Está en la página 1de 14

EL INTERÉS GENERAL DENTRO DE LA FÓRMULA ESTADO SOCIAL DE

DERECHO, ¿LA APARICIÓN DEL UTILITARISMO BENTHAMITA Y


MILLIANO EN COLOMBIA?1

Marco David Camacho García2

1. Introducción

1.1. ¿La clausula de la prevalencia del interés general dentro de la fórmula Estado
Social de Derecho permite la aparición del utilitarismo benthamita y milliano en
Colombia?

Las preguntas en torno a la cuales girará el presente ensayo son:

a. ¿Cuál es la interpretación de la Corte Constitucional respecto a la cláusula de la


prevalencia del interés general prevista en el artículo 1º de la Constitución Política
de Colombia de 1991?
b. ¿La interpretación que la Corte Constitucional le profiere a la cláusula de la
prevalencia del interés general se compadece con lo que sucede en el plano
ontológico, con el estadio de la realidad?
c. ¿A partir de la intelección realizada por la Corte Constitucional respecto de la
prevalencia del interés general se puede olfatear cierto tufillo de utilitarismo
benthamita y milliano en nuestro país?

1.2. Metodología

El ensayo de tres ejes investigativos; un análisis documental de la génesis de la


Constitución Política de 1991 ergo el nacimiento de la fórmula Estado Social de Derecho,
un análisis documental de las diversas teorías utilizadas en el texto y un análisis jurídico de
la cláusula: prevalencia del interés general. El eje focal de la investigación es determinar,
de la forma más sucinta y diáfana, si la prevalencia del interés general dentro de la fórmula
Estado Social de Derecho permite la aparición del utilitarismo benthamita y milliano dentro
1
Producto del curso de Constitucional Colombiano I: Parte Dogmática de la Universidad Pontificia
Bolivariana, sede Medellín. Docente titular: César Augusto Molina Saldarriaga
2
Estudiante del programa derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana, sede Medellín. Correo
electrónico: marco.camacho@upb.edu.co
de Colombia, todo esto a partir de una búsqueda dispendiosa en la jurisprudencia de la
Corte Constitucional. Por lo tanto se está en presencia de una investigación explicativa con
métodos cualitativos y deductivos. Se logró mediante el análisis documental.

2. Introducción

Con la instauración de la fórmula Estado Social de Derecho a partir de la creación de la


Constitución Política de Colombia de 1991 se trajo al plano normativo una serie de cambios
diametrales en comparación con la antigua Constitución de 1886; entre las características
que consigo trajo el modelo de Estado Social de Derecho, sépase, una amplia gama de
derechos fundamentales reconocidos, mecanismos de protección de estos, la preservación
continúa del principio democrático, la posibilidad de participación ciudadana en la toma de
decisiones políticas, el respeto a la dignidad humana, etc. Dentro de esas nueva adiciones
podemos encontrar la que va a ser objeto de estudio en este ensayo, “la prevalencia del
interés general3”, la cual ha traído múltiples controversias en su aplicación, es por eso que
se pretende en este escrito indagar sobre el alcance que tiene esta cláusula consagrada en el
artículo 1º de la norma de normas, que consecuencias acarrea pregonar la prevalencia del
interés general sobre el particular y exponer si la mentada característica podría llevar a una
instauración del utilitarismo benthamita y milliano en nuestro país.

Recordemos que la fórmula Estado Social de Derecho surge como producto de la


terrible pesadilla que estaba azotando el territorio nacional y es que la Constitución Política
de 1886, efectivamente, padecía de la llamada por García Villegas (1993), eficacia
simbólica, pues, todo el tiempo y en todo momento ésta era quebrantada y su aplicabilidad
permanecía en la inexistencia absoluta.

Advirtamos que, según Garzón (2017), acontecimientos como la toma del Palacio
de Justicia el 6 de noviembre de 1985 por parte de un comando del M-19 (…), un
incremento de las masacres, los desplazamientos, los secuestros, los ataques contra
el edificio del DAS y contra la prensa escrita (El espectador y la Vanguardia
Liberal), la violencia contra líderes políticos, como el secuestro de Álvaro Gómez y
3
Cuando se haga referencia al interés general, también se estará aludiendo al interés público. Pero, no al
interés de la Nación ni al interés social, pues la Corte le ha atribuido acepciones distintas..
el asesinato en el mismo año del líder de la UP Jaime Pardo Leal, el genocidio
contra dicho movimiento y, por último así como más importante, fue el asesinato
del Tribuno del pueblo, Jorge Eliecer Gaitán (p.18), pues, podría esgrimirse que
“como el “florero de Llorente” desencadenó los hechos que culminarían en la
convocatoria a una Asamblea Constituyente” (Torres, 2007) y, posteriormente, al
nacimiento de la Constitución de 1991.

