Está en la página 1de 20

OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

Magistrado Ponente

STC3464-2020

Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

(Aprobado en sesión virtual de trece de mayo de dos mil veinte)

Bogotá, D. C., veintisiete (27) de mayo de dos mil


veinte (2020).

Se decide la tutela de María del Pilar Vargas Malaver


contra las Salas Jurisdiccionales Disciplinarias de los
Consejos Superior de la Judicatura y Seccional de la
Judicatura de Quindío, extensiva a las partes y demás
intervinieres en el proceso n° 63001-11-02-000-2016-
00282-00.

ANTECEDENTES

1.- La gestora, mediante apoderado, invocó la


protección de sus prerrogativas al «debido proceso»,
«presunción de inocencia», «defensa», «igualdad», «trabajo»,
«estabilidad reforzada» y «mínimo vital», aparentemente
quebrantadas por las autoridades querelladas, con ocasión
del «fallo sancionatorio» dictado el 4 de mayo de 2018 y
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

confirmado el 22 de enero de 2020, que pidió «dejar sin


valor y efecto (…) por contener defectos sustanciales, fácticos
procedimentales, desconocimiento del precedente judicial,
decisión sin motivación», exigiendo que se le «exonere (…) de
todos los cargos endilgados en aplicación del principio de in
dubio pro disciplinado – presunción de inocencia» o, como
alternativa, se decrete la «nulidad de todo lo actuado», dado
que no se agotó el requisito de procedibilidad previsto en el
artículo 9 de la Ley 1010 de 2006, en concordancia con el
Acuerdo PSAA16-105558.

Como sustento esencial de su clamor, en compendio,


refirió que el 1º de diciembre de 2015 se posesionó como
Juez Quinta Civil Municipal de Armenia y recibió una carga
de 1281 expedientes, que se incrementó en 275 demandas,
producto de las medidas adoptadas por la Sala
Administrativa del Consejo Seccional de la Judicatura.
Narró que el siguiente año obtuvo una calificación
insatisfactoria, pese a cumplir con el «promedio de
productividad» requerido.

Relató que en atención a la «excesiva carga laboral» se


llevaron a cabo reuniones con la presencia de delegados de
la Administradora de Riesgos Laborales, la Oficina de
Talento Humano, la Sala Administrativa del Consejo
Seccional de la Judicatura y el personal del juzgado, en las
que no hubo protestas por «acoso» o «mal ambiente laboral».

No obstante, señaló que el 30 de enero de 2017, el


Presidente de esa Corporación interpuso queja disciplinaria

2
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

en su contra, por un aparente «irrespeto a los superiores» y


«trato desobligante, descortés y grosero», de la que
posteriormente se retractó, en audiencia celebrada el 13 de
marzo de 2018. Empero, a dicho trámite se vincularon
«Jorge Mario Londoño y Alejandro López», quienes, «sin
ninguna prueba» le enrostraron «hechos constitutivos de
acoso laboral».

Destacó que en ese decurso no se agotó el


«procedimiento conciliatorio interno», irregularidad que
produjo varias «solicitudes de nulidad» que no fueron
atendidas, pese a lo cual, el 4 de mayo de 2018, se profirió
«sentencia sancionatoria (…) por falta gravísima por la
conducta de acoso laboral», que supuso su «retiro del cargo» e
«inhabilidad general para el ejercicio de cargos públicos por
el término de diez (10) años», resolución ratificada por la
Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura el 22 de enero del año en curso (fls. 1 a 19).

2.- Las Colegiaturas acusadas se opusieron a la


prosperidad del amparo y defendieron la legalidad de su
proceder (fls. 171, 179 a 183 y 207 a 219).

Otro tanto ocurrió con José Alejandro López Cárdenas


y Jorge Mario Londoño Devia (fls. 223 a 228 y 243 a 244 C.1).

El Consejo Seccional de la Judicatura de Quindío instó


su «desvinculación» por «falta de legitimación por pasiva» (fls.
174 a 175).

Las restantes personas convocadas guardaron silencio.

