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Escuchar a Dios para hacer su voluntad

Sería esta afirmación uno de los frutos del trabajo de reflexión teológica de Karl Rahner,
pero para llegar a ello se debe tener claro el camino recorrido por este teólogo del S XX.
Hay que partir que cada interpretación o reflexión sobre las grandes preguntas que la
humanidad se hace sobre si misma y las respuestas que se da, nacen en un contexto
específico, que, en el caso de Ranher, estará marcado por el desarrollo de la reflexión
filosófica que trae la modernidad con representantes como Kant, Hegel, Marx, Heidegger
y Hursel, entre otros. Ellos ahondan en la reflexión y compresión del hombre como sujeto
y objeto del quehacer filosófico, su relación con la naturaleza, la primacía de la razón, y la
ruptura con la religión y la fe, como reacción y en contraposición al teocentrismo y las
respuestas formuladas desde la fe, que habían marcado durante mucho tiempo la vida de
la humanidad.
Ranher también se enfrenta a un contexto de estancamiento de la iglesia, que ha vivido
los concilios de Letrán, Vaticano I y la reforma protestante, con una declaratoria de lucha
contra el modernismo, lo que lleva a la Iglesia a no reconocer el pluralismo ideológico y la
diversidad cultural que no puede asumirse con respuestas prefabricas desde la fe, como
pasó en la edad media, y de espaldas a la realidad que vive el hombre y los
pueblos[CITATION Bae \p 2 \l 3082 ]. Ranher, no esta ajeno al momento que le
corresponde vivir y el siendo parte de la iglesia, busca poner en sintonía a la iglesia y su
reflexión teológica con la modernidad y el aporte de la reflexión filosófica (Ibid., 3). Para
nuestro caso el contexto en que hoy hacemos teología habría que tenerse en cuenta una
sociedad y humanidad marcada por el posmodernismo, el capitalismo neoliberal, la
sociedad líquida, la tecnología y lo virtual, la influencia de los medios de comunicación, y
una crisis de agotamiento planetario y de colapso de la casa común y una humanidad en
medio de una pandemia y cuarentena mundial[ CITATION Aga20 \l 3082 ], y por parte de
la Iglesia una mayor pluralidad y diversidad religiosa, una ateísmo creciente y una fuerte
disminución de las vocaciones e integrantes de la iglesia y los escándalos de la misma que
la ponen en entredicho para afectar a la humanidad en su búsqueda de sentido; por lo
que podemos preguntarnos con Ranher como creyentes, como sujetos de reflexión,
teólogos y predicadores: ¿estamos haciendo silencio y escuchando la voz de Dios para
hacer su voluntad como nos lo ha enseñado Jesús?
El camino de Rahner parte de establecer una relación nueva del creyente frente a los
contenidos de la fe revelada (Baena, s.f.,4) y como establece Vorgrimler citado por Baena,
las preguntas que animaron esta reflexión fueron: ¿Por qué el hombre puede oír a Dios?
¿Cómo se realiza dicha recepción de una revelación de Dios? ¿Y cómo, además, de tal
modo que quien escucha puede salir fiador, puede comunicar a otros su testimonio digno
de fe? (Ibid., 5). Ranher, desplegara su propuesta en el contexto de una racionalidad fruto
de la ilustración y movimientos como el idealismo y la nouvelle théologie.

El trabajo de Ranher es denominado y reconocido como el método trascendental


antropológico, el primer aspecto a considerar es que partiendo del principio filosófico que
establece que el sujeto es autónomo y se ve a sí mismo como punto de referencia
permanente, original y terminal, cerrándose a la experiencia trascendental, Ranher
establecerá que este principio tiene un profundo sentido cristiano pues el hombre no es
un elemento más en un cosmos de cosas sino el sujeto de cuya libertad depende el
destino de toda realidad, de lo contrario la historia de la salvación o de la no salvación no
tendría relevancia mundana, así que para la teología y la revelación, no se puede
prescindir de la autocompresión humana (Baena, s.f.,7).