Con el nacimiento de la Constitución Política de 1991 se estableció como mal llamado


“principio rector” ser un Estado Social de Derecho. Este principio constitucional es soporte
de la actual forma de nuestro Estado. Además, de estar aunado a diversas clausulas en su
artículo 1º:

“Colombia es un Estado social de derecho organizado en forma de República


unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática,
participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo
y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés
general”. (Const., 1991, art. 1)

En este orden de ideas, al ser una de las estructuras básicas del Estado Colombiano ser
Estado Social de Derecho, junto con los restantes parámetros establecidos en el artículo 1º
superior, todas la actividades judiciales, las actividades particulares e inclusive el
ordenamiento jurídico deben ser pensadas en función de dicho principio rector y
mencionadas clausulas. Empero, si se pregona que la prevalencia del interés general debe
permear todo el accionar dentro de este mundo fenomenológico hasta el plexo jurídico
vernáculo, ¿se puede llegar a olfatear cierto tufillo utilitarista en Colombia?

Para poder responder esta incógnita es perentorio definir (de-finis4), es decir, según
Wittgenstein (n.f.) citado por Solano (2018), sustituir un conjunto de signos lingüísticos
complejos por un conjunto de signos lingüísticos más simples de las palabras “interés”,
“general”, “particular” y utilitarismo” para hacer espumar sus verdaderas esencias, su
significados y alcances. Dice Solano (2016), que un “interés” es “una posición favorable a
4
Etimológicamente significa poner límites a un concepto. Recordemos que, como afirma Ortega y Gasset
citado por Solano (2016), “las plantas y las palabras viven de sus raíces.
la satisfacción de una necesidad” (p, 190) y la Real Academia Española (2020) define
“general” como “la mayoría de un conjunto de cosas o personas”; entonces, haciendo una
concatenación lógica diremos que, el interés general, es la posición favorable de una
mayoría de personas a la satisfacción de una necesidad. No obstante, el significado de la
expresión “interés general” varía si nos encontramos en un Estado personalista, respetuoso
de la dignidad humana o si estamos en presencia de un Estado transpersonalista,
irrespetuoso de la dignidad humana; según Conseil d´Etat citado por Rodríguez (2019), en
la introducción del Rapport de 1999, admite, fundamentalmente, dos aproximaciones
distintas. La versión utilitaria, del Estado liberal, y la versión republicana, surgida en la
revolución francesa.

En el primer caso, el interés general se concibe como el interés común en el sentido


de suma de los intereses individuales y surge espontáneamente del juego de los
agentes económicos. El Estado, en este supuesto, no es más que un árbitro que debe
poner orden en un entramado de iniciativas e intereses de signo particular como si
su función residiera en preservar sin más un interés superior, común a los
ciudadanos. (párr. 4)

A este tipo de Estado no le interesa en lo más mínimo aquellos grupos que se encuentra
en inferioridad numérica en una decisión, sobre todas las cosas se debe primar un bienestar
común sin importar por encima de quien se pase. Prosigue Rodríguez (2019) espetando
que:

Contrario sensu, en el caso del interés general de filiación francesa, de esencia


voluntarista, su alumbramiento no deriva, dice el Consejo de Estado galo, de una
determinada conjunción y alianza de intereses económicos incapaces de fundar
establemente la vida social. el interés general es la expresión de la voluntad general,
que confiere al Estado la suprema tarea de atender el bien de todos y cada uno de los
ciudadanos. Bien de todos y cada uno de los ciudadanos, miembros de la
comunidad, que se refiere a aspectos tan materiales y concretos como la educación,
la sanidad, la seguridad. (párr. 5)
Es decir, el interés general no es un concepto absoluto y por el cual se debe ceñir la
totalidad de decisiones y acciones que se tomen dentro de un Estado, sino que éste, como
ente supremo, tiene como objetivo propender condiciones dignas y permitirle a sus
habitantes desarrollar su proyecto vital, tiene que posibilitar que el hombre construya su
personaje con el libreto igual de aquel en el que él consiste, igual a su vocación y permitir
que efectivamente este se desenvuelva en ese personaje que está llamado a representar en
su obra de teatro y no imponerle, por regla general, un personaje distinto basándose en el
discursillo de la prevalencia del interés general sobre el interés particular.

