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I
BIBLIOTECA DEL SIGLO
REVOLUCIÓN FRANCESA.
HISTORIA
ALFONSO DE LAMARTINE.
TOMO I.
MADRID t
IMPRENTA DE LA BIBLIOTECA DEL SIGLO
Calle delas Huertas, m'im. Ut.
1849.
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LIBRO PRIMERO.
XVII.
.?' '. -' -.'- ..'...... -i'*!..:. - /::i-ii!::juij ií!ii ¡i<: i(]'i
.II.
XV.
Mientras escuchaba y miraba sin comprender
bien el movimiento, mas semejante á un inotiu
que á una revolucion , que se concentraba en
algunas calles del centro de Paris , he aquí lo .
que habia acontecido.
El 25 por la noche, pocos momentos despues
de anochecer, la multitud parecia satisfecha con
el cambio de ministerio ; inundaba los bouleva-
res y las calles aplaudiendo las iluminaciones
que brillaban en las fachadas de los edificios.
Un sentimiento de paz y de íntima alegria se
abrigaba en el fondo del corazon de los ciuda
danos. Era como una proclamacion muda de re
conciliacion y de concordia despues de una có
lera abortada entre el rey y el pueblo. Sabiase
que el rey, no vencido, pero vacilante, habia
•hecho llamar sucesivamente á las Tullerias á
Mr. Molé, Mr. Thiers y Mr. Barrot.
Mr. Molé, hombre de temperamento político,
ejercitado en las crisis , agradable á las cortes,
estimado de los conservadores, amado por la
.alta clase media , era una de esas aristocracias
de nacimiento y de carácter, cuya superioridad
es tan natural, que la democracia mas suspira-/.
se honra respetándolos y amándolos.
Mr. Thiers, jefe de la oposicion personal ai
rey, hombre cuyo talento está pronto á todo,
y capaz de las evoluciones mas inesperadas,
podia sorprender y admirar igualmente á los
86 REVOLUCION FRANCESA
conservadores, dominar al rey y fascinar al
pueblo. v
Mr. Barrot, inaplicable hasta entonces al go
bierno á causa de la inflexibilidad y populari
dad de sus principios, pero que la estremidad
del peligro hacia hoy dia necesario, y cuyo solo
nombre prometia al pueblo la última adminis
tracion posible entre la monarquia y la repú
blica.
Sus opiniones colocaban á Mr. Barrot en los
últimos límites dela monarquía. Era el Lafayeüe
de 4848. Su elocuencia podia constituir la
fuerza y la gloria de un ministerio. Su carácter,
de una pureza incontestada, algunas veces do
blegado por condescendencias é indecisiones de
ánimo, hacia de él un idolo grave y casi invio
lable para el pueblo. Era la oposicion personi
ficada, pero la oposicion desinteresada de (oda
otra ambicion que la de una gloria honesta.
Semejante hombre parecia haber sido reser
vado durante diez años por la Providencia para
salvar en la hora suprema al rey vencido que
se arrojaba en sus brazos.
XVI.
III.
IX.
¿Qué pasaba en palacio durante el desbor
damiento de la insurreccion , siempre en au
mento?
El rey habia dado órden de hacer cesar el
fuego , conservando sin embargo las tropas
sus posiciones ; y el mariscal Bugeaud, que ha
bia montado á caballo para comiatir, habia
echado pie á tierra al saber que habia sido revo
cado su nombramiento de comandante general
de Paris. Desarmando así Mr. Thiers la resis
tencia , creia haber desarmado la agresion. El
duque de Nemours reiteraba por todas partes la
orden de suspender las hostilidades. La duquesa
deOrleans se hallaba abandonada en sus aposen
tos á las inquietudes de su espíritu y á las in-
certidumbres de su suerte. La reina , en cuyo
corazon habia algo de la sangre de Maria Teresa,
de Maria Antonieta y de la reina de Ñápoles,
mostraba ese valor viril que olvida la prudencia
dela política: — «Id, decia el rey; mostraos á
las tropas abatidas, á la guardia nacional in
decisa : yo me colocaré en el balcon con mis nie
tos y mis hijas , y os veré morir como debeis á
vos mismo , al trono y á nuestras desgracias.»
La fisonomía de aquella esposa amada y de
aquella madre por tanto tiempo feliz , se ani
maba por la primera vez con la energía de su
doble sentimiento por su marido y por sus hi
jos: toda su ternura hácia ellos se concen
POR LAMARTINE. 449
traba y se apasionaba en el cuidado de su ho
nor; el de su vida solo hallaba despues eco en su
afecto : sus cabellos blancos , contrastando con
el fuego de sus miradas y con la animacion de
sus megillas coloridas , imprimían á su rostro
algo de trágico y de santo , entre la Alalia y la
Niobe. El rey la tranquilizaba con palabras de
confianza en su esperiencia y en su sabiduría,
que no le habian engañado jamás. A las once
creia tener tal seguridad de dominar er movi
miento y de reducir la erísis áuna modificacion
de ministerio , aceptada por el pueblo , que bajó
al comedor, con el rostro risueño y su traje
de casa , á desayunarse con la familia,
X,
XV.
XIX.
El mariscal , reducido á la inmovilidad por
obediencia al rey y á los ministros, habia ereido
poder hacer retroceder con su vista y sus pala
bras á las masas que intentaban penetrar en el
Carrousel. Al intento , dos veces se habia diri
gido á caballo al encuentro de ellas , como he
mos visto, y acogido á los gritos de ¡viva el
vencedor de Isly ! habia llegado á persuadirlas
que esperasen el resultado de la deliberacion de
los ministros. Una sola vez fue insultado -en la
calle Trasnonain con el epíteto de degollador del
pueblo ; pero se habia acercado al vociferador,
reparado la injuria , probado que habia sido es-
traño á las crueldades cometidas en esta san
grienta jornada , y reconquistado el respeto y la
popularidad de las masas.
Lamoriciere á su vez se habia precipitado solo,
á caballo, en las oleadas de la multitud , arenga
,' POR LAMARTINE. <39
dola y vuelto al Louvre , vencido , pero honrado
por sus esfuerzos de pacificacion.
31ientras pasaban estas escenas sobre el Car-
rousel , los insurgentes , hallando libres el bou-
levard y la calle de la Magdalena , se agolpaban
hasta la embocadura de la plaza de la Concor
dia, incendiaban algunos de los cuerpos de guar
dias de los Campos-Elíseos , hacian fuego sobre
los demas, y mataban á los guardia municipales
odiosos al pueblo, porque eran los encargados
siempre de reprimir todos los desórdenes y to
das las conmociones de Paris. Estos desgracia
dos iban á espirar bajo el hierro y el fuego de
sus asesinos en los cuerpos de guardia y en el
palacio del ministerio de marina ; sus gritos de
socorro llamaban defensores y vengadores, y
aunque muchos batallones y escuadrones esta
ban destacados muy cerca y los oficiales y los
soldados solicitaban con instancia la órden de
marchar contra los asesinos , sujetos los jefes
por la consigna no se atrevían á rechazar á los
asaltantes , y se limitaban á salvar la vida de los
guardias municipales bajo el amparo de sus sa
bles. Hasta tal punto temían los ministros dar
con la resistencia un pretesto al incendio gene
ral de París. Pero esta sangre derramada impu
nemente no lo estinguió ; no hizo mas que ati
zarlo , y consternar á la vez la victoria y la der
rota. ..- : •;- =
Eran las once : en este momento se habia ve
nido á avisar al general que el rey lo habia des
tituido del mando y nombrado en su lugar al
440 REVOLUCIÓN FRANCESA
mariscal Gerard. Aquel habia cedido con impa
ciencia á estas órdenes , corrido á palacio para
hacer presente al rey los peligros de abdicar en
medio de mia derrota , y ni entrar en las fulle
rias se le habia anunciado la abdicacion. Se ha
bia precipitado , pues, como hemos dicho, en el
gabinete del rey , y se hallaba á su lado.
XX.
Sentado el principe delante de una -mesa, te
nia la pluma en la mano, y escribia muy des
pacio su abdicacion, con el esmero y la simetria
de un calígrafo, y en letras mayúsculas, que pa
recian imprimir sobre el papella majestad dela
real mano. Los ministros de la víspera , de la
noche y de aquel dia , los cortesanos, los Conse
jeros oficiosos , los principes , las princesas y
los niños de la familia real, llenaban el aposento
de gente, de confusion , de diálogos, de cuchi
cheos y de grupos agitados. Distinguíase en los
rostros la espresion del terror que precipita las
resoluciones y que quebranta los caracteres:
era llegada una de esas horas supremas en que
se reveían en toda su desnudez los corazones;
en que la máscara del rango , de los títulos, de
las dignidades cae de los rostros , y deja ver la
naturaleza muchas veces degradada por el mie
do. Oíanse á lo lejos , y por entre los rumores
de la cámara , resonar ya los tiros al estremo
del patio del Louvre. Una bala silba distinta
mente en el oido ejercitado del mariscal, y va
POR LAMARTINE. U4
á perderse en el techo ; pero el mariscal no dice
á los que le rodean la siniestra significacion de
aquel ruido. El palacio de los reyes podia lle
gar á ser un campo de batalla: en su con
cepto era el momento de combatir, y no de ca
pitular.
