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Maestría Musicoterapia

Asignatura: Psicología I

RESUMEN INTEGRADOR DE:


Memoria, inteligencia y emoción

Elaborado por Ana María Rodríguez Barreto

Es posible que a lo largo de nuestra vida en algún momento hayamos reconocido a


alguien o a nosotros mismos, como una persona despistada, olvidadiza, o por el contrario,
con una buena capacidad para recordar nombres, eventos, personas o momentos, e incluso
quizá habremos visto o participado en algunos concursos en donde se premia la capacidad de
recordar sucesos históricos o capitales del mundo, llamando al ganador(a) como una persona
con una excelente memoria e incluso, bastante inteligente; dos conceptos que si bien están
ligados es necesario entenderlos en sus diferencias.
Para la psicología ha sido útil pensar el proceso de la memoria como una serie de pasos
en los cuales procesamos la información, de manera similar a la forma en que una
computadora almacena y recupera datos, tomando quizá algunos términos “tecnológicos”
para poder entender conceptos tales como codificación, almacenamiento y recuperación,
comparándolo con computadoras; con la gran diferencia que la memoria humana no es
estandarizada, es decir, no es como un computador fabricado aquí o en la china, pues este
proceso psicológico así como los otros, está profundamente influenciado por factores
sociales, emocionales y biológicos.
La memoria tiene una primera instancia en la cual es necesario un registro sensorial y un
cierto grado de atención y conciencia, de hecho, las bases biológicas de la memoria tienen
relación con áreas del encéfalo que se especializan en almacenar recuerdos. Desde la
neurociencia se han avanzado en investigaciones que nombran la localización de los
recuerdos a corto plazo en la corteza prefrontal y lóbulo temporal; mientras que la memoria
semántica de largo plazo parece localizarse sobre todo en los lóbulos frontales y temporales,
que de hecho estas áreas están en relación con la conciencia. (Charles Morris, 2009).
En el resumen integrador pasado nombraba a propósito del proceso de sensación, la
importancia que esta tiene en la construcción personal; y quiero volver a traer a colación este
tema pues los registros sensoriales juegan un rol importante en el momento en que se instalan
como memorias corporales.
En mis estudios posteriores al pregrado en psicología, vinculado también con mi pasión
por la danza y el movimiento, me adentré en estudios del campo psico corporal, encontrando
aquí una postura en la que me acojo, en la que se nombra al cuerpo como el lugar en donde
se albergan todo tipo de memorias, y que el trabajo sobre él aflorará o ayudará al
procesamiento de aquellas vinculadas a posibles episodios traumáticos o emociones no
procesadas.
En el libro “El cuerpo lleva la cuenta” (Kolk, 2015), nombran la importancia del trabajo
desde el cuerpo cuando una persona ha transitado un evento traumático, pues las sensaciones
aplastantes producto de esa memoria que queda instalada tanto en lo racional como en lo
corporal, se puede manifestar en una posible sensación de opresión en el pecho que podemos
etiquetar como ansiedad o depresión; el miedo a perder el control, estar siempre en alerta
ante el peligro o el rechazo, el odio hacia uno mismo, las pesadillas y los flashbacks; teniendo
repercusiones por ejemplo en la concentración, atención y memoria, e incluso generando
incapacidad de abrir por completo el corazón a otro ser humano.
Por otro lado, quiero nombrar que es importante el rescate de este tipo de memorias
corporales, ya que por más dolorosas que sean, la adecuada elaboración y procesamiento
permiten que no queden congeladas, y más bien que exista la posibilidad de actuar de una
forma distinta al acudir a estas, pues sólo el hecho de narrar una historia sobre el
acontecimiento no garantiza que los recuerdos traumáticos o dolorosos lleguen a su fin, creo
que el cuerpo debe acompañar este proceso a través de la expresión de las emociones que
quedaron instaladas y estancadas también. Incluso, esto aplica también a nuestro contexto
colombiano y la importancia del ejercicio de recuperar la memoria histórica para que se haga
una reparación de los hechos y que al mismo tiempo haya garantía de no repetición.
Posterior al registro sensorial y a la atención, la memoria podrá tener dos formas de
almacenamiento, una que será a corto plazo y otra que será a largo plazo. La memoria a corto
plazo es la memoria de trabajo, en donde se genera un almacenamiento breve y
procesamiento selectivo de la información. Por el contrario, la memoria a largo plazo es parte
de la memoria más o menos permanente y corresponde a todo eso que “sabemos”.
En relación a la memoria también es importante nombrar que los recuerdos se almacenan
“alterados” dependiendo del estado emocional de la persona. Pensemos un momento en una
canción que nos traiga malos recuerdos, seguramente no nos guste esta canción porque está
vinculada a episodios dolorosos, mientras que para otra persona la misma canción puede ser
un himno de alegría; así, el papel de la emoción será determinante en la construcción de un
recuerdo. La importancia de saber esto en un proceso musicoterapéutico será crucial desde
