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Internet

Un documental sobre el Desierto de los esqueletos, en el desierto del Namib


me llevó a uno sobre el Kalahari, las tribus zulúes, los Dasenech, los Masai,
Los Mursi, Los Suri. Durante una semana me dediqué principalmente a los
documentales sobre las razas de los distintos continentes. Un día se me ocurrió
ponerme a recordar todas las caras posibles para mi memoria de treinta y dos
años. Traté de evocar cada rostro de cualquier época de mi vida. Eran
bastantes: a los once años no sabía nada de antropología física ni me
interesaba estudiar las razas pero ya tenía en mente una especie de
clasificación empírica de los rasgos físicos de varios grupos raciales; los
rasgos variaban de manera sensible pero yo estaba seguro de que Teófilo, el
conserje del edificio, pertenecía a la misma categoría que don Jorge, el
barrigón alcohólico de las verduras, ellos y “El Lancero” –para mí, eran
meshicas. Comencé por las caras de mi abuelo Santiago y de mi abuela Ana
María. Después seguí un orden dictado por el grado de afecto o cercanía
emocional hacia familiares y amigos.

Todas esas caras estaban ahí, de una u otra forma: podía variar el tipo de
cabello, el color de los ojos, marcas accidentales como cicatrices, lunares,
pero las caras estaban ahí. Las vi en Méjico, en Medio Oriente, en la India.
Después me concentré en las caras vistas en la escuela, muchas ya no tienen
nombre –entre ellas más de una me angustió por no poder darles uno. Seguí
con los vecinos, los empleados de las tiendas, los puestos de periódicos, las
cajeras de los supermercados –recordé a una llamada Diana-, los vagabundos
y los locos de la ciudad, los médicos, los profesores, los integrantes de las
bandas de rock, los genios de la ciencia, los personajes históricos, las
sirvientas, las prostitutas del malecón viejo. Al parecer todos los rostros se
repiten, incluso los horribles, los deformes, los indescifrables. Internet
contiene al mundo; parece tener respuestas para todo: ya casi resulta ridículo
preguntarse por Dios en estos días. Si tenemos “acceso” podemos conocerlo
todo. Entenderlo es algo muy aparte.

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