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LETRAS

ANARQUISTAS
Manuel Rojas
José Santos González Vera
LETRAS
ANARQUISTAS
Manuel Rojas
José Santos González Vera

Recopilación
Carmen Soria

Cociña, Soria Editores


“A mis entrañables amigos, por los
caminos andados y por los que vienen,
por su amor y compañia de siempre”.
Indice

Presentación 13

Prólogo 19

LETRAS ANARQUISTAS
LOS CRÍTICOS 25
CUADROS DE LA VIDA 27
TIEMBLA 28
GESTOS POLICIALES 29
LOS CAÍNES 30
LA BATALLA. 1912-1914. 31
ORFEBRES 33
LO QUE QUEREMOS 35
ESTADO SOCIAL 37
IDEAS Y FIGURAS 39
NECESIDADES DEL INSTANTE 40
PRIMAVERA 42
INSINUACIONES 44
EL 21 DE MAYO 46
LA FORMACION DE UN PARTIDO DE CLASE 47
LA MASACRE DE LOS OBREROS DE LA PAMPA SALITRERA 52
EL PRIMER ESTREMECIMIENTO AGRARIO 55
El ALCOHOLISMO ES UNA VIRTUD NACIONAL 58
HUELGA DE ARRENDATARIOS 62
OPCIONES DE UN SENADOR DEMÓCRATA 64
LA SITUACION DEL EMPLEADO 68
LA AUTORIDAD COMO ESTIMULO AL DESORDEN 70
IGLESIA Y LA LUCHA DE CLASES 72
COMO SE PIERDE UNA HUELGA 74
LA ACCIÓN DIRECTA Y LAS HUELGAS 76
LA VOZ DISONANTE 79
CÓRDOBA, LA MÍSTICA 82
FRENTE A FRENTE 85
MEDIDAS PARA AUMENTAR LA DESOCUPACIÓN 88
ALGUNAS PALABRAS SOBRE LA REVOLUCIÓN 90
CONCEPTO DE LA LIBERTAD DE TRABAJO 95
DE LA SITUACIÓN ACTUAL 97
LO QUE SE OLVIDA 99
OBSERVACIONES DEL MOMENTO 102
LA ASOCIACION DEL TRABAJO SU OBJETIVO 104
POR LA INDEPENDENCIA DE LOS SINDICATOS 107
EL PATRIOTISMO ES ANSÍ... 109
POSICION DE LOS ANARQUISTAS DENTRO DEL SINDICATO113
EL PROBLEMA DE LA PAZ 115
LA INTERNACIONAL DE SINDICATOS ROJOS 117
LAS HORDAS DEL FASCIO 119
LA BALA INEFABLE 121
LA ACCION OBRERA DURANTE EL AÑO 124
INTERPRETACIONES 127
ALTERNATIVAS DEL PROBLEMA TRANVIARIO 129
IDEAS Y FIGURAS 132
EL ESPÍRITU DE CHILE 135
RESPONDIENDO A LA ENCUESTA 138
IDEAS Y CRÍTICAS 140
UN TELEGRAMA 142
EN TORNO AL PROCESO SOCIAL 145
PALABRAS INÚTILES 151
PERFIL DEL PIJE SANTIAGUINO 154
SOCIALICEMOS LA LOCOMOCIÓN 156
BALUMIAS 159
GROVE, ZAÑARTU, ALESSANDRI 161
EL ESPÍRITU REVOLUCIONARIO DE NUESTROS PUEBLOS 165
EL ÚLTIMO COMBATIENTE 168
ESCALA MÍSTICA 170
BUSCADORES DE DIOS 176
VERSOS PARA LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE 179
¿PAZ EN EUROPA? 183
ESTUDIANTES DEL AÑO VEINTE 187
RECUERDOS DE JOSÉ DOMINGO GÓMEZ ROJAS 199
EL SOCIALISMO Y LA LIBERTAD 208
DIEZ AÑOS 213
MIS RELACIONES CON LA RELIGIÓN 221
SACCO Y VANZETTI 238
DE QUÉ SE NUTRE LA ESPERANZA 243
LOS ANARQUISTAS 245
CRONISTAS DE DIARIO 264
LUIS EMILIO RECABARREN 275
DOS CENTENARIOS 283
Letras Anarquistas
Letras Anarquistas

PRESENTACIÓN

Textos antiguos, que son buenas noticias actuales, de José


Santos González Vera y de Manuel Rojas cuando fueron jóvenes.
Su amistad fue detallada en las Memorias de excelente
título, Cuando era muchacho, de González Vera. Esta frase es un
verso de Hölderlin, me dijo Enrique Espinoza, amigo de ambos
y excelente escritor que dirigió la mejor revista cultural que haya
habido en Chile, Babel (1940-1952), donde estos y otros notables,
muy sencillos y sabios, escribieron con frecuencia. Espinoza (que
mantuvo correspondencia con León Trotsky) la editó en Buenos
Aires en los años 1920, y al radicarse en Chile la hizo aparecer
de nuevo. El nombre de este autor de ensayos, cuentos, y sonetos
muy exactos y a la vez curiosos, era Samuel Glusberg, que usó el
de Enrique en honor de Enrique Reine, y Espinoza en homenaje
al filósofo sefardita y residente en Holanda luego de la expulsión
de judíos de España, Spinoza. Él mismo me lo dijo. Era certero
denominador de títulos de libros: él regaló los principales a Rojas
y González Vera.
A través de este gran editor y hombre de inteligencia y de
bien y de amistad, conocí en 1959 a González Vera, su inseparable
compañero; y algo más tarde a Manuel Rojas en persona, alto
y grande en lo íntimo y también en su persona física, de pocas
palabras, profundas siempre, con ceño que infundía mucho
respeto y, a veces, un cierto cauteloso temor. Me invitaban en los
años sesenta a tomar onces en un café encaramado en el séptimo
piso de un edificio en calle Huérfanos, todas las semanas de
invierno.
A don José Santos le gustaba hablar, y él mismo lo reconocía
a sus encantados interlocutores que, sonrientes, le pedían siguiera
con sus monólogos sabios y pintorescos. En cambio, escueto al
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Letras Anarquistas

escribir y enalteció un estilo sumamente apropiado las realidades


que narraba, simple, como una conversación inteligente con el
lector, y un humorismo suave que velaba una sátira punzante pero
no mordaz, sin rencor de ninguna especie.
Manuel Rojas, como lo relata González Vera en Cuando
muchacho, le dijo a éste hace ochenta o más años: “Tu prosa, como
contar chauchas”, lo cual encantó a su amigo.
Los tres escritores mencionados tenían la edad de mis
padres, o eran aun mayores; pero en aquella época chilena, al
de la barbarie y las barbaridades que imperan desde septiembre
de 1973, era natural la amistad generosa de las generaciones
anteriores hacia los más jóvenes a quienes transmitían la
riqueza de sus experiencias. Desde hace casi 32 años ello no se
produce normalmente, en perjuicio tanto de los jóvenes como
de los mayores, que reciben como un suplemento de vida esas
conversaciones.
La sociedad civil chilena fue disgregada por el golpe
de Estado y la dictadura, y ello no se ha rectificado entre 1990
presente 2005.
Así como el golpe no fue para tomarse el gobierno, sino para
destruir el Estado chileno –que duraba (1833 a 1973) 140 años–
porque sus instituciones legales habían abierto el Poder Ejecutivo,
de manera históricamente natural, al gobierno legítimo en 1970
y derrocado por la fuerza traidora de felones el 11 septiembre
de 1973; igualmente la dictadura, por medidas económicas,
sociales y “culturales”, junto a manipulaciones psicológicas –el
miedo, por ejemplo, entre otras variadas y malvadas–, impuso la
disolución, en astillas y grumos, de la sociedad civil, para evitar
que volviese a haber tendencias y corrientes de pensamiento,
opinión y organización como las de los años sesenta y principios
de los setenta. Es evidente que los sucesores de la dictadura desde
1990 actúan en la realidad política con el mismo objetivo que
mantiene la disociación.
De ahí el malestar de muchos en la actual situación, en la
cual perdura y se acrecienta el “modelo económico” instalado por
la dictadura desde 1975, que en verdad constituye una ideología
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Letras Anarquistas

