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“Introducción al narcisismo”; Freud

Freud había estado usando el término “narcisismo” mucho antes de 1914. Ya en 1909, Freud
declaraba que el narcisismo era un estadio intermedio entre el autoerotismo y el amor de
objeto.
El término narcicismo, proviene de la descripción clínica y fue acogido por Näcke en 1899 para
designar aquella conducta por la cual cada individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al
que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, la mira con complacencia sexual, lo
acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena.  En este
cuadro el narcisismo cobra el significado de una perversión que ha absorbido toda la vida
sexual de la persona.
Rasgos aislados de esa conducta aparecen en muchas personas aquejadas por otras
perturbaciones; así ocurre, según Sadger, entre los homosexuales, “se toman a sí mismos
como objeto sexual, parten del narcisismo y buscan jóvenes que se le parezcan para poder
amarlos como su madre los amó a ellos”.
En Freud en 1910, surgió la conjetura de que una colocación de la libido definible como
narcisismo podría entrar y reclamar su sitio dentro del desarrollo sexual regular del hombre. Así
tendríamos:
Narcisismo primario.
El narcisismo en ese sentido, ya no sería sólo una perversión, sino (en forma general) el
complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación de la que
justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo.
¿Cómo se constituye el concepto de Narcisismo primario?
Considerar la imagen de un narcisismo primario y normal surgió a raíz del intento de incluir
bajo la teoría de la libido el cuadro de la demencia precoz (Kraepelin) o esquizofrenia (Bleuler).
Los enfermos parafrénicos tienen dos rasgos fundamentales de carácter:
– El delirio de grandeza.
– El entrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas). Esto último
los vuelve incurables.
También el histérico y el neurótico obsesivo han resignado (hasta donde los afecta su
enfermedad) el vínculo con la realidad. Pero no han cancelado el vínculo erótico con personas
y cosas. Lo conservan en la fantasía. Han sustituido los objetos reales por objetos imaginarios
de su recuerdo o los han mezclado con estos por un lado, y por otro, han renunciado a
emprender las acciones motrices que les permitirían conseguir sus fines en esos objetos. Este
estado de la libido se llama introversión.
En el caso de los parafrénicos. Parecen haber retirado realmente su libido de las personas y
cosas del mundo exterior, pero sin sustituirlas por otras en su fantasía. Y cuando esto último
ocurre, parece ser algo secundario y corresponder a un intento de curación que quiere
reconducir la libido al objeto.
¿Cuál es el destino de la libido sustraída de los objetos en la esquizofrenia? El delirio de
grandeza, entendido como la amplificación y el despliegue de un estado que ya antes había
conducido al yo, permite conjeturar un narcisismo primario
El narcisismo nace por replegamiento de las investiduras de objeto como narcisismo
secundario que se edifica sobre la base de otro, primario, oscurecido por múltiples
influencias.
Otro aporte lo proporcionaron las observaciones y concepciones sobre la vida anímica de los
niños y los pueblos primitivos. Se hallan rasgos que si se presentaran aislados, podrían
imputarse al delirio de grandeza:
– Una sobreestimación del poder de sus deseos y de sus actos psíquicos.
– La “omnipotencia de los pensamientos”,
– Una fe en la virtud ensalmadora de las palabras
– Y una técnica dirigida al mundo exterior, la “magia”, que aparece como una aplicación
consecuente de las premisas de la manía de grandeza.
Es posible decir entonces que Freud parte de la patología para postular la idea de narcicismo.
En suma:
Estos descubrimientos condujeron a Freud a establecer, la existencia de una fase de la
evolución sexual intermedia entre el autoerotismo y el amor objetal, es decir una etapa de:
narcisismo primario.
Narcisismo primario, situación en la cual, él sujeto comienza a tomándose a sí mismo, a su
propio cuerpo, como objeto de amor, lo que permite una primera unificación de las pulsiones
sexuales. (Laplanche)
En 1914, en la “Introducción al narcisismo”, introduce el concepto de narcisismo operando
mediante “catexis libidinales.”
Freud establece entonces, la existencia de un equilibrio  o equivalencia:
– Entre la “libido del yo” (catectizada en el yo) y polarizada por los objetos.
