Una señora, aparentemente mayor y cansada, comienza a escribir una serie de
cartas dedicadas a su nieta, con la que no ha tenido una muy buena relación en los últimos años. En su primera carta (16 de noviembre) recuerda el momento en que, ambas, fueron a acoger a su perrito, Buck. Lamenta, asimismo, los malos entendidos que ha tenido con ella y el tiempo que han podido perder. Ahora, enferma (parece una enfermedad terminal), la señora no quiere avisar a su nieta de su estado de salud dado que se encuentra en Estados Unidos y no quiere interrumpir su vida allá para que regrese a cuidarla.
Capítulo 2
La señora hace mención de la falta de sueño y de sueños que tiene debido a la
edad. A propósito de ello, hace una comparación con los animales, que dependiendo del tipo que sean (presa o cazador) tienen una visión y sueños determinados. A partir de entonces, hace un breve recorrido por el momento en el que su nieta comienza a cambiar su carácter templado y tranquilo por uno más arisco y defensivo, motivo por el que comienzan a separarse. Es en este trance en el que su nieta se empeña en salir del país para acudir a otro, en donde podrá aprender cosas nuevas y emprender otra vida. Pronto surge la idea de escapar a América, y en el momento en el que la expone, hay una fuerte discusión entre ellas. Por último, la abuela hace mención del sufrimiento que ha debido arrastrar consigo desde que su hija, madre de su nieta, falleció, acontecimientos que no siente directamente esta porque era muy pequeña cuando todo sucedió.
Capítulo 3
Es el tercer día en el que la abuela escribe en su diario, principalmente para
rememorar momentos pasados, relacionados con su infancia y adolescencia. Cuenta que, de pequeña, dadas las costumbres de la época, no recibió apenas cariño de su padre y de su madre. El único compañero que recuerda con cariño es su perrito, Argo, cuya muerte, acontecida cuando ella tenía 6 años, hizo que madurara y se convirtiera en una persona adulta. Rememora, asimismo, el momento en el que quiso estudiar arqueología en la Universidad de Roma y no le fue permitido por culpa de su padre, quien afirmaba que estudiar en el liceo clásico no le serviría para nada. Por último, recordando la figura de su madre, se compadece de ella y del carácter que le demostró, pues en su juventud también debió afrontar muchas dificultades, además de las que ya de por sí estaban relacionadas con el simple hecho de haber nacido siendo mujer.