3
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

CONSIDERACIONES

1.- Preliminarmente, debe anunciarse que el debate


en esta sede se ceñirá a la resolución de 22 de enero de
2020, por medio del cual la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura zanjó la
apelación que formuló la disciplinada, pues al margen de
sus reparos frente al designio del a quo (4 may. 2018), no
debe perderse de vista que sería inane detenerse en este
último proveído, cuando es claro que el mismo,

(…) fue sometido a la controversia que legalmente le corresponde


ante el juez natural de tal manera que la valoración sobre si
se lesionaron los derechos fundamentales invocados debe
hacerse frente al pronunciamiento definitivo, so pena de
convertir este escenario en una instancia paralela a la ya
superada. (Negritas ajenas al texto - CSJ STC14012-2015,
reiterada en STC2377-2018).

2.- Adicionalmente, aunque se ha sostenido la


improcedencia de este mecanismo residual para debatir
situaciones como las que aquí se proponen, vale la pena
indicar que excepcionalmente se abre paso como
«mecanismo transitorio» para evitar un riesgo inminente o
un perjuicio irremediable, cuando no se cuente con un
medio de ordinario defensa o éste sea ineficaz. Al respecto
la Corte,

(…) ha admitido la procedencia excepcional de la tutela para


solicitar el reintegro de servidores públicos a los cargos de los
que han sido desvinculados, cuando en el caso concreto se
advierte la vulneración de un derecho fundamental y se
evidencia la ocurrencia de un perjuicio irremediable, toda vez que

4
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

en estos eventos la acción de nulidad y restablecimiento del


derecho no proporciona una protección eficaz y adecuada a los
derechos amenazados o vulnerados» (CC T-326 de 2014,
citada en CSJ STC8969-2015).

3.- Hechas estas acotaciones, vale la pena recordar


que el debido proceso, consagrado en el artículo 29 de la
Constitución Política, se erige como una garantía
fundamental de inmediata aplicación, que impone en todos
los procedimientos judiciales o administrativos la
obligación de someterse a las reglas preestablecidas por el
ordenamiento jurídico, evitando cualquier viso de
arbitrariedad y asegurando la efectividad y el ejercicio de
los derechos que le asisten a los administrados, ello como
reflejo del principio de legalidad, que representa un límite al
actuar del poder público.

Y no ofrece ninguna duda que dentro de los


procedimientos sometidos a esa regla superior se encuentra
aquél previsto en la Ley 1010 de 2006, por medio de la cual
se «adoptan medidas para prevenir, corregir y sancionar el
acoso laboral y otros hostigamientos en el marco de las
relaciones de trabajo», normativa que además de definir
estas conductas, también establece medidas preventivas y
de corrección, consagra el régimen sancionatorio y fija los
precisos parámetros en los que debe desarrollarse su
trámite.

Así, en lo que resulta relevante para la definición de


este asunto, es preciso destacar que el artículo 2º de la Ley
1010 de 2006 define el acoso laboral como, «toda conducta
persistente y demostrable» que el empleador, jefe o superior

5
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

jerárquico ejerza sobre un empleado o trabajador


«encaminada a infundir miedo, intimidación, terror y
angustia, a causar perjuicio laboral, generar desmotivación
en el trabajo, o inducir la renuncia del mismo» y que se puede
materializar, entre otras, bajo las modalidades de «maltrato»,
«persecución» o «inequidad», es decir, a título de ejemplo,
mediante actos de violencia contra la integridad física o
moral del empleado; con expresiones verbales injuriosas o
ultrajantes; a través de conductas con características de
«reiteración o evidente arbitrariedad» encaminadas a «inducir
la renuncia del empleado (…) mediante la descalificación, la
carga excesiva de trabajo y cambios permanentes de horario»
o con la «asignación de funciones a menosprecio del
trabajador».

En tal sentido, el canon 7º de esa preceptiva señala


algunas situaciones que permiten presumir el acoso laboral
relacionadas con «actos de agresión física», «expresiones
injuriosas o ultrajantes», «comentarios hostiles y humillantes
de descalificación profesional», «injustificadas amenazas de
despido» o la «descalificación humillante (…) de las
propuestas u opiniones de trabajo» expresadas «en presencia
de los compañeros de trabajo», la «imposición de deberes
ostensiblemente extraños a las obligaciones laborales»,
«exigencias absolutamente desproporcionadas sobre el
cumplimiento de la labor encomendada», la «exigencia de
laborar en horarios excesivos respecto a la jornada laboral
contratada o legalmente establecida (…) en dominicales y
días festivos» cuando no exista «fundamento objetivo en las
necesidades de la empresa, o en forma discriminatoria

6
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

respecto a los demás trabajadores o empleados; conductas


todas estas de hostigamiento laboral susceptibles de
sanción siempre que se logre «acreditar la ocurrencia
repetida y pública» de las mismas, consecuencia que
también recaerá respecto de aquellos actos que ocurran «en
privado», pero en ese evento «deberán ser demostrados
por los medios de prueba reconocidos en la ley procesal civil»,
por expresa disposición contenida en el inciso final del
comentado precepto.

