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La Fenomenología del espíritu

y la lectura hegeliana de Antígona:


el corazón del conflicto

Hernán Rodríguez Vargas

Hernan_acho@hotmail.com

Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá D.C

Resumen

Hegel, en La fenomenología del espíritu, dedica una parte considerable de su trabajo a pensar la
Antígona de Sófocles. Sin embargo, debido a los propósitos mismos de La fenomenología, el
filósofo va directo a las conclusiones de su lectura y solo cita la obra en algunos momentos de
manera breve. Lo que me propongo con el presente trabajo es mirar la obra misma de Antígona e ir
al corazón de la contradicción, es decir, a aquello que está justo en medio de aquel paso entre la
Grecia clásica y el mundo del Imperio Romano. En este sentido, atiendo poco a poco a aquello que
Hegel encuentra en Antígona, a cómo su lectura – aunque situada dentro de su filosofía – no es
equívoca. En pocas palabras, mi trabajo es mostrar “como en cámara lenta” el desarrollo del
conflicto hasta que éste se muestre en su punto más radical y efectivo.

Palabras clave: ley divina, ley humana, lo público, lo privado, conflicto.

Abstract

In The Phenomenology of Spirit, Hegel devotes a considerable part of his work to consider
the Antigone of Sophocles. However, given his objectives for The Phenomenology, the philosopher
goes directly to the conclusions of his own reading, quoting the work briefly. My intention with this
work is to look at Antigone itself, and the core of the contradiction - precisely at the transition
between Classical Greece and the Roman Empire. In order to do this, I attend little by little to what
Hegel finds in Antigone, to observe how his reading - although belonging to his own philosophy - is
not erroneous. In a few words, my work is to show, as with a "slow motion" effect, the development
of the conflict until the radical and effective moment is revealed.

Keywords: divine law, human law, the public, private, conflict.

 Copia controlada.
La tragedia es el fruto de ciertas concepciones particulares helénicas de Gesetz (ley) y de Strafe
(castigo), concepciones fundadas en la relación agonística del hombre ateniense consigo mismo,
con la naturaleza y con los dioses.
George Steiner.

En vista de que la Fenomenología del espíritu se propone la doble tarea de conducir a la


conciencia ingenua al saber filosófico y hacer salir a la conciencia singular de su pretendido
aislamiento para elevarla al Espíritu, Hegel, anuncia directamente que su trabajo se trata de
una labor de observación, donde se verá enriquecido el concepto mismo de conocimiento.

[…] mostrando que éste [el conocimiento] no se reduce al ordenamiento de las afecciones bajo un
puñado muy restringido de categorías, sino que se extiende a toda la compleja relación que establece
la conciencia con el mundo, desde las relaciones singulares de un sujeto con un objeto, hasta las ricas
experiencias personales y colectivas, tanto en la cultura como en la religión (Hegel 1996: 12).

Tal enriquecimiento se va dando progresivamente, en la medida en que las observaciones se


van agudizando al ver la Realidad misma como sujeto. Es un proceso que llega a saber de sí
mismo cuando lo reflexionamos. Somos conciencia de esa Realidad y de lo que se trata es
de sacar a la luz la estructura misma de lo que existe. De modo que si es un proceso y este
se saca a la luz, lo que se aparece es el modo dialéctico que viene a ser la estructura misma
en que se presenta esa Realidad 1. En mejores palabras:

Un proceso, piensa Hegel, tiene siempre un punto de partida, un punto de llegada y un término
medio, es decir, tiene la estructura formal de un silogismo en el que dos términos extremos son a la
vez identificados y distinguidos por el termino medio. Ésta es la razón de pensar la realidad toda
como un silogismo de silogismos (Díaz 2005: 15).

La fenomenología, por tanto, es un camino, y dentro de esas ricas experiencias personales y


colectivas, hay una que analiza Hegel, que llama fuertemente mi atención, y es el estudio
que hace desde los párrafos finales de La Razón (después de haber estudiado a profundidad
la Conciencia y la Autoconciencia) hasta El Espíritu, que nos lleva desde La razón
legisladora al Estado de Derecho, y cuya lectura de fondo será la tragedia de Sófocles, su
Antígona.

