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BELL HOOKS: Creo que puedo considerarme afortunada por cuanto recibo una gran
respuesta por parte de esa "mayoría". Creo que tenemos una visión demasiado estereotipada
de la gente trabajadora. Hay un montón de trabajadores negros que leen. De hecho, hace ya
veinte años, mucho antes de que las feministas se interesaran y aplaudieran mi trabajo, yo
ya contaba con el apoyo de esa población negra, especialmente de las mujeres, que iban a
las bibliotecas, leían mis libros y me escribían. Mi propósito es ampliar esa audiencia para
llegar a los jóvenes negros de entre 15 y 25 años, que es la población lectora que
posiblemente es menos probable que haya oído hablar de mí.
Ha sido en parte mi deseo de hacer eso lo que me ha llevado a escribir en revistas con las
que políticamente no tengo demasiada relación, quiero que la gente negra sepa que hay
voces intelectuales negras insurgentes que tratan nuestras necesidades como pueblo que
debe afrontar una renovada lucha por la liberación.
Hablemos del concepto de patriarcado sobre el que usted ha escrito y hablado en multitud
de ocasiones. El patriarcado es un concepto de sociedad dominada por los hombres.
Claramente ha existido antes de que hubiera capitalismo. ¿Cree que el derrocamiento del
capitalismo lleva consigo las semillas para la desaparición del patriarcado y la opresión
de las mujeres?
Creo que lo que puede verse globalmente es que ha habido luchas increíbles para combatir
el capitalismo que no han tenido en absoluto como resultado el final del patriarcado.
También creo que cuando estudiamos las sociedades antiguas que no eran capitalistas,
encontramos sistemas jerárquicos (que otorgan más poder a los hombres) del mismo modo
que en los patriarcados modernos. No creo que se pueda destruir el patriarcado sin
cuestionar, criticar y combatir el capitalismo y tampoco creo que combatir el capitalismo
sea suficiente para conseguir un mundo mejor para las mujeres.
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Creo que estratégicamente es necesario luchar en todos los frentes. Por ejemplo, a mí me
preocupa que no haya más mujeres negras comprometidas en la política anti-capitalista.
Pero hay que entender el papel que juega la opresión sexista para animar a las mujeres
negras jóvenes a creer que no tienen ninguna necesidad de estudiar el capitalismo. Que no
tienen por qué leer a hombres que fueron mis profesores como Walter Rodney, Nkrumah o
Amilcar Cabral.
Como mujer que ha crecido en una familia sureña negra, de clase trabajadora y con un
patriarcado tradicional, creo que existe una convergencia total entre las cuestiones de clase
y de género. Yo era plenamente consciente de mi clase y era plenamente consciente de las
limitaciones que se me imponían por mi sexo. No sería la trabajadora comprometida por la
libertad que soy si no hubiera comenzado por oponerme a una visión de género de la
educación que sugiere que la política es terreno de los hombres y que el pensamiento
político sobre la lucha contra el racismo y el colonialismo es cosa de hombres.
Estoy claramente a favor del tipo de educación que favorece una conciencia crítica que
diga: no vamos a mirar estas cosas por separado. Vamos a ver cómo convergen para que
cuando empecemos a tomar una actitud contra ellas, podamos adoptar este tipo de actitud
estratégica que nos permita ser determinantes por nosotros mismos como gente que lucha
de manera revolucionaria en todos los frentes.
Desde su propio desarrollo político ¿cree que su análisis está moldeado por la crítica
marxista de la sociedad capitalista?
Totalmente. Creo que el pensamiento marxista --el trabajo de gente como Gramsci-- es
absolutamente crucial para educarnos en la conciencia política. Eso no significa que
tengamos que pasar por alto el sexismo o el racismo que aparece en estos pensadores.
Significa que tenemos que extraer los recursos de su pensamiento que puedan resultarnos
útiles en la lucha. Es en el análisis de clase donde comencé todo mi trabajo. El hecho es que
era contra el feminismo blanco burgués contra el que reaccionaba cuando en mis primeras
clases de estudios de la mujer me levantaba y decía "Las mujeres negras siempre hemos
trabajado". Desafiaba a la estructura del feminismo desde una perspectiva de clase.
Sin duda. En mi último libro, Killing Rage: Ending Racism (‘Matar el odio: acabar con el
racismo’), una de las cuestiones principales que trato es el grado en que se presenta el
capitalismo como respuesta. Cuando la gente se concentra en la obsesión que tienen los
medios de masas blancos con Louis Farrakhan, piensan que los medios odian ferozmente a
Farrakhan. Pero no es así. Les encanta. Una de las razones por las que les encanta es porque
es totalmente pro-capitalista. Hay un gran solapamiento entre los valores de Farrakhan y la
Nación del Islam y los valores de la ultraderecha blanca. Por ejemplo, su pro-capitalismo,
su patriarcado y su apoyo total a la homofobia.