dominante totalizadora, con funciones no sólo económicas,


financieras y comerciales, sino asimismo políticas, sociales y seudo-
culturales: el neoliberalismo capitalista de mercado desregulado
(o sea, sin control suficiente), imperante en la práctica en todo el
globo, pero en Chile “con un 20% de exageración”, por lo menos,
si parafraseamos a Joaquín Edwards Bello.
La presente recopilación de publicaciones, nunca antes
reunidas en un libro, y de otros papeles inéditos, nos presenta de
cuerpo entero y rejuvenecido a González Vera y Manuel Rojas.
Ambos entonces son ardorosos anarcosindicalistas, que
escriben en 1914, el primero, unos Cuadros de vida en el periódico
anarquista Verba Roja, y el segundo, en La Batalla, que en
septiembre de ese 1914 cumplía dos años de vida: “Estos dos años
significan: lucha, acción, movimiento, ¡todo menos inercia!”.
Manuel Rojas, que sería un novelista de los mejores, fue
también poeta notable en sonetos (como el titulado Gusano), y en
su extraordinario poema largo de amor Deshecha rosa, se muestra
también un alto poeta de la prosa un mes después de iniciada la
gran guerra del 14: “Nuestros pendones, como un montón de
proclamas rojas, han ondeado sin que se vieran nuestros brazos
y otros, sólo se han oído nuestros gritos, lanzados con fuerza de
peñascazos, contra la frente de alguna injusticia./ Pero hemos
salido de los hoyos, y subidos ahora en la roca de nuestra locura,
alumbrado por el sol de nuestro triunfo, extendiendo nuestra
mirada más allá de las cuestas y de las hondonadas, vemos surgir la
ciudad blanca de nuestro ensueño. (...)/ No podemos volar, somos
humanos. Para llegar, hay que atravesar los hoyos, la cuestas, las
repechadas...”. La enérgica fuerza de Manuel Rojas lo inspiraba ya
de muy joven: “¡Compañeros: andando!”.
González Vera, en su primera publicación recogida aquí, el
mismo año 14, reúne en pocos, párrafos las experiencias de vida
que desarrollaría excelentemente en Vidas mínimas:
“Cuando llego a la inmunda pocilga que tengo por
refugio (...) las ideas macabras cruzan en tropel desordenado
por mi mente”. “Al atardecer salgo a dar el paseo de costumbre:
las calles del barrio obrero mal pavimentadas; en altos y bajos,
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Letras Anarquistas

contemplo con tristeza los raquíticos muchachos del pueblo; las


escuálidas vírgenes del lodo; los obreros que salen de las fábricas,
algunos encorvados por el peso del dolor y la miseria; otros flacos
y pálidos, que parecen salidos de las tumbas”. “Luego tornando
a un barrio burgués cambia el paisaje”. “Un industrial con cara
de tonto grave se queja de las crisis industriales; que los operarios
no se cansan de pedir aumento de salarios. (...) Las burguesiíllas
van aprendiendo movimientos voluptuosos; sus angostos vestidos
de seda producen sonidos quejumbrosos que reflejan tal vez el
pedazo de vida que arrancó de la operaria al hacerlo”.
Estos dos jóvenes amigos hablan de la locura que les
genera la injusticia con los pobres y los míseros, mayoría social de
Chile, como continúa siéndolo noventa años después (contra las
mentirosas estadísticas).
La locura causada por la injusticia es locura de amor (así
como lo es “la locura de la cruz” de que trata San Pablo apóstol).
Ellos la tuvieron cuando jóvenes –a diferencia (digo yo
como viejo cascarrabias) de los jóvenes chilenos hoy, en su mayoría
apáticos, indiferentes, consumidores de ilusiones mucho menos
nobles que la esperanza de la justicia–, y conversaron el amor a los
prójimos desvalidos toda su vida.
Menos mal, para ellos dos y no para nosotros, que murieron
antes del golpe de Estado y la atroz dictadura “en forma”, el peor
período de la historia chilena, la cual por lo demás ha sido desde
el siglo XVI, y en especial en el XIX y el XX, bastante y muy atroz
para la mayoría de su pueblo.
Así como he extractado pasajes notables de los artículos
de 1914, querría y podría hacerlo de textos publicados el año
19, el 21 y el 22 –muy numerosos– y el año 23 y 25, aparecidos
en la rectamente famosa revista Claridad de la Federación de
Estudiantes en esa época histórica, clave en el siglo XX, obras de
ambos autores clásicos chilenos; y luego, veinte o más años más
tarde, en la perfecta Babel.
En los escritos reunidos ahora, como en todos los libros de
Manuel Rojas y González Vera, no hay desperdicio posible. Hay

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Letras Anarquistas

que leerlos de principio a fin para ser de veras, en nuestro pobre


Chile, persona civilizada. Enrique Espinoza me repetía el verso de
la Epístola Moral de Fabio: “Imita con la vida el pensamiento”. Así
ocurrió con José Santos González Vera y Manuel Rojas.

Armando Uribe Arce

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Letras Anarquistas

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Letras Anarquistas

PRÓLOGO

La aparición a inicios del siglo pasado de ideas con carácter


transformador –como murmullo al principio– no fue obra de
intelectuales iluminados ni de “agitadores extranjeros”, algunos
textos históricos postulan.
La conformación en esa época de una contradictoria
sociedad chilena, donde era visible una mayoría –desprovista
de lo más básico– fruto de un Estado asocial, y otra, minúscula
gozadora de exquisitos privilegios sociales y económicos,
permitieron desarrollar el germen de la rebelión. Cuanto más se
sabía de los grandes beneficios económicos que recibía el pequeño
grupo detentor de las minas salitreras del desierto de Atacama,
mayor agitación social y reflexión suscitaba entre los explotados.
Muchos de éstos –por no decir la mayoría– eran originarios de la
región Centro-Sur del país, quienes, al no encontrar ocupación en
la agricultura, emigraron hacia el extremo norte en busca de un
nuevo El Dorado. Lamentablemente, tal esfuerzo sólo le reportó
nuevas miserias y pesares que degradaron aún más su condición de
ser humano. No obstante, la protesta comenzó a aflorar. Primero
con gestos, luego con gritos y después con acciones. Entretanto,
los dueños y la burocracia salitrera –sordos y ciegos– construían
su realidad a semejanza de los usos y costumbres “parisienses”
(aunque existían en pequeñísima porción los “ingleses”).
Emulaban el arte y la literatura europea burguesa, y exhibían en
lo arquitectónico mucha ostentación. Esta transformó, en alianza
con los terratenientes, en la punta de la gran pirámide social
chilena. No extrañará entonces que el gran pueblo –sometido
a esa oligarquía– comience a soñar con otro mundo, el propio.
Sin embargo, en esa quimera también estuvieron presentes las
influencias de escritores extranjeros, quienes, en oposición a la
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Letras Anarquistas