Ya habiendo sustituido un conjunto de signos lingüísticos complejos por un conjunto de


signos lingüísticos más simples de las expresiones “interés” y “general” nos disponemos a
trazarle el contorno al vocablo “utilitarismo”.

El utilitarismo es una teoría ética que acepta como credo que, a partir de la Utilidad o
del principio de mayor Felicidad, siguiendo a Mill (1984), “las acciones son correctas en la
medida en que tienden a promover la Felicidad, incorrectas en cuanto tienden a producir lo
contrario de la Felicidad” (p. 2). Para Mill (1984) la Utilidad o el principio de mayor
Felicidad es “la regla directriz de la conducta humana” (p. 5), y que este es, según Bentham
(1780), “el criterio de todas sus acciones, tanto privadas como públicas, tanto de la
moralidad individual como de la legislación política o social” (Sánchez, 2012, párr. 4). Es
por eso que el bienestar o utilidad es el criterio que usa el utilitarismo para juzgar el nivel
de justicia y desigualdad entre las personas, “es justa la sociedad que maximiza la suma (o
el promedio) de los niveles de bienestar (o utilidad) de sus miembros” (Parijs, 1991, p. 18);
la manera que tiene un hipotético Estado utilitarista de saber si sus ciudadanos están bien o
mal tratados, o de si debería intervenir para aplicar políticas de redistribución justa de los
recursos, es atender al nivel de bienestar de las personas. Entonces, resulta adjudicable a
dicho Estado la realización de un cálculo entre la utilidad que genera una acción menos el
sufrimiento que dicha acción produce en las personas involucradas en ella para saber si una
acción es justa o injusta, si debe ejecutarla o no.

En el marco filosófico del utilitarismo, siguiendo a González (2015), “las personas se


consideran como meros depósitos de bienestar, como lugares que albergan las actividades
del deseo y la obtención del placer y el dolor” (p. 22). “Más allá del bienestar o utilidad, el
utilitarismo no está interesado en recoger nueva información moralmente relevante sobre la
persona. La importancia de la persona se reduce así a la utilidad que es capaz de producir”
(González, 2015, p. 22). Verbi gratia, supongamos que hay veinte niños en una escuela.
Dos de ellos tienen serios problemas de aprendizaje, lo que requiere que se deban invertir
recursos suplementarios y costosos -psicólogos, logopedas- para que estos niños con
problemas alcancen un nivel mínimo de conocimientos, ello supone que esos mismos
recursos no se puedan emplear en promocionar actividades extraescolares para el resto del
grupo que aumentarían mucho el potencial de los niños más aventajados. El utilitarismo
sopesa los costes y beneficios de ambas medidas y fácilmente puede llegar a la conclusión
de que destinar los recursos a las actividades extraescolares aumenta el bienestar sumado
del colectivo. En ese caso, el abandono de los niños con problemas de aprendizaje es la
recomendación del utilitarismo.

Una vez entendemos los postulados utilitaristas benthamita y milliano, podemos


responder la incógnita suscitada previamente; si se pregona que la prevalencia del interés
general debe permear todo el accionar dentro de este mundo fenomenológico hasta el plexo
jurídico vernáculo, ¿se puede llegar a olfatear cierto tufillo utilitarista en Colombia?

En mi pensar, la Corte cuando se le cuestiona sobre la trascendencia y la aplicabilidad


de “la prevalencia del interés general” se lava las manos y a la vez es contradictoria, pues
establece en la Sentencia C-053/01 que “el concepto de interés general es una cláusula más
indeterminada cuyo contenido ha de hacerse explícito en cada caso concreto”. De igual
forma en esta misma sentencia sostiene:

Es precisamente el carácter jurídicamente abstracto e indeterminado del concepto de


interés general, lo que ha llevado a que las constituciones liberales modernas
consideren la necesidad de armonizarlo con los derechos individuales y con el valor
social que tiene la diversidad cultural. Por ello, constituye un requisito
indispensable para la aplicación de la máxima de la prevalencia del interés general,
que el operador jurídico analice minuciosamente las particularidades de cada caso,
intente armonizar el interés general con los derechos de los particulares y, en caso
de no ser posible, lo pondere teniendo en cuenta la jerarquía de valores propia de la
Constitución. (Corte Constitucional, Sala Plena, D-3099, 2001)