el momento en el que se realiza la historia sonora del participante, como bien lo decía la
profesora Maria Del Pilar, a una persona puede que la música clásica le suene a “música de
muertos” y en vez de relajarse se angustie. En el trabajo con canciones al preguntar por la
historia musical, vemos cómo la música influencia de forma determinante nuestra vida, pues
nos levanta el ánimo o pude reafirmar emociones como la rabia, tristeza, desamor, etc. La
musicoterapia ha sido muy útil y hay varios estudios que evidencian el aporte de esta
disciplina en personas con alteraciones en la memoria, se sabe que la escucha musical activa
muchas áreas del cerebro vinculadas al procesamiento de información, memorias y
emociones. Un ejemplo de esto es en la película Coco, en la que una abuelita logra recordar
a su padre cuando su nieto le canta una canción de su infancia. Las actividades musicales que
incluyen la escucha activa, el acompañamiento y ejecución de patrones corporales con el
ritmo, la realización de canciones de bienvenida, despedida y otras actividades, mejoran el
estado cognitivo de los pacientes, incluso en los estudios que nos presentaron en clase y otros,
se muestra un aumento en la memoria y orientación, disminución de depresión y ansiedad,
incluso en personas con Alzheimer moderado también se muestra mejoría del delirio, las
alucinaciones, la agitación, la irritabilidad y los trastornos del lenguaje. (García-Casares N,
2017)
Por otra parte, quisiera nombrar que muchas veces una capacidad de almacenamiento de
información, lo que se puede decir coloquialmente “tener buena memoria”, ha sido
considerada como inteligencia. En la sociedad esto es visto como una virtud importante y
generadora de estatus, incluso se privilegia cierto tipo de inteligencias, especialmente aquella
que tiene que ver con la lógico matemática.
Al igual que con otros procesos psicológicos, la inteligencia ha generado muchas
reflexiones y se han dado paso a infinidad de posturas y argumentos sobre ella, en donde
surgen preguntas en relación a si esta es una habilidad singular o general, si está compuesta
de aptitudes o habilidades separadas y distintas, si es algo con lo que se nace, si hay una
predisposición genética a ser “más o menos inteligente” o si esto se debe a factores socio-
económicos.
Dentro de las teorías más nombradas de la inteligencia, se destacan las contemporáneas
de Stenberg, Gardner y Goleman. El primer autor propuso una teoría triarquica de la
inteligencia, en donde afirmaba que esta se componía de una inteligencia analítica, una
creativa y otra práctica. El segundo autor es quizá de los más reconocidos y nombrados, pues
su teoría de las inteligencias múltiples ha tenido bastante acogida; en esta nombra que no
existe una única inteligencia sino muchas, cada una de las cuales es relativamente
independiente de las otras, menciona ocho: lógico-matemática, lingüística, espacial, musical,
cinestésica-corporal, interpersonal, intrapersonal y naturista. La acogida de esta teoría se
debe en buena medida porque resalta las habilidades únicas que puede tener una persona, y
porque también considera un aspecto cultural, advirtiendo que las diferentes formas de
inteligencia a menudo reciben un valor diferente en culturas distintas. El ultimo autor,
Goleman, propuso una teoría de la inteligencia emocional, la cual se refiere a la efectividad
con que la gente percibe y entiende sus propias emociones y la de los demás, así como la
eficacia para manejar su conducta emocional. (Charles Morris, 2009).
Al revisar estas teorías y vinculándolo con la musicoterapia, me pregunto ¿qué es ser
inteligente musicalmente? ¿está relacionado con el virtuosismo, la capacidad de ejecución e
interpretación de un instrumento? Es posible que un contexto netamente musical sí, pero me
atrevería a decir que en un contexto musicoterapéutico no es una necesidad, y podría incluso
plantear que tiene que ver con la capacidad de utilizar los elementos musicales de forma
creativa sin que necesariamente esté vinculado a un producto estético.
Como hemos visto, los procesos psicológicos son muy amplios en su estudio y se puede
escribir mucho respecto a ellos, además, están profundamente entretejidos los unos de los
otros y hay unos que son trasversales, como por ejemplo el papel de la emoción. En los videos
que veíamos en clase era evidente que en una intervención musicoterapéutica juegan muchos
elementos, lo cual para mí rescata su valor pues el aporte al desarrollo integral del ser desde
la música y musicalidad del participante siempre será en pro de su bienestar; además,
pudimos ver durante el desarrollo de la asignatura cómo la musicoterapia puede ser aplicada
en cada proceso psicológico, lo cual hace que se puedan dar grandes aportes desde esta
disciplina hacia el entendimiento y desarrollo del ser.
Referencias

Charles Morris, A. M. (2009). Psicología. México: Pearson Education.


García-Casares N, M.-L. R.-A. (2017). Efecto de la musicoterapia como terapia no
farmacológica en la enfermedad de Alzheimer. Rev Neurol, 529-538.
Kolk, B. V. (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria.

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