El segundo aspecto es el concepto de “trascendente”, que Kant lo introduce como el


factor subjetivo que es algo que ya esta en el hombre desde siempre siendo lo a priori del
conocimiento humano que supera el mero conocimiento de la realidad, a esta dimensión
horizontal que propone Kant y en la que esta de acuerdo Ranher, el incluye una dimensión
vertical, que consiste en considerar dentro de las condiciones de posibilidad del
conocimiento el ser en general, que en última instancia sería el ser absoluto, DIOS,(Baena,
7), que se vuelve condición de posibilidad a priori de todo objeto de experiencia humana y
hace que el sujeto sea a la vez una subjetividad apriorística trascendental, lo que da una
unidad e identidad de estructura del sujeto. Para ello el sujeto cognoscente tiene
posibilidad de un conocimiento metafísico de Dios y debe darse por una experiencia que
se da a la par con el conocimiento de toda experiencia fenoménica y mundana , esto es lo
que Ranher llamará experiencia trascendental, siempre yendo más allá de los objetos y de
las categorías que ha construido la filosofía. El sujeto es entonces cuestionado no solo por
las condiciones históricas que son cambiantes, sino sobre las estructuras inamovibles que
hacen posible que el pueda conocer esta realidad que incluye a Dios de manera a priori.
(Ibid., s.f.8)

En el tercer aspecto del método de Rhaner es considerar la influencia de Heidegger, que lo


llevara a reflexionar y profundizar la pregunta que se hace Heidegger en cuanto a la
pregunta de “cómo interpretar al hombre que pregunta por el ser”, que parte de la
reflexión sobre la realidad del hombre concreto desde su propia experiencia, y en donde
“el sujeto que pregunta no aborda de frente el objeto de su pregunta, no sale, por así
decir, de sí al encuentro del objeto, sino que se repliega en sí y examina en sí mismo, como
sujeto, cuáles son las condiciones que le permiten hacer suyo este objeto”(ibid.,s.f.12),
donde el “ser” no es un objeto entre otros, al lado de otros, pues este ser preexiste y
subyace a priori, volviéndose el sujeto sobre si mismo y esto es en esencia un
procedimiento trascendental. Planteará Ranher que “El condicionamiento recíproco y la
relación de dependencia mutua, entre el sujeto que conoce y el objeto conocido, a la vez
como conocido y cognoscible, constituyen la materia de un planteamiento trascendental”
(Ibid., s.f.,14); para concluir que
lo trascendental aplicado a la dimensión vertical rebasa toda experiencia categorial, todo
lo empírico y dice: referencia al ser absoluto, Dios. La subjetividad apriorístico-
trascendental es la apertura del hombre a Dios mismo, es decir en todo conocimiento se
experimenta concomitantemente el ser absoluto.

El cuarto aspecto es el procediemiento del método amtropologico tracendental que parte


del hombre mismo, no desde el amabito filsoosfico como logos, sino como
autocomprension del hombre en su situación concreta y presente, produot de unanalisis
de las estrucutras apriorisitcas percibidas en su autoexperieca como ser cognoscente. El
hombre no viene al mundo con ideas o conceptos innatos, sino que todo porcede del
mundo experiemntal donde se halla inmerso, reconociendo a saber expericias a prior y
aposterior, que diferencia entre lo categorial y lo trascendental. Lo categorial será para
Ranher la realidad concreta, empírica, espacio temporal del hombre, el mundo del dia a
dia que constitutiran el saber, conocimiento y experiencia a posteriori. En cambio lo
trascendental es una estructura a priori, no adquirida, dada de antemano, es la
posibilidad de su saber y su actuar y del ser del hombre que se experimenta
concomitantemente en toda experiencia a posteriori siendo experiencia trascendental y
que por esta estructura trascendetal aapriori se pude tener acceso a la conciencia
humana. Esto le permite a Ranher encuentra momentos, lugares privilegiados,
experiencias concretas para asumir como dato de conciencia las experiencias
trascendentales, que son un hecho concreto, son consabidas o coexperimentadas en
nuestros actos de concoer y de actuar libres, nos experimentamos a nsostros mismos
como conocedeotes de tales experiencias, aunque no con una conciencia explicita, ni
tematizada ni refleja.