Más adelante en la sentencia continúa expresando:

En cuanto a la cláusula de prevalencia del interés general contenida en el artículo 1º


de la Constitución, la Corporación ha rechazado su invocación a priori como razón
de Estado para justificar una conducta irracional, la protección injustificada de un
interés oculto o la vulneración de los derechos de las personas. Coherente con dicha
posición, ha afirmado que la existencia de un interés general debe verificarse en
cada caso concreto. Aun así, a pesar de que efectivamente exista un interés general
real que motive una determinada acción del Estado, la máxima según la cual este
interés prevalece sobre el particular no es absoluta, ni susceptible de aplicación
inmediata. Debe entenderse condicionada a que la invocación de tal interés esté
realmente dirigida a la obtención de los objetivos constitucionales y, a la vez,
mediatizada por los principios de razonabilidad y proporcionalidad, en aras de
conciliarla con los intereses particulares, principalmente, con los derechos
fundamentales. (Corte Constitucional, Sala Plena, D-3099, 2001)

Y además, previamente, en su sentencia C-539/99 añade:

La prevalencia del interés general, - en aquellos casos en los cuales se demuestre


que en efecto existe un verdadero interés general – no es un principio constitucional
de carácter absoluto. Ciertamente, dicho principio puede resultar enfrentado a
derechos e intereses de carácter eminentemente individual, igualmente protegidos
por la Constitución e, incluso, a derechos que, como los derechos inalienables de la
persona humana o los derechos de los niños tienen primacía en el orden jurídico, por
expreso mandato constitucional. En caso de presentarse un conflicto de esta índole,
el interés general en cuestión debe ser armonizado con el derecho o interés
individual con el que choca, a fin de encontrar una solución que, a la luz de las
particularidades del caso concreto, maximice ambos extremos de la tensión. (Corte
Constitucional, Sala Plena, D-2313, 1999)
A priori, menciono que la Corte se lava las manos, ya que deja al aire y al ejercicio
abstractivo del operador jurídico determinar en qué momentos el interés general, la
posición favorable de la mayoría de personas a la satisfacción de una necesidad podrá
pisotear el interés particular, la posición favorable de una minoría de personas respecto a la
satisfacción de una necesidad y en qué momentos no acaecerá esto. Afirmo que es
contradictoria, en tanto lingüísticamente el verbo prevalecer, según la Real Academia
Española (2020), es “sobresalir, tener superioridad o ventaja”, entonces al relativizar el
concepto no está siendo completamente riguroso con el lenguaje que se emplea en el texto
constitucional; debió, entonces, decir el constituyente al momento de crear la Constitución
“la relativa prevalencia del interés general” y no de forma tan imperativa y absoluta como
aparece consagrado en el artículo 1º de la Carta Magna. Además, y en contra de lo que
muchas personas argumentan, la Corporación deja entrever su faceta utilitarista al dar la
posibilidad de “ponderar” cuando no se pueda lograr una epanástrofe armoniosa entre el
interés colectivo y los derechos particulares, pues al afirmar esto pasa por alto la
individualidad y si no se reconoce la individualidad, no pueden haber derechos individuales
y, por ende, la Corte está concibiendo a los seres humanos como meros depósitos de
utilidad, no importa quién posee las utilidades, ni cuál es su distribución secuencial entre
las personas, lo que es realmente valioso son las utilidades mismas. Los individuos no son
valiosos por sí mismos, por su condición de ser seres humanos, sino por su contribución al
bienestar general.

Por ende, dicha interpretación de la Corporación conculca la dignidad humana,


siguiendo a Aristóteles (2007), por defecto (p. 23), pues “la dignidad humana es el valor
que se le asiste al hombre por ser “yo” (centro vital) y circunstancia (paisaje o periferia);
por ser, a la vez, fin y medio” -justo medio- (Solano, 2018, p. 37), no como lo hace la
Corte, “concibiéndolo exclusivamente como medio, como si fuese sólo circunstancia
respecto de los otros hombres, como si existiese sólo para estorbar o posibilitar sus
proyectos vitales” (Solano, 2018, p.37). Para la Corte esa minoría tan solo son engranajes
que pertenecen a una gran máquina y en el momento en el que dichos engranajes estorben,
pues no permiten que la máquina sea más eficiente5, los hacen a un lado, los desechan, los
olvidan. Al respecto sostiene Rawls (2013)

