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UNIVERSIDAD DISTRITAL

FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS


LICENCIATURA EN BÁSICA CON ÉNFASIS EN CIENCIAS SOCIALES
LEBECS
FORMATO DE RESEÑA
ESPACIO ACADÉMICO: ARTES ESTETICA Y POLÍTICA
FECHA: 15 de marzo de 2018 BLASS RICO
NOMBRE COMPLETO: SANDRA MILENA GONZÁLEZ CÓDIGO:
PALACIOS 20132155212
TIPO DE TRABAJO: Reseña.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:

Gallo, Lydia. (1997). “Modernidad y arte en Colombia en la primera mitad del siglo XX”. En
Instituto De Investigaciones Estéticas / Ensayos. Historia y teoría del arte. Retomado de:
https://revistas.unal.edu.co/index.php/ensayo/article/view/46493/47982.

González, Andrea. (2017). “Débora Arango: política, mujer, familia y maternidad”. Retomado de:
http://expeditiorepositorio.utadeo.edu.co/bitstream/handle/20.500.12010/2695/Debora%20Arango
%20-%20Politica%20mujer%20familia%20y%20maternidad.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Londoño Vélez, Santiago. (1997). “Débora Arango, la más Importante Y Polémica Pintora
Colombiana”. Universidad central Bogotá. Retomado de:
http://www.redalyc.org/pdf/1051/105118999011.pdf

Rosas y espinas. Representaciones de las mujeres en el arte colombiano 1868-1910


http://www.scielo.org.co/pdf/recs/n17/n17a05.pdf

Rosas G, Ana María. (2015). El arte moderno en Colombia en sus relaciones con la moral y la
política. A propósito de la pintora Débora Arango. Retomado de:
http://www.redalyc.org/html/996/99612494002/ Rubiano Caballero, Germán. (S.a). Arte
Moderno en Colombia: De Comienzos de siglo a las Manifestaciones Más Recientes. Retomado
de http://cedetrabajo.org/wp-content/uploads/2012/08/Arte_moderno_en_Colombia.pdf

Suárez, Sylvia. (2016). “Una crónica divergente en el arte moderno en Colombia: del
americanismo a la integración plástica”. Recuperado de:
http://www.revistacredencial.com/credencial/historia/temas/una-cronica-divergente-del-arte-
moderno-en-colombia-del-americanismo-la-integracion

MUJERES Y EL ARTE COLOMBIANO: FRACTURANDO EL SISTEMA

Hacer memoria desde de una pieza de arte es gratificante. El arte en muchas ocasiones nos
trasporta al pasado, nos sitúa en las transformaciones que se dan en la sociedad, nos expresa
formas de pensar y formas de interpretar la realidad. Cada fragmento del arte compartido
desde cualquier expresión y forma artística, tiene una intención de exponer presentes,
realidades, que dotamos de sentido y significado a través del tiempo.

No se puede negar que el arte es la expresión más sublime del ser humano, desde allí se
encaran realidades, se ocultan o se abstraen, al parecer es difícil apartarse del ámbito socio-
cultural para producir arte, más bien funciona como una muza que inspira. Por eso hay que
caracterizar en el contexto Colombiano la emergencia de las mujeres en el arte.

El arte en Colombia ha estado determinado por tendencias marcadas por influencias


europeas primordialmente. La primera tendencia la ubico con el arte colonial que se da en
medio de un choque cultural, dicho arte estaba dado por el campo religioso (Barroco), y
más adelante estuvo influenciado por las luchas independentistas (Rococó), elementos de la
patria, valores de las clases dominantes, la naturaleza en la expedición botánica. El papel
de las mujeres se delegaba como modelos, colaboradoras de los talleres de arte como lo es
el caso de Feliciana Vásquez, quien fue modelo, discípula y colaboradora en el taller de su
padre Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos. Lo que nos conduce que no hay una
caracterización de la mujer más allá de ser un objeto pasivo en función de proyectar una
imagen deseada por la época. La emergencia del arte moderno permite vislumbrar una
perspectiva más relevante de la mujer en el arte. ¿Pero qué nos ofrece el contexto
colombiano para esta época? Veamos.

