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Derecho Sucesorio PDF
Derecho Sucesorio PDF
Esta expresión puede usarse en dos sentidos: uno OBJETIVO y otro SUBJETIVO.
En un sentido OBJETIVO, entendemos por sucesión de una persona la masa o caudal de
bienes y las deudas dejados por el causante al fallecer.
En un sentido SUBJETIVO, entendemos por sucesión los herederos del causante,
el número de personas que componen la sucesión de una persona.
Con mayor precisión jurídica, sucesión por causa de muerte es la transmisión del
patrimonio de una persona o de bienes determinados, en favor de otras personas también
determinadas. En tal sentido, el art. 588 del CC. la incluye entre los modos de adquirir el
dominio.
a) Concepto.
De acuerdo a los arts. 588 y 951 del CC., se entiende por sucesión por causa de
muerte el modo de adquirir el dominio del patrimonio de una persona difunta -vale decir el
conjunto de sus derechos y obligaciones transmisibles-, o una cuota de dicho patrimonio -
como un cuarto de la herencia-, o especies o cuerpos ciertos, o cosas indeterminadas de
un género determinado.
b) Características.
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b.2) Es un modo de adquirir por causa de muerte.
Será a título universal, según se adquiera una universalidad jurídica -el total de la
herencia o una parte alícuota de la misma-; o a título singular, según se adquiera una
cosa determinada. Así aparece de manifiesto en el art. 951 en relación con los arts. 1097
y 1104 del CC.
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i.- Los derechos personalísimos: el derecho de alimentos, el de uso y habitación y el
derecho legal de goce de los padres, por ejemplo;
ii.- El usufructo.
Desde el punto de vista del pasivo, son intransmisibles las obligaciones intuitu
personae: por ejemplo, las derivadas del mandato, del albaceazgo, del comodato (con la
muerte del comodatario), las contraídas en calidad de miembro de una corporación en el
caso del artículo 549, inciso3º, y en general las obligaciones de hacer.
i) Herederos universales.
Lo son, aquellos a quienes se les indica la parte alícuota del patrimonio del
causante en que suceden.
Cabe consignar entonces que la calificación de un heredero como universal o de
cuota, depende exclusivamente de la forma en que son llamados y no del beneficio que
en definitiva llevan en la herencia. La importancia de esta clasificación se relaciona CON
EL DERECHO DE ACRECER que existe entre los herederos universales pero no en favor
de los herederos de cuota. En lo demás, se les aplican las mismas normas. El derecho de
acrecimiento consiste, en términos generales, en que la porción del heredero universal
que falta y no lleva su parte en la herencia, aumenta la de los otros herederos a título
universal.
i.- El legatario responde en subsidio del heredero. Es decir, el acreedor hereditario deberá
demandar primero al heredero y a falta de éste, accionar en contra del legatario.
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ii.- También puede sobrevenirle responsabilidad por el ejercicio de la acción de reforma de
testamento, si el testador, al instituir los legados, excedió la parte de sus bienes de libre
disposición. Como el testador estaba obligado a respetar las asignaciones forzosas, los
herederos pueden reclamar contra los legatarios mediante la acción de reforma de
testamento.
Los legados, al igual que las cosas, pueden ser de especie o cuerpo cierto y de
género: art. 951, 3º del CC.
La importancia de la distinción radica en que el legatario de especie o cuerpo
cierto adquiere el dominio de la especie legada desde el momento del fallecimiento del
causante, directamente de éste, por el modo sucesión por causa de muerte. Tratándose
de un legado de género, en cambio, lo que el legatario adquiere por sucesión por causa
de muerte sólo es un crédito o derecho personal, para exigir a los herederos o a aquél a
quien el testador impuso la obligación de pagar el legado, el cumplimiento del mismo. Por
lo tanto, la especie misma sólo se adquirirá mediante la tradición que los herederos
efectuarán al legatario.
Esta diferencia tiene importantes consecuencias jurídicas:
a) Concepto.
Trata de la misma el art. 955, Título I del Libro III; así como también el Título VII
del mismo Libro. Por el momento, sólo haremos referencia al primer artículo citado.
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Puede definirse la apertura de la sucesión como el hecho que habilita a los
herederos para tomar posesión de los bienes hereditarios y se los transmite en propiedad.
Por lo tanto, la apertura de la sucesión da lugar a la sucesión por causa de muerte.
c.2) Para determinar la validez de las disposiciones testamentarias, hay que atender
a las normas vigentes al momento del fallecimiento, de conformidad con los arts. 18 y 19
de la Ley Sobre Efecto Retroactivo de Las Leyes.
c.4) Para determinar la validez de los pactos sobre sucesión. Sólo serán válidos
aquellos pactos celebrados con posterioridad a la muerte del causante, de conformidad a
lo dispuesto en el artículo 1463 del CC. Después del fallecimiento, estaremos
simplemente ante una cesión de derechos hereditarios (arts. 1909 y 1910 del CC.), es
decir, ante un pacto sobre sucesión actual y no futura. Lo anterior, con la salvedad acerca
del pacto relativo a la cuarta de mejoras, que puede estipularse estando vivo quien será
después el causante (artículo 1204).
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d) Lugar en que se abre la sucesión.
De acuerdo al artículo 955 del Código Civil, se abre en el último domicilio del
causante. A su vez, el artículo 148 del Código Orgánico de Tribunales, dispone que será
juez competente para conocer todo lo relacionado con la sucesión por causa de muerte, el
del último domicilio del causante. Ante él debe pedirse que se conceda la posesión
efectiva de la herencia, si la sucesión fuere testada (artículo 833 del Código de
Procedimiento Civil). En cambio, si la sucesión fuere intestada, la posesión efectiva podrá
solicitarse ante cualesquiera de las oficinas del Registro Civil e Identificación, y de
presentarse solicitudes ante oficinas dependientes de diversos Directores Regionales, se
acumularán todas a la más antigua (artículo 2º, inciso 2º de la Ley número 19.903); cabe
advertir entonces que el juez ante el cual reclamar que se modifique la posesión efectiva,
puede estar ubicado en un lugar distinto a aquel donde se otorgó la resolución por el
respectivo Director Regional, pues el primero es el que corresponde al último domicilio del
causante, y el segundo, puede corresponder a cualquiera de los ubicados a lo largo del
territorio nacional (salvo que se trate de errores de forma, que pueda contener la
resolución administrativa mediante la cual se concedió la posesión efectiva, y que digan
relación con los datos de la individualización del causante y sus herederos, pues en tal
caso, el mismo Director Regional puede corregirlos de oficio o a petición de parte, según
lo autoriza el artículo 10 de la Ley número 19.903).
Este juez será también competente para conocer de la apertura y publicación del
testamento (artículo 1009 del Código Civil). Finalmente, el último domicilio del causante
determina también la legislación aplicable a la sucesión.
Debemos tener presente lo dispuesto en el artículo 955 del Código Civil. Así, por
regla general, regirá la ley del último domicilio del causante. Si éste tuvo su último
domicilio en Chile, regirá nuestra ley; por el contrario, si lo tuvo en el extranjero, regirá la
ley del respectivo país.
Recordemos que el artículo 955 constituye una excepción al artículo 16, que
establece el principio de la territorialidad de la ley chilena en lo que respecta a los bienes
situados en nuestro país; sin embargo, debemos tener presente también que el propio
artículo 955 alude a las excepciones que a su respecto rigen, lo que equivale a decir que
debemos considerar también las contra-excepciones que nos conducen de vuelta al
principio general consignado en el artículo 16.
Las excepciones son las siguientes:
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posesión efectiva de la herencia en Chile respecto de los bienes ubicados en nuestro
país. Obedece lo anterior a la necesidad de cobrar los impuestos de herencia por dichos
bienes. El artículo 149 del Código Orgánico de Tribunales señala que será juez
competente para otorgar la posesión efectiva de una sucesión que se abra en el
extranjero, el del último domicilio del causante en Chile, y si no lo tuvo, el del domicilio de
aquel que pide la posesión efectiva. Debemos entender que puede tratarse de sucesiones
testadas o intestadas, quedando estas últimas sustraídas, en este caso, de la
competencia del registro Civil e Identificación, pues el artículo 1º de la Ley número 19.903,
que dispone la tramitación de las posesiones efectivas correspondientes a las sucesiones
intestadas ante dicho Servicio, alude a “Las posesiones efectivas de herencias, originadas
en sucesiones intestadas abiertas en Chile, serán tramitadas ante el Servicio de Registro
Civil e Identificación...”. En cambio, el artículo 149 del Código Orgánico de Tribunales
hace expresa alusión a la sucesión abierta en el extranjero. Además, la expresada Ley
número 19.903, no modificó al artículo 149 del Código Orgánico de Tribunales.
a) Concepto.
Según el inciso 2º del artículo 956 del Código Civil, la delación de las asignaciones
se produce, al igual que la apertura de la sucesión, al fallecimiento del causante. La
delación es una consecuencia de la apertura de la sucesión. Se entiende como una oferta
hecha por el legislador al asignatario, para aceptar o repudiar la asignación.
Así las cosas, fallecido el causante, distinguimos cronológicamente tres etapas:
En este caso, tal como indica el mismo artículo 956 del Código Civil, la delación se
produce al momento de cumplirse la condición. Tres situaciones debemos distinguir:
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1.- La asignación está sujeta a condición suspensiva: la asignación se defiere al cumplirse
la condición suspensiva. Recordemos que el efecto propio de toda condición suspensiva
es precisamente suspender la adquisición del derecho.
3.- La asignación está sujeta a una condición suspensiva que consiste en no ejecutar un
hecho que depende de la sola voluntad del asignatario: por ejemplo, dejo tales acciones a
Juan, siempre que no se vaya al extranjero. Estamos ante una condición meramente
potestativa, que depende de la sola voluntad del asignatario. Por ello, dispone el inciso 3º
del artículo 956, que la delación se produce al momento de fallecer el causante, siempre y
cuando al asignatario rinda caución suficiente de restituir la cosa asignada, con sus
accesiones y frutos, en caso de contravenir la condición.
a) Concepto.
1.- Que el asignatario, antes de fallecer, alcance a repudiar la asignación que le fue
deferida. Conforme al artículo 1239 del Código Civil, se entiende que nunca hubo
asignación y por ende nada transmite a sus herederos (de la asignación que repudió).
3.- Que el asignatario fallezca sin haberse pronunciado respecto a la herencia o legado
que le fue deferida. En tal evento, transmite a sus herederos la facultad que él tenía de
aceptar o repudiar la asignación. Es esto lo que se denomina derecho de transmisión. El
inciso 1º del artículo 957 define esta facultad. Este derecho no es una institución
excepcional en el campo jurídico, sino la aplicación del principio general de que el
heredero adquiere el “haz” hereditario del causante, vale decir, todos los bienes y
obligaciones transmisibles del causante. Y si el heredero o legatario falleció sin alcanzar a
pronunciarse sobre una asignación determinada, en la universalidad de la herencia va
comprendida dicha facultad, que adquieren sus herederos. (Ver caso 1-A en el anexo).
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1.- Se aplica tanto a la sucesión testada como a la intestada. El artículo 957 se encuentra
ubicado en el Título de las “Definiciones y Reglas Generales”. Además, el precepto no
hace distingo alguno.
2.- Se aplica tanto a las herencias como a los legados. El artículo 957 lo indica
expresamente.
3.- El adquirente debe ser siempre heredero. Si bien por transmisión se puede adquirir
tanto una herencia como un legado, el que adquiere la herencia o legado deberá ser
siempre heredero, porque precisamente el fundamento del derecho de transmisión es que
se adquiere el derecho de aceptar o repudiar la asignación por ir éste incluido en la
universalidad de la herencia, y esta universalidad pasa a los herederos, no a los
legatarios. Por ello, el artículo 957 dice que el derecho sólo se transmite a los herederos.
Son tres:
i) El primer causante que instituyó un legado o dejó una herencia, respecto de los
cuales el asignatario no alcanzó a pronunciarse.
1.- Debe haber fallecido sin aceptar o repudiar la asignación. Si la hubiere repudiado,
nada transmite respecto de la asignación. Si la hubiere aceptado, transmite a sus
herederos la asignación misma, no la facultad de aceptar o repudiar.
3.- Su derecho en la sucesión no debe haber prescrito, pues en tal caso nada transmite.
1.- Debe ser heredero, es decir asignatario a título universal, del transmitente o
transmisor.
2.- Debe haber aceptado la herencia del transmitente o transmisor: artículo 957, 2º. En
todo caso, nada impide aceptar la asignación propia y repudiar la transmitida. En este
punto, estamos ante una excepción al artículo 1228, que establece la regla general de la
indivisibilidad de la aceptación o repudiación de la herencia. Tal indivisibilidad no opera
mediando transmisión.
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3.- Deber ser capaz y digno de suceder al transmitente o transmisor. Art. 962. Ahora bien,
si éste a su vez no era capaz y digno de suceder al primer causante, entonces no podrá
reclamarse por el transmitido la asignación (artículo 977). Esto se explica, porque la
situación jurídica del transmitido, no puede ser distinta de la del transmisor.
1.- Concepto.
2.- Características.
Se trata de un derecho real; constituye una universalidad jurídica; tiene una vida
efímera.
a) Es un derecho real.
a.1) Lo menciona expresamente el artículo 577 del Código Civil, entre los derechos de tal
naturaleza.
a.2) El mismo artículo define el derecho real como aquel que se tiene sobre una cosa sin
respecto a determinada persona. El derecho de herencia queda perfectamente
comprendido en tal definición, dado que recae sobre el patrimonio del causante o una
cuota de dicho patrimonio, sin respecto a otra persona determinada.
a.3) Del derecho de herencia -como acontece con todo derecho real-, nace una acción de
la misma naturaleza, como es la de petición de herencia, en cuya virtud el heredero puede
reclamar su derecho de herencia en contra de cualquiera que se encuentre en posesión
de la misma.
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c) El derecho de herencia tiene una vida efímera.
a) Si bien el heredero adquiere ipso iure su derecho, es un principio jurídico universal que
nadie puede adquirir derechos en contra de su voluntad. Por ello, si el heredero se niega
a aceptar el derecho, se presume que nunca tuvo dicha condición.
La posesión de la herencia:
b) Posesión real: equivale a la posesión definida por el art. 700. Vale decir, requiere del
corpus y el ánimus, pudiendo estar radicada tanto en el verdadero heredero como en el
falso. Podría ocurrir entonces que mientras el verdadero heredero tiene la posesión legal -
que nunca puede ostentar el falso heredero-, la posesión real o material está en manos
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del heredero putativo, pudiendo éste llegar a adquirir el dominio del derecho real de
herencia en virtud de la prescripción.
1º De conformidad a lo dispuesto en el art. 877 del CPC, por el cual queda en claro que la
ley sólo exige un testamento en apariencia válido. Y si dicho testamento fuere en realidad
válido sólo en apariencia, indudablemente que el decreto de posesión efectiva no otorgará
la calidad de heredero indiscutible.
3º Respecto a la validez del pago: art. 1576, en cuanto es válido el pago hecho de buena
fe, a quien se encontraba en posesión del crédito. Así las cosas, si un deudor del
causante paga la obligación, mediando buena fe, al heredero a quien se concedió la
posesión efectiva, el pago será válido, aunque después resulte que no era tal heredero.
4º Origina una prescripción de plazo más breve para adquirir el dominio del derecho real
de herencia. Se reduce el plazo de 10 a 5 años (arts. 2512, 704 y 1269 del CC).
5º En materia tributaria, puesto que al Fisco le interesa que se determine quienes son los
herederos y por ende los obligados al pago del impuesto a las herencias (Ley 16.271).
Tramitación de la posesión efectiva: está regulada en los artículos 877 a 883 del
Código de Procedimiento Civil, si se trata de una sucesión testada, y en la Ley número
19.903, publicada en el diario Oficial de fecha 10 de octubre de 2003, si se trata de una
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sucesión intestada; y en los arts. 25 y siguientes de la Ley 16.271, cualesquiera sea el
tipo de sucesión.
El CC., en los arts. 1909 y 1910, dentro del título “De la cesión de derechos”, se
refiere a la cesión del derecho de herencia. El Código emplea el término equívoco de
“cesión”, que por el contenido de los artículos citados, debe entenderse equivalente a
tradición. Se señalan en los dos artículos sólo algunos efectos de la cesión, pero no se
indica la forma como ha de efectuarse la tradición.
El derecho de herencia puede cederse de dos formas: especificando o no los
bienes sobre los cuales recae el derecho. Los arts. 1909 y 1910 sólo se aplican en la
segunda hipótesis. En el primer caso, hay en realidad una verdadera compraventa o
permuta, según corresponda, que se rigen por las reglas generales. Por tanto, al hacerse
la partición, si resulta que al cesionario no se le adjudica el bien que adquirió
específicamente, el cedente tendrá las responsabilidades propias de los contratos
mencionados, cuando no se cumple con la obligación de entregar. Por lo demás, en un
fallo de septiembre de 1988, la Corte Suprema concluye que antes de la partición de la
herencia y la consiguiente adjudicación de bienes a los herederos, ninguno de éstos
puede transferir su cuota en la comunidad universal refiriéndola a un bien determinado,
porque sólo está legitimado para transferir lo que tiene, es decir, dicha cuota en la
universalidad.
En cambio, cuando lo que se cede es una cosa incorporal que se denomina
“derecho de herencia”, lo que se cede en buenas cuentas es el derecho del heredero a
participar en la distribución de los bienes del difunto. Ello explica el art. 1909, en cuanto el
cedente sólo responde de su calidad de heredero o legatario. Tal como lo reafirman
diversos fallos, el objeto de la cesión del derecho de herencia es una universalidad o la
cuota que al cedente corresponde en el conjunto de bienes que comprenden el haber
hereditario; los bienes individualmente determinados, no son objeto de esa cesión (Corte
Suprema, septiembre de 1905, enero de 1912, agosto de 1920, septiembre de 1920,
diciembre de 1922, enero de 1940; Corte de Concepción, noviembre de 1928).
La cesión puede hacerse a TITULO GRATUITO u ONEROSO. En el primer caso,
estamos ante una DONACION que queda por completo sometida a las reglas generales
que rigen tal contrato, en conformidad a las cuales el cedente no tiene ninguna
responsabilidad.
La cesión del derecho de herencia propiamente tal, es la cesión a título
ONEROSO, única regida por los arts. 1909 y 1910.
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Cabe precisar que lo que en la cesión del derecho de herencia se cede no es la
calidad de heredero o legatario, puesto que tales calidades dependen de las relaciones de
familia, si la herencia es intestada, o del testamento, si se trata de una herencia
testamentaria; lo que se cede, son las consecuencias patrimoniales que resultan de la
calidad de heredero.
A su vez, como en el caso de la cesión de créditos, la cesión del derecho real de
herencia es la tradición o enajenación de este mismo derecho, y no el contrato, pues este
es el antecedente en virtud del cual una de las partes se obliga a transferir este derecho a
otra, obligación que se cumple verificando la cesión. Por eso, la cesión del derecho real
de herencia propiamente tal PUEDE DEFINIRSE como la cesión o transferencia a título
oneroso que el heredero hace del todo o parte de su derecho de herencia a otra persona.
Como indicábamos, la cesión del derecho real de herencia a título oneroso debe tener UN
TITULO que le sirva de antecedente jurídico. Este título o contrato debe constar por
ESCRITURA PUBLICA, de acuerdo a lo dispuesto en el art. 1801.
En lo que respecta al título que la precede, el más frecuente será la compraventa,
que debe hacerse por escritura pública (art. 1801, 2º). A continuación procede la tradición,
sin que el Código establezca expresamente la forma como ha de efectuarse.
Antes de entrar al análisis de las doctrinas formuladas al efecto, debemos precisar
que la situación que estudiaremos se refiere a la venta o cesión de los derechos
hereditarios en la UNIVERSALIDAD de la sucesión o en una CUOTA de ella, y no a la
venta de los derechos hereditarios que al heredero vendedor o cedente corresponden en
un bien DETERMINADO de la sucesión, porque en este último caso la inscripción es la
única forma de hacer la tradición (y siempre y cuando se practiquen previamente las
inscripciones del art. 688, si se trata de un inmueble).
Dos doctrinas proponen solución al problema de cómo debe efectuarse la tradición
del derecho real de herencia:
Leopoldo Urrutia fue el primero que sostuvo esta doctrina. Se plantea que siendo
la herencia una universalidad jurídica que no comprende bienes determinados sino un
conjunto de bienes indeterminados o una cuota de ese conjunto, no puede calificarse de
bien mueble o inmueble. No se le aplicaría al derecho de herencia lo dispuesto en el
artículo 580 del Código Civil, en cuanto señala que los derechos también pueden
calificarse como muebles o inmuebles, según la naturaleza de las cosas sobre las cuáles
se ejercen.
Por tanto, aunque la herencia comprenda bienes inmuebles, no es necesaria la
inscripción a que se refiere el art. 686 para la tradición de ella, pues esta disposición alude
a la manera de efectuar la tradición del dominio de los bienes raíces y los derechos reales
constituidos sobre ellos y que indica el artículo, y ya se ha dicho que aunque la herencia
comprenda éstos bienes no adquiere carácter inmueble, sino que mantiene su calidad de
bien abstracto o sui géneris. Aún más, agregan los que siguen a Urrutia, el art. 686 es
inaplicable porque se refiere a la tradición del dominio y otros derechos reales que
menciona, entre los cuales no se cuenta la herencia, y ésta, aunque en doctrina pueda
mirarse como una forma de dominio, en nuestro derecho positivo no puede seguirse tal
criterio, porque se considera la herencia en forma autónoma o independiente del derecho
de dominio (arts. 577 y 1268). Es un derecho real distinto del dominio.
Ahora bien, como no hay reglas particulares para la tradición del derecho de
herencia, corresponde aplicar las generales del Título de la Tradición. En conformidad a
éstas, la tradición del derecho de herencia puede verificarse por cualquier medio que
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revele la intención del tradente de transferir su derecho de herencia y la del adquirente de
adquirirlo. Se aplican las reglas generales de los arts. 670, 1º y 2º y 684, y en especial, la
expresión “significando”, utilizada en el último.
En consecuencia, siendo la inscripción una manera excepcional de efectuar la
tradición, establecida tan sólo para los inmuebles, y la regla general las formas del art.
684, la tradición del derecho de herencia no requiere de inscripción, y basta para
efectuarla, cualquier manifestación de voluntades en la que conste la intención de
transferir el dominio: por ejemplo, expresándolo en una escritura pública de cesión, o
permitiendo al cesionario o comprador entrar en posesión de los derechos cedidos por el
vendedor, y en cumplimiento de las estipulaciones del contrato, ejercitar dicho cesionario,
por sí y como dueño de estos derechos, las gestiones pertinentes en un juicio en que se
discute la nulidad del testamento del causante.
José Ramón Gutiérrez fue quien postuló esta doctrina, que sostiene que el
derecho real de herencia es mueble o inmueble, según lo sean las cosas singulares en
que ha de ejercerse (para esta doctrina, por ende, tiene plena aplicación el artículo 580
del Código Civil); la herencia, por tanto, es una cosa cuyo carácter depende de los bienes
que la componen. En consecuencia:
- Si sólo se compone de bienes muebles, la herencia será cosa mueble y su
tradición deberá efectuarse por una de las formas previstas en el art. 684, tanto en
la hipótesis general del inciso primero, como en las contenidas en sus numerales,
cuando corresponda.
- Si la herencia se compone únicamente de bienes inmuebles, será cosa inmueble,
y la tradición deberá efectuarse conforme al art. 686.
- Si la herencia comprende bienes muebles e inmuebles, tiene carácter mixto, y su
tradición también deberá efectuarse conforme al art. 686.
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el enajenar la totalidad de su patrimonio hereditario que comprende esos inmuebles de su
exclusiva propiedad”.
Esta sentencia ha sido criticada, porque el art. 688 exige las inscripciones que
señala para la disposición de inmuebles determinados, cosas singulares, pero no para
disponer de una universalidad jurídica como es la herencia, cuya naturaleza no se altera
por el hecho de existir un solo heredero. Además, el art. 688 establece formalidades para
disponer DEL DOMINIO sobre las cosas inmuebles que integran el patrimonio transmitido
y no para disponer DEL DERECHO DE HERENCIA, derecho diferente del dominio.
Además, las normas excepcionales del art. 688 no pueden extenderse a la enajenación
del derecho real de herencia, a pretexto de que “en el hecho” la enajenación de ésta
envuelva la de los bienes comprendidos en la masa hereditaria; y esto, porque las reglas
de excepción no admiten interpretación extensiva.
Así las cosas, se pueden subrayar las siguientes diferencias entre la cesión del
derecho real de herencia, por una parte, y la enajenación de un inmueble hereditario, por
otra:
Ocurrirá ello cuando la herencia está siendo poseída por un falso heredero. En
cuanto al plazo, tal como lo dijimos, debemos distinguir si al heredero putativo se le otorgó
o no la posesión efectiva de la herencia:
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ley nada dice, se ha concluido por la doctrina -Somarriva-, que la prescripción de 5 años
que opera en favor del falso heredero es ordinaria. Ello, atendiendo a dos razones:
Se caracteriza porque en él se confunden los bienes del difunto con los de otras
personas. Se refiere a este acervo el art. 1341 del CC.
Exige la ley proceder a la separación de patrimonios. El ejemplo más usual se
presenta en la sociedad conyugal, al morir uno de los cónyuges. Se forma una masa de
bienes compuesta por los bienes que tenía en dominio el cónyuge difunto y que
constituyen la herencia, por una parte, y los bienes que pertenecen al cónyuge
sobreviviente. Aquí será necesario proceder a liquidar la sociedad conyugal.
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Las bajas generales son las deducciones que es necesario hacer para llevar a
efecto las disposiciones del causante o de la ley. Las bajas generales son:
Su alcance está fijado por el art. 4º de la Ley 16.271, más genérico y comprensivo
que el tenor del art. 959 número 1, que dispone que están comprendidos por las costas de
publicación del testamento, si las hubiere, y las demás anexas a la apertura de la
sucesión. En cambio, el citado artículo 4º, alude también a las costas de la posesión
efectiva y las de partición, incluyendo los honorarios de albaceas y partidores.
En síntesis, se comprenden aquí todos los gastos de la sucesión y partición, sean
o no judiciales.
Se refieren a ellas el número 2 del art. 959 del CC y el art. 4, 3º de la Ley 16.271.
Constituyen sin duda el rubro más importante dentro de las bajas generales de la
herencia, aplicando el aforismo romano de que no hay herencia sino una vez pagadas las
deudas hereditarias.
Se entiende por deudas hereditarias aquellas que tenía en vida el causante. Es
lógico que estas deudas se paguen antes de distribuir los bienes del causante entre los
herederos, pues es la única forma de determinar precisamente qué bienes serán
distribuidos. Entre los asignatarios sólo se divide lo que quede una vez pagadas las
deudas.
Existe pues una diferencia fundamental entre el pago de las deudas hereditarias y
el de las cargas testamentarias, representadas principalmente por los legados que el
testador instituye en el testamento. Primero deben pagarse las deudas hereditarias. En
cambio, las cargas testamentarias, que no constituyen una baja general de la herencia, se
pagan de la parte que el testador pudo disponer libremente.
Este número 3 del art. 959 del CC no tiene ya aplicación en Chile, pues los
impuestos de herencia no gravan la masa hereditaria en su conjunto, sino que cada
asignación hereditaria en particular. Por lo tanto, el impuesto que deba pagar cada
asignatario, debe imputarse a la primera de las bajas generales de la herencia.
Las señalan como bajas generales el art. 959 número 4 del CC y la Ley 16.271,
art. 4º, en relación al art. 1168 del CC. Las asignaciones alimenticias forzosas son
aquellas que por ley debía el causante. No constituyen baja general las asignaciones
alimenticias voluntarias, que deben pagarse con cargo a la cuarta de libre disposición,
igual que los legados.
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los gastos de última enfermedad pagados por los propios herederos con su peculio o con
dinero facilitado por terceros (artículo 4º, número 3).
3º) Acervo líquido o partible: inc. final del art. 959 del CC.
Es el acervo ilíquido al cual se le han deducido las bajas generales que indica el
art. 959 del CC y la Ley número 16.271. Se le llama también acervo partible, porque es
esta masa de bienes la que se divide entre los herederos.
Los arts. 1185, 1186 y 1187 del CC, se refieren a los acervos imaginarios, que
estudiaremos más adelante.
Se diferencian estos acervos de los anteriores, en que no es forzoso que en una
sucesión existan acervos imaginarios. El objeto de estos acervos es amparar el derecho
de los asignatarios forzosos, o, lo que es lo mismo, defender la mitad legitimaria y la
cuarta de mejoras, de las donaciones que en vida haya hecho el causante.
El primer acervo imaginario tiene por objeto amparar a los legitimarios frente a las
donaciones hechas a otros legitimarios; y el segundo defenderlos de donaciones hechas a
terceros.
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1º Debe ser capaz de suceder.
2º Debe ser digno de suceder.
3º Debe ser persona cierta y determinada (art. 1056 del CC)
En el Título II del Libro III, arts. 980 y siguientes del CC, regula el legislador esta
materia. Puede definirse como aquella sucesión que regla el legislador.
Y lo hace en los tres casos que señala el art. 980:
El art. 984, inc. 1º del CC, dispone que se sucede abintestato, ya por derecho
personal, ya por derecho de representación.
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Hemos señalado que la sucesión puede ser directa o indirecta. La sucesión es
directa cuando se sucede personalmente, por uno mismo, sin intervención de otra
persona. En cambio, será indirecta cuando se suceda por derecho de transmisión o por
derecho de representación.
Art. 984, 2º: Consiste en una ficción legal en que se supone que una persona tiene
el lugar y por consiguiente el grado de parentesco y los derechos hereditarios que
tendría su padre o madre, si éste o ésta no quisiese o no pudiese suceder.
La representación en materia sucesoria no debe confundirse con la representación
como institución general consagrada en el art. 1448 del CC.
4.- Requisitos.
a) El art. 984, que define el derecho de representación, se ubica en el Título que se refiere
precisamente a la sucesión intestada.
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aplica el derecho de representación revela lo afirmado: la representación no cabe en la
sucesión testada.
b) En las legítimas, cuando el causante alude a ellas en su testamento: art. 1183 del
Código Civil: “Los legitimarios concurren y son excluidos y representados según el
orden y reglas de la sucesión intestada.”
Tampoco hay aquí propiamente una excepción, porque si en las legítimas opera el
derecho de representación es sencillamente por una consecuencia de la aplicación de las
reglas de la sucesión intestada. (Ver caso 2-B en el anexo).
Se desprende lo anterior del art. 986 del CC, que enumera los órdenes en los
cuales opera el derecho de representación y no menciona para nada a los ascendientes.
Confirma lo dicho el art. 989 inc. final del CC, que dispone que en el segundo orden de
sucesión (precisamente el del cónyuge sobreviviente y de los ascendientes), el
ascendiente de grado más próximo excluye al de grado más remoto.
Así por ejemplo, si fallece una persona soltera, divorciada o viuda, sin dejar
descendencia y le sobreviven su padre y sus abuelos (su madre había fallecido con
anterioridad), no se aplica el derecho de representación y el padre excluye totalmente de
la herencia a los abuelos maternos; estos no concurren en la sucesión en representación
de la madre del causante (la hija de quienes pretenden representarla), porque el derecho
de representación sólo opera en la línea descendente, no en la ascendente.
El caso más frecuente, es el fallecimiento del representado antes que la muerte del
causante. En doctrina nadie discute que en este caso opera la representación; pero en
cambio, no hay acuerdo en la doctrina comparada, sobre si puede representarse a una
persona viva.
En nuestro país sin embargo, la ley zanjó toda discusión: es posible, por cuanto el
art. 987 del CC señala expresamente a las personas a quienes se puede representar,
mencionando al ascendiente cuya herencia se ha repudiado, al incapaz, al indigno, al
desheredado y al que repudió la herencia del difunto. Por ello es que el inciso final del art.
984 del CC habla del padre o madre que no hubiese querido o podido suceder. Una
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persona no quiere suceder cuando repudia la herencia; y no puede hacerlo cuando ha
fallecido, cuando le afecta una causal de indignidad o de incapacidad o cuando ha sido
desheredada.
Respecto de la indignidad, la incapacidad o el desheredamiento, debemos
relacionar el derecho de representación con el art. 250 número 3 del CC, relativo a los
peculios. Forman parte del peculio adventicio extraordinario los bienes que han pasado al
hijo por indignidad o por incapacidad del padre o madre porque este o ésta fue
desheredado. Recordemos que el peculio adventicio extraordinario está compuesto por
aquellos bienes del hijo sobre los cuales el padre o madre carece de derecho legal de
goce. Lo sucedido en este caso es, precisamente, que ha operado el derecho de
representación, y los bienes del padre o madre desheredados, indignos o incapaces han
pasado al hijo. Si el padre o madre conservara el derecho legal de goce sobre estos
bienes del hijo, la sanción impuesta por el legislador en estos casos sería sólo parcial,
pues abarcaría únicamente la nuda propiedad y no los frutos; por ello, en estas
situaciones, la ley también priva al padre o madre del derecho legal de goce de los bienes
del hijo.
Y hay lugar a la representación en la indignidad, incapacidad y desheredamiento,
porque no es justo que los hijos carguen con las culpas de sus padres.
En síntesis, una persona “no puede” suceder al causante:
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la misma razón, el artículo 520 del Código de Procedimiento Civil permite al que sucede
por representación y que repudió la herencia del representado, oponer a los acreedores
de éste una tercería con el objeto de impedir la ejecución a su respecto.
De acuerdo al art. 985 del CC, se puede suceder a una persona por cabeza o por
estirpe. Se sucede por cabeza cuando se sucede personalmente, caso en el cual los
asignatarios toman entre todos y por partes iguales la porción a que la ley los llame.
Cuando se sucede por derecho de representación, se hereda por estirpe, y todos
los representantes, cualquiera que sea su número, dividen por partes iguales la porción
del representado.
El art. 985 dispone que los que suceden por representación “heredan en todos
casos por estirpe”, lo que significa que se aplica siempre la representación aun cuando los
herederos pudieran concurrir por derecho propio, como lo ha declarado también nuestra
jurisprudencia. Así, por ejemplo, si el causante tenía un hermano que murió antes que el
primero y tal hermano deja tres hijos -sobrinos del causante-, estos podrían heredar por
derecho propio, pero de acuerdo al art. 985, lo harán por estirpe. La importancia radica en
que como consecuencia de lo anterior, los sobrinos, sobrinos-nietos, etc, excluyen a todos
los otros colaterales aunque sean de grado más cercano, como lo veremos al estudiar el
tercer orden de sucesión.
El inc. 1º del art. 20 de la Ley sobre Efecto Retroactivo de las Leyes, deja en claro
que la representación es una ficción legal y por ello constituye una mera expectativa y no
un derecho adquirido, quedando sujeta al cambio de legislación. En otras palabras, regirá
la ley vigente al momento de la apertura de la sucesión.
A su vez, en el inc. 2º del mismo artículo, se establece que se respetará la
voluntad del testador, si hubiere dispuesto que a falta del asignatario directo, le sucederán
aquél o aquellos que habrían tenido derecho a representarlo, conforme a las
disposiciones legales vigentes a la época del testamento. Lo anterior no quiere decir que
se aplique el derecho de representación en la sucesión testada; sólo se aplica la voluntad
del testador, que utilizó como referencia lo dispuesto por la ley acerca de la
representación.
8.1 En el derecho de transmisión, el legislador no hace sino aplicar las reglas generales.
El transmitido adquiere su derecho porque él va incluido en la herencia del transmitente.
En la representación, en cambio, estamos ante una ficción legal. El representante
adquiere su derecho porque la ley lo hace ocupar el lugar del representado. De esta
primera diferencia emanan las demás diferencias.
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a) El transmitido debe ser digno y capaz de suceder al transmitente o transmisor. El
representante debe serlo respecto del causante, pero carece de importancia que lo sea
respecto del representado.
b) En el derecho de transmisión, la herencia se transmite con el vicio de la indignidad; no
acontece lo mismo en la representación.
8.4 Se puede adquirir por transmisión, tanto una herencia como un legado. Por
representación sólo se adquieren herencias.
8.6 El derecho de transmisión puede ser invocado por más personas, que aquellas que a
su vez pueden impetrar el derecho de representación. Por transmisión puede adquirir una
herencia cualquier persona que invoque la calidad de heredero del transmisor. En cambio,
sólo pueden adquirir por representación las personas que enumera el art. 986.
2º Principio de igualdad.
Nuestra ley civil no hace distingo alguno, en materia de sucesión intestada, con
relación al sexo de los sucesores ni con la primogenitura ni con la calidad de filiación
determinada, matrimonial o no matrimonial ni con la nacionalidad. De modo que los
llamados a suceder pueden ser indistintamente hombres y mujeres, hijos mayores o
menores, de filiación matrimonial o no matrimonial, chilenos o extranjeros. Sólo interesa
que tengan la relación o filiación que determina la ley para que el llamado surta pleno
efecto: artículos 33, 982 y 997 del Código Civil.
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3º Principio del patrimonio unitario.
Para la ley chilena, el patrimonio del causante está integrado por todos los bienes
que poseía al momento de su muerte, sin que puedan hacerse distingos en cuanto a su
origen. Por lo mismo, es indiferente que el causante los haya adquirido a título oneroso o
gratuito, que le hayan correspondido al causante en la partición de una comunidad o que
los haya adquirido directamente: art. 981.
Nuestra ley consagra dos tipos de relaciones para hacer el llamamiento: la relación
conyugal y la relación consanguínea. No hay otras fuentes para el llamamiento.
La ley llama a la sucesión del causante hijo a los ascendientes en forma ilimitada,
siempre bajo la fórmula de que los ascendientes de grado más próximo excluyen a los de
grado más lejano. Así, por ejemplo, muerto el hijo, de faltar el padre le sucede su abuelo y
de faltar éste su bisabuelo, etc.
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9º Principio de armonización con la sucesión forzosa.
Cuando las normas sobre sucesión intestada llaman a los hermanos del causante,
la ley distingue entre hermanos de doble conjunción o carnales (aquellos que lo son de
parte de padre y madre) y de simple conjunción (aquellos que lo son exclusivamente de
parte de padre o sólo de parte de madre). Los hermanos de simple conjunción (paternos o
maternos) llevan la mitad de lo que les corresponde a los hermanos de doble conjunción.
2.1.- Concepto.
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concurran con la persona que la encabeza, excluyendo y siendo excluidas en la forma
dispuesta por la ley y distribuyéndose todo o parte del patrimonio que el causante no pudo
o no quiso distribuir mediante testamento.
b) El cónyuge sobreviviente.
Su asignación es determinada por el inc. 2º del art. 988; se visualizan al efecto tres
reglas:
1º Si hay dos o más hijos, el viudo o viuda recibirá, por regla general, el doble de lo que
por legítima rigorosa o efectiva corresponda a cada hijo.
2º Si hay sólo un hijo, la cuota del cónyuge sobreviviente será igual a la legítima rigorosa
o efectiva de ese hijo.
De esta forma, pueden presentarse las siguientes situaciones, cuando hay dos o
más hijos (personalmente o representados) y cónyuge sobreviviente:
- si hay dos hijos y cónyuge sobreviviente, dividimos la herencia en cuatro partes,
un cuarto para cada hijo y dos cuartos para el cónyuge sobreviviente; aplicamos la
primera regla, pues el viudo o viuda lleva el 50% de la herencia;
- si hay tres hijos y cónyuge sobreviviente, dividimos la herencia en cinco partes, un
quinto para cada hijo y dos quintos para el cónyuge sobreviviente; aplicamos la
primera regla, pues el viudo o viuda lleva el 40% de la herencia;
- si hay cuatro hijos y cónyuge sobreviviente, dividimos la herencia en seis partes,
un sexto para cada hijo y dos sextos para el viudo o viuda; aplicamos la primera
regla, pues el cónyuge sobreviviente lleva un 33.33% de la herencia;
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- si hay cinco hijos y cónyuge sobreviviente, dividimos la herencia en siete partes,
un séptimo para cada hijo y dos séptimos para la viuda o viudo; aplicamos todavía
la primera regla, pues el cónyuge sobreviviente lleva un 28.58%,
aproximadamente;
- si hay seis hijos y cónyuge sobreviviente, dividimos la herencia en ocho partes, un
octavo para cada hijo y dos octavos para el viudo o viuda; todavía nos
mantenemos en la primera regla, pues dos octavos corresponden exactamente al
mínimo previsto por la ley para el cónyuge sobreviviente, esto es, un 25%;
- si hay siete o más hijos, debemos aplicar la tercera regla, pues de aplicar la
primera, habría que dividir la herencia en nueve partes, lo que arrojaría para el
viudo o viuda un porcentaje inferior al 25%, pues dos novenos están por debajo
del expresado porcentaje.
“Artículo 45. Deróganse las leyes N°s. 7.613 y 18.7 03 y los artículos 26, número 5, y 39
de la Ley N° 16.618.”
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“Los que tengan la calidad de adoptante y adoptado conforme a la ley N° 7.613 o a
las reglas de la adopción simple contemplada en la Ley N° 18.703, continuarán sujetos a
los efectos de la adopción previstos en las respectivas disposiciones, incluso en materia
sucesoria.”
“No obstante lo dispuesto en el inciso anterior, esos adoptantes y adoptados,
cualquiera sea su edad, podrán acordar que se les apliquen los efectos que establece el
artículo 37, inciso primero, de esta ley, si se cumplen los siguientes requisitos:
a) El pacto deberá constar en escritura pública, que suscribirán él o los adoptantes y el
adoptado, por sí mismo o por curador especial, según el caso. Si la adopción se otorgó
conforme a la ley N° 7.613, además deberán prestar su consentimiento las otras personas
que señala su artículo 2°, y en caso de la adopción simple establecida en al Ley N°
18.703, las personas casadas no divorciadas (hoy, casadas no separadas judicialmente)
requerirán el consentimiento de su respectivo cónyuge;
b) El pacto se someterá a la aprobación del juez competente, la que se otorgará luego de
que se realicen las diligencias que el tribunal estime necesarias para acreditar las
ventajas para el adoptado. Tales diligencias, en el caso de la adopción regulada por la ley
N° 7.613, contemplarán necesariamente la audiencia de los parientes a que se refiere el
inciso primero de su artículo 12, si los hay; y, tratándose de la adopción simple que norma
la ley N° 18.703, la audiencia de los padres del ad optado siempre que ello sea posible, y
c) La escritura pública y la resolución judicial que apruebe el pacto se subinscribirán al
margen de la inscripción de nacimiento del adoptado, y sólo desde esa fecha producirán
efecto respecto de las partes y de terceros.
Se aplicará a la adopción constitutiva del estado civil así obtenida el articulo 38 de
esta ley, con la salvedad de que, además del adoptado, podrán solicitar su declaración de
nulidad las personas que tengan actual interés en ella, en el cuadrienio que empezará a
computarse desde la subinscripción practicada en el Registro Civil.”
Si el art. 45 inciso 3° dice que adoptantes y adopt ados podrán acordar que se les
apliquen los efectos que establece el artículo 37 de la Ley N° 19.620, y tales efectos
se refieren precisamente a conferir el estado civil de hijo de los adoptantes, podríamos
concluir que sólo en el evento que se formalice el referido pacto, el adoptado tendrá la
calidad de “hijo” del adoptante y por ende quedará comprendido entre aquellos llamados
en el art. 988 a la sucesión del causante. Y a contrario sensu, si no se ejerce el derecho
conferido en el artículo 45, podríamos concluir que no se podrán aplicar al adoptado los
efectos previstos en el citado art. 37, lo que supone que no podrá considerársele como
“hijo” del adoptante. Con todo, admitimos que tal interpretación colisiona con la frase final
del inciso 2° del artículo 45. El punto, en definit iva, deberá ser dilucidado por nuestros
tribunales.
30
mitad de la asignación del hijo matrimonial o no matrimonial, con un límite máximo
de una cuarta parte de la herencia o de la mitad legitimaria, según el caso;
- En el segundo orden de sucesión regular (que se abría cuando el causante no
había dejado descendientes): el adoptado concurriría con los ascendientes
matrimoniales del causante y con su cónyuge sobreviviente. Aplicando el artículo
24º inciso 2º de la Ley 7.613, debe dividirse la herencia en seis partes: tres para
los ascendientes, dos para el cónyuge sobreviviente y una para el adoptado. De
faltar cónyuge sobreviviente, la herencia debería dividirse por mitades entre los
ascendientes y el adoptado (por cobrar aplicación el antiguo –derogado- artículo
989, que se encontraría vigente para estos efectos, por disposición del artículo 45º
de la Ley 19.620);
- En el tercer orden de sucesión regular (que se abría a falta de descendientes y
ascendientes): el adoptado y el cónyuge sobreviviente deberían repartirse la
herencia en partes iguales; si falta el cónyuge, Corral opina que debe abrirse un
nuevo orden sucesorio, debiendo concurrir el adoptado con los hermanos del
causante, correspondiendo tres cuartas partes de la herencia al adoptado y una
cuarta parte a los hermanos (aplicando los artículos 990, inciso 3º del Código Civil
y 45º de la Ley 19.620). Si no concurren hermanos, ni cónyuge, toda la herencia
sería para el adoptado.
- En el primer orden de sucesión irregular, debiera aplicarse el antiguo texto del
artículo 993, inciso 3, que no obstante haber sido modificado por la Ley número
19.585, se mantendría vigente, para lo concerniente al adoptado, por mandato del
artículo 45º de la Ley número 19.620. Esto significa que debemos aplicar las
mismas reglas previstas para el primer orden regular.
- En cuanto al segundo orden de sucesión irregular, distingue Corral dos
situaciones:
i) Si concurren padres no matrimoniales, la herencia debería
dividirse en tres sextos para los padres, dos para el cónyuge sobreviviente
y uno para el adoptado; de faltar el cónyuge sobreviviente, la herencia debe
dividirse por mitades entre los padres no matrimoniales y el adoptado; si
faltan los padres del causante pero concurre cónyuge sobreviviente, la
herencia también se divide por mitades, entre el cónyuge sobreviviente y el
adoptado (todo lo anterior, por aplicación de los artículos 24 inciso 3º de la
Ley 7.613 y 993 inciso 7º (en su texto antiguo);
ii) Si no concurren los padres no matrimoniales del causante, pero sí
otros ascendientes (abuelos, por ejemplo, que antes de la reforma de la
Ley número 19.585 no estaban jurídicamente vinculados al “nieto natural”,
dado que éste, en realidad, no tenía abuelos ante el Derecho), la herencia
debe dividirse en tres partes para los ascendientes, dos para el cónyuge
sobreviviente y una para el adoptado. De faltar cónyuge, la herencia
debería dividirse por mitades entre los ascendientes y el adoptado (lo
anterior, pues recobraría vigencia el antiguo texto del artículo 989, así como
también el artículo 24º inciso 2º de la Ley 7.613, preceptos que, por
mandato del artículo 45º de la Ley 19.620, se mantendrían en realidad
vigentes, para los efectos de deferir sus derechos sucesorios al adoptado.
- Por último, a falta de descendientes, ascendientes y cónyuge sobreviviente, toda
la herencia debiera ser para el adoptado, excluyendo a los hermanos del
adoptante, porque conforme al antiguo texto del artículo 993, los hijos naturales
excluían a los hermanos del causante, y el adoptado se asimilaba a los primeros.