Y a la par de esta presunción, esa Ley, en su artículo


8, también enunció una serie de comportamientos que no
pueden ser calificados de acoso laboral, como ocurre con la
«formulación de circulares o memorandos de servicio
encaminados a solicitar exigencias técnicas o mejorar la
eficiencia laboral y la evaluación laboral de subalternos
conforme a indicadores objetivos y generales de rendimiento»
(literal d), la «solicitud de cumplir deberes extras de
colaboración con la empresa o la institución, cuando sean
necesarios para la continuidad del servicio o para solucionar
situaciones difíciles en la operación de la empresa o la
institución» (literal e), o las «exigencias de cumplir con las
estipulaciones contenidas en los reglamentos y cláusulas de
los contratos de trabajo» (literal i), dentro de los que son
relevantes para el análisis del sub lite.

4.- Con esta perspectiva normativa, la revisión del


plenario muy pronto permite afirmar que la determinación
del juzgador de segundo grado merece reproche en sede de
«tutela», ya que los postulados torales que esgrimió para

7
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

avalar la postura del sentenciador de instancia se muestran


distantes de los lineamientos normativos que rigen la
materia y de los medios de convicción adosados por los
implicados en ese asunto, cuya escueta valoración no se
compadece con la naturaleza correctiva de la acción que se
adelantó contra Vargas Malaver y la trascendente sanción
que le fue impuesta.

En efecto, lo primero que surge palmario es que al


definir el «recurso de apelación» incoado por la «disciplinada»
la Magistratura limitó su estudio, de manera exclusiva, a
replicar en buena medida las impresiones probatorias
propuestas por la instancia inferior, soslayando el
ineludible análisis que acorde con las reglas de la sana
crítica le correspondía acometer respecto de las evidencias
sobre las que se edificaba la defensa de la juez sancionada,
para establecer si en efecto «las afirmaciones de los
quejosos» adolecían de «respaldo probatorio», si los
puntuales eventos a los que se contraían sus «quejas»
contaban o no con testigos directos, si la conducta de la
«disciplinada» y los requerimientos efectuados a sus
colaboradores se enmarcaban dentro de las modalidades de
«acoso laboral» o si por el contrario obedecían a alguna de
las previstas en el artículo 8º de la Ley 1010 de 2006.

No obstante, la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del


Consejo Superior de la Judicatura, luego de citar el
contenido de los numerales 1º y 3º del artículo 153 de la
Ley 270 de 1996, el numeral 6º del artículo 35 de la Ley
734 de 2002, el numeral 1º del artículo 2º de la Ley 1010

8
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

de 2006, así como algunos apartes del canon 7º de esa


normativa, fulminó la censura, acudiendo, -según dijo-, a
«las declaraciones rendidas bajo la gravedad del
juramento por otros empleados y ex empleados del
Juzgado y más de los hechos expuestos por el doctor
Jairo Enrique Vera Castellanos, en calidad de Presidente
del Consejo Seccional de la Judicatura del Quindío», a los
que les atribuyó la calidad de «testigos directos de los
hechos», -pese a que la mayoría de esas personas
reconocieron no serlo-, sin explicar cuáles eran las razones
que «fortalec[ieron] la credibilidad de los testigos de cargo en
este proceso», menos aun las que desvirtuaban el mérito
probatorio de los declarantes que contrariaban el dicho de
los «quejosos», sin que para este último efecto baste la
inopinada tesis de la «solidaridad de equipo» que les enrostró
el a quo y que revalidó el Superior.