1
Entiendo aquí Realidad en cuanto a lo que es efectivo, a lo que tiene significación. Un proceso de procesos.
En el artículo Antígona en la Fenomenología del Espíritu, el profesor Jorge Aurelio Díaz
propone lo siguiente:

En lo que atañe […] a las relaciones de lo privado y lo público, podernos encontrar sus
reflexiones [las de Hegel] sobre todo si estudiamos la forma en la que analiza el paso que se
dio entre el mundo cultural de la Grecia clásica y el mundo del Imperio Romano,
caracterizado por el cambio de una organización social en la que los intereses particulares y
los intereses públicos se identificaban en la figura del ciudadano de la polis, a una sociedad
imperial en la que el individuo en su abstracta singularidad se ve alejado por completo del
Estado, reducido a la condición de simple ciudadano enfrentado a la universalidad
igualmente abstracta de un Estado globalizado (Díaz 2005: 4).

Hago esta cita, precisamente, por dos cosas: una, es que en este párrafo se enmarca con
claridad la obra misma de Antígona, a partir de la relación entre lo público y lo privado, y la
lectura que hace Hegel de ella 2; la otra, es justamente para hacer mi propuesta, en cuanto a
lo que desarrollo en este artículo consiste en mirar la obra misma de Antígona e ir al
corazón de la contradicción, es decir, a aquello que está justo en medio de ese paso entre la
Grecia clásica y el mundo del Imperio Romano, prestándole la mayor atención al decir de
los personajes, pues en teatro la palabra es la acción, y en esto atiendo poco a poco a lo que
Hegel ve en ella. De lo que se trata es de ir al proceso mismo, hacer patentes las
contradicciones dentro de la obra, buscar en ella ese desdoblamiento del que se nos habla;
en últimas, se trata de escudriñar ese momento de la acción ética, que es la expresión
misma del conflicto que lo constituye 3. Por ello, no quisiera atender (por ahora, según los
límites del presente trabajo) a la culpa, ni al paso del que hablaba anteriormente, sino
concentrar toda la atención en lo que supone para el proceso el conflicto entre Antígona y
Creonte, entre la ley divina y la ley humana.

2
Cómo se expresa claramente en el Artículo que he citado, no se trata tanto de ver si el uso que hace Hegel de Antígona
corresponde o no con el espíritu de la obra, sino de potenciar la lectura filosófica de la misma.
3
Antes hay otro momento, que es la configuración del mundo ético, que podemos entenderlo como aquello que está de
base en la tragedia: lo que está antes de la tragedia, aquello mismo que es en cuanto verdad inmediata. El espíritu que aún
no sabe de sí mismo. Y luego otro, que es la desintegración de ese mundo ético que trae consigo la configuración de un
Estado de Derecho.
El cometido de Hegel con su lectura se puede poner en estos términos:

El mundo ético, el mundo desgarrado en el más acá y el más allá, y la visión moral del mundo son,
por tanto, los espíritus cuyo movimiento y cuyo retorno al simple sí mismo que es para sí del espíritu
veremos desarrollarse, y como meta y resultado de los cuales emergerá la autoconciencia del espíritu
absoluto (Hegel 1996: 261).

Recordemos que el espíritu es la vida ética de un pueblo en tanto que es la verdad


inmediata, la manifestación colectiva de la cultura. Y que

La tragedia de Sófocles viene a ser, a los ojos de Hegel, la imagen viva de la fuerza y las
contradicciones de esa sociedad, que son a su vez la fuerza y las contradicciones que se hallan en las
raíces de toda sociedad moderna (Días 2005: 10).

Así, a sabiendas de esto, seamos testigos del proceso de la Obra.

1. Leer Antígona dialécticamente

Palacio de Tebas. Raya el alba. Y no pasa de dos veces que haya cruzado palabras
Antígona con su hermana Ismene, antes que la primera, la protagonista de la tragedia, haya
pronunciado en síntesis todo el drama que se hace visible con la muerte de sus dos
hermanos. Drama que involucra El mundo ético (Grecia, en cuanto pueblo y en cuanto
familia), la ley humana y la divina, el hombre y la mujer. Y que pongo aquí para que
veamos con detalle:

Antígona. – ¿Es que en cuestión de sepultura no ha medido a nuestros dos con rasero diferente, al
honrar a uno con ella y deshonrar al otro negándosela? […] a Polinices, tristemente muerto, asegura
la gente que un heraldo comunicó a nuestros ciudadanos que nadie le de sepultura ni lo llore, sino, al
contrario, que lo dejen abandonado sin dedicarle una lágrima y sin enterrar […] Tan intolerable
comunicado afirma la gente que ha anunciado el que tan bondadoso era, Creonte, actuando
contra ti y no menos contra mi […] y que considera la cuestión esta no como cosa de poca monta,
sino que a quien contravenga algo de esto le espera la muerte lapidado por el pueblo de esta ciudad.
Ahí tienes como está la situación, y pronto tendrás que demostrar si eres bien nacida o, aunque de
padres nobles, vil (Sófocles 2005: 148)4.