El quinto aspecto es que el método busca profunidzar en el estudio de estas experiencia


trascendental que ya están en el hombre, para ir de un sbaer implícito, toda via no
compcetual , ni temático no reflejo a un sbaer conceptal, temático y reflejo de esa misam
experiencia trascendentan, paa ello lo esencial será la manera detrerminada de interrogar
para que el hombre se experimente a si mismo como se experienta y es en realidad y
deterianr la condición de posibilidad del conocer y el actuar hmano para transportaarlo a
la conciencia explicita para refelxionalro , tematizarlo y reprsentarlo ya conceptualmetne.
El método trascendental antropológico que presenta dos momentos extremos; el primero
que es el momento reductivo que consiste en aclarar los datos de la conciencia a partir de
aquello que se ha presentado inmediatamente, indicando sus implicaciones
trascendentales a priori, los presupuestos anteriores al acto de conocer, es lo categorial. El
segundo momento es el de la deducción que se refiere a buscar y obtener el contenido
previo, no temático que acompaña al acto de conocer y ahora debe preguntar : ¿Tales
conceptos objetales y representativos reproducen adecuadamente y en forma suficiente
esa trascendentalidad del hombre experimentada? Esta tematizacaion y representación
conceptual no alcanzan a abarcar al hombre como es y como se experimenta en su doble
realidad experimentada, categorial a posteriori y la trascendental a priori. Las experecias
trascendetales son inevitables en el hombre sencucaillamente oruqe constitueyen su
estrucutrua fundamental

FinalTiene como fundamento la palabra, con una dinámica de escucha, q parte de las
experiacncias a priori todo esta ya presente en nosotros de manera periva y leugo de
saber refleionar indigar se da el movimiento a posterior, perco cada expereinci es única
cada sujeto y cada comunidad debe vivirlo como lo hicieron las prieras comundiades

Estamos en una encrucijada … el mundo el hombre la sociedad la naturaleza ,los estamos


llevando al limite y l apandemia deja eviendete que el hombre o las sociedad y hasta la
mism a iglesia no estamso echuchando nos ni a nosotros sin a la nautraleza ni al humanida
dexcluyentes y pobre y otros han tomaod el lugar el kugar de DIOS, jESUS
Si como comunidad alcaramos el método de rANHER.. DE ESTARIAMOS MAS CERDCE ADEL
REINO DE DIOS como lo planea pagola …

“¿Es consciente el cristiano y el teólogo de que todo nuestro saber sobre Dios está
penetrado por un profundo no saber sobre Dios y que por eso nuestro hablar sobre Él
debe estar acompañado o determinado por un fundamental escuchar y callar?”.

La voz de Dios

William Ospina

El Espectador, 5 de abril de 2020

En una escena de la reciente película Los dos papas, Ratzinger confiesa que a lo largo de
toda su vida oyó la voz de Dios y sintió su presencia, pero que bastó que lo eligieran papa
y ya no la escuchó más. Creo que es algo que pueden sentir los pontífices de todas las
religiones, que es más fácil escuchar a Dios cuando se lo busca que cuando se tiene la
obligación de haberlo encontrado. “Dios está cerca”, escribió Hölderlin, “pero es difícil
asirlo”.

Me llegan estas reflexiones porque en este extraño momento de silencio planetario tengo
la sensación de que por primera vez en mucho tiempo estamos oyendo a Dios, sentimos
que está cerca, pero nos cuesta trabajo entender lo que dice. Y no podemos decir que se
llama Vishnu, o Alá, o Buda, o Cristo, o la Pachamama de los Andes, porque o no sabemos
su nombre o “todo nombre puede convenirle”.

Ahora que en el mundo entero estamos dedicados a sumar contagiados y muertos,


podríamos pensar que es el dios de las destrucciones, la terrible divinidad de la muerte
que en las mitologías del Indostán es Khali, que lleva un collar de cráneos en su cuello, o
Shiva, que todo lo aniquila para que todo resurja de nuevo, y que por lo tanto no solo es el
dios de la muerte sino de la renovación del mundo.

Pero, como estamos descubriendo las virtudes de la modestia, de la privación, de la


meditación, también podría ser Buda, o el sentido de la divinidad que Buda propuso, que
nos enseña la austeridad, que señala la vanidad de nuestros derroches, que nos invita a la
serenidad, a la sencillez, al desdén por las frivolidades del mundo, que nos muestra la
obscenidad de la opulencia insensible.