Se plantea que el arte moderno en Colombia arriba a este territorio de forma muy pausada,
como atisbada. Se empieza a establecer según con los artistas-pintores y escultores de la
generación nacionalista1, al respecto menciona Rubiano (s.a):

“No es fácil decir en pocas palabras, qué es arte moderno; sin embargo, el arte del siglo XX
tiene varias características que se remontan a comienzos de la centuria: el interés por estudiar las
manifestaciones artísticas primitivas, principalmente de África y Oceanía y todas aquellas
expresiones auténticas del hombre, ajenas a cualquier estética convencional; la búsqueda del poder
de comunicación de la música, es decir, la creación de pinturas y esculturas que transmitan
directamente, como la música, emociones y sentimientos; la eliminación del cubo escénico y de los
valores táctiles el énfasis en la superficie del lienzo, en el que sólo se sugieren el espacio y el
volumen por la interacción de las áreas de color; la afirmación de que las formas simples,
irreductibles y válidas exclusivamente por sí solas son más honradas que las complejas, simbólicas o
muy ornamentadas; el deseo de recoger la atmósfera y la imaginería del mundo de los sueños y la
inclinación a prácticas automáticas; el empleo de procedimientos como el "collage", el ensamblaje y
las construcciones escultóricas levantadas con piezas o partes hechas por el artista o buscadas o
encontradas ya listas; la definición de la escultura por el concepto del espacio y el descubrimiento y
la utilización de elementos realmente cinéticos y el uso de nuevos materiales como los plásticos, o de
elementos naturales para hacer diversas propuestas tridimensionales” (Rubiano. S.a. pág. 1)

1
En Colombia, las primeras expresiones de este movimiento internacional se asocian al bachuismo, término
bajo el cual se reúne un conjunto de artistas y literatos preocupados explícitamente por la concreción de un
arte desligado de la tutela del canon europeo. Por supuesto, en pleno fulgor de los modernos nacionalismos, se
trataba de un ejercicio de invención en los vericuetos de la identidad cultural de la nación. Retomado de
http://www.revistacredencial.com/credencial/historia/temas/una-cronica-divergente-del-arte-moderno-en-
colombia-del-americanismo-la-integracion
De acuerdo con esto vemos que el arte empieza a concordar con los elementos modernos de
otros espacios internacionales, no obstante, para comienzos de los años treinta este arte
moderno se robustece. Es menester mencionar, que para la época Colombia atravesaba por
transformaciones a nivel económico, político, social y cultural. Corresponden al desarrollo
de la organización sindical, a los comienzos del proceso de industrialización y de incipiente
autonomía; y con ello, a la aparición de la clase trabajadora como problema -el caso de las
bananeras - y elemento de presión y de las nuevas clases medias como soporte de los
populismos. Al desafío de la modernidad como tal -con la primera ley de tierras y la
reforma agraria de López Puma rejo- la fundación de centrales obreras, a la multiplicidad
de encuentros sangrientos debido a la v1olencia entre los dos partidos políticos
tradicionales, en la lucha por el poder, que inician un ciclo que termina en 1948 con el
asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán. (Gallo, s.a. pág. 23)

Colombia es un territorio de álgidos acontecimientos y el arte esta transversalizado en los


mismos. Pero, ¿Qué pasa con las mujeres en este espacio de arte moderno? El
acercamiento de las mujeres en el arte se sitúa, con la emergencia de la escuela de bellas
artes sobre finales del siglo XIX cabe anotar que inicialmente la escuela solo estaba dirigida
indiscutiblemente para los hombres.