Ya en lo tocante a la inconformidad relacionada con la


ausencia de respaldo probatorio para acreditar el acoso
laboral, nótese que esa Corporación se limitó a aseverar que,
«de acuerdo con las pruebas trasladadas e incorporadas
dentro de la etapa de juzgamiento, claramente se evidencia el
acoso laboral por parte de la funcionaria», pero sin revelar
concretamente cuáles eran esos elementos de juicio que
daban cuenta del «trato indigno» prodigado «de manera
reiterada» a los denunciantes Jorge Mario Londoño Devia y
José Alejandro López Cárdenas, o de las presuntas
manifestaciones de la disciplinada, instando a esos
empleados a «pedir traslado o irse del juzgado», los
persistentes «tratos hostiles y desafiantes», las «expresiones

9
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

grotescas con las que se refería» o del «exceso en la carga


laboral» que aparentemente les impuso.

En contraposición con tan exiguos raciocinios, -se


insiste-, le correspondía al ad quem dilucidar si ciertamente
se presentaba «falta de respaldo probatorio de los supuestos
hechos constitutivos de acoso laboral contenidos en el fallo
de primera instancia» o si se «desestima[ron] pruebas
favorables a la investigada injustificadamente», si se
cumplían los presupuestos de «tipicidad», «antijuricidad» y
«culpabilidad» a partir de los hechos endilgados, pues así se
lo exigía el escrito de impugnación (fls. 572 a 582 Tomo III Exp.
2016 00282 00).

No debe perderse de vista que la carencia de


sustentación del juez también violenta el derecho al debido
proceso de los interesados en un litigio, pues se le «impide
a las partes conocer los reales alcances del respectivo
pronunciamiento y su grado de convicción, razón por la cual,
(…) se requiere de mayor carga argumentativa del operador
judicial para respaldar las conclusiones sobre el punto en
cuestión» (CSJ STC, 10 ago. 2011, rad. 00168-02; reiterada en
STC10342-2018).

Con ese mismo enfoque la Corte ha advertido que


«sufre mengua el derecho fundamental al debido proceso por
obra de [providencias] en las que, a pesar de la existencia
objetiva de argumentos y razones, la motivación resulta ser
notoriamente insuficiente, contradictoria o impertinente frente
a los requerimientos constitucionales» (CSJ STC, 28 mar. 2008,

10
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

rad. 00384-00; reiterado, entre otras, en CSJ STC, 10 sep. 2012, rad.

00588-01).

Téngase en cuenta que la «carga de motivación» es un


imperativo propio del «debido proceso» consistente en
brindar a los interlocutores la prerrogativa de asentir o
disentir de la hermenéutica e intelección desplegada por el
juzgador frente a «los concretos argumentos en que se erige
un medio impugnativo, lo que necesariamente implica
que el juzgador de conocimiento, con fundamento en
una argumentación que comprenda los puntos de
disentimiento puestos a su consideración, emita sobre
el particular postura jurídica según las competencias
atribuidas» (CSJ STC, 14 jul. 2010, rad. 2010-00154-01).

5.- Y aunque el yerro anterior es ilustrativo de la


transgresión en la que incurrió la autoridad querellada,
como ya se anticipó, en la confutada resolución también se
avizoran defectos de índole material y sustantivo, producto
de un incompleto cotejo de las probanzas regularmente
acopiadas al decurso sancionatorio y una fragmentaria
exégesis de los postulados que lo rigen, especialmente, los
cánones 2º, 7º y 8º de la Ley 1010 de 2006, que no solo
delimitan las prácticas constitutivas de «acoso laboral», sino
que realzan la imperiosa labor de persuasión que debe
desplegarse para refrendarlo.

Desde esta perspectiva, es innegable que, por muy


intachable solvencia moral que pudieran tener Jorge Mario
Londoño Devia y José Alejandro López Cárdenas, la medida
correctiva que instaron en sus escritos de 5 de agosto de

11
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

2016 (fls. 1 a 3 C. Anexo III) y 27 de febrero de 2017 (fls. 1 a 3 C.


Anexo III) de ninguna manera podía salir avante a partir de la

versión personal de los hechos que allí esbozaron y tampoco


en las aseveraciones que a tono con sus intereses
particulares y comunes vertieron en las audiencias de
«ratificación y ampliación de la denuncia disciplinaria»
llevadas a cabo el 30 de marzo de 2017 (fls. 93 a 94 Tomo I) y
el 13 de marzo de 2018 (fls. 470 a 478 Tomo III).

