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y vigencia
El Derecho Romano es el nombre que damos al conjunto de normas que
rigieron la vida de la Antigua Roma durante los catorce siglos que el Imperio se
mantuvo en pie. En este post analizamos en qué consiste el Derecho Romano,
contando brevemente su historia y fundamentos, para entender la importancia
que tiene hoy en día.
En la actualidad, entendemos por Derecho Romano el ordenamiento jurídico
que reguló las actividades de los ciudadanos del Imperio, desde su fundación —
en el año 753 a. C.— hasta su caída en el siglo V d.C., siendo un cuerpo legal
vivo que se adaptó para cubrir las necesidades sociales de cada momento
histórico.
El compendio de normas de la Antigua Roma siguió vigente hasta la caída del
Imperio bizantino, en el año 1453, pero sus fundamentos se han mantenido vivos
a lo largo de los últimos siglos. Primero, a través de su inclusión en los textos
jurídicos germánicos y, después, como parte del ius commune y de los diversos
derechos nacionales, sirviendo de base no solo para el desarrollo de la
legislación civil de gran parte de Europa y de toda América Latina, sino también
para el desarrollo de múltiples instituciones y principios de derecho público
como la separación de poderes, la regulación de los bienes públicos, crímenes,
la organización administrativa, la materia urbanística o el sistema impositivo,
entre otros.
– Derecho público, que era la parte del ordenamiento jurídico que regulaba la
acción del Estado en áreas del interés general y velaba por su relación con el
ciudadano u otras comunidades independientes.
– Derecho privado, que era la esfera jurídica que regulaba las relaciones entre
los ciudadanos y sus intereses particulares.
El foro de Augusto se erigió como espacio para procedimientos legales en la Antigua Roma.
Sin embargo, una de las diferencias con la concepción actual del Derecho, es
que en el antiguo ordenamiento romano no todo ser humano era sujeto de
derechos y, por tanto, no reconocía derechos a toda la sociedad, dejando fuera a
los esclavos, que eran considerados cosas. Por su parte, se concedió a los
latinos una especie de semiciudadanía, pudiendo algunos de ellos llegar a
convertirse en ciudadanos romanos. En cambio, los derechos del resto de
extranjeros o peregrinos, dependían del tratado que su comunidad hubiera
firmado con Roma. Se concedió a algunos la posibilidad de realizar actos
jurídicos válidos regulados por el derecho de gentes. Pero se podía dar muerte
a los que se rendían sin condiciones.
Asimismo, no todos los ciudadanos romanos tuvieron los mismos derechos
sufriendo algunas importantes limitaciones por razón de sexo, condición social,
profesión o religión, entre otras causas. Por ejemplo, las mujeres no pudieron
formar parte del ejército o de las asambleas, careciendo de derechos políticos y
para actuar en el tráfico jurídico necesitaron durante muchos siglos la
asistencia de un tutor.