Es posible que a lo largo de nuestra vida en algún momento hayamos reconocido a
alguien o a nosotros mismos, como una persona despistada, olvidadiza, o por el contrario, con una buena capacidad para recordar nombres, eventos, personas o momentos, e incluso quizá habremos visto o participado en algunos concursos en donde se premia la capacidad de recordar sucesos históricos o capitales del mundo, llamando al ganador(a) como una persona con una excelente memoria e incluso, bastante inteligente; dos conceptos que si bien están ligados es necesario entenderlos en sus diferencias. Para la psicología ha sido útil pensar el proceso de la memoria como una serie de pasos en los cuales procesamos la información, de manera similar a la forma en que una computadora almacena y recupera datos, tomando quizá algunos términos “tecnológicos” para poder entender conceptos tales como codificación, almacenamiento y recuperación, comparándolo con computadoras; con la gran diferencia que la memoria humana no es estandarizada, es decir, no es como un computador fabricado aquí o en la china, pues este proceso psicológico así como los otros, está profundamente influenciado por factores sociales, emocionales y biológicos. La memoria tiene una primera instancia en la cual es necesario un registro sensorial y un cierto grado de atención y conciencia, de hecho, las bases biológicas de la memoria tienen relación con áreas del encéfalo que se especializan en almacenar recuerdos. Desde la neurociencia se han avanzado en investigaciones que nombran la localización de los recuerdos a corto plazo en la corteza prefrontal y lóbulo temporal; mientras que la memoria semántica de largo plazo parece localizarse sobre todo en los lóbulos frontales y temporales, que de hecho estas áreas están en relación con la conciencia. (Charles Morris, 2009). En el resumen integrador pasado nombraba a propósito del proceso de sensación, la importancia que esta tiene en la construcción personal; y quiero volver a traer a colación este tema pues los registros sensoriales juegan un rol importante en el momento en que se instalan como memorias corporales. En mis estudios posteriores al pregrado en psicología, vinculado también con mi pasión por la danza y el movimiento, me adentré en estudios del campo psico corporal, encontrando aquí una postura en la que me acojo, en la que se nombra al cuerpo como el lugar en donde se albergan todo tipo de memorias, y que el trabajo sobre él aflorará o ayudará al procesamiento de aquellas vinculadas a posibles episodios traumáticos o emociones no procesadas. En el libro “El cuerpo lleva la cuenta” (Kolk, 2015), nombran la importancia del trabajo desde el cuerpo cuando una persona ha transitado un evento traumático, pues las sensaciones aplastantes producto de esa memoria que queda instalada tanto en lo racional como en lo corporal, se puede manifestar en una posible sensación de opresión en el pecho que podemos etiquetar como ansiedad o depresión; el miedo a perder el control, estar siempre en alerta ante el peligro o el rechazo, el odio hacia uno mismo, las pesadillas y los flashbacks; teniendo repercusiones por ejemplo en la concentración, atención y memoria, e incluso generando incapacidad de abrir por completo el corazón a otro ser humano. Por otro lado, quiero nombrar que es importante el rescate de este tipo de memorias corporales, ya que por más dolorosas que sean, la adecuada elaboración y procesamiento permiten que no queden congeladas, y más bien que exista la posibilidad de actuar de una forma distinta al acudir a estas, pues sólo el hecho de narrar una historia sobre el acontecimiento no garantiza que los recuerdos traumáticos o dolorosos lleguen a su fin, creo que el cuerpo debe acompañar este proceso a través de la expresión de las emociones que quedaron instaladas y estancadas también. Incluso, esto aplica también a nuestro contexto colombiano y la importancia del ejercicio de recuperar la memoria histórica para que se haga una reparación de los hechos y que al mismo tiempo haya garantía de no repetición. Posterior al registro sensorial y a la atención, la memoria podrá tener dos formas de almacenamiento, una que será a corto plazo y otra que será a largo plazo. La memoria a corto plazo es la memoria de trabajo, en donde se genera un almacenamiento breve y procesamiento selectivo de la información. Por el contrario, la memoria a largo plazo es parte de la memoria más o menos permanente y corresponde a todo eso que “sabemos”. En relación a la memoria también es importante nombrar que los recuerdos se almacenan “alterados” dependiendo del estado emocional de la persona. Pensemos un momento en una canción que nos traiga malos recuerdos, seguramente no nos guste esta canción porque está vinculada a episodios dolorosos, mientras que para otra persona la misma canción puede ser un himno de alegría; así, el papel de la emoción será determinante en la construcción de un recuerdo. La importancia de saber esto en un proceso musicoterapéutico será crucial desde el momento en el que se realiza la historia sonora