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Alba Rodríguez Segovia

Dios y el cristianismo en María Zambrano


Bienio de dogmá tica. 2019

María Zambrano,
filósofa y poeta, al servicio de la razón abierta.

Cuando se lee a María Zambrano, uno tiene la impresión de ser llevado y traído,
de ser conducido en un barco sobre un mar, a ratos calmo y tranquilo y a ratos
impetuoso. Uno de sus encantos más notables cuando te internas por primera vez en su
lectura, es su capacidad para oscilar entre la filosofía y la poesía sin que el lector sepa
formular donde están los límites entre una y otra. La filosofía viene expresada de una
forma poética y la poesía de su prosa viene a ser la consecuencia de una profunda
reflexión filosófica, que tiene, como no puede ser de otra forma, al hombre como
principal objeto y excusa.
Curiosamente, en su libro Filosofía y Poesía describe como antagonistas al
filósofo y al poeta, a uno buscador y al otro como el que encuentra, y no sabe cómo
llamarse. Mientras el filósofo está separado de la locura de la carne, del engaño de las
sombras, el poeta vive según la carne y más aún, dentro de ella […]; va entrando en su
interior va haciéndose dueño de sus secretos y al hacerla transparente, la espiritualiza.
Sin embargo, creo que ella misma es una inmejorable representante de la unión
de poesía y filosofía, del poeta y el filósofo, y en ella conviven la intuición reveladora
del primero que consigue expresar de forma feliz y bella la realidad, y la búsqueda
exhaustiva del segundo, que pretende trazar los caminos que llevan al encuentro con esa
misma realidad.
En el fondo, la cuestión de esta cercanía tiene que ver con el objeto al que tanto
el filósofo como el poeta aspiran. Ambos, creo yo, quieren hacer hablar a la realidad.
Que no permanezca muda, sino que se exprese. Que no permanezca ignota, sino que se
desentrañe el misterio que la habita. Por eso, la obra de uno y de otro, es un
enriquecimiento del patrimonio humano común que, gracias a sus esfuerzos, conoce y
comprende mejor las grandes preguntas de la vida.
Hay cosas, pienso que María Zambrano diría lo mismo, y, sobre todo, realidades
que están referidas, asentadas en lo humano, que solo pueden expresarse adecuadamente
a través de un lenguaje poético, que tiene mucho de sugerente, que tiene mucho de
símbolo, que trabaja con la realidad desde la trascendencia de la propia realidad.
Probablemente sea la trascendencia que ella percibe en todas las cosas la que la impulsa
a servirse del lenguaje poético para expresarse. Y es también la trascendencia y la
búsqueda de sentido de las cosas lo que despierta en ella su reflexión filosófica. Ella
misma en su escrito sobe La confesión habla de esta trascendencia de la vida y la
verdad: Toda verdad es siempre trascendente con referencia a la vida, o si se la mira en
función de la vida, toda verdad es la trascendencia de la vida, su abrirse paso.
El concepto, que es con lo que trabaja la filosofía, a lo que tiende la filosofía, no
puede de atrapar la realidad. Un concepto que abarcase toda una realidad, que la agotase
realmente solo puede ser falso, no existe. Por eso, ciertamente, la filosofía sabe de su
insuficiencia y debe conformarse con ir extrayendo con paciencia y dedicación esos
pequeños diamantes de verdad que solo tras una prolongada observación se aprehenden
en la claridad.
El concepto es respecto de la realidad, simplemente, un acercamiento. La
realidad no puede reducirse a los conceptos que utilizamos para referirnos a ella. De
hecho, esta es la condición de posibilidad de una verdadera reflexión filosófica, que
siempre está encaminada a una ulterior profundización o perfeccionamiento, añadiendo
perspectivas, nuevos aspectos, y con ellos nuevos conceptos.
La realidad es poliédrica y da de sí múltiples posibilidades tanto de su
conocimiento como de la expresión del mismo, sin que esto suponga, por supuesto, que
la realidad pierda consistencia y pueda caer en lo fantástico o manipulable. Una cosa no
puede ser cualquier cosa, es lo que es. El pensamiento filosófico ha de ser riguroso y ha
de buscar la verdad de la cosa estudiada, y eso significa que no puede falsear la
identidad de la cosa misma.
Me gustaría plantear en este trabajo que María Zambrano ha realizado un
verdadero acercamiento poético a la filosofía. No estoy segura de que ella fuera a darme
la razón o que lo haya hecho conscientemente, pero para mí es justamente esto lo que ha
conseguido, y es esto lo que la convierte en una pensadora original y una pensadora de
lectura atractiva en estos tiempos.
La razón del racionalismo, del cientificismo, de la modernidad y posmodernidad
ha perdido penetración precisamente porque en su expresión no ha contado con la
poesía y el símbolo. Ha buscado la precisión, la matemática, las demostraciones
científicas, pero ha perdido su capacidad de abrir todas las posibilidades de ser
estudiada y comprendida que, por sí misma, tiene la realidad.
La postmodernidad, según mi punto de vista, ha abandonado la razón, porque ha
abandonado la búsqueda de la verdad. Más bien la ha rechazado y ha preferido que no
cuente para sus decisiones. Por eso quizá sea necesario más que nunca un nuevo
acercamiento. Dice P. Florenski de la verdad 1: No propongo una nueva verdad en lugar
de la antigua, sino que exijo un lugar nuevo para la antigua verdad.
Al final, este nuevo lugar de la verdad en la conciencia colectiva tiene que venir
mediado por una nueva forma de expresión de la misma verdad. La reducción de la
verdad a la matemática o a la ciencia ha supuesto una degradación del color de la misma
verdad, la ha alejado de la gente y la ha condenado a la irrelevancia. La expresión
poética de la verdad sería, por el contrario, un intento por devolverle el color y la
belleza, un intento por devolverla a sus lugares propios que son también el afecto, las
pasiones, los intentos. Una razón abierta, que integra también los elementos espirituales
y trascendentes, exige una nueva forma de expresión.