31
Como se indica en el trabajo de Edgardo Urbano Moreno, distinta opinión tienen
otros autores, como María Dora Martinic, René Ramos y Gonzalo Figueroa, aunque
Urbano sólo desarrolla la tesis de la primera. Sostiene ella que “el adoptado concurre en
la sucesión intestada del adoptante como hijo natural. Habiéndose abolido esa categoría
de hijos, habrá que concluir que el adoptado concurre en la sucesión intestada del
adoptante como hijo, mejorando sus derechos hereditarios”. Por ende, en el primer orden
sucesorio, a juicio de la profesora Martinic, el adoptado bajo la modalidad contemplada en
la Ley número 7.613 sería un hijo más, aunque sabemos que no lo es ni nunca lo fue.
Pero esta fórmula de la profesora Martinic, que no compartimos, según ya lo expresamos,
puede admitirse siempre y cuando nos mantengamos en el primer orden sucesorio, para
lo que resulta necesario que efectivamente hayan descendientes del causante. A falta de
ellos, debemos pasar al segundo orden sucesorio, surgiendo entonces dos posibles
interpretaciones, a juicio tanto de la profesora Martinic como de René Ramos Pazos:
- Podría entenderse tácitamente derogado el artículo 24º de la Ley 7.613, pues “el
adoptado no pasa al segundo orden de sucesión, quedándose en el primero y
fijando el orden a falta de hijos”, interpretación que Edgardo Urbano no comparte,
toda vez que colisiona directamente con el artículo 45 inciso 2º de la Ley número
19.620;
- Se podría estimar que se mantiene la cuota asignada por el artículo 24º de la Ley
7.613 al adoptado, a quien por ende correspondería sólo un sexto de la herencia,
recibiendo el cónyuge sobreviviente dos sextos y los ascendientes el sexto
restante.
Está contemplado en el art. 989 del CC. Se aplica este orden cuando no hay
posteridad: vale decir, hijos ni descendientes de éstos con derecho a representarlos.
Concurren en este segundo orden de sucesión el cónyuge sobreviviente y los
ascendientes. El orden hemos de llamarlo “Del cónyuge sobreviviente y de los
ascendientes”, porque si falta el primero, no pasamos al tercer orden, llevándose toda la
herencia los ascendientes de grado más próximo.
Los ascendientes serán herederos, sea que el causante haya tenido una filiación
determinada matrimonial o no matrimonial. Sin embargo, la ley priva de asignación
hereditaria abintestato a los padres del causante, en dos casos:
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alegarse contra disposiciones testamentarias posteriores a los hechos que las
producen. No cabe duda de que el padre o madre que no respeta el impedimento
atenta contra la integridad del patrimonio de sus hijos o pupilos e incurre en la
causal de indignidad del número 2 del art. 968 (“atentado grave contra...los bienes
de la persona de cuya sucesión se trata”, causal de injuria atroz). Siendo así,
resulta aplicable el art. 973.
D) Cuarto orden de sucesión: de los otros colaterales (art. 992 del CC).
33
Personas llamadas: los colaterales de grado más próximo excluyen a los de
grado más lejano. Sin embargo, no se podrá excluir a uno de grado más próximo, cuando
éste tenga representantes. Los colaterales llamados no se extienden más allá del sexto
grado inclusive. Estos son los primos, vulgarmente llamados primos en segundo grado.
Basándose en esta disposición del CC y otras, se concluye que desde un punto de vista
jurídico, la familia no se extiende más allá del sexto grado en la línea colateral, ya que
más allá no hay derechos hereditarios.
Los colaterales de simple conjunción (parientes del causante por parte de padre o
de madre) gozan de menores derechos que los colaterales de doble conjunción (parientes
del causante por parte de padre y madre). Los primeros tendrán derecho a la mitad de la
porción de los segundos.
Conforme a lo expuesto, los colaterales llamados en este orden son los de tercer a
sexto grado inclusive. Conviene precisar que los colaterales pueden serlo “hacia arriba”
(caso de los tíos) o “hacia abajo” (caso de los primos hermanos). Puesto que la ley no
hace distingos, pueden suceder al causante unos y otros. Sin embargo, tal como
indicábamos, si concurren, por ejemplo, un sobrino (colateral de tercer grado) y un tío
(también colateral de tercer grado), preferirá el sobrino. Ello, porque éste heredará por
derecho de representación, reemplazando al padre (hermano del causante) y ocupando
su mismo lugar (colateral de segundo grado).
La ley llama en el art. 995, a falta de todos los herederos abintestato designados
en los artículos 988 a 992, al Fisco, esto es, la persona jurídica del Estado. El Fisco, para
los efectos de solicitar la posesión efectiva de la herencia, actúa representado por el
Ministerio de Bienes Nacionales (artículo 43 del Decreto Ley número 1.939). El Fisco es el
representante económico del Estado y de la colectividad en general.
1.- Situación del cónyuge que ha dado motivo a la separación judicial por su culpa –
34
El art. 994 no se aplica si ha cesado la separación judicial, reanudándose la vida
en común de los cónyuges (artículo 38 de la Ley de Matrimonio Civil). Si ésta ha cesado
de producir sus efectos antes del fallecimiento del causante, no se aplica el artículo 994.
En todo caso, recordemos que si la separación judicial fue decretada en virtud del artículo
26 de la Ley de Matrimonio Civil, vale decir, a consecuencia de haber incurrido cualquiera
de los cónyuges en una violación grave de los deberes y obligaciones que les impone el
matrimonio o en una violación grave de los deberes y obligaciones para con los hijos, la
reanudación de la vida en común sólo será oponible a terceros (o sea, a los herederos
que serán excluidos por el cónyuge) cuando se revoque judicialmente la sentencia de
separación, a petición de ambos cónyuges y practicándose la subinscripción
correspondiente en el Registro Civil (artículo 39, inciso 1º, Ley de Matrimonio Civil).
Para Somarriva, el cónyuge cuyo matrimonio fue anulado, aunque este haya sido
putativo, no tiene derechos hereditarios abintestato. Aunque la ley no se puso en el caso,
hay casi unanimidad en la conclusión anterior. Desde luego, en el matrimonio
simplemente nulo no cabe discusión alguna, pues es lo mismo que si no hubiera existido
matrimonio, y no puede haber derechos hereditarios abintestato entre los presuntos
cónyuges. Pero cabe preguntarse si acaso el matrimonio que fue nulo putativo, es decir,
un matrimonio que, a pesar de su nulidad, produce iguales efectos civiles al válido, da
derechos hereditarios al cónyuge sobreviviente cuyo matrimonio tuvo ese carácter en la
sucesión abintestato del causante.
Para Somarriva, la respuesta debe ser negativa, porque el matrimonio putativo
supone, para producir efectos, la buena fe de los cónyuges; desde el momento en que
esta cesa, el matrimonio deja de producir sus efectos. Y esta buena fe es incompatible -en
opinión de Somarriva-, con la sola notificación de la demanda de nulidad y con mayor
razón, con la declaración misma de nulidad del matrimonio. Debemos concluir entonces,
afirma, que si se anuló el matrimonio y aun cuando éste fuere nulo putativo, el cónyuge
sobreviviente no tiene derechos en la sucesión abintestato del difunto.
Sin embargo, señala Somarriva que hay un caso de excepción que puede dar
lugar a que el cónyuge sobreviviente, cuyo matrimonio se ha anulado, tenga derechos
hereditarios: es el caso del art. 34 de la Ley de Matrimonio Civil, que permite pedir la
nulidad del matrimonio aun después de fallecido uno de los cónyuges si la causal es la de
vínculo matrimonial no disuelto. En tal caso, el matrimonio así anulado puede ser putativo
y el ex cónyuge sobreviviente concurrir a la herencia, pues esta clase de matrimonio
produce los mismos efectos que el válido y el cónyuge sobreviviente pudo estar de buena
fe al fallecimiento del causante. Recordemos que si era el difunto el cónyuge bígamo, se
producirá la curiosa situación de que concurrirán a la herencia dos cónyuges
sobrevivientes, quienes deberán dividir por mitades sus derechos.
Rodríguez Grez agrega un matiz a la conclusión de Somarriva. Concuerda en que
si el matrimonio del causante se ha disuelto por nulidad, el cónyuge sobreviviente no
tendrá derecho alguno en la sucesión porque carece de vínculo matrimonial, que es la
fuente de los derechos sucesorios en este caso. Si el matrimonio fuere putativo, con
arreglo al art. 51 de la Ley de Matrimonio Civil, surtirá efectos civiles, pero no transforma
al ex cónyuge en asignatario del premuerto. Con todo -y he aquí el matiz anunciado-, si la
nulidad se declara por sentencia judicial después de muerto el otro cónyuge, y el
matrimonio es putativo, estima Rodríguez que el sobreviviente debe ser considerado
heredero porque el matrimonio produjo sus efectos en el momento de abrirse la sucesión.
Rodríguez no comparte en este punto la afirmación de Somarriva, en orden a que la
buena fe desaparece necesariamente -y con ello la posibilidad de considerar al
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matrimonio como putativo-, al momento de notificar la demanda. Señala Rodríguez que la
buena fe del cónyuge notificado de una demanda de nulidad de matrimonio puede
subsistir, como quiera que la sola pretensión de nulidad no es suficiente para hacerla
desaparecer. Seguramente, dice Rodríguez, el raciocinio de Somarriva está inspirado en
el art. 907, relativo a las “prestaciones mutuas”, que establece que el poseedor de buena
fe no está obligado a restituir los frutos percibidos antes de la contestación de la
demanda. Pero esta norma, dice Rodríguez, sólo tiene aplicación en aquella materia, y ni
siquiera allí se pierde la buena fe por la notificación de la demanda, sino por la
contestación de ella.
Los extranjeros tienen los mismos derechos que los chilenos en las sucesiones
abintestato abiertas en Chile: art. 997. Esta norma no hace sino aplicar en el derecho
sucesorio, el principio general contemplado en el art. 57.
Según el art. 955, la sucesión se abre en el último domicilio del causante, y se rige
por la ley del país en que éste tuvo su último domicilio. Ahora bien, puede ocurrir que una
persona fallezca teniendo su último domicilio en el extranjero, pero dejando herederos
chilenos. En este caso, se hace excepción al principio del art. 955 y los chilenos tienen en
la sucesión, regida por la ley extranjera, los derechos que les reconoce le ley chilena.
Y ello es así, porque si la persona cuya sucesión se abre en el extranjero es
chilena, rige el art. 15, según el cual los chilenos en el extranjero quedan sujetos a las
leyes patrias en lo referente a sus obligaciones civiles con su cónyuge y parientes
chilenos. En consecuencia, si un chileno fallece teniendo su último domicilio en el
extranjero, su sucesión, de acuerdo al art. 955, se regirá por la ley extranjera, pero el
cónyuge y parientes chilenos tendrán los derechos que establece nuestra legislación.
Lo mismo acontecerá si el que fallece en el extranjero no es chileno, pero ahora,
por expreso mandato del art. 998.
Cabe consignar que el art. 998 es una excepción al art. 955, en el sentido de que
aplicándose la ley extranjera a una sucesión abierta fuera del país, una parte de ella, la
relativa a los herederos chilenos, se rige por nuestro derecho. Dicho de otro modo, no se
aplica íntegramente la ley extranjera como lo ordena el art. 955, sino que parcialmente. En
lo demás, el art. 998 debe ser entendido en armonía con el principio general consagrado
en el art. 955: si el extranjero fallece en el extranjero teniendo su último domicilio en Chile,
rige la ley chilena y viceversa.
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2.2 Que fallezca teniendo su último domicilio en el extranjero.
a) Si no hay herederos chilenos, rige íntegramente el principio del art. 955, es decir, se
aplica la ley extranjera y ninguna otra.
Los derechos hereditarios de estos extranjeros pueden incluso hacerse efectivos
en bienes situados en Chile, con lo cual se hace una excepción al art. 16, que establece
que los bienes situados en Chile se rigen por la ley chilena. Numerosos fallos han
declarado que procede cumplir en Chile las sentencias dictadas en materia sucesoria en
países extranjeros, si no perjudican los derechos de herederos chilenos.
Ahora bien, un extranjero no puede, asilándose en la ley chilena que le reconoce
derechos hereditarios, pretender hacerlos efectivos en bienes situados en Chile, si la ley
extranjera no reconoce tales derechos. Se llega a esta conclusión, porque el art. 998 hace
excepción al art. 955 sólo en favor de los herederos chilenos pero no de los extranjeros, y
si bien el art. 997 dispone que los extranjeros tienen para la ley chilena los mismos
derechos hereditarios que los chilenos, el precepto se refiere expresamente a las
sucesiones abiertas en Chile. En consecuencia, un extranjero que según la ley del país en
que se abre la sucesión no es heredero, pero sí lo sería conforme a la legislación chilena,
no puede hacer efectivos los derechos que según ésta tendría sobre bienes situados en
nuestro país, porque el art. 955 se lo impide. Así lo declara un fallo de nuestros tribunales.
b) Si el extranjero deja herederos chilenos, éstos tienen en su sucesión los derechos que
les reconoce la ley chilena, y no la legislación por la cual se está rigiendo la sucesión,
conforme al art. 998,1º.
Pero en la práctica, para que puedan hacerse efectivos estos derechos, será
necesario que el causante haya dejado bienes en Chile. Si no ocurre así, a la postre
habrá que estar a lo dispuesto por la ley extranjera, pues no se puede pretender que el
art. 998 rija más allá de nuestras fronteras. Si la ley extranjera reconoce derechos
hereditarios a los chilenos, se aplicará el principio del art. 998, y si no lo hace así,
entonces esta protección a los herederos chilenos quedará sin aplicación práctica.
Es por esta razón que el art. 998, 2º, establece una verdadera preferencia en
beneficio de los herederos chilenos, para que hagan efectivos los derechos que le
reconocen las leyes patrias en los bienes dejados por el causante en Chile, pudiendo
pagarse en ellos todo lo que les corresponda en conformidad a nuestras leyes en la
sucesión del extranjero. Este mismo derecho de preferencia tendrán los chilenos en la
sucesión de un chileno, pues así lo establece el art. 998, inciso final. De tal forma, si un
chileno fallece en el extranjero dejando bienes en Chile, y la legislación del país en el cual
tenía su último domicilio pretende desconocer el derecho de los herederos chilenos, éstos
tienen preferencia para pagarse en los bienes ubicados en nuestro país.
Somarriva se pregunta si acaso el Fisco queda comprendido dentro de la
expresión “chilenos” que utiliza el art. 998, es decir, si no existiendo según la ley chilena
otros herederos abintestato de mejor derecho, pero sí según la ley extranjera, podría
hacer el Fisco efectivos sus derechos en los bienes ubicados en Chile. Somarriva
concluye que el Fisco queda comprendido dentro de la expresión “chilenos”, pues es un
heredero abintestato como cualquier otro.
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3.- Caso en que la ley extranjera reconozca mayores derechos a los herederos
chilenos que nuestra propia legislación.
Así, por ejemplo, puede suceder que en un caso la ley chilena diga que le
corresponde al cónyuge sobreviviente un cuarto de la herencia, y la extranjera, la mitad de
la herencia. Al respecto, es evidente que el cónyuge, en el país en que se abre la
sucesión, puede hacer valer los derechos que le reconoce la ley extranjera. Pero si hace
efectivos sus derechos en bienes ubicados en Chile, ¿deberá sujetarse a la ley chilena o
podrá asilarse en la ley extranjera?
Para solucionar este problema, señala Somarriva, debemos recurrir al espíritu de
la ley, que en este caso no fue otro, indudablemente, que amparar a los herederos
chilenos frente a las sucesiones abiertas en el extranjero; evitar que a costa de bienes
situados en Chile se desmejore la situación reconocida por las leyes patrias a los
herederos chilenos. Pero si, por el contrario, la ley extranjera es más favorable que la
nacional, parece lógico concluir que los herederos chilenos pueden renunciar a la facultad
establecida en el art. 998 y volver a la regla general del art. 955, esto es, acogerse a la ley
del país en que se abrió la sucesión.
El art. 998 está ubicado entre las reglas de la sucesión abintestato y comienza
diciendo “en la sucesión abintestato de un extranjero...”. Pero de acuerdo con la doctrina
unánime, este precepto debe aplicarse por analogía a las sucesiones testamentarias en lo
que respecta a las asignaciones forzosas de los sucesores chilenos, pues existen las
mismas razones de protección en una y otra sucesión.
Por otra parte, destaca Somarriva, es indiscutible que el art. se aplica a las
legítimas, pues el art. 1184 determina que éstas se distribuyen según las reglas de la
sucesión intestada, entre las cuales figura el art. 998.
En caso de que el causante fallecido teniendo su último domicilio en el extranjero
sea chileno, no hay duda de que los asignatarios forzosos chilenos tienen los derechos de
la ley chilena, pues el art. 15 es de aplicación general. Mayor razón hay para defender a
los chilenos si el causante era extranjero.
Los asignatarios testamentarios chilenos cuyos derechos sean desconocidos por
una ley extranjera deben tener el derecho de preferencia establecido en el inciso final del
art. 998, por aplicación analógica del precepto.
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perfectamente coherente, pues entre el llamado que hace el testador a suceder en sus
bienes y el que hace la ley, tiene preeminencia el primero, puesto que es expreso, siendo
el segundo (el que hace la ley) presuntivo.
El inc. 2º del art. 996 se refiere a la situación de los que suceden a la vez por
testamento y abintestato. El precepto es algo difuso y ha servido para confundir el
propósito del legislador.
El inc. 3º establece que prevalecerá sobre todo ello (se refiere a los dos incisos
anteriores) la voluntad expresa del testador, en lo que de derecho corresponda.
El inc. 4º advierte que en todo caso, la regla del inciso 1º se aplicará una vez
enteradas totalmente, a quienes tienen derecho a ellas, las legítimas y mejoras de la
herencia.
Descomponiendo el art. 996, distinguimos cuatro situaciones posibles:
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debe imputar a esa cantidad los $2.000.000.- que lleva por testamento, sólo recibe
abintestato los otros $2.000.000.- (en total, $4.000.000.-).
b) Según la segunda interpretación, lo que corresponde abintestato es lo
que tocaría a cada heredero si la sucesión fuera íntegramente intestada. En el
ejemplo, a cada heredero le correspondería $5.000.000.-. El heredero A llevaría
$5.000.000.- ($2.000.000.- por testamento y $3.000.000.- como heredero
abintestato) y el heredero B otros $5.000.000.-
1º Puede ocurrir que el causante haya dispuesto de una parte de su patrimonio por
testamento. En aquella parte se aplicará la sucesión testamentaria y en la parte en que no
dispuso la sucesión intestada.
3º Puede ocurrir que parte del testamento sea declarado nulo (por error en la
voluntad del testador), razón por la cual una parte de los bienes del causante queda sin
asignatario, siendo aplicable a ella la sucesión intestada.
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4º Puede ocurrir que el testador haya instituido sólo herederos de cuota y todas
ellas juntas no alcancen la unidad (es decir, el 100%). En este caso, establece el art. 1100
que la parte que falta para completar el entero se rige por las normas de la sucesión
intestada y los herederos se entienden llamados como herederos del remanente.
a) Que el causante no disponga de sus bienes por testamento, sino que se limite a
formular declaraciones (por ejemplo, reconoce un hijo o reconoce una deuda);
b) Que el causante disponga de sus bienes por testamento, pero que parte de dichas
disposiciones o todas ellas no produzcan efectos; y
c) Que el causante disponga de sus bienes, pero contraviniendo la ley, sea en cuanto a
las normas que regulan el testamento o en cuanto a la forma o personas que instituye
herederos.
En todos estos casos recobra su plena vigencia la sucesión intestada para suplir la
voluntad del testador, sea porque ella no se manifestó, o se manifestó ilegalmente o no
tuvieron efecto sus disposiciones.
Como hemos visto, en realidad nuestro sistema sucesorio establece una sucesión
mixta, cuando se aplican conjuntamente las normas que regulan la sucesión
testamentaria y las normas que regulan la sucesión intestada. Las normas de una y otra
clase de sucesión se aplican a partes distintas del "as" hereditario.
Pero lo más frecuente será una sucesión múltiple, en la que se apliquen las
normas de la sucesión testamentaria, la sucesión intestada, la sucesión forzosa (o legal) y
la sucesión semiforzosa.
1.- Concepto.
Trata del testamento el Título III del Libro III del CC, arts. 999 y siguientes. El
origen etimológico del término deriva de dos expresiones latinas: "testatio mentis", que
quieren decir testimonios de la voluntad. En efecto, en el testamento se manifiesta la
última voluntad del que lo otorga.
El art. 999 proporciona una definición de testamento que da una idea muy
adecuada de esta institución: “El testamento es un acto más o menos solemne, en que
una persona dispone del todo o de una parte de sus bienes para que tenga pleno efecto
después de sus días, conservando la facultad de revocar las disposiciones contenidas en
él, mientras viva.”
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Analizaremos seguidamente esta definición, enunciando las características del
testamento.
2.- Características.
B) El testamento es un acto más o menos solemne. Completan esta idea los arts. 1000
y 1002. El art. 1000 se refiere a las donaciones revocables, las cuales pueden ser
otorgadas en conformidad a las solemnidades del testamento o de las donaciones
irrevocables o entre vivos. La última parte del precepto se refiere a las donaciones entre
cónyuges, las cuales sólo pueden ser revocables, jamás irrevocables. El art. 1002, a su
vez, dispone que los documentos a que se refiera el testador en el testamento no se
mirarán como parte del mismo, aunque el testador así lo dispusiere. El precepto se
justifica, porque en dichas “cédulas y papeles” no se han respetado las formalidades del
testamento y mal pueden en consecuencia formar parte de él y tener su mismo valor.
El testamento por lo tanto es siempre solemne, exige solemnidades objetivas, es decir
establecidas en atención al acto en sí mismo. El fundamento de la exigencia del legislador
de que la voluntad del testador se manifieste siempre en forma solemne es doble:
a) Porque así queda una prueba preconstituida acerca de cual fue la voluntad real
del testador.
b) Porque el testamento es un acto de importancia en la vida jurídica; en efecto, él
da origen a la sucesión por causa de muerte, y el legislador siempre rodea de
solemnidades los actos de trascendencia en el derecho. Las formalidades hacen
que la voluntad se manifieste en forma más clara y meditada, evitando en lo
posible la concurrencia de vicios en ella.
Finalmente, en este punto, cabe hacer presente que de la expresión "más o menos
solemne" se desprende una importante clasificación del testamento: cuando el testamento
es más solemne nos hallamos en presencia del testamento propiamente solemne; y
cuando es menos solemne, nos encontramos ante un testamento privilegiado. Estos
últimos tienen por objeto permitir que una persona enfrentada a un trance extremo o
peligro de muerte, pueda disponer de sus bienes si no ha tenido la precaución de hacerlo
con antelación. Pero, siendo el testamento un acto de ultima voluntad, la ley exige
resguardar la seriedad y autenticidad del mismo. No se trata de solemnidades destinadas
a dar a quien lo otorga la posibilidad de medir y pesar sus decisiones. Se trata de
formalidades que aseguren que lo expresado por el testador corresponde efectiva y
fielmente a su verdadera voluntad. La conclusión anterior acerca de la finalidad de dichas
solemnidades es de Rodríguez Grez, y la fundamenta en los arts. 1032 y 1033, que
reglamentan el testamento verbal y a los cuales más adelante volveremos. Reiteramos en
todo caso que todo testamento debe cumplir ciertas solemnidades; la diferencia entre
ambas clases de testamento estriba en que aquellas son menos estrictas en el
testamento privilegiado.
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C) El testamento es un acto personalísimo. La definición continúa diciendo que el
testamento es un acto en que “una persona” dispone de sus bienes. Habría que agregar
que es un acto de una sola persona, como expresamente lo dice el inc.1º del art. 1003.
Esta es una peculiaridad del testamento, pues los demás actos de la vida jurídica admiten
la participación de varias personas; así, el reconocimiento de hijo, que también es un acto
unilateral, pueden hacerlo ambos padres conjuntamente; en la compraventa pueden
intervenir muchas personas, etc.
El carácter personalísimo del testamento trae consigo dos consecuencias jurídicas
de interés:
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carácter revocable -por lo tanto se confirman con la muerte del donante o
promisor-, razón por la cual pueden tomar la forma de contratos entre vivos y no
someterse a las solemnidades del testamento.
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La facultad de revocar el testamento es de orden publico, ya que es característica
esencial del testamento. Por ello, el art. 1001 no reconoce valor a ninguna cláusula
testamentaria que signifique entorpecer esta facultad de revocación.
En definitiva, en cuanto a los bienes sobre que versan las disposiciones
testamentarias, el testamento es esencialmente provisional, pues siempre se puede
revocar. El testamento sólo se hace definitivo a partir del fallecimiento del causante o
desde el momento en que cae en demencia o se imposibilita de oír y expresar su voluntad
(sordomudez). Pero no es un acto provisional respecto de las declaraciones, las cuales,
en ciertos casos, producirán efecto desde que se hicieron, sin que pueda el testador
revocarlas, pues han fijado derechos permanentes.
Digamos finalmente acerca de esta característica, que la revocación, como
estudiaremos, ha de hacerse por otro testamento.
1.- Clasificación.
Los requisitos del testamento son de tres clases: requisitos internos, requisitos
externos o solemnidades y los que dicen relación con las disposiciones testamentarias en
sí mismas.
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2.- Requisitos internos del testamento.
Por regla general, como lo sabemos desde Derecho Civil I, todas las personas son
capaces, excepto aquellas que la ley declara incapaces. Así lo dice el art. 1446 respecto
de los actos o contratos; el art. 1795 en la compraventa y el art. 961 respecto de la
capacidad para suceder. Por lo tanto, son hábiles para testar todos a quienes la ley no
declara incapaces.
El art. 1005 establece las diversas causales de incapacidad, señalando en su
inciso final que las personas no comprendidas en esta enumeración son hábiles para
testar.
Son incapaces para otorgar testamento:
a) El impúber.
No hay ninguna novedad en ello, pues se trata de un absolutamente incapaz,
presumiendo el legislador que carece enteramente de voluntad.
46
la demencia para anular el testamento. En cambio, si el demente no está bajo interdicción,
los que impugnen el testamento invocando esta causal deberán probar la falta de razón.
El art. 1006 tiene importancia también en relación con la Ley de Efecto Retroactivo
de las leyes. Esta ley no determina en su art. 18 por qué ley han de regirse los requisitos
internos del testamento. El art. 1006 ha dado base para sostener que se rigen por la ley
vigente al otorgamiento del testamento.
Del examen de las causales de inhabilidad para testar se concluye que pueden
hacerlo los menores adultos (recordemos por lo demás el art. 262) y los disipadores
interdictos. Estos últimos pueden testar, puesto que el testamento no implica
administración de bienes sino disposición de ellos para después de sus días. Sin
embargo, el testador debe ser mayor de edad, si pretende restablecer los derechos
hereditarios de su progenitor, cuya paternidad o maternidad se determinó judicialmente y
con su oposición (artículo 203 del Código Civil).
47
2.2 Voluntad exenta de vicios.
a) Requisitos de la fuerza.
El art. 1007 declara que mediando fuerza, el testamento es nulo “en todas sus
partes”. Sabemos que la sanción de la fuerza es la nulidad relativa. Sin embargo, parte de
la doctrina ha estimado que la sanción, en el caso del art. 1007, no sería la nulidad
relativa sino la absoluta, basándose en dos argumentos:
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a) El tenor del precepto: al decir que el testamento es nulo en todas sus partes, estaría
indicando que se trata de la máxima sanción legal.
Es el mismo problema que plantea el art. 2453 en la transacción, al decir que es
“nula en todas sus partes” la transacción obtenida con violencia.
b) Se agrega que la trascendencia que tiene la fuerza en el caso especial del testamento
ha movido a sancionarla con la nulidad absoluta. Sería de tal gravedad este vicio de la
voluntad en el testamento que es lógico aplicarle la máxima sanción legal.
Sin embargo, tal como señala Somarriva, a pesar de los argumentos indicados,
parece más lógico concluir que la sanción es siempre la nulidad relativa, pues al utilizar el
legislador la expresión “nulo en todas sus partes” ha querido significar que en presencia
de la fuerza, el testamento es nulo en su totalidad, y no sólo en la cláusula obtenida con
fuerza. Esta interpretación explicaría también la frase “de cualquier modo”, que podría
significar: sea que la fuerza afecte a todas las disposiciones testamentarias o sólo a
alguna de ellas, el testamento es nulo en su integridad.
La historia fidedigna del establecimiento de la ley confirmaría la interpretación
anterior, pues en el proyecto de 1853 sólo era nula la cláusula testamentaria obtenida por
la fuerza. El legislador cambió de criterio y en semejante situación declaró nulo el
testamento “en todas sus partes”, o sea, en su totalidad.
Recordemos finalmente, que el art. 968 número 4, además hace indigno de
suceder a quien obtiene por la fuerza una disposición testamentaria en su favor, razón por
la cual si anulado el testamento el autor de la fuerza fuere heredero testamentario en otro
testamento o heredero intestado, perderá todo derecho en la sucesión del causante. Igual
indignidad afectará al que haya impedido por la fuerza testar al causante, situación en la
cual se hará indigno de sucederlo en el testamento que ha dejado o intestadamente. Cabe
indicar que si se impidió testar, puede suceder que con antelación el causante sí hubiere
otorgado testamento. En tal evento, deberá ejecutarse tal testamento, pero quien por la
fuerza impidió que se otorgara el nuevo testamento, perderá todo derecho en la sucesión
del causante.
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lugar de sancionarse con la nulidad del testamento, se sanciona con la indignidad al que
fragua este vicio de la voluntad. El resultado será el mismo, por cuanto el asignatario
doloso perderá su asignación o el provecho que le reporta el que el causante haya dejado
de testar.
Pero en esta materia, agrega Rodríguez, observamos un vacío. Si una persona
dolosamente impide testar al causante, puede hacerlo en provecho de un tercero y, en
tal caso, la indignidad no lo afectará personalmente, pero su dolo favorecerá a un tercero.
¿Qué sanción recae en el que impide testar al causante en provecho de un tercero?
Estima Rodríguez que ninguna sanción, ya que nadie puede presumir que en el evento
que hubiera testado le habría favorecido, de manera que el dolo, en este caso, queda
impune.
Otro problema que se plantea este autor, es determinar qué‚ sanción corresponde
al que dolosamente induce al causante a instituir heredero a un tercero. Desde
luego, el beneficiado no puede ser sancionado, dado que el art. 968 debe interpretarse
restrictivamente, por establecer inhabilidades, de modo que el beneficiado no se hace por
ello indigno de suceder al causante. La cuestión dice relación con la aplicación del art.
1458, inciso 2º, referido al llamado “dolo incidental”. Estima Rodríguez que en este caso,
el que fraguó el dolo responderá de todos los perjuicios que causa, y el que se beneficia
del dolo sin haber tomado parte en él, responderá hasta concurrencia del provecho que le
haya reportado el dolo. Funda esta apreciación en las siguientes consideraciones:
● El que por dolo obtiene alguna disposición testamentaria del difunto o le impide testar,
obteniendo un beneficio personal en cualquiera de estos casos: se sanciona con
indignidad del que fragua el dolo.
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● El que por dolo impide testar al causante, pero sin que con ello se obtenga un beneficio
para el que fragua el dolo: esta conducta no implicaría sanción alguna para aquél que
fragua el dolo.
● El que por dolo, induce al causante a instituir heredero a un tercero: en este caso, el
que fraguó el dolo responderá por todos los perjuicios, y que el se benefició del dolo, sólo
hasta el monto de su provecho.
Tampoco se refiere a él el legislador en el Título III, del Libro III, al tratar “De la
ordenación del testamento”, sino que alude al error al tratar de las disposiciones
testamentarias, arts. 1057 y 1058 y en el art. 1132. Rodríguez Grez manifiesta
derechamente que este vicio de la voluntad no tiene aplicación tratándose del testamento.
Carece de sentido sostener que una persona testa por error. Puede inducirse
dolosamente al causante a testar o a no testar; puede también hacérsele testar por medio
de la fuerza o impedirle por igual vía que otorgue testamento. Pero carece de todo sentido
testar por error. De aquí, concluye, que el CC. no se refiera a este vicio al regular la
manifestación de la voluntad en el testamento.
Pero tal como indicamos, de lo que sí trata el CC. es del error respecto de las
asignaciones, en los tres artículos citados.
El art. 1057, se refiere al error en el nombre o calidad del asignatario,
estableciéndose que este no vicia la disposición, si no hubiera duda acerca de la persona.
Lo que interesa es la identidad física del asignatario, que éste sea quien el testador cree
que es. En esta materia, la ley ha sido tolerante, pues admite incluso un error en la
“calidad del asignatario”. Sin embargo, a juicio de algunos, si esta calidad es la condición
determinante de la asignación, debe aplicarse la norma contenida en el inc.1º del art.
1455, conforme al cual si el error recae en la persona y se ha contratado en atención a
ella, el error vicia el consentimiento. Así, por ejemplo, si se instituye heredero a una
determinada persona porque es hijo de un hermano, es obvio que la calidad es un
elemento fundamental de determinación. De modo que aun en el supuesto de que no
haya duda respecto de la persona de que se trata, una asignación motivada por un error
sustancial en la calidad de la persona, vicia la asignación. Por lo demás, esta conclusión
51
se derivaría claramente de lo previsto en el art. 1058, según el cual “la asignación que
pareciere motivada por un error de hecho, de manera que sea claro que sin este error no
hubiera tenido lugar, se tendrá por no escrita”.
El mencionado art. 1058 trata del error con amplitud, exigiendo un solo
requisito para que traiga aparejado la nulidad de la asignación: que el error recaiga
en la motivación que determinó instituir al asignatario. Basta, entonces, con probar
que ausente el error la asignación no habría sido hecha, para que sobrevenga la nulidad
de la misma.
Finalmente, en este punto, el art. 1132, al tratar de las asignaciones a título
singular, hace aplicación de los principios del enriquecimiento sin causa, que
nuestro Código Civil recoge especialmente en el ámbito del cuasicontrato de pago de lo
no debido (art. 2299). El art. 1132 y el art. 2299, son perfectamente armónicos.
Un problema interesante es determinar de qué nulidad adolece la asignación
cuando concurre el vicio del error. En el caso del art. 1057, se dice por algunos que la
sanción sería la nulidad relativa, de conformidad a las reglas generales. Rodríguez Grez
discrepa de tal conclusión, afirmando que la sanción sería la nulidad absoluta. En efecto,
el error tratándose de una asignación testamentaria, está regido por los artículos 1057,
1058 y 1132, como acabamos de ver. Los dos últimos señalan que la sanción consiste en
que la disposición “se tendrá por no escrita”. Por lo tanto, indica el autor citado, estamos
en presencia de una verdadera “inexistencia jurídica” que nunca puede aparejarse a la
nulidad relativa, sino que a lo más (para aquellos que niegan la inexistencia jurídica como
sanción), a la nulidad absoluta. Por otra parte, si dos de las tres disposiciones señalan
esta precisa sanción, no se divisa razón alguna para aplicar una sanción distinta en el
caso del art. 1057.
Además, dice Rodríguez, resulta del todo evidente que pueda demandar la nulidad
cualquier persona que tenga interés en ello (art. 1683), ya que la ley no ha indicado, para
el caso de que se trate de una nulidad relativa, quien es el titular de esta acción. Agrega
por ultimo que si se estimara que existen sanciones distintas en el caso del art. 1057 y en
los casos de los arts. 1058 y 1132, ello implicaría una discriminación que carece de toda
justificación y que el legislador no ha podido considerar, rompiendo la armonía de las
normas que rigen esta materia.
Otro problema interesante se ha planteado a propósito de la recta interpretación
del art. 1058. Consiste en saber si el motivo que determina la asignación debe o no
expresarse en el testamento, para pretender luego que hay error. Si afirmamos que el
testamento debe bastarse a sí mismo, parece evidente que el error de hecho debe
manifestarse en el testamento, siendo insuficientes toda clase de pruebas extrínsecas al
acto. Así piensan Rodríguez Grez, Domínguez Benavente y Domínguez Aguila.
1.- Generalidades.
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Testamento solemne abierto, nuncupativo o público es aquel en que el testador
hace sabedores de sus disposiciones a los testigos (art. 1008, inc. final, parte primera).
Este testamento puede otorgarse de dos maneras: i) ante ministro de fe y tres testigos; o,
ii) sólo ante cinco testigos, sin presencia de ministro de fe.
Recordemos que el art. 18 de la Ley sobre efecto retroactivo de las leyes, dispone
que las solemnidades externas de los testamentos se regirán por la ley coetánea a su
otorgamiento.
De tal forma, si una ley posterior exige mayores requisitos para la validez del
testamento, no por ello el otorgado bajo el imperio de la ley anterior sin dichas
solemnidades, dejará de ser válido.
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interpretación que guarde más congruencia y armonía con otras disposiciones del
testador a la interpretación que dejaría sin efecto una de las principales cláusulas del
testamento.
De estos fallos, puede desprenderse que se han recogido los elementos
contenidos en los arts. 1562 (regla del objetivo práctico de los contratos o de la utilidad de
las cláusulas) y 1564,1º (regla de la armonía de las cláusulas).
Cabe preguntarse qué otra regla de las establecidas en los arts. 1560 a 1566
podría usarse en la interpretación del testamento. A juicio de algunos, es posible recurrir a
la regla dada en el art. 1565 (regla de la natural extensión de la declaración de voluntad).
En un testamento puede ocurrir que por vía de ejemplo, el testador precisa una obligación
que se impone a un asignatario. Finalmente, también es posible utilizar la regla del art.
1563,1º (regla del sentido natural).
2º Para conocer la voluntad del testador deberá estarse más a la sustancia de las
disposiciones que a las palabras de que se haya servido: art. 1069, 2º. Cabe indicar que
la ley ha hecho un distingo entre lo que expresa el legislador y lo que expresan los
particulares en sus actos jurídicos. Al legislador se le presume cabal entendimiento y
comprensión de las palabras; al particular, no se le presume esta virtud. De allí que para
interpretar la ley debe atenderse, cuando su sentido es claro, al tenor literal (art. 19) y al
interpretar los actos jurídicos a la intención o voluntad real que los anima (arts. 1069 y
1560).
54
testamento había sólo uno de estos parientes, se llamará también a los de grado
inmediato (recordemos que estamos ante una asignación “plural”). Art. 1064.
9º Asignación que se deja al arbitrio de un heredero o legatario. Art. 1067. Nos remitimos
a lo que expresaremos a propósito del párrafo “Otros requisitos de las asignaciones
testamentarias”.
10º La asignación que por acrecimiento, sustitución u otra causa se traspasa a otra
persona, llevará consigo todas las obligaciones y cargas transmisibles y el derecho de
aceptarla o repudiarla separadamente. Artículo 1068.
11º De la misma manera, la asignación que por estar demasiado gravada fuere repudiada
sucesivamente por todos los asignatarios llamados a ella por el testamento o la ley, se
entiende deferida en último lugar a las personas a cuyo favor se hubieren constituido los
gravámenes (art. 1068).
Estas son las normas propiamente interpretativas que se contienen en el párrafo 1º
del Título IV del Libro III sobre interpretación de los testamentos. Ellas deben aplicarse
con preferencia a las otras reglas que se extraen de los arts. 1560 a 1566, relativas a la
interpretación de los contratos.
Existen también algunas normas específicas diseminadas en diversos párrafos del
CC, como por ejemplo en los arts. 1074, 1075, 1077, 1094, 1101, 1107, 1108, 1112, etc.-
Todas son interpretativas, puesto que fijan los alcances de algunas asignaciones, ya sea
para darles efecto o limitarlas.
55
habría querido excluir de la sucesión a tales o cuales de sus parientes que por testamento
aparecieren excluidos, no será lícito atender a estos hechos para apartarse del sentido
genuino de una cláusula testamentaria, porque, admitida esta práctica, no habría cláusula
testamentaria que no pudiese invalidarse o alterarse por medio de informes y
declaraciones de testigos; lo que ya se ve cuán contrario sería al espíritu, letra y propósito
de nuestra legislación.”
Confirma plenamente esta interpretación el art. 1107, a propósito del legado de
cosa ajena.
Nuestra jurisprudencia ha tenido fallos contradictorios: en un fallo de 1955, la Corte
Suprema limita la prueba al testamento mismo; posteriormente, en 1962, pronunció otro
fallo en sentido inverso.
El establecimiento de la voluntad del testador es una cuestión de hecho que queda
entregada a la decisión de los tribunales del fondo y escapa al tribunal de casación. Pero
su calificación jurídica, una vez establecida la voluntad del testador, es una cuestión de
derecho, susceptible de revisarse en sede de casación. La calificación jurídica de una
disposición testamentaria es cuestión de derecho y en consecuencia, la errónea
calificación jurídica hecha por los tribunales del fondo queda sujeta a su revisión en virtud
de un recurso de casación en el fondo. Así, por ejemplo, establecido que el testador
instituyó herederos por iguales partes a tres asignatarios, será cuestión de derecho
resolver si entre ellos opera o no el acrecimiento (es decir, si se trata de herederos
universales o de cuota); o determinar si una disposición testamentaria constituye un
usufructo o un fideicomiso, si se trata de una herencia o de un legado; etc.
Del art. 953, se desprende que las asignaciones testamentarias son aquellas que
hace el testamento de una persona difunta para suceder en sus bienes. También se
definen como la institución de una herencia o de un legado mediante acto de última
voluntad del causante.
Como lo dijimos oportunamente, los requisitos para suceder a una persona son de
orden subjetivo y de carácter objetivo. Las exigencias subjetivas deben concurrir en la
persona misma del asignatario. Los requisitos objetivos determinan la validez o nulidad de
las propias asignaciones.
Los requisitos subjetivos para suceder son:
Seguidamente, nos abocaremos al último de los requisitos, dado que los dos
primeros ya fueron estudiados.
56
b) Certidumbre y determinación del asignatario.
b.1) El asignatario debe ser persona cierta: art. 1056, inciso 1º.
El CC. insiste en este concepto en los arts. 962 y 963, según los cuales el
asignatario, para ser capaz, debe existir natural o jurídicamente al tiempo de deferírsele la
asignación.
Puede también suceder que una asignación esté concebida en términos tales que
exista incertidumbre respecto de la persona a quien el testador ha querido referirse. En tal
evento, el art. 1065 dispone que ninguna de las dos o más personas, entre las cuales
existe la duda, tendrá derecho a la asignación.
57
2º Asignaciones dejadas a los pobres. El art. 1056, inciso 5º, ordena aplicarla a “la
parroquia del testador”. También la asignación deberá estar determinada, pero
indeterminado su beneficiario. Es interesante constatar que el espíritu de la ley
indudablemente es favorecer a la parroquia de la Iglesia Católica. ¿Qué sucede si el
testador no profesa la religión católica sino otra religión? Rodríguez Grez cree que en este
caso la norma debe interpretarse según el significado natural y obvio de la palabra
“parroquia”, no necesariamente referida a la Iglesia Católica. Conforme a tal
planteamiento interpretativo, sería evidente que la ley habría ido evolucionando en esta
materia, y hoy podría interpretarse la misma disposición dándosele un alcance más
amplio que el que tenía originalmente.
c.1) Las asignaciones, al igual que los asignatarios, deben estar determinadas o ser
determinables.
Además de la determinación del sujeto, es necesario, para la validez de la
asignación, que también esta esté determinada en cuento a su objeto, esto es, lo que
efectivamente se deja al asignatario. Art. 1066. Este precepto no hace sino repetir la
clasificación hecha en el art. 951, que distingue entre herencias y legados y entre estos
últimos, los de cuerpo cierto y los de género.
Tratándose de una asignación a título universal o herencia, basta la determinación
del patrimonio del causante, puesto que el heredero sucede en todo él o en una cuota
suya.
En los legados, en cambio, se exige la determinación de la asignación en sí
misma, de los bienes que la forman. Esta determinación, al igual que la individualización
del asignatario, puede suplirse por indicaciones claras del testamento, que permitan
precisar las especies, géneros o cantidades legadas.
En los legados de especie o cuerpo cierto, la determinación exigida es la máxima:
la específica. En los legados de género, es menos estricta la individualización de los
bienes asignados, los cuales deben estar determinados genéricamente o en cantidad, o
cuando menos ser determinables en virtud de que el testamento contenga indicios claros
al respecto.
58
El inc. 2º del art. 1066 contempla una excepción al principio contenido en el inc. 1º,
la cual es de análoga naturaleza a la examinada cuando nos referimos a la determinación
del asignatario. La falta de determinación se suplirá en la forma indicada en el mismo
precepto.
3º Elección del asignatario por otra persona. Art. 1063, en relación al art. 1004 (la facultad
de testar es indelegable).
59
está obligado a llevar a cabo la asignación, por cuanto de no hacerlo así obtiene
provecho, pues desaparecido el legado, éste pasará a pertenecerle. Sólo puede eximirse
de cumplir la asignación alegando justo motivo para ello.
Si del incumplimiento de la asignación no resulta utilidad al heredero o legatario,
éste no estará obligado a justificar su resolución, cualquiera que sea. Por ejemplo, el
testador deja al arbitrio del heredero entregar $1.000.000.- a Pedro o si no a determinada
institución de beneficencia. El heredero puede optar por lo segundo, sin necesidad de
expresar causa. Lo que no podría hacer, es no dársela a ninguno.
1º Asignaciones puras y simples y sujetas a modalidades, según que los efectos de las
asignaciones se produzcan inmediatamente o vayan a verse afectados por alguna de las
modalidades.
3º Asignaciones voluntarias o forzosas. Las primeras son aquellas que el testador está en
libertad de efectuar; las forzosas está en la obligación de hacerlas y el legislador las
suple, aun con perjuicio de sus disposiciones expresas.
En este capítulo, nos ocuparemos de las dos primeras clases, analizando más
adelante la tercera.
A) Clases.
A) Concepto.
60
B) Características de las asignaciones a título universal.
1º Pueden ser testamentarias y abintestato, según que el título para suceder emane del
testamento o de la sola ley. Los legatarios, en cambio, sólo pueden ser testamentarios.
7.1. Existe cosa juzgada respecto de los herederos, en un juicio seguido contra o
por el causante. No hay en este caso identidad física de personas, pero sí la
identidad legal que exige la ley. Así lo declaró la Corte Suprema en un juicio de
reivindicación seguido contra el causante y ganado por éste y reiniciado contra los
herederos. Se acogió por la Corte la cosa juzgada.
7.2. Los herederos no podrán alegar la nulidad absoluta si el causante carecía del
derecho para hacerlo. Art. 1683. La jurisprudencia, aplicando el principio de que
los herederos son los continuadores de la persona del difunto, ha declarado que
ellos tampoco tienen derecho a alegar la nulidad absoluta si el causante no podía
hacerlo. Los principales argumentos de estos fallos, son los siguientes:
61
- Nadie puede transmitir más derechos de los que tiene. Si el causante carecía del
derecho de alegar la nulidad, tal derecho no pasa a los herederos.