O ya que estamos aprendiendo que la realidad es poderosa e implacable, también podría


ser Alá, el de los cien nombres, quien como dijo Chesterton lleva a sus hijos a poner el
sello de Salomón en todas las cosas bajo el sol, “de sabiduría y de pena y de sufrimiento
de lo consumado”.
Y ya que somos testigos cada día de grandes hazañas de abnegación, de solidaridad y de
ternura humana, también podría ser Cristo, que nos recuerda que sin amor a nuestros
semejantes no somos nada, que debería bastarnos “el pan de cada día”, que nada da
tanta paz como el perdón y que haber ganado el mundo era poca cosa si por el camino
perdíamos el alma.

De repente no oímos ya la voz de los líderes, los políticos a duras penas logran
administrar, pero no consiguen orientar, los sistemas dudan, las verdades vacilan, la
ciencia está desconcertada, al punto de que ni siquiera sabemos si fue ella la que
engendró el peligro, y no parece que nos estuvieran salvando ni las iglesias, ni los
laboratorios, ni la academia que hasta ayer lo sabía todo, ni los expertos, ni los algoritmos,
ni los ordenadores cuánticos.

Hay como un viento de palabras confusas. Una que habla de muerte y de ausencia. Otra
que habla del peligro del hambre y la desesperación. Otra que habla de grandes e
increíbles derrumbamientos. Otra que hace soplar vientos de guerra. Y otra, la más
poderosa de todas, que parece anunciar un tiempo nuevo.

De repente la amenaza mayor, la pandemia que hace colapsar los hospitales de Italia y de
España y que asciende amenazante sobre los Estados, a pesar de sus cifras parece un mal
menor, comparado con el riesgo de un inmenso estallido social, no solo en los países
pobres, sino incluso en las más poderosas naciones del mundo. Y esa bomba social parece
apenas la advertencia de un colapso económico impredecible. Y todavía los jerarcas, que
solo saben de codicia y de cálculo, tienen hígados para proponer conflagraciones.

Alguien dice entonces que por frenar el contagio de un virus menos mortífero que otros
que han castigado a la especie, podría ser la alarma de las redes sociales lo que
desencadene ese efecto dominó que amenaza la economía del mundo, y pone en peligro
gobiernos y sistemas políticos. Parece increíble que en tres meses hayan podido ocurrir
tantas cosas y que la especie entera parezca estar oyendo algo tremendo y paralizante.

Son muchos los que piensan que es el ser humano el que ha creado a Dios, pero puede ser
más exacto decir que lo ha descubierto, como se descubre una estrella. Dios, dijo Kant, no
es asunto de la filosofía o de la ciencia, sino de la moral y del arte. Quizás es el nombre
que le damos a la naturaleza y al asombroso orden que la rige.

Podría ser que lo que está ocurriendo no sea simplemente la histeria de una época,
amplificada por las redes, sino algo más hondo, algo para lo cual el virus no es más que un
detonante, algo que se gestaba hace mucho y que de repente se ha puesto en acción con
un poder, una elocuencia y una eficacia insospechables.

Quién sabe si la clave no la tiene esa persona desconocida que escribió en una pared del
metro de Hong-Kong: “No queremos volver a la normalidad: la normalidad era el
problema”. Y a lo mejor no es el pánico ciego de la especie, sino su instinto de
supervivencia. Y acaso solo a esto podemos llamar Dios, a esa reacción casi inconsciente, a
ese sentimiento creciente de que no podíamos seguir como veníamos.

Que algo tiene que cambiar. Todo un mundo no se detiene abruptamente por razones
triviales, sino porque una voz muy profunda, “más fuerte que la embriaguez y más vasta
que la música”, como decía Rimbaud, nos está hablando desde el corazón de la especie,
desde el manantial de las civilizaciones.

Íbamos rumbo a la extinción: ya empezábamos a vivir el colapso, la mitad de las especies


vivientes han desaparecido, los glaciares se están deshaciendo, el apocalipsis de las abejas
es un hecho, los incendios del Amazonas nos estaban hablando, el humo y las cenizas de
Australia llegaban hasta Chile. Y de repente una alarma lo ha detenido todo. La inercia del
modelo nos dice que detenernos es correr el riesgo de un colapso, pero algo nos está
diciendo también que cambiar es necesario, y que ese cambio tiene que incluirnos y
cobijarnos a todos.

Solo en ese profundo instinto de supervivencia que hoy nos tiene pensando, y temiendo,
pero también imaginando y soñando, solo en eso podríamos sentir que está resonando en
nosotros la voz de Dios.

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