar, se
gun exigían y aconsejaban la naturaleza y la
verdadera política , á la madre de su nieto, el
conde de Paris? Se ignora. Mr. Thiers habia
428 REYOLUCION FRANCESA
secundado el pensamiento del rey pronuncián
dose con una parte de la oposicion contra la re
gencia de la duquesa de Orleans. Mr. de Lamar
tine habia sostenido enérgicamente el derecho
de las madres.—«No hay buena política contra la
naturaleza , » habia esclamado ; y aunque ven
cido por una débil mayoria, debida ála influen
cia combinada de la corte y de la oposicion afecta
personalmente al rey, la actualidad le daba des
graciadamente la razon. El duque de Nemours,
designado para regente, aunque jóven, valiente,
instruido y laborioso , no era amado del pue
blo. La naturaleza, a! darle la inteligencia , la
sabiduria precoz y el valor de su raza , le habia
- negado la espansiou que atrae los corazones.
La distancia no era favorable á sus cualidades,
que solo se veian de cerca. Este es un defecto
para un particular y una desgracia para un prin
cipe. Todo el que ha de figurar ante el pueblo
debe tener prestigio ; el duque de Nemours
solo obtenía la estimacion. A'eiaseen él una con
tinuacion de las virtudes y de los defectos de su
padre; que cambiando de rey no se cambiaria
de sistema , y los pueblos quieren cambiar de
iodo á veces.
La falta del rey y de Mr. Thiersde haber ar
rancado la regencia á la jóven madre de un rey
niño pesaba fatalmente sobre esta ultima hora
del reinado. Luis Felipe y sus ministros sucum
bian bajo la imprevision de aquel acto. Si en
vez de arrojar al pueblo una abdicacion ambi
gua, que no se esplicaba acerca de la regencia,
POR LAMARTINE. ' 1 "29
y que dejaba entrever á los combatientes al du
que de Nemours tras la abdicacion , Mr. de Gi-
rardin, portador de este acta, hubiese hecho
apercibir á la imaginacion y al corazon del pue
blo una madre viuda y jóven , reinando por la
gracia y la popularidad bajo el nombre de su
hijo: si esta princesa amada y estraña á toda
recriminacion hubiese aparecido en los patios
de palacio y presentado su hijo á la adopcion del
pais, no hay duda de que la naturaleza hubiera
triunfado del pueblo , porque la naturaleza ha
bría hallado un cómplice en las miradas y en el
corazon de cada combatiente. Así duermen largo
tiempo las faltas de los reyes y de los hombres
de estado, para venir á abrumarlos inopinada
mente en la hora en que las creen olvidadas.

XV.

Pero aun á esta hora suprema , la duquesa


de Orleans se hallaba relegada con sus hijos en
los aposentos de palacio que habitaba. El rey
temía la influencia de esta mujer jóven, bella,
grave , envuelta aím en su luto , irreprochable
en su conducta , y desterrada voluntariamente
del mundo, para que el brillo involuntario de
su lealtad , de su gracia y de su talento no la
atrajese las simpatías del pais y la hiciese ob
jeto de celos á la corte. Aunque concentrada en
sn maternidad y en su dolor , esta princesa no
podia, sin embargo, dejar de apercibirse de las
últimas faltas del rey, y de alarmarse sobre el
tomo i. 9
• 30, REVOLUCIÓN FRANCESA
porvenir de sus hijos. Tambiea habia debido.
sentir dolorosamente la dureza dinástica de la
ley de regencia pedida y votada contra ella, y
que con la tutela política de su hijo le arreba
taba la ocasion de mostrar al mundo las gran
des cualidades de que estaba dotada. Pero esta
amargura no habia traspirado nunca de su co
razon ; sus labios no habian dejado escapar ja
más una sola queja , cifrando su orgullo en su
resignacion , su mérito en su silencio. Mr. de
Lamartine, el defensor, desconocido para ella,
de sus derechos naturales en la discusion de la
ley de regencia , no habia tenido jamás ninguna
relacion con la princesa , ni habia siquiera re
cibido de esta una señal de asentimiento ó de
reconocimiento por el homenaje desinteresado
y enteramente político que le habia hecho en la
tribuna. Se aseguraba que desde hara algun
tiempo, descontento Mr. Thiers de la corte , y
arrepintiéndose quizá de haber tomado partido
por la regencia del duque de Nemours, dirigía
sus pensamientos hácia esta princesa. Es posi
ble que el desafecto cada dia mayor hácia los
principes hubiese hecho reflexionar á este
hombre de estado, y que esperase en efecto re
animar el sentimiento monárquico en la popu
laridad de una mujer y de un niño. No se puede
afirmar esto; pero semejante idea estaba bas
tante iirdicada por la naturaleza para que un es
píritu justo no la comprendiese, y despues de
naboría abandonado, volviese á ella de nuevo.
En cuanto á Mr. deGirardin, habia sostenido
POH LAMARTINE. U4
en su diario con un gran poder de talento y de
perseverancia el sistema que Mr. de Lamartine
con su palabra en la tribuna. Despues habia visto
una vez á la duquesa de Orleans, y sacado de es
tas cortas y raras conversaciones una conviccion
de la bondad de su sistema , afirmada aun mas
por la admiracion á aquella princesa. Jamás,
sin embargo, una sola palabra suya reveló una
ambicion chasqueada, ó una amargura oculta. Sus
dolores eran puros, no solo de todo complot, sino
de toda ambicion , y mostraba la serenidad y el
desinteres de una madre que se olvida entera
mente de sí misma entre los recuerdos de su
esposo y las esperanzas de su hijo. Sin embargo,
puede suponerse que al arrancar al rey con
tanta precipitacion la abdicacion vaga que no
confiaba á nadie el reino, Mr. de Girardin, y
quizá tambien Mr. Thiers, pensaban en la re
gencia de la jóven viuda , y esperaban verla
proclamar por la voz del pueblo.
XVI.
Esta idea , si existia , abortó por un error an
tes de nacer. La precipitacion natural en seme
jantes momentos habia hecho olvidar el poner
firma alguna á la proclama que Mr. de Girardin
arrojaba al pueblo sobme el Garrousel y la
plaza del Palacio Real. Eu vano arrostraba
el hierro y el luego para obtener una tregua:
la multitud , despues de haber leido la procla
ma , no vieudo ninguna sancion á las promesas
*3» REVOLUCION FRANCESA
manuscritas de abdicacion , las lomaba por un
lazo, y continuaba avanzando. El hijo del almi
rante Bandin, que habia salido con Mr. de Girar-
din á repartir las proclamas en la plaza de la
Concordia , era rechazado por la misma incre
dulidad y con los mismos peligros. El rey se
consumía de impaciencia ; pero tuvo un postrer
rayo de esperanza á la llegada de un viejo ser
vidor del estado, que habia llegado á ser su
amigo, y que continuaba siéndolo del pueblo de
Paris. Era el mariscal Gerard, hombre antiguo
y sencillo, que habia pasado de los campos de
batalla del imperio á la corte.de Luis Felipe,
sin haber perdido en ella. la memoria de la li
bertad. Adicto hacia mucho tiempo al rey por
puro alecto, no habia perdido la independencia
ni el color de sus opiniones: valiente como un
soldado, popular como un tribuno , el mariscal
Gerard era el hombre de la hora suprema.—«Id
al encuentro de esas masas, lo dijo el rey, y
anunciadles mi abdicacion. »
El mariscal , vestido con un traje de paisano,
de mañana y de color claro , con sombrero
redondo en la cabeza , monta el caballo que el
mariscal Bugeaud acallaba de dejar en el patio.
El general Duchnnt, brillante olicial del impe
rio, célebre por su belleza marcial y por su va
lor, acompaña al mariscal Gerard. Al salir de
las verjas de palacio son acogidos con los gritos
de ¡vivan los valientes! El anciano mariscal re
conoce entre la multitud al coronel Dumoulin,
antiguo oficial del ejército del emperador , hom
POR LAMARTINE. 133
bre aventurero, á quien arrastra el vértigo del
fuego y embriaga el movimiento , y le llama por
su nombre :—« Vamos , le dijo , mi querido Du-
moulin ; ved aquí la abdicacion del rey y la re
gencia de la duquesa de Orlcans, que traigo al
pueblo. Ayudadme á hacérselas aceptar.»
Diciendo estas palabras, el mariscal alargaba
un papel al coronel Uumoulin ; pero el repu
blicano Lagrange, mas listo que este , se inter
pone , arranca la proclama de la mano del ge
neral, y desaparece sin comunicarla al pueblo.
Este hecho arrebató la regencia y el trono á la
dinastía de Orleans : la república se hubiera
quizá detenido ante el nombre de una mujer.
XVII.
Entre tanto, el rey, que habia prometido ab
dicar á Mr. de Girardin , á su hijo y á los mi
nistros que lo llenaban de terror , no habia
acabado aun de escribir formalmente su abdi
cacion.
Parecia esperar otro consejo mas conforme
á sus hábitos de contemporizacion , disputando
aun con la necesidad ; y una circunstancia es
tuvo á punto de dar la razon á su lentitud , y
de asegurar á él y á su dinastía sobre el trono.
El mariscal Bugeaud atraviesa otra vez á galope
el patio de las 'fullerías de vuelta de un nuevo
reconocimiento ; se precipita de su caballo ; en
tra casi por la fuerza en el gabinete lleno de mi
nistros póstumos y de consejeros de hecho del
<34 HEYOIXCION FRANCESA
rey , en el que reina la mayor confusion ; y
penetrando por medio de los grupos, llega hasta
el rey.
Retrocedamos una noche, y veamos cuál ha
bia sido hasta entonces la parte de accion del
mariscal Bugcaud.
Como se ha visto , el mariscal habia desem
peñado un instante la comandancia general de
la guardia nacional y de las tropas. A los
úe la mañana se le habia llevado su nombra
miento para este cargo , y en seguida se dirigió
ni estado mayor, su cuartel general, para for
mar su plan y dar las órdenes de batalla. El
estado mayor estaba desierto: generales, oficia-
les y soldados, todos descansaban de las fati
gas de los dos dias precedentes , dormidos en sus
capas sobre la plaza , en los entresuelos y en las
buhardillas del inmenso Louvre. El mariscal
habia perdido mucho tiempo en hacer llamar á
algunos generales y oficiales de estado mayor, y
en enterarse del número y de la posicion de las
tropas bajo sus órdenes. El número de ellas,
que se creia al menos de cincuenta mil hom
bres, no ascendia mas que á treinta y cinco mil
activos , y rebajando los destinados a la guardia
de los fuertes y t!e los cuarteles , y los que
siempre están fuera de servicio por distintas
causas , solo se podia contar con cerca de veinte
y cinco mil combatientes de todas armas: tro
pas suficientes contra masas esparcidas y con
fusas á quienes no une la disciplina , y que se
disuelven como se forman ; pero tropas trabaja
POR LAMARTINE. 435
das ya por cuarenta y ocho horas de estancia
entre lodo , entorpecidas de frio , desmayadas
de hambre, llenas de dudas y de incertidum-
bre acerca de qué parte estaba el derecho, aver
gonzadas de abandonar al rey , consternadas de
hacer la guerra al pueblo, y mirando para arre
glar su actitud á la guardia nacional , indecisa
ella misma entre los dos ejércitos.
El mariscal, con su instinto militar madurado
por la reflexion 6 ilustrado por la esperiencia
en el manejo de las tropas , sabia que la inmo
vilidad es la derrota moral de los ejércitos. Ha
bia , pues, cambiado al instante el plan ó el azar
seguido hasta entonces, y hecho comparecer
ante si á los dos generales que mandaban estos
cuerpos. El uno era Tiburcio Sebastiani, her
mano del mariscal de este nombre, oficial
adicto y prudente; el otro el general Bedeau,
que habia ganado sus grados y su reputacion
en Africa, y que llevaba un nombre acostum
brado al respeto de sus compañeros de armas
de Paris. Les habia ordenado que formasen dos
columnas, de tres mil quinientos hombres cada
una, y que avanzasen al centro de l'aris, la una
por las «alies paralelas á los boulevarae que di
rigen ála casa de ayuntamiento (Hotel de Ville),
y la otra por las calles mas próximas á los ma
lecones. Estas columnas debian llevar artillería,
y los generales tomar al paso todas las barri
cadas que encontrasen, destruir estas fortalezas
de la insurreccion , disolver completamente los
grupos, y concentrarse en el Hotel de Ville, po
<36 REVOLUCION FRANCESA
sicion decisiva de la jornada. El general Lamori-
ciere debia mandar la reserva, de cerca de nueve
mil hombres, situada alrededor de palacio.
Antes de la llegada del mariscal al estado
mayor, el rey y Mr. Thiers habian llamado ya
y nombrado para este mando á Lamoriciere,
como hombre joven y de reputacion impaciente
por distinguirse. El jóven general y el mariscal
Bugeaud habian tenido graves disensiones en
Africa , y su cooperacion habría podido traer
choques y peligros si uno y otro no hubiesen
sacrificado su resentimiento á su adhesion al rey,
lo que habian hecho con una cordialidad militar
digna de ellos. El mariscal, al ver aparecer á
Lamoriciere en el grupo de oficiales generales
bajo sus órdenes, se habia adelantado á él, y
alargando la mano, le dijo:—«Espero, mi querido
general , que habremos dejado nuestras dife
rencias en Africa , y que aquí solo tenemos
nuestra estimacion mutua y la adhesion á nues
tros deberes de soldados. Lamoriciere, digno de
comprender tales palabras , se conmovió hasta
el estremo de derramar lágrimas. Las lágrimas
del soldado no son sino valor , y conmovido el
corazon ¿le Lamoriciere , consagró todo el suyo
á seguir las inspiraciones del mariscal.
XVIIL. :...".' -'.".':'."'..'i
Al amanecer, las dos columnas habian partido
á ejecutar el movimiento prevenido. De cuando
en cuando oficiales de estado mayor disfrazados
LAMARTINE. 437
ile puisanos ó de artesanos traian noticias de sus
progresos al general en jefe. Las columnas no
encontraron resistencia hasta las avenidas del
Hotel de Ville , y habian penetrado por enmedio
del pueblo, que se abria para dejarles paso á los
gritos de ¡viva la reforma! ¡viva el ejército!
Penetraban sin obstáculos en las barricadas em
pezadas á levantar, que destruían, y aunque
nuevas masas de pueblo armado , pero inofen
sivo , se presentaban ante ellas en todas las
grandes confluencias de las calles , no encon
trando los dos generales pretesto para comba
tirlas , no se atrevían á disiparlas con las bayo
netas ó el cañon. Puestos así en contacto el pue
blo y las tropas, se entablaban diálogos y circu
laban entre ellas noticias falsas: y el instinto de
la paz , de unas mismas ideas, que agitan los co
razones de los ciudadanos de una misma patria;
el horror de la sangre inútilmente derramada
en el Hotel de Ville , mientras que en las Tu-
llerias se habia tal vez verificado ya una recon
ciliacion por combinaciones políticas ó la abdi
cacion del rey /paralizaban las órdenes en los
labios de los generales y las armas en la mano
de los soldados. - '.ri t
El mariscal , obedeciendo á las órdenes reite
radas del rey, mandó á sus tenientes que se le
reuniesen. Entre tanto el general Bedeuu habia
hecho replegar los batallones, porque algunos
soldados bajaron hácia el suelo los cañones de
sus fusiles en señal de fraternizar con la pobla
cion. Su retirada así por medio de Paris apare
<38 REVOLUCIÓN FRANCESA

'Cia con el carácter de una defeccion ó de una


vanguardia de la revolucion que se dirigía á las
Tullerias. Estas tropas , vencidas ya por seme
jante ademan , habian vuelto sin embargo, com
pletas, pero impotentes, á recobrar sus posicio
nes sobre la plaza de la Concordia , en los Cam
pos-Elíseos y en la calle de Rivoli. El ejército
frances humillado, no es ya un ejército : él te
nia , pues , sobre su corazon la amargura de esta
retirada, y la conserva aun.

XIX.
El mariscal , reducido á la inmovilidad por
obediencia al rey y á los ministros, habia ereido
poder hacer retroceder con su vista y sus pala
bras á las masas que intentaban penetrar en el
Carrousel. Al intento , dos veces se habia diri
gido á caballo al encuentro de ellas , como he
mos visto, y acogido á los gritos de ¡viva el
vencedor de Isly ! habia llegado á persuadirlas
que esperasen el resultado de la deliberacion de
los ministros. Una sola vez fue insultado -en la
calle Trasnonain con el epíteto de degollador del
pueblo ; pero se habia acercado al vociferador,
reparado la injuria , probado que habia sido es-
traño á las crueldades cometidas en esta san
grienta jornada , y reconquistado el respeto y la
popularidad de las masas.
Lamoriciere á su vez se habia precipitado solo,
á caballo, en las oleadas de la multitud , arenga
,' POR LAMARTINE. <39
dola y vuelto al Louvre , vencido , pero honrado
por sus esfuerzos de pacificacion.
31ientras pasaban estas escenas sobre el Car-
rousel , los insurgentes , hallando libres el bou-
levard y la calle de la Magdalena , se agolpaban
hasta la embocadura de la plaza de la Concor
dia, incendiaban algunos de los cuerpos de guar
dias de los Campos-Elíseos , hacian fuego sobre
los demas, y mataban á los guardia municipales
odiosos al pueblo, porque eran los encargados
siempre de reprimir todos los desórdenes y to
das las conmociones de Paris. Estos desgracia
dos iban á espirar bajo el hierro y el fuego de
sus asesinos en los cuerpos de guardia y en el
palacio del ministerio de marina ; sus gritos de
socorro llamaban defensores y vengadores, y
aunque muchos batallones y escuadrones esta
ban destacados muy cerca y los oficiales y los
soldados solicitaban con instancia la órden de
marchar contra los asesinos , sujetos los jefes
por la consigna no se atrevían á rechazar á los
asaltantes , y se limitaban á salvar la vida de los
guardias municipales bajo el amparo de sus sa
bles. Hasta tal punto temían los ministros dar
con la resistencia un pretesto al incendio gene
ral de París. Pero esta sangre derramada impu
nemente no lo estinguió ; no hizo mas que ati
zarlo , y consternar á la vez la victoria y la der
rota. ..- : •;- =
Eran las once : en este momento se habia ve
nido á avisar al general que el rey lo habia des
tituido del mando y nombrado en su lugar al
440 REVOLUCIÓN FRANCESA
mariscal Gerard. Aquel habia cedido con impa
ciencia á estas órdenes , corrido á palacio para
hacer presente al rey los peligros de abdicar en
medio de mia derrota , y ni entrar en las fulle
rias se le habia anunciado la abdicacion. Se ha
bia precipitado , pues, como hemos dicho, en el
gabinete del rey , y se hallaba á su lado.
XX.
Sentado el principe delante de una -mesa, te
nia la pluma en la mano, y escribia muy des
pacio su abdicacion, con el esmero y la simetria
de un calígrafo, y en letras mayúsculas, que pa
recian imprimir sobre el papella majestad dela
real mano. Los ministros de la víspera , de la
noche y de aquel dia , los cortesanos, los Conse
jeros oficiosos , los principes , las princesas y
los niños de la familia real, llenaban el aposento
de gente, de confusion , de diálogos, de cuchi
cheos y de grupos agitados. Distinguíase en los
rostros la espresion del terror que precipita las
resoluciones y que quebranta los caracteres:
era llegada una de esas horas supremas en que
se reveían en toda su desnudez los corazones;
en que la máscara del rango , de los títulos, de
las dignidades cae de los rostros , y deja ver la
naturaleza muchas veces degradada por el mie
do. Oíanse á lo lejos , y por entre los rumores
de la cámara , resonar ya los tiros al estremo
del patio del Louvre. Una bala silba distinta
mente en el oido ejercitado del mariscal, y va
POR LAMARTINE. U4
á perderse en el techo ; pero el mariscal no dice
á los que le rodean la siniestra significacion de
aquel ruido. El palacio de los reyes podia lle
gar á ser un campo de batalla: en su con
cepto era el momento de combatir, y no de ca
pitular.
—«Y qué .señor, dijo al rey: ¿hay quien se
atreva á aconsejaros abdicar en medio de un
combate? ¿Se ignora, pues, .que es aconsejaros,
mas que lu ruina, la deshonra?La abdicacion, con
la calma y la libertad de !a deliberacion , es al
gunas veces la salvacion de un imperio y una
prueba de la sabiduria del rey. Pero la abdica
cion en medio del fuego parece siempre una
debilidad; y ademas, añadió, esta debilidad,
que vuestros enemigos tratarian de cobardia, es
inútil en este momento, El combate está empe
ñado; no hay ningim medio de anunciar la ab
dicacion á las masas, cada vez mas numerosas,
que se sublevan , y cuyo impulso no podria de
tener una palabra pronunciada desde los pues
tos avanzados.: restablezcamos primero el ór
den , y deliberemos en seguida.
—«Pues bien,, dijo el rey, levantándose al oir
estas palabras, y estrechando entre sus manos
trémulas las del mariscal; ¿me prohibis segun
eso abdicar?—Si, señor, prosiguió con respe-?
tuosa energía el valiente soldado; me atrevo á
aconsejaros que no cedais, en este momento al
menos, á un parecer que no os salvará , y que
puede hacerlo perder todo.»
El rey apareció radiante de alegria al ver
•I 42 REVOLUCIÓN FRANCESA.

compartido y autorizado su sentimiento por la


voz firme y marcial de su general: —«Mariscal,
le dijo enternecido y casi con un tono suplican
te ; perdonadme el haber roto vuestra espada
en vuestras manos retirándoos el mando para
darlo á Gerard. Era mas popular que vos.—
Señor, replicó el general Bügeaud : que salve
á V. M. , y yo no le envidiaré vuestra con
fianza.»
El rey no se volvió á acercar á la mesa , y pa
recia renunciar á la idea de abdicar: sus conse
jeros se mostraron consternados, porque los
unos unian á esta idea su salvacion, otros la del
trono, y algunos tal vez secretas ambiciones. To
dos al menos veian en ella una de esas solucio
nes que distraen y retardan un momento las
crisis y que alivian el espíritu del peso de lar
gas incertidumbres.
El duque de Montpensier , que parecia aun
mas dominado que los demas por la impacien
cia de un desenlace, se interesó mas que nadie
con su padre, y le sitió con instancias y ade
manes casi imperiosos para hacerle volver á
sentarse á la mesa y firmar la abdicacion. -Su
actitud y sus palabras quedaron grabadas en la
memoria de los circunstantes como una de las
mas dolorosas impresiones de esta escena. En
el tumulto de ella y en la confusion de consejos
tímidos, solo la reina conservó la grandeza , la
sangre fria y la resolucion de su rango de es
posa , de reina y de madre. Despues de haber
combatido con el mariscal la idea de una abdi
POR LAMARTINE. U3
cacion precipitada, cedió al impulso de la mul
titud, y se retiró al alfeizar de una ventana,
desde donde contemplaba al rey con la indig
nación en el pecho y gruesas lágrimas en los
ojos.
El rey entregó su abdicacion en manos de sus
ministros, y fue á reunirse con la reina. Ya no
era rey; pero nadie tenia autoridad legal para'
gobernar el reino.. Mas el pueblo no marchaba ya
al combate contra el rey, sino contra el trono:
en una palabra , era demasiado pronto ó dema
siado tarde para la abdicacion.
El mariscal Bugeaud hizo aun respetuosa
mente esta observacion al rey antes de alejar
se.—«Lo sé, mariscal, le respondió ; pero no
quiero que por mi causa se derrame sangre por
mas tiempo.» El rey era valiente: estas pala
bras no eran pues un pretesto con que cubría
su fuga, ni tampoco una cobardia. Ellas deben
consolarle en el destierro y enternecer á la his
toria. Lo que Dios. aprueba no deben vitupe
rarlo los hombres.
XXI.
El rey se quitó su uniforme y sus placas; de
positó su espada sobre la mesa , y despues de
haberse puesto un sencillo traje negro, dió el
brazo á la reina para dejar el palacio al nuevo
reinado.
Los suspiros ahogados de los espectadores in
terrumpían únicamente el silencio deeste último
4.44 REVOLUCIÓN FRANCESA

momento. Sin un prestigio brillante como rey,


este principe era amado como hombre. Su vieja
esperieucia tranquilizaba los ánimos: su atenta
familiaridad atraia los corazones. Su ancianidad,
abandonada una sola vez por la fortuna , es
citaba la compasion : una supersticion política
hacia aterrar á los circunstantes con la vista de
este último fugitivo del trono, con el que se
creia ver alejarse la sabiduria del imperio. La
reina, asida de su brazo, se mostraba orgu-
llosa de caer de su puesto con su esposo, y con
el que habia sido rey , y que quedaba sin trono
y sin patria sobre la tierra. Esta pareja de an
cianos, inseparables en la felicidad y en el des
tierro, conmovía mas el corazon con sus cabellos
blancos que una pareja de soberanos jóvenes
entrando en el palacio de su poder y de su por
venir. La esperanza y la felicidad son un esplen
dor; la ancianidad y la desgracia son dos majesta
des: la una deslumhra ; las otras enternecen.
Los mismos republicanos habrian llorado Iras de
los pasos de aquel padre y de aquella madre,
echados del hogar donde creian dejar sus hijos.
Algunos de los circunstantes besaban sus manos,
otros tocaban sus vestidos , y valientes solda
dos, que una hora despues iban á servir á la re
pública , tales como el almirante Baudin y La-
moriciere , regaban con lágrimas las huellas del
rey. La reina , al recibir estos adioses , se dice
que no pudo contener una reconvencion á
Mr. Tniers, cuya oposicion indirecta al rey ha-
bia lastimado profundamente su corazon feme-'
POR LAMARTINE. US

mi.—;« ¡ Oh , caballero ! no mereciais un rey tan


bueno. Su única venganza es huir de sus ene
migos.»
El antiguo ministro de una dinastía que habia
en efecto afirmado primero y conmovido des
pues , respetó el dolor de una mujer y de una
madre, ahogó toda réplica en su corazon, y se
inclinó en silencie. ¿Estas palabras dejaron á
los circunstantes el remordimiento de una opo
sicion demasiado personal á la corona , ó lás
tima únicamente por la ceguedad de los reyes?
Solo
,
ellos lo saben. • . •

XXII.
,
En el momento de atravesar el dintel de su
gabinete , el principe , volviéndose hácia la du
quesa de Orleans, que se levantaba para se
guirle , le dijo : — «Quedaos, Elena.» La duquesa
se echó á sus pies para conjurarle á que la lle
vase consigo: olvidaba el trono para no pensar
mas que en el padre de su marido. Ella no era
.ya princesa , sino madre. Pero sus súplicas fue
ron inútiles.
Mr. Gremieux, activo y elocuente diputado
líeta oposicion , habia acudido á palacio para
asistir con sus consejos á las últimas crisis é in
terponerse entre la guerra civil y la corona , y
al oir' las últimas palabras del rey, se precipitó
cerca de él, y asiéndole por el brazo : —«Señor,
le dijo con un tono interrogativo que exige una
respuesta : ¿ se entiende , no es cierto , que la
TOMO r. 10
H6 KEVOLUCIÓ*íi FRANCESA.

regencia pertenece á la señora duquesa de Or-


leans ?
—«No, respondió el rey; la ley confiere la re
gencia Á mi hijo el duque de Nemours , y no me
pertenece alterar una ley: á la nacion es á
quien corresponde hacer lo que convenga á su
voluntad y á su salvacion,» y prosiguió su mar
cha , dejando detras de sí un problema.
El conferir la regencia á su hijo habia sido
uno de los mayores cuidados de su reinado,
pues le humillaba el dejar el gobierno del reino
por algunos años á una mujer que no era de su
estirpe. Quizá tambien su prevision lejana le
hacia temer que la diferencia de religion qiie
existia entre la duquesa y la nacion ocasionase
turbulencias al estado y Oilios á su nieto. Este
principe, reflexivo por naturaleza, habia refle
xionado mucho sobre el porvenir en la soledad
de veinte años de destierro. La prudencia era
su genio , y tambien su defecto. Puede decirse
con verdad que tres escesos.de prudencia dinás-
tTca.fneron las tres principales causas de su
caida : las fortificaciones de Paris, amenaza le
jana á la libertad: el matrimonio del duque de
Montpensier en España, presagio de una guerra
de sucesion por un interes dinástico ; y en fin,
el pensamiento de la regencia del duque de Ne
mours, que arrebató en este momento ála causa
de la monarquía el prestigio infalible sobre el
pueblo , de la inocencia de una mujer y del in-
teres por un niño.
VOR LAMARTINE. 447

XXIII.
La duquesa, que se habia arrodillado delante
del rey, permaneció largo tiempo en esta acti
tud : se habia enviado á buscar los carruajes de
palacio : el populacho les habia pegado fuego ya
al pasar por la plaza del Carrousel , y una des-r
carga mató tambien al cochero que habia ido á
buscarlos. Fue, pues, necesario renunciar á
este medio de partida.
El rey salió por la puerta de un subterráneo
que comunica de sus aposentos al jardin delas
fullerias, y atravesó á pie ese mismo jardin que
Luis XVI , Maria Antonieta y sus hijos habian
atravesado en la aurora del 10 de agosto para
refugiarse á la asamblea nacional, camino del
cadalso ó del destierro que los reyes no des7
andan jamás.
La reina consolaba al rey con algunas pala
bras pronunciadas en voz baja : un grupo de
servidores líeles, de oficiales, de mujeres y (le
niños los seguía en silencio. Dos carruajes de
alquiler , tomados á ta ventura por un oficial
disfrazado en las caltes donde se situaban , se
hallaban apostados á la salida de las Tullerias,
al estremo del jardin. Los nervios de la reina,
sobreescitados por tan larga crisis, habian des
fallecido al aire libre , y suspirando , vacilante,
tropezaba á cada paso: fue necesario que el rey la
alzase en sus brazos para colocarla en el carruaje
al que subió despues que ella. La duquesa de Ne
1,48 REVOLUCIÓN FRANCESA
mours , gracia y be'leza de aquella corte , subió
llorosa con sus hijos en el segundo carruaje,
buscando con miradas inquietas á su marido,
que quedaba en Paris, entre las dificultades y
los peligros de su deber. Un escuadron de cora
ceros envolvió á los dos carruajes, que partie
ron á galope por el malecon de Passy. Al lina!
de los Campos-Elíseos se dispararon algunos ti
ros contra la comitiva, que derribaron en tierra
á la vista del rey dos caballos de la escolta. La
fuga era hácia Saint-GIoud.
XXIV.
El duque de Nemours se habia quedado cerca
dela duquesa de Orleans, mas atento ála suerte
de esta princesa y de sus sobrinos , confiados á
su prudencia, que á su propia ambicion. EsUi
principe impopular fue el único que se mostró
digno de popularidad por su valor y su des
interes. La defensa del Carrousel y delos patios
de las 'Fullerias no tenian ya objeto. Si el pala
cio llegaba á forzarse , podia ser el sepulcro de
la duquesa de Oileans y de sus hijos, y el du
que de Nemours era responsable ya de todas es
tas vidas y de la sangre del pueblo. Parlamen
tarios del pueblo se le acercaron bajo el peris
tilo del pabellon del Reloj , y le intimaron que
hiciese retirar las tropas y entregase el palacio
á la guardia nacional. Convencido el principe de
que el pueblo armado y vencedor en la milicia
nacional era quien únicamente podia imponer al
POR LAMARTINE. 4 49
pueblo insurrecto , (liólas órdenes que se le pe
dian. Las tropas se retiraron, y se replegaron
en silencio por el jardin. El duque de Nemours
fue el último que quedó en él para proteger la
partida de la duquesa de Orleans.
Mientras que las tropas evacuaban el castillo,
un corto número de oficiales y de consejeros,
adictos unos á la dinastía, otros a la persona,
y algunos solo al infortunio de una mujer, de
liberaban en torno de la duquesa de Orleans
y de sus hijos sobre el partido que debian to
mar. Notábanse entre ellos el general Gour-
gaud , amigo del emperador, su compañero vo
luntario de destierro en Sania Elena , acostum
brado al infortunio y á la felicidad ; un hijo del
marisca! Ney , Mr. d Elchingen , MM. de Mont-
guyon , Villaumez y de Bois Milon. Tres caño
nazos hicieron estremecer en este instante los
cristales del aposento : la duquesa lanzó un
grito de terror. La artillería al retirarse habia
Irecho un disparo contra el pueblo , que des
enfocaba del malecon al Carrousel. La duquesa
envió al general Gourgaud á detener el fuego,
y los artilleros apagaron las mechas en señal de
paz. El general Gourgaud regresó seguido de
Mr. Dupín.
Mr. Dupin , menos legista que legislador,
presidente por muclio tiempo de la cámara
dé diputados , orador eminente , tradicion viva
del espíritu de resistencia y de libertad legal en
la monarquía , que habia caracterizado en otfo
tiempo á los Harlay , los Mole y los Hopital, de
450 REVOLUCIÓN FRANCESA

mócrata en costumbres y en traje , realista por


hábito y por sentimiento, habia sidodesde 1815
el consejero doméstico Y el amigo alternativa ó
sucesivamente duro y acariciador del duque de
Orleans, despues rey de Francia. La austeri
dad de su palabra, la aspereza de sus sarcas
mos, habian encubierto á los ojos del pais las
condescendencias de su adhesion personal á la
familia real , condescendencias de que se ven
gaba contra los ministros de la corona. La po
pularidad que comprometía con la corte vol-
via á grangeársela en el parlamento por su
independencia. Sabio, elocuente, hábil, orá
culo de la magistratura , de tono severo, fle
xible con las revoluciones , temido de los dé
biles, considerado de los fuertes, á la altura
siempre de ¡os acontecimientos , Mr. Dupin
era una de las grandes autoridades de la opi
nion , cuya marcha seguían otros muchos. Se
presentó en escena á la hora en que la re
volucion buscaba una bandera, y la halló na
turalmente en aquella mujer y. en aquel niño.
Ninguna mano era mas á propósito para soste
nerla y hacerla adoptar.
La duquesa le vió entrar como un augurio de
fuerza y de paz. —«¡Ah! caballero: ¿qué venis á
decirme? esclamó. —Vengo á deciros, señora,
respondió Mr. Dupin con el acento de una triste
pero fuerte esperanza, que quizá os está reser
vado el papel de otra Maria Teresa. —Sed mi
guia , caballero , continuó la princesa; mi vida
pertenece á la Francia y á mis hijos. —Pues
POR LAMARTINE. . . < 51
bien; partamos, señora; no hay un momento
que perder. Vamos á la cámara de los dipu
tados. » •
Este era en efecto el único partido que podia
tomarla duquesa. La regencia ya perdida en las
calles podia recobrarse en la cámara de los di
putados, si esta, desacreditada en la nacion por
su espíritu cortesano, hubiera conservado bas
tante ascendiente para detener la monarquía en
su caida ; la presencia de una mujer , las gracias
y la inocencia de un niño, eran mas persuasi
vas que todos los discursos. La compasion es la
elocuencia en accion. El manto sangriento de
César, desplegado en la tribuna , es un espectá
culo menos penetrante que las lágrimas de una
mujer jóven y bella presentando un niño huér
fano á los representantes de un pueblo sensible.
El duque de Nemours , despues de haber re
cibido la despedida de su padre y protegido su
partida personalmente , volvió á entrar en pala
cio, mientras que el último batallon de las tro
pas del Carrousel desfilaba por el jardin y por
el malecon.
XXV.
La duquesa se puso en marcha hácia la cá
mara , llevando de la mano al conde de Paris,
su hijo primogénito: el duque de Chartres, su
otro hijo , iba en los brazos de un ayudante de
campo. El duque de Nemours, dispuesto á toda
clase de sacrilicios por salvar á su hermana po
lítica y el trono de su pupilo, marchaba al lado
♦M REVOLUCION FRANCESA
derecho de la princesa. . Mr. Dupin hablaba con
ella por el otro lado. Algunos oficiales de pala
cio , y un ayuda de cámara de los reales niños,
era toda la escolta de la regencia. Para hun
dirse con el trono no tenia mas que recorrer
el espacio que media desde el jardin de las Tu-
Uerías al palacio de la representacion nacional.
Apenas habría andado la comitiva las dos ter
ceras partes del jardin, cuando una columna de
republicanos que combatía desde la víspera,
aumentándose y aproximándose siempre, en
traba, á pesar de las tropas, en el palacio, inun
daba los salones, destruía las huellas del rei
nado , proclamaba la república , arrebataba la
bandera que servia de dosel al trono, y no ha
ciendo mas que un corto alto en el palacio con
quistado, se volvia á formar al instante para di
rigirse á la cámara de los diputados tras de la
regente. Esta columna era mandada por el ca
pitan Dunoyer , quien se multiplicó aquel día
para acudir á todas partes.

'i.. .:
. . ' !
APÉNDICE Al TOMO PRIMERO.
APÉNDICE AL TOMO PRIMERO

DE LA

niSTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1848,

POR

A. DE LAMARTINE

NOTA PRIMERA.

Hé aquí las páginas de la Historia de los Giron-


dinos á que Lamartine se refiere en- el libro se
gundo de esta historia, para manifestar sus opi
niones respecto á la. forma" política del gobierno
en Francia": . .
. «Si hubiese habido en la asamblea constituyente
de la república mas hombres de estado que filó
sofos, habría conocido que un estado intermedio
era imposible bajo la tutela de un rey casi des
tronado. No se pone en manós de los vencidos
la guarda y la administracion de los paises conquis
<56 REVOLUCIÓN FRANCESA

tados. Un partido absoluto es el único seguro en las


grandes 'crisis. El genio consiste en saber apode
rarse de ésos partidos en el momento dado.
«Llegó un momento en que la asamblea constk
tuyente tenia el derecho d$, elegir entre la monar
quía y la república , y en el cual debió escoger
esta última. Esta%ra la salvacion única de la. re
volucion y su legitimidad. Al faítárJe' resolu'ci'o'n le
faltó tambien sabiduria.
-»Pero se dice 'con Barnave, la Francia es mo
nárquica por su geografia como por su carácter, é
inmediatamentn la monarquía se habria sobre
puesto á la república. Entendámonos.
«La geografia no pertenece á partido alguno; .
Roma y Gartago no tenían fronteras, Genova y Ve-
necia no tenían territorio. Nü' es la tierra quien
determina la naturaleza de -las constituciones de
los pueblos, sino el tiempo. La objecion geo
gráfica de Barnave cayó un año despues ante los
prodigios de la Francia en 1792. Ella mostró arlo
faltaba á la república unidad y centralizacion para
defender una nacionalidad continental'. Lascolas
y las montañas son las fronteras de• los dSb'ifeSi
los hombros son las fronteras de los pueblos.- De
jemos por tanto á un lado la geografía: no son
los geómetras quienes escriben las constituciones
snciales : lo son los hombrea de estado. /':
«Ora bieft, laS naciones 'tienen dos grandes ins
tintos que les íeVtílafrtltt: forma que deben revestir,
POR LAMARTINE. *&?

segun la hora de la vida á que han llegado: el ins


tinto de su conservacion y el instinto de su engran*
decimiento. Obrar ó reposarse, marchar ó asen
tarse, son dos actos enteramente diversos, que exi-
gen en los pueblos actitudes diferentes tambien. Lo
mismo acontece con las naciones. La monarquía
ó la república corresponden exactamente en un
pueblo á las necesidades de estos dos estados
opuestos: el reposo ó la accion. Entendemos aquí
estas dos frases en su acepcion mas absoluta; por
que hay también reposo en las repúblicas y aqciou
en las monarquías.

»¿Se halla un pueblo en una de esas épocas er*


que es preciso obre en toda la intensidad de sus
fuerzas, para realizar dentro de sí mismo ó fuera
una de esas trasformaciones orgánicas que son tan
necesarias á los pueblos como la corriente es necesa
ria á losrios óla esplosion á las fuerzas comprimidas?
Entonces la república es Ja forma obligada y fa
tal de una nacion. Para una accion pronta, irresis
tible, convulsiva del cuerpo social, son necesarios
el brazo y la voluntad de todos. El pueblo se con
vierte en muchedumbre, y sin órden se lanza al pe
ligro. El solo puede hacer frente á la crisis. ¿ Qué
otro brazo que el del pueblo entero podria levantar
lo que él levanta , destruir lo que él desea destruir,
instalar lo que quiere fundar? La monarquía rompe
ría mil veces su cetro en esta phra. Es necesaria una
4S8 REVOLUCIÓN FRANCESA

palanca capaz de levantar treinta millones de volun


tades. Esta palanca solo la nacion la posee. Ella es
á un tiempo la fuerza motriz, el punto de apoyo y
la palanca misma

»La asamblea constituyente obro ciega y débil


mente, no dando la república por instrumento na
tural a la revolucion. Mirabeau , Bailly, Lafayette,
Sieyes, Barnave , Talleyrand, Lameth, obraron
mas como filósofos que como grandes políticos. Los
acontecimientos lo han demostrado. Creyeron ter
minada la revolucion así que fue escrita ; creyeron
la monarquía convertida tan luego como hubo ju
rado la constitucion. La revolucion, empero, solo
estaba comenzada , y el juramento dela monarquía
ala revolucion era tan vano como el juramento de
la revolucion al trono. Estos dos elementos no po
dian asimilarse sino despues del intervalo de un
siglo. Este intervalo era ta república. Un pueblo no
pasa en un dra , ni aun en cincuenta años, de la ac
cion revolucionaria al reposo monárquico. Por ha
berlo olvidado fae tan terrible la crisis que aun hoy
dia nos agita. Si la revolucion , detras de la cual aun
vamos, hubinse tenido su gobierno propio y natu
ral,: la república, esta república habria sido me
nos tumultuosa y menos inquieta 'que nuestras
cinco tentativas de monarquía. La naturaleza de los
tiempos en que vivimos protesta contra la forma
tradicional del poder. En uca época de movimiento
POR LAMARTINE. < 59

un gobierno de movimiento es lo que se necesita.


¡ Hé aquí la ley f

»Si la república hubiese sido legalmente estable


cida por la asamblea, obrando en nombre de su de
recho y de la fuerza , la república habria sido bien
diversa de la que ipauguró la atroz y pérfida insur
reccion del 10 de agosto. Habria tenido sin duda
las agitaciones inseparables del nacimiento de todo
gobierno; no habria evitado los desórdenes inevi
tables en un pais apasionado por la grandeza misma
desús peligros. Pero habria nacido de una ley, en
lugar defciacer de una sedicion; de un derecho, en
lugar de una violencia ; de una deliberacion, en lu
gar de una insurreccion. Esto solo cambiaba las
condiciones siniestras de su porvenir. Podia ser
agitada , pero podia permanecer pura.
»El 10 de agosto no tenia lugar; las perfidias y
la tiranía de la commune de París, el asesinato de
los guardias, el asalto del palacio, la fuga del rey
á la asamblea, los ultrajes de que fue blanco, por
último, su prision en el Temple, desaparecian. La
república no habria asesinado á un rey, á una reina,
á un niño inocente, á una princesa virtuosa. No ha
bría contado los asesinatos de setiembre, esa San
Bartolome del pueblo, que. manchó para siempre
la cuna de la libertad. No se habria bautizado en
la sangre de trescientas mil víctimas. No habria
puesto en manos del tribunal revolucionario el
460 RKTOLUC10N FRANCESA

hacha del pueblo , con la que inmoló toda una ge


neracion para hacer lugar á una idea. Losgirondinos,
llegando puros al poder, habrian tenido nias fuerza eu
él para combatir á la demagogia. La república, ins
tituida serenamente, no habria intimidado tanto á
la Europa como un motin afianzado por los asesi
natos y la anarquía. La guerra poclia evitarse, ó si
la guerra era inevitable , habría sido mas unánime
y mas triunfante. Nuestros generales no habrian sido
asesinados por sus soldados al grito de traicion. El
espíritu de los pueblos habria combatido á nuestro
lado, y el horror de las jornadas deagoslo, de se
tiembre y de enero no habria alejado demuestras
banderas los corazones atraidos por nuestras doc
trinas.

»La asamblea constituyente, cuyas ideas ilumina


ron el globo , cuya audacia trastornó en dos años un
imperio , no cometió mas que una falta : la de repo
sarse en su camino. Debia perpetuarse, y abdicó.
Una nacion que abdica despues de dos años de rei
nado y sobre un monton de ruinas, lega et cetro á
la anarquía. El rey no podía ya reinar; la nacion
no quiso reinar: reinaron las facciones. La revolu
cion pereció, no por haber querido demasiado,
sino por no haberse atrevido á todo : tan cierto es
que las timideces de las naciones no son menos fu
nestas que las flaquezas de los reyes , y que un pue
blo que no sabe tomar y guardar todo aquello que
- . POR. IAMARTINE. 464
le pertenece , tienta á la vez á la tiranía y á la anar
quía. La asamblea lo osó todo menos reinar. El
reinado de la revolucion solo podia apellidarse re
pública. La asamblea abandonó este nombre á las
facciones, y esta forma al terror. Esta fue su falta:
la espió, y la espiacion de esta falta aun no ha tcrt
minado para la Francia.»

TOMO 1. 11
, , , ;•:., * i-' f . . ,
•V '-'•* ' ^ '' * '
i- •:• « . /-';;' t

;
NOTA SEGUNDA.

Lamartine , como Cappefíigue en su libro De


la sociedad y de los gobiernos europeos, que tam
bien acaba de publicarse en Francia , hacen repre
sentar al duque de Montpensier un papel decisivo
en la abdicacion de Luis Felipe , que aun cuando
no pueda ser un cargo para el hijo, seria acaso
una gran falta en el principe. Creemos que La
martine, como Cappefíigue, han exagerado la parte
que cupo al esposo de nuestra infanta en este triste
drama, y que han dado á su conducta un colorido
falso. .
"
. ;' .-...'-'. ' -.'-.' '
' ' - . '
. . -.:

' . . . .;.'-.•.
' ; . :. . . - .t.-

.
NOTA TERCERA.

La Historia de la revolucion naturalmente debia


producir sensaciones muy diversas en Francia. El
-partido socialista no perdonará á Lamartine las
heridas que su libro causa en su prestigio: el par
tido monárquico no ha podido perdonar á Lamar
tine la parte casi decisiva que tomó en las escenas
de la cámara de los diputados, y que dieron por. re
sultado sustituir la república á la regencia de la
duquesa de Orleans. Ni la admirable actitud de La
martine en el hotel de Ville, ni el giro pacifico que
dió á la revolucion, han podido borrar este re
cuerdo. Un artículo escrito con una pluma elo
cuente, pero apasionada, en la Revista de ambos
Mundos , por Eugenio de Forcade, sobre el nuevo
libro de Lamartine, hace pesar sobre el escritor
las culpas del hombre de estado. Este artículo con
tiene revelaciones curiosas que completan la histo
ria de la revolucion de febrero.
466 REVOLUCIÓN FRANCESA

He aquí algunos de los hechos que refiere:


«El conflicto, dice Mr. Forcade , comenzó en el
.proyectado banquete del 12.° distrito , manifesta-
' cion escogida para establecer contra el gobierno el
derecho ilimitado de reunion. Sabido es que el go
bierno , rehusando so permiso á la- intentada mani
festacion , dijo la perseguiria como ilegal , y sabidos
son tambien tos medios á que se apeló para crear
la alarma é infundir temores. Los conspiradores re
publicanos estaban resueltos á todo, con tal de pro
vocar la insurreccion. Los jefes de la izquierda que
rían conjurar la tormenta, y hablaron á los dé la
mayoria. Fueron negociadores', poc :et partido con
servador y el ministerio MM. Horny y 'Vitet ,¡ y
por la oposicion MM; Barrqt y Duvergier de Hau*-
ranne ; conviniendo entre; unos y otros caque eliban-;
quete se celebraría por fórmula, y'em que se disol
veria pacificamente á la intimacioh de un ageiite de
policia. Esta transaccion, honrosa por los motivos,
era- una ce3¡on de princípioá por 'ambas partes,
potcpte "la« dos ^ descubrian su Mta:de, fe en el ri
gor de sn derecho; así: que, esta primera capitula
cion precipilólascomplicacibnes que se querianim-

«Los jefes de la oposicion habian estipulado por


un partido del que no eran dueños. La víspera
del banquete , El Nacional y La Reforma habian
publicado un programa de la manifestacion, que
POR LAMARTINE. . . f#J

era un llamamiento á la guardia nacional, á las


escuelas y ala poblacion entera. Los encargados
del banquete, usurpando sus facultades á la poli
cía,: lo arreglaban con las formalidades de una
fiesta pública. El gobierno, pues, volvió en si, de
terminando impedir el banquete.
»Se acordaron en consejo las precauciones milita
res y la ocupacion de los puntos estratégicos con
las fuerzas de la guarnicion, que solo se compo
nía de unos treinta mil hombres, y no de mas de
cincuenta rail, como asegura Lamartine, variando
mas de una vez el número. Esta fuer/a bastaba, sin
embargo , para la conservacion del órden , ademas
de que á los veinte y cuatro ó veinte y cinco mil
combatientes disponibles, de aquel contingente po-
dia añadirse el de seis mil caballos llamados á Pa
ris, y el de la artilleria do Vincennes. Llegado oí
momento de obrar, el gobierno vaciló, y no atre
viéndose á dar al mariscal Bugeaud el mando mi
litar, retrocedió ante los ataques de la oposicion,
lo cual era lo mismo que dejarse desarmar por el
enemigo. •. ¡ : . '... .
»E1 programa de los republicanos sorprendió tanto
á los jefes de la oposicion como al gobierno , segun
1a respuesta de Odilon Barrot á Vitet al pedirle
cuenta de aquella flagrante violacion. Aquel y otros
amigos suyos tu vieron la firmeza de renunciar al ban
quete que, prohibido por el gobierno, era un ho
menaje á la insurreccion; pero no imitó su con
16a REVOLUCIÓN FRANCESA

dueta Lamartine, que fue mucho, mas allá que


MM. Marrast, Blanc y Flocon, los cuales, sobíe
todo los dos- últimos, hicieron esfuerzos en los
clubs y entre sus amigos el primero contra el ban
quete y contra la insurreccion, acmada el se
gundo. . ...
» La oposicion cedió en aquella parte para pre
sentar una demanda de acusacion contra el gabi
nete, lo cual dio lugar á que en el momento de
hacerlo, Mr. Dufaure, pasando cerca del banco de
tos ministros, dijese con acento enérgico:— «Si
hubiérais tolerado que se celebrase el banquete,
entonces debierais haber sido acusaJos.»
» La retirada de la oposicion hizo cometer al
gobierno una nueva falta, y por cierto de las de
funesta influencia, y que hasta el dia no parece
ser conocida del público.
»La reina y las princesas , que habian sentido
angustiadas el ruido de la tormenta que solevantaba
contra la monarquía, respiraron libres de todo
riesgo; y el rey , cediendo á las inspiraciones de
su carácter benévolo y pacifico , creyó que la tem
pestad se desvaneceria por sí misma. Temiendo que
el aparato de tropas mantuviese esa agitacion,
acordó con el ministro de lo interior y con el jefe
de la guardia nacional dar contraórdenes , y se re*
solvió no convocar la guardia nacional y que las
tropas se retirasen á sus cuarteles. No se previno
de esto á los demas ministros, ni aun á Mr. Gui*
POR LAMARTINE. 469

zot , que no sabia nada : asi que, el desórden y


otras malas consecuencias de la contraórden para
lizaron en. el momento de la catástrofe la defensa
de la monarquía y de la sociedad.
» A la madrugada , las turbas , que habian he
cho manifestaciones amenazadoras , fueron á rom
per los cristales de las ventanas bajo el peris
tilo de la cámara de los diputados, obligando á
la tropa á tomar otra actitud. La guardia nacio
nal , que no se vió convocada en la primer coli
sion, dió oidos á los enemigos del gobierno, que
decianse la miraba como sospechosa.
» El martes fue un dia de espera y de observa
cion , de inquietud y de ansiedad. Los talleres se
cerraron, y desde la mañana los boulevards arro
jaron un rio de hombres, que, ignorando el que se
habia renunciado al banquete, se encaminaban al
centro de la capital con sombría y anhelante curio
sidad.
«Despejada la plaza de la Concordia por algunos
escuadrones de caballería , las turbas llenaron las
calles de Rívoli, de San Honorio, y las confluen
tes. No habia habido ninguna agresion seria. Las'
sociedades secretas , cuadros permanentes de la in
surreccion , tenían sus soldados en espectativa. Las
tentativas de barricadas habian sido insignificantes;
pero todos los actos de hostilidad y devastacion te
nían un aire lúgubre y aterrador bajo el triste cielo -
def invierno.
fc?d REVOLVCIOH FRANCESA

» La lucha principió el: miércoles. La accion mi*


litar se habia decapitado, digámoslo asi /rehu
sando conferir él mando al mariscal Bugeaud, y
dejándolo en manos de dos generales , brillantes
oficiales del imperio, y que habían dado en otra
ocasion insignes pruebas de energía y heroísmo;
mas en el momento crítico , el uno , Jacqueminot,
estaba enfermo; y el otro, Sebastiani , se hallaba
afectado, y bajo la influencia de una catástrofe es
pantosa que habia ocurrido en su familia. Para
colmo de faltas, se cometió la mayor de todas no
reconcentrando en un mismo punto la accion y
el pensamiento del 'gobierno. El gabinete s.e es
tableció en consejo permanente , en el ministeT
rio del interior» muy lejos del centro del peh*
gro, en vez de haberse constituido .en las Tulle»
rías, cerca del rey. Esta separacion fue tal vez la
que hizo vacilar á la autoridad en los instantes en
que las circunstancias reclamaban resoluciones
enérgicas y rápidas.. '.' ;- i:. .-':; !
»A1 pedirse la autorizacion para continuar repri
miendo el desórden., y obrando! contra: los. guar
dias nacionales que habian hecho traicion á la
cansa del gobierno, el rey retrocedió, y se cambió
el ministerio, cuyos individuos no habian abando
nado su puesto. En el mismo instante en que se
cambió el ministerio se perdió todo.
»Algunos han dicho que si al llamará Mole se hu
biera llamado á Thiers ó á Barrot , se habría evi
. POIl LAMARTINE. Í1Í

tado-eL terrible desenlace. Ilusion retrospectiva. El


movimiento acataría por triunfar, porque tqdoieG-'
dia delante de él. Es inútil, por tantq , )á averi-'
goacion de qtaién dió el joer^ la órden para cesar.
en la resistencia, una tez que se sabe que ni Thiers
ni Barroi tenían la fuerza moral necesaria para la
severftíad y la. represion.
»La resistencia militar fue posible un momento,
un momento nada mas .cuando por fin la mañana
del jueres-. se dió el mando al mariscal Bngeaud,
ouyos; disposiciones hubieran cambiado el desen
lace de los sucesos. Se formaron dos columnas,
una ai mando de Sebastiani y otra al de Bedoau.
La primera hizo su movimiento con acierto f s»i
peró coni grate dificultad todos los estorbos ; no así
la segunda, que habiéndose detenido delante de ki
barricada de la puerta de San Dionisio , dió oido ;i
reclamaciones y súplicas que se le hicieron bajo el
pretesto de«vitarila efusion de sangre. El general,
engañado por los negociadores, que eran agentes
del motín, pidió nuevas instrucciones ; y cuando
despues de haber pierdido un tiempo precioso re
cibió órden para replegarse sobre la plaza de la
Concordia, los soldados fueron desarmados, y des
pues de otras humillaciones pasaron por delante de
los insurrectos como una guarnicion que se ha en
tregado por una capitulacion vergonzosa , violada
por el enemigo despues de haber vencido.
Las personas que vivian cerca de Lurs Felipe
472 REVOLUCIÓN FRANCESA

cuentan que hablaba algunas veces de la abdica


cion , pero como de cosa incierta y de un vago pen
samiento que le asaltaba en sus horas de disgus
to. Se ha dicho que^temiendo Barrot llegasen al
estremo las luchas de los partidos , habia hablado
á Thiers de la eventualidad de una regencia, refle
xion que desatendió este como una quimera.» .
La abdicacion, producto de las circunstancias,
se hizo despues de la caida de Guizot , y 'despues
tambien de los ministerios Thiers y Barrot,
siendo como la última circunstancia que señaló el
, estremo del desbordamiento revolucionario.
Cuando Emilio Girardin llegó á las Tullerias, ya
habia pedido la abdicacion un periodista que se
creia autorizado por los hombres de El Nacional.
En vano el duque de Isly, en vano Mr. Piscatory
trataron de disuadir al rey de la abdicacion; Luis
Felipe se figuraba que este acto agruparia á la
guardia nacional en torno de su querido y augusto
nieto : así que, por defender su corona contra la
que creia defeccion aparente de la guardia nacio
nal, esquivó la responsabilidad del derramamiento
Je sangre. , -

FIN DEL TOMO PRIMEI10.


't
rtífc-

W4.-h'
BIBLIOTECA DEL SIGLO.
. M.ÍM J !'* -'••-
REVOLUCIÓN FRANCESA.
HISTORIA

DE LA

REVOLUCION FRANCESA DE 1848,

ALFONSO DE LAMARTINE.

TOMO U.

MAMUD i
IMPRENTA DE LA BIBLIOTECA DEL SIGLO ,
Catte de tas Huertas , núm . II.
1849.
tVMñ'.VA

.iiiiiiM imam himtn'i

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.,Í!U I •• 'Ui-' .•;!',i,'.'¡i,'t¡:¡ .

Dejemos por algunos instantes el cuirso rá


pido y múltiple de los acontecimientos, para con
tar lo qne pasaba al mismo tiempo en la cámara
de diputados. :
Estraño Lamartine á toda especie de conjura
cion contra la monarquía , se habia acostado la
noche anterior consternado del derramamiento
de sangre que habia tenido lugar sobre el bou-
levard , pero profundamente convencido de que
la noche, que habia interrumpido la lucha, y el
dia, que traería nuevas concesiones del trono,
apaciguarian el movimiento. Sin partido en la
cámara , sin cómplices en las calles, retenido
en su casa por una ligera indisposicion, no pen
8 REVOLUCIÓN FRANCESA
saba en salir de su inaccion. ¿Qué importaba
su presencia en la cámara únicamente para
oir los nombres y el programa de un nuevo mi
nisterio? Los acontecimientos tenían lugar sin
sn intervencion : sabria pues como 'él público
con indiferencia ó alegria sus resultados , se
gun que fuesen favorables ó no á la causa que
desinteresadamente habia abrazado.
Algunos de sus colegas venían de cuando en
cuando á referirle los accidentes de las dos jor
nadas , pero ninguno de ellos preveia la catás
trofe final de la dinastía .limitándose sus con-
geturas á los nombres y los proyectos delos mi
nistros impuestos al rey por una sedicion pro
longada.
Sin embargo , á las diez y media uno de sus
amigos corrió á anunciarle que se temía una
invasion del pueblo en la cámara de los dipu
tados. Al oir esta noticia se levantó Lamartine,
y aunque no creia que llegase ú tal cslremo la
impotencia ,de Jos cincuenta mil bombres qun se
decian concentrados en Paris , que permitiese
semejante invasioa, se creyó en el deber de par
ticipar de los riesgos que (Midieran, wrrer sus
colegas. La popularidad y la estimacion de que
gozaba en la cámara y con el pueblo podia na
cer útil su .presencia, y su intervención prote
ger l;i vida de los ciudadanos 6 de los diputa
dos. La cuestión política le parecía concluida
por el momento : salió pues de su casa , no por
Dipt¿vfls ,ppl¡ti!cos , siuo por un instinto de ho-
n dia d« ayer
POR LAMARTINE. 9
ha sidootro 20 de junio, dijo al salir, y presagia
otro tOde agosto. Un rey desarmado , que
capitula en medio .d«l fuego, no es ya un rey..
El 10 deagosto viene detras de nosotros, pero
está aim lejos.» ; ; ;. ..i .i:-.. - L. . ... ..i--..... k.
Se dirigió pues solo y á pie á la cámara de
diputados. La atmósfera nebulosa y «ombría,
por la que penetraba de cuando en cuando un
rayo del sol de invierno , se asemejaba á la £01?-
tuna del dia : estaba indecisa y tempestuosa.
Las calles se hallaban desiertas., y solo algunos
destacamentos de infantería, con los pies meti
dos entre lodo, y de ginetes envueltos en sus
capas blancas , y con la brida suelta sobre el
cuello de sus caballos , ocupaban en muy corto
número las avenidas de la cámara.
Al atravesar la plaza del palacio de la asam
blea oyó el ruido de un carruaje, y gritos de
¡viva Barroi! ¡viva la reforma! le hicieron
volver la cabeza y detenerse. Una «aíretela de aVr
quiler .desvencijada y Mena de lodo, arrastrada
trabajosamente por dos caballos abrumados. con
el peso superior á sus fuerzas, pasó por delante
de él. Dentro de esta carretela y en el asiento
delantero reconoció á Mr. Pagnerre, presi
dente del comité de ia oposicion. d« Paris; der-
tras del carruaje iban dos ó tres ciudadanos bien
vestidles, agitando sHBsuwnbreros y pañuelos en
señal de que toda: estaba ya acatad».: Ún-grupo
no Bitty grande de rgentej^el ipueblo, compuesto
principalmente de jóvenes y de muchachos, iba
aliado de las ruedas del carruaje, lanzando gri
10 REVOLUCION FRANCESA

tos de alegría. En el fondo de él, Mr. Odilon-


Barrot, cuyo rostro meditabundo y pálido des
cubría la agitacion desus pensamientos y el in
somnio de la noclie, se dirigía animosamente á
su puesto en el ministerio del interior , incierto
dé si era seguido por una turba pacilica ó re
belada. Sabia que el rey había huido, y que el
palacio habia sido forzado , pero proseguía el
cumplimiento de su deber sin repararen nada.
El corazon de este jefe de la oposicion no parti
cipó jamás de las vacilaciones de su espíritu , y
estas vacilaciones no eran otra cosa que los es
crúpulos de su conciencia. ;
--j|.i.. . u:ii i: i .» : . ," . i \-. '!,-» '!•: .';i '!!•.'-.
-nv-ii. pt '-!- fii-i .'. i.i i'ij- 4.-: . í'j r -:.-. i i -i* - ; '
Lamartine miró, se compadeció en su cora
zon , y pasó. Dos generales á caballo , con la es
pada en la mano, el rostro animado por la agi
tacion de la carrera , y los uniformes salpica
dos de lodo, acababan de encontrarse, y habla
ban en alta voz , estrechándose la mano , bajo
uno de los peristilos de la cámara de los dipu
tados: el uno era el general de caballería Per
ro! , «i otro era desconocido para Lamartine.—
«Y bien, general , decia uno de ellos á so
compañero ; ¿ qué novedades hay por vuestro
lado?—Nada grave , respondió el general Per-
rot ; los grupos de la plaza de la Concordia son
poco numerosos , y ceden á los menores movi
mientos de mis escuadrones ; por otra parte,
• *0R LAMARTINE. .' f|
las mejores tropas de Europa no forzarían el
puente.» .»>iviioi.fi -ii 'iln-i: í i« .: »:t.
Guando el general hablaba así, no sabia aun
la partida del rey , la retirada de las tropas del
Garrousel , la mmovilidad de los generales que
mandaban á la otra parte del rio, y la ocupacion
del palacio. :Las sucesos adelantaban las horas.
Tranquilizado Lamartine acerca de la suerte
de la cámara por estas palabras que habiaoido
al paso, atravesó el patio, y entró en el palacio.
Siete ú ocho personas , en su mayor parte
periodistas de la oposicion , y algunos hombres
de accion, distinguidos desde 1830 por Sus opi
niones republicana^ en conformidad con las de
EINacional, le esperaban bajo el vestíbulo (t).
Mr. de Lamartine no habia tenido jamás rela
ciones con este diario, cuya injusticia para con
él se asemejaba mucho á una sorda hostilidad.
El Nacional pintaba á Lamartine como orador
ambicioso, que acariciaba á la oposicion para
adquirir popularidad , pero dispuesto á sacri
ficar esta popularidad á la corte por obtener el
poder. Con mas frecuencia aun cubria de flores
al orador para ocultar al hombre político , y en
pocas ocasiones dejaba de añadir como correc
tivo al elogio exagerado del talento el desden á
las ideas , relegando con afectacion al diputado
entre los poetas , que Platon arrojaba de la re-
.j t::>.'.: h .i' ••!. -f,-.rtt . ¡¡! .iI - 'ii|i:ii'
(i) Entre estos periodistas se contaban Marrast,
director de Él Nacional; Bastido y Hetzel , redactores
del mismo , y Fldcon , director de La Reforma.
(Nota del traductor.)
44 REVQIVC1QH FUARCBSA

pública, Por su parte, Lamartine desconfiaba


de la oposicion ardiente de este diario, creyendo
entrever bajo el énfasis de su cólera contra el
trono ciertas contemplaciones , y quizá cierta
complicidad de inteligencia con el partido par
lamentario de Mr. Thiers¡Se engañaba istridttda;
{>ero una oposicion aliada asi le parecia tan
atal á la monarquía constitucional como á la
república, porque gustaba de que las cuestio
nes se planteasen francamente. La ambigüedad
de las coaliciones parlamentarias le repugnaba
tanto en el periodismo como en la cámara.
En cuanto á los redactores de La Reforma,
diario de tono mas franco, pero de opinion
nes demasiado avanzadas y acerbas , ¡Lamar
tine no los conocia mas que por haber atas
cado y alterado $«s discursos. Solo. habia te
nido ocasion de ver cinco ó seis veoeseaJa cá
mara á. su colega Mr, LedrutftollíB ,'«1 inspira
dor y el hombre político de este diario. Estas
relaciones , estradas á la política , no le habían
acercado bajo ningún punto al espíirjtudeiZa»:
Beforma, -untes bien habia rehusado asociarse
á los banquetes de Dijon y :de Chalons , presii-
didos por Mr. Ledru-Rollin y por Mr. Flocon,y:
vituperado enérgicamente en el- diario de su
departamento los signos nefastos , las apelacio
nes sangrientas y las palabras acerbas de estos
banquetes : no habia alabado en el partido de
La Reforma mas que la fraquéza y el talento de
la oposicion, rpmpíeqdo d0s4e Ijiago ;co'i» .)**
doctrina*. :i a Vu i .t....'
", KMl . LÁMAR?IM?. ( «'

.
El grupo de republicanos que rodeú'á Lamar-
tiaaeal entrar en los corredóres de la cámara le
pidió una conferencia secreta y urgente en una
sala retirada del palacio. Lamartine los condujo
adía, y cerróla puerta. A la mayor parte de
estos hombres no los conocia mas que de visla.
- Uno de ellos tomó la palabra en nombre de°
todos.—H«El tiempo urge; dijo; tos acontecimien
tos están suspensos, y no sabemos cuál será su
término; nosotros sumos republicanos ; nues
tras convicciones, nuestros pensamientos, nues
tras vidas, las hemos consagrado á la rcpúbli-
co. ¥ «« es¡en el momento' en que noeStros ami
gos Tierteii' sn sangre hace tras días ;]}8'f;éiía,
causa comun al pueblo y á nosotros cnando
renegaremos de ellni : ella seíá siempre el alnva
de nuestras al mas > el objeto stíprenao de nues
tras. esperanzas, la tendencia obstinada' déí
nuestros aclos y de nuestros escritos', en^tthh
palabra .¿ no la abandonaremos jaméis; p'érb poJ-
aeraos aplazarla y suspendeHn a u te intereses
superiores á ituestTOS'OJos', á ía répúb1íca;WiíSi'
ató:, a«te los intereses de la 'patria. ;, La Fran
cia e¡stá bien preparada para esl» í^rttíü1^-
gébierno? ¿ La aceptaria sin: resiktiéncia j é sé'
plegaria á ella sio violencia ? En una palabra,
¿no hay mas peligro q«izá en: lanzarla mañana
en la plenitud de sná instituciones, tfne'én*t£
tenerla sobre el límite de ellas , mostrándoselas
44 AÉVOLCCtQfi FRANCESA

de lejos y haciéndoselas desear con mas pasion?