- En el causante ha existido dolo al celebrar un acto o contrato, sabiéndolo nulo, y
nadie puede aprovecharse del dolo propio, de manera que tampoco podrán
hacerlo los herederos, continuadores legales del difunto. Cierto que el dolo es
personalísimo y no se transmite, pero en este caso se trata no del dolo
propiamente tal, sino que de sus consecuencias civiles, las cuales son
perfectamente transmisibles.
- En conformidad al art. 1685, los herederos de un incapaz no pueden alegar la
nulidad si éste hizo uso del dolo para la celebración del acto o contrato. Si los
herederos de un incapaz no están en condiciones de alegar la nulidad, con mayor
razón no podrán hacerlo los herederos de un capaz.
Como sabemos, los herederos pueden ser universales y de cuota. Los primeros
son llamados a la herencia sin determinación de la cuota que les corresponde; a los de
cuota se les asigna una porción determinada de la herencia.
A esta clasificación se agrega una tercera categoría de herederos: los del
remanente, que en el fondo serán herederos ya universales, ya de cuota.
Los herederos pueden ser también testamentarios y abintestato. Finalmente,
distinguimos también entre herederos voluntarios y forzosos.
Se refiere a ellos el art. 1098, 1º. Cabe consignar que aun cuando la designación
de heredero universal parece significar heredero de todos los bienes, es perfectamente
posible que existan dos o más herederos universales, pues la característica única del
heredero universal es el ser llamado sin designación de cuota. Recordemos también que
no es lo mismo asignatario universal o heredero universal. Lo primero es el género, lo
segundo la especie. Todo heredero universal es asignatario a título universal, pero hay
asignatarios a título universal que no son herederos universales, sino de cuota.
62
Parte que corresponde en la herencia a los herederos universales: el inciso
final del artículo 1098, dispone que si son varios los herederos universales, dividen entre
sí por partes iguales la herencia o la parte que en ella les corresponda.
La ley se pone en el caso de que el testador hubiere establecido varios herederos
de cuota y uno universal, disponiendo que a este heredero llamado universal por el
testador, le corresponde la parte de la herencia que falta para completar la unidad.
Son aquellos que son llamados a una cuota determinada de la herencia. Para
determinar si el heredero es universal o de cuota no hay que atender al beneficio que en
definitiva lleva en la sucesión, sino a la forma en que son llamados a la herencia. Puede
ocurrir que en definitiva el heredero de cuota lleve una mayor porción de la herencia que
un heredero universal.
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- Herederos del remanente testamentarios universales. Se presentan cuando el
testador sólo ha instituido legados, y dispone también en el testamento del
remanente de sus bienes.
- Herederos del remanente testamentarios de cuota. Tiene lugar esta clase de
herederos del remanente cuando el testador ha instituido asignaciones de cuota a
título universal y asignatarios del remanente. Según el art. 1099, el heredero del
remanente se entiende constituido en la cuota que falte para completar la unidad.
- Herederos del remanente abintestato universales. Se presentan cuando en el
testamento no hay sino asignaciones a título singular, y el testador no dice nada
respecto del resto de sus bienes. Según el art. 1100, los herederos abintestato son
herederos universales del remanente.
- Herederos del remanente abintestato de cuota. Nos hallamos ante ellos cuando en
el testamento sólo se designan herederos de cuota, y las cuotas designadas en el
testamento no alcanzan a completar la unidad.
64
duodécimos de C y D, lo cual da un total de 16 duodécimos. Así, A llevará 6
dieciseisavos; B 4, y C y D 3 dieciseisavos cada uno.
Los herederos forzosos son los legitimarios, o sea, los herederos cuyos derechos
hereditarios el testador está obligado a respetar, y que se suplen por el legislador aun con
perjuicio de las disposiciones testamentarias expresas de aquél.
Herederos voluntarios son aquellos que el testador es soberano de instituir o no,
pudiendo elegirlos a su arbitrio.
No son designaciones iguales la de heredero forzoso y heredero abintestato. Los
herederos forzosos son los legitimarios indicados en el art. 1182, vale decir: a) Los hijos,
personalmente o representados por su descendencia; b) Los ascendientes; y c) cónyuge
sobreviviente.
El término heredero abintestato es más amplio, pues quedan incluidas en él
personas que no son herederos forzosos. El término heredero abintestato es el género,
mientras que el forzoso es una especie de heredero abintestato. Todo heredero forzoso
es abintestato, pero no viceversa. Dicho de otro modo, el art. 983, que indica quienes son
herederos abintestato, contempla un mayor número de personas que el art. 1182. Así, por
ejemplo, los hermanos y los colaterales hasta el sexto grado son herederos abintestato,
pero no son herederos forzosos.
A) Concepto.
65
3º Los legados constituyen siempre asignaciones testamentarias. Suponen una
manifestación de voluntad del testador. No hay legatarios abintestato (salvo, según
veremos, tratándose de los alimentos que se deben por ley a ciertas personas). Como
una consecuencia de lo anterior, en favor de los legatarios no opera el derecho de
representación, porque éste es propio de las herencias y de la sucesión abintestato, en
los casos expresamente contemplados por la ley, entre los cuales no figuran los legados.
4º Los legados pueden adquirirse por transmisión. Así lo permite el art. 957.
5º Por regla general, sólo puede legarse aquello que pertenezca al causante.
66
D) En los legados de inmuebles, no es necesaria la inscripción especial de
herencia.
Como sabemos, el art. 688 exige inscribir los inmuebles hereditarios a nombre de
todos los herederos. Legado un inmueble, no tiene por qué inscribirse en el Registro del
Conservador a nombre de todos los herederos, pues él no forma parte de la indivisión
hereditaria. En efecto, el legado de especie o cuerpo cierto se adquiere por el solo
fallecimiento del causante, y en consecuencia, muerto éste, el inmueble sale de la
universalidad de la herencia.
Con el fin de conservar la historia de la propiedad raíz, el inmueble deberá
inscribirse en el Conservador, pero directamente a nombre del legatario.
En la práctica, los herederos suscriben una escritura de entrega del legado, y con
esta escritura se realiza directamente la inscripción a nombre del legatario.
Sin embargo, podría pensarse que esta forma de entrega no es necesaria y que
bastaría para practicar la inscripción a nombre del legatario la sola presentación del
testamento. En efecto, el legatario de especie o cuerpo cierto adquiere la cosa legada por
el solo fallecimiento del causante; su título de dueño emana de éste y no de los
herederos. Por tanto, no se ve qué necesidad existe de que éstos le hagan entrega del
legado, máxime si no tienen en él derecho alguno, pues no forma parte de la indivisión
hereditaria. La inscripción en el Conservador se exige en este caso para conservar la
historia de la propiedad raíz, y no juega papel de tradición, pues el legatario adquiere el
inmueble por el modo sucesión por causa de muerte.
Sin embargo, la jurisprudencia ha solido sostener que, si bien el legatario de
especie adquiere el legado por sucesión por causa de muerte, no puede entrar en
posesión del mismo sin que se le haga entrega del bien legado, la que, tratándose de
inmuebles, se efectúa por la inscripción.
Se podría incluso llegar más lejos y concluir que ni siquiera es necesario inscribir
el inmueble legado a nombre del legatario. De partida, la ley no exige dicha inscripción;
ella sólo tendría por objeto conservar la historia de la propiedad raíz. ¿No se podría
pensar -se pregunta Somarriva- que este objetivo está suficientemente obtenido con la
inscripción del testamento y del auto de posesión efectiva que exige el art. 688 o, en la
actualidad, de la inscripción de la resolución administrativa del respectivo Director
Regional del Registro Civil e Identificación, si la herencia fuere intestada?
67
- En consecuencia, el derecho del legatario a la especie legada se extingue cuando
prescriba su acción reivindicatoria, o sea, en el caso de que el heredero o un
tercero adquieran la cosa legada por prescripción adquisitiva.
- El legatario de un cuerpo cierto se hace dueño de los frutos desde el fallecimiento
del causante, conforme al principio que las cosas perecen y producen para su
dueño. Art. 1338. Lo anterior, salvo que se trate de un legatario condicional (art.
1078).
- Así como el asignatario de especie o cuerpo cierto aprovecha las accesiones que
ella experimente, también le corresponde asumir el riego de la cosa. De modo que
si entre la apertura de la sucesión y la entrega de la especie asignada, ésta perece
por caso fortuito o fuerza mayor, se extinguirá todo derecho del asignatario, salvo
que quien estaba obligado a entregarla se haya constituido en mora (artículo 1550
del Código Civil). La responsabilidad recaerá en toda la sucesión o en aquél a
quien el causante impuso la obligación de entregar la cosa legada.
2º El legado de género.
En cuanto a las cosas que pueden legarse, destaca Somarriva que existe la más
amplia libertad. Pueden legarse tanto las cosas corporales como incorporales. Art. 1127.
Pueden legarse las cosas muebles y los inmuebles. Incluso, con ciertas modalidades, el
legado puede consistir en una cosa ajena, y en la cuota que se tenga en un bien.
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Según el art. 1113, puede legarse una cosa futura con tal que llegue a existir, lo
cual constituye una aplicación del art. 1461, 1º, según el cual las cosas que se espera que
existan pueden ser objeto de una declaración de voluntad (en el mismo sentido, artículo
1813, en la compraventa).
Por excepción no son susceptibles de legarse las cosas incomerciables. Dispone
el art. 1105 que no pueden legarse las cosas comunes, como la alta mar, las cosas que al
tiempo del testamento sean de propiedad nacional o municipal y de uso público, las
pertenecientes al culto divino.
Tampoco pueden legarse las cosas que forman parte de un edificio, de manera
que no puedan separarse sin deteriorarlo.
Rodríguez Grez, por su parte, formula la siguiente enumeración de cosas
susceptibles de legarse:
Respecto de las cosas que no pueden legarse, señala Rodríguez Grez las
siguientes:
1. Las cosas no susceptibles de apropiación, pues están fuera del comercio humano
(artículo 585 del Código Civil).
2. Los bienes nacionales de uso público, o los de propiedad estatal o municipal (artículo
1105 del Código Civil). Quedan por ende comprendidos en este caso tanto los bienes
nacionales de uso público como los bienes fiscales y los municipales.
3. Las cosas destinadas al culto divino (artículo 1105 del Código Civil).
4. Las cosas que forman parte de un edificio y que no pueden separarse de él sin
deteriorarlo (artículo 1105 del Código Civil).
5. Los libros cuya circulación está prohibida por la autoridad competente; ni las láminas,
pinturas y estatuas obscenas; ni los impresos condenados como abusivos de la libertad
de prensa (artículo 1466 del Código Civil).
6. Las cosas cuya adquisición está prohibida por la ley (por ejemplo, explosivos y armas
prohibidas, artículos 10 y 1466 del Código Civil).
Los arts. 1111, 1112 y 1114 a 1117 determinan qué cosas se entienden legadas
en ciertos casos particulares y dan al respecto, en síntesis, las siguientes reglas:
1º Caso en que se legue una especie indicando el lugar en el cual se halla guardada.
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En tal evento, puede acontecer que la especie no esté guardada en dicho lugar,
pero sí en otro; de todos modos deberá entregarse la especie, pero si ella no se
encuentra en ninguna parte, sólo deberá cumplirse el legado cuando él haya sido hecho
en favor de un ascendiente o descendiente o del cónyuge. El legado se cumple
entregando al asignatario de él una especie de mediana calidad del mismo género (art.
1111). En los demás casos, el legado quedará sin efecto.
3º Legado de una especie entre muchas que existen en el patrimonio del testador.
Si de varias especies que existieren en el patrimonio del testador, se legara una
sin decir cuál, se deberá una especie de calidad mediana o mediano valor entre las
comprendidas en el legado. Art. 1114.
El legado de un género determinado por cantidad, existiendo mayor cantidad de él
en el patrimonio del testador, sigue la misma regla anterior. Art. 1115.
Ahora bien, puede acontecer que el testador haya dejado una cosa entre varias
que creyó tener, pero en realidad sólo tenía una; en tal evento, se deberá esa. Pero si no
ha dejado ninguna, el legado, por regla general, no vale, sino cuando ha sido hecho en
favor de los ascendientes o descendientes del causante o de su cónyuge, quienes
tendrán derecho sólo a pedir una cosa mediana del mismo género, aun cuando el testador
les haya otorgado derecho a elegir (art. 1116, 2º). Pero si la cosa es de aquellas cuyo
valor no tiene límites (el CC. menciona, como ejemplos, una casa, una hacienda de
campo, etc., lo que en realidad nos remite a cosas de gran valor), y no existe ninguna del
mismo género entre los bienes del testador, nada se deberá ni aún respecto de estas
personas: art. 1116, 3º (las mencionadas en el art. 1107).
Finalmente, si la elección de la cosa legada entre muchas se deja al criterio de la
persona obligada, del legatario o de un tercero, ellas elegirán a su arbitrio la cosa legada.
Si el tercero no hace la elección en el tiempo señalado por el testador o por el juez, se
entregará al legatario una cosa de mediana calidad o valor entre las comprendidas en el
legado. La elección no puede ser dejada sin efecto, salvo en caso de engaño o dolo. Art.
1117. Rodríguez Grez denomina a esta figura como “legado de opción”, y señala los
siguientes requisitos para su validez: i) Que el testador señale un universo de cosas que
puedan ser objeto del legado; ii) Que se encomiende la elección de la cosa legada a la
persona obligada a pagar el legado, o al legatario, o a un tercero; iii) Que las cosas
70
comprendidas en este universo, de entre las cuales podrá escogerse, sean de dominio del
testador, o a lo menos tenga sobre ellas un derecho, parte o cuota; y iv) Que las cosas
que componen tal universo y entre las cuales debe realizarse la elección, sean
susceptibles de legado.
Los arts. 1119 a 1123 determinan los accesorios que van comprendidos en todo
legado, y se ponen en los casos siguientes:
Puede suceder que una misma cosa sea legada a dos o más personas. En este
caso, el art. 1124 establece que se forma una comunidad. En todo caso, como nadie
puede ser obligado a permanecer en la indivisión (art. 1317), cualquiera de ellos tiene
derecho a solicitar la partición de la cosa común.
El art. 1110, inciso 1º, se refiere a este caso. Si el testador era copropietario o
comunero en la cosa legada, sólo transmite a sus legatarios la respectiva cuota. Dispone
la norma: “Si el testador no ha tenido en la cosa legada más que una parte, cuota o
derecho, se presumirá que no ha querido legar más que esa parte, cuota o derecho.”
Se pregunta Rodríguez Grez qué sucede si entre el otorgamiento del testamento y
la muerte del causante se ha producido la partición de la comunidad. Frente a esta
hipótesis, deberán distinguirse dos situaciones posibles: si la cosa se adjudicó al testador
o si la cosa se adjudicó al tercero. Si la cosa se adjudicó al testador, subsiste el legado de
la parte o cuota a que se refiere el testamento. Agrega este autor que no hay razón para
sostener la tesis de que la asignación se incrementa con una parte mayor, ya que la
voluntad del causante ha sido claramente expresada, conforme al mandato legal, y ningún
obstáculo existe para que se pueda asignar una cuota de una cosa singular que le
pertenece (a diferencia de lo que opinan Domínguez Benavente y Domínguez Águila,
dado el efecto declarativo que tiene la partición –artículo 1344- y la presunción contenida
en el artículo 1110). Si al testador se le adjudica una parte o cuota en la especie, subsiste
el legado en esa parte o cuota. Si la cosa, en fin, ha sido adjudicada a un tercero, por
efecto de la partición (efecto declarativo) es forzoso concluir que se trata de un legado de
cosa ajena y por tanto, absolutamente nulo. En este caso, nada se deberá al legatario. Lo
mismo ocurrirá si se enajena la cosa indivisa por el testador y los demás comuneros, pues
habrá operado una revocación del legado.
El art. 1743, destaca Somarriva, constituye una excepción al principio del artículo
1110: se pone el primer precepto en el caso de que uno de los cónyuges legue a otra
persona un bien perteneciente a la sociedad conyugal. Para determinar la suerte de este
legado, hay que esperar las resultas de la partición, de la liquidación de la sociedad
conyugal; si en ella el bien legado se adjudica a los herederos del cónyuge testador, se
71
debe al legatario la cosa legada. Si el bien se adjudica al cónyuge sobreviviente, el legado
se cumple por equivalencia, o sea, el legatario tiene derecho a exigir que se le entregue el
valor del bien legado. La excepción al art. 1110 consiste en lo siguiente: de no haber
existido el art. 1743, como al fallecimiento del cónyuge se disuelve la sociedad conyugal y
se forma una comunidad, aplicando el art. 1110 se presumiría que el cónyuge sólo habría
legado la cuota o parte que le correspondía en el legado.
En este punto, cabe examinar las obligaciones y derechos que tiene el legatario
respecto de las prendas e hipotecas con que está gravada la cosa legada. Hay que
formular varios distingos: el primero, si el legatario debe pagar la deuda garantizada con
dichas cauciones o no, y si en definitiva va a soportar él dicho pago. Se trata del distingo
entre la obligación y la contribución a la deuda.
Es evidente, respecto de lo primero, que el legatario deberá pagar la deuda al
acreedor prendario o hipotecario. Art. 1125. Recordemos que el acreedor hipotecario y
prendario gozan del derecho de persecución.
Ahora bien, pagada la deuda, ¿El legatario deberá soportar en definitiva el pago de
la prenda o hipoteca, o bien podrá repetir en contra de alguien por la cantidad que él pagó
a los acreedores? Al respecto, cabe formular un nuevo distingo, según si el testador
manifestó su voluntad en el sentido de gravar al legatario con la prenda o hipoteca o no.
Si existe voluntad expresa o tácita del testador de gravar al legatario con la prenda o
hipoteca, éste deberá soportar su pago en definitiva sin derecho a repetición.
En primer lugar, el testador puede gravar expresamente al legatario con el pago de la
prenda o hipoteca: así se desprende del art. 1104 (“...ni cargas que los que
expresamente...”).
El legatario también puede ser gravado tácitamente en el caso del art. 1135, 3º, o
sea, cuando el testador después de efectuado el legado constituye sobre el bien legado
una prenda o hipoteca.
En síntesis, si el testador manifiesta su voluntad tácita o expresa de gravar al
legatario, éste deberá pagar la deuda garantizada con prenda o hipoteca y soportar en
definitiva la extinción del gravamen real.
En el caso inverso, o sea, si no existe voluntad expresa o tácita de parte del
testador de gravarlo con prenda o hipoteca, es necesario formular, de conformidad al art.
1366 un último distingo, según si el gravamen se ha constituido para garantizar una deuda
del causante o de un tercero. En todo caso, en ninguna de las hipótesis el pago definitivo
del gravamen lo soporta el legatario.
Si la prenda o hipoteca garantizaba una deuda del causante, estaremos a lo
dispuesto en el art. 1366, 1º. Nos hallamos ante un caso de subrogación legal. El art.
1366 subroga al legatario en los derechos del acreedor prendario o hipotecario, en contra
de los herederos.
Si el gravamen no garantizaba una deuda del causante sino de un tercero, se
aplica el inc. final del art. 1366: el legatario no tendrá acción contra los herederos. ¿Quiere
decir entonces que el legatario deberá soportar en definitiva el pago del gravamen? La
respuesta es negativa, pues es el caso de aplicar la regla general, contemplada en el art.
2429 (y en el art. 1610, número 2), según el cual el tercer poseedor de la finca hipotecada
que paga la deuda se subroga en los derechos del acreedor en contra del deudor. No se
subroga en contra de los herederos porque el art. 1366 le niega este derecho, pero nada
lo priva del derecho de subrogarse en contra del deudor personal.
72
Todo lo expuesto en esta letra, responde al distingo ya estudiado en las
obligaciones solidarias y en el pasivo de la sociedad conyugal, entre la “obligación a la
deuda” y la “contribución a la deuda”.
1º Que ellas sean establecidas por un tiempo determinado, y no por un lapso indefinido.
73
2º Es igualmente válido si es a favor de un ascendiente o descendiente o cónyuge.
74
superada. De allí que la orden dada por el testador pueda afectar al asignatario o
asignatarios designados, al albacea, a la sucesión o al partidor.
Si la obligación se impone a dos o más asignatarios, la obligación es indivisible, en
tanto se trate de adquirir la cosa ajena legada. Pero si sobreviene la imposibilidad de
adquirirla (porque el dueño rehúsa enajenarla o cobra un precio excesivo), la obligación
es simplemente conjunta y cada uno de los gravados estará obligado a la parte o cuota
que le corresponda, sin que la cuota del insolvente grave a los demás. Lo propio
acontecerá si el legatario adquiere la cosa a título oneroso y reclama el precio equitativo
(tendría aplicación aquí el art. 1526, número 5).
A su vez, si el asignatario obligado a prestar (o sea, a pagar) el legado de cosa
ajena adquiere el bien legado con posterioridad, es obligado a darlo al legatario, quien
deberá restituir lo que haya recibido por equivalencia (art. 1109).
Finalmente, puede presentarse una última situación: que la cosa legada haya
pasado antes de la muerte del testador al dominio de éste o del asignatario a quien se
había impuesto el legado; en este evento, se deberá el legado (art. 1108).
3º El tercer caso en que el legado de cosa ajena vale en nuestra legislación se presenta
en las asignaciones a título singular de los bienes pertenecientes a la sociedad conyugal,
pues este legado siempre se cumple, como lo vimos al citarlo como excepción en el
legado de cuota, sea si el bien legado es adjudicado a los herederos del cónyuge
causante o no (art. 1743). Podría considerarse que en este caso hay legado de cosa
ajena, pues al momento de instituirse éste la especie legada pertenecía a la sociedad
conyugal y no al cónyuge causante.
M) Legado de crédito.
Art. 1127, 2º. La expresión título está utilizada aquí en el sentido de documento o
instrumento justificativo del crédito. Por ejemplo, dice el testador que deja en legado tal
pagaré: lo legado en este caso es el crédito mismo de que da fe el pagaré.
El legislador no ha resuelto la situación en que queda el deudor del crédito frente
al legado de éste hecho por el causante a otra persona, es decir, no ha dicho a quién
deberá pagar el deudor del crédito legado. Es evidente que éste puede pagar al legatario,
porque el legado de un crédito es un legado de especie o cuerpo cierto, y el legatario
adquiere el legado por sucesión por causa de muerte desde el momento del fallecimiento
del testador. Pero también podría pagarles a los herederos del causante acreedor, pues el
deudor no tiene por qué conocer la existencia del testamento (se trataría del caso
contemplado en el artículo 1576, en las reglas del pago, donde se alude al pago
efectuado a un acreedor aparente). Claro que si el deudor paga a los herederos, el
legatario puede dirigirse en contra de ellos para que le entreguen el monto de lo pagado
por el deudor.
Somarriva estima que la situación es distinta si se notifica al deudor la existencia
del legado; en este caso, no hay inconveniente alguno para aplicar por analogía las reglas
de la cesión de créditos, y concluir que el deudor tendría que pagar al legatario y no a los
herederos.
En relación al legado de crédito, cabe señalar que tiene una forma especial de
extinción: se entiende revocado tácitamente en caso de que el testador, con posterioridad
al testamento, reciba el pago del crédito y sus intereses de parte del deudor. Si el pago es
sólo parcial, subsiste el legado en la parte no pagada del crédito: art. 1127, inc. final.
Los herederos no responderán de la existencia del crédito ni de la solvencia del
deudor, salvo que así lo haya ordenado el testador en forma expresa, cláusula que
75
Rodríguez Grez estima perfectamente ajustada a derecho y que conlleva una carga a los
demás asignatarios.
N) Legado de condonación.
● el art. 1133 es de aplicación general, mientras que el art. 1062 se refiere solamente al
caso de incapacidad del notario;
● los efectos son distintos: respecto del notario, el legado será nulo por ser éste incapaz,
mientras que la asimilación a los legados en el art. 1133 produce los efectos señalados en
dicho precepto;
● finalmente, el artículo 1133 exige un principio de prueba por escrito, mientras que el art.
1062 exige que el crédito conste por otro medio fuera del testamento, para que exista
confesión de deuda y no legado.)
76
Siguiendo con el caso del art. 1133, para el presunto acreedor es de vital
importancia determinar si la confesión de deuda va a consistir en una confesión de deuda
propiamente tal o un legado, por las siguientes razones:
Somarriva señala que la solución dada por el art. 1133 a la confesión de deuda por
testamento se justifica ampliamente, porque si existiera libertad para reconocer deudas
por dicho instrumento, el testador podría burlar el derecho de los asignatarios forzosos,
confesando deudas supuestas que excedan la parte de libre disposición.
El art. 1132 completa estas disposiciones diciendo que si el testador manda pagar
lo que cree deber y no debe, la orden se tendrá por no escrita. Y si manda pagar más de
lo debido, no se deberá pagar el exceso, a menos que aparezca la intención de donarlo.
En este caso, estamos ante un pago de lo no debido, y el art. 1132 no constituye sino una
aplicación al testamento del art. 2299.
- Entre exigir el pago de la deuda en los términos a que estaba obligado el testador;
o
- En los términos expresados por éste al instituir el legado. Art. 1131.
77
R) Legado de pensiones alimenticias.
Se refiere a esta materia el art. 1134. Debe tenerse presente que este precepto
contempla únicamente las pensiones alimenticias voluntarias. No puede ser de otra
manera, pues la situación de las pensiones alimenticias forzosas es diametralmente
opuesta a la de las voluntarias. Aquéllas constituyen una asignación forzosa (art. 1167,
número 1) y una baja general de la herencia, y en consecuencia, se pagan antes de
cumplirse las disposiciones del testamento (art. 959, número 4). El art. 1134 se refiere
solamente a los alimentos voluntarios, los cuales constituyen un legado y se pagan con
cargo a la parte de que el testador ha podido disponer libremente. A las asignaciones
forzosas se refieren los arts. 1168 a 1171.
Respecto de las asignaciones alimenticias voluntarias:
4º Finalmente, si se legare una pensión anual para la educación del legatario, durará
hasta que cumpla 18 años, y cesará si muere antes de cumplir esa edad (la norma no
guarda concordancia con lo establecido en el artículo 332, en el título de los alimentos,
donde se puede extender la pensión hasta los 28 años).
Destaca Rodríguez Grez que una de las características que más llaman la
atención en este legado consiste en que una vez establecida su cuantía, de acuerdo con
las reglas dadas en los artículos 1134 y 1361, inciso 3º, del Código Civil, no podrá
alterarse, cualesquiera que sena las variaciones que experimente la suerte del
alimentario. En cambio, lo que caracteriza a las pensiones de alimentos forzosos es que
la cosa juzgada que genera la determinación de su cuantía y procedencia es provisional
(artículo 332 del Código Civil).
Según vimos, el artículo 1113 permite el legado de cosa futura, con tal de que
llegue a existir. Destaca Rodríguez Grez que se trata de un legado condicional, puesto
que el testador no encarga la adquisición de la especie ni impone a sus herederos el
deber de adquirirla. El legado, entonces, dependerá del hecho futuro e incierto de que el
testador, entre el otorgamiento del testamento y la apertura de la sucesión, haya adquirido
el bien legado o al menos una cuota en él.
Conviene tener presente dos cosas sobre este legado, agrega Rodríguez Grez: i)
que la cosa sobre la cual recae no pertenezca al testador al tiempo de testar (lo que
implica que intentará adquiría en el futuro o espera que exista en el porvenir, como por
ejemplo si lega un caballo, hijo de un reproductor que pertenece al testador); ii) si al morir
78
el testador sólo deja una parte o cuota de la cosa legada a futuro, tiene plena aplicación el
artículo 1110, y el legado recaerá sobre la parte o cuota que tiene en su patrimonio.
Respecto al problema relativo a cuánto tiempo debe esperarse para que la cosa
llegue a existir, estima Rodríguez Grez que la respuesta es muy sencilla: el legado de
cosa futura supone que la cosa no exista en el patrimonio del testador al momento de
testar y que ella exista en su patrimonio al momento de morir.
T) El prelegado.
U) El sublegado.
79
analizado, surge una verdadera estipulación a favor de otro (artículo 1449 del Código
Civil). En efecto, en este caso no hay relación alguna entre el testador y el beneficiado
con el sublegado. Por el hecho de la aceptación de la asignación, se creará la obligación
del legatario para con el sublegatario. El estipulante sería el testador, el promitente sería
el legatario directo y el beneficiario sería el sublegatario. El sublegado quedaría sujeto a
dos requisitos: la muerte del testador y la aceptación del legatario. Concurriendo ambos
presupuestos el sublegado se hará irrevocable. Los artículos 1367 y 1368, por su parte,
dan reglas precisas para determinar la forma en que deben cumplirse los sublegados,
cuando coexisten varios legatarios o cuando el derecho de uno es de naturaleza distinta
del derecho del otro (cuando se asigna a uno el usufructo y a otro la nuda propiedad).
Nos parece discutible la conclusión del profesor Rodríguez Grez, en cuanto a que
se trata de una figura de estipulación a favor de otro, pues el artículo 1449 deja en claro
que ésta es una convención acordada entre el estipulante y el promitente, lo que
ciertamente no acontece cuando estamos ante un testamento. Por ello, creemos que en
este caso lo que hay es un legado gravado con una carga modal, consistente
precisamente en transferir a un tercero una determinada cosa.
Respecto del artículo 1364 y del beneficio de inventario que ahí se consagra,
Somarriva considera que igual solución opera, respecto de la responsabilidad del legatario
por las deudas hereditarias.
80
1º Si el causante no deja herederos forzosos legitimarios, puede disponer libremente de la
totalidad de sus bienes.
Las donaciones revocables o donaciones por causa de muerte son aquellas que
pueden revocarse al arbitrio del donante; donaciones irrevocables o donaciones entre
vivos son aquellas que no pueden ser dejadas sin efecto por la sola voluntad del donante.
La donación irrevocable es un contrato, un acto jurídico bilateral. Cabe preguntarse por
qué razón el legislador reglamenta este contrato en el Libro de la sucesión por causa de
muerte y no lo hace en el Libro IV, que se ocupa precisamente de los contratos y
obligaciones. La razón es doble:
1º Una razón histórica, pues igual solución adoptó el Código Civil francés.
2º Porque la donación constituye, al igual que la sucesión por causa de muerte, un título
gratuito.
1.- Concepto.
Está tratado en los arts. 1147 a 1155. En términos generales, podemos decir que
el acrecimiento tiene lugar cuando falta un asignatario. Pero no siempre que falte un
asignatario va a existir acrecimiento. La regla general es la contraria: la ausencia del
asignatario que falta beneficia a aquellas personas a quienes perjudicaba la asignación, o
bien a los herederos abintestato. Un ejemplo de la primera situación es el siguiente: el
causante instituye a Pedro heredero de todos sus bienes, dejando a Juan un inmueble
determinado. Si falta Juan -por ejemplo, por haber fallecido antes del testador-, el
inmueble legado corresponde a Pedro, heredero universal, a quien dicho legado estaba
perjudicando. Un ejemplo de la segunda situación es el siguiente: el testador deja su
herencia, en un tercio a cada uno, a los herederos A, B y C, y éste último resulta ser
81
indigno de sucederlo. El tercio de la herencia perteneciente a ese asignatario de cuota va
a los herederos abintestato, pues en esta parte el testamento no produce efectos por la
indignidad de C, aplicándose por ende las reglas generales de la sucesión intestada. Art.
980. Aquí no hay acrecimiento.
Pero existen casos en que faltando el asignatario se presenta el derecho de
acrecimiento, es decir, que la parte del asignatario que no concurre se junta, aumenta la
de los otros asignatarios testamentarios. Ello va a ocurrir siempre y cuando concurran los
requisitos propios del acrecimiento, que analizaremos. Veamos dos ejemplos al respecto:
Comprueban lo anterior, en primer lugar, la ubicación del párrafo octavo, que trata
del derecho de acrecer en el título IV, de las asignaciones testamentarias, a continuación
de los legados y de las donaciones revocables. Por otra parte, todo su articulado discurre
sobre la base de que existe un testamento. Finalmente, el derecho de acrecimiento, como
lo ha declarado un fallo, no es sino una interpretación de la voluntad del testador por parte
del legislador.
Es necesario que hayan dos o más asignatarios, pues si sólo hay uno y éste falta,
su porción en la herencia no tendría a ningún asignatario a quien acrecer. En tal caso, la
sucesión será intestada y se aplicarán las reglas estudiadas en los órdenes de sucesión.
Así se desprende del art. 1147. En realidad, la expresión “objeto” está usada en el
sentido de asignación, como lo ha reconocido por lo demás la jurisprudencia.
En este punto, hay que tener presente que el acrecimiento opera tanto en los
legados como en las herencias. El derecho de acrecimiento se presenta tanto en las
asignaciones a título universal como en las a título singular. Puede haber acrecimiento
tanto en una herencia o legado. Así lo ha declarado también la jurisprudencia.
De esta manera, “un mismo objeto” podrá ser toda la herencia; una cuota de la
herencia; uno o más bienes determinados; una cuota en un bien determinado. (Ver caso
3-A en el anexo).
82
2.4 Que los asignatarios hayan sido llamados sin designación de cuota.
a) Caso de los asignatarios llamados por partes iguales: art. 1148, 2º. La diferencia entre
estos asignatarios y los de cuota es muy sutil, lo cual al decir de Somarriva hace quizá
injustificado que en un caso opere el acrecimiento y en el otro no.
Por ejemplo, dice el testador: dejo mis bienes por terceras partes a A, B y C; en
este caso, no hay lugar al acrecimiento. Pero si dice: dejo mis bienes en iguales partes a
A, B y C, la ley dispone que hay acrecimiento. La diferencia entre un caso y el otro estriba
únicamente en que en el primero la cuota está expresada en el testamento, y en el
segundo no. El llamamiento no es el mismo, pero en definitiva ambas situaciones son
exactamente iguales, y no se justifica la diferencia hecha por el legislador.
Se ha fallado incluso que si se deja una herencia por mitades a dos herederos hay
acrecimiento, porque decir por mitades es lo mismo que por partes iguales. Otros fallos
rechazan esta interpretación tan extrema, porque en verdad no hay mayor diferencia entre
decir por iguales partes, o decir por mitades, pero no es menos cierto que el texto de la
ley se opone a esta interpretación.
b) Caso en que dos o más asignatarios son llamados a una misma cuota, pero sin
determinárseles la parte que llevarán en dicha cuota. El art. 1148 dispone que habrá
derecho a acrecer entre tales asignatarios.
El caso es el siguiente: el testador deja un tercio de sus bienes a A, otro tercio a B
y el tercio restante a C y D. Entre estos últimos habrá derecho a acrecer, pues son
llamados a un mismo objeto (un tercio de la herencia) sin designación de cuota. Ello,
porque no se les determinó la porción que cada uno llevaría en la cuota. En cambio, de
llegar a faltar A o B, su cuota beneficiará a los herederos abintestato.
Somarriva apunta que las dos situaciones revisadas son en realidad excepciones
aparentes, pues en ninguno de dichos casos los asignatarios son llamados con
designación de cuota, y por ello hay acrecimiento.
a) Conjunción verbal o labial: en este caso, los asignatarios conjuntos son llamados en
una misma cláusula testamentaria, pero a distintos objetos y por tanto, no hay
acrecimiento.
b) Conjunción real: se refiere a ella el art. 1149 y se presenta cuando dos o más
asignatarios son llamados a un mismo objeto en distintas cláusulas del testamento. En
este caso opera el derecho de acrecimiento. El inciso final del precepto se pone en el
caso de dos o más asignatarios llamados a un mismo objeto en actos testamentarios
83
diversos. En este caso, no opera el derecho de acrecimiento, pues el inciso final del art.
1149 dispone que el llamamiento anterior se presumirá revocado en toda la parte que no
le fuere común con el posterior.
c) Conjunción mixta: lo es cuando ella es tanto verbal como real, o sea, los asignatarios
son llamados a un mismo objeto y en una misma cláusula testamentaria. En tal evento,
opera el derecho de acrecimiento.
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Quiere decir entonces que en el ejemplo dado, no hay acrecimiento a favor de A y
B, sino que la porción de C la llevan sus descendientes en virtud de la representación. Y
la solución es perfectamente lógica y justa, pues en el caso propuesto jurídicamente no
falta C, pues pasa a ser representado por sus hijos, en virtud de una ficción legal.
conclusión, en la mitad legitimaria el derecho de representación prevalece por
sobre el de acrecimiento.
2.6 Que el testador no haya designado un sustituto para el asignatario que falta.
Ejemplos:
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1º El testador deja un inmueble a A, B y C. Faltando cualquiera de ellos, su porción acrece
a los otros.
1.- Concepto.
El cuarto derecho que opera en la sucesión por causa de muerte, está tratado en
el párrafo 9º y final del título IV, de las asignaciones testamentarias, del Libro III.
La sustitución supone que en el testamento se designe la persona que
reemplazará al asignatario en caso de faltar éste, de modo que si esto ocurre por
cualquier causa, pasará a ocupar su lugar el sustituto establecido por el testador.
86
el art. 1164, inc. final, establece que esta sustitución se rige por lo dispuesto en el título de
la propiedad fiduciaria (arts. 739 y ss.).
La diferencia esencial entre una y otra sustitución, en lo tocante a sus efectos, es
que la primera opera a la muerte del testador (cuando el primer asignatario falte), mientras
que la segunda opera después de abierta de la sucesión, una vez que se cumpla la
condición impuesta por el testador.
A) Sustitución vulgar.
a.1) Requisitos:
87
testador, ya no falta el asignatario, pues entra a actuar el derecho de transmisión. Por lo
tanto, los herederos del transmitente o transmisor pasan a ocupar el lugar de éste y
pueden aceptar o repudiar la asignación.
En efecto, el art. 1163 dispone expresamente que el derecho de transmisión
excluye al de sustitución; recordemos que a su vez el art. 1153 dispone lo mismo,
respecto del derecho de acrecimiento.
El orden entonces es el siguiente, de acuerdo al art. 1163:
B) La sustitución fideicomisaria.
Hemos señalado que cuatro son los derechos que pueden concurrir en una
sucesión: transmisión, representación, acrecimiento y sustitución.
Haremos una síntesis de la forma en que concurren y son excluidos; en otras
palabras, determinaremos cuándo se aplica uno y cuándo otro.
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El derecho de transmisión excluye al acrecimiento y la sustitución, porque estos
últimos suponen que falte el asignatario antes del fallecimiento del causante. Si el
asignatario fallece con posterioridad ya no faltó, y si muere sin alcanzar a pronunciarse
respecto de la asignación, transmite a sus herederos la facultad de aceptarla o repudiarla.
A su vez, la sustitución excluye al acrecimiento, porque jurídicamente si el testador
designa un sustituto, ya no falta el asignatario, pues aquél pasa a ocupar su lugar.
1º Para que opere el derecho de transmisión es necesario que el asignatario fallezca con
posterioridad al causante, sin alcanzar a pronunciarse respecto de la asignación deferida,
en cuyo caso transmite a sus herederos la facultad de aceptar o repudiar la herencia o
legado.
En cambio, en el derecho de representación, el fallecimiento del representado
debe haberse producido con anterioridad al del causante. Vemos en consecuencia que en
el caso de fallecimiento, no hay colisión posible.
2º Tampoco la hay en caso de que el asignatario falte por otro motivo, pues la transmisión
opera sólo en caso de fallecimiento: art. 957. En cambio, el derecho de representación sí
opera en otros casos, además del fallecimiento (repudiación, incapacidad, indignidad o
desheredamiento).
1.- Concepto.
89
b) Prevalecen sobre las disposiciones testamentarias: si el testador dispone de sus bienes
y sobrepasa las asignaciones forzosas, la ley establece mecanismos para reformar el
testamento.
c) Demuestran que la facultad del testador para disponer de sus bienes es limitada y que
está condicionada por la presencia de los asignatarios forzosos.
d) Están protegidas por diversos medios legales: teoría de los acervos, teoría de la
inoficiosa donación, las imputaciones que se ordenan para su pago, etc.
e) Limitan las facultades del testador, en cuanto a la posibilidad de imponerlas: así, por
ejemplo, excepcionalmente una asignación alimenticia puede imponerse a un
determinado asignatario testamentario (artículo 1168).
g) En ellas, la voluntad del causante no tiene influencia alguna: nos referimos a las
asignaciones “propiamente” forzosas. La voluntad del causante está en esta materia
subordinada a la ley, salvo las escasas excepciones que estudiaremos.
90
semiforzosa, porque existe a su respecto una limitada capacidad de disposición de parte
del causante, quien puede distribuirla libremente, pero sólo entre aquellas personas
indicadas en la ley.
91
tuviera el carácter de transmisible no se justificaría el número 4 del artículo 959 y habría
bastado con el número 2 de la misma disposición, referido a las deudas hereditarias; 3º
Porque la obligación de alimentos se funda en el parentesco, matrimonio, adopción o en
una donación, vínculos que siempre generan obligaciones intransmisibles; y 4º
Considerando la historia fidedigna de la ley, pues el artículo 371 del Proyecto de 1853
establecía que la obligación de prestar alimentos se transmitía a los herederos y
legatarios del que debía prestarlos, disposición que fue suprimida por la Comisión
Revisora. El mismo Ramos Pazos consigna los argumentos de la tesis contraria, esto es,
aquella que sostiene que la obligación alimenticia sí es transmisible, y que propone Carlos
Aguirre Varas: 1º La regla general es que todas las obligaciones sean transmisibles,
debiendo existir texto expreso que indique lo contrario; 2º Los hederos representan al
causante (artículo 1097), por lo que sus obligaciones deben ser cumplidas por aquellos; 3º
El artículo 332 establece que los alimentos que se debe por ley se entienden concedidos
por toda la vida del alimentario, mientras continúan las circunstancias que legitimaron la
demanda. Por ende, a pesar de la muerte del alimentante, la obligación subsiste mientras
viva el alimentario y se mantengan las condiciones bajo las cuales se otorgaron. Daniel
Juricic Cerda, por su parte, señala que la obligación alimentaria no se transmite a los
herederos del alimentante, salvo que éste, en su testamento, haya dispuesto lo contrario
(artículo 1168). Esta es la única explicación posible –agrega Juricic- si se toma en cuenta
que la obligación de pagar alimentos es una baja general de la herencia (artículo 959
número 4) y una asignación forzosa (artículo 1167, inciso segundo, número 1). En la
misma línea, Maricruz Gómez de la Torre Vargas estima que “Otra característica de la
obligación alimenticia es su intransmisibilidad. Si fallece el alimentante, la obligación
alimenticia no pasa a los herederos, pero se hace exigible sobre el patrimonio del
causante como baja general de la herencia (artículo 959 N° 4 del Código Civil). En el caso
que el testador haya dispuesto que uno de los herederos pague alimentos, será una
deuda hereditaria.” Para Rodríguez Grez, la opinión acerca de no ser transmisible la
obligación alimenticia contraviene el espíritu y la letra de la ley. En efecto, señala este
autor, las pensiones alimenticias devengadas en vida del causante y no solucionadas por
éste son deudas hereditarias que deberán deducirse del acervo ilíquido (artículo 959
número 2). Estas deudas gravan, por lo mismo, tal acervo ilíquido y no la masa hereditaria
(que es aquella que se forma después de deducir las bajas mencionadas en los números
1 y 2 del artículo 959). Resulta, por otro lado, impensable que quien pueda reclamar en
vida una pensión alimenticia (y la ha reclamado) pierda su derecho a percibirla, no
obstante el hecho que los herederos son los continuadores de la personalidad del
causante (artículo 1097), y como tales, titulares de sus derechos y obligaciones.
Finalmente, el carácter asistencial de los alimentos y su hondo contenido social,
descartan la posibilidad de que esta obligación se extinga con la muerte de la persona
obligada a prestar los alimentos. De lo dicho se sigue entonces, para este autor, que los
alimentos forzosos, en cuanto asignación por causa de muerte, son futuros. Las deudas
que el causante haya tenido en vida en pensiones devengadas, son deudas hereditarias
que tienen una preferencia absoluta para su pago. Nosotros también estimamos que se
trata de una obligación transmisible, pudiendo darse tres situaciones:
1° Que el causante nada haya dicho acerca de los al imentos que debía, de manera que
todos los herederos responderán, a prorrata de sus cuotas en la herencia, aplicándose
por ende el artículo 1354 del Código Civil, que dispone que las deudas hereditarias se
dividen entre los herederos a prorrata de sus cuotas.
92
de la cuarta de libre disposición; excepcionalmente, podría gravarse la cuarta de mejoras,
pero siempre y cuando el alimentario hubiere sido un asignatario potencial de dicha
cuarta), y el alimentario les exija el pago a tal o tales asignatarios, quedando los demás
integrantes de la sucesión exonerados de responsabilidad por este concepto.
93
forzosa (artículo 1167, número 1). Las opiniones podrían resumirse de la siguiente
manera:
94
Es evidente que se deben por ley aquellos alimentos. Ejemplo: el testador estaba
condenado a pagar una pensión alimenticia de $200.000.- mensuales a su hermano y al
fallecimiento del causante continuaba vigente el derecho. Se separan entonces de la
masa de bienes capitales que produzcan esa renta para pagar al hermano.
2º Caso en que el causante estaba pagando en forma voluntaria los alimentos, sin
haber sido condenado por sentencia judicial a hacerlo. También es indiscutible que si el
causante, en forma voluntaria, estaba dando alimentos a la persona que por ley tenía
derecho a exigirlos, estos alimentos constituyen una asignación forzosa. Así lo ha
reconocido la jurisprudencia. Veremos que Rodríguez Grez discrepa de Somarriva en este
punto.
3º Caso en que el causante fue demandado en vida por la persona que tenía
derecho a pedirle alimentos, pero la sentencia queda ejecutoriada sólo una vez fallecido el
causante. La jurisprudencia ha declarado igualmente que nos hallamos ante una
asignación forzosa. Indica Somarriva que este caso es menos claro que el anterior, pero
igualmente indiscutible, porque las sentencias son meramente declarativas de derechos y,
en consecuencia, el derecho a los alimentos existía con anterioridad; por tanto, estos
alimentos los debía por ley el causante y constituyen una asignación forzosa.
4º Caso en que una persona, teniendo título legal para exigir alimentos del
causante, no los recibía ni los había demandado. El problema que se plantea es
determinar si estas personas pueden demandar a los herederos por dicha pensión
alimenticia, o dicho de otra manera, si estos alimentos constituyen también una
asignación forzosa o no.
Hay quienes afirman que aun en este caso los alimentos se han debido por ley y,
en consecuencia, estamos en presencia de una asignación forzosa. Se interpreta así la
expresión “alimentos que se deben por ley” en la forma más amplia. Quienes así piensan,
se basan en el texto mismo de la ley, que no hace distinciones de ninguna especie al
respecto.
Sobre este punto, recuerda Somarriva que la jurisprudencia fue vacilante en un
comienzo, pero que ha tendido a uniformarse en el sentido de rechazar una interpretación
tan amplia de esta asignación forzosa.
En realidad, apunta el autor indicado, esta interpretación tan amplia traería consigo
enormes dificultades prácticas; en efecto, resultaría que nunca los herederos podrían
estar completamente a salvo de las personas que teniendo título legal para demandar
alimentos, no lo habían hecho valer en vida del causante, quienes en cualquier momento
podrían hacer efectiva su asignación forzosa. Los herederos tendrían que esperar los
plazos de prescripción para quedar libres de toda obligación, y aún más, de continuar la
situación de indigencia del presunto asignatario, ella nunca prescribiría. Por esto,
Somarriva considera acertada la opinión de nuestros tribunales de rechazar tan amplia
interpretación de las asignaciones alimenticias forzosas.