4
La negrita es mía. En adelante la usaré para destacar ciertos aspectos de Antígona.
Así nos entrega Antígona la situación, y los elementos que he subrayado son los que hemos
de mirar con detenimiento. Es decir, ya sabemos que hay un hermano cuya sepultura ha
sido dada y uno al que no. En esto, tenemos una ley que dicta no rendirle los funerales a
Polinices por su traición, y tenemos el desacuerdo de Antígona. Se esboza el conflicto y la
intención conflictiva de parte de la hija de Edipo, pero aún no tenemos la contradicción en
su sentido más poderoso.

Ese amén de lo que es justicia es una primera fuente de lo que será el conflicto, pues ya está
de ante mano que la justicia para Antígona estará puesta en el deber para con los muertos,
que además son sus hermanos, y no entenderá como justicia la ley de Creonte según se ha
visto. Además, está la insistencia de ella en lo que el pueblo dice, argumenta y explica; tan
importante es el pueblo (la polis), que no se trata sólo de lo que este sea partícipe, sino de
que es además en nombre del pueblo que Creonte ha puesto aquella ley, pues quien le de
sepultura a Polinices: le espera la muerte lapidado por el pueblo de esta ciudad. Pero esto
no es todo, además está la singularización del hecho, ya que si por un lado está el pueblo
(en cuanto universal), están los sujetos singulares – los individuos – y sus afrentas: el que
tan bondadoso era, Creonte, actuando contra ti y contra mi, ha dicho Antígona.

En palabras de Hegel:

La comunidad es el espíritu que es para sí, en cuanto se mantiene en el reflejo de los individuos, –y
es en sí o sustancia en cuanto los mantiene a ellos en sí. Como la sustancia real, es un pueblo, como
conciencia real, ciudadano del pueblo (Hegel 1996: 263).

Recordemos también que La Fenomenología se juega en dos grandes escenarios, el de la


conciencia individual (la razón) que hunde sus raíces – en el segundo – en la conciencia
colectiva (el espíritu). Sin embargo, siguiendo con la última idea, nos encontramos aquí por
vez primera, y aun sin haber llegado a lo más fuerte del conflicto, con ese impulso de la
organización social, que es la lucha por el reconocimiento.

Los seres humanos no luchan sólo para asegurar la sobrevivencia, como pensaba Hobbes, pero
tampoco son naturalmente sociables, como pensaba Locke, sino que luchan a muerte entre sí, pero no
para asegurar el sustento, sino para lograr que se les reconozca como tales, es decir, como no simples
animales […] La conciencia es así a la vez principio de superioridad y fuente de profundo conflicto,
lo que podría caracterizarse como un verdadero destino […] La búsqueda de reconocimiento es
entonces el motor que impulsa a los hombres a organizarse en sociedad, y por ello las
configuraciones sociales se hallan marcadas por ese elemento conflictivo que debe ser
permanentemente superado (Díaz 2005: 11-12).

Este deber ser permanentemente superado es el indicador de que la infinitud es el


movimiento mismo, de que la Realidad tiene que ser pensada en cuanto sujeto y de que es
necesario estar atentos al proceso, pues el espíritu tiene que saber de sí mismo.
Continuando con la obra, y llevando un poco más lejos el conflicto, luego de que Antígona
trata de persuadir a Ismene según el deber que ella siente, dicen:

Ismene. –Pero ¡cómo! ¿Es que se te ha ocurrido pensar enterrarlo cuando es cosa denegada a la
ciudad?

Antígona. –Sí, porque se trata de mi hermano, y también del tuyo aunque no quieras. Pues, al
enterrarlo, no resultaré convicta de haber cometido una traición (Sófocles 2005: 148).

Y más adelante Creonte reafirmará lo que Antígona había escuchado por boca del pueblo:

Creonte. –[…]También a todo aquel que considera a un amigo más importante que a la propia
patria, a ése no lo tengo en cuenta en parte alguna […] Estas y no otras normas son con las que
voy a acrecentar yo el poder de la ciudad […] ha sido anunciado a esta ciudad que ninguno de sus
miembros lo honre dándole sepultura ni lo llore […] (que) todo aquel que haga gala de buenos
sentimientos hacia esta ciudad tendrá mi aprecio, tanto una vez muerto como en vida (Sófocles 2005:
154).

