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paisajes, cultura e identidad

Claudio Bertonatti - Parque Nacional Los Cardones, Salta

22 Vida Silvestre ∙ 112 | Fundación Vida Silvestre Argentina


El canto a
la tierra…
¿arrasada?

Al igual que los paisajes originales, las expresiones culturales


tradicionales se van transformando, acompañando los pulsos de
deterioro. Cuando los ecosistemas se desdibujan nuestra identidad se
ve amenazada.

Por Claudio Bertonatti

julio · septiembre | 2010 23


Gentileza Fundación Ayahualpa Yupanqui

Cuando leemos los libros y escuchamos la disco- cies y fragmentado en parches o “islas” disconti-
grafía de Atahualpa Yupanqui (1908-1992) queda nuas separadas por campos agropecuarios, áreas
en evidencia su apasionado talento para escribir desmontadas, poblados y otros ambientes antropi-
poesías y lograr que su guitarra revele emociones, zados o recreados por el hombre. Dicho de otro mo-
vivencias, conocimientos, rasgos o ritmos del paisa- do, queda menos naturaleza.
je argentino.
Del mismo modo que los paisajes silvestres
Pero ese paisaje no permanece estático e se reducen en superficie y calidad, también,
inmutable a lo largo del tiempo. Desde que las raíces del folklore.
nació Yupanqui hasta hoy fue sufriendo un
Porque ese conocimiento popular tan diversificado
proceso de cambios forzados por la acción
(en mitos, leyendas, creencias, costumbres, topóni-
humana, con un deterioro elocuente de los
mos, indumentaria, gastronomía, artesanía, litera-
ecosistemas silvestres.
tura y música, por mencionar algunas de sus ramas)
No caben dudas que se han desdibujado, reducido se erosiona y va perdiendo fertilidad para que ger-
en superficie, empobrecido en su elenco de espe- minen expresiones artísticas auténticas, con anclaje

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ancestral. Esto es fácil de percibir cuando uno sale a esa montaña cuyana lleva ese nombre raro
recorrer campo adentro. de pronunciar…
Hablar hoy de Coquena o Llastay (los seres Y para rematar, cuando nos detenemos a escuchar
sobrenaturales protectores de la fauna en las últimas composiciones musicales de los repre-
el noroeste argentino) parece cosa de an- sentantes más difundidos de nuestro folklore actual
cianos amenazados de extinción. Preguntar comprobaremos que no escapan a este desconoci-
a un joven patagónico cuál es el nombre de miento o alejamiento de la naturaleza. Tiene expli-
un puñado de pájaros silvestres de su en- cación lógica.
torno suena más a un acertijo o adivinanza
Un artista se inspira en su entorno y si ese
que a una demostración de conocimientos.
entorno silvestre se modifica por otro más
Indagar a una chica del litoral sobre el uso
doméstico y urbano, desaparecen de esce-
medicinal de un “yuyo” probablemente pro-
na –poco a poco– las singularidades que lo
vocará extrañeza por nuestra curiosidad
distinguían.
“primitiva”. Y mejor no preguntar por qué
Gastón, el niño "bombisto"

Algarrobo

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El poeta que antes salía a caminar y se topaba con a lo histórico, como la que supo narrar los días del
un algarrobal, hoy lo hace con un algodonal y quien General Lavalle (Ernesto Sábato y Eduardo Falú), el
salía a contemplar los pastizales pampeanos con ve- Manco Paz (Carlos Di Fulvio), El Chacho Peñaloza
nados y ñandúes hoy observa un horizonte tapizado (Jorge Cafrune), Güemes (Hernán Figueroa Reyes),
de soja. Entonces, ¿con qué podrá inspirarse? Y, ¿a Rosas (Los Federales) o Sarmiento (Osvaldo Iriba-
qué pretendemos que le cante? rren y Carlos Garcés).

El artista que no salga a buscar la naturale- Ante este panorama, las zambas, chacareras, ba-
za difícilmente la encontrará. gualas o milongas que le canten a lo más tradicional
de nuestro paisaje se van transformando en piezas
Y si no la encuentra, la sustituye por su “universo”
museológicas o de colección. Lo mismo sucede con
más inmediato, el rural (ya globalizado) o el urba-
danzas tradicionales con nombres elocuentes, como
no, que –convengamos– es muy parecido en todo el
“La Calandria” y “El Colibrí”. Mientras tanto, emer-
mundo. Está claro: existe una autopista que puede
gen los artistas más consagrados con canciones
conducirnos velozmente a la pérdida de identidad,
cuyas letras –si fueran leídas– podrían ser acom-
porque –en definitiva– la “personalidad” de una na-
pañadas por música de bolero, negro espiritual u
ción se nutre de dos grandes ingredientes: el cono-
otra cualquiera, porque no se identifican rasgos
cimiento de su pasado y el de su paisaje original. Y
propios o exclusivos de lo argentino. Este fenómeno
el deterioro ambiental se potencia con la fragilidad
es mundial y se replica en otros campos del folklore,
de nuestra memoria.
como sucede con dramatismo en la artesanía, de
Esto queda en evidencia ante el descuido o aban- la cual nos ocupamos en otro artículo tiempo atrás
dono de aquella línea del folklore musical dedicada (ver Vida Silvestre Nº 98).
Algorrobo