Ved aquí el estado de nuestros ánimos ; ved
aquí nuestros escrúpulos : resolvedlos. Nos
otros no os conocemos , no os adulamos , pero
os estimamos. El pueblo invoca vuestro nom
bre; tiene confianza en vos , y sois por tanto
á nuestros ojos el hombre de las circunstancias.
Lo que digais quedará dicho: se hará lo qué
querais. El reinado de Luis Felipe ha terminado:
no hay reconciliacion posible entre él y nos
otros. Pero la continuacion de un reinado tem
poral , bajo la débil mano de una mujer y bajo
la direccion de un ministro popular mandata
rio del pueblo , querido de los republicanos,
puede terminar la crisis é iniciar á la nacion en
la república bajo el nombre vano de monarquía.
¿ Quereis ser el ministro , el tutor del reinado
moribundo y de la libertad naciente, gober
nando á esa mujer , á ese niño y á ese pueblo?
El partido republicano se entrega en vuestras
manos confiadamente. Estamos prontos á con
traer el compromiso formal de elevaros al po
der por la mano, en adelante invencible, de la
revolucion que murmura á la puerta , de soste
neros , de perpetuaros en él eon nuestros votos,
con nuestros diarios , con nuestras sociedades
secretas , con nuestras fuerzas disciplinadas e»
el eentro del pueblo ; vuestra causa será la
nuestra. Ministro de una regencia para la Fran
cia y para la Europa , sereis para nosotros el
ministro de la verdadera república.»
POR LAMARTINE. 4$
... --. . .-..: ...i\i .. "il ..:'!f.-« :! '• ' .. "I
VL ..
El orador, conmovida y concienzudo, se calló,
Í sus colegas dieron asentimiento á estas pala-
ras con su silencio y sus ademanes.
Lamartine tes pidió un instante para reflexio
nar y pesar en su espíritu una resolucion y una
responsabilidad tan terribles. Apoyó sus dos co
dos sobre la mesa , ocultó su frente entre sus
manos, invocó mentalmente las inspiraciones
del único que no se engaña jamás , y reflexionó
casi sin respirar durante cinco ó seis minutos.
Los republicanos se habian quedado de pie en
frente de él y agrupados alrededor de la mesa.
Lamartine apartó en fin sus manos , alzó la ca
beza , y les dijo :
—«Señores, nuestras situaciones, nuestros an
tecedentes son muy diferentes y nuestros papeles
aquí muy estraños. Vos sois antiguos republi
canos á todo trance; yo, yo no soy republicano
de esa clase , y sin embargo , voy á ser en este
momento mas republicano que vosotros. Enten
dámonos. Yo considero como vosotros el gobierno
republicano ; es decir , el gobierno de los pue
blos por su propia razon y su propia voluntad,
como el único objeto y el únieo fin de las gran
des civilizaciones , como el único instrumento
del advenimiento de las grandes verdades gene
rales que un pueblo quiere inaugurar en sus le
yes. Los otros gobiernos son tutelas , confesio
nes de la eterna minoría de los pueblos, iinper
4Í REVOLUCIÓN FRANCÜSU

fecciones ante la filosofía , humillaciones ante la


historia. Pero yo no tengo ninguna impacien
cia de hombre , queriendo marchar mas deprisa
que las ideas , ningun fanatismo absoluto por
ttt ó euat forma de gobierno: todo lo que
quiero es que estas formas progresen , que se
sostengan siempre , no delante ni detrás de la
eafeéza d« la columna del pueblo, sino á la al
tura exacta de l¡,s ideas y de los instintos de
ntta época. No soy pues republicano absoluto
eon*0 Vos, pero soy político. Pues bien: corno
político creo deb¿r rehusar en este momento' la
cooperacion que me ofreceis para retardar la
república , si ella debe manifestarse dentro de
H«a hora. Como político, os declaro que yo no
conspiro , que yo no trastorno , que yo iro de
seo el hundimiento del trono; pero que si el
trono se hunde por sí mismo, yo no intentaré
levantarle , ni entraré á gobernar sino en un
movimiento completo; es decir , con la repú
blica.»:"'!' "
Hubo un momento de silencio, durante el
cual la sorpresa , la admiracion, mezclada á la
duda, se retrató en todos los semblantes. La-
roartifte prosiguió :
;,Jii.»Voy aduciros por qué. En las grandes crisis
lus sociedades necesitan grandes fuerzas.' Si el
gobierno del rey se hunde hoy, vamos á entrar
rn'unn delas mayopes crisis que puede atrave
sad; un pueblo antes de volver á hallar una
firma detinitiva de gobierno. El reinado de un
salo hombre, durante diez y ocho anos y «n
POR LAMARTINE. 47
nombre de una sola clase, ha acumulado tor
rentes de ¡deas, impaciencias revolucionarias,
rencores y resentimientos en la nacion, que
pedirán al nuevo reinado satisfacciones impo
sibles. La reforma indefinida que triunfa hoy
en las calles , no podrá definirse , no podrá li
mitarse , sin lanzar al instante en la agresion á
todas las clases del pueblo , á quienes no se
haga partícipes de la soberanía. Republicanos,
legitimistas , socialistas, comunistas, terroris
tas, separados de su objeto, se unirán eu su
cólera para derribar la débil barrera que un
gobierno de transicion y de tregua intentará en
vano oponerles. La cámara de los pares parti
cipa del odio que el pueblo alimenta contra la
corte. La cámara de los diputados ha perdido
su autoridad moral por la doble accion de la
corrupcion que la desacredita y de la prensa
que la despopulariza. Los electores no son cu el
estado mas que una imperceptible oligarquía.
El ejército está desconcertado , y teme cometer
un parricidio volviendo sus armas contra los
ciudadanos.. La guardia nacional , fuerza que
debia ser imparcial , ha tomado partido por la
oposicion. El antiguo respeto al rey no existe
ya en los corazones por su obstinacion y su
derrota. ¿Con qué fuerza rodeareis mañana ese
trono restaurado para asentar en él un niño?
¿Con la de la reforma? Pero ella no es mas que
una bandera que oculta la república. ¿Con la
fuerza del sufragio universal? Pero él no es mas
gue un enigma, y contiene en si un misterio.
tomo u. 2
48. REVOLUCION FRANCESA
Con una palabra, con un ademan se tragará ese
resto de monarquía , ese fantasma de oposicion,
esas sombras de ministres que habrán creido
dominarle. La segunda palabra podrá ser mo
narquía ó imperio; pero la primera será repú
blica. No habreis hecho mas que prepararle una
presa real que devorar. ¿Quién sostendrá la
regencia? ¿Serán los grandes propietarios? Pero
ellos pertenecen con todo su corazon á Enri
que V. La regencia no será, pnes, para ellos
mas que un campo de batalla para llegar á la
legitimidad.' ¿Será la propiedad media? Pero
ella es personal y traficante, y una minoría agi
tada , un remo en sedicion permanente arrui
nará sus intereses, y le hará pedir al instante
un estado definitivo con la república, ¿Será, en
fin, el pueblo? Pero el pueblo es vencedor; está
armado; triunfa por todas partes, y está tra
bajado hace quince años por doctrinas que
aprovecharán la ocasion para llevar su victoria
sobre el trono hasta el trastorno de la sociedad
misma.
»Lu regencia será la Fronda del pueblo* la
Fronda, con el elemento popular, eon el ele
mento comunista, con el socialista ademas. La
sociedad, detenida solamente por un gobierno
del mas corto número , bajo una forma que
ni será la monarquía, ni la república, severa
atacada sin. defensa hasta en sus cimientos. El
pueblo, apaciguado quizá esta tarde por la.
proclamacion.de la regencia , volverá mañana
al asalto para arrancar otra novedad. Cada una
POR L.4MARTINK. (9
de estas manifestaciones irresistibles obtendrá
con una semi-concesion los últimos restos del
poder : el pueblo será impulsado á ellas por re
publicanos mas implacables que vosotros. No
habreis dejado subsistente del trono mas qué lo
necesario para irritar á la libertad , pero no lo
bastante para contenerla , y ese trono será el
objeto permanente de las oposiciones , de las
sediciones, de las agresiones de la multitud.
Marchareis desde el 20 de junio al 10 de agos
to, y desde el 10 de agosto hasta las siniestras
jornadas de setiembre. Hoy se pedirá á este dé
bil poder el cadalso en ebinteripr; mañana se le
exigirá la guerra en el estérior: no podrá rehusar
nada, ó será violentado. Acostumbrareis al pue
blo á la sangre,—mengua y deshonra ála revo
lucion si llega á gustarla,—y caereis en otro 93
de la miseria, del fanatismo, del socialismo.
La guerra civil, encarnizada por el hambre con
tra la propiedad, esa pesadilla' de los utopistas,
llegará á ser la. realidad momentánea ' de la
patria. Por haber querido detener á una mu
jer y á un niño sobre .la pendiente de un des
tronamiento pacifico , hareis rodar la Francia,
la propiedad y la familia á un abismo de anar
quía y de sangre.»
V.
Los rostros parecian conmovidos. Lamartine
continuó: .:-'..
—«En cuanto á mí, yo veo muy claramente la
•20 REVOLUCIÓN FRANCESA

serie de catástrofes consecutivas que prepara


ría á 'mi pais intentando detener lu avalancha
íle una revolucion semejante sobre una pen
diente , en que ninguna fuerza dinástica podrá
contenerla sin aumentar su masa , su peso y
las ruinas de su caida. No hay , os lo repito,
mas que una sola fuerza capaz de preservar ul
pueblo de los peligros que una revolucion en
tales circunstancias sociales le baria correr ; y
es la fuerza misma del pueblo , es la libertad
completa , es el sufragio , la voluntad , la razon,
el interes , la mano , el arma de todos. ¡ Es la
república !
»Sí, prosiguió con un acento de conviccion
íntima ; solo la república puede salvaros hoy de
la anarquía, dela guerra civil, de la guerra
estranjera , del cadalso , del despojo de la
propiedad , del trastorno de la sociedad , y
de la invasion estranjera. El remedio es he
róico , losé; pero para las crisis de tiempo y
de ideas como las en que vivimos , no hay otra
política eficaz que una política grande y audací
sima, como la crisis misma. Al dar mañana al
pueblo la república por su nombre , le desar
mais al instante de la palabra que lo agita,
¿quódigo? cambiais al momento su cólera en
alegria , su furor en entusiasmo. Todo el que
tenga sentimientos republicanos en su corazón,
ideas de república en su mente; todo el que
sienta , todo el que aspire , todo el que racio
cine , todo el que medite en Francia ; los repu.?
hlicanos delas sociedades secretas, los repu
POR LAMARTINE. 24
blicanos militantes, como los republicanos es
peculativos, el pueblo, los tribunos, la juven
tud, las escuelas, los periodistas, los hombres
de accion como los de ideas, dan u u mismo
grito , se colocan alrededor de su bandera , se
arman para defenderla, se reunen confusamente
primero, despues se forman en órden, para pro
teger al gobierno y preservar á la sociedad
misma, que se halla detras de ese gobierno de
todos: fuerza suprema, que puede tener sus
agitaciones , pero jamás ser destronada ó des
truida , porque ese gobierno descansa sobré la
base misma de la nacion. El solo Huma ásu par
ticipacion á todos ; él solo puede conservarse,
moderarse y reunir por la voz y las manos de
todos la razon , la voluntad, los sufragios y las
armas necesarias para salvar, no solo á la na
cion de la esclavitud , sino á la sociedad , á la
familia , á la propiedad y á la moral, amena
zada por el cataclismo de ideas que fermentan
bajo los cimientos de ese trono medio hundido.
Solo la república, penetraos bien de ello, puede
dominar la anarquía : solo la república puede
vencer al comunismo : solo la república puede
moderar la revolucion, evitar el derramamiento
de sangre, y alejar la guerra universal, que
produciria quizá la invasion como una reaccion
de la Europa contra nosotros. Ved aquí por qué
en mi razon y en la conciencia de hombre de
estado, ante Dios y ante vosotros, sin ilusio
nes como sin fanatismo , si la hora en que deli
beramos debe producir una revolucion , yo no
21 REVOLUCIÓN FRANCESA
quiero conspirar por utia semi-revolucion. Yo
no conspiro por ninguna , pero si debe haber
una revolucion , yo la aceptaré completa , y me
decidiré por la república.
«Pero yo espero aun , añadió levantándose,
que Dios ahorrará esta crisis á mi pais, porque
yo acepto las revoluciones , pero no las hago.
Para aceptar la responsabilidad de las acciones
de un pueblo es necesario ser un malvado , un
loco, ó un Dios.
—(•"«¡Lamartine tiene razon! esclamó uno delos
circunstantes: mas .imparcial que nosotros,
tiene , sin embargo, mus confianza en nuestras
ideas que nosotros mismos. — ¡Estamos conven
cidos! esclamarou todos. Separémonos, y haced,
añadieron , dirigiéndose á Lamartine , lo que
las circunstancias os inspiren como mas acer
tado.»
VI.
Mientras que esto sucedia en una de las sa
las de la cámara , en otra inmediata tenia lugar
una escena análoga.
Un jóven de mucho crédito , á pesar de sus
pocos años, entre los republicanos mas avanza
dos de edad , Mr. Manuel Arago , hijo del ilus
tre ciudadano que habia creado este nombre, se
esforzaba en arrastrar á Mr. Odilon-Barrot al
partido de la república.
Mr. Manuel Arago habia salido algunos mo
mentos antes de la redaccion de El Nacional,
donde habia arengado al pueblo desde una ven
POR LAMÁ11TINE. Í3
tana y arrastrado por su nombre y su. voz gru
pos de combatientes á la plaza de la Concordia:
detenido á la salida de la calle Real por masas
de tropas situadas en ella , habia solicitado ha
blar al general Bedeau. El general habia corrido
á su encuentro y dejádole pasar, como un par
lamentario del pueblo que venia á dar á la cá
mara consejos y noticias propias para suspen
der la lucha. Arago parlamentaba en efecto con
los diputados de todas opiniones en la sala in
dicada, cuando escitado .por. sus amigos entró
en ella Mr. Odilon-Barrpt. Arago y sus amigos
los redactores de La Reforma no pudieron
atraerá Mr. Odilon-Barrot, cuya opinion po-
dia ser vacilante , pero cuyo deber era preciso.
Era ministro , y sus concesiones habrian sido
traiciones. Resistió con valor y con la elo
cuencia del carácter. Hay hombres que se
paran y que se muestran mas grandes al borde,
del abismo. Mr. Barrot fue uno de esos hom
bres: tuvo una desesperacion heróica y acentos
dignos de la antigüedad.
Lamartine, despues de haberse separado de
los republicanos que acababan de rodearle ,
tró en la cámara.

VII.
Las tribunas estaban llenas, pero tristes • lo,

la noche y los presagios del dia. Los diputados!


14 REVOLUCION FRANCESA
á quienes la agitacion interior de su pensa
miento no podia retener en sus bancos, habla
ban en voz baja , lanzaban sobre los diputados
de opinion contraria miradas escrutadoras, como
si tratasen de leer sobre sus rostros los desti
nos del dia. Algunos iban á los corredores á
saber noticias , y otros subian sobre la plata
forma del peristilo para contemplar desde mas
alto los movimientos incomprensibles del pueblo
y las tropas sobre la plaza de la Concordia. De
minuto en minuto las detonaciones lejanas de
las descargas hacian estremecer los cristales de
la cúpula, y palidecer á las mujeres en las tri
bunas. Lamartine se sentó solo en su banco de
costumbre , que se hallaba desierto , sin cam
biar ni una palabra con ninguno de sus colegas
durante las dos horas que duró la sesion. Sa
temor era mudo, como su esperanza; ó mas bien,
no sabia si temia ó si esperaba , pero si se en
tristecia. Las revoluciones son esfinges ; hay
una palabra que no se les pregunta sin terror.
VIII.
Mr. 'Vinera" nnareció un momento en la sala
que precede al salon de sesiones, con la cabeza
descubierta y las facciones tra&i'orj.íd"* j»or Ja
impresion de las escenas de que acababa de ser
actor ó testigo en la partida del rey. Los dipu
tados monárquicos se agrupan á su alrededor, y
le asedian con preguntas. Thiersse inclina como
bajo el peso del destino , se endereza despues,
POR LAMARTINE. 25
y alzando su sombrero con la mano derecha por
encima de su cabeza, con el ademan de un piloto
cuyo buque se pierde, esclama : —«La marea
sube, sube siempre,» y se confunde entre la
multitud. Estas palabras consternaron á los que
las oyeron : eran el grito de angustia que se
Abisma en la resignacion.
El sillon del presidente estaba vacio , como
si el pensamiento de la cámara se hallase visi
blemente distraido de aquel simulacro de deli
beracion. Mr. Sauzet, presidente amado de la
asamblea y del rey, snbeá él al fin, retratán
dose en sus facciones los presentimientos de la
sesion , la tristeza de los funerales de la dinas
tía. Ni un solo ministro hay en los bancos del
gobierno : por todas partes se divisa el inter
regno. Las miradas de los diputados buscan en
vano un hombre á quien interrogar , un signo
de poder á quien rodear. Reinaba el silencio
mas profundo , cuando un jóven diputado,
Mr. Laffitte , nombre fatal á los tronos, sube á
la tribuna ,,fe dirige á todos los partidos , á la
oposicion sobre todo generosa pues que triunfa,
y pide que la cámara, preocupada de la salvacion
comun , se declare en sesion permanente. Esta
es la señal de los momentos estrenios, y la cá
mara adopta por unanimidad la mocion; pero
los diputados monárquicos so limitan á esta me
dida , sin que ninguna iniciativa enérgica salga
de sus filas : el tiempo se pierde en una espera
é indecision vana y cruel.
Sin embargo , se introduce precipitadamente
S6 REVOLUCIÓN FRANCESA
en la sala á un oficial con uniforme , quien sube
al asiento de la presidencia y habla al oido -á
Mr. Sauzet. Este se levanta , invoca silencio , y
anuncia con voz alta , pero conmovida , que la
señora duquesa de Orleans y. sus hijos van á en
trar en la sala. El anuncio de la llegada de la
princesa agita los ánimos sin admirarlos : se
presagiaba la abdicacion , y se esperaba la pro
clamacion de la regencia. Ignorándose la fuga
de Luis Felipe, parecía natural que la princesa,
madre del jóven rey , viniese- á presentar su
hijo á la adopcion del pais por medio de la cá
mara de los diputados. Los dependientes de la
cámara colocan dos sillas y un sillon al pie de la
tribuna, frente por frente de la asamblea. Un
respetuoso silencio reina en todos los bancos.
Los diputados se aproximan al lugar de la es
cena , y los espectadores de la tribuna inclinan
el cuerpo hácia adelante y estienden la cabeza
hácia las puertas. La actitud de todos corres
ponde á la decencia del lugar y á la ansiedad
del espectáculo. <¿
IX.

La ancha puerta de frente de la tribuna , á la


altura de los bancos mas elevados del salon , se
abre, y aparece en ella una mujer: es la duquesa
de Orleans. Viste de luto , y su velo casi alzado
sobre su sombrero permite contemplar su ros
tro, lleno de una emocion y de una tristeza, que
sin embargo revelan su juventud y su belleza.
POR LAMARTINE. 57
En sus pálidas megillas corren las lágrimas de
la viuda y se retratan las ansiedades dela madre.
Es imposible fijar una mirada sobre estas fac
ciones sin enternecerse : todo .sentimiento con
tra la monarquía se evapora del alma. Los ojos,
azules de la princesa , errantes por el espacio,
se ofuscan por un momento , como para deman
dar socorro á todas 'las miradas. Su cuerpo,
frágil y elevado, se inclina al ruido de los aplau
sos que la acogen : un ligero carmín , luz de
esperanza en la caida y de alegria en el luto,
colora sus megillas , y una sonrisa de recónoci
miento aparece, en sus labios al mismo- tiempo
que las lágrimas brotan de sus ojos. Se ve que
la princesa se cree rodeada de amigos: ella sos
tiene con la mano derecha al jóven rey , que
vacila sobre las gradas, y 'con la izquierda
al tierno duque de Chartres. Estos niños., para
quienes su catástrofe es un espectáculo, van
vestidos con una sobrevesta corta de paño negro,
sobre la que cae un cuello blanco , como retra
tos vivos de Van-dick sacados de su cuadro de
los bijos de Cárlos I.
El duque de Nemours marcha al lado de la
duquesa de Orleans, fiel á la memoria de su
Jiermano en su adhesion á sus sobrinos ; pro
tector que tendrá bien pronto necesidad de ser
protegido él mismo. El rostro de este principe,
ennoblecido por la desgracia , respira la satis
faccion animosa , pero modesta , de un deber
cumplido con peligro de su ambicion y de su
vida. Algunos generales de uniforme y oficiales
28 REVOLUCION FRANCESA
de la guardia nacional siguen á la princesa.
Esta saluda á la asamblea con una graciosa ti
midez , y se sienta entre sus dos hijos al pie de
la tribuna : inocente acusada ante un tribunal
sin apelacion que va á oir defender la causa del
trono. En este momento semejante causa pare
cia ganada en las miradas y en los corazones de
todos. La naturaleza triunfará siempre de la
política en una asamblea de hombres conmovi
dos por las tres mayores influencias de la mu
jer sobre el corazon humano : la juventud , la
maternidad y la compasion.
X.

Se espera oir una palabra : la tribuna de los


oradores está vacia. ¿Quién se atreverá á ha
blar á la vista de semejante espectáculo? Se
deja, pues, hablar á la escena misma , y cada
uno se concentra en la emocion de ella.
Sin embargo , el tiempo urge, y es menester
adelantarse á la revolucion por una votacion, ó
despues toda palabra será inútil. TJn diputado,
conocido por su independencia y por su intre
pidez , Mr. Lacrosse, generoso y franco como
buen breton, se levanta, y, desconfiando sin-
fundamento de su autoridad , pide, con una in
tencion visible de bacer hablar á uno de los do
minadores de la tribuna , que se conceda la pa
labra á Mr. Dupin.
La intencion era buena , pero carecia de ins
tinto. Un estremecimiento de recelo se apodera
POR LAMARTINE. 29'
de la asamblea, y suscita un cuchicheo, que se
aumenta , convirtiéndose casi en murmullos.
Mr. Dupin era considerado como el amigo y
confidente personal del rey , como jefe de sus
consejos privados , y en semejante momento se
veia en él, mas bien que al orador dela nacion,
al intérprete fiel de los votos de la corte. —«Es el
rey quien ,va á hablar , » se dice por lo bajo. La
desconlianza se prepara de antemano contra el
impulso de. los corazones, que se endurecen por
el orgullo de prever y evitar un complot. —«Es
un drama, concertado durante la noche en las
'fullerias : la trama está descubierta , y no pro
ducirá efecto, » piensan algunos. Un grito de
alarma , un gesto militar de Mr. Lncrosse, ha
brian persuadido y arrebatado á la asamblea:
un gran orador la hiela. Todo consiste en la oca
sion , y aquella ocasion no era la de Mr. Dupin,
sino la de un sentimiento inculto pero comuni
cativo. Lacrosse tenia este sentimiento en el co
razon , y lo habria encontrado tambien en sus
palabras.
Así lo conocia Mr. Dnpin , que poseia el ins
tinto del silencio. «Yo no he pedido la palabra,»
dijo con admiracion. Pero la asamblea , impa
ciente , le señalaba con el dedo la tribuna , y
al fin subió á ella .
—«Señores, dijo con un tono de voz en que se
sentia estremecerse la monarquía : ya conoceis
la situacion de la capital y las manifestaciones
que han tenido lugar. El resultado de ellas ha
sido la abdicacion de Luis Felipe , quien ha de
30 REVOLUCIÓN FRANCESA
clarado que dejaba el poder y lo trasmitía de su
libre voluntad al conde de Paris , bajo la regen
cia de la señora duquesa de Orleans.»
Los amigos de la dinastía 'se apresuran á
aplaudir , como para establecer en el primer
momento de sorpresa esa regencia que la dis
cusion puede arrebatarles, aparentando.tomar
por garantías de la .inauguracion de una nueva
monarquía los gritos de respetuoso enterneci
miento que saludan á un niño y á una mujer
con los nombres de regente y de rey.
Mr. Dupin quiere tomar acta de estas acla
maciones sobrela misma tribuna, como para ha
cerlas irrevocables.—«Señores , dijo: esas acla~
mariones , tan preciosas para el nuevo rey y
para la ilustre regente, no son las.primeras que
los han saludado, pues han atravesado á pie las
plazas de las Tulleras y de la Concordia, es- •
coltadas por el pueblo y por la guardia nacio
nal , espresando en altas voces los mismos -sen
timientos. Pero como está arraigada en su ánimo
y en su corazon la idea de no gobernar sino con
el sentimiento profundo del interes público, del
voto nacional, de. la gloria y de la prosperidad
de la Francia , pido que se levante un acta de
vuestras aclamaciones.»
Menos voces responden ya á estas palabras.
El entusiasmo es como un relámpago, que apa
rece y se estingue en un instante.
Mr. Sauzet intenta reanimarlo. —«Señores,
dijo á su vez: me parece que la cámara, con sus
aclamaciones unánimes...»
tOll tAMARTINE. 3<
Pero no se le deja acabar la frase. Un raído
Inusitado se oye á la puerta de la izquierda al
pie de la tribuna : desconocidos, guardias na
cionales armados , hombres del pueblo en traje
de trabajo se agolpan á la puerta , rodean á los
ngieres agrupados al pie de la tribuna, invaden
hasta lá mitad del hemiciclo, é interpelan con
confusas vociferaciones al duque de Nemours.
Algunos diputados se precipitan delante de
ellos para formar una muralla con sus cuerpos
ála princesa. Mr. - Mauguin , muy tranquilo y
con la cabeza erguida , hace retroceder á los
grupos con sus ademanes y sus brazos. El gene
ral Oudinot les habla con una cólera marcial,
y atraviesa en sepuida por medio de ellos para
ir á invocar el ausilio de la guardia nacional,
que se halla en el palacio , y á la que recuerda
la inviolabilidad de la asamblea y el respeto
debido á una princesa y á una mujer por los
que manejan las bayonetas francesas. Los guar
dias nacionales le escuchan y. aparentan partici
par de su indignacion , pero toman muy len
tamente sus armas , y acaban por contempori
zar con el hecho.
Oudinot, indignado, vuelve á entrar en el sa
lon. Sus opiniones de diputado, inciertas res
pecto á la dinastía , no existen ya en su corazon:
como hombre. y como soldado, se estremece de
furor ante el insulto á una mujer.
La "sesion , interrumpida por la invasion del
pueblo , continúa. Los diputados se sublevan
contra la insinuacion del presidente, que ha
32 ItEVOLUCKW FRANCESA
querido hacer constar las aclamaciones de al
gunos como el voto de todos , y seatropellan al
pie de las escaleras de las tribunas para protes
tar. 3Ir. Marie , orador imponente y tranquilo,
de una oposicion severa , pero moderada , con
sigue subir á ella: otros le disputan el puesto
con sus ademanes y el ruido de sus voces; pero
Marie cruza los brazos sobre el pecho, y espera
á poder usar de su derecho.
La estimacion que acompaña á su carácter
redobla la influencia de su discurso. Su talla
elevada, sus facciones pronunciadas, aunque
pequeñas, imprimen a su persona algo de trá
gico , que recuerda el busto romano : contem
pla la tempestad sin ceder á ella , pero sin ven
cerla.
Lamartine conoce que la deliberacion va á
perder parte de su libertad si se discute la re
gencia delante de la princesa y de sus hijos.
Quiere salvar á la vez el ánimo de la asamblea
de la opresion de un sentimiento , y á la du
quesa de la profanacion de su desgracia. Se le
vanta , pues, de su banco, y dirigiéndose 4
Mr. Sauzel : —«Pido , dijo , al señor presidente
se suspenda la sesion, por el doble motivo del
respeto debido á la asamblea nacional, y del que
se debe ú la augusta princesa que. está en nues
tra presencia.»
XI.
El presidente obedece este consejo , que
POR LAMAKTIHK. 33
vuelve á la vez la dignidad á la votacion , y la
decencia al rango, al sexo, á la desgracia. La
duquesa de Orleans vacila en retirarse, como si
presintiese que su presencia es la unica garan
tía que queda al restablecimiento del trono. El
general Oudiuot se lanza á la tribuna para re
tardar la retirada de la princesa , ó dirigirle el
último saludo. —« Apelo á todos los sentimien
tos generosos , dijo el valiente soldado. Se os ha
dicho que la princesa ha atravesado las Tuilerías
y la plaza de la Concordia con sns hijos , sola , á
pie , en medio de las aclamaciones públicas. Si
desea retirarse, que se le abran las puertas , y
rodeémosla con nuestros respetos . como hace
poco estaba rodeada de los respetos de la ciudad
,<ie Paris. »
No oyéndose ninguna reclamacion contra la
partida de la princesa , á pesar de las hábiles
-alusiones del orador al alecto del pueblo, pro
sigue:—«Acompañémosla donde quiera ir.»
La princesa no tenia mas que decir:—«Quiero
ir á las Tuilerias;» y la cámara en masa, el pue
blo , conmovido con et espectáculo , la habria
vuelto á palacio cou las mismas oleadas que l;<
acababan de echar de él.
Pero la princesa no se atrevió á interrumpir.
Oudinot parecia esperar aquellas palabras;
la espada habria resguardado , sin duda , en
caso de necesidad, á la viuda y á sus hijos. —«Si
.desea permanecer en este recinto , que perma
nezca, y hará bien , añadió con un acento que
parecia clavar á la princesa en su sitio , porque
TOMO u. 3
34 REVOLUCIÓN FRANCESA
estará protegida aquí por nuestra adhesion.»
XII.
Pero aumentándose el tumulto en las dos
puertas y al pie de la tribuna , la duquesa,
atraida respetuosamente por los oficiales de su
comitiva , por el duque de Nemours-, y por los
diputados del centro , deja su asiento, sube las
gradas que habia bajado poco antes , y se sienta
sobre uno de los últimos bancos enfrente de la
tribuna. Un grupo de diputados en pie la pro
tege , y rumores del esterior , cada vez mayo
res, se perciben en el salon. Mr. Marie, sin
reparar en la presencia de la augusta cliente de
la asamblea , dice :
—«Señores , en la situacion en que se halla
Paris , no debeis retardar un momento el to
mar medidas que puedan tener autoridad sobre
la poblacion. Desde esta mañana el mal ha he
cho inmensos progresos: ¿qué partido adoptar?
Se acaba de proclamar la regencia de la señora
duquesa de Orleans, pero existe una ley que
nombra al duque de Nemours : no podeis pues
hoy constituir otra regencia , si habeis de obe
decer esta ley. Sin embargo, es necesario refle
xionar. Pero como hace falta desde luego á.la
cabeza de la capital y de todo el reino un go
bierno imponente y respetable, pido que se
constituya un gobierno provisional.»
Ni un murmullo se oye al pronunciarse estas
palabras decisivas. El trono y la regencia están
ya hundidos en todos los ánimos. Los amigos
POR LAMARTINE. . 35
complacientes de la regencia del hijo primogé
nito del rey , consternados ahora , conocen la
falta que cometieron violando las leyes de la na
turaleza , que llamaban á este cargo á la du
quesa de Orleans. Sin su violacion no habria hoy
un vacio que llenar por una ley nueva , una
constitucion que violar , un intervalo de tiempo
necesario para deshacer y rehacer esa ley,
una monarquía que arrojar con el regente al
abismo.
—«Cuando este gobierno esté constituido, con
tinuó Mr. Marie; deliberará con el concurso
de las cámaras , y tendrá autoridad sobre el
país. Una vez adoptado este partido , es nece
sario comunicarlo inmediatamente á la pobla
cion. Es el único medio de restablecer la tran
quilidad en ella. No hay que perder el tiempo
en estériles discursos. Pido se organice inme
diatamente un gobierno provisional, »
XIII,

Las tribunas aplauden estas palabras , que no


hallan quien las contradiga. La duquesa de Or
leans palidece mas , y el duque de Nemours es
cribe con un lápiz, como si preparase una re
nuncia magnánima.
Un orador popular , Mr. Cremieux , que aca
baba de escoltar al rey hasta su carruaje , con
movido por la grandeza de la situacion y lo pa
tético del espectáculo , deslizó en la mano de
la princesa algunas palabras propias para lisou
36 REVOLUCION FRANCESA
jear á la nacion y hacer restituir su imperio
por las manos mismas del pueblo.á la \üuda .del
-duque de Orlenns. Si esto es un crimen , es¿l
-crimen de la piedad. ¿Quién no lo hubiera co
metido si se hubiese hallado al lado de aquella
mujer?
Mr. €remieux no sube á la tribuna despues de
Mr. Marie, pero dice desde su asiento:—'«En
1330 nos apresuramos demasiado, y vednos
aqui en 1848 obligados á comenzar de nuevo
-nuestra obra. No '¡ueremos apresurarla tam
bien ahora, sino proceder regular, legal y enér
gicamente. El gobierno provisional que nom
breis no quedará encargado solamente de man
tener el órden , sino de darnos instituaiones que
protejan á todas las clases dela poblacion, como
se bahía prometido en 1850 , sin que haya te
nido cumplimiento. Porto que á mí hace, de
claro que abrigo el mas profundo respeto hácia
la señora duquesa deOrleans: hace poco que
he tenido el triste honor de conducir á la familia
real hasta los carruajes que la alejan de París.
díe cumplido con este deber. Pero ahora la po
blacion y la guardia nacional han manifestado
-su opinion. Pues bien , la proclamacion de la
-regencia qne se os propone en este momento
violada la ley existente: nombremos un gobierno
-provisional. (Se redoblan y generalizan las acla-
-maciones.) Que este gobierno sea justo , firmé,
vigoroso , amigo del pais, á quien pueda dirigir
su voz confiadamente , y vednos conseguir hoy
lo que la revolucion de julio debia darnos. Apro
POR LAMARTINE. 37
vechémonos de las circunstancias, y no dejemos
á nuestros hijos el cuidado de renovar esta re
volucion. Yo tambien pido el establecimiento de
un gobierno provisional, compuesto de cinco
miembros de la cámara.»
Mientras que la asamblea casi entera adopta
por sus aplausos ó su resignacion esta mocion,
el jóven rey, entrelas rodillas de su madre, con
templaba con una mirada distraida este tumul
tuoso movimiento, y aplaude con sus manitas la
mocion que le priva del trono. La duquesa de
Orleans arruga entre sus dedos el papel que con
tiene las palabras anotadas por Mr. Cremieux-,
que habia dado á leer áMr. Dupin , quien pare
cia aprobarlas.
XIV.

Mr. Odilon-Barrot entra en el salon , y sube


con paso lento y solemne las escaleras de la tri
buna , que tantas veces ha subido y bajado al
ruido de los aplausos de la cámara. Su rostro
está pálido , sus cejas fruncidas por la inquie
tud , sus ojos mas hundidos y mas llenos de du
das que nunca: su frente parece cubierta por
la oscura nube del porvenir. Se le mira con res
peto, porque todos saben que lo que espresa
su rostro pasa e¿) su corazon. Puede dudarse
de su decision , pero no de su conciencia. El pa
triotismo desinteresado es su religion : la po
pularidad su única debilidad. Ha vacilado toda
su vida entre la república y la monarquía, diri
38 REVOLUCIÓN FRANCESA

giéndose siempre al pueblo, deteniéndose siem


pre junto al trono. Pero ha llegado el momento
de escoger : esta hora reasume su vida y la in
terroga, exigiéndole inexorablemente la última
palabra que exigió en 1850 a Lafayette en el
Hotel de Ville. Mr. Barrot es el Lal'ayette de
los oradores : la república ó la monarquía están
suspendidas de sus labios.
—«Jamás, dijo, hemos tenido mas necesidad
de sangre fria y de prudencia. ¡Ojalá os inspire,
y una á todos un mismo sentimiento, el de sal
var al pais del mas cruel de todos los azotes: la
guerra civil ! Las naciones no mueren ; pero
pueden debilitarse en disensiones intestinas, y
jamás fue mas necesaria á la Francia toda su
grandeza y toda su fuerza. Nuestro deber está
trazado : tiene felizmente la sencillez que atrae
á toda una nacion; se dirige á lo que hay en ella
de mas generoso y mas intimo : su valor y su
honor. La corona de julio descansa sobre la ca
beza de un niño y de una mujer.»
El centro de la asamblea , donde se sientan
los amigos de la dinastía, saluda de nuevo estas
palabras con frenéticos aplausos : donde se in
clina la popularidad de Mr. Barrot, creen ellos
ver inclinarse al destino. La duquesa misma, por
un feliz instinto de reconocimiento , se levanta,
y saluda hácia la tribuna, volviéndose á sentar
en seguida. Cada uno de sus ademanes imprime
un movimiento de curiosidad y una espresion
de tierno interes á los rostros y á las acti
tudes.
POR LAMARTINE. 39
El jóven rey se levanta á una señal de la prin
cesa, y saluda á su vez á los que han aplaudido
á su madre. El duque de Nemours habla al oido
de la duquesa , quien se levanta de nuevo con
una timidez mas visible , teniendo un papel en
la mano , que agita mostrándolo al presidente.
Una voz femenina , clara, vibrante, pero sofo
cada por la emocion , sale del grupo que la ro
dea , y su eco se estiende por la asamblea, agi
tándola. Es la voz de la duquesa, que desea ha
blar á los representantes dela nacion. ¿Quién
hubiera resistido á esta voz? ¿Quién no habria
sentido caer sobre su corazon las lágrimas que
la hubieran interrumpido? Esta hubiera sido la
mejor discusion. El presidente no ve este ade
man, no oye esta voz, ó afecta no verla ni oiría,
para dejar que el discurso de Mr. Barrot pro
duzca impresion en los ánimos. La duquesa,
sorprendida y asustada de su audacia, se vuelve
á sentar. La naturaleza, vencida , permanece
muda: ¿qué podrá ya la elocuencia?
Mr. Barrot prosigue : —«En nombre de la li
bertad política de nuestro pais; en nombre de las
exigencias del órden sobre todo ; en nombre de
nuestra union y de nuestro acuerdo en circuns
tancias tan difíciles, pido á todo el pais que se
agrupe en torno de sus representantes, en torno
de la revolucion de julio. Con tanto mas valor
se consagrará á ello la Francia, cuanto mas
grandeza y generosidad hay en sostener y eu
realizar de esta suerte la pureza y la inocencia.
Por lo que respecta á mí, me consideraré dichoso
M BEVOLUCION FRANCESA

en consagrar toda mi existencia y todas mis fa


cultades al triunfo de esta causa, que es la de la
verdadera libertad.
«¿Se pretenderia, por ventura, poner en cues
tion lo que decidimos en la revolucion de julio?
Señores , las circunstancias son difíciles , con
vengo en ello ; pero hay en este pais tales ele
mentos de grandeza , de generosidad y de buen
sentido, que estoy convencido de que basta ape
lar á ellos para que la poblacion de Paris se
agrupe alrededor de esta bandera. Hay medios
de asegurar toda la libertad que el pais tiene
derecho de pretender , concillándola con las
exigencias del órden, de reunir en un centro to
das las fuerzas vivas de este pais, y de atrave
sar las grandes pruebas que le están quizá re
servadas. Este deber es muy sencillo ; se halla
trazado por el honor y por tos verdaderos inte
reses del pais. Si no sabemos llenarlo con fir
meza , con perseverancia y valor, yo no sé cuá
les pueden ser las consecuencias. Pero no du
deis, como os lo decia al empezar mi discurso,
que el que tenga valor para aceptar la respon
sabilidad de una guerra civil en el seno de nues
tra noble Francia , ese es el principal culpable,
el criminal hácia su pais , hácia la libertad de la
Francia y del mundo entero. Por lo que á mí
hace, señores, yo no puedo aceptar esa respon
sabilidad. La regencia de la duquesa de Orleans,
un ministerio elegido entre las opiniones mas
probadas , van a dar mas garantías á la libertad
y ¡ojalá apelando al pais, á la opinion pi'ibli
POR LAMARTINE. ii
ca, pueda esta pronunciarse con toda libertad;
pronunciarse sin estraviarse hasta las preten
siones rivales de la guerra civil , en nombre de
los intereses del pais y de la verdadera liber
tad! Ved aquí mi parecer; ved aquí mi opinion.
Yo no podré aceptar, repito, la responsabili
dad de una situacion distinta.»
XV.
*, . '. ! • 'i
Este discurso terminó en medio del silencio ó
de los murmullos. El tiempo habia volado mien
tras que el orador hablaba. Mr. Barrot estaba
ya en lo pasado: el presente no le pertenecia;
el porvenir se le escapaba. '...• . ...
Mr. deLarochejacquelein selanzóála tribuna.
Hijo de los héroes de la Vcndée, Mr. de Laro-
chejacquelein aceptaba la responsabilidad de la
causa y de la gloria de su padre , pero ven-.
deano por el corazon , era liberal y casi repu
blicano por la inteligencia. A falta del rey legi
timo, decapitado ó proscripto por la omnipoten
cia de los acontecimientos , no reconocia otro
rey que el pueblo ; para probarlo apelaba á la
insurreccion de 1830, á lalibertad de todos tiem
pos... Su habilidad era la franqueza : su táctica
parlamentaria el honor: su elocuencia el grito
súbito y siempre generoso de su conciencia. En
medio de tantos oradores era el orador ecues
tre, el geutU-hombre de la tribuna. Su voz te
nia las esplosiones del cañoa sobre el campo de
batalla: su belta üsonotnía , su rizada y ele
4t DEVOLUCION FRANCESA

gante cabellera, su cabeza alta, su pecho salien


te, su ademan heróico, imponían á la vista.
Cierto acento jovial le hacia agradable ai pue
blo, que le disimulaba su nombre realista en
gracia de su oposicion al nuevo reinado.
Al verle adelantarse hácia la tribuna, se creyó
que subia á ella para revindicar la corona para
Enrique V, y un murmullo reveló este pensa
miento; pero Mr. de Larochejacquelein lo enten
dió , y lo refutó con un ademan.
—«Nadie masque yo, dijo inclinándose ligera
mente hácia la duquesa de Orleans; nadie mas
que yo respeta y siente profundamente lo que
hay de bello en ciertas situaciones. Pero no es
esta mi primera prueba... No vengo á suscitar
aquí pretensiones contrarias á las de Mr. Bar-
rot , no ; pero creo que este no ha servido como
hubiera querido servir los intereses que desea
salvar. Tal vez pertenece á los que en lo pasado
han servido siempre á los reyes hablar ahora
del pais y del pueblo. » Y en seguida , irguién-
dose y dirigiendo á los diputados del centro un
ademan abrumador de verdad y de desafío, es
clamó con su mas atronadora voz: —«¡Pero hoy
no sois ya nada , nada !

XVI.

Esta palabra parecia haber trasladado á la


asamblea la insurreccion de la calle : sublevados
los centros, proruninen en gritos y en ademanes
POR LAMARTINE. 43
de indignacion.—«Cuando he dicho que no sois ya
nada , prosigue el impasible orador , no creia
suscitar tal tempestad. No soy yo, diputado,
quien os dirá que no existís ya como diputados,
pero sí que la cámara no existe ya como...»
El pueblo se encarga de acabar la frase sus
pendida del orador. Oyense golpes contra la
puerta de la izquierda, al pie de las tribunas, y
resuenan en los corredores horrible estruendo
de armas, de gritos, de quejas y de gemidos
de hombres que se ahogan en aquella confusion
unos contra otros.
Los diputados y los espectadores de las tri
bunas se levantan súbitamente. Hombres con
los brazos estendidos, armados de bayonetas,
de sables , de barras de hierro , y agitando en
cima de sus cabezas banderas desgarradas , se
esfuerzan por penetrar en el hemiciclo. Era la
columna del capitan Dunoyer, aumentada con
los republicanos que habia reclutado en el ca
mino. Esta columna habia entrado en las Tulle-
rías confundida con las masas de insurgentes
que invadieron el palacio por todas las puertas,
y despues de haber salvado á los guardias mu
nicipales y á los soldados olvidados en la reti
rada , penetró en el salon del trono , adonde ya
habia sido precedida por Lagranje , el exaltado
combatiente de las insurrecciones de Lyon y de
París.
Lagranje tenia en la mano la abdicacion, que,
como hemos visto , habia arrebatado al maris
cal Gerard en el momento en que el viejo guer
44- REVOLUCIÓN 1'IUNCF.SA

vero la desplegaba ante el pueblo para desar


marle.
Subido Lagranje sobre una banqueta, leyó ta
abdicacion al pueblo , y dirigiendo despues á su
auditorio una mirada interrogativa y una sonrisa
de desden, parece preguntarle si esta miserable
satisfaccion es bastante para la sangre derramada
en los tres dias de combate.—«¡No, no , escla
man los vencedores; ni trono ni rey!—¡Bravo,
amigos , grita Lagranje; ta república es lo que
necesitamos!» Estas palabras son aplaudidas cs-
trepitosamente: el trono mismo sirve de tribuna
á los oradores , que se suceden en ella blan
diendo sus armas , y se proclama la abolicion
de aquel. El capitan Dunoyer y los suyos se
apoderan de una de las banderas que adorna
ban el dosel del trono: otros los imitan; des
trozan las demas banderas, y dividen los peda
zos, de los que hacen trofeos , ba-ndas y escara
pelas. Dunoyer reune en tomo de su bandera la.
¡lo r de sus soldados, sustraidos por su voz al
espectáculo de la devastacion del palacio; forma
su columna, y grita: —«¡A la cámara! ¡Persiga
mos la dignidad real hasta el asilo en que se ha
refugiado su sombra ! »
La columna atraviesa el Sena y el malecQu de
Orsuy , á los gritos de ¡abajo la regencia! En et
tránsitose aumenta con esos hombres á quienes:
arrastran las oleadas populares, como el. <igyn
desbordada arrastra indistintamente lo que en
cuentra á las orillas. Un gifero, con su mandit
manchado de sangre , blandiendo un cuchillo QH
/ '.-NtR LAMARTINE. 46
la mano ; un viejo, con su cabeza calva descu
bierta, la barba blanca y erizada , armado de
una espada antigua estraida de algun museo,
cuyas guardas son un pan de municion atrave
sado por la ancha hoja , un modelo vivo de los
talleres de pintores, y otros vagabundos que se
hacen notar por los girones de sus trajes y la
estrañeza de sus armas , se colocan por sí mis
mos ú la cabeza de los guardias nacionales y de
los combatientes como otras tantas erupciones
-del volcan del pueblo. Algunos discipulos de la
escuela politécnica marchan entre estos hom
bres y la columna, que se adelanta á paso de
carga. En vano los puestos avanzados de la línea
cruzan las bayonetas, pues los republicanos
bajan las armas , pasan por encima de ellas,
distinguen los carruajes de la corte que esperan
á la duquesa á la puerta de la cámara, y te
miendo que las súplicas y las lágrimas de una
mujer hagan retroceder á la revolucion, avanzan
tumultuosamente basta la verja de frente del
puente. Los dos mil hombres formados en bata
lla que manda el general Gourgaud los detie
nen sin rechazarlos; pero en vano se les hacen
reflexiones; en vano se les intima que respeten
la inviolabilidad de la representacion. «¡Y qué!
responde uno de ellos; nuestros padres han atra
vesado tantas veces el dintel de la asamblea na
cional y de la convencion , y ¿nosotros no atra
vesaremos una sola el dintel de la corrupeion
de las cortes?» •i
*G REVOLUCIÓN FRANCESA

XVII.
El general Gonrgaud se presenta y arenga á
los grupos , pero no consiguiendo nada de ellos,
se esfuerza por contemporizar. Esperad, les
dice : yo mismo voy al salon de sesiones, y os
daré noticias de los acontecimientos.
Durante la corta ausencia del general, UIKI
parte de los republicanos sube y atraviesa el
muro del recinto esterior , las gradas del peris
tilo , é intenta penetrar por las huanas que hay
debajo de las columnas de la fachada. —«¡Dete
neos, muchachos! esclama Gourgaud, que viene
á su encuentro : Mr. Cremieux está en este
momento en la tribuna combatiendo la regencia.
Mr. Marie , cuyo nombre conoceis, el incorrup
tible defensor de vuestra causa , va á venir en
persona á anunciároslo. »
El nombre de Marie se oye con respeto. El
aspecto militar del general, y el reflejo del nom
bre de Napoleon sobre el suyo, previenen en su
favor.—«Os creemos, general, responde el capi
tan Dunoyer , jefe de la columna ; pero los ami
gos del pueblo en la cámara son pocos : la ma
yoria va á ahogar sus voces ; será demasiado
tarde cuando entremos, y la patria os malde
cirá por haber detenido nuestros pasos.» A es
tas palabras, Gourgaud, impotente para domi
nar el impulso de las masas , cede , y les deja
paso. La tropa permanece neutral, y la guar
dia nacional aplaude. En vano se presenta moa
POR LAMARTINE. «7

síeur Marie; el tumulto ahoga su voz, y la mul


titud comprime sus brazos. Esta multitud apar
ta, atropello , derriba á los centinelas , á los
ugieres y á los representantes que intentan opo
nerse al torrente.
El coronel Dumoulin , antiguo ayudante de
órdenes de Napoleon, que reune el fanatismo de
sus recuerdos militares al fanatismo de la repú
blica, se pone á la cabeza de la columna como
para llevarla á un asalto. Toma de las manos
de uno de los combatientes la bandera arran
cada del trono, sube la escalera de la tribuna,
y poniendo el asta de la bandera sobre el már
mol de ella, parece esperar que le siga á aquel
puesto un orador para proclamar la re\|0lu-
cion.
Al pie de la tribuna , bajo los pliegues de la
bandera, un anciano.de rostro pacifico y tran
quilo, seapoya sobre el pomo de un ancho sa
ble desenvainado , como una cariátide imágen
del pueblo vencedor y apaciguado.
El gifero, con su cuchillo siempre en la ma
no , atraviesa solo el espacio desocupado entre
la tribuna y los bancos. A su vista los diputa
dos retroceden llenos de horror , y preserván
dose del contacto de sus vestidos ensangrenta
dos, forman un grupo mas compacto sobre los
bancos superiores alrededor de la duquesa de
Orleans. La princesa, sin intimidarse, toma
notas con un lápiz sobre sus rodillas: sin duda
busca en su corazon las palabras que podrán
mejor salvar á su hijo. Los invasores no inteu
¡M REVOLUCION FRANCESA
taban imponer su voluntad á la asamblea na
cional por ningun ademan, por ningun grito.,
y parecian haber venido á ella como espectado
res mas bien que como dueños de la suerte
que la asamblea les fijase.
XVIII.
En la tribuna de los periodistas se estiende la
noticia de que so intenta falsear la revolucion,
y de que á los vencedores de las 'fullerías se
han mezclado al entrar en el salon hombres bus
cados por los partidarios de la regencia para es-
itraviar ó amortiguar los resultados del movi
miento. Este rumor parecia fundado. Un repu
blicano, Mr. Marrast, admirado de la apatía de
Jos primeros grupos que se habian introducido
en la cámara baja de la tribuna de los perio
distas , desde donde seguía los pasos de la re
volucion , y atravesando el pasadizo , esclama:—
« ¡liste es el falso pueblo : voy á apelar al ver
dadero!»
Mientras que una nueva oleada de la invasion
popular se encrespa fuera, coutiuúnu el silencio
y la indecision en el interior. Mr. Leúru Hollín
-se esfuerza por apartar los grupos para subir á
la tribuna de la izquierda.
El único republicano casi de la asamblea,
en la que hace algunos aüos que se sienta , ins
pirador de la prensa republicana, orador de los
¿iniquetes democráticos, adversario declarado
de las transacciones , de las reticencias , de las
POR LAMARTINE. . . 49
setm-agitaciones de la izquierda dinástica , lle
vando la oposicion en la cámara hasta los lími
tes de la faccion , fuera de la cámara hasta los
de la sedicion, Mr. Ledru-Rollin, jóven , de ■
elevada estatura , de rostro sanguíneo , de voz
y ademan fogosos , pero conservando siempre
la sangre fria reflexiva del político bajo el arre
bato aparente del orador , parecia el hombre
esperado y á propósito para las circunstancias.
Su palabra, muy impregnada por el estudio de
las formas de la elocuencia plebeya , tenia el
acento algo estemporáneo de la convencion , y
sus discursos terminaban siempre por el estilo
de los de Danton. Conocíase que su voluble y
rica imaginacion se habia dirigido con frecuen
cia hácia lo pasado , como modelo del porvenir,
que sentia haber perdido la ocasion de las lu
chas , de la gloria y de la muerte histórica en
el drama de la gran revolucion.
Aislado en la estremidad de la cámara, en un
republicanismo prematuro , Mr. Ledru-Rollin
solo se distinguía por su talento. Sus colegas le
habian escuchado hasta entonces con mas curio
sidad que terror: á sus ojos no era mas que
una aparicion revolucionaria , á sus oidos mas
que un eco sonoro de un tiempo que no volve
ría jamás. Pero de pronto cambiaban los pape
les: sus colegas huían á lo pasado, y el impo
sible se convertía en realidad. —«En nombre del
pueblo entero armado, dijo con el ademan de
un jefe que muestra á sus soldados detras de sí;
en Hombre del pueblo , dueño de París , vengo
TOMO II. 4
5ft UliVOtUClON PROCESA

