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Rodolfo Guillermo A. Flores Briseño
Resumen
El presente trabajo, analiza y discute de manera crítica y propositiva a la discapacidad
desde la visión de los derechos humanos y los conceptos político-sociales de exclusión
y vulnerabilidad. En su primera parte, se establece la responsabilidad conceptual del
autor con relación al constructo “vulnerabilidad” en referencia a la discapacidad y las
personas con discapacidad (PCD). La segunda parte del texto, presenta breves
antecedentes de cómo a través de la evolución social y biológica del ser humano, las
actitudes y comportamientos ejercidos hacia ellas sustentan actualmente los esquemas
de vulnerabilidad y exclusión. En la tercera sección se presenta información estadística
sobre la discapacidad interpretada como minoría social en situación de vulnerabilidad.
En la cuarta parte se genera un análisis crítico sobre del binomio discapacidad-
discriminación asociado al concepto de “Línea de Dignidad Humana” y la Convención
sobre los Derechos de las PCD. La quinta sección presenta y discute la Ciudadanía como
elemento fundamental para entender la necesidad de promover una reorganización
social y económica que permita el pleno ejercicio de los derechos como ciudadanos. La
sexta parte analiza los conceptos Vulnerabilidad, Ciudadanía y Democracia vinculados
con los desafíos a los derechos de una PCD. Finalmente la séptima sección ofrece
conclusiones centradas en el modelo teórico sobre vulnerabilidad propuesto por
Fineman (2008) con aplicaciones al contexto de la discapacidad.
Introducción
El presente capítulo, examina de manera general a la discapacidad desde la visión de los
derechos humanos asociada al concepto político-social de exclusión y vulnerabilidad. A
lo largo de su historia, diversos países han considerado a la discapacidad como una
situación de índole social que representa un conflicto entre derechos humanos y
compromisos políticos. Dicho conflicto está enmarcado, y muchas veces soportado por
la interacción de temores, ignorancia, pesimismo, rechazo, exclusión, e incluso,
exclusión social y discriminación.
O bien, siglos más tarde, que los Espartanos, por su parte, abandonaban hasta
morir a los individuos con diversas malformaciones visibles. Asimismo, y
paradójicamente, Platón (Plato, 1991, p. 183), considerado por la cultura occidental
como marco de referencia ética, percibía a las personas con discapacidad como “la
descendencia del inferior, las que en el mejor de los casos, debían enviarse hacia algún
lugar misterioso y desconocido”.
Por otro lado, se sabe que los Romanos, al igual que los Griegos, ayudaban en
cierto modo a los adultos con alguna malformación, pero con la condición de que ellos
al recibir apoyo debían mostrar su agradecimiento no generando problemas dentro de la
comunidad. Es sabido que, tanto los Griegos como los Romanos, abandonaban a su
suerte a los niños con alguna deformidad o limitación física o sensorial (Morris, 1986).
Pasando hasta el Siglo XVII (era Industrial) y con la aparición del capitalismo,
Inglaterra se confrontó con la disyuntiva de cuidar a la gente pobre, o de mantener la
fuerza laboral de sus industrias. De acuerdo con Stone (1984, p. 51), Inglaterra intentó
equilibrar dicha problemática emitiendo la Ley de los Pobres, la que establecía un
“sistema de exclusión categórica” mediante la cual la gente pobre era clasificada en
grupos de “merecedores y no-merecedores”. Dicha Ley impactó también sobre las
personas con algún tipo de discapacidad incrementando su situación de vulnerabilidad.
Alrededor de 1775, tanto en Europa como en Estados Unidos, aparece una nueva
concepción sobre lo que representa el ser humano perfecto. Bajo esta conceptualización,
las personas con discapacidad fueron consideradas o definidas de acuerdo a sus
deficiencias biológicas (Rothman, 1971), sentando las bases históricas para lo que, a
mediados del Siglo XX, se conocería como “el modelo médico de la discapacidad”.
