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"No soy un poeta que piensa en la trascendencia"

 
Por Gonzalo Pajares Cruzado
Peru21, Lima 18/12/06
 
"El Perú es un país de poetas", dice una vieja frase. Leyendo Banderas
detrás de la niebla (Peisa), el último poemario de José Watanabe, uno lo
comprueba. Estuvimos con el poeta y conversamos de ciudades y de
amigos comunes, de sacerdotisas moches y de sus días con Nicanor
Parra. Y también de poesía.
 
¿Usted considera que el lenguaje es insuficiente para expresar la
poesía o los momentos poéticos?
Hay muchas definiciones de poesía. Para mí es una percepción muy
fugaz. Algo que veo nítido y contundente, pero de modo muy breve.
Cuando deseo trasladar esa visión, esa verdad -que tampoco sé definir-
a un poema y ofrecérsela al lector, viene una gran dificultad. El lenguaje
es limitado. Entonces, siento que todos los poemas que uno hace
siempre son aproximaciones, acercamientos, intentos de transmitir esa
verdad.

¿Lo poético es la imagen, no el poema?


El poema es un modo de decirle al lector: "Mira, vi esto, te lo ofrezco,
ojalá puedas reproducir en tu espíritu lo mismo que yo vi y sentí".

¿Lo frustra la pobreza del lenguaje?


No. Siento que el lenguaje es una creación humana y, por eso, limitada.

Su definición de poesía se parece mucho a la de la felicidad: un


momento fugaz y, a la vez, total.
(Sonríe). Yo no soy de esos poetas que se andan quejando, que dicen
que les angustia y que les cuesta mucho escribir. Yo soy muy feliz
cuando escribo. Pero lo soy más cuando vivo ese momento fugaz que, en
efecto, es la felicidad. Camino sin pensar en poesía, sin pensar en nada
y, de pronto, descubro una verdad.

¿Escribir es prolongar la felicidad?


Sí, pero para otro. Y compartirla. De modo general, soy más feliz
escribiendo poesía que leyéndola. Pero, a veces, leo poemas que me
transportan y que me hacen sentir una envidia sana: "Por qué no lo
escribí yo".

¿De dónde nace su deseo de poetizar lo cotidiano?


No es intencional. No soy un poeta que piensa en la gran 'trascendencia'
de los poemas. Yo vivo como cualquier persona, y en esa cotidianeidad
aparecen, de pronto, esas verdades súbitas. esas 'banderas detrás de la
niebla'. No hablo de la 'gran verdad': la historia, el destino humano.
Ahora, tal vez llego a ella por medio de la cotidianeidad.
Por ello, lo cotidiano en su poesía adquiere trascendencia.
No sé si trascendencia, pero sí otra dimensión. El mundo y la naturaleza
nos hablan, nos dicen cosas que no sé expresar a nivel filosófico, pero sí
poético.

¿Sus textos poéticos son deliberadamente narrativos?


Sí. Tienen la carga de la verosimilitud. Quisiera que el lector sintiera que
aquello que le estoy 'contando' es verdad, que ha sido previamente
vivido por el poeta. Lo cual es cierto: soy incapaz de crear un poema en
un escritorio. Este nace en la calle, mientras vivo.

¿Por ello su poesía no es de ideas, de abstracciones?


En efecto. No me gustan las 'grandes preguntas'. Prefiero lo cotidiano.
Tal vez así uno pueda después rozar las 'grandes preguntas'. Es
innegable que los poetas tenemos una sensibilidad especial y que hemos
sido educados para 'ver' cosas. Eso sí, civilmente somos como cualquier
ciudadano.

¿Cómo y dónde nace su yo poético?


Nací en Laredo. Mi escuela estaba a un kilómetro y medio. Para llegar
cruzaba mucho campo. Allí aprendí a mirar. Cuando empecé a escribir,
me salió de modo natural describir esa naturaleza. Luego, busqué poetas
que podían tener coincidencias conmigo. Encontré a Rober Frost y a
Harry Martinson. Estoy seguro de que si la naturaleza pudiera crear a
alguien para que escribiera sobre ella, escogería a Robert Frost, pues a
través de una flor, de una piedra se puede revelar la verdad.

“Siento que me regalan los poemas”


 
Por Pedro Escribano.
La República, 18/12/06
 
El poeta José Watanabe, mismo Teseo, acabó con el Minotauro, el
poemario que estaba escribiendo hace algún tiempo. No le gustó y lo
destruyó, salvo pocos poemas que ahora aparecen como la última parte
de Banderas detrás de la niebla (Ed. Peisa), un poemario que reflexiona
sobre la poesía.