á protestar contra la especie de gobierno que se


ha propuesto en esta tribuna. Y al protestar,
no bago, como vosotros, unacosa nueva, porque
en 1842 , cuando se discutía la ley de regencia,
solo yo en este recinto declaré que tal ley no
podia hacerse sin apelar al pais por medio de
la eleccion de una nueva asamblea. Hace dos
dias que nos batimos por el derecho. Pues bien;
si os resistís a él , si pretendeis que se esta
blezca un gobierno por aclamacion, un gobierno
efímero, que la cólera revolucionaria hundirá,
continuaremos batiéndonos en nombre de la
constitucion de 1791 , que está en las ideas del
pais y en nuestra historia...
»No hay regencia posible de una manera usur
padora. Yo protesto en nombre del pueblo con
tra esta usurpacion. ¿Hablais de órden , de efu
sion de sangre? ¡ Ah ! la efusion de sangre nos
conmueve , porque la hemos visto mas de cerca
que nadie. ¡ Tres mil hombres han muerto !»
A estas palabras , el gifero se lanza sin duda
con ánimo de vengar á sus hermanos hácia las
gradas que conducen al banco de la duquesa
de Orlcans. —«Es necesario acabar de una vez,»
dice entre dientes.
Pero Mr. de Mornay, yerno del mariscal
Soult. hombre do oposicion, mas generoso é
intrépido, retiene al gifero por sus vestidos.
Los diputarlos le impiden el paso con un movi
miento de horror é indignacion , y le hacen
apartarse. Mr. Ledru-Rollin prosigue su (lis*
curso; desarrolla y prolonga demasiado el mismo
POR LAMARTINE. 31
argumento. La impaciencia es cada vez mayor.
—«Precisad la cuestion , le grita Mr. Cerrier,
y concluid pidiendo un gobierno provisional.»
Los legitimistas y los republicanos se entien
den sin haberse concertado para suprimir un
gobierno de aclamacion y de sorpresa , que se
interpone entre sus esperanzas y el desenlace.
Mr. Ledru-Rollin continúa y cita las abdica
ciones de Napoleon y de Cárlos X , que ambos
se dijeron engañados. La asamblea se fatiga y
se resfria , perdiéndose el tiempo: —«Concluid,
repite Mr. Berryer; sabemos la historia.i
Mr. Ledru-Rollin concluye , en fin , pidiendo el
nombramiento de un gobierno provisional por
el pueblo y una convencion.
XIX.
Los escalones de ambos lados de la tribuna
se hallan sitiados por guardias nacionales, jóve
nes de las escuelas, combatientes y oradores.
—«¡Lamartine, Lamartine!» esclama el pueblo; y
una parte de ¡a asamblea: — «¡Que hable Lamarti
ne!» Diputados de todos los bancos de la cámara
se agrupan en torno suyo; otros le hacen señas
tic inteligencia , señalándole con el dedo la
tribuna : los unos con la intencion de verle su
bir á ella para terminar la revolucion ; los otros
para moderarla mezclándose á ella.
Lamartine, inmóvil y mudo desde el princi
pio de la sesion , temia hablar , porque conocía
que una palabra arrastraría la revolucion inde
32' REVOLUCION FRANCESA
cisa hácia una república llena de problemas d
hácia una regencia anárquica. Todavía otro ter
cer elemento de revolucion hacia vacilar, no sus
convicciones, sino su alma: este elemento era
la compasion.
Invitado muchas veces para asistir á la corte
de la señora duquesa de Orlearrs , aficionada á
la literatura, se habia prohibido así mismo toda
relacion con esta princesa , por temor de que el
reconocimiento hácia ella comprometiese algun
dia su libertad política ; pero admiraba desde
la distancia á que se hallaba de ella á la viuda
del duque de Orleans, estranjera, desterrada,
echada de su verdadero lugar de madre por una
ley celosa y cruel. Sola en las TuUerías , entre
un sepulcro y un trono , no habia tenido de la
felicidad otra cosa que el luto, del reinado la
perspectiva, de la maternidad los cuidados. De-
ciase que su genio, su alma , sus lágrimas, la
hacian en todo igual á su destino : su fisonomía
revelaba todos estos misterios : su belleza con
tenia todo su pensamiento. El corazon de Lamar
tine debia haber tenido cien veces tentaciones de
consagrarse á esa poesía viva, y de hacerle resti
tuir el reino arrebatado por la iniquidad de la
ley. ¿No erp ella reina en la. imaginacion? Lie»
gado era el momento de realizar ese sueño: no
era necesario mas que proferir en la tribuna el
grito que hubiera hallado eco en todos los cora
zones. Los ademanes y las voces que le llevaban
á la tribuna hacian á Lamartine el árbitro de
la fortuna: la imparcialidad un poco austera
POR lAMARTME, !i3

que Labia manifestado hasta entonces duba una


autoridad persuasiva y seductora á su decision.
La presencia de la duquesa , su palidez, sus mi
radas suplicantes, sus hijos abrazados contra su
corazon , eran la mitad de la elocuencia nece
saria para subyugar á una asamblea de hombres
sensibles. Jamás orador alguno tuvo semejantes
clientes. Ellos recordaban á los cortejos de mu
jeres y de niños destronados que los oradores
del pueblo romano mostraban para enternecer
á este. El pueblo frances es mucho mas accesi
ble á las lágrimas.
XX.
Lamartine no tenia mas que decir á la prin
cesa y á sus hijos :—«Levantaos. Sois la viuda
del duque de Orleans , cuya memoria corona el
pueblo en vos: sois los hijos privados de vuestro
padre, y adoptados por la nacion. Sois las víc
timas inocentes de las faltas del trono, los hués-.
pedes y los suplicantes del pueblo: vosotros
salvais al trono en una revolucion. Esta revolu
cion es justa, es generosa , es francesa: ella no
combate á las mujeres y á los niños ; no hereda
á la viuda y á los huérfanos; no despoja á sus
prisioneros y á sus huéspedes. ¡Id á reinar! Ella
os vuelve por compasion el trono perdida por
faltas de que solo sois las victimas. Los minis
tros de vuestro abuelo han dilapidado vuestra
herencia: el pueblo os la devuelve, os adopta, y
será vuestro prolector. No teníais mas que ú un
54 REVOLUCION FRANCESA
príncipe por tutor ; en adelante tendreis á una
madre y á una nacion.»
XXI.
La cámara se habría levantado en masa á es-
las palabras , cuyo efecto habrían aumentado
la vista , las lágrimas , las palabras de la du
quesa, interrumpidas por los sollozos , y el niño
rey aliado sobre los brazos de su madre y lle
vado á la tribuna. Lamartine habría arrastrado
á la asamblea y á algunos guardias nacionales
presentes tras de la princesa sobre la plataforma
del peristilo , y desde allí habría mostrado la
viuda y el niño al pueblo indeciso , á las tropas
fieles. Las aclamaciones eran indudables , y au
mentado el cortejo por los grupos de guardias
nacionales y de gente del pueblo que hallara en
el tránsito, habría conducido á la duquesa y á
sus hijos á las Tullerías , donde Lamartine pro
clamaba la regencia. ¡ Qué peripecia , qué dra
ma , qué desenlace tan inesperado ! ¡ Qué triunfo
del corazon sobre la lazon , de la naturaleza so
bre la política !
. --:.-,.. ,-.■,:':.'. :-;:-.vii-,^ín.,
XXII.
Lamartine tenia estas palabras en los' labios,
este acto en la imaginacion , estas lágrimas en
los ojos; pero no cedió á estas nobles tenlacio-
nes del hombre de imaginacion. Arrancó su cor-
razon del pecho , y. le comprimió bajo su mano
POR LAMARTINE. 38
para no escuchar mas que á su razon , que le
recordaba mas fuertemente aun lo que habia
dicho dos horas antes en el consejo de repu
blicanos.
La regencia , en medio de una crisis que ha
bia sublevado al pueblo , arrastrado á ella á la
guardia nacional, disuelto el ejército, derribado
el trono , espulsado al rey , provocado el sufra
gio universal , paralizado el trabajo , lanzado á
la calle doscientos mil obreros hambrientos de
derechos y de pan , no era la paz ; era una tre
gua corta y agitada. La revolucion sangrienta
no habia acabado ; comenzaba entonces terrible,
convulsiva , insaciable contra este débil go
bierno de sentimiento y de sorpresa. Lamartine
hubiera salvado aquel dia , pero perdido el por
venir , aliviado su emocion , pero arruinado á
su pais. No se creyó , pues , con derecho para
satisfacerlos sentimientos de su corazon á es-
pensas de su pais, y para hacer perder millones
<le vidas por representar un bello papel de un
momento en el drama afeminado de una política
sentimental. Le hubiera sido fácil , le hubiera
sido agradable ver derramar en la tribuna la
lágrima que, como á todo el muiulo , le asomaba
á los ojos ; pero esta lágrima se habría conver
tido en un torrente de sangre de los ciudada
nos, y la enjugó. Esta es una de las severida
des del corazon que mas cuestan á la natura
leza , no una falta de conciencia de que deba
arrepentirse jamás. Obrando de otro modo, La
martine no solo habría causado u•n grave daño
56 REVOLUCION FRANCESA
ii la república haciéndola estraviarse mas tarde,
sino que habría sacrificado á las victimas mis
mas de la catástrofe coronándolas.
XXIIL
Sube al fin , ó mas bien se le hace subir á la
tribuna , y reina un profundo silencio al instante
que se oye el nombre del orador. Este no se
atreve á alzar los ojos hácia la princesa, por te
mor de que una mirada suya haga vacilar su
palabra «> quebrante su penosa resolucion.
Con una voz sorda como el abismo del desti
no , cuya profundidad iba á medir , Lamartine
dijo: —«Yo, señores, participo tanto como el
quemas de entre vosotros del doble sentimiento
que ha conmovido hace poco este recinto con
uno de los espectáculos mas penetrantes que
pueden presentar los anales humanos : el de una
princesa augusta en su desgracia , amparándose
en la inocencia de su hijo , y viniendo de un pa
lacio invadido á arrojarse en el seno de la re
presentacion nacional.»
Al oir estas palabras , los unos prejuzgan e»
ellas una invocacion á la piedad , los otros una
debilidad de patriotismo, y el murmullo de
aplausos que se levanta de los centros se con
funde con el ligero rumor que espresa el des
contento del pueblo. Lamartine se apercibe de
ello, y dirigiendo hácia los oentros y el pueblo
una mirada en que no se puede leer aun su
pensamiento: —«Pido, dijo, que se me deje
POR LAMARTINE. .87
acabar la frase , y suplico que se espere la que
va á seguirla.»
Auméntase el silencio y la ansiedad. —« De-
cia, señores, que habia participado con vosotros
del sentimiento que agitaba hace poco este re
cinto. Y al espresarme así , no hago distincion
alguna entrela representacion nacional que nos
otros ostentamos y la representacion del pueblo
de Paris mezclada con vosotros sobre estos ban
cos. Esta es la hora de la igualdad , y esta igual
dad , estoy seguro de ello, no servirá mas que
para hacer á este pueblo reconocer voluntaria
mente en nosotros el derecho de restablecer la
concordia y la paz pública. —¡ Si, sí I» esclaman
los grupos de combatientes que se hallan á la
derecha del orador al pie de la tribuna.
— «Pero, señores, prosigue Lamartine; si
participo de la emocion que inspira el penetrante
espectáculo de las mas grandes catástrofes hu
manas; si participo de ese respeto que el infor
tunio aumenta aun en nosotros, cualesquiera
que sean nuestras opiniones políticas, no par
ticipo con menos ardor del respeto debido
á ese pueblo que combate hace tres dias para
derribar un gobierno retrógrado y restablecer
sobre una base en lo sucesivo inalterable el im
perio del órden y de la libertad , y por eso no
me hago las ilusiones que hace poco se forma
ban en esta tribuna. Yo no me figuro que una
aclamacion momentánea, arrancada por una
emocion honrosa á una asamblea enternecida
por un sentimiento natural, pueda fundar un
Hti REVOLUCIÓN FRANCESA

gobierno sólido é incontestable para treinta y


seis millones de hombres. Yo sé que lo que una
aclamacion funda otra aclamacion lo destruye:
sé que cualquiera que sea la clase de gobierno
que á la sabiduria y á los intereses del pais con
venga darse para salir de la crisis en que nos
hallamos, conviene, importa á este pueblo , á
todas las clases de la poblacion , á aquellas so
bre todo que han vertido algunas gotas de su
sangre en esta lucha , haber cimentado con esta
sangre, no un gobierno efímero , sino un go
bierno estable , nacional , popular , indestruc
tible , en fin.
• —'«Si, sí, esclaman los combatientes agitando
sus banderas , blandiendo sus armas y ense
ñando las manchas de sangre y de pólvora de
sus manos.
—«Pues bien , prosigue Lamartine con una
energía de reflexion mas firme en la voz : ¿cómo
conseguirlo? ¿Cómo hallar un gobierno entre
los elementos flotantes de este naufragio , en
esta tempestad en que estamos todos engolfa
dos , en que una ola popular viene á encrespar
basta en este recinto la ola que nos ha sumer
gido ya? ¿Cómo hallar esta base inalterable;
cómo, señores? Penetrando hasta en el fondo
del pueblo y del pais ; yendo á estraer del de
recho nacional ese gran misterio de la soberanía
universal , origen de todo órden , de toda li
bertad , de toda verdad. Por eso, en vez de re
currir á esos subterfugios , á esas sorpresas , á
esas emociones tlel momento , á esas liccioues,
POn LAMARTINE. 59
de que un pais , ya lo veis , se arrepiente tarde
ó temprano cuando esas ficciones se desvane
cen ; por eso vengo á apoyar la doble mocion
que queda hecha , y que yo habría sido el pri
mero á hacer en esta tribuna : la proposicion de
un gobierno de urgencia, de necesidad, de cir
cunstancias; de un gobierno que restañe la san
gre que corre; de un gobierno que suspenda la
guerra civil entre ciudadanos de una misma
patria.»
XXIV.
Al oir estas palabras, como si el pensamiento
de Lamartine hubiera sido una proclamacion de
paz aceptada por el pueblo , aplaude este, y por
su ademan significativo de la aceptacion de la
tregua , el viejo de la larga barba , que se halla
de pie junto á los escalones de la tribuna, vuelve
solemnemente su sable ;i la vaina.
Lamartine continúa: —«De un gobierno que
estinga la terrible mala inteligencia que existe
desde hace algunos aüos entre las diferentes
clases de los ciudadanos , y que impidiéndonos
fundirnos y reconocernos en un solo pueblo,
nos impide amarnos y abrazarnos en una ver
dadera unidad.
»tín nombre, pues T del derecho de la paz pú
blica , del derecho de la sangre que acaba de
derramarse , del derecho del pueblo , ham
briento á causa del glorioso trabajo que hace
tres dias ejecuta , pido que se constituya al
justante un gobierno provisional.» (Resuenan
M REVOLUCION FRANCESA
la ofraun arma ofensiva, como picas, bayone
tas , sables , fusiles , barras de hierro, y hacen
retemblar la bóveda con los gritos de- ¡'Abajo la
regencia l'¡ Viva la república ! ¡ Fuera los cor
rompidos! . i
Una irrupcion igual se verifica á las mismas
voces por las anchas puertas ya obstruidas que
se abren al pie de la tribuna. El capitan Dimo-
yer , jefe de la columna , agita encima de la ca
beza de los oradores la bandera tricolor con
franjas de oro , trofeo del trono derribado en
las Tullerías. Los diputados, consternados ya,
palidecen al ver esta muestra de la victoria del
pueblo. —«¡Esta bandera, esclama el capitan
Dunoyer, os atestigua que no hay ya aquí otra
voluntad que la nuestra, y fuera hay ademas
cien mil combatientes que no sufrirán mas re-
y-es ni regencia alguna. » Muchos diputados se
deslizan de sus bancos y se retiran uno á uno
por todas las salidas. — «¡Paso á los traidores!
¡ Mengua & los cobardes !» vocifera el pueblo de
las tribunas. La duquesa queda casi descubierta
y abandonada , pálida y temblando por sus lu
jos ; pero el pueblo no la ve, por ocultarla una
cortina.
XXVI.
Lamartine continúa de pie en la tribuna, que
le disputan sin cesar nuevos insurgentes. El
presidente Sauzet se cubre en señal de violacion
de la asamblea : señal tardia, por la que, irri
tado el pueblo, amenaza al presidente con voces
POR LAMARTlSfii '..' «3
y ademanes. Un hombre se adelanta hácia él, y
le quita su sombrero para salvar su vida con
este signo de respeto forzado á la victoria.
En este momento el siniestro estruendo de
una lucha oculta hace dirigir todas las miradas
hacia una de las tribunas de la derecha. Un
grupo de combatientes se precipita en ella,
como podia precipitarse en la brecha de una
ciudad que se toma por asalto : sus armas, sus
ademanes, sus gritos de impaciencia, manifies
ten la mas estremada y criminal resolucion: en
vano otros combatientes se mezclan á estos para
tratar de contenerlos. Se ven ondear los caño
nes de los fusiles y el acero de las bayonetas en
sentido contrario, como espigas agitadas por
vientos contrarios. — «¡Dónde está, dónde!»
esclaman algunos combatientes mas curiosos
que malintencionados, mientras que indican
con el dedo el centro de los bancos donde la
duquesa de Orlcans y sus hijos están aun olvi
dados , y como sepultados entre un grupo de
diputados, apenas suficiente para cubrirlos.
Al oir tales gritos , al ver tales ademanes , la
duquesa es llevada fuera del salon , y viene á
caer con su débil comitiva y sus hijos en medio
del tumulto de los asaltantes que desborda de
los corredores estcriores de la tribuna. Gra
cias á su sexo , á su velo , que la impide ser re
conocida, y á los brazos de algunos diputados
animosos, entre los que se distingue aun á mon-
sieur de Mornay , logra sustraerse á los insul
tos , á la sofocacion y á la muerte ; pero sepa
61 . REVOLUCION FRANCESA
rada por las ondulaciones de los grupos de sus
dos hijos y del duque de Nemours, atraviesa
sola con sus defensores la multitud de insurgen
tes , y baja las escaleras que dirigen á la sala
llamada de Pas perdus.
Allí nuevas oleadas del pueblo la envuelven,
la sumurgen , y la hacen flotar de un muro á
otro , como flotan en una tempestad los objetos
que se echan al mar, y la arrojan , en fin, me
dio ahogada y casi desmayada, contra una puerta
de cristales , cuyos marcos se rompen bajo el
choque de su frágil cuerpo. Vuelta en si ; no ve
á sus hijos ; los llama, y se le promete, se corre
á buscarlos en medio de la muchedumbre. En
tre tanto se consigue formar un grupo de al
gunos amigos en torno de la duquesa, y abriendo
una de las puertas de cristales del piso bajo que
comunica por el jardin con el palacio del presi
dente de la cámara , se la conduce á él con se
guridad para esperar alli su suerte y reunirse
con sus hijos.
Al conde de Paris , separado de su madre por
el tumulto, y designado al pueblo como el fu
turo rey , lo habia cogido por el cuello un hom
bre de una talla colosal , y ya la enorme mano
de este frenético ahogaba casi al pobre niño,
haciendo por un juego siniestro el ademan de
estrangularle, cuando un guardia nacional que
buscaba al niño , viendo aquella estraña profa
nacion , abatió de un puñetazo vigorosamente
asentado el brazo de este hombre desalmado,
le arrebató el jóven príncipe, y le llevó trémulo
POR LAMARTINE. 65
y lloroso á los brazos de su madre , de cuyos
ojos brotaron abundantes lágrimas al abra
zarle.
Pero faltaba aun á esta desgraciada madre
su otro hijo , el tierno duque de Chartres , á
quien llamaba en altas voces , sin separarse de
los cristales del jardin para verle venir desde
mas lejos. El niño habia caido, al pasar de la
tribuna á los corredores, á los pies de los gru
pos tumultuosos del pueblo , cuyo estrépito no
permitía oir sus gritos ahogados , y durante
un momento estuvo estraviado.
El duque de Nemours, separado igualmente
de la princesa por la muchedumbre, habia con
seguido penetrar por en medio de ella sin ser
insultado, y refugiarse á una de las oficinas
de la cámara , donde se le prestaron vestidos
para disfrazarse y salir sin ser reconocido.
XXVII.
Otros hombres acababan de entrar en los cor
redores alzando en sus manos los cascos, las gor
ras de pelo y los sables aun ensangrentados de los
guardias municipales inmolados sobre la plaza
de la Concordia. Algunos de estos hombres es
taban armados de fusiles. Uno de ellos , un
obrero vestido con nna chaqueta de mangas en
negrecidas en el trabaja, con el rostro estra
viado y los ademanes bruscos y desordenados
de un demente, se inclina sobre la barandilla
de la misma tribuna de donde habian salido las
TOMO u. 5
66 REVOLUCION FRANCESA
amenazas contra la princesa , y apunta coa su
fusil al presidente. Mil gritos advierten á mon-
sieur Sauzet del peligro que corre, y aunque
este no palidece, deja al fin su sillon para evitar
un pretesto al crimen, baja precipitadamente
los escalones que conducen á él , y sale del
salon.
En el mismo instante , no viendo ya el obrero
al presidente en su sillon , pero sí á Lamartine,
vestido de negro , y solo en el centro de la tri
buna , en medio de las armas y de las banderas,
cree que es otro presidente ó un orador enemigo
del pueblo, y le apunta muy despacio, como un ca
zador hace la puntería ásu placer á la pieza que
debe abatir su eseopeta. El capitan Dunoyer,
colocado á la izquierda de Mr. de Lamartine, se
esfuerza por cubrirle con su cuerpo , y le gri
ta:—«¡Separaos, se os vaá hacer un disparo!—
Veo dirigir el fusil á mi pecho , responde son
riendo Lamartine ; pero se apunta mal , y no me
tocará el tiro. Por otra parte , ¿ qué importa que
me maten? Si muero en la tribuna en este mo
mento , muero en mi puesto. »
Por todas partes se alzan los brazos hácia la
galería del segundo piso, de donde salen los ca
ñones de los fusiles. — «No tireis; es Lamarti
ne,» grita el pueblo de abajo al pueblo de arri
ba. El hombre armado no escucha nada. Un sar
gento de la guardia nacional del Villard se pre
cipita sobre él , y levanta el canon separándolo
de la puntería ; otros valientes combatientes lo
desarman , y á pesar de sus rabiosos y desespe
POR LAMARTINE. (7
rados gritos lo arrastran fuera del salon , donde
quería ensangrentar la tribuna y deshonrar la
revolucion.
XXVIII.
Casi todos los diputados delos centros se han
Tetirado despues de la partida del presidente,
de la fuga de la duquesa y de la escena de los
fusiles. Solo un cierto número de hombres intré
pidos , entre los que se nota á Mr. de Lascases,
corazon animoso en un cuerpo débil , y otros de
la oposicion , permanecen en la cámara confun
didos sobre sus bancos con el tropel del pueblo
y los guardias que los han invadido. El lugar
de la tribuna misma es tomado por asalto y eva
cuado sucesivamente poruna turba de oradores
estraños á la cámara , que suben á él á hacer
algunos ademanes de combate , de victoria ó de
mando , y á vociferar mociones en medio de un
tumulto de clamores que no permite oirías.
Lamartine , que habia permanecido firme en
la tribuna para no dejarla abandonada ala anar
quía de las mociones, se hace á un lado, y espera
á que el desórden se disminuya por su misino
esceso. De todas partes le hacen señales de in
teligencia los diputados y el pueblo para rete
nerle en la brecha , y conjurarle á que no baje
de ella sino despues de haberse proclamado un
gobierno.—« ¡ Subid al sillon , subid al sillon!
¡Que Lamartine nos presida !» le gritan mil vo
ces. Pero Lamartine , porque sabe que el sillon
está demasiado lejos del pueblo y que en tal mo
68 REVOLICIOJS FRANCESA

mento necesita este un inspirador próximo á su


oido y no un presidente mudo: —«Id, dijo á al
gunos jóvenes activos, inteligentes , intrépidos,
que le cercaban para comunicar sus inspiraciones
á la multitud; id á buscar á,su banco á ese an
ciano; es Dupont de l'Eure: el nombr,e mas im
ponente de la Francia liberal y republicana, el
director de la estimacion pública. No hay mas
fuerza en este momento que el respeto : ese an
ciano animoso tendrá á los ojos del pueblo la in
violabilidad de la veneracion ; su nombre impri
mirá el sello de la autoridad moral y de la vir
tud á los actos que intentamos para restablecer
el órden. Si rehusa por modestia , •violentad sus
canas y arrastradle á su pesar al sillon. Ese es
el hombre necesario ; la Providencia le ha reser
vado para este dia.»
XXIX

Lamartine se alza sobre las puntas de los,


pies , y dice en voz baja á Dupont de l'Eure:
—«Apresuraos á proclamar los nombres de los
'miembros del gobierno provisional que va á de
signar la aclamacion.de los diputados y del pue
blo. No perdais un momento, antes que sea tar
de.» Dupont de l'Eure hace una señal deasenti-
miento con la cabeza, que tenia inclinada hácia
Lamartine.
Voces confusas pedian con gritos terribles el
nombramiento del gobierno provisional. Pre-
séntanse á Lamartine muchas listas de candida-
POR LAMARTINE. 69
tos formadas apresuradamente por jóvenes que
las escriben al azar sobre sus rodillas. Lamar
tine echa sobre ellas una mirada rápida, rompe
unas y borra algunos nombres en otras. La con
fusion y la impaciencia se aumentan entre el
pueblo. Los mas inmediatos á la tribuna gritan:
«—«¡Nombradlos, nombradlos vos! — Procla
maos vos mismo,» le gritan los mas vehemen
tes. Lamartine se resiste á ello , porque no
quiere desacreditar de antemano el. nombra
miento del pueblo, imprimiendo á los nombres
designados la arbitraria autoridad de la elec
cion de un solo hombre , y se limita á decir en
voz baja á los escrutadores los nombres que na
turalmente vienen á su imaginacion y que le
parecen mas á propósito para la obra de unir
al pueblo eu un núcleo comun de poder y de
orden.
Despues de largos esfuerzos de MM. Cremieux,
Gamot y Dumoulin para restablecer la .tranqui
lidad , Dupont de l'Eure proclama los nombres
de los miembros del gobierno provisional : estos
son MM. Dupont de l'Eure, Lamartine, Arago,
Marie , Garnier Pagés , Ledru-Rollin y Cre
mieux. La proclamacion de cada uno de estos
nortíbres es ratificada por una salva de aplausos;
todos los matices de las opiniones populares ha
llaban en él sus representantes : era la tregua
necesaria personificada de súbito en las diversi
dades de clase, de origen y de opinion; la uni
dad provisional de accion en la variedad pasada
y futura de tendencias ; un gobierno de hecho
70 REVOLUCIÓN FRANCESA
para esperar y preparar un gobierno de dere
cho ; la esplosion de una revolucion anVes que
el tiempo separase y resfriase los elementos
contrarios.
El instinto del pueblo lo sentía asi ; sus acla
maciones presagiaban la sabiduria y la fuerza
bajo aquella aparente confusion de personas:
Rupont de l'Eure la virtud pública ; Lamartine
la fraternidad de las clases en la democracia;
Arago la gloria de la inteligencia; Garnier Pa-
gés la estimacion heredada y el reconocimiento
del pueblo hácia un sepulcro ; Marie la austeri
dad en la moderacion ; Ledru-Rollin la fogosi
dad, el arrebato , y quizá los escesos de la re
pública ; Cremieux la elocuencia utilizada en be
neficio público y la libertad de conciencia perso
nificada en el gobierno,

XXX.

Apenas se habian proclamado estos nombres,


cuando comenzaron á suscitarse reclamaciones
«ntre la multitud. Se criticaba á este; se temía
al otro ; se queria borrar ó añadir nombres á la
lista, y tres ó cuatro voces pronunciaron el de
Mr. Luis Blanc. Algunos to habian escrito en
las listas ; pero Lamartine no lo nombró, por
que aunque conocia la poderosa popularidad de
este jóven escritor , y apreciaba su talento , te
mía el espíritu de sistema en un gobierno de
pacificacion y de concordia. Las ideas absolutas,
POR LAMARTINE. * í*
cuando son verdaderas, hacen impracticables
los gobiernos ; cuando son falsas, los hacen fra
casar. Lamartine no queria que la república
fracasase en una utopia.
Conociendo, pues, que si se prolongaba la dis
cusion las exigencias de la multitud se aumen
to rian á cada nombre que se pronunciase entre
ella , y que el gobierno provisional se descom
pondria antes de haberse formado , bajó preci
pitadamente de la tribuna, y se confundió en la
turba de combatientes , de guardias nacionales
y de pueblo que obstruía el salon. Se queria
conducirle al palacio del presidente de la cá
mara para instalar en ella el gobierno.—«No, no,
dijo ; al Hotel de Ville.
— » ¡ Al Hotel de Ville ! » repite la multitud
que inundaba las salas y los corredores ; y
abriéndose paso por entre ella, Lamartine llega
ala puerta de la verja que abre hácia el malecon.
El instinto de Lamartine le habia hecho com
prender que si el gobierno provisional se insta
laba en la cámara de los diputados ó en el mi
nisterio del interior, seria quizá atacado y des
truido antes de la nocbe, y la guerra civil, estiu-
guida por su proclamacion , se encenderia de
nuevo entre dos gobiernos opuestos. El Hotel de
Ville , cuartel general de la revolucion , palacio
del pueblo , monte Aventino de las sediciones,
«staba ocupado por las innumerables columnas
del pueblo de los cuarteles inmediatos y de los
arrabales sublevados. Estas masas, dirigidas por
los hombres mas emprendedores é intrépidos,
72 REVOLUCIÓN FRANCESA
no podian dejar de nombrarse á sí mismas un
gobierno cuando supiesen la derrota de los re
yes , la fuga de la regencia , el triunfo completo
de la revolucion. La anarquía y las sangrientas
tiranías de la Commune de Paris en tiempo de
la república , debian ofrecerse naturalmente á
la imaginacion de Lamartine : él las entrevió al
instante en todo su horror, aumentadas aun
con los elementos de guerra social que las doc
trinas del socialismo , del comunismo y de la
espropiacion hacian fermentar y hacian desen
cadenarse entre esas masas de obreros sin pan
y armados. Conceder una hora para la procla
macion de un gobierno municipal y socialista en
el Hotel de Ville, era dejar organizarse á la
guerra civil en medio de la guerra política; era
abrir las venas de la Francia para que corriesen
torrentes de sangre. Garnier Pagés, hombre que
tiene todas las inspiraciones del corazon , habia
comprendido esto como Lamartine, sin haberle
hablado jamás, y apresurádose á constituirse
en el Hotel de Ville , donde tomó por el dere
cho de su prevision las funciones de maire de
Paris. Su nombre era una magistratura que
recordaba al pueblo dos popularidades en un solo
hombre.
Garnier Pagés era hermano del jóven dipu
tado republicano á quien la muerte había arreba
tado recientemente en la flor de su vida. Orador
cuya fama se aumentaba á cada discurso , era
en la tribuna lo queCarrelen el periodismo; un
movimiento hácia el porvenir. Su hermano ha
POR LAMARTINE. 73
bia heredado su popularidad y sus principios,
moderados aun en él por un carácter mas cor
dial y simpático. Sus profundos estudios en las
cuestiones económicas y financieras; su palabra,
que ascendia del corazon á los labios; su labo
riosa probidad, quehabia luchado honrosamente
y por largo tiempo con la fortuna antes de ven
cerla ; su voz simpática ; su fisonomia radiante
de serenidad en medio del ardor ; su aspecto,
que mostraba su alma á la vista , hacian á Gar-
nier Pagés influyente por la primera de las in
fluencias sobre las masas: la bondad. Pero esta
bondad visible no disminuía la fuerza en Gar-
nier Pagés. La intrepidez era una ingenuidad
mas en su naturaleza : no tenia necesidad de es
fuerzos para consagrarse, para sacrificarse por
una causa; era la intrepidez de un niño.
Dupont de l'Eure, Arago, Cremieux y La
martine, habian conseguido reunirse ála puerta
del palacio de la cámara. Mientras que espe
raban, en medio de las aclamaciones del pue
blo de la parte esterior, á sus colegas que se
habian estraviado en el salon, la tribuna, que
quedó desierta á su salida, servia ya de division
á los combatientes. Hombres armados, en traje
de obreros, subian á ella uno tras otro para
representar el papel de los oradores ausentes.
—«No mas lista civil, decia un indigente.—No
mas monarquía, decia un viejo orgulloso de
acordarse que habia vivido sin rey en su ju
ventud, en los tiempos fantásticos de la liber
tad.—¡Desgarremoslos cuadros que represen
+4 REVOLUCIÓN FRANCESA

tan aun en imagen á la monarquía !» esclamaban


los hombres del culto nuevo.
Y se lanzaban ya sobre la plataforma del si
llon del presidente para hacer pedazos el cuadro
de la coronacion de 1830, cuando un obrero,
armado de una escopeta de dos cañones, dijo:—
«Esperad , voy á hacer justicia de los reyes,» y
en el mismo momento dispara sus dos tiros so
bre el cuadro , cuyas balas , regicidas en efigie,
van á dar en el cordon encarnado de la conde
coracion que adornaba el pecho del rey. El des
trozo y la mutilacion comienzan. Un jóven obrero,
llamado Teodoro Six , sube á la tribuna, y es
clama:—«\ Respeto á los monumentos! ¡Inviola
bilidad á las propiedades nacionales! ¡Decencia
y órden en la victoria!»
La multitud aplaude: el pueblo de Paris, pró
digo de su sangre , no gusta de las devastacio
nes, y es supersticioso por las artes. Las obras
de la inteligencia le inspiran respeto , como al
pueblo de Atenas , y parece comprender que la
inteligencia es su reinado ante la historia y ante
el tiempo. Despéjase la sala, y el capitan Du-
noyer y el coronel Dumoulin, que habian per
manecido hasta entonces en la tribuna con sus
banderas á fin de proteger el palacio de la re
presentacion nacional , vuelven al lado de La
martine y de sus colegas á ponerse á la cabeza
de la columna que parte para el Hotel de Ville.
LIBRO V.

I.

El pueblo, respetuoso hácia los cabellos blan


cos , habia ido á buscar un cabriolé tirado por
un solo caballo y hecho subir en él á Dupont
de l'Eure y Arago. Garnier Pagés estaba en el
Hotel de Ville , y Marie y Ledru-Rollin retarda
dos y sofocados bajo la multitud de hombres que
ondeaba en lo interior del palacio. Lamartine
marchaba solo y á pie á la cabeza del ejército
del pueblo, rodeado de algunos miembros de la
asamblea que confiaban en la fortuna de la jor
nada , de ocho, ó diez guardias nacionales re
unidos por su jefe , y de una corriente cada vez
mayor de pueblo, hombres, mujeres , niños,
76 REVOLUCION FBANCESA

dando palmadas , blandiendo y pronunciando


por momentos gritos de victoria y de paz. Pronto
se unió á él Mr. Cremieux: su columna era dé
bil en número y en armas , y estaba compuesta
en su totalidad de cerca de seiscientos hombres,
de los cuales unos doscientos ó trescientos iban
armados : una compañía ó un escuadron* lanza
dos sobre esta comitiva confusa y sin orden,
habría fácilmente dispersado el grupo y des
truido este gobierno de aclamacion.
Lamartine y sus colegas no se lo disimula
ban, pero sehabian adherido sin mirar atrasa
todas las eventualidades de su patriotismo. Ellos
no tenian mas derecho que*su conciencia. El es
crutinio arbitrario , particular, limitado á un
pequeño número de insurgentes al pie de una
tribuna invadida , no era mas que una usurpa
cion , potente de intencion , vana de autoridad,
bajo un simulacro de eleccion. Podia disputár
seles su título en nombre de la monarquía ; po-
díasele disputar tambien en nombre del pueblo.
Detras de ellos en lasTullerias, delante de ellos
en el Hotel de Ville, todo era ilegal ; su invasion
del poder supremo era en apariencia un doble
atentado. Nada tenian ellos que responder á los
que les hubieran preguntado por su mandato,
pues solo tenian que mostrar la ciudad en armas,
el trono vacio , las cámaras espulsadas, los edi
ficios ardiendo, el pueblo combatiendo contra el
pueblo , la sangre derramada en las calles, y
decir:—« Tomamos el gobierno para suspender
estos desastres , apagar este fuego , lavar esta
POR LAMARTINE. 77
sangre, salvar este pueblo. Lo tomamos con el
derecho de un transeunte que se arroja generosa
mente, aunque sin titulo, en medio de dos hom
bres que se degüellan ; este transeunte no tiene
derecho escrito en la mano, pero sí tiene un
deber eternamente escrito en su corazon : el de
salvar á sus hermanos. Su derecho es el nues
tro. Condenadnos si quereis , que nosotros no
resistiremos á la letra de vuestros juicios : con
sentimos á sabiendas en ser víctimas dela lógica
por ser los pacificadores de este pueblo.»

Escepto lo que acababa de pasar en las Tullerias


y en la cámara, todo se ignoraba. La duquesa de
Orleans podia estar eiklos Campos-Elíseos ó en
la esplauada de los Inválidos , rodeada de los
príncipes, suscuñados, ála cabeza de un cuerpo
de ejército. Las Tullerías y los Campos-Elíseos
estaban aun cubiertos de regimientos , y los fuer
tes alrededor de Paris debian estar llenos de
municiones, de soldados y de artillería. Vincen-
nes era sin duda inexpugnable , y el rey espe
raba ( verosímilmente ) en Saint-Cloud ó en Ver-
salles que los refuerzos llamados de los depar
tamentos viniesen á engrosar el ejército que se
retiraba intacto. Al otro lado del Sena se veian
desfilar batallones y escuadrones que miraban
con lástima esta comitiva popular marchando
por la otra orilla en un sentido opuesto.
Las piedras estaban resbaladiza de fango y
78 REVOLUCIÓN FRANCESA
de sangre , y acá y allá cadáveres de hombres y
de caballos obstruían el muelle y hacian desviar
la cabeza dela columna.
Llegaron á la altura del cuartel del muelle de
Orcay , cuya reja habian cerrado los dragones
que lo ocupaban : la cólera del pueblo podia en
cenderse al aspecto de los soldados que le ha-
bjan cargado hacia tres dias: un tiro podia ser
la señal de una matanza semejante á la de los
guardias municipales.
Lamartine aceleró el paso, y se acercó á la
puerta del cuartel , donde se detuvo : estenuado,
desde la mañana, de pensamientos , de palabras
y de acciones , tenia sed, y fingió mas alteracion
de la que realmente esperimentaba para dirigirse
á los dragones apiñados delante de la reja, y de
cirles : —« ¡ Soldados , un vaso de vino ! »
Esta peticion, repetidaHl instante por el grupo
que le rodeaba , fue oida por los dragones, que
llevaron un vaso y una botella : llenaron el
vaso, y alzándolo Lamartine antes de beber,
sonrió ; y haciendo alusion á los banquetes , pre
ludios y causa de la revolucion , esclamó : —
«¡Amigos, este es el banquete: que pueblo y
soldados fraternicen en él juntos conmigo t» Y
bebió. •
A este ademan , á estas palabras, los drago
nes y el pueblo gritan juntos : ¡viva Lamar
tine ! ¡ viva el gobierno provisional ! Las ma
nos estrechan las manos; la paz fue sellada.
POR LAMARTINE. "'.*

III.

La columna se volvió á poner en marcha, y


atravesó el Sena por el Pont-Neuf. A la altura
del Pont-Royal , varios ciudadanos obligaron á
Mr. Cremieux á subir en un cabriolé, que si
guió al coche de Dupont de l'Eure. Lamar
tine continuó marchando solo y á pie á la ca
beza de la columna. Allí, una mujer jóven, ves
tida de soldado y adornada con el uniforme de
un guardia municipal degollado y despojado en
el palacio de las Tullenas , se lanzó del medio
de una masa compacta de combatientes con el
sable en la mano hácia Lamartine , gritando:
¡viva la república! La jóven quiere abrazar al
orador, y Lamartiue la rechaza : —«Las mujeres
no combaten , dijo á la amazona : ellas son del
partido de todos los heridos ; id , pues , á cui
darlos y á llevarlos sin distincion á los hospita
les.» La jóven abraza á uno de los guardias na
cionales, y vuelve á la muchedumbre, en medio
de los bravos del pueblo.
Unas barricadas, construidas de distancia en
distancia en medio del muelle de la Megisserie,
detienen á los carruajes. Obligado Dupont de
l'Eure á apearse, se adelanta sostenido por dos
combatientes. Su nombre y su edad , el respeto
y la admiracion, sirvieron poderosamente para
imprimir la decencia á la multitud: la venera
cion que se profesaba á este anciano resaltó
sobre el gobierno, y contribuyó mucho ^ ha
80 REVOLUCION FRANCESA
cerlo aceptar. A cada paso era preciso levantar
á Dupont de l'Eure , para atravesar los cadáve
res de hombres y de caballos , los trozos de ar
mas, y los chiircos de sangre que obstruíanlas
avenidas de la plaza del Hotel de Ville. Las pari
huelas que llevan los heridos y muertos se abren
lentamente camino hácia los hospitales, condu
cidas sobrelos hombros de sus hermanos de
armas.
IV.
En la vuelta del muelle sobre la plaza de
Greve , los miembros del gobierno se encontra
ron ahogados en un mar de hombres: la plaza
entera , así como los puentes y el ancho muelle
de que está rodeada , estaban cubiertos de una
multitud , de tal manera compacta , que pare
cia imposible atravesarla , y los gritos de ¡paso
al gobierno ! se perdian en el rumor inmenso
que se alzaba de esta muchedumbre. Tiros de
íusil se distinguían acá y allá sobre el toque
continuo del rebato que agitaba las torres de la
catedral y los campanarios circunvecinos : cla
mores profundos sucedian al resonar seco de
las armas de fuego , luego rugidos , murmu
llos sordos é ininteligibles salían de las puertas
del Hotel de Ville mezclados al ruido de los vi
drios rotos contra las piedras y al choque de
las culatas de los fusiles en manos de los com
batientes.
Los primeros pelotones que el gobierno in
tentó penetrar miraban con ojos asustados y
POR LAMARTINE. 84
ceñudos aquellos diputados desconocidos que ve
nían en nombre de una cámara vencii'a á preci
pitarse sin armas en medio del pueblo y á tomar
la direccion de una victoria conseguida contra
ellos : codeábanlos con rudeza ; volvíanles la
espalda eon desden, y se negaban á dejarles
paso.
Sin embargo , los nombres de Dupont de
l'Eure y de Arago, repetidos de boca en boca,
impusieron una actitud respetuosa á los mas
rebeldes á todo respeto. Éstos nombres, con
los de sus colegas, corrieron prontamente de
gi upo en grupo por toda la superficie de aquel
mar, é hicieron volver poco á poco lodos los
semblantes de la multitud hacia el lado de la
plaza, por donde el gobierno intentaba pene
trar; pero la curiosidad de este pueblo , aun
caliente del combate, y esperando un desenlace
del cielo ó de los hombres, le precipitaba de tal
modo hácia los diputados que le llevaban la
victoria y la paz, que Dupont de l'Eure y sus
colegas estuvieron á punto de ser sofocados y
derribados por la agitacion de aquella masa:
fue preciso que la columna que seguia al go
bierno le formase una muralla con sus hom
bres mas robustos é intrépidos : esta cabeza de
columna, como peones que demuelen un obstá
culo, abrió lentamente una senda, que se cer
raba sin cesar, al traves de aquella muralla
viva.
Lamartine, Dupont de l'Eure, Arago, Cre-
mieux, unas veces reunidos, otras separados
tomo íi. 6
»í REVOLUCION FSANCÉS4
por movimientos involuntarios , convulsivos,
irresistibles, de esta muchedumbre, adelantan
así oblicuamente hácia el palacio bajo una bó
veda de picas, de fusiles mohosos, de sables, de
bayonetas armadas en la punta de largos bas
tones, de cuchillos y de puñales blandidos sobre
ellos por brazos desnudos , empolvados, san
grientos , trémulos aun por la fiebre de tres
dias de combate : los trajes estaban asquerosos,
las fisonomías pálidas y exaltadas hasta el de
lirio, los labios balbucientes de frio y de emo
cion, los ojos fijos como en la demencia. Era la
demencia de la libertad.
Las bocas abiertas para exhalar gritos, abor
taban un sordo estertor, y se conocia que este
pueblo habia agotado, despues de sesenta horas,
sus fuerzas, su sangre, su aliento, su voz. Era
la debilidad aun febril de una nacion en pie so
bre su cama de sangre, para ver pasar á los
3ue le llevaban la copa de refrigerio y la tregua
e muerte. .
V:
Despues de largos rodeos á traves de aquella
multitud de gente, llegan al fin los miembros
del gobierno á la puerta grande del Hotel de
Ville, sobre la cual se ve la estatua de bronce
de Enrique IV; pero la masa de combatientes
se movía con tal precipitacion é impaciencia
bajo la bóveda de aquellas escaleras, y era tal
el bosque de aceros que se agitaba en los esca
lones y en el patio interior, que los miembros
POR LAMARTINE. 83
del gobierno no pudieron abrirse paso á pesar
de la prolongada lucha que se estableció entre
los dos torrentes contrarios, de los que entra
ban y de los que oponían resistencia á su paso.
Una ondulacion invencible los arrojó con su
comitiva de guardias nacionales y ciudadanos há
cia una puerta mas próxima al rio, y los se
pultó en un patio bajo atestado de caballos
abandonados por sus ginetes muertos, de heri
dos, y de cadáveres con los pies nadando cu
sangre : la multitud, que llenaba ya aquel patio,
la que venia detras, los brincos y los relinchos
de los caballos que rompían sus bridas y se en
cabritaban asustados, la aglomeracion y el hor
migueo de millares de hombres en la escalera,
retuvieron por mucho tiempo á los. diputados
separados unos de otros, y como sepultados en
aquel horno de la revolucion : al fin, despues
de esfuerzos sobrehumanos de la muchedumbre
que los sumergía, los arrastraba y los llevaba
de un lado á otro, tan pronto hácia adelante
como hácia atras , como náufragos sobre la
barra de un escollo, llegaron á los largos cor
redores del primer piso que cruzan aquel in
menso palacio.
VI.

El torrente de hombres que lo invadia, 110


por estar mas apiñado en lo interior era me
nos impetuoso. Uupont de l'Eure, Arago, Le-
dru-Rollin y sus colegas, en la imposibilidad
Si REVOLUCION FRANCESA
de reunirse y entenderse, entraron, aunque en
vano , sucesivamente en salones y aposentos
desconocidos : todos se hallaban atestados del
mismo modo de gente, de heridos espirando
sobre la paja, y de oradores encaramados en
los muebles ó en los poyos de las ventanas, los
cuales gesticulaban con furor, mostrando la
sangre en sus zapatos, y ahullando proposicio
nes de guerra y esterminio. ¡
Era imposible toda reunion de los diputados
con sus colegas, imposible todo silencio, todo
aislamiento, toda deliberacion colectiva, y por
consiguiente, imposible toda accion : sentíanse
acometidos de la desesperacion ; pero no la de
jaban ver en sus rostros : temblaban de que
llegase la noche sin haber logrado hacerse re
conocer y aceptar por el pueblo : una noche
semejante, con trescientos mil hombres arma
dos, ebrios con el olor de la pólvora, sobre las
ruinas de todo gobierno, en una capital de mi
llon y medio de habitantes, el combate, el
asesinato, el incendio, que podian perpetuarse
y propagarse durante horas de sangre y de
fuego, les hacían estremecer : su voz se esfor
zaba en vano en pedir silencio, un asilo contra
el tumulto, una mesa, una pluma, una hoja de
papel para lanzar al pueblo desde las ventanas
una palabra de salvacion , una señal de auto
ridad.
Ninguna palabra humana hubiera podido do
minar desde lo alto del balcon el anegado de
cien mil voces , el traqueteo de jas armas , los
POR LAMARTINK. 85
ayes de los moribundos , los tiros prolongados
en ecos bajo las bóvedas , en las escaleras y en
los corredores.
VIL

Lamartine se sintió cogido del brazo por una


mano vigorosa, y se volvió: un hombreen traje
negro y de fisonomía inteligente , fina y enér
gica , le dijo por lo bajo :—«Voy á abriros un
reducto desocupado en lo último de las habita
ciones del prefecto de Paris: colocad á la en
trada del pasadizo qne conduce á aquel punto
una guardia respetable de vuestros hombres ar
mados : yo iré en seguida á buscar uno por uno
á vuestros colegas entre la multitud , y los con
duciré al lado vuestro para que podais delibe
rar y obrar. »
Aquel hombre era Mr. Flottard, empleado de
la prefectura de Paris, y que, enterado de las
vueltas y revueltas del edificio , se arrojaba en
la multitud como en su elemento: su elevada
estatura, sus robustos hombros, su cabeza al
tiva , serena , jovial , que dominaba á todas tas
demas , le hacia domar y hendir la multitud,
separando las bayonetas con la mano como si
fuesen las espigas de un sembrado : el pueblo
parecia conocerle y tolerarle la familiaridad
osada y algo brusca de sus gestos y ademanes
imperiosos. Habia algo de Danton en aquel ros
tro; pero del Danton anterior al crimen de se
tiembre.
86 REVOLUCION FRANCÉS!
Mr. Flottard y algunos miembros del go
bierno llegaron al estremo de un corredor,
donde habia una pequeña puerta, que se abrió
forzándola , y por la que entraron en un cuarto
pequeño amueblado con una mesa y unas cuan
tas sillas , dejando en el corredor una fuerte co
lumna de voluntarios armados , para impedir
que la gente invadiese aquel asilo. Allí aguar
daron á que sus demas colegas, llamados y con
ducidos por Mr. Flottard, llegasen al punto de
Ja reunion.
El consejo se sentó alrededor de la pequeña
niesa al estrépito de los tiros en las ventanas,
al mugido de la plaza y al ruido de los vidrios
rotos por las culatas de los fusiles , y de las
puertas derrumbadas al impulso de las masas:
VIII.
Dupont de l'Eure, Arago, Ledru-Rollin , Ma-
rie, Cremieux, Garnier Pagés y Lamartine, se
hallaban con los codos apoyados sobre la ma
dera desnuda de la estrecha mesa del consejo.
A cada momento hombres nuevos, llamados por
el peligro y el patriotismo, acudian al Hotel de
Yille, atravesaban por la multitud, decian sus
nombres, eran introducidos en el recinto reser
vado , y manteniéndose en pie detras de los
miembros del gobierno ó recostados contra la
pared , ofrecian su ausilio aguardando á que se
hiciese uso de su valerosa adhesion.
Eran diputados, alcaldes de Paris, coro-
POn LAMARTINE. 8?
neles de la guardia nacional , ciudadanos no
tables en su barrio , periodistas de todas las
opiniones liberales. Distinguíase entre ellos á
Mr. Flocon, redactor del diario republicano, La
Reforma, hombre de energía, cansadodel com
bate, pero que solo Labia querido conquistar
en él otra forma delórden; á Mr. LuisBlanc, que
desaparecia por la pequeñez de su estatura en
los grupos, pero que se hizo notar muy pronto
por el fuego sombrio de su mirada , la energía
de sus ademanes , el timbre metálico de su voz,
y la energía de voluntad de sus proposiciones;
á Mr. Marrast, de rostro tranquilo y ligeramente
sarcástico, aun en el fuego mismo de la accion;
á Mr. Bastide, redactor de El Nacional, figura
militar, que conservaba en la resolucion de un
frio valor el silencio y la inmovilidad de un
soldado en faccion. Habia ademas otrós rostros,
en que se veia reflejada, segun su carácter , la
energía ó la gravedad del momento , auditorio
reflexivo inclinado sobre el foco de una gran
decision.
IX.
Las actitudes eran tan solemnes como el su
ceso : cada cual se recogía en su conciencia y
murmuraba por largo tiempo entre dientes la
palabra que iba á pronunciar.
Diose principio por organizarse en consejo
de gobierno, por distribuirse los cargos, por
nombrar los ministros : no hubo sobre esto de
liberacion ni escrutinio , y todo se hizo de un
FRAKCÉSA
primer impulso, de concierto y por aclama
cion : cada cual aceptó sin preferencia y sio re'-*
pugnancia el papel que, domo mas adaptado á
sus disposiciones, era indicado al consenti
miento de sus colegas. ,
Dupont de l'Eure fue presidente del consejo
y del gobierno provisional. Sus ochenta años y
sus virtudes le designaban para aquel puesto'.
Dupont de l'Eure, desconfiando, no de sus
fuerzas morales , sino de sus fuerzas físicas y
de su voz en las borrascas de la plaza pública,
escribió en la esquina de la mesa una delega
cion de la presidencia en favor de Lamartine.
Dupont, que amaba á Lamartine ya quien este
pagaba en respeto su cariño , autorizaba á su
colega á reemplazarle en caso de ausencia ó de
enfermedad.
Lamartine fne encargado del ministerio de
negocios estranjeros; el del interior fue confiado
á Ledru-Rollin ; Bethmont , jóven diputado de
la oposicion constitucional , fue nombrado mi
nistro de comercio y agricultura. Bethmont, con
su corazon puro , su alma serena y su hablar
dulce , era la gracia de la revolucion ; no podía
ser temible un gobierno de quien fuese órgano
la elocuencia de Bethmont y espresion su fiso
nomía.
El ministerio de la justicia tocó á Mr. Cre-
mieux , orador , hombre entendido en adminis
tracion , activo , infatigable en hablar y escri
bir , universal como el abogado , consejero com
pasivo de la duquesa de Orleanspor la mañana,
POR LAMARTINE, 8»
áe la república por la tarde , presente siempre,
popular en todas partes.
Mr. Marie fue nombrado ministro de obras
públicas : era este un cargo inmenso , una dic
tadura del trabajo del pueblo , y en aquel mo
mento el regulador del órden ; pero Mr. Marie,
hombre de tribuna y de elevada política , era
muy superior por su naturaleza intelectual á
aquel ministerio de minuciosidades é interiori
dades para acobardarse : ese ministerio no fue
para él mas que el título de su entrada en el
consejo, de quien fue la columna.
Mr. Arago tomó el ministerio de marina con
el derecho de su ciencia , con su autoridad so
bre las armas facultativas , con su fama tan vasta
como el globo donde su nombre iba á flotar.
Buscábase un ministro de la guerra, difícil de
encontrar la noche de un dia en que todos los
generales habian combatido contra el pueblo.
Lamartine propuso al general Subervie , alma
republicana y ardiente bajo sus blancos cabe
llos. Enviáronle á buscar , y acudió inmediata
mente. Esta eleccion , criticada al principio por
la ignorancia á causa de los años del valiente
soldado, fue feliz, porque cuando la vejez es
fuerte, es una juventud nueva, que no pierde un
minuto de tiempo, porque conoce su precio , ni
una ocasion de gloria , porque la gloria huye con
la vida. Si Subervie, alejado mas tarde por una
preocupacion , hubiese continuado siendo mi
nistro de la guerra , el gobierno habria sido ser
vido mas militarmente.
90 REVOLUCION FRANCESA
Mr. Gondchaux, banquero estimado por su
probidad y sus luces , obtuvo el ministerio de
hacienda: su nombre conservaba el crédito que
huye de Jas revoluciones.
En fin , Carnot fue llamado al ministerio de
instruccion pública y de cultos. Carnot, hijo
del famoso convencional de este nombre , tenia
de su padre lo que hay de incontestable en las
virtudes públicas, el amor á los hombres , el
«culto de la verdad , la constancia y la modera
cion: su semblante, dulce de serenidad, varonil
de espresion , benévolo de mirada , atractivo de
sonrisa , recordaba un filósofo de la escuela de
Atenas: su nombre revolucionario era una
prenda para los republicanos ; su filosofía reli
giosa una prenda de tolerancia y de libertad
para los cultos que la república quería proteger
por respeto á Dios.
Despues de los ministros nombró el gobierno
provisionalunos secretarios que registrasen sus
actos; pero sobre todo para hacer sitio en el
nuevo poder á todas las fuerzas activas de po
pularidad que hubieran podido constituirse en
rivales de poder ó de influencia. Mr. Marrast
£ra demasiado célebre en la prensa republica
na; Mr. Flocon demasiado activo en el perio
dismo y en la accion ; Mr. Pagnerre demasiado
importante en la propaganda constitucional de
París ; Mr. Luis Blanc demasiado emprendedor
de ideas y demasiado querido de las sectas so
cialistas para ser impunemente escluidos de un
gobierno de unanimidad popular : fueron , pues,
POR LAMARTINE. 54

nombrados secretarios del gobierno provisional,


teniendo en el primer momento voto consultivo
y muy pronto deliberativo.
Sus nombres , colocados al principio por bajo
de los decretos con el título de secretarios , se
acercaron insensiblemente á los nombres de los
miembros del gobierno provisional , y se fueron
encaramando por el papel poco á poco hasta un
rango que al principio no les correspondia: na
die disputó esta usurpacion consentida por to
dos. ¿En qué título legal hubiera podido apo
yarse el gobierno para rechazar á estos recon
venidos? No habia mas título que su propia usur
pacion sobre la anarquía , y su valor en lanzarse
entre la guerra civil y el pueblo : los otros te
nían otro igual , y se les hizo puesto en la au
dacia y en el peligro.
Solo Mr. Pagnerre permaneció infatigable
mente ene) lugar en que su modestia le de
tuvo como secretario general del consejo.
Mr. Barthelemy Saint-Hilaire, sabio ilustre,
elocuencia ejercitada , alma intrépida ,' fue ad
junto suyo: colocados estos dos hombres en el
segundo escalon del gobierno , soportaron mu
chas veces su peso sin recoger bastantela glo
ria. Mr. Buchez y Mr. Recurt, antiguos republi
canos , organizaron el corregimiento de Paris á
las órdenes de Garnier Pagés: hombres de to
das las hdras y de todos los peligros , ocultos en
los cimientos de la república en el Hotel de
Ville , sostuvieron oscuramente el asalto de to
das las exigencias , de las intimaciones y de las
t»S REVOLUCION FRANCESA
miserias del pueblo de Paria, desde la primera
hora hasta la última.
Mr. de Conrtais, miembro de la cámara de
los diputados, hidalgo del Bourdonnais, antiguo
oficial del ejérciio real , fue nombrado coman
dante general de la guardia nacional de Paris.
El influjo de que gozaba en la oposicion , su es-
terior marcial , su ademan soldadesco y popu
lar, recordaron á Lamartine esos generales del
pueblo que lo contienen maltratándolo. Courtais
parecia una de esas criaturas formadas para las
circunstancias, entre Santcrre y Mandat; rudo
de modales como el primero, popular comogel
Segundo. Lamartine lo presentó áeste título, y
como no habia tiempo para debatir nombres y
estudiar aptitudes, Courtais fue nombrado: él
no regateó con el peligro ; su papel podia ser
inmenso en una revolucion , pues le daba la di
reccion militar de Paris durante cuatro meses
de interregno : luego hacia de él el protector
republicano de una asamblea nacional. El go
bierno le destinaba este papel en su pensamien
to; mas como solo comprendió de su encargo el
valor y la popularidad , y no la dictadura infle
xible contra las masas políticas , cayó entre el
pueblo de Paris y la asamblea nacional.

X.

Así comenzaban á reconstituirse algunos ele


mentos de poder.
POR LAMARTINE. 93
A medida que un ministro, un general ó un
agente cualquiera de la autoridad era nombra
do, recibia sus instrucciones sumarias; mar
chaba animado del espíritu del consejo, del
fuego de la urgencia, agrupaba cnrededor suyo
los primeros que encontraba , y arrastrando ea
su séquito un puñado de combatientes de los
que hormigueaban en el Hotel de Ville ó en la
plaza , corría á su puesto y limpiaba poco á poco
el ministerio de las bandas urmadas y de los
aventureros de poder que se habian apoderado
de él por sí mismos. Tambien instalaba algunos
secretarios, llamaba a los empleados fugitivos,
restablecia cierto aparato y cierta autoridad en-
rededor suyo, enviaba órdenes, informaba por
medio de estafetas incesantes al gobierno del es
tado de las cosas en la ciudad y en sus contornos,
y en el mismo instante recibia nuevas instruc
ciones é impulsos. Trabajando sin descanso el
gobierno , coordinaba sus respuestas para que
una órden no contradijese á otra , y así los
hilos de esta vasta trama de un gobierno de
treinta y seis millones de hombres se anudaban
rápidamente uno á uno. Los alcaldes de Parí;
corrían , penetraban por entre la muchedum
bre , dabanlas noticias en pocas palabras so
bre los peligros , las necesidades , las fuerzas,
los víveres de su distrito , cambiábanse aquellos
cuyos nombres eran demasiado conocidos al re
sentimiento por el favor del gobierno caido , y
se nombraban otros designados por el público
clamor. Equivocábanse y se arrepentían un mo
94 REVOLUCION FRANCESA
menlo despues de su eleccion ; dábanse poderes
de urgencia á un centenar de comisarios y sub-
comisarios, sin mas títulos que un pedazo de pa
pel firmado con lápiz por un nombre conocido del
pueblo : á este le daban el mando de las Tulle-
rías , que amenazaba la desvastacion y el incen
dio , á estotro el de Versalles, rodeado de ban
das que querían borrar del suelo este fausto de
la monarquía ; á uno Neuilly , ya medio consu
mido por el fuego ; á otro los caminos de hierro,
cortados é incendiados sus puentes. Aquí hay
que restablecer la circulacion de las carreteras
para que no falten víveres al dia siguiente á
esta capital de un millon y quinientas mil bocas;
allí hay que demoler á medias las barricadas
para que las provisiones puedan pasar, sin ha
cer, no obstante, posible la vuelta de las tropas
reales contra Paris. Hay tambien que alimentar
los hambrientos de tres dias, que recoger los he
ridos , reconocer y enterrar los muertos, pro
teger los soldados contra el pueblo , evacuar los
cuarteles, salvar las armas y los caballos, y
preservar del incendio ó del pillaje los monu
mentos públicos, hospi tajes , palacios, museos,
ministerios y templos. Este pueblo de trescien
tos mil hombres que tranquilizar y hacer re
fluir á sus talleres ó á sus barrios , los destaca
mentos que establecer en todas partes con los
voluntarios dela victoria para preservar la vida
y la propiedad de los vencidos : todo esto era el
objeto de tantas medidas como pensamientos
surgian en el ánimo del gobierno , de tantas co
POR LAMARTINE. 9S
misiones dadas como manos se presentaban para
recibirlas.
Los alumnos de la escuela politécnica, esta
milicia de los dias de crisis, á quien su juventud
da un ascendiente sobre el pueblo , y su disci
plina autoridad sobre las masas ; los de la es
cuela de Saint-Cyr, oliciales sin tropas . euy o
uniforme se hace seguir por instinto ; los de la
escuela normal, cuya gravedad impone ála mul
titud, corriendo todos al rumor de los tiros y
apiñándose enrededor del gobierno eu actitudes
ala vez disciplinadas, marciales y modestas, es
peraban estas órdenes, y las llevaban al traves de
las picas , las balas y las llamas al teatro de las
devastaciones , y con grupos de voluntarios , de
obreros , de pueblo , hacian la campaña de res
tablecer el orden , de salvar la sociedad : viva
queaban en las puertas de los palacios , en las
plazas , en las encrucijadas de las calles , en los
desembarcaderos de los caminos de hierro, apa
gaban el fuego, y colocaban á indigentes faméli
cos para que guardasen los muebles preciosos
y los tesoros del rico. Hubiérasc dicho que una
inmensa colmena de hombres zumbaba alrede
dor del Hotel de Ville, y suspendía el combate
para volar al socorro de la civilizacion comun:
solo faltaba un impulso arreglado á este movi
miento instintivo del pueblo que le empuja al
restablecimiento del órden por sus virtudes.
Este impulso comenzaban á imprimirlo los
miembros del gobierno y los ministros , y
solo faltaba á este pueblo un centro, que ha-
tí REVOLUCION FRANCESA
Haba y fortificaba en estos ciudadanos adictos.
XI.
El gobierno debia primeramente hablar al
pueblo yá los departamentos, á fin de instruir á
la nacion de los sucesos y de hacerle saber al
mismo tiempo quiénes eran los hombres que se.
habian lanzado á la cabeza del movimiento para
contenerlo y para cambiar la victoria en paci
ficacion , la revolucion en institucion. Lamar
tine tomó la pluma, y escribió la proclama al
pueblo frances :
«En nombre del pueblo frances.
»E1 gobierno acaba de huir, dejando detras de
si un rastro de sangre que le prohibe volver ja
más atras. Los miembros del gobierno provisio
nal no han vacilado un instante en aceptar la
mision patriótica que les era impuesta con ur
gencia. Cuando la capital de la Francia está en
combustion , el mandato del gobierno provisio
nal tiene su origen en la salvacion publica. La
Francia entera le comprenderá y prestará su
concurso , pues bajo un gobierno popular todo
ciudadano es magistrado.
•Franceses , dad al mundo el ejemplo que Pa
rís va á dar á la Francia , preparaos por el ór
den á las fuertes instituciones que vais á con
signaros.
»E1 gobierno provisional quiere la república,
salva la ratificacion del pueblo, que será inme
diatamente consultado.
«Quiere la unidad de la nacion , formada de
POR LAMARTINI. 91
hoy mas de todas las clases de ciudadanos que
componen la nacion ; quiere el gobierno de la
nacion por si misma. La libertad , la igualdad,
te fraternidad por principios, el pueblo por en
seña : hé aquí el régimen democrático que la
Francia se debe á sí misma y que nuestros es
fuerzos sabrán asegurarle.»
Esto proclama al pueblo fue arrojada con
profusion desde los balcones á la plaza , y se
guida algunps minutos despues de otra pro^-
clama al ejército. Era preciso á la vez fijar su
suerte, realzar su honor y preparar su recon-r
ciliacion con el pueblo. Lamartine escribió:
o ¡Generales, oficiales y soldados! El poder,
por sus atentados contra la libertad ; el pueblo
de Paris, por su victoria, han producido la caida
del gobierno al cual habiais prestado juramento:
una colision fatal ha ensangrentado la capital.
La sangre de la guerra civil es la que mas re
pugna á Ja Francia : un gobierno provisional ha
sido creado, nacido de la imperiosa necesidad
de preservar la capital, restablecer el órden y
preparar á la Francia instituciones populares
análogas á aquellas bajo las cuales la república
francesa engrandeció tanto á la Francia y á sus
ejércitos.
» Es preciso restablecer la unidad del pueblo
y del ejército un momento alterada.
«Jurad.fidelidad al pueblo donde están vues
tros padres" y vuestros hermanos. Jura.damor á
sus nuevas instituciones, y todo será olvidado,
escepto vuestro valor y disciplina.
TOMQ 11. 7
98 REVOLUCIÓN FBAXCKSA
»La libertad no os pedirá otros servicios que
aquellos ile que tendreis que regocijaros ante
la patria, y glorificaros ante sus enemigosi»,i;a
Estas proelauias, arrojadas al pueblo por las
ventanas , eran distribuidas en masa á pacifica
dores voluntarios que corrian á hacerlas impri
mir y lijarlas en todas las esquinas. Alumnos?
de las escuelas militares y obreros las llevaron
á los cuarteles y las enviaron á los cuerpos de;
tropas que refluían de Paris.
Ya los principales jefes del ejército , á cual
quier partido á que pertenecieran por la ma
ñana, acudian todos empolvados de la batalla al
Hotel de Vttle, atravesando difícilmente, pero
sin insultos, las lilas de aquellos á quienes ha
bian combatido. Iban á colocarse alrededor
del gobierno provisional como alrededor del
único centro contra la anarquía y la descompo
sicion. Los miembros del gobierno, sin exigir
de ellos otros juramentos que su patriotismo,
los acogían como bermanos , estrechaban cor-
dialmcute la mano de estos valientes oficiales, y.
los enviaban á sus diversos mandos, sin mas
órden que la de reunir los soldados dispersos,
impedir toda colision entre el pueblo y la
tropa, y restablecer la seguridad de las co
municaciones por fuertes columnas que cir
culasen fuera de las barreras y por los ca
minos que conducen, á Paris. La guarnicion
de Vincennes enviaba su sumision al. gobierno.
El general Duvivier , republicano de corazon an
tes de la república , pero de un religioso patrio
,¡ 9»
tismo sobre ;to4o¡; el'gpneral lte<leau,;el geue-
ral Lamorieiepet; (ton et brazo.: vendado , y, atr-*-
diendo ele liebre a consecuencia de su¡ herida: dq
aquella mañana ; el general Piré,. soldado ¡ de Ij
primera república,,: del imperio y de la manar/-
quía ; una multitud d$ otpcs oficiales de toda
graduacion , de toda fecha;,; d¡e toda o.piuio«, de
todo uniforme , acudian los unos al grito del
peligro de la patria , los otros al entusiasmo
que la palabra república encendía en su memo
ria ; estos á la esperanza de una nueva era' de
gloria , aquellos al llamamiento imparcial de la
Francia ; todos á este primer impulso del sol
dado y del ciudadano frances, que los conduce
al puesto de los servicios y del peligro.
Los oficiales , los soldados de la guardia nacio
nal , los diputados republicanos, monárquicos,
legitimistas, sin resentimientos de partido ni es
peranzas , afluían de minuto en minuto , presen
tando su rostro , ofreciendo sus corazones y sus
brazos: hubiérase dicho que el trono desaparecido
habia alzado todas las barreras entre los ánimos
y que ya no babia para todos estos hombres mas
que una opinion , la salvacion pública; solo un
deber , el sacrificio ; solo un partido, la Fran
cia. Los gritos, las ondulaciones del pueblo, la
multitud, los tiros, la luz de las llamas, la confu
sion , el tumulto, parecian alimentar el entusias
mo. Aquello era el combate de la patria. Allí se
distinguía entre mil Mr. de L:\rochejacquelein,
este vendeano , de raza inexorable á las se
ducciones de la monarquia de 1850, orgu
<00 EETOLUCION FRANCESA
lioso de confundirse eon los republicanos , es
trechando la mano á los combatientes, aclamado
por Jos obreros de la revolucion , habiéndole de
concordia y de honor para todos en la libertad,
y ofreciendo asi por su varonil y marcial actitud
el símbolo de la reconciliacion de las clases y de
la unidad de la patria.
LIBRO VI.