Señala Rodríguez Grez que para ser titular de una asignación de alimentos
forzosos, es necesario:
A) Que se trate de aquellas personas que tienen derecho a cobrarlos conforme a la ley.
Ellas están enumeradas en el art. 321, que por lo demás no es taxativo. Los alimentos,
para devenir en asignación forzosa, deben prestarse a aquellas personas a quienes la ley
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les confiere el derecho de cobrarlos. De lo anterior resulta que quedan excluidos los
alimentos voluntarios que en vida pueda haber concedido el causante.
B) Que los alimentos estén fijados por sentencia judicial, transacción aprobada por
tribunal competente o que al menos hayan sido demandados en vida del causante.
Recordemos que Somarriva incluye además aquellos que se pagaban
voluntariamente. Discrepa Rodríguez Grez, teniendo en consideración que si la obligación
no estaba judicialmente reconocida ni había sido al menos demandada, no hay certeza en
cuanto a la existencia del derecho y mucho menos en cuanto a la tasación de los
alimentos. Agrega que en el caso en análisis, se trata de un pago voluntario que puede
corresponder a una obligación civil perfecta o a una mera liberalidad del alimentante.
Ahora bien, los asignatarios forzosos de alimentos no arrancan su derecho de la
aceptación, liberalidad o disposición del causante, sino de una pretensión reconocida y
determinada en su cuantía por un órgano jurisdiccional competente. De aceptarse la
opinión sustentada por Somarriva, se da al causante la facultad, de la cual sin duda
carece, de delimitar y aun instituir una asignación forzosa, lo cual es contrario a la ley. Por
otra parte, no puede olvidarse que el derecho de alimentos no está sólo representado por
la titularidad, que arranca de la ley, sino de una situación de hecho, todo lo cual,
debidamente ponderado por el juez competente, configura su existencia y cuantía.
De lo expuesto, Rodríguez Grez concluye que sólo existen alimentos como
asignación forzosa en tres casos:
D) Que el titular no sea asignatario forzoso del causante o no reciba una asignación
testamentaria o abintestato en la sucesión.
Los alimentos forzosos, en cuanto asignación forzosa, son incompatibles con otras
asignaciones forzosas, o total o parcialmente incompatibles con otras asignaciones
testamentarias o abintestato.
Si la ley otorga al alimentario otra asignación forzosa, ello implica que llevará parte
del patrimonio o masa de bienes que sirve de antecedente para la fijación o cuantificación
de este derecho. Así, por ejemplo, si un ascendiente es llamado a una legítima rigorosa,
este solo hecho hace desaparecer su derecho de alimentos, puesto que con relación a la
masa hereditaria, este heredero no carece de bienes para subsistir. Desaparece el
derecho de alimentos, pues desaparece el presupuesto de todo alimentario: carecer de
bienes suficientes para una congrua sustentación.
Por lo tanto, en el ejemplo, podría el ascendiente renunciar a su legítima, optando
por el derecho de alimentos que en vida le pagaba el causante, en razón de una
sentencia o una transacción, pero lo que no puede ocurrir es que el ascendiente pretenda
llevar ambas asignaciones, puesto que entre ambas hay una oposición absoluta.
96
La incompatibilidad también puede presentarse con una asignación testamentaria,
ya que la razón invocada subsiste en esta. Lo mismo ocurrirá tratándose de una
asignación intestada. En todos estos casos, podrá optarse por la asignación testamentaria
o abintestato o la asignación de alimentos forzosos. Conviene precisar que una
asignación testamentaria o intestada podría rebajar los alimentos forzosos sin extinguirlos,
si ella fuere muy reducida atendidas las necesidades del alimentario. En este último caso
es admisible, por excepción, que atendida la cuantía de las asignaciones testamentarias o
intestadas, subsista la asignación de alimentos forzosos disminuidos.
E) Que el asignatario no haya incurrido en la causal de injuria atroz respecto del causante.
Dicho de otro modo: puede haber incurrido en cualquier causal de indignidad, salvo las
contempladas en el art. 968.
El art. 324, inc. 1º, dispone que cesará el derecho de alimentos en caso de injuria
atroz, salvo que la conducta del alimentario fuere atenuada por circunstancias graves en
la conducta del alimentante, pues en tal caso el juez podrá moderar el rigor de la ley. Por
su parte, el art. 979 establece que aún mediando incapacidad o indignidad hay derecho a
alimentos, excepto tratándose de los casos del art. 968.
Se deduce de lo anterior que quien incurre en una causal de indignidad de
aquellas establecidas en el art. 968 no sólo se hace indigno de suceder al causante, sino
que además, pierde su derecho de alimentos.
¿Qué ocurre si el asignatario de alimentos forzosos incurre en otra causal de
indignidad declarada judicialmente a instancia de cualquiera de los interesados en su
exclusión de la sucesión? Al tenor del nuevo art. 324, no cabe sino concluir que no se
pierde el derecho de alimentos.
La conclusión anterior se refuerza por lo prescrito en el art. 1210, en relación a los
efectos del desheredamiento, los que no se extienden a los alimentos, salvo en los casos
de injuria atroz.
En este caso, los alimentos forzosos son una deducción previa del acervo ilíquido,
en conformidad a lo preceptuado en el art. 959 número 4. En consecuencia, ellos tienen
una preferencia importante para su pago, puesto que deberán rebajarse de la masa de
bienes una vez pagados los gastos anexos a la apertura de la sucesión y las deudas que
el causante dejó en vida. Pero este beneficio lleva consigo una carga, ya que el
asignatario, como más adelante veremos, no aprovechará de la reconstrucción del
patrimonio del causante, lo que ocurre mediante la constitución de los acervos
imaginarios. Dichos acervos se forman a partir del acervo ilíquido y para formar éste, es
necesario, previamente, pagar la asignación de alimentos forzosos.
La sucesión, en el juicio particional respectivo o de común acuerdo, podrá optar
(art. 333 del CC. en relación con el art. 9 de la Ley número 14.908 sobre Abandono de
Familia y Pago de Pensiones Alimenticias) entre:
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- Disponer que los alimentos se conviertan en los intereses de un capital que para
estos efectos se consignará en un establecimiento bancario; o
- Constituir un usufructo en favor del alimentario, o un derecho de uso o habitación,
etc.
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en su contra. De esta forma, se desprende de esta sentencia que la pensión podrá ser
rebajada (lo que está fuera de discusión, por disponerlo así el artículo 1170), pero nunca
aumentada. El voto de minoría plantea en lo esencial: i) La intransmisibilidad de la
obligación alimenticia no constituye impedimento para que la demanda pueda dirigirse en
contra de los integrantes de la comunidad hereditaria, pues al fallecimiento del causante,
dicha obligación pasó a tener el carácter de una baja general de la herencia y al no
haberse impuesto el pago a uno o más partícipes de la sucesión, grava la masa
hereditaria como baja general de la herencia; ii) En virtud de lo dispuesto en los artículos
323 y 332 del Código Civil, los alimentos se entienden concedidos por toda la vida del
alimentario, continuando las circunstancias que legitimaron la demanda y deben habilitarlo
para subsistir modestamente de acuerdo a su posición social, lo que incluye la obligación
de proporcionar la enseñanza de una profesión u oficio. Por ende, las pensiones
alimenticias son siempre susceptibles de ser revisadas, variando las circunstancias que
justificaron su regulación; iii) No existe inconveniente legal para que el alimentario pueda
dirigirse en contra de los herederos del causante, a fin de obtener un aumento de las
pensiones de alimentos futuras que como asignación forzosa gravan la masa hereditaria,
si han variado las circunstancias que determinaron su monto primitivo, cuando, como
sucede en este caso, con ello no se pretende hacer efectiva la obligación alimenticia en el
patrimonio personal de ninguno de los demandados, sino en el del causante; iv) Confirma
esta interpretación lo dispuesto en el artículo 1170 del Código Civil, conforme al cual las
asignaciones alimenticias forzosas no se ven afectadas por las deudas o cargas que
graven el patrimonio del difunto, pero sí pueden rebajarse los alimentos futuros que
parezcan desproporcionados a las fuerzas del patrimonio efectivo. Siendo así, es claro
que la ley no ha exigido que los alimentos fijados en vida del causante deban permanecer
inmutables en el futuro, ni ha establecido excepción a las reglas generales que permiten
ajustar su monto a las circunstancias del caso. De lo contrario, tampoco podría aceptarse
que los herederos demandaran la disminución de los alimentos o su cesación, por haber
mejorado la fortuna del asignatario o concurrir otra causa legal.
99
4.6. Asignación a título singular.
Esta asignación es, sin duda, afirma Rodríguez Grez, una asignación a título
singular y la única entre esta clase de asignaciones, impuesta por la ley.
Varias razones se indican para llegar a esta conclusión:
c) La ley, cuando trata de pensiones alimenticias voluntarias, entiende que ellas son
legados: art. 1134. Siendo la naturaleza de la asignación la misma, así se trate de
alimentos voluntarios o forzosos, resulta indiscutible que siempre las asignaciones
alimenticias serán legados y no herencias.
100
caso, el exceso corresponderá a alimentos voluntarios, regidos por los arts. 1134, 1171,
1º y 1363.
4.8. ¿Son siempre los alimentos forzosos una deducción previa o baja general de la
herencia?
b) Que las asignaciones forzosas no las hace el causante sino la ley, estando éste
obligado a respetarlas;
101
5.2. Concepto de legítima.
El art. 1181 define las legitimas como “aquella cuota de los bienes de un difunto
que la ley asigna a ciertas personas llamadas legitimarios”.
Agrega la ley, quizá innecesariamente, que los legitimarios son herederos.
Decimos que quizá innecesariamente, pues como a los legitimarios les corresponde una
cuota de los bienes del difunto y no bienes determinados de éste, aplicando la regla
general del art. 951 se llegaría a idéntica conclusión.
Lo anterior permite hacer concluir a Somarriva, que los términos heredero forzoso
y legitimario, son sinónimos.
La definición, entonces, contiene dos elementos que sirven para caracterizar la
legítima:
1º Se trata de una cuota de los bienes de un difunto, y por consiguiente, como lo hemos
dicho, el titular de la asignación es heredero en conformidad al art. 951.
2º Los asignatarios son ciertas personas llamadas legitimarios y que están señaladas en
forma expresa en la ley.
Pero la legítima es, ante todo, una asignación forzosa de que no puede ser privado
el legitimario, a menos que, por causas legales, haya sido desheredado, es decir, excluido
de la sucesión por el propio causante mediante una cláusula testamentaria (y probado el
hecho en que se funda), o por la declaración de indignidad a requerimiento de cualquier
persona interesada en la exclusión del legitimario. De ahí que se haya dicho que “la
indignidad es un desheredamiento legal y el desheredamiento una indignidad
testamentaria”.
a) Los hijos.
b) Los ascendientes.
La ley dice que son legitimarios “los ascendientes”, no “los padres”. Ello significa
que los ascendientes de grado más próximo desplazan a los de grado más distante.
Si el ascendiente de grado más próximo (en el supuesto de que sólo haya uno) es
desheredado o declarado indigno o repudia la asignación, es llamado a la sucesión el
ascendiente de grado siguiente. Así ocurrirá si el padre es declarado indigno o
desheredado, pasando a ser legitimario el abuelo. No se trata del derecho de
102
representación, por cierto, sino de la ausencia del legitimario que es sustituido por el que
sigue en el grado de parentesco.
Con todo, no cualquier ascendiente es en verdad legitimario. En efecto, dispone el
art. 1182, 2º, que no serán legitimarios los ascendientes del causante si la paternidad o la
maternidad que constituye (padre o madre) o de la que deriva su parentesco (abuelo, por
ejemplo), ha sido determinada judicialmente contra la oposición del respectivo padre o
madre, salvo si el hijo, por escritura pública o por acto testamentario, hubiere restablecido
en sus derechos al padre o madre (art. 203, último inciso). Esta figura es análoga a la que
existía tratándose de los padres naturales, quienes sólo tenían la calidad de legitimarios
en la medida que hubieren reconocido voluntariamente al hijo.
c) El cónyuge sobreviviente.
De ahí que el art. 1183 establezca la siguiente regla: “Los legitimarios concurren y
son excluidos y representados según el orden y reglas de la sucesión intestada”.
Esto significa que se aplicarán las reglas concernientes a los órdenes sucesorios,
que ya estudiamos, para definir quiénes deben concurrir o ser excluidos de la mitad
legitimaria.
103
En cambio, tienen la doble calidad de legitimarios y herederos abintestato los hijos, los
ascendientes (por regla general) y el cónyuge sobreviviente.
El precepto en estudio (artículo 1183) nos dice que los legitimarios concurren, son
excluidos y representados de acuerdo con las reglas de la sucesión intestada. Sin
embargo, lo dicho sólo se aplica dentro de la mitad legitimaria. Los legitimarios, en la
cuarta de mejoras o en la parte de libre disposición (cuarta o mitad), no concurren de
acuerdo con las reglas de la sucesión intestada.
La razón es que el testador puede repartir la cuarta de mejoras entre los
asignatarios que establece la ley, como mejor le plazca. Si la cuarta de mejoras supone
una expresa manifestación de voluntad del testador, no cabe aplicar en ella las reglas de
la sucesión abintestato.
Lo propio ocurre con la parte de libre disposición; no van a jugar en ella las reglas
de la sucesión intestada, pues el testador puede disponer de esa porción a su arbitrio,
puede dejarla a quien quiera.
En conclusión, salvo respecto de la mitad legitimaria, el resto de la herencia se
distribuye conforme a las disposiciones del testador.
Sin embargo, puede ocurrir que éste no disponga de la cuarta de mejoras y de la
parte de libre disposición, o si lo hace, que su disposición no tenga efectos. Entonces, nos
encontramos frente a la legítima efectiva que establece el art. 1191, la que se distribuirá
entre los legitimarios también de acuerdo a las reglas de la sucesión intestada (antes de
la reforma de la Ley número 19.585, en la porción de que el testador no había dispuesto
concurrirían también los demás herederos abintestato, pues en conformidad al art. 1191,
inc. final, sobre las reglas de este precepto primaban las de la sucesión intestada. Ahora,
sin embargo, no hay posibilidad de colisión entre legitimarios y otros herederos
abintestato. En consecuencia, ha quedado sin aplicación práctica el inciso 3º del art.
citado, que debió derogarse por el legislador).
d.1) Puede ocurrir que el causante haya dejado hijos y cónyuge sobreviviente. En
este caso, conforme al art. 988, son llamados los hijos y el cónyuge sobreviviente,
quedando excluidos los padres. En consecuencia, la mitad legitimaria se dividirá entre los
hijos y el cónyuge sobreviviente en la forma establecida en dicho precepto, sin perjuicio
del acrecimiento del art. 1191 y de las asignaciones que el causante les deje por
testamento.
d.3) Si sólo concurren hermanos, rige el art. 990. En este caso, si el causante nada
dispuso, se llevarán la herencia quienes no tienen calidad de legitimarios.
d.4) Si sólo concurren otros colaterales, hasta el sexto grado, ellos llevarán la
herencia. Igual que en el caso anterior, la herencia pertenecerá a quienes no tienen la
calidad de legitimarios.
104
d.5) Finalmente, si ninguno de los anteriores concurre, la herencia yacente, luego
transformada en vacante, pertenecerá al Fisco, quien obviamente tampoco es
legitimario.
Reiteramos entonces que tras la reforma introducida al Código Civil por la Ley
número 19.585 a los órdenes sucesorios, ya no es posible que concurran a la herencia
intestada legitimarios con quienes no lo son. De haber al menos un legitimario, de él será
toda la herencia. En cambio, antes de la aludida reforma, era posible que concurrieran
legitimarios con quienes no lo eran (como ocurría, por ejemplo, en el antiguo segundo
orden regular, en el cual concurrían ascendientes legítimos, cónyuge e hijos naturales; los
dos primeros no tenían la calidad de legitimarios, calidad que hoy sí tienen; o en el tercer
orden regular, en el cual concurrían hijos naturales, cónyuge y hermanos legítimos, no
teniendo los dos últimos calidad de legitimarios).
De tal forma, siempre las normas de la sucesión intestada respetan la mitad
legitimaria para los legitimarios, evitando que, muerto abintestato el causante, dicha mitad
legitimaria pueda ser sobrepasada o desconocida, por aplicación de las normas de la
sucesión intestada, como veremos más adelante. De lo dicho, se infiere que la sucesión
intestada determina qué legitimarios heredan cuando concurren dos o más de diversa
naturaleza. Asimismo, las reglas de la sucesión intestada están basadas en el respeto a la
mitad legitimaria.
En consecuencia, si el causante muere intestado pueden aplicarse las normas de
la sucesión intestada, sin que por ello se lesionen los derechos de los legitimarios; y si
muere testado (si dispuso de la parte de libre disposición, la que corresponderá a un
cuarto de la herencia, de haber legitimarios) las normas de la sucesión intestada servirán
para saber quienes son llamados y quienes son excluidos de la sucesión forzosa. Esta
regla tiene por lo mismo gran importancia, ya que permite aplicar las normas de la
sucesión intestada sin afectar los derechos de los legitimarios, cuando el causante no ha
dispuesto de sus bienes por testamento.
a) Las legítimas se calcularán sobre la base de un acervo imaginario, cuyo objetivo, como
veremos, será reconstruir el patrimonio del causante cuando éste ha hecho donaciones
revocables o irrevocables a otros asignatarios o donaciones a terceros, excediendo la
parte o cuota de que podía disponer libremente.
A tal extremo llega este privilegio, que un legitimario puede ser obligado a restituir
el exceso de lo donado por el causante (lo que excede su legítima) si con ello se lesionan
las demás legítimas (art. 1206); y los terceros donatarios también pueden ser obligados a
restituir lo donado si el causante sobrepasó la parte de la que podía disponer libremente,
afectando con ello a las asignaciones legitimarias (art. 1187).
De tal forma, la ley ha establecido mecanismos efectivos para evitar que el
causante pueda favorecer a un legitimario en perjuicio de los otros, o para evitar que
favorezca a un tercero dañando a los legitimarios. Los acervos imaginarios, como
veremos, tienen efectos prácticos que permiten, por una parte, equilibrar la situación entre
los legitimarios y, por otra, ampararlos de actos de disposición del causante en provecho
de terceros.
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b) Las asignaciones legitimarias no pueden ser objeto de condición, plazo, modo o
gravamen alguno. Art. 1192.
Excepcionalmente, el artículo 86 número 7 de la Ley General de Bancos, permite a
los bancos ser administradores de los bienes que se hubieren dejado a título de herencia
o legado, a capaces o incapaces. Agrega el precepto que “Podrán sujetarse a esta misma
forma de administración los bienes que constituyen la legítima rigorosa, durante la
incapacidad del legitimario.”
En consecuencia, cesada la incapacidad del legitimario, el banco respectivo
concluye su administración, la que corresponderá al legitimario, sin restricciones.
c) Las legítimas tienen preferencia para su pago. Así lo dispone el art. 1189. De tal forma,
lo primero que debe hacerse es enterar las asignaciones legitimarias, antes de pagarse
las asignaciones testamentarias o abintestato.
El art. 1193 se pone en el caso de que lo dado en razón de legítimas, excediere a
la mitad del acervo imaginario, disponiendo que en tal evento, el exceso se imputará a la
cuarta de mejoras.
El art. 1362 impone a los legatarios responsabilidad cuando el testador ha
destinado a ellos una parte de la porción de bienes que la ley reserva a los legitimarios; y
el art. 1363 reglamenta esta responsabilidad, de la cual sólo quedan excluidos los legados
alimenticios siempre que se trate de asignaciones forzosas.
De esta normativa aparece clara la preferencia de que gozan las legítimas para su
entero y pago.
f) Los legitimarios tienen una acción especial para defender sus legítimas: los arts. 1216 y
siguientes consagran la acción de reforma del testamento, que permite pasar por sobre
las disposiciones testamentarias del causante en provecho de los asignatarios de las
legítimas. Se trata, como veremos, de una acción de inoponibilidad, destinada a hacer
prevalecer las legítimas por sobre las demás asignaciones testamentarias.
g) Para evitar que el causante pueda burlar una legítima, el art. 1197 establece que si
bien el causante puede designar las especies con que debe pagarse una legítima, no
podrá tasar los valores de dichas especies. Con esto, se pretende evitar que el causante
disminuya el valor de lo que corresponde al legitimario.
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i) El desheredamiento de un legitimario tiene reglas propias que están contenidas en el
art. 1208, que son más exigentes, aún cuando no muy distintas de las referidas a las
indignidades.
k) Si un legitimario no lleva el todo o parte de su legítima, por cualquier causa, dicho todo
o parte se agrega a la mitad legitimaria y contribuirá a formar las legítimas rigorosas de
los otros (art. 1190).
En estricto rigor, a pesar de los términos de la ley, nada de “agrega” a la mitad
legitimaria, porque ésta permanece incólume. Lo que ocurre, es que dicha mitad
legitimaria se repartirá entre menos herederos.
l) En el marco de la partición, la regla 2° del art ículo 1337, establece que no habiendo
interesados que ofrezcan más que el valor fijado para el bien que se posee indiviso, y
compitiendo dos o más asignatarios sobre la adjudicación de una especie, el legitimario
será preferido al que no lo sea. Hoy, esta regla sólo puede operar si la sucesión fuere
testada, porque si es enteramente intestada, no pueden concurrir legitimarios con quienes
no lo sean
A) Legítima rigorosa.
a.1) Concepto.
Está establecida en el art. 1184, 1º. Los legitimarios llevan la mitad de los bienes
del causante, previas las deducciones o bajas generales de la herencia señaladas en el
art. 959 y las agregaciones que corresponden a los acervos imaginarios consagrados en
los arts. 1185 y 1186. La ley agrega que esta mitad se divide por cabezas (cuando los
legitimarios concurren personalmente) o por estirpes (cuando los legitimarios concurren
representados).
La legítima rigorosa es por lo tanto la parte de la mitad legitimaria que
corresponde a cada uno de los legitimarios llamados a la sucesión conforme a las
reglas de la sucesión intestada. También se la ha definido como aquella parte que le
cabe al asignatario dentro de la mitad legitimaria.
En consecuencia, los legitimarios se reparten (por cabeza o por estirpe) la mitad
de la herencia.
Pero no todas las legítimas son de la misma cuantía, conforme se desprende de
los arts. 988 a 990.
Puede ocurrir que un legitimario no lleve todo o parte de su legítima, sea porque es
incapaz (no existe al momento de deferírsele la asignación), ha sido desheredado,
declarado indigno o ha repudiado la asignación y no tiene descendencia con derecho a
representarlo. En este caso, la parte que no lleva ese legitimario se agrega -dice la ley-, a
107
la mitad legitimaria y contribuirá a formar las legítimas rigorosas de los demás legitimarios.
En realidad, como dice Rodríguez Grez, la ley se ha expresado impropiamente: en efecto,
si un legitimario no lleva todo o parte de su legítima, nada se agrega a la mitad legitimaria,
sino que ella se dividirá por un factor menos (menos legitimarios) y con ello se elevará su
cuantía. Por lo tanto, no hay en este caso acrecimiento o agregación alguna, sino la
consecuencia lógica de que la mitad legitimaria se distribuya entre menos legitimarios. De
allí que en este supuesto, la legítima siga siendo rigorosa.
B) Legítima efectiva.
108
En suma, para Rodríguez Grez, la legítima efectiva se forma por el acrecimiento a
la mitad legitimaria del todo o parte de la cuarta de libre disposición o de la cuarta de
mejoras, sea porque el causante no dispuso de ellas o porque su disposición no tuvo
efecto, pero sólo si concurren a la herencia conforme a las reglas de la sucesión
intestada, herederos legitimarios. Somarriva, por su parte, la define como la legítima
rigorosa aumentada con la parte de mejoras y la parte de libre disposición de que el
testador no dispuso o, si lo hizo, no tuvo efecto su disposición.
1º.- Los legitimarios son llamados y excluidos según las normas de la sucesión intestada.
Ya dijimos que el art. 1183 no hace aplicable las reglas de la sucesión intestada a los
legitimarios, sino única y exclusivamente para su llamamiento y exclusión.
2º.- La mitad legitimaria se divide por cabezas o estirpes entre los respectivos legitimarios,
según las reglas de la sucesión intestada. Art. 1184, 1º.
Si sólo son llamados por los órdenes de sucesión intestada los legitimarios, se
aplica el inc. 1º del art. 1191 y la herencia se distribuye entre los legitimarios, dando a
cada uno su legítima efectiva.
109
B) Segundo acervo imaginario.
El segundo acervo imaginario está contemplado por los arts. 1186 y 1187,
precepto este último en el cual se consagra lo que jurídicamente recibe el nombre de
acción de inoficiosa donación.
El segundo acervo imaginario va a proceder en presencia de donaciones
irrevocables hechas a extraños. El objetivo de la formación de este segundo acervo
imaginario es defender las legítimas en presencia de donaciones hechas a personas que
no son legitimarios.
1.- Introducción.
Sobre este punto, la Ley número 19.585 resolvió una ardua disputa en la doctrina.
Somarriva sostenía que debía formarse cuarta de mejoras cuando existieran
descendientes legítimos, hijos naturales o descendientes legítimos de éstos. En otras
palabras, la cuarta de mejoras era asignación forzosa no sólo en el orden de los
descendientes legítimos, sino también en el orden de los hijos naturales y de sus
descendientes legítimos.
Sostenían la misma opinión los Domínguez, Alessandri y Rozas Vial.
Distinta era la posición de Rodríguez Grez, Meza Barros y Luis Barriga Errázuriz.
Señalaba el primero (siguiendo al tercero) que en relación al art. 1184 y la forma como se
divide la herencia de una persona, debía distinguirse primero si concurrían o no herederos
legitimarios. En el primer caso, debía a su vez distinguirse si concurrían o no a la sucesión
descendientes legítimos. Si no concurrían legitimarios, el causante podía disponer
libremente de todo su patrimonio y si no lo hacía, la ley señalaría quiénes serían llamados
a su sucesión (órdenes de sucesión intestada). Si concurrían legitimarios, pero no
descendientes legítimos, la mitad de la herencia sería la mitad legitimaria y la otra mitad
sería de libre disposición. Si concurrían descendientes legítimos, la herencia debía
dividirse en cuatro partes; dos partes formarían la mitad legitimaria, una parte formaría la
cuarta de mejoras y una parte formaría la cuarta de libre disposición.
110
Por consiguiente, la libertad de disposición estaba limitada a una cuarta parte
cuando el causante dejaba descendientes legítimos y a la mitad de su patrimonio cuando
dejaba legitimarios, pero no descendientes legítimos. Esto es lo que a juicio de Rodríguez
decía claramente el anterior art. 1184. En otras palabras, cuando no concurrían
descendientes legítimos no se formaba cuarta de mejoras. En consecuencia, los hijos
naturales y los demás asignatarios de cuarta de mejoras sólo podían obtener esta
asignación en concurrencia con descendientes legítimos.
A la luz del actual art. 1184, debe concluirse que se forma cuarta de mejoras
cuando concurren descendientes, o cónyuge sobreviviente o ascendientes. Dicho de otra
forma: hay cuarta de mejoras, cuando concurre a la sucesión cualquiera que tenga la
calidad de legitimario. No es necesario, por ende, que concurran necesariamente
descendientes. Lo que no significa que dicha cuarta, según veremos, deba asignarse
necesariamente a un legitimario.
La ley ha limitado las personas que pueden ser objeto de esta asignación. Ellas no
se confunden con los legitimarios. Hay personas que siendo legitimarios pueden ser
“mejoradas” y otras que, sin ser legitimarios, también pueden ser objeto de una
asignación con cargo a esta parte de la herencia. Es importante subrayar que puede ser
asignatario de cuarta de mejoras una persona que no tenga la calidad de legitimario del
causante. El artículo 1184, por lo demás, así lo deja en claro, cuando expresa en su inciso
3º: “otra cuarta, para las mejoras con que el difunto haya querido favorecer a su cónyuge
o a uno o más de sus descendientes o ascendientes, sean o no legitimarios…” Por lo
demás, el artículo 1195 al que nos referiremos a continuación, alude a los “descendientes”
y a los “ascendientes”, quienes no necesariamente serán legitimarios.
Las personas que la ley permite favorecer con esta asignación, de conformidad
con el art. 1195, son las siguientes:
b) El cónyuge sobreviviente (incorporado por la Ley número 18.802; en este caso, será el
favorecido legitimario, pues tal calidad tiene el cónyuge sobreviviente); y
c) Los ascendientes (incorporados por la Ley número 19.585; en este caso, también el
favorecido puede o no ser legitimario: el padre, por ejemplo, lo será, si no hay
descendientes, mientras que el abuelo, en el mismo caso, no lo será).
El testador está obligado, si desea disponer de la cuarta de mejoras, a asignarla
como lo estime conveniente, pero entre las personas indicadas. Si ello no ocurre, los
legitimarios tienen acción de reforma de testamento, ya que se ha dispuesto de esta parte
de la herencia con infracción de ley (art. 1216). Dejada sin efecto dicha disposición, el
todo o la parte de la cuarta de mejoras, en su caso, incrementará las legítimas rigorosas,
transformándolas en efectivas, lo cual favorecerá a los legitimarios.
El testador, en consecuencia, distribuirá libremente entre los potenciales
asignatarios a la cuarta de mejoras, pudiendo designar sustitutos para el caso de que
alguno llegare a faltar o no quisiera suceder. Pero no hay lugar al derecho de
representación, porque esta no es una asignación intestada.
111
4.- Características de la cuarta de mejoras.
Así lo dice expresamente el art. 1167, de modo que el testador debe respetarla.
Del hecho de que las mejoras constituyan una asignación forzosa se derivan las
siguientes consecuencias:
a) Situación contemplada en el art. 1203, inciso 2º. Los desembolsos hechos para
el pago de deudas de un legitimario que sea descendiente, se imputan a su legítima,
siempre que estos desembolsos hayan sido útiles para el pago de dichas deudas (art.
1203, 1º). Pero puede suceder que el causante haya manifestado voluntad expresa, por
acto entre vivos o por testamento, en orden a que es su voluntad que no se imputen
dichos gastos a la legítima del beneficiado con los desembolsos. Si tal ocurre, la ley
señala que estos desembolsos “se considerarán como una mejora” (Art. 1203, 2º). La ley,
en este caso, presume que la voluntad del difunto fue asignarle al beneficiado con el
desembolso todo o parte de la cuarta de mejoras, por el solo hecho de manifestar su
voluntad en el sentido que no se imputen los desembolsos a la legítima. En el fondo, de
112
esta manera los desembolsos no gravarán la cuarta de libre disposición, lo que parece
lógico ya que se trata de gastos hechos en provecho de un legitimario.
El propio art. 1203, 3º, se pone en el supuesto de que el difunto hubiere asignado
al mismo legitimario, a título de mejora, alguna cuota de la herencia o alguna cantidad de
dinero. En este caso, se imputarán estos desembolsos a dicha asignación, sin perjuicio de
valer en lo que excedieren a ella, como mejora, o como el difunto expresamente lo haya
ordenado. Entonces, si los desembolsos son menores que la parte que corresponde al
legitimario en la cuarta de mejoras por disposición expresa del causante, subsistirá la
asignación en lo que falta para completarla. Si los desembolsos exceden a esta parte, el
saldo deberá imputarse a la cuarta de libre disposición, desde el momento que existe
voluntad expresa del causante de que no se imputen a la legítima.
b) Otro caso parecido, aunque no idéntico, ocurre con el art. 1193: dispone que si
el causante ha dado o da en razón de legítimas más de lo que corresponde a la mitad
legitimaria (del acervo imaginario), la ley ordena que este exceso se impute a la cuarta de
mejoras. De lo que resulta que sin necesidad de expresarlo explícitamente el causante, se
ha podido disponer de la cuarta de mejoras e incluso lesionar los derechos de otros
asignatarios llamados a esta misma parte de la herencia. Aún más, la Ley número 19.585
agregó un segundo inciso al art. 1193, en beneficio del cónyuge sobreviviente: dispone
que si lo que se ha asignado al cónyuge sobreviviente no fuere suficiente para completar
la porción mínima que le corresponde en atención a lo dispuesto en el art. 988 (cuarta
parte de la mitad legitimaria), la diferencia deberá pagarse también con cargo a la cuarta
de mejoras.
Deducimos, entonces, que al menos en dos casos existen asignaciones a título de
mejoras que se presumen en la ley (mejoras tácitas). Así ocurre en el caso del art. 1203,
2º y en el caso del art. 1193. En ambos, se trata de normas que implican a legitimarios,
sea que ellos hayan sido objeto de desembolsos destinados a pagar sus deudas, o que
sean objeto de donaciones que exceden a la legítima que les corresponde.
De lo expuesto se deduce una consecuencia de alto interés: las asignaciones de
cuarta de mejoras suponen que haya donación o testamento, requieren una declaración
de voluntad del donante o del testador. Como la parte de mejoras supone testamento, no
cabe aplicar a ella el art. 1183, el cual dispone que los legitimarios concurren y son
excluidos y representados de acuerdo con las reglas de la sucesión intestada. La cuarta
de mejoras, si hay testamento, no se distribuye de acuerdo con dichas reglas, sino que
corresponderá a los descendientes o ascendientes expresamente designados por el
testador o al cónyuge sobreviviente.
Ahora bien, si no hay testamento, entonces sí que se aplican las reglas de la
sucesión intestada, pues en este caso la cuarta de mejoras y la cuarta de libre disposición
acrecen, se suman a la mitad legitimaria y pasan a formar la legítima efectiva. Esta cuarta,
que pudo ser de mejoras y no lo fue, se divide entre los legitimarios. Cabe señalar que en
este caso, no concurren todos los descendientes a la cuarta de mejoras que acrece a la
mitad legitimaria, sino que únicamente los que sean legitimarios.
La otra consecuencia que deriva de esta característica, es que en las mejoras no
opera el derecho de representación. Pero en caso de que no exista testamento, como se
aplican las reglas de la sucesión intestada, sí que hay representación.
113
Recordemos que las legítimas admiten una sola modalidad y ningún gravamen. La
modalidad admitida consiste en que un Banco administre la legítima rigorosa durante la
incapacidad del legitimario.
En cuanto a los gravámenes, éstos sí que están prohibidos por la ley, salvo
cuando están establecidos en beneficio de personas a quienes el testador podía
beneficiar con mejoras: art. 1195, 2º. Quiere decir entonces que los gravámenes
impuestos en favor del cónyuge sobreviviente o descendientes o ascendientes del
causante, son válidos, pero no los establecidos en beneficio de persona que no tiene
derecho a mejoras. Y es lógico que así sea, pues el testador puede disponer libremente
de la cuarta de mejoras, pero sólo en favor de sus descendientes, ascendientes y
cónyuge sobreviviente. Si el testador pudo dejarle al descendiente, ascendiente o
cónyuge sobreviviente a quien se beneficia con el gravamen toda la cuarta de mejoras,
con mayor razón podrá favorecerlo en la forma dicha. Es la aplicación de la regla jurídica
de quien puede lo más puede lo menos. Como una consecuencia de la facultad que tiene
el testador de distribuir la cuarta de mejoras en la forma que desee, puede imponer a los
beneficiados con ella un gravamen en favor de otro asignatario de cuarta de mejoras.
Lo que no puede hacer es beneficiar con estos gravámenes a un extraño, pues
entonces sí que estaría destinando parte de la cuarta de mejoras a personas que no
114
pueden ser beneficiadas con ella. El testador debe en todo momento respetar la
asignación forzosa que constituyen las mejoras, y si pudiera establecer gravámenes en
favor de otras personas que no sean asignatarios potenciales de dicha cuarta, estaría en
el fondo burlando dicha asignación forzosa (ver caso 4-A en el anexo).
Así, por ejemplo, el testador deja la cuarta de mejoras a su hijo A, con la obligación
de pagar una pensión mensual de $100.000.- a su hijo B, mientras llegue a la mayor
edad. Este gravamen es perfectamente lícito, pues el hijo B del causante pudo incluso ser
destinatario de toda la cuarta de mejoras. En cambio, si la obligación impuesta al hijo A
asignatario de la cuarta de mejoras fuere pagar $100.000.- a un tío, este gravamen no
produce efectos, pues favorece a una persona que no tiene derecho a mejoras.
La limitación impuesta al causante, en orden a que sólo puede imponer
gravámenes sobre la asignación de cuarta de mejoras en favor de personas que también
podrían ser asignatarias de dicha cuarta, es lógica y necesaria. Si se ha limitado la
capacidad del difunto para disponer de esta cuarta de mejoras, obligándolo a distribuirla
entre determinadas personas, presuntivamente muy cercanas a él, la única forma de
evitar que este destino se cumpla es limitar también los gravámenes de que puede ser
objeto, en beneficio sólo de las personas favorecidas con dichas asignaciones.
Los gravámenes que se impongan pueden ser de cualquier naturaleza:
condiciones, plazos, modos (como el del ejemplo), etc. La ley no los ha restringido, sólo
limita a sus beneficiarios.
El difunto puede designar herederos o legatarios con cargo a la cuarta de mejoras.
Aquella parte de que no disponga acrecerá a la mitad legitimaria y aquella parte en que se
exceda se imputará a la cuarta de libre disposición (art. 1194).
De lo señalado se deduce que siempre preferirán las legítimas, que pueden afectar
a las mejoras, y luego éstas, que pueden afectar a las asignaciones de libre disposición.
Así resulta de concordar los artículos 1189, 1193 y 1194.
Excepcionalmente, nuestra ley permite un pacto sobre sucesión futura: art. 1463,
2º. Recordemos que como principio general, hay objeto ilícito y por ende nulidad absoluta
en los pactos sobre sucesión futura (art. 1682). Sin embargo, el art. 1204 permite un pacto
de tal naturaleza.
115
se dispondrá de toda la cuarta de mejoras, también puede convenirse que no se
dispondrá de una parte de ella. Esta interpretación chocaría frontalmente con el carácter
excepcional del art. 1204. Lo único que puede pactarse con el causante es la no
disposición total de la cuarta de mejoras y no una disposición parcial, puesto que esta
convención sería de disposición y no de abstención.
Lo que la ley permite, en el fondo, es que el difunto asegure a un legitimario una
legítima efectiva en lugar de su legítima rigorosa, a consecuencia de incrementarse la
mitad legitimaria por no disponerse de la cuarta de mejoras.
El art. 1204 establece requisitos precisos para que este pacto tenga efectos
legales:
a) Se trata de un acto solemne, que debe celebrarse con el causante por escritura
pública.
Estamos, por ende, ante una solemnidad propiamente tal, exigida en atención a la
especie o naturaleza del acto. Por lo tanto, si se omite esta solemnidad, el acto no
producirá efecto jurídico alguno (será inexistente o adolecerá de nulidad absoluta, según
la opinión a la que adhiramos), aun cuando pueda constar de otro modo la voluntad del
causante.
Problema interesante es determinar si se trata de una declaración unilateral de
voluntad o si de una convención. En otras palabras, si la promesa requiere de la
concurrencia del prometiente y del beneficiado o de sólo el primero. Atendido el objeto de
la promesa, la doctrina estima que se trata de una convención, debiendo el beneficiario
comparecer aceptando la promesa. No producirá efecto, por lo mismo, una promesa
unilateral no convencional.
116
d) Debe ser pura y simple la convención.
Por último, cabe señalar que este pacto debe ser puro y simple. Ello, en razón de
su carácter excepcional y a la imposibilidad de interpretar extensivamente las normas que
lo regulan. En otras palabras, se promete o no se promete, pero no es admisible una
promesa condicional, ni a plazo ni sujeta a modalidad alguna.
117
asignación forzosa (art. 1168), en cuyo caso, como veremos, tienen especial preferencia
para su pago.
Cree Rodríguez Grez que esta deducción previa tiene en la ley el carácter de
deuda hereditaria, aun cuando se trate de prestaciones que se devengarán o harán
exigibles en el futuro y a través del tiempo. Para el legislador, las asignaciones
alimenticias tienen este tratamiento especial, precisamente porque ellas son asistenciales
y su objeto es permitir que una persona pueda sustentar la vida cuando carece de lo
necesario para ello. Esto explica lo expresado en el art. 1168, en la parte que señala: “Los
alimentos que el difunto ha debido por ley a ciertas personas...”.
Estas expresiones dan una idea clara de que se trata de una deuda y, por lo
mismo, susceptible de deducirse del acervo ilíquido para transformarlo en acervo líquido.
Lo dicho queda plenamente confirmado por el art. 1361, 3º. Recordemos que las
pensiones alimenticias que constituyen asignaciones forzosas son precisamente aquellas
que el causante debía en vida, porque habían sido impuestas por sentencia judicial, o
avenimiento aprobado judicialmente, o se hallaban demandadas antes del fallecimiento
del causante (alimentante). Lo que la ley quiere, por consiguiente, es que los herederos
sigan pagando los alimentos que adeudaba el causante en vida, tal como si éste no
hubiese fallecido.
De lo anterior resulta la coherencia del art. 959 número 4, al disponer que esta
asignación sea pagada con cargo al acervo ilíquido, dándole un tratamiento semejante al
que se da a las deudas hereditarias. Es esta una forma de brindar a esta asignación una
seguridad fundamental para su pago, puesto que ella deberá enterarse antes que todas
las demás asignaciones, incluso las forzosas, que tienen un tratamiento privilegiado.
La preferencia de que gozan los alimentos que el difunto ha debido por ley a
ciertas personas, tiene, como necesaria contrapartida, la desventaja de que esta
asignación se calculará sobre la base del acervo ilíquido, descontadas las deducciones de
los números 1 y 2 del art. 959. En consecuencia, ella no aprovecha de los llamados
acervos imaginarios, debido a que éstos se forman en una fase posterior, a partir del
118
acervo líquido y éste supone que estén pagados (o más bien, calculados) los alimentos
como asignación forzosa.
En síntesis, los alimentos, en cuanto asignación forzosa, se pagan con preferencia
a cualquier otra asignación, como si se tratare de una deuda hereditaria, carácter que
hasta cierto punto tiene por su naturaleza asistencial. Quien ejecuta el testamento, por
consiguiente, deberá proceder a su pago inmediatamente después de cubiertas o
asegurado el pago de las deudas que el causante tenía en vida (deudas hereditarias).
119
especial a este respecto. En verdad, la situación señalada es excepcional, si se tiene en
consideración que hay un solo asignatario (semiforzoso) a quien podría imponerse la
obligación de pagar los alimentos forzosos: el asignatario de cuarta de mejoras y siempre
que el alimentario sea de aquellas personas que pueden ser titulares de esta parte de la
herencia (todo ello, por aplicación del art. 1195, 2º )
No es extraño que el art. 1363 no señale en forma expresa que los legatarios
deben contribuir al pago de los alimentos cuando la responsabilidad de los herederos se
extingue. Ello, porque el Código razona sobre la base de que los alimentos forzosos se
pagan como deducción previa (baja general de la herencia) para formar el acervo líquido.
Lo usual, entonces, será que su tratamiento sea idéntico al que se da a las “deudas
hereditarias”, y que el partidor y los interesados encaren esta situación con la prioridad
que corresponde. Pero nada impide, especialmente atendiendo al hecho de que los
alimentos se devengarán a través del tiempo (por lo general, durante toda la vida del
alimentario), que se reclame excepcionalmente la responsabilidad de los legatarios que,
como expresamente dice la ley, si deben contribuir al pago de las legítimas, de las
mejoras y de las deudas hereditarias, también deben contribuir al pago de los alimentos,
cuando estos revisten el carácter de asignación forzosa.
1.6 Resumen de las reglas a que se somete el pago de los alimentos como
asignación forzosa.
120
referiremos a las preferencias, imputaciones, restituciones y reducciones de que pueden
ser objeto estas asignaciones.
2.1 Preferencias.
Enterada la asignación forzosa que tiene carácter alimenticio, las legítimas gozan
de preferencia para su pago: art. 1189. Este artículo debemos interpretarlo en relación al
art. 1185, que establece el primer acervo imaginario y que ordena, como se recordará,
acumular al acervo líquido, para el cálculo de las legítimas, todas las donaciones
revocables e irrevocables que el causante ha hecho a título de legítimas y mejoras.
Entonces, si el causante ha hecho donaciones a título de legítimas, la suma que
falta para completarlas se saca con preferencia a toda otra inversión; si no ha hecho
donaciones, el pago de las legítimas tendrá preferencia hasta enterar la mitad del acervo
imaginario.
Cabe notar que la preferencia sólo alcanza la mitad del acervo imaginario,
debiendo computarse en esta mitad todas las donaciones que el causante ha hecho a
título de legítimas.
2.2 Imputaciones.
a.1) Las donaciones revocables e irrevocables hechas por el causante al legitimario: art.
1198, 1º.
a.2) Los legados dejados por el causante en su testamento al legitimario (artículo 1198).
La ley se refiere sólo a los legados, esto es, a las asignaciones a título singular;
pero nada dice respecto de las herencias o asignaciones a título universal que puede
haberle dejado el causante en su testamento a un legitimario. Así, por ejemplo, puede
suceder que el testador deje en su testamento una porción de sus bienes a un legitimario.
Esta asignación a título universal, ¿Deberá imputarse para el pago de las legítimas?
La jurisprudencia, en un fallo de mayoría, resolvió que no procede imputar a las
legítimas las asignaciones a título universal, porque el art. 1198 se refiere únicamente a
los legados, pero no a las asignaciones a título universal.
El fallo citado se atiene estrictamente a la letra de la ley, pero Somarriva señala
que en realidad no se divisa por qué han de aplicarse criterios distintos a una y otra
situación. Agrega que existe no poca inconsecuencia en afirmar que se imputan los
legados, pero no las herencias.
121
Por otra parte, recuerda este autor, deben imputarse las donaciones revocables
tanto a título universal como a título singular. Las donaciones revocables a título universal
constituyen una institución de heredero; la ley, entonces, respecto a la imputación de las
donaciones revocables no hace distinción alguna entre herencias y legados. Si estas
herencias deben imputarse, no se ve por qué razón no puede ocurrir lo propio con la
designación lisa y llana de heredero.
Por estas razones y a pesar de la letra del precepto, que hace muy discutible el
punto, Somarriva se inclina a pensar que también deben imputarse las asignaciones a
título universal.
a.3) Desembolsos hechos por el causante para el pago de las deudas de algún
descendiente.
El tercer rubro que es necesario imputar para el cálculo de las legítimas está
indicado en el art. 1203. Estos desembolsos se imputan a las legítimas siempre que
hayan sido útiles para el pago de las deudas, y se entiende naturalmente que el pago ha
sido útil cuando extinguió la deuda, y hasta el monto en que la extinguió.
Relacionando el art. 1203 con la cesión de derechos, la Corte Suprema resolvió
que el cesionario de un legitimario a quien el causante había pagado en vida
determinadas deudas, debía aceptar la imputación a la legítima cedida de las deudas
pagadas en vida por el causante a dicho legitimario que le cedió sus derechos. La Corte
aplicó en este caso el principio de que el cesionario pasa a ocupar la misma situación
jurídica del cedente.