El pro-capitalismo de Farrakhan incita a una especie de falsa conciencia en la vida de los
negros. Por ejemplo, tome un rapero como Ice T en su nuevo libro, The Ice Opinions (‘Las
opiniones de Ice’), que hace un astuto análisis de clase cuando dice que "La gente no vive
en el ghetto porque son negros, sino porque son pobres". Pero a continuación lo que ofrece
como respuesta es el capitalismo. Esto significa que tiene un vacío total en su
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entendimiento si cree que volverse rico en esta sociedad es de algún modo una forma de
redimir la vida de los negros. La única esperanza que existe para transformar la vida
material de la gente negra es reclamar la redistribución de la riqueza y los recursos, lo que
no es sólo una crítica del capitalismo, sino un completo desafío al capitalismo.
No estoy de acuerdo en que mi punto de partida político arranque del feminismo. Arranca
de la noción de autodeterminación de los negros. Para participar en la lucha revolucionaria
para la autodeterminación colectiva de los negros, he de implicarme en el feminismo
porque se ha convertido en el vehículo para proyectarme como mujer en el corazón de la
lucha, pero el corazón de la lucha no arranca del feminismo. Arranca de entender la
dominación y de la crítica de la dominación en todas sus formas. De hecho, creo que es
peligroso pensar que el punto de partida es el feminismo.
Creo que necesitamos una visión mucho más sofisticada de qué significa tener una
conciencia política radical. Esa es la razón por la que pongo tanto énfasis en la necesidad de
que los afroamericanos adopten el lenguaje político del colonialismo. Tenemos una deuda
inmensa con gente como CRL James y con los grandes pensadores de la Diáspora Africana
que nos han animado a enmarcar nuestros problemas en un contexto político mayor en el
que se toma en consideración el imperialismo, el colonialismo y nuestro lugar como
africanos en la Diáspora, de forma que la clase se convierte en un factor central.
Por lo que respecta a la necesidad de que se despierte una conciencia en los hombres y
mujeres negros acerca de las cuestiones de género ¿qué tipo de programa cree que
debería plantearse?
Creo que también necesitamos que los hombres negros sean profesores feministas que
eduquen hacia una conciencia crítica. En realidad, estoy a favor de una división más
comunal del trabajo. Si tenemos una comunidad en la que parece que la gente está más
animada por el género, pero que no le importa mucho la clase, entonces creo que
estratégicamente necesitamos dirigirnos a ese marco de entendimiento que se está dejando
de lado, en lugar de asumir que debemos centrarnos siempre en el otro marco.
Creo que las mujeres negras son muy sensibles al consumismo hedonista burgués porque
son los objetivos principales de los medios de masas. Por tanto, es claramente necesaria una
gran cantidad de pensamiento acerca del materialismo en nuestras vidas para animar a las
mujeres negras a la lucha revolucionaria. De modo que la clase reaparece de nuevo y no
hemos tenido suficientes líderes negras.
Pero la cuestión es que también necesitamos saber cómo esas mujeres, muchas de las cuales
proceden de familias burguesas, comienzan a adquirir una conciencia más revolucionaria
--si es que realmente han adquirido esa conciencia. Para las mujeres negras, también es más
fácil muchas veces hablar sobre el género e ignorar la clase, porque muchas de nosotras no
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nos hemos desposeído de nuestro apoyo al capitalismo y de nuestro anhelo de lujos. Creo
que una cosa es disfrutar de la buena vida, de la belleza y de las cosas y otra muy distinta
sentir que una acepta apoyar el asesinato de otra gente en otros países para poder tener un
bonito coche y otros caprichos.
Con sus respuestas ha dejado bastante clara cuál es la diferencia entre su actitud política
y la de, digamos, las feministas blancas.
Bueno, yo más bien diría "algunas feministas blancas" porque se me ocurren feministas
revolucionarias que son blancas. No oímos hablar de ellas porque no comparten los
objetivos burgueses de mantener el status quo. Son una pequeña minoría pero están ahí y
son útiles aliadas para la lucha. Por eso ya no me gusta utilizar esos términos monolíticos
que utilizaba al principio en Ain’t I A Woman (‘¿Es que yo no soy mujer?’), porque tenía
19 años cuando escribí ese libro y reflejaba una cierta ingenuidad política. Ahora tengo
mucho más cuidado en no poner a todas las feministas blancas en el mismo saco, porque
hay un pequeño grupo de pensadoras revolucionarias que son activistas y que están mucho
más comprometidas como aliadas nuestras que la generalidad de feministas blancas de las
que tanto oímos hablar.