Los barrios y los alrededores de Paris se pre


cipitaban de hora en hora en torrentes mas es
pesos sobre el centro de la ciudad al rumor de
los sucesos , é invadian las plazas , los muelles,
las calles , los puentes , las inmensas avenidas
dela Bastilla por e.1 barrio de Saint-Antoine.
Doscientos mil hombres al menos atestaban las
calles y las avenidas del Hotel de Ville : la os
cilacion y estremecimiento de este pueblo , ves
tido con toda clase de trajes , erizado de toda
clase de armas, venian á estrellarse como olas
vivas contra un muelle, despidiendo hombres
<02 REVOLUCION FRANCESA
sobre las gradas de las escaleras, sobre las
puntas de las verjas de bronce , bajo los ves
tíbulos y en las escaleras de este palacio que un
instante después los vomitaba coi» gritos , ges
tos , esplosiones T detonaciones de dolor , de
borror ó de alegría. Los cadáveres, conducidos
á la luz de las antorchas de las barricadas por
honi bres que hendian fieramente la muche
dumbre, haciendo paso ála carga que lleva
ban ; el estremecimiento recogido de la multi
tud descubriéndose la cabeza y alzando las
manos en señal de respeto y de venganza; las
voces de oradores de grupo subidos sobre los
pilares , sobre los malecones del rio , sobre las
ventanas, y buscando en vano algunas palabras
perceptibles para aquel tumulto que todo lo
ensordecia , para aquella ondulacion que todo
lo arrastraba, llevando en girones las bande
ras rojas ó negras en la punta de las bayone
tas ; por encima de estos millares de cabezas,
con el semblante vuelto hácíalas ollas venta
nas del patacioV'algunos hombres á caballo, por
tadores' del órdenes ó de mensajes , ttafcm flé
ffbrii*se paso- arrollattdo la tnullitud; el tañí*
légubré de las campanas en las tofres , do'rifle
el 'rebata : níó 'habia cesado. todavía ,: como'. til
pwlso desdes: de la fiebre continua aun sus
pulsaciones; Iír palidez y encendimiento alter
nativo de IbS rostros , el acento de las palabras;
él fuego de las 'miradas; ios viejos, las mujeres;
los fainos en hts; ventanas , en' los tragaluces y
hasta en los tejados.[ acompañando cóh ádenííU
' '-VoáitAllA-B'T«e..'-:.:' iisi
hés y gritos de espanto las escenas' dé a'eWioi
de furor ó de piedad que se sucedian •nrttesr»
vista ; la noche, que caia con sus zozobras; los
rumores siniestros que circulaban en las ma-
sás'j laS relacioiles alteradas ó exageradas por
et'mtedo , Nenílly ardiendo , el Louvre saquea
do, las TiMerías y el Palacio-Real encendidos
ya por la tea de los incendiarios , las tropas
reales volviendo sobre el pueblo con artillería,
Paris teatro mañana de tma nueva carnicería,
las barricadas -alzándose como por sí mismas
y coronadas de antorchas para alumbrar de li
josa los agresores, la ignorancia sobre la suerte
de la patria y de la sociedad que estaba entrei
manos de algunos hombres tai vez desunidos
entre sí ; otros hombres , los primeros llegados
despues de la victoria á los aposentos del Ho
tel de Ville, y negándose, segun se decia , á
reconocer la autoridad de los dipntados ; dos ó
tres gobiernos disputándose el imperio y preci
pitándose ahora mismo tal vez por los balcones
del Hotel de Ville... Todo imprimía á esta
hora solemne un carácter de turbacion , de
dtida, de ansiedad , de horror y de espanto,
(prenó se presentó quizás jamás en el mismo
gráilo éu la historia de los hombres. Esta an
siedad salia y entraba al mismo tiempo en el
Hotel de Ville , y venia al traves de las^nugidob
diela muchedumbre , del resonar de fas armas,
de los.gritos. del delirio , de las amenazas de la
cólera y det^mir de los heridos, á pesar so4-
bre los miembros del gobierno, ellos mismos
4 04 REVOLUCIÓN FRANCESA
ahogados , envueltos , perdidos en este océano
inmenso.
II.
Apenases quedaba bastante espacio para con
certarse rápidamente inclinándose sobre la mesa
que les separaba, y acercando sus rostros los
unos á los otros bajo el circulo de las cabezas,
de los brazos estendidos , de las bayonetas , de
la multitud diversa y tumultuosa en pie alrede
dor de ellos : en la imposibilidad muchas veces
de entenderse, ó separados con violencia los
unos de los otros por los grupos lanzados invo
luntariamente entre ellos , interpeludos, apre
miados , con demandas urgentes, intimados
á dar en el minuto una solucion , una órden,
una direccion de salvacion pública que no podid
esperar; cada uno de ellos tomaba atrevida
mente sobre si solo la responsabilidad de vida
y de muerte: tomaba una pluma, arrancaba
una hoja de papel , escribia sobre su rodilla ó
sobre su sombrero el decreto demandado , lo
firmaba, y lo entregaba al ejecutor.. Millares de
órdenes de esta naturaleza, firmadas por Lamar
tine , Marie , Arago , Ledru-Rollin , Flocon,
Luis Blanc, circulaban por las barricadas du
rante estas primeras horas: esto era la dicta
dura hecha pedazos que toma cada miembro de
un consejo de guerra en el campo de batalla,
dictadura que el peligro ordena, que el patrio
tismo recoge , que la conciencia absuelve.
Muchas veces tambien , á fuerza de súplicas y
POR LAMARTINE. , 405
de esfuerzos desesperados de sus pulmones y de
sus brazos , los miembros del gobierno consi
guen obtener un instante de silencio , recon
quistar un asiento disputado alrededor del bu-,
fete , un poco de espacio entre los espectado
res y ellos : deliberaban en pocas frases , mas.
bien con la mirada y con el ademan que con la
palabra : cada uno de ellos escribia sumaria
mente con ruano rápida uno de los decretos con-:
venidos , y los pasaban á sus colegas , que es
tampaban en ellos sus firmas, en cambio de
otros decretos que firmar, que tambien pasaban
á su vez. ., ,
Estos decretos, reclamados por los gritos
impacientes de los que llegaban á demostrar su
urgencia , amontonados sobre la mesa , no es
peraban muchas veces mas que la lirma de to
dos para ser arrebatados y llevados á la im
prenta.
El secretario general Pagnerre, admirable en
sangre fria, órden y actividad, apenas bastaba
para tomar nota de ellos y para redactar un.
acta rápida y confusa : las llamas , la sangre, el
hambre, el peligro, no esperaban las lentas
formalidades de una administracion de calma:
aquello era el gobierno de la. tempestad al re
lámpago, la luz al golpe eléctrico y repentino
de la necesidad. Pedir las condiciones de la re
gla , de la madurez , de la reflexion á la dicta
dura de estas .primeras noches y de estos pri
meros dias, es pedir la regularidad al caos , el
urden á la confusion,^ el siglo al segundo.) era
f06 REVOÍttítÓN FRAWCÍSA
pVécis'o :obrar y salvar', ó dejarlo1 trastornarse
toido y perecer ; aquello era el gobierno del in-
Cend'io en pie en medio del ftrego. Los bombres-
fueron dignos de aquel instante, y no se doble
garon ni al peligro en perspectiva , ni á la res
ponsabilidad futura, á la cual sacrificaban de
antemano sus vidas y sus nombres : todos con
sintieron en perderse , sin mirar atras ni ade
lante , por salvar un pueblo. El pensamiento de
prepararse nna retirada por cobardes pruden
cias ó por hábiles contemporizaciones no se
acercó al corazon de ninguno de ellos : ofre
cianse á sabiendas y valerosamente como víc
timas de la injusticia ó de la ingratitud de ías
naciónes , si esta salvacion de todos llegaba á:
ser na dia el crimen de algunos : presentían es
tas ác'riminaciones , conocian por la historia el
retroceso de las revoluciones sobre sus p.asos,
y las esperaban sin temor. Para ser útil á sn
pais en tan grandes momentos, la primera con
dicion es sacrificarse enteramente uno mismo:
el q ue quiera Salvar, á un náfrago debe ceuieh1!
zar por entregarse desnudo al Océano. Esto 1tá'A;
bian hecho ellos. '•• • - • ,: ' (-!'

Todos estos hombres tenían sin elnbargo el


sentimiento reflexivo del sacrificio y del peligro;
sin otra fuerza sobre este pueblo en convulsion
que la popularidad de una hora , viento quó
cambia tanto mas pronto ouámto mas fuerte so
K)R LAMARTINE. 107

pin, sin defensa organizada posible contra el


ejército de la monarquía que podia enlrar con
la aurora en Parhi-ó p'oftérlb'ham'briento en ocW#
días concentrándose en los caminos -t sin previ
sion posible del electo producido por una revo
lucion tan repentina en los departanteutos sor
prendidos , sin inteligencia con la Argelia , dft
donde un ejército de cien mil hombres podia
traer á principes vengadores de la caida de su
padre, estos dictadores defina noche debia» S'ér',1
ó tragados por el volcan mismo del pueblo , en
el cual se habian arrojado para apagarlo , ó he
ridos los primeros á la cabeza de la sedicion, qué
habian osado regularizar. Víctimas dé las 'impa
ciencias del pueblo ó de las justas venganzas de
la monarqnia , solo podian escoger, examinando
á sangre frid su situacion , entre estas dos al
ternativas; pero no tenían tiempo para pensar
en sí propios: estas ideas no asomaron mas que
una ó dos veces á sus labios, y solo imprimie
ron en ellos la sonrisa de la resignacion que co
noce su suerte y que la acepta.
En uno de estos momentos desesperados en
que la multitud armada daba asaltos irresisti
bles al Hotel de Ville y penetraba en el último
asilo donde se esforzaba por' 'crear una autori
dad cualquiera ; cuandó fa's oleadas rompían laS
puertas, derribaban las sillas del consejo y sofo
caban con su ruido la deliberacion; cuando la tur
bulencia se hacia tal que la confusion y la imp'o'-
¿éncia final reducian á los miembros del go
bierno á un silencio inmóvil , decia Lamartine á
<08 REVOLUCIÓN FRANCESA

Arago: —«¿Habeis calculado bien cuántos peli


gros pesan nias sobre nuestras cabezas que esta
mañana?—Sí, respondia el ilustre académico
con la calma y la sonrisa de un desprendimiento
completo de la vida ; todos los riesgos son para
nosotros ; pero hay uno para que preservemos
á la nacion de su pérdida , y este nos basta para
aceptar todos los otros;» y con su mano agitaba
sus cabellos blancos delante de Lamartine, como
para decirle que la vida pasa pronto y poco im
porta.
Recordando Lamartine la sesion del 9 ther-
midor que acababa de describir en Los Giron
dinos , decia á Dupont de l'Eure : —«Estose pa
rece mucho á la noche del 9 thermidor, cuando
la convencion hizo marchar á Barras contra la
municipalidad y sofocar el terror en su último
consejo. Si la monarquía y la cámara de los di
putados tienen un Barras , mañana concluimos,
porque estamos en la situacion do la municipali
dad de Taris; pero nosotros somos los conspi
radores del órden y de la pacificacion.» .

Los cabellos blancos de Arago imponían al


pueblo. La edad y la cabeza romana de Dupont
de l'Eure ordenaban tambien á los ojos una
deferencia mezclada de ternura. Este anciano,-
entero de ánimo, recto de sentido, inflexible á
la emocion, intrépido de mirada á pesar del
cansancio y del tiempo , era el objeto de todos
POR LAMABTJNE. ••< <•$

los ojos: los que penetraban en la sala del con


sejo se lo hacian enseñar por aquellos que ya lo
habian visto; subianse sobre las sillas y canapés
para contemplarlo, y algunas veces era tal la
violencia de las ondulaciones de la multitud,
que Dupont de l'Eure, pesado en años y bajo de
estatura , vacilaba en su asiento, próximo á ser
sofocado. En estos momentos de tumulto y de
peligro para él , una mujer del pueblo, que no
abandonaba el respaldo de su sillon, daba gritos
dirigiéndose al pueblo, á quien cebaba en cara
su brutalidad , mostrándole, con las lágrimas
en los ojos , este anciano que ella cubria con su
cuerpo, prodigándole todos los cuidados de una
hija ó de una hermana para un padre ó para un
hermano en peligro : esta pobre mujer tenia
el traje decente, pero casi indigente de las ven
dedoras que trafican en los mercados de los
barrios de Paris. Absorta su fisonomía en el
cuidado de Dupont de PEnre, espresaba la sen
cillez y la bondad. Ella no pensaba en sí propia;
el'aspecto de las pistolas , de los fusiles , de los
sables, sus propios v.estidos hechos girones por
el roce con aquella multitud armada, ni la de
tenían ni la intimidaban. Todo el mundo creia
que seria una mujer de la familia de Dupont de
l^Eure, enviada allí para cuidar su debilidad; pero
ella no lo conocia. Perdida en el hormiguero de
hombres y de mujeres que atravesaban la co
mitiva del gobierno á su entrada en el Hotel de
Ville , habia chocado á esta mujer el aspecto de
este anciano, sostenido por debajo de los brazos
M0 REVOLUCION FRANCE9A
ppr s(is amigos,: y .que marchaba á recibir el
asalto de lodo un pueblo : conmovida de láslima
y de simpatía' :,: habia-ipensado que cqnveoiai ufl
apoyo femenino á la vejez , ó que tal vez la -¡nn
tercesion de: una mujer de su condicion le sal-j
varia djel puñalee un sediciqsfl * y pegándose.»,
sus pasos, se habia entrado con: él hasta el cqnn
sajoi donde le envolvía con:su solicitud. Xa lás?
tima es una pasion valerosa y la mas desintere
sada de todas las pasiones.
V.
Hasta este momento todos los actos , todas
las proclamas , todas las órdenes del gobierno
provisional habian sido lanzados, por decirlo asi,
á la ventura , y en nombre de la revolucion mas
bien que en el de un gobierno definido; unas.
veces llevaban á la cabeza : En nombre del
pueblo frances , otras : En nombre de la na^.
cion. Las primeras comunicaciones del gobierno
con el pueblo habian sido recibidas bajo: esta.
simple fórmula, sin escitar la atencion ni los
murmullos.
Pero sordos rumores recorrían ya la multi-r
tud. Los gritos de: ¡viva la república! esta-:
liaban con una unanimidad significativa entre
los combatientes, y las masas de los barrios
marchaban' á este grito sobre el Hotel de Villq.-
A'pocos pasos del gobierno , en las salas prin~
cipales que la muchedumbre ocupaba tumulT
tuosauaente, la. república estaba proclamada yaj.
ÍOR LAMABTIJíKv |.' íf|
y ya era tiempo tambien de que 'el c.onse¿Q
mismo tomase al fia un partido absoluto en pr§
ó en contra del cambio deforma del gobierno,
$11 tjtulode gobierno provisional. decia has-?
tante que na se reconocia en el fondo mas qu§
Vma autoridad de interregno; pero ann faltaba.
saber en nombre de qué principio monárquico,
ó republicano seria ejercido este interregno;.. ía
necesidad: apremiaba y bacia urgente lasola*;
cion. La revolucion habia derrocado la monar^
quía en la persona de Luis Felipe, y la regen*
cia, en la persona del duque de Nemours, que
era la única legalidad del momento, habia sido
salvada sin detenerse en ella; el mismo duque
de Nemours no habia podido protestar, pues
tan rápidas fueron las dos destituciones. La
regencia de la duquesa de Orleans no er.a legal
por la imprevision del rey y de sus ministros,
y apenas propuesta por Mr. Dupin y por mon-
sieur Barrot en la cámara, fue desechada por.
la peticion de un gobierno provisional, sixi que
el mismo Mr. Thiers, ministro en aquella hora
suprema, subiese á la tribuna para discutirla y
sostenerla; una invasion repentina la habia so
focado, y solo quedaba en pie, de derecho, la na
cion, y solo quedaba en pie, de hecho, siete hom
bres hablando y obrando en su nombre y en su
ausencia, hasta tanto que ella pudiese hablar y
obrar por sí misma : estos hombres no tenian.
evidentemente el derecho de cambiar lq- forma.
del gobierno, si un gqbierno hubiese existido;
pero no existia ninguno, escepto el del mas teme
441 REVOLtICION FRANCESA
rario ó del mas patriota. En esta ausencia total
de leyes constitutivas; en este vacio de autori
dades, en esta nada de derechos, estos siete
hombres, cuya casual presencia constituía aquí
todo el título, tenían ciertamente el deber de
mirar enrededor suyo , de apreciar la situacion
en su conjunto, y de deliberar : tambien les era
permitido admitir como elementos de sus de
liberaciones sus propias opiniones, sus tenden
cias personales, y declarar al pais si iban á go
bernar provisionalmente en nombre de la mo
narquía derribada á sus pies, ó en nombre de
la república levantada en sus corazones.
VI,
Tal era todo el hecho y todo el derecho de
este solemne debate, en el cnal el peligro pú
blico, el fuego que incendiaba, la sangre que
corria, intervenían ciertamente en la delibera
cion como interlocutores terribles : el que no
les oyera, hubiera sido un insensato; el que hu
biese escuchado á ellos solos, habria sido un
cobarde : se ha supuesto, se ha escrito que el
miedo intervino en esta deliberacion, y que es
tuvo en la mano de muchos de los signatarios
de-la república. Esto es falso de dos maneras:
l'also en cuanto á los hombres, y falso en cuanto
á las cosas; un dilema lo prueba. Los hombres
que se habian arrojado en este cráter lo habian
hecho por dos motivos : ó porque eran republi
canos y querian ayudar á la república, su pen
POR LAMARTINE. 443
samiento personal, á salir irresistible de esta
esplosion, ó bien porque eran ciudadanos pa^
triotas, ofreciéndose en holocausto al hogar del
incendio revolucionario para estrecharlo, cotU
tenerlo é impedir que el pais y el mundo entero
fuesen consumidos por él. Si estos hombres
eran republicanos fanáticos, no era el miedo,
pues, el que les hacia consentir en la república;
si estos hombres eran victimas que se ofrecian
por la salvacion de todos , uo era , pues , el
miedo quien podia aterrar á caractéres de
tal el ase.
Por oira parte , no habia ningun temor de
muerte presente para los que hubieran rehusado
pronunciar la palabra república: no habia mas
' que retirarse en seguridad á su morada, y de-
jar un lugar vacio para otros mil en el circulo
del gobierno. Abandonada la mesa del consejo
por uno , por muchos ó por todos los miembros
del gobierno provisional, al instante habría sido
invadida por ciudadanos que no pedian, otra
cosa que reemplazarles , y comprometerse así
ante el pueblo y ante la posteridad. El peligro,
era, por el contrario, permanecer en el go-*
bienio, en medio . de un tumulto que de una
hora á otra podia convertirse en una carnice
ría. El peligro no estaba en huir, y la histo
ria sobre este punto apela á cien mil testigos
de toda opinion que asistían durante esta tarde
y esta noche terrible á los acontecimientos que
pasaban en lo interior del Hotel de Ville. Si
los miembros del gobierno provisional fueron
TOMO u. 8
4*4 REVOLUCIÓN FRANCESA
culpables en este momento, no es, pues, en el
miedo donde debe buscárseles una escusa. Ellos
no temblaron, sino razonaron, ó mas bien los su
cesos razonaron por ellos: en la situacion que
les apremiaba solo tenían tres partidos que to
mar: ó no proclamar ninguna forma de gobier
no , ó proclamar la monarquía , ó proclamar la
república. *•
VIL
*• - •

Decir al pueblo no proclamamos ningun go


bierno, era evidentemente decir á todos los par
tidos levantados en pró ó en contra de tal ¡ó
cual gobierno, continuad vertiendo vuestra sau-
gre y la de la Francia; seguid reclutando vues-'
tras fuerzas , aguzando vuestras armas, y dad
asaltos continuos al órden provisional y desar
mado que nosotros establecemos para arran
carle el triunfole vuestra faccion.
No proclamar nada , era de hecho proclamar
la anarquía , la sedicion , la guerra civil en per
manencia: mas valia mil veces que estos hom
bres hubieran permanecido inmóviles y mudos
en las filas de los diputados, que haber salido
. de ellas, en nombre de la salvacion pública, para
la pérdida de todos.
Proclamar la monarquía ante trescientos mil
. hombre^ levantados para combatirla; ante ja
, /guardia nacional desorganizada ó cómplice; ante
el ejército sorprendido y disuelto; ante el trono
rvacjo;.ante $ rey ausente; ante la regencia en
POR LAMARTINE. 145
fuga; ante las cámaras espulsadas por la capital,
era evidentemente proclamarla division á la faz
-del pueblo ; ó mas bien , era desertar del puesto
del peligro y de direccion en que se habian pre
cipitado , y entregar el gobierno de esta tem
pestad , no ya á hombres moderadores , cuya
autoridad se reconocia por milagro, sino á los
vientos y á los rayos de esa tempestad misma.
Era entregar la Francia á los hombres de des
órden, de anarquía y de sangre: era empujar
con sys propias manos la nacion al fondo del
abismo de los partidos estremos , sanguinarios,
desesperados , en vez de retenerla á riesgo de
ser despeñados sobre las pendientes moderadas
de la libertad y bajo el imperio del universal
sufragio, ultimo llamamiento á la sociedad sin
ley y sin jefe.
Proclamar la república provisional, salva la
ratificacion del pais, inmediatamente convocado
en su asamblea nacional , era , pues , la única
cosa , á la vez revolucionaria y salvadora , que
podia hacerse. Porque, por una parte, la repú
blica, intentada con unanimidad y moderacion
durante un espacio de tiempo cualquiera, era un
progreso inmenso adquirido en el órden de los
gobiernos racionales y de los intereses popula
res ; por otra , si esta segunda república , con
cebida como un contraste feliz y brillante á los
escesos y á los crímenes de la primera, debia
ser repudiada mas tarde por la nacion reunida,
daba al menos, por el momento, al gobierno en
cargado de salvar el interregno el entusiasmo
<16 BEVOLUCIOM FRANCESA

ileí pueblo , el concurso aclivo de todos los re


publicanos, la satisfaccion a las opiniones exal
tadas , la sorpresa á la Europa, y, en una pala
bra, la impulsion y la fuerza para atravesar
hasta el gobierno deGnitivo el abismo insonda
ble de una revolucion.

VIH.
El instinto es el relámpago del razonamiento:
el instinto escribia con relámpagos de evidencia
estas consideraciones en el ánimo de los hom
bres mas moderados del gobierno , y por eso la
deliberacion fue solemne, aunque corta , como
una deliberacion sobre el campo de batalla;
bastó á ella una espresion sumaria de opiniones,
preguntando á cada miembro del gobierno-pro
visional su conciencia y su pensamiento. Una
reflexion concentrando una vida en un minuto,
y algunas palabras breves y graves, formaron
el resultado unánime. Hubo algunos instantes
de religioso vacilar en el corazon, algunos la
bios balbucientes, algunas frentes pálidas y pen
sativas, algunas ojeadas de inteligencia inter
rogándose, vislumbrando la amplitud y la pro
fundidad del elemento republicano , en el mo
mento de dejar la orilla secular de la monarquía
para lanzarse al mar agitado y desconocido de
la república ; los hombres de mas antiguo y
firme v alor tuvieron algunos ademanes y acti
tudes de irresolucion momentánea y de invoca
cion secreta á la providencia de los pueblos;
POR LAMARTINE. . , 447
pero despues de haber mirado atentamente en
sí mismos y enrededor suyo, ninguno retro
cedió á la anarquía cierta, antes que avanzar
atrevidamente á las probabilidades de salvacion
comun : los unos por partido tomado de ante
mano, los otros por satisfaccion de su sistema
triunfante; estos por antiguas convicciones,
aquellos por razones animosas; muchos sin duda
por la sola conviccion de la necesidad, todos, en
fin, por la prevision de la hora y por la evidencia
de la imposibilidad actual de toda otra solucion,
propusieron , votaron ó consintieron el título
de república sobre el frontispicio del gobierno
de la revolucion. Solo desde esta hora pudo de
cirse que la inmensa mayoria se negaba inflexi
blemente á usurpar en nombre de una ciudad 6
de una faccion , contra la nacion entera, el de
recho, de cambiar su gobierno , derecho que la
violencia y la tiranía solas pueden arrebatar al
pueblo : obligar á treinta y seis millones de
hombres á adoptar un gobierno que les repugna
en nombre de una faccion armada ó aun de la
unanimidad del pueblo de faris , no era ya la
ley ni la república , sino el crimen y la servi
dumbre. Una revolucion de libertad, llegando á
un resultado tan monstruoso y arbitrario , hu
biera sido , segun la mayoria , la insolencia , el
escándalo ó la irrision de la libertad; el gobierno
provisional en masa se hubiera dejado cortar
antes la mano que confirmarla, y se convino
que se adoptaria en la fórmula, en los actos y
en la interpretacion , el sentido presentado en
4*8' hEvotucios francesa
la proclama redactada en estos términos pór
Lamartine: «El gobierno provisional proclamala
república, salvala ratificacion de la nacion por
una asamblea nacional inmediatamente convo
cada:» así podia apagarse la guerra' civil-, cum
plirse la revolucion , dirigirse al pueblo por su
propio freno , y sin embargo, la nacion quedar
señora absoluta y soberana de su gobierno de
finitivo,. '.. .¡
Escepto los monárquicos supersticiosos ó los'
republicanos sectarios, que colocan el derecho
de su conviccion individual ó el triunfo de su
faccion mas allá de todo derecho y de todo pue
blo, lodo el mundo se declaró satisfecho de una
solucion á la vez tan audaz y tan legítima ; era
la mejor solucion para la república misma. Las
instituciones impuestas por un golpe de mano
de minoría , se parecen al fruto de un hurto;
se goza mal de ellas, y duran poco.. Los hom
bres formales, partidarios del gobierno demo
crático, en el consejo del gobierno provisional
querían que la república fuese un derecho y no
una desvergüenza de la fuerza ó de la astucia
de una faccion.. Una república impuesta no po
dia ser mas que una república violenta y per
seguidora ; la querían libre , sincera y Cotísti-;
tucional , ó. rio la querían; y la proponían á la
nacion bajo su responsabilidad: y en nombre de
h iniciativa que su dictadura momentánea les
daba. Hacian de ella la forma temporal del go
bierno que iban ellos á regir, y decian de an
temano á la nacion: —«Podeis desaprobarnos;
I'OR LAMAttTUNK. í<9

nosotros nosomos mas que los plenipotenciarios


del pueblo de Paris ; nosotros firmamos la re
pública bajo la reserva de vnestra ratificacion;
sin la ratificacion no bay acto.» Tales fueron las
esplicaciones , tales las palabras , tal el sen
tirlo de la proclamacion de la república , por la
mayoría del gobierno provisional.
IX.
Este sentido, esplicado en todas sus letras al
pueblo en la proclama , y en las mil alocuciones
de Lamartine y de sus colegas al pueblo del Ho
tel de Ville , fue el sentido continuo de todas
las palabras , de todos los pensamientos, de to
dos los actos de esta dictadura revolucionaria;
la mayoría no dejó prescribir un solo dia con
tra esta significacion de sus actos de gobierno.
Encuéntrase este comentario de sus intenciones,
no solo en las proclamas que fundaron la repú
blica bajo la reserva de este llamamiento al
pueblo ; no solo en la convocacion inmediata dé
la asamblea nacional , sino tambien en los in
numerables discursos que los miembros de
esta mayoría dirigieron ó respondieron du
rante su dictadura á los partidos moderados
que les pedian el sufragio libre , y á los par
tidos estremos que les pedian la tiranía. Los
enemigos de la república han calumniado en
esta parte á los fundadores ; han querido en
contrar un hurto ó una usurpacion en sus fun
damentos; pero solo hallarán tres cosas en los
4ÍO REVOLUCIÓN FRANCESA
actos de la mayoria del gobierno : una dicta
dura la mas corta posible, aceptada sin otra am
bicion que la de servir en nombre del peligro
comun ; una iniciativa atrevida, aunque tempo
ral, de la república , concienzudamente tomada
para tentar la fortuna de la libertad , y para so
focar con urgencia la anarquía bajo el entu
siasmo del pueblo; en un, uu inviolable res
peto á la soberanía nacional , y un llamamiento
inmediato y perpetuo al pueblo: he aquí la
verdad entera ; hé aquí el mérito , el crimen ó
la virtud de este gobierno.
X.
Tan pronto como fue resuelta por unanimi
dad la proclamacion de la república en estos
términos , se mandó volver inmediatamente de
la imprenta nacional los decretos del gobierno
que hasta entonces no llevaban esta fórmula y
titulo. Aunque el gobierno se habia pronun
ciado , era urgente quitar á las facciones estre
nias que se agitaban en la plaza este pretestoes-
plotado contra la pacificacion del pueblo. Una
bandera tricolor fue enarbolada en una ventana,
y centenares de pedazos de papel, sobre los cua
les estaban escritas estas palabras : la república
está proclamada , volaron sobre la multitud.
Leyéronlos , pasaron de mano en mano , volaron
de boca en boca esas palabras, y cesaron la duda
y las exasperaciones. Cien mil hombres levanta
ron sus armas hácia el cielo; ua grito unánime
POR LAMARTINE. 4lí

se remontó de la Greve, de los muelles , de los


puentes, de las calles inmediatas ú los muros
del Hotel de Ville , y se esténdió y multiplicó
cada vez mas hasta la Bastilla y hasta las barre
ras de Paris.
La esplosion de este sentimiento comprimido
hacia medio siglo en los labios y en el corazon
de una parte de la generacion estaba hecha.
El resto de los ciudadanos la oyó, estos con un
terror secreto , aquellos con sorpresa , el mayor
número con ese sentimiento de alegria confusa,
y por decirlo así maquinal, que saluda las gran
des novedades , todos sin oposicion y sin mur
mullo , como un desenlace cualquiera , haciendo
caer las armas de las manos de los combatien
tes , aliviando los corazones de los ciudadanos
del peso de ansiedad y de dolor que abrumaba
hacia tres dias el alma de este pueblo. Si la re
pública hubiese sido proclamada únicamente
por el partido republicano , habria inspirado esa
humillacion y esa angustia que inspira siempre
á los ciudadanos imparciales el triunfo de una
faccion , y tal vez tambien habria sido recha
zada antes de terminar la noche por la repug
nancia de la guardia nacional. El Hotel de Vi
lle habria sido ciertamente abandonado en to
dos casos por todos los que no tenían apego á
la faccion republicana, y habrian dejado á la re-'
pública bajo la responsabilidad de sus autores.
Esta desercion de la guardia nacional , de la
parte moderada de la poblacion , habría mos
trado á.la república en un aislamiento que la
441 REVOLUCIO'N 'ÍIÍANC¿S,V

hubiera hecho sospechosa; pero los nombres i in-


parciales de Uupont de l'Eure, de Arago, de
Lamartine, de Mane, de Gremieux de Gwnier
Pag'és, conocidos como estraños á-toda faccion,
enenngos de todo esceso, inflexibles á toda vio
lencia, tranquilizaban el ánimo dtí la ciudad, y
mostraban en perspectiva en la república fir
mada por ellos , no los recuerdos siniestros de
lo pasado , sino los horizontes Henos de presti
gio , de derechos , de seguridad y de esperanza
para el porvenir desconocido, en el cual se en
traba confiado en lu fe de la necesidad.
XI.

Una vez proclamada la república , el gobierna


y el Hotel de Vilíe parecieron respirar un mo
mento , como si un nuevo aire vital hubiera so
plado del cielo sobre este hornillo de 'hombres:
la incertidumbre es el viento de las pasiones
populares, como. es en las penas y en los tra
bajos de la existencia la mitad del peso del co
razon del hombre.
Una parte del pueblo pareció retirarse para
ir á llevar y esténder'lá gran noticia en sus mo
radas. Escepto Lamartine y Marie, la mayor
parte de los miembros del gobiernó, que eran
al mismo tiempo ministros, dejaron sucesiva
mente el Hotel de Ville , y se trasladaron á sus
secretarias; Ledru-Rolíin á la de lo interior;
Arago á la de marina. Los nuevos ministros es-
traños al gobierno, tales como Gondchaux, de ha
POfe I.AJUKTIMÍ. :1 423
cíenda; el general Subervie, de guerra; 'Cárnot,
de iustruccion pública ; Bethmont, de comercio,
se alejaron para ir a restablecer la subordma
cion en sus departamentos; algunos volvieron
para asistir al consejo del gobierno en perma-^
neneia.
Estas primeras horas de la noche fueron mi
tumultó mas bien que un consejo: era preciso
levantarse á cada ruido estertor , sostener con
sus hombros las puertas desquiciadas por los
culatazos de los fusiles ó por brazos impacien
tes de resistencia , abrirse paso al traves de na.
armas desnudas, arengar, conjurar, subyugar
estos destacamentos de la multitud , contener
los, mitad por elocuencia mitad por fuerza, y
siempre por la calma en la frente, la cordiali
dad en los ademanes, la energía en la actitud:
y despues de i'eprimido el tumulto, entrar en
íuedio de aclamaciones que ensordecian el oido,,
de apretones que partían los miembros, de a|>ra-'
¿os que sofocabanla respiracion, y enjugándóse.
el sudor, volver átomar su puesto de sangre
fria en la mesa del consejo para redactar pro-,
clamas y decretos, basta que un nuevó asalto'
Vmiese á conmover las bóvedas . sacudir las
puertas , atrepellar, los centinelas , torcer las;
bayonetas , y llamar á los ciudadanos agrupados:
ehrededor del gobierno y á sus miembros mis
mos á las mismas luchas , á las mismas aren
gas , á lós mismos esfuerzos y á los mismos pe
tigrós.
Lamartine era casi siempre provocado por su'
U i- DEVOLUCIÓN FRANCESA
nombre : su elevada estatura y su voz sonora
le hacian mas apio para estos conflictos con la
multitud: tenia sus vestidos hechos girones, el
cuello desnudo , los cabellos empapados en .su
dor , sucios por el polvo y por el humo, y salía
y entraba , mas bien llevado que escoltado por
grupos de ciudadanos , de guardias nacionales,
de alumnos de las escuelas que se habian adhe
rido á sus pasos sin que él los conociese , como
el estado mayor del patriotismo alrededor de un
jefe en el campo de una revolucion.
Notábase entre ellos un jóven profesor del
colegio de Francia , Payer, del cual ni aun su
nombre conocia Lamartine , pero cuya exalta
cion fria ante el peligro y recogimiento en me
dio del tumulto admiraba , carácter de los hom
bres de crisis. Tambien se veia allí un jóven de
ojos azules, de cabellera rubia, voz tenante,
ademan imperioso, estatura atlética, domi
nando , perorando , rompiendo las masas con el
sable en la mano, y que adquirió desde el pri
mer dia , en lo interior, en lo esterior, á pie ó
á caballo , un imperio magnético sobre la multi
tud. Era Chateau-Renaud.
Tambien un alumno de la escuela politécnica,
jóven, hermoso, tranquilo, mudo, pero siem
pre en pie como una estatua de la reflexion en
movimiento , figura toda que recordaba el Bona-
parte silencioso de vendimiario.
El doctor Sanson, dedicado á cuidar los heri
dos y á amontonar los cadáveres esparcidos en
los patios y en las salas bajas; Faivre, joven
. POK LAMARTINE. . tl5
médico, con la fisonomía exaltada por el torbe
llino de la accion y por la idea que creia ver
surgir allí como la revelacion del.pucblo; Ernesto
Gregoire, orador, diplomático y soldado de las
masas , propio para todo en estos momentos es
trenios, en que la division de las facultades ce
sa , y en que el pensamiento , la palabra y la
mano , la intrepidez y la destreza deben confun
dirse en un instinto tan rápido como los movi
mientos, tan múltiple como las fases de una re
volucion. Callo un gran número, cuyos nombres
se encontrarán en los documentos justificativos
de esta historia.
XII..
Cada miembro presente del gobierno provi
sional sostenia á su vez los mismos asaltos, sn-
fria las mismas fatigas , desafiaba los mismos
peligros, conseguía los mismos triunfos. Marie,
impasible y frio, siempre sentado ó de pie en
el mismo sitio, redactaba los preámbulos razo
nados de los decretos ólas instrucciones á los
agentes de la fuerza pública; su mirada ar
diente y profunda parecia lanzar.su voluntad al
alma dela muchedumbre', y su ademan impe
rativo intimidaba la objecion , subyugaba la re
sistencia. Su cabeza erguida y desdeñosamente
vuelta hácia los agitadores imponía, aun sin ha
blar, al tumulto.
Garnier Pagés, cansado ya por el sufrimiento
y por los esfuerzos que acababa de hacer para
^6 REYOLüCIOH FRANCESA
conquistar y concentrar en sus manos el corre-
.gimientQ de Paris ,' derramaba á torrentes so-
J)re la mullitud su voz., su altna, sus ademanes,
su'sudor : sus brazos se abrian y cerraban sobre
su pecho como para abrazar al pueblo, y la bon
dad , el amor , el valor iluminaban su fisono
mía pálida con un rayo de ardor que derretia
los corazones mas exasperados: hacia mas que
convencer, enternecia. .Lamartine , que no co-
.nocia de Garnier Pagés hasta entonces mas que
su nombre y su mérito, lo contemplaba con ad
miracion, y le decia: —«Cuidad vuestra vida; eco
nomizad vuestras fuerzas ; no deis toda vuestra
alma á un tiempo , que tendremos largos dias
que combatir; no gasteis todo ese valor en una
noche. » Pero Garnier Pagés no contaba consigo
. mismo , y espirando , aun pedia milagros á
la naturaleza. Esto era el suicidio de la honra
dez: cao al fin anonadado sobre el sucio para
descansar su pecho desgarrado y encontrar una
poca de voz en una hora de sueño : cúbrenlo con
su capa , pero le devoraba la fiebre del bien
público ; no durmió , y con una voz ronca y
cascada, ordenaba, aconsejaba y arengaba aun.
Duclerc, que parecia su discipulo y $u
émulo , no se apartaba de Garnier Pagés. Era
un redactor eminente de El Nacional para las
cuestiones elevadas de hacienda y de economia
política. Jóven , grave , la mirada recta , la
frente vasta , la boca firme, hablaba poco , y no
obraba sino á propósito : reflexivo , infatigable,
caminando al objeto del primer golpe, toda la
POR LAMARTINE. :*$}
precisaba , ilustraba y formulaba , teniendo en
sus facciones, como en su espíritu, mas de mando
que de persuasion : sentíase en él el orden in-
carnado, impaciente, por salir del desórden, $
parecia espiar los primeros síntomas de un gq-
bierno reconstituido para tomar en él su puesto
natural al lado de su maestro y amigo. En los
intervalos de descanso se complacia Lamartine
en mirar y ver obrar á este joven , recurso an
lo imprevisto , regla en la confusion , decisiqtr
en el embarazo, luz eu el caos. Tal le aparecía
Duclerc.
Marrast, aunque menos dotado por la natu
raleza para imponer álus.masas, hombre esco
gido mas que de plaza pública , estaba imper
turbable eu su puesto de secretario del gobierno
en un estremo de la mesa del consejo Si no ha
blaba al pueblo , no cesaba de aconsejar , de
dirigir y de escribir: su pluma rápida redactaba
del primer golpe el resumen de la mas borras
cosa discusion , añadiendo á lo que se habia di
cho lo que debiera haberse dicho : las conside
raciones mas elevadas descendian sin esplosion
de su talento como la luz que no hace ruido
al derramarse sobre el objeto. Este hombre,
cuya gracia ha querido tomarse por debilidad,
no debilitó un minuto ni su mirada ni su acti
vidad durante estas largas convulsiones de una
.revolucion , un trozo de la cual podia sofocarle
en un instante bajo sus repliegues: él veia el
peligro, pero le sonreia con una sonrisa triste,
aunque jovial; esperándolo todo, resignado á
418 REVOLUCIÓN FEANCÉSA

todo , diciendo en medio del fuego esas pala


bras ingeniosas , pero profundas, que prueban
que el alma goza con el peligro , tal fue du
rante esta primera noche , tal mientras duró la
dictadura.
Otros hombres, Pagnerre, Barthelemy, Saint-
Hilaire , Thomas , redactor en jefe de El Nacio
nal , Hetzel , Bixio , Buchez , Hottard , Recurt,
Bastide , casi todos los hombres de talento de
la prensa de Paris, convertidos en hombres de
accion , se apiñaban en el estrecho recinto al
rededor del gobierno, adictos á sus órdenes,
dispuestos al consejo , incansables en la obra,
intrépidos en el peligro , grandes en sus fac
ciones como en sus caractéres : la solemnidad
del momento realzaba estos semblantes, ordina
riamente inclinados, sobre la bugía del escritor:
los colores ó las rivalidades de opiniones que
aun por la mañana dividian á estos jefes y á estos
ejércitos de la prensa de Paris se confundían
ahora en uno comun , y urdian en entusiasmo
de salvacion pública.
Distinguíase en medio de ellos, en sit frente
calva cargada de recuerdos revolucionarios , en
la espresion delicada y contemplativa de sus
facciones y en la concision activa de sus palabras,
un antiguo ayudante de campo deLafayette, que
habia visto abortar la república en este mismo
palacio en 1830, que desconfiaba de los tri
bunos y de lús pueblos , y que parecia vigilar
el foco de la revolucion. Era Sarrans: conociase
en él el soldado de las antiguas guerras en
POR LAMARTINE.
tiempo de la república y de las nuevas ideas de
hoy , igualmente dispuesto á escribir , á obrar
ó á arengar»
XIII.

Entre tanto babia cerrado la noche, y en me


dio de su silencio se oia el zumbido sordo en los
barrios inmediatos al centro. Tranquilos los ciu
dadanos por la existencia de un gobierno activo
y firme , llamados á sus moradas por la bora
del descanso y por la necesidad de tranquilizar
á sus familias , comenzaban á retirarse. Ya no
quedaban en la plaza de Greve mas que los vi
vaques de la retaguardia de la revolucion; los
combatientes, vacilantes de frio y de vino, que
velaban , con la mecha encendida, alrededor de
cuatro piezas de artillería cargadas con metra
lla , y la masa tenaz, exaltada, febril, insacia
ble de agitacion y de emociones, que acampaba
y ondulaba en tumulto en los patios, en las es
caleras y en las salas del Hotel de Ville.
Estas masas se componían sobre todo de an
tiguos miembros de sociedades secretas , ejér
cito de conspiradores de todas las fechas desde
1815; revolucionarios sin descanso, engañados
en sus esperanzas en i 030 por la misma revo
lucion que ellos habian hecho y que se les babia
escapado; combatientes, en fin, de los tres dias,
dirigidos por los comités del periódico La Re
forma, y que habian esperado que el gobierno
pertenecería esclusivamente á aquellos á quie-
iiijio 11. 9
♦ 30 REVOLUCION l'RASCESA
nes pertenecia una tan gran parte de la sangre
y de la victoria.
A estos tres ó cuatro mil hombres, animados
de resentimientos y de ambiciones políticas, se -
agregaban , pero en pequeño número todavía,
algunos adeptos socialistas y comunistas que
veian en la esplosion de la jornada la aurora de
una mina cargada bajo los cimientos mismos
de la antigua sociedad , y que creian tener en
su fusil la prenda de su sistema y de la re
novacion de la humanidad. El resto se com
ponía de esos furiosos que no tienen ni sistema
político en su espíritu ni quimera social en su
corazon, pero que no aceptan una revolucion
sino á condicion del desúrdeu que perpetúa, de
la sangre que vierte, del terror que inspira.
Ciertos escritores y demagogos los habian ali
mentado, por espacio de veinte años, de admira
cion feroz hácia las grandezas del crimen , las
inmolaciones, las carnicerías del primer terror:
eran poco numerosos; pero hombres decididos
á no reconocer una república sino en el cadalso,
ni un gobierno sino en el hacha que les presta
ría para diezmar á los ciudadanos.
En fin , las oleadas del dia habian echado,
y la noche dejado tambien en el Hotel de Villc
una parte de esa espuma en harapos de la po
blacion viciosa de las grandes capitales que las
conmociones levantan y hacen dotar algunos
dias en la superficie hasta que vuelve á caer en
sus propíos albañales : hombres siempre entre
dos vinos ó entre dos sangres, que husmean la
fOH LAMARTINE. 431
matanza , y que jomás cesan de sitiar el oido
del pueblo , sino despues que se les ha arrojado
un cadáver , ó despues que se les ha hacinado
en las cárceles como el oprobio de todos los
partidos : eran el derramamiento de los presi
dios y de los calabozos.
XIV.
Mientras que el gobierno se aprovechaba de
estos primeros momentos de calma en las calles
para multiplicar sus órdenes , para regularizar
sus comunicaciones con los diferentes barrios y
para enviar sus decretos á los departamentos y
á los ejércitos , estos hombres , repudiados del
verdadero pueblo en otras partes de este vasto
edificio , flotaban á la voz de los oradores de
magogos, entre la aceptacion del nuevo go
bierno y la instalacion de tantos gobiernos
como tenían quimeras, ambicion, furor ó cri
menes en el alma : vociferaciones inmensas se
alzaban por intervalos del fondo de ios cora
zones á los oidos del gobierno provisional , y
descargas de fusileria eran los aplausos de las
mas incendiarias mociones. Aquí se hablaba
de enarbolar la bandera roja , símbolo de la
sangre que no debia cesar de correr hasta
tan'to que el miedo hubiese debilitado á to
dos los enemigos del desórden : allí de des
plegar la bandera negra, signo dela miseria y
de la degradacion de la raza proletaria , ó en
seña de luto de una sociedad sufriente que no
13Í BEVOLUCION FRANCESA

debia declararse en paz sino despues de haberse


vengado de la propiedad y de la clase media.
Unos querían que el gobierno fuese elegido
por un escrutinio nocturno , y que sus miembros
no fuesen sacados sino de entre los combatien-i
tes de las barricadas. Otros que los jefes de las
escuelas socialistas mas desenfrenadas fuesen
los únicos proclamados por la voz de los obre
ros vencedores de las diversas sectas. Estos pe
dian que el gobierno, cualquiera que fuese, no
deliberase sino en presencia de las bayonetas de
delegados escogidos por ellos como epuradores
y vengadores de todos sus actos. Aquellos que
el pueblo se declarase en permanencia en el
Hotel de Ville y fuese su propio gobierno en
una asamblea incesante, donde todas las medidas
se votarían por aclamacion.
El fanatismo , el delirio, la fiebre , la embria
guez , lanzaban á la ventura estas mociones si
niestras ó absurdas acogidas acá y allá por acla
maciones confusas, y cayendo despues bajo el
disgusto de la multitud, que las trataba con hor
ror ó desprecio á la voz de un buen ciudadano.
XVr
Cierto número de descontentos pertenecia al
partido de los combatientes de la reforma; es-.
tos republicanos mas exaltados se sorprendian
de que los nombres de los escritores ó de los
hombres de accion de este partido, que lo ha
bian hecho todo por el triunfo, no figurasen ó
POR LAMARTINE. 433
figurasen solo como secretarios en el gobierno,
y se negaban á reconocer un gobierno salido de
la cámara delos diputados como para confiscar
él despojo sin haber combatido ni conspirado:
en este gobierno , descendido de lo alto , no
veian ninguno de los nombres que tenían cos
tumbre de respetar en las listas ó en los conci
liábulos de los conjurados contra la monarquía.
Allí leian nombres sospechosos á sus ojos , de
origen aristocrático , de pacto con la monar
quía , de comunidad de ideas ó de intereses con
la clase hereditaria de la sociedad. De todos es
tos nombres , á los cuales se les ordenaba tener
confianza , Dupon de l'Eure , Arago , Lamarti
ne, Gremieux, Garnier Pages, Marie, uno solo,
el de Ledru-Rollin , les era familiar y simpáti
co , como siendo el de un orador que se habia
proclamado republicano antes de la república,
y que habia creado ó soplado en La Reforma
la hoguera de los principios democráticos mas
ardientes; ¿pero dónde estaba LuisBlanc,el
publicista de los dogmas llenos de prestigio de
la asociacion y del salario?... ¿Dónde estaba
Alberty el combatiente de estos dogmas? ¿Dónde
Flocon i el hombre de accion sin ilusiones, pero
sin íniedo, cuyas manos negras con la pólvora
de tantos combates hablan sido juzgadas dignas
de vencer , y no dignas de gobernar?
Tales eran las quejas, los agravios, los mur
mullos ; tales fueron pronto las agitaciones que
trabajaron las masas de los combatientes que
vociferaban y ondulaban en los pisos inferiores,
FB*RCKS4

en la pfaz» , en las puertas y en los patios del


palacio.
Una esplosíon próxima parecia inminente;
hombres adietos á la vez al órden y al movi
miento , jefes de comba tientes, periodistas acre
ditados, oficiales municipales, alcaldes de Pa~
ris , alumnos de las escuelas , se esforzaban por
contenerla y sofocarla : la muchedumbre se acu
mulaba , retrocedia y se disolvía á sus voces;
mas estremeciéndose de nuevo á la voz de otro
tribuno , volvin á sus desórdenes y estravíos , se
derramaba en los pisos superiores y en los cor
redores, profiriendo imprecaciones , rompiendo
las ventanas, forzando las puertas y pidiendo
á grandes gritos el gobierno provisional para
posesionarlo ó echarlo fuera del palacio. Prodi
gios de valor civico y de fuerza física fueron he
chos durante estas horas de confusion y de per
turbaciones para resistir á las bandas disemi
nadas de los insurgentes y para detenerlos con
la palabra ó con los obstáculos que los pechos
que el corto número de defensores del gobierno
provisional no cesaba de oponerles.
Lagrange, que se habia instalado, en nombre
de una delegacion de los combatientes, goberna
dor del Hotel de Ville, indeciso aun sobre la
naturaleza del gobierno que reconoceria y que
haria respetar, erraba con un sable en la mano
y dos pistolas en el cinto entre las olas de la
multitud, que reconocia en él la imágen de sus
largos padecimientos, de su triunfo y de su
exaltacion. Con el fuego del valor en los ojos,
t,0* LAMARTINE:
el desorden del pensamiento general en su ca
bellera , el ademan terrible, la voz cóncava,
nrengaba el tropel que se apiñaba enredeiior
suyo como alrededor de una aparicion de los ca
labozos: en todas sus alocuciones, a la vez fo
gosas y pacificadoras, ordenaba mas bien la
contemporizacion y la tregua del pueblo, que no
recomendaba la deferencia al nuevo poder:
veiase que, vacilando él mismo, y fuerte con
otro mandato, tardaba en subordinarse com
pletamente, dispuesto á hacer componer el go
bierno mas bien que á obedecerle. Sin embar
go, sus discursos respiraban , como sus faccio
nes , el sentimiento de ardiente caridad á los
combatientes, lástima á los heridos, horror ála
sangre, reconciliacion entre las clases, y una
especie de apostolado de paz con las armas en
la mano. De este modo aparecia , gesticulaba y
arengaba esta noche Lagrange.
Flocon , yendo y viniendo sin cesar de la ac
cion al discurso y del discurso á la accion , ha
cia generosos esfuerzos por calmar estas sospe
chas y furores , indiferente á la parte de go
bierno que tocase á su partido personal, con tal
que la república triunfase: su estóica sangre
fria en el tumulto hacia que no cambiase de
objeto un instante, ni su golpe de vista, ni.su
pensamiento, ni su palabra. Su voz de hierro
tenia las notas metálicas de la culata del fusil
resonando sobre las losas ; su palidez viril, la
concentracion de sus facciones , et ademan de
sn cabeza que movía , sus relaciones con tos mas
436 REVOLUCIÓN FRANCESA.
intrépidos soldados de la revolucion que le ha
bian conocido en medio del fuego , sus vestido;
abiertos, desgarrados, manchados de humo
de pólvora , daban un soberano ascendiente á
sus consejos. Pero cansado ya por tres dias y
tres noches de veladas , de combate , de enfer
medad , su voz no alcanzaba tan lejos como su
voluntad.
Luis Blane, seguido de Albert, circulaba y
peroraba tambien en estos grupos. Su nombre
era entonces inmensamente popular , y reunía
en sí el doble prestigio del partido político es
tremo que le daban sus relaciones con La Re
forma , y de sus doctrinas socialistas sobre la
asociacion. Estas teorias fanatizaban á los obre
ros con perspectivas que al fin creian tener ya
en la punta de sus bayonetas. Albert seguía á
Luis Blanc: obrero él mismo, iba mudo detras
de su maestro ; pero sa aspecto convencido , su
semblante pálido , sus ademanes , s»s labios pal-
pitantes , espresaban fuertemente el fanatismo
obstinado por lo desconocido. Sin hablar, era
un conductor de esa electricidad moral de que
Luis Blanc queria cargar al pueblo para des
truir con sus rayos las vetustas condiciones del
trabajo.
Luis Blanc y sus amigos no predicaban ni có
lera ni sangre á este pueblo ; sus doctrinas y
sus palabras eran en sus bocas doctrinas y pa
labras de paz. Luis Blanc se esforzaba con una
elocuencia llena de imágenes , pero fria como
toda elocuencia de ideas , por desarmar los bra
POS LAMARTINE. 437
zos aturdiendo las imaginaciones : solamente
insinuaba al pueblo que tomase seguridades en
el gobierno introduciendo en él á sus amigos,
y designándose á si propio , mostraba tambien
á Albert. Era admirado, aplaudido mas que
obedecido; su pequeña estatura le sepultaba en
la multitud , y el pueblo se sorprendia de aque
lla fuerte voz y de aquellos grandes ademanes
que sallan de tan débil cuerpo. La muchedum
bre, por un instinto irresistible, confunde siem
pre la fuerza y la grandeza del carácter y de las
ideas con la estatura del orador. Los apóstoles
pueden ser raquíticos , los tribunos deben herir
las miradas por el volumen y dominar con la
frente la plaza pública. El pueblo sensual mide á
los hombres por los ojos. El desorden crecia, 1»
insurreccion se agravaba.

XVI.

Muchas veces habia ido á llamar á las puer


tas del reducto donde residía el gobierno provi
sional , amenazando precipitarlo y rehusando
toda obediencia á sus decretos. Primero Cre-
mieux, luego Marie, babian conseguido, á fuerza
de firmeza, mezclada de hábiles súplicas , hacer
refluir estas bandas hasta los patios del palacio
y reconquistado la autoridad moral al gobierno.
Siete veces , despues de cerrada la noche , ha
bia dejado Lamartine la pluma para lanzarse,
seguido de algunos fieles ciudadanos , á los cor
REVOLUCIÓN FBAKCES.*
redores y escaleras del Hotel de Vi lie para pe
dir á estas masas desordenadas la obediencia ó
la muerte. Cada vez, acogido primero con im
precaciones y murmullos , habia concluido por
separar á derecha é izquierda los sables, los pu
ñales , las bayonetas blandidas por manos ebrias
Y estraviadas , para improvisarse una tribuna
de una ventana, de una balaustrada, de una es
calinata, y para hacer inclinar las armas, callar
los gritos , prorumpir los aplausos y correr lá
grimas de entusiasmo y de razon.
La última vez, unapalabra feliz desangre
fria y de audacia , que contenia una reconven
cion en una broma , le habia salvado. Una mul
titud irritada cubria las gradas del Hotel de
Villo, y muchos tiros dirigidos contra las ven
tanas amenazaban estermiirar los débiles des
tacamentos de voluntarios que se oponían á esta
invasion nueva de que el palacio iba á verse
acometido. Todas las voces estaban apagadas,
todos los brazos cansados, todas las súplicas
eran perdidas. Llegan en busca de Lamartine,
sale , y encuentra en la subida del primer piso
algunos guardias nacionales, algunos alumnos
ile la escuela politécnica y otros intrépidos ciu
dadanos, que luchaban Cuerpo ácuerpo con los
invasores. A su nombre , á su aspecto , la lucha
cesa un instante, y la multitud se abre. A dere
cha é izquierda de la grande escalera ve La
martine un inmenso número de combatientes
que forman una fila de acero, estendiéndose
basta los patios y la plaza ; los unos amigos v
.
respetuosos, cubriéndole de apretones de mano
y de bendiciones; el nwyor número irritados,
sombrios, con la frente preñada de dudas, la
mirada llena de sorpresa , con gestos amena
zadores y medias palabras acerbas. Lamartine
finge no ver estos signos de cólera, y baja hasta
el nivel del gran patio interior , donde han de
positado cadáveres y donde se agita un bosque
de hierro sobre las cabezas de mulares de hom
bres armados; alli, una escalera mas ancha baja
á la izquierda hácia el gran pórtico de En
rique IV, que da á la plaza de Greve , donde
está hacinado el pueblo, y donde la oleada de
la invasion, encontrándose con la oleada de los
defensores , produce la mayor confusion , tu
multo y gritos :— « ¡ Lamartine es un traidor?—
¡ No escucheis á Lamartine !—¡Abajo el farsan
te!—¡A la linterna los traidores !—¡La cabeza, la
cabeza de Lamartine!» esclaman algunos furio
sos, con cuyas armas roza al pasar. Lamartine
se detiene un momento sobre el primer escalon,
y mirando con ojo tranquilo y con sonrisa lige
ramente sarcástica , pero sin provocar á los gri
tadores , les dice : —«¿Mi cabeza, ciudadanos?
¡ Ojalá la tuviéseis todos en este momento sobre
vnestros hombros! ¡Seriais mas tranquilos, mas
prudentes, y se haria mejor la obra de vuestra
revolucion 1 » A estas palabras , las imprecacio
nes se cambian en carcajadas, y las amenazas de
muerte en apretones de mano. Lamartine aparta
con vigor á uno de los jefes que se opone á que
Vaya á hablar al pueblo en la plaza : —«Ya sabe
4 40 REVOLUCIÓN FRANCESA
mos que eres valiente y honrado , le dice este
jóven, de aspecto delirante y gesto trágico; pero
tú no estás hecho para medirte con el pueblo:
tú adormecerias su victoria ; tú no eres mas
que una lira; vete á cantarl—Déjame, le res
ponde Lamartine sin irritarse de sus apóstrofes:
el pueblo tiene en prenda mi cabeza , y si le
hago traicion , yo me vendo el primero ; vas á
ver si tengo el alma de un poeta ó la de un
ciudadano.» Y desprendiendo violentamente el
cuello de su frac de las manos que lo detienen,
baja , arenga al pueblo en la plaza , le vuelve á
la razon, y le eleva al entusiasmo. Los aplausos
de la plaza resuenan bajo las bóvedas del pyla-
cio , y estos bravos de diez mil voces intimidan
á los insurgentes de adentro , pues comprenden
que el pueblo está por Lamartine. Lamartine
vuelve á subir, aplaudido y sofocado por los
abrazos de aquellos mismos hombres que pediau
su cabeza al bajar.
XVII.

Pero en tanto que la agitacion se apaciguaba


en una parte del Hotel de Ville, fermentaba por
otra. Apenas habia entrado Lamartine en el ga
binete del consejo , cuando una nueva tormenta
estalla , y un asalto mas terrible que los prece
dentes amenaza destruir el gobierno.
Despues de haber ondulado largo tiempo acá
y allá, de patio en patio, de plaza en plaza y de
tribuna en tribuna , buscando la muchedumbre
POR LAMARTINE.

un sitio para deliberar, habia concluido por


acumularse en la inmensa sala de Saint-Jean,
especie de foro comun para las grandes reunio
nes de la capital , y en la sala del consejo dis
puesta para las deliberaciones solemnes.
Allí , sobre un estrado erigido en tribuna , á
la luz de las lámparas y de las arañas encen
didas como en el teatro de un drama real , los
oradores se sucedian y se sobrepujaban en vio
lencia los unos á los otros, y agitaban la cues
tion de la eleccion de un gobierno. —«¿Quiénes
son esos hombres desconocidos del pueblo que
se deslizan del seno de una cámara vencida á la
cabeza del pueblo vencedor? ¿Dónde están sus
títulos, sus heridas? ¿Qué nombres manifiestan
sus manos? ¿Están negras de pólvora como las
nuestras? ¿Están grieteadas por el mango de las
herramientas de trabajo como las vuestras,
valientes obreros? ¿Con qué derecho dan de
cretos? ¿En nombre de qué principio, de qué
gobierno los promulgan? ¿Son republicanos? ¿Y
de qué república? ¿Son cómplices enmascarados
de la monarquía, introducidos por ella en nues
tras filas para amortiguar nuestras justas ven
ganzas y para llevarnos seducidos y encadena
dos al yugo de su sociedad madrastra? Despida
mos á esos hombres en su origen ; ellos llevan
otro traje que el nuestro , hablan otra lengua,
tienen otras costumbres : el uniforme del pue
blo se compone de esas blusas de trabajo ó de
esos harapos de miseria, y entre nosotros es
donde debemos escoger nuestros jefes. Arroje
<i2 REVOLUCION FRANCESA
iuos á esos que lal vez nos ha dado la sorpresa
y la perfidia.»
Oíros, mas moderados y en mayor número,
decian : —«Escuchémosles antes de juzgarlos y
de proscribirlos; llamémosles aquí, y que se
espliquen sobre sus designios.»
Tumultos inesplicables respondian dentro y
fuera de la sala á estas mociones contrarias. El
Hotel de Ville parecia amenazado de una es-
plosion.
XVIII.