En este punto no debe perderse de vista aquel


principio aún vigente en la materia que descarta la
posibilidad de edificar una decisión bajo el cobijo exclusivo
de la «verdad» que una las partes defiende.

Es más, contrario a la tesis sostenida por los


falladores, vale la pena traer a colación los lineamientos
fijados por la Corte Constitucional en torno a la presunción
contenida en el artículo 7º de la Ley 1010 de 2006,
especialmente, en su «Sentencia C-780/07», donde
categóricamente puntualizó:
 
La disposición parcialmente acusada establece que si se acredita
la ocurrencia reiterada y pública de cualquiera de las conductas
que en el mismo artículo se enumeran de manera expresa, se
presumirá la existencia de acoso laboral, mientras que cuando
las mismas hayan acaecido de manera privada, dicha
presunción no operará y corresponderá al ofendido acreditar que
el hostigamiento a que se ha visto sometido, configura acoso
laboral, por los medios probatorios contemplados en el Código de
Procedimiento Civil.
 
Para empezar el examen concreto es necesario precisar que
tanto las conductas que sean desplegadas en público,
como aquellas que lo sean en privado, para que
constituyan acoso laboral, deben ser demostrables y que
dentro del procedimiento iniciado con la denuncia de los

12
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

hechos ante la autoridad competente, quien haya sido víctima


en una u otra circunstancia no se encuentra eximido de
acreditar la ocurrencia de los mismos, esto es, en ninguno
de los dos casos el quejoso se ve relevado de demostrar que
la situación alegada cae en el supuesto del hecho
indicador.
 
La diferencia radica, de esta suerte, en que al acreditar la
ocurrencia, de manera reiterada y pública, de cualquiera de
las conductas enumeradas en el artículo 7°, la presunción opera
de manera automática, debiendo ser tenida por la autoridad
competente como acoso laboral. Por el contrario, cuando quiera
que se encuentre demostrada la existencia de alguna de dichas
conductas en privado, por los medios de prueba legalmente
establecidos, no existe presunción de que las mismas configuren
acoso laboral, por manera que sobre el quejoso recae una
carga argumentativa adicional tendente a ofrecer al
juzgador los elementos de juicio suficientes y necesarios
para que llegue a la convicción de estar ante una de las
modalidades de acoso laboral y que, de dicha
constatación, puedan desprenderse las consecuencias
jurídicas establecidas por la ley a que haya lugar frente a
la víctima, como al autor.
 
Como se observa, los derechos de los presuntos ofendidos por
conductas que constituyan acoso laboral no quedan en ningún
caso desprotegidos, pues quienes son hostigados en privado,
cuentan con una amplia gama de medios probatorios para
acreditar la ocurrencia de los hechos y mostrar, además,
que los mismos configuran la conducta de acoso laboral .
(…).

Como ya fue expresado, los hostigamientos que se pretendan


hacer valer como conductas constitutivas de acoso laboral
ocurridas en privado deben ser acreditadas, al igual que
deben serlo las que han tenido lugar frente a terceros, sin
que la carga argumentativa adicional que debe soportar el
primero, resulte desproporcionada si se analiza a la luz de las
diferencias existentes entre una y otra circunstancia frente a su
potencial vulnerador de los derechos fundamentales que busca
proteger la normatividad en su conjunto.

Así pues, la autoridad competente para adelantar el


procedimiento, ya sea judicial o disciplinario, tiene el
deber de respetar en todo momento las garantías propias
del debido proceso a quien es puesto en desventaja

13
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

procesal por la presunción aquí analizada, permitiendo


ejercer su derecho de defensa en la práctica de las pruebas
(Negritas y subrayas ajenas al texto).

De esta manera, correspondía a los juzgadores


acometer un riguroso examen de los restantes medios de
convicción que presentaron los sujetos intervinientes,
especialmente de la testimonial acopiada, que debían
abordar en su integridad, «de acuerdo con las reglas de la
sana crítica», exponiendo «razonadamente» el mérito que le
asignaban a cada una de ellas.