La característica más sorprendente de la visión utilitarista de la justicia es que no


importa, excepto de manera indirecta, cómo se distribuye esta suma de
satisfacciones entre los individuos; como tampoco importa, excepto de manera
indirecta, cómo un hombre distribuye sus satisfacciones en el tiempo. La
distribución correcta en cada caso es la que produce la máxima satisfacción. La
sociedad tiene que asignar sus medios de satisfacción , cualesquiera que sean,
derechos y deberes, oportunidades y privilegios, y diversas formas de riqueza, de tal
modo que, si puede, obtenga este máximo(…). Así pues, no hay en principio razón
por la cual las mayores ganancias de alguno no hayan de compensar las menores
pérdidas de otros o, lo que es más importante, por la que la violación de la libertad
de unos pocos no se pudiera considerar correcta por un mayor bien compartido por
muchos (…). En el utilitarismo, la satisfacción de cualquier deseo tiene algún valor
en sí, valor que deberá tomarse en cuenta al decidir lo que es justo. El utilitarismo
no considera seriamente la distinción entre personas (pp. 37-38)

Esto que esgrime el profesor de Harvard en su poética obra “Teoría de la justicia” es el


comportamiento de la Corte con respecto a la prevalencia del interés general. Haciendo una
analogía de la metáfora que Rawls utiliza en su libro, la naturaleza de las decisiones de la
Corporación no son materialmente distintas a las de un empresario que decide cómo
maximizar mediante la producción de esta o aquella mercancía o de la de un consumidor
que decide como llevar al máximo su satisfacción mediante la compra de esta o aquella
colección de bienes. Según Rawls (2013), “la decisión correcta es esencialmente una
cuestión de administración eficiente” (p. 38).

Empero, a posteriori, nuestra garantista, progresista y honorable Corte Constitucional,


en su sentencia C-251/02 recalca lo siguiente:

5
Entendamos este término en el sentido de Posner (2007) como “maximizar la riqueza o minimizar el
despilfarro”.
Esta Corte ha insistido en que la única forma como los derechos constitucionales
pueden tener una eficacia normativa verdadera es reconociendo que ellos, como lo
señala la doctrina y lo ha establecido la jurisprudencia de esta Corporación, “son
verdaderas cartas de triunfo contra el bienestar colectivo”, y por ende no pueden
“ser disueltos en un cálculo utilitario sobre el bienestar colectivo, ni pueden estar
sometidos al criterio de las mayorías, ya que esos derechos son precisamente
limitaciones al principio de mayoría y a las políticas destinadas a satisfacer el
bienestar colectivo.”. Esta Corte ha resaltado que no puede condicionarse la validez
de un derecho constitucional a los criterios de las mayorías y a su compatibilidad
con los objetivos de interés general, por cuanto eso implicaría “quitarle toda su
eficacia específica puesto que, en una gran medida, los derechos constitucionales
fundamentales son las promesas que formulan las mayorías a las minorías - y a esas
minorías radicales que son las personas- de que su dignidad e igualdad serán
siempre respetadas". El principio de prevalencia del interés general permite preferir
la consecución de objetivos comunes sobre intereses particulares, siempre y cuando
el interés particular no se encuentre amparado por un derecho constitucional. Y es
que debe entenderse que el respeto de esos derechos constitucionales es un
componente integrante del interés general. (Corte constitucional, Sala plena, D-3720
y D-3722, 2002)

Más adelante la Corporación arguye que:

La interpretación constitucional debe en lo posible armonizar los principios


constitucionales en tensión. Es posible que en una situación específica puedan
existir poderosas razones de interés general que justifiquen la restricción de un
derecho fundamental, siempre y cuando ésta sea proporcionada y respete el
contenido esencial del derecho afectado. (Corte constitucional, Sala plena, D-3720 y
D-3722, 2002)
Esto es así debido a la existencia, dentro de nuestro modelo de Estado, de la teoría del
núcleo esencial6 de los derechos fundamentales, que se convierte en “una barrera
insuperable que es exigible para evitar la limitación del derecho se convierta en su
anulación o para impedir que se despoje de su necesaria protección” (Corte constitucional,
Sala Plena, D-7182, 2008).