Ya las bandas destacadas de este centro de


agitacion se hablan lanzado álas escaleras, der
ribad/i y pisado los centinelas , hecho retroce
der los destacamentos, é invadido el corredor
que conducia á la doble puerta del gabinete del
gobierno. Ciudadanos intrépidos, pródigos do
su vida por proteger el orden, se habian ade
lantado á ellos y llegado al consejo para adver
tirle del peligro, imposible ya de conjurar. Pero
Garnier Pagés, Carnot, Cremieux, Marrast, La
martine . ayudados de los secretarios y de al
gunos ciu.ladanos , entre los que figuraban cu
primer lugar el impasible Bastide y el fogoso
Ernesto Gregoire, parapetan la puerta, arri
mando á ella canapés y muebles cargados, para
acrecer la resistencia, del peso de muchos hom
bres puestos de pie sobre las sillas y sillones:
todos los concurrentes arriman los hombros á
esta frágil muralla para sosteuer el asalto y el
peso de los sitiadores.
POR LAMARTINE. 443
Apenas se habian tomado estas desesperadas
precauciones , cuando se oye en el corredor es-
terior el tumulto, las vociferaciones, el resonar
de las angas , las interpelaciones, las impreca
ciones , los pasos y los empujes sordos de la
columna. Los que defienden el corredor son
apartados ó derribados. Las culatas de los fusi
les , los puños de los sables y otros golpes re
suenan contra la primera puerta , y los vidrios
de su parte superior se conmueven , sallan y
suenan al caer sobre las losas. Los crugidos de
la madera revelan la indomable presion de la
multitud , y la primera puerta cede y vuela en
pedazos: la segunda va tambien á ser derribada,
y entonces se entabla un diálogo sordo y presu
roso entre los sitiadores y los miembros del go
bierno. Marie , Crcmieux , Garnier Pagés , sus
colegas , sus amigos, rehusan con obstinacion
obedecer las intimaciones delos invasores, y es
tablecida una especie de capitulacion, se retiran
á medias los muebles. Ernesto Gregoire, cono
cido de los dos campos, entreabre la puerta y
anuncia que Lamartine va á abocarse con el
pueblo , que va á salir, arengarle y convencerle
de las intenciones del gobierno.
Al nombre de Lamartine , Heno de prestigio
entonces, los rugidos se cambian en aclama
ciones de confianza y de amor. Lamartine se
desliza deltas de Gregoire , de Payer , y se en
trega medio ahogado por la muchedumbre al
(lujo y reflujo de esta, que se apacigua y sus
pende cada yez mas sus convulsiones ante él; su
441 REVOLUCIOH FRANCESA
elevada estatura le permite dominarla con su ca
beza ; su semblante sereno la calma , su voz, su
ademan la hace abrirse ó retroceder. Una cor
riente contraria se establece y le lleva , al traves
del dédalo oscuro y desconocido de los corredo
res y gradas, bastala entrada de la sala de las de
liberaciones populares. Libertado así momentá
neamente el gobierno provisional, vuelve á cer
rar sus puertas , coloca puestos y centinelas, y
se fortifica contra nuevos asaltos , incierto , sin
embargo , de si Lamartine subiria vencedor ó
quedaria vencido en su lucha entre los dos pue
blos y los dos gobiernos.
XIX.

La sala estaba henchida de multitud y de tu


multo. Una luz siniestra , soplos de calor huma-
uo , emanacion de esta hornilla de hombres, y
clamores unas veces sofocados, otras estriden
tes, salían de ella. Lamartine y el grupo que le
acompañaba necesitó mucho tiempo para pene
trar.
Desde el umbral oia las voces de algunos ora
dores que le anunciaban á la multitud,; unas
veces estas voces eran cubiertas de aplausos,
oiras rechazadas con términos de desconfianza,
de cólera y de desden: —,«¡ Si , sí! — ¡No, no!—
¡Oigamos á Lamartine! —¡No oigamos á La
martine!—¡Viva Lamartine!—¡Abajo Lamar
tine!» Estos gritos , acompañados de ondulacio
nes, de gestos, de armas levantadas sobre las
POR LAMJUTINK, ,' 145
cabezas , de culatas de fusil golpeando el pa
vimento , se combatían por igual porcion , poco
mas ó menos, en el auditorio.
Durante este tumulto , Lamartine se abrió
penosamente paso, hasta que al lin fue llevado
por brazos vigorosos hasta el pie de una escale
rilla interior que conducia, á lo alto de un es
trado , especie de tribuna , desde la cual se ha
blaba al pueblo. Las tinieblas de la noche . mal
disipadas por algunas luces colocadas en el cen
tro de la sala ; el vapor de lus lámparas encen
didas á sus pies , y que huciau mas espesa la
atmósfera ; el humo delos tiros disparados todo
el dia en los patios, y de aquí penetrando por
las ventanas; la especie de bruma que la tras-
piracion febril y el aliento de un millar de hom
bres esparcian en la sala, le impedian discernir
claramente, y siempre le han impedido despues
trazarse con distincion aquella escena. Unica-
inente se acuerda de que dominaba una multi
tud agitada á sus pies; los semblantes, pálidos
por la emocion y ennegrecidos por la pólvora,
eran iluminados tan solo al pie del estrado , y
se volvían hacia él con espresiones diversas. A
escepcipn de dos de estos rostros, todos le eran
desconocidos : uno era el semblante lleno de re
solución del antiguo ayudante de Lafayette, Sar-
rans, escritor, combatiente y orador á un
tiempo de la libertad. El otro era el de Coste,
antiguo redactor del periódico Le Temps , que
Lamartine habia conocido en otro tiempo en
[loma; este rostro .aparecia, después de die/
•JUMO u. 10
<*« REVOtOClOK ÍRAXCÉSA
anos como el oyente apasionado de un nueví»'
foro.
Mas allá de estas primeras filas de especta
dores en pie , las luces se apagaban por grados
en la sombra, y solo dejaban ver en la gradería
pegada a los muros bultos agitador ó innume
rables , que se movían en el crepúsculo de esta
media noche : solo los sables , los cañones de
fusil y las bayonetas reverberaban de trecho en
trecho los fulgores de las lámparas sobre el
bruñido metal , y se aguaban como yerbas de
fuego sobre la cabeza de la multitud á cada es
tremecimiento del auditorio.
Gritos contradictorios, febriles, frenéticos
salian á cada mocion de estos millares de bocas;
verdadera tempestad de hombres, donde cada
viento de idea , recorriendo la multitud, arran
caba á cada nueva ola un mugido de su voz.
Lamartine, arrojado, por decirlo asi, sobre el
estrado como sobre un cable avanzado en medio-
de aquel oleaje, contemplaba á este, incierto
de si iba á levantarlo ó á sumergirlo ; muchos
oradores , apiñándose enrededor suyo á derecha
é izquierda , y hasta sobre las gradas de aquella
especie de tribuna, le disputaban de cuerpo y
de voz la palabra , y lanzaban confusamente alo
cuciones é interpelaciones corlas é incendiarias
á la asamblea ; pero habiendo conseguido La
martine separar á estos rivales con las palabras,
con la mano y con el hombro, y aparecer , -en'
fin, aislado y libre ante los ojos del pueblo , u»
silencio entrecortado de murmullos, de vocil'e-
POR LAMARTINE. U1
raciones , de apóstrofes acerbos , se restableció
al fin poco á poco , é intentó hablar.
XX.

—«I Ciudadanos ! esclamó con toda la fuerza


de una voz cuya energía redoblaba el peli
gro de la patria. Heme aquí dispuesto á res
ponderos. ¿Por qué me habeis llamado?—Para
saber con qué derecho os erigís en gobierno del
pueblo, y para saber si tenemos que habérnoslas
con traidores, con tiranos ó con ciudadanos dig
nos de la conciencia de la revolucion ,» respon
dieron algunas voces del centro del auditorio.
—a¡ Con qué derecho nos erigimos en gobier
no! replica Lamartine adelantándose y descu
briéndose atrevidamente á las miradas , á las
armas , á los murmullos , como un hombro que
se entrega desarmándose. Con el derecho de la
sangre que corre , del incendio que devora vues
tros edificios , de la nacion sin jeíe , del pueblo
sin guias , sin órden , y mañana tal vez sin pan;
con el derecho de los mas patriotas y de los mas
valerosos. Ciudadanos : puesto que es preciso
deciroslo , con el derecho de aquellos que en
tregan los primeros su alma á las sospechas, su
sangre al cadalso , su eabeza á la venganza de
los pueblos ó de los reyes por salvar su nacion.
¿Envidiais este derecho? Pues todos le teneis:
tomadlo como nosotros; nosotros no os lo dis
putamos ; todos sois dignos de dedicaros á la
salvacion comun ; nosotros no tenemos mas tí
U8 REVOLUCIÓN FRANCESA

lulo que el que tomamos en nuestras concien


cias y en vuestros peligros, pues necesita jefes
un pueblo caido de un gobierno á un interreg
no ; la voz de este pueblo vencedor y temblando
por su victoria en el foco mismo del combate,
nos ha designado, nos ha llamado por nuestros
nombres, y hemos obedecido. ¿Quereis acaso
prolongar un escrutinio terrible é imposible en
medio de la sangre y del fuego? Dueños sois de
ello ; pero la saugre y el fuego caerán sobre vos
otros, y la patria os maldecirá.
—»¡No, no ! esclamaron voces ya conmovidas
por esta invocacion del derecho único del patrio
tismo. — ¡Sí, sí! respondieron otras voces mas
obstinadas ; ellos no tienen el derecho de gober
narnos; ellos no son pueblo ni salen de las
barricadas, sino de esa asamblea venal, donde
han respirado el aire pestilente de la corrup
cion.— Han protestado contra la corrupcion, di-r
een unos. —Han defendido la causa del pueblo,
dicen otros... — ¡Pues bien; que declaren al me
nos qué gobierno pretenden darnos ! esclaman
los mas moderados. Nosotros hemos derro
cado la monarquía , hemos conquistado la repú
blica... Que se esplique Lamartine: ¿quiere ó
no quiere darnos la república ! »
A esta interrogacion , repetida de parte de
todos los grupos de la sala , Lamartine se son
rió con esa semisonrisa que afecta encerrar en
sus labios una indecision ligeramente cscéptica,
espresion de rostro que parece provocar un au
ditorio á arrancar el último secreto al alma de
POR LAMARTIKB. 4 49

un oyente: —«¿La república, ciudadanos? dice


al fin con eltimbre de una solemne interroga
cion. ¿Quién ha pronunciado la palabra repú
blica"!—'¡Todos, todos! le respondieron cente
nares de voces y millares de manos, agitando
sus armas sobre sus cabezas en signo de volun
tad y de alegría. — ¿La república , ciudadanos?
continúa con una gravedad mas pensativa y casi
triste. Lamartine. ¿Sabeis lo que pedis? ¿Sabeis
lo que es el gobierno republicano?—¡Decidlo,
decidlo! le responden de todas partes. —¿La
república? prosigue Lamartine: ¿sabeis que
ese es el gobierno de la razon de todos , y os
sentís bastante maduros para no tener mas se
ñores que vosotros mismos , ni otro gobierno
que vuestra propia razon?—¡Sí , sí! dice el pue
blo.—¿La república? ¿ Sabeis que esc es el go
bierno de la justicia , y os sentís bastante justos
para hacer derecho aun á vuestros enemigos?
—¡Sí, sí, s¿J vuelve á decir el pueblo con
nn acento de orgullo de sí mismo y de concien
cia en la voz.—¿La república? continuó Lamar
tine ; ¿sabeis que ese es el gobierno de la vir
tud, y os sentís bastante virtuosos, bastante
magnánimos , bastante clementes para inmola
ros á los otros , para olvidar las injurias , para
no envidiar a los dichosos, para perdonar á
vuestros enemigos, para desarmar vuestros co
razones de esas sentencias de muerte , de esas
proscripciones , de esos cadalsos que han des
honrado este nombre bajo la tiranía popular,
llamada falsamente república hace medio siglo,
4 SO REVOLUCION l'RAUCKS*

y para reconciliar hoy á la Francia con este


nombre? ¡Interrogaos, sondeaos y pronunciad
vosotros mismos vuestra propia sentencia ó
vuestra propia gloria! (1) —¡Si, sí ; nos sentimos
capaces de todas esas virtudes ! esclamaron con
unánime entusiasmo aquellas voces, ya calmadas
y casi tranquilas á la voz del orador.—¿Lo sen
tís asi? ¿ Lo jurais? ¿ Tomais por testigo á ese
Dios que en horas semejantes á esta se mani
fiesta por el grito y por el instinto de los pue
blos? prosigue Lamartine con una suspension
en el acento como para esperar la respuesta. Un
trueno de afirmacion responde á su ademan.-^
¡Pues bien , continúa; vosotros lo habeis dicho;
sereis república , si sois tan dignos de conser
varla como habeis sido heróicos para conquis
tarla!» La sala. los patios, las bóvedas y todo el
edificio retiembla al eco prolongado de los
aplausos.
—«Pero entendámonos, prosigue Lamartine;
nosotros y vosotros queremos la república, pero
unos y otros seríamos indignos del nombre de
republicanos si pretendiésemos comenzar la
libertad por la tiranía ú ocultar el gobierno
de la libertad, de la igualdad, de la justicia,
de la religion y de la virtud , como un hurto eje
cutado en una noche de sedicion y de confusion
corno esta. Nosotros, pueblo de París, no tener

(1) Estas notas fueron recogidas en la plaza y re


mitidas testualmente al autor por dos testigos, Sarraní
y Ernesto Gregoire, : , . " • .„ .
fO» íavartj.v*. *»i
mos mas derecho que el de declarar nuestro
pensamiento , nuestra voluntad , el de tomar la
gloriosa iniciativa del gobierno de libertad pro
ducido por los siglos, y de decir al pais y al
mundo que nosotros tomamos bajo nuestra res
ponsabilidad el proclamar la república provisio
nal como gobierno del pais, pero dejando al pais, á
sus treinta y seis millones de almas, que no están
aquí, que tienen el mismo derecho que nosotros,
iel consentir, preferir ó repudiar tal ó cual
forma de institucion , reservándoles lo que les
pertenece, como nuestra preferencia nos perte
nece á nosotros; es decir, la espresion de su vo
luntad soberana en el sufragio universal, primera
verdad y única base de toda república nacional.
—jSí , sí ; eso es justo , es justo , responde el
«ifeblo; la Francia no está aquí! París es la ca
beza , pero Paris debe guiar y no oprimir á sus
miembros.
»¡Viva la república! ¡viva el gobierno provi
sional! ¡viva Lamartine!... \ Que el gobierno
provisional nos salve, pues es digno de su man-
ilato , y elegir otro seria dividir al pueblo y dar
iioras á la tiranía para su vuelta ! »
A estos gritos baja Lamartine triunfante del
estrado, en medio de unánimes aplausos; resta
blece el órden , los puestos , los centinelas , los
^anones en Tos patios , y sube asegurado de la
(jonflanza del pueblo y de la unidad del gobierno
provisional.
451 «EVOLUCIÓN FRANCBSA

XXI.
Durante su ausencia sus colegas Marie y Gar-
nier-Pagés , asistidos de Pagnerre , Flottard,
Bastide, Payer , Barthelemy-Saint-Hilaire, Mar-
rast, y de un grupo de ciudadanos intrépidos é
infatigables , habian continuado proveyendo á
las circunstancias con el rigor de un gobierno
incontestado y presente en todas partes: nu
merosos decretos, deliberados con la rapidez del
pensamiento ^ con !o absoluto de voluntad que
desconcierta la resistencia , habian sido dados
en algunas horas desde la reunion del gobier
no. Este gobierno se defendia con una mano y
organizaba con la otra : los ministros habian
sido nombrados, los generales designados," y
las órdenes volaban por todos los caminos de la
Francia y de las colonias para regularizar la
revolucion y prevenir la guerra civil.
Arago pensaba en la escuadra. Ministro obe
decido por la sola autoridad de su nombre, ma
duro para el mando, inaccesible á las repug
nancias de los partidos, no habia temido afron
tar los murmullos de los republicanos esclusivos
presentando al almirante Bandin para el mando
de la escuadra de Tolon : sin informarse del re
conocimiento y pena que este oficial podia ali
mentar en su corazon por los principes de la
dinastía caida , se habia liado del patriotismo del
soldado, y el gobierno ratificado sin. vacilar,
esta eleccion. En virtud de órdenes combinadas
POR LAMARTINE. 4 b*
del ministro de la guerra , Subervie , y de Ara-
go , algunos oficiales de marina y del ejército
corrian ya hacia el Mediterráneo y hácia Argel
para pedir á nuestras escuadras y á nuestros
ejércitos la obediencia , y á los mismos principes
que los mandaban el reconocimiento del go
bierno que destronaba á su familia.
Instruidos por la historia y por la esperien-
eia del imperio irresistible que ejerce en el soi
da Jo frances el pensamiento soberano dela uni
dad de la patria , los miembros del gobierno no
dudaban que sus órdenes fuesen obedecidas en
todas partes.
El principe deJoinville, amado de los ma
rinos, mandaba una escuadra'; el duque de Au-
male y el duque de Montpensier mandaban
eien mil hombres en la Argelia. El Mediodia era
realista, y la escuadra podia concertarse con
el ejército y los principes, y llevar en pocos
dias á Tolon un ejército de sesenta milhombres:
el rey, cuyos designios se ignoraban todavía,
podia retirarse hácia Lille, llamar .á si' el ejér
cito de Pai is , el del Norte , el del Ruin , y opri
mir así en pocos dias la capital Y el corazon de
la Francia entre dos guérras'civiles.
El gobierno consideraba estas eventualidades
con ojo (irme , decidido á prevenirlas por la ra
pidez de sus medidas, ó vencerlas por la pronta
organizacion de fuerzas republicanas en Paris;
el éxito no le parecia dudoso. Contra todas las
vacilaciones de las colonias y de las provincias,
y contra esas vueltas armadas de la monarquía,
*»' REVOLUCION FRANCESA
habia en Paris bastante entusiasmo para levan
tar la patria entera bajo los mismos pasos de la
corte y de las tropas: los cambios de gobiernp
en Francia son esplosiones y no campañas ; ja
más hay dos espíritus á la vez en este gran pue
blo ; las revoluciones en él son repentinas ; las
largas guerras civiles imposibles. Esto es á un
tiempo la fragilidad de los gobiernos y la salva-
cion dela patria.
Mientras que el pequeño número de miem
bros del gobierno , permaneciendo toda la no
che en el campo de batalla del Hotel de Villfi,
completaba así las medidas tomadas aquella
tarde con sus colegas , el ministro de lo inte
rior, Mr. Ledru-Rollin , rodeado de los comba
tientes de los tres dias, recorría la capital
aliando al gobierno los conjurados del partido
republicano ; paciiicábalos por la victoria y le*
encargaba que fuesen á llevar la noticia á sus
hermanos de los departamentos ; organizaba su
ministerio , nombraba apresuradamente los
primeros comisarios enviados de Paris para
reemplazar á los prefectos de la monarquía,
ó para reconocer los administradores provisio
nales que las ciudades se habian dado á sí
mismas al primer rumor de la revolucion.
Caussidiere , Luis Dlanc, Albert, Flocon , lle
vando cada uno al nuevo poder la parte de in
fluencia y la masa de clientes que les daba su
.partido en las diversas regiones del pueblo , se
agrupaban enrededor del ministro del inte
rior. Caussidiere , metido en la prefectura de
POR LAHARTIKE. < K$

policia con una masa armada y confusa de cinco


á seis mil hombres de las secciones, se dispu
taba allí un momento la autoridad revoluciona
ria con Sobrier : uno y otro, con el sable toda
vía en la mano, el humo delos combates en el
rostro , el fuego en los ojos , la sangre en sus
vestidos, acampaban con sus compañeros de
lucha en los patios y en las calles adyacentes á
la prefectura ; tenían sus soldados sobre las
armas , y guardaban sus banderas , no recono
ciendo sin vacilar y murmurando al gobierno
provisional, cuyas órdenes se reservaban obe
decer ó resistir. Parecian querer fortificarse
en este punto , y no licenciar la revolucion ar
mada por sus manos ; pero al mismo tiempo
que conservaban el núcleo de los combatientes
de febrero enrededor de ellos , empleaban con
energía su ascendiente sobre estos pretorianos
de la revolucion , mejor disciplinados de ante
mano, y mas intrépidos que las masas, para
apagar el fuego , desarmar el pueblo , y casti
gar los atentados individuales contra las per
sonas y las propiedades: policia arbitraria, ab
soluta, irresistible , hecha por aquellos mismos
contra quienes se ejercia despues de quince años
Ja policia del trono.
Este campo de la prefectura de policia, «jqn
sus fogatas encendidas, sus haces de armas,
sus soldados haraposos y teñidos de sangre, sus
barricadas iluminadas en lo alto de ellas por
candiles, sus escuchas, sus guardias avanzadas,
sus rondas entrando y saliendo para espedicio-T
4 56 REVOLUCIÓN F1UNCKSA

nes rápidas, dominado por la estatura colosal,


por el ademan y por la voz cascada , pero mu-
giente, de Caussidiere, ofrecia la verdadera ima
gen de un comienzo de órden, saliendo con des
órden todavía del Caos de una sociedad demo
lida.
Algunos miembros del gsbierno se alarma
ban de la vecindad de este campamento y de la
rivalidad anárquica del gobierno de Paris, dis
putada entre el corregidor de esta ciudad y el
nuevo prefecto de policia. Lamartine no parti
cipó de estas inquietudes, y se trasladó solo
en medio de este campamento de montañe
ses: en la fisonomía de estos bombres y en
sus dichos vió y comprendió que eran á un
tiempo los instrumentos de una revolucion con
sumada , y los instrumentos de un nuevo órden
que crear: agradole la energía soldadesca pero
humana de Caussidiere ; vió que este jefe de
partido tenia el corazon tan generoso como la
mano fuerte, comprendió que su astucia no
quitaba nada á su probidad, y que estaba satis
fecho y orgulloso de la victoria ; pero como este
mismo orgullo le hacia un punto de honor de
contener todo esceso , resolvió sostener á Caus-
sidiere en esta semi-sumision, que, concedién
dole una especie de supremacia sobre el des
órden , le comprometeria mas seguramente á
reprimirlo.
CaussidiiTe por su parte , con esa diplomacia
de instinto mas hábil que la habilidad apren
dida , afectó á la vez , en sus relaciones con el
POP LAMAÜTINH. 481

gobierno provisional , una deferencia y una in


dependencia que dejaban flotar las cosas entra
la obediencia completa y la insurreccion oculta:
asi Lamartine se mostró desde el primer dia
abiertamente dispuesto á conceder á Caussidiere
todo lo que pedia su autoridad , en hombres,
en municiones, para componerse una fuerza do
nlla policia de dos ó tres mil combatientes ele
gidos en el fuego, á fin de hacer de ella , en el
desenlace general de toda fuerza represiva , los
preteríanos momentáneos del órden público en
París. Poco le importaba que este orden fuese
formado de elementos desordenados y llevase
el nombre de Caussidiere, ó el nombre del cor
regidor de Paris, con tal de que la revolucion
no se deshonrase con crímenes, y de que el.
pueblo no gustase de esa sangre cw la cual su
altera y no se sacia nunca el principio de una
revolucion.
xxii.
Por esta misma inspiracion propuso á su?
colegas otra medida, que pareció al pronto una.
soberana temeridad , y que fue In soberana
prudencia.
J51 dia se apagaba sobre este ejército tumul
tuoso del pueblo , vagando al ruido de los dis-
paros y de los cánticos de victoria alrededor
del Hotel de Ville : este pueblo, famélico de li
bertad, comenzaba á estar hambriento de pan, y
algunos ciudadanos alarmados llegaron á decir
a Lamartine el estado de la ciudad , las inquie
REVOLUCIÓN F1UHCBSA
tudes para mañana y los trunces del porvenir.
Levantose del sitio en que estaba ocupado re
dactando proclamas al pueblo y al ejército , y
siguió á estos ciudadanos á una sala inmediata,
una de cuyas ventanas se abria sobre la plaza
de Greve, y permitía distinguir las embocadu
ras de las calles del barrio del Temple , del de
Sahit-Antoinc , los puentes y los muelles del
arrabal de Saint-Marcean. "Aquello era un
océano de hombres bajo el golpe de viento' de
todas las pasiones de un dia de combate, y en
aquella muchedumbre habia gente que reclutar
para diez revoluciones.
Llamó la atencion á Lamartine la calma y la
fisonomía á la vez entusiasta y religiosa de la
inmensa mayoria del pueblo entre los bombres
ya formndos y los obreros de edad madura; com
prendió que aquel no era ya el pueblo de 1795;
que un espíritu de inteligencia y de órden ha-
bia pendrado en aquellas masas, y que la ra
zon espresada por la palabra encontraria en el
al:na de estos hombres laboriosos un eco , en
sus brazos una fuerza.
Pero vió flotar acá y allá en medio de estos
grupos graves oira masa movible, turbulen
ta , ligera como la espuma ; estos eran niños
ó adolescentes de doce á veinte años, irreflexi
vos por naturaleza , indisciplinados por su di
vagacion perpetua por las calles de una capital;
irresponsables de sus actos por su edad y por
su movilidad arma ;a sin jefe y sin causa , siem
pre dispuestos á tomar por jel'e al primero qne
ÍOn LAMAttTWfi. t89
se presenta, y por cansa al primer desórden.
Presentía con espanto las complicaciones ter
ribles que esta masa de jóvenes escapados de los
talleres que ya no estaban abiertos iba á pro-:
ducir de miseria , de tumultos y de perturba
ciones en Paris, si la república no se apoderaba
de ella desde el primer momento para socor
rerla con un jornal , dirigirla en sn fuerza y
arrimarla al partido de los buenos ciudadanos.
Calcalo con la vista su número de veinte á
veinte y cinco mil, y un estremecimiento de
terror anticipado recorrió su frente ; un relám
pago de prevision y de resolucion iluminó su
espíritu. Estos veinte y cinco mil hijos de Pa
ris, abandonados en las filas del pueblo suble
vado , iban á ser un elemento irresistible de
sedicion permanente : la guardia nacional,
compuesta de una sola clase de ciudadanos
acomodados y domiciliados , iba á ser durante
muchos meses licenciada de hecho , y la igual
dad iba á estenderse del derecho electoral á-
las bayonetas. El ejército, momentáneamente
sospechoso al pueblo, contra el cual acababa de
combatir, no podia volver á Paris sin encender
(le nuevo la guerra civil , y era preciso para
que la capital lo llamase á una capitulacion hon
rosa y segura , que la misma capital estuviese
nrrnada con sus doscientos mil guardias nacio
nales : esta ausencia del ejército ; esta desapa
ricion de la guardia municipal diezmada , esta
recomposicion forzada de la nueva guardia na
cional , su registro , sns elecciones , su arioa
44SO REVOLUCIÓN FRANCESA

mento , iban á dejar á Paris durante un tiempo


indeterminado á merced de sí mismo : la guerra
civil en las provincias , la invasion posible en
las fronteras , podia exigir reclutamientos re
pentinos, y Lamartine calculó con una mirada
que estos veinte y cinco mil jóvenes, abandona
dos á la vagancia ó al desórden , ó estos veinte
y cinco mil soldados jóvenes, bajo la disciplina y
}a mano del gobierno , harian una diferencia
real de cincuenta mil hombres para la causa del
órden contra la causa de la anarquía. Volvió al
consejo y presentó eri dos palabras estas consi
deraciones rápidas á sus colegas, que las acep
taron sin discutirlas , pues una señal de cabeza
era todo el voto en semejante urgencia. Los nu
merosos decretos firmados en tres horas habian
agotado todo el papel; pero Payer buscó un pe
dazo desgarrado de una hoja ya escrita , y La
martine redactó el decreto que instituía veinte
y cuatro batallones de guardia móvil, pasándolo
$11 seguida á sus colegas que lo firmaron. La.
misma noche fue abierto el alistamiento.
Esta juventud se enganchó en tropel en ese
primer cuerpo de la república , orgulloaa de su
nombre y digna pronto de su papel en la.fnnda-
cion de la libertad.
La fuerza destinada á contener y sostener la
revolución fue así sacada de la revolucion
«asma ; verdadero ejército de un pueblo militar
enganchado por el entusiasmo , reclutanlo por la
miseria , disciplinado por su propio espíritu,
vestido en parte tic harapos y cubriendo la
. •

POR LAMARTINE. ^
puerta y la propiedad de una ciudad de lujo. La
guardia movilizada debia salvar á Paris del desór
den durante cuatro meses, y el quinto salvar la
sociedad del caos: su creacion fue el presenti
miento de la salvacion de la república en las
jornadas de junio : despues ha sufrido la ingra
titud de los ciudadanos por los cuales ha vertido
su sangre.
XXIII.
Asi en pocas horas disputadas á las agitacio
nes, á los sacudimientos, á los asaltos, álas
amenazas de una revolucion renaciente , en
medio de un palacio ocupado por veinte' mil
hombres armados, divididos, desgarrados por
pensannentos contrarios, utilizando el gobierno
provisional todos los minutos; sondeando todos
ios abismos; espiando todos los relámpagos de
salvacion pública ; recogiendo todos los hilos de
la trama de la autoridad destruida , habia he
cho reconocer en él esa autoridad dictatorial
prunero y último instinto de una sociedad di
suelta ; habia defendido por su derecho usur
pado, pero usurpado sobre la anarquía , el de
recho supremo de la nacion en peligro, v di
suelto á fuerza de audacia las tentativas intes
tmas de sustitucion de otro gobierno al suyo
Ademas habia desconcertado todos los medios
posibles de que volviera el gobierno vencido
a Paris , suspender el fuego , abrir las barrica
das , apagado el incendio, restablecido las comu
nicaciones con las provincias, informado v sor-
TOMO u. 11
4 63 REVOWiClON ÉRANOESA.
prendido á los departamentos por la prontitud
de sus resoluciones, creado nuevos magistrados
al pueblo, confirmado los antiguos, enviado
agentes , recibido la obediencia de las tro
pas , provisto á las subsistencias de París,
nombrado los ministros , reorganizado la poli
cia municipal , suspendido la cámara de los pa
res , proclamado su voluntad y la del pueblo de
Paris de cambiar la monarquía en república,
bajo la ratificacion de la soberanía del pueblo,
instituido la guardia republicana para fuerza de
policia, la guardia movilizada para fuerza social,
nombrado los generales , hecho ocupar los fuer
tes, recibido la sumision de Víncennes y pre
servado este arsenal. Habia, en fin, socorrido
á los heridos , garantido las Tullerias convir
tiéndolas por un momento en hospital del pue
blo , y alistado á este como fuerza cívica , única
posible entonces; habia hecho respetar los cul
tos y las propiedades , proclamado la fusion y
Ja concordia.de las diversas clases bajo el nom
bre de fraternidad, y «amblado en noche apa
cible y segura ila noche de 'anarquía , de guerra
civil, de incendio,' de pillaje y de muerte ¡que
el trastorno de todos los poderes prometía á los
ciudadanos. Sesenta y dos proclamas ,. delibera
ciones, órdenes ó decretos dados en algunas ho
ras y ejecutados por el celo y el valor de los
ciudadanos que se habian hecho sus ausiliares,
produjeron y probaron estos resultados antes de
media noche. ¡
-•i-;':- i" .O : ; i''!:' -..': ; -i i "-. > '•.".. %¡
:l . .:: -. -
POR LAMARTINE. 463

i'A. xxíy.
El cansancio del pueblo en pie hacia veinte y
cuatro horas, la sangre fría <lel gobierno y el
último esfuerzo de Lamartine , babian con
cluido por desembarazar al Hotel de Ville y la
QfB)Ve ¿e los tumultos de que estaba sitiada.
Los hombres que querían la tiranía de uu go-
Juernp .,: de la victoria y de la commune de París,
vencidos por el buen sentido del pueblo y pol
las aclamaciones dirigidas á Lamartine , habian
renunciado , por esta noche , á sus designios.
Todo lo habia arrastrado el entusiasmo , hasta
los pensamientos de resistencia : ellos mismos
participaron de él y se retiraron mezclando sus
aplausos á sus murmuraciones. El sueño de un
gobierno tumultuoso y violento como el ele
mento de donde saldría , habia huido de ellos
como una presa en el momento en que creian
agarrarlo. Iban á conspirar durante esta noche
para arrancarlo por la fuerza abierta el dia s¡-
fuiente. Ni Lamartine ni los miembros del go-
ierno que habian quedado con él en escaso nú.-
mero en. el Hotel de Ville sospechaban esta
vuelta tan próxima y amenazadora de los peli
gros que acababan de conjurar.
XXV.
Rendidos de fatiga, faltos de voz, sin otra
cama para reposar sus cuerpos que el pavimento
4,H RÍVOHJCtOír- FRANÍÍESA
de la sala del consejo, sin otro alimento para
reparar sus fuerzas que un pedazo de pan cor
tado por ellos en la mesa del trabajo , sin otra
bebida que unas gotas de vino sobrantes del
desayuno de un ugier del prefecto de París,
bebidas en un pedazo de vidrio roto y recogido
en los restos del palacio , comenzaban en fin á
respirar, contemplando lo que ya habian hecho,
y olvidando lo que les quedaba que hacer. -:¿].\
Los miembros del gobierno se habian reti
rado sucesivamente uno á uno. Los colaborado
res que les secundaban con todo su valor y
celo, Buchez, Pagnerre, Barthelemy-Saint-
Hilairc, Recurt, Flottard , Payer, Bastide,
Flocon, y otros cincuenta ó sesenta ciudadanos
intrépidos , estaban de pie y proveian de inspi
racion á todas las necesidades secundarias que
renacian á cada minuto. Pero las grandes co
sas eran momentáneamente ejecutadas, y las
otras se fraguaban en las sombras de la noche.
Marie y Lamartine se pusieron de acuerdo para
compartir las últimas veladas de esta noche, y
para ir uno despues de otro á tranquilizar un
momento á sus familias, antes de volver al
puesto donde el dia siguiente les preparaba
nuevos asaltos.
Así salió Lamartine á media.noche del Hotel
"de Ville, sin ser conocido , y acompañado de
Payer, ^Ernesto Gregoire y del doctor Faivre,
intrépidos compañeros del peligro del dia , á
quienes no conocia pocas horas antes. Habialos
visto en medio del fuego de la revolucion , y
POR LAMART1NJB. '. . 1 6o
esto bastaba para unir estos ciudadanos los
unos á los otros : horas semejantes revelan á
los hombres mas que años de vulgares tratos.
La nochi: era borrascosa y sombria. El viento
lluvioso azotaba el humo que despedian los can
diles encendidos en la cresta de las barricadas,
y hacia gemir sobre los techos , las veletas y los
cañones de hierro de las chimeneas. A la en
trada de todas las caites, centinelas voluntarios
del pueblo velaban con el fusil cargado en la
mano, sin mas consigna que, su celo espontáneo,
para defender la seguridad de su barrio. Hubié-
rase dicho que vigilaban su propio honor por
miedo de <jUe el crimen deshonrase su victoria.
De distancia en distancia se encontraban gran
des fogatas encendidas , en cuyo rededor viva
queaban sobre una poca de paja grupos de com
batientes dormidos: sus centinelas obedecian
«omo soldados disciplinados á jefes que se habian
elegido por instinto ó reconocido á la evidencia
de una superioridad moral. Ningun desórden,
ningun tumulto , ninguna voz amenazadora, nin
guna injuria salían de estos destacamentos que
pedian con urbanidad nuevas á los ciudadanos
que pasaban , informándose de las novedades
del momento , de las resoluciones y decretos
del gobierno , aplaudiendo en nombre de la re
pública y jurando defenderla y honrarla por el
perdon y la magnanimidad. Ellos no demostra
ban ni resentimientos , ni cólera, ni sed de ven
ganza. Su emocion no era mas que el entu
siasmo y la esperanza del bien , y la tierra y el
<t)6 REVOLUCION FRANCESA

cielo debian sonreir á los sentimientos de este


pueblo durante esta noche.
Solo de vez en cuando y de distancia en dis
tancia se oian raras detonaciones y balas que sil
baban á lo lejos en el aire. Eran puestos de conv-
batientes que disparaban á la ventura para ad
vertir á los grupos, cuyas disposiciones se ig
noraban , que el ejército del pueblo estaba en
pie , y que era imposible una sorpresa. Lamar
tine y sus amigos arengaron en todos los pues
tos , los tranquilizaron y fueron acogidos á los
gritos de ¡viva el gobierno provisional ! A me
dida que se alejaban del Hotel de Ville , los pues
tos iban siendo mas raros. Algunos combatientes
de los tres dias erraban acá y allá por grupos sin
jefes por las calles y por los muelles ., ebrios de
fuego y de vino , dando gritos de victoria , gol
peando las puertas con las culatas de sus fusílese
con el puño de sus sables, y haciendo fuego por
hileras en señal de alegría mas bien que en signos
de muerte. En la estremidad de los puentes de
las Tullerías , en la entrada de la calle del Bac
y en las adyacentes al barrio Saint-Gerroain, se
prolongaron toda la noche estos fuegos de pelo
ton. Lamartine no llegó á la puerta de su casa
sino al traves de este fuego de tiradores.
Despues de haberse mudado el vestido beeho
pedazos por los tumultos del dia, durmió dos ó
tres horas, y á las cuatro de la mañana volvió
á salir á pie para el Hotal deVille.
Las últimas horas de la noche habian aletar-
gado á la ciudad mas completamente; los fue
POR LAMARTINE. 46?
gos se apagaban sobre las barricadas, y los cen
tinelas del pueblo dormían con el codo apoyado
en la boca del cañon de sus fusiles. Oíase cierto
rumor sordo que salía de las negras y profundas
calles que rodean la plaza de Greve, y grupos
de cuatro ó cinco hombres armados atravesaban
acá y allá el muelle , las calles , las plazas,
eoa paso precipitado, y conversando en voz
baja como conjurados. Estos hombres iban
vestidos en lo general de otra manera que
el pueblo , pues llevaban levitas de color som
brio , gorras de paño negro , pantalones y
botas de cierta elegancia , bigote y barbas
cuidadosamente cortados y peinados , manos
delicadas y blancas , hechas mas bien para la
pluma que para la herramienta , y miradas
inteligentes, pero sospechosas como el com
plot , que atestiguaban que estos hombres no
pertenecian , por sus trabajos al menos , á las
clases proletarias , sino que eran los cabecillas,
los agitadores y los jefes. Lamartine creyó dis
tinguir á la luz de las hogueras de los viva
ques que llevaban cintas rojas en el ojal de sus
gabanes , y escarapelas tambien rojas en sus
sombreros , y creyó que esto era una simple se
ñal para reconocerse durante los dias de com
bate que acababan de trascurrir. Entró sin sos
pechas en el Hotel de Ville , y despertó á su
colega Marie, que fue tambien á ver y tranquili
zar á los suyos.
La calma , el silencio y el sueño reinaban á
esta hora en todas las partes de este vasto edi
468 REVOLUCION FRANCESA

(icio, tan tumultuoso algunas horas antes. Este


silencio solo era interrumpido por los gemidos
y los sueños en alta voz de la agonía de los he
ridos y moribundos que atestaban la sala del
trono. Lamartine tomó su puesto en el recinto
un poco ensanchado , evacuado a medias, y me
jor protegido del gobierno provisional, donde
esperó redactando órdenes y preparando decre
tos el nacimiento del dia y la vuelta de algunos
de sus colegas.

. .. 'i', - . - - .. i -
.'' .'..'' ! !.- . .!:
:-:'!. 'V .
'. I

.i!
' :
APÉNDICE AL TOMO SEGUNDO.
APÉNDICE.

DOCUMENTOS RELATIVOS A LA REVOLUCIÓN DE


FEBRERO.

El deseo de completar la relacion de los su


cesos , como de rectificar los errores en que la
pasion del partido haya podido hacer incurrir
á Lamartine, nos mueve á dar como apéndice á
este libro dos escritos importantes que su pu
blicacion ha producido en Francia. Es el pri
mero una interesantísima comunicacion relativa
al viaje de la duquesa de Orleans ; otro , en que
se pinta toda su actitud desde el principio de la
revolucion de febrero hasta nuestros dias.
Comunicación dirigida por el diputado Mr. Moraay
al Diarlo de loa Debates.

Paris 21 de juho de 1849.


Señor director: Muchas personas se han ocupado
ya en referir los sucesos que tuvieron lugar en las
jornadas de febrero de 1849. El nombre de Mr. de
Lamartine se distingue entre todos ; y como la
fuerza de su talento da á la historia todo el atrac
tivo de la novela, y á esta la apariencia de la his
toria , creo de mi deber romper hoy el silencio que
me habia impuesto.
Actor en ese gran drama, y no habiéndome se
parado del lado de la duquesa de Orleans desde el
momento en que su vida se vió amenazada en el re
<74 REVOLUCION FRANCESA

cinto de la cámara de diputados hasta el dia en que


me despedi de ella en Ems, puedo mejor que nadie
restablecer la verdad Je los hechos en lo que á
dicha señora concierne.
Hablaré poco de lo que pasó en la cámara : cen
tenares de testigos pudieron observar la actitud
tranquila, digna, valerosa, dela duquesa de Or-
leans en medio de aquellas terribles escenas. La
princesa tuvo que renunciar á hacer uso de la pa
labra, únicamente por la imposibilidad de dominar
el tumulto general. Si hubiera podido hacerse
oir , habría sido inspirada en semejantes momen
tos por todos los sentimientos elevados de su alma,
y no por las notas que pudieran entregarle.
Los jóvenes príncipes no fueron pisoteados á su
salida , pues todavía habia allí por fortuna hom
bres de corazon para sustraerlos a" semejante igno
minia. Es cierto que uno y «tro fueron separados
violentamente de su madre j corrieron nesgo; pero
muy luego le fue devuelto el conde de Paris, y mar
chó con ella á los Inválidos. En cuanto al duque de
Ghartres, recogido :prim¿ramentc por Mr. Lip-
mann , ugicr de la cámarn, no me fue. confiado, por
que no me separé del Inda de lu princesa.
Alas ocho de la noche, MM. do llondetot, El-
chingen, Courgeon.su preceptor, y Mad. Regnier.
Jo entregaron á Mad/de Moraay disfrazado de niña.
Mad. de Mornay, á fin de sustraer al principe á las
pesquisas de que podía ser objeto, lo ocultó en una
. POR. LAMARTINE, I I *6

candela vecindad en manos de una persona de


confianza , en donde cuidó de él juntamente con
mi hija, que no se apartó un momento de su lado.
En la mañana del 26 Mad. Anatolia de Montesquíou
le llevó ó su madre á Bligoy. Durante todo ese
tiempo el pobre niño estuvo bastante indispuesto.
La duquesa de Orleans , luego que se salvó de ja
cámara con riesgo de su vida pasando por la casa
de la presidencia, se dirigió inmediatamente á los
Inválidos en un carruaje de alquiler, acompañada
de dos oficiales y nn sargento de la guardia nacio
nal. MM. Lesueur , Martinely... Mr. Julio de Las-
ieyrie y yo. Lejos de darse prisa á abandonar aquel
asilo, en donde no cesó de protegerla el noble ca.
rácler del mariscal Molitor, solo consintió en ale
jarse de allí á las instancias reiteradas de sus con
sejeros. Yo, lo mismo que la princesa, no partici
paba de su opinion exagerada., La princesa cono
cia muy bien que abandonar á París era abandonar
la Francia. .-.'
El duque de Nemours, cuya profunda abnega
cion fio ha sido apreciada debidamente, se reunió á
su cuñada en los Inválidos. En presencia del peli
gro no podia resolverse á separarse (Je ella. Por ín
teres de sus sobrinos se le ríío ver que era un de
ber ose sacrificio» y no pudiendy la generosidad de
sus sentimientos resistir á semejante consideracion,
cedió. .. !
Entonces fue cuando la princesa :$e dignó con
<"76 «EVOLUCION FBAKCESA

fiarse enteramente á mi. Condújela yo solo á pie.


á casa de Mad. de Montesquiou, mientras que á al
guna distancia la seguía el conde de Paris, rodeado
de muchos amigos fieles.
Eran cosa de las cinco de la tarde. La princesa
marchó al punto en el carruaje de Mr. de Montes
quiou con el conde de Paris, Mr. Regnier. pre
ceptor del príncipe, y yo. Amenazados por los tiros
en la barrera , fue preciso lanzar el carruaje á tra
ves de la muchedumbre y de las piedras de las
barricadas, á riesgo de lo que pudiera acontecer.
A las dos de la mañana llegamos á Bligny, junto
á Arpajon . palacio de la pertenencia de Mr. de
Montesquiou. La princesa permaneció en él hasta
el 26: yo me separó de ella por solo algunas ho
ras para ir á Paris á sacar bajo mi nombre un pasa
porte que pudiera servir para proteger su viaje.
La duquesa de Orleans no se puso disfraz nin
guno. No llevaba otro vestido que el mismo en
que se presentó en la cámara , ni mas dinero que
el que sus amigos pudieron reunir entre sí á toda
prisa. Durante el viaje, lo mismo que en Alema'
nia, la duquesa de Orleans nunca tomó el título de
condesa de Dreux.
La princesa salió de Bligny el 26, á las diez de
la noche, en el birlocho de Mad. de Montesquiou
para tomar el camino de hierro del Norte, evitando
á Paris : fue preciso pasar por Orsay , Versalles
y San Germnn. - •.': .
POR LAMARTINE. 4T7

Esperaba yo encontrar en Pontoise la línea del


camino de hierro intacta; pero el puente de As-
mieres estaba ya cortado, los ferro-carriles arran
cados, las paradas quemadas hasta Beaumonl , y
-el.camjno interceptado hasta Amiens. Fue preciso,
pues, llegar en posta á esta última ciudad, en
medio de dificultades y angustias cpie se renovaban
sin cesar. Allí fue donde la princesa pudo únicamente
conceder algunas horas de descanso á sus hijos.
La posada mas humilde , elegida así de intento, dió
albergue á aquella familia criada en los palacios.
Aunque esta fue reconocida, nadie la denunció.
Por una feliz casualidad, á las seis de la mañana
. del dia siguiente volvía á continuar el servicio del
camino de hierro. La princesa tomó el primer
convoy , en el que iba tambien Mr. Antony Tliou-
ret, comisario del gobierno, que marchaba á Lila,
. donde le esperaba una ovacion republicana.
Luego que la princesa llegó á Lila tuvo quo
aguardar muchas horas el convoy para Bélgica.
Pero no pasó la noche en la ciudad, sino que per
maneció en las afueras sin salir del carruaje , y no
vió á nadie: ningun acto, pues, de parte suya;
ningun indicio puede autorizar á decir que tuvo la
idea de hacer un llamamiento á las simpatías de la
guarnicion y de sus jefes, y de reivindicar el trono
para su hijo. Durante el martirio de semejante
viaje, la duquesa de Orleans mostro una resigna
cion y fuerza de alma admirables, á ¡a altura siem-
TPMO 11, \2
T?8 REVÓLeClOfo FRÁíréESA

pre (leí sacrificio que se imponia: entregada ente


ramente á su dolor y á sus pesares, t>o dejó oir'sfti
embargo la menor queja , ni pensó siquiera por Wn
momento en intentar una guerra civil para devolver
á un pais que tanto amaba el golpe que tan cruel
mente le habia herido. !i i
Mientras llegaba el momento de la marcha, áe
me acercó un individuo, cuyas miradas indagadoras
me habiau puesto en cuidado. — «Nada temais, rtie
dijo ; soy un amigo. » Muiy poco tranquilizado cdn
estas palabras amistosas, traté, no obstante, de
poner buena cara, cuando el hombre añadió:-—
« No deseo saber vu astro secreto ; perú estad so
bre aviso, porque os vigilan.» Los jóvenes p"fÍB-
eipes tenían hambre, y la misma persona me in
dicó un mandadero que pudo procurarnos algunos
alimentos.
Sonó al fin la campana , y marchamos. Pronto
salvamos la frontera. En aquel momendo brotaron
por primera vez lágrimas de los ojos de la duquesa de
Orleans, y confieso que algunas corrieron también
de los mios. La princesa me alargó una mano, y
me dijo:— «Nuestras .emociones son bien diferentes;
vos llorais de alegría por habernos salvado, y yo
áe dolor por abandonar la Francia. » ..'-j..»
Hallándonos ya en Bélgica, no ero difícil el viaje.
La princesa, por un efecto de delicadeza, no quiso
pasar por Bruselas. El 1." de marzo estábamos ya
en Colonia. :.;-......i
' - i! --.-»<
La duquetsa .de.Orieaps habia. pensado prime,rp
reitirarse. ú Duss¡eldlorf; pqro así que supo. que la
Prusia hacia movimientos de tropas, cíiyo destinp
-se ignoraba , abandonó a.quql proyeqlo, y quiso
.fijar su residencia en un pais de mas absoluta neu
tralidad. En su consecuencia-eligió á Eras, adonde
¡llegó en la tarde del 2 de marzo., y :.su estableció
allí con sus dos hijos, Mr. Regnier y Mjle. Sucrovv,
únicas personas que la acompañaron conmigo desde
Bligny.
Hallábase terminado el triste objeto de que me
vi encargado de una manera tan providencial como
inesperada. Viose asi cumplido el fatal presenti
miento del duque de Orleans, el cual, en la ma
ñana misma de su marcha á Plotnbieres, adonde
condujo en 1842 á la duquesa de Orleans, me dijo
apretándome la mano: — «¿No es verdad, Mornay,
que sereis el amigo de la desgracia ?» Sabido es
que aquel malogrado príncipe tenia con frecuencia
presentimientos melancólicos. Aquel dia le vi por
última vez.
Ibame ya á separar de la princesa, dejándola en
el destierro. No puedo menos de recordar aquí las
tiernas palabras que me dirigió en el momento de
mi despedida.— «¡Qué feliz sois! me dijo: vais á
ver nuevamente á la Francia, á esa Francia que
me rechaza, que amo, y sobre la cual invoco to
das las bendiciones de Dios. Cualquiera que sea
la suerte á que me conduce , el sitio en donde
<80 REVOLUCIOK FRANCESA

deba morir, sepa que los últimos latidos de mí co


razon son para ella. Llevadle la espresion de mis
deseos.»
Este es el relato fiel de los hechos, tale» como
han pasado. Sabeis que no soy menos adicto á la
verdad que al infortunio.
Tened á bien dar á esta caria toda la publicidad
que juzgueis conveniente.
Recibid etc.
„ • •••'- ;'
MORNAT. "••,-
n.

Et «4 de lebrero.—lina regencia de ana hora.

El rey Luis Felipe habia pasado su última re


vista y vuelto á las Tullerias. Mientras que confe
renciaba en su gabinete con algunos hombres po
líticos, la reina y las princesas, encerradas en una
pieza inmediata, esperaban... bien puede adivi
narse con cuánta ansiedad. Habiéndose acercado á
la señora duquesa de Orleans una persona de su
servidumbre, le preguntó con inquietud:— «¿Qué
se hace? ¿Qué hace la señora?» Aquella persona
respondió : — «Yo no sé lo que se hace, sino única
mente que mi puesto es al lado del rey, á quien
no debo abandonar, y á quien no abandonaré. >
De repente se abrió la puerta, y apareciendo el
<82 REVOLUCION FRANCESA

rey, esclamó con voz fuerte:— «¡Abdicof.1*» A es-


las palabras, la reina, la duquesa de Orleans y to
das las princesas se agruparon alrededor del rey,
conjurándole, con las lágrimas en los ojos, á que
no abdicase , y la duquesa se echó casi á sus pies
estrechando su mano con un tierno y doloroso res
peto. Pero el rey no respondió nada, y entró en su
gabinete, seguido de las princesas. Mientras que
Luis Felipe , apremiado por todas partes , firmaba
su abdicacion , no con las vacilaciones y tergiver
saciones miserables y pusilánimes que supone un
escrito sin autoridad y sin verosimilitud, sino con
un* lerHftml ffrméé'impeftutbaMer-'fcí reiñ» y la
princesa real , agarradas de la mano , estaban en
silencio al otro estremo de la mesa. A la vista de
la firma fatal , cuando todo fue irrevocablemente
eonswmado * se echaron llorando una en brazos de
otra por un movimiento espontáneo. ¿Dónde- colo*
ear, en semejante escena, una palabra malévola
y dura , una espresion amarga, un cargo aun-irre»
ffexívo? ¿Qué resentimiento injusto podia manifes
tarse en aquel momento? Dígase lo que se quiera,
Bolo hubo allí palabras para la terntrra y para el
ddloi-i El rey y la reina abrazaron á su nuera „ á Ja
cual hablaron. entonces algunos hombres políticos
de ^necesidad absoluta en que se hallaba de to
mar la regencia. Pero ella esclanió:-—- «¡Eso es ka-
posible! Yo no puedo llevar tal carga i que es con
mucbo' superior á mis fuerzas!» Otra Vez insistió
POR LAMARTINE.. <£g

cpp el rey , conjurándole á que invfllidara su. abr.


íücaicioO: ; pero ya se babia esparqidoel rumpr en
1* guardia racional y en. ej ejército. Repitióse. á la.
duquesa de Orlgans que la regencia eria. ej úniro.
medio de salvacion para la. dinastía ; pero ella com-.
batió esta op i nipo en. pocas palabras y muy. rápi
damente, como todo lo que se dijo y pe hizo en
tonces.. Las pegonas considerables de que estaba.
rodeada la a.premi'aban á.que aceptase , y la prin
cesa respondió con estas palabras:— «Quitarla co
rona al rey no es darla á mi hijo.» Pero al fin fue
preciso resolverse y ceder. El rey y la reina se ha-
hjan marchado ya.. 'Habiendo vuelto la. princesa á
su aposento, en el; pabellon Matrsai) , bizo abrir to
das las puertas. Algunas relaciones, muy benévo
las por otra parte, han dado á esta escena una
pompa declamatoria , una especie d.e aparato tea
tral que no está .en el: carácter de la señora duquesa
de Qrleans, y que sobre todo. no estaba on aquel
instante en su pensamiento. Lo que hizo entonces
lo hizo noble., digna y sencillamente sobre todo.
El entusiasmo no era el único móvil que. la di
rigía , ni aun siquiera el motivo principal de
su resoluciqn, Sin d.u<ia. admitía la.. p,asibi|ida.d
de un gran sacrificio , y era preciso que. estu.-
viese resuelta á. perecer; pero tampoco. des
echaba la de hacerse oir de la. , poblacion, y au.n
oreia poder ser útil á Li Francia, á. 6u familia^
á su hijo» tratando coji. honrosas condiciones. Ep.
484 REVOLUCION FRANCESA

fin, con sus hijos junto al retrato de su padre,


rodeada de las personas de "su casa, de algunos
oficiales de marina, de algunos miembros de la
cámara de diputados, y acompañada de una de sus
damas, que permanecia Inseparable á su destino,
á todo estaba dispuesta, cuando una persona en
viada por el duque de Nemours llegó ñ avisarle, de
parte del • príncipe, que inmediatamente fuera al
Pont-Tournanl, por el pabellon del Orloge y por el
jardin, y sobre todo que no perdiese un instante
en salir de las Tullerias. Al momento se puso en
marcha la princesa, y á la entiada del pabellon
Marsan encontró al duque de Nemours á caballo.
El principe se colocó al laclo de su cuñada para
cubrirla con su cuerpo y preservarla de los tiros
que se disparaban desde la plaza del Carrousel al
patio de las Tullerias, que aun no estaba invadido,
pero sí á punto de serlo. A la vista misma de la
señora duquesa de Orleans habian asesinado los
insurgentes á un picador que salia á caballo de
las caballerizas del rey, cayendo contra la reja,
ya violentamente conmovida y próxima á ceder al
esfuerzo de los que asaltaban. Replegados estos al
Carrousel, marchaban recto al palacio, que no ha
bian osado atacar antes por miedo de encontrar
en él resistencia; pero mas atrevidos ahora, iban á
forzar la reja, y ya muchos de ellos habian pene
trado en el patio. En este intervalo de algunos
minutos pudo al fin la duquesa de Orleans llegar
POR LAMARTINE. 485

al jardín de las Tullerias por el pabellon del Or-


loge, apretando cuanto pudo el paso. Llevaba de
la mano al conde de Paris, y detras, en brazos, al
duquesito de Chartres, enfermo, con calentura, y
envuelto en mantillas : así atravesaron el jardín,
en medio de una multitud tumultuosa, que sin
embargo nada tenia de hostil. De todas partes
gritaban :—¡Viva la duquesa de Orleans! ¡viva el
conde de Parts! Y los soldados, colocados en el
interior, presentaban las armas, y los tambores
batían marcha... últimos honores hechos á la dig
nidad real. Asi fue como llegó la princesa al Pont-
Tournant; pero no encontró allí ni las personas ni
los carruajes que le habían anunciado, ni tampoco
pudo concertarse con el duque de Nemours que
se quedara á retaguardia para dar órdenes. No en
contrándose ya cerca de su cuñado, y arrastrada
por los consejos de algunos hombres políticos
que la habian seguido, se dirigió á la cámara de
tos diputados.
Haciendo justicia á su valor en este momento
decisivo, se ha criticado, sin embargo, -la reso
lucion que tomo entonces. Deciase que era preciso
volver al lado opuesto, y marchando por los bou-
levares hacer ver y mostrar sus hijos al pueblo.
Así habia obrado en otro tiempo Maria Teresa: con
su hijo en los brazos habia arrastrado á la nacion
húngara entera. —¡Viva el rey María Teresa! habían
gritado los magyares :—¡Viva la regente Elena ! ha
1g*. RBVOLq^^Ngl^
hrian . gritado los. fcaq^es,.,. $p, verdad, q¡uíi. es.
es^rapQ: desconocer Iqs . lagares. ..y. \/^v tiempos.
¿Qué. efectp ihub¡era.p.odido: prpducir. la i?ue.va re
gante sobre este pueblo en. re.volicion, sobreeste
ejército tan profunda meóte desalentado, que habia
recibido la orden de volver las culatas arriba.? La.
tfopa le habría. respondido coa el ¡silencio* el. Mi
madto con disparos de fusilería. Sin duda. que ella
no hubiera palidecido ante la muerte; pero ¿de.
qué habría servido este sacrificio, si no es para ha
cer la revuelta mas indomable y la revolucion mas
segura. Ademap. ¿hubiera sido vista siqniera por
todo aquel pueblq? El. é.xito en. los mas grandes su
cesos depende muchas veces de muy débiles cau.-¡
sas. El traje parece una cosa bien. frivola.; el. brillo
esterior es, sin embargo, necesario en estas oca-;
siones tumultuosas, y cuando su. prestigio está.
destruido, como sucede hoy .en Fraacia . es -un
arma. naas, rota en las manas de la monarquía.
María Teresa llevaba el vestido nacional ; un pe
nacho blanco ondeaba sobre su cabeza; la púrpura
y el armiño cubrían sus hombros, y un sable pen
dia de su cintura. Hoy todo este aparato seria en
viado á las tablas de un teatro; no podría produ
cir efecto alguno , ó mas bien produciría un efecto
contrarío al entusiasmo.. Y sin embargo, ¿qójnp
dominar la multitud t cómo hacerse apercibir en
«1 traje de todos los dias y de todo el mundo , sin
-s^fal. distintiva , sin insignias particulares, sin ha
' POH LAMARTINE. 4 RJ

blar á tos ojos por un: medio cualquiera ? Trá9lai


dándose á los boulevares y á las calles, la duquesa.
do Orleans salo podia: conseguir hacerse malar por
nada, lo cual, aunque. conreoia á &ai vakjr,.. rM
pugnaba á su razon. Marchando derechamente á
la cámara, la princesa rendi» homenaje al princi
pio que constituía la esencia, el honor de su di
nastía y de su: partido. A falta de la legitimidad,
la monarquía de julio tenia la legalidad, y Ja:
princesa debía conservarla. Jamás se habia sepa
rado de ella Luis Felipe , y esta misma fideli-
dad contribuyó á su pérdida: permitido es no
asociarse á todos los actos de la política de este
príncipe ; mas ,i á pesar del acontecimiento , no es
por este punto por el qun es atacable. Solo la fe
en la legalidad honró la caida del trono: la dui
quesa de Orleans no podia repudiar el .principio,
que la adhería solidariamente á su familia y 4
su cansa. Fue , pues , á la cámara de los dis
putados, y, á riesgo de lo que sucedería , allí era,
únicamente allí, donde debia llevar su dolorbsa y
rápida regencia. Empujada por un grito unánime;
llegó, atravesando las olas de la multitud conmo
vida, ante el peristilo del Palais-Bourbon. Vién
dola de lejos el duque de Nemours dirigirse á iá
cámara, se habia apresurado á unirse á ella, re
suelto ano abandonarla. Como hombre.de honor
se colocó al lado dela nueva regente, y cuando
uno de los diputados que rodeaban á la. duque»»
i 88 «EVOLUCIÓN FRANCESA

de Orleans se acercó al principe para preguntarle


si no juzgaba mas á propósito permanecer fuera
con las tropas en la plaza de Luis XV , el duque de
Nemours le respondió: — «Eler.a corre aquí peli
gros, y yo no quiero abandonarla; no me aconse
jeis que abandone á la mujer de mi hermano.» No
estoy lejos de creer que se le daba un consejo sa
ludable y oportuno; ¿pero quién podria criticar
una resolucion tan noble? Y por otra parte, ¿cuánto
mas segura y general no hubiera sido la critica
no viendo al duque de Nemours al lado de su cu
ñada? Desde entonces no la abandonó un solo ins
tante.
La comitiva atravesó la sala de Pas-Perdus , y
pronto una multitud de diputados y de individuos
estrañosá la cámara desembocó por todos los cor
redores , y rodeó á la princesa, á riesgo de privarla
de aire.— «¡Nada de principes! esclamó un hom
bre investido luego con un empleo diplomático,
(¡qué preparacion para la diplomacia!) ¡Nada de
principes, no los queremos aquí!» Despues de ha
ber separado á los furiosos que se precipitaban
delante de la duquesa para impedir su entrada en
la cámara, se la sacó al fin de la apretura, y. se la
hizo entraren la sala de las distribuciones, donde
«e sentó algunos minutos. Al fin la anunciaron á la
asamblea, donde penetró, colocándose en el he
miciclo; y aunque llevan sillones para ella y sus hi
jos, permanece en pie junto á la tribuna. A su vista
POR LAMARTINE. 489

álzanse en todas partes gritos de ¡viva la duquesa


de Orlvans! ¡viva el conde deParis! Las aclama
ciones de la asamblea casi entera están. atestigua
das en El Moniteur , á quien no siempre se encon
trará tan exacto. Sin duda que ya habjan pene
trado en la cámara sentimientos hostiles; que en el
fondo de las tumultuosas tribunas se sentian y adi
vinaban enemigos; que el silencio de los diputados
dela estrema izquierda era una amenaza; pero al
fin , el aspecto de la asamblea, lejos de revelar un
partido tomado contra el jóven príncipe y contra
su madre , parecia favorable y protector. Todo de
pendia de un esfuerzo, y Mr. Dupin lo tentó. ,El
presidente no creyó deber asociarse á él, y en vista
de las reclamaciones de los diputados opuestos á
la nueva regencia , invitó á las personas estrañas á
que se retirasen, y repitiendo muchas veces las pa
labras de augusta princesa, y prodigándole los ho
menajes mr.s monárquicos, escitó á la duquesa de
Orleans á que saliese de la cámara por respeto al
reglamento. Entonces fue cuando volviéndose. al
presidente con una incomparable dignidad, le diri
gió estas palabras, que conservará la historia:—
« ¡Monsjeur, esta es una sesion regia.»
Nada pudo turbarla ni conmoverla, y si su in
trepidez estóica hubiera podido inocularse en to
das las almas , aun existiría la monarquía en Fran
cia. Y, sin embargo, la presion material era iguat
por lo menos á la preocupacion moral. El lie
100 REVOLUCION FRANCESA
•mieíclo estaba lleno de una multitud numero:e
que había entrado con la princesa en el recinto
legislativo : tropel tumultuoso y ardiente, mezclado
de amigos y de enemigos, de curiosos que habian
ido para ver, de oficiosos que se hacian de nue
vas, y sobre todo de individuos sin opinion. que
esperaban para aclamar el triunfo, cualquiera que
fuese. Hombres armados escalaban los bancos,
iban y venían escitados ó llamados por sus jefes:
algunos se acercaron á la princesa, tocándola casi
con la mano:— «Venid, venid, señora, le dijo al
pasar un jóven que bajaba corriendo la escalera de
la tribuna ; os respondo de vuestros hijos y de vos;
venid ;i mostraros al pueblo, y os proclamará con
una sola voz. — ¡No os movais! esclamaba otro.
¡Si dais nn paso, vos y vuestros hijos sois muerto*!»
En medio de este horrible tumulto, la duquesa de
Orleans no hacia ni un movimiento ni un gesto:
solamente estaba un poco pálida, y como si asis
tiera á un espectáculo interesante y curioso, fijaba
sus miradas con una atencion infatigable sobre la
multitud y sobre la asamblea ; y luego, cuando se
le acercaban algunos de los amigos adictos que 4a
acompañaban , les respondia con una sonrisa dulce
7 triste. Temiendo por su vida , le suplicaron en
^raho que saliese de allí :— « Si salgo de aquí , dijo,
'mi hijo no volverá á entrar ya. » El calor, la apre
tura, la carrera precipitada <le las gentes ame' ku-
biwi y bajaban sin descanso , acabaron por no per
'mitfrle permanecer más -tiempo al pie de latfi-
bima , y pasó á las gradas superiores de la sala,
donde se seriló con sus Hijos y el duque de NemoaVs,
seguidos pbrlos oficiales de la casa del conde 'de
Paris y por algunos diputados y guardias naci6-
nales.
Nada estaba todavía perdido , cuando palabras
frias y crueles, caidas gota á gota de la tribuna,
penetraron en el centro de la asamblea , y helaran
Jos corazones sorprendidos é indecisos. Enfrente
del señor duque de Nemours, cuya presencia ates
tiguaba una aquiescencia formal y una abdicación
muy noblemente voluntaria, Mr. Marie se hizo «1
campeon benévolo de su regencia. Recordóla ley
que le habia conferido á este príncipe, y dijo r— «Es
preciso obedecer la ley...» ¡ La ley dada por aque
llos mismos poderes, cuya destruccion estaba de
cidida , consumada!... El orador puso el colmo" á
su gloria, pronunciando el primero estas palabras:
Gobierno provisional ; palabras de funesto augurio,
destinadas á servir de enseña á una anarquía que
la Francia hubiera debido sofocar desde entonces
oiv su germen, pero que, á falta de prevision, ha
detenido al menos con valor en su marcha rápida
y. desordenada. ¡Ojalá pueda perseverar en este ca
mino! Mr. Cremieux prestó á su honorable colega
el apoyo de su talento, pero creyó deber añadir
la pantomima á la elocuencia. Despues de haber
hablado se deslizó-junto á la duquesa -de Orleans.
4Í3 BEV0U3CI0N FRANCESA

j le enseñó un papelito , en el cual le habia escrito


su ltiocioa en términos ambiguos, que podian ser
vir á dos fines, añadiendo á este don inestimable
muchos consejos escelentes: sin duda. Mr. Cremieux
fue escuchado en silencio , porque él asegura que
fue escuchado (1). De todos modos, el tiempo era
demasiado precioso para emplearlo en proponer
enigmas y adivinar logogrifos. La princesa tomó el
papelillo que le alargaba su consejero improvisado,
lo arrugó entre sus dedos, y lo dejó caer... Dícese
que lo recogieron. La señora duquesa se levantó
por segunda vez , é intentó ser oida, lo cual creyó
por uninstane haber conseguido; pero apenas hubo
pronunciado con mucha calma y sangre fria estas
palabras:—«Mi hijo y yo hemos venido aquLi,»
cuando los ahullidos de la multitud de abajo y de
las tribunas sofocaron su voz. Unos gritaban :—
«¡Hablad, hablad!» Otros decian: — «¡Dejad que
hable Odilon-Barrot! » Detenido Mr. Barrot por
obstáculos tan enfadosos como inesperados , lle
gaba estando en esto, y habiéndole impedido el
tumulto oirá la princesa, y probablemente no ha
biendo advertido que estaba en pie intentando ha
cerse oir, por la estremada cortedad de su vista,
lomó él mismo Ja palabra. Entonces, en la impo
sibilidad de hacer entender que queria hablar , la
duquesa de Orleans se vió obligada i sentarse.