–"No me gustó, pues creo que me equivoqué, estaba utilizando la figura


del Minotauro o Asterión para hablar de mí. En los poemas que salvé, "El
otro Asterión", hablo del Asterión que habla Borges en su cuento, cuando
dice que el Asterión se inventó otro Asterión para evitar la soledad. Yo
hablo del otro, del inventado", explica el poeta.
Si bien el poemario encierra temas caros como la muerte –en la primera
parte, "Riendo y nublado"–, el gran tema es la poesía y es el que
parpadea en cada poema de Banderas... Watanabe con la sutileza con
que maneja su lenguaje, describe objetos, seres, en los que haya esa
verdad que nos seduce: la poesía.

–¿Es un libro que va a la caza de la poesía?


–No tanto. Esta es la primera vez que me puse a pensar qué es la
poesía, cuyas respuesta están en la segunda parte del poemario,
Banderas detrás de la niebla. Claro, no doy respuestas teóricas, sino con
poemas. Y para mí la poesía es un poco eso, banderas visto detrás de la
niebla. Te cuento la anécdota que viví cuando tenía 16 años y que
siempre conservé en el recuerdo. Mira, aquí en La Punta, los buques de
la Armada vienen en octubre y se hacen señales con banderas. Una
noche estaba nublado, no se veía casi nada y de pronto, entre la niebla,
vi banderas. Para mí, esa es la imagen de la poesía, la belleza que uno
ve entre la niebla cotidiana, pero eso lo pienso ahora, no lo pensé en
esos años. Otro poema dice por allí que la poesía es una acción rápida
del ojo, como la realidad que se abre y muestra una verdad, y esa
verdad es difícil de transmitirla. Es casi inaprensible, la vives como una
verdad incuestionable, que es difícil de formularla, pero cuando lo lo-
gras, aparece el poema. Pero como dicen, toda obra de arte es un
fracaso en la medida que no expresa lo que realmente quieres expresar,
siempre es un acercamiento nada más.

–Hay una serie de poemas que refieren objetos, seres, pero que
pronto los humanizas.
–La experiencia de vivir comporta el hecho de convivir con otros, no
solamente personas, sino también animales, árboles. Ellos nos
acompañan en esa aventura.

–Por ejemplo retratas un algarrobo.


–Estaba yendo a Ica y vi en el desierto un algarrobo. Lo vi allí, casi a
contraluz de la tarde que me parecía un ser torturado, no digo un
hombre, sino un ser torturado, doblado en sus ramas. Yo dije este árbol
ha registrado su propio dolor de vivir, su propia tortura, su propia ansia
de sobrevivencia en su propia figura. Entonces, la única posibilidad de
que el Sol no lo calcine algún día, es que yo lo guardo en boca, allí no lo
va a quemar nadie. Yo funciono así. Yo no puedo escribir un poema
sentado en una mesa, tengo que estar mirando, de pronto el poema
aparece.

–Otro poema dice que lo único que huye de nuestro cuerpo es la


sangre.
–Sí pues, me corté más o menos profundo haciendo manualidades. Salió
un chorrito. Yo me puse a pensar qué extraño, lo único que sale de
nuestro cuerpo es la sangre, y si sigue saliendo pues te mueres. Es lo
único que nos puede abandonar. Allí nació el poema, que la sangre
puede salir al mundo pero ya sabe cómo comportarse en el mundo,
porque así como cruza los ventrículos, sabrá cruzar puentes, remontar
colinas. Pero también la asocié con la violencia no solo la que hemos
tenido aquí, sino en el mundo, la invasión a Irak, las muertes que pasan
en televisión. Muchos han muerto por la sangre que se va. Al final del
poema alude a eso: "la sangre de los asesinados va como un horizonte
infame". Un horizonte que nos acusa a todos.

–Miras los objetos con la misma humanidad con que miras a tus
semejantes.
–Sí pues, soy medio panteísta (risas). Los miro pensando igual cuando
miro a una persona, a ver. qué dice pues, qué expresa. Claro, no estoy
en ese plan todo el tiempo, pero de pronto se expresa, dicen algo. Yo
siento que los poemas me son regalados, alguien me los regala, alguien
me dice, allí está el poema. El gran trabajo es plasmarlo.
 
Más cultura y no peliculina

-¿Esperas algo de este gobierno en cuanto a cultura?


-No espero nada. No hay hasta ahora ningún proyecto cultural ni del
Apra ni de ningún partido político. Se dice por ahí que van a dar el dinero
a Conacine, sí, pero eso es un gesto, no está en un proyecto. Más que
necesitar de una alta cultura, lo que necesitamos es mejorar la
educación.

-¿Canal 7 debe ser parte del proyecto cultural?