Lo antes dicho le permite a Freud postular, tomando como ejemplo el delirio de grandeza, un
estado original del yo en el cual éste, investido totalmente por la libido, ponía de manifiesto una
omnipotencia absoluta.
Ese  estado de omnipotencia del yo define en adelante lo que se llama narcisismo primario.
Es un estado primitivo, que se caracteriza por la ausencia de total relación con el ambiente, por
una indiferenciación entre el yo y el ello, y su prototipo lo constituirá la vida intrauterina, de la
cual el sueño representaría una reproducción más o menos perfecta.
El narcisismo primario designa un estado precoz en el que el niño catectiza toda su libido sobre
el mismo. En esta situación el niño que se toma a sí mismo como objeto de amor antes de
elegir objetos exteriores. Tal estado correspondería a la creencia del niño en la omnipotencia
de sus pensamientos.
El narcisismo primario es una libidinización primaria del yo. A partir de esta carga libidinal
el yo puede investir a los objetos.
Freud introduce una diferenciación en la libido de acuerdo a la localización: si está en el yo es
libido yoica o narcisista, si está en el objeto es libido objetal.
Narcisismo secundario señala a ese mismo estado cuando reaparece por el retorno al yo de
las investiduras de objeto, es decir, designa una vuelta sobre el yo de la libido, retirada de sus
catexis objetales.
Es un estado secundario, construido sobre la base de un narcisismo primario oscurecido por
múltiples influencias, paso que ha ido opacando, por la reintroducción de las investiduras de
objeto.
Esto significaría que el yo constituye el reservorio de la libido, desde el cual ésta se distribuiría
sobre  los objetos exteriores, con retorno al lugar de origen si estos objetos no brindan
satisfacción.
El conocimiento del narcisismo puede realizarse a partir de tres vías:
La enfermedad orgánica: la persona afligida por un dolor orgánico y por sensaciones
penosas, resigna su interés por todas las cosas del mundo exterior que no se relacionen con su
sufrimiento; mientras sufre, retira de sus objetos de amor el interés libidinal, cesa de amar. Así,
las dos pulsiones tienen el mismo destino y se vuelven otra vez indiscernibles.
La hipocondría: se exterioriza en sensaciones corporales penosas y dolorosas, pero, a
diferencia de la enfermedad orgánica, no tienen su fundamento en alteraciones orgánicas
comprobables. Sin embargo, las alteraciones de órgano no faltan, su fundamento es otro.
La vida amorosa del ser humano: los seres humanos tienen abiertos frente a sí dos caminos
para la elección de objeto: elección de objeto de apoyo y elección de objeto narcisista; tiene
dos objetos sexuales originarios: él mismo y la mujer que lo crió; y, además, se presupone en
cada ser humano el narcisismo primario.
– Elección de objeto de apoyo: se elige el posterior objeto de amor según el modelo de la
madre o sustituto, es decir, la persona que cuidó y protegió al niño. El pleno amor de objeto
según el tipo de apuntalamiento es característico del hombre, el cual exhibe una
sobreestimación sexual del narcisismo originario del niño; esa sobreestimación da lugar a la
génesis del enamoramiento, empobrecimiento de libido al yo en beneficio del objeto.
– Elección de objeto narcisista: se elige el posterior objeto de amor según el modelo de la
propia persona, es decir, se buscan a sí mismo como objeto de amor. En la mujer, con el
desarrollo puberal, por la conformación de los órganos sexuales femeninos hasta entonces
latentes, sobreviene un acrecimiento del narcisismo originario, el cual es desfavorable a la
constitución de un objeto de amor. Este es el tipo de elección de objeto narcisista.
¿Qué relación guarda el narcisismo, de que ahora tratamos, con el autoerotismo que
hemos descrito como un estado temprano de la libido?
Las pulsiones autoeróticos son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al
autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya.