—«Y qué .señor, dijo al rey: ¿hay quien se
atreva á aconsejaros abdicar en medio de un
combate? ¿Se ignora, pues, .que es aconsejaros,
mas que lu ruina, la deshonra?La abdicacion, con
la calma y la libertad de !a deliberacion , es al
gunas veces la salvacion de un imperio y una
prueba de la sabiduria del rey. Pero la abdica
cion en medio del fuego parece siempre una
debilidad; y ademas, añadió, esta debilidad,
que vuestros enemigos tratarian de cobardia, es
inútil en este momento, El combate está empe
ñado; no hay ningim medio de anunciar la ab
dicacion á las masas, cada vez mas numerosas,
que se sublevan , y cuyo impulso no podria de
tener una palabra pronunciada desde los pues
tos avanzados.: restablezcamos primero el ór
den , y deliberemos en seguida.
—«Pues bien,, dijo el rey, levantándose al oir
estas palabras, y estrechando entre sus manos
trémulas las del mariscal; ¿me prohibis segun
eso abdicar?—Si, señor, prosiguió con respe-?
tuosa energía el valiente soldado; me atrevo á
aconsejaros que no cedais, en este momento al
menos, á un parecer que no os salvará , y que
puede hacerlo perder todo.»
El rey apareció radiante de alegria al ver
•I 42 REVOLUCIÓN FRANCESA.
XXII.
,
En el momento de atravesar el dintel de su
gabinete , el principe , volviéndose hácia la du
quesa de Orleans, que se levantaba para se
guirle , le dijo : — «Quedaos, Elena.» La duquesa
se echó á sus pies para conjurarle á que la lle
vase consigo: olvidaba el trono para no pensar
mas que en el padre de su marido. Ella no era
.ya princesa , sino madre. Pero sus súplicas fue
ron inútiles.
Mr. Gremieux, activo y elocuente diputado
líeta oposicion , habia acudido á palacio para
asistir con sus consejos á las últimas crisis é in
terponerse entre la guerra civil y la corona , y
al oir' las últimas palabras del rey, se precipitó
cerca de él, y asiéndole por el brazo : —«Señor,
le dijo con un tono interrogativo que exige una
respuesta : ¿ se entiende , no es cierto , que la
TOMO r. 10
H6 KEVOLUCIÓ*íi FRANCESA.
XXIII.
La duquesa, que se habia arrodillado delante
del rey, permaneció largo tiempo en esta acti
tud : se habia enviado á buscar los carruajes de
palacio : el populacho les habia pegado fuego ya
al pasar por la plaza del Carrousel , y una des-r
carga mató tambien al cochero que habia ido á
buscarlos. Fue, pues, necesario renunciar á
este medio de partida.
El rey salió por la puerta de un subterráneo
que comunica de sus aposentos al jardin delas
fullerias, y atravesó á pie ese mismo jardin que
Luis XVI , Maria Antonieta y sus hijos habian
atravesado en la aurora del 10 de agosto para
refugiarse á la asamblea nacional, camino del
cadalso ó del destierro que los reyes no des7
andan jamás.
La reina consolaba al rey con algunas pala
bras pronunciadas en voz baja : un grupo de
servidores líeles, de oficiales, de mujeres y (le
niños los seguía en silencio. Dos carruajes de
alquiler , tomados á ta ventura por un oficial
disfrazado en las caltes donde se situaban , se
hallaban apostados á la salida de las Tullerias,
al estremo del jardin. Los nervios de la reina,
sobreescitados por tan larga crisis, habian des
fallecido al aire libre , y suspirando , vacilante,
tropezaba á cada paso: fue necesario que el rey la
alzase en sus brazos para colocarla en el carruaje
al que subió despues que ella. La duquesa de Ne
1,48 REVOLUCIÓN FRANCESA
mours , gracia y be'leza de aquella corte , subió
llorosa con sus hijos en el segundo carruaje,
buscando con miradas inquietas á su marido,
que quedaba en Paris, entre las dificultades y
los peligros de su deber. Un escuadron de cora
ceros envolvió á los dos carruajes, que partie
ron á galope por el malecon de Passy. Al lina!
de los Campos-Elíseos se dispararon algunos ti
ros contra la comitiva, que derribaron en tierra
á la vista del rey dos caballos de la escolta. La
fuga era hácia Saint-GIoud.
XXIV.
El duque de Nemours se habia quedado cerca
dela duquesa de Orleans, mas atento ála suerte
de esta princesa y de sus sobrinos , confiados á
su prudencia, que á su propia ambicion. EsUi
principe impopular fue el único que se mostró
digno de popularidad por su valor y su des
interes. La defensa del Carrousel y delos patios
de las 'Fullerias no tenian ya objeto. Si el pala
cio llegaba á forzarse , podia ser el sepulcro de
la duquesa de Oileans y de sus hijos, y el du
que de Nemours era responsable ya de todas es
tas vidas y de la sangre del pueblo. Parlamen
tarios del pueblo se le acercaron bajo el peris
tilo del pabellon del Reloj , y le intimaron que
hiciese retirar las tropas y entregase el palacio
á la guardia nacional. Convencido el principe de
que el pueblo armado y vencedor en la milicia
nacional era quien únicamente podia imponer al
POR LAMARTINE. 4 49
pueblo insurrecto , (liólas órdenes que se le pe
dian. Las tropas se retiraron, y se replegaron
en silencio por el jardin. El duque de Nemours
fue el último que quedó en él para proteger la
partida de la duquesa de Orleans.
Mientras que las tropas evacuaban el castillo,
un corto número de oficiales y de consejeros,
adictos unos á la dinastía, otros a la persona,
y algunos solo al infortunio de una mujer, de
liberaban en torno de la duquesa de Orleans
y de sus hijos sobre el partido que debian to
mar. Notábanse entre ellos el general Gour-
gaud , amigo del emperador, su compañero vo
luntario de destierro en Sania Elena , acostum
brado al infortunio y á la felicidad ; un hijo del
marisca! Ney , Mr. d Elchingen , MM. de Mont-
guyon , Villaumez y de Bois Milon. Tres caño
nazos hicieron estremecer en este instante los
cristales del aposento : la duquesa lanzó un
grito de terror. La artillería al retirarse habia
Irecho un disparo contra el pueblo , que des
enfocaba del malecon al Carrousel. La duquesa
envió al general Gourgaud á detener el fuego,
y los artilleros apagaron las mechas en señal de
paz. El general Gourgaud regresó seguido de
Mr. Dupín.
Mr. Dupin , menos legista que legislador,
presidente por muclio tiempo de la cámara
dé diputados , orador eminente , tradicion viva
del espíritu de resistencia y de libertad legal en
la monarquía , que habia caracterizado en otfo
tiempo á los Harlay , los Mole y los Hopital, de
450 REVOLUCIÓN FRANCESA
'i.. .:
. . ' !
APÉNDICE Al TOMO PRIMERO.
APÉNDICE AL TOMO PRIMERO
DE LA
POR
A. DE LAMARTINE
NOTA PRIMERA.
TOMO 1. 11
, , , ;•:., * i-' f . . ,
•V '-'•* ' ^ '' * '
i- •:• « . /-';;' t
;
NOTA SEGUNDA.
' . . . .;.'-.•.
' ; . :. . . - .t.-
.
NOTA TERCERA.
W4.-h'
BIBLIOTECA DEL SIGLO.
. M.ÍM J !'* -'••-
REVOLUCIÓN FRANCESA.
HISTORIA
DE LA
ALFONSO DE LAMARTINE.
TOMO U.
MAMUD i
IMPRENTA DE LA BIBLIOTECA DEL SIGLO ,
Catte de tas Huertas , núm . II.
1849.
tVMñ'.VA
:i VM
.-'.>; i -i /¡:::• i» ;»
: i
.
El grupo de republicanos que rodeú'á Lamar-
tiaaeal entrar en los corredóres de la cámara le
pidió una conferencia secreta y urgente en una
sala retirada del palacio. Lamartine los condujo
adía, y cerróla puerta. A la mayor parte de
estos hombres no los conocia mas que de visla.
- Uno de ellos tomó la palabra en nombre de°
todos.—H«El tiempo urge; dijo; tos acontecimien
tos están suspensos, y no sabemos cuál será su
término; nosotros sumos republicanos ; nues
tras convicciones, nuestros pensamientos, nues
tras vidas, las hemos consagrado á la rcpúbli-
co. ¥ «« es¡en el momento' en que noeStros ami
gos Tierteii' sn sangre hace tras días ;]}8'f;éiía,
causa comun al pueblo y á nosotros cnando
renegaremos de ellni : ella seíá siempre el alnva
de nuestras al mas > el objeto stíprenao de nues
tras. esperanzas, la tendencia obstinada' déí
nuestros aclos y de nuestros escritos', en^tthh
palabra .¿ no la abandonaremos jaméis; p'érb poJ-
aeraos aplazarla y suspendeHn a u te intereses
superiores á ituestTOS'OJos', á ía répúb1íca;WiíSi'
ató:, a«te los intereses de la 'patria. ;, La Fran
cia e¡stá bien preparada para esl» í^rttíü1^-
gébierno? ¿ La aceptaria sin: resiktiéncia j é sé'
plegaria á ella sio violencia ? En una palabra,
¿no hay mas peligro q«izá en: lanzarla mañana
en la plenitud de sná instituciones, tfne'én*t£
tenerla sobre el límite de ellas , mostrándoselas
44 AÉVOLCCtQfi FRANCESA
VII.
