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TAIWÁN

LA ISLA QUE PARÓ AL CORONAVIRUS Y QUE PRESIONO A LA OMS PARA SER


ESCUCHADO

El secreto de la buena gestión taiwanesa ante el COVID-19 se inició con un hecho fortuito: el
experto Luo Yi-jun, subdirector del Centro de Control de Enfermedades de la isla, no podía dormir
en la madrugada del 31 de diciembre, y para distraerse comenzó a leer un foro en internet donde le
llamó la atención un hilo de comentarios sobre una posible nueva enfermedad en la ciudad china de
Wuhan.

TAIWAN se adelantó a todos, desplegó ya en diciembre medidas preventivas ante rumores de una
“neumonía atípica” en China, y la isla, que sólo ha tenido siete muertos por COVID-19, quiere
compartir su historia de éxito en la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero escollos
políticos se lo impiden.

Este lunes comenzó una de las más importantes asambleas anuales para la OMS en sus 72 años de
historia, centrada este año casi íntegramente en la lucha contra la peor pandemia del último siglo, y
Taiwán quiere ser parte de ella como observador.

La isla, que no puede ser miembro de la OMS al carecer de asiento en Naciones Unidas (China se lo
"arrebató" en 1971), lo ha reclamado desde 1997, y de hecho lo logró entre el 2009 y 2016, pero es
difícil que vaya a conseguirlo en esta ocasión, justo cuando su testimonio puede ser más valioso que
nunca.

"Queremos compartir nuestra experiencia frente al coronavirus", señalan fuentes diplomáticas


taiwanesas en Ginebra, que en las últimas semanas redoblaron sin éxito sus esfuerzos para intentar
entrar en la asamblea, aunque ésta les volvió a cerrar las puertas.

En el día inaugural, Estados Unidos condenó la exclusión de Taiwán de la asamblea anual de la


OMS, y dijo que esto demostró que su director general estaba complaciendo a China.

EL INSOMNE QUE SALVÓ TAIWÁN

El secreto de la buena gestión taiwanesa ante el COVID-19 se inició con un hecho fortuito: el
experto Luo Yi-jun, subdirector del Centro de Control de Enfermedades de la isla, no podía dormir
en la madrugada del 31 de diciembre, y para distraerse comenzó a leer un foro en internet donde le
llamó la atención un hilo de comentarios sobre una posible nueva enfermedad en la ciudad china de
Wuhan.

Los mensajes, que incluían advertencias del médico chino Li Wenliang (quien fallecería semanas
después por coronavirus, después de haber sido acusado por las autoridades de difundir "falsos
rumores"), llevaron a Luo a alertar al sistema de prevención de emergencias taiwanés, que se puso
en marcha de inmediato.
Ese mismo día, que fue también la jornada en la que China alertó a la OMS de la existencia de un
nuevo coronavirus, las autoridades taiwanesas comenzaron a hacer controles a todos los pasajeros
de vuelos procedentes de Wuhan, una primera medida que el 7 de febrero se convertiría en el cierre
de todos los enlaces aéreos con China.

Con éstas y otras medidas se logró que Taiwán, separada de China por sólo 180 kilómetros de mar y
con casi medio millón de taiwaneses trabajando en el país vecino, sólo tuviera en todo este tiempo
440 casos de COVID-19, sin tener que recurrir a confinamientos masivos de su población.

La clarividencia de Taiwán ante una enfermedad que en las noticias no comenzó a aparecer hasta
pasado el Año Nuevo debería ser un modelo a estudiar en la asamblea de la OMS, pero
irónicamente representantes de la isla no están en ella.

CHINA, GRAN OBSTÁCULO EN LA ASAMBLEA

La OMS sostiene que para que ONG, compañías o territorios fuera del sistema de la ONU como
Taiwán puedan ser observadores de la asamblea tienen que contar con el consenso de sus 194 países
miembros, algo casi imposible dada la oposición de uno de los más influyentes, China.

Entre el 2009 y 2016, cuando Taiwán sí estuvo en la asamblea, las relaciones entre Pekín y Taipei
vivían una gran distensión por el acercamiento al régimen comunista del presidente taiwanés Ma
Ying-jeou, del Partido Kuomintang, históricamente ligado a China.

Sin embargo, con la llegada a la presidencia de Taiwán de la independentista Tsai Ing-wen, del
Partido Demócrata Progresista, la relación con China se quebró y Pekín ha impuesto una política de
aislamiento hacia la isla que incluye su no participación en la asamblea desde entonces.

La diplomacia taiwanesa defiende que, si estuviera mejor integrada en la OMS, los primeros pasos
que dio hubieran sido más conocidos por los países miembros, y esto podría haber tenido efectos
contra el avance del coronavirus.

"Nuestra relación es bilateral, sólo con la OMS y no con sus países miembros, lo que frena nuestra
información. La que enviamos sobre nuestras medidas no fue publicada en la plataforma de la
organización, otros países no supieron lo que hicimos, y de haberse conocido ahora podríamos estar
en otra situación", señalan.

UN ASUNTO PERSONAL

Para empeorar el contencioso Taiwán-OMS, el director general del organismo, Tedros Adhanom
Ghebreyesus, sorprendió a todos el pasado 8 de abril al asegurar que había recibido ataques racistas
desde ese territorio, y aseguró que el gobierno isleño no se había desmarcado de ellos.

La presidenta Tsai manifestó su protesta enérgica por las acusaciones de Tedros, afirmando que los
taiwaneses siempre se han opuesto a cualquier discriminación y "saben mejor que nadie qué se
siente al estar discriminados y aislados".
Otro asunto que enreda aún más la actual relación entre la isla taiwanesa y la OMS es un famoso
correo electrónico que las autoridades sanitarias de Taiwán enviaron al organismo, también el 31 de
diciembre, pidiendo información sobre los casos de "neumonía atípica" en China.

El correo fue usado por el presidente estadounidense, Donald Trump, como uno de sus principales
argumentos para acusar a la organización internacional de mala gestión de la pandemia y por ello
suspender la importante contribución de Estados Unidos al organismo.

Estados Unidos, tradicional aliado de Taiwán, también pidió el pasado 8 de mayo a la OMS que la
isla participara en la asamblea, lo que de inmediato provocó las iras de la diplomacia china: la gran
cita que empezó el lunes, como nunca antes, convirtió la participación taiwanesa en un nuevo pulso
entre Washington y Pekín.

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