No obstante, ese discursito humanista es muy bonito en el papel, en el plano deóntico,


pero en el plano ontológico, en el escenario de lo real podemos observar, verbi gratia, el
fenómeno tan peculiar que ocurre con la consulta previa. La jurisprudencia de la Corte ha
identificado como “derecho fundamental de las comunidades indígenas y afrodescendientes
la consulta previa” (Corte Constitucional, Sala Tercera de Revisión, T-5.478.103, 2017),
por lo tanto:

“la protección del derecho fundamental a la consulta, entonces, se circunscribe al


ejercicio de acciones dirigidas a obtener el consenso o la concertación. “Sin
embargo, luego de agotado un procedimiento previamente definido, con pretensión
de incidencia en la medida a adoptar y llevado a cabo bajo los postulados de la
buena fe, las comunidades tradicionales no prestan su consentimiento, no por ello el
Estado se ve inhabilitado para proferir la medida legislativa, pues, la consulta es un
diálogo entre iguales y no un derecho de veto consagrado en cabeza de las
comunidades (…)”.

Entonces, en el hipotético caso en el que no se logre un acuerdo entre la comunidad y


quien vaya a realizar la medida, pues aquella considera que la afectación que trae mentado
proyecto a la comunidad es tan grave que nada puede indemnizarla, trae como
consecuencia que al no constituir esa negación por parte de la comunidad un derecho al
veto simplemente la medida sigue su curso natural sin importar que con ese proseguir se
6
El núcleo esencial se ha definido como el mínimo de contenido que el legislador debe respetar, es esa parte
del derecho que lo identifica, que permite diferenciarlo de otros y que otorga un necesario grado de
inmunidad respecto de la intervención de las autoridades públicas. En sentido negativo debe entenderse el
núcleo esencial de un derecho fundamental como aquel sin el cual un derecho deja de ser lo que es o lo
convierte en otro derecho diferente o lo que caracteriza o tipifica al derecho fundamental y sin lo cual se le
quita su esencia fundamental. O, también, puede verse como la parte del derecho fundamental que no admite
restricción porque en caso de hacerlo resulta impracticable o se desnaturaliza su ejercicio o su necesaria
protección. (Corte Constitucional, Sala Plena, D-7182, 2008)
lleve por delante múltiples derechos fundamentales afectando así ese núcleo esencial que,
según la Corte, “es el reducto medular invulnerable que no puede ser puesto en peligro por
autoridad o particular alguno7” (Corte Constitucional, Sala Novena de Revisión, T-179.752,
1998), de hecho, paradójicamente, termina siendo vulnerado; en otras palabras, cuando se
trate del voto negativo por parte de la comunidad al proseguir de una determinada medida
en virtud de su derecho fundamental a la consulta previa, diremos que estamos en presencia
de una “excepción” a esa definición tan humanista y progresista que la Corporación le
atribuye a ese núcleo esencial de los derechos fundamentales, por lo cual tendremos que
definirlo como el ámbito innecesario y reductible de conducta que el derecho no protege
en determinadas circunstancias. Es el núcleo básico del derecho fundamental, susceptible
de interpretación o de opinión sometida a la dinámica de coyuntura o ideas políticas. Y
aunque se argumentara que son casos aislados, que no todo el tiempo se presenta esta
situación, estamos hablando de la destrucción sistemática de vidas humanas 8, no estamos
hablando de algo que, en mi pensar, pueda ser accesible, aprehendido, conculcado.

Sólo con este ejemplo ya se puede inferir, sin miedo a ser señalado ni juzgado, que la
cláusula a la cual se ha hecho referencia en el trasegar de este escrito, posibilita la entrada
del utilitarismo benthamita y milliano a nuestro Estado. Empero, si se hace un ejercicio más
riguroso y se escudriña a cabalidad la totalidad del plexo jurídico vernáculo, seguramente,
hallaremos un cofre lleno de otros arquetipos utilitaristas que se presentan en nuestra
sociedad.