prosa imperante, describieron la explotación de los obreros, tales


como el francés Zola y los rusos Tolstoy y Dostoievsky. Algunos
se conmueven con los escritos políticos de Bakunin o Marx.
En cambio, hay los que prefieren al príncipe Kropotkin con su
mesiánico Conquista del pan. Además, ciertos núcleos obreros
reciben y difunden folletos de la Asociación Internacional del
Trabajo. Aglutinados bajo la Primera Internacional, desde Suiza
(Basilea), el sindicalismo, como respuesta al capitalismo naciente,
irrumpe con su grito de guerra: “Luchar es nuestra única solución,
pues no tenemos nada que perder, excepto nuestras cadenas”. Se
interiorizan y comentan también –desde estas tierras australes–
las vicisitudes de la Comuna de París de 1871, que bajo el lema
“La emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos”
y de su bandera roja y negra1 como emblema, los remueve. Saben,
según esa experiencia social francesa, que unidos podrán ser
poderosos para contrarrestar a los poseedores del poder y sus
privilegios económicos. Tímidamente –al principio–, grupos de
trabajadores chilenos crean seccionales de la Internacional que
en poco tiempo se transforman en mancomúnales chilenas, para
finalmente estructurar sindicatos. Estas entidades provocan que
grandes multitudes se enfrenten contra sus patrones e instituciones
estatales en Valparaíso (1903) y Santiago (1905). A pesar de
los reveses, el proletariado (como les gusta definirse) continúa
organizándose. Descubren que para seguir soñando en la libertad
y justicia, necesitan ideas y luego verbos. Fundan sin titubear
ateneos obreros2 que crecerán por doquier a lo largo del país.
En los años posteriores vendrán los centros de estudios obreros
o sociales, virtuales embriones del pensamiento social chileno
del siglo XX. Perciben igualmente que la imprenta –órgano de
difusión en su momento del libro sagrado católico– ahora les sirve
para propagar el otro evangelio: el anarco sindicalismo. Propugnan

1
El negro corresponde a los lutos del sindicalismo, mientras que el rojo anuncia la
llegada de una nueva sociedad.
2
Eran organismos donde los trabajadores recibían instrucción básica de aritmética y
gramática. Igualmente, desarrollaban debates filosóficos, políticos y religiosos entre sus
componentes.

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Letras Anarquistas

a la par colonias ácratas, a la usanza de los primeros cristianos,


inspiradas por Tolstoy. En una de ellas conviven artistas, escritores,
comerciantes y hasta un millonario que mensualmente edita
unas hojas llamadas “La Protesta Humana”.Pero muchas veces
los anarquistas deben sumergirse en la clandestinidad para evitar
ser arrestados y destruidos sus periódicos. Desde la ilegalidad sus
redactores –casi todos obreros autodidactos– exhortan a resistir
las embestidas estatales o patronales y a integrarse a las tertulias
sociales de los ateneos obreros.
Paralelamente, la represión del Estado se intensifica contra
los círculos laborales sindicalizados, siendo la más sangrienta
acometida contra los mineros salitreros y sus familiares en Iquique
en 1907. Sin lugar a dudas, el impacto que significó en la opinión
pública de la época esta huelga y posterior matanza gatilló, entre
otros acontecimientos, un profundo conflicto de conciencia que
permitió la aparición de la llamada “Generación Centenario”,
representada por Enrique Mac-Iver, Nicolás Palacios, Tancredo
Pinochet, Alejandro Venegas, Francisco Encina y Luís Emilio
Recabarren, entre otros. Si bien este movimiento es transversal en
lo ideológico, todos coinciden en identificar una crisis nacional
asociada a la oligarquía parlamentaria, ligada al salitre. Desde
sus particulares puntos de vista, cada sensibilidad política se
propone renovar integralmente la estructura social chilena,
fundamentalmente a través de nuevas agrupaciones partidarias.
Los anarcos, en cambio, si bien han difundido y fortalecido el
movimiento sindical y estudiantil, prefieren abrirse camino entre
poetas, pintores y escritores, inaugurando con ellos una nueva
estética, nacida del proletariado. Desde el arte, Benito Rebolledo
exhibe en un ateneo obrero un gran mural –de contenido
sórdidamente social– que será el detonante en los años posteriores
de la innovación pictórica, conocida particularmente como la del
Centenario.
En otro ámbito, Baldomero Lillo, Carlos Pezoa Véliz,
Fernando Santiván –por nombrar algunos– pasan a liderar la
regeneración de la literatura chilena, hasta entonces bajo control
de la oligarquía. “Estos hombres visten generalmente la blusa
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Letras Anarquistas

del proletariado y trabajan ya en las pampas del norte, ya en las


hulleras del sur, ya en las fábricas, ya en las linotipias de los diarios
metropolitanos o en las cajas de cualquier oscuro periódico de
provincia. Algunos usan melenas desgreñadas y sueltos corbatines
rojos. Son estudiosos, son conscientes. Azuzan y arrastran a las
masas populares cuando se trata de contener los avances de la
burguesía arribista, las inhumanas explotaciones del capital o los
excesos de los poderosos oligárquicos. En los mítines, sus versos
agresivos y fustigadores suelen provocar acusaciones sórdidas y
estallidos de tormenta”3.
Otro que se nutrió de las entidades sociales anarquistas y
difundió sus primeras obras desde las páginas de los periódicos
obreros, fue Antonio Acevedo Hernández, creador de la
dramaturgia social del siglo XX, “autor de dramas agrarios: Entre
rancho, La puñalada, El inquilino; e ideológicos: El dueño, El Salmo
de la vida”4. No sorprende entonces que Manuel Rojas y José
Santos González Vera, gigantes de nuestra literatura –laureados
ambos con el Premio Nacional– hayan iniciado sus oficios
literarios desde la prensa obrera. Mezclando análisis político,
denuncias sociales y crítica literaria, ambos efectúan su bautismo
en las letras a través de La Batalla, periódico anarquista quincenal
(1912-1916), que continuamente cambiaba de imprenta y formato
por la represión policial. Este proclama como su consigna: “La
Batalla es de brazos y cerebro, usemos pues la pluma y el acero
contra la tiranía, la piqueta, los prejuicios y la lógica”. Su Consejo
de Colaboradores estaba integrado por José Santos González Vera,
Manuel Rojas y José Domingo Gómez Rojas5. Es evidente que
para este trío que no pasaba los veinte años, su primera escuela
literaria fue la prensa obrera. Claridad, órgano quincenal de la
Federación de Estudiantes de Chile, a cuya dirección estaba el

3
Molina Núñez, Julio. Araya, Juan Agustín, Selva lírica (Estudio sobre los poetas
chilenos), pág. 470 - 471, Imp. y Lit. Universo, 1917.
4
Selección y notas: Rama, Carlos y Cappeletti, Ángel, El Anarquismo en América
Latina, pág. XCIII, Biblioteca Ayacucho, Venezuela, 1990.
5
Ortiz, Óscar, Crónica Anarquista de la Subversión Olvidada, pp. 41 - 47. Editorial
Espíritu Libertario, 2002.

