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Medici - Derecho A La Ciudad
Medici - Derecho A La Ciudad
I. El derecho a la ciudad
I.1.Caracterización y elementos
De acuerdo a la "Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad" (1), adoptada
por el Foro Social Mundial en 2003, puede ser definido como el usufructo
equitativo de las ciudades dentro de los principios de sustentabilidad y justicia
social. Entendido como un derecho de carácter colectivo de los habitantes de
las ciudades, en especial de los grupos vulnerables y desfavorecidos, que les
confiere la legitimidad de acción y de organización, basado en sus usos y
costumbres, con el objeto de alcanzar el pleno ejercicio del derecho a una
calidad de vida adecuada. Por su parte, "Carta europea de salvaguardia de los
Derechos Humanos en la ciudad", en su art. 1° lo define de la siguiente forma:
"La ciudad es un espacio colectivo que pertenece a todos sus habitantes, que
tienen derecho a encontrar las condiciones para su realización política, social y
ecológica, asumiendo deberes de solidaridad" (2). El derecho a la ciudad es
indivisible e interdependiente a todos los derechos humanos
internacionalmente reconocidos, concebidos de forma integral.
Explícitamente, dicho documento sostiene que "Este derecho presupone la
interdependencia entre población, recursos, medio ambiente, relaciones
económicas y calidad de vida para las presentes y futuras generaciones.
Implica cambios estructurales y profundos en los patrones de producción y
consumo, y en las formas de apropiación del territorio y de los recursos
naturales" (3).
Sus principios básicos son tres:
Ejercicio pleno de la ciudadanía, gestión democrática de la ciudad, la
función social de la propiedad y de la ciudad (4). Consiste en una producción
de bienes relacionales, que deben involucrar no sólo a administraciones
locales con recursos, sino también y principalmente a gobiernos con la
decisión y el compromiso político de innovar las formas de legitimarse y
sociedades locales de ciudadanía y asociaciones activas y autónomas.
Como argumentaremos más extensamente en próximos trabajos, el derecho
a la ciudad supone entonces una democracia participativa que articula políticas
que generan innovación institucional y procesos de legitimación a través de
consensos exigentes, no presupuestos sino renovados en forma continua y
cotidiana a través de la co decisión con la ciudadanía.
II. Garantías de proximidad
II.1 La participación ciudadana como derecho y como garantía en sentido
genérico
La participación aparece, en un sentido fuerte, como un derecho, pero al
mismo tiempo como una condición necesaria para lograr los bienes
relacionales que el derecho a la ciudad supone y que se plasman en los tres
principios mencionados: ciudadanía activa, democracia local y función social.
Pero conviene empezar despejando los sentidos que el término
participación puede tener cuando hablamos del gobierno local, ya que al igual
que el término "democracia", por participación pueden entenderse grados de
involucramiento e interacción ciudadana muy diversos, pero que pueden
agregarse de menor a mayor para resultar en un concepto exigente de
participación que los englobe y potencie.
En primer lugar, la participación como derecho de acceso a la información.
Segundo, la participación como consulta. Tercero, la participación como co-
decisión. Cuarto, la participación como co-gestión.
Formas usuales y consagradas en el derecho público municipal tanto
europeo como latinoamericano son las dos primeras, por ejemplo, a través de
mecanismos que garantizan el acceso a la información de los actos y normas
del gobierno local, las audiencias públicas, las juntas municipales
descentralizadas con representación de los partidos y asociaciones locales,
etc., de las terceras, pero con un carácter extensivo de la participación, las
mecanismos municipales de democracia semidirecta como las iniciativas
populares, y las distintas variantes de la consulta popular. De la tercera y la
cuarta, con un carácter intensivo de la participación, los presupuestos
participativos.
De ahí que en los diversos instrumentos internacionales que están
construyendo una verdadera agenda mundial sobre el derecho a la ciudad,
aparezca la participación no sólo como derecho en sí, sino como garantía
genérica y condición dinamizadora del ejercicio de los otros derechos. Así por
ejemplo, la Carta Europea de Derechos Humanos en la Ciudad, en su art. 8°
"derecho a la participación política". Luego de reconocer el derecho electoral
de sufragio activo y pasivo, en su punto 2. segundo párrafo establece una
fórmula genérica: "Fuera de las elecciones que se celebran periódicamente
para renovar las instancias municipales, se fomenta la participación
democrática. Con este fin, los ciudadanos y ciudadanas y sus asociaciones
pueden acceder a los debates públicos, interpelar a las autoridades municipales
sobre los desafíos que afectan al interés de la colectividad local y expresar sus
opiniones, ya sea de forma directa mediante 'referéndum municipal', ya sea a
través de las reuniones públicas y de la acción popular" (5).