(I) Vease El Honiteur de \\ de abril de 1840.


POR LAMARTINE. <93

Mr. Ledru-Rollin y Mr. de Larochejacquelein su


bieron sucesivamente á la tribuna, cuando una
banda de obreros con blusa , entre los cuales se
veian gentes de una clase muy diversa, á quienes
se reconocia por la elegancia de sus vestidos, todos
con el fusil al hombro, tambor batiente y banderas
desplegadas, se precipitaron en la sala dando gri
tos espantosos y profiriendo amenazas horribles. Un
insurgente apareció de pronto en el hemiciclo in*
vadido, y blandió una bandera á la derecha do la tri
buna:— «¡Ya no hay monarquía, esclama este hom
bre; lasTullerias están tomadas, el trono es arro
jado poruna ventana!» Otro hombre se coloca á la
izquierda de la tribuna; todos se apiñan y se em»
pujan ; todos quieren hablar á un tiempo, y el des
orden llega á su colmo. Es inútil intentar descri
birlo, pues está presente en todos los recuerdos y
probado por todos los documentos, incluso E/
Moniteur (1). Sin embargo, aquí debemos desha:
cer un error grave del diario oficial. Despues de
haber dado cuenta de esta escena tumultuosa, hace
desaparecer á la duquesa de Orleans, y que dejo
la sala antes del discurso de Mr. de Lamartine. No
queremos creer que este error sea voluntario; pero,
do todos modos, es importante, es capital, y está
en el interes de la historia que SP deshaga cuida
dosamente. La verdad es que cuando Mr. de Lar

(4) Det viernes 25 de febrero de <S4S.


TOMO 11. .13
494 REVOLUCIÓN FRANCESA

rnartine apareció en la tribuna, la señora duquesa


de Orleans estaba enfrente de él.— «Señores, dijo
el orador: yo he esperimentado tan profundamente
como cualquiera de vosotros el doble sentimiento
que ahora mismo ha agitado este recinto, viendo
uno de los espectáculos mas interesantes que pue
dan presentar los anales humanos ; el de una prin
cesa augusta defendiéndose con su inocente hijo,
y viniéndose á arrojar de en medio de un palacio
desierto en medio de la representacion del pue
blo.»
Al oir este lenguaje armonioso y pacifico, los
amigos del órden creyeron salvada la monarquía,
y respiraron. Uno de ellos, que. se encontraba en
tonces mas próximo á la duquesa de Orleans , le
manifestó con sus miradas la esperanza de que se
sentía penetrado ; pero con una seña imperceptible
de mano, la princesa le hizo comprender que no
participabí de sus ilusiones. Mientras que la salu
daban con la espada, habia sentido la punta apo
yada en su corazon , pero pronto penetró toda en
tera. Mr. de Lamartine continuó, y ásu voz caye
ron, todas las vanas esperanzas. Los clamores se
alzaron mas furiosos que nunca , y mientras el dis
curso del autor de Los Girondinos, un hombre de
blusa , con un sable desnudo en la mano, se habia
apostado al pie de la tribuna, los ojos. obstinada
mente fijos en el rostro del orador. Cuando -Mr. de
Lamartine concluyó de hablar, este hombre envainó
POR LAMARTINE. 493

su sable , esclamando : — ¡ Sea en buen hora !


Entre tanto habia crecido violentamente el ruido
en lo esterior, y se oyeron culatazos que rompían
las puertas de la tribuna diplomática, que se llenó
de hombres armados. La cámara estaba tomada
por asalto , y el presidente desapareció detras de
su sillon. La porcion de la cámara que mediaba en
tre la duquesa de Orleans y la tribuna de la dere
cha fue desalojada en un abrir y cerrar de ojos , y
la princesa quedó como blanco á los fusiles apun
tados contra ella. Entonces consintió en retirarse
ante la fuerza. La asamblea se había levantado toda
con gran rumor. Durante el tumulto, un ugier de
la cámara, vestido de guardia nacional, tomó al
conde de Paris en sus brazos, y la princesa lo si
guió, llevando al duque de Chartres. Subió al cor
redor circular delos pares de Francia, y salió por
la puerta situada en lo último de la estrema iz
quierda. Allí ocurrió una escena terrible en un pa
saje sombrio y estrecho, que daba á una escalerilla
de caracol. La princesa fue separada de su comi
tiva por la multitud asustada que bajaba de las tri
bunas como un torrente, y sintiose lanzada y com
primida contra la pared , en tanto que su débil
acompañamiento , metido en este desfiladero, ape
nas bastante ancho para dar paso á una sola per
sona, desaparecia rolo y cortado por el tropel. De
repente, un hombre de semblante horrible se ar
rojó sobre el conde de Paris, lo levantó del suelo,
<96 REVOLUCION FRANCESA

y le apretó la cabeza entre sus manos, apoyando


sus enormes pulgares sobre los ojos del niño. La
pobre madre creyó que iba á arrancárselos de sus
órbitas; precipitose sobre el asesino, y con el
ausilio de una guardia nacional , le hizo soltar su
presa. El niño cayó, y el duquesito de Chartres
desapareció arrebatado por uno que pasaba. Ahora
veremos cómo fueron encontrados ambos. La du
quesa de Orleans fue violentamente separada de sus
hijos, arrastrada, sofocada, casi lirada por la es-?
calera , á cuyo pie permaneció llamando á sus hit
jos con gritos dolorosos. Greia llegada su última
hora. v.&
Y tenia razon para creerlo asi. Solo un mila?
gro podia salvarla , y sin embargo, nos dicen que
tratándola de esta suerte á ella y á sus hijos, se
obraba por interes suyo; danse el aire de haberla
salvado, y casi parecen contar con su agradeci
miento. «¿Qué hubiera sucedido, se dice (1), si
uno de aquellos hombres valerosos que estaban
en la tribuna hubiese dicho :-r~«¡ Tened piedad de
esta mujer y de este niño! ¡No os contenteis con
rodearlos del respeto y de la pompasion; dadles
á la una la regeneia y al otro un trono!»
»Y el pueblo, enternecido y vacilante, tal vez
habría reconducido con aclamaciones á esta mu
jer y á este niño á las Tullerías...
'
.' '"...*'.:
(1) Primer número del Comeiller du Peupt».
POR LAMARTINE. 497

:;'»¿Y el dia de mañana?... ' -.-


«El espíritu se pierde en un abismo de conge-
turas, todas mas siniestras las unas que las otras,
sobre las catástrofes que habrían sucedido si hom
bres de corta vista y de corazon débil hubieran
restaurado la regencia en 24 de febrero. Un ins
tante de tregua, sí; pero una guerra incesante
luego y un nuevo tumulto todos los dias al pie
de las ventanas de esta mujer. La anarquía, si
ella hubiera cedido; la sangre á torrentes , si hu
biera resistido. Hoy, el palacio forzado, como el
20 de junio de 1791; mañana, la monarquía cautiva,
como el 10 de agosto...»
¡A la verdad, si esto no es una ironía san
grienta (así se creería á primera vista ; pero yo
rechazo tal pensamiento); si no es una ironía san
grienta, es al menos una lógica muy singular y un
ínteres mas estraño todavía ! Cómo, ¡para ahor
rar en lo sucesivo una catástrofe terrible i esta
mujer (no hablo, sino copio); para preservarla de
una desgracia futura , se la destruye de antemano!
¡Para .garantirla de una prision problemática, de
una fantástica Lorré del Temple, se la destierro,
proscribe, arroja! ¡Para impedir que sea asesi
nada el 25 se Ja espone á ser inmolada el 24!
Ademas, para la duquesa de Orleans no se tra
taba ya de la regencia , sino de la vida. Arran-
cadle el poder si quereis, pero velad por sus dias,
y cuando la veia rodeada de asesinos, proteged al
498 REVOLUCIÓN FBANC1SA

menos su salida y no la dejeis caer moribunda


al pie de una escalera. La política no dispensa de
la humanidad. ¿Pero, ¡buen Dios! por qué sor
prenderse? ¿La Francia no ha sido tratada como
esta mujer?
En tin, algunos amigos adictos llegan hasta la
princesa , y consiguen sacarla, llevándola á la sala
de Pas-Perdus. ¡Nueva escena de peligro! La sala
está invadida por bandas furiosas, y con gran pena
consiguen llegar á la segunda sala del lado del pa
tio y á los corredores que conducen á las oficinas
de la cámara, donde nadie había penetrado todavía.
Atravesando los corredores de las oficinas, la con
ducen á la pequeña casa de la presidencia ; pero
este momento, que parecia el de la libertad, fue
incomparablemente el mas doloroso de todos. iPor
la primera vez perdió el valor la duquesa de Or-
leans, y prorumpió en llanto, pues no sabia qué
habia sido de sus hijos ! ¡ No sabia si estaban vivos
.ó muertos! Ea calma poco antes, tranquila en me
dio de un peligro compartido , preguntaba con es-
Iravío por sus hijos, á quienes no veia, y queria
correr á buscarlos... Pronto le fue devuelto el conde
de Paris. En el momento en que cayera, uno de los
oficiales de su casa, seguido de muchos guardias
nacionales, lo habia encontrado por tierra, y re
conociéndolo en su voz infantil, lo agarra rápida
mente y se lo lleva en brazos. Llegando á la sala
de Pas-Perdus, el oficial hizo bajar al principe por
POR LAMARTINE. . 499

una ventana baja que daba al jardín de la presiden


cia. En cuanto al duque de Chartres, tambien habia
sido arrebatado, como su hermano, por un insur
gente, y libertado luego por un ugier de la cámara.
Este buen hombre lo ocultó en su casa , y mas tarde
lo devolvió á su madre.
No se podia permanecer mas tiempo en la cá
mara de diputados ó en sus dependencias. Por for
tuna un pequeño carruaje de un caballo estaba pa
rado en el patio, y la duquesa de Orleans subió en
él con el conde de Paris y un guardia nacional , es
coltándoles dos diputados. Así fue como llegó á los
Inválidos, donde se unió á su cuñada el duque de
Nemours, que habia escapado de los insurgentes con
un uniforme de la guardia nacional.
»A1 bajar del carruaje habia entrado la duquesa
de Orleans en el aposento del mariscal Molitor. £1
anciano guerrero no esperaba á la princesa, y la re
cibió con un doloroso respeto, sin ocultarle, no obs
tante, los temores que podia inspirar para sus hijos
y para ella la eleccion de un asilo donde no era po
sible ninguna defensa. — «Señor mariscal , respon
dió la duquesa: cualquier peligro que podamor cor
rer, estoy decidida á permanecer en los Inválidos.
En este momento es la morada mas conveniente
para mi hijo y paia mí ; conveniente para salir de
ella, sinos queda algun porvenir todavía ; conve
niente para morir en ella, si nuestro destino es
perecer hoy.»
100 REVOLUCIÓN FRAHCSSA

Sin embargo, no se limitaba á esta abnegacion


heroica, ni invocaba solamente el ausilio de una
hermosa desesperacion. Ni un instante permaneció
inactiva, pues no le parecia perdido todo, y con
servaba la esperanza de una reaccion en sentido del
órden. Entonces dijo á las personas que la rodea
ban:— «Quiero la vida de mi hijo mas que su co
rona; sin embargo, si su vida es necesaria á la
Francia... tiene cerca de diez años, y ya está en
edad de esponerse por su pais... En tanto que una
sola persona me aconseje que permanezca aquí,
-me quedará, sea cual fuere el peligro.» Si la ac*
titud de la duquesa de Orleans habia sido noble
y grande en la asamblea legislativa trasforroada.en
campo de batalla, no lo fue menos admirable en
su retirada momentánea en los Inválidos. AJli se
anudaron y se desanudaron negociaciones sin cuen
ta,: y se presentaron diputaciones; los nombres
de los que hicieron un papel en esta circunstancia
no han adquirido aun. la publicidad, y algunos de
ellos no dejarían de causar una poca de sorpresa.
La duquesa de Orleans oia á todo el mundo, f.
respondia á todos... Siempre resuelta, jamás agi
tada, deliberaba y ordenaba sin confusion, con
una presencia de ánimo á la vez ardiente y tranqui
la. No fue regente mas que durante estas. sais ho
ras, pero lo fue. i .'- . ¡i. i'-n h .Él!»
Tanta intrepidez debió doblegarse ante una ne
cesidad inexorable. Rumores terribles se sucedian
POU LAMARTINE. ÍO*

y acercaban, y todas las esperanzas de los ami


gos de la dinastía caian una á una. Consejos á los
cuales solo podia oponerla princesa la resignacion,
le enseñaron que todo estaba concluido. — «Ya se
conocia su retiro en los Inválidos... Ya hordas de
insurgentes se aprestaban á violar este asilo...
¿Cómo resistirles con picas, pues no habia otras
armas?... ,
«No habia tropas, ni gobierno, ni ministros...
La regencia se había hecho imposible. Y para
evitar su establecimiento , algunos fanáticos y
sicarios podian ¡r hasta el asesinato. Ya no habia;
seguridad ni para los hijos ni para la madre, y
todos perecerian sin utilidad para la Francia.»
Estas eran las palabras siniestras qne resonaban
enrededor de la princesa, y aun resistía: enton-
pes le aconsejaron que se retirara secretamente á
una casa particular, dejando creer que permanecia
en los Inválidos, á fin de asegurar su fuga, si el
edificio era invadido, ó de volver á él, en la hipó
tesis de una reaccion monárquica. La duquesa de
Orleans desechó altamente este último partido, y
declaró que no queria valerse de lo que llamaba una
supercheria, y sobre todo esponer á los inválidos
sin participar de sus peligros. — « ¡Ome quedo del
todo , ó me voy del todo!» esclamó con una emocion
generosa, poco lejana de una especie de indigna-
cion ; y al fm se decidió á dejarse conducir por sus
amigos á la nasa de uno de ellos, situada en la ve-
ÍOt REVOLUCIÓN FRANCESA

ciudad, y salió por una puerta que da á la avenida


de Tourville. La duquesa de Orleans habia estado
en los Inválidos desde las "dos de la tarde hasta las
siete de la noche. Toda la mañana de) 25 la pasó
en su retiro hospitalario, pero fue preciso salir al
dia siguiente. El espíritu de las poblaciones del
campo parecia inquieto ; la república estaba pro
clamada en Paris. Con el ausilio de un poco de di
nero , reunido apresuradamente, y de un pasaporta
estranjero, la princesa y sus hijos, acompañados
de un amigo , tomaron el camino de hierro en
la tarde del 26. Esta noche la pasaron en Amiens,
la siguiente en Lille, y despues de haber atrave
sado la Bélgica, sin entregarse á la dolorosa ale-
gria de ir á abrazar en Bruselas á su querida her
mana, su mejor y mas constante amiga, pasó la
frontera, y se detuvo en Eras, retirándose algun
tiempo despues á Eisenach, en los estados del gran
duque de Sajonia-Weimar, su tio. Allí reside, aun
en este momento con la señora gran duquesa viuda
deMecklembourg-Schwerin, su madrastra, ó mas
bien, su madre.
Aquí debemos detenernos. A escenas terribles
hubiera querido hacer suceder mas apacibles imá
genes; pero la duquesa de Orleans ha entrado en
la vida privada , y á menos de desconocer las leyes
de una discrecion respetuosa, no es permitido re
ferir este destierro, sostenido con alma religiosa y
Brme, y consolado, si es que puede serlo, por los
POR LAMARTINE. 203

afectos de familia y por la satisfaccion del deber


cumplido. Nadie tiene derecho para levantar esté
Velo, y sin embargo se ha intentado hacerlo ha
blando de negociaciones comenzadas , y suponiendo
ofertas y negativas. ¡Vanas conjeturas de especu
ladores ociosos! En Eisenaeh, como en las Tulle-
rias ; en la tierra del destierro, como en las gra
das del trono, la princesa Elena siempre ha per
manecido sumisa á los decretos de la Providencia.

FIN DEL TOMO 11.


.¡. •..-.• • •• r f. i .

.. . j: '• '••'•( f.i 5 i -


HISTORIA

REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1848,

ALFONSO DE LAMARTINE.

TOMO III.

MADRID s
IMPRBNTA DE LA BIBLIOTECA DEL SIGLO ,
Calle de las Huertas. núm. 44.

Í849.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN DE 1848,

LIBRO VIL

I,.

Durante esta suspension de cosas y de uni


mos, que las horas avanzadas de la noche, y
sobre todo el crepúsculo de la mañana, produ
jeron siempre en las convulsiones mismas de
las batallas ó de las revoluciones, un solo par
tido habia velado para apoderarse con todas
sus fuerzas en el dia siguiente de la victoria y
direccion que el gobierno provisional le habia
arrebatado , como se ha visto la víspera. Para
comprender bien esto es preciso descomponer
con precision y con justicia los tres partidos
que habian hediola revolucion, y que larevolu
8 REVOLUCION FRANCESA
cion., una vez llevada á cabo, se habian enten
dido para proclamar ó adoptar la república.
Estos tres partidos eran el partido liberal y
nacional, primero; compuesto de todos los ami
gos de la libertad y del progreso de las institu
ciones, contados en todas las clases, sin escep-
cion de condicion social ó de fortuna.
El partido socialista en seguida, compuesto
delos partidarios, confundidos entonces en un
solo ejército, de las diferentes sectas, escuelas
ó sistemas que tendian á una renovacion mas
ó menos radical de la sociedad por una distri
bucion nueva de las condiciones del trabajo ó
de las bases de la propiedad.
El partido revolucionario, en lin , compuesto
de aquellos para quienes las revoluciones son
en sí mismas su propio objeto ; hombres indife
rentes á todo amor tilosófico de progreso, indi
ferentes á los sueños de mejora radical , preci
pitándose en las revoluciones por sus vértigos,
ni teniendo en el alma la moralidad de los que
consideran los gobiernos como instrumentos del
bien de los pueblos, ni en la imaginacion las
quimeras de aquellos que creen que se puede
renovar por entero un órden social sin sepultar
al hombre bajo sus ruinas. Estos revoluciona
rios sin fe, sin idea, pero llenos de pasion y de
tumultos , quieren convulsiones á su imagen, y
en ellas encuentran su ideal : por toda teoria
aspiran A gobiernos revolucionarios sin fe , sin
ley, sin fia , sin paz, sin tregua y sin morali
dad, como ejlps.
POR LAMATmire. 9

II.

El primero de estos partidos; es decir, el


partido nacional y liberal hasta la república es-
clusivamente, era en el fondo aquel que mas
habia contribuido á la revolución por su aleja
miento del poder real, por la agitacion de sus
banquetes reformistas , por su oposicion perso
nal al rey en las cámaras, y, en fin, por el aban
dono de la guardia nacional de Paris coligada
al pueblo, por la reforma , por la inmovilidad
del ejército y por la pronta adhesion de los
generales al nuevo gobierno. Este partido, sin
ceramente aumentado en liberalismo despues de
treinta años , penetrado de los sentimientos de
su dignidad de ciudadano , sintiéndose capaz de
pasarse sin rey y de gobernarse á si propio, ha
bia entrado de lleno en la república, y se felicitaba
de haber vencido del primer empuje á la anar
quía. La popularidad , la prontitud y la energía
del gobierno provisional habian reconstituido en
diez y ocho horas los elementos del orden arro
jándose sin vacilar bajo los escombros del tras
torno general. El partido nacional no se ocupaba
ya mas en sus pensamientos que de contener y
regularizar una revolucion aceptada por él, con
tal que se contuviese y regularizase a sí misma
en el cuadro de los grandes intereses generales
de una sociedad , y estaba dispuesto á apoyar
eon su fuerza al gobierno para consumar y cer
40 REVOLUCION FRANCESA
rar aun tiempo la revolucion por una república,
pero por una república civilizada.

III.

El segundo partido , el de los socialistas en


toda doctrina , estaba dividido en escuelas riva
les. Estas escuelas no habian estado de acuerdo
hasta entonces sino por la crítica mas ó menos
radical del órden social y tradicional de las so
ciedades ; sus teorías , tendiendo todas á la me
jor reparticion de los beneficios , de las cargas,
á la supresion de la propiedad personal , á la
comunidad de bienes , se diferenciaban, sin em
bargo, por los procedimientos y formas conque
debia llevarse á cabo esta nivelacion radical de
la humanidad : tendiendo á ella los unos por lo
que llamaban la organizacion del trabajo; es de
cir , la arbitrariedad del gobierno, establecién
dose en vez de la libre concurrencia entre el ca
pital y el salario , medio infalible para suprimir
los ambos. Tal era , sobre todo , el carácter de la
escuela de Mr. LuisBlanc, especie de comunismo
industrial y moviliario que no desposeia nomi
nal mente ni al propietario del suelo ni al del
capital , pero que al desposeerlos de su libertad
los anonadaba realmente en su accion , lo cual
equivalía á una confiscacion de todo capital,
puesto que era la confiscacion de todo interes.
Este sistema, moderado y disfrazado en sus
fórmulas , fundado en un principio real de jus
POR LAMARTINE. U
ticia , de igualdad , de lástima para las bruta
lidades de la concurrencia y para las iniqui
dades muchas veces reales del capital espuesto
por su autqr con una conviccion del sofisma co
municativo para la ignorancia , y con un talento
de estilo y de elocuencia que deslumbraba á la
juventud y resonaba en las masas , era de todos
estos sistemas el que tenia mas sectarios for
males : las palabras de organizacion del trabajo
se habian hecho , gracias á la oscuridad de los
términos , al eabo de diez años , la señal de la
cruzada de los proletarios contra el estado po
lítico y social.
Esta palabra, incomprensible para las clases
letradas , tenia á sus ojos el encanto y el presti
gio del misterio , y á los ojos de las clases labo
riosas de la industria quería decir justicia, re
paracion , esperanza y alivio : muy poco ilus
tradas para sondearla hasta el fondo y para des
cubrir en ella las imposibilidades , las decepcio
nes y las miserias , estas clases se adherían á
ella, tanto mas, cuanto que no la veian sino como
una mejora práctica, fácil, inofensiva, delas con
diciones del trabajo ; mej'ira compatible en su
pensamiento con la propiedad , la riqueza y el
capital, á los cuales no querían atentar por la
violencia y por la espoliacion. Este sistema, en
una época y en ciudades donde la industria acu
mulaba masas flotantes y sufrientes de trabaja
dores ociosos ó estenuados , debia reunir muy
pronto un ejército de proletarios bajo su ban
dera. Este partido era la vanguardia del comu
12 KEVOLUQON I'IIANCESA

nismo, bajo un nombre que engañaba á todo el


mundo , aun á sus propios soldados.
IV.
. i • . .'.'•'
Las otras escuelas socialistas eran , en pri
mer lugar, la de Fourrier, nacida de las ruinas
del sansimonismo , muerto en 1850. El foiirrie-
rismo , idea mas vasta , mas profunda , mas
animada de un pensamiento inmaterial , se ha-
bia estendido á la manera de un apostolado y
elevádose á la altura de una religion de la so
ciedad por la fe y por el talento de sus prin
cipales apóstoles. Esta secta tenia su catecismo
cotidiano , comentado bajo la direccion de Con-
sideraut, Hennequin y Cantagrel en Paris, en
el diario La Democratie pacifique ; tenia sus
sucursales, sus misiones, sus cenáculos, sus
subvenciones de adeptos de todas las clases en
tos departamentos y en Europa, y no se pre
sentaba como una subversion de la sociedad
existente , sino como un grande esperimentq de
una sociedad regenerada, pidiendo únicamente,
con una respetuosa tolerancia para los derechos
adquiridos , lugar en la discusiones para sus
teorias, plaza en el suelo para sus pruebas: ella
no queria forzar , sino convencer. Esto era
un sueño en accion ; el comunismo que predi
caba bajo la forma de sus falansterios , especie
de conventos industriales y agricolas , suponía
ángeles para practicarlo , dioses para gobernar
to., misterios para consumarlo. Estos
pon LAMARTINE. 43
misterios, eu vano zapados por el razonamiento
y en vano insultados por el ridiculo , eran los
que parecian unir mas á sus sectarios. El mis
ticismo es el cimiento en las ilusiones , que las
hace santas á los ojos de los que participan de
«lias; y el entusiasmo es incurable cuando los
entusiastas se creen inspirados y cuando los ins
pirados se creen mártires.
Si el fourrierismo tenia en sus principales
adeptos los prestigios y las supersticiones de
una religion , tambien tenia en ellos la honra
dez y las virtudes: hasta entonces, siempre se
habia negado á coligarse con los partidos po
líticos hostiles al gobierno establecido ; su pa
pel de filosofía y de religion le hacia despreciar
detestar el papel de faccioso, y recomendaba
íía paz á las naciones , el órden y la tolerancia á
los ciudadanos , y practicaba valerosamente en
sus actos y en sus escritos lo que predicaba. Era
esta una doctrina de buena fe , de concordia y
paz , una doctrina desarmada como la de los
cuákeros de América , á la cual se podía temer,
discutir ó burlar , pero á la cual no se podia
menos de tener estimacion : podia producir in
sensatos , pero jamás malvados. . • -,

V.
Por bajo de esta gran secta, sectas secunda
rias y parciales se dividian sobre la aplicacion
práctica de la dóctrina comun de la espropia-
cion del hombre individual cu sociedad ; las
,rt REVOLUCIÓN FRANCESA.
unas adoptaban las fantasías incoherentes y con
fusas de los icarianos , bajo la direccion de
Mr. Cabet, especie de Babeuf póstumo, pero
humano , fanatizando por una comunidad agra
ria á todos los descontentos del trabajo , á to
dos los proscriptos de la riqueza , á todas las
víctimas de la industria de las ciudades: las
otras pretendian entrever algunos principios de
sociedad nueva fuera de los instintos primor
diales del hombre , en las perspectivas metafí
sicas de Mr. Fierre Leroux , iluminadas por UH
rayo de cristianismo ; las otras se complacian
por venganza de su situacion en seguir en las
criticas desesperadas á un gran sofista. Este so
fista confesaba su audacia , aspiraba á la ruina
completa del mundo pensador y político , se de
leitaba en los escombros de lo presente y en
el caos del porvenir. Era la Nemesis de las an
tiguas sociedades , y se llamaba Mr. Proudhon;
pero su ruina , al menos , era sabia ; todo lo
que el sofista puede tener de genio , lo tenia él,
y jugaba con las mentiras y con las verdades,
eomo los niños griegos con la taba.
Los otros , en fin , verdaderos bárbaros de la
civilizacion , no tenían ni doctrina , ni fe , ni
religion social , ni maestros , ni ilusiones , ni
sectas. Tenian hambre y sed de trastornos.
Un sentimiento inveterado de malestar, con
vertido en odio y en vicios, fermentaba hacia
largos años en su alma. Este sentimiento les
conducia á socavar al menos la institucion á la
cual atribuían sus padecimientos, cuando no hu
POR LAMARTINE. 45
bieran debido atribuirlos mas que á la imper
feccion inherente por nuestra naturaleza á las
instituciones humanas.
Los otros jefes y las otras sectas socialistas
que acabamos de enumerar estaban lejos de pa
recerse á estos desesperados del desórden : ha
bia en ellos , al lado de legitimas y grandes as
piraciones en la mejora del órden social , ideas
falsas , irrealizables en la forma , suversivas de
toda justicia , de toda familia , de toda riqueza
y de todo instinto en la aplicacion ; pero no te
nían ni inmoralidad ni perversidad voluntarias.
Estos hombres, apasionados hasta el fanatismo,
los unos por orgullo de su sistema , los otros
por religion al progreso en las sociedades, creían
al menos tener una idea , una idea aun falsa, en
-la cual se cree firmemente, y ála cual se adhiere
uno fanáticamente , porque lleva en sí su mo
ralidad. Esa idea puede ser absurda , pero no
criminal , y es lo que son álos pueblos las fal
sas religiones , un delirio ante el razonamiento,
una virtud ante la conciencia , que quiere lo
imposible, pero que no lo quiere por el crimen.
Tal era el verdadero carácter en este mo
mento de las diversas escuelas socialistas pro
clamando la república con los republicanos.
Ninguna de estas sectas , ninguno de estos jefes
de ideas tenia en el pensamiento empujar la
república á los trastornos , á las violencias , á
la sangre , para encontrar en estas ruinas y en
esta sangre el problema victorioso de su escuela.
La historia no debe calumniar pensamientos
46 REVOLUCION FRANCESA
que mas tarde se hicieron facciones , pero que
entonces no eran mas que esperanzas : la his
toria debe decir lo que ha visto en honor y en
escusa como en condenacion de los socialistas.
VI.
Un entusiasmo sincero y religioso se habia
apoderado en este momento del mayor número
de los socialistas de las diversas sectas , cuyos
maestros y discipulos eran elevados sobre los ma
los pensamientos, las abyectas ambiciones y mas
aun en las ferocidailes que se les han imputado
despues; el entusiasmo santifica momentánea
mente los corazones, y el de los socialistas, espe
cialmente de los adeptos de Fourrier y de Ras-
nail , estaba inflamado hasta el estasis : el molde
del antiguo mundo les parecia romperse milagro
samente ante ellos, y todos esperaban vaciar mas
libremente el mundo, renovado en otro molde mas
ó menos conforme á su pensamiento. Esta alegría
haeia estallar su corazon, y todo era entonces
efusiones de sentimientos humanos, fraternales,
indulgentes para lo pasado, respetuosos para los
derechos adquiridos, reparadores de las ini
quidades sociales , preservadores para el rice,
providenciales para el proletario. Ofrecian su
concurso, su influencia, sus bayonetas , su san
gre á los miembros del gobierno provisional para
ayudarlos á mantener el orden , á humanizar lá
revolucion , ú disciplinar la república yá defen
der Jas tierras y las propiedades , pues queriatí
POft LAMARTINE. Vf
una trasformacion graduada y racional , pero no
itn cataclismo. En estas primeras horas de es-
plosion en que el alma se revela , no salia de sus
labios una palabra de cólera , de venganza , de'
resentimiento, de division entre las clases, ni
que pudiese dejar de ser tomada en honor del
género humano. Su fisonomía , sus ojos , sus lá
grimas , sus ademanes atestiguaban la sinceri
dad de sus palabras, y ciertamente no pensa
ban en desmentirlas al dia siguiente por sus ac
tos. Los miembros del gobierno provisional , que
son sus mas opuestos como teoría, deben esfe
testimonio á la historia, á los hombres y a
Dios. . -
VIL
í¡l tercer partido era el que conspiraba ya,
antes de que estuviese consumada, contra la re
volucion que habia hecho.
Importa á la historia , á la nacion y á la hu
manidad analizar bien los elementos de este
partido : mezclándose en ella ha perdido la pri-i
mera república , y aspiraba á perder la segunda
desde la primera noche: este partido existe en
todas partes como elemento de desorden y de
«rimen, y solo en Francia existe como partido
teórico y político: el terrorismo. lié aquí su
origeo..
La primera revolucion francesa , filosofía pri
mero, combate luego entre el pasado y el por
venir, tuvo luchas terribles que sostener y dar
para conquistar sobre la aristocracia , sobre el
+ 8- REVOLUCION FRANCESA
despotismo y sobre la iglesia err posesion del
inundo antigua, la igualdad, la libertad, la to
lerancia y la porcion de verdades aplicables que
la razon francesa moderna quería hacer pasar
en la legislacion y en el gobierno. En esta Iriple
guerra civil de ideas, de conciencias y de inte
reses, que duró desde 1789 á 1796, todos los
elementos buenos ó malos de una revolucion
fueron mezclados y confundidos : los filósofos,
los legisladores, los oradores , los soldados, los
tribunos de la revolucion combatieron genero
samente al principio, cada cual con sus opinio
nes , cada cual con sus armas. Pero los sucesos
germinaron , y la cólera , la violencia , la tira
nía , la crueldad y el crimen revolucionario to
maron su papel en los dias siniestros : las dicta
duras de la demagogia , las proscripciones, las
confiscaciones, los cadalsos, los asesinatos en
masa, en fin , como los de setiembre , tuvie
ron sus jornadas y su año en la revolucion.
Estos eclipses de la justicia y de la modera
cion de la humanidad espantaron al mundo,
despopularizaron la república , deshonraron-
al pueblo, y regocijaron á ciertos ánimos des
arreglados y á ciertos corazones perversos.
Danton, un dia fatal á su nombre, Marat y sus
cómplices siempre, Saint-Just algunas veces,
escusaron el crimen, le glorificaron como un-
instrumento de audacia, le ponderaron como
una victoria de la lógica eontra la piedad, como
un triunfo meritorio de la voluntad sobre la
conciencia. El género humano los dejó herir y
POR LAMARTINE. 41)
hablar, y el horror de la historia refató sus
sofismas. Guando se analiza hoy á sangre fría
su pretendida teoria de salvacion pública por el
crimen, se encuentra que la república de 93 no
debe nada á estos crimenesr si no es la caida det
principio , la reprobacion de los medios , el
aplazamiento de la verdadera república y el
despotismo de un soldado.
Pero el sofisma agrada á los hombres unas
veces como una novedad del espíritu , otras
como una audacia de la conciencia, otras, en
fin, como un reto al sentido del vulgo. Apenas
se habia borrado la sangre de la revolucion,
cuando se encontraron publicistas é historia
dores, los unos perversos, los otros fatalistas,
tos otros solamente complacientes para con el
sofisma , que tornaron las exasperaciones de
Danton y los aforismos de Saint-Just, para ha
cer de ellos la teoria de las revoluciones y el sis
tema sobrehumano de la historia. Afectaron una
lástima soberbia á los escrúpulos de la honradez
y de la humanidad; atribuyeron á los hombres de
estado en tiempos de revolucion no sé qué dere
cho supremo de proscribir y de inmolar á sus
enemigos ó rivales, derecho que les colocaba, se
gun ellos, no solo por cima de toda justicia escri
ta, sino tambien sobre la misma equidad ; tras
tornaron la naturaleza para dar influjo á su sis
tema histórico, y dieron la apoteosis á los verdu
gos y el desprecio á las víctimas. Esta escuela se
multiplicó durante la restauracion y durante el
gobierno de Luis Felipe: la oposicion popularizó
10 REVOLCCtOK FRANCESA
el sofisma, la inmoralidad lo acogió , la mrita-
cion lo propagó y los dejos del crimen, que
se oculta en el fondo de ciertas almas , se gozó
en todo esto. Suprimir los remordimientos no
era bastante ; era preciso sancionar el delito, y
se llegó hasta esta altura en lo absurdo.
Las naturalezas falsas lo estendieron, las dé
biles lo sufrieron y las perversas lo convirtieron
en plan de gobierno y en ferocidad de ánimo.
VIH.
."
De esto habia nacido en Francia, no el par
tido republicano, á quien causaban horror se
mejantes teorías, sino el partido convencional y
terrorista, que tenia por contraseña la conven
cion y pof; ideal el terror.
Tal partido dejaba traspirar estas ideas en
sus escritos, en sus diarios y en sus discursos
públicos, y mas ásperamente aun debia mani
festarlas y comentarlas en algunos de sus con
ciliábulos y en sus asociaciones subterráneas.
Los nombres de revolucion y de república no
eran aquí, como en los consejos de los verda
deros republicanos , el sinónimo de libertad,
de igualdad y de moralidad de los ciudadanos,
bajo un gobierno de razon y de derechos uná
nimes : la revolucion y la república significaban
el triunfo violento de una parte del pueblo
sobre la nacion entera ; la dominacion venga
dora de una sola clase sobre las demas, la tira
nia de abajo sustituida á la tiranía de arriba,
POR LAMARTINE. 51
lo arbitrario por ley, el resentimiento por jus
ticia, el hacha por gobierno.
Este partido tenia por ejército, ademas de
sus adeptos regimentados y fanatizados en algu
nas secciones, toda esa masa flotante é igno
rante de la poblacion baja de las grandes capi
tales, poblacion que se subleva en las conmo
ciones de la sociedad, y que de repente cubre
la superficie de las calles y de las plazas públi
cas con sus miserias, sus harapos y sus agita
ciones. El mal de la antigua sociedad fue dejar
sin luz, sin organizacion y sin bienestar este
residuo sufriente de las poblaciones urbanas,
pues los grandes vicios germinan en las gran
des miserias : todo lo que se estanca se cor
rompe, y el crimen es un miasma de la indi
gencia y del embrutecimiento. La república
está hecha para ilustrar, sanar y mejorar estas
masas.
Tal era el ejército de este partido, cuya en
sena era la bandera roja.
Vencido en las últimas convulsiones del Ho
tel de Ville por la resolucion del gobierno pro
visional, por la cooperacion enérgica de Lamar
tine y por sus discursos, el partido terrorista
se habia retirado silencioso, pero no resignado:
por el momento habia renunciado á disputar
el imperio al gobierno instalado por la doble
aclamacion de la cámara de los diputados y de
la plaza de Greve, pues no tenia nombres que
oponer á estos nombres populares de Dupont
de l'Eure, de Arago, Ledru-Rollin, Marie, Cre-
TOMO m. 2
9$ REVOLUCIÓN FRANCESA
mieux y Lamartine, los unos ilustres por sus
luchas parlamentarias, los otros por las letras,
estos por la ciencia, aquellos por el foro, algu
nos por todas estas celebridades á nu tiempo,
y otros por la virtud pública, esta ilustracion
de la conciencia primera de las popularidades,
nombres oscuros, ó conocidos únicamente de
los seccionarlos en la sombra de sus secciones
hubieran causado la sorpresa, la vacilacion, y
tal vez el espanto en los departamentos. La re
pública hubiera retrocedido por incredulidad al
primer paso, y necesitaba nombres garantes y
padrinos este gobierno nuevo para que se cre
yese en su realidad y para que se confiase en
su palabra.
El partido terrorista sentía , á pesar suyo,
esta verdad; él tenia sin duda la ambicion de
apoderarse del poder, y lo queria para si solo,
sin admitir ni paz, ni concordia , ni tolerancia
para la guardia nacional, la clase media, los
departamentos, el clero, la grande ó la pequeña
propiedad, y todo lo que se llamaba aristocra
cia: su régimen premeditado no era mas que
un universal ostracismo; pero tenia la concien
cia del horror que iba á inspirar á la Francia
manifestándose á la luz , y resolvió , en su des
esperacion de audacia , imponerse bajo el anó
nimo á la Francia mostrando sus fuerzas al dia
siguiente, ejerciendo sobre la capital la fasci
nacion del terror , sobre el gobierno provisio
nal la presion de sus armas , intimidando. á sus
miembros ó precipitándolos, introduciendo al
POR LAMARTINE. 23
giraos- de sus jefes en el seno del gobierno , y
forzando , en fin , la república á tomar desde el
primer dia la bandera roja en signo de acepta
cion de sus pensamientos y de complicidades
su dominacion.
Los agentes de este partido se habian miesto
de acuerdo durante la noche y esparcido antes
del crepúsculo en los conciliábulos de los cons
piradores, guaridas de vicios, y en los barrios de
la indigencia y de la ignorancia , para reclutar
en ellos los elementos de una segunda oleada
revolucionaria que se llevase lo que la primera
oleada nacional habia respetado , y que demo
liese lo que la moderacion del pueblo habia edi
ficado.
IX.
Todo su objeto lo hubieran conseguido. La
fermentacion general servia á sus designios,
pues todos los elementos sanos y corrompidos
dela poblacion estaban removidos hasta el fondo
y confundidos en el turbion de los sucesos ; era
fácil , por tanto , imprimirles un impulso nuevo
y dirigir en seguida á su gusto. una inmensa se
dicion , sabia y audaz en sus jefes , ciega é in
voluntaria en las masas. Bajo protesto de acabar
-la revolucion se podia arrastrar este pueblo á
sobrepasarla y destruirla : tal era la esperanza
de los terroristas. . -
Siempre hay dos pueblos en uno, ó mas bien,
cualquiera que sea la igualdad en los derechos,
siempre hay desigualdad en las costumbres y
24 REVOLUCIÓN FRANCESA
en los instintos. El hombre mas virtuoso lleva
en su naturaleza ciertos elementos de vicio , y
aun ciertas posibilidades de crimen , que sub
yuga y anonada en sí por su propia virtud. La
humanidad está hecha como el humo ; el cri
men, es un elemento de la humanidad , que se
encuentra en una fatal proporcion en toda aglo
meracion de pueblo , y esa es la razon de por
qué hay leyes y fuerzas públicas.
A esta parte viciosa, feroz de instintos y cri
minal del pueblo, es á la que el partido terro
rista llamaba en ausilio de sus teorias , mos
trándole la humillacion de todas las clases aco
modadas como una venganza , el desórden como
un reinado , la sociedad como una presa , la es-
propiacion como una esperanza , la supremacia
de una clase sobre todas las otras como la única
democracia real , la confiscacion y la proscrip
cion como sus armas legítimas : ademas le pre
sentaba una convencion dominadora por la de
magogia de Paris como la república , los tribu
nos por legisladores , los verdugos por Hetores,
y el hacha revolucionaria por última razon,
por única conciencia del pueblo victorioso.
X.
Los hombres que así entendian la república
eran poco numerosos; eran conjurados jóvenes
en su mayor parte , pálidos por las veladas de
las sociedades secretas , exaltados por los con
ciliábulos nocturnos , sin pudor y sin responsa
POR LAMARTINE. 25
biiidad en estas reuniones, donde todo es febril,
envenenados desde su infancia por estos evange
lios del terror, donde Danton ó Saint-Just son
deificados eluno por su audacia en el asesinato,
el otro por su sangre fria en la inmolacion. Hom
bres tentados por la imitacion de estos crime
nes , que encuentran grandes porque son raros,
otros parodistas del drama de la primera revo
lucion , plagiarios del cadalso, ambiciosos de
un nombre en la historia á cualquier precio que
la conciencia ponga á la fama , celosos de las ce
lebridades del crimen , hombres á quienes qui
taba el sueño la inmortalidad de Marat y deBa-
beuf : se comprendia hacia muchos años en sus
propósitos y en sus escritos que traspiraban de
su alma siniestros pensamientos , y que si una
revolucion daba la mano á su perversidad, no
se detendrian ellos ante ningun acto , como no
se detendrian ante ningun pensamiento ni ante
ninguna reprobacion dela conciencia del género
humano: eran ellos los sofistas del cadalso encen
diendo cóleras apagadas para motivar atenta
dos póstumos y para crear víctimas en lugar de
ciudadanos.
Estos hombres no podian reclutar sus fuerzas
sino en el cieno mas profundo y mefítico de la
poblacion de las grandes capitales ; el crimen no
fermenta sino en esas aglomeraciones de ociosi
dad, estravíos, miseria voluntaria y vicios,
que son la inmoralidad lejos de la luz, donde la
disciplina y el trabajo de la sociedad no pene
tran nunca.
2fi REVOLUCIÓN FRANCESA

La masa de la poblacion laboriosa y domici


liada en Paris habia hecho en luces, en civiliza
cion verdadera y en virtud práctica inmensos
progresos en el espacio de cincuenta años : la
igualdad la habia ennoblecido , la industria en
riquecido. El contacto con las diversas clases,
¡¡ue en otro tiempo se llamaban la clase medio,
habia pulido y dulcificado sus pensamientos, su
lengua y sus costumbres. La instruccion gene
ralizada , la economía hecha una institucion por
las cajas de ahorros, los libros multiplicados,
los periódicos , las asociaciones fraternales ó re
ligiosas, la comodidad que da mas descanso, el
descanso que permite la reflexion , la habian í'e-
lizmente trasformado : la comunidad de intere
ses bien comprendidos entre este pueblo y la
clase media , con la cual se confundia , habia
puesto en comunidad hasta los ideas. La in
mensa masa de razon pública que se habia infil
trado por todos los órganos en este pueblo de
obreros deParis, le preservaba de antemano
contra el empuje y la dominacion de los terro
ristas, los recuerdos del terror, de los supli
cios , de las confiscaciones , de los asignados, de
los empréstitos forzosos , de los máximum de la
primera república hechos familiares por la vul
garizacion de la historia á todas las clases de la
nacion , no inspiraban menos horror á los po
bres que á los ricos. La conciencia es algunas
veces mas justa en las masas que en lo llorido
ilfi las poblaciones , porque la conciencia es casi
el único órgano moral que ejercitan, El sofisma
POR LAMARTINE. 27
ies solo de uso de los sabios: la naturaleza no lo
conoce. Entre el pueblo y los escesos á que se
queria arrastrarlo , estaba su conciencia y su
memoria; medio siglo es la mitad de la vida de
un hombre ; pero es tan corto intervalo en la
vida d& una nacion > que 1848 no parecia en rea
lidad el dia siguiente á 1795 , y al mirar el em
pedrado de sus calles el pueblo temblaba de
poner el pie sobre las huellas de sangre de su
primera república.
Los terroristas de 1848 no podian , pues,
apelar pai% apoderarse de la segunda repú
blica sino á dos elementos que siempre se
encuentran en una ciudad en ebullicion de mas
de un millon de almas ; el crimen ó el error.
Estos dos elementos los tenían en este instante
bajo su mano.
El partido de los condenados puestos en li
bertad , abyecto por sus costumbres, corrom
piéndose en el vicio, alimentándose dfl crimen,
estaba compuesto de esos hombres que entran
y salen en las cárceles sin cesar , como una fa
tal intermitencia del delito y del castigo ; hom
bres vomitados por los presidios y pervertidos
por el contacto de los calabozos ; los que viven
en Paris de las aventuras del dia , de los lazos
que tienden , del vergonzoso comercio que ejer
citan en una capital corrompida; los que su
mala fama obliga á ocultar su vida entre la mul
titud; los que habiendo perdido por el desórden
no quieren conquistar por el trabajo las condi
ciones regulares de la existencia , se constitu
28 REVOLUCIÓN FRANCKSA
ven en estado de odio y de guerra contra toda
disciplina y toda sociedad ; los que destruyendo
en ellos todas las condiciones de la moralidad
humana hacen del vicio una profesion y del
crimen una gloria; y aquellos, en fin, que tienen
en sí mismos elYérligo continuo del desórden,
el soplo sin descanso de la agitacion , la volup
tuosidad del caos y la sed de sangre.
Todos estos homhres á quienes da vergüenza
nombrar con el mismo nombre que al pueblo,
forman una masa de cerca de veinte mil vagos
dispuestos á toda obra de ruina , infpercibidos
en los tiempos tranquilos , pero que salen de la
sombra y cubren las calles en los dias de con
mocion civil: una señal de su jefe, un llama
miento nocturno á sus cómplices, bastan para
reunirlos en un momento.
Reunidos y en pie estaban de antemano ha
cia tres dias por el rumor de las descargas y
por la ruipa de un gobierno. Eran bandas de
aquel ejército que en este momento incendiaba
á Puteaux y á Neuilly , que devastaba y saqueaba
la mansion del rey y la casa de recreo de
la familia Rothschild en el momento mismo en
que esta familia enviaba un subsidio voluntario,
inmenso , á los obreros heridos ó famélicos.
Esas bandas eran las que saqueaban las Tulle-
rias, preservadas con trabajo por los verdade
ros combatientes. El pueblo los habia espelido
enérgicamente de su seno, y muchos habian
pagado con su vida sus rapacidades ; rechaza
dos con indignacion por el pueblo de la revo
POR lAMARTINE. 29
lucion , habian vuelto á sumergirse vencidos en
su cieno, al cual bastaba agitar solamente para
hacerlos salir de nuevo.
XI.
El otro elemento que el partido terrorista te
nia igualmente á su disposicion, y á quien podia
conducir, engañándolo, al asalto de un nuevo
poder, no era, como hemos visto, los obreros
seducidos , regimentados y disciplinados bajo
los diversos jefes de las escuelas socialistas;
estos eran entonces honrada y heroicamente
opuestos á toda violencia y desórden ; sino los
que pertenecian al partido brutal , ignorante y
perverso de los comunistas; es decir, de los
destructores y bárbaros de la sociedad. Todas
sus teorias se limitaban á sentir sus sufrimien
tos y á trocarlos en alegria haciendo invasion
en las propiedades, en las industrias, en las
tierras, en los capitales, en los comercios , y
á distribuirse luego los despojos de esto como
una legítima conquista de una república ham
brienta sobre una clase media desposeida.
Estos dos elementos , el uno criminal , el otro
ciego , se reunieron y coligaron naturalmente
y sin premeditacion bajo el influjo de algunos
cabecillas activos: un mismo Pensamiento los
envolvía en un mismo impulso, aunque por
instintos diferentes, para derribar en el go
bierno provisional la barrera que acababa de
levantarse contra sus escesos , ó para obligar á
30 DEVOLUCIÓN FRANCESA
este gobierno á servir.de instrumento dócil á
su tiranía. Otro tercer elemento de número y
de violencia reunieron en el pueblo indigente de
los contornos de Paris y sus arrabales , que ha-
bian acudido la víspera al ruido del cañon y
reunidose en masa innumerable á la claridad de
las antorchas en la inmensa plaza de la Basti
lla , este monte Aventino de las revoluciones,
centro de las anchas calles que desembocan de
iodos los afluentes de Paris. , .
, Sobre esta plaza, y hasta media noche, gru
pos armados se electrizaban á sí propios por su
número , por sus fluctuaciones y por esos
murmullos que salen de las grandes masas de
hombres reunidos y que decuplan sus fuerzas,
como aumentan las olas de una mar que sube,
la fuerza de los vientos : estos grupos no tenían
ninguna intencion maléfica contra la sociedad,
pues, al contrario, habian corrido armados para
defender el hogar de los ciudadanos de Paris
contra la vuelta de las tropas que amenazaban á
la capital , segun se decia , con la venganza del
rey. •
Pero mientras mas temible les parecia el
peligro de esta vuelta de la monarquía y del
ejército , mas querida les era la revolucion con
sumada , y mas tambien se indignaban y alar
maban de los peligros de debilidad ó de trai
cion que esta revolucion les parecia correr. Las
nuevas de la cámara de los diputados y del Ho
tel de Ville circulaban alteradas entre ellos , é
interrogándose los unos á los otros sobre el va
I'OU LAMARTINK. 3<