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Letras Anarquistas

anarquista Juan Gandulfo, fue otro espacio, de expresión para


González Vera y Manuel Rojas, y catalizador de la Generación
del Veinte. Son asimismo espectadores del nacimiento de una
gran esperanza social para los asalariados: la Revolución Rusa.
Durante un par de años defienden tal gesta, pero al comprobar
que el proceso se enfila hacia una nueva dictadura abogan por
el socialismo libertario. Con el correr de años –ven con horror–
como el marxismo soviético cambia a una nueva religión donde
hay Vaticano, cardenales, obispos, cruzadas e inquisidores. Bajo
ese ambiente –donde la mayoría de intelectuales se adhieren, en
particular los chilenos–, ambos jóvenes ejecutan lo políticamente
incorrecto. En compañía Enrique Espinoza, González Vera y
Rojas crean la revista política-literaria Babel, que servirá para
acoger otra forma del pensamiento humano no necesariamente
pro soviético. “Libres prejuicios, como buenos americanos,
haremos naturalmente lugar a la polémica esclarecedora, seguros
de que para tener razón no es no preciso de ningún modo cortar
la cabeza del adversario”, anotará en su editorial fundacional de
mayo de 1939(6). Por sus pliegos desfilan Trotsky, Chejov, Haya de
la Torre, Mariátegui. Para ser independientes económicamente,
sus integrantes materializan toda clase de actividades. “González
Vera me ayudaba en todas las faenas, desde la compra de papel
en la fábrica Puente Alto, hasta juntar el dinero para pagar la
imprenta y llevar en auto los ejemplares al correo, para que les
llega puntualmente a los suscriptores”7, evocará su director,
Enrique Espinoza. Al nos ser vendida en quioscos por el temor
a ser boicoteada, muchas veces estuvo a punto de cerrar, como
“cuando a causa de la inflación se hizo más difícil costearla y
se impuso la búsqueda de algunos avisos comerciales no sólo de
libreros.
6
Publicación mensual de tamaño bolsillo que bajo el subtítulo Revista de revistas, sólo
lo mejor de cuanto se publica circuló entre mayo de 1939 y diciembre de 1952, cuando
desaparece por mas económicos. Cooperaban con frecuencia: Juvencio Valle, Laín
Díez, Jorge Milla Shuwartzmann, entre los escritores chilenos, y Ezequiel Martínez
Estrada, Luís Franco y Leopoldo Hurtado, entre los argentinos.
7
Alone, Manuel Rojas, Enrique Espinoza, En torno a González Vera, pág. 31, Editores:
Amigos de González Vera, Santiago de Chile, 1980.

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Letras Anarquistas

Obtuvo una página entera de un fabricante de ropa hecha


para hombres y yo le puse como acápite una frase de Sarton
Resartus. Cuando Manuel Rojas consiguió otra página de una
casa rival, el encargado de pagarla se quejó de que anunciáramos
en el mismo número a su competidor”8. De estas páginas se han
recobrado los variados artículos de este valiente dúo anarquista,
expuestos durante los doce años que duró tal publicación.
A la luz de lo descrito es infructuoso seguir negando
el aporte del sindicalismo, pero en particular del anarquismo
en el advenimiento de una nueva camada de literatos desde las
organizaciones obreras.
Hoy, cuando nos aprontamos a conmemorar el
Bicentenario de nuestra República en torno a nuestro futuro
como país –y formular las mismas interrogantes, evaluaciones
y proyecciones planteadas por los jóvenes de 1910, entre éstos
González Vera y Manuel Rojas– surge una reflexión final.
Quizás el renacer espiritual que tanto necesitamos provendrá de
los rincones más marginados de nuestra sociedad, alejado de los
bloques económicos transnacionales o de los cultos del mercado.
Si fue posible que la literatura y el arte del siglo XX alcanzaran la
estatura que se les reconoce fue gracias a la generación de aquellos
hombres, formados en condiciones precarias y adversas.
Vaya como un primer aporte a este renacer el presente
trabajo recopilado por Carmen Soria –nieta de José Santos
González Vera–, quien nos ha querido mostrar a través de tal
selección el espíritu creativo, optimista y luchador de ambos
escritores.

Oscar Ortiz V.
Historiador. Primavera de 2004.

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Letras Anarquistas

LOS CRÍTICOS

Santiago, segunda quincena de diciembre de 1913.


Periódico Anarquista La Batalla
Manuel Rojas

Al que le duelan estos latigazos,


que aguante o conteste.
¡Ah, los serios, los graves, los equilibrados críticos!
Se colocan sobre su nariz un anteojo de seriedad
napoleónica, disfrazan su morro con un gesto de escepticismo
y mirando la obra ajena con una sans facons despreciativa, dejan
caer sus fallos abrumadores, aplastantes, pero siempre huecos,
inofensivos.
Entre nosotros hay muchos. No son lo suficiente para
formar una plaga, pero son bastantes para que sean lo que son,
un estorbo.
Hay que combatirlos haciendo obra.
Hay que dejar a un lado del camino en que vamos a esas
flores enormes, pero secas, llamativas, pero sin perfume, muertas.
Equivalen a parásitos intelectuales. Nunca hacen nada y sin
embargo todo lo critican, todo lo hallan malo.
Para ellos, todos los ladrillos que entusiastamente vamos poniendo
uno encima de otro, para formar “la casa grande”, están colocados
sobre cimientos falsos o están hechos con material frágil. Y
después de largar este fallo se quedan a donde mismo. Encerrados
en sus mutismos de apócrifos pozos de ciencia y meneando la
cabeza dicen apenas: malo, malo, malo.
Y si hay alguno que encontrando también malo el ladrillo
lo cambia por otro más firme, cuando todos esperan que el nuevo
fallo será favorable, vuelven a menear la cabeza y murmuran
invariablemente: malo, malo, malo.
¡Oh, los grandes abismos de ciencia que ellos poseen!
Lástima que sean tan profundos que no se les ve el fondo.
Claro, si no tienen.

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Letras Anarquistas

Y siempre con esa sonrisita idiotesca que le es peculiar


dan opiniones, fallos, conceptos, falsos siempre y que carecen en
absoluto de sinceridad.
Cuando se incendian las hogueras de la represión burguesa
–policial estos hombres– libros desaparecen por encanto. Y
cuando ha pasado el chubasco que a nosotros azotó, ellos aparecen
de nuevo siempre lo mismo, sin cambiar de opinión. Y si se le
interroga por su ausencia citan a Nietzsche, a Storner o a otro de
esos grandes filósofos y dicen:
La plebe, la chusma, la masa, no merece que nos
sacrifiquemos por ella.
¡Oh, el individualismo de pacotilla!
Si Nietzsche, aquel filósofo grandioso, que cantó a los
vientos de la tierra la aparición del súper-hombre resucitara, de
vergüenza, al ver que estos súper-monos siguen, nada más que con
la boca, las huellas de su filosofía profunda, que ellos no entienden,
se volvería a morir de pura rabia.
La juventud y todos los compañeros, especialmente los
jóvenes, deben abominar de estos faros sin luz propia, porque la
luz se la damos nosotros al reconocer en ellos alguna inteligencia
o capacidad. Dirijamos nuestra barca por otros rumbos. No
necesitamos maestros, de consejeros, ni de reglas. Que cada cual
haga lo que crea mejor. Antes de hacerlo, examínelo, analícelo,
péselo, mida su valor y cuando esté seguro de su plan le dará
buenos frutos, que lo haga sin atenerse a fallos ajenos.
Y el que no se encuentre capaz para hacer esto que reconozca
su inferioridad mental y que estudie libros o que se estudie a sí
mismo para averiguar qué es lo que le falta para ser capaz. Si lee,
que lea concienzudamente, analizando lo que lea. Que no haga
como aquel burro que porque se había comido varios libros que
encontró, se creía un sabio. Y cuando quiso hablarles de ciencia
a los otros burros, por más esfuerzos que hizo, sólo consiguió,
con la consiguiente estupefacción, rebuznar detestablemente. Que
no nos pase lo del burro y abandonemos a los graves, a serios,
a los sesudos críticos, ¿o es que todavía no somos capaces de
emanciparnos del yugo?
26
Letras Anarquistas

CUADROS DE LA VIDA

Santiago, primera quincena de febrero de 1914.


Periódico Anarquista Verba Roja
José Santos González Vera

Cuando llego a la inmunda pocilga que tengo por refugio,


y contemplo la miseria que ella encierra, siento el germen de la
rebeldía que invade mi ser; las ideas macabras cruzan en tropel
desordenado por mi mente, luego se esfuman como visiones.
Al atardecer salgo a dar el paseo de costumbre: las calles
del barrio obrero mal pavimentadas; en altos y bajos, contemplo
con tristeza los raquíticos muchachos del pueblo; las escuálidas
vírgenes del lodo; los obreros que salen de las fábricas, algunos
encorvados por el peso del dolor y la miseria; otros flacos y pálidos,
que parecen salidos de las tumbas; y así desfilan los mártires del
trabajo, casi todos van hacia un mismo punto: “La cantina”, que
es una de las armas más poderosas de la burguesía.
Luego tornando a un barrio burgués cambia el paisaje;
los parásitos charlatanes producen una bulla infernal con sus
voces chillonas; otros afortunados hablan de las conquistas de
vacaciones, mientras consumen cigarrillos; allá un industrial
con cara de tonto grave se queja de las crisis industriales; que los
operarios no se cansan de pedir aumento de salarios.., y sigue el
drama...
Las burguesiíllas van aprendiendo movimientos
voluptuosos; sus angostos vestidos de seda producen sonidos
quejumbrosos que reflejan tal vez el pedazo de vida que arrancó
de la operaria al hacerlo. Hablan... hablan como locas… algunas
cuentan que decepcionaron a sus amantes por sus ideas anti-
religiosas... y así sucesivamente siguen las alegrías y las penas...
Aquí los burgueses se extasían en orgiante placer...y allí lo
miserables obreros enloquecen de hambre...
Y sigue el eterno drama de la vida... sigue... sigue...
adelante.

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Letras Anarquistas

TIEMBLA

Santiago, segunda quincena de abril de 1914.


Periódico Anarquista La Batalla
José Santos González Vera

¡Tiembla al oír los gritos de amenaza que lanzan tus víctimas!


¡Tiembla al oír los gritos desgarradores de una madre que pide
pan para sus hijos!
¡Tiembla al ver rodar las lágrimas de la prostituta que reniega de
esta sociedad que la engendró ramera!
¡Tiembla, explotador, al ver a los explotados levantar su puño
contra ti!
¡Tiembla, fraile canalla, al oír las protestas de las vírgenes: que
dejaron su honor en el confesionario!
¡Tiembla, militar bruto, al ver a tus subalternos retorcerse de dolor!
¡Tiembla, visión que te llamas patria, al ver a tus defensores sentir
los estertores del hambre!
¡Tiembla, héroe criminal, al ver a las madres reclamar a los hijos:
que tú asesinaste en la guerra!
¡Tiembla, burgués desdeñoso, al ver los fantasmas humanos tiritar
de frío! ¿Y por qué tiritan? ¡Porque tú les robaste el abrigo!
¡Tiembla, Gobierno sin conciencia, el pueblo ya abre sus ojos: sus
gritos y protestas están por estallar!
¡Tiembla, burguesa prostituta, al herir con tu lujo a una flor del
lodo; no olvidéis que ella se convertirá en ángel y tú en serpiente;
y entonces te aplastará la cabeza!
¡¡Tiembla la tierra y en su temblor se hunda esta sociedad
maloliente y putrefacta!!...

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Letras Anarquistas

GESTOS POLICIALES

Santiago, primera quincena de junio de 1914.


Periódico Anarquista La Batalla
Manuel Rojas

La policía es pródiga en gestos. Desgraciadamente (y no


puede ser de otra manera), casi todos son exponentes claros de su
brutalidad. Y no es de extrañarse. En este país, donde las libertades
de un hombre están escritas en las plumas de los mandones y
donde la vida de un individuo está a merced de un sayón, no es
lógico extrañarse por un crimen o una salvajada. La policía es la
cúspide de la justicia. Aquí el policía es juez, verdugo, carcelero y
todo. Juez, verdugo y carcelero, lo que equivale a decir: criminal,
cómplice y alcahuete.
Y es así como la policía es pródiga en gestos que ponen del
relieve su brutalidad.
A un compañero, un buen muchacho que lo único malo
que tiene es que no es juez, verdugo o alcahuete, porque el Primero
de Mayo habló en contra de los crímenes que comete la policía, los
mandones que gobiernan Chillán mandaron a los verdugos que le
aplicaran una paliza. Y los verdugos cumplieron. No podía
ser de otra manera. El compañero no es un borrego y como la
policía a todos los que no son borregos les tiene ojeriza, vale decir
odio, le pegó.
Y el compañero, Eduardo Aravena, anota en sus recuerdos
un gesto policial y una afrenta que vengar.
Sí lo decimos nosotros: la policía es pródiga en gestos.
Pero en estos gestos, lo único que merecen son, cuando no
una bofetada, otra cosa más convincente.

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Letras Anarquistas

LOS CAÍNES

Santiago, segunda quincena de agosto de 1914.


Periódico Anarquista La Batalla
José Santos González Vera

Combatamos el militarismo con todas nuestras fuerzas


y habremos concluido de sufrir los rigores e injusticias de esta
sociedad inicua y tambaleante.
El militarismo es la degradación de los humanos y el
engendro de Caínes, hagamos propaganda antimilitarista y los
inicuos caerán con estremecimientos mortales: su reinado de
injusticias habrá concluido.
La prensa que viste de librea, dedica páginas enteras a
narraciones policiales, a descubrimientos de escuelas de criminales,
etc. Pero a los grandes ejércitos de criminales uniformados que
cruzan las calles cual autómatas no saben verlos.
¡Oh, los ciegos de librea!
Si un individuo en huelga forzosa, desesperado por el
hambre mata, es condenado a trabajos forzosos, sin estudiar las
causas de la inducción.
Un militar que con el solo objeto de expropiar un pedazo
de tierra al país vecino se lanza al campo del crimen, y mientras
más crímenes hace, mayores son sus glorias y es proclamado héroe
por las hordas patrioteras. ¡Oh, desigualdades!
En el ejército se engendran los perezosos, y se desarrollan
libremente todos los vicios, hasta la sodomía que conduce a la
degeneración de los individuos.
Es hora que los Caínes desaparezcan.

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Letras Anarquistas

LA BATALLA
1912-1914.

Santiago, primera quincena de septiembre de 1914.


Periódico Anarquista La Batalla
Manuel Rojas

La Batalla cumple dos años de vida.


Los que la vimos nacer, anémica y mustia, los que hemos
velado por ella, los que hemos seguido paso a paso su vida
accidentada, sabemos lo que estos dos años significan: lucha,
acción, movimiento, ¡todo menos inercia!
Se afirma que el movimiento se demuestra andando y
nosotros sabemos que andando se va hacia adelante y yendo hacía
adelante se llega y que cuando se llega se triunfa; hemos andado,
andado...
Hemos afirmado el aserto.
A veces, perdidos en los hoyos del camino, sólo se han
divisado nuestros brazos deslujando amenazas otras, nuestros
pendones, como un montón de proclamas rojas, han ondeado sin
que se vieran nuestros brazos, y otras, sólo se han oído nuestros
gritos lanzados con fuerza de peñascazos, contra la frente de
alguna injusticia.
Pero hemos salido de los hoyos y subidos ahora en
la roca de nuestra locura, alumbrados por el sol de nuestro
triunfo, extendiendo nuestras miradas más allá de las cuestas
y de las hondonadas, vemos surgir la ciudad blanca de nuestro
ensueño.
Queremos llegar pronto, una ansia de impulsión nos echa
hacia delante, estiramos nuestros brazos... pero ¡ay! Nuestros
anhelos se quiebran como flechas de cristal en las rocas del
camino. No podemos volar, somos humanos. Para llegar, hay que
atravesar los hoyos, las cuestas, las repechadas...
¿Pero qué? ¿Nos detendremos? ¡No! Iremos a pie.
Destrozaremos nuestros pies en el camino, nuestras manos,

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Letras Anarquistas

a fuerza de empujar las rocas que obstaculizan el sendero,


chorrearán sangre.
¡Sangre! Esa sangre florecerá sus rosas y por las cuestas, los
hoyos y las hondonadas, decoradas con rosas de sangre, pasarán
los que vienen más atrás, nuestras esperanzas: nuestros hijos.
¡Compañeros: andando!

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Letras Anarquistas

ORFEBRES
(Joyel de oro viejo, para José Pica).

Santiago, primera quincena de noviembre de 1914.


Periódico Anarquista La Batalla
Manuel Rojas

Hay orfebres y orfebres…


Unos burilan con sus manos artistas y ligeras el oro. En los
joyeles, sus manos útiles engarzan, como en un verso una rima,
los rubíes y las esmeraldas que lucirán en la garganta de alguna
reina sus cambiantes de luz en un soñar de prismas, donde, al
decir de alguien, están los glóbulos de sangre que faltan en las
venas de los proletarios.
Maravillosos artistas... Ponen algunas en las gemas que
minian su ansia de belleza. Su raudal de fantasía se desborda en
las miniaturas que cincelan, en una fiebre de volcar su alma en el
grabado, donde el perfil de alguna burguesa muestra sus líneas,
en un resaltamiento idealizado por el sueño del artista del oro...
Pero... al fin son esclavos... Sus gemas adornan gargantas
que no son las que él preferiría. Sus joyeles embellecen rostros
para él desconocidos y los cambiantes de luz de sus miniaturas
dan fulgor a las carnes, que él no soñó, cuando su buril dibujó el
perfil de un rostro en el pequeño del disco de oro.
Hay orfebres y orfebres...
Los otros, ¿los conocéis?
Sus buriles mágicos pulen el oro sucio de las conciencias
y engastan sus dedos, el diamante de la idea en los regios joyeles
de la vida. Sus manos a veces rudas y violentas, pero siempre
reservadas por las aguas mansas del pensamiento, saben elegir los
rubíes y las esmeraldas para ensayarlas en las gemas que adornan
la frente de su ensueño.
Maravillosos buriladores de almas... Todas sus ansias de
simplificarse, todo su raudal de fantasía, todo el fuego que arde
en sus venas, están palpitando, como un ritmo en un alejandrino,

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Letras Anarquistas

en sus joyeles donde grabó el perfil de un alma libre de su buril


perfilador de sueños.
Son los orfebres del ideal. Ellos bajan hasta el fondo de las
minas de la desolación donde el eco de los espíritus aún duerme
su sueño sin luz en los pilares de la miseria y lo pulen, lo minian,
lo burilan, engastan en sus grabados los diamantes del ensueño y
lo exponen al sol, orgullosos con su orgullo de artistas interiores...
Hay orfebres y orfebres...
Aquéllos: esclavos. Éstos: libres.
¡Nosotros!

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Letras Anarquistas

LO QUE QUEREMOS

Santiago, 10 de marzo de 1919.


Periódico Anarquista Verba Roja
José Santos González Vera

Queremos, sencillamente, el advenimiento de una


organización social que no quebrante los derechos del individuo,
ni sancione la explotación del hombre por el hombre, ni someta a
las mayorías productoras al dominio de una minoría parasitaria,
que sin derecho alguno absorbe y amenaza las actividades
colectivas.
Convencidos de que la sociedad se mantiene y progresa
por el esfuerzo constante de todos sus miembros, queremos que
retribuya este esfuerzo, este sacrificio dando satisfacción plena a
las necesidades materiales e intelectuales de cada uno.
Aspiramos, pues, a una organización que contemple
el libre desarrollo de cada personalidad y asegure la igualdad
económica de todos los seres humanos.
Consecuentes con este ideal, abogamos por la purificación
individual y colectiva y fomentamos intensamente el acercamiento,
el acuerdo fraternal de todos los hombres, para la realización de
estos principios.
Esta doctrina, perfectamente lógica, humana y justiciera,
no encierra un peligro para nadie; pero muy a pesar nuestro
vemos que ciertas gentes las interpretan a su antojo, tergiversan
su sentido y de ese modo nos identifican como asesinos, como
ladrones y demás elementos antisociales.
Nos insultan, nos calumnian, nos persiguen, nos echan la
culpa de cuanta tontería ocurre en la República, y como si esto no
bastara, ahora nos acusan de recibir dinero del Gobierno peruano.
Estas calumnias nos parecen tan viles, tan depravadas,
tan estúpidas, que preferimos no contestarlas.
Si con este método quieren silenciar nuestras voces, amordazar
nuestros pensamientos, no lograrán conseguirlo, porque no

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Letras Anarquistas

obramos por interés ni pasión, sino por una sólida convicción


filosófica.
Nuestro ideal marcará siempre el ritmo de nuestras
acciones.

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Letras Anarquistas

ESTADO SOCIAL

Santiago, 29 de agosto de 1919.


Revista Numen
José Santos González Vera

Chile ha sido un país fatalizado desde su nacimiento.


Sufrió todas las consecuencias aniquilantes de la dominación
española, que lo tiranizó, amordazó y exterminó durante siglos.
Los conquistadores posesionáronse de la tierra y
esclavizaron a la raza aborigen.
Al independizarse, al adoptar el gobierno republicano,
dejó de ser propiedad de la monarquía española, para serlo de la
descendencia de los conquistadores españoles.
La masa del pueblo chileno, con la República no ganó
libertades, derechos ni bienestar, porque la riqueza quedó en
poder de un grupo de familias.
Cuando esta oligarquía púsose en estado de guerra con el
Perú, el pueblo hizo la guerra y venció al Perú; pero el botín de
este triunfo fue apropiado exclusivamente por la oligarquía.
Desde entonces, todos los acontecimientos realizados por
el pueblo han sido aprovechados por este grupo oligárquico.
El nacimiento de cada industria ha sido para el pueblo una
nueva forma de opresión económica. Cuando algunos oligarcas
hicíeronse ganaderos, el gobierno se apresuró a gravar el ganado
argentino, y la carne subió de precio inmediatamente.
Antes o después, otro grupo inició el establecimiento
de refinerías de azúcar, y el gobierno, bondadoso y solícito,
gravó también la importación de azúcar, y ésta encareció
indeterminadamente.
No puede aceptarse ni como paradoja que las industrias
arruinen a un pueblo; pero en Chile este hecho ilógico es una
verdad. Siguiendo este procedimiento, podemos afirmar que
mientras más progresemos, tendremos más probabilidades de
morirnos de hambre.

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Letras Anarquistas

En ningún país sucede esto, porque en ninguno la


oligarquía está perfectamente organizada como en el nuestro.
Aquí los oligarcas son propietarios de la tierra y dueños de todas
las industrias. Están en sus manos todos los puestos importantes
de la administración. Dominan en el ejército, guían la acción de
la Iglesia y son el pensamiento y el fin de la prensa.
El Parlamento, más que una institución de defensa
popular, es un núcleo de representantes de salitreras, viñas, minas,
azúcar y productos agrícolas.
Allí no se discuten los asuntos que pueden mejorar la
vida popular, sino los que fomentan el crecimiento capitalista, y
si éstos tienden caminos de hierro, abren carreteras y construyen
puertos, no es para otra cosa que para facilitar el movimiento de
sus productos.
La voluntad oligárquica es más poderosa que la ley. La
ley sólo es ley cuando el humilde la resiste. La oligarquía la vence
siempre y sus atribuciones y derechos sobre los demás hombres
son tantos como fueron los caballeros feudales.
La Constitución no es un evangelio, y la justicia no es
un medio de convivencia social. La fuerza asciende de hasta una
altura mayor.
La Constitución no es un evange-cultura, es cómplice
de esta inmoralidad individualista. El pueblo está maniatado y
esclavizado a estos intereses y su voz no tiene más importancia
que el llanto de las mujeres y el ladrido de los perros.
El pueblo es una fuerza que todavía no ha dado con su
camino. Las generaciones que hoy día cavan las minas, cultivan
los campos y mueven las industrias, valen para la oligarquía tanto
como un puñado de tornillos para un mecánico. Cuando se
agoten, se les reemplazará sin comentarios ni discursos.
Los vientres de las madres proletarias paren con excesiva
abundancia carne amoldable a todas las faenas.

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Letras Anarquistas

IDEAS Y FIGURAS

Santiago, 20 de septiembre de 1919.


Revista Numen
José Santos González Vera

La palabra sirve para orientar, unir y especular; pero no es


posible efectuar nada sin recurrir a la acción.
La palabra explica y juzga la realidad. La acción la crea y
la expresa.
En nuestro siglo hay un superávit de ideas; la realización
de una pequeñísima parte de ellas, bastaría para crear una realidad
nueva; una realidad que mejoraría absolutamente la vida de todos.
Tal vez no sería atrevido asegurar que, todas las teorías,
las fórmulas, las ideas, en suma, el trabajo mental de todos los
siglos, está contenido en estas tres palabras: igualdad, libertad y
fraternidad.
Estas palabras te son conocidas; desde pequeñito las
escuchaste, y nunca en tu vida has dejado de oírlas y leerlas.
Ellas te han seguido por todos los caminos. Tu diario las
repite cada día y tus amigos las pronuncian con cierta frecuencia.
¿No has advertido que, cuando los hombres las dicen, se ponen serios?
Quizás de tanto oírlas, han dejado de impresionarte; pero
si entornaras tus párpados y te concentraras un instante, lograrías
figurarte qué hermosa realidad podría crearse, materializando lo
que hay dentro de esas palabras.
El futuro no pertenece a nadie. Si tú quisieras ayudar a
realizar el contenido de esas palabras, no necesitarías esforzarte;
te bastaría con dar un fin a esos menudos hechos, que sin saber
cómo ejecutas en el taller, en la calle y en todas partes.
Esos pequeñitos hechos, hoy, por su falta de sentido,
se pierden; pero si tú les infiltraras algo de tus ansias ellos se
acumularían, y con los míos y los de otros, transformaríanse en
fuerza, y esta fuerza iría delante de nosotros abriendo camino
para la realidad nueva.

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Letras Anarquistas

NECESIDADES DEL INSTANTE

Santiago, 4 de octubre de 1919.


Revista Numen
José Santos González Vera

Los socialistas y anarquistas, en diez años de activísima


lucha –podría decirse– no han acumulado más opinión que la
que tenían al comenzar.
Han derramado sus doctrinas sobre grupos heterogéneos
y estos grupos han asentido, pero no se han plegado. Hay en el
ambiente vagas simpatías; mas, falta el convencimiento.
Los socialistas y anarquistas, como ayer, están aislados;
como ayer se les persigue y se les calumnia, y también como ayer
no son comprendidos por la masa.
¿Y por qué? Porque han gastado el tiempo que debían a la
lucha, en hablar entre sí, y con esto no han logrado convencerse
más, sino mantener un círculo vicioso. Además, están divididos
por enemistades personales.
Los antagonismos doctrinarios son lógicos y perfectamente
justificados; pero las desavenencias personales sólo acusan falta de
tolerancia y de prudencia.
Si esta regla de conducta continúa llegará un momento en
que habrán desaparecido como fuerzas ideológicas: el socialismo
y anarquismo.
Hasta ahora, muchos convencidos han olvidado su
convencimiento y muchos entusiastas han perdido su entusiasmo.
Naturalmente, estos antagonismos sólo aprovechan a la
burguesía, que se hace más fuerte y más poderosa.
Y sin embargo, socialistas y anarquistas aspiran a la
felicidad del pueblo; para alcanzar este fin, cuentan con medios y
formas diferentes; pero algunos medios servirán a unos y a otros
para obrar conjuntamente. Uno de ellos sería el sindicalismo.
En este instante de desquiciamiento, de renovación
universal, los hombres que viven para el futuro deberían proyectar

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Letras Anarquistas

sus ideas sobre la parte viva del pueblo: el proletariado.


Quizás, el minuto de la transmutación de los valores esté
cercano. (Esto nunca se puede precisar del todo). Y si así fuera,
seria atrozmente desagradable tener que constatar que en esta
región nada es transmutable por falta de preparación; pero, como
ninguna certeza tenemos, aún sería tiempo de que socialistas y
anarquistas se sumaran a sus gremios respectivos, y empezaran a
unir, fortificar y orientar la lucha proletaria.
En los sindicatos y en las federaciones hay mucho trabajo
que realizar.
Los recientes movimientos huelguistas han carecido
de impulsión y han demostrado que las fuerzas proletarias son
inconsistentes, y lo peor es que no se esgrimen bien.
El proletariado todavía no conoce sus armas, y por eso el
partido que saca de ellas es casi nulo.
Ustedes, compañeros socialistas y anarquistas, podrían
unir estas dos fuerzas, disciplinarlas y hacerlas aptas para que sus
movimientos fueran siempre triunfales.

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Letras Anarquistas

PRIMAVERA

Santiago, 18 de octubre de 1919.