122
una cantidad de dinero, los desembolsos hechos por el causante para el pago de la deuda
del legitimario y que se van a imputar a la cuarta de mejoras por expresa disposición de
aquél, se imputan a dichas asignaciones, las cuales valdrán siempre como mejoras en lo
que excedieren a dichos desembolsos. Naturalmente que siempre primará al respecto lo
dispuesto por el testador.
b.3) Tampoco pueden imputarse a la legítima los desembolsos hechos para el pago
de las deudas de un legitimario (que sea descendiente), si estos desembolsos no
han sido útiles para la extinción de dichas deudas: art. 1203, 1º.
¿En qué consiste la utilidad? Cree Rodríguez Grez que la utilidad consiste en
haber extinguido total o parcialmente la deuda. En otras palabras, no se imputará al
legitimario que sea descendiente, suma alguna cuando a pesar de haber desembolsado el
dinero, la deuda no se ha extinguido ni parcial ni totalmente. A la inversa, este “anticipo”
se computará si la deuda se extingue, porque el legitimario se ha hecho más rico. Para
este autor, la justificación de esta norma parece encontrarse en el hecho de que, al
menos hasta la mayor edad del legitimario, sus bienes serán administrados por su
representante legal, de suerte que parece tratarse de una protección excepcional a los
incapaces, aun cuando la ley no distingue si el legitimario actúa por sí o por medio de un
representante legal.
A su vez, dados los términos del inc. 1º del art. 1203, si los anticipos hechos por el
causante para el pago de la deuda se hacen a un legitimario distinto (ascendientes o
cónyuge sobreviviente), ellos deben ser imputados a su legítima, cualquiera que haya sido
la utilidad que este anticipo pueda haber representado para él.
Concluye Rodríguez Grez que habría sido preferible que en esta disposición, la ley
hubiere distinguido entre legitimarios capaces e incapaces, porque no se visualiza otra
justificación para consagrar esta excepción.
123
b.4) No se imputarán a la legítima las donaciones o legados o herencias que el
causante ha hecho al legitimario con cargo a la parte de libre disposición.
Esto es lógico, porque siempre prevalece la voluntad del difunto claramente
expresada. Pero debemos recordar que estas asignaciones se pagarán después de las
asignaciones forzosas, como lo reiteraremos.
b.6) Los frutos de las cosas donadas, si ellas se entregaron en vida del causante al
legitimario.
No se imputan tampoco los frutos de las cosas donadas, revocable o
irrevocablemente a título de legítima o de mejora, durante la vida del donante, cuando
ellas se han entregado al legitimario. Pero si no se han entregado, los frutos pertenecen a
la sucesión, a menos que se haya donado irrevocablemente no sólo la propiedad sino el
usufructo de las mismas cosas: art. 1205.
El precepto se pone en variadas situaciones. En primer lugar, la regla general es
que los frutos de las cosas donadas no se imputan para el pago de las legítimas si ellas
han sido entregadas en vida del donante al donatario. Y ello, porque las imputaciones y
acumulaciones no se hacen en especie, sino por el valor de las cosas entregadas. El
legislador no hace la colación, la acumulación en especie sino que en valor (recordemos
que se discute el tiempo en que debe determinarse dicho valor: para Somarriva, es el
valor de las cosas donadas al tiempo de la entrega y no del fallecimiento del causante.
Rodríguez Grez ratifica lo anterior, señalando que debe actualizarse dicho valor, según el
que tenía al tiempo de la entrega). Por la entrega de las cosas donadas, el donatario se
hizo dueño de ellas y, por tanto, a él le pertenecen los frutos, conforme al principio de que
lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
Pero si las cosas donadas no han sido entregadas al donatario, como no se ha
hecho éste dueño de ellas, los frutos sólo le pertenecen desde la muerte del causante.
Finalmente, este principio tiene una excepción, en el caso de una donación revocable en
que se haya donado no sólo la propiedad, sino también el usufructo de las cosas
donadas. En tal caso, los frutos pertenecen al donatario desde la fecha de la donación y
no se imputan a su legítima, a pesar de no haber existido entrega.
b.7) Finalmente, no se imputan las donaciones hechas a otro legitimario: art. 1202.
Esta regla podría estimarse innecesaria, pero pareciera haberse formulado en
función de lo previsto en el art. 1200. En esta disposición se indica que se resuelve la
donación que se hace a título de legítima a una persona que al hacerse la donación no
tiene la calidad de legitimario ni la adquiere posteriormente. Lo mismo sucede si la
persona tenía el carácter de legitimario, pero lo pierde por incapacidad, indignidad,
desheredación o repudiación o por haber sobrevenido otro legitimario de mejor derecho.
Por último, dice esta norma que si el donatario, descendiente, ha llegado a faltar de
cualquiera de esos modos, las donaciones imputables a su legítima se imputarán a la
124
legítima de sus descendientes. Aquí, el legislador no hace sino aplicar el derecho de
representación, consagrado en el art. 984. Las donaciones que, en anticipo de su legítima
se hicieron a un legitimario, gravan a sus representantes. A tales representantes se les
imputará la donación y no a los otros legitimarios del causante.
Hasta aquí, las excepciones que contempla la ley al principio conforme al cual
deben imputarse a la legítima todos los legados y las donaciones revocables o
irrevocables que el legitimario ha recibido del difunto.
Las imputaciones tienen por objeto evitar que la situación de los legitimarios se
desequilibre por efecto de las donaciones o legados que hizo el difunto en vida. Todas
estas donaciones o legados, con las excepciones indicadas, se entiende que son un
anticipo de la legítima, aun cuando el causante no lo diga. Para que esta imputación no
proceda, por lo general, se requiere de la expresión clara de la voluntad del causante.
Advirtamos, por otra parte, que estas acumulaciones no producen déficit en el patrimonio
partible, ya que ellas incrementan el acervo imaginario, pero, correlativamente, al
imputarse, evitan un desembolso que genere un déficit efectivo o real.
De lo mencionado, podemos deducir en consecuencia, como regla general, que el
difunto puede anticipar a los legitimarios su asignación y que la ley así lo entiende
respecto de todos los legados y las donaciones, sean revocables o irrevocables, hechas a
un legitimario que entonces tenía la calidad de tal, salvo cuando en el testamento, en la
respectiva escritura o en acto posterior auténtico aparezca que el legado o donación se
hizo a título de mejora o con cargo a la cuarta de libre disposición.
Por lo tanto, existe una presunción simplemente legal, en orden a que todo legado
o donación se entiende hecho a título de legítima, pudiendo el asignatario probar que ha
sido hecho a título de mejora o de libre disposición.
Pero esta prueba queda limitada al mérito del testamento, o de la escritura de
donación o de un acto posterior auténtico. Este acto, a juicio de Rodríguez Grez, puede
ser un instrumento público o privado (en este último caso, siempre que haya sido
reconocido o mandado tener por reconocido, de conformidad al art. 346, número 3 del
Código de Procedimiento Civil, en relación con el art. 1706 del Código Civil). El citado
autor señala que podría pensarse que el “acto posterior auténtico” sea diverso a un
instrumento. No le parece posible tal hipótesis, refiriendo que la ley siempre ha distinguido
entre documentos y testigos, y al usar la expresión “actos”, invariablemente alude a
instrumentos públicos o privados, jamás al testimonio de testigos.
El art. 1198 es por tanto una norma limitativa de los medios de prueba que puede
hacer valer el asignatario para acreditar que la donación o legado se hizo a título de
mejora o como asignación con cargo a la parte de libre disposición. Por ello, el interesado
no podría acreditar la voluntad del causante por un medio distinto a los señalados:
testamento, escritura de donación u otro acto posterior auténtico.
125
a) Que se haya hecho una donación revocable o irrevocable a título de legítima a una
persona que al momento de la donación no era legitimario del causante. Si el donatario no
llega a ser legitimario, queda sin efecto la donación.
Así ocurrirá, por ejemplo, si se dona a título de legítima a un nieto, estando vivo el
hijo, y a la muerte del causante sobrevive dicho hijo. En este supuesto, el nieto puede
llegar a ser legitimario en ausencia de su padre, de manera que la donación que se le
hace lleva envuelta la condición de que así suceda al momento de abrirse la sucesión.
El art. 1200, 1º, establece esta hipótesis.
b) Que se haga alguna de estas donaciones a título de legítima a una persona que al
momento de hacerse la donación era legitimario, pero después deja de serlo por
incapacidad, indignidad, desheredación o repudiación, o por haberle sobrevenido otro
legitimario de mejor derecho, que excluye al donatario.
En tal evento, también se resuelve la donación, salvo si el donatario deja a su vez
descendientes con derecho a representación, en cuyo caso las donaciones se imputan a
la legítima de los representantes: art. 1200, 3º. (nos remitimos a lo señalado a propósito
del séptimo caso de cosas que no deben imputarse para el pago de las legítimas: art.
1202).
En este segundo caso entonces, la donación hecha a título de legítima a quien
tenía la calidad de legitimario queda sujeta a la condición resolutoria de que, antes de la
apertura de la sucesión del donante, el donatario pierda esta calidad.
Las reglas enunciadas precedentemente están complementadas por el inc. 3º del
art. 1200, modificado por la Ley número 19.585. Dispone que si el donatario ha llegado a
faltar de cualquiera de los modos indicados en los incisos precedentes, las donaciones
imputables a su legítima se imputarán a las de sus descendientes.
Esta norma -señala Rodríguez Grez- es excepcional y merece un análisis especial.
Desde luego, deja en claro que las donaciones, no se resuelven si éstos pierden la
calidad de legitimarios por incapacidad, desheredación o repudiación, en la medida que
los donatarios tengan descendientes, caso en el cual se imputará la donación a la legítima
de éstos. Es evidente que la ley alude al derecho de representación, como quiera que si el
descendiente ocupa el lugar, grado de parentesco y derechos hereditarios de su padre o
madre si éstos no han podido o no han querido suceder, debe imputársele a dicho
descendiente aquella parte de la legítima que el desplazado alcanzó a recibir (o sea, la
donación).
Pero en esta materia, salta a la vista una cuestión importante: como el donatario
es incapaz, o ha sido desheredado o ha repudiado, debería restituir lo donado a título de
legítima a quien lo reemplaza por derecho de representación. Pero como la ley no lo dice,
parece necesario concluir que el donatario conservará lo donado.
De lo cual se sigue que de este modo se burlará parcialmente -o íntegramente- la
incapacidad, la desheredación o los efectos de la repudiación. Este problema no ha sido
estudiado. A juicio de Rodríguez Grez, se presenta en esta materia un vacío legal, dado
que el inciso final del art. 1200 parece contener una regla especial que se aparta de los
principios contenidos en los incisos 1º y 2º de la misma disposición. Podría, no obstante,
sostenerse que la imputación ordenada no impide demandar la resolución de la donación,
ya que ella se hace siempre bajo condición, sea o porque el donatario tenía la calidad de
legitimario y la perdió, sea porque no la tenía y no llegó a adquirirla. Esta sería la solución
más adecuada.
En el fondo, el inc. 3º del art. 1200 resuelve la situación de los legitimarios que
concurren a la sucesión, asegurándoseles (a los que no fueron beneficiados con la
donación) por medio de la imputación el equilibrio previsto en la ley, sin que ello impida
126
que el legitimario reclame la resolución de la donación hecha a título de legítima por
haberse cumplido la condición resolutoria.
Cree Rodríguez Grez que la solución propuesta no puede ser otra, por varias
razones. Desde luego, no es dable suponer que se pueda eludir una incapacidad (que es
de orden público) con el simple expediente de permitir que el incapaz conserve lo donado
a título de legítima (pero imputándosele a la legítima de su representante). Esto importaría
dar al causante una herramienta para burlar la ley. Lo mismo puede afirmarse de lo que
sucedería con una desheredación, en la cual quedaría burlada, esta vez, la voluntad del
causante: puesto que el legitimario desheredado conservaría en su poder la asignación
que se le anticipó. Finalmente, se permitiría, también, burlar la voluntad del propio
asignatario que, al repudiar la asignación, se limitaría los efectos de su renuncia
manteniendo el dominio de las especies donadas con cargo a su legítima. Todo ello
parece absurdo.
Pero no lo es, si pensamos que la imputación al “representante”, de lo donado al
legitimario que pierde su calidad de tal, permite mantener el equilibrio entre todos los
legitimarios, sin perjuicio del derecho que le asiste al representante para demandar la
resolución de la donación, por haber sobrevenido una condición resolutoria, y recuperar
así las especies donadas. Esta es la solución que a juicio de Rodríguez Grez, más se
aviene con el sistema en su integridad.
2.4 Restituciones: casos en que el legitimario puede exigir un saldo o puede estar
obligado a pagarlo él.
El art. 1206 establece la regla general con relación al ajuste que debe realizarse
entre el legitimario (incluido el asignatario de cuarta de mejoras) y la sucesión, cuando,
habiendo sido objeto de donaciones o legados que deben imputarse a su legítima, resulta
un saldo a favor o en contra del asignatario. El art. 1206 se pone entonces en dos
situaciones:
Queda de manifiesto en este caso que prevalece la voluntad del difunto, ya que si
él anticipó la legítima mediante donaciones o legados a cuenta de ella, el legitimario no
puede exigir que se cambien dichas especies o se le de su valor en dinero.
b) Caso en que al legitimario le corresponda en la herencia una cantidad inferior a
lo que ha recibido por donaciones.
Cuando las donaciones y legados imputables a la legítima exceden su monto, el
asignatario está obligado a pagar el exceso, pudiendo a su arbitrio:
127
b.1) Pagar en dinero el exceso que existe entre las donaciones y legados
hechos a cuenta de la legítima y el monto efectivo de ésta; o
b.2) Restituir una o más de las especies donadas o legadas a cuenta de la
legítima. Para estos efectos, deberá tomarse en cuenta el valor actual de las
especies que restituya. En tal caso, el art. 1206 establece que el legitimario puede
exigir la debida compensación pecuniaria, por lo que el valor actual de las
especies restituidas excediere el saldo que debe. Y es lógico que así sea, pues el
legitimario, por la donación, se hizo dueño de las cosas donadas y a él pertenece
también el aumento de valor experimentado por éstas.
En esta hipótesis de restitución de especies, estaremos en presencia de
una dación en pago. Somarriva apunta que esta es muy particular, pues tendría el
carácter de legal y forzada. Es una dación en pago legal, pues la establece la ley,
y es forzada, porque los otros asignatarios están obligados a aceptarla (el derecho
que tiene el asignatario para escoger por esta hipótesis es arbitrario, o sea, es un
derecho absoluto en su ejercicio y no cabe aplicarle la doctrina del abuso del
derecho, previene Somarriva).
La primera y más simple de las situaciones que pueden presentarse es que las
donaciones y legados calcen perfectamente en la legítima.
Por ejemplo, a Pedro le corresponden $ 10.000.000.- por legítima, una vez
calculado el primer acervo imaginario. El testador le había hecho donaciones por
$3.000.000.- Como se vio oportunamente, se imputan a la legítima de Pedro lo que recibió
por donaciones; en consecuencia, recibirá en efectivo sólo $ 7.000.000.-, lo que unido a lo
donado, completan su legítima.
No hay problemas de ninguna especie en este caso, porque lo que el legitimario
tiene que imputar a su legítima es inferior a lo que le corresponde por tal concepto.
Puede acontecer que las imputaciones que deban hacerse a las legítimas excedan
a lo que al legitimario le corresponde a título de tal. Por ejemplo, calculado el primer
acervo imaginario, a Pedro le correspondían por legítima $ 10.000.000.- y recibió
donaciones por $ 12.000.000.-
En esta situación, dos preceptos del Código Civil, los arts. 1189 y 1193, disponen
que este exceso se imputará al resto de la herencia. Estos preceptos, que en el fondo
consignan la misma regla (que el exceso se saca con preferencia a toda otra inversión del
resto de la herencia), establece que si existen descendientes, ascendientes o cónyuge
sobreviviente (o sea legitimarios), el exceso se saca de la cuarta de mejoras (art. 1193);
128
El precepto agrega que, pagado el exceso con imputación a la cuarta de mejoras, ésta se
dividirá en partes iguales entre los legitimarios. Lo anterior será así, naturalmente, si el
testador no ha distribuido la cuarta de mejoras por testamento.
Ejemplo: al fallecer el causante, deja dos hijos, Pedro y Juan, y un acervo líquido
de $70.000.000.- El testador había donado revocablemente a Pedro $30.000.000.-, y en
consecuencia, se forma un acervo imaginario de $100.000.000.-, que se distribuye en
mitad legitimaria ($ 50.000.000.-), cuarta de mejoras ($25.000.000.-) y cuarta de libre
disposición ($25.000.000.-).
A cada hijo le corresponde por legítima rigorosa $25.000.000.-, pero como Pedro
recibió $30.000.000.- por donaciones, conserva dicha cantidad y con ello queda pagada
íntegramente su legítima, pero con un exceso de $5.000.000.- Juan recibe en efectivo su
legítima de $25.000.000.-, pues no tenía nada que imputar a ella. El exceso de Pedro
($5.000.000.-) se le imputa a mejoras, y se le paga también imaginariamente.
La cuarta de mejoras queda reducida entonces a $20.000.000.- (en efecto, existían
en efectivo $70.000.000.-; de ellos, $25.000.000.- se pagaron a Juan en efectivo; y
$25.000.000.- constituyen la cuarta de libre disposición; restan entonces $20.000.000.-,
cantidad a que queda reducida la parte de mejoras por haberse tenido que pagar con ella
imaginariamente a Pedro $5.000.000.-).
Según el art. 1193, estos $20.000.000.- a que queda reducida la cuarta de
mejoras, se dividen por partes iguales entre Pedro y Juan, correspondiéndole a cada uno
$10.000.000.-
Pero, como decíamos, ello debe ser entendido sin perjuicio de las disposiciones
del testador. En efecto, éste puede haber asignado toda la cuarta de mejoras a uno de los
hijos o haberla distribuido entre ellos como desee. En este caso, deberá cumplirse el
testamento (otros autores, advierte Somarriva, dan una interpretación diversa al art. 1193,
procediendo así: dividen la cuarta de mejoras íntegra por partes iguales. En el ejemplo, a
Pedro y Juan corresponden por mejoras $12.500.000.- Juan recibe íntegros los
$12.500.000.-, pues no tiene nada que imputar a ellos. Pedro sólo recibe $7.500.000.- en
efectivo, pues debe imputar a mejoras los $5.000.000.- de exceso de su donación).
A lo anterior, debemos agregar lo establecido en el art. 1193, 2º (agregado por la
Ley número 19.585), en cuanto dispone que si lo que se ha asignado al cónyuge
sobreviviente no fuere suficiente para completar la porción mínima que le corresponde en
atención a lo dispuesto en el art. 988 (o sea, la cuarta parte de la herencia o de la mitad
legitimaria, en su caso), la diferencia deberá pagarse también con cargo a la cuarta de
mejoras.
c) Caso en que las imputaciones exceden las legítimas y mejoras y afectan la cuarta
de libre disposición.
Hemos visto que si el exceso de lo donado va más allá de la legítima, se imputa a
la cuarta de mejoras. Hemos visto también que se sacará de la cuarta de mejoras la
diferencia que corresponda enterarle al cónyuge sobreviviente para que lleve la porción
mínima que le garantiza la ley.
En estos casos, puede acontecer que lo donado por el causante al legitimario y la
diferencia que corresponda al cónyuge sobreviviente no sólo cope la cuarta de mejoras,
sino que incluso vaya a afectar la parte de libre disposición. En conformidad con el art.
1194, este exceso o esta diferencia se saca de la parte de libre disposición, con
preferencia a toda otra inversión.
Por esta razón es que las legítimas rigorosas tienen preferencia absoluta para su
pago, primero en la mitad legitimaria, luego en la cuarta de mejoras y finalmente en la
cuarta de libre disposición (arts. 1193 y 1194).
129
d) Caso en que de todos modos no haya como pagar las legítimas y las mejoras.
130
- Que las donaciones revocables o irrevocables hechas por el causante a los
legitimarios excedan a la mitad legitimaria, en cuyo caso el déficit se traspasa a la
cuarta de mejoras, pero limitada a la parte que aprovecharía a cada uno de ellos,
tal como si el causante no hubiere dispuesto de ésta (formación de legítima
efectiva);
- Que las asignaciones que se hacen con cargo a la cuarta de mejoras excedan
esta parte de la herencia, en cuyo caso el déficit se cubre con la cuarta de libre
disposición con preferencia a cualquier otra disposición del causante.
Los arts. 1189, 1193 y 1194 dejan perfectamente en claro que la cuarta de libre
disposición es una cuarta contribuyente, puesto que ella puede estar afectada porque el
causante, en vida, hizo a sus legitimarios donaciones superiores a lo que, en definitiva,
habrá de corresponderles, o porque el testador se excedió en la cuantía de las
disposiciones (o donaciones) que se hacen con cargo a la cuarta de mejoras.
Veamos ahora, qué ocurre si se hacen donaciones revocables o irrevocables al
asignatario de cuarta de mejoras.
Si el difunto hizo en vida donaciones revocables o irrevocables a título de mejoras,
ellas se colacionan al acervo imaginario (art. 1185) y se imputan a su pago al ejecutarse
el testamento, según el estado en que se hayan encontrado las cosas donadas al tiempo
de la entrega, actualizando prudencialmente su valor a la época de la apertura de la
sucesión.
¿Qué sucede con las donaciones hechas por el difunto sin expresar que se hacen
con cargo a mejoras? Estima Rodríguez Grez que la situación de un legitimario es distinta
a la situación de una persona que sin ser legitimario puede ser asignatario de esta parte
de la herencia.
El legitimario estará sujeto al art. 1198. Si el difunto le hace una donación
revocable o irrevocable se imputará a su legítima, a menos que en el testamento, en la
respectiva escritura o en acto posterior auténtico aparezca que la donación se hizo a título
de mejora. Por lo mismo, toda donación hecha a un legitimario se presume hecha en
razón de su legítima, salvo que dicho legitimario acredite que ha sido hecha a título de
mejora o con cargo a la cuarta de libre disposición.
Quien no tiene carácter de legitimario, pero puede ser asignatario de cuarta de
mejoras, no está sujeto a presunción alguna. La donación, revocable o irrevocable, se
entenderá hecha con cargo a la parte de libre disposición, a no ser que el causante haya
expresado en su testamento, en la escritura respectiva o en acto posterior auténtico, que
era su voluntad imputarla a la cuarta de mejoras.
Ninguna incompatibilidad existe en ser asignatario de la cuarta de mejoras y de la
cuarta de libre disposición, razón por la cual a este respecto no hay presunción ni otra
imputación que no sea aquella que expresamente ordene el causante, cuya voluntad en
esta materia prima por mandato del art. 1069.
En síntesis, el asignatario de cuarta de mejoras no verá afectada su asignación
sino cuando el causante haya excedido a la cuarta parte del acervo imaginario y a la
cuarta de libre disposición con las mejoras instituidas, caso en el cual se rebajarán a
prorrata. Pero toda donación revocable o irrevocable que se haya hecho a este
asignatario deberá imputarse a su asignación si el testamento así lo ordena, o consta en
la escritura respectiva o en acto posterior auténtico.
Lo explicado demuestra que las legítimas tienen preferencia para su pago y que
pueden afectar a la cuarta de mejoras, pero con la limitación que este efecto sólo alcanza,
respecto de cada legitimario, hasta enterar la parte de cuarta de mejoras que le habría
correspondido si el causante no hubiere dispuesto de ella. Por lo tanto, el exceso de lo
donado a título de legítima cubre lo que corresponde a la legítima efectiva que se forma
131
por el hecho de que el causante no dispuso de la cuarta de mejoras (supuesto del art.
1193). Por su parte, la cuarta de mejoras tiene preferencia respecto de las asignaciones
de libre disposición, en los dos casos señalados:
b) Si las legítimas y donaciones que se han hecho, sobrepasan la mitad legitimaria, debe
dividirse la cuarta de mejoras en la proporción que corresponda, entre todos los
legitimarios, imputándose respecto del legitimario favorecido con la donación, el exceso
donado a esa parte de la cuarta de mejoras y no más. Si el exceso fuere mayor, y no
quedare cubierto por esta parte de la cuarta de mejoras, el saldo se imputará a la cuarta
de libre disposición, sin preferencia alguna.
132
después gozan de esta preferencia las asignaciones hechas con cargo a la cuarta de
mejoras, y ninguna preferencia se establece a las asignaciones hechas con cargo a la
cuarta de libre disposición, con lo cual queda de manifiesto que esta última es una cuarta
contribuyente.
El sistema sucesorio en esta materia -concluye Rodríguez Grez- es complejo pero
lógico, y está razonablemente estructurado sobre la base de asegurar las asignaciones
forzosas frente a las asignaciones semiforzosas y voluntarias. Es obvio que si el testador
hizo donaciones a un legitimario o a personas que no teniendo tal calidad pueden ser
asignatarios de cuarta de mejoras, estas donaciones priman sobre las voluntarias. Se
acentúa, de este modo, el presupuesto que informa la sucesión intestada: el causante
tiene parientes y personas que por su proximidad e intimidad, deben ser favorecidos en la
transmisión de su patrimonio.
Tampoco existe a este respecto preferencia alguna que puedan hacer valer estos
asignatarios. El art. 1363 se refiere a la responsabilidad de los legatarios, dando a unos
preferencia respecto de otros, pero no con relación al pago de estos legados, todos los
cuales se enteran sobre la parte de libre disposición si hubiere bienes suficientes, salvo
un legado (que a juicio de Rodríguez Grez es asignación forzosa) y que se paga con
absoluta preferencia sobre todas las demás asignaciones, incluso las forzosas: los
alimentos que por ley el causante debe a ciertas personas.
133
Pero si las asignaciones singulares voluntarias excedieren a la parte de que el
causante ha podido disponer libremente, procede, también, la rebaja a prorrata: art. 1376.
Resta por establecer cómo se calcula este exceso en relación con las asignaciones a
título universal. Estima Rodríguez Grez que, para proceder a la rebaja, se suman todos
los legados y se consideran como una sola asignación para el solo efecto de que puedan
medirse con respecto a las demás asignaciones a título universal. De este modo, el
conjunto de legatarios, tratados como si fuere uno solo, se medirá con los demás
herederos de cuota y universales, conforme a las reglas ya estudiadas. No existe, al
parecer, otra posibilidad que permita un tratamiento igualitario, considerando que ninguna
de las asignaciones tiene preferencia, salvo el heredero universal cuando el testador ha
excedido el monto de la herencia representado como el entero.
Si el testador, pudiendo disponer del total, la mitad o una cuarta parte de sus
bienes, ha hecho sólo asignaciones a título singular y ellas son mayores que su
patrimonio, no existe dificultad alguna en rebajar a prorrata todas ellas (art. 1376).
Pero puede ocurrir que el testador haya instituido asignaciones a título universal
con cargo a la parte de libre disposición, y a la vez asignaciones a título singular,
sobrepasando la cuantía de su patrimonio.
Si pudiendo disponer de la herencia (no tiene legitimarios ni por ende asignatarios
de la cuarta de mejoras), instituye heredero en un cuarto a una persona y en la mitad a
otra, y, simultáneamente, varios legados (sin que ninguno de los instituidos sea
legitimario), ¿Cómo se procede a la rebaja de las asignaciones a título universal y a título
singular?
Estima Rodríguez Grez que existe un solo procedimiento posible: todas las
asignaciones a título singular deben considerarse como una sola, establecido lo cual debe
calcularse a qué parte del acervo partible ellas corresponden. Una vez hecha esta
operación, se procederá a la rebaja proporcional de todas las asignaciones (consideradas
como universales) y, determinado el porcentaje en que deben ellas rebajarse, se aplicará
separadamente a cada asignación a título singular. Sólo así se aviene, a juicio del citado
autor, el derecho de los herederos con el derecho de los legatarios, rebajándose a
prorrata sus respectivas asignaciones.
No parece posible a Rodríguez Grez proceder a rebajar las asignaciones a título
universal, conforme a la regla enunciada, independientemente de las asignaciones a título
singular, por dos razones:
134
Existen ciertos autores que estiman que algunos sucesores a título singular tienen
preferencia y que los legados deben pagarse en un cierto orden. Arrancan esta verdadera
prelación de diversas normas del CC.
Luis Claro Solar sostiene que el orden en que deben pagarse los legados es el
siguiente:
Fundamenta lo anterior Claro Solar señalando que no todos los legados tienen la
misma índole; y pueden obedecer a causas bien diversas; todo lo que motiva preferencias
para su pago que deben ser observadas; estas causas de preferencia han sido
expresamente establecidas por el legislador en otras disposiciones del Código Civil, o son
consecuencia de otras situaciones que la ley también contempla.
La prelación planteada es seguida por Domínguez Benavente y Domínguez Aguila,
pero no por Rodríguez Grez. El último, señala que, desde luego, los legados a que se
refiere el art. 1194 se entienden hechos con cargo a la cuarta de mejoras y, tratándose de
un legitimario, como se explicó, el exceso de lo donado sólo tiene preferencia en aquella
parte que al legitimario le habría correspondido “como si el testador no hubiere dispuesto
de la cuarta de mejoras”. De lo que se sigue que la preferencia es limitada porque al
exceso donado se aplica, como medida, la legítima efectiva (que se forma bajo la
hipótesis de que el causante no ha dispuesto de la cuarta de mejoras). Además, en lo que
el legado excede a la cuarta de mejoras, como también se explicó, se imputa a la cuarta
de libre disposición sin preferencia alguna. De modo que, en verdad, no se trata en rigor
de una asignación voluntaria y singular preferente, sino forzosa o semiforzosa.
Los legados de que trata el art. 1141 plantean un problema interesante. En este
caso, ciertamente existe una preferencia, pero en razón de que la cosa donada o legada
se entrega al donatario o legatario para que goce de ella en vida del testador. Este
preferencia se tiene sólo en caso de que a la muerte del causante sus bienes no alcancen
a cubrir todos los legados o donaciones revocables. Cree Rodríguez Grez que esta norma
está en relación con el art. 1185, conforme al cual, como se ha insistido, cuando se hacen
donaciones revocables a los legitimarios y se entregan las cosas donadas, ellas salen del
patrimonio del causante y se radican en el patrimonio del donatario. Sin embargo, la
norma es más amplia, ya que no sólo se refiere a los donatarios o legatarios que tienen el
carácter de legitimario, sino a todos ellos. Podría concluirse entonces, que estos legados
tienen preferencia cuando los bienes del causante no alcanzan a cubrirlos todos, porque
el hecho de donar la cosa, unido al hecho de entregarla, revelan una clara intención del
causante de darles preferencia, pero sólo si faltan bienes para pagarlos todos. Por lo
mismo, se trata de una preferencia creada por el testador y que el legislador infiere de un
antecedente tan importante como es la entrega de la cosa donada.
Los legados de alimentos a que se refiere Luis Claro Solar no pueden estar
comprendidos como asignaciones voluntarias, señala Rodríguez Grez, puesto que ellos
son asignaciones forzosas y en lo que exceden deben imputarse a la parte de que el
135
testador ha podido disponer a su arbitrio, sin que exista norma alguna que permita inferir
una preferencia.
Finalmente, los legados de beneficencia y de obras pías y los exonerados de
contribución al pago de las deudas hereditarias, no tienen carácter preferente para su
pago, sino una responsabilidad mayor que deben enfrentar cuando, pagados que sean,
faltan bienes para cubrir las legítimas y las deudas que el causante tenía en vida. Se trata
de un problema de responsabilidad y no de prioridad para su pago.
José Clemente Fabres plantea otro orden de prelación con relación a los legados.
Sostiene lo siguiente:
136
otras, todas ellas se miden sobre la base de acervos distintos y tienen medios de
protección también diversos.
Este sistema se complementa con el que fija las responsabilidades de cada
asignatario, materia que trataremos más adelante.
2.- Desheredamiento.
A) Concepto.
B) Requisitos.
b.1) Cuando decimos que es el medio de que dispone el causante para sancionar a
los herederos legitimarios, atribuimos al desheredamiento un carácter punitivo. La
ley se encarga de consignar el procedimiento mediante el cual puede privarse al
legitimario de la asignación forzosa.
El heredero, para suceder al causante, debe ser leal con él y con las personas que
conforman el núcleo familiar más próximo. Dos instituciones se han establecido para velar
por el cumplimiento de estas lealtades: la indignidad (que se pone en manos de los
interesados, sin atender a la voluntad del causante) y el desheredamiento (que se entrega
137
al causante directamente). La finalidad es la misma: sancionar a quien no se ha
comportado lealmente con el causante o ha incurrido en comportamientos desdorosos
que de alguna forma comprometen a su persona.
Como dice Elorriaga, esta posibilidad que la ley entrega al testador tiene su causa
en que la protección de los legitimarios no está exenta de límites. Si bien se grava al
testador con la obligación de asignarles una parte de sus bienes, ello lo será en la medida
que aquéllos tengan una conducta acorde con los cercanos lazos de familia que los ligan
con el causante. Cuando estos cánones de conducta se violan gravemente, la ley autoriza
al causante a privar a sus legitimarios de lo que por ley les corresponde en la herencia, en
el bien entendido que debe existir reciprocidad entre lo que el causante debe a sus
legitimarios y lo que éstos deben al primero.
b.2) Sólo los legitimarios son desheredados.
En efecto, si se analizan las diversas asignaciones forzosas, se llegará a la
conclusión de que no cabe tratándose de los alimentos forzosos, en este caso no opera el
desheredamiento, ya que esta asignación tiene reglas propias (art. 1210, 2º). Finalmente,
tratándose de las asignaciones semiforzosas (cuarta de mejoras), ellas suponen una
disposición testamentaria, o sea, una cláusula en favor del asignatario, lo que obviamente
excluye la voluntad de desheredar.
138
por ejemplo, no tendrá que decir que deshereda al legitimario por la causal cuarta del art.
1208; basta con que indique los hechos constitutivos de la causal.
C) Causales de desheredación.
139
ii) No haber socorrido al testador en estado de demencia o destitución, pudiendo:
art. 1208 número 2.
iii) Haberse valido de fuerza o dolo para impedir testar: art. 1208 número 3.
Esta causal coincide, parcialmente, con la indignidad del art. 968 número 4. La
causa de desheredación, como es lógico, sólo se refiere al dolo o a la fuerza que se
ejerce sobre el causante para impedirle testar, ya que si ha habido fuerza o dolo para
obtener una disposición testamentaria, el causante puede revocar el testamento y
sancionar por este medio a quien lo indujo con malicia o por la fuerza a hacer la indicada
liberalidad. Pero si se le impide testar, con ello se conseguirá un aumento de las
asignaciones forzosas, o se perjudicará a otros herederos, o se hará operar la sucesión
abintestato.
Se presenta en esta causal otra situación curiosa: si la causal de desheredamiento
debe estar contenida en el testamento, no hay duda que el impedimento a que alude el
número 3 del art. 1208 es meramente tentativo. Ha habido una tentativa frustrada para
impedir que el causante otorgue testamento, la cual deberá ser acreditada judicialmente.
En el fondo se trata de una verdadera denuncia que hace el causante contra el legitimario
que valiéndose de la fuerza o del dolo trata de que el causante no otorgue testamento, sin
conseguirlo.
La fuerza debe reunir los requisitos indicados en el art. 1456, pero con una
salvedad: en este caso, según Rodríguez Grez, la fuerza debe ser obra del asignatario
que es desheredado. Si la fuerza es obra de un tercero, carece de sanción, a menos que
la fuerza se emplee para hacer testar al causante, en cuyo caso el testamento será nulo
en todas sus partes (art. 1007).
140
La causal analizada opera aun cuando exista un testamento anterior del causante
o éste no haya otorgado testamento. En el primer caso, la desheredación -que deberá
hacerse por medio de otra cláusula testamentaria- puede ratificar el testamento anterior,
en cuyo evento ambos tendrán pleno valor legal, o revocar el testamento anterior y
disponer de otra manera de los bienes, o dejar a la ley dicha distribución.
A esta causal nos hemos referido con antelación. Se estima que casarse eludiendo
las autorizaciones de los ascendientes en aquellos casos contemplados en el art. 114,
constituye una injuria gravísima en su contra y en contra de todos los demás
ascendientes, aun cuando ellos no sean llamados a asentir en el matrimonio. Tan drástica
es la ley en esta materia, que puede el menor que elude esta autorización ser
desheredado no sólo por el ascendiente que debía autorizar el matrimonio, sino por todos
los ascendientes, y si cualquiera de ellos muere sin testar, se produce un caso
excepcional de indignidad que opera de pleno derecho, privando al menor de la mitad de
su asignación, sin necesidad de declaración judicial alguna.
Por otra parte, el ascendiente que debía autorizar el matrimonio puede revocar las
donaciones hechas con anterioridad al matrimonio.
Sin embargo, el art. 115 limita tan severos efectos, dejando a salvo el derecho de
alimentos de que es titular el menor.
141
Haberse el asignatario abandonado a los vicios.
Se trata de una cuestión de hecho que deberá apreciar el juez del fondo y que no
es susceptible de revisión por medio del recurso de casación. Relacionando el tema con
las expresiones utilizadas en el art. 113 número 4, que justifican la negativa del
ascendiente para que el menor contraiga matrimonio, puede concluirse que habrá
abandono a los vicios cuando el asignatario lleva una vida disipada, cuando practica
inmoderadamente los juegos de azar y cuando se embriaga con frecuencia. De igual
forma ocurrirá con los drogadictos, los cleptómanos, los embaucadores, etc.
No debe tratarse de una conducta meramente ocasional, sino que debe revestir
caracteres de habitualidad, según se desprende la expresión “haberse abandonado a los
vicios”.
Como es obvio, estos vicios deben calificarse atendiendo al nivel cultural del
testador y del legitimario y siempre que el vicio sea reprochable o imputable a una falta de
moralidad del desheredado (por la excepción en favor del legitimario, contenida en la
parte final del número 5 del art. 1208: “a menos que se pruebe que el testador no cuidó de
la educación del desheredado”). No se incluirán, por consiguiente, aquellas taras
hereditarias, defectos genéticos o disfunciones orgánicas que el asignatario es incapaz de
controlar.
El art. 1209, inciso 1º, exige que los hechos constitutivos de la causal de
desheredamiento se prueben judicialmente en vida del testador, o bien con posterioridad
a su fallecimiento (caso en el cual la prueba corresponde a las personas interesadas en el
desheredamiento); pero además, el tribunal debe calificar la causal. En otras palabras,
aun cuando la ley no lo diga expresamente, el tribunal, en su sentencia, deberá también
declarar si los hechos probados conforman o no la causal de desheredación que el
testador señala en la cláusula respectiva de su testamento.
El juicio en el cual se pruebe la causal puede ser de índole civil o penal, que tenga
lugar en vida del testador o que se inicie después de muerto por las personas a quienes
142
interese el desheredamiento. Por ejemplo, si el legitimario causó lesiones al causante por
haberlo agredido, y existió el juicio criminal correspondiente en que se establecieron estos
hechos, bastará que el causante los indique en el testamento. Por el contrario, si hubo
agresión y lesiones, y el testador estableció estos hechos en el testamento, pero no
existió proceso penal, el resto de los herederos interesados deberá iniciar un juicio
destinado a demostrar la existencia de estos hechos.
El juicio en el que se establece la causal del desheredamiento podría ser iniciado
por el propio causante, por el desheredado o por otros herederos interesados. Respecto a
la posibilidad de que la demanda sea interpuesta por el propio causante, Elorriaga
pareciera no admitirla, señalando que no está expresamente prevista en nuestro Código
Civil (a diferencia de lo que acontece con otros Códigos, como el peruano, artículo 751).
Sin embargo, pensamos que ello no obsta para que el causante accione, pues en el
silencio de la ley, entendemos que ello es posible. El propio desheredado podría provocar
el juicio, deduciendo una acción de reforma de testamento, con el fin de se cambie éste
en la parte que lo perjudica. El litigio también podría ser iniciado por el resto de los
herederos, con el propósito que se declare que el legitimario ha sido correctamente
desheredado.
En suma, la causa de desheredamiento debe estar expresada en una cláusula del
testamento, debe consistir en alguna de las conductas descritas en el art. 1208, deben
probarse judicialmente ante juez competente por los medios que la ley consagra, y debe
ser calificada como suficiente por el mismo tribunal.
Especificando aún más, podríamos agregar que para probar la causa de
desheredamiento, es necesario deducir demanda en juicio ordinario en contra del
legitimario desheredado (contra legítimo contradictor) y culminar en una sentencia
definitiva.
En cuanto a la situación del legitimario desheredado pendiente que esté el juicio,
Elorriaga destaca que tanto en la doctrina extranjera como en la nacional, se ha concluido
que quedará por el momento excluido de la sucesión. Al efecto, señala Zannoni (citado
por Elorriaga): “aunque el desheredado controvierta la existencia de la causa invocada por
el testador para desheredarlo, su exclusión lo privadle llamamiento ipso iure. Aunque se
trata de un heredero forzoso; es decir, de un legitimario, carece provisionalmente de
vocación y quienes accionan podrán obtener medidas precautorias en la acción para
evitar que el desheredado pueda invocar título de heredero.” Borda, por su parte, afirma
que mientras dura el proceso, el desheredado “carece de título hereditario, no recibe la
posesión de la herencia de pleno derecho, puesto que ha sido privado de ella por el
testador. Es verdad que puede impugnar la disposición testamentaria, pero hasta que el
Juez declare que no se ha probado la causa de desheredación invocada por el causante,
él no puede reclamar los bienes.” Entre nuestros autores, los Domínguez sostienen,
asimismo, que “el desheredado carece de título a la herencia. No es llamado a ésta (…) El
desheredado, estando fuera de la sucesión, debe intentar una demanda si desea
integrarse al fenómeno sucesorio, mediante al acción de reforma de testamento”
143
F) Excepción a la obligación de probar la causa de desheredamiento.
144
ii) Los efectos del desheredamiento no se extienden, por regla general, a los
alimentos.
Conforme al art. 1210, 2º, los efectos del desheredamiento no se extienden a los
alimentos, excepto en los casos de injuria atroz. Recordemos que los casos de injuria
atroz están contemplados en el art. 968, el cual coincide, en gran parte, con el art. 1208.
Cabe establecer entonces, en qué situaciones puede haber desheredamiento y no
constituir la causal “injuria atroz”, subsistiendo por ende la asignación alimenticia.
En un estudio comparativo de las causas de indignidad del art. 968 y las causales
de desheredamiento consignadas en el art. 1208, se llega a la conclusión de que hay tres
casos en que, indiscutiblemente, habiendo desheredamiento, no hay “injuria atroz”,
subsistiendo la obligación alimenticia:
En los tres casos, no hay “injuria atroz”, pues ninguna de estas situaciones cabe
entre las enumeradas en el art. 968. Además, no se trata de actos que implican un
atentado directo en contra del testador.
Tratándose de las demás causas de desheredamiento, ellas coinciden con los
casos de “injuria atroz”, arrastrando consigo la pérdida del derecho de alimentos conforme
al art. 979.28 29
iv) El desheredamiento priva al padre o madre del derecho legal de goce sobre los
bienes del hijo.
El art. 250 número 3 priva al padre o madre del derecho legal de goce sobre los
bienes del hijo, cuando ellos provienen de una herencia que ha pasado al hijo por
desheredamiento del padre. En este caso, el derecho legal de goce corresponderá al
padre o la madre que no ejercía la patria potestad (lo anterior, aunque la madre esté
casada en régimen de sociedad conyugal, entendiéndose parcialmente separada de
bienes, para estos efectos). A falta de los padres, el usufructo corresponderá al hijo,
debiendo designársele un curador para su administración.
El art. 250 número 3, complementa la sanción que acarrea el desheredamiento, ya
que si el padre o madre tuviera el usufructo de los bienes que componen la asignación de
la que fue privado, se burlaría, al menos parcialmente, el efecto de esta sanción,
permitiendo que el asignatario (en cuanto padre o madre) gozara para sí de los bienes de
145
los cuales fue privado. Lo mismo sucedería si el usufructo correspondiera a la madre
casada en sociedad conyugal, y la ley no hubiere previsto la hipótesis de separación
parcial de bienes, porque entonces los frutos de dichos bienes incrementarían el haber de
la sociedad conyugal, aprovechando en parte al padre que fue desheredado.
Dispone al efecto el artículo 1211: “El desheredamiento podrá revocarse, como las
otras disposiciones testamentarias, y la revocación podrá ser total o parcial; pero no se
entenderá revocado tácitamente, por haber intervenido reconciliación; ni el desheredado
será admitido a probar que hubo intención de revocarlo.”
Si el testador puede sancionar al legitimario privándolo de su asignación forzosa y
de las demás asignaciones que puedan corresponderle e, incluso, de las donaciones que
le hubiere hecho, también puede perdonarlo, revocando el desheredamiento.
La revocación es un acto solemne que depende de la sola voluntad del testador y
que al igual que el desheredamiento, debe estar contenida en un acto testamentario. No
existe por lo tanto una revocación tácita.
La ley permite revocar total o parcialmente el desheredamiento. Si el causante
puede privar de toda asignación al desheredado, también puede privarlo sólo de una parte
de dicha asignación.
En esta materia, conviene precisar algunas cuestiones de interés práctico:
Atendiendo a la ratio legis, resulta evidente que una situación de esta especie
debe ser resuelta en favor del desheredado, tanto más si nos atenemos al tenor literal del
art. 1211.
146
desheredado sólo derechos sobre la donación, mas no con respecto de los demás bienes
de la sucesión.
Estima Rodríguez Grez que en los dos últimos casos, se aplican las normas de la
acción de petición de herencia, que más adelante estudiaremos. En consecuencia, la
causa se purga, por regla general, en 10 años, pero respecto del heredero putativo que
obtuvo reconocimiento judicial, se purgará en el plazo de 5 años. De tal forma, para
probar la causa de desheredamiento debe estarse a los plazos consagrados para ejercer
la acción de petición de herencia.
Se basa la conclusión anterior en el hecho de que el legitimario desheredado no es
heredero (siempre que concurran las exigencias legales), lo cual obliga a aceptar que
tienen en este caso plena aplicación las reglas sobre petición de herencia. Una vez
probada judicialmente la causa de desheredamiento contenida en el testamento y
calificada como suficiente por sentencia judicial, para recuperar la herencia que está en
manos del desheredado, debe interponerse la acción de petición de herencia (art. 1264 y
siguientes).
De todos modos, como el desheredamiento es de competencia exclusiva de la
justicia ordinaria, esta decisión es previa a la partición de bienes. Pero puede ocurrir que
147
se tenga conocimiento del desheredamiento, ya iniciado o incluso terminado el proceso
particional, caso en el cual deberá aplicarse el art. 1267, para establecer las prestaciones
mutuas que procedan.
Al efecto, el art. 1268 confiere a los demás herederos que se benefician con el
desheredamiento acción reivindicatoria, así se trate de poseedores de buena o mala fe,
y una acción personal contra el desheredado de mala fe para que les complete lo que no
hayan podido obtener de los terceros y los deje enteramente indemnes (artículos 898 y
900 del Código Civil).
Lo usual será, sin embargo, que tan pronto se tenga noticia del testamento que
contiene el desheredamiento se inicie el juicio respectivo para probar y calificar la causa
invocada por el testador, suspendiéndose entre tanto la partición y la toma de posesión de
los bienes que componen la legítima de que ha sido privado el legitimario afectado con
esta sanción.
148
opere la prescripción de que trata el art. 1269, la acción destinada a probar y calificar la
causa que se ha invocado de desheredamiento.