Momento después ingresan las mujeres a la academia de bellas artes, sí, pero no cualquier
tipo de mujer, fueron las mujeres vinculadas a la aristocracia en ese momento que
ingresaron a estudiar. Claro está que supeditadas al poder de los hombres en el espacio, es
decir no podían ver las mismas cosas que ellos así que el espacio se abrió para las mujeres a
las clases de pintura con temáticas religiosas, retrato y paisajismo. Entrado el siglo XX se
evidencio más la entrada de mujeres no solo como aprendices sino ya como profesoras de
la academia de bellas artes el retrato es importante en esta experiencia con las mujeres, ya
que seguía siendo la representación del poder que se quería reflejar y ellas se empezaron a
destacar en este ámbito. Al respecto menciona Parra: “Para ese entonces las abanderadas
del arte colombiano eran Inés Acevedo, pintora retratista, que fue nombrada en 1935
profesora de dibujo en la Universidad Pedagógica y en la Escuela de Bellas Artes de la
Universidad Nacional, y Blanca Sinisterra, retratista, quien participó en el Primer Salón de
Artistas en 1940. Lo haría también en 1952 y 1957. Cabe destacar que en este primer Salón
de artistas, 16 mujeres hicieron parte de la muestra de 73 seleccionados.” (Parra, s.a. pág. 2)

Es importante ubicar aquí los juegos de poder que están intrincados hasta el momento entre
clase y género, clase porque fueron las mujeres de elite las que accedieron a esta esfera del
arte y porque accedieron pero incursionando sobre técnicas que impartían doctrinas
religiosas y moralistas en relación a un arte que se supone que para la época se estaba
superando un poco. Por otro lado podemos ver que a pesar de que la mujer experimenta su
participación como sujeto del arte sigue los cánones de la representación femenina en el
arte, una visión conservadora, moral, religiosa, las tendencias elites del ser mujer.

También destaco otro elemento importantísimo y es que el arte no está separado de la


política para los años treinta, y es aquí donde sale a flote el trabajo artístico de una mujer
que trasgrede lo impuesto por la sociedad colombiana de la época, devela lo impuesto y lo
oculto, lo no observable ni exponible en los cuerpos de las mujeres.
Pero ¿quién fue dicha mujer? Devora Arango Pérez, quien hoy en día circula en los billetes
de dos mil en nuestro país. Nacida en la capital antioqueña, en 1907, desde muy temprana
edad se destacó en la pintura, en su interés por la pintura luego de abandonar sus estudios
secundarios, asistió a clases de pintura ofrecidas por el pintor Eladio Vélez en el año 1931,
un tiempo después, ingresa a la escuela de bellas artes como alumna del mismo pintor. La
artista no encontró una motivación dentro del espacio de bellas artes y se condujo a pintar
escenas urbanas, anota Londoño (1997), que en estas obras hechas a la acuarela, se refleja
muy bien el ambiente de la ciudad en trance de modernización, marcado por el tranvía, los
automóviles y la gente. En el ir y venir de la vida, sobre 1935, arriba a la ciudad de
Medellín, Pedro Nel Gómez, quien inicio los frescos del Palacio Municipal, Londoño
(1997), apunta que, con los frescos del Palacio Municipal, la pintura antioqueña y
colombiana dio un gran viraje y entró definitivamente en el siglo XX, destaca también, que
en estas obras apareció por primera vez el desnudo en un edificio público, el trabajo del
hombre que transforma la naturaleza, la máquina, el progreso como ideal de un pueblo, los
conflictos del hombre en sociedad, y en general, la representación de ideas de índole
nacionalista.

Se comenta que Arango fue a ver las obras de Nel Gómez y desde allí empezó a
cuestionarse y entender su realidad de una forma distinta, al respecto dice que: “En ellos
vio materializados sus deseos como pintora, todo lo cual le abrió un nuevo rumbo a su
trabajo, que a la postre, resultaría definitivo, pues con Gómez encontró la libertad en el
color y el dibujo, lo que le abrió las puertas al colorido fuerte y agresivo de sus obras
futuras” (Londoño, 1997. Pág. 5)

Devora por diversas experiencias y por las influencias de Nel Gómez y el apoyo de Carlos
Correa se inclina a pintar desnudos, fueron los inicios de Arango en la puerta del arte
moderno en Colombia, una mujer pintando desnudos desafiando los valores sociales
impuestos, y a su vez desatando la incomodidad para artistas masculinos con su talento en
sus obras. Como vemos nuestra impoluta artista irrumpió en los paradigmas colombianos
en relación al arte, la representación de las mujeres y sus cuerpos en el mismo, los debates
generados se situaron entre la política, la ética y la moral.

