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El objetivo principal de este texto es hacer un análisis crítico y propositivo al artículo de la

profesora y psicoanalítica, Lilia Gómez Valverde, titulado La mujer no existe… insiste por
subsistir. En el cual, intenta sostener desde el psicoanálisis lacaniano que la mujer como
figura única, individual, no existe. Por lo tanto, aparte del análisis crítico ya mencionado,
se pretende responder a una serie de preguntas que han surgido a partir de la lectura del
mismo. Tales preguntas son: a) ¿la relación sexual existe? b) ¿cuál es la diferencia entre lo
femenino y la mujer? c) ¿qué relación hay entre la mujer y lo universal? d) ¿cuál es la
relación entre lo femenino y la ciencia? Ante estas, se pretende responder de manera
propositiva en la medida en que se analiza el texto.

Lilia comienza su artículo, con una pequeña aclaración desde el campo de la ciencia
psicoanalítica, sobre el concepto de mujer, haciendo hincapié en que este concepto no se
refiere a una “clase o colectivo, sino a una posición subjetiva estructural respecto de la
división de los sexos”. Esto es, desde una perspectiva psicoanalítica meramente lacaniana;
la negación o desconstrucción tanto del concepto de mujer y hombre, como del concepto de
femenino y masculino, tanto del ámbito del significado, como del significante; en pos de
una apología del ser sexual que permita entonces, a diferencia del psicoanálisis jungiano,
hablarse de sexualidad masculina y femenina en un mismo sujeto.

Seguido de la deconstrucción de los conceptos de mujer y hombre, que socialmente han


sido adoptados como nociones de identidad, la autora procede al desarrollo de la tesis,
partiendo desde la metaforización de los mitos de Narciso y de Edipo. Por un parte, adapta
la metáfora de Narciso hacia el concepto de varón. No obstante, no hace referencia
solamente al significante categorial hombre tal y como es concebido, sino que la noción de
varón, se toma en el sentido del ser fálico, tanto desde la postura Freudiana, como desde la
postura que Lilia manifiesta: “El falo no es ninguna otra cosa que el significante que hace
presente la diferencia a través de la falta aparente”. Asimismo, la autora manifiesta que la
metáfora del narciso, se configura como tal, en la medida en que se proyecta hacia una
imagen, o hacia un circuito de la ipseidad, negando lo Otro.

Pero este Otro, -aunque Lilia no lo toma desde el sentido levinisiano de la alteridad sino
desde Freud- puede también tener sentido si es tomado desde la teoría de la alteridad de
Emmanuel Lévinas, en la cual, el otro es condición de posibilidad para mí mismo. Sé es en
tanto que el otro me reconoce como un ser. Sin Embargo, con la metáfora del narciso, que
solo se ve a sí mismo como hermoso, y por ende, como completo, parte de la concepción
freudiana sobre la feminidad. Por este término, Freud concibe al ser sexuado vaginal,
-aunque admita la bisexualidad de la libido, de ahí que Lacan lleve su teoría hasta una
deconstrucción de los conceptos que referencien a la identidad como sexual- que se
descubre a sí misma, como lo faltante de, o en otros términos, descubre su castración; es
decir, la mujer percibe que no tiene pene. Es por esto, que Lilia asocia la identificación
narcisista, con lo varonil, puesto que es él, quien se concibe como teniendo lo que los otros
no tienen.

En lo que respecta a la identificación del ser sexuado vaginal dentro del psicoanálisis, se
corresponde con la figura edípica, ya que, como afirma la autora, “es identificación a una
estructura, a los componentes de una estructura: la estructura del discurso, la trama de la
palabra en su devenir, que crea lazos entre los sujetos. En ella el núcleo esencial no es la
semejanza sino, por el contrario, la diferencia”. Lo anterior se relaciona con la figura
narcisista del varón, en la medida en que lo edípico, tal como se expresó previamente, es
identificación de una estructura, en la cual se marca la diferencia. Esta estructura
pertenece a la estructura triangular de la familia, en la cual, por medio del padre, la niña
percibe que es un vacío.

Pero cuando no existe una figura paterna en una estructura familiar, ¿cómo descubre la niña
su castración? Por el Otro. El Otro que a su vez, no se identifica sino bajo el significante del
que está falto. Este otro es la madre de la niña, la que le empuja de manera irremediable a
desear al padre y a lo que este tiene. De tal forma que el deseo siempre viene del Otro,
mediado por el campo del lenguaje que determina la función sexual del sujeto.

Llegada la argumentación a este punto, es posible responder a la primera inquietud que se


planteaba como primera opción: ¿existe La relación sexual? Ha de entenderse por el
término relación sexual, la vinculación afectiva o de otra índole que puedan darse entre los
seres sexuales. Así, ante la perspectiva de Lilia, La relación o vinculación entre los sexos,
no existe; dado que, ante la inconmensurabilidad de la psique humana, es imposible hablar
de algo único establecido, o predeterminado biológicamente. Ni siquiera Freud concibió
que las orientaciones sexuales estuvieran marcadas biológicamente, sino que obedecían a
imposiciones por medio de la palabra y del lenguaje desde el Otro.

Por tal, afirma ella, “Existen tantas aproximaciones a gozar del Otro en tanto que tal, en
tanto que diferente, como sujetos habitan el planeta”.

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