Más adelante, el Siglo XIX, se caracterizó por ideologías similares a las que
prevalecieron durante el siglo anterior, bajo la creencia de que los seres humanos podían
ser corregidos a través de la intervención de profesionales y “moldeados en personas
más provechosas, menos amenazantes y más aceptables por la sociedad” (Rothman,
1971).
Durante la primera parte del Siglo XX, muchas personas con discapacidad
murieron en etapas tempranas de su vida, o fueron recluidas en sus hogares o
instituciones. A partir de 1950, la discapacidad se percibió preponderantemente bajo la
perspectiva del llamado modelo médico, adoptado como guía para el tratamiento y
cuidado de las personas con discapacidad, considerándolas como beneficiarios pasivos
sin ninguna oportunidad de ser informados acerca de su tratamiento, y mucho menos,
sin brindarles la oportunidad de tomar decisiones por sí mismos (A. Flores, 1999, p.
240) e incluso se les negaba la ayuda requerida cuando la autoridad de los prestadores
de servicio era cuestionada o puesta en duda (Mackelprang y Salsgiver, 1996).
Esta concepción ha dado origen a una nueva lucha por los derechos civiles, la
autodeterminación e independencia de las personas con discapacidad, Sin embargo, en
la actualidad, muchas personas con discapacidad continúan aisladas sin interactuar o
disfrutar el contacto y las experiencias de vida diaria y con altas condiciones de
vulnerabilidad dentro de su medio ambiente (Rapley, 2000) y son confrontadas con
diversas restricciones en el campo educativo, de salud, laboral, de comunicación, de
accesibilidad y recreación, como resultado de políticas excluyentes y actitudes sociales
discriminantes.
A partir de entonces, esta concepción ha dado origen a una lucha por los
derechos humanos y civiles, la autodeterminación e independencia de las personas con
discapacidad.
La dimensión de la discapacidad como minoría social en situación de
vulnerabilidad.
Actualmente, el término “vulnerabilidad” asociado a discapacidad no se percibe como
una connotación favorable o incluyente; por el contrario, implica equivocadamente una
percepción de segregación y exclusión social debido a la carencia de alguna
“habilidad”. De tal manera, es por ello importante hacer la observación que dentro de
este capítulo al contextualizar a las personas con discapacidad como grupo
“vulnerable”, de ninguna manera se cuestiona el potencial y las habilidades de las
personas con discapacidad o se establece alguna implicación desfavorable o excluyente.
“Vulnerabilidad” en el presente trabajo, se refiere particularmente a las diversas
situaciones de riesgo y nuevas formas de exclusión a las que se confrontan
cotidianamente las personas con discapacidad.
Las anteriores cifras, muestran que las personas con discapacidad conforman el
grupo social minoritario más numeroso y desfavorecido en el mundo. Recientemente,
la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, sobre la que se
tratará más adelante, indica que este colectivo incluye a las personas que expresan
déficit físico, sensorial, mental o intelectual a largo plazo, y que al interactuar con
diversos tipos de barreras, pueden impedir si participación plena y efectiva dentro de la
sociedad, en igualdad de condiciones que los demás ciudadanos (ONU, 2006).
Los resultados del Censo de Población y Vivienda 2010 (INEGI, 2010), refieren
que el 5.1% de la población mexicana (5, 616,682 habitantes), dijo presentar algún tipo
de discapacidad. Este sector de la población mexicana, integrado por ciudadanos de
“segunda clase” se confronta con diversas restricciones en el campo educativo, de salud,
laboral, de comunicación, de accesibilidad y recreación, como resultado de políticas
excluyentes y falta de reconocimiento a sus derechos humanos fundamentales y como
ciudadanos lo que los coloca en una alta condición de vulnerabilidad.