Las tribunas estaban llenas, pero tristes • lo,
XVI.
XVII.
El general Gonrgaud se presenta y arenga á
los grupos , pero no consiguiendo nada de ellos,
se esfuerza por contemporizar. Esperad, les
dice : yo mismo voy al salon de sesiones, y os
daré noticias de los acontecimientos.
Durante la corta ausencia del general, UIKI
parte de los republicanos sube y atraviesa el
muro del recinto esterior , las gradas del peris
tilo , é intenta penetrar por las huanas que hay
debajo de las columnas de la fachada. —«¡Dete
neos, muchachos! esclama Gourgaud, que viene
á su encuentro : Mr. Cremieux está en este
momento en la tribuna combatiendo la regencia.
Mr. Marie , cuyo nombre conoceis, el incorrup
tible defensor de vuestra causa , va á venir en
persona á anunciároslo. »
El nombre de Marie se oye con respeto. El
aspecto militar del general, y el reflejo del nom
bre de Napoleon sobre el suyo, previenen en su
favor.—«Os creemos, general, responde el capi
tan Dunoyer , jefe de la columna ; pero los ami
gos del pueblo en la cámara son pocos : la ma
yoria va á ahogar sus voces ; será demasiado
tarde cuando entremos, y la patria os malde
cirá por haber detenido nuestros pasos.» A es
tas palabras, Gourgaud, impotente para domi
nar el impulso de las masas , cede , y les deja
paso. La tropa permanece neutral, y la guar
dia nacional aplaude. En vano se presenta moa
POR LAMARTINE. «7
XXX.
I.
III.
X.
VIH.
El instinto es el relámpago del razonamiento:
el instinto escribia con relámpagos de evidencia
estas consideraciones en el ánimo de los hom
bres mas moderados del gobierno , y por eso la
deliberacion fue solemne, aunque corta , como
una deliberacion sobre el campo de batalla;
bastó á ella una espresion sumaria de opiniones,
preguntando á cada miembro del gobierno-pro
visional su conciencia y su pensamiento. Una
reflexion concentrando una vida en un minuto,
y algunas palabras breves y graves, formaron
el resultado unánime. Hubo algunos instantes
de religioso vacilar en el corazon, algunos la
bios balbucientes, algunas frentes pálidas y pen
sativas, algunas ojeadas de inteligencia inter
rogándose, vislumbrando la amplitud y la pro
fundidad del elemento republicano , en el mo
mento de dejar la orilla secular de la monarquía
para lanzarse al mar agitado y desconocido de
la república ; los hombres de mas antiguo y
firme v alor tuvieron algunos ademanes y acti
tudes de irresolucion momentánea y de invoca
cion secreta á la providencia de los pueblos;
POR LAMARTINE. . , 447
pero despues de haber mirado atentamente en
sí mismos y enrededor suyo, ninguno retro
cedió á la anarquía cierta, antes que avanzar
atrevidamente á las probabilidades de salvacion
comun : los unos por partido tomado de ante
mano, los otros por satisfaccion de su sistema
triunfante; estos por antiguas convicciones,
aquellos por razones animosas; muchos sin duda
por la sola conviccion de la necesidad, todos, en
fin, por la prevision de la hora y por la evidencia
de la imposibilidad actual de toda otra solucion,
propusieron , votaron ó consintieron el título
de república sobre el frontispicio del gobierno
de la revolucion. Solo desde esta hora pudo de
cirse que la inmensa mayoria se negaba inflexi
blemente á usurpar en nombre de una ciudad 6
de una faccion , contra la nacion entera, el de
recho, de cambiar su gobierno , derecho que la
violencia y la tiranía solas pueden arrebatar al
pueblo : obligar á treinta y seis millones de
hombres á adoptar un gobierno que les repugna
en nombre de una faccion armada ó aun de la
unanimidad del pueblo de faris , no era ya la
ley ni la república , sino el crimen y la servi
dumbre. Una revolucion de libertad, llegando á
un resultado tan monstruoso y arbitrario , hu
biera sido , segun la mayoria , la insolencia , el
escándalo ó la irrision de la libertad; el gobierno
provisional en masa se hubiera dejado cortar
antes la mano que confirmarla, y se convino
que se adoptaria en la fórmula, en los actos y
en la interpretacion , el sentido presentado en
4*8' hEvotucios francesa
la proclama redactada en estos términos pór
Lamartine: «El gobierno provisional proclamala
república, salvala ratificacion de la nacion por
una asamblea nacional inmediatamente convo
cada:» así podia apagarse la guerra' civil-, cum
plirse la revolucion , dirigirse al pueblo por su
propio freno , y sin embargo, la nacion quedar
señora absoluta y soberana de su gobierno de
finitivo,. '.. .¡
Escepto los monárquicos supersticiosos ó los'
republicanos sectarios, que colocan el derecho
de su conviccion individual ó el triunfo de su
faccion mas allá de todo derecho y de todo pue
blo, lodo el mundo se declaró satisfecho de una
solucion á la vez tan audaz y tan legítima ; era
la mejor solucion para la república misma. Las
instituciones impuestas por un golpe de mano
de minoría , se parecen al fruto de un hurto;
se goza mal de ellas, y duran poco.. Los hom
bres formales, partidarios del gobierno demo
crático, en el consejo del gobierno provisional
querían que la república fuese un derecho y no
una desvergüenza de la fuerza ó de la astucia
de una faccion.. Una república impuesta no po
dia ser mas que una república violenta y per
seguidora ; la querían libre , sincera y Cotísti-;
tucional , ó. rio la querían; y la proponían á la
nacion bajo su responsabilidad: y en nombre de
h iniciativa que su dictadura momentánea les
daba. Hacian de ella la forma temporal del go
bierno que iban ellos á regir, y decian de an
temano á la nacion: —«Podeis desaprobarnos;
I'OR LAMAttTUNK. í<9
XVI.
XXI.
Durante su ausencia sus colegas Marie y Gar-
nier-Pagés , asistidos de Pagnerre , Flottard,
Bastide, Payer , Barthelemy-Saint-Hilaire, Mar-
rast, y de un grupo de ciudadanos intrépidos é
infatigables , habian continuado proveyendo á
las circunstancias con el rigor de un gobierno
incontestado y presente en todas partes: nu
merosos decretos, deliberados con la rapidez del
pensamiento ^ con !o absoluto de voluntad que
desconcierta la resistencia , habian sido dados
en algunas horas desde la reunion del gobier
no. Este gobierno se defendia con una mano y
organizaba con la otra : los ministros habian
sido nombrados, los generales designados," y
las órdenes volaban por todos los caminos de la
Francia y de las colonias para regularizar la
revolucion y prevenir la guerra civil.
Arago pensaba en la escuadra. Ministro obe
decido por la sola autoridad de su nombre, ma
duro para el mando, inaccesible á las repug
nancias de los partidos, no habia temido afron
tar los murmullos de los republicanos esclusivos
presentando al almirante Bandin para el mando
de la escuadra de Tolon : sin informarse del re
conocimiento y pena que este oficial podia ali
mentar en su corazon por los principes de la
dinastía caida , se habia liado del patriotismo del
soldado, y el gobierno ratificado sin. vacilar,
esta eleccion. En virtud de órdenes combinadas
POR LAMARTINE. 4 b*
del ministro de la guerra , Subervie , y de Ara-
go , algunos oficiales de marina y del ejército
corrian ya hacia el Mediterráneo y hácia Argel
para pedir á nuestras escuadras y á nuestros
ejércitos la obediencia , y á los mismos principes
que los mandaban el reconocimiento del go
bierno que destronaba á su familia.
Instruidos por la historia y por la esperien-
eia del imperio irresistible que ejerce en el soi
da Jo frances el pensamiento soberano dela uni
dad de la patria , los miembros del gobierno no
dudaban que sus órdenes fuesen obedecidas en
todas partes.
El principe deJoinville, amado de los ma
rinos, mandaba una escuadra'; el duque de Au-
male y el duque de Montpensier mandaban
eien mil hombres en la Argelia. El Mediodia era
realista, y la escuadra podia concertarse con
el ejército y los principes, y llevar en pocos
dias á Tolon un ejército de sesenta milhombres:
el rey, cuyos designios se ignoraban todavía,
podia retirarse hácia Lille, llamar .á si' el ejér
cito de Pai is , el del Norte , el del Ruin , y opri
mir así en pocos dias la capital Y el corazon de
la Francia entre dos guérras'civiles.
El gobierno consideraba estas eventualidades
con ojo (irme , decidido á prevenirlas por la ra
pidez de sus medidas, ó vencerlas por la pronta
organizacion de fuerzas republicanas en Paris;
el éxito no le parecia dudoso. Contra todas las
vacilaciones de las colonias y de las provincias,
y contra esas vueltas armadas de la monarquía,
*»' REVOLUCION FRANCESA
habia en Paris bastante entusiasmo para levan
tar la patria entera bajo los mismos pasos de la
corte y de las tropas: los cambios de gobiernp
en Francia son esplosiones y no campañas ; ja
más hay dos espíritus á la vez en este gran pue
blo ; las revoluciones en él son repentinas ; las
largas guerras civiles imposibles. Esto es á un
tiempo la fragilidad de los gobiernos y la salva-
cion dela patria.