Freud postula un camino para la evolución de la libido, siguiendo las siguientes etapas:
AUTOEROTISMO    NARCISISMO    RELACIONES DE OBJETO
No hay objeto ni yo    Objeto y yo coinciden    Objeto y yo existen de manera
independiente
La separación de la libido en una que es propia del yo y una endosada a los objetos es la
insoslayable prolongación de un primer supuesto que dividió pulsiones sexuales y pulsiones
yoicas.
Ambos términos indican la relación de la libido con su punto de destino, y no con su punto de
partida.
El supuesto de una separación originaria entre unas pulsiones sexuales y otras, yoicas, viene
avalado por muchas cosas y no sólo por su utilidad para el análisis de las neurosis de
transferencia.
Este primer lugar, esta división conceptual responde al distingo popular tan corriente entre
hambre y amor, entre pulsiones del yo o de autoconservación y pulsiones sexuales. La energía
de las segundas se designa como libido.
La nueva subdivisión de las pulsiones sexuales en función de su objeto de catexis se puede
visualizar en el siguiente esquema:
Freud califica el yo como el gran reservorio de la libido, porque la libido, como energía
pulsional, tiene su fuente en las diversas zonas erógenas; el yo como persona total, almacena 
esta energía libidinal, de la cual es el primer  objeto; pero, a continuación, el reservorio se
comporta, respecto a los objetos exteriores, como una fuente, puesto que de él emanan todas
las catexis.
Ideal del Yo, es un término utilizado por Freud en su segunda teoría del aparato psíquico:
instancia  de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo)
y de las identificaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos. Como
instancia diferenciada, el ideal del yo  constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse.
“Ideal del yo” Freud lo utiliza para designar una formación  intrapsíquica relativamente
autónoma que sirve de referencia al yo para apreciar sus realizaciones afectivas.
Su origen es principalmente narcisista: “lo que el hombre proyecta ante sí como su ideal es
el substitutivo del narcisismo perdido de su infancia; en aquel entonces él mismo era su
propio ideal”.
Este estado narcisista, es abandonado, especialmente a causa de la crítica que los padres
ejercen acerca del niño. Se observará que ésta, interiorizada en forma de una instancia
psíquica particular, instancia de censura y de autoobservación, se distingue, a lo largo de todo
el texto, del ideal del yo: ella “observa sin cesar al yo actual y lo compara con el ideal”.
La institución de la conciencia moral fue en el fondo una encarnación  de la crítica de los
padres, primero y después de la crítica de la sociedad, proceso semejante al que se repite en
la génesis de una inclinación represiva nacida de una prohibición o un impedimento al
comienzo externa.
Las voces y esa multitud que se deja indeterminada son traídas ahora a la luz por la
enfermedad, a fin de reproducir en sentido regresivo la historia genética de la conciencia moral.
El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto al narcisismo primario y
engendra una intensa aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del
desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde afuera; la satisfacción  se obtiene
mediante el cumplimiento de este ideal.
Simultáneamente, el yo ha emitido las investiduras libidinosas de objeto. El yo se empobrece a
favor de estas investiduras así como del ideal del yo, y vuelve a enriquecerse por las
satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal.
Si consideramos la actitud de padres  tiernos hacia sus hijos, habremos de discernirlas como
renacimiento y reproducción del narcisismo propio. Así prevalece una compulsión a atribuir al
niño toda clase de perfecciones y a encubrir y olvidar todos sus defectos. Pero también
prevalece la proclividad a suspender frente al niño todas esas conquistas culturales cuya
aceptación hubo de arrancarse al propio narcisismo, y a renovar a propósito de él la exigencia
de prerrogativas a que se renunció hace mucho tiempo.
El niño debe tener mejor suerte que sus padres, no debe estar sometido a esas necesidades
objetivas cuyo imperio en la vida hubo de reconocerse. Enfermedad, muerte, renuncia al goce,
restricción de la voluntad propia no han de tener vigencia para el niño, las leyes de la
naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él….
Su majestad el bebé. Debe cumplir los sueños, irrealizados deseos de sus padres; el varón
será un grande hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como
tardía recompensa para la madre.
El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmortalidad del yo que la fuerza de la
realidad asedia duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño.
El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo
redivivo de los padres, que en su transmudación al amor de objeto revela inequívoca su
prístina naturaleza.
 

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