¿Tenemos que olvidar por tanto la idea de que el feminismo es oponer hombres y mujeres?
En su primer libro Ain’t I A Woman usted reprendía a Amiri Baraka por sus puntos de
vista y su política sexista. ¿Cree que, como resultado de la creciente oposición crítica suya
y de otros, se está produciendo un cambio entre los hombres de la comunidad negra?
Sin duda creo que estamos asistiendo a grandes cambios entre los hombres negros. Pero
creo que un gran problema es que no se ve a los homosexuales negros --estoy pensando
especialmente en Essex Hemphill, Joseph Bean y Marlon Riggs--, que han estado al frente
de la crítica del sexismo, como líderes de nuestra comunidad, como debería ser. Cuando
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Marlon Riggs realizó la película Tongues Untied (‘Lenguas desatadas’), donde habla del
silencio en la construcción de la identidad de la masculinidad negra (continuamente se
repite la frase "el silencio es mi pistola, el silencio es mi escudo"), no sólo está hablando de
los homosexuales que utilizan el silencio. Cuando observamos a los hombres negros, en
general, en sus relaciones íntimas y personales, nos damos cuenta de que su incapacidad
para comunicar los sentimientos y emociones hacia las personas que les importan es un
problema. No se me ocurre nada que haya hecho un hombre negro que intente hablar de la
necesidad de atravesar el muro de silencio y del abanico de cuestiones que afecta a sus
vidas de manera tan profunda como Marlon en Tongues Untied. Y sin embargo, aunque se
ha emitido en PBS, la mayoría de los hombres negros piensan "homosexual", y no miran
más allá. Resulta trágico porque los homosexuales tienen mucho que ofrecer.
Por lo que respecta a nuestra posición en los 90, ¿es usted optimista? ¿Ve en el horizonte
la semilla de una regeneración futura del radicalismo político negro?
Usted es también una crítica cultural. Ahora mismo hay muchas películas de negros ¿cree
que esas películas están tratando los problemas actuales de los negros?
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Mucha gente negra me dijo, por ejemplo, "Oh, tienes que ver Sankofa" la película de Haile
Gerima. Fui a verla y pensé, este guión sobre la esclavitud viene directamente de Lo que el
viento se llevó. Hay momentos en los que se afirma la autodeterminación de los negros,
pero resulta tan sentimental cuando trata las cuestiones de género. Tenemos a esa
sacrificada madre negra que, si en realidad tuviera una conciencia revolucionaria no iría
detrás de su hijo retrogrado mulato que se odia a sí mismo de la manera que lo hace esa
mujer. Es triste que esta sea nuestra visión de una película que empieza a tratar nuestros
problemas porque, otra vez, lo hace de manera totalmente banal.
Creo que es mucho mejor discutir lo útiles que puedan resultar estas narrativas sobre la
esclavitud en una cultura en la que la gente desconoce su historia real. Estoy mucho más
interesada en que los estudiantes lean y conozcan los discursos y los textos de Malcolm X,
la persona, que en que vayan a ver esa versión amañada y colonizada de Spike Lee. Hasta
que la gente no haya estudiado las enseñanzas concretas de Malcolm X o Martin Luther
King me parece peligroso que la ficción se convierta en el primer paso de aprendizaje.
Supongo que el nacionalismo todavía tiene un ascendiente muy fuerte sobre nosotros…
Efectivamente. Creo que ahora mismo el nacionalismo es una visión del mundo no
progresista. Creo que el nacionalismo es diferente de la autodeterminación de los negros
porque evidentemente cualquier visión de esta autodeterminación que esté anclada en el
análisis de clase y en la crítica del sexismo nos une a la lucha global por la liberación de
toda la gente oprimida, y no sólo de la gente negra.
Creo que el nacionalismo ha socavado la lucha revolucionaria de los negros. No es
accidental que a Martin Luther King o a Malcolm X los destruyeran en el momento de su
carrera en el que habían comenzado a criticar el nacionalismo como plataforma de
organización y en el que, de hecho, habían reemplazado el nacionalismo por la crítica del
imperialismo; lo que nos une a las luchas de liberación de mucha otra gente en el mundo. Si
no tenemos ese tipo de perspectiva global sobre nuestra realidad social, nunca seremos
capaces de reinventar un movimiento revolucionario para la autodeterminación negra que
no sea exclusivo y que no asuma algún tipo de nacionalidad patriarcal. Muchas de las
naciones africanas han fracasado precisamente porque carecían de una visión funcional del
cambio social y no porque no tuvieran una nación. Por tanto, los americanos negros tienen
que ser muy cautos al abrazar la noción de una nación como un lugar de redención. El lugar
de redención reside en nuestra política radical y en las estrategias que desarrollemos para
llevar a cabo esa política, no en la formación de una nación.