Mientras que el pequeño número de miem
bros del gobierno , permaneciendo toda la no
che en el campo de batalla del Hotel de Villfi,
completaba así las medidas tomadas aquella
tarde con sus colegas , el ministro de lo inte
rior, Mr. Ledru-Rollin , rodeado de los comba
tientes de los tres dias, recorría la capital
aliando al gobierno los conjurados del partido
republicano ; paciiicábalos por la victoria y le*
encargaba que fuesen á llevar la noticia á sus
hermanos de los departamentos ; organizaba su
ministerio , nombraba apresuradamente los
primeros comisarios enviados de Paris para
reemplazar á los prefectos de la monarquía,
ó para reconocer los administradores provisio
nales que las ciudades se habian dado á sí
mismas al primer rumor de la revolucion.
Caussidiere , Luis Dlanc, Albert, Flocon , lle
vando cada uno al nuevo poder la parte de in
fluencia y la masa de clientes que les daba su
.partido en las diversas regiones del pueblo , se
agrupaban enrededor del ministro del inte
rior. Caussidiere , metido en la prefectura de
POR LAHARTIKE. < K$
i'A. xxíy.
El cansancio del pueblo en pie hacia veinte y
cuatro horas, la sangre fría <lel gobierno y el
último esfuerzo de Lamartine , babian con
cluido por desembarazar al Hotel de Ville y la
QfB)Ve ¿e los tumultos de que estaba sitiada.
Los hombres que querían la tiranía de uu go-
Juernp .,: de la victoria y de la commune de París,
vencidos por el buen sentido del pueblo y pol
las aclamaciones dirigidas á Lamartine , habian
renunciado , por esta noche , á sus designios.
Todo lo habia arrastrado el entusiasmo , hasta
los pensamientos de resistencia : ellos mismos
participaron de él y se retiraron mezclando sus
aplausos á sus murmuraciones. El sueño de un
gobierno tumultuoso y violento como el ele
mento de donde saldría , habia huido de ellos
como una presa en el momento en que creian
agarrarlo. Iban á conspirar durante esta noche
para arrancarlo por la fuerza abierta el dia s¡-
fuiente. Ni Lamartine ni los miembros del go-
ierno que habian quedado con él en escaso nú.-
mero en. el Hotel de Ville sospechaban esta
vuelta tan próxima y amenazadora de los peli
gros que acababan de conjurar.
XXV.
Rendidos de fatiga, faltos de voz, sin otra
cama para reposar sus cuerpos que el pavimento
4,H RÍVOHJCtOír- FRANÍÍESA
de la sala del consejo, sin otro alimento para
reparar sus fuerzas que un pedazo de pan cor
tado por ellos en la mesa del trabajo , sin otra
bebida que unas gotas de vino sobrantes del
desayuno de un ugier del prefecto de París,
bebidas en un pedazo de vidrio roto y recogido
en los restos del palacio , comenzaban en fin á
respirar, contemplando lo que ya habian hecho,
y olvidando lo que les quedaba que hacer. -:¿].\
Los miembros del gobierno se habian reti
rado sucesivamente uno á uno. Los colaborado
res que les secundaban con todo su valor y
celo, Buchez, Pagnerre, Barthelemy-Saint-
Hilairc, Recurt, Flottard , Payer, Bastide,
Flocon, y otros cincuenta ó sesenta ciudadanos
intrépidos , estaban de pie y proveian de inspi
racion á todas las necesidades secundarias que
renacian á cada minuto. Pero las grandes co
sas eran momentáneamente ejecutadas, y las
otras se fraguaban en las sombras de la noche.
Marie y Lamartine se pusieron de acuerdo para
compartir las últimas veladas de esta noche, y
para ir uno despues de otro á tranquilizar un
momento á sus familias, antes de volver al
puesto donde el dia siguiente les preparaba
nuevos asaltos.
Así salió Lamartine á media.noche del Hotel
"de Ville, sin ser conocido , y acompañado de
Payer, ^Ernesto Gregoire y del doctor Faivre,
intrépidos compañeros del peligro del dia , á
quienes no conocia pocas horas antes. Habialos
visto en medio del fuego de la revolucion , y
POR LAMART1NJB. '. . 1 6o
esto bastaba para unir estos ciudadanos los
unos á los otros : horas semejantes revelan á
los hombres mas que años de vulgares tratos.
La nochi: era borrascosa y sombria. El viento
lluvioso azotaba el humo que despedian los can
diles encendidos en la cresta de las barricadas,
y hacia gemir sobre los techos , las veletas y los
cañones de hierro de las chimeneas. A la en
trada de todas las caites, centinelas voluntarios
del pueblo velaban con el fusil cargado en la
mano, sin mas consigna que, su celo espontáneo,
para defender la seguridad de su barrio. Hubié-
rase dicho que vigilaban su propio honor por
miedo de <jUe el crimen deshonrase su victoria.
De distancia en distancia se encontraban gran
des fogatas encendidas , en cuyo rededor viva
queaban sobre una poca de paja grupos de com
batientes dormidos: sus centinelas obedecian
«omo soldados disciplinados á jefes que se habian
elegido por instinto ó reconocido á la evidencia
de una superioridad moral. Ningun desórden,
ningun tumulto , ninguna voz amenazadora, nin
guna injuria salían de estos destacamentos que
pedian con urbanidad nuevas á los ciudadanos
que pasaban , informándose de las novedades
del momento , de las resoluciones y decretos
del gobierno , aplaudiendo en nombre de la re
pública y jurando defenderla y honrarla por el
perdon y la magnanimidad. Ellos no demostra
ban ni resentimientos , ni cólera, ni sed de ven
ganza. Su emocion no era mas que el entu
siasmo y la esperanza del bien , y la tierra y el
<t)6 REVOLUCION FRANCESA
. .. 'i', - . - - .. i -
.'' .'..'' ! !.- . .!:
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' :
APÉNDICE AL TOMO SEGUNDO.
APÉNDICE.
ALFONSO DE LAMARTINE.
TOMO III.
MADRID s
IMPRBNTA DE LA BIBLIOTECA DEL SIGLO ,
Calle de las Huertas. núm. 44.
Í849.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN DE 1848,
LIBRO VIL
I,.
II.
III.
V.
Por bajo de esta gran secta, sectas secunda
rias y parciales se dividian sobre la aplicacion
práctica de la dóctrina comun de la espropia-
cion del hombre individual cu sociedad ; las
,rt REVOLUCIÓN FRANCESA.
unas adoptaban las fantasías incoherentes y con
fusas de los icarianos , bajo la direccion de
Mr. Cabet, especie de Babeuf póstumo, pero
humano , fanatizando por una comunidad agra
ria á todos los descontentos del trabajo , á to
dos los proscriptos de la riqueza , á todas las
víctimas de la industria de las ciudades: las
otras pretendian entrever algunos principios de
sociedad nueva fuera de los instintos primor
diales del hombre , en las perspectivas metafí
sicas de Mr. Fierre Leroux , iluminadas por UH
rayo de cristianismo ; las otras se complacian
por venganza de su situacion en seguir en las
criticas desesperadas á un gran sofista. Este so
fista confesaba su audacia , aspiraba á la ruina
completa del mundo pensador y político , se de
leitaba en los escombros de lo presente y en
el caos del porvenir. Era la Nemesis de las an
tiguas sociedades , y se llamaba Mr. Proudhon;
pero su ruina , al menos , era sabia ; todo lo
que el sofista puede tener de genio , lo tenia él,
y jugaba con las mentiras y con las verdades,
eomo los niños griegos con la taba.
Los otros , en fin , verdaderos bárbaros de la
civilizacion , no tenían ni doctrina , ni fe , ni
religion social , ni maestros , ni ilusiones , ni
sectas. Tenian hambre y sed de trastornos.
Un sentimiento inveterado de malestar, con
vertido en odio y en vicios, fermentaba hacia
largos años en su alma. Este sentimiento les
conducia á socavar al menos la institucion á la
cual atribuían sus padecimientos, cuando no hu
POR LAMARTINE. 45
bieran debido atribuirlos mas que á la imper
feccion inherente por nuestra naturaleza á las
instituciones humanas.
Los otros jefes y las otras sectas socialistas
que acabamos de enumerar estaban lejos de pa
recerse á estos desesperados del desórden : ha
bia en ellos , al lado de legitimas y grandes as
piraciones en la mejora del órden social , ideas
falsas , irrealizables en la forma , suversivas de
toda justicia , de toda familia , de toda riqueza
y de todo instinto en la aplicacion ; pero no te
nían ni inmoralidad ni perversidad voluntarias.
Estos hombres, apasionados hasta el fanatismo,
los unos por orgullo de su sistema , los otros
por religion al progreso en las sociedades, creían
al menos tener una idea , una idea aun falsa, en
-la cual se cree firmemente, y ála cual se adhiere
uno fanáticamente , porque lleva en sí su mo
ralidad. Esa idea puede ser absurda , pero no
criminal , y es lo que son álos pueblos las fal
sas religiones , un delirio ante el razonamiento,
una virtud ante la conciencia , que quiere lo
imposible, pero que no lo quiere por el crimen.
Tal era el verdadero carácter en este mo
mento de las diversas escuelas socialistas pro
clamando la república con los republicanos.