lor de los nombres que componían el gobierno,


estos nombres pasaban así de grupo en grupo,
de boca en lííca y de orador en orador por un
borrascoso escrutinio. Dupont de l'Eure era
bendecido por su constancia y su virtud , pero
acusado por sus anos , pues rehusaban creer
que á los ochenla y dos de edad pudiese tener
un hombre el poder de voluntad y de resisten
cia suficiente para dar á su pais el aplomo y el
impulso de que necesita un gobierno revolucio
nario. Este anciano , sin embargo , debia dar at
tiempo un maravilloso mentís.
El nombre de Arago era saludado con acia-'
maciones unánimes, pues llevaba en sí los dos
prestigios que fascinan á un pueblo inteligente:
la ciencia , especie de derecho divino contra el
cual no protestan las masas en Francia , y la
fama de hombre honrado, que hace inclinar to
das las frentes. Ledru-Uollin les daba seguri
dades incontestables por el papel de tribuno de
la democracia militante que habia tomado en
los banquetes, en el parlamento y en el diario
radical La Reforma. Su edad , su fogosidad
revolucionaria , dominada por una inteligencia
elocueute; su rostro, su actitud, sus ademanes,
eran la personificacion de una democracia se-
gun su corazon y sus ojos : todo esto daba al
nombre de Ledru-Rollin una especie de inviola
bilidad , y si no lo aceptaban como un hombre
de estado, lo reconocian como su cómplice per
severante en conquistas revolucionarias, y le
admiraban como su tribuno.
31 REVOLUCIÓN FRANCESA
Los nombres de Marie y de Cremieux solo
les presentaban recuerdos de oposicion , de in
tegridad y de talento en la doble arena del
foro y del parlamento, y vacilaban en encon
trarlos suficientemente republicanos.
El nombre de Lamartine les inspiraba á un
tiempo mas favor y mas suspicacia , flotando
con respecto á él entre la atraccion y la repul
sion : era liberal , pero llevaba una mancha de
aristocracia originaria; era de la oposicion desde
1830, pero habia servido á la restauracion en
su juventud , y jamás la habia insultado despues
de su caida : habia profesado en Los Girondi
nos una admiracion teórica por el advenimiento
regular del pueblo á todos sus derechos legíti
mos, pero habia repudiado en la tribuna y en
sus libros la demagogia y la organizacion del
trabajo : habia sido imparcial y justo para los
grandes pensamientos de los primeros actores
de la revolucion , pero habia notado inexorable
mente sus menores escesos, y atacado sin esca
sas todos sus crimenes. Tal nombre debia ser
violentamente discutido en los grupos estrenios y
suspicaces del pueblo, —«¿Qué viene á hacer este
hombre entre nosotros? decian unos: ¿enga
ñarnos?— No, respondian los otros; él tiene
la conciencia del honor, y no querria dar un
nombre ya célebre al desprecio de la posteridad.
—Pero él es dela sangre de nuestros enemigos,
y tendrá miramientos que guardar para con las
clases nobles , ricas y propietarias como él. —
Pero tiene horror á lo que los aristócratas lia
fon LAMARTINE. 33
luan anarquía. —Pero ha defendido la constitu
cion representativa y la paz en tiempo del últi-
mo régimen. —El tiene el sentimiento de la dig
nidad nacional sin duda ; pero hará acomodos
con los gabinetes estranjeros y con los tronos,
y no son tales hombres los que necesitamos: el
pueblo en revolucion necesita cómplices, no mo
deradores ; hombres que participen de todas
sus pasiones, y no hombres que las contengan.
Desconfiemos de semejantes maestros, y no de
jemos que sea inútil por segunda vez la sangre
de la revolucion. ¡Acordémonos de Lafayette,
y temamos que Lamartine no sea mas que un
Lafayette republicano! Si quiere estar con nos
otros, que sea rehen nuestro: Torcémosle á que
nos sirva como queremos y no como él quiere,
ó reemplacemos estos nombres por nombres sa
lidos de nosotros, ó agreguémosles hombres que
nos representen en su consejo y nos respondan
de ellos... Estemos en pie nosotros mismos de
tras de ellos con las armas en la mano , y no les
permitamos deliberar sino en presencia de los
delegados del pueblo, á fin de que cada uno de
sus decretos sea realmente un plebiscito , y
que el hacha del pueblo sea sin cesar visible
y suspendida sobre las cabezas de aquellos que
gobernando la revolucion , podrian tener el
pensamiento de moderarla y la perfidia de ha
cerla traicion.»
XII.
Estos dichos, literalmente recogidos en los
34 REVOLUCIÓN FRANCESA
grupos de la Bastilla, eran aplaudidos y votados
por aclamacion en escrutinios tumultuosos; y
hombres mas animados, nias elocuentes , mas
notables, fueron designados, en número de ca
torce , para asistir en nombre del pueblo álas
deliberaciones del gobierno provisional., y pe
netraron en el Motel de Ville : condecorándose
algunos instantes con los signos de su mision,
quisieron hacerse reconocer en sus títulos y atri
buciones por los miembros del gobierno : su voz
se perdió en medio del tumulto de las diversas
mociones que resonaban sin cesar enrededor de
la mesa del consejo. El gobierno entero se su
blevó contra esta pretension tiránica de quitar
toda libertad y dignidad á sus deliberaciones,
obligándole á discutir bajo otra presion que la
de su conciencia y patriotismo. Estos delegados,
á la cabeza.de los cuales estaba Brevet , hombre
discreto y hábil , fueron anonadados. por los
murmullos de reprobacion que se elevaron de
todas partes contra ellos de los primeros grupos
de que el gobierno estaba ya simpáticamente
rodeado. Arago, Ledru-Rollin, Cremieux y Ma-
rie les arengaron.
El mismo Lamartine ganó su confianza por su
franquezas—«O rio me acepteis, ó aceptadme li
bre, les dijo estrechándoles las manos; el pue
blo es dueño de su confianza, pero yo tambien
lo soy de tai conciencia ; que me deponga si
quiere, pero que no me envilezca hasta adularle
y hacerle traicion.»
Estos hombres, el' nías jóven de los cuales
POR LAKARTINK. '35
fue sofocado porlanocjje por oponerse heróica
mente á una de las invasiones del pueblo en el
Hotel de Vílle, permanecieron algun tiempo con
fundidos en la multidud de los concurrentes:
luego recibieron misiones del gobierno mismo,
fueron del número de sus ausiliares mas adic
tos, y prestaron servicios útiles al órden y á la
república.
XIII.
Entre tauto habia nacido el dia : el ejército,
confuso , compuesto de los tres elementos que
acabamos de señalar, y que los jefes del par
tido terrorista y comunista habian reunido du
rante la noche , comenzaba á bajar por gru
pos pequeños y á aglomerarse en masas com
pactas sobre la plaza y los muelles del Hotel
de Ville hasta la Bastilla.
Los principales núcleos , enrededor de los
cuales se apiñaron estos grupos, primero espar
cidos, estaban formados de quince á veinte jóve
nes , pero sin embargo maduros , que parecian
investidos de cierta autoridad habitual ó moral
sobre los otros : su traje era el vestido inter
medio entre la clase media y el pueblo, su sem
blante grave , su tez pálida , su mirada concen
trada, su actitud marcial, resueltos y disciplina
dos , parecian otros' tantos puestos avanzados
para esperar, antes de obrar, que el ejército á que
servían de guia los hubiese rodeado: tmo de los
hombres principales de cada uno de estos nú
cleos revolucionarios llevaba una Itandera roja
36 REVOLUCION FRANCESA
construida apresuradamente aquella noche con
todas las piezas de telas He ese color, que se ha
bian disputado en los almacenes de las calles
vecinas. Los jefes secundarios llevaban bandas y
cinturones rojos , y todos al menos un lazo de
este color en los ojales de sus vestidos.
A medida que las bandas, armadas de armas
de toda especie , fusiles , pistolas , sables , pi
cas, bayonetas, puñales, llegaban á la plaza,
unos hombres apostados desliaban, rompían,
distribuían y arrojaban á millares de manos le
vantadas pedazos de escarlata que la multitud
se apresuraba á fijar en sus gabanes, en sus blu
sas de lienzo azul y en sus sombreros. En
un momento el color rojo , como otras tantas
chispas saltando de manos en manos y de pe
chos en pechos , corria sobre zonas enteras del
muelle , de las calles , de la plaza de Greve , y
deslumhraba ó consternaba las miradas de los
espectadores colocados en las ventanas de) Ho
tel de Ville.
Algunos grupos de obreros no iniciados en
el movimiento, y que acudian de los barrios
vecinos para ofrecer sus brazos á la república,
desembocaban por momentos de los puentes y
de los muelles , siguiendo á una bandera trico
lor y á los gritos de ¡viva el gobierno provi
sional! Sorprendidos del cambio de estandartes,
se metiau lentamente entre la muchedumbre
para acercarse á la escalinata; mas apenas die
ron algunos pasos, se vieron rodeados, apre
tados, provocados y algunas veces insultados
POR LAMARTINE. 37
por los grupos terroristas, que se befaban de
estos colores que habian llevado la libertad , el
nombre y la gloria de la Francia, presentándo
les otro estandarte Los unos lo aceptaban por
sorpresa y por imitacion ; los otros vacilaban y
lo rechazaban.
Algunos grupos defendian su bandera de los
insultos de las bandas rojas, y se las veia alza
das y abatidas á los ademanes , á los gritos de
furor ó de indignacion reciprocos, ondeando
en girones ó desapareciendo poco á poco bajo
las cabezas de la multitud. Tambien desapare
cían de las ventanas y de los tejados de las easas
de enfrente, y eran reemplazadas por el color
siniestro de la faccion victoriosa : algunos pelo
tones armados salvaban las verjas, y trepando
á lo alto del pedestal enarbolaban la bandera
roja, en vez del estandarte tricolor en las manos
de la estatua de Enrique IV. Dos ó tres de estos
pedazos de grana eran agitados por cómplices
ó por hombres intimidados , en las ventanas de
la esquina del palacio , y los saludaban á tiros
con bala q-ue rompían los cristales y penetra
ban luego en los salones.
El pequeño número de miembros del gobierno
que habian pasado la noche en el Hotel de Ville,
no tenían para defenderse mas que algunos
bravos ciudadanos unidos á ellos por el instinto
del patriotismo y por el atractivo del peligro
para las almas escogidas; algunos alumnos tran
quilos , activos , intrépidos, dela escuela poli
técnica y de la de Saint-Cyr, y la masa confusa
TOMO 11} . 3
38 RKVOtUCION FRANCESA
y desconocida de los combatientes de la víspera,
acostados junto á sus armas sobre el empedrado
de los patios ó sobre las gradas de las escaleras,
l'ero á pesar de los esfuerzos de los coroneles
Rey , Lagranje y de algunos otros jefes de los
combatientes que habian sido designados ó que
se habian instalado por sí mismos en los diver
sos mandos del palacio del pueblo , estos sitia
dores de la víspera , convertidos en defensores
el siguiente dia , no podian resistir ni de cora
zon ni de mano á esta segunda oleada de la re
volucion que venia á envolver y sumergir la pri
mera. Por ambas partes eran los mismos hom
bres , los mismos trajes , la misma lengua , los
mismos gritos , compañeros de las barricadas
de la noche, que se encontraban , no para com
batirse , sino para confundirse y exaltarse mu
tuamente por la mañana. El débil puest^ de
guardias nacionales , ahogado cu este océano de
hombres , no se componía ya mas que de dos 6
tres valerosos ciudadanos, cuyos nombres me
recerían la mencion de la historia. Llegaron
ofreciendo sus bayonetas y pidienclo-órdenes, y
Lamartine les mandó que se replegasen á lo
interior , esperando que los alcaldes de Pa
ris, advertidos por Marrast y Marie , llegasen
á reunir y dirigir algunos destacamentos en so
corro del gobierno asaltado.
XIV.
Apenas se habian dado estas órdenes, cuando
POR LAMARTINE. 89
las bandas de hombres suciamente vestidos y
reclutados en las calles indigentes de los arra
bales y contornos mas remotos del Este y del
Oeste de Paris, afluyeron con tales irupcio-
nes, tales cánticos y gritos á la plaza, que esta
multitud ya apretada onduló á la vista como un
mar, y precipitándose con todo su peso contra
las verjas , las forzó y penetró en tropel por to
das las salidas del edificio que en un instante
llenó de tumulto y confusion : no puede gra
duarse en menos de treinta á cuarenta mil hom
bres la muchedumbre que cubria entonces la
plaza , los muelles , las embocaduras de las ca
lles, los jardines , los patios, las escaleras , los
corredores y las salas del Hotel de Ville.
La entrada de esta masa de pueblo, precedida
por los principales jefes que la habian reclutado
y dado su espíritu y sus insignias , fue seguida
de los mugidos y clamores de un rio que ha roto
sus diques.
Las diversas avenidas de esta multitud se
derramaron en todas las partes del edificio, vo
ciferando, blandiendo armas y disparando tiros
sin direccion y sin mas intenciones que las de
manifestar sus armas y su embriaguez. Las ba
las penetraban en los techos y partían los ta
bleros de las ventanas y de la's puertas , y el
tropel mas numeroso, que no habia podido pe
netrar , cantaba en coro una Marsellesa sin
fin. La plaza entera era una llanura de cabezas
pálidas ó cotoradas de emociones, vueltas todas
hácia la fachada del palacio y con las manos le
40 REVOLUCIÓN FRANCESA
vantadas agitando banderas rojas. Por este signo4
se imponía al gobierno el símbolo y la significa
cion de la república convulsiva que querian im
ponerle. . .
El pequeño número de alumnos delas escue
las , de hombres adictos , de combatientes de la
vispera , ya un poco disciplinados por la nochí
y por la confianza que el gobierno les habia de
mostrado rodeándose de ellos como de los pri
meros pretorianos de la república , se habian
replegado ante esta multitud y refugiado en
los últimos descansos de las escaleras, en los
corredores estrechos y en los aposentos ates
tados de ciudadanos y de tumulto que prece
dian á la sala del consejo. Estos puestos inven
cibles, por la imposibilidad misma de retro
ceder á causa de la muchedumbre y de la re
sistencia de puertas y paredes , eran vanamente
empujados por nuevas columnas armadas que
se lanzaban al asalto del gobierno , y oponían
una muralla de cuerpos humanos á estas irup-
ciones renacientes sin cesar y sin cesar recha
zadas.
Desde la reducida sala del consejo se oia mu
gir li multitud, estallar los improperios, estre
mecerse las voijes, ahullar las vociferaciones,
crugir las puertas y resonar los vidrios al caer
y los tiros que disparaban. Entablábanse diálo
gos furiosos entre los jefes y oradores de los si
tiadores y los grupos que defendian las aveni
das de los aposentos reservados. A cada instan
te , chocando impulsos mas terribles contra la
POR LAMARTINE. 4i

vanguardia de ciudadanos que llenaban las an


tesalas ó los corredores , se comunicaban hasta
las puertas del consejo , y derribaban al suelo
cueípos que eran pisados por los que quedaban
de pie.
—« ¡ Dejadnos hablar á ese gobierno de hom
bres desconocidos ó sospechosos al pueblo ! gri
taban los cabecillas y repetían los vociferadores
fanatizados. ¿Quién son ellos? ¿Qué hacen? ¿Qué
república nos urden? ¿Es esa república en que
el rico continúa gozando y el pobre sufriendo,
el fabricante esplotando al hombre condenán
dole al salario ó al hambre? ¿Es esa repú-
fotica que despues de haber sido conquistada
por nuestra sangre, se contentará con lavar el
suelo para que rueden de nuevo sobre él los co
ches de la opulencia insultando los harapos del
pueblo? ¿Es esa república que disimulará los
vicios de la sociedad en la cabeza y los castigará
en los miembros, que no tendrá ni jueces,
ui venganza , ni cadalso para los traidores,
que se hará humana á espensas de la humani
dad , que hará pacto con los tiranos , los cléri
gos , los nobles y los propietarios , y que nos
devolverá , con otro nombre , todos los abusos,
todos los privilegios, todas las iniquidades de
la monarquía?
—»¡No, no! añadian los mas exasperados. Esos
hombres no son de nuestra raza : nada.de con
fiar en hombres que no han sufrido las mismas
privaciones que nosotros, que no tienen los
mismos resentimientos, que no hablan la misma
i2 REVOLUCIÓN FBANCESA

lengua , que no se visten de los mismos harapos


que nosotros. ¡ Destituyámosles , precipitémos
les de su poder usurpado , sorprendido , robado
en la oscuridad de una noche! ¡ Queremos ha
cer la república nosotros mismos, queremos que
el gobierno del pueblo sea del pueblo , y com
puesto de hombres conocidos y amados de este!
¡ Abajo la bandera de la monarquía que nos re
cuerda nuestra servidumbre y sus crimenes!
¡ Viva la bandera roja , símbolo de nuestra
emancipacion! »

XV.

Así hablaban en los grupos estos oradores,


que ellos mismos, en su mayor parte, afectaban
la miseria y los resentimientos del pueblo, del
cual no participaban en efecto, ni de sus tra
bajos y padecimientos. Del mismo modo que la
antigüedad tenia mujeres asalariadas para fin
gir las lágrimas en los funerales, así el partido
terrorista tenia allí aquel dia estos furiosos
para simular el hambre, las miserias y los re
sentimientos del pueblo. Sin embargo, detras
de ellos se reconocia el verdadero pueblo en
sus miserias demasiado reales, y en sus aspi
raciones confusas de igualdad, de bienestar y
algunas veces de envidia, y haciendo eco con
las miradas, con los ademanes y con el corazon
á estos oradores, aplaudia sus palabras, alzaba
la bandera roja, blandia sus armas, y prorum
POR LAMARTINE. 43
pía en sospechas y en imprecaciones contra el
gobierno.
Los republicanos pacificos y bien intenciona
dos se esforzaban por apaciguar á estos hom
bres, representándoles que si los hombres del
nuevo gobierno hubieran querido procurarse
traiciones contra el pueblo y una retirada en
la monarquía, no habrían proclamado la víspera
la república; que si sus nombres no eran á los
ojos de la multitud garantías de probidad polí
tica suficientes, sus cabezas eran prendas de
fidelidad á la revolucion, en cuyo seno se ha
bian lanzado libre y valerosamente; qne el go
bierno de una nacion grave é inteligente como
la Francia necesitaba hombres versados en
los negocios interiores ó esteriores, hombres
que supiesen hablar, escribir, administrar,
mandar por educacion y por hábito; que estos
habian salido la víspera de la aclamacion pú
blica para salvar la patria y el pueblo mismo;
que habian metido con intrepidez los pies en
la sangre para detener la sangre; que en al
gunas horas habian hecho mucho, y que era
preciso dejarles tiempo para hacer mas y juz
garlos despues de la obra.
XVI.
Estas palabras hacian impresion en la parte
mas razonable de la multitud. —«Pues bien, de
cian hombres que salian de las filas para es
trechar la mano á los amigos del órden y del
44 REVOLUCIÓN FRANCESA
gobierno ; teneis razon : nosotros no pode
mos gobernarnos á nosotros mismos ; nosotros
no tenemos la instruccion necesaria para cono
cer las cosas y los hombres ; á cada cual su
oficio ; esos hombres son gente honrada que
ha estado en la oposicion y al lado del pueblo
en tiempo del último gobierno. Que nos gobier
nen , pues así lo queremos ; pero que nos go
biernen como nosotros lo entendemos. ¡En nues
tro interes , bajo nuestra bandera , en presen
cia nuestra ; que nos digan lo que quieren ha
cer de nosotros y para nosotros ; que enarbo-
len nuestros colores ; que se rodeen de nosotros
solos ; que deliberen en medio del pueblo... que
eierto número de nosotros asista á todos sus
actos y á todos sus pensamiento!? para respon
dernos de ellos y para quitarles, no solamente
la tentacion, sino hasta la posibilidad de enga
ñarnos!»
Aplausos frenéticos acogen estas últimas
mociones. No violar el gobierno, pero sí ro
dearlo , dominarlo , esclavizarlo , arrancarle ei
cambio de bandera de la revolucion , las medi
das de 93, las proscripciones , los tribunales
populares , la proclamacion de los peligros de la
patria , la declaracion de guerra á todos los
tronos; este régimen estremo , en fin , que para
levantar una nacion y echarla toda entera á los
facciosos tiene necesidad de la guerra en las es-
tremidades y del cadalso en el centro ; añadid á
este programa de la república de 93 la lucha
abierta de los proletarios contra la clase media,
ron LAHARfnií. 45
del salario contra el capital , del obrero contra
el fabricante , del consumidor contra el comer
ciante, y tal era el sentido violentamente co
mentado de las resoluciones, de los discursos
y de las voces que mediaban entre los grupos de
los sitiadores. *

XVII.

Pero este espíritu estaba muy lejos de ser


unánime y sin contradiccion entre la multitud
de buenos ciudadanos que engrosaba de hora
en hora en el Hotel de Ville.
Los terroristas y los comunistas inspiraban
horror y espanto á los republicanos ilustrados
y valerosos que se habian agrupado desde la
víspera enrededor del centro moderador del
gobierno. Estos , como la inmensa mayoria del
pueblo de Paris , veian en la república una
emancipacion humana y magnánima de todas
las clases, sin opresion para ninguna. Veian en
ella una perfeccion de justicia , una mejora
equitativa, racional, progresiva , de la sociedad
civil y de la sociedad posesora. Lejos estaban
de ver en ella una subversion de la propiedad, de
la familia , de las fortunas , un sacrificio de una
ó dos generaciones á la realizacion de irrealiza
bles quimeras ó de execrables furores.
Esforzábanse por atraer á estos pensamientos
á la razon , á la confianza en el gobierno , la
masa flotante é indecisa de estos hombres po
bres é ignorantes , reclutados en los arrabales:
46' . DEVOLUCIÓN FRANCESA .
estos habian enarbolndo la bandera roja, sola-
mente porque este color escita á los hombres
como á los brutos, y seguían á los comunistas
sin comprenderlos , y vociferaban con los terro
ristas sm tener ni su sed ni su impaciencia de
sangre. Los buenos obreros, los republicano»,
los combatientes, los heridos mismos hablaban
á estas bandas mas estraviadas que culpables,
con la autoridad de su opinion no sospechosa,
de su sangre vertida la vispera por la misma
causa. Así conseguían sembrar algunas dudas,
alguna indecision entre ellos.
Algunas veces, enternecidos estos hombres
por las súplicas y por la vista de la sangre de
sus compañeros de la víspera, se arrojaban en
brazos de sus interlocutores , se deshacian en
lágrimas , y se unían á ellos para predicar la
paciencia , la concordia y la moderacion. Cierta
ondulacion se percibia en las masas como en los
espíritus.
Pero todos los medios parecian combinados
hábilmente, ya por la casualidad, ya por los
instigadores de la jornada , para neutralizar este
poder de los buenos ejemplos, para evitar,
hasta el vértigo , por todos los sentidos, la irri
tacion del pueblo , y para arrastrarle á las re
soluciones mas desesperadas: el espectáculo de
su propia miseria , que inspirándole lástima de
sí mismo debia llevarle á la venganza contra
las clases ricas , le causaba una embriaguez,
aumentada por el olor y por las detonaciones
de la pólvora , tanto como por el vino y por la
POR IAMARTINB. 47
vista de la sangre, que tan fácilmente produce
la sed de ella.
Nada parecia haberse omitido , natural ó ar
tificiosamente , para producir este triple efecto
en el sentido de la multitud.
Un tropel de haraposos, sin zapatos , sin som
breros , ó con vestidos hechos girones que deja
ban ver la desnudez de los miembros , estacio
naba en los patios y henchían de cabezas lívidas
y de brazos estenuados por la miseria las gra
das intermediarias entre la escalinata y los pa
tios del palacio. Hombres ebrios de aguardiente
vacilaban por las escaleras , balbuceaban vocife
raciones inarticuladas , se lanzaban á la cabeza
de los grupos , y hacian evoluciones con la bru
tal y ciega torpeza de la embriaguez , con pe
dazos de sable que eran arrancados de sus ma
nos ; en fin , de minuto en minuto , hombres
medio desnudos y con la camisa teñida en san
gre hendian cuatro á cuatro la muchedumbre
que se abria respetuosamente ante ellos , y con-
ducian los cuerpos muertos. Las bóvedas, los
patios, las gradas delas grandes escaleras, la
sala de Saint-Jean, estaban atestadas de cadá
veres , y todo el celo de los médicos Thierry y
Samson, ayudados por sus pasantes, que se dis
tinguían por su intrépida humanidad, no era
bastante para apilar tantos muertos. Ignorábase
de dónde salían y por qué los trasportaban asi
al único punto de la ciudad donde hubiera sido
mas necesario sustraerlos á la vista del pueblo.
Hubo un momento en que el doctor Samson,
48 REVOLUCION FRANCESA
acercándose á Lamartine, le dijo al oido:—«Los
muertos nos sumergen; los cadáveres consternan
al principio, y luego apasionan mas y mas la
multitud , y si continúan trayéndolos de este
modo de todos los hospitales de Paris , no sé yo
lo que va á ser de nosotros.»

XVIII.

Pero mientras que los hombres cargados con


los cadáveres de sus hermanos muertos en los
tres combates los conducian religiosamente y
como un piadoso fardo al Hotel de Ville , sin
saberse por qué órden , cuadrillas de hom
bres insensatos y de niños feroces iban en
busca de los cadáveres de los caballos ahogados
en sangre , y pasándoles unas cuerdas por el
petral, los arrastraban con risas yahullidos so
bre la plaza de Greve y bajo la bóveda que está
al pie de la escalera del palacio. ¡ Espectáculo
repugnante que ensangrentaba los pensamien
tos , tanto como los pies de esta multitud! Ape
nas depositaban de este modo un cadáver, esta
gente iba en busca de otro, obstruyendo el pa
tio inferior de la prefectura de Paris con es
tas inmundicias é inundándolo de charcas de
sangre.
En lo interior crecia siempre el tumulto : las
violencias de los facciosos encontraban resis
tencias morales , consejos saludables en la mul
titud de buenps ciudadanos y en la magnanir
POR LAMARmC. 49
tnidad de los combatientes , entre los cuales los
habian mezclado. Estos hombres sencillos , ar
rastrados por signos y por palabras cuyo sen
tido anárquico y sanguinario so\o comprendian
á medias , se sorprendian de ver á heridos de
la víspera , á hombres sucios de pólvora y ha
raposos como ellos , reprenderles su impacien
cia y su furor , y maldecirles en nombre de la
república destrozada por ellos al dia siguiente
de su nacimiento. Algunos resistían á estos con
sejos , otros cedian , se contenían ó retroce
dian ante un atentado, y todos .ílotaban de la
audacia al miedo , del crimen al remordimien
to. Sus jefes no conseguían sino á fuerza de de
clamaciones, de arrastrar cadáveres y de tiros,
lanzarlos á asaltos sucesivos contra la residen
cia del gobierno.
31arie siempre impasible; Garnier-Pagés siem
pre patriota; Cremieux siempre entusiasta en
ademanes y palabras, eran los únicos que desde
la víspera estaban allí con Lamartine. Flocon
luchaba en la. plaza con otra sedicion de muchos
miles de hombres que pedian la rendicion de
Vincennes y el saqueo de este arsenal; tranqui
lizaba, á riesgo de su vida, esta masa sorda á
sus representaciones, y concluía por regulari
zarla , no pudiendo disolverla. Marchaba á'Vin-
cennes ; repartía solamente algunos miles de
fusiles; cerraba de nuevo las puertas; confir
mabalos comandantes; restablecia las consig
nas, y salvaba para la república su arsenal,
arrebatando á la anarquía la polvora , los caño
50 REVOLUCION FRANCESA
nes y las armas que hubiera vuelto contra el
pueblo mismo.
XIX.

Entre tanto los jefes y las cabezas de columna
de los sediciosos, penetrando por momentos
hasta en los corredores estrechos y apiñados
de gente, donde se sofocaban por su propia
masa, insultaban á los miembros del gobierno,
y no cesaban de dirigirles las intimaciones mas
imperiosas.
—«Queremos que nos deis cuenta de Jas
horas que ya habeis perdido ó demasiado bien
empleado en adormecer y aplazar la revolucion,
decian estos oradores con las armasen la mano,
el sudor en la frente, la espuma en los labios
y la amenaza en los ojos. Queremos la ban
dera roja , signo de victoria para nosotros, de
terror para nuestros enemigos. Queremos que
un decreto la declare al instante única ban
dera de la república. Queremos. que la guar
dia nacional sea desarmada y entregue sus f'u-
silesal pueblo, pues queremos reinará nuestra
vez sobre esa clase media , cómplice de todas
las monarquias que le venden nuestros sudores;
sobre esa clase media que espiola las monar
quías en provecho suyo, pero que no sabe ni
inspirarlas ni defenderlas. Queremos la de
claracion de guerra inmediata a todos los tro
nos y á todas las aristocracias. Queremos la
declaracion de la patria en peligro ,. el arresto
POR LAMARTINE. 54
de todos los ministros pasados y presentes de
la monarquía en fuga , el proceso del rey, la
restitucion de sus bienes á la nacion, el hacha
del pueblo suspendida sobre la cabeza de sus
eternos enemigos. ¿Qué revolucion de hermosas
palabras quereis hacernos? Necesitamos una
revolucion de hechos y de sangre ; una revolu
cion que no pueda ni detenerse en su marcha,
ni volverse atras. ¿Sois los revolucionarios de
semejante revolucion? ¿Sois los republicanos de
semejante república? No, ¡sois como vuestro cóm
plice en discursos vanos, girondinos de corazon,
aristócratas de nacimiento, abogados de tri
buna, traidores quizás! ¡Haced plaza á los ver
daderos revolucionarios, ó comprometeos con
ellos por esas medidas! ¡Servidnos como que
remos ser servidos, ó ay de vosotros!» Ha
blando asi, algunos tiraban su sable desnudo
sobrela mesa. como una prenda que no levan
tarían sino despues de ser obedecidos.
Tan pronto murmuraciones, tan pronto aplau
sos respondian de sala en sala á estos discursos.
Garnier-Pagés , Marie , Cremieux, Lamartine,
no se dejaban ni insultar ni intimidar por estos
oradores, á quienes miraban de. frente, con los
brazos cruzados sobre el pedio, calmándolos
con el ademan, y fascinándolos con la impasibi
lidad de su rostro y de su actitud. La autoridad
es tan necesaria á los hombres, que su sola
iinágeu desarmada imprime un respeto invo
luntario á los mismos que la desafian. Apenas
habiau hablado estos oradores, escitándose por
52 REVOLUCIÓN FRANCESA
el frenesí de sus gestos y de su voz, cuando pa
recian espantarse á sí propios de lo que habian
dicho, y causarse horror de su propia audacia.
Algunos prorumpian en lágrimas ó caian des
mayados en brazos de sus camarades. Marie les
hablaba con austeridad , Cremieux con entu
siasmo , Garnier-Pagés con ternura , y Luis
Blanc, que sobrevino, les ayudaba cen su in
flujo cerca de ellos. Buenos ciudadanos, alumnos
de las escuelas militares , alcaldes de Paris
conocidos del pueblo , antiguos republicanos
como Marrast y Bastide , les estrechaban las
manos, les amonestaban y se interponían entre
ellos y el gobierno , entablando coloquios en
los diversos puntos de la sala. Los mas violen
tos, conmovidos ó enternecidos, concluían por
dejarse arrastrar á evacuar el primer piso, vol
viendo á dar cuenta á la multitud de lo que
habian visto, de lo que habian dicho y de lo que
les habian respondido. Por un momento sofo
caban el tumulto que se formaba en otra parte
á la voz de otros jefes mas implacables* y mas
determinados, lanzándose á nuevos asaltos que
debian concluir por apoderaras, ó ensangrentar
el último y estrecho asilo que quedaba á la re
sistencia.
Sitiado así el gobierno, no le hubieran bas
tado todas sus fuerzas morales para imponer
á la sedicion; pero la misma sedicion separaba
los miembros presentes de una parte de sus co
legas.
Dupont de l'Eure, cuya vejez causaba res-
POR LAMARTINE. 53

peto ; Arago, cuyo viril semblante y cuyo gran


nombre se realzaban el uno por el otro; Ledru-
Rollin , cuyo nombre , rostro y palabras eran
simpáticos á los proletarios, estaban ausentes.
Los dos primeros , caidos de cansancio despues
de sus magnánimos esfuerzos de la víspera ; y
el tercero, que habiendo acudido por la mañana
del ministerio de Jo interior para reunirse al
centro del gobierno , pero siendo ahogado en
el Océano de pueblo que se apretaba en las en
tradas del edificio , le habia sido imposible pe
netrar hasta el piso en que residia el consejo.
Aprisionado por el tumulto njismo en una de
las salas inferiores , sin comunicacion con lo
que pasaba encima de él, se habia retirado
para aguardar una ocasion mas propicia, y para
constituir afuera algunos elementos de órden.
Luis Blanc no formaba aun parte del gobierno
provisional, pues solo se le habia admitido á tí
tulo de secretario, del mismo modo que áFIocon,
Albert, Marrast y Pagnerre , para fortificarse
con todas las popularidades de talento , de elo
cuencia ó de redaccion.
Luis Blanc ensayaba por primera vez en este
momento el poder de su nombre y de su pa
labra sobre las masas , que ejercia , preciso es
reconocerlo , con una intencion pacifica y mo
derada ; menos asustado, sin embargo, que sus
otros colegas del peligro de ceder la bandera
de la patria y la significacion de la república á
una parte del pueblo amotinada , Luis Blanc
creia que esta concesion seria la señal de la
tomo ni. 4
.fti REVOLUCION FIIANCESA

concordia, y que esta porcion del pueblo, satis


fecha con su victoria sobre este punio, renuncia
ría á las ideas violentas y á las medidas de
odioso presagio ; favorecido por su pequeña es
tatura , no dejaba de bajar y subir del foco del
gobierno al foco del tumulto, deslizándose por
entre las fdas de los terroristas , rogando unas
veces á los grupos mas animados que se conmo
vían á su voz , otras suplicando á sus colegas
que evitasen los últimos escesos y aceptasen la
bandera roja , aunque no fuese mas que tempo
ralmente y para desarmar al pueblo. Los tiros
resonaban por intervalos, y las balas entraban
por las ventanas , como intimaciones y ultima
tum de la multitud armada é impaciente: estas
vociferaciones de cincuenta mil voces , y esos
disparos en la plaza, dabau demasiada razon y
fuerza álas consideraciones presentadas por el
joven tribuno. Luis Blanc no era cómplice; que
ría ser pacificador ; pero el pueblo no queria
retirarse sino con condiciones que el gobierno
persistía enérgicamente en no aceptar.
En este momento , un tumulto de un ruido
mas siniestro estalló en los corredores que de
fendian por su propia muchedumbre la residen
cia del gobierno ,- un asalto del pueblo b¡zo
temblar las bóvedas, gemir las paredes, ce
der las puertas y caerlos unos sobre los otros
á los alumnos de las escuelas y á los intrépi
dos combatientes que oponían á estas inva
siones el peso de sus cuerpos y la muralla de
sus fusiles homontalmente colocados. Una masa
POR LAMARTINE. 55
de pueblo forzó las consignas , penetró vocife
rando y blandiendo toda especie de armas , y
rodeó y apremió al gobierno provisional.
Decian estos hombres que venían á presentar
las últimas intimaciones del pueblo, y á llevar
á este la última palabra de la revolucion; por
orador habian escogido á un jóven obrero me
cánico , spartaco de este ejército de proletarios
inteligentes.
Era este un hombre de veinte ó veinte y
cinco años, de estatura mediana, pero recta;
fuerte, de firme y robusto aplomo sobre sus
miembros, y cuyo rostro estaba ennegrecido
por el humo de la pólvora , y pálido de emo
cion ; sus labios temblaban de cólera , y sus
ojos, hundidos bajo una frente abultada , lanza
ban fuego. Electricidad del pueblo concentrada
en una mirada , su fisonomía tenia á la vez el
carácter de la reflexion y del estravio , con
traste estraño que se encuentra en ciertos sem
blantes, donde un pensamiento falso se ha trocado
si#embargo en una conviccion sincera y en una
obstinacion á lo imposible. En su mano iz
quierda enrollaba un pedazo de cinta ó de tela
roja, y en la derecha llevaba una carabina con
cuya culata hacia resonar el suelo á cada pala
bra : parecia á un tiempo tímido y resuelto , y
veíase quese fortalecia dentro de sí mismo contra
toda dehilidad y toda transaccion sobre un par
tido firmemente resuelto de antemano : pare
cia sentir y oir detras de sí al pueblo in
menso y furioso, de que era órgano , que le es
56 «EVOLUCION FRANCESA.
cuchaba y le pediría cuenta de sus palabras.
Vagaban sus miradas en el vacio alrededor
de la sala y no las lijaba en ningun rostro por
miedo de encontrar otra mirada y de ser invo
luntariamente influido por ella , y movia per
petuamente la cabeza de izquierda á derecha y
de derecha á izquierda, como si refútase en sí
mismo objeciones que le hicieran. Era el busto
de la obstinacion , la última palabra encarnada
de una multitud que siente su fuerza y que no
quiere ceder nada á la razon.
Y hablaba con esa elocuencia ruda, brutal,
sin réplica , que no discute, pero que ordena.
'Sil lengua febril se pegaba á sus labios secos, y
tenia esos temblores terribles que irritan y que
redoblan en el hombre inculto la calera de la
emocion contenida por la impotencia misma
de articular su furor: sus gestos concluyen sus
palabras. Todo el mundo quedó en pie y silen
cioso para escucharlo.
XX. •
Habló, no como hombre, sino como pueblo
que quiere ser obedecido y no sabe esperar:
midió las horas y los minutos á la docilidad del
gobierno , le ordenó milagros , y repitió, acen
tuándolas con mas energía, todas las condiciones
del programa de lo imposible que las vocifera
ciones tumultuosas del pueblo intimaban acep
tar y realizar al instante : el trastorno de toda
sociabilidad conocida ; el esterminio de toda
POR LAMARTINE.
,
57
propiedad , de los capitalistas ; el despojo, l-i
¡ustalacion inmediata del proletario en la comu
nidad de bienes; la proscripcion de los banque
ros , de los ricos, delos fabricantes y de las
clases de toda condicion superiores á los sala
rios ; un gobierno con el bacha en la mano
para nivelar todas ias supremacias del naci
miento , de la comodidad , de la herencia del
trabajo mismo; la aceptacion , en fin , sin ré
plica y sin plazo de la bandera roja para signi
ficar á la sociedad su derrota , al pueblo su vic
toria , á Paris el terror, y á todos los gobiernos
estranjeros la invasion. Cada una de estas inti
maciones era apoyada por el orador con un cu
latazo de su carabina en el suelo, con una acla
macion frenética de los que estaban detras de
él , y con una salva de tiros disparados en la
plaza.
Los miembros del gobierno y el pequeño nú
mero de ministros y de amigos que les ro
deaban , Bastide, Buchez, Barthelemy-Saint-
Milaire y Payer , oian estas intimaciones sin in
terrumpirlas, como se escucha el delirio por
miedo de agravarlo eontradiciéndolo ; pero este
delirio era en este momento el de sesenta mil
hombres armados y dueños de todo : hubo ins
tantes en que el gobierno desesperó de conse
guir la salvacion pública bajo la presion de se.:
mejante tumulto, inclinó la cabeza, se recogió
en si mismo , y resolvió morir sobre la brecha
antes que enarbolar la enseña de angustia y de
terror de la sociedad que cubria con su cuerpo.
5% REVOLUCION FRANCESA
Cremieux, Marie, Garníer-Pagés, Marrast, Bu-
chez , Flottard , y el mismo Luis Blanc , res
pondieron á las intimaciones del orador del
pueblo con la intrepidez , la dignidad , la fuerza
y la lógica que semejantes violencias suscitaban
en hombres de corazon: otros intentaron sedu
cir y captarse, por todas las caricias detlen-
guaje y de las maneras, la rudeza estoica de
este hombre y de suscómplieesáe estravío; pero
todo inútil, porque apartaban las palabras de
sus oidos , los ademanes de sus ojos. Laproda-
macion del gobierno revolucionario sobre fe
marcha , y la bandera roja enarholada sin re
flexion , era la única respuesta de estos hom
bres de hierro : mientras menos luces tiene un
hombre, mayor es su voluntad, y apela á la vio
lencia en todo lo queno puede comprender per la
razon: la tiranía es la razon de la barbarie que
se obstina cuando no puede convencer ni ser
convencida. T-al era el pueblo este dia, y tai se
esforzaron en hacerlo despues.
XXI. . ' .•,'.-.-,i'fKv
--!V A«,
De pie Lamartine en el hueco de una ven
tana , miraba consternado unas veces esta es
cena, otras las cabezas del pueblo que ondeaban
en la plaza , y el humo de tiros , flotando sobre
estos millares de rostros , y formando una au
reola á la bandera roja : vió los esfuerzos de sus
colegas impotentes contra la obstinacion de estos
enviados del pueblo. ! i!' T:;r*vn
POK LAMARTINE. . • B9

Irritose de estos insolentes retos del hombre


armado, que presentaba sin cesar su carabina
como una razon suprema á bombres desarma
dos , pero que sabian mirar la muerte de
frente: hendió el grupo que le separaba del ora
dor •, y acercándose á este hombre, le puso una
mano sobre el brazo. El hombre se estremecio,
y quiso desasirse, como si temiera la fascinacion
de otro ser, y se volvió con una inquietud, á la
vez salvaje y temerosa, hácia sus compañeros,
como para preguntarles con quién se las habia.
—« Es Lamartine , » le respondieron algunos
hombres de su partido.
— « ¡ Y qué me quiere Lamartine! esclamó
con descontianza el orador. Yo no quiero escu
charlo ; quiero que el pueblo sea obedecido so
bre la marcha, ó sino, añadió llevando la mano
al seguro de su arma, balazos y nada de pala
bras. ¡Dejadme, Lamartine ! prosiguió agitando
su brazo para desasirlo. Yo soy un hombre
sencillo; yo no sé defenderme con palabras,
ni responder con ideas, pero sé querer. Yo
quiero lo que el pueblo me ha encargado decir
aquí. ¡No rae hableis, no me engañeis, no me
adormezcais con vuestra habilidad de lengua!
¡He aquitma lengua que todo lo corta, una len
gua de fuego, añadió tocando al cañon de su
fusil; no hay otra entre vosotros y nosotros!»
Lamartine sonrió á esta espresion del pro
letario, reteniéndole siempre del brazo: —«Ha
blais bien, le dijo; hablais mejor que yo, y el
pueblo ha escogido muy bien su intérprete; pero
60 BEVOI.UC10N FRANCESA
no basta hablar bien, sino que es preciso oir
ei lenguaje de la razon que Dios ha dado á los
hombres de buena fe y de buena voluntad para
esplicarse entre sí y para ayudarse mutua
mente en vez de destruirse : la palabra sincera
es la paz entre los hombres, y el silencio obsti
nado la guerra. ¿Quereis la guerra y la sangre?
Nosotros la aceptamos ; nuestras cabezas están
prontas; ¡pero entonces, que la guerra y la
sangre caigan sobre los que nada han querido
oir! —¡ Sí , si! ¡Lamartine tiene razon ; escu
chadlo!» gritaron sus caoiaradas.
xxii. ..vi %;.&%:
Lamartine habló entonces á este hombre con
el acento de sinceridad persuasiva que tenia en
el corazon, y que la gravedad de las circuns
tancias hacia mas intimo y religioso , represen
tándole que las revoluciones eran grandes bata
llas, donde los vencedores tenia n mas necesidad
de jefes despues de la victoria que durante el
combate; que el pueblo, por mas sublime que
fuese en la accion y respetable en el pensamiento
del hombre de estado , no tenia en el tumulto
de la plaza pública ni la sangre tria , ni la mo
deracion, ni la luz necesaria para salvarse á sí
propio en los peligros de su mismo triunfo; que
la accion del gobierno dentro y fuera no consis
tía en aclamar tal ó cual resolucion irreflexiva
con las armas en la mano y á voluntad de tal ó
cual orador popular, ni en escribir con la punta
POR LAMARTINE. . 64
de una bayoneta decretos arbitrarios, violen
tos, muchas veces inicuos, sobre una mesa de
conjurados, sino que era preciso pensar, pesar
y apreciar en libertad, en. conciencia y en si
lencio los derechos, intereses y voluntades de
una nacion de cerca de cuarenta millones de
hombres, todos ellos con los mismos titulos á
la justicia y á la proteccion de un gobierno:
que ademas era preciso tener en cuenta que
Puris no era toda la Francia, ni la Francia
toda la Europa ; que la salvacion del pueblo
consistía en equilibrar estos grandes intereses
los unos por los otros, y en hacer justicia á la
parte sufriente del pueblo, sin hacer injusticia
ni violencia á los oíros ciudadanos y á las otras
naciones; que el pueblo que 110 tuviera pacien
cia ni confianza en sus jefes para esperar el
bien, seria un pueblo decapitado , que haria
abortar en el desórden y en la anarquía las
mas fecundas, revoluciones. Que los jefes que
se envilecieran á si mismos basta no ser mas
que los instrumentos de voluntades vacilantes
y de los impulsos tumultuosos de la muche
dumbre , estarian por debajo de esta , porque
sin tener sus demencias, ejecutarian sus errores
ó furores: que tal gobierno seria igualmente
indigno de la nacion y de los hombres patriotas
(jue se habian arrojado entre ella y la anarquía,
y que si el pueblo no queria tales servidores,
no tenia mas que entrar y herirlos , porque
estos hombres estaban resueltos á hacer todo
por el pueblo , escepto su ruiqa y su deshonor.
61 REVOLUCION FRANCESA
Lamartine , en fin , en algunas palabras , en
nombre del gobierno , rehusó enarbolar la ban
dera roja , y deshonrar así el pasado de la re
volucion y de la Francia.
XXIII.
A medida que Lamartine hablaba, veiase lu
char en la fisonomía salvaje del orador de los
proletarios la inteligencia de que parecia ilu
minarse á pesar suyo, y la obstinacion. de una
voluntad brutal de que parecia oscurecerse:
aquello era como una nube y un rayo, comba
tiéndose al cruzarse.
Al fin, la inteligencia y el entendimiento pre
valecieron : el hombre dejó caer su carabina, y
prorumpió en llanto, y sus camaradas , mas
conmovidos aun que él, lo arrastraron en sus
brazos fuera del recinto. Hicieron refluir la
columna de que eran cabeza, trasladando al
pueblo con sus gritos y ademanes las buenas
palabras del gobierno y las buenas resoluciones
que ellos mismos habian consentido : un movi
miento de vacilacion tuvo lugar en el palacio
y en las puertas, y el gobierno respiró al fin.
--''"' n '-: -:'-':-.' .. . . - ;.-.:t:73
.•i. XXIV. . . «ija
. -i: \-'t ::i:-: :.i . :i.. . v¡):...: ..ji. .. ' . . «i !•'!j (|tf|
Mas apenas los cabecillas de la multitud se
apercibieron del trastorno moral eomunicado á
las masas por la vuelta de esta columna á?la
plaza de Greve , cuando comenzaron á sembrar
POR LAMARTINE. 63
de nuevo la impaciencia y el fnror de sus inten
tos burlados : trataron de cobardes y de trai
dores á los que bajaban sin haber obtenido la
bandera roja y el gobierno proletario , la herra
mienta por cetro y el hacha en la mano. El ru
mor subió mas sordo al principio y luego mas
atronador y siniestro de estas oleadas de pueblo
hasta las ventanas del palacio. Pronto estas ma
sas compactas, agitando sus banderas, se par
tieron como murallas que se desploman , y vié-
ronse formar nuevas corrientes de hombres ar
mados que afluian lentamente, desapareciendo
con gritndes clamores por todas las salidas y por
todas las puertas del edificio : solo la misma
confusion les impedia lanzarse á los pisos supe
riores con la fuerza de impulsion que les preci
pitaba á la conquista del gobierno.
Entre tanto las cabezas de estas columnas
llegaban aclarándose y confundiéndose un poco
con los buenos ciudadanos hasta los grandes
patios y hasta la mitad de las escaleras, y al
gunos grupos irresistibles penetraban hasta las
mismas antesalas de los aposentos.
A cada instante llegaban avisos angustiosos
traidos por los alumnos de las escuelas, que
nada temian : en ellos se suplicaba á los hom
bres mas influyentes en el pueblo que conjura
sen las últimas violencias presentándose. Ma-
rie y Cremieux marcharon con intrepidez,
uniéndose á ellos algunos ministros, tales eoiuo
Gondchaux , Bethmont y Carnot , y algunos
otros ciudadanos adictos, para cubrirlos con sus
64 REVOLUCIÓN FRANCESA

cuerpos y con su popularidad : algunos mo


mentos obtuvieron de respeto , pero volvieron á
entrar anonadados y vencidos por el tumulto.
Cinco veces salió Lamartine : habló , hizo
prorumpir los aplausos y refluir un poco la mul
titud , haciendo agitar delante de sí la bandera
tricolor , nacida de la revolucion , decia , con
temporánea de la libertad, y consagrada por la
sangre de nuestros triunfos. Sus vestidos esta
ban desgarrados, su cabeza descubierl«i-,-:Si•
frente bañada en sudor , y los entusiasmos y los
insultos, en proporciones casi iguales, se ele
vaban al acercarse él. Vehementes apóstrofes
clavaban en sus labios sus primeras palabras,
y luego, cuando apenas habia pronunciado al
gunas frases inspiradas por el genio del lugar,
dela hora, de la estremidad suprema eu que
se encontraba la patria, los mas próximos á él
paraban á su lado dándole sus almas y sus ar
mas, y haciendo eco con sus corazones y sus
voces á su voz, cubrian sus discursos de aplau
sos que se prolongaban de sala en sala, de es
calon en escalon, y concluían por deshacerse
en lágrimas precipitándose en sus brazos. Ja
más se vió mejor que durante estas horas lo
que contiene de inteligencia, de electricidad, de
generosidad, de entusiasmo y de amor este
pueblo, que solo necesita el contacto de una
palabra humana para vibrar todo entero, aun
en la sedicion de los mas sublimes sentimientos
de la humanidad ••-. • . -• ..-; !»:.'n'
POn LAMARTINE. 65

XXV.
Pero estas victorias de la simpatía y de la pa
labra eran cortas : prolongábanse lenta é imper
fectamente en aquella muchedumbre ruidosa de
sesenta á ochenta mil hombres, y parecian eva
porarse con los últimos acentos de la voz del
orador. Muchas veces no se habia retirado aun,
cuando oia estallar nuevos murmullos al pie
de las escaleras, y cuando las descargas dispara
das desde los patios hacian silbar sobre su cn-
beza las balas que se clavaban en las piedras de
la bóveda de las escaleras.
Avanzando cada hora del di a , llevaba nuevos
refuerzos de los contornos y de los arrabales de
Paris al pueblo amotinado. A mediodia, la plaza
de Greve , las ventanas y los techos de las casas
que la rodean, estaban atestadas de gente, y
parecian tapizadas de rojo: un movimiento mas
decisivo tuvo lugar en las avenidas del edificio,
y de todas partes gritaban : ; á las armas! Al
gunos ciudadanos intrépidos querian oponerse
á una invasion mas desesperada del pueblo,
mus fueron derribados sobre las escaleras y pi
sados, y el torrente subió y se introdujo bajo
las góticas bóvedas que preceden á la inmensa
sala de la república , atestada de moribundos.
—«¡Lamartine, Lamartine! esclarmm en la es-
tremidad de los corredores los ciudadanos ven
cidos por el pueblo ¡ El solo puede intentar
contener el desbordamiento; el pueblo no quiere
fifi REVOLUCIÓN FRANCESA

oir mas que á él ; que se presente, ó todo es


perdido !
Rendido Lamartine por diez y ocho horas de
esfuerzos físicos, estaba tendido en el suelo; se
levanta á estos gritos, y saliendo acompañado
de Payer, Jumelle, Marechal, de jóvenes é in
trépidos alumnos de Saint-Cyr, de un grupo de
hijos generosos de la escuela politécnica, y de al
gunos ciudadanos que le cubren con sus cuer
pos , atraviesa los corredores , se adelanta hasta
la embocadura de la escalera, y baja las gradas,
erizadas por ambos lados de sables , picas , pu
ñales y cañones de fusil y de pistolas agitados
sobre su cabeza por manos exaltadas, y aun
ebrias : llevado como nadando sobre las olas
mismas de lu sedicion, llega asi á las gradas que
desembocan en la plaza , y se presenta y habla.
Su rostro , que el pueblo se enseñaba con curio
sidad , sus ademanes , su Gsonomia confiada y
abierta mas aun que sus palabras , apagadas
muchas veces en el tumulto, arrancaron una
prolongada aclamacion á la muchedumbre. Al
gunas banderas rojas se inclinaron , y algunas
otras tricolores reaparecieron en las ventanas.
Subió la escalera seguido por el eco de estos
aplausos de la plaza que parecian fortificarle,
y por decirlo así consagrarle contra las balas
y contra los puñales de los grupos de lo inte
rior. « ¡ Traidor !» esclamaron algunos hombres
de rostro siniestro y haraposos cuando termi
naba la escalera.
Lamartine se detuvo, desabrochó su frac,
POR
descubrió su pecho, y mirando de frente á los
sediciosos con sonrisa de lástima, les dijo: —
«¿Nosotros traidores ? ¡ Herid si lo creeis ! Pero
:no lo creeis, aunque lo decis, porque antes de
haceros traicion seria preciso que nos la hicié
ramos á nosotros mismos. ¿Quiénes, pues, ar
riesgan mas aquí; nosotros ó -vosotros? Nos
otros hemos comprometido aquí nuestros nom
bres, nuestra memoria y nuestras cabezas, y
vosotros no arriesgais mas que los zapatos en
el lodo, porque no es vuestro nombre el que
ha firmado la república; y si la república su
cumbe, no es sobro vosotros sobre quienes re
caerá la venganza de sus enemigos.» Estas pa
labras y estos ademanes impresionaron el sen
tido y la razon del pueblo, que se abrió y lo
aplaudió.
Entrando en la sala de los heridos , Lamar
tine encontró una mujer jóven todavía, y deso
lada , que se acercó á él , llamándole el salva
dor de todos. Su marido yacia sobre nn col
chon en un ángulo de la sala , y parecia espi
rante de cansancio y de enfermedad. Era Flo-
cou, conducido moribundo desde Vincennes al
gunas horas antes, despues de haber pacificado
el arrabal de Saint-Antoine y salvado los arse
nales. Lamartine le apretó la mano , y le dió
gracias por su patriotismo y por su valor. Esta
estimacion, entre el republicano de toda laivido
y el republicano de uu dia, fue concebida,. :por
decirlo así, sobre el campo de batalla.
68 DEVOLUCION FRANCESA

XXVI.
Pero estos triunfos de los buenos ciudadanos
no fueron sino treguas momentáneas : la des
esperacion de su impotencia ; la esperanza vana
de un resultado que les engañaba siempre ; la
vergüenza de retirarse sin haber obtenido nada;
el hambre, la sed, el frio, el lodo glacial en
que bañaban sus pies desde por la mañana, le
vantaban de cuarto en cuarto de hora nuevas
oleadas en estos mares de hombres : los jefes
veian subir el sol y trascurrir el dia, y no
querían que se pusiese sobre su derrota. Una
horda furiosa de cuatro á cinco mil hombres,
que parecia salir de los barrios mas remotos é
indigentes de Paris, mezclados á algunos gru
pos mejor vestidos y mejor armados, atravesó
a las dos de la tarde las rampas de todos los
patios del palacio , inundó las salas, forzólas
resistencias, se introdujo con gritos de muerte,
estruendo de armas y disparos al aire, hasta una
especie de pórtico elevado en medio de una es
calera estrecha , sobre la cual desembocan los
corredores que protegían por esta parte el asilo
del gobierno.
Lagrange, conlos cabellos esparcidos, dos pis
tolas al cinto , el ademan exaltado , dominando
la muchedumbre por su elevada estatura , el
tumulto por su voz, semejante al ahullido de las
masas, se agitaba en vano en medio de sus
amigos de la víspera para satisfacer y contener
POR LAMAimSK. §!>
á un tiempo el ardo? de esta multitud embria
gada de entusiasmo , de victoria , de impacien
cia, de sospechas, de tumulto y de vino. Agi
tado , como el palo de un buque , era llevado
de grupo en grupo de la escalera al corredor,
de la puerta á las ventanas, abriendo sus bra
zos á la multitud desde arriba , dirigiéndole
saludos de cabeza y alocuciones suplicantes, lle
vadas por el viento ó apagadas en el mugido de
los pisos inferiores ó en él estruendo de los ti
ros ; una débil puerta, que apenas podia dejar
paso á dos hombres de frente, servia de dique
á la multitud detenida por su propio peso. Le
vantado Lamartine en brazos y en hombros de
algunos buenos ciudadanos, se precipitó á ella,
precedido únicamente de su nombre, y de nuevo
se encontró solo en lucha con las olas mas tu
multuosas y espumantes de la sedicion.
En vano los que estaban mas inmediatos á él
arrojaban sii nombre á la multitud; en vano lo
elevaban por momentos sobre sus brazos- entre
lazados para hacer contemplar al pueblo su sem
blante y para obtener silencio al menos de la
curiosidad. La fluctuacion de este mar , los gri
tos, los choques, el resonar de las culatas con
tra las paredes, la voz de Lagrange entrecor
tando alocuciones roncas, los cortos silencios
de la muchedumbre , hacian imposibles todo
ademan y toda palabra. Sumergido , sofocado,
empujado contra la puerta cerrada detras de él,
solo podia Lamartine dejar pasar sobre su cuerpo
la irrupcion ciega y sorda , y la bandera roja
TOMO 111. 5
70 KEVOLUCIOX FRANCESA

que se alzaba sobre las cabezas como el pabe


llon vencedor sobre el gobierno rendido.
Al fin algunos hombres adictos consiguieron
arrastrar basta él una silla rota , en la cual su
bió como en una tribuna vacilante que sostenían
las manos de sus amigos. A su aspecto, al ver
la calma de su semblante , que se esforzaba en
hacer tanto mas impasible cuanto mas pasiones
tenia que refrenar , á la paciencia de sus ade
manes , á los gritos de los buenos ciudadanos
implorando silencio para él , la multitud , cuya
atencion siempre atrae un espectáculo nuevo,
comenzó á agruparse en auditorio y á apagar;
poco á poco sus rumores.
Lamartine comenzó muchas veces á hablar,
pero á cada tentativa afortunada para hacer do
minar sus brazos y su voz sobre el tumulto, la
voz de Lagrange arengando por su parte á otro
pueblo por la. ventana hacia subir hasta la sala
acentos guturales , I rozos de discursos y ahulli-
dos deja multitud, que sofocaban las palabras y
la accion de Lamartine , y que iban á dar el
triunfo á la sedicion por la confusion. Al fin cal
maron á Lagrange ; lo arrancaron de su tribu
na; fue á llevar la persuasion á otras partes del
edificio, y Lamartine, cuyo partido aumentaba
con el peligro , pudo al lin hacerse oir de sus
amigos y de sus adversarios.
XXVII.
Primero calmó á esto pueblo con un himno
POR LAMARTINE. 7t

de palabras sobre la victoria tan repentina , tan


completa , tan inesperada aun de los republica
nos mas ambiciosos de libertad ; lomó á Dios y
á los hombres por testigos de la admirable mo
deracion y de la religiosa humanidad que la
masa de este pueblo habia mostrado hasta en el
combate y en el triunfo, é hizo resaltar ese ins
tinto sublime que habia echado la víspera á este
pueblo armado aun , pero ya obediente y disci
plinado, en los brazos de algunos hombres en
tregados á la calumnia y á la muerte por la sal
vacion de lodos.
La muchedumbre comenzaba a admirarse de
sí misma , á verter lágrimas de ternura sobre
las virtudes del pueblo, y el entusiasmo la elevó
muy pronto sobre sus sospechas , su venganza
y sus anarquías.
— «¡Esto es loque ha visto el sol de ayer,
ciudadanos! continuó Lamartine. ¿Y qué veria
el sol de hoy? ¡ Veria otro pueblo, tanto mas
furioso, cuanto menos enemigos tiene que com
batir; desaliar á los mismos hombres que ayer
elevó sobre si; contrariarlos en su libertad; en
vilecerlos en su dignidad ; desconocerlos en su
autoridad, que no es mas <{ne la vuestra ; susti
tuir una revolucion de venganzas y de suplicios
á una revolucion de unanimidad y de fraterni
dad, y mandará su gobierno enarbolar en signo
de concordia el estandarte de combate á muerte
entre los ciudadanos de una misma patria! ¡Esa
bandera roja que ha podido elevarse algunas
veces , cuando la sangre corrja como un espan
1t REVOLUCION FRANCESA
tajo contra enemigos, debe bajearse despues del
combate en signo de reconciliacion y de paz!
Mejor quisiera yo la bandera negra que se hace
ondular algunas veces en una ciudad sitiada
como un sudario para designar álas bombas
los edificios neutrales consagrados á la humani
dad : ¿quereis acaso que la bandera de vuestra
república sea mas amenazadora y mas sinies
tra que la de una ciudad bombardeada?
—»¡No, no! esclamaron algunos de los espec
tadores. Lamartine tiene razon ; no conserve
mos esta bandera de espanto para los ciudada
nos. —Si , si , gritaron los otros ; es la nuestra,
es la del pueblo , es aquella con la cual hemos
vencido. ¿Por qué, pues.no conservaríamos
despues de la victoria la enseña que hemos te
ñido con nuestra sangre?
—«¡Ciudadanos! repuso Lamartine despues de
haber por todas las razo"nes mas brillantes para
la imaginacion del pueblo combatido el cambio
de bandera, y como replegándose sobre su con
ciencia personal por última razon , intimidando
así al pueblo que le amaba con la amenaza de reti
rarse. ¡Ciudadanos! Podeis hacer violencia al go
bierno; podeis mandarle que cambie la bandera
de la nacion y el nombre de la Francia , si es-
tais bastante mal inspirados y bastante obstina
dos en vuestro error para imponerle una repú
blica de partido y un pabellon de terror. ¡Yo
sé que el gobierno está tan decidido como yo
mismo á morir antes que deshonrarse obede
ciéndoos; en cuanto á mi, jamás firmará mi
POR LAMARTINE. i 73

mano ese decreto ! ¡ Yo rechazaré hasta la


muerte esa bandera de sangre , y vosotros de
beriais repudiarla mas que yo , porque la ban
dera roja que nos traeis jamás ha hecho otra
cosa quedar la vuelta al Campo de Marte arras
trada en la sangre del pueblo en 91 y en 95 , y
la bandera tricolor ha dado la vuelta al mundo
con el nombre, la gloria y la libertad de la pa
tria ! »
A estas palabras, interrumpido Lamartine
por gritos de entusiasmo casi unánimes , cayó
de la silla que le servia de tribuna en los brazos
estendidos de todos lados hácia él. La causa de
la nueva república vencia sobre los sangrientos
recuerdos que se querian sustituir á ella.
Una conmocion general, secundada por los
ademanes de Lamartine y por el impulso de los
buenos ciudadanos , hizo refluir el tropel que
llenaba la sala hasta el descanso de la escalera
principal, á los gritos de ¡viva Lamartine! ¡viva
ta bandera tricolor ! .
XXVIII.
Pero esta multitud, arrastrada por las pala
bras que acababa de oir, encontró allí la cabeza
de una nueva columna que no habia podido pe
netrar en el recinto., ni participar de la emocion
delos discursos. Esta banda sub'ia mas animada
é implacable que todas las otras hasta allí con
tenidas ó disipadas , y tuvo lugar un choque en
sentido inverso bajo el pórtico y eu las últimas
•54 REVOLUCIÓN FRANCESA

eradas do la rampa: entre estas dos multitudes,


cada una de las cuales quena arrastar á la otra
en su impulso , estos por la bandera roja,
aquellos por la tricolor, reconquistada por las
palabras de Lamartine. Coloquios amenazado
res , vociferaciones ardientes, gestos de obsti
nacion airada, gritos sofocados, dos ó tres Uros
disparados al pie de la escalera . pedazos de
bandera roja y armas desnudas agitadas, ha
cian de esta hu-ba una de las escenas mas si
niestras de la revolucion.
Lamartine se precipitó entre los dos partidos.
—« ¡ Es Lamartine , paso á Lamartine , oid á
Lamartine ! » esclamaron los ciudadanos que ya
lo habian oido otra vez. — « ¡No , no ; abajo La
martine, muerte á Lamartine ! Nadado tran
saccion ni de palabras: ¡el decreto, el decreto,
ó el gobierno de los traidores á la linterna!»
abultaban los invasores. i
Estos gritos no hicieron vacilar, nir«troceder,
ni palidecer á Lamartine.
Habian conseguido arrastrar detras de él la
silla rota sobre que habia estado subido poco
antes-, y arrimándola al dintel de la gran puerta
gótica , acribillada de balas, vuelve á subir en
ella. A su aspecto , en vez de apaciguarse el fu
ror de los invasores , estalla en imprecaciones,
en clamores , en gesticulaciones terribles. Ca
ñones de fusil dirigidos de lejos parecian apun
tar á la puerta , y un grupo mas cercano de unos
veinte hombres, de rostro embrutecido por la
embriaguez, blandian bayonetas y sables desiui
POR LAMAitriKi;. !JS

dos, y tocando á sus pies uu grupo de ocho ó


diez furiosos con el sable en la mano, se lanza
ban como para derribar á golpes de ariete el
débil peloton que rodeaba á Lamartine. Entre
los primeros, dos ó tres parecian fuera de sen
tido : sus brazos ebrios agitaban ciegamente
armas desnudas que ciudadanos valerosos abra
zaban y recogían en baces como los segadores
cortan la hiedra. Las puntas agitadas de los sa
bles subian por momentos hasta la altura del
rostro del orador , cuya mano fue ligeramente
herida. El momento era supremo, el triunfo in
deciso , y una casualidad lo decidió. Lamartine
no podia ser oido y no quería bajar , pues vaci
lar era perderlo todo. Los buenos ciudadanos
estaban consternados , y Lamartine esperaba
ser derribado y pisado por la multitud.
XXIX.
En este momento, un hombre se destacó de
un grupo de la derecha, hendió la multitud, y
se encaramó en el zócalo de la puerta, casi á la
altura de Lamartine y á la vista del pueblo.
Era un hombre de estatura colosal , y dotado
de una voz fuerte, como el rugido de una rebe
lion. Su traje solo le hubiera hecho mirar
de una multitud, pues llevaba un levita de
lienzo crudo usado, manchado, desgarrado
como los restos del vestido de un mendigo. Un
pantalon ancho, flotando á media pierna, dejaba
ver en desnudo sus pies descalzos , y sus manos.
76 . REVOLUCIÓN FRANCESA

largas y gruesas salían con la mitad de unos


brazos delgados por unas mangas demasiado
cortas. Su camisa desabrochada dejaba con
tar sns costillas y los músculos de su pecho ; su
cuello desnudo , su cabeza tambien , sus cabe
llos castaños, largos, mezclados de paja y de
polvo , flotaban á derecha é izquierda de su ros
tro. Sus ojos eran azules, luminosos, húmedos
de ternura y de bondad ; su fisonomía franca
respiraba el entusiasmo hasta el delirio y hasta
las lágrimas; pero el entusiasmo de la espe
ranza y del amor. Verdadera aparicion del pue
blo en sus momentos de grandeza, á la vez
miserable, terrible y bueno.
Una de las balas disparadas de abajo acababa
de rozarle el caballete de la nariz , muy cerca
de los ojos; la sangre corria en dos surcos so-
'bre sus mejillas y sus labios, y parecia no pen
sar en su herida , pues estendia sus dos brazos
. hácia Lamartine , invocándole con los ojos y
el ademan , y llamándole el consejo , la luz , el
hermano , el padre, el Dios del pueblo.—«¡Que
yo le vea, que yo le toque, que yo le bese úni
camente las manos, escamaba; escuchadle,
añadia volviéndose hacia sus camaradas; seguid
sus consejos, caed en sus brazos, heridme an^
tes que tocarle á él! ¡Yo moriria mil veces por
conservar este buen ciudadano á mi pais!»
Precipitándose luego sóbre Lamartine , este
hombre le abrazaba convulsamente, le cubria
con su sangre , le retenia fargo tiempo en sus
brazos. Lamartine Je presentaba la mano y la
POR LAMARTINE. . W
mejilla , y se enternecía al ver aquella magná
nima personificacion de la multitud.
XXX.
A esta vista, el pueblo, conmovido y sorpren
dido, se enternece. El amor que atestiguaba á
Lamartine un hombre del pueblo, un herido,
un proletario inundado de sangre, un indigente
llevando sobre sus miembros todos los se
llos, todos los harapos, todas las miserias
del proletarismo, era á los ojos de la multitud
una prenda segura é irrecusable de la confianza
que ella podia tener en las intenciones de este
moderador desconocido, y de la fe que debia
dar álas palabras del órgano del gobierno. Ad
virtiendo Lamartine esta impresion y esta vaci
lacion en las miradas y en los movimientos de
la multitud, se aprovechó de ellas para dar el
último golpe al corazon movible de este pueblo
conmovido. Un prolongado tumulto zumbaba á
sus pies entrelos que querian oirle y los que
se obstinaban en no escuchar nada, y siempre
asistido del mendigo, que con una mano sepa
raba de su rostro la sangre de su herida, y con
la otra hacia la señal del silencio impuesto al
pueblo, les dijo :
—« ¡Y qué , ciudadanos; si os hubieran dicho
hace tres dias, que habriais derribado el trono,
destruido la oligarquía, obtenido el- sufragio
universal en nombre del tílulo de hombre,
conquistado todos los derechos del ciudadano,
7* REVOLUCIÓN FRAMCf.SA
fundado, e»..Un, la república, esa república,
sueño remoto de aquellos mismos que sentían
su nombre oculto en los últimos repliegues de
su conciencia como un crimen! ¿Y qué repú
blica? ¡No ya una república como las de Grecia
e de Roma, conteniendo aristócratas y plebe
yos, señores y esclavos ! No como las repúbli
cas aristocráticas de los tiempos modernos,
contemendo ciudadanos .y. proletarios, grandes
y pequeños ante la ley, un pueblo y un patril
ciado, sino una república de igualdad , donde
no hay m aristocracia, ni oligarquía, ni gran
des, m pequeños, ni patricios, ni plebeyos ai
señores, ni ¡Iotas ante la ley; donde no bay
mas que nn solo pueblo compuesto de la uni
versalidad de los ciudadanos, y donde el derecho
y e poder público no se componen sino del de
recho y del voto de cada individuo de los que la
nacion es formada, viniendo á reasumirse eu
un solo poder culeclivo llamado el gobierno de
a republica, dando leyes, instituciones popu
lares y beneficios al pueblo de que ha emanado
»&i os hubieran dicho todo esto hace tres
dias,, os habriais negado á creerlo. ¿Tres dias?
hubieseis dicho ; tres siglos se necesitan para
• nevar ¿i cabo una obra semejante en provecho
(le la humanidad. (Aclamaciones.) , ,,; ."w,..
«¡Pues bien, lo que habeis declarado imposi
ble, esta consumado! Esa es nuestra obra , efe
medio, de- este tumulto , de estas armas , de es-,
te* Cadáveres de vuestros mártires ; ¿y murmu
ráis contra Dios y contra nosotros? ,,i,r.}KÍ« {»«-•,
POH LAMARTINE. ~9
.—•¡No, no! esclamaron muchas voces,
—.»¡ Ahí seríais indignos de estos esfuerzos,
prosigue Lamartine , si no supieseis contem
plarlos y reconocerlos.
«¿Qué os pedimos para acabar nuestra obra?
¿Son acaso años? No. ¿Meses? No. ¿Semanas?
Tampoco; solamente dias. Dos ó tres dias mas,
y vuestra victoria será escrita , aceptada , ase
gurada , organizada de manera que ninguna ti
ranía , escepto la tiranía de vuestras propias
impaciencias , pueda arrancarla de vuestras
manos. ¡ Y nos negaríais estos dias, estas horas,
esta calma , estos minutos 1 ¡ Y ahogaríais la re
pública nacida de vuestra propia sangre en su
cuna !
—» ¡ No , no i esclamaron de nuevo cien vo
ces: ¡confianza, confianza! Vamos á tranquili
zar y á ilustrar á nuestros hermanos. / Viva el
gobierno provisional í ¡viva la república! ¡viva
Lamartine!
— «Ciudadanos, prosiguió de nuevo: acabo de
hablaros como ciudadano ; pues bien , ahora es
cuchad en mí á vuestro ministro de negocios es-
tranjeros. ¡Si me quitais la bandera tricolor,
sabedlo bien, me quitais la mitad de la fuerza
esterior de la Francia , porque la Europa no
conoce mas que la bandera de sus derrotas y
de nuestras victorias, la bandera dela repú
blica y del imperio ! Al ver el estandarte rojo,
no creería ver sino la enseña de un partido. La
bandera de la Francia , el pendon de nuestros
ejércitos victoriosos, la oriflama de nuestros
80 REVOLUCIÓN FRANCESA
triunfos es la que necesitamos alzar ante la Eu
ropa. La Francia y la bandera tricolor es un
mismo pensamiento , un mismo prestigio y un
mismo terror , en caso necesario, para nuestros
enemigos.
» ¡ Oh pueblo sufrido y paciente en la miseria,
repuso; pueblo que acabas de mostrar por la
accion de este bravo é indigente proletario
(abrazando al mendigo con el brazo derecho) lo
que hay de desinteres en tus propias heridas,
de magnanimidad y de razon en tu alma ! ¡ Ah!
si, abracémonos, amemenos, fraternicemos
como una sola familia de condicion á condicion,
de clase á clase , de opulencia á indigencia.
¡Bien ingrato seria el gobierno que fundais si
olvidase que á los mas desgraciados es á quie
nes debe su primera solicitud ! En cuanto á mí,
jamás lo olvidaré ; yo amo el órden , y á él sa
crifico como veis mi vida ; yo execro la anar
quía , porque ella es la desmembracion de la so
ciedad civilizada. Aborrezco la demagogia, por
que es la vergüenza del pueblo y el escándalo
de la libertad. Pero aunque nacido en una re
gion social mas favorecida , mas feliz que vos
otros , amigos mios , y precisamente quizás
porque he nacido en ella , porque he trabajado
y sufrido menos que vosotros , porque me ha
quedado mas ocio y reflexion para contemplar
vuestras angustias y compadecerlas desde lejos,
por eso he aspirado siempre á un gobierno nias
fraternal , mas penetrado en sus leyes de esa
caridad que nos asocia en este momento , en
POR LAMARTINE. 84
cslas conversaciones , en estas lágrimas , en es
tos abrazos de amor de que me dais tales tes
timonios y de que me siento inundado. .....