Por lo tanto, el marco teórico propuesto por Fineman tiene claras implicaciones
en el contexto actual de la discapacidad, tanto en términos de la persona, como de las
políticas públicas relacionadas con el proceso de vulnerabilidad hacia las personas con
discapacidad y la discapacidad misma. Una persona en condiciones de vulnerabilidad,
está en riesgo de convertirse en una persona con discapacidad. Esta concepción teórico-
práctica promueve de manera directa cómo el modelo de los derechos humanos y la no-
discriminación relacionado con las personas con discapacidad, puede mejorarse de
manera substancial.
Discapacidad y Discriminación.
La separación entre las políticas sociales restrictivas y discriminatorias, y aquellas
políticas sociales integradoras e incluyentes, queda establecida realmente por las
diferentes suposiciones sobre las causas y consecuencias de la discapacidad, las que se
ven reflejadas en cómo se entiende la responsabilidad hacia las personas con
discapacidad por parte de la sociedad.
Abarca diversos aspectos donde las personas con discapacidad han sido
discriminadas, tales como el derecho a la ciudadanía, el acceso a la justicia; la
participación en la vida política y pública; la educación; el empleo; la protección contra
la tortura, la explotación, la violencia, y la libertad para trasladarse.
Discapacidad y Ciudadanía.
En materia de discapacidad, el concepto de ciudadanía es clave para entender la
demanda de una reorganización social y económica que permita el pleno ejercicio de los
derechos como ciudadanos de aquellas personas que se encuentran en situación de
discapacidad disminuyendo de esta manera su condición de vulnerabilidad.
Por lo tanto, el objetivo central sería que a través de una sociedad civil que
comparta intereses, propósitos y valores, se rediseñe una sociedad democrática e
incluyente en la que la igualdad de oportunidades, sociales, económicas y políticas
permita considerar y atender las demandas de colectivos de personas con discapacidad y
sus familias, disminuyendo de esta manera los factores que generan situaciones de
vulnerabilidad.
Sin embargo, aún en dichos países, el prejuicio, las actitudes sociales negativas,
las pobres expectativas hacia las personas con discapacidad y, particularmente, los
programas de asistencia social con sentido paternalista, frustran los intentos por lograr
la autonomía y la auto-determinación de las personas con discapacidad aumentando de
manera alarmante su situación de vulnerabilidad y riesgo social.
Sin embargo, de alguna manera se puede decir que los derechos humanos se
contraponen entre sí y son tautológicos (Garrido del Toral, 2009), por lo que además, se
requiere cambiar la conciencia jurídica y no solamente reformar las leyes.
Conclusiones.
La discapacidad se ha percibido bajo el sustento ideológico y filosófico de diversos
modelos que han servido como herramientas conceptuales para definirla y al mismo
tiempo, para proponer y establecer lineamientos y estrategias sociales que intentan
satisfacer las necesidades de las personas con discapacidad y sus familias, procurando
disminuir de esta forma su condición de vulnerabilidad.
Las personas con discapacidad no son prioridad política para ningún gobierno,
además de que ellas son discriminadas debido a los estereotipos que históricamente han
prevalecido en torno a sus limitaciones funcionales. Cuando una situación de
vulnerabilidad resulta en una discapacidad, la persona se puede convertir fácilmente en
un elemento de exclusión y discriminación.
Este nuevo marco sería aquel que genere acciones sociales incluyentes, no-
discriminatorias que permitan a las personas con discapacidad vivir satisfactoriamente,
ser útiles y económicamente independientes. Dicho marco deberá satisfacer las normas
nacionales e internacionales del bienestar, los derechos humanos, la democracia y los
principios de ciudadanía.
Todas las ideologías nacen de las crisis. Precisamente ahora nos confrontamos
con una grave crisis social, de valores, de derechos humanos y de dignidad
particularmente hacia las personas con discapacidad y sus familias. Preguntaría para
concluir, ¿Cual será el papel que nos toca desempeñar a cada uno de nosotros como
actores sociales? ¿Qué compromisos y obligaciones tendremos como miembros de una
sociedad hacia las poblaciones vulnerables de nuestro país? ¿Cuáles serán nuestros
compromisos con las generaciones futuras?
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