Ninguna de estas sectas , ninguno de estos jefes
de ideas tenia en el pensamiento empujar la
república á los trastornos , á las violencias , á
la sangre , para encontrar en estas ruinas y en
esta sangre el problema victorioso de su escuela.
La historia no debe calumniar pensamientos
46 REVOLUCION FRANCESA
que mas tarde se hicieron facciones , pero que
entonces no eran mas que esperanzas : la his
toria debe decir lo que ha visto en honor y en
escusa como en condenacion de los socialistas.
VI.
Un entusiasmo sincero y religioso se habia
apoderado en este momento del mayor número
de los socialistas de las diversas sectas , cuyos
maestros y discipulos eran elevados sobre los ma
los pensamientos, las abyectas ambiciones y mas
aun en las ferocidailes que se les han imputado
despues; el entusiasmo santifica momentánea
mente los corazones, y el de los socialistas, espe
cialmente de los adeptos de Fourrier y de Ras-
nail , estaba inflamado hasta el estasis : el molde
del antiguo mundo les parecia romperse milagro
samente ante ellos, y todos esperaban vaciar mas
libremente el mundo, renovado en otro molde mas
ó menos conforme á su pensamiento. Esta alegría
haeia estallar su corazon, y todo era entonces
efusiones de sentimientos humanos, fraternales,
indulgentes para lo pasado, respetuosos para los
derechos adquiridos, reparadores de las ini
quidades sociales , preservadores para el rice,
providenciales para el proletario. Ofrecian su
concurso, su influencia, sus bayonetas , su san
gre á los miembros del gobierno provisional para
ayudarlos á mantener el orden , á humanizar lá
revolucion , ú disciplinar la república yá defen
der Jas tierras y las propiedades , pues queriatí
POft LAMARTINE. Vf
una trasformacion graduada y racional , pero no
itn cataclismo. En estas primeras horas de es-
plosion en que el alma se revela , no salia de sus
labios una palabra de cólera , de venganza , de'
resentimiento, de division entre las clases, ni
que pudiese dejar de ser tomada en honor del
género humano. Su fisonomía , sus ojos , sus lá
grimas , sus ademanes atestiguaban la sinceri
dad de sus palabras, y ciertamente no pensa
ban en desmentirlas al dia siguiente por sus ac
tos. Los miembros del gobierno provisional , que
son sus mas opuestos como teoría, deben esfe
testimonio á la historia, á los hombres y a
Dios. . -
VIL
í¡l tercer partido era el que conspiraba ya,
antes de que estuviese consumada, contra la re
volucion que habia hecho.
Importa á la historia , á la nacion y á la hu
manidad analizar bien los elementos de este
partido : mezclándose en ella ha perdido la pri-i
mera república , y aspiraba á perder la segunda
desde la primera noche: este partido existe en
todas partes como elemento de desorden y de
«rimen, y solo en Francia existe como partido
teórico y político: el terrorismo. lié aquí su
origeo..
La primera revolucion francesa , filosofía pri
mero, combate luego entre el pasado y el por
venir, tuvo luchas terribles que sostener y dar
para conquistar sobre la aristocracia , sobre el
+ 8- REVOLUCION FRANCESA
despotismo y sobre la iglesia err posesion del
inundo antigua, la igualdad, la libertad, la to
lerancia y la porcion de verdades aplicables que
la razon francesa moderna quería hacer pasar
en la legislacion y en el gobierno. En esta Iriple
guerra civil de ideas, de conciencias y de inte
reses, que duró desde 1789 á 1796, todos los
elementos buenos ó malos de una revolucion
fueron mezclados y confundidos : los filósofos,
los legisladores, los oradores , los soldados, los
tribunos de la revolucion combatieron genero
samente al principio, cada cual con sus opinio
nes , cada cual con sus armas. Pero los sucesos
germinaron , y la cólera , la violencia , la tira
nía , la crueldad y el crimen revolucionario to
maron su papel en los dias siniestros : las dicta
duras de la demagogia , las proscripciones, las
confiscaciones, los cadalsos, los asesinatos en
masa, en fin , como los de setiembre , tuvie
ron sus jornadas y su año en la revolucion.
Estos eclipses de la justicia y de la modera
cion de la humanidad espantaron al mundo,
despopularizaron la república , deshonraron-
al pueblo, y regocijaron á ciertos ánimos des
arreglados y á ciertos corazones perversos.
Danton, un dia fatal á su nombre, Marat y sus
cómplices siempre, Saint-Just algunas veces,
escusaron el crimen, le glorificaron como un-
instrumento de audacia, le ponderaron como
una victoria de la lógica eontra la piedad, como
un triunfo meritorio de la voluntad sobre la
conciencia. El género humano los dejó herir y
POR LAMARTINE. 41)
hablar, y el horror de la historia refató sus
sofismas. Guando se analiza hoy á sangre fría
su pretendida teoria de salvacion pública por el
crimen, se encuentra que la república de 93 no
debe nada á estos crimenesr si no es la caida det
principio , la reprobacion de los medios , el
aplazamiento de la verdadera república y el
despotismo de un soldado.
Pero el sofisma agrada á los hombres unas
veces como una novedad del espíritu , otras
como una audacia de la conciencia, otras, en
fin, como un reto al sentido del vulgo. Apenas
se habia borrado la sangre de la revolucion,
cuando se encontraron publicistas é historia
dores, los unos perversos, los otros fatalistas,
tos otros solamente complacientes para con el
sofisma , que tornaron las exasperaciones de
Danton y los aforismos de Saint-Just, para ha
cer de ellos la teoria de las revoluciones y el sis
tema sobrehumano de la historia. Afectaron una
lástima soberbia á los escrúpulos de la honradez
y de la humanidad; atribuyeron á los hombres de
estado en tiempos de revolucion no sé qué dere
cho supremo de proscribir y de inmolar á sus
enemigos ó rivales, derecho que les colocaba, se
gun ellos, no solo por cima de toda justicia escri
ta, sino tambien sobre la misma equidad ; tras
tornaron la naturaleza para dar influjo á su sis
tema histórico, y dieron la apoteosis á los verdu
gos y el desprecio á las víctimas. Esta escuela se
multiplicó durante la restauracion y durante el
gobierno de Luis Felipe: la oposicion popularizó
10 REVOLCCtOK FRANCESA
el sofisma, la inmoralidad lo acogió , la mrita-
cion lo propagó y los dejos del crimen, que
se oculta en el fondo de ciertas almas , se gozó
en todo esto. Suprimir los remordimientos no
era bastante ; era preciso sancionar el delito, y
se llegó hasta esta altura en lo absurdo.
Las naturalezas falsas lo estendieron, las dé
biles lo sufrieron y las perversas lo convirtieron
en plan de gobierno y en ferocidad de ánimo.
VIH.
."
De esto habia nacido en Francia, no el par
tido republicano, á quien causaban horror se
mejantes teorías, sino el partido convencional y
terrorista, que tenia por contraseña la conven
cion y pof; ideal el terror.
Tal partido dejaba traspirar estas ideas en
sus escritos, en sus diarios y en sus discursos
públicos, y mas ásperamente aun debia mani
festarlas y comentarlas en algunos de sus con
ciliábulos y en sus asociaciones subterráneas.
Los nombres de revolucion y de república no
eran aquí, como en los consejos de los verda
deros republicanos , el sinónimo de libertad,
de igualdad y de moralidad de los ciudadanos,
bajo un gobierno de razon y de derechos uná
nimes : la revolucion y la república significaban
el triunfo violento de una parte del pueblo
sobre la nacion entera ; la dominacion venga
dora de una sola clase sobre las demas, la tira
nia de abajo sustituida á la tiranía de arriba,
POR LAMARTINE. 51
lo arbitrario por ley, el resentimiento por jus
ticia, el hacha por gobierno.
Este partido tenia por ejército, ademas de
sus adeptos regimentados y fanatizados en algu
nas secciones, toda esa masa flotante é igno
rante de la poblacion baja de las grandes capi
tales, poblacion que se subleva en las conmo
ciones de la sociedad, y que de repente cubre
la superficie de las calles y de las plazas públi
cas con sus miserias, sus harapos y sus agita
ciones. El mal de la antigua sociedad fue dejar
sin luz, sin organizacion y sin bienestar este
residuo sufriente de las poblaciones urbanas,
pues los grandes vicios germinan en las gran
des miserias : todo lo que se estanca se cor
rompe, y el crimen es un miasma de la indi
gencia y del embrutecimiento. La república
está hecha para ilustrar, sanar y mejorar estas
masas.
Tal era el ejército de este partido, cuya en
sena era la bandera roja.
Vencido en las últimas convulsiones del Ho
tel de Ville por la resolucion del gobierno pro
visional, por la cooperacion enérgica de Lamar
tine y por sus discursos, el partido terrorista
se habia retirado silencioso, pero no resignado:
por el momento habia renunciado á disputar
el imperio al gobierno instalado por la doble
aclamacion de la cámara de los diputados y de
la plaza de Greve, pues no tenia nombres que
oponer á estos nombres populares de Dupont
de l'Eure, de Arago, Ledru-Rollin, Marie, Cre-
TOMO m. 2
9$ REVOLUCIÓN FRANCESA
mieux y Lamartine, los unos ilustres por sus
luchas parlamentarias, los otros por las letras,
estos por la ciencia, aquellos por el foro, algu
nos por todas estas celebridades á nu tiempo,
y otros por la virtud pública, esta ilustracion
de la conciencia primera de las popularidades,
nombres oscuros, ó conocidos únicamente de
los seccionarlos en la sombra de sus secciones
hubieran causado la sorpresa, la vacilacion, y
tal vez el espanto en los departamentos. La re
pública hubiera retrocedido por incredulidad al
primer paso, y necesitaba nombres garantes y
padrinos este gobierno nuevo para que se cre
yese en su realidad y para que se confiase en
su palabra.
El partido terrorista sentía , á pesar suyo,
esta verdad; él tenia sin duda la ambicion de
apoderarse del poder, y lo queria para si solo,
sin admitir ni paz, ni concordia , ni tolerancia
para la guardia nacional, la clase media, los
departamentos, el clero, la grande ó la pequeña
propiedad, y todo lo que se llamaba aristocra
cia: su régimen premeditado no era mas que
un universal ostracismo; pero tenia la concien
cia del horror que iba á inspirar á la Francia
manifestándose á la luz , y resolvió , en su des
esperacion de audacia , imponerse bajo el anó
nimo á la Francia mostrando sus fuerzas al dia
siguiente, ejerciendo sobre la capital la fasci
nacion del terror , sobre el gobierno provisio
nal la presion de sus armas , intimidando. á sus
miembros ó precipitándolos, introduciendo al
POR LAMARTINE. 23
giraos- de sus jefes en el seno del gobierno , y
forzando , en fin , la república á tomar desde el
primer dia la bandera roja en signo de acepta
cion de sus pensamientos y de complicidades
su dominacion.
Los agentes de este partido se habian miesto
de acuerdo durante la noche y esparcido antes
del crepúsculo en los conciliábulos de los cons
piradores, guaridas de vicios, y en los barrios de
la indigencia y de la ignorancia , para reclutar
en ellos los elementos de una segunda oleada
revolucionaria que se llevase lo que la primera
oleada nacional habia respetado , y que demo
liese lo que la moderacion del pueblo habia edi
ficado.
IX.
Todo su objeto lo hubieran conseguido. La
fermentacion general servia á sus designios,
pues todos los elementos sanos y corrompidos
dela poblacion estaban removidos hasta el fondo
y confundidos en el turbion de los sucesos ; era
fácil , por tanto , imprimirles un impulso nuevo
y dirigir en seguida á su gusto. una inmensa se
dicion , sabia y audaz en sus jefes , ciega é in
voluntaria en las masas. Bajo protesto de acabar
-la revolucion se podia arrastrar este pueblo á
sobrepasarla y destruirla : tal era la esperanza
de los terroristas. . -
Siempre hay dos pueblos en uno, ó mas bien,
cualquiera que sea la igualdad en los derechos,
siempre hay desigualdad en las costumbres y
24 REVOLUCIÓN FRANCESA
en los instintos. El hombre mas virtuoso lleva
en su naturaleza ciertos elementos de vicio , y
aun ciertas posibilidades de crimen , que sub
yuga y anonada en sí por su propia virtud. La
humanidad está hecha como el humo ; el cri
men, es un elemento de la humanidad , que se
encuentra en una fatal proporcion en toda aglo
meracion de pueblo , y esa es la razon de por
qué hay leyes y fuerzas públicas.
A esta parte viciosa, feroz de instintos y cri
minal del pueblo, es á la que el partido terro
rista llamaba en ausilio de sus teorias , mos
trándole la humillacion de todas las clases aco
modadas como una venganza , el desórden como
un reinado , la sociedad como una presa , la es-
propiacion como una esperanza , la supremacia
de una clase sobre todas las otras como la única
democracia real , la confiscacion y la proscrip
cion como sus armas legítimas : ademas le pre
sentaba una convencion dominadora por la de
magogia de Paris como la república , los tribu
nos por legisladores , los verdugos por Hetores,
y el hacha revolucionaria por última razon,
por única conciencia del pueblo victorioso.
X.
Los hombres que así entendian la república
eran poco numerosos; eran conjurados jóvenes
en su mayor parte , pálidos por las veladas de
las sociedades secretas , exaltados por los con
ciliábulos nocturnos , sin pudor y sin responsa
POR LAMARTINE. 25
biiidad en estas reuniones, donde todo es febril,
envenenados desde su infancia por estos evange
lios del terror, donde Danton ó Saint-Just son
deificados eluno por su audacia en el asesinato,
el otro por su sangre fria en la inmolacion. Hom
bres tentados por la imitacion de estos crime
nes , que encuentran grandes porque son raros,
otros parodistas del drama de la primera revo
lucion , plagiarios del cadalso, ambiciosos de
un nombre en la historia á cualquier precio que
la conciencia ponga á la fama , celosos de las ce
lebridades del crimen , hombres á quienes qui
taba el sueño la inmortalidad de Marat y deBa-
beuf : se comprendia hacia muchos años en sus
propósitos y en sus escritos que traspiraban de
su alma siniestros pensamientos , y que si una
revolucion daba la mano á su perversidad, no
se detendrian ellos ante ningun acto , como no
se detendrian ante ningun pensamiento ni ante
ninguna reprobacion dela conciencia del género
humano: eran ellos los sofistas del cadalso encen
diendo cóleras apagadas para motivar atenta
dos póstumos y para crear víctimas en lugar de
ciudadanos.
Estos hombres no podian reclutar sus fuerzas
sino en el cieno mas profundo y mefítico de la
poblacion de las grandes capitales ; el crimen no
fermenta sino en esas aglomeraciones de ociosi
dad, estravíos, miseria voluntaria y vicios,
que son la inmoralidad lejos de la luz, donde la
disciplina y el trabajo de la sociedad no pene
tran nunca.
2fi REVOLUCIÓN FRANCESA
XV.
XVII.
XVIII.
XXV.
Pero estas victorias de la simpatía y de la pa
labra eran cortas : prolongábanse lenta é imper
fectamente en aquella muchedumbre ruidosa de
sesenta á ochenta mil hombres, y parecian eva
porarse con los últimos acentos de la voz del
orador. Muchas veces no se habia retirado aun,
cuando oia estallar nuevos murmullos al pie
de las escaleras, y cuando las descargas dispara
das desde los patios hacian silbar sobre su cn-
beza las balas que se clavaban en las piedras de
la bóveda de las escaleras.
Avanzando cada hora del di a , llevaba nuevos
refuerzos de los contornos y de los arrabales de
Paris al pueblo amotinado. A mediodia, la plaza
de Greve , las ventanas y los techos de las casas
que la rodean, estaban atestadas de gente, y
parecian tapizadas de rojo: un movimiento mas
decisivo tuvo lugar en las avenidas del edificio,
y de todas partes gritaban : ; á las armas! Al
gunos ciudadanos intrépidos querian oponerse
á una invasion mas desesperada del pueblo,
mus fueron derribados sobre las escaleras y pi
sados, y el torrente subió y se introdujo bajo
las góticas bóvedas que preceden á la inmensa
sala de la república , atestada de moribundos.
—«¡Lamartine, Lamartine! esclarmm en la es-
tremidad de los corredores los ciudadanos ven
cidos por el pueblo ¡ El solo puede intentar
contener el desbordamiento; el pueblo no quiere
fifi REVOLUCIÓN FRANCESA
XXVI.
Pero estos triunfos de los buenos ciudadanos
no fueron sino treguas momentáneas : la des
esperacion de su impotencia ; la esperanza vana
de un resultado que les engañaba siempre ; la
vergüenza de retirarse sin haber obtenido nada;
el hambre, la sed, el frio, el lodo glacial en
que bañaban sus pies desde por la mañana, le
vantaban de cuarto en cuarto de hora nuevas
oleadas en estos mares de hombres : los jefes
veian subir el sol y trascurrir el dia, y no
querían que se pusiese sobre su derrota. Una
horda furiosa de cuatro á cinco mil hombres,
que parecia salir de los barrios mas remotos é
indigentes de Paris, mezclados á algunos gru
pos mejor vestidos y mejor armados, atravesó
a las dos de la tarde las rampas de todos los
patios del palacio , inundó las salas, forzólas
resistencias, se introdujo con gritos de muerte,
estruendo de armas y disparos al aire, hasta una
especie de pórtico elevado en medio de una es
calera estrecha , sobre la cual desembocan los
corredores que protegían por esta parte el asilo
del gobierno.
Lagrange, conlos cabellos esparcidos, dos pis
tolas al cinto , el ademan exaltado , dominando
la muchedumbre por su elevada estatura , el
tumulto por su voz, semejante al ahullido de las
masas, se agitaba en vano en medio de sus
amigos de la víspera para satisfacer y contener
POR LAMAimSK. §!>
á un tiempo el ardo? de esta multitud embria
gada de entusiasmo , de victoria , de impacien
cia, de sospechas, de tumulto y de vino. Agi
tado , como el palo de un buque , era llevado
de grupo en grupo de la escalera al corredor,
de la puerta á las ventanas, abriendo sus bra
zos á la multitud desde arriba , dirigiéndole
saludos de cabeza y alocuciones suplicantes, lle
vadas por el viento ó apagadas en el mugido de
los pisos inferiores ó en él estruendo de los ti
ros ; una débil puerta, que apenas podia dejar
paso á dos hombres de frente, servia de dique
á la multitud detenida por su propio peso. Le
vantado Lamartine en brazos y en hombros de
algunos buenos ciudadanos, se precipitó á ella,
precedido únicamente de su nombre, y de nuevo
se encontró solo en lucha con las olas mas tu
multuosas y espumantes de la sedicion.
