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RESEÑA LITERARIA

LA PRESA

JUAN MANUEL JIMENEZ ALVAREZ

11-1

PROFESORA MARTHA MERCEDES

INSTITUTO MADRE DEL BUEN CONSEJO


Cuando los rústicos aldeanos nos encontrábamos con los ciudadanos, nos 
trataban con una aversión semejante a la que habrían sentido por unos an
imales sucios, de modo que todo lo que necesitábamos para nuestra vida 
cotidiana estaba concentrado en ciertos puntos determinados y precisos si
tuados en las laderas que dominaban nuestro estrecho valle.

¡Íbamos a vivir en la misma casa que la «presa»! Claro está que, por más q
ue aguzáramos el oído, no conseguiríamos escuchar los gritos proferidos e
n la bodega; pero ello no impedía que fuera algo extraordinario y arriesga
do, realmente increíble para nosotros:
¡el catre sobre el que nos acostábamos estaba justo encima de la bodega a 
la que había sido llevado el soldado negro! Mis dientes castañeteaban de 
exaltación, de miedo y de alegría, mientras que mi hermano, acurrucado d
ebajo de la manta, era sacudido por escalofríos como si hubiera cogido un
a gripe.

Y después estaba también el olor de su cuerpo, que lo impregnaba todo co
mo un veneno corrosivo, imperioso y persistente como una náusea que te 
sube de repente a la garganta, un olor que me encendía los pómu- los, qu
e me llenaba de sensaciones semejantes a ramalazos de locura... Mientras 
contemplaba al soldado negro y su voracidad de rapaz, mi pupila febril y la
crimosa, como si estuviera inflamada, metamorfoseaba los sencillos alime
ntos de la cesta en un suntuoso y excesivamente rico festín exótico, con vi
nos de la mejor cosecha
El jefe de la aldea intentaba plantear todo tipo de objeciones, repitiendo q
ue el pueblo no disponía de medios suficientes para hospedar a un soldad
o negro prisionero de guerra; sin contar con que escoltar a un personaje ta
n peligroso por los caminos montañosos sería para los aldeanos, que sólo 
contaban con sus propias fuerzas, una tarea excesivamente ardua, ya que l
a interminable estación de las lluvias y las inundaciones lo habían complica
do y dificultado todo... No sirvió de nada: ante el tono imperativo de Chup
atintas -un tono de funcionario subalterno que se da importancia-, los pusi
lánimes aldeanos se doblegaron.

Hizo caer la trampilla y, con la cadena de trampa para jabalíes que había r
eparado, la cual seguía colgada allí, amarró el tope que sobresalía de la pa
red a la argolla que colgaba hacia el interior y en sentido diametralmente 
opuesto a la pieza de hierro que sostenía por fuera el cerrojo.

Un rato después, el brazo delicado de mi hermano se posó dulcemente so
bre mí. Sin decir nada, con los ojos cerrados, escuchaba lo que me contaba 
en voz baja: que él y sus compañeros habían ayudado a recoger la madera 
necesaria para quemar el cadáver del soldado negro; que Chupatintas habí
a regresado con la orden de parar el proceso de incineración; que la gente 
de la aldea había llevado el cadáver a una mina abandonada del valle; que 
estaban confeccionando una empalizada para alejar a los perros salvajes.

Mi hermano me dijo y me repitió, con voz angustiada, que había llegado a 
creerme muerto, ya que había dormido durante dos días y no había comid
o nada: eso es lo que le había inducido a pensar que estaba muerto

CRITICA: Es un libro muy interesenta con una historia que te deja clavado
en ella que nos quieres despegar la vista del libro por que quieres saber
mas y mas que pasa dentro de el,presenta como un estilo de documental
y tiene un lenguaje entendible con palabras que por el publico pueden ser
entendidas, su estructura se basa en el contar acontecimientos en un
determinado tiempo, es muy coherente el texto, no hay perdidas ni nada.
En conclusion es uno de los mejores libros que he leido con una trama de
suspenso arroyadora, los invito a que se sumerjan en este mundo y
disfurten de cada uno de estos momentos que nos muestra el libr o.

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