Empero, obviada esa carga por el ad quem (cfr. fls. 110 a


124 C.5), la simple lectura del proveído emitido por la Sala

Disciplinaria del Consejo Seccional de la Judicatura del


Quindío (4 may. 2018 – fls. 514 a 569 Tomo III), patentiza el
disímil rasero con el que fueron apreciados los «testigos de
cargo y de descargo», tomando por ciertas las acusaciones
elevadas por López Cárdenas y Londoño Devia en contra de
la procesada, así como los aparentes y no denunciados
«inconvenientes laborales» que relató Myriam Mesa Romero
(fls. 93 y 95 Tomo I) y el dicho de «testigos indirectos» como sin

duda lo eran la psicóloga Gloria Yolima Rivera Arana (ídem),


Dorian Stella Fernández López, Coordinadora de Seguridad
y Salud en el Trabajo (fls. 133 y 134 Tomo I) y el Magistrado
Jairo Enrique Vera Castellanos (fls. 133 y 134 Tomo I y 479 a
482 Tomo III), pero menospreciando la información
suministrada por las empleadas de esa célula judicial Ana
María Rojas Maya, Ana Beatriz Salazar Alexander, Natalia
Cano Rodríguez (fls. 133 y 134 Tomo I), bajo el entendido que
«lo expresado por las damas señaladas simplemente

14
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

constituía una solidaridad de cuerpo» (cfr. fls. 551 a 557


Tomo III), premisa bien discutible para esta Corte, que

incluso podía predicarse, en rigor, de la totalidad de los


declarantes en ese juicio.

Y es que si de lo que se trataba en ese caso era


establecer con grado de certeza el «acoso» bajo la modalidad
de «maltrato laboral» y las «expresiones y gestos
descomedidos» que la Juez encartada desplegó frente a sus
«compañeros de trabajo» (cfr. Pliego de Cargos – fls. 170 a 214
Tomo I), obsérvese que ninguno de los deponentes presenció

sucesos de tal naturaleza en contra de las aparentes


víctimas José Alejandro López Cárdenas y Jorge Mario
Londoño Devia y aunque no deja de ser cierto que algunas
personas brindaron detalles sobre el tema, asimismo
precisaron que su conocimiento derivaba de los
comentarios de los quejosos, lo que los convierte a todos
ellos en «testigos referencia o de oídas» y por lo mismo no
podían ser tenidos en cuenta para efectos de imponer una
sanción, máxime cuando se trataba de una versión que no
contaba con respaldo en «medios probatorios» idóneos que la
revalidaran y fortalecieran.

Aquí vale la pena subrayar que las anotadas falencias


no podían remediarse a partir del «Informe de Consultoría
Organizacional» rendido por la profesional Gloria Yolima
Rivera Arana (fls. 139 a 144 Tomo I), toda vez que su finalidad
era brindarle a los integrantes del Juzgado Quinto Civil
Municipal de Armenia «la asesoría necesaria para lograr un
positivo trabajo en equipo, una administración adecuada de

15
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

los tiempos laborales y una buena organización del trabajo,


teniendo en cuenta que se ha venido presentando un
inusitado aumento de las quejas de los usuarios contra dicho
despacho por mora en el servicio», sin que en ese documento
se patenticen hallazgos indiscutibles de «acoso laboral»
atribuibles a la titular de esa célula judicial.

En tal sentido, es claro que dentro de las causales


previstas en los artículos 2 y 7º de la Ley en comento, no
puede enmarcarse la situación de «caos laboral» y la «falta
de organización del trabajo» que imperaban en ese estrado,
la «inadecuada comunicación entre los miembros del equipo»,
la ausencia de «dialogo entre la líder y demás miembros del
equipo de trabajo», la percepción que ellos tenían sobre la
«gestión del conflicto y el estilo de dirección» de su jefe o la
existencia de «condiciones intralaborales» que podían
constituir «riesgo psicosocial para los servidores».

Así las cosas, la falta de contundencia de las quejas


presentadas que aquí se alcanza a vislumbrar, sin duda era
un aspecto que ameritaba un mayor despliegue
argumentativo por parte de la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, en sede
de alzada, más aún cuando estaba de por medio el derecho
fundamental a la presunción de inocencia de la inculpada,
que, sabido es, está llamado a prevalecer si la evidencia
aportada por los demandantes no es suficiente para
desvirtuarlo.

16
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

Sobre esa temática, no se olvide que de tiempo atrás la


jurisprudencia constitucional ha enfatizado que,

Este principio tiene aplicación no sólo en el enjuiciamiento de


conductas delictivas, sino también en todo el ordenamiento
sancionador, -disciplinario, administrativo, contravencional,
etc-, y debe ser respetado por todas las autoridades a
quienes compete ejercitar la potestad punitiva del Estado.