XXXI.
En el momento en que Lamartine iba á con
tinuar y abría sus brazos para llamar á sí los
grupos que tenia mas cerca ,- se detuvo de re
pente , la palabra suspendida en los labios, el
ademan petrificado y la mirada como fija en un
objeto invisible para el resto de la multitud.
Es que en efecto veia confusamente hacia al
gunos minutos, al traves de esa especie de nube
que la improvisacion fija delante de los ojos del
orador , adelantarse hacia él una figura fantás
tica, de la cual no podia darse cuenta, y que to
maba por una ilusion de óptica ó por un vér
tigo de imaginacion.
Era un busto de jóven , vestido de azul, do
minando un poco la muchedumbre y acercándo
sele sin marchar, como esos fantasmas que se
deslizan sobre el suelo sin ningun balanceo de
pasos. Mientras mas avanzaba la figura asi , mas
se sorprendia la mirada de Lamartine , y mas
parecia vacilar la palabra en sus labios. Al fin
reconoció en este busto el rostro de. Luis Mane.
Este semblante estaba encendido , pero sus ojos
abiertos estaban inmóviles come en un desmayo
pasajero.
Era , en efecto , Luis Blanc , á quien el can
81 REVOLUCION PBANCESA
sancio y el ealor habian hecho desmayar apa
rentemente en el piso inferior, y á quien un
grupo de amigos conducia silenciosa y lenta
mente al traves de la masa del pueblo atento.
En este instante, el herido que habia abrazado
y salvado á Lamartine cayó desmayado, y ar
rastróla silla en su caida. Lamartine fue soste
nido por las manos de algunos hombres del pue
blo , y LuisBlanc volvió en si al aire de las ven
tanas. Este tumulto interrumpió el discurso,
pero no destruyó su efecto.
XXXII.
A pesar de esta distraccion, sensible el pueblo
á los cargos que se le habian hecho sobre su im
paciencia, y arrastrado como la vez primera por
el fanatismo de su propia gloria, repudiada por
él con su bandera, se impresionó. sobre todo
por esa especie de conhdcncia que. un ministro
de negocios estranjeros le hacia tira al¡ta: voz por
el interes deesa patria que el pueblo adora. Por
decirlo así, se volvió contra sí itiísibo, y se pre
cipitó separando los fusiles y bajando los sables
de aquellos que estaban mas cerca , para abra
zar las rodillas y tocar las manos del orador.
Corrían lágrimas de todos los ojos, y el men
digo tambien las derramaba mezclándose sobre
su megilla con su noble sangre.
Este hombre habia salvado la bandera trico
lor y la república de un 95 , mas que la voz de
Lamartine y la lirmeza del gobierno. Despues
POR LAMARTINE. 83
de su triunfo , se perdió confundido en la mul
titud que volvió ábajar por úllinia vez á la ¡da
za. Lamartine no conoció siquiera su nombre, ni
lo volvió á ver despues : él le debe la vida , y la
Francia su bandera.
XXXIII.
Entre tanto , una multitud de buenos ciuda
danos estaban instruidos por el rumor público
de los tumultos que sitiaban al gobierno hacia
diez y ocho horas. Decian que la bandera roja
estaba enarbolada ; que el gobierno estaba der
rocado y prisionero en manos de los terroris
tas ; que Lamartine habia sido herido de un
tiro ; que se habian visto por una ventana su
rostro y sus manos ensangrentadas ; ignorábase
que esto era de la sangre del generoso prole
tario. La consternacion reinaba etPlos barrios
mas lejanos , y la confusion en los mas inme
diatos.
Pero los mas valerosos acudian por sí mis
mos, sin otro llamamiento que su propio pa
triotismo , y se mezclaban á las masas que hen
chían la plaza de Greve: allí combatían de cerca,
por la actitud y por la palabra , los ^designios
de los facciosos, dirigiendo cargos severos ó
fraternales á los grupos mas obstinados en
conservar la bandera del terror. En este mo
mento fue cuando los gritos de ¡viva la repú
blica ! salidos de las escaleras , de las ventanas
y de los palios , y el reflujo de la última irrup
81 BEVOLUCION FRANCESA
cion saliendo con la bandera tricolor por la
puerta principal, vino á dar valor á los defen
sores de la pureza de la república y á introducir
la fluctuacion y el desórden en las desunidas
lilas de la sedicion. -
La plaza entera se conmovió por un movi
miento confuso en retirada á los' gritos de ¡viva
la república! ¡viva el gobierno provisional!
¡viva Lamartine! mezclados á algunos murmu
llos sofocados de cólera y de decepcion. Viéronse
bandas desordenadas retirarse bajando el estan
darte rojo por todas las embocaduras de las ca
lles que afluyen en la Bastilla , ó que conducen
por los muelles al barrio de Saint-Marceau y á
Bercy. Un cántico de cien mil V9cesse alzó como
un himno á la bandera tricolor del seno del
pueblo que quedaba en la plaza ; era la Marse-
llesa. Pronto quedó la plaza casi enteramente
vacia, y solo permanecieron cerca de las verjas
doscientos á trescientos guardias nacionales y
algunos valientes ciudadanos, ocultando sus. ar
mas debajo de sus .vestidos , y dispuestos á sa
crificarse por la causa del gobierno y de la
patria.
XXXIV. *

Sin embargo, no estaba concluido todo. Al


retirarse las bandas rojas habian hecho ame
nazas y ademanes con sus armas, que anuncia
ban para el dia siguiente una vuelta á la se
dicion.
Mientras que Lamartine luchaba y triunfaba
POBIÁMARTINE. 88
asi en lo esterior frente á frente con el pueblo,
sus colegas, de quienes estaba separado por la
multitud, sostenían eon la misma resolucion
las intimaciones y los asaltos de los partidarios
de las medidas violentas , y los farifundian por
la energía de su resistencia y por la pronta
'.reorganizacion de todas las cosas.
Garnier-Pagés , corregidor de Paris, resta
blecia el órden y la gerarqiu'a en el Hotel de
Ville, revocaba, confirmaba , nombraba y lla
maba á los otros corregidores en los diversos
barrios de Paris.. Ledru-Rollin reinstalaba el
inmenso ministerio de lo interior y se entendía
con Caussidiere para reformar una policia su
maria tan conveniente en una eapital sin go
bierno y llena de elementos de desórden y de
crímenes. Subervie encontraba el fuego y el vi
gor de su juventud republicana para impedir
que se desbandase nuestro ejército que, sepa
rado un momento de Paris, su dislocacion y su
indisciplina habrían podido desarmar la patria;
mientras que la revolucion la agitaba. Noche y
dia en pie, de uniforme , á caballo , en el bu
fete y en el consejo, este anciano hacia olvidar
sus añosa los soldados, comó él mismo los olvi
daba. Lleno de los recuerdos de la primera re
pública, que jamás se habian adormecido en él,
Subervie no encontraba nada imposible para
resucitar aquellos grandes dias de nuestro pa
triotismo armado, cuyo entusiasmo conservaba.
Servíanse del protesto de sus f.ños para se
pararlo algunas semanas mas larde del minis-
xojk) iu. 6
86 REVOLUCIÓN FBAHCSS*
terio : se engañaron. Solo se vió la fecha de su
nacimiento , y no se vió ni su ardor , ni su ac
tividad, ni su firmeza antigua. Subervieera digno
de continuar á Carnot.
Arago secuestraba su pensamiento en la pre
servacion del ejército sabio que se le habia con
fiado, la marina, y luchaba , inflexible, contra
toda desorganizacion del mecanismo de los go
biernes. Gondchaux , llamado en el primer mo
mento al ministerio de hacienda, sacrificaba al
patriotismo repugnancias é intereses, y cubria
el crédito de su probidad y de su ciencia. Cre
mieux , Marie r Carnot y Bethmont abandona
ban algunos dias , como Lamartine , sus minis
terios menos importantes para hacer frente á
las necesidades generates y á las sediciones in
cesantes en el foco del Hotel de Ville , cuartel
general de la revolucion. Marrast, tan infati
gable como firme , no dejaba ni dia ni noche
la mesa del consejo , y redactaba con una pre
cision repentina y luminosa los preámbulos ra
zonados, mientras que Cremieux y Marie re
dactaban los decretos , y Lamartine las procla
mas al pueblo , al ejército y á la Europa» *.:•'

XXXV.
; ,....•; ».
Al volver al recinto ya evacuado por la sedi
cion , Lamartine encontró á sus colegas ocupa
dos en estos importantes detalles. Entonces res
piraron y dirigieron una mirada de seguridad
POR LAMARTINE. 87

y de esperanza por las ventanas sobre la plaza


vacía del Hotel de Ville.
Eran las cuatro de la tarde: un rayo de sol,
hendiendo las nubes de febrero, se reúejaba allí
sobre las piedras húmedas, en los charcos de
agua aun mezclada de sangre alrededor de al
gunos cadáveres de caballos que iban recogiendo
los mozos de limpieza. La bandera tricolor ha
bía vuelto á su puesto sobre la estatua de Enri
que IV, y ondulaba en todas las ventanas de
las casas. Todo respiraba esa serenidad aun du
dosa que sucede á las agitaciones populares, y
de la cual cuesta trabajo confiarse, aun esperi-
mentándola. Pero el pueblo habia sido dema
siado sensible y demasiado sublime . para que
la esperanza no le arrastrase sobre la inquietud
en el corazon de los miembros del gobierno.
Dupont de l'Eure y Arago habian vuelto, des
pues de mediodia, al rumor de los peligros
que amenazaban á sus colegas. Reuniéronse en
Tma sala pequeña que habia quedado libre por
la evacuacion de una parte del edificio , y allí
se tuvo consejo secreto entre los miembros pre
sentes del gobierno.
El silencio que habia sucedido al ruido , la
seguridad á la agitacion, la hora, el rayo de
sol , la esperanza que todo lo allana , la admi
racion hácia* este pueblo, capaz de refrenarse y
desarmarse á si mismo á la voz de algunos
ciudadanos desconocidos; todo era de natura
leza para suscitar en el alma esos grandes pen
samientos que saltan del corazon y que son la
8Í REVOLUCION FRANCESA
soberana política , porque son la soberana na
turaleza y la soberana verdad. El instinto es el
supremo legislador, y el que lo escribe como
ley escribe dictándole Dios. '.-."'
Todo6 los miembros del gobierno estaban
bajo el imperio de estas impresiones. Ningun
momento podia ser mas favorable para dar, por
medro de algunas medidas, su carácter á la re-
pública, que debia responder á la magnanimi
dad del pueblo por la magnanimidad de las
instituciones. En este momento no bahía en el
gobierno un solo hombre bastante mal inspirado
para querer hacer de la república el monopolio
de un partido, el terror de los otros, y para ar
mar á este partido victorioso y tiránico de las
proscripciones, de las espoliaciones, y de los
cadalsos del terror. Pero el nombre de repú
blica estaba deshonrado en el ánimo de las ma
sas por estos recuerdos. La sangre de 1793 re
flejaba sobre la república de 1848, y era pre
ciso, desde el primer dia, lavar estas manchas,
repudiar todo parentesco entre las dosépocas,
y romper el arma de las revoluciones por la.
mano misma de los revolucionarios, por miedo
de que los insensatos ó malvados que acababan
de intentar pervertir al pueblo no se apodera
sen mas tarde de esas armas é hiciesen con
fundir el nombre de república con la memoria
y con el terror de los crímenes cometidos á su
nombra.
• POR LAMARTINE. • 89


.XXXVI, *

Cada uno Je los miembros presentes del con


sejo sondeó su corazon y su inteligencia, par»
encontrar la iniciativa de algunas grandes re
formas , ó de algunas grandes mejoras legislati
vas, políticas y sociales. Estas iniciativas son la
filosofía de las revoluciones : ellas son las que
restablecen en un solo dia el nivel entre las ideas
avanzadas de un tiempo y los bechos retrógrados
de un gobierno.
Los unos propusieron la abolicion instantá
nea de la esclavitud de los negros , que man
chaba la moral de nuestras leyes, y que ame
nazaba á nuestras colonias con una perpetua
esplosion.
Los otros la abolicion de las leyes de setiem-
bce, que pesaban sobre el pensamiento con el
peso de multas equivalentes á confiscaciones.
Estos la fraternidad proclamada en principio
entre los pueblos para abolir la guerra abo
liendo las conquistas. -.., ;
Aquellos la abolicion del censo electoral, este
materialismo político, que colocaba el derecho
de propiedad por cima del derecho del hombre.
Todos el principio, no solamente de los de
rechos, sino tambien de la caridad entre las di
ferentes clases de ciudadanos; principio apli
cado por todas las instituciones de socorro , de
asociacion, de beneficencia, compatibles con la
libertad del capital y con la seguridad de Ids
90 REVOLUCION FRANCESA
propiedades , primera caridad de los gobiernos
que quieren conservar la sociedad y proteger la
familia.
A medida que estas grandes verdades demo
cráticas , rápidamente sentidas, mas bien que
discutidas fríamente, eran convertidas en de
cretos , estos decretos pasaban en proclamas al
pueblo por mano de uno de los miembros, de
uno de los ministros ó de uno de los secreta
rios del gobierno. Una imprenta portátil, esta
blecida en el corredor á la puerta del consejo,
recibia los decretos, los imprimía y los arrojaba
por las ventanas á la multitud r y por los eorre-
dores á los aposentos. Esto era la improvisacion
de un siglo á quien la revolucion acababa de
devolver el uso de la palabra ; la esplosion ra
zonada de todas las verdades cristianas, filosó
ficas , democráticas, que germinaban hacia me
dio siglo en el ánimo de los iniciadores ilustra
dos , ó en las aspiraciones confusas de la na
cion. Pero la esperiencia de este medio siglo
habia madurado el pensamiento del pais y de
los hombres que así decretaban en su nombre.
Esta esperiencia estaba sentada con Dupont de
l'Eure, Arago , Marie, Carnot , enrededor de
la mesa donde estas verdades recibían al mismo
tiempo su realizacion y su pauta. ¡Cosa notable!
En una sesion tan inspirada y tan fecunda , no
hubo ni una temeridad , ni una exageracion en
los actos y en las palabras de este gobierno de
entusiasmo ; ni uno siquiera de los legisladores
debia tener que borrar mas tarde uno de los
rOR LAMARTINE. 91

-compromisos. que contraia hacia el pais y hácia


el porvenir. Cada uno de estos decretos podia
permanecer como ley bajo la autoridad de uua
asamblea nacional.
XXXVII.
Cuando la sesion estaba á punto de termi
narse , y el programa de la república comple
tamente bosquejado así, Lamartine tomó con
vacilacion inquieta la palabra. Un pensamiento
rodaba desde la víspera en sn ánimo . y lo cu
bría antes de producirlo, temiendo presentarlo
antes de su madurez. El no desconfiaba del
alma de sus colegas, pero si desconfiaba de al
gunas preocupaciones en su espíritu. Veíase en
su actitud , oíase en su acento, que temía com
prometer una gran verdad y una gran virtud
política, presentándolas inopinadamente, y que
ría producirlas primero bajo la forma de una
duda, para dejar aplazar tal vez esta medida al
primer aspecto, y para volver en seguida á ella
por medio de la reflexion.
. i—«Señares , dijo: las revoluciones tambien
tienen un inmenso progreso que hacer, y ge
neroso tributo que pagar, en fin, á la humani
dad. Estoy tan convencido deque este progreso
está ordenado por Dios , y que seria compren
dido y bendecido por los hombres , que si yo
fuese el único dictador y revelador de esta re
volucion , no vacilaría en hacer de este decreto
el primer acto de la república. Y por este solo
92 REVOLUCION FRANCESA
decreto , le conquistaría mas corazones libres
en Francia y en Europa , que fidelidad forzada
centenares de leyes represivas , de destierro,
de proscripcipnes , de confiscaciones y de su
plicios. Yo aboliría la pena de muerte. .
» La aboliría para'toda causa , porque la so
ciedad no tiene necesidad de ella ; su ejemplo,.
al herir de muerte al criminal, pervierte mas -
que intimida. La sangre llama la sangre, y el
principio de la inviolabilidad de la Vida humana
seria mejor defendido, cuando la sociedad misma
reconociese esa inviolabilidad de la vida, aun en
el malvado. Pero si este gran progreso en vues
tra legislacion criminal debe ser reservado á la
asamblea nacional , única señora de sus leyes
sociales, yo la aboliría al menos inmediatamente
en política. Yo desarmaría así al pueblo de un
arma que en todas- las revoluciones tiene sin
cesar vuelta eontra sí mismo ; yo tranquilizaría
las imaginaciones temerosas, que ven en la re
pública la era de nuevas proscripciones; yo
inauguraria el reinado de la democracia por la
mas divina amnistía y por la mas-hábil teme
ridad de corazon que jamás haya sido procla
mada por un pueblo veneedor con los pies aun
metidos en sangre; yo arrojaría atrevidamente
este reto de generosidad á los enemigos de k
democracia ,. y si alguna vez sucumbia la re
pública', no sucumbiría al menos por su propio
crimen , y pronto renacería de la admiración
que hubiera inspirado al mundo»»- .,; -
ii-'i - ' . '.''. ! ." -:'!:'.-. - .A : '- "'. . V \ . .' .; i".
fOR LAMARTINE. 93

xxxvm. •
Lamartine vio por la fisonomía de sus colegas
(jne esta proposicion, sorprendiendo los ánimos
por su audacia , sonreiria sin embargo en todos
los corazones. Todos declararon que estaba
conforme con sus sentimientos, y haciéndose á
ella algunas objeciones, fue menos desechada
que aplazada para segundas reflexiones.
Lamartine se contentó con haber agitado las
almas: habiendo entrevisto el fondo de los pen
samientos , confiaba en el mañana, y rio insistió.
El diii siguiente debia producirle el trabajo in
terior de una verdad en espíritus rectos y en
j . í«-• .
;.i .'-.•. ;-. i-.'.,,- ••:••. .;
' " < 'I '

LIBRO VIH.

La tregua parecia deber durar toda la noche,


y la sesion acabó con el dia. Sin embargo , los
ánimos estaban preocupados con la idea de la
jornada del siguiente dia, y de la vuelta agresiva
anunciada por las bandas terroristas y comunis
tas : á falta de una fuerza regular, de la que es
taban enteramente desprovistos todos los que
componían el gobierno , este apeló á ?u ener
gía personal y á los buenos ciudadanos , con
jurándoles á que rodeasen el Hotel de Yule,
antes de ser de dia , de una muralla de pechos
ó de bayonetas que intimidase á los facciosos
si intentaban el último asalto. La jornada debia
ser decisiva:.- ...ú :a» '.... . •,• •'•, .-.; .,• •. ••• ••..'
56 REVOltíClON FÜAHCfeSA ;
Lamartine dejó la residencia del gobierno , y
empleó una parte de la noche en. reunir á sus
amigos enrededor suyo , y en dispersarlos por
la ciudad para reclutar de casa en casalos hom
bres valerosos , dispuestos á venir voluntaria
mente , uno á uno , á salvar la bandera- y la
pureza de la república ; y especialmente hizo
advertir ála juventud deSaint-Cyr, dela escuela
politécnica, de la escuela normal, y á los estudian
tes de derecho y de medicina, pues conocia el as
cendiente de esta juventud sobre el pueblo, que
respeta en ellos la flor de sus' generaciones. De
vuelta sus mensajeros antes del dia , refirieron
á Lamartine el patriotismo unánime y heróico
de estos jóvenes, que todos ellos se habian le
vantado para ir de puerta en puerta avisando á
sus enmaradas : no habia uno solo entre ellos
que no hubiese dado su vida por impedir que la
república fuese profanada en su cuna por los
demagogos; las mujeres escitabau á sus mari
dos , las madres á sus hijos, las hermanas á
sus hermanos, y ellas mismas habrían comba
tido si se lo hubiera permido su sexo ; pero al
menos combatían con el corazon por la salva
cion y por la inocencia de la república. Uuo de
los caractéres particulares de esta fundacion de
la república es que la juventud letrada ó mili
tar estuvo en ella desde el primer momento y
sin cesar, tan llena de moderacion como de
entusiasmo,.: al mismo tiempo y unánimemente
tuvo la pasion por la democracia filosófica, y el
' horror por la demagogia sanguinaria ; fue jó
POR LAMARTINE. '" ' 97
ven de corazon , y al mismo tiempo vieja de pru
dencia. Lamartine observó este fenómeno- desde
los primeros dias en medio de estos jóvenes
voluntarios del órden, de que estaba rodeado, y
concibió un buen augurio para la república. La
moderacion debia triunfar. Allí donde esté el
corazon de la juventud , allí está el espíritu del
porvenir.
*V.. ../'":-' H...ai' \- *M.¿f{«tá¥-i'tpi\

Cinco ó seis mil ciudadanos armados se en


contraron al amanecer reunidos por el solo im
pulso de la salvacion pública ante las verjas y
en las principales salidas del Hotel de Ville , y
cuando las bandas esparcidas de la bandera roja
llegaron , encontraron una resistencia que des
concertó sus proyectos. Pronto se cubrió la
plaza de Greve de una multitud , cuyo aspecto
impasible, y fisonomía conmovida y firme ála
vez, atestiguaban los pensamientos graves de
un pueblo que asiste á su propia regeneracion,
en vez de W pensamientos ebrios y sanguina
rios de una muchedumbre que preludia la se
dicion. Los miembros del gobierno estaban lo*
dos en su puesto, escepto el ministro de lo in
terior , encargadode la seguridad de París, que
llegó mas tarde. Cada vez que íhipont. de l'Eure,
Arago , Marie , Cremienx', eran entrevistos por
tina de las ventanas, cien mil cabezas se des
cubrían , y gritos, gestos y aplausos los recor
daban a las miradas y al entusiasmo del pue
blo. Los grupos menos numerosos y meads
98 REVOLUCIÓN FRANCESA

compactos que llevaban estandartes rojos pa


recian aislados en medio de aquella muche
dumbre , y de cuando en cuando se veian estas
banderas desalentadas abatirse bajo la repul
sion de las masas. El verdadero pueblo recon
quistaba el puesto que la demagogia habia que
rido disputarle.
Los miembros del gobierno y los ministros
prosiguieron sus trabajos de reorganizacion
universal con el concurso mas caracterizado de
los buenos ciudadanos.
Deliberose en un consejo secreto sobre la ac
titud que tomaria la república con respecto
al rey, su familia , sus ministros y los principes
que mandaban en Argelia. Algunos hombres
de los que rodeaban al gobierno , creyendo eu
resistencias en el interior, en nombre de la mo-r
narquiaUo escitaban á medidas, no de rigor,
pero sí de prudencia con respecto á los fugiti
vos. Buscar á los ministros que aun estaban
ocultos en Paris, y á quienes seria fácil descu
brir por medio de visitas domiciliarias; perse
guir al rey y á la reina errantes por los cami
nos que conducen á Inglaterra ; alcanzar á la
duquesa de Orleans y á sus hijos, cuyas hue
llas eran seguidas y cuyo asilo era sospechado
por los mismos miembros del gobierno ; retener
estas dos generaciones regias como rehenes de
la república ; confiscar sus inmensas propieda
des , y formar proteso á esos ministros, contra
los cuales la venganza apasionada del momento
hacia saltar la sangre derramada en Paris: ta
POB LAMARTINE. - 99
les eran los consejos que algunos políticos de
rutina revolucionaria hacian dar desde afuera á
los dictadores.
Pero estos consejos se estrellaron contra el
buen sentido y la generosidad unánime del go
bierno. ¡Apoderarse de los ministros I Esto era
por una parte agravar el infortunio, y con
vertir las faltas en crimenes; por otra parte era
preparar, como en 1850, á la república y al
gobierno los embarazos de un proceso dudoso,
en que tan peligroso hubiera sido condenar
como absolver. ¡Perseguir al rey y su familial
Esto era traerlos á Paris en medio de un pueblo,
dulce y justo hoy, irritado y vengativo mañana,
y tal vez tambien, en un porvenir desconocido,
era traer una presa al terror y víctimas á un
odioso cadalso. ¡Detenur á la duquesa de Or-
leans y sus hijos ! Esto era aprisionar el infor
tunio y castigar la inocencia. ¡Confiscar las
propiedades personales de la casa real! Esto era
confundir el rey y el hombre, la propiedad pú
blica y la propiedad privada , atentar al princi
pio de la propiedad en la fortuna nias grande
del imperio , en el momento mismo vn que el
gobierno y la sociedad querian defender en la
propiedad la hase de las familias y la existencia
del porvenir délas generaciones. La política, la
moral y el sentimiento ordenaban al gobierno-
preservar á la república contra estos peligros,
estas sevicias y estos rigores políticos, y por eso
rechazó con indignacion todo pensamiento y
todo acto de recriminacion nacional. La revolu
4 00 HEVOLCCIOH FRANCESA
cion , á la cual se asociaba por salvarla y engran
decerla , no dobia ser una vergonzosa recaida
del pueblo en la deshonra y en los crímenes
de todas las revoluciones precedentes. Debia
ser una victoria, y no una venganza ; un pro
greso en el senlimientci como en la razon pú
blica , y no una vil satisfaccion dada á los ins
tintos envidiosos ó crueles de los partidos.
• Algunos aun habrían deseado que se fuese
mas lejos en el desafia que se lanzaba á un
tiempo á los perseguidores y á los cortesanos
de las dinastias decaidas : hablábase de la po
sibilidad . próxima y sin peligro de volver á la
patria todas esas dinastías , prohibiéndoles úni
camente el ejercicio de las funciones-de presi
dente de la república durante' cierto número
de -años. ' -
La verdadera dinastía , decia Lamartine, es
el sufragio universal. El pueblo no se dejará
jamás arrebatar su corona para devolverla á una
familia: las "naciones , una vez en el trono, no
abdican nunca. Acostumbrémoslas, pues, á
creerse inviolables enfrente de aquellos que
han destronado. -- '
;' ."-" ..-. . ".'". • . Ü, .'"."'•! .;'''

Estos consejos, demasiado avanzados en apa


riencia al dia siguiente de una revolucion,
fueron tan solo un objeto de conversacion , pero
.se convirtieron en resoluciones y medidas se
cretas de salvacion para los ministros y de ge~
POR LAMABTINE. 40*
nerosidad nacional para los miembros de la di
nastía caida. A fin de hacer aceptar mejor estas
resoluciones de la opinion pública y de tranqui
lizar al pueblo, preservando al mismo tiempo la
vida y la libertad del rey, se proclamó la abolicion
de la monarquía bajo todas las razas regias que
se disputaban la corona hacia cincuenta años.
Lamartine se encargó bajo su responsabilidad
personal , y corriendo riesgos y peligros con
el pueblo, ¿e dejar evadir á los ministros si lle
gaban á prenderlos en su retiro , y se encargó
tambien de hacer seguir las huellas del rey , de
la reina , de las princesas y de sus hijos , de
enviar comisarios autorizados por él para pro
teger, en caso necesario, su salida del territo
rio frances , para llevarles las cantidades ne
cesarias para su existencia , y para rodearlos
hasta la frontera , no solo de seguridad, sino
tambien de esos respetos que honran al pueblo
que los rinde, tanto como consuelan á las victi
mas de las catástrofes humanas.
El ministro de hacienda fue autorizado para
remitirle , á titulo de fondos secretos y á peti
cion suya , una suma de trescientos mil francos
para esta salvaguardia de las personas reales.
De ellas solo tomó cincuenta mil, que hizo sen
tar en el crédito del ministerio de negocios es-
tranjeros , á fin de entregarlos á los comisiona
dos cuando marchasen ; pero esta precaucion
fue inútil, porque nadase gastó. Luego vere
mos lo que previno el uso de ellos, que el go
bierno había autorizado.
TOMO ni. 7
4OÍ REVOLUCION FRANCESA

iy. '•
El consejo escribia en esta sesion sus decretos,
por decirlo asi, dictados por el pensamiento
nacional y los aplausos de la plaza pública.
El dia adelantaba, pero el pueblo, afluyendo
con el dia en masa innumerable , no se cansaba
de asistir á la accion del gobierno. Un coro de
voces inmenso bajo las ventanas , en los mue
lles, en los puentes, entraba con sus bimnos,
sus aclamaciones y sus murmullos hasta en la
sala de las deliberaciones, cuyo misterio y li
bertad respetaba en este momento.
Los semblantes de los miembros del gobierno
aparecían al fin radiantes de serenidad y con
fianza. El pensamiento que Lamartine habia de
positado la víspera en su corazon debia subir en
esta hora á sus labios. La alegría es magná
nima en las masas : este pensamiento sobre
nadaba en los ojos de todos , y volviendo á el
Luis Mane, dijo:
—«Señores, ayer me ha chocado vivamente la
idea deMr. deLamartine, idea que al primer as
pecto me pareció demasiado avanzada para la si
tuacion , pero que la generosidad del pueblo ha
madurado en veinte y cuatro horas , y que tal
vez es capaz de comprender y aceptar hoy : es
la idea de desarmar, en fin , á las ideas y á los
pueblos de esa pena de muerte que contrista
los corazones , que envenena las opiniones, que
ensangrienta las conquistas y las virtudes mis
TOR LASURTmE. 403
taas de las revoluciones. Yo pido que delibere
mos de nuevo sobre esta proposicion de Mr. de
Lamartine, y que hagamos á la humanidad este
don de alegre advenimiento á la democracia!»
Lamartine dió gracias con el corazon y con
la mirada á su jóven colega , y tomó la mano
que le tendia para recoger su propio pensa
miento. La deliberacion fue un corto cambio de
-asentimiento y de felicitaciones reciprocas, pues
el corazon sofocaba las objeciones tímidas de
la cabeza. La grandeza de este acto en que siete
hombres osaban proponer á este pueblo que
les desarmara para siempre del hacha y del ca
dalso , engrandecia los pensamientos y el valor
de todos: una inspiracion sobrehumana aparecia
visible en la actitud de los que deliberaban, y
los ojos húmedos, los labios trémulos, y las
manos, agitadas por la fiebre, hadan correr
las plumas sobre el papel. Cada cual buscaba
una redaccion digna del pensamiento que iba
á presentarse al pueblo , y al fin fue adoptada
la de Lamartine, corregida y mejorada por una
frase de Luis Blanc. Los miembros presentes
se levantaron, despues de haberla oido, por un
movimiento de entusiasmo , y se precipitaron
en brazos unos de otros como hombres que aca
ban de salvar la humanidad de un naufragio de
sangre. Revistiéronse de sus bandas tricolores,
único distintivo de su funcion soberana , y se
prepararon á ir á presentar á la ratificacion del
pueblo el decreto temerario que habian osado
dictar en su nombre. Lamartine fue el encar
104 REVOLUCION FRANCESA
gado de este llamamiento al corazon de la mul
titud. . ',' ... ;-::-: .;'
v
Las voces del gentío que llenaba el Hotel de
Ville anunciaron al pueblo reunido fuera que el
gobierno provisional iba ábajar: un acompaña
miento confuso se formó enrededor de ellos , y
atravesando por debajo de una bóveda de armas
purificas y banderas ondulantes, se presenta--
ron en la escalinata del palacio.
Dupont de l'Eure, debilitado p^r el cansan
cio , reanimado por el valor, daba un brazo á
Lamartine y. el otro á Luis Blauc. La multitud
guardó un religioso silencio.
Lamartine se adelantó hasta la verja , subió
sobre un estrado cerea de los cañones, y con
todo el torrente de la voz humana , arrojó algu
nas frases de felicitacion y de buen agüero so
bre los millares de cabezas niveladas ante él:
las frentes estaban desnudas, el sol caia en ellas,
y las miradas y los labios entreabiertos pare
cian aspirarlas palabras antes de haberlas oido:
los mas inmediatos al orador las trasmitían it
los mas lejanos , pues Lamartine hablaba lenta
mente, como el marinero en el mar, para dar
tiempo á que los sonidos recorriesen aquellas
oleadas humanas. . '.M^
Comenzó por enternecer y santificar á la mul
titud, por decirlo asi, á fin de prepararla por
un acento y por un sentimiento religioso al de
creto que queria hacerle aclamar. Cuando vió
POft 1AMART1NE. IOS
•el recogimiento en los rostros, la emocion en
los ojos , la aclamacion en los labios, entonces
leyó el decreto.
Una ligera vacilacion de sorpresa se manifestó
«H algunos grupos : nn murmullo podia per-
dedo todo , pero no estalló. A cada frase del
preámbulo y del decreto , presintiendo el pue
blo su propia grandeza en la grandeza del pen
samiento del gobierno, interrumpió la lectura
•con aplausos y "bendiciones que se estendian so
bre todo aquél mar de gente. El decreto fue
recibido como un evangelio de humanidad: el
gobierno se volvió oí vestíbulo obedecido y ado
rado.
El resto de la jornada fue de alegria. —
*jAun cuando esta revolucion no hubiera tenido
mas que este dia , esclamó üupont de l'Eure, y
.aun cuando mis últimos años no tuvieran mas
que esta hora , nada echaria de menos de los
ochenta de trabajos que Dios me ha dado!»
VI.
Al salir del Hotel de Vílle para ir á tomar las
medidas convenientes relativas á la familia real,
Lamartine fue reconocido por algunos hombres
del pueblo á la entrada del muelle , y al ins
tante se formó la multitud para acompañarle:
sus ademanes y sns palabras para despedir este
acompañamiento fueron impotentes. Una larga
columna de ciudadanos de todas .las clases , y
especialmente de obreros , le acompañó con sus
•fOO BEVOIUCION FRANCESA

bendiciones y sus cantos hasta las fullerías,.


donde la multitud que formaba la cabeza déla co
mitiva quiso hacerlo entrar como para temar po
sesion de la monarquía popular por lo instala
cion del nuevo gobierno en la morada de los re
yes. Lamartine se negó á dio con energía. —«Los
ciudadanos, dijo, en quienes el pueblo coloca mo
mentáneamente s-u poder, no deben tener mas;
palacio que su easa.» Despidió una parte de su
comitiva, y la otra le siguió por el puente y
por la calle del Bac hasta su morada. El gen lio
se formó respetuosamente delante de I», puerta-* •
y Lamartine le arengó desde el umbral, dicién-
dole : — « Hoy habeis mostrado á Dios y á lós-
hombres que nada hay q.ue no- pueda obtenerse .
de semejante pueblo dirigiéndose á sus- virtu
des. Este din será eserito ea vuestra historia at
nivel de las; mas- gcandes- jornadas- de vuestra
grandeza nacional , porque la- gloria que en éE
habeis conquistado no. llamará sobre vosotros
las maldiciones, de ias victimas ó los resenti
mientos de los pueblos , sino las bendiciones de
la posteridad. ¡Habeis arrancado la bandera del
terror de las manos de la segunda república!
¡Habeis abolido el cadalso; esto es bastante para
dos dias! Id á tranquilizará vuestras esposas,
é hijos en sus moradas, y decidles que habeis
merecido bien, no solo de la historia, sino tan**'- •
bien del corazon- humano y de Dios,»:.. ' ó',, -". •*

de a»che, salió Lamartine solo y á pie,


POR LAMARTINE. 101
envuelto en su capa, evitando ser reconocido,
y se dirigió á casa de Mr. de Montalivet, amigo
y confidente del rey. Lamartine no dudaba que
Mr. de Montalivet conociese los designios, el
camino ó el asilo de la familia real. y dió al an
tiguo ministro la seguridad de que el gobierno
temía mas apoderarse de los fugitivos que ellos
mismos podian temer en ser arrestados; le con
fió las intenciones protectoras de sus colegas,
las sumas puestas á su disposicion para facili
tar la salida del territorio y para ofrecer el pri
mer pan del destierro á los que habian reinado
la víspera sobre la Francia , y le conjuró se en
tregase á su discrecion y á la magnanimidad
del gobierno, decidido á ahorrar , aun á costa
de su popularidad, un crimen, un remordi
miento, una vergüenza á la república.
Mr. de Montalivet quedó conmovido de esta
lealtad y de esta grandeza de alma de un go
bierno que tan bien interpretaba el alma de un
gran pueblo : nada sabia él todavía, á no ser la
direccion de la fuga del rey.
Al salir este príncipe de Paris , escoltado
hasta entonces por un regimiento de coraceros,
se habia detenido algunos, minutos en Sain!-
Cloud, persuadido deque su renuncia habia so
focado la revolucion, y de que su nieto reinaba
ya en su lugar. Habia escrito á Mr. de Monta
livet para que le enviase a su palacio de Eu los
papeles y los objetos que la precipitacion de su
marcha le impidiera sacar de las Tollerías , y
desde allí habia continuado su camino para Eu,
108 REVOLUCION FRANCfiíA
retiro que habia preparado á su vejez, asilo
que habia desunado á su viuda , tumba que
habia levantado á sus cenizas y á las de los hi
jos que le habian precedido en la muerte.
El afecto inquieto de Mr. de Montalivet no ha
bia podido manifestarle mas sobre la suerte del
rey, de quien era amigo, pues solo sabia que el
monarca , despues de una corta permanencia en
líu, habia salido de aquí por caminos ocultos, en
un coche, sin comitiva , y con un disfraz. cual
quiera, y que andaba errante en las costas ó só
brelas olas de la Mancha. Prometió á Lamartine
que le comunicaría las noticias que adquiriese,
y Lamartine , haciendo preparar un coche de
viaje, suplicó á los comisionados que estuviesen
dispuestos á marchar á la primera señal , para
ir á hacer á los desterrados del trono el acom
pañamiento de seguridad y de respeto qué el
gobierno les destinaba. Uno de los comisiona
dos á quienes Lamartine encargara de esta
delicada y piadosa mision j era el nieto de La-
fayette. Lamartine pensaba. que en el caso de
que el rey hubiese sido conocido y arrestado en
íloucn , en el Havre ó en alguna otra ciudad
del litoral, el nombee déLafayette, querido á
la revolucion y prenda de respeto para el rey
misma, cubriría á la real familia , y asegura
ría la ejecucion de las medidas de inviolabilidad
de las personas y de decencia tomadas para su
libre salida. Los otros dos comisarios designa
dos. eran Mr. de Champean* y Mr. Dargand,
amigos particulares de Lamartine j hombres de
POR LAMARTINE. 100
inteligencia y de valor, ambos adictos de co
razon al encargo que se les daba, é iniciados
en las intenciones de esta salvaguardia de la
lesgracia. - Tiii^Át ^'4
.i-' rf'Mi '*
VIII

El dia siguiente era el destinado por el go


bierno para la proclamacion, ó mas bien para
la aclamacion de la república en la plaza de la
Bastilla. Esto era para el pueblo un ceremo
nial vano \ y para el gobierno una doble medida
política, pues querían probar primero por una
solemnidad auténtica la derrota de los partida
rios de la bandera roja y de la república vio
lenta , y luego pasar revista á la guardia na
cional de Paris, y asegurarse de las fuerzas
civicas que los bueuos ciudadanos podrían pres
tarle en caso necesario contra los facciosos:
era un problema el espíritu moral de la guardia
nacional de París, despues de la caida del go
bierno: compuesta de una inmensa mayoría de
clase media , ¿se sentiría vencida coa el trono?
¿Abandonaría el campo á los solos comba
tientes armados de los tres. dias, ó se coliga
ría con la república, como se había coligado cou
la revolucion , durante la lucha , y se confun-
diria. en un mismo entusiasmo de orden y de
libertad con la unanimidad del pueblo? El go
bierno quería saberlo, y sobre todo demos
trarlo, para imponer á los agitadores por la
concordia y por la masa de la. manifestacion.
REVOLUCIÓN FRANCESA
La proclama y el desfile al pie de la columna
de julio, se habian fijado de antemano para las
dos de la tarde: mientras que la diversas le
giones ocupaban su puesto en los boulevares,
el pueblo inundaba la calle de Saint-Antoine y
los barrios inmediatos á la Bastilla , y la comi
tiva del gobierno se formaba en la plaza , una
nueva sedicion, pero sedicion de ideas, mas bien
que sedicion de cólera , rugía al pie de las ven
tanas y en las salas del Hotel de Ville. ' '•••
Los terroristas , los comunistas , los dema
gogos , vencidos la antevíspera, parecian haber
renunciado por el momento á nuevos asaltos:
la energía de los buenos ciudadanos, la pru
dencia de la masa del pueblo , los habian con
fundido en la oscuridad y en la inaccion , y no
habian conservado de la bandera repudiada mas
que las escarapelas y las cintas rojas que aun
afectaban llevar en sus sombreros ó en sus ga
banes.
Pero hay en Paris una masa de obreros, de
artistas y de artesanos, pertenecientes á esas
profesiones en que la mano está mas cerca de la
inteligencia, impresores, grabadores, mecáni
cos .ebanistas . cerrajeros , carpinteros y otros
que forman juntos una masa de cerca de cin
cuenta mil hombres. • •*
Estos artistas , artesanos y obreros son en
general nacidos ó domiciliados, establecidos ó
casados en Paris: reciben salarios considera
bles en los momentos en que la industria se dis
puta sus brazos., y tienen ocios que emplean
POR LASARTINE. MI
Jos unos en estravíos y disipaciones qoe el Ira-
bajo no puede jamás satisfacer lo bastante, y «I
mayor número en estudios profesionales , en
lecturas, en cursos cientificos, lilosóficos, re
ligiosos, que aguzan su ingenio en las contro
versias políticas ó sociales: capa inferior, pero
letrada , sin embargo, bajo esa gran capa de la
inteligencia y de las letras, que cubre el suelo
moral de la Francia.
Estos hombres son lo selecto del pueblo que
trabaja con sus manos: confúndense por la ins
truccion , las costumbres y el traje con las cla
ses que viven de las profesiones liberales ; pro
letarios en la raiz , pero ya clase media en la
copa. Entre sí tienen profesion por profesion,
sociedades , afiliaciones , organizaciones de so
corros mutuos, oradores, delegados que se apo
deran de su confianza y que discuten sus in
tereses : bastante honrados para detestar la
sangre , para tener horror al pillaje, y repug
nancia al desórden * son bastante instruidos
para ser accesibles á los sofismas, aunque no
bastante profundos para confundirlos y recha
zarlos.
Entre estos hombres era donde las diferen
tes escuelas socialistas que pululaban desde
1830 en Paris , en Lion , en Rouen , en Alema
nia , reolutaban sus mas numerosos sectarios.
El problema , hasta aquí sin solucion radi
cal . de la desigualdad de las situaciones hu
manas, dela estremada miseria al lado de la
estreuiada riqueza , escandalizaba , como ha
Ul HEVOI-UCIOX FRANCESA
escandalizado en vano , á todos los filósofos y
á todos los hombres religiosos de todas las
edades, y creian encontrarle una solucion : es
tos j»or la imitacion del sistema monacal con
Feurrier; aquellos por la imitacion del sistema
brutal de las castas de la India con San Simon:
tos unos por la comunidad religiosa de la tierra
coa Pierre Leroux; los otros por la supresion
del signo de las riquezas en el numerario con
Proudhon, y el mayor número, rebelado con
tra la imposibilidad , . violencia ó quimera de
estas escuelas, habia . reido hallar una transac
cion práctica en el sistema, menos irracional al
primer aspecto , y menos perturbador en apa
riencia, de Luis Blauc.
Este sistema , llamado con el nombre elás
tico de asociacion, y aplicable en efecto con
ventaja en ciertos limites ,' se definía genérica
mente por ellos la organizacion del trabajo.
Pero asi comprendida la organizacion del tra
bajo, no siendo mas que la%ervidumbre del ca
pital y la fijacion soberana y arbitraria del-sala-
rio por el estado, suprime la libertad en el pro
pietario, el interes del trabajo eu el trabajador»
y por consecuencia suprime el capital, el sala
rio y el trabajo de un solo. golpe. Es el maxi-
mtim '-generalizado pesando sobre la sociedad
industrial y territorial entera; es el estado,-
Dios, y el trabajo, esclavo; es la muerte <le
toda relacion libre de ks hombres entre si baja
pretesto de destruir los abusos de la oaueur-»
rencia. Esta secta suprime pura y simplemente
P0I1 FAMARTINE. 44 3
la propiedad de los capitales y su libertad; es
decir, suprime indirectamente la propiedad
como todas las otras escuelas de este género,
y con la propiedad suprimiría la sociedad , la
familia y el hombre.
Este último sistema, sin embargo, espitesto
con mucha fe, mucho tacto y mucha elocuencia
por el joven escritor, habia, no convencido, pero
si deslumbrado á un gran número de estos
obreros. Luis Blanc era su apóstol , y creian
en él, si no como revelador, al menos como
maestro y como guia en la investigacion del
problema industrial. Sus últimas consecuencias
no les asustaban , porque Luis Blanc no pare
cia confesárselas ásí propio: destruyendo, creia
simplemente mejorar. : t ,&&&$*&

Estas sombras de ideas trabajaban á las ma


sas hacia muchos dias: veian su maestro á las
puertas del poder en calidad de secretario, y
pronto de miembro del gobierno: tal vez tam
bien estaban escitadas por las ambiciones que
se ocultan detras de un nombre popular, y quc-
rian aprovecharse de la brecha abierta á todas
las innovaciones por la revolucion para lanzar
su sistema en la república y para confundirlo
de tal modo desde el primer dia con la repú-r
Mea misma , qut ya no se pudiese separarlos
jamás. -.wu.ii-.ifc'v
Afluían armadas desde por la inañana ála
«U «EVOLUCION FRANCESA
plaza y al Hotel de Ville, y enviaban diputacio
nes sobre diputaciones á los miembros del go
bierno para pedir (fue se nombrase á Luis Blanc
ministro del progreso, y para que las palabras
de organizacion del trabajo fuesen insertadas
sobre la marcha en el programa de las prome
sas garantidas al pueblo. El mismo Luis Blanc
Aconsejaba en voz alta su nombramiento para
este ministerio vago é indefinido del progreso,
y parecia creer que solo esta satisfaccion á su
nombre calmaría á la multitud.
Todos los miembros del gobierno resistieron
con energía durante cinco horas de agitacionla
las intimaciones reiteradas bajo todas las for
mas del socialismo industrial. Dupontde l'Eure,
Arago , Gondchanx y Marie arengaron sin con
templacion á los delegados de los obreros , sin
poder refrenar su insistencia.
En vano se les demostraba que , pesando á
mano de la república sobre el capital , lo baria
huir ó desaparecer en un instante ; que lodo
trabajo y lodo salario desaparecerían con él;
que la libertad y la seguridad de las transac
ciones eran la esencia misma de toda industria
y de todo comercio ; que pedian el suicidio de
los trabajadores y sofocaban toda objecion con
sus voces. Probábanse mil formas de redaccion
para encontrar una que les satisficiese sin com
prometer á la república en un sofisma imposi
ble de ejecutar, y hasta llegó á eseribir las pa
labras organizacion del trabajo , definiéndolas
inofensiva y prácticamente, y dándoles el único
POR LAMARTINE. U3
sentido que pueden tener en la mano del legisla
dor ; el de vigilancia del trabajo y de asistencia
á los trabajadores. La inmensa mayoria del go
bierno se negó á firmar una palabra de doble
interpretacion , y los mismos obreros no la que
rían a este precio.
X.
La irritacion , temible en tal momento , cre
cia. Una última diputacion llenaba las salas y
golpeaba con sus manos ó con el puño de sus
armas sobre la mesa del consejo. Puesto de pie
Lamartine , enfrente de los delegados mas ani
mosos, les habló en nombre de sus colegas con
la resolucion de hombres que cubren una socie
dad con su cuerpo. —«Ciudadanos, les dijo seña
lando con un ademan al sitio en que sus canta
radas , con la mecha encendida , custodiaban
cuatro piezas de artilleria colocadas á la puerta:
aunque me pusiéseis á la boca de esos cañones,
iio me hariais firmar esas dos palabras reuni
das; organizacion del trabajo.»
Un murmullo de sorpresa y de cólera estalló
en las salas. Solo la mesa separaba á Lamartine
y sus colegas de los obreros mas irritados.
— « Dejadme hablar la razon á hombres razo
nables, prosiguió Lamartine ; voy á deciros poi
qué no firmaré jamás ese decreto: para esto
tengo dos razones , ciudadanos. La primera es
que yo np me creo ni mas ni menos inteligente
ningun otro hombre de m i siglo y de mi
446 REVOLUCIÓN FRANCESA
pais , y que despues de veinte años de reflexio
nes y de estudios sobre las condiciones de la
sociedad industrial , me ha sido imposible com
prender estas dos palabras reunidas , una de
las cuales eschiye la otra. Yo no firmo lo que
no comprendo.
»Lu segunda es, que si nosotros os prome
tiésemos la organizacion del trabajo ,. os pro
meteriamos lo que ningun poder humano podria
cumpliros. Yo no firmo mas que los compromi
sos que puedo realizar al pueblo.» .
Estas palabras firmes y acompañadas del
acento de conviccion que las inspiraba, comen
zaron á doblegar y ablandar á los mas inteli
gentes y moderados de los obreros. Aprove
chándose Lamartine de sus templadas disposi
ciones , les pidió discutir libre y francamente
con ellos la importante cuestion que se agitaba.
Hízolo con estension , con detalles , con eviden
cia , y demostró por lo absurdo de las conse
cuencias, la vanidad y lo odioso del principio
de la violacion de la libertad de los capitales
en la industria. Hizo palpable á estos hombres,
fanatizados por una palabra , lo impracticable
de su sistema ; abrio esta palabra á sus ojos, é
hizo salir de ella la nada , el humo , la ruina
de todos en la opresion de algunos.
—«Ya lo veis, añadió; pidiendo la arbitrarie
dad del estado sobre el capital y el trabajo , se
os hace soñar en la destruccion del capital ; es
decir, de la fuente de todo trabajo. ¡Lo que
pedis es vuestra hambre y vuestra sed , la mi
POR LAMARTIKE. 447
seria , la estenuacion de vosotros , de vuestras
mujeres y de vuestros hijos ! ¡Nosotros tendre
mos el valor de negaros estos azotes que tomais
por verdades , y que no son hasta aquí sino
milagros de la ilusion y dela miseria ! ¡No ; no
seremos cómplices del delirio de esa fiebre que
asi se enciende en la parte mas interesante,
porque es la mas sufrida del pueblo! Nosotros
os negaremos vuestra pérdida, que quereis ar
rancarnos. ;
«Pero, ¿entendeis por organizacion del tra
bajo , el ojo y la mano de la república abiertos
sobre la condicion de los obreros para educar
los, ilustrarlos , mejorarlos y moralizarlos sin
cesar?—¡Si, sí! esclamaron estos hombres, ya
libres. desus quimeras. —¿Entendeis por ello
instituciones de enseñanza profesional, de apren
dizaje, de socorro intelectual y material á los
obreros? ¿De educacion gratuita para sus hi
jos? ¿De salubridad para sus trabajos? ¿De
asistencia para sus enfermos. y ancianos? ¿De
asociaciones mutuas favorecidas por el estado
para hacerles atravesar- las épocas de ocio for
zado y de crisis como la en que estamos? ¿En
tendeis una reparticion cada vez más equita
tiva y cristiana del impuesto, que libre de él
una parte para aplacar las miserias inmerecidas
de las clases laboriosas , como en Inglaterra, y
que proporcionelas cargas á las facultades?—
¡Sí, sí ! repiten con entusiasmo los delegados.
¡Eso , eso es ¡o que nosotros queremos! Nos
otros no pedimos mas que la justicia y la im-
tomo 111. 8
448 REVOLUCIÓN FRANCESA

parcialidad del gobierno ; mas que garantías


contra la indigencia de nuestras familias! ¡Nues
tros brazos nos bastarán para lo demas, y aun
los sacrificaremos p*or la patria !
— ¡Pues bien, si eso es lo que quereis, añade
Lamartine, tambien lo queremos nosotros, y
mas aun , porque no somos de esos que ponen
límites á los progresos de la moralidad divina
en la sociedad , ni límites á los deberes de la
propiedad y del gobierno con respecto á los pro
letarios, hombres y ciudadanos como nosotros.'
Queremos que*esta revolucion les aproveche,
que los eleve primero al derecho político y des
pues al derecho de propiedad por el trabajo.
¡Pero queremos que aproveche á los unos sin
dañar a los otros, sin arrojar la sociedad al caos,
al pillaje, á las quimeras que la demolerian, ó
á la ruina de todos, y de vosotros los primeros!
¡Por consiguiente, la organizacion del trabajo no
es á nuestros ojos mas que la confiscacion de los
capitales, el pillaje de los salarios, la destruc
cion de una parte, y de la parte mas activa, de
las propiedades , la imposibilidad del estado, la
cesacion inmediata de todo trabajo, el hambre
del proletario y del propietario á la vez ! ¡ Oirá
vez repito que jamás firmaria vuestra propia
miseria y vuestra propia condenacion!» Y apartó
con la mano izquierda el pliego de papel ya re
dactado. Los obreros aplaudieron y se mezcla
ron en la comitiva que bajó con el gobierno.
POR LAMAR'BBUk. 4(9

XI.
Una multitud innumerable esperaba al nuevo
poder. Los ministros, los generales que habian
quedado en Paris, las autoridades principales
y los alcaldes de la ciudad rodeaban al go
bierno : algunos batallones de guardias nacio
nales, mezclados al pueblo armado, abrian la
marcha y hendian con trabajo la multitud. Los
miembros del gobierno iban á pie , con sus ves
tidos de simples ciudadanos y distinguiéndose
únicamente por una faja tricolor, sencillez que,
lejos de rebajar , realzaba la grandeza de la re
pública. El pueblo parecia gozar viendo al poder
descender á su esfera , desdeñar la pompa^^el
prestigio de la monarquía sobre sus sentidos, y
no ofrecer á sus ojos mas que un poder de ne
cesidad y de razon, personificado por cinco ó
seis hombres vestidos como él.
Los muelles, las calles, los balcones, las
ventanas y los tejados estaban cubiertos de es
pectadores. La calle de Saint-Antoine , en el
lugar donde se ensancha como la embocadura
de un rio acercándose á la Bastilla , estaba obs
truida por las oleadas del pueblo. Al salir del
Hotel de Ville, aun llamaban las miradas algu
nas banderas rojas y un gran número de cin
tas encarnadas en los gabanes; pero á medida
que la comitiva avanzaba en medio de las acla
maciones , esas banderas se bajaban por si mis
mas, y el suelo se llenaba de escarapelas y de cin
«20 REVOLUCION FRANCESA
tas rojas, repudiadas por los que las llevaban,
arrojándolas cu las callos bajo los pies de los
dictadores. Gritos incesantes de ¡viva el go
bierno provisional! resonaban, se prolonga
ban, subian de piso en piso y se repercutían de
fachada en fachada.
Arago, con la frente descubierta y presen
tando al sol y al viento sus cabellos blancos,
marchaba al lado de Lamartine. Estos dos nom
bres eran los mas aclamados. El de Dupont de
l'Eure parecia inspirar mas veneracion ; el de
Ledru-llollin mas pasion , el de Luis Blane mas
raro, pero mas áspero fanatismo. Las fisono
mías respiraban la esperanza y la serenidad de
una vuelta al buen tiempo despues de la esta
cion de las tempestades.
El gobierno se colocó al pie de la columna.
Dupont de l'Eure y Arago hacian frente al
desfile, y respondian á las felicitaciones y á los
discursos. La república fue sancionada por una
aclamacion unánime del pueblo y de la guardia
nacional , y esta aclamacion se prolongó como
un consentimiento eléctrico por la líi.ea de las
legiones, del puente de Austerlitz y la Magda
lena. Lá república, iniciativa de algunos, se ha
cia el asilo de todos; la sociedad, abandonada
por la monarquía, se refugiaba en la libertad;
ya no había lucha de sistema ; habia concordia
de razon.
El desfile duró cuatro horas al paso de carga.
Ciento veinte mil bayonetas de todos oficios y
de todas opiniones saludaron la república y se
POR LAMARTINE. 421
alzaron hácia el cielo para atestiguar su volun
tad de defender el órden defendiendo al go
bierno.
XII.
Durante la revista, Lamartine habia estado
constantemente detras de la comitiva , y luego
se despojó de sus insignias y se confundió en
tre la multitud para retirarse; mas, reconocido,
como la víspera , en la esquina de la calle de
Saint-Antoiue , fue seguido. El pueblo de este
barrio lo habia visto en accion en las escenas
de la bandera roja y concebido por él ese entu
siasmo que la energía inspira á la multitud,
aun cuando le resista : un tropel inmenso se
formó detras de sus pasos, y le envolvió, inun
dando la plaza real. Lamartine no pudo li
brarse de un triunfo popular, que hubiera agi
tado é inquietado á Paris, sino corriendo á re
fugiarse en una de lascasas dé la plaza habitada
por Mr. Hugo. El genio de la popularidad eterna
dió asilo á la popularidad de un dia, y mientras
que la multitud llamaba á las puertas , el con
serje hizo atravesar á Lamartine los patios in
teriores y un muro que daba á una calle de
sierta. Cubierto el rostro con su capa , subió en
un cabriolé que acerlab'a á pasar , y suplicó al
cochero que lo condujese hasta su casa por ca
* lles poco concurridas.
Lamartine guardaba silencio. Sentado el co
chero á su lado , le enseñó el mango roto de su
látigo, y le dijo que habia partido ese látigo la
422 REVOLUCIÓN FRANCESA
antevíspera, conduciendo fuera de Paris á uno
de los ministros fugitivos de lu monarquía.
Mudo Lamartine , le chocó esta vicisitud de la
casualidad humana, por la cual, á dos dias de
distancia y en el mismo carruaje, un hombre
político huía de la persecucion y otro de un
triunfo.
La manifestacion de fuerza y de concordia
que la revista del pueblo armado y de la guar
dia nacional habia dado en esta proclamacion
pacifica y unánime de la república , devolvió á
Paris la seguridad y el órden de una capital que
no hubiese cambiado de gobierno.
La república fue precedida ó aceptada con
la misma unanimidad en los departamentos.
Treinta y seis millones de almas cambiaron de
soberanía sin pérdida de una sola vida. La san
gre habia corrido en Paris en pro ó en contra
de la reforma , pero ni una gota de sangre cor
rió en pró ó en contra de la república . La pa
sion decia á unos : la república es vuestra con
quista ; á otros: la república es vuestra salva
cion , y á todos: la república es vuestra ne
cesidad.
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