Como diría Ricoeur: la tragedia es obra de los propios agentes y su individualidad (Ricoeur
1996: 261). Menciono lo de Ricoeur, porque así como Hegel, él conduce – al menos en
principio, claro – lo ético mediante lo trágico. Y la afirmación me parece que da en el punto
del conflicto al que hemos llegado, pero que hemos de llevar a su grado máximo, para dar
en la diana del asunto. Lo que tenemos, por un lado, es la situación que mencionábamos y
extendíamos un poco, en cuanto a lo del reconocimiento; por otro, el segundo momento,
que abarca buena parte de la obra y en la que comienzan a hacerse más tensas las cosas; ya
que luego de esta parte, viene, en la voz del Guardián, todo el acontecimiento de la
desobediencia a la ley humana y la puesta en escena de la otra ley, la divina. Sin embargo,
veamos con detenimiento qué se ha sumado en el conflicto a partir de lo anterior:

a. Tanto Ismene como Creonte piensan en los “intereses” de la ciudad. Antígona está
pensando en que se trata de su hermano.

b. Creonte no piensa en que se trata del hermano de Antígona, sino que piensa en
Polinices como un traidor (un ciudadano traidor, “sin familia”, un ciudadano de la
nada).

c. Antígona, al enterrarlo, sabe que no resultará convicta de haber cometido una


traición. ¿Por qué? Aún no lo sabemos explícitamente, pero ya lo ha mencionado
cuando ha dicho: es un honor para mí, morir cumpliendo este deber.

d. El problema se acrecienta cuando se trata de mujeres que, como dice la misma


Ismene, no están preparadas para combatir contra hombres. Y entra así en escena el
rol de la mujer en el conflicto.

La cuestión se torna más tensa cuando el Guardián, al salvar su pellejo, descubre a


Antígona como la culpable. Pero la tragedia no es tan simple, ni la vida suele ser tan tosca
diría Hermann Hesse, pues no se trata de que el Guardián la descubra por sus medios, sino
que es la misma Antígona la que busca ser descubierta.

Creonte. –¿Qué estás diciendo? ¿Qué hombre5 fue el que se atrevió a esto?

Guardián. –No sé, pues allí no había golpe de pico alguno ni palada de azadón. Lo que había era
tierra dura y firme, sin desmenuzar ni hollada por rueda alguna, y por eso el autor, quien quiera que
hubiera sido, resulta inidentificable (Sófocles 2005: 156).

El hecho de que quien haya cometido el crimen resulte inidentificable en principio,


representa no sólo la gran astucia de la mujer, sino que el conflicto mismo no hubiera
podido alcanzar su mayor tensión, porque simplemente el intachable acto lo hubiesen
pagado quienes custodiaban y no Antígona. Pero se deja reconocer más por su llanto de

5
Nótese la ironía.
entristecida, que por otra cosa; entonces, nos encontramos aquí con otro elemento
enriquecedor: el deseo de ser encontrada, el reconocimiento de su honroso proceder y el
querer llevar hasta sus últimas consecuencias el conflicto mismo. Ya se lo había dicho a
Ismene: ¡Ay de mí! Propálalo a todos los vientos. Me resultarás todavía mucho más odiosa
si te lo callas y no lo comunicas a todo el mundo (Sófocles 2005: 150).

Y luego de que ya el conflicto no puede estar en mayor tensión, sin que aún las partes
opuestas se vean a la cara, llega justo el momento en que, atrapada Antígona, se enfrenta a
Creonte y el momento en que nos disponemos a acudir al corazón mismo de la
contradicción, para ver allí el proceder de la Realidad y su exigencia de continuo
movimiento, no sólo en el conocer, sino también en el proceder (en el actuar).