del participante, como bien lo decía la profesora Maria Del Pilar, a una persona puede que la música clásica le suene a “música de muertos” y en vez de relajarse se angustie. En el trabajo con canciones al preguntar por la historia musical, vemos cómo la música influencia de forma determinante nuestra vida, pues nos levanta el ánimo o pude reafirmar emociones como la rabia, tristeza, desamor, etc. La musicoterapia ha sido muy útil y hay varios estudios que evidencian el aporte de esta disciplina en personas con alteraciones en la memoria, se sabe que la escucha musical activa muchas áreas del cerebro vinculadas al procesamiento de información, memorias y emociones. Un ejemplo de esto es en la película Coco, en la que una abuelita logra recordar a su padre cuando su nieto le canta una canción de su infancia. Las actividades musicales que incluyen la escucha activa, el acompañamiento y ejecución de patrones corporales con el ritmo, la realización de canciones de bienvenida, despedida y otras actividades, mejoran el estado cognitivo de los pacientes, incluso en los estudios que nos presentaron en clase y otros, se muestra un aumento en la memoria y orientación, disminución de depresión y ansiedad, incluso en personas con Alzheimer moderado también se muestra mejoría del delirio, las alucinaciones, la agitación, la irritabilidad y los trastornos del lenguaje. (García-Casares N, 2017) Por otra parte, quisiera nombrar que muchas veces una capacidad de almacenamiento de información, lo que se puede decir coloquialmente “tener buena memoria”, ha sido considerada como inteligencia. En la sociedad esto es visto como una virtud importante y generadora de estatus, incluso se privilegia cierto tipo de inteligencias, especialmente aquella que tiene que ver con la lógico matemática. Al igual que con otros procesos psicológicos, la inteligencia ha generado muchas reflexiones y se han dado paso a infinidad de posturas y argumentos sobre ella, en donde surgen preguntas en relación a si esta es una habilidad singular o general, si está compuesta de aptitudes o habilidades separadas y distintas, si es algo con lo que se nace, si hay una predisposición genética a ser “más o menos inteligente” o si esto se debe a factores socio- económicos. Dentro de las teorías más nombradas de la inteligencia, se destacan las contemporáneas de Stenberg, Gardner y Goleman. El primer autor propuso una teoría triarquica de la inteligencia, en donde afirmaba que esta se componía de una inteligencia analítica, una creativa y otra práctica. El segundo autor es quizá de los más reconocidos y nombrados, pues su teoría de las inteligencias múltiples ha tenido bastante acogida; en esta nombra que no existe una única inteligencia sino muchas, cada una de las cuales es relativamente independiente de las otras, menciona ocho: lógico-matemática, lingüística, espacial, musical, cinestésica-corporal, interpersonal, intrapersonal y naturista. La acogida de esta teoría se debe en buena medida porque resalta las habilidades únicas que puede tener una persona, y porque también considera un aspecto cultural, advirtiendo que las diferentes formas de inteligencia a menudo reciben un valor diferente en culturas distintas. El ultimo autor, Goleman, propuso una teoría de la inteligencia emocional, la cual se refiere a la efectividad con que la gente percibe y entiende sus propias emociones y la de los demás, así como la eficacia para manejar su conducta emocional. (Charles Morris, 2009). Al revisar estas teorías y vinculándolo con la musicoterapia, me pregunto ¿qué es ser inteligente musicalmente? ¿está relacionado con el virtuosismo, la capacidad de ejecución e interpretación de un instrumento? Es posible que un contexto netamente musical sí, pero me atrevería a decir que en un contexto musicoterapéutico no es una necesidad, y podría incluso plantear que tiene que ver con la capacidad de utilizar los elementos musicales de forma creativa sin que necesariamente esté vinculado a un producto estético. Como hemos visto, los procesos psicológicos son muy amplios en su estudio y se puede escribir mucho respecto a ellos, además, están profundamente entretejidos los unos de los otros y hay unos que son trasversales, como por ejemplo el papel de la emoción. En los videos que veíamos en clase era evidente que en una intervención musicoterapéutica juegan muchos elementos, lo cual para mí rescata su valor pues el aporte al desarrollo integral del ser desde la música y musicalidad del participante siempre será en pro de su bienestar; además, pudimos ver durante el desarrollo de la asignatura cómo la musicoterapia puede ser aplicada en cada proceso psicológico, lo cual hace que se puedan dar grandes aportes desde esta disciplina hacia el entendimiento y desarrollo del ser. Referencias
Charles Morris, A. M. (2009). Psicología. México: Pearson Education.
García-Casares N, M.-L. R.-A. (2017). Efecto de la musicoterapia como terapia no farmacológica en la enfermedad de Alzheimer. Rev Neurol, 529-538. Kolk, B. V. (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria.