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INSTITUTO HISPANO JAIME SABINES

NOMBRE DE LA CARRERA: LIC EN ENFERMERIA

NOMBRE DE LA MATERIA: SALUD MENTAL

NOMBRE DEL TEMA: ENSAYO DE TRATAMIENTO FARMACOLOGICO DE


LOS TRASTORNOS MENTALES EN LA ATENCION PRIMARIA DE SALUD.

NOMBRE DEL DOCENTE: RICARDO ARTURO MONTOYA LOPEZ

NOMBRE DE LA ALUMNA: KAREN ISELA ROBLES FRANCO

GRADO Y GRUPO: 6to. A SABADO

LUGAR Y FECHA: 24 DE JULIO DEL 2020 TUXTLA GUTIERREZ, CHIAPAS.


La definición de la Organización Mundial de la Salud de uso racional de
los medicamentos, formulada en 1985, hace hincapié en que “los pacientes
reciban fármacos apropiados para sus necesidades clínicas, en dosis
ajustadas a su situación particular, durante un período de tiempo adecuado
y al mínimo costo posible para ellos y para la comunidad” (Organización Mundial
de la Salud, 1985). Según esta definición el uso irracional de medicamentos
puede referirse a la falta de acceso a los medicamentos esenciales o al
uso inadecuado de los medicamentos que son accesibles y están disponibles.

Por otro lado, se debe mejorar no solo el acceso sino también el uso adecuado de
medicamentos para trastornos mentales. En el uso influyen varios factores:
falta de conocimiento suficiente acerca de su prescripción y utilización, factores
económicos y culturales, creencias arraigadas en las comunidades,
comunicación deficiente entre las personas que prescriben y los pacientes, y
escaso cumplimiento de la correcta prescripción terapéutica.

Se calcula que los trastornos mentales representan el 12% de la carga


mundial de morbilidad, pero solo una minoría de los afectados reciben
tratamiento básico. Mientras que existen datos que prueban que en los
países industrializados no todas las personas con trastornos mentales
reciben un tratamiento adecuado, en muchos países en desarrollo los
servicios de salud mental son totalmente inexistentes y grandes segmentos de la
población no tienen acceso rápido a los centros de salud, ya que estos se
restringen a los hospitales y están orientados predominantemente a las
situaciones urbanas.

Los psicofármacos esenciales son aquellos que satisfacen las necesidades


prioritarias de la atención de salud mental de una población. Se seleccionan
teniendo en consideración su importancia para la salud pública, los datos
probatorios de eficacia y seguridad y la rentabilidad relativa. Deben estar
disponibles dentro del contexto de los sistemas de prestación de servicios
de salud mental en funcionamiento, en cualquier momento, en las
cantidades adecuadas, en las formas y dosis farmacéuticas apropiadas,
con calidad asegurada e información adecuada, y a un precio que el
individuo y la comunidad puedan costear.

Se han seleccionado los siguientes medicamentos de la Lista Modelo de


Medicamentos Esenciales de la OMS (LME) para el tratamiento y control de
los trastornos mentales: clorpromazina, flufenazina, haloperidol (medicamentos
utilizados en los trastornos psicóticos); amitriptilina, fluoxetina (medicamentos
utilizados en los trastornos depresivos); carbamazepina, carbonato de litio, ácido
valproico (medicamentos utilizados en los trastornos bipolares); diazepam
(medicamento utilizado en la ansiedad generalizada y los trastornos del sueño);
clomipramina (medicamento utilizado en los trastornos obsesivo-compulsivos
y los ataques de pánico); metadona y buprenorfina (medicamentos utilizados en
los programas de tratamiento de la dependencia de sustancias psicotrópicas
(véase cuadro en la otra hoja). Debe señalarse que la clorpromazina, la
flufenazina, el haloperidol, la amitriptilina y el diazepam se indican como
ejemplo de la clase cuyos datos probatorios son los mejores en cuanto a
eficacia y seguridad. En algunos casos, estos quizá sean los primeros
medicamentos que se autoricen para la comercialización; en otros, los
compuestos autorizados posteriormente quizás sean más seguros o más
eficaces.

El objetivo principal es reducir los síntomas más graves como las alucinaciones, el
delirio, la agitación, y el pensamiento y comportamiento desorganizado. En la
práctica clínica los antipsicóticos se clasifican en: antipsicóticos de primera
generación o convencionales, y antipsicóticos de segunda generación o
atípicos.

Debe hacerse un seguimiento regular del tratamiento y su efecto debe ser


evaluado pasadas 6 a 8 semanas. Si no se observa mejoría al cabo de
8 semanas, los prestadores de servicios de salud pueden hablar con el
paciente o un miembro de la familia sobre la posibilidad de cambiar a otro
antipsicótico oral. Si el cumplimiento terapéutico es un problema
importante, los profesionales de la salud pueden hablar con el paciente o
un miembro de la familia sobre la posibilidad de cambiar a una preparación
de acción prolongada.

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