De esta forma puede decirse que las políticas locales de participación
ciudadana configuran, en relación a los diversos aspectos del derecho a la
ciudad, una garantía genérica, en el sentido que la doctrina constitucional le da
a este término. Para el garantismo, categoría aplicable a cualquier nivel de
descentralización del estado, la legitimidad política y jurídica del ejercicio del
poder no está condicionada solamente por las reglas que disponen las formas
mayoritarias (el quién y cómo de la decisión), sino fundamentalmente por las
reglas que determinan su contenido o sustancia, es decir, sobre que cuestiones
no pueden o deben — en el sentido que no pueden omitir— decidir las
mayorías electorales circunstanciales (6).
Gil Domínguez abona la característica "multidimensional" de las garantías.
No existe una entidad — para el reconocimiento de la garantía— que pueda
ser aislada, descompuesta o utilizada como factor de exclusión conceptual.
"Sólo será posible localizar la garantía en el análisis de otros elementos del
sistema y en el juego y reproducción continua de relaciones jurídicas; o sea, en
la complejidad... Ello convierte en un absurdo formular la pregunta: ¿qué es la
garantía? Tan sólo procede el siguiente interrogante: ¿cómo se expresa o cómo
funciona la garantía?" (7). Un sistema de garantías adecuado, será entonces,
aquel que maximice el grado de tutela de los valores más importantes del
sistema jurídico-político en que se inserta. El garantismo siempre es una
cuestión de gradación que permite evaluar críticamente las distancias entre el
modelo jurídico político y sus valores "juridizados", en relación a su
funcionamiento efectivo. En el caso de los bienes públicos relacionales
inherentes a la construcción social del hábitat, que como vimos, según la
"Carta Europea de Derechos Humanos en la Ciudad" conforman las múltiples
facetas del Derecho a la Ciudad, sin duda que las políticas locales de
participación ciudadana forman un derecho político específico, pero también y
al mismo tiempo, son condición necesario del ejercicio de otros derechos.
En definitiva, integran también en un sentido genérico la idea de garantía
tal cuál la hemos caracterizado a partir de Ferrajoli y Gil Domínguez,
conformando una de las facetas de un verdadero "garantismo de proximidad",
esencial para el ejercicio del derecho a la ciudad. De lo contrario éste quedaría
como una mera fórmula declarativa y adolecería del mismo problema de
eficacia que, con agudeza, describe el preámbulo de la mencionada Carta
Europea de Derechos Humanos en la ciudad.
II.2 Garantías de proximidad del derecho a la ciudad
El presupuesto participativo. Por eso lo que nos interesa destacar, es que
más allá de la formulación genérica de un derecho a la participación como
dimensión del derecho a la ciudad, aquella vuelve a aparecer en conexión con
otros derechos, como garantía genérica o condición del efectivo ejercicio de
éstos: Derecho a la salud (art. 17), Derecho al medio ambiente (art. 18),
Derecho a un urbanismo armonioso y sostenible (art. 19), Derecho al ocio (art.
21) y cabe destacar, que en la Parte V. dedicada a los "Mecanismos de
garantía de los derechos humanos de proximidad", en el art. 28 sobre
"Mecanismos fiscales y presupuestos", declara expresamente a la participación
presupuestaria como condición de eficacia de los derechos enunciados: "Las
ciudades signatarias se comprometen a establecer sus presupuestos de manera
que las previsiones de los ingresos y de los gastos permitan hacer efectivos los
derechos enunciados en esta Carta. Para ello pueden implantar un sistema de
'presupuesto participativo'. La comunidad de los ciudadanos y ciudadanas,
organizadas en asambleas por barrios o sectores, o incluso por asociaciones,
podrá expresar de este modo su opinión sobre la financiación de las medidas
necesarias para la realización de dichos derechos" (8).
De la misma forma, el principio de Gestión democrática de la ciudad, de la
Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad, incluye, aunque de forma más
general: la realización de plebiscitos e iniciativas legislativas populares y el
acceso equitativo a los debates y audiencias públicas, el derecho a la
participación equitativa y deliberativa en la definición de las políticas y
presupuesto municipal, y en canales institucionales, tales como los consejos y
comisiones sectoriales y territoriales (9).
III. Presupuesto Participativo: definición general y algunos datos sobre su
importancia y expansión en las políticas locales de participación ciudadana
III.1 Definición de los presupuestos participativos
El presupuesto participativo puede ser definido como una política pública
por la que la ciudadanía participa en la decisión de las prioridades de gastos en
obras y políticas del presupuesto municipal y controla la ejecución de lo así
decidido.
Se trata de una experiencia de gestión municipal innovadora que se pone en
marcha en marcha por primera vez en Porto Alegre cuando el Partido dos
Trabalhadores (PT) gana por primera vez allí en 1988. Lo importante, sin
embargo, no es tanto el modelo de gestión como los principios sociales y
políticos sobre los que se asienta. Primero, porque el presupuesto participativo
es una experiencia de participación popular, mediante la cual, los vecinos
deciden en qué quieren gastar el dinero público, en base a sus necesidades y
carencias. Además, con la puesta en marcha del proceso se genera una
estructura orgánica de carácter asambleario que permite, mediante técnicas de
debate, diagnóstico y priorización que todas las propuestas de los participantes
en el proceso (organizaciones sociales de distinto tipo, vecinos a título
personal, junto con los técnicos municipales y los representantes electos) sean
discutidas y tenidas en cuenta en el proceso de toma de decisiones.