1
Pavel Florenski, Dogmatismo y dogmática, Discurso programático, leído el 20 de enero del año 1906 en
la sesión del grupo filosófico en la Academia Teológica Moscovita
Benedicto XVI gran defensor de una razón que abarca también el afecto, nos
dice que no se conoce bien sino lo que se ama y a quien se ama 2. El amor no es ciego, el
amor ve, y el amor conoce mejor, precisamente porque aquello que se estudia por amor,
se conoce más profundamente. El amor invita a la contemplación que permite un mayor
conocimiento. El amor se expresa con palabras que atraen y que persuaden, y por eso, la
verdad es mejor acogida, para que, de esta forma, retome su lugar en la vida del hombre.
La poesía no sería entonces una herramienta sin más, como la publicidad, para
vender un producto o para dotar de un atractivo engañoso aquello que se quiere
ensalzar. Es, por el contrario, un complemento indispensable de la filosofía para hacer
más presente la verdad. La poesía dota de tangibilidad a la verdad que la filosofía
presenta. La acerca a los sentidos, la vuelve relevante para la vida, y la actualiza en los
lenguajes propios de cada época. Dice María Zambrano que el poeta, de algún modo
conquista [la carne] para el hombre, porque la ensimisma y la hace dejar de ser
extraña3. Y hace lo mismo con la verdad, la ensimisma y la hace dejar de ser extraña, la
acerca y consigue que se haga parte del hombre. La verdad pura humilla a la vida
cuando no ha sabido enamorarla4, dice Zambrano. Por tanto, para que la verdad cumpla
su función adecuadamente, debe también enamorar la vida. Debe alcanzar al hombre allí
donde su amor está también en juego, donde su afecto tiene su sede, y desde allí irrigar
el resto de su conciencia y su persona.
El quehacer filosófico es para Zambrano un ejercicio que transforma el alma
entera, que afecta a la vida en su totalidad5. Por lo tanto, es un conocimiento que
requiere la implicación del filósofo entero, de un filósofo que ha madurado, que está
maduro para la muerte. Un conocimiento que implica la vida entera del filósofo es, por
fuerza, un trabajo que no implica solo la razón sino también las actitudes, las virtudes,
las pasiones del mismo filósofo. Es aquí donde enlaza con el poeta.
Para definir la persona, para definir la mística, para definir la educación, al
maestro, o la misma filosofía, el lenguaje que María Zambrano utiliza es un lenguaje
poético. De este modo consigue ella apuntar aspectos que quedan velados en otros
modos de definición. Que el hombre sea un heterodoxo cósmico6 o que la tarea
filosófica sea liberar el alma y separarla del cuerpo 7 no se puede leer como piden las
normas del racionalismo o del empirismo, porque sería ininteligible. Requiere, por el
contrario, dejarse llevar por el sentido, el símbolo que subyace, la dirección a la que
apunta. No se trata de tomar cada palabra en su sentido primero, sino de elevar la