En suma, la causa de desheredamiento pasa a los herederos del legitimario por
todo el tiempo que falte para que opere la prescripción de que trata el art. 1269, esto es,
10 años en general o 5 años si el desheredado fue reconocido como heredero en acto
judicial.
Todo lo anterior, sin perjuicio del derecho de representación que pudiere operar.
Interesa esta materia, dado que la asignación (la legítima) y las donaciones
efectuadas, tendrán otro destino.
Para establecer con precisión esta cuestión, debe atenderse a si el desheredado
puede o no ser representado y si tiene o no descendientes que sean llamados en su
nombre y pasen a ocupar el mismo grado de parentesco y los mismos derechos
hereditarios que tendrían su padre o madre desheredados, en relación al causante:
3º Puede ocurrir también que el causante no tenga otros legitimarios. En tal situación, el
desheredamiento puede aprovechar a los herederos o legatarios voluntarios
(testamentarios), y si no existe disposición testamentaria, a los herederos abintestato.
Esta materia reviste importancia, atendido el hecho que serán las personas que resulten
favorecidas las que podrán, después de muerto el testador, iniciar el juicio respectivo para
probar y calificar la suficiencia de la causal de desheredamiento.
Resta aún por resolver otra cuestión crucial: ¿Qué sucede con las donaciones que
en virtud de la desheredación quedan revocadas de pleno derecho si el testador no ha
dispuesto otra cosa? Estima Rodríguez Grez que no opera al respecto la representación,
aun cuando existan descendientes del desheredado. Ello, en razón de que la
representación sólo opera en la sucesión intestada (y en la sucesión forzosa), mientras
que las donaciones suponen una disposición voluntaria. De modo que aun cuando dichas
donaciones sean imputables a la legítima que corresponde al desheredado (art. 1198),
ellas deberán integrarse al as hereditario y distribuirse en conformidad a las reglas
generales.
149
M) Rasgos fundamentales del desheredamiento.
2º Las causas de indignidad están referidas tanto a hechos acaecidos en vida del
causante como a hechos posteriores a su muerte. Así, por ejemplo, se hace indigno el
partidor nombrado por testamento que no acepta el encargo (art. 1327 en relación al art.
971, 2º), o el que siendo mayor de edad no hubiere acusado a la justicia el homicidio
cometido en la persona del causante (art. 969).
Las causas de desheredamiento están referidas necesariamente a hechos
acaecidos en vida del causante.
3º Las causas de indignidad sólo pueden probarse después de la muerte del causante.
Las causas de desheredamiento pueden probarse judicialmente en vida del causante o
por los interesados después de la muerte del causante.
150
8º Las indignidades privan al asignatario de toda participación en la sucesión, pero no
afectan a las donaciones que le haya hecho el causante, salvo en el caso del art. 1430:
“La acción revocatoria termina en cuatro años contados desde que el donante tuvo
conocimiento del hecho ofensivo, y se extingue por su muerte, a menos que haya sido
intentada judicialmente durante su vida, o que el hecho ofensivo haya producido la muerte
del donante, o ejecutándose después de ella. / En estos casos la acción revocatoria se
transmitirá a los herederos.”.
El desheredamiento priva al asignatario de toda asignación en la sucesión y de las
donaciones que le haya hecho el causante, salvo que éste limite sus efectos en la forma
que estime conveniente.
10º La indignidad se purga en el plazo de 5 años (art. 975). El desheredamiento debe ser
acreditado judicialmente en el plazo consagrado en el art. 1269: 10 o 5 años, según el
caso.
12º El asignatario indigno está obligado a restituir la herencia o legado con sus
accesiones y sus frutos, sin que se distinga entre poseedor de buena o mala fe (art. 974,
2º).
El asignatario desheredado se rige por la disposición del art. 1267, que distingue
entre poseedor de buena y de mala fe, entendiendo que ella está referida al conocimiento
o ignorancia del mismo desheredamiento contenido en el testamento.
13º La indignidad puede acarrear la pérdida del derecho de alimentos en los casos de que
trata el art. 968 (injuria atroz).
El desheredamiento puede importar la pérdida del derecho de alimentos sólo en
los casos consignados en los números 1, 2 y 3 del art. 1208.
14º La indignidad se transmite a los herederos del indigno por el tiempo que falta para
completar los 5 años al cabo de los cuales se sanea.
El desheredamiento también se transmite a los herederos del desheredado, de la
misma manera y por los mismos plazos que la acción de petición de herencia (art. 1269).
151
del desheredado o no procede a su respecto el derecho de representación (ascendientes
y cónyuge sobreviviente), el desheredamiento puede aprovechar a los asignatarios
testamentarios o abintestato en su caso.
3.- La preterición.
A) Casos de preterición.
152
2º Se le menciona en el testamento, pero nada se le asigna en él ni tampoco nada se le
donó en vida del causante.
153
anterior, porque el art. 1218 es imperativo y dispone que el preterido deberá entenderse
instituido heredero y por ende, será un heredero privado de su posesión. Aplicando estos
principios, agrega Somarriva, la Corte Suprema determinó que la acción del preterido no
prescribe en los cuatro años indicados en el artículo 1216 para la acción de reforma del
testamento, sino en conformidad a los plazos de prescripción de la acción de petición de
herencia.
Ahora bien, dice Somarriva, mediante su acción, el preterido puede reclamar,
según los casos, la legítima rigorosa o la efectiva. Reclamará la primera si es preterido en
beneficio de otro legitimario de igual derecho, y la efectiva si es preterido en provecho de
un extraño. O en palabras de Elorriaga: el tipo de legítima que el preterido puede reclamar
es diferente según como haya dispuesto de los bienes el causante. Si dejó todo a un
tercero, el preterido puede reclamar la legítima efectiva, es decir la mitad legitimaria más
la cuarta de mejoras, pero no la cuarta de libre disposición, pues en esta parte, los
terceros estarán bien instituidos como herederos. Por el contrario, si se ha omitido a uno
de los legitimarios en beneficio de otros, el omitido tiene derecho solamente a la legítima
rigorosa, pero no a la efectiva, puesto que el resto de los legitimarios estarían bien
instituidos como herederos en esa parte, al haber sido beneficiados por la cuarta de
mejoras y por la parte de libre disposición. Para Elorriaga, adhiriendo a Somarriva, el
preterido no requiere de la acción de reforma de testamento, por ser innecesaria. La
acción de que dispone es la de petición de herencia. Es un heredero privado de la
posesión de los bienes que le caben en la herencia; en cambio, no se le ha negado su
carácter de heredero. Sin embargo, advierte Elorriaga, la reciente jurisprudencia de la
Corte Suprema ha resuelto que el heredero preterido debe ejercer la acción de reforma de
testamento. Al efecto, expresa una sentencia de 7 de mayo de 2003: “silenciada como fue
en el testamento mencionado y entendiéndose heredera legitimaria del causante, a fin de
asegurar la asignación forzosa que le cabía en el bien hereditario motivo de los legados,
debió, como efectivamente lo hizo en esta causa por la vía de la reconvención, ejercer la
acción de reforma en su favor del referido testamento, de acuerdo con lo previsto en el
artículo 1216 del Código Civil, la cual, como se explicó fue rechazada por los jueces de
fondo por estar prescrita.” El criterio es parecido, destaca Elorriaga, en la sentencia de la
Corte Suprema de fecha 2 de junio de 1999.
En verdad, señala Rodríguez Grez, no existe contradicción alguna entre los
autores. Si el heredero instituido en la ley por efecto de la preterición no tiene la posesión
de su asignación, deberá deducir acción de petición de herencia; pero si no se discute su
calidad de heredero y se le da la posesión de su herencia, no deducirá acción alguna.
154
también, junto a la anterior, acción de petición de herencia si el legitimario está privado de
los bienes que componen su asignación.
Como se observa, donde corresponde, no existe incompatibilidad entre ambas acciones,
siendo la primera -reforma de testamento- la base lógica de la segunda -de petición de
herencia.
1.- Generalidades.
a) Corresponden a todos los interesados en la sucesión: art. 1222, “...todo el que tenga
interés en ella, o se presuma que pueda tenerlo...” Dado lo anterior, el que requiere estas
medidas no se encuentra obligado a acreditar derechos en la sucesión; basta con invocar
un interés supuesto o presuntivo.
b) Todas las medidas conservativas tienen por objeto asegurar el patrimonio sucesorial.
Se trata de impedir que los bienes dejados por el causante se deterioren, sustraigan u
oculten.
c) Las medidas conservativas son provisionales. Algunas de ellas cesan cuando se han
adoptado los resguardos necesarios; otras, que tienen carácter permanente, como el
inventario, son provisionales sin embargo, es decir, pueden modificarse o
complementarse.
155
d) Las medidas conservativas no confieren derechos. Ellas tienen una finalidad de
custodia, prueba y seguridad, pero no otorgan derechos a los peticionarios.
A) Naturaleza de la acción.
156
B) Concepto y elementos de la acción.
b.3) La acción tiene por finalidad que se “reforme” el testamento en favor de los
asignatarios forzosos. Ello implica que mediante esta acción, se armonizan las
asignaciones voluntarias con las asignaciones forzosas, prevaleciendo siempre las
establecidas por la ley, sobre las instituidas por el causante en su testamento.
c.1) Es una acción de inoponibilidad, cuyo objeto es hacer prevalecer las asignaciones
forzosas por sobre las asignaciones voluntarias hechas por el causante en su testamento.
La acción ataca la eficacia de las asignaciones voluntarias, en cuanto éstas afectan las
asignaciones forzosas. Los asignatarios voluntarios, en consecuencia, sólo llevarán
aquella parte de su asignación que no lesione las asignaciones forzosas.
157
existiendo perfecta compatibilidad y concordancia entre la disposición testamentaria
voluntaria y las asignaciones forzosas.
La acción de reforma de testamento difiere de la acción de petición de herencia,
que corresponde a los herederos desprovistos de la posesión de la herencia. La acción de
petición de herencia es una acción típicamente real que puede dirigirse en contra de
cualquier persona que esté poseyendo la herencia a título de heredero. En cambio, la
acción de reforma de testamento es personal, pues debe intentarse en contra de los
asignatarios instituidos en perjuicio de las asignaciones forzosas.
c.3) Es una acción patrimonial, esto es, dados sus fines, es susceptible de avaluación
pecuniaria. Persigue la acción un fin de carácter económico, un beneficio apreciable en
dinero. Esta característica trae consigo ciertas consecuencias: la acción es renunciable,
transferible, transmisible y prescriptible.
Analizaremos estas consecuencias en las siguientes características.
c.4) Es una acción renunciable. Tratándose de una acción personal que mira el solo
interés del asignatario forzoso, y no estando su renuncia prohibida por la ley, es aplicable
el art. 12. Advierte sin embargo Rodríguez Grez, que la renuncia de la acción sólo podría
provenir de un asignatario plenamente capaz. Ello, conforme al art. 1216, según el cual el
plazo de prescripción (o de caducidad, en opinión de Rodríguez Grez) establecido en la
ley se cuenta desde el día en que el asignatario tome personalmente la administración de
sus bienes. Esta norma es claramente indicativa de que el amparo legal que se brinda al
asignatario se extiende especialmente a los que están privados de administrar sus bienes.
De allí que esta acción sólo pueda renunciarla el titular, personalmente y siendo capaz. Si
la ley ha consignado en forma expresa que el plazo de prescripción (o de caducidad) de 4
años sólo corre contra el legitimario capaz de administrar sus bienes, es obvio que
también sólo éste puede renunciar la acción.
En definitiva, la acción de reforma de testamento será renunciada si el legitimario
perjudicado con el testamento otorgado por el testador acepta éste lisa y llanamente. De
acuerdo con las reglas generales, la renuncia podrá ser expresa o tácita.
Como subraya Elorriaga, la acción sólo podrá ser renunciada una vez que se haya
abierto la sucesión y se conozca el testamento. Una renuncia efectuada en vida del
causante importa un acto que trata sobre el derecho a suceder a una persona viva y, por
lo mismo, contiene objeto ilícito conforme al artículo 1463. Ello sería tanto como que el
legitimario renunciara anticipadamente a su asignación.
158
c.6) La acción es prescriptible, al decir de Somarriva. Su prescripción, contemplada en
el art. 1216, presenta algunas particularidades. Dos son las circunstancias exigidas por la
ley para que empiece a correr el plazo de prescripción:
159
ley en cuanto a que la acción podrá intentarse “dentro de los cuatro años contados desde
el día...” (art. 1216). Tiene presente que la acción de reforma de testamento no puede
intentarse después de 4 años a partir del día en que se tuvo conocimiento del testamento
y de la calidad de legitimario. Por consiguiente, el juez podría, sin necesidad de oponerse
la prescripción, negar lugar a dicha acción si en los autos respectivos existe constancia
evidente de que han transcurrido más de 4 años contados en la forma que la ley
establece. Si lo que decimos es efectivo -señala Rodríguez Grez-, y el tribunal está
facultado para rechazar la demanda sin que se haya opuesto la excepción de
prescripción, ciertamente que la acción caduca y no prescribe.
La cuestión tiene importancia, pues la excepción de prescripción debe ser opuesta
por quien tiene interés en ello (el demandado, en este caso). La caducidad puede ser
alegada por el interesado o declarada de oficio por el juez cuando constan los elementos
en que ella se funda. A criterio del autor citado, es esta la situación en que se encuentra la
acción de reforma de testamento transcurridos que sean los 4 años.
En relación al art. 1209, inciso 2º, agrega Rodríguez Grez, si la ley ha señalado
que en este caso “no será necesaria la prueba” para acreditar la causal de
desheredamiento, es porque, respecto del legitimario desheredado, caducó la acción
mediante la cual podía reclamar su legítima. Si el plazo consignado en el art. 1216 fuere
de prescripción y no de caducidad, la situación de este legitimario quedaría sin
explicación, ya que para privarlo de su derecho de reforma de testamento debería
oponerse y declararse la prescripción, todo lo cual no se concilia con lo dispuesto en el
art. 1209, inciso 2º.
La cuestión acerca de determinar si estamos ante una acción de prescripción o de
caducidad tiene también importancia, en lo concerniente al peso de la prueba. Tal como
consignamos, Somarriva estima, invocando el art. 1698, que es al asignatario demandado
por los legitimarios a quien le corresponderá probar que realmente ha existido
prescripción. Rodríguez Grez, por el contrario, postula que quien deduce la acción de
reforma está obligado a acreditar los presupuestos de la misma; entre éstos, que ella se
encuentra vigente y no ha caducado. Señala que será quien interponga la acción aquél
que - en el evento de que hayan transcurrido más de 4 años contados desde la apertura
de la sucesión- deba probar que la acción está vigente (no caducada); por ende, deberá
acreditar que el testamento llegó posteriormente a su conocimiento o que tuvo
conocimiento de su condición de legitimario después de la apertura de la sucesión (este
último caso no es extraño, ya que puede una persona ser reconocida como hijo en el
testamento e ignorar su apertura y publicidad, en cuyo evento no estará en situación de
ejercer sus derechos por desconocer los presupuestos en que se funda). Concluye que la
terminología del art. 1216 no deja duda alguna de que, aceptando de que se trata de un
plazo de caducidad, habrá de ser el actor quien deberá acreditar los hechos en que se
funda la vigencia de la acción.
Por consiguiente, el peso de la prueba se invierte según el plazo consignado en el
art. 1216 sea de prescripción o de caducidad.
Un último aspecto de esta controversia, dice relación a que el plazo, si es de
caducidad, sólo corre contra persona capaz. Recordemos que Somarriva concluye que la
suspensión que establece el art. 1216, es una excepción a las normas generales, en
cuanto a que la prescripción de corto plazo no se suspende. Por su parte, Rodríguez Grez
consigna que siendo el plazo del art. 1216 de caducidad, forzoso es inferir que éste sólo
corre contra personas capaces. Ello es perfectamente concordante con lo dispuesto en el
art. 1209.
A propósito del caso anterior, se pregunta Rodríguez Grez hasta qué momento
puede deducirse útilmente la acción de reforma de testamento. Cree este autor que la
suspensión del plazo (sea de caducidad o de prescripción) sólo puede alegarse hasta que
160
opere la prescripción adquisitiva de la asignación, lo cual ocurrirá cuando ella está siendo
poseída por un tercero (sea asignatario forzoso, voluntario o un tercero ajeno a la
sucesión). Recordemos que si el poseedor ha obtenido un reconocimiento judicial (art.
704), la prescripción operará en el plazo de 5 años; en caso contrario, la prescripción
adquisitiva operará en el plazo de 10 años (arts. 1269 y 2512). Piensa Rodríguez Grez
que la solución no puede ser otra, ya que una cosa es la acción de reforma de testamento
y otra muy distinta es la prescripción adquisitiva de la herencia, la que, al culminar, como
es lógico, deja sin efecto práctico la acción de reforma de testamento. En tal hipótesis, el
legitimario, puede invocar la acción de reforma de testamento -la cual estaría vigente-,
pero perderá la asignación y los bienes que la componen por obra de la prescripción
adquisitiva que invocará un tercero poseedor.
Elorriaga adhiere a la tesis de Somarriva –y que postula el resto de la doctrina, con
exclusión de Rodríguez Grez-, en cuanto a que se trata de una acción prescriptible.22
d.1) La acción de reforma puede perseguir la legítima rigorosa o efectiva, según los
casos.
161
cuando sus derechos han sido desconocidos en favor de otros legitimarios de igual
derecho, y la efectiva, cuando han sido violados en favor de terceros extraños que no son
legitimarios (ver caso 6-A en el anexo).
Por ejemplo (siguiendo a Somarriva), el testador tenía dos hijos, B y C, y en el
testamento instituye heredero universal a B y deja un legado de un automóvil a C. Este
puede intentar la acción de reforma del testamento, pues se ha violado su legítima, pero
mediante ella reclamará la legítima rigorosa, pero no la efectiva. Y ello porque B está mal
instituido como heredero universal en la mitad legitimaria, pues de ella sólo le
corresponde la mitad, pero no en el resto de la herencia, ya que el testador podía dejarle
íntegra la parte de mejoras y de libre disposición; en esta parte, no se reforma el
testamento, y por ello es que C sólo puede reclamar su legítima rigorosa.
En cambio, si en el mismo ejemplo, el testador instituye heredero universal a su
amigo D, dejando sendos legados a sus hijos B y C, éstos pueden reclamar mediante la
acción de reforma la legítima efectiva, pues les han sido desconocidas tanto su mitad
legitimaria como la cuarta de mejoras. Pero no pueden reclamar toda la herencia, por
cuanto en la parte de libre disposición D está bien instituido como heredero. En efecto,
mediante la acción de reforma de testamento jamás podrá reclamarse la parte de libre
disposición, porque el testador puede destinarla a quien quiera. La acción de reforma sólo
procede cuando el testador no respeta las asignaciones forzosas.
A su vez, en conformidad al art. 1217, inciso 2º, el legitimario indebidamente
desheredado tendrá derecho para que subsistan las donaciones entre vivos
comprendidas en la desheredación. Ello, porque en conformidad al art. 1210 el
desheredamiento deja sin efecto las donaciones hechas por el causante al desheredado.
En consecuencia, el último, al reclamar de su desheredamiento mediante la acción de
reforma, podrá exigir dichas donaciones.
Rodríguez Grez discrepa de la conclusión de Somarriva, en orden a la
interposición de la acción de reforma de testamento por parte del desheredado, como lo
veremos.27 Elorriaga se pliega a la opinión de Somarriva. Haciéndose cargo del
planteamiento de Rodríguez Grez, señala que de aceptarlo, ello implicaría suponer que la
desheredación no produce efectos sino hasta que se termine el juicio en que se acredita
la causal invocada para ello. Sin embargo, Elorriaga considera que el desheredado, por el
solo hecho del desheredamiento, queda excluido de la sucesión, y si él lo estima, podrá
impugnar ese desheredamiento, precisamente a través de la acción de reforma de
testamento.
162
E) Legitimidad activa y pasiva en la acción de reforma de testamento.
163
G) Acción de reforma de testamento y acción de petición de herencia.
Conviene señalar la relación que puede existir entre ambas acciones. Hemos visto
que mediante la acción de reforma de testamento, se persigue modificar éste para hacer
prevalecer sobre sus disposiciones, las asignaciones forzosas, cuando éstas han sido
lesionadas por el testador. Se trata, por lo tanto, de una acción personal y que busca la
declaración de que el demandante es titular de su asignación forzosa y que ella debe
pagarse íntegramente con desmedro de las disposiciones testamentarias del causante.
Ahora bien, si los bienes que componen la asignación forzosa están en poder de un
tercero en carácter de poseedor, para recuperar dichos bienes deberá deducirse la acción
de petición de herencia, destinada a sacar materialmente los bienes disputados de manos
del poseedor (ver caso 6-C en el anexo).
Por el contrario, si los bienes que integran la asignación forzosa no están siendo
poseídos por un tercero, no será necesario deducir esta acción (por ejemplo, si están en
poder de un albacea).
Observamos en consecuencia que la acción de reforma de testamento es una
acción personal, mientras que la segunda es una acción real.
La primera se dirige contra los asignatarios favorecidos en desmedro de la
legítima; la segunda, se dirige contra cualquiera que está en posesión de los bienes que
componen la herencia.
Se ha fallado que ambas acciones pueden deducirse conjuntamente, siendo la de
reforma de testamento el supuesto en que se basa la acción de petición de herencia
(recordemos que igual cosa sucede entre la nulidad y la reivindicación: la primera, acción
personal, será el supuesto de la segunda, acción real).
Además, la interposición de la acción de petición de herencia permitirá interrumpir
la prescripción si la herencia está siendo poseída por un tercero.
A) Concepto y generalidades.
Trata de esta acción el párrafo IV del Título VII, arts. 1264 y siguientes. La doctrina
proporciona diversas definiciones de dicha acción.
Somarriva señala que es aquella que compete al heredero para obtener la
restitución de la universalidad de la herencia, contra el que está poseyendo, invocando
también la calidad de heredero.
Domínguez Benavente y Domínguez Aguila la definen como aquella acción que se
concede al dueño de una herencia para reclamar su calidad de tal, sea contra quien
posee en su totalidad o en parte, como falso heredero; o parcialmente de quien siendo
verdaderamente heredero, desconoce éste carácter al peticionario, a quien también le
corresponde; o, en fin, contra el que posea o tenga cosas singulares que componen la
herencia, a título de heredero.
Rodríguez Grez, por su parte, la define como aquella acción mediante la cual el
dueño de una herencia reclama la posesión de la misma de un falso heredero, a fin de
que reconociéndosele tal calidad, se le restituyan todos los bienes que componen la
universalidad de su dominio. Lo que importa destacar, dice este autor, es el hecho que la
acción la ejerce quien tiene derecho a una herencia de la cual no está en posesión, para
que se le restituya la universalidad jurídica por parte de quien la detenta como poseedor.
Elorriaga, señala que es una acción real que la ley confiere al heredero que no
está en posesión de la herencia, en contra del que la posee también a título de heredero,
164
para que al demandante se le reconozca su derecho a ella y en atención a dicha calidad
le sean restituidos los bienes corporales e incorporales que la componen.
La acción corresponde a todos los asignatarios a título universal o herederos,
cualquiera que sea su calidad (testamentarios, intestados, forzosos, semiforzosos). Se
trata de un recurso instituido por la ley en favor de quienes están privados de su herencia,
teniendo derecho a ella.
En el fondo, se trata de una verdadera acción reivindicatoria, pero referida a una
universalidad jurídica: la herencia.
Los principales elementos de esta acción, pueden resumirse de la siguiente
manera:
1º Se trata de una acción que se concede a quien tiene derecho sobre una herencia,
cualquiera que sea el título de ella.
2º La acción de petición de herencia supone que la herencia está ocupada por otra
persona en calidad de heredero. Hay un tercero que posee la herencia alegando su
calidad de falso heredero. La acción enfrenta entonces un heredero verdadero con un
falso heredero.
Estamos ante un típico caso de acción real, pues éstas, conforme al art. 577, son
las que nacen de los derechos reales. Y la acción de petición de herencia emana de un
derecho real, cual es precisamente el derecho real de herencia. La acción de petición de
herencia se entablará respecto de la persona que está poseyendo la herencia,
quienquiera que ella sea (ver caso 6-D en el anexo).
165
tiene una asignación hereditaria limitada a sólo una parte de la sucesión, salvo que el
demandado se excepcionare probando que él tiene derecho a una parte de la misma. Así,
los Domínguez, para quienes el demandado no puede pretender que la acción sea
desestimada, a pretexto de que el actor no es el único heredero. Este no es argumento
para que la demanda sea desestimada. Por eso es indivisible.
Rodríguez Grez no es de la misma opinión. Afirma que aquél que interpone la
acción de petición de herencia debe acreditar “su derecho a la herencia ocupada por otro”
(art. 1264). Si el actor demanda la totalidad de la herencia y sólo acredita derecho a una
parte, el tribunal no puede acoger la demanda, ya que estaría concediendo la posesión de
una cuota de la herencia que no corresponde al dominio invocado por el titular. En tal
evento, cree este autor que la sentencia no debe extenderse más allá del derecho que
pruebe el actor.
166
una regla especial, la del artículo 148 del Código Orgánico de Tribunales, conforme a la
cual será juez competente para conocer del juicio de petición de herencia el del lugar
donde se hubiere abierto la sucesión del difunto con arreglo a lo dispuesto en el artículo
955 del Código Civil. Entonces, será tribunal competente el del último domicilio del
causante. Dado lo anterior, carece de importancia, en esta materia, la discusión acerca de
si se trata de una acción mueble o inmueble.
c.4) Es una acción patrimonial, con todas las consecuencias jurídicas que de ello
derivan.
167
porque el falso heredero ha adquirido la herencia por prescripción adquisitiva
ordinaria de 5 años, pues le servirá de justo título el decreto judicial o la resolución
administrativa de posesión efectiva. Consecuencia de que sea prescripción
ordinaria, es el hecho que se suspenda en favor de las personas enumeradas en
el art. 2509. Ahora bien, sabemos que la prescripción ordinaria exige, además de
justo título, buena fe. Es evidente entonces, señala Somarriva, que en este caso
también debe existir buena fe de parte del falso heredero. Así lo ha declarado la
Corte Suprema. Como la buena fe se presume, quien entabla la acción de petición
de herencia deberá acreditar que el heredero a quien se concedió la posesión
efectiva, estaba de mala fe (lo que podría suceder por haber tenido conocimiento
del testamento del causante en que se revoca su asignación; o si estaba en
conocimiento de la existencia de herederos con derecho preferente al suyo, etc.).
Íntimamente vinculado con este tema, se encuentra lo referente al art. 967, en el
que se establece que el incapaz para suceder a una persona, no adquiere la
herencia o legado, mientras no prescriban las acciones que contra él puedan
intentarse por los que tengan interés en ello. Se pregunta la doctrina qué sucede si
el incapaz obtiene un reconocimiento judicial que lo transforma en heredero
putativo. En tal evento, ¿Puede llegar a adquirir por prescripción ordinaria de 5
años, extinguiéndose en el mismo plazo la acción de petición de herencia? Se ha
sostenido que el incapaz no tiene buena fe y, por consiguiente, no obstante ser
heredero putativo, no es poseedor regular, razón por la cual sólo puede alegar
prescripción extraordinaria de 10 años.
168
de herencia, por medio de la cual se reclama un derecho -el de herencia-
que se adquiere por prescripción.
4º Por otra parte, concluye Somarriva, si negamos que opere en
este caso el art. 2517, resultaría que este precepto sería aplicable entonces
solamente a la acción reivindicatoria, cosa inaceptable dada la redacción
de la disposición y su ubicación entre las disposiciones generales sobre
prescripción. En efecto, de limitarse la aplicación del precepto sólo a la
acción reivindicatoria, el art. 2517 hubiera sido incluido en el párrafo que
trata de ésta. Si el legislador lo ubicó en las reglas generales de la
prescripción, es porque el precepto también se aplica a la acción de
petición de herencia.
169
c.5) Es una acción originaria.
Se trata de una acción que tiene el verdadero heredero y que no se adquiere por
transmisión de su causante. De allí que la Corte Suprema haya entendido que es “el
derecho sucesorial en ejercicio”, puesto en movimiento, o hecho valer ante los tribunales
de justicia.
La acción de petición de herencia se entabla en contra del que está ocupando una
herencia, invocando la calidad de heredero, es decir, diciéndose heredero de ella. Dicho
de otra manera, la demanda se dirige en contra del falso heredero. Cabe al respecto dos
posibilidades: i) Que el falso heredero lo sea, porque detenta como tal una herencia
totalmente ajena; o ii) Que el falso heredero tenga sólo una cuota en la herencia, pero la
detenta como si toda ella le perteneciera. En este segundo caso, si bien será verdadero
heredero de su cuota, será falso heredero respecto de la cuota que corresponda a otro
heredero o a otros herederos.
170
Se presenta al respecto el problema de si puede entablarse la acción de petición
de herencia en contra del cesionario de los derechos hereditarios del falso asignatario.
Porque es perfectamente posible que el falso heredero haya cedido sus derechos
hereditarios a un tercero, y que, en consecuencia, la herencia está siendo ocupada por el
cesionario de aquél.
La letra del precepto parece rechazar la idea de que proceda en este caso la
acción de petición de herencia en contra del cesionario, pues habla de personas que
están ocupando la herencia en calidad de herederos, y el cesionario no la está poseyendo
en calidad de heredero, sino de cesionario. Sin embargo, a pesar de la redacción del
precepto, Somarriva estima que procede la acción de petición de herencia en contra del
cesionario de los derechos del falso heredero. Porque si bien es cierto que el cesionario
no ocupa la herencia en calidad de heredero, no lo es menos que en virtud de la cesión
de derechos hereditarios, el cesionario entra a reemplazar jurídicamente al heredero
cedente en todos sus derechos y obligaciones; pasa a ocupar su mismo lugar. En la
cesión de derechos hereditarios existe una especie de subrogación personal.
171
F) Efectos de la acción de petición de herencia.
Respecto de los frutos y mejoras, se aplican las reglas de las prestaciones mutuas:
art. 1266. Estas disposiciones de las prestaciones mutuas, a pesar de su ubicación (a
continuación de la reivindicación), resultan ser de aplicación general; tienen en realidad un
vasto campo de aplicación:
172
Finalmente, en conformidad al art. 911, el verdadero heredero no está obligado
nunca a abonar las mejoras voluptuarias, ya sea que el falso heredero hubiere estado de
buena o mala fe.
La norma especial del art. 1267 es respecto del que ha ocupado la herencia de
mala fe, quien es responsable de todo el importe del deterioro. Como la ley no hace
distingos, quiere decir que el falso heredero responde de los deterioros tanto si se deben
a dolo o culpa suyos, como si ocurren por caso fortuito o fuerza mayor. Y la conclusión se
impone porque el art. 906, en las prestaciones mutuas, expresamente dispone que el
poseedor de mala fe sólo responde de los deterioros debidos a hecho o culpa suyos. Si el
art. 1267 no hizo distingos al respecto, quiere decir que el falso heredero que ocupó la
herencia de mala fe, responde de todos los deterioros, sean dolosos, culpables o fortuitos.
La ley no hace el distingo efectuado claramente en las prestaciones mutuas, y si la ley no
distingue, mal puede el intérprete hacerlo.
Puede suceder que el heredero falso o aparente haya enajenado algunos bienes
comprendidos en la herencia. En esta situación, ¿qué ocurre con dichas enajenaciones?,
¿serán nulas o válidas?, ¿en qué situación quedan el heredero verdadero y el tercero
adquirente?
La respuesta se encuentra en el art. 1268: el heredero podrá interponer la acción
reivindicatoria.
De tal forma, en principio, la enajenación hecha por el falso heredero es válida,
como una aplicación de que en nuestro derecho la venta de cosa ajena es válida, pero
inoponible al verdadero dueño. Y como éste es el heredero peticionario, el legislador le
confiere la facultad de reivindicar en contra de los terceros a quienes el falso heredero
enajenó bienes de la herencia.
Resulta entonces que el verdadero heredero tiene una doble acción: la acción que
le es propia -la de petición de herencia-, dirigida contra el falso heredero, y la acción
reivindicatoria, para obtener la restitución de los bienes que han salido de manos del falso
173
heredero, por enajenaciones efectuadas por éste a terceros. Cada una de estas acciones,
se rige por las reglas que le son propias. Por ello, la Corte Suprema ha declarado que es
muy posible que al verdadero heredero le haya prescrito su acción de petición de
herencia, pero en cambio, pueda ejercer la acción reivindicatoria en contra de los terceros
adquirentes. Por lo demás, la ley dice esto último claramente en la parte final del art.
1268.
g.2) La acción de reforma del testamento es una acción personal. Sólo puede intentarse
en contra de los asignatarios instituidos por el testador en perjuicio de las asignaciones
forzosas, principalmente de las legítimas.
La acción de petición de herencia es real, pues puede dirigirse en contra de todo
aquel que está poseyendo la herencia sin ser el verdadero heredero.
g.3) La acción de reforma de testamento es una acción de inoponibilidad, toda vez que
ella tiene por objeto impedir que las disposiciones del causante en su testamento sean
eficaces respecto de los asignatarios forzosos protegidos.
La acción de petición de herencia es una acción de restitución, ya que por su
intermedio se persigue recuperar para el verdadero heredero todas las especies que
componen la herencia.
174
g.4) La acción de reforma corresponde sólo a los legitimarios. La de petición de herencia,
a todo heredero (testamentarios, abintestato, forzosos o semiforzosos).
g.6) Los plazos de prescripción de ambas acciones son también diferentes. La acción de
reforma de testamento, prescribe en 4 años, contados desde que los asignatarios tuvieron
conocimiento del testamento y de su calidad de asignatarios (legitimarios), o desde que
cesa su incapacidad. Para Rodríguez Grez, habrá “caducidad” de la acción, no
prescripción.
La acción de petición de herencia se extingue cuando el falso heredero adquiere la
herencia por prescripción adquisitiva de 5 o 10 años, según corresponda (arts. 2512-
1269-704).
175
De ahí que la jurisprudencia haya declarado que en un mismo juicio pueden
entablarse conjuntamente ambas acciones.
Con el paralelo reseñado, cerramos el análisis de las dos acciones que se refieren
específicamente a la herencia.
Veremos enseguida algunas ideas en torno a dos acciones propias de todo
propietario y poseedor: la reivindicatoria y las posesorias, en relación a las herencias y
legados.
A) Generalidades.
B) Requisitos.
- Quien detenta la propiedad de las especies, por haberlas adquirido por sucesión
por causa de muerte.
- Por quien acredite ser nudo propietario o propietario fiduciario de dichas especies.
- Por quien acredite estar en posesión regular de las especies y en situación de
llegar a adquirirlas por prescripción adquisitiva (acción publiciana). En este último
caso, se hallará quien ha obtenido el reconocimiento judicial como sucesor del
causante con el auto o resolución administrativa de posesión efectiva, siempre que
tenga la convicción de ser realmente el dueño de las cosas a que se refiere la
acción.
C) Tramitación.
176
responsabilidad de quien ha dejado de poseer, para que indemnice los perjuicios en razón
de frutos y deterioros, generados mientras la cosa estuvo en su poder.
2º Por su parte, el art. 2081, en las normas del contrato de sociedad, establece que, no
habiéndose conferido la administración de la sociedad a uno o más socios, se entenderá
que cada uno de ellos ha recibido de los otros el poder de administrar.
4º En las normas del mandato, dispone el art. 2132, al especificar las atribuciones del
apoderado, que la interposición de una acción reivindicatoria queda comprendida en
dichas atribuciones y, por ende, del comunero en el caso propuesto.
De lo señalado, se desprende, a juicio de Rodríguez Grez, que el comunero está
facultado en la ley, mediante este mandato tácito y recíproco, para deducir todas las
acciones que tengan por objeto la defensa y preservación de las cosas sobre las cuales
recae la comunidad. Mientras la comunidad subsiste, estima este autor que cada
comunero no sólo está facultado, sino que tiene el deber de velar por la conservación y
cuidado de las cosas comunes. Así queda en claro, aplicando a la comunidad las
facultades de los socios, conforme al art. 2081. Por lo mismo, restringir estas facultades
parece excesivo y, lo que es más grave, sería contrario al espíritu general de la legislación
en esta materia.
Concluye entonces Rodríguez Grez en el sentido que puede uno de los
coasignatarios proindiviso, cualquiera que sea su cuota en la comunidad (recaiga ésta
únicamente en la cosa poseída por un tercero o en una comunidad a título universal, o
sea, una herencia), deducir acción reivindicatoria por sí solo, sin necesidad de la
aprobación o consentimiento de los demás comuneros.
Cabe prevenir, como corolario a este punto, que existe jurisprudencia
contradictoria (ver caso 6-F en el anexo).
Los herederos tienen y están sujetos a las mismas acciones posesorias que
tendría y a que estaría sujeto el causante, si viviera (artículo 919 del Código Civil).
Para Rodríguez Grez, y como una derivación de lo señalado a propósito de la
acción reivindicatoria, cualquier heredero puede deducir acción posesoria, aún cuando la
177
cosa se encuentre indivisa. Los argumentos para sostener lo anterior, son los mismos que
se indicaron respecto de la acción reivindicatoria.
1.- Concepto.
Se indica en el artículo 1225, inciso 1º, que todo asignatario puede aceptar o
repudiar libremente.
Pero en dos casos, la ley presume aceptación o repudiación:
178
- Se entiende que el heredero repudia, cuando se constituye en mora de declarar si
acepta o repudia (artículo 1233).
Los incapaces tampoco pueden aceptar o repudiar por sí mismos (ni aún cuando
acepten con beneficio de inventario), requiriendo el consentimiento de sus representantes
legales (artículo 1225, incisos 3º y 4º).
La Ley Nº 19.585 agregó un inciso 4º al artículo 1225, referido a las asignaciones
deferidas a la mujer casada en sociedad conyugal: en tal caso, el marido aceptará o
repudiará, pero con el consentimiento de la mujer, otorgado en la forma prevista en los
dos últimos incisos del artículo 1749.
Sintetizando las dos reglas anteriores, puede afirmarse que es posible aceptar una
vez deferida la asignación, mientras que cabe repudiar con la sola apertura de la
sucesión.
En principio, no hay plazo para una u otra cosa. Sin embargo, la ley se pone en el
caso que la indefinición del asignatario origine perjuicios a terceros. Por ello, el tercero
interesado (un acreedor o un legatario o donatario mortis causa, por ejemplo), podrá
demandar al asignatario para que declare si acepta o repudia (artículo 1232, inciso 1º). En
esta hipótesis, operan las siguientes reglas:
179
o implorar las providencias conservativas que le conciernan;
- pendiente el plazo, el asignatario no estará obligado al pago de ninguna deuda
hereditaria o testamentaria (pero podrá ser obligado al pago el albacea o curador
de la herencia yacente, en sus casos);
- si el asignatario demandado estuviere ausente y no compareciere por sí o a través
de un representante, se le nombrará curador de bienes, quien lo representará y
aceptará con beneficio de inventario;
- si transcurrido el plazo de 40 días o la prórroga el asignatario no acepta, se
entenderá que repudia (artículo 1233). Se trata de un caso de manifestación
presunta de voluntad.
c) Son indivisibles.
180
Recordemos que opera el derecho de transmisión cuando el transmitido a quien se
defirió una herencia o legado fallece sin alcanzar a aceptar o repudiar la asignación, caso
en el cual transmite a sus propios herederos la facultad para aceptar o repudiar.
Puede ocurrir también que se defieran varias asignaciones, caso en el cual podrá el
asignatario aceptar unas y repudiar otras (artículo 1229). Excepcionalmente, la ley no
admite repudiar la asignación gravada y aceptar la otra, a menos que:
- se defieran separadamente por derecho de acrecimiento o de transmisión o de
sustitución vulgar o fideicomisaria; o
- se haya concedido al asignatario la facultad de repudiar separadamente (se
entiende que por el causante, en su testamento).
d) Son irrevocables.
Como puede observarse, la ley sólo admite la posibilidad de pedir que se declare
la nulidad del acto de aceptación, por las causales señaladas, descartando entonces la
simple revocación del acto de aceptación de parte del interesado.
Lo anterior se aplica incluso para la aceptación de los incapaces.
Reglas similares se aplican para la repudiación, por mandato del art. 1237.
Tanto las herencias como los legados pueden aceptarse expresa o tácitamente. A
pesar de que el art. 1241 sólo alude a la aceptación tácita de las herencias, no se divisan
razones para excluir dicha forma de aceptación para los legados.
181
a) Formas de aceptar las herencias.
182
9.- Sustracción de efectos hereditarios.
Establece la ley (art. 1231) las consecuencias, ante la sustracción por el heredero
o legatario de los efectos hereditarios:
- Pierde los derechos que como legatario pudiera tener sobre dichos objetos; y
- No teniendo el dominio sobre ellos será obligado a restituir el duplo. Por ende, si
era dueño (porque se trataba de un legado de especie o cuerpo cierto y el
legatario sustrajo precisamente la cosa que se le había legado), no restituirá el
duplo, aunque igual perderá su legado.
- Quedará sujeto a eventual responsabilidad penal.
183
Por ende, el heredero será responsable, a prorrata de su cuota en la herencia, sin
limitación alguna, del pago de todas las deudas hereditarias. Si dichas obligaciones
exceden el conjunto de los bienes transmitido por el causante, el heredero deberá afrontar
el pago con sus propios bienes (artículo 1245).
Con todo, el heredero puede limitar su responsabilidad, si acepta la herencia con
beneficio de inventario. Nos referiremos a esta figura en el siguiente capítulo.
184
f) Beneficio de competencia, que invoca el deudor insolvente.
g) Beneficio de división, que invoca el fiador.
h) Beneficio de excusión, que invoca el fiador.
i) Beneficio de excusión, que invoca el cónyuge no propietario, tratándose de bienes
familiares.
j) Beneficio de separación de patrimonios, que invocan los acreedores del causante.
k) Beneficio para obtener la revocación del decreto de posesión definitiva, en el marco de
la muerte presunta.
l) Beneficio de la suspensión de la prescripción.
Seis de los siete primeros, vale decir el beneficio de inventario que invoca el
heredero, el beneficio de inventario que la ley confiere al legatario, el beneficio de
emolumento que invoca la mujer casada en sociedad conyugal o sus herederos, el
beneficio de emolumento que invoca el marido casado en sociedad conyugal, el beneficio
de competencia que invoca el deudor insolvente y el beneficio de división que impetra el
fiador, tienen por finalidad limitar la responsabilidad del heredero, de los cónyuges, del
deudor o del fiador; en cuanto al beneficio de deliberar que se otorga al heredero o al
legatario, su objetivo es permitir que el asignatario tenga un plazo razonable para
ponderar si le conviene o no aceptar la asignación que se le ha deferido; el octavo y
noveno, esto es, el beneficio de excusión que invoca el fiador y el beneficio de excusión
que invoca el cónyuge no propietario tratándose de los bienes familiares, tienen por
finalidad forzar al acreedor a intentar primero el cumplimiento forzado de la obligación
sobre otros bienes, distintos de los que son de propiedad del fiador o a los que están
afectados como “bienes familiares”; el décimo, que corresponde al beneficio de
separación de patrimonios, que invocan los acreedores del causante, tiene por objetivo
impedir que se produzca una confusión de patrimonios, de manera que permanezcan
distinguibles aquellos bienes que pertenecían al causante y los propios de su heredero,
dando preferencia para pagarse en los primeros a los acreedores del causante, y
postergando el pago que los acreedores del heredero pretendan en dicho patrimonio; el
penúltimo, tiene por finalidad revocar –y no “rescindir”, como erróneamente indica el
Código-, el decreto que confirió a los herederos del desaparecido, la posesión definitiva
de los bienes. El último, es decir el beneficio de la suspensión de la prescripción, protege,
como sabemos, a los incapaces o a ciertas personas que siendo capaces, no administran
sus bienes (como ocurre con la mujer casada en sociedad conyugal).
Como usualmente ocurre con las facultades que se otorgan en el ámbito del
Derecho Civil, los beneficios que hemos mencionado, deben, por regla general, ser
invocados o alegados por los interesados, quienes, en caso contrario, responderán
ilimitadamente, en algunos casos (tratándose del beneficio de inventario otorgado a los
herederos, al legatario, a la mujer o al marido casados bajo el régimen de sociedad
conyugal, o en el caso del beneficio de competencia conferido al deudor o del beneficio de
división que puede alegar el fiador), o no podrán impedir que los acreedores concreten la
realización de ciertos bienes, en otros casos (como ocurre con el beneficio de excusión
otorgado al fiador o con el beneficio de excusión conferido al cónyuge no propietario), o
no podrán impedir la confusión de los patrimonios del causante y de sus herederos (en el
caso del beneficio de separación de patrimonios) o no será posible recuperar los bienes
del desaparecido, en el caso de pedirse la revocación del decreto de posesión definitiva,
dictado a consecuencia de la muerte presunta, o no podrán impedir que el deudor quede
liberado del pago de la obligación amparándose en la prescripción extintiva (en el caso del
beneficio de la suspensión de la prescripción que opera a favor de ciertos acreedores).
Considerando los principales efectos que originan los “beneficios” consagrados en el
Código Civil, no animamos a proponer la siguiente definición: entendemos por “beneficio”,
185
para los efectos del Derecho Civil, aquél derecho que la ley confiere a ciertas personas,
en virtud del cual pueden limitar su responsabilidad de manera que respondan por un
monto inferior al de las deudas efectivamente existentes, o pueden impedir
transitoriamente que el acreedor ejerza sobre sus patrimonios el derecho de prenda
general. Tal definición explica los casos precedentemente mencionados, salvo los tres
últimos, que tienen características propias y objetivos disímiles. Por ende, podríamos
agregar que los nueve primeros son beneficios propiamente tales, y los tres últimos
beneficios “sui generis” o especiales.
A) Concepto.
La ley, mediante una ficción, y con el fin de evitar que se produzca una solución de
continuidad o interrupción en la cadena de poseedores, establece en los artículos 688 y
722 del Código Civil la denominada “posesión legal de la herencia”, en cuya virtud, y
aunque el heredero ignore su condición de tal, se le tiene como poseedor de la herencia
dejada por el causante. Con todo, ello no significa que dicho heredero forzosamente deba
continuar con tal condición, pues se le abren diversos caminos: aceptar pura y
simplemente la herencia; aceptar con beneficio de inventario; repudiar la asignación
hereditaria que se le ha deferido o no hacer nada, caso en el cual puede ocurrir que otro,
en su lugar, -el heredero putativo-, se apodere de la herencia o acepte la herencia y
termine por ganarla mediante la prescripción de diez años (regla general, conforme al
artículo 2512 del Código Civil) o en cinco años (cuando el falso heredero obtiene la
posesión efectiva, conforme se desprende de los artículos 1269 y 704 del Código Civil).