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Don Juan Quiroga, ceremonia de alfereces en Molinos, Salta

Volviendo a Yupanqui, tengamos presente que él no loma”, “Sin caballo y en Montiel”, “Sacha puma”,
se propuso cantarle específicamente a la naturale- “Zamba del grillo”, “Danza de la paloma enamora-
za: lo hizo de modo instintivo. Era natural hacerlo, da”, “Lindo Cerro Colorado”, “Vidala del cardón”,
porque se trataba de lo que rodeaba su mirada y le “Adiós, quebrachito blanco”, “La colorada”, “No me
inspiraba pensamientos y emociones. Fue un obser- dejes partir viejo algarrobo” o “Córdoba Norte” (por
vador tan agudo que vislumbró el riesgo que hoy citar algunos ejemplos) percibiremos lo nutrido que
denunciamos: “Yo aspiro a ser un tradicionalista. está su canto del paisaje argentino. Y cuando nos
Pienso que de acuerdo al ritmo que llevan estos topamos con canciones sobre letras que no eran su-
tiempos, a la marcha de los relojes de esta época, yas, como las del inmortal uruguayo Romildo Risso,
de acuerdo a como se compone lo que se llama el podremos apreciar la profundidad del conocimiento
´nuevo folklore´, la ´nueva canción argentina´, el natural aplicado en sus analogías entre las perso-
´nuevo texto´, las ´canciones del mañana´, eso que nas y las plantas o animales, como sucede ante “El
uno ve con gran profusión y difusión, dentro de cin- Aromo” y la “Canción de los horneros”. Él lo expresó
cuenta años ningún niño argentino va a saber cómo claramente: “lo que cuenta es fijar un acontecimien-
era la Zamba de Vargas. Va a haber una confusión to del alma o de la tierra y, si es posible, con belle-
tan grande de ritmo, de manera de decir, de acen- za. Si eso es poesía, muchas gracias, es poesía”.
tuar, de afirmar el acento rítmico, el juego musical,
Por todo esto, hoy no podemos menos que sentir
guitarrístico o pianístico, ese bote va a navegar de
cierta perplejidad cuando escuchamos su voz y sus
tal manera para cruzar rápido el río, que ya nadie se
versos grabados:
va a acordar cómo era hacerlo dulcemente sobre la
antigua corriente; el río que pasa”. Agua le di a un garabato
que se estaba por secar.
Si releemos su cancionero (www.atahualpayupan-
y me ha pagado con flores
qui.org.ar) o lo escuchamos en “Cardoncito de la
que alegran mi soledad.

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Pero, ¿qué es un garabato para la mayoría de los ar- Cuando nos anoticiamos sobre la desaparición fí-
gentinos? Seguramente, para casi todos, hoy repre- sica de Marcelo Berbel en Neuquén, de Suma Paz
senta más un mamarracho sobre un papel que ese en Buenos Aires o de Sixto Palavecino en Santiago
modesto y espinudo arbolito típico del centro del del Estero el vacío es grande, porque no hay una
país al que Don Atahualpa hace referencia. ¿Cómo clara “segunda línea” que pase al frente a cantarle
podemos interpretar, entonces, el talento de un ar- a nuestra tierra con el mismo nivel de conocimiento
tista si no conocemos el paisaje o las especies a las y de compromiso geográfico. Pero al igual que su-
que dedica su canto? Y si los artistas dejan de can- cede con los desafíos ambientales esta no es una
tarles (porque ya no las reconocen) las nuevas zam- causa perdida. Los artistas todavía están a tiempo
bas podrán dedicar versos al fast food, el colectivo, de volver a mirar todo esto, a redescubrirlo, a reva-
el cajero automático, el acuario o el supermercado lorarlo y volver a cantarle. Mientras tanto, podemos
chino. Y –sin fundamentalismos– hasta podríamos asumir dos gratas tareas: escuchar los históricos
aceptarlo, pero si estos no sustituyen los demás referentes folklóricos y salir a caminar por el paisaje
temas que acompañaron tradicionalmente las ex- mejor conservado. Confiemos en que la inspiración
presiones folklóricas más auténticas hasta no hace natural volverá sin lugar a dudas para cantarle a la
tanto tiempo. tierra viva.

C. Bertonatti · Quebrada de las conchas, Salta

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