Resulta entonces en un proceso de cogestión fruto de la articulación de la
democracia directa y de la democracia representativa. Cuando son genuinos y
no eslogan de legitimación política, este tipo de procesos suponen una
inversión de la forma tradicional de toma de decisiones (de arriba abajo)
favoreciendo que los ciudadanos decidan y obligando a los representantes
electos y los funcionarios encargados de su ejecución, y este espacio público
se convierte en un verdadero "centro de decisión". Se trata entonces de una
potencial nueva esfera pública en la que la sociedad instituye un proceso de
cogestión de la ciudad y define los mecanismos de control sobre el Estado.
Como consecuencia, puede decirse que allí donde los presupuestos
participativos arraigan constituyen un proceso educador, formador de
ciudadanía que incentiva la emergencia de una ciudadanía más crítica, más
consciente y más exigente y se convierte en una escuela de ciudadanía,
favoreciendo que el vecino o la vecina sean protagonistas de las decisiones
que afectan su vida cotidiana y no dejando su actividad política relegada al
voto una vez cada cuatro años.
Al mismo tiempo los sujetos de la democracia representante, tienen la
oportunidad de ganar en términos de genuina legitimidad y transparencia de su
gestión pública al asumir la necesidad de socializar la política, a través de la
democratización de las decisiones y de la información pública, necesarias a
una real democracia de proximidad.
Se trata, para el economista brasileño Francisco de Oliveira, de una
"innovación democrática", un "nuevo derecho político": "Esa invención
política se configura como la creación de un nuevo derecho político, en la
línea de un T.H. Marshall, enriqueciendo el arsenal de instancias en que las
clases y los grupos sociales intervienen activamente en el gobierno, no
solamente en la renovación de los mandatos, sino cotidianamente, sin anular
las otras instancias. La intervención se da, precisamente, en la discusión del
presupuesto, que es, en el estado moderno, la pieza clave en la política y en la
administración" (10).
Para Tarso Genro y Ubitaran de Souza "El presupuesto participativo se
orienta hacia una forma universal de dirección del estado y de creación de un
nuevo tipo de estado que combina la representación política tradicional (las
elecciones periódicas) con la participación directa y voluntaria de la
ciudadanía a través de formas de co-gestión... El presupuesto participativo
realiza una crítica práctica de la libertad eminentemente formal: el ciudadano,
una vez que ha votado, vuelve a casa hasta la próxima vez. Gracias al sesgo
del Presupuesto Participativo, el ciudadano puede de forma directa y concreta,
dirigir la lucha por sus derechos, combinando la decisión individual (querer
participar) con la participación colectiva (que genera unas decisiones
públicas)" (11).Pero además de los aspectos políticos y sociales que valorizan
las experiencias de presupuestos participativos en términos democráticos,
éstos pueden ser un vector de transparencia y eficiencia social en la gestión
pública que se propongan como alternativas a los modelos de gestión
tecnocrática y de gestión clientelista que nos proponen, respectivamente, el
neoliberalismo y el populismo.
Así, por ejemplo, en la ejemplar experiencia de Porto Alegre se pueden
mencionar algunos datos que sirven para entender cómo se fue construyendo
un espacio de confianza y transparencia en la población implicada. De las
3956 demandas objetivas incluidas en los planes de inversiones en el período
comprendido entre los años 1989 y 2001, 3283 (83%) fueron ejecutadas, 204
(5%) estaban en fase de ejecución, 441 (11%) en proyecto y licitación y 29
pendientes de decisiones judiciales, a la espera de desapropiación, adquisición
de áreas públicas, etc. (12).
III.2 La expansión de las experiencias de los presupuestos participativos
La Asamblea Mundial de Ciudades y Autoridades Locales que tuvo lugar
en Estambul en 1996 (en el Encuentro Internacional de Hábitat II, ONU)
incluyó en su declaración final la recomendación de la aplicación de los
presupuestos participativos, calificando los procesos así denominados como
"buena práctica de gestión urbana".
El Informe del PNUD sobre Desarrollo Humano del año 2002 está dedicado
expresamente a valorar la democracia, haciendo una mención especial a las
experiencias de los presupuestos participativos y a la necesidad de
democratizar las relaciones entre gobernados y gobernantes, como
procedimientos básicos encaminados a mejorar el desarrollo humano en su
más amplio sentido (13). En Brasil, de donde, como es conocido, es originaria
esta experiencia, más de 100 municipios, gobernados por distintos partidos
están desarrollando experiencias de presupuestos participativos, incluso en
Sao Paulo, una megalópolis con más de 11 millones de habitantes.
Población de los municipios que adoptaron el presupuesto participativo en
el período 1997-2000.
CUADRO
CUADRO