-Debería estar involucrado el Canal 7, pero no como canal del gobierno,
porque así funciona todo el tiempo, excepto en el gobierno del doctor
Paniagua, que como gerente del Canal, jamás recibí una llamada de
Palacio diciéndome trasmita en directo tal o cual o tal acción. Hoy el
Canal 7 pertenece a la Presidencia del Consejo de Ministros, porque
quieren tener manejo político más directo del canal. Siempre
interrumpen la programación para emitir acto oficial. No debe ser así,
debe servir a la cultura. Se le debe dar un presupuesto anual para que
produzca programas culturales y esos programas grabarlos en CD y
distribuirlos en los colegios. Pero no, ahora el 7 es micrófono o pantalla
de Alan García u otro político. Mucha peliculina.

José Watanabe: La poesía en que creo


En su más reciente libro "Banderas detrás de la
niebla", uno de nuestros poetas más importantes
EN LAS SOMBRAS. Desde la
ofrece la mayor certeza sobre su oficio: la poesía
experiencia cotidiana, Watanabe
es, en verdad, inaprensible por el lenguaje extrae el material para una poesía
que devela la siempre inasible
Por Enrique Planas belleza del mundo.

Dicen los versos tomados del poema "Flores": "La


poesía que tanto amo, solo puede ser una delicada y fugaz acción del ojo".
Tal sentencia se emparenta con buena parte de los versos del más
reciente libro del poeta José Watanabe, "Banderas detrás de la niebla",
que nos confirman que la belleza y la poesía son todo lo que nos resulta
ambiguo, inaprensible por el lenguaje. Esa es la certeza del poeta
laredino: "La poesía es una verdad que aparece repentinamente
--explica--, la percibes claramente en un instante, pero después, cuando
quieres transmitirla, tienes que usar un lenguaje que no facilita las cosas.
Estos poemas son la metáfora de ello. El poema, en realidad, es una
aproximación a una visión. Pero no es la visión que uno quisiera transmitir
realmente. La esencia de esa visión siempre se escapa".

Y el límite del poema es, según escribes, el propio cuerpo...


La poesía es una metáfora de nosotros mismos. Las limitaciones de la
poesía son las nuestras también. Finalmente, el lenguaje nace del cuerpo
y este tiene sus límites. ¡Y a mi edad, el físico ya comienza a ser una
buena limitación! (Ríe).

¿"Banderas detrás de la niebla" tiene la intención de compartir tus


certezas sobre la creación poética?
Sí, claro. Son cosas que vislumbro y quiero comunicar a otra persona. Por
ejemplo, hay un poema en el que regreso a mi infancia, cuando vi una
serpiente que huía entre unas piedras, y me parecía que ese movimiento
del animal se quedaba allí, sin necesitar su presencia. Eso era algo para
compartir. Decir que, de repente, hay un mundo de movimientos
remanentes, que se quedan por allí...

Tu poesía siempre parte de anécdotas cotidianas propias. ¿Estas


siempre son reales? ¿No has sentido la tentación de inventarlas para
crear nuevos poemas?
Te voy a confesar que lo he intentado, pero no me sale. En algún
momento pensé que podía inventar situaciones en un escenario, pero
luego no aparece nada. Yo quiero que el poema tenga la verosimilitud de
lo vivido, además de la verosimilitud literaria. No me convence una verdad
nacida en un escritorio. No la siento. Tengo que estar ahí.

Así como planteas tu arte poética, en tu libro también denuncias la


forma amanerada en que se acostumbra pensar la poesía y a los
poetas. "Maricas mirando en lontananza o angelotes ensimismados
en las bellas letras", escribes...
Estoy contra eso. Es algo que viene del Romanticismo, donde el creador
se sentía un ser ángélico. Pero no es así. Eso daña mucho la poesía. No
creo que alguien que empiece a escribir creyendo que el poeta es un
privilegiado, un intermediario entre los dioses y los hombres, va a llegar a
ser un buen poeta. Ya empieza con una cursilería muy fuerte.

Siempre se tiene la idea de que el mejor poeta es el que escribe


lentamente. Tú estás produciendo un libro cada dos años. ¿Te has
convertido en un poeta disciplinado, profesional?
¡No! ¡Yo soy bien indisciplinado! Lo que pasa es que, a mi edad, he tenido
la suerte de encontrar una situación en que puedo escribir con más
frecuencia. Mi costumbre es vislumbrar el poema, anotarlo en un pequeño
papel y luego desarrollarlo en una mesa, siempre a mano. Antes no tenía
el tiempo de desarrollar esos papelitos. Ahora sí puedo enfrentarme al
lenguaje, por eso estoy produciendo más. ¡Acuérdate que de mi primer
libro al segundo hay una distancia de veinte años!

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