2
Benedicto XVI: Este conocimiento de Dios a través de la fe no es por ello sólo intelectual, sino vital. Es el
conocimiento de Dios-Amor, gracias a su mismo amor. El amor de Dios además hace ver, abre los ojos,
permite conocer toda la realidad, mas allá de las estrechas perspectivas del individualismo y del
subjetivismo que desorientan las conciencias. El conocimiento de Dios es por ello experiencia de fe e
implica, al mismo tiempo, un camino intelectual y moral: alcanzados en lo profundo por la presencia del
Espíritu de Jesús en nosotros, superamos los horizontes de nuestros egoísmos y nos abrimos a los
verdaderos valores de la existencia. Audiencia general del 21 de noviembre de 2012 en:
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2012/documents/hf_ben-
xvi_aud_20121121.html
3
María Zambrano, Filosofía y poesía
4
María Zambrano, La confesión
5
María Zambrano, Filosofía y poesía
6
María Zambrano, Horizonte del liberalismo
7
María Zambrano, Filosofía y poesía
palabra a su función primordial, asomarse a la realidad y decirla de la manera más
completa posible. En este sentido, se podría decir que en el uso poético que Zambrano
hace del lenguaje destaca su simbolismo, tal y como lo describe Thomas Merton en uno
de sus libros, Amar y vivir:
El símbolo verdadero no simplemente señala a un objeto oculto. Contiene en sí
mismo una estructura que, en diversas formas, hace que seamos conscientes del
significado interno de la vida y de la realidad en sí misma. Un verdadero símbolo nos
lleva al centro del círculo, no a otro punto de la circunferencia. Un verdadero
simbolismo señala el auténtico corazón de todos los seres, no un accidente en el fluir de
lo conveniente8.
Podemos ver entonces, cómo María Zambrano consigue apuntar al centro del
círculo y nos acerca a la verdad de una realidad más amplia de lo que a simple vista
puede imaginarse.
Este es, según creo, uno de los grandes aportes y servicios de María Zambrano
tanto a la filosofía patria como a la poesía. Un modo diferente de afrontar el quehacer
filosófico que no solo no agota al lector que atrapa con su modo de escribir, sino que le
abre a una experiencia más completa de la verdad y de la realidad.
La razón moderna no ha ofrecido nada, pidiéndolo todo. […] Y por eso hubo de
surgir la otra razón, la razón cercana a la vida y asequible a ella. […] La poesía
primera, como se sabe, es un lenguaje sagrado, es decir, objetivo en grado sumo.9
Estos fragmentos de La confesión nos ayudan a comprender el papel de la razón
y de la poesía, de la verdad y de su expresión en la vida, tal y como las ve María
Zambrano. Creo que son lo suficientemente indicativos de la intuición que ella misma
manifiesta en sus escritos. La poesía, objetiva en grado sumo viene a expresar la vida de
una forma distinta a como la ha expresado la razón moderna, y este es el éxito que
alcanza, no humilla la vida, sino que le ofrece un nuevo color, un nuevo atractivo, una
relevancia nueva.

8
Thomas Merton, Amar y vivir, 81-82
9
María Zambrano, La confesión

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