3. Conclusión.

En suma, el interés general dentro de la fórmula Estado Social de Derecho posibilita la


aparición del utilitarismo benthamita y milliano dando cabida a que se entienda que los
hombres sólo son meros depósitos de utilidad, los individuos no son valiosos por sí

7
O también la Corporación define ese núcleo esencial como, siguiendo al profesor Peter Haberle, el ámbito
necesario e irreductible de conducta que el derecho protege, con independencia de las modalidades que asuma
el derecho o de las formas en que se manifieste. Es el núcleo básico del derecho fundamental, no susceptible
de interpretación o de opinión sometida a la dinámica de coyuntura o ideas políticas". (Corte Constitucional,
Sala Novena de Revisión, T-179.752, 1998)
8
No entendamos la destrucción de la vida como la cesación de la existencia corpórea del hombre, sino como
la afectación sumamente catastrófica de las esferas que acompañan el vivir de él.
mismos, por su condición de ser seres humanos, sino por su contribución al bienestar
general, trayendo como consecuencia destrucciones sistemáticas de vidas; lo cual es
sumamente terrible para Colombia que con su vanagloria que tanto lo caracteriza presume
ser un fehaciente Estado Social de Derecho, respetuoso de la dignidad humana, pero sólo
termina mostrando su horrenda faceta utilitarista.

4. Referencia.

Aristóteles. (2007). Ética Nicomáquea (A. Gómez, trad.). México D. F.: Porrúa.

Constitución Política de Colombia [Const.]. (1991). Artículo 1 [Título I]. 29. a Ed. Leyer

Corte Constitucional, Sala Novena de Revisión. (14 de diciembre de 1998) Sentencia T-


179.752. [MP Vladimiro Naranjo Mesa]

Corte Constitucional, Sala Plena. (28 de julio de 1999) Sentencia D-2313. [MP Eduardo
Cifuentes Muñoz]

Corte Constitucional, Sala Plena. (24 de enero de 2001) Sentencia D-3099. [MP Cristina
Pardo Schlesinger]

Corte Constitucional, Sala Plena. (11 de abril de 2002) Sentencia D-3720 y D-3722. [MP
Eduardo Montealegre Lynett y Clara Inés Vargas Hernández]

Corte Constitucional, Sala Plena. (30 de julio de 2008) Sentencia D-7182. [MP Marco
Gerardo Monroy Cabra]

Corte Constitucional, Sala Tercera de Revisión. (29 de junio de 2017) Sentencia T-


5.478.103. [MP Alejandro Linares Cantillo]

García, V. M. (1993). La eficacia simbólica del derecho. Bogotá, Colombia: Ediciones


Uniandes

Garzón Martínez, Camilo. (2017). La génesis de la Constitución Política de Colombia de


1991 a la luz de la discusión sobre el Mito Político. Desafíos, 29(1), 109-138. Doi:
http://10.12804/revistas.urosario.edu.co/desafios/a.4400
González, A. P (2015). Rawls: el filósofo de la justicia. Buenos aires, Argentina: Bonalletra
Alcompas, S. L.

Lasalle, F. (1999). ¿Qué es una Constitución?. Aleph. Recuperado de:


https://norcolombia.ucoz.com/libros/Lassalle_Ferdinand-Que_Es_Una_Constitucion.pdf

Mill, S. J. (1984). El utilitarismo. Madrid, España: Alianza. Recuperado de:


https://www.educantabria.es/docs/Digitales/Bachiller/CITEXFI/citex/CIT/Mill/milltexto.pd
f

Parijs, P (1991). Cuadernos de economía. LA DOBLE ORIGINALIDAD DE RAWLS,


14(21). [pp. 7-33]. Bogotá, Colombia: Recuperado de:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4934859

Rawls, J. (2013). Teoría de la justicia. Recuperado de:


https://etikhe.files.wordpress.com/2013/08/john_rawls_-_teoria_de_la_justicia.pdf

Rodríguez, A. J. (2019). Interés general y el Derecho administrativo. Revista Federal de


Derecho (4). Recuperado de: https://ar.lejister.com/articulos.php?
Hash=ffa529798b936778a26a0d4599683ba9&hash_t=b8d9dd771f8feeafda1fdb32d21aa14
d

Sánchez-Migallón Granados, Sergio, Utilitarismo, en Fernández Labastida, Francisco –


Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line,
Recuperado de:
http://www.philosophica.info/archivo/2012/voces/utilitarismo/Utilitarismo.html

Solano, Vélez. H. R. (2016). Introducción al estudio del derecho. Medellín, Colombia:


Universidad Pontificia Bolivariana.

Torres Forero, C. A (2007). De las aulas a las urnas. La universidad del rosario, la séptima
papeleta y la constituyente de 1991. Bogotá: Editorial de la Universidad del Rosario

También podría gustarte