Con todo, es cierto que tras la dictación de la Ley número 19.903, publicada en el Diario
Oficial el 10 de octubre de 2003 y vigente a partir del 10 de abril de 2004, las posibilidades
de que un falso heredero obtenga sólo para él la posesión efectiva de una herencia total o
parcialmente ajena, están muy restringidas, teniendo en cuenta la intervención del
Servicio de Registro Civil e Identificación, de cuya base de datos fluirá quién o quienes
son los verdaderos herederos. De cualquier manera, lo que sí puede ocurrir respecto del
heredero omiso, es que un tercero entre en posesión de los bienes hereditarios, y esté en
condiciones de ganar el dominio de los mismos por prescripción adquisitiva (aunque
también es cierto que esta hipótesis, en la práctica, se encuentra circunscrita a los bienes
muebles, considerando la protección registral de que gozan los inmuebles). En fin, si el
heredero mantiene una actitud pasiva respecto de su asignación hereditaria, se le podrá
demandar para que declare si acepta o repudia (artículo 1232 del Código Civil) y aún más,
los acreedores del heredero que repudia, podrán aceptar la herencia por él, previa
autorización judicial, en uno de los casos de acción oblicua o subrogatoria que franquea
nuestra ley (artículo 1238 del Código Civil).
De cualquier forma, no basta con la “posesión legal” de la herencia, requiriéndose
una manifestación de voluntad del heredero, para confirmar aquello que la ley le asigna.
En tal sentido, la sucesión por causa de muerte es un modo de adquirir de naturaleza
mixta, pues se requiere de un hecho jurídico –la muerte del causante- y de un acto
jurídico unilateral, la aceptación de la herencia o legado deferido al asignatario.
La aceptación pura y simple de la herencia, supone adquirir por el heredero,
además de los bienes y acciones transmisibles, las obligaciones contraídas por el
causante, sin limitación alguna en su responsabilidad. Por ello, cuando el patrimonio del
causante está demasiado recargado de deudas, no conviene aceptar la herencia pura y
simplemente, sino con beneficio de inventario.
186
Como señala Meza Barros, “La aceptación de la herencia no debe racionalmente
ser un motivo de ruina para el heredero. El beneficio de inventario concilia el interés del
heredero y de los acreedores del difunto; éstos no ven disminuidas las posibilidades de
pagarse de sus créditos porque conservan incólume su derecho; satisfechas las deudas,
el heredero puede aprovechar lo que reste de la herencia, sin comprometer su propio
patrimonio.”
El artículo 1247 lo define en los siguientes términos: “El beneficio de inventario
consiste en no hacer a los herederos que aceptan responsables de las obligaciones
hereditarias y testamentarias, sino hasta concurrencia del valor total de los bienes que
han heredado.”
Cabe indicar que el causante no puede impedir que su heredero acepte con
beneficio de inventario. En efecto, el artículo 1249 del Código Civil previene que el
testador no podrá prohibir a un heredero el aceptar con beneficio de inventario. Desde
este punto de vista, se trata de una norma de orden público aquella que lo establece. Por
ello, como indica Pablo Rodríguez Grez, estamos ante “…un derecho que no puede
renunciarse anticipadamente por hallarse dicha renuncia prohibida en la ley. Si tal ocurre,
el heredero, al fallecimiento de su causante, podrá aceptar con beneficio de inventario y
obtener todo el provecho que de ello se sigue.” Es una facultad que corresponde invocar o
renunciar exclusivamente al heredero.
Se trata de una institución establecida exclusivamente a favor de los herederos y
no de los legatarios, como se desprende del propio artículo 1247, que no alude a los
últimos. Con todo, es posible afirmar que el legatario también ostenta en la práctica un
beneficio de inventario, pues tiene una responsabilidad limitada, circunscrita al monto de
lo recibido por concepto de legado.
La regla general es que el heredero, con plena libertad, escoja aceptar la herencia
pura y simplemente o con beneficio de inventario. Excepcionalmente, ciertos herederos
están obligados a aceptar con beneficio de inventario:
a. El Fisco, en las herencias que se le defieran (artículo 1250, inciso 1º del Código Civil).
Recordemos que el Fisco es el último de los herederos llamados en la sucesión
abintestato (artículo 995).
d. Los herederos fiduciarios (artículo 1251 del Código Civil). Se explica la excepción,
porque de esta forma quedan determinados los bienes que, en su oportunidad, de
cumplirse la condición, habrá que restituir al fideicomisario.
C) Efectos que se originan, cuando las personas jurídicas de Derecho Público y los
incapaces, debidamente representados, no aceptan la herencia con beneficio de
inventario.
187
El artículo 1250, en su inciso 3º, advierte que en este caso, los mencionados
asignatarios no serán obligados por las deudas y cargas de la sucesión sino hasta
concurrencia de lo que existiere de la herencia al tiempo de la demanda o se probare
haberse empleado efectivamente en beneficio de ellos.
Observamos que la sanción que opera en caso de omitir el beneficio de inventario
al aceptar la herencia, no es la nulidad de la aceptación, sino la inoponibilidad frente a los
terceros, en el exceso a que alude el artículo 1250.
Como señala Somarriva, sucede en este caso algo bastante curioso, porque si los
representantes de los citados asignatarios no aceptan con beneficio de inventario, la ley
se los otorga de pleno derecho, o sea, es exactamente igual que si se hubiera aceptado
invocando el aludido beneficio. Aún más, podría agregarse que en la hipótesis que
estamos analizando, los asignatarios quedan en mejor situación que aquellos herederos
que hubieren aceptado desde un comienzo con beneficio de inventario, porque éstos
limitan su responsabilidad a los bienes que recibieron en herencia (al valor de los mismos,
dicho en estricto rigor), mientras que aquellos la limitan a lo que existiere de la herencia al
tiempo de la demanda y de lo que se probare haber sido empleado en beneficio de los
asignatarios en cuestión.18 Como agrega Pablo Rodríguez, el inciso 3º del artículo 1250
responde al mismo principio que inspira la protección de los incapaces (artículo 1688 del
Código Civil).
Son tales:
a. Aquél que hace actos de heredero (artículo 1252 del Código Civil). En efecto, quien
realiza actos de heredero puro y simple, no puede después pretender aceptar la herencia
con beneficio de inventario. Para determinar cuándo existe acto de heredero, debemos
tener presente lo dispuesto en los artículos 1241 a 1244 del Código Civil. La aceptación
de la herencia será expresa, cuando se toma el título de heredero (artículo 1241). El
artículo 1242 agrega que se entiende que alguien toma el título de heredero: cuando lo
hace en escritura pública o privada, obligándose como un heredero; o cuando lo hace en
un acto de tramitación judicial o administrativa (petición de la posesión efectiva, por
ejemplo, ante el juzgado civil competente o ante el Servicio de Registro Civil e
Identificación, según si la herencia fuere testada o intestada, respectivamente).
La aceptación de la herencia será tácita, cuando el heredero ejecuta un acto que
supone necesariamente su intención de aceptar, y que no hubiera tenido derecho a
ejecutar sino en su calidad de heredero (artículo 1241). Será un acto de heredero, por
ejemplo, la enajenación de cualquier efecto hereditario (artículo 1244). En cambio, los
actos puramente conservativos, los de inspección y administración provisoria urgente, no
suponen por sí solos la intención del heredero de aceptar su asignación (artículo 1243).
188
estrecha relación y armonía.” Cabe agregar que en el caso del artículo 1231, el
asignatario, además de quedar imposibilitado de repudiar, “no tendrá parte alguna en los
objetos sustraídos”.
Previó la ley el caso en que hubiere dos o más herederos, y sólo uno o algunos
quisieren invocar el beneficio de inventario al aceptar la herencia. En esta hipótesis, todos
serán obligados a aceptar con beneficio de inventario. Dispone al efecto el artículo 1248
del Código Civil: “Si de muchos coherederos los unos quieren aceptar con beneficio de
inventario y los otros no, todos ellos serán obligados a aceptar con beneficio de
inventario”.
Se zanja así el problema que se originaría para los acreedores, frente a algunos
herederos que responderían ilimitadamente y otros que lo harían sólo hasta cierto monto.
Con todo, esta situación sólo podría presentarse en la medida en que ninguno de los
herederos hubiere efectuado actos de tal, pues si así hubiere ocurrido, le resulta imposible
impetrar después el beneficio de inventario. Por eso, afirma Pablo Rodríguez Grez que
“En tal caso, creemos que debe admitirse que algunos herederos acepten con beneficio
de inventario y otros no.” Agrega este autor que la hipótesis a que alude el artículo 1248,
“ha de quedar reducida al hecho de que, antes de realizarse actos que importen la
aceptación de la herencia, los coherederos discrepan sobre si aceptan pura y
simplemente o con beneficio de inventario. Sólo en tal supuesto es aplicable el artículo
1248 precitado.”
La misma solución se consagra en el artículo 1395 del Código Civil de Colombia, y
en el artículo 1292 del Código Civil de Ecuador, ambos preceptos idénticos al artículo
1248 del Código Civil chileno.
Distinta es la situación que opera en el Código Civil argentino. En efecto, dispone
el artículo 3361: “La aceptación de la sucesión hecha por uno de los herederos con
beneficio de inventario, no modifica los efectos de la aceptación pura y simple, hecha por
otros, y recíprocamente. Los derechos y las obligaciones de cada uno de los herederos
son siempre los mismos, tanto respecto de ellos como respecto de los acreedores y
legatarios.”
De esta forma, en la ley argentina, “El derecho al beneficio de inventario no es
indivisible, como ocurriría si una vez aceptada la herencia con beneficio de inventario por
uno de los herederos, los demás tuvieran que acatar esa decisión. La decisión de uno de
ellos al respecto, no obliga a los demás y cada heredero puede aceptar la herencia
conforme al modo que le parezca o resulte más conveniente, ya sea pura y simplemente o
con el beneficio de inventario, sin tener en cuenta, al gravitar sobre su decisión, la forma
de aceptación adoptada por cada uno de los demás coherederos.”
Las consecuencias prácticas de adoptar los herederos una u otra decisión, quedan
de manifiesto en una nota al artículo 3361, de Dalmacio Vélez Sarsfield, que reza en
parte: “El que ha aceptado la herencia pura y simplemente, está obligado a los acreedores
y legatarios por el todo de su parte hereditaria. Si tuviese un tercio de la herencia, estará
obligado a un tercio de las deudas, mientras que el que acepta bajo el beneficio de
inventario, sólo está obligado por su parte hereditaria, hasta el valor de los bienes que
hubiere recibido.”
El Código Civil español adopta una fórmula similar, en su artículo 1007: “Cuando
fueren varios los herederos llamados a la herencia, podrán los unos aceptarla y los otros
repudiarla. De igual libertad gozará cada uno de los herederos para aceptarla pura y
simplemente o a beneficio de inventario.”
189
F) Requisitos del beneficio de inventario.
Basta decir en el escrito por el cual se pide la posesión efectiva, que ésta sea
concedida con beneficio de inventario. Con todo, no será necesario que el heredero
declare expresamente su propósito de aceptar la herencia con beneficio de inventario,
cuando hubiere practicado inventario solemne. En efecto, si el heredero acepta sin
practicar inventario solemne, se entenderá que acepta pura y simplemente; en cambio, si
ha precedido inventario solemne, gozará del beneficio de inventario (artículo 1245 del
Código Civil).
En el Derecho Comparado, hay casos en los cuales no se requiere invocar el
beneficio de inventario, pues la herencia se entiende aceptada con él. Así, dispone el
artículo 3363 del Código Civil argentino: “Toda aceptación de la herencia se presume
efectuada bajo beneficio de inventario, cualquiera sea el tiempo en que se haga.”
Por otra parte, en otros códigos sudamericanos, se establece derechamente el
principio intra vires hereditatis, en virtud del cual, el heredero, sencillamente, no responde
más allá de la fuerza de la sucesión. Siguen esta tendencia, llamada “moderna”, en
contraposición a la tradicional o “romanista” que consagró el principio ultra vires
hereditatis, los códigos civiles brasileño y peruano. Dispone el artículo 1792 del Código
Civil brasileño: “El heredero no responde por cargas superiores a la fuerza de la sucesión;
le incumbe la prueba del exceso, salvo que exista inventario que lo excuse, demostrando
el valor de los bienes heredados.” De esta forma, se “Elimina la declaración de aceptación
bajo el mencionado beneficio, siendo suficiente que el heredero justifique que el pasivo
sucesorio es superior al activo, prueba de la que se encuentra exento si ha confeccionado
un inventario. Si no ha hecho inventario y no consigue probar que las cargas exceden a
los bienes, responde ilimitadamente, como heredero puro y simple”. A su vez, establece el
artículo 661 del Código Civil peruano: “Responsabilidad intra vires hereditatis. El heredero
responde de las deudas y cargas de la herencia sólo hasta donde alcancen los bienes de
ésta. Incumbe al heredero la prueba del exceso, salvo cuando exista inventario judicial.”
190
presuntos, los legatarios, los socios de comercio, los fideicomisarios y todo
acreedor hereditario que presente el título de su crédito.
- Debe dejarse constancia en el inventario, en letras, del lugar, día, mes y año en
que comienza y concluye cada parte del inventario.
- Antes de cerrar el inventario, el tenedor de los bienes o el que hace la
manifestación de ellos jurará que no hay otros bienes que declarar.
- El inventario será firmado por el tenedor o manifestante, los interesados, el
ministro de fe y los testigos.
- Debe protocolizarse el inventario en el Registro del Notario que lo haya firmado o
en aquél que designe el tribunal, si ha intervenido otro ministro de fe. En el
inventario se dejará constancia de la protocolización (artículos 859 y siguientes del
Código de Procedimiento Civil).
No lo dijo expresamente la ley, pero del tenor de los artículos 1247, 1257 y 1260,
todos del Código Civil, no podría concluirse de otra forma, pues si la ley advierte en el
primer artículo que el heredero beneficiario sólo responderá hasta el “valor” de los bienes
heredados, es obvio que dicho valor ha de constar en una tasación; a su vez, en el
segundo artículo, se establece que los bienes que sobrevengan a la herencia se
agregarán al “inventario y tasación”, de manera que la ley discurre sobre la base que la
tasación ha de efectuarse necesariamente; finalmente, en el artículo 1260 se alude
expresamente a “los valores en que hubieren sido tasados” (los bienes).
191
G) Efectos del beneficio de inventario.
b. Las deudas y los créditos del heredero beneficiario no se confunden con las
deudas y créditos de la sucesión (artículos 1259 y 1669).
No opera por tanto entre la sucesión y el heredero beneficiario el modo de
extinguir confusión, de manera que el heredero podrá demandar a la sucesión para que
ésta le pague aquello que el causante debía al primero y a la inversa, la sucesión podrá
demandar al heredero para obtener el pago de lo que éste debía a la primera.
c. Si el heredero paga con recursos propios, más allá del valor de los bienes que ha
recibido a título de heredero beneficiario, opera una subrogación legal, en virtud de
la cual el heredero sustituye al acreedor en sus acciones y derechos contra la sucesión
(artículo 1610, número 4). Dos son entonces los requisitos que deben cumplirse para que
opere la subrogación:
i) Que el heredero pague una deuda hereditaria; y
ii) Que pague con recursos propios, a consecuencia de haberse agotado los
bienes que recibió del causante.
d. Los bienes propios del heredero se confunden con los bienes del causante que
se reciben por herencia.
Con todo, esta confusión no alcanza a las preferencias de primera y cuarta clase
(artículo 2487). Los acreedores podrán alegar sus privilegios de primera y cuarta clase
sobre los bienes comprendidos en el beneficio de inventario. La confusión tampoco se
192
extiende, según vimos, a las deudas y créditos de la sucesión, los que no se confunden
con las deudas y créditos del heredero. Así las cosas, la confusión se restringe sólo a los
bienes corporales y a los derechos reales. Somarriva, admitiendo que el punto es de suyo
discutible, afirma que parece preferible sostener que el beneficio de inventario no trae
consigo la separación de los patrimonios del causante y del heredero, y que, en
consecuencia, los acreedores hereditarios pueden hacer efectivos sus derechos tanto en
los bienes del uno como del otro, pero sólo hasta el monto de lo que el heredero recibe a
título de herencia. Se basa, principalmente, en los siguientes argumentos:
i) En el artículo 1247, al definir el beneficio de inventario, se limita la
responsabilidad del heredero al monto de lo recibido a título de herencia y no a los
bienes que adquiera en dicha forma; se responde hasta el “valor total” de los
bienes recibidos por herencia, no “con los bienes”;
ii) El artículo 1260, inciso 2º, al ponerse en el caso de pérdida de algún bien
o algunos bienes hereditarios por caso fortuito, hace responsable al heredero de
los “valores” en que dichos bienes hubieren sido tasados;
iii) Si el beneficio de inventario trajese consigo la separación de
patrimonios, y los acreedores hereditarios sólo pudiesen perseguir los bienes del
causante, el legislador forzosamente debió haber limitado la facultad de
disposición de los herederos respecto de los bienes hereditarios, cosa que no hizo;
el heredero puede enajenar dichos bienes, sin cortapisas (a diferencia de lo que
sucede con el beneficio de separación, según veremos, atendido lo dispuesto en el
artículo 1348 del Código Civil). Confirma esta doctrina, lo expuesto en el artículo
520 número 4 del Código de Procedimiento Civil, del siguiente tenor: “Podrán
también ventilarse conforme al procedimiento de las tercerías los derechos que
haga valer el ejecutado invocando una calidad diversa de aquella en que se le
ejecuta. Tales serían, por ejemplo, los casos siguientes: (…) 4º El del heredero
beneficiario cuyos bienes personales sean embargados por deudas de la herencia,
cuando esté ejerciendo judicialmente alguno de los derechos que conceden los
artículos 1261 a 1263 inclusive del Código Civil”. Ahora bien, de conformidad a los
artículos 1261 y 1262, se extingue la responsabilidad del heredero beneficiario, ya
sea porque hace entrega de los bienes de la sucesión a los acreedores
hereditarios; o por haberse agotado en el pago de las deudas hereditarias y
testamentarias, los bienes que recibió en la herencia. Por ende, en estos casos, si
los acreedores del causante embargan bienes propios del heredero, éste podrá
oponerse a la ejecución, a través de una tercería, o bien en el escrito de oposición,
alegando como excepción perentoria la extinción de su responsabilidad por el
beneficio de inventario. Concluye entonces Somarriva señalando: “Pues bien, el
Código de Procedimiento Civil limitó expresamente esta oposición a los casos de
los artículos 1261 y 1262 del Código Civil, en los cuales la responsabilidad del
heredero se encuentra extinguida. Quiere decir, entonces, que mientras subsista
dicha responsabilidad, el acreedor hereditario puede perseguir los bienes propios
del heredero, o sea, en buen romance, que el beneficio de inventario no ha
producido la separación de patrimonios.”
193
Es cierto –agrega Meza Barros- que la ley no ha señalado expresamente que el
beneficio de inventario impide perseguir los bienes propios del heredero, pero lo anterior
fluiría, a juicio del autor citado, de diversas disposiciones legales:
194
responsabilidad del heredero, resultarían extinguidas las deudas en cuanto
excedieran del valor de tasación. Concluye Meza Barros afirmando que el valor de
los bienes y la responsabilidad de los herederos se determinan a través de la
realización de los bienes de la herencia. Este valor no podría determinarse si los
acreedores pudieran realizar, también, los bienes del heredero.
195
(por ejemplo, un legado de especie o cuerpo cierto, o los bienes que el causante tenía a
título de mero tenedor y que corresponde restituir a sus poseedores).
El inciso 2º del artículo 1260 establece que es de cargo del heredero beneficiario el
peligro (por la pérdida) de los otros bienes de la sucesión, y sólo será responsable de los
valores en que hubieren sido tasados. Con ello, la ley quiere enfatizar que el riesgo por la
pérdida de la cosa, aún por caso fortuito o fuerza mayor, será del heredero, lo que no
constituye una novedad, considerando el principio de que las cosas perecen para su
dueño.
La pérdida o menoscabo del bien hereditario, no aminora entonces la
responsabilidad del heredero beneficiario, respondiendo ahora por el valor en que fueron
tasados.
Por dos vías puede extinguirse la responsabilidad del heredero beneficiario: por el
abandono de los bienes por parte del heredero beneficiario y por el agotamiento o
consumo de los bienes hereditarios en el pago de las deudas. Los estudiaremos en el
mismo orden.
196
Ramón Meza Barros difiere de tal conclusión: señala que tocará a los acreedores,
como consecuencia del abandono, la administración de los bienes y la tarea de proceder
a su realización, conservando el heredero el carácter de dueño de los bienes, y pudiendo
recuperarlos pagando las deudas hereditarias y testamentarias (antes de la subasta, se
entiende). Si quedare un remanente de los bienes, satisfechas las deudas, volverá al
heredero beneficiario, según la doctrina de Meza Barros. Ramón Domínguez Benavente y
Ramón Domínguez Águila, piensan igual que Meza Barros, señalando al efecto que en lo
que respecta al asignatario que acepta con beneficio de inventario, “Su calidad de
heredero se mantiene, pues la aceptación, como veremos, es irrevocable. Por ello sigue
siendo dueño de los bienes abandonados. No se trata de una dación en pago que hace a
los acreedores del causante. Y si sobra algo después de liquidado el caudal, este
sobrante le pertenece como heredero.” Agregan que el heredero, a pesar del abandono
de los bienes a los acreedores, sigue siendo dueño de ellos, de manera que si sobra algo
después de efectuada la liquidación por los acreedores, dicho sobrante pertenecerá a los
herederos. Estiman estos autores que no se ve la razón en virtud de la cual los
acreedores puedan quedarse con el eventual remanente, después de satisfechas sus
obligaciones. Carecerían de causa para pretender el dominio sobre el sobrante. Se pliega
también a esta doctrina Fabián Elorriaga de Bonis. Destaca que ni siquiera en el pago por
cesión de bienes, regulado en los artículos 1614 y siguientes del Código Civil, los
acreedores devienen en dueños de los bienes cedidos. Según lo señalado en el inciso
final del artículo 1619, “la cesión no transfiere la propiedad de los bienes del deudor a los
acreedores, sino sólo la facultad de disponer de ellos y de sus frutos hasta pagarse de
sus créditos.” Ello resulta particularmente relevante, agrega Elorriaga, si se tiene en
cuenta que la cesión de bienes es por definición “el abandono voluntario que el deudor
hace de todos los suyos a su acreedor o acreedores, cuando, a consecuencia de
accidentes inevitables, no se halla en estado de pagar sus deudas.” Remata Elorriaga
afirmando: “Habiendo en ambos casos „abandono‟ de bienes por parte del deudor a los
acreedores para el pago de lo debido debe concluirse que la consecuencia no puede ser
diferente de la señalada en la ley en el artículo 1619, por lo que el heredero que hace
abandono de los bienes permanece como heredero, sigue siendo su dueño y tiene el
derecho a recobrar el saldo que reste luego de pagados los acreedores.” En el Derecho
Comparado, el abandono no supone transferir el dominio a los acreedores. Así ocurre,
tratándose del Derecho Civil italiano, Igual cosa sostenían en Francia Planiol y Ripert,
quienes afirmaban que “El abandono no es una renuncia; no priva al heredero ni de su
condición de tal ni de su derecho como propietario (…) Se trata de un simple abandono de
la posesión y de la administración de los bienes. En fin, el abandono no produce la
transmisión de la propiedad…”
197
ii) La citación se efectuará mediante tres avisos, publicados en un diario de la
comuna o de la capital de la provincia o de la capital de la región, si en aquélla no lo
hubiere;
iii) La citación tendrá por objeto que los acreedores reciban la cuenta exacta y en
lo posible documentada de todas las inversiones hechas por el heredero (o sea, de todos
los pagos efectuados). Pablo Rodríguez Grez señala que el artículo 1262 es una
disposición análoga a la norma del artículo 2155, ubicada en las reglas del mandato;
aprobada la cuenta por los acreedores o por el juez en caso de discordia, el heredero
beneficiario será declarado libre de toda responsabilidad ulterior.
Consumidos los bienes hereditarios en el pago de las deudas hereditarias, el
heredero beneficiario puede también oponer a los acreedores la excepción de beneficio
de inventario, en conformidad al artículo 1263. En tal sentido, el beneficio de inventario
constituye una verdadera excepción perentoria, que puede oponer el heredero
demandado a los acreedores hereditarios, cuando éstos le cobren deudas de la herencia
excediendo la limitación de responsabilidad que la ley establece a favor del primero.
En relación al agotamiento o consumo de los bienes heredados, plantea Pablo
Rodríguez Grez la siguiente situación: “Interesa dilucidar qué sucede si el heredero
beneficiario es demandado por el pago íntegro de una deuda hereditaria, en aquellos
casos en que excepcionalmente no se sigue la regla del artículo 1354. Así acontecerá, por
ejemplo, si se demanda al heredero beneficiario por una deuda que el causante estipuló
que debería pagar cualquiera de sus herederos en la totalidad (artículo 1526 número 4
inciso 2º). ¿Puede exonerarse de pagarla íntegramente el heredero beneficiario
aduciendo que los bienes que restan de los recibidos no alcanzan a cubrirla o que se han
agotado todos los bienes y cosas hereditarias?”. Para contestar dicha interrogante,
Rodríguez Grez distingue según se trate de obligaciones de género y de obligaciones de
especie o cuerpo cierto:
I) Situación del heredero beneficiario, que paga deudas que exceden el valor de los
bienes recibidos en la herencia.
198
bien en la práctica estaríamos ante el efecto propio de las obligaciones naturales,
atendido lo dispuesto en el artículo 1470 del Código Civil, se ha estimado que se trataría
del pago de una obligación civil, renunciando sencillamente el heredero beneficiario a la
limitación de responsabilidad consagrada en la ley en su favor, y por ende, a cuyo
respecto puede operar el artículo 12 del Código Civil, pues se trata de una renuncia que
mira al solo interés del renunciante. En efecto, señala Alessandri, si demandado el
heredero beneficiario, éste no opuso el beneficio de inventario y fue condenado al pago
de la deuda, no puede sostenerse que estaría pagando una obligación natural, pues si así
fuera, podría repetir lo pagado, habida cuenta que para retener el acreedor lo dado o
pagado en virtud de una obligación natural, es menester que el pago sea voluntario, y en
el ejemplo anterior, faltaría este requisito, ya que el deudor ha sido obligado por medio de
una sentencia judicial. La misma opinión sostienen René Abeliuk Manasevich y Daniel
Peñailillo Arévalo.
En todo caso, reiteramos que en la situación analizada en este acápite, el
heredero beneficiario se subrogará en los derechos del acreedor y podrá obtener el
reembolso de lo pagado, demandado a los restantes herederos, atendido lo dispuesto en
el artículo 1610 número 4 del Código Civil.
El Código Civil trata del pago de las deudas hereditarias y testamentarias en los
artículos 1354 a 1377, mientras que regula el beneficio de separación en los artículos
1378 a 1385. Por la estrecha relación existente entre ambas materias, nuestra doctrina las
ha tratado conjuntamente.
Las deudas hereditarias son aquellas que el causante tenía en vida. Las deudas
testamentarias, también denominadas cargas testamentarias, son aquellas que tienen por
fuente el propio testamento. La principal carga testamentaria corresponde a los legados.
También el modo constituye una carga testamentaria.
En principio, sólo los herederos responden por las deudas de la herencia. Así se
desprende del artículo 951, cuando señala que los herederos suceden en el conjunto de
derechos y obligaciones transmisibles del causante o en una parte de ellos y lo ratifica el
artículo 1097, al expresar que los herederos representan la persona del testador para
sucederlo en todos sus derechos y obligaciones transmisibles. Los herederos son
sucesores in universum jus quod tempore mortu habuit. La responsabilidad de los
herederos es amplia: se extiende a todas las obligaciones transmisibles, cualquiera sea
su fuente. Con todo, esta amplia responsabilidad tiene algunas limitaciones:
199
señala como obligaciones intransmisibles: i) las obligaciones cuya ejecución
supone aptitudes especiales del deudor (por tal razón, termina el contrato de
arrendamiento de confección de obra material, por la muerte del artífice o
empresario, artículo 2005); ii) las obligaciones en que juega un preponderante
papel la confianza entre acreedor y deudor (por ejemplo, las derivadas de los
contratos de mandato y sociedad); iii) las obligaciones contraídas por los
miembros de una corporación, en el caso previsto en el artículo 549, inciso 3º; iv)
las obligaciones solidarias (artículo 1523).
- Los herederos pueden limitar su responsabilidad al valor de lo que reciben en la
herencia, si invocan el beneficio de inventario.
Cabe preguntarse, dice Somarriva, cuál es la razón jurídica de que los herederos
deban cargar con las deudas hereditarias y testamentarias. Algunos pretenden
fundamentar esta obligación de los herederos en la existencia de un supuesto
cuasicontrato de aceptación de herencia, basándose en el artículo 1437, que al referirse a
las fuentes de las obligaciones, expresa que éstas pueden emanar “de un hecho
voluntario de la persona que se obliga, como en la aceptación de la herencia o legado y
en todos los cuasicontratos”. El Código, entonces, según esta opinión, consideraría como
un cuasicontrato la aceptación de la herencia o legado y que de tal cuasicontrato
emanaría la obligación de los herederos de pagar las deudas hereditarias y las cargas
testamentarias. Somarriva discrepa de esta conclusión. Señala que en doctrina, es difícil
equiparar la aceptación de la herencia o legado a los cuasicontratos; la letra misma del
precepto citado tampoco acepta esta asimilación, puesto que habla de la aceptación de la
herencia o legado “y en todos los cuasicontratos”. Si la aceptación de la herencia o legado
fuere un cuasicontrato, estaría incluida en la expresión “todos los cuasicontratos”, y el
legislador no tendría para qué haberla mencionado expresamente, o bien hubiera dicho
“en todos los demás cuasicontratos”. Ello indica que el legislador considera cosas
distintas la aceptación de una herencia o legado y los cuasicontratos. Cree Somarriva que
la explicación más aceptable es que la responsabilidad de los herederos emana de la ley,
la cual los concibe como los representantes del difunto, como sus continuadores jurídicos,
tanto en el activo cuanto en el pasivo.
Meza Barros, por su parte, adhiere a la tesis de que la aceptación de una herencia
o legado constituye un cuasicontrato.
Así lo establece el artículo 1354, en sus dos primeros incisos: “Las deudas
hereditarias se dividen entre los herederos a prorrata de sus cuotas. / Así el heredero del
tercio no es obligado a pagar sino el tercio de las deudas hereditarias.”
Esta división, en la forma mencionada, se produce ipso iure, por el solo
fallecimiento del causante. Destaca Somarriva la marcada diferencia que hay entre el
activo y el pasivo de la herencia: en lo relativo al activo, se forma una comunidad entre los
herederos respecto de los distintos bienes que lo forman, indivisión que será necesario
partir conforme a las reglas legales; en cambio, no hay tal comunidad en el pasivo, éste
se divide de pleno derecho. La muerte del deudor, entonces, convierte la obligación de un
solo deudor en una obligación simplemente conjunta. La deuda, que antes era unitaria, se
200
divide o fracciona, por el solo ministerio de la ley, en cuantas partes como herederos
existan en la sucesión. Tal diferencia entre el activo y el pasivo ha llevado a algunos a
negar la posibilidad de comunidad sobre universalidades de derecho. Se sostiene que,
siendo un rasgo distintivo de las universalidades jurídicas el que tengan un pasivo, en
Chile no puede haber comunidades sobre universalidades jurídicas, porque, en virtud de
lo dispuesto en los artículos 1354 y 2306, habiendo dos o más comuneros, el pasivo está
siempre dividido entre los copartícipes, por el solo ministerio de la ley. De esta forma, se
afirma por algunos que la herencia no sería un caso de universalidad jurídica (que en
doctrina, tienen tanto activo como pasivo comunes), sino de universalidad de hecho (que
en doctrina, sólo están compuestas por activo, no por pasivo) (ver caso 7-A en el anexo).
Dispone el artículo 1355: “La insolvencia de uno de los herederos no grava a los
otros; excepto en los casos del artículo 1287, inciso segundo.” Este último artículo, alude
a la responsabilidad que pesa sobre los herederos presentes, que tengan la libre
administración de sus bienes, ante los acreedores del causante, en el caso de que el
albacea no de noticia de la apertura de la sucesión por medio de tres avisos o no exija
que en la partición se señale o forme un lote o hijuela suficiente para cubrir las deudas
conocidas. En tal caso, el albacea y los citados herederos, responderán solidariamente de
los perjuicios ocasionados a los acreedores.
b.4. Se produce confusión parcial entre las deudas y créditos del causante y los del
heredero.
Establece el artículo 1357: “Si uno de los herederos fuere acreedor o deudor del
difunto, sólo se confundirá con su porción hereditaria la cuota que en este crédito o deuda
201
le quepa, y tendrá acción contra sus coherederos a prorrata por el resto de su crédito, y
les estará obligado a prorrata por el resto de su deuda.” El precepto, destaca Somarriva,
contempla dos situaciones:
Se desprende esta conclusión del artículo 2519: “La interrupción que obra a favor
de uno de varios coacreedores, no aprovecha a los otros, ni la que obra en perjuicio de
uno de varios codeudores, perjudica a los otros, a menos que haya solidaridad, y no se
haya ésta renunciado en los términos del artículo 1516”.
b.6. Por regla general, se produce la división de la pena que se pudiera haber
estipulado.
Así se desprende del artículo 1540, cuyas reglas son las siguientes:
- Si la obligación contraída con cláusula penal es de cosa divisible, la pena, del
mismo modo, se divide entre los herederos del deudor a prorrata de sus cuotas
hereditarias. De esta manera, el heredero que infrinja la obligación, pagará la parte
de la pena proporcional a su cuota hereditaria y el acreedor no tendrá acción
alguna contra los restantes herederos, que no han contravenido la obligación
(inciso 1º, artículo 1540);
- Sin embargo, si se estipuló la cláusula penal con la intención expresa de que no
pudiera ejecutarse parcialmente el pago de la obligación, y uno de los herederos
ha impedido el pago total (o sea, por su infracción, no es posible al acreedor
obtener el pago íntegro de la obligación), se le podrá exigir toda la pena; y a los
restantes herederos (que no han infringido la obligación) su respectiva cuota en la
pena, quedándoles a salvo su acción para repetir en contra del heredero infractor
(inciso 2º, artículo 1540); lo mismo se observará cuando la obligación contraída
con cláusula penal es de cosa indivisible (inciso 3º, artículo 1540).
202
b.7. Si uno de los herederos paga la totalidad de la deuda hereditaria o una parte
superior a la parte que en la deuda le corresponde, tiene derecho a dirigirse en
contra del resto de los herederos, para recuperar de ellos todo lo que haya pagado
en exceso.
C) Medios para evitar el perjuicio de los acreedores, ante la división de las deudas
entre los herederos.
c.1. Puede ocurrir que al momento de contratar, los acreedores pacten indivisibilidad de
pago con el deudor (artículo 1526, número 4, inciso 2º).
c.2. Los acreedores pueden hacer uso del beneficio de separación de patrimonios, al que
más adelante aludiremos (artículos 1379 y siguientes).
c.3. Los acreedores podrán hacer uso del derecho de guarda y aposición de sellos,
respecto de los muebles y papeles de la sucesión, hasta que se haga inventario solemne
de ellos (artículos 1222 y siguientes).
c.4. La formación de la hijuela o lote pagador de deudas es también una buena garantía
para los acreedores, considerando las sanciones que pueden recaer sobre los herederos,
si no la materializan (artículos 1285 y 1287).
El principio en virtud del cual las deudas se dividen entre los herederos a prorrata
de sus cuotas, tiene las siguientes excepciones:
203
vires hereditatis, o sea, “más allá de las fuerzas de la herencia”. En cambio, si se invocó el
beneficio, se responderá con el principio opuesto intra vires hereditatis, es decir, “dentro
de las fuerzas de la herencia”. Para Elorriaga, el beneficio de inventario, más que
constituir una excepción al principio de la división de las deudas a prorrata entre los
herederos, limita la responsabilidad de los herederos; no obstante, el monto de esa
responsabilidad se determinará de conformidad a la regla general: es decir, dependerá del
porcentaje que en la herencia le corresponda.
El inciso final del artículo 1354 consigna: “Lo dicho se entiende sin perjuicio de lo
dispuesto en los artículos 1356 y 1526.” Este último artículo contempla los casos de
indivisibilidad de pago. No olvidemos que la indivisibilidad –a diferencia de la solidaridad-
se transmite a los herederos del deudor. El acreedor, entonces, podrá perseguir a cada
uno de los herederos por el total, y no por su cuota en la deuda.
Recordemos que la indivisibilidad puede serlo “por naturaleza” o “de pago”. En el
primer caso, cuando la cosa que se debe no admite división, como ocurre con una
especie o cuerpo cierto; en el segundo caso, cuando admitiéndola, es el pago el
indivisible, por disposición testamentaria, por convención entre el acreedor y el deudor o
por mandato legal.
El artículo 1356, mencionado como vimos en el último inciso del artículo 1354,
establece: “Los herederos usufructuarios (…) dividen las deudas con los herederos
propietarios (…), según lo prevenido en los artículos 1368 (…); y los acreedores
hereditarios tienen el derecho de dirigir contra ellos sus acciones en conformidad con los
referidos artículos.” A su vez, el artículo 1368, contempla las siguientes reglas: “Si el
testador deja el usufructo de una parte de sus bienes o de todos ellos a una persona y la
desnuda propiedad a otra, el propietario y el usufructuario se considerarán como una sola
persona para la distribución de las obligaciones hereditarias y testamentarias que
cupieren a la cosa fructuaria; y las obligaciones que unidamente les quepan se dividirán
entre ellos conforme a las reglas que siguen: 1ª. Será de cargo del propietario el pago de
las deudas que recayere sobre la cosa fructuaria, quedando obligado el usufructuario a
satisfacerle los intereses corrientes de la cantidad pagada, durante todo el tiempo que
continuare el usufructo. 2ª. Si el propietario no se allanare a este pago, podrá el
usufructuario hacerlo, y a la expiración del usufructo tendrá derecho a que el propietario le
reintegre el capital sin interés alguno. 3ª. Si se vende la cosa fructuaria para cubrir una
hipoteca o prenda constituida en ella por el difunto, se aplicará al usufructuario la
disposición del artículo 1366.” El artículo 1366, señala: “El legatario que en virtud de una
hipoteca o prenda sobre la especie legada ha pagado una deuda hereditaria con que el
testador no haya querido gravarle, es subrogado por la ley en la acción del acreedor
contra los herederos. / Si la hipoteca o prenda ha sido accesoria a la obligación de otra
persona que el testador mismo, el legatario no tendrá acción contra los herederos.”
El artículo 1368, destaca Somarriva, plantea el problema de si puede dirigirse el
acreedor indistintamente en contra del nudo propietario o el usufructuario, o si tiene
siempre que ir en contra del nudo propietario, quien es el obligado a pagar la deuda. Le
parece que es ésta la solución adecuada, porque para el usufructuario es facultativo
pagar o no la deuda, de acuerdo al tenor de la regla 2ª, citada.
204
d.4. Caso del fideicomiso.
Expresa el artículo 1356: “Los herederos (…) fiduciarios dividen las deudas con los
herederos (…) fideicomisarios, según lo prevenido en los artículos (…) 1372; y los
acreedores hereditarios tienen el derecho de dirigir contra ellos sus acciones en
conformidad con los referidos artículos.” El artículo 1372, establece: “El propietario
fiduciario y el fideicomisario se considerarán en todo caso como una sola persona
respecto de los demás asignatarios para la distribución de las deudas y cargas
testamentarias, y la división de las deudas y cargas se hará entre los dos del modo
siguiente: / El fiduciario sufrirá dichas cargas con calidad de que a su tiempo se las
reintegre el fideicomisario sin interés alguno. / Si las cargas fueren periódicas, las sufrirá
el fiduciario sin derecho a indemnización alguna.”
Se trata de una fórmula similar a la del usufructo. El obligado al pago de las
deudas y cargas será el propietario fiduciario, pero con derecho a repetir en contra del
fideicomisario, sin derecho a interés. Ciertamente, este derecho a reembolso sólo podrá
ejercerse, en la medida que se cumpla la condición de la que pende la restitución de los
bienes al fideicomisario. Si dicha condición falla, el propietario fiduciario consolida su
dominio, ahora como propiedad absoluta, soportando en definitiva el pago de las deudas y
cargas en su patrimonio.
205
cuentas entre los herederos, advierte el artículo 1365 que la cuota del insolvente se
repartirá entre todos los herederos a prorrata. De esta manera, la cuota del insolvente
grava incluso al heredero que pagó la deuda. Así, por ejemplo, si eran tres herederos de
una obligación de $ 60.000.000.-, y sus cuotas eran idénticas, y al demandar uno de ellos
(que pagó dicha suma al acreedor) se encuentra con que el coheredero demandado es
insolvente, su cuota -$ 20.000.000.-, grava al demandante y al tercero de los herederos.
Entonces, al último de los herederos podrá demandarlo por $ 30.000.000.-
● En la voluntad del testador: en su testamento, puede hacer una división distinta de sus
deudas, artículo 1358: “Si el testador dividiere entre los herederos las deudas hereditarias
de diferente modo que en el que en los artículos precedentes se prescribe, los acreedores
hereditarios podrán ejercer sus acciones o en conformidad con dichos artículos o en
conformidad con las disposiciones del testador, según mejor les pareciere. Mas, en el
primer caso, los herederos que sufrieren mayor gravamen que el que por el testador se
les ha impuesto, tendrán derecho a ser indemnizados por sus coherederos.”
● En la partición, pues en conformidad a los artículos 1340 y 1359, al hacerse la
liquidación de los bienes, algunos de los herederos pueden tomar a su cargo una parte
mayor de las deudas que las correspondientes a prorrata, bajo alguna condición aceptada
por los otros herederos.
● En un acuerdo de los herederos, por el cual se conviene una división distinta de las
deudas, artículo 1359: “La regla del artículo anterior se aplica al caso en que, por la
partición o por convenio de los herederos, se distribuyan entre ellos las deudas de
diferente modo que como se expresa en los referidos artículos.”
Como destaca Somarriva, en todas estas situaciones el acreedor, frente a la
división distinta de las deudas fijada por el testador o acordada por los herederos, se
encuentra siempre en una misma situación: en principio, dicha división distinta no lo
afecta, pues no ha sido parte de ella. Por ello, la ley le confiere un derecho de opción: i)
aceptar la división de las deudas hecha por el testador o por los herederos; o ii) perseguir
a los herederos prescindiendo de la voluntad del testador o del acuerdo de los herederos,
o sea, asilándose en la regla general del artículo 1354 y cobrando a cada heredero su
parte o cuota en la deuda a prorrata de su cuota en la herencia.
Conforme al artículo 1374, inciso 1º, “se pagará a los acreedores hereditarios a
medida que se presenten”. Esta regla no es aplicable habiendo “concurso de acreedores”
y “tercera oposición”. Las excepciones son las siguientes:
a. En caso de quiebra, sea del difunto, sea de la sucesión. En este caso, los acreedores
verificarán sus créditos en el juicio respectivo y se pagarán conforme a las normas del
Código de Comercio aplicables a la quiebra.
206
El artículo 1377 contiene una norma especial respecto de la notificación de los
títulos ejecutivos: “Los títulos ejecutivos contra el difunto lo serán igualmente contra los
herederos; pero los acreedores no podrán entablar o llevar adelante la ejecución, sino
pasados ocho días después de la notificación judicial de sus títulos.” Como subraya Meza
Barros, los acreedores pueden accionar contra los herederos de su deudor, en los
mismos términos que contra éste. Como lógica consecuencia, los títulos ejecutivos contra
el causante traen también aparejada ejecución contra los herederos. Pero el legislador ha
querido dar un respiro a los herederos, tanto para ser demandados en juicio ejecutivo
cuanto para proseguir contra ellos el juicio ejecutivo ya iniciado contra el causante: debe
notificarse a los herederos y esperar que transcurra el expresado plazo de ocho días.26
Tratándose de causas ya iniciadas contra el causante, en las que éste litigaba
personalmente y no a través de mandatario, el plazo en realidad será mayor, habida
cuenta de lo dispuesto en el artículo 5 del Código de Procedimiento Civil: “Si durante el
juicio fallece alguna de las partes que obre por sí misma, quedará suspenso por este
hecho el procedimiento, y se pondrá su estado en noticia de los herederos para que
comparezcan a hacer uso de su derecho en un plazo igual al de emplazamiento para
contestar demandas, que conceden los artículos 258 y 259.”
De esta manera, habría que distinguir tres situaciones:
- Si el causante fallece antes del inicio del juicio ejecutivo, se aplica el artículo 1377.
El acreedor que desee llevar adelante su ejecución, debe notificar a los herederos
el título ejecutivo que hubiere tenido en contra del causante;
- Si el causante fallece durante el juicio ejecutivo y estaba litigando personalmente,
es decir, sin mandatario en los casos en que es posible, se suspenderá el juicio y
el acreedor tendrá que notificar el título a los herederos;
- Si el causante fallece durante el juicio ejecutivo y no estaba litigando
personalmente, sino a través de mandatario, se aplica el artículo 1377: el acreedor
no podrá proseguir con la ejecución sino una vez que transcurran ocho días desde
que se notificó el título ejecutivo a los herederos.
En cualquier caso, cabe consignar que para iniciar la ejecución en contra de los
herederos, no será suficiente que transcurra el plazo señalado en el artículo 1377, sino
que además, será necesario que los herederos hayan aceptado la herencia. Si no lo han
hecho, nada se les podrá cobrar. Enfrentados los acreedores a la contingencia de la
muerte del deudor, y a falta de aceptación de la herencia, tendrán dos caminos: i)
demandar a los supuestos herederos para que acepten o repudien, y esperar el
transcurso de los plazos de rigor (artículo 1232); o, ii) solicitar la declaración de herencia
yacente (artículo 1240), con el fin de que se nombre un curador y hacer efectivos los
créditos en su contra.
En principio, son los herederos quienes responden por las deudas hereditarias.
Pero en ciertos casos, los legatarios pueden verse afectados por ellas. Esta
responsabilidad puede emanar de tres factores: del pago de las legítimas y mejoras; por
las deudas de la herencia en subsidio de los herederos; y del hecho de que el bien legado
esté gravado con prenda o hipoteca. Estudiaremos estas situaciones en el mismo orden.
207
La responsabilidad de los legatarios puede emanar del pago de las legítimas y
mejoras, si el testador ha destinado a legados, más de la suma de que podía disponer
libremente. Así se desprende, desde ya, del artículo 1104, que alude a la responsabilidad
que pueda sobrevenirles, en el caso de la acción de reforma de testamento. En este caso,
se verán afectados los legatarios en la forma que establece el artículo 1362, inciso 1º31:
“Los legatarios no son obligados a contribuir al pago de las legítimas, de las asignaciones
que se hagan con cargo a la cuarta de mejoras o de las deudas hereditarias, sino cuando
el testador destine a legados alguna parte de la porción de bienes que la ley reserva a los
legitimarios o a los asignatarios forzosos de la cuarta de mejoras, o cuando al tiempo de
abrirse la sucesión no haya habido en ella lo bastante para pagar las deudas
hereditarias.”
Los legatarios responderán a prorrata de los valores de sus respectivos legados y
la porción del legatario insolvente no gravará a los otros (artículo 1363).
De esta manera, dice Meza Barros, la contribución de los legatarios al pago de las
legítimas y mejoras consistirá en una reducción de los legados para encuadrarlos en la
porción de que el testador pudo disponer libremente.
Esta responsabilidad se hará efectiva mediante la acción de reforma de
testamento que deducirán los legitimarios.