En vano los que estaban mas inmediatos á él
arrojaban sii nombre á la multitud; en vano lo
elevaban por momentos sobre sus brazos- entre
lazados para hacer contemplar al pueblo su sem
blante y para obtener silencio al menos de la
curiosidad. La fluctuacion de este mar , los gri
tos, los choques, el resonar de las culatas con
tra las paredes, la voz de Lagrange entrecor
tando alocuciones roncas, los cortos silencios
de la muchedumbre , hacian imposibles todo
ademan y toda palabra. Sumergido , sofocado,
empujado contra la puerta cerrada detras de él,
solo podia Lamartine dejar pasar sobre su cuerpo
la irrupcion ciega y sorda , y la bandera roja
TOMO 111. 5
70 KEVOLUCIOX FRANCESA
XXXI.
En el momento en que Lamartine iba á con
tinuar y abría sus brazos para llamar á sí los
grupos que tenia mas cerca ,- se detuvo de re
pente , la palabra suspendida en los labios, el
ademan petrificado y la mirada como fija en un
objeto invisible para el resto de la multitud.
Es que en efecto veia confusamente hacia al
gunos minutos, al traves de esa especie de nube
que la improvisacion fija delante de los ojos del
orador , adelantarse hacia él una figura fantás
tica, de la cual no podia darse cuenta, y que to
maba por una ilusion de óptica ó por un vér
tigo de imaginacion.
Era un busto de jóven , vestido de azul, do
minando un poco la muchedumbre y acercándo
sele sin marchar, como esos fantasmas que se
deslizan sobre el suelo sin ningun balanceo de
pasos. Mientras mas avanzaba la figura asi , mas
se sorprendia la mirada de Lamartine , y mas
parecia vacilar la palabra en sus labios. Al fin
reconoció en este busto el rostro de. Luis Mane.
Este semblante estaba encendido , pero sus ojos
abiertos estaban inmóviles come en un desmayo
pasajero.
Era , en efecto , Luis Blanc , á quien el can
81 REVOLUCION PBANCESA
sancio y el ealor habian hecho desmayar apa
rentemente en el piso inferior, y á quien un
grupo de amigos conducia silenciosa y lenta
mente al traves de la masa del pueblo atento.
En este instante, el herido que habia abrazado
y salvado á Lamartine cayó desmayado, y ar
rastróla silla en su caida. Lamartine fue soste
nido por las manos de algunos hombres del pue
blo , y LuisBlanc volvió en si al aire de las ven
tanas. Este tumulto interrumpió el discurso,
pero no destruyó su efecto.
XXXII.
A pesar de esta distraccion, sensible el pueblo
á los cargos que se le habian hecho sobre su im
paciencia, y arrastrado como la vez primera por
el fanatismo de su propia gloria, repudiada por
él con su bandera, se impresionó. sobre todo
por esa especie de conhdcncia que. un ministro
de negocios estranjeros le hacia tira al¡ta: voz por
el interes deesa patria que el pueblo adora. Por
decirlo así, se volvió contra sí itiísibo, y se pre
cipitó separando los fusiles y bajando los sables
de aquellos que estaban mas cerca , para abra
zar las rodillas y tocar las manos del orador.
Corrían lágrimas de todos los ojos, y el men
digo tambien las derramaba mezclándose sobre
su megilla con su noble sangre.
Este hombre habia salvado la bandera trico
lor y la república de un 95 , mas que la voz de
Lamartine y la lirmeza del gobierno. Despues
POR LAMARTINE. 83
de su triunfo , se perdió confundido en la mul
titud que volvió ábajar por úllinia vez á la ¡da
za. Lamartine no conoció siquiera su nombre, ni
lo volvió á ver despues : él le debe la vida , y la
Francia su bandera.
XXXIII.
Entre tanto , una multitud de buenos ciuda
danos estaban instruidos por el rumor público
de los tumultos que sitiaban al gobierno hacia
diez y ocho horas. Decian que la bandera roja
estaba enarbolada ; que el gobierno estaba der
rocado y prisionero en manos de los terroris
tas ; que Lamartine habia sido herido de un
tiro ; que se habian visto por una ventana su
rostro y sus manos ensangrentadas ; ignorábase
que esto era de la sangre del generoso prole
tario. La consternacion reinaba etPlos barrios
mas lejanos , y la confusion en los mas inme
diatos.
Pero los mas valerosos acudian por sí mis
mos, sin otro llamamiento que su propio pa
triotismo , y se mezclaban á las masas que hen
chían la plaza de Greve: allí combatían de cerca,
por la actitud y por la palabra , los ^designios
de los facciosos, dirigiendo cargos severos ó
fraternales á los grupos mas obstinados en
conservar la bandera del terror. En este mo
mento fue cuando los gritos de ¡viva la repú
blica ! salidos de las escaleras , de las ventanas
y de los palios , y el reflujo de la última irrup
81 BEVOLUCION FRANCESA
cion saliendo con la bandera tricolor por la
puerta principal, vino á dar valor á los defen
sores de la pureza de la república y á introducir
la fluctuacion y el desórden en las desunidas
lilas de la sedicion. -
La plaza entera se conmovió por un movi
miento confuso en retirada á los' gritos de ¡viva
la república! ¡viva el gobierno provisional!
¡viva Lamartine! mezclados á algunos murmu
llos sofocados de cólera y de decepcion. Viéronse
bandas desordenadas retirarse bajando el estan
darte rojo por todas las embocaduras de las ca
lles que afluyen en la Bastilla , ó que conducen
por los muelles al barrio de Saint-Marceau y á
Bercy. Un cántico de cien mil V9cesse alzó como
un himno á la bandera tricolor del seno del
pueblo que quedaba en la plaza ; era la Marse-
llesa. Pronto quedó la plaza casi enteramente
vacia, y solo permanecieron cerca de las verjas
doscientos á trescientos guardias nacionales y
algunos valientes ciudadanos, ocultando sus. ar
mas debajo de sus .vestidos , y dispuestos á sa
crificarse por la causa del gobierno y de la
patria.
XXXIV. *
XXXV.
; ,....•; ».
Al volver al recinto ya evacuado por la sedi
cion , Lamartine encontró á sus colegas ocupa
dos en estos importantes detalles. Entonces res
piraron y dirigieron una mirada de seguridad
POR LAMARTINE. 87
•
.XXXVI, *
xxxvm. •
Lamartine vio por la fisonomía de sus colegas
(jne esta proposicion, sorprendiendo los ánimos
por su audacia , sonreiria sin embargo en todos
los corazones. Todos declararon que estaba
conforme con sus sentimientos, y haciéndose á
ella algunas objeciones, fue menos desechada
que aplazada para segundas reflexiones.
Lamartine se contentó con haber agitado las
almas: habiendo entrevisto el fondo de los pen
samientos , confiaba en el mañana, y rio insistió.
El diii siguiente debia producirle el trabajo in
terior de una verdad en espíritus rectos y en
j . í«-• .
;.i .'-.•. ;-. i-.'.,,- ••:••. .;
' " < 'I '
LIBRO VIH.
iy. '•
El consejo escribia en esta sesion sus decretos,
por decirlo asi, dictados por el pensamiento
nacional y los aplausos de la plaza pública.
El dia adelantaba, pero el pueblo, afluyendo
con el dia en masa innumerable , no se cansaba
de asistir á la accion del gobierno. Un coro de
voces inmenso bajo las ventanas , en los mue
lles, en los puentes, entraba con sus bimnos,
sus aclamaciones y sus murmullos hasta en la
sala de las deliberaciones, cuyo misterio y li
bertad respetaba en este momento.
Los semblantes de los miembros del gobierno
aparecían al fin radiantes de serenidad y con
fianza. El pensamiento que Lamartine habia de
positado la víspera en su corazon debia subir en
esta hora á sus labios. La alegría es magná
nima en las masas : este pensamiento sobre
nadaba en los ojos de todos , y volviendo á el
Luis Mane, dijo:
—«Señores, ayer me ha chocado vivamente la
idea deMr. deLamartine, idea que al primer as
pecto me pareció demasiado avanzada para la si
tuacion , pero que la generosidad del pueblo ha
madurado en veinte y cuatro horas , y que tal
vez es capaz de comprender y aceptar hoy : es
la idea de desarmar, en fin , á las ideas y á los
pueblos de esa pena de muerte que contrista
los corazones , que envenena las opiniones, que
ensangrienta las conquistas y las virtudes mis
TOR LASURTmE. 403
taas de las revoluciones. Yo pido que delibere
mos de nuevo sobre esta proposicion de Mr. de
Lamartine, y que hagamos á la humanidad este
don de alegre advenimiento á la democracia!»