Al respecto anota Rosas (2015):

“Las dos obras presentadas por Débora Arango fueron ocasión de un duro
cuestionamiento por parte de algunos de los sectores más tradicionalistas de la élite
de Medellín, que se sintieron doblemente molestos. De un lado, porque se trataba de
una mujer que irrumpía no solo en un campo en que de manera pública solo se
reconocía la presencia de varones. De otro lado, porque se trataba de una mujer que
pintaba cuerpos desnudos, es decir que se enfrentaba a un tema que por mucho
tiempo ha sido en la pintura occidental un motivo de desacuerdos y de escándalos
repetidos, lo que se comprende si se recuerda los sistemas de tabúes que pesan sobre
un objeto que ha sido considerado por muchas sociedades como sagrado y al que las
ciencias sociales reconocen como un objeto complejo que sintetiza gran parte de la
visión moral que bajo formas diversas, acompaña a toda sociedad” (Rosas, 2015.
Pág. 4)
El contexto de Colombia es reacio a mover sus estructuras dominantes en relación a otras
realidades a otros sentires a otras formas de percibirse en el mundo que ellos crean e
imponen al resto, aunque hubo muchas mujeres destacadas en el arte tome a Débora
Arango por su ímpetu su valentía y resistencia ante el sistema y sus estructuras.

Cada época tiene miradas y análisis diversos en relación a Débora Arango y sus obras, se
destacan muchos elementos que son importantes mencionar:

1. El papel de la mujer en el arte moderno colombiano.


2. La irrupción de la misma en espacios pensados para hombres.
3. El distanciamiento, de las técnicas formas e influencias, de lo tradicional para
retratar los cuerpos de las mujeres y la representación que se daba de ellos.
4. La reflexión de los roles impuestos (rol familiar, pasiva, madre, domesticable) por
la moral la ética y la política a la mujer desde el arte como elemento de denuncia
social.

En este mismo sentido , retomo lo dicho por González (2017) ya que refiere que el trabajo
de la artista antioqueña, Débora Arango, permite rastrear la mentalidad de la sociedad
colombiana durante el siglo XX sobre asuntos como la condición humana de la mujer, el
modelo clásico de la familia, el rol de la maternidad y las diferentes formas de violencia
propias de la época, influenciadas en gran medida por la política conservadora del país, el
eurocentrismo, la religiosidad de identidad cristiana que determinó el tipo de educación, -
ética y moral- y el ambiente axiológico de un país signado por la moral; este conjunto de
circunstancias las visibiliza la artista a través de la configuración de un concepto, lenguaje,
tendencia y estilo artístico propio, al romper con los estereotipos clásicos del arte.

Aunque no desconozco que los cambios sociales y culturales demoren en el seno de


nuestra sociedad los valores por los que se cuestionó a Débora Arango están latentes en
nuestras realidades actuales.

A modo de cierre la intención de este texto está orientada a abrir el pensamiento a la


sensibilidad social y política de los artistas, a lo que viven en su momento, a las cosas que
los motivan, y que los oprimen también. Como no pensar en el arte, que también es un
manifiesto, es una expresión que se hace política en la medida en que irrumpe en
estructuras sociales que dominan. Débora Arango hace visible una realidad vivida en su
época experenciada en cuerpo propio y en otros cuerpos, rescato necesariamente en este
punto, la representación de la mujer, que es clave en su obra, pues, el cuerpo de la mujer se
experimenta a través de la denuncia que se expone desde su estética, los cuestionamientos
que le plantea a la sociedad buscan siempre una conciencia de la vida, un cambio, una
salida, una transformación.

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