En verdad, como subraya Elorriaga, en este caso los legatarios no están
respondiendo de las deudas hereditarias, sino que de las asignaciones forzosas: se
perjudican disposiciones testamentarias expresas, en beneficio de las asignaciones
forzosas.
● Que al tiempo de abrirse la sucesión, no haya habido en ella lo bastante para pagar las
deudas hereditarias; por el contrario, si en dicho momento existieren bienes suficientes
pero más adelante no los hay o sufrieren deterioros, el legatario ya no tiene
responsabilidad alguna. Se sanciona de esta forma al acreedor, que no hizo valer su
crédito en tiempo oportuno.
● En todo caso, la responsabilidad de los legatarios es subsidiaria de la responsabilidad
de los herederos. Así se expresa en el inciso 2º del artículo 1362: “La acción de los
acreedores hereditarios contra los legatarios es en subsidio de la que tienen contra los
herederos.” Afirma Somarriva que los legatarios tienen una especie de beneficio de
excusión: el legatario, al igual que el fiador respecto del deudor principal, puede exigir al
acreedor que les cobre primero a los herederos y si éstos no le pagan, entonces podrá el
acreedor dirigirse en contra del legatario.
Lo expuesto ocurrirá, en la medida en que los legados se hayan pagado, pues en
caso contrario, en lugar de accionar contra el legatario, su legado se reducirá en lo que
sea necesario, pudiendo incluso extinguirse si el pago de las deudas lo exige.
208
con dichas cauciones o no, y si en definitiva va a soportar él dicho pago. Se trata del
distingo entre la obligación y la contribución a la deuda.
Es evidente, respecto de lo primero, que el legatario deberá pagar la deuda al
acreedor prendario o hipotecario (artículo 1125). Recordemos que el acreedor hipotecario
y prendario gozan del derecho de persecución.
Ahora bien, pagada la deuda, ¿El legatario deberá soportar en definitiva el pago de
la prenda o hipoteca, o bien podrá repetir en contra de alguien por la cantidad que él pagó
a los acreedores? Al respecto, cabe formular un nuevo distingo, según si el testador
manifestó su voluntad en el sentido de gravar al legatario con la prenda o hipoteca o no.
Si existe voluntad expresa o tácita del testador de gravar al legatario con la prenda
o hipoteca, éste deberá soportar su pago en definitiva sin derecho a repetición.
En primer lugar, el testador puede gravar expresamente al legatario con el pago de
la prenda o hipoteca: así se desprende del art. 1104 (“...ni cargas que los que
expresamente...”).
El legatario también puede ser gravado tácitamente en el caso del artículo 1135,
inciso 3º, o sea, cuando el testador después de efectuado el legado constituye sobre el
bien legado una prenda o hipoteca.
En síntesis, si el testador manifiesta su voluntad expresa o tácita de gravar al
legatario, éste deberá pagar la deuda garantizada con prenda o hipoteca y soportar en
definitiva en su patrimonio la extinción del gravamen real.
En el caso inverso, o sea, si no existe voluntad expresa o tácita de parte del
testador de gravarlo con prenda o hipoteca, es necesario formular, de conformidad al art.
1366 un último distingo, según si el gravamen se ha constituido para garantizar una deuda
del causante o de un tercero. En todo caso, en ninguna de las hipótesis el pago definitivo
del gravamen lo soporta el legatario.
Si la prenda o hipoteca garantizaba una deuda del causante, estaremos a lo
dispuesto en el artículo 1366, inciso 1º. Nos hallamos ante un caso de subrogación legal.
El artículo 1366 subroga al legatario en los derechos del acreedor prendario o hipotecario,
en contra de los herederos.
Si el gravamen no garantizaba una deuda del causante sino de un tercero, se
aplica el inciso final del artículo 1366: el legatario no tendrá acción contra los herederos.
¿Quiere decir entonces que el legatario deberá soportar en definitiva el pago del
gravamen? La respuesta es negativa, pues es el caso de aplicar la regla general,
contemplada en el artículo 2429 (y en el artículo 1610, número 2), según el cual el tercer
poseedor de la finca hipotecada que paga la deuda se subroga en los derechos del
acreedor en contra del deudor. No se subroga en contra de los herederos porque el
artículo 1366 le niega este derecho, pero nada lo priva del derecho de subrogarse en
contra del deudor personal.
Todo lo expuesto en esta letra, responde al distingo ya estudiado en las
obligaciones solidarias y en el pasivo de la sociedad conyugal, entre la “obligación a la
deuda” y la “contribución a la deuda”.
d. ¿Es limitada o ilimitada la responsabilidad del legatario?
209
● El artículo 1364: se pone en el caso de que el legatario sea gravado con el pago de una
carga testamentaria, o sea, de otro legado, y limita su responsabilidad por este gravamen
a lo que recibe en la sucesión. Igual principio debiera aplicarse, señala Somarriva,
respecto del pago de las deudas hereditarias. El caso planteado corresponde a un
sublegado, que comentamos al tratar de las asignaciones a título singular.
● El artículo 1367: se pone en el caso de los legados con causa onerosa y también limita
la responsabilidad de los legatarios al provecho que llevan en la sucesión, lo que confirma
que la regla general respecto de los legatarios es que sólo responden hasta el monto de
su beneficio en la sucesión. Establece el precepto: “Los legados con causa onerosa que
pueda estimarse en dinero, no contribuyen sino con deducción del gravamen, y
concurriendo las circunstancias que van a expresarse: / 1ª. Que se haya efectuado el
objeto. 2ª. Que no haya podido efectuarse sino mediante la inversión de una cantidad
determinada de dinero. / Una y otra circunstancia deberán probarse por el legatario, y sólo
se deducirá por razón del gravamen la cantidad que constare haberse invertido.”
e. Orden que los legados concurren al pago de las legítimas, mejoras y deudas
hereditarias.
210
a que se refiere el artículo 1363, consiste no en la devolución de las pensiones
pagadas, sino en la rebaja de los alimentos futuros, como consecuencia de que
ellos aparecen desproporcionados a las fuerzas del patrimonio hereditario.
211
legados en el caso del inciso precedente, preferirán a los legados de que no se ha
dado el goce a los legatarios en vida del testador, cuando los bienes que éste deja
a su muerte no alcanzan a cubrirlos todos.” La circunstancia de que el testador
entregue la cosa al donatario o al legatario, denota su voluntad que prefiera a otros
legatarios, que sólo recibirán su legado a la muerte del testador.
La forma en que concurren los legatarios, dentro del orden señalado, está indicada
en el inciso primero del artículo 1363: los legatarios responderán a prorrata de sus
derechos, y la porción del legatario insolvente no gravará a los otros. Así las cosas, existe
entre ellos una obligación conjunta, igual que la de los herederos.
Según se expresó, dos son las deudas o cargas testamentarias: los legados y el
modo. Habida cuenta que el pago del modo se estudia en la Teoría de las Obligaciones,
nos abocaremos solamente al pago de los legados. Dos puntos se estudiarán: el primero,
quiénes deben pagar los legados; el segundo, oportunidad y forma en que ellos deben ser
pagados.
Respecto a este punto, destaca Somarriva que pueden presentarse las siguientes
situaciones:
212
dispuesto, y si nada ha dicho sobre la división, a prorrata de sus cuotas o en la forma
prescrita por los referidos artículos.” De esta manera:
a.2. División del pago de los legados en la partición o por convenio de los
herederos.
Se refiere a esta hipótesis el artículo 1373: “Los acreedores testamentarios no
podrán ejercer las acciones a que les da derecho el testamento sino conforme al artículo
1360. / Si en la partición de una herencia se distribuyeren los legados entre los herederos
de diferente modo, podrán los legatarios entablar sus acciones, o en conformidad a esta
distribución, o en conformidad al artículo 1360, o en conformidad al convenio de los
herederos.” En esta situación, los legatarios tienen el mismo derecho de opción de los
acreedores hereditarios: pueden optar por lo convenido por los herederos o pueden
demandar conforme al artículo 1360 (es decir, conforme a lo que hubiere dispuesto el
testador o exigiendo a cada heredero responder a prorrata de sus derechos). Por cierto, si
uno de los herederos paga un legado más allá de lo que le corresponda según la partición
o el convenio que hizo con los restantes herederos, podrá repetir contra éstos por el
exceso.
a.3. Situación en la que las cargas testamentarias recaen en una cosa dada en
usufructo.
Regulan esta materia los artículos 1369 y 1370, que distinguen dos casos:
ii) Las cargas testamentarias que recaen sobre la cosa fructuaria no fueron
distribuidas por el testador entre el nudo propietario y el usufructuario: en este
caso, se aplicarán las mismas reglas que establece el Código Civil para las deudas
213
hereditarias (artículo 1368), de manera que estará obligado al pago el nudo
propietario, sin perjuicio de que pueda exigirle al usufructuario los intereses
corrientes de la suma pagada por todo el tiempo que dure el usufructo; si el nudo
propietario no hiciere el pago, podrá hacerlo el usufructuario y al expirar el
usufructo, tendrá derecho a que el nudo propietario le reintegre lo que el primero
pagó, pero sin intereses de ninguna clase. Con todo, si la carga testamentaria
consistiere en pensiones alimenticias, será el usufructuario el obligado a pagarlas,
sin derecho a repetir contra el nudo propietario. Dispone al efecto el artículo 1370:
“Cuando imponiéndose cargas testamentarias sobre una cosa que está en
usufructo, no determinare el testador si es el propietario o el usufructuario el que
debe sufrirlas, se procederá con arreglo a lo dispuesto en el artículo 1368. / Pero si
las cargas consistieren en pensiones periódicas, y el testador no hubiere ordenado
otra cosa, serán cubiertas por el usufructuario durante todo el tiempo del usufructo,
y no tendrá derecho a que le indemnice de este desembolso el propietario.”
Deben aplicarse las reglas que revisamos a propósito del artículo 1372, tratándose
de las deudas hereditarias, pues el precepto también alude a las cargas testamentarias: el
obligado al pago de las deudas y cargas será el propietario fiduciario, pero con derecho a
repetir en contra del fideicomisario, sin derecho a interés. No tendrá derecho el propietario
fiduciario a reembolso, si las cargas fueren periódicas.
214
De esta manera, expresa Meza Barros, si los bienes hereditarios son notoriamente
suficientes para pagar las deudas hereditarias, no existe motivo plausible para retardar el
pago de los legados.
El legado de pensiones periódicas tiene reglas especiales, contenidas en el
artículo 1361:
i) Se deben día a día desde aquel en que se defieren, pero serán exigibles al
término de cada período, que se presume mensual (inciso 1º);
ii) Si consisten en pensiones alimenticias, podrán exigirse desde el principio del
respectivo período y no habrá derecho a exigir la restitución de parte alguna de lo pagado
si el legatario fallece antes de completarse el período (inciso 2º);
iii) El legado de pensiones alimenticias que el testador prestaba en vida, seguirá
prestándose como si no hubiese fallecido el testador (inciso 3º); y
iv) La voluntad del testador prevalece sobre las reglas legales señaladas (inciso
4º).58
Cabe advertir, tratándose de los legados de género, que los herederos no estarán
en mora de su obligación de pagar el legado, sino una vez que hayan sido interpelados
judicialmente por el legatario. Ello, aunque el testador hubiere fijado un plazo para el pago
(por ejemplo, dejo en legado a Juan la suma de treinta millones de pesos, y es mi
voluntad que mis herederos se la paguen en el plazo de treinta días, contados desde mi
muerte). En efecto, debemos tener presente lo dispuesto en el artículo 1551 del Código
Civil, que establece cuándo el deudor se encuentra en mora. No cabe aplicar el número 1
de éste precepto, pues alude al caso en el cual el deudor no ha cumplido la obligación
dentro del término “estipulado”, expresión ésta última propia de una convención, es decir,
se trata de un plazo convenido por las partes, mientras que en el ejemplo propuesto,
estamos ante un plazo fijado unilateralmente por el testador. Tampoco corresponde
aplicar el número 2, pues se refiere a un plazo tácito, mientras que en el ejemplo estamos
ante uno expreso. De ahí que debamos recurrir al número 3, o sea, “En los demás casos,
cuando el deudor ha sido judicialmente reconvenido por el acreedor”. El deudor será el
heredero o los herederos, mientras que el acreedor será el legatario. Recordemos
también que la constitución en mora de los herederos importa para los efectos de lo
previsto en el artículo 1338 número 2 del Código Civil: a partir de ese momento, el
legatario de género tendrá derecho a los frutos que produzca la cosa legada (en el
ejemplo, a los intereses).
El artículo 1375 señala al efecto que “Los gastos necesarios para la entrega de las
cosas legadas se mirarán como una parte de los mismos legados.” Este precepto guarda
armonía con el artículo 1571, en las reglas del pago, que establece: “Los gastos que
ocasionare el pago serán de cuenta del deudor”. Para la mayoría de la doctrina, entonces,
el gasto que por la entrega del legado pueda originarse, será de cargo de la sucesión, o
sea, de los herederos obligados a pagar el legado. No ha de ser el legatario quien deba
soportar estos gastos. De esta manera, para esta opinión, los desembolsos en que se
incurra por escrituras públicas que se otorguen o por inscripciones conservatorias serían
de cargo de la masa y no del legatario respectivo. Así, Meza Barros concluye que dado el
tenor del artículo 1375, “los gastos no son de cargo de los legatarios; se entiende que el
215
legado comprende los gastos que demande la entrega.” Con todo, otra opinión sostienen
Ramón Domínguez Benavente y Ramón Domínguez Águila, a quienes se pliega Elorriaga.
Para los dos primeros, es el legatario, quien debe correr con los gastos del cumplimiento
de la obligación que pesa sobre el heredero gravado. Para tales autores, el artículo 1375
se aparta de la regla general del artículo 1571. Así las cosas, para esta segunda doctrina,
la asignación no es aumentada con el monto de los gastos sino por el contrario,
disminuida por ellos, al ser considerados como una parte de lo legado.
E) Caso en que no haya lo suficiente para el pago de todos los legados o reducción
de los legados.
1.- Concepto.
Trata el Código de esta institución en el Título XII del Libro III, artículos 1378 a
1385, inmediatamente a continuación del pago de las deudas hereditarias y
testamentarias, lo que se justifica por la directa relación que tiene con ésta materia. El
artículo 1378 dispone: “Los acreedores hereditarios y los acreedores testamentarios
podrán pedir que no se confundan los bienes del difunto con los bienes del heredero; y en
virtud de este beneficio de separación tendrán derecho a que de los bienes del difunto se
les cumplan las obligaciones hereditarias o testamentarias con preferencia a las deudas
propias del heredero.” En base a este precepto, Somarriva define el beneficio de
separación en los siguientes términos: “facultad que les compete a los acreedores
hereditarios y testamentarios a fin de que los bienes hereditarios no se confundan con los
bienes propios del heredero, con el objeto de pagarse en dichos bienes hereditarios con
preferencia a los acreedores personales del heredero.” Meza Barros propone una
definición similar: “beneficio que impide la confusión de los patrimonios del difunto y del
heredero y permite a los acreedores hereditarios y testamentarios pagarse con los bienes
del difunto con preferencia a los acreedores propios del heredero.”
216
CAPITULO 20: LA PARTICION DE BIENES
Los arts. 1317 y siguientes del CC. son de aplicación general, no están limitados a
la partición hereditaria, y su objetivo es el siguiente: poner fin al estado de indivisión o de
una comunidad, cualquiera que éste sea.
Esta existe cuando tienen derecho de cuota, sobre una misma cosa, dos o más
personas. Estos derechos tienen que ser de la misma naturaleza, por ejemplo dos
propietarios o dos usufructuarios, pero no un propietario y un usufructuario.
217
- Art. 1321: puede ocurrir que fallezca uno de los coasignatarios después de
habérsele deferido la asignación. En este caso, cualquiera de sus herederos podrá
pedir la partición. Con todo, la ley exige a los herederos del coasignatario que
actúen conjuntamente o a través de procurador común.
b) Cuando estamos ante comunidades legales y forzosas (art. 1317, inciso 3º).
El art. 1318 permite al propio causante hacer la partición por acto entre vivos o por
testamento, siempre que no sea contraria a derecho ajeno, vale decir, siempre y cuando
no infrinja las limitaciones que le impone la ley, especialmente en cuanto a respetar las
asignaciones forzosas.
La Ley Nº19.585 agregó un inciso 2º al precepto, enfatizando que se entenderá
que la partición es contraria a derecho ajeno, si no se respetó el derecho que confiere al
cónyuge sobreviviente el art. 1337 Regla décima.
El causante podrá hacer la partición:
i) Por acto entre vivos: si hay bienes raíces, deberá hacerla por escritura pública;
ii) Por testamento, cumpliendo con las solemnidades propias de este acto jurídico.
- el causante, sólo asigna bienes al pago de las legítimas, pero no puede tasarlos;
- si además hace la partición de la herencia, podría tasar aunque haya legitimarios,
pero se pasará por esta partición en cuanto no fuere contraria a derecho ajeno, es
218
decir, en cuanto no lesione las asignaciones forzosas. Se deja así a salvo el
derecho de los legitimarios perjudicados, quienes frente a una tasación
manifiestamente arbitraria, podrían deducir la acción de reforma de testamento.
Antes, bajo la sola vigencia del CC, la tasación debía efectuarse necesariamente
por peritos, a menos que la unanimidad de los comuneros, que debían ser capaces,
hubieren acordado otra cosa.
En la actualidad, considerando lo dispuesto en el art. 657 del Código de
Procedimiento Civil, que modificó al Código Civil en esta materia, es posible efectuar la
tasación de los bienes de común acuerdo por los comuneros, aunque entre éstos haya
219
incapaces, sin perjuicio de actuar a través de sus representantes legales, como es lógico.
La regla anterior se aplica en los siguientes casos y cumpliendo con las siguientes
condiciones:
Dispone al efecto el artículo 1322, inciso 1º: “Los tutores y curadores, y en general
los que administran bienes ajenos por disposición de la ley, no podrán proceder a la
partición de las herencias o de los bienes raíces en que tengan parte sus pupilos, sin
autorización judicial”. El precepto, como puede observarse, no está circunscrito a los
guardadores, pues alude a todos aquellos que administran bienes ajenos, por disposición
de la ley. Por tanto, quedan comprendidos en esta hipótesis, por ejemplo, el padre o
madre titulares de la patria potestad. Con todo, el inciso 2º excluye al marido casado en
sociedad conyugal: “Pero el marido no habrá menester esta autorización para provocar la
partición de los bienes en que tenga parte su mujer; le bastará el consentimiento de su
mujer, si ésta fuere mayor de edad y no estuviere imposibilitada de prestarlo, o el de la
justicia en subsidio.”
5° Que la partición, una vez terminada, sea aprobad a por la justicia ordinaria.
220
Cabe recalcar que la sola circunstancia que entre los coasignatarios haya
incapaces NO hace necesaria la aprobación judicial de la partición (aunque sí será
necesaria la autorización judicial, según vimos). Por lo tanto, si son partícipes menores
que actúan representados por sus padres, no será necesaria la aprobación judicial, a
menos que dichos menores estuvieren sujetos a tutela o curatela.
- El causante: por acto entre vivos (por escritura pública) o por testamento;
- Por la unanimidad de los coasignatarios: éstos, incluso pueden dejar sin efecto la
designación hecha por el causante. La designación ha de ser unánime, y en caso
contrario, le será inoponible al coasignatario preterido;
- Por el juez del último domicilio del causante: para ello, se procederá de la misma
forma establecida para el nombramiento de peritos (art. 646 del CPC):
7.3. Situación, cuando entre los coasignatarios hay mujeres casadas en sociedad
conyugal.
El inciso 2º del art. 1326, en una redacción defectuosa, señala que “se exceptúa
de esta disposición” (o sea, de lo dispuesto en el inciso 1º, que exige aprobación judicial
para el nombramiento del partidor cuando entre los comuneros hubiere incapaces), la
mujer casada en sociedad conyugal, pues en tal caso bastará el consentimiento de la
mujer para el nombramiento del partidor, o el de la justicia en subsidio. Decimos que la
redacción no es muy adecuada, porque la mujer casada bajo sociedad conyugal, no es
incapaz. En todo caso, se deja en claro que el nombramiento del partidor lo hace el
marido, autorizado por la mujer, y sin que deba obtenerse aprobación judicial ulterior. El
art. 1322, inciso 2º, establece una norma similar.
No será necesaria la autorización de la mujer al marido, sin embargo, cuando la
partición ha sido provocada por otro partícipe, ya que la exigencia legal sólo opera cuando
la iniciativa de la partición (y por ende del nombramiento de partidor) parte de la mujer.
El art. 138 bis dispone también que podrá la mujer recurrir a la justicia en caso de
negativa del marido para nombrar partidor, provocar la partición o concurrir a ella cuando
221
la mujer tenga parte en la herencia. Llama la atención -al decir de Hernán Corral-, el que
se permita a la mujer pedir autorización para “concurrir” a una partición -se entiende- ya
provocada. Seguramente, la ley se está poniendo en el caso de una partición que ha sido
provocada por otro coasignatario, y en la que el marido se niega a participar como
administrador de los bienes propios de la mujer.
7.4. Obligación que pesa sobre los guardadores o sobre los padres de un hijo
menor de edad.
El art. 1322, inciso 1º, en armonía con lo dispuesto en el art. 1326, inciso 1º,
establece que si actuaren en la partición tutores o curadores, y en general cualquiera otro
que administre bienes ajenos por disposición de la ley -aquí quedan comprendidos, según
vimos, los padres-, no podrán proceder a la partición de las herencias o de los bienes
raíces en que tengan parte sus pupilos o hijos, sin autorización judicial.
El art. 396, por su parte, preceptúa que sin previo decreto judicial, no podrá el tutor
o curador proceder a la división de bienes raíces o hereditarios que el pupilo posea con
otros en comunidad, salvo que el juez, a petición de otro comunero o coheredero, hubiere
decretado la división.
Los tribunales han concluido, interpretando el artículo 396 (directamente vinculado,
según hemos visto, con el artículo 1322), que la mencionada autorización judicial sólo es
necesaria cuando quien provoca la partición es el tutor o curador. No se requiere tal
autorización, si la partición hubiere sido solicitada por otro comunero.
En todo caso, reiteramos que el padre o madre que ejerce la patria potestad y
como tal administra los bienes del hijo, no necesita someter la partición a la aprobación
judicial. Esta obligación, contemplada en el artículo 1342, sólo rige para los guardadores.
Dicho en otros términos: tanto los guardadores como los padres deben obtener
autorización judicial, pero sólo los primeros están también obligados a obtener la
aprobación judicial. Es decir, antes y después de la partición, deben recurrir a la justicia.
8.- Requisitos del partidor nombrado por cualquiera de las personas citadas.
a) Los jueces, ministros y fiscales de los tribunales superiores de justicia (arts. 317
y 480 del COT); excepcionalmente, los jueces de Familia podrán actuar como
partidores, liquidando la sociedad conyugal o el régimen de participación en los
gananciales, si así lo solicitaren los cónyuges o ex presuntos cónyuges, en el
marco de un juicio de separación judicial, divorcio o nulidad de matrimonio (artículo
31 de la Ley de Matrimonio Civil en relación al artículo 227 del Código Orgánico de
Tribunales);
222
b) Los notarios (art. 480 del COT);
c) Los funcionarios auxiliares de la administración de justicia.
Previene el inciso 2º del art. 1323 que serán aplicables a los partidores las
causales de implicancia y recusación establecidas en el COT para los jueces. Esta regla
tiene plena aplicación, cuando el partidor es nombrado por el juez. Sin embargo, cuando
es nombrado por el causante o por los coasignatarios, se aplican las siguientes reglas,
establecidas en los artículos 1324 y 1325:
223
b) Partidor nombrado por el causante o por el juez.
10.- Aceptación del cargo y juramento por el partidor y plazo para su desempeño.
El partidor tiene un plazo de dos años, contados desde la aceptación del cargo,
para desempeñar su cometido (art. 1332).
Dicho plazo no puede ser ampliado por el testador.
Los coasignatarios pueden ampliar o restringir el plazo legal, aún contra la
voluntad del testador.
El partidor no podrá modificar entonces el plazo sin el consentimiento unánime de
las partes.
Previene el art. 647 del CPC que se deducirá del plazo “el tiempo durante el cual,
por la interposición de recursos o por otra causa, haya estado totalmente interrumpida la
jurisdicción del partidor”.
Expirado el plazo de dos años, el partidor no podría dictar sentencia, a menos que
las partes prorroguen su cometido. De no ser así, la sentencia adolecerá de nulidad
procesal y será atacable por casación en la forma, por falta de competencia.
Se refiere a ella el art. 1329, estableciendo que se extenderá hasta la culpa leve.
El precepto señala las consecuencias jurídicas de la prevaricación en la que
pudiere incurrir el partidor:
224
- formará una hijuela para el pago de las deudas conocidas, so pena de responder
de todo perjuicio ante los acreedores (art. 1336);
- velará por el pago del impuesto de herencia, ordenando su entero en arcas
fiscales y reservando o haciendo reservar bienes necesarios para el pago (art. 59
de la Ley Nº 16.271). De omitir esta obligación, se hará solidariamente
responsable del pago del impuesto y se le impondrá una multa (art. 70 de la
misma ley).
En tres grupos podemos dividir las materias que corresponde dilucidar en el marco
de la sucesión por causa de muerte:
El art. 651, inciso 1º del CPC, consigna que el partidor conocerá de todas las
cuestiones que “debiendo servir de base para la repartición, no someta la ley de un modo
expreso al conocimiento de la justicia ordinaria”.
Dos son las misiones fundamentales del partidor:
Para el cumplimiento de tales fines, el partidor, por ejemplo, debe interpretar las
cláusulas del testamento, determinar si un bien admite o no cómoda división, si una
donación se hizo a título de legítima, de mejora o con cargo a la parte de libre disposición,
las recompensas que los cónyuges se deban entre sí, etc.
Los artículos 1330 y 1331 señalan las materias de las que no puede conocer el
partidor:
- Es incompetente para decidir quiénes son los partícipes y cuáles sus respectivos
derechos (por ejemplo, validez o nulidad del testamento, vínculos de parentesco,
desheredamientos, incapacidades, indignidades, etc). Art. 1330.
Ambas materias deben estar resueltas por la justicia ordinaria, con
antelación a la partición. Si eventualmente se presentaren estas materias en el
curso de la partición, ésta deberá suspenderse hasta resolverlas.
- Es incompetente para resolver cuáles son los bienes comunes y las pretensiones
sobre dominio exclusivo (art. 1331).
Podría ocurrir que alguien alegue un derecho exclusivo sobre un bien, y por ende
exija excluirlo de la partición. En todo caso, a diferencia de la hipótesis anterior, no se
suspenderá en principio la partición, sin perjuicio de excluir de la misma, por el momento,
el bien en cuestión. Si los bienes sobre los cuáles se alega dominio exclusivo
conformaren una parte considerable de la masa partible, podrá suspenderse la partición.
De resultar infundada en definitiva la pretensión, se procederá como lo establece el art.
1349, es decir, se hará la partición del bien o de los bienes.
225
c) Cuestiones de las que puede conocer, según las circunstancias, el partidor o la
justicia ordinaria.
Distinguimos al efecto:
a) Facción de inventario.
226
b) Tasación de los bienes.
Como es obvio, resulta indispensable avaluar los bienes que serán distribuidos
entre los coasignatarios.
Normalmente, la tasación se hará por peritos (art. 1335). El CPC señala sin
embargo los casos en los cuales es posible prescindir de la tasación por peritos, aunque
haya incapaces entre los interesados. Distinguimos al efecto:
a) Liquidación.
a.1) Concepto.
Consiste en establecer el valor en dinero del derecho de cada uno de los
partícipes.
- Deberá precisar el partidor cuáles son los bienes que se trata de partir, separando
los bienes de terceros de aquellos del causante (art. 1341). Dicho de otra forma,
debe, a partir del acervo bruto, determinar el acervo ilíquido.
- Deberá determinar cuál es el pasivo de la sucesión, cuáles son las bajas
generales de la herencia, para determinar el acervo líquido.
- Si fuere el caso, dispondrá el partidor que se formen el primero o segundo acervo
imaginario, según corresponda.
b) Distribución.
b.1) Concepto.
Son estos:
227
- Cada partícipe tiene derecho para pedir que se le dé una parte proporcional de
tales bienes, formando para tal fin lotes o hijuelas (los que estarán formados, en lo
posible, por bienes de la misma naturaleza y calidad, art. 1337 reglas 7° y 8°); si
no hubiere acuerdo entre los comuneros para adjudicarse los lotes, se procederá a
su sorteo (art. 1337, regla 9°); si los bienes no f ueren susceptibles de división
material, se adjudicarán a uno o más de los comuneros o se venderán en pública
subasta, distribuyendo el dinero entre los interesados (art. 1337, regla 1°);
- La regla 2° del artículo 1337, establece que no h abiendo interesados que ofrezcan
más que el valor fijado para el bien que se posee indiviso, y compitiendo dos o
más asignatarios sobre la adjudicación de una especie, el legitimario será
preferido al que no lo sea. Hoy, esta regla sólo puede operar si la sucesión fuere
testada, porque si es enteramente intestada, no pueden concurrir legitimarios con
quienes no lo sean;
- Las reglas 3°, 4° y 5° del art. 1337 se refieren a la división de los inmuebles,
estableciéndose:
1° Las porciones de uno o más fundos que se adjudiq uen a una persona
deben ser, en lo posible, continuas;
2° Se procurará la misma continuidad entre el fundo que se adjudique al
asignatario y otro fundo del cual éste sea dueño;
3° Se establecerán las servidumbres necesarias entr e los fundos que se
dividan;
- La actual regla décima del art. 1337 rompió la igualdad entre los comuneros para
adjudicarse los bienes indivisos, al consagrar el derecho de adjudicación
preferente en favor del cónyuge sobreviviente, sobre los bienes indicados en el
numeral, lo que constituye otra manifestación del carácter de asignatario
preferente que le da la ley al viudo o viuda, frente a los demás legitimarios. Con
ello, se quiebra en nuestro CC el principio universal de la igualdad, que al decir de
los juristas franceses era “el alma de las particiones”;
- La actual regla 11° del art. 1337 deja en claro q ue los actos de división y
adjudicación y venta a terceros que se realicen conforme a las reglas que
anteceden, no exigirán aprobación judicial para llevarlos a efecto, aun cuando
algunos o todos los coasignatarios sean menores o no tengan la libre
administración de sus bienes.
- Distribución de las deudas: se dividen entre los herederos a prorrata de sus cuotas
en la herencia (art. 1340). Puede ocurrir que el causante o los propios herederos
establezcan una forma distinta de distribuir las deudas.
Con todo, respecto de las deudas hereditarias, lo que fije el testador al
efecto o acuerden los herederos, no empece a los acreedores, quienes podrán
demandar a la totalidad de los herederos para que respondan por su cuota en la
herencia (eventualmente, podrá demandárselos por el total de la obligación, por
separado, cuando el causante y el acreedor hubieren pactado indivisibilidad, de
conformidad al art. 1526 N° 4 y al artículo 1528; p ero si la obligación fuere
solidaria, ésta no se transmitirá a los herederos del obligado, art. 1523). En
cambio, tratándose de las deudas testamentarias, lo que establezca el testador sí
será oponible al asignatario, pero éste no está obligado a respetar el convenio de
los herederos (artículo 1373).
- Distribución de los frutos: los artículos 1338 y 1339 regulan la materia:
228
1° Regla general sobre distribución de los frutos p ercibidos durante la
indivisión: los frutos pertenecen a los dueños de las cosas fructuarias, en la
proporción de sus derechos en tales cosas;
2° Dominio de los frutos, cuando existen legados de especie o cuerpo
cierto: no pertenecen a los herederos, sino a los legatarios, desde el momento
mismo de la apertura de la sucesión (art. 1338 números 1 y 3). Con todo, si el
legado se deja bajo una condición suspensiva o sujeto a un plazo suspensivo,
entonces los frutos que produzca la cosa hasta el cumplimiento de la condición o
la llegada del plazo, pertenecerán a los herederos;
3° Dominio de los frutos, cuando existen legados de género: sólo se
deberán los frutos que la cosa produzca una vez constituidos en mora los
herederos (art. 1338 N° 2).
4° Formación del cuerpo de frutos: para distribuirl os, se forma una cuenta
especial, con un activo y un pasivo propios. El activo estará compuesto por los
frutos naturales y civiles que se produzcan durante la indivisión (entre ellos, incluso
los intereses pagados por los propios partícipes por los dineros recibidos como
anticipo de su haber). El pasivo corresponderá a los gastos de explotación
necesarios para producir los frutos.
5º Frutos pendientes al tiempo de las adjudicaciones: se mirarán como
parte de las especies adjudicadas, tomándose en cuenta para estimar el valor de
las mismas (art. 1339).
229
b.4) Hipoteca legal.
Los valores que los partícipes reciban a cuenta de sus derechos, devengarán los
intereses que las partes acuerden y a falta de estipulación, intereses corrientes (art. 661
del CPC). Los intereses pagados ingresarán al cuerpo de frutos.
230
- El acervo líquido partible; y
- Cómo se divide la herencia entre los partícipes.
En ambos casos la partición surtirá sus efectos desde que quede a firme la resolución
judicial que la apruebe.
a) Concepto de adjudicación.
Adjudicar, en un sentido amplio, significa declarar que una cosa pertenece a una
persona o atribuírsela en satisfacción de su derecho (por ejemplo, arts. 1264 y 2397).
En un sentido restringido, la adjudicación es la atribución del dominio exclusivo de
ciertos bienes a una persona que era dueño proindiviso. Dicho de otra forma, la
adjudicación en sentido estricto es el acto por el cual se entrega a un comunero
determinados bienes, a cambio de su cuota en la comunidad (por ende, si quien adquiere
los bienes fuere un extraño a la comunidad, no habrá adjudicación, sino compraventa).
231
c) Consecuencias del efecto declarativo.
- El pago del saneamiento se divide entre los partícipes a prorrata de sus cuotas;
232
- La insolvencia de uno de los copartícipes, gravará a los demás, incluido la víctima
de la evicción.
De acuerdo al art. 1348, las particiones se anulan de la misma manera y según las
mismas reglas que los contratos. Pero sin perjuicio de esta regla general, cabe considerar
una causal propia de nulidad, cual es aquella originada por lesión. En efecto, estamos
ante uno de los pocos casos en los cuales la ley hace operar la lesión como sanción. Se
entiende que habrá lesión en la partición, cuando el partícipe ha sido perjudicado en más
de la mitad de su cuota. Tal ocurriría, por ejemplo, si la cuota del comunero ascendía a $
100.000.000.-, y se le adjudica un solo bien, avaluado por los comuneros en dicho monto,
pero cuyo valor real sólo ascendía a $ 30.000.000.-
Por cierto, el valor del bien debe estimarse al tiempo de la partición.
La nulidad originada por lesión es la relativa, pues está establecida en interés de
ciertas personas, los partícipes de la partición.
La ley permite a los partícipes enervar la acción de nulidad por lesión (art. 1350),
pagando una cantidad suplementaria que restablezca la igualdad quebrantada.
Con todo, no podrá pedir la declaración de nulidad el partícipe que hubiere
enajenado su porción total o parcialmente (art. 1351). La expresión “porción” utilizada en
el precepto, no alude a la cuota en la herencia, sino a los bienes adjudicados al
asignatario. A juicio de Meza Barros, la enajenación impediría incluso pedir la declaración
de nulidad absoluta, constituyendo por ende el art. 1351 una norma excepcional al
principio general del art. 1683.
Con todo, el partícipe podrá pedir que se declare la nulidad de la partición, cuando
el asignatario hubiere sufrido de error, fuerza o dolo de que le resulte perjuicio.
La acción de nulidad prescribirá de conformidad a las reglas generales (art. 1352).
El art. 1353 franquea la posibilidad de entablar una acción de indemnización de
perjuicios, cuando el partícipe no está en situación de demandar la nulidad o no desea
hacerlo (por ejemplo, si el dolo que sufrió fue incidental y no principal; o el perjuicio que
sufrió no excede la mitad de su cuota).
Finalmente, cabe señalar que la doctrina y jurisprudencia rechazan la posibilidad
de pedir la resolución de la partición, fundamentalmente porque ésta no es un contrato;
porque nada dice el art. 1348; y porque el derecho de los adjudicatarios no emana de sus
copartícipes sino directamente del causante.
233
CASOS PRACTICOS
1. DERECHO DE TRANSMISIÓN
2. DERECHO DE REPRESENTACIÓN
A) Supongamos ahora que don Gonzalo Barrera fallece en enero del año 2014 sin
dejar testamento. A su muerte le sobreviven su cónyuge Eliana y su hijo Juan; dos
años antes había fallecido su hijo menor Franco en un accidente de tránsito.
Franco se encontraba casado con Valeria Gonzalez y tenían dos hijos. Cuando
fallece don Gonzalo, ¿qué pasaría con la parte en la herencia que habría
correspondido a Franco? En este caso al fallecer Franco con anterioridad al
causante, operaría el derecho de representación a favor de sus dos hijos en
conformidad al Art. 984 CC. Debe tenerse en cuenta que en esta situación
solamente llevarán parte en la herencia los hijos de Franco y no su cónyuge,
puesto que el derecho de representación solamente opera el línea descendiente
(sin perjuicio del caso en que opera a favor de la descendencia de los hermanos).
234
cuanto se deja una determinada asignación a dos o más personas (Sofía y
Carmen) sin designación de cuota. De esta forma, Sofía tendría derecho a acrecer
y quedarse con la totalidad de la cuarta de libre disposición conforme a las reglas
dadas en el Art. 1147 CC. Si Carmen hubiera fallecido después que Gloria, sin
duda en tal caso operaría la transmisión a favor de los herederos de Carmen, pero
ello no es lo que ha ocurrido en nuestro ejemplo.
4. CUARTA DE MEJORAS
A) Sabemos que en virtud del Art. 1195 CC, la cuarta de mejoras puede ser objeto de
gravámenes, siempre y cuando ellos hayan sido establecidos a favor de uno o
más legitimarios. Pensemos entonces en un caso donde don Roberto Cárdenas ha
dejado testamento, dejando la mitad legitimaria a su cónyuge María José y sus
hijos Mariana y Carlo; asigna además la cuarta de mejoras a su cónyuge María
José pero con el gravamen de costear un curso de natación para su hija Mariana.
En este caso vemos que se ha gravado la cuarta de mejoras, lo cual estaría
vedado sino fuera porque la ley autoriza el establecimiento de gravámenes a favor
de los legitimarios. Como Mariana (beneficiaria del gravamen) es también
legitimaria, entonces el gravamen constituido por don Roberto vale y debe ser
cumplido por doña María José.
235
B) Supongamos que don Gabriel Jara se encuentra aquejado de un cáncer terminal.
Afrontando su pronta muerte, y con la idea de organizar la herencia de sus bienes,
suscribió por escritura pública con su hijo Carlos un pacto de no distribuir la
cuarta de mejoras. Sucede que un par de semanas antes de su muerte, don
Gabriel extendió un testamento en que dejó la cuarta de mejoras a su cónyuge
Ximena y su hija Valeria. En este caso se ha infringido el pacto de no mejorar
suscrito por don Gabriel y su hijo Carlos. ¿Qué puede hacer este último? En virtud
del Art. 1204 CC, Carlos podría ejercer la acción personal que le otorga el pacto
de no mejorar y demandar a Ximena y Valeria para que le restituyan lo que habría
valido el cumplimiento del pacto. El cálculo matemático sería el siguiente: si los
legitimarios serían la cónyuge sobreviviente y los dos hijos, entonces la mitad
legitimaria se repartiría en 2/4 para la cónyuge y 1/4 para cada hijo; si el
acrecimiento en caso de no repartirse la cuarta de mejoras hubiera correspondido
a 1/4 para cada hijo y 2/4 para la cónyuge, entonces lo que Carlos podría reclamar
con la acción emanada del Art. 1204 CC es 1/4 del total de la cuarta de mejoras.
5. PRETERICIÓN
A) Supongamos que don José Rojas se encontraba casado con doña Paulina Robles.
De su matrimonio nacieron 3 hijos (Julia, José y Marcela). Sin embargo, don José
había tenido un hijo (Pablo) fruto de una relación previa a casarse con doña
Paulina, al cual reconoció oportunamente. Don José fallece en enero de 2014,
dejando testamento. En dicho testamento se le asigna la mitad legitimaria a
Paulina y sus hijos Julia, José y Marcela, sin que se haga mención alguna a Pablo.
¿En qué situación queda este último? Pablo se encuentra en la calidad de
preterido, es decir, ha sido pasado en silencio por el testador. ¿Qué debe hacer
pablo para tener su parte en la herencia? Bajo lo establecido en el Art. 1218 CC, la
ley entiende a Pablo instituido en su legítima, por lo que al parecer no sería
necesario modificar formalmente el testamento. De esta forma, la acción que le
correspondería ejercer a Pablo sería la acción de petición de herencia en caso que
los otros herederos de don José ya hayan entrado a poseer la herencia
excluyendo a Pablo.
236
entonces la cuarta de mejoras ha sido distribuida en contravención a la ley.
De esta forma, los legitimarios (Ximena, Carlos y Valeria) podrían ejercer una
acción de reforma de testamento para garantizar su legítima efectiva puesto
que al dejarse sin efecto la distribución de la cuarta de mejoras esta acrecerá a la
mitad legitimaria (Art. 1191 CC).
C) En otro caso, hagamos cuenta que doña Rosa ha dejado testamento, instituyendo
como legitimarios a sus hijos Pedro y Pablo, quienes vivían en Estados Unidos por
razones laborales. Su cónyuge había fallecido hace cinco años. Deja a su vez la
cuarta de mejoras a su prima Camila y la cuarta de libre disposición a la Fundación
Niño y Patria. A la muerte de doña Rosa su prima Camila realiza de inmediato los
trámites para obtener la posesión efectiva de la herencia, la cual se concede a la
solicitante y todos quienes figuran como legitimarios (Pedro y Pablo). Se inscribe
la herencia en el Registro respectivo y se practican las inscripciones a que alude el
Art. 688 CC. Un par de meses después vuelve a Chile Pedro, quien descubre lo
ocurrido en ausencia suya y de su hermano. Como vemos, la cuarta de mejoras ha
sido asignada a un sujeto que no tiene la calidad de legitimario, por lo cual se ha
infringido la ley. Tanto Pedro como Pablo deben ejercer, primero que nada, la
acción de reforma de testamento puesto que al dejarse sin efecto la distribución
de la cuarta de mejoras a la prima de su madre, lograrían que esa parte de la
herencia acreciera a su legítima para formar una legítima efectiva. Pero como
además la posesión efectiva ya se ha conferido a doña Camila, se hace necesario
ejercer conjuntamente la acción de petición de herencia puesto que se
requiere ahora una acción real para recuperar la posesión del derecho real de
herencia que indebidamente detenta Camila.
E) Consideremos un caso en que don Juan ha dejado como única heredera a su hija
Carolina. Sucede que don Juan convivía con su pareja Hortensia, quien tras la
muerte de don Juan vendió un valioso cuadro a una galería de arte. Carolina
enterada de esta situación desea recuperar el cuadro puesto que le tiene mucho
aprecio dado que lo pintó su abuelo, pintor de mediana fama hace décadas atrás.
En este caso no cabe duda de que Carolina puede utilizar la acción
reivindicatoria consagrada a favor del heredero en el Art. 1268 CC. Mediante el
ejercicio de la misma, dirigida en contra de la galería de arte, volvería la posesión
del cuadro a manos del legítimo dueño (Carolina, como única heredera), a no ser
que la galería de arte haya adquirido el dominio por prescripción adquisitiva.
237
F) Supongamos que doña Josefina ha dejado testamento, instituyendo como única
legitimaria a su hija Celeste. A su vez, deja sin distribuir la cuarta de mejoras y
deja la cuarta de libre disposición a sus amigas Flor y Carmela, quienes vivían en
el sur de Chile y escasamente tenían contacto con doña Josefina. Celeste ha
solicitado la posesión efectiva de la herencia ante el tribunal respectivo, posesión
efectiva que resulta otorgada tanto a Josefina como a doña Flor y Carmela. El
único bien dejado por doña Josefina es la parcela en que vivía al momento de
morir. Celeste pretende vender el inmueble a un tercero interesado, y para ello ha
intentado contactar a sus coherederas pero no ha tenido resultado. Finalmente
decide vender el inmueble por sí sola, compraventa que resulta exitosa y se
inscribe a nombre del comprador. Un tiempo después doña Flor y doña Carmela
toman conocimiento de la venta realizada, ante lo cual pretenden ejercer las
acciones pertinentes para recuperar la parcela. ¿Tendrá éxito esta acción? Como
la propiedad de la parcela es compartida entre Celeste, Flor y Carmela, se
presenta una situación en que todas ellas con coherederas respecto del predio y
cada una tendría una cuota respecto de aquel (asumiendo la teoría que postula la
comunicabilidad de la cuota en la herencia a los bienes que la componen). Luego,
no podrían ellas reivindicar el bien en su totalidad, sino que lo que deberían sería
reivindicar su cuota en el inmueble en conformidad a lo establecido en el Art. 892
CC. De esta manera, considerando que la cuarta de mejoras acrece a la legítima,
entonces Celeste sería dueña de 3/4 partes del inmueble, mientras que Flor y
Carmela serán dueñas entre ambas de la cuarta parte restante (en definitiva, cada
una tendría derecho a reivindicar una cuota equivalente a 1/8 en de la parcela).
A) Supongamos que don Luis fallece dejando como herederos a su cónyuge Mariana
y sus hijos Jorge, Daniela, Esteban y Mariela. Si bien don Luis dejó una buena
masa de bienes a sus herederos, dejó también una importante deuda con un
Banco, ascendente a $12.000.000.- Tras la muerte de don Luis el Banco decide
cobrar la deuda a los herederos. ¿Cómo concurrirán ellos al pago de la deuda?
Conforme al Art. 1354 CC, las deudas hereditarias se dividen entren los
herederos a prorrata de sus cuotas en la herencia. En nuestro caso, la cónyuge
sobreviviente se llevará 2/6 de la herencia, mientras que cada hijo se llevará 1/6
de la misma. De esta manera, si por ejemplo el Banco demandara a Jorge para el
pago de la deuda contraída por su padre, este no podría ser obligado a pagar más
de 1/6 de la deuda, esto es, $2.000.000.- de pesos. Lo mismo ocurrirá en el caso
de sus tres hermanos, mientras que en caso de dirigirse el Banco en contra de
doña Mariana ella deberá responder hasta el monto de $4.000.000 (2/6 de
$12.000.000.-).
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solamente alcanza $40.000.000.- Entonces, conforme lo establecen los Arts. 660 y
662 del Código de Procedimiento Civil, en caso que el bien adjudicado exceda el
80% del total de la cuota que corresponda al heredero, este deberá pagar de
contado la diferencia para no perjudicar a los coherederos, y en caso de no hacer
se entenderá constituida hipoteca respecto del inmueble por el solo ministerio de
la ley (hipoteca legal). De esta manera, como el valor del inmueble excede el
80% de lo que Mariana tendría derecho a obtener (lo cual equivale a $32.000.000),
entonces si ella no paga de contado el alcance a favor de sus coherederos se
constituirá hipoteca legal respecto del inmueble a favor de Jorge, Daniela, Esteban
y Mariela.
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