Lamartine dió gracias con el corazon y con
la mirada á su jóven colega , y tomó la mano
que le tendia para recoger su propio pensa
miento. La deliberacion fue un corto cambio de
-asentimiento y de felicitaciones reciprocas, pues
el corazon sofocaba las objeciones tímidas de
la cabeza. La grandeza de este acto en que siete
hombres osaban proponer á este pueblo que
les desarmara para siempre del hacha y del ca
dalso , engrandecia los pensamientos y el valor
de todos: una inspiracion sobrehumana aparecia
visible en la actitud de los que deliberaban, y
los ojos húmedos, los labios trémulos, y las
manos, agitadas por la fiebre, hadan correr
las plumas sobre el papel. Cada cual buscaba
una redaccion digna del pensamiento que iba
á presentarse al pueblo , y al fin fue adoptada
la de Lamartine, corregida y mejorada por una
frase de Luis Blanc. Los miembros presentes
se levantaron, despues de haberla oido, por un
movimiento de entusiasmo , y se precipitaron
en brazos unos de otros como hombres que aca
ban de salvar la humanidad de un naufragio de
sangre. Revistiéronse de sus bandas tricolores,
único distintivo de su funcion soberana , y se
prepararon á ir á presentar á la ratificacion del
pueblo el decreto temerario que habian osado
dictar en su nombre. Lamartine fue el encar
104 REVOLUCION FRANCESA
gado de este llamamiento al corazon de la mul
titud. . ',' ... ;-::-: .;'
v
Las voces del gentío que llenaba el Hotel de
Ville anunciaron al pueblo reunido fuera que el
gobierno provisional iba ábajar: un acompaña
miento confuso se formó enrededor de ellos , y
atravesando por debajo de una bóveda de armas
purificas y banderas ondulantes, se presenta--
ron en la escalinata del palacio.
Dupont de l'Eure, debilitado p^r el cansan
cio , reanimado por el valor, daba un brazo á
Lamartine y. el otro á Luis Blauc. La multitud
guardó un religioso silencio.
Lamartine se adelantó hasta la verja , subió
sobre un estrado cerea de los cañones, y con
todo el torrente de la voz humana , arrojó algu
nas frases de felicitacion y de buen agüero so
bre los millares de cabezas niveladas ante él:
las frentes estaban desnudas, el sol caia en ellas,
y las miradas y los labios entreabiertos pare
cian aspirarlas palabras antes de haberlas oido:
los mas inmediatos al orador las trasmitían it
los mas lejanos , pues Lamartine hablaba lenta
mente, como el marinero en el mar, para dar
tiempo á que los sonidos recorriesen aquellas
oleadas humanas. . '.M^
Comenzó por enternecer y santificar á la mul
titud, por decirlo asi, á fin de prepararla por
un acento y por un sentimiento religioso al de
creto que queria hacerle aclamar. Cuando vió
POft 1AMART1NE. IOS
•el recogimiento en los rostros, la emocion en
los ojos , la aclamacion en los labios, entonces
leyó el decreto.
Una ligera vacilacion de sorpresa se manifestó
«H algunos grupos : nn murmullo podia per-
dedo todo , pero no estalló. A cada frase del
preámbulo y del decreto , presintiendo el pue
blo su propia grandeza en la grandeza del pen
samiento del gobierno, interrumpió la lectura
•con aplausos y "bendiciones que se estendian so
bre todo aquél mar de gente. El decreto fue
recibido como un evangelio de humanidad: el
gobierno se volvió oí vestíbulo obedecido y ado
rado.
El resto de la jornada fue de alegria. —
*jAun cuando esta revolucion no hubiera tenido
mas que este dia , esclamó üupont de l'Eure, y
.aun cuando mis últimos años no tuvieran mas
que esta hora , nada echaria de menos de los
ochenta de trabajos que Dios me ha dado!»
VI.
Al salir del Hotel de Vílle para ir á tomar las
medidas convenientes relativas á la familia real,
Lamartine fue reconocido por algunos hombres
del pueblo á la entrada del muelle , y al ins
tante se formó la multitud para acompañarle:
sus ademanes y sns palabras para despedir este
acompañamiento fueron impotentes. Una larga
columna de ciudadanos de todas .las clases , y
especialmente de obreros , le acompañó con sus
•fOO BEVOIUCION FRANCESA
XI.
Una multitud innumerable esperaba al nuevo
poder. Los ministros, los generales que habian
quedado en Paris, las autoridades principales
y los alcaldes de la ciudad rodeaban al go
bierno : algunos batallones de guardias nacio
nales, mezclados al pueblo armado, abrian la
marcha y hendian con trabajo la multitud. Los
miembros del gobierno iban á pie , con sus ves
tidos de simples ciudadanos y distinguiéndose
únicamente por una faja tricolor, sencillez que,
lejos de rebajar , realzaba la grandeza de la re
pública. El pueblo parecia gozar viendo al poder
descender á su esfera , desdeñar la pompa^^el
prestigio de la monarquía sobre sus sentidos, y
no ofrecer á sus ojos mas que un poder de ne
cesidad y de razon, personificado por cinco ó
seis hombres vestidos como él.
Los muelles, las calles, los balcones, las
ventanas y los tejados estaban cubiertos de es
pectadores. La calle de Saint-Antoine , en el
lugar donde se ensancha como la embocadura
de un rio acercándose á la Bastilla , estaba obs
truida por las oleadas del pueblo. Al salir del
Hotel de Ville, aun llamaban las miradas algu
nas banderas rojas y un gran número de cin
tas encarnadas en los gabanes; pero á medida
que la comitiva avanzaba en medio de las acla
maciones , esas banderas se bajaban por si mis
mas, y el suelo se llenaba de escarapelas y de cin
«20 REVOLUCION FRANCESA
tas rojas, repudiadas por los que las llevaban,
arrojándolas cu las callos bajo los pies de los
dictadores. Gritos incesantes de ¡viva el go
bierno provisional! resonaban, se prolonga
ban, subian de piso en piso y se repercutían de
fachada en fachada.
Arago, con la frente descubierta y presen
tando al sol y al viento sus cabellos blancos,
marchaba al lado de Lamartine. Estos dos nom
bres eran los mas aclamados. El de Dupont de
l'Eure parecia inspirar mas veneracion ; el de
Ledru-llollin mas pasion , el de Luis Blane mas
raro, pero mas áspero fanatismo. Las fisono
mías respiraban la esperanza y la serenidad de
una vuelta al buen tiempo despues de la esta
cion de las tempestades.
El gobierno se colocó al pie de la columna.
Dupont de l'Eure y Arago hacian frente al
desfile, y respondian á las felicitaciones y á los
discursos. La república fue sancionada por una
aclamacion unánime del pueblo y de la guardia
nacional , y esta aclamacion se prolongó como
un consentimiento eléctrico por la líi.ea de las
legiones, del puente de Austerlitz y la Magda
lena. Lá república, iniciativa de algunos, se ha
cia el asilo de todos; la sociedad, abandonada
por la monarquía, se refugiaba en la libertad;
ya no había lucha de sistema ; habia concordia
de razon.
El desfile duró cuatro horas al paso de carga.
Ciento veinte mil bayonetas de todos oficios y
de todas opiniones saludaron la república y se
POR LAMARTINE. 421
alzaron hácia el cielo para atestiguar su volun
tad de defender el órden defendiendo al go
bierno.
XII.
Durante la revista, Lamartine habia estado
constantemente detras de la comitiva , y luego
se despojó de sus insignias y se confundió en
tre la multitud para retirarse; mas, reconocido,
como la víspera , en la esquina de la calle de
Saint-Antoiue , fue seguido. El pueblo de este
barrio lo habia visto en accion en las escenas
de la bandera roja y concebido por él ese entu
siasmo que la energía inspira á la multitud,
aun cuando le resista : un tropel inmenso se
formó detras de sus pasos, y le envolvió, inun
dando la plaza real. Lamartine no pudo li
brarse de un triunfo popular, que hubiera agi
tado é inquietado á Paris, sino corriendo á re
fugiarse en una de lascasas dé la plaza habitada
por Mr. Hugo. El genio de la popularidad eterna
dió asilo á la popularidad de un dia, y mientras
que la multitud llamaba á las puertas , el con
serje hizo atravesar á Lamartine los patios in
teriores y un muro que daba á una calle de
sierta. Cubierto el rostro con su capa , subió en
un cabriolé que acerlab'a á pasar , y suplicó al
cochero que lo condujese hasta su casa por ca
* lles poco concurridas.
Lamartine guardaba silencio. Sentado el co
chero á su lado , le enseñó el mango roto de su
látigo, y le dijo que habia partido ese látigo la
422 REVOLUCIÓN FRANCESA
antevíspera, conduciendo fuera de Paris á uno
de los ministros fugitivos de lu monarquía.
Mudo Lamartine , le chocó esta vicisitud de la
casualidad humana, por la cual, á dos dias de
distancia y en el mismo carruaje, un hombre
político huía de la persecucion y otro de un
triunfo.
La manifestacion de fuerza y de concordia
que la revista del pueblo armado y de la guar
dia nacional habia dado en esta proclamacion
pacifica y unánime de la república , devolvió á
Paris la seguridad y el órden de una capital que
no hubiese cambiado de gobierno.
La república fue precedida ó aceptada con
la misma unanimidad en los departamentos.
Treinta y seis millones de almas cambiaron de
soberanía sin pérdida de una sola vida. La san
gre habia corrido en Paris en pro ó en contra
de la reforma , pero ni una gota de sangre cor
rió en pró ó en contra de la república . La pa
sion decia á unos : la república es vuestra con
quista ; á otros: la república es vuestra salva
cion , y á todos: la república es vuestra ne
cesidad.
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