Michael de Certeau vincula en su libro “La invención de lo cotidiano” al sujeto, estructura, sociedad, cultura, cotidianidad, entre otros aspectos. A lo largo de la lectura, nos habla de la homogeneidad de la ciudad, la cual se encuentra en constante cambio y tiene una “cualidad” transformadora. Por ejemplo, al ir adaptando, modificando o reinventando necesariamente algún espacio o alguna memoria. Así mismo, se encuentra en el tiempo las prácticas culturales frente a lo urbano pretendiendo “ordenarla”. Un conjunto de prácticas (adaptación, resistencia, formas de desarrollo cotidiano, etc.) por las cuales se asume que la sociedad es un estado continuo y en la que “las formas de hacer”, actos enunciativos como caminar, leer, cocinar, son el punto profundo de esta investigación y reapropian el espacio estructurado por los técnicos de la producción sociocultural. Desde la relación producción-consumo, donde esta última expresada en las “maneras de emplear” representa lo antidisciplinario. Esta relación determinada por la realización o fabricación, asumiendo la producción como “practica de escritura” y al consumo como “practica de lectura” que hace referencia al acto de usar y apropiarse. Podríamos comprender la ciudad caracterizada con un estado de “destrucción – construcción”, en donde tiene lugar los objetos producidos como por ejemplo el texto o la lengua y los actos de creación (lectura o habla), llevada a cabo por los que De Certeau llamará, usuarios de la ciudad que son esencialmente la forma de organización. El autor antipositivista Georg Simmel, hace una crítica a la modernidad y nos habla sobre el individualismo, el cual podría llegar a la igualdad natural si se eliminaran todas las desigualdades artificias tales como la opresión, injusticia, corrupción, etc.). Ideas expuestas durante la época de la revolución francesa. Según señala el autor, las interacciones individuales están insertadas en las relaciones sociales que determinará la metrópoli, las cuales dan por resultado lo que él denomina “formas de la sociedad” (burocracia, estado, dominación, normas, etc.) que se constituye en modelos y normas. La individualidad lograría la propia libertad caracterizado por sentimientos, impulsos e intereses, pero paradójicamente, ésta es siempre algo compartido con otros, porque mientras más libertad tenga el individuo, creará más formas que pueden independizarse de ellos mismos hasta lograr dominarlos, por eso el desarrollo de la “naturaleza”, “razón” o “humanidad” se verá interrumpida por la intervención de la sociedad. Daría como resultado entonces a una cultura objetiva, en la que la sociedad “transforma” al individuo mediante procesos como la sociabilización, modernización y la economía moderna. Este último relacionado con el carácter intelectualizante del individuo de la sociedad metropolitana, en donde sigue la lucha con el individuo y en la cual el dinero es el parámetro de las relaciones sociales. Son vistos como números y se expresan en lo cuantitativo, desvalorizándose las relaciones emotivas o sentimentalistas porque son caracterizados por su actitud indiferente y mentalidad “transformada”.