Ahora bien: el principio general de derecho denominado “in dubio


pro reo” de amplia utilización en materia delictiva, y que se venía
aplicando en el proceso disciplinario por analogía, llevó al
legislador a consagrar en la disposición que hoy se acusa, el in
dubio pro disciplinado, según el cual, toda duda que se
presente en el adelantamiento de procesos de esta índole,
debe resolverse en favor del disciplinado.

El “in dubio pro disciplinado”, al igual que el “in dubio pro


reo” emana de la presunción de inocencia, pues ésta implica
un juicio en lo que atañe a las pruebas y la obligación de dar un
tratamiento especial al procesado.

Como es de todos sabido, el juez al realizar la valoración de


la prueba, lo que ha de realizar conforme a las reglas de la
sana crítica, debe llegar a la certeza o convicción sobre la
existencia del hecho y la culpabilidad del implicado.
Cuando la Administración decide ejercer su potestad
sancionatoria tiene que cumplir con el deber de demostrar
que los hechos en que se basa la acción están probados y
que la autoría o participación en la conducta tipificada
como infracción disciplinaria es imputable al procesado.
(C.C., C-244 de 2006 – Negritas y subrayas ajenas al texto).

De este modo las cosas, se abre paso el resguardo


suplicado ante los desatinos que se divisan.

6.- Finalmente, de cara a la documental que obra en


el expediente que pone en evidencia el reiterado
incumplimiento de las funciones legales y reglamentarias
propias del cargo de «oficial mayor» del Juzgado Quinto Civil

17
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

Municipal de Armenia por parte de José Alejandro López


Cárdenas y Jorge Mario Londoño Devia (cfr. fls. 49 a 57, 93 a
94, 97, 118 a 130 Tomo I; 232 a 233, 316 a 319 Tomo II; 470 a 479
Tomo III; 1 a 3, 9 a 11, 20 a 27, 29 a 34, 37 a 38 Anexo I; 52 a 66

Anexo II; 1 a 3 Anexo III), cuya conducta pudo interferir en el

normal desarrollo de las labores propias de ese estrado


judicial, la Corte ordenará que se remita copia de esta
providencia a la Procuraduría General de la Nación para
que estudie la posibilidad de ejercer el poder preferente e
investigue la conducta de los mencionados empleados o, en
su defecto, remita la actuación a la autoridad competente
para ello.

DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


en Sala de Casación Civil, administrando justicia en
nombre de la República y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

PRIMERO: CONCEDER el patrocinio de los «derechos


fundamentales al debido proceso y presunción de inocencia»,
rogado por María del Pilar Vargas Malaver.

SEGUNDO: En consecuencia de lo anterior, se deja sin


valor y efecto el pronunciamiento de fecha 22 de enero de
2020, dictado en el expediente disciplinario con radicado n°
2016 00282 01, para que la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, dentro
de las cuarenta y ocho horas (48) siguientes al enteramiento

18
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

de lo aquí zanjado, adopte las medidas que estime


conducentes para desatar, una vez más, el recurso de
apelación al que se hizo alusión, pero, ahora, atendiendo
los planteamientos aquí esbozados, particularmente, sobre
la valoración conjunta de todos los medios suasorios
presentados por las partes, acorde con las reglas de la sana
crítica, todo ello a la luz de las normas que rigen la materia,
a efecto de dilucidar cada uno de los reparos de la allí
impugnante, manteniendo en todo momento la objetividad
que le permita arribar a una solución razonable en el sub
lite.

TERCERO: Remítanse las copias ordenadas en el


numeral 6° de la parte motiva de esta providencia, con
destino a la Procuraduría General de la Nación.

CUARTO: Notifíquese a los interesados por el medio


más expedito y remítase el expediente a la Corte
Constitucional para su eventual revisión, si este fallo no es
impugnado.

QUINTO: Por secretaría, devuélvase a la oficina de


origen el sumario que se recibió en calidad de préstamo.

NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

19
Radicación n° 11001-02-30-000-2020-00089-00

Presidente de Sala

ÁLVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO

AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

LUIS ALONSO RICO PUERTA

OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

FRANCISCO TERNERA BARRIOS

20

También podría gustarte