Ya están puestas en juego y sobre la mesa, totalmente descubiertas, las dos leyes. Pero,
¿qué significa esta contradicción?, ¿acaso, una ley tiene la razón y la otra no, hay una
equivocada y una efectiva? No, de hecho hay proceso y hay silogismo, en la medida en que
ambas partes tienen la razón. Dice Creonte defendiendo su postura, respecto de Polinices
(el impío): intentaba arrasar este país, y en cambio el que se enfrentó murió por
defenderlo. [Y luego Antígona]: con todo y con eso, el propio Hades postula que se cumpla
con todos los muertos los ritos que yo he tributado a este. [Luego dirá el corifeo]: se han
emitido juicios correctos por ambas partes (Sófocles 2005: 165). Esto es recurrente en la
tragedia, y a pesar de que Sófocles no intuyera en ella lo que Hegel dirá muchos siglos
después, la obra misma advierte todo el tiempo el conflicto que hay en que ambas partes
tengan la razón. Es el comportamiento social de la obra, lo cual quiere decir que:

…la sociedad no es percibida como una creación humana, sino como una realidad autónoma, válida
por sí misma, que expresa, sí, la voluntad de todos, pero tiene la forma de algo dado en antemano
[…] Una verdadera ética, nos está diciendo Hegel, no puede constituirse a partir de una pura razón
abstracta, sino que tiene que elaborarse en diálogo con las normas y costumbres de una verdadera
sociedad conformada por ciudadanos con iguales derechos (Díaz 2005: 16-17).

Lo dado de antemano y la conciencia de la contradicción exigirán el nuevo momento del


proceso. Hegel lo advierte desde que pone la cita de Antigona: “Pues esas leyes divinas no
están vigentes, ni por lo más remoto, sólo desde hoy ni de ayer, sino permanentemente y
en toda ocasión, y no hay quien sepa en que fecha aparecieron” (Sófocles 2005: 162),
finalizando Certeza y Verdad de la Razón, para seguir luego indagando en el Espíritu. Dice
después de la cita:

Son. Si inquiero su nacimiento (el de esas leyes) y las circunscribo al punto de su origen, voy más
allá de ellas; pues yo soy de ahora en adelante lo universal y ellas son lo condicionado y lo limitado.
Y si tienen que legitimarse ante mi modo de ver, es que ya he movido su inconmovible ser en sí y las
considero como algo que para mí tal vez es verdadero y tal vez no (Hegel 1996: 254).

Una vez hecha la lectura de Antígona – sin haber seguido avanzando en la tragedia, pues lo
que viene será el desarrollo del proceso, que acá aparece como destino, según el mismo
Hegel – y revelado en los diálogos de ésta los momentos que llevan y fortalecen el
conflicto, no queda otra cosa que seguir a Steiner, cuando dice:

Para Hegel, pensar, comprender y articular la dinámica de la identidad es “pensar contra”; es


dramatizar en el sentido de la raíz del verbo que significa pura acción. El espíritu es acción […]
acción de una índole inherentemente agonística o conflictiva (Steiner 2000: 31).

Y dejar como gran telón de fondo, los versos que encontramos en las estrofas 1 y 2:

Andan por ahí infinidad de cosas formidables,


pero ninguna más formidable que el hombre […]
aprendió por sí solo el lenguaje y las ideas
etéreas y los comportamientos que imprimen un orden a las
ciudades […]
¡el hombre con soluciones para todo!
No hay evento al que se enfrente sin soluciones.
Únicamente no se procurará escapatoria del Hades.
En cambio, tiene ya concebidos medios
de escapar a enfermedades hasta ahora incurables (Sófocles 2005: 160).

Es justamente aquello que Hegel se atreve a pensar, pues sabe que comenzamos a pensar
cuando somos capaces de cambiar el mundo.
Bibliografía

De Boer, Karin. On Hegel-the sway of the negative. University of Groningen. Londres, 2010.

Díaz, Jorge Aurelio. Antígona en la Fenomenología del Espíritu-Consideraciones hegelianas sobre


lo privado y lo público.

Kenneth R., Wetsphal. The black well guide to Hegel’s Phenomenology of spirit. Ed. Wiley-
Blackwell. Oxford, 2009.

Hegel, Georg Wilhelm. Fenomenología del espíritu prologo. Editorial Búho. Traducción y
presentación de Jorge Aurelio Díaz.

Hegel, Georg Wilhelm. Fenomenología del Espíritu. Wenceslaro Roces. Fondo de Cultura
Económica. México, 1996.

Ricoeur, Paul. Sí mismo como otro. Siglo XXI de España Editores, Madrid 1996.

Sófocles. Tragedias completas. Ediciones Cátedra. Madrid, 2005

SOLOMON, Robert C. In the spirit of Hegel. Oxford University Press. New York, 1983

STEINER, George. Antígonas. La travesía de un mito universal por la historia de Occidente.


Editorial Gedisa. Barcelona, 2000

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