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Alejandro Toro Flórez.

Curso Etnohistoria.
Profesora Sofía Botero Paez.
Sobre Islas de Historia.
“Lo que los antropólogos llaman “estructura” —las relaciones simbólicas del orden cultural
— es un objeto histórico”. Esta es la proposición que, dice el autor, sintetiza las ideas
expuestas en el libro.
Efectivamente, en este libro, que es un conjunto de ensayos, el autor se propone demostrar
que la oposición teórica entre estructura e historia conlleva equívocos teóricos, basados
fundamentalmente en la concepción a priori de categorías de pares opuestos:
estado/proceso, sustancia/acción, etc. Sustenta su propia elaboración teórica, naturalmente,
en “datos”.
Apoyado en un amplio conjunto de trabajos que tratan sobre sociedades de varias islas
polinesias, muestra que la teoría, confrontada con la vida de las sociedades hawaianas, en
efecto tendría que abordarse como un continuo estructura-histórica, historia-estructural
puesto que es así la forma como se muestran aquí los fenómenos sociales.
Como estrategia argumentativa, aborda el problema desde diversos ángulos teóricos e
históricos: quiero decir, introduce conceptos que arrojan luz sobre su visión teórica del
asunto a medida que muestra, analiza e interpreta elementos culturales y acontecimientos
históricos en las sociedades hawaianas en relación a un eje particular: la llegada y muerte
del capitán Cook.
Partamos de dos conceptos que están en relación dialéctica, no de oposición sino de
alternancia: estructuras performativas y estructuras prescriptivas. Podríamos decir que otra
forma de enunciar el contenido de estos conceptos es, consecutivamente: acción histórica y
orden cultural. Veamos un ejemplo (¿etnohistórico?):
Cuando Cook y su tripulación llegan a las islas hawaianas, experimentaron temprano el
Le’a que ofrecían las mujeres hawaianas: seducían de modo más o menos impetuoso a los
exploradores británicos, con la finalidad explícita del encuentro sexual. Ahora bien, el
acontecimiento (coyuntura de la estructura) está condicionado, primero, por el hecho de
que, en la cosmología hawaiana, “el universo es una genealogía, lo que equivale a decir a
un proyecto cosmológico total de reproducción sexual” (Pp:31), y esta condición estructural
permite unas condiciones a la expresión de la sexualidad hawaiana, muy diferente a la
británica.
Segundo, por el hecho de que, en la sociedad hawaiana, el rol masculino y femenino están
diferenciados, naturalmente como consecuencia de la cosmogonía de la sociedad, que es
también en estas sociedades la forma en que el orden cultural es ordenado (su estructura), y
se objetiva de forma tal que al hombre le corresponde la tarea de tomar de los dioses la
esencia (¿su mana?) que se transformará en alimento y a la mujer la tarea de tomar de los
dioses la sustancia de la humanidad, en forma de niños.
Así entonces, siendo los británicos dioses que han llegado sobre su isla desde “más allá del
horizonte”, el cálculo de las mujeres es que es menester apropiarse de la sustancia divina
que allí arribó. El cómo lo harían está culturalmente condicionado, puesto que el hecho que
sea a través del sexo y no de otra forma, se explica porque es parte de las posibilidades del
mundo cultural hawaiano. Sin embargo, en la acción juegan activamente móviles de interés
personal (tal vez podríamos incorporar aquí el concepto de agencia, queriendo decir que la
estructura condiciona, pero no determina los sujetos y que como resultado son concebibles
acciones interesadas, recordando la precisión que hace Sahlins sobre el concepto: inter est).
Como desenlace, puesto que la apropiación masculina del ámbito divino asociado a los
alimentos hace del compartir el momento de la comida hombres y mujeres juntos un tabú,
al invitar los británicos a sus “amantes” a comer en conjunto, pierden al hacerlo su estatus
de divinidad: los actos de los sujetos alteraran su significado dentro del orden cultural.
Ahora bien, la síntesis entre las estructuras performativas y las prescriptivas, entre
estructura e historia, dadas las características de las sociedades polinesias en las que,
podríamos decir, el orden social es una actualización del orden cósmico, permite al autor
proponer o explicar sus ideas a través de otro concepto: la mitopraxis. Intentemos verlo a
partir de un ejemplo sintético de un acontecimiento realmente intrincado que le da su
apellido al libro:
Cook desembarca en las playas de Kealakekua en un momento del año en que coincide con
el Makahiki o el festival de año nuevo hawaiano, en el que se celebra la llegada de Lono,
dios asociado a la fertilidad, el cual, según el mito, ha de fertilizar la tierra, tras lo cual el
rey debe domesticar al dios para abolir el tabú que se instaura sobre la tierra, y a través de
la victoria del rey pueda el grupo acceder a estas tierras fértiles (puesto que en la monarquía
heroica la vida del rey es la vida del pueblo). Luego, inicialmente, en esencia son los
sacerdotes y el rey quienes reconocen a Lono en Cook, dado que es la “élite” quien tiene el
conocimiento especializado del mundo cosmológico (que también es histórico genealógico,
pero para efectos de la reseña dejaremos el tema aparte), objetivan sus interpretaciones a
través de actos que dan a entender el estatus de Cook-Lono.
Así, uno de los sacerdotes principales y el rey, inicialmente visten a Cook con emblemas
que dan a entender su reconocimiento. Ahora bien, dadas las características míticas de la
relación entre Lono y el rey, éste último y sus hombres, que son jefes-guerreros, deben
arrebatar del dios, digamos, tentativamente, su mana para prosperar como hombres en la
tierra. Así entonces, realizan una serie de rituales alrededor de la figura de Cook-Lono, y
mientras el sacerdote daba generosas ofrendas a Cook y sus hombres, los hombres del rey
se empeñaban en una actitud desidiosa y en robar elementos de los británicos. La relación
está condicionada por elementos cosmogónicos, según los cuales se ordenan las sociedades
hawaianas según las cuales el rey es un forastero que debe arrebatar al dios sus poderes
productivos transformándose en rey-dios.
El giro empírico-cosmogónico está, sin embargo, en que a pesar que Cook abandona la isla
más o menos en el mismo momento en el que terminaba la temporada del Makahiki, debido
a las fuerzas naturales combinadas, quizá, con negligencia humana (mantenimiento del
barco) Cook se ve obligado a volver a la isla a reparar su mástil. La presencia de Cook-
Lono está en disonancia con lo prescrito. Los hawaianos, movidos por sus jefes intensifican
una conducta que los británicos interpretan como insolencia.
El orgullo británico impone en ellos la necesidad de “mantener a raya” a los nativos (otra
lectura es que, además, Cook tenía parásitos y la enfermedad lo hizo irritable). Así, con
tensiones de agresión de uno y otro lado, en un momento dado algunos hawaianos roban un
bote de los británicos; estos, como medida máxima de demostración de fuerza, se
propusieron capturar al rey. Naturalmente, Cook se hizo acompañar por hombres armados
mientras se proponía ejecutar la captura. La escena representaba el reverso de la situación
tradicional en que el rey resulta victorioso sobre el dios y se restablece el orden social. En
el altercado, deduce el autor basado en sus análisis histórico-mitológicos, es que, rodeados
por nativos, Cook es apuñalado por Nuha, un jefe-guerrero del rey, quien naturalmente
cumplía su rol, por un lado, y fue llevado por las circunstancias a hacerlo.
Terminemos diciendo, para sintetizar la idea a la que apunta en autor: “(…) un
acontecimiento no es sólo un suceso en el mundo, es una relación entre cierto suceso y un
sistema simbólico dado.” (Pp:142)

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