Revista Numen
Manuel Rojas

El sol ha rasgado las nubes que cubrían el rostro del cielo,


y éste muestra ahora su color de buen tiempo. La primavera ha
abierto sus brazos, los árboles, como cuerpos desnudos, se han
desperezado lánguidamente. La tierra está ahora llena de paz y de
dulzura. He aquí .que ha llegado el claro tiempo de la canción y
de la sonrisa.
La juventud estudiantil ha huido de las clases, y en
racismos de la carne joven, disfrazada de Pierrot, de payaso o de
tony, grita por las calles su despreocupación bizarra y luce su cara
pintada de arrugas que la risa alarga inverosímilmente.
Emociona hasta las lágrimas tanta fuerza joven, tanta
pureza y tanta frescura de alma. ¡Ojala que siempre sea así!, que
siempre sean alegres y puros, jóvenes y fuertes. La juventud es la
gracia del cuerpo, así como la gracia es la juventud del alma. Ojala
que nunca se tornen viejos y que para todo, para los ideales y para
la vida, conserven esta fuerza, destinada hoy a la alegría.
Los jóvenes de hoy serán los hombres de mañana. Y
mañana, ¿serán tan puros y tan fuertes como hoy? ¡Quién sabe!
La juventud es una llamarada: quema y dora el alma, esbeltiza
el cuerpo, y pasa. Si de ella se hizo una cosa pura, si se puso
su fuerza, no tan sólo al servicio de ambiciones pequeñas, si no
también en altos ideales, habrá servido, si no, no. Habrá sido una
juventud de cuerpo, no de alma. Y cuando ya más viejos, más
hombres, la vida les pregunte qué hicieron de la fuerza que les dio,
ellos, inútiles, ya no sabrán qué contestar.
Dentro de poco, tal vez ya no serán jóvenes, ni lo serán
nunca más. Saldrán de las aulas, fuertes aún, pero ya lejos de
las doradas viñas juveniles. Frente a la vida honda y convulsiva,
destinados a pelear con ella, a disputarle palmo a palmo los frutos

42
Letras Anarquistas

del futuro, se encontrarán. Traerán, junto con la esbeltez de la


médula, mucha sabiduría y mucha savia moza, y los llamarán,
como mujeres hermosas, diferentes caminos. Muchos, tal vez
los más, elegirán el más suave y más florido, porque condición
humana es la de procurarse la mayor blandura para la planta.
Pero ésos serán inútiles y viejos para toda la vida. Habrá otros, sin
embargo, que antes de decidirse pensarán. Pensarán que todo no
ha de ser comodidad y holgura, que hay mucho dolor y mucha
angustia sobre la tierra, que el alcohol y el hambre empiezan
ya a matar a estas razas fuertes de América y que la sombra de
antiguos crímenes colectivos amenaza oscurecer de nuevo los ojos
claros de los niños. Y se irán por caminos rudos, ásperos, llevando
para el cansancio y la sed el recuerdo de esta alegría que hoy los
desparrama, en racimos de carne joven por las calles llenas de sol.
Muchachos: sed dignos de la vida. La mayor alegría está
al final de la jornada, cuando, concluida la labor, se puede decir:
Hoy hemos trabajado.
Que todo no sea canción de amor o de alegría. La vida
moderna exige hombres fuertes, mental y corporalmente, machos
duros que la tumben, como hembra que es, sobre la tierra y la
llenen de gritos y de acciones.
Así, pues, mañana, pasado ya el bullicio, cuando os
encontréis solos con nosotros mismos, decid: Ya nos hemos
divertido. Trabajemos, ahora.
¡Y que la lucha y el triunfo sean con vosotros!

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Letras Anarquistas

INSINUACIONES

Santiago, 27 de octubre de 1919.


Revista Numen
José Santos González Vera

Tú protestas de que la sociedad no te deja actuar y vivir


libremente. Y protestando pasas toda tu vida, y te la amargas y
emponzoñas, pero ¿has hecho algo por conseguirlo?
Has pasado multitud de días esperando que otro te la
asegure y garantice; y cada nuevo día has ido perdiendo esta
esperanza y acercándote a la muerte. Ni siquiera has logrado
dejarle ese patrimonio a tu hijo.
Si no reaccionas, tu esclavitud no tendrá término. La
sociedad irá cada vez cercando más férreamente tu actividad;
irá limitando más y más tu derecho y cargando tus espaldas con
interminables deberes.
Ya no te pertenecen ni tus hijos. Cuando están pequeñitos
te los roba la fábrica y cuando han crecido el Estado te los arrebata
y les enloda las manos con el contacto del fusil.
Si entonces tú haces huelga, el Estado le ordena que te
mate. Y si hay guerra, lo mandará a morir a una tierra desconocida.
Tus hijos ya no son tus hijos.
Todo este mal se ha ido acumulando, porque tú has sido
indiferente y no le has opuesto resistencia. Tú has permitido
que se mantenga una escuela, donde a tu hijo y a los hijos de
tus compañeros se les enseña a matar. Tú has permitido que se
desarrolle y prospere una religión que te enseña a obedecer; tú
has permitido que unos pocos se adueñen de la tierra, del mar y
sus productos, y, por tu propia indiferencia, ya no eres dueño de
consumir lo que tus manos fabrican.
Tú lo has creado todo y ya nada es tuyo. Tu existencia
es inmensamente angustiosa. Es posible que tu vida mañana
se agote, y entonces no sentirás cansancio ni congoja. Un gran
reposo consumirá todas tus inquietudes, ahogará tus protestas y

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Letras Anarquistas

serás feliz porque no serás nada.


Pero algo que te es muy querido –tus hijos– quedará
en la vida, desarmado para luchar y aplanado por el peso de las
esperanzas que tú no realizaste; tu hijo será doblemente explotado
por los que te explotaron y será más tiranizado y escarnecido que
lo que tú fuiste.
Si no tienes dureza ni voluntad para dejar a tus hijos un
porvenir menos adverso, no procrees; pero si abominas de la
infecundidad y aspiras a perpetuar algún ideal íntimo, límpiate
de todo egoísmo y comienza a reaccionar.
Siéntete libre. Si no puedes al principio, llama. Y ten la certeza de
que innumerables voces se unirán a la tuya. Si el obstáculo cansa
tus brazos, haz un signo y verás que miles de brazos te ofrecerán
ayuda.
Una inmensa multitud yace abatida. Un grito lanzado
por tu garganta bastará para despertarla… y desde ese instante
empezará a quebrantarse lo que te oprime.

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Letras Anarquistas

EL 21 DE MAYO

Santiago, 22 de mayo de 1920.


Revista Numen
José Santos González Vera

Este como todos los anteriores años, los patrioteros, los


borrachos y los hombres entontecidos celebrarán con bestial
alegría el triunfo que Chile obtuvo sobre Perú y Bolivia hace un
siglo.
Una guerra no se justifica jamás porque siempre es, más
que otra cosa, la glorificación de la brutalidad, de la ferocidad,
de lo execrable. Como fatalidades podríamos aceptarlas si las
provocaran los pueblos; pero bien sabemos que fuera de la época
primitiva, todas han obedecido a cálculos, a combinaciones de las
castas usurpadoras.
Las masas no fueron consultadas; pero siempre utilizadas.
Las masas no han sentido jamás el afán de rapiñas, siempre han
tenido que hacerlo porque siempre han sido mandadas y guiadas.
En la guerra que la burocracia del 79 impuso a Chile,
Perú y Bolivia quedaron tres pueblos separados, desangrados y
baldados.
Con la conquista de las salitreras, los hombres pobres de
Chile ganaron para sus amos la riqueza, para sí mismos el hambre
eterna y para sus hijos la esclavitud y para todas las generaciones
venideras el odio asesino de los pueblos.
Sin embargo, todavía en las bocas hambrientas quedan
himnos para exaltar la fecha en que la esclavitud se consolidó.
Cuando en el cerebro de las masas nazca un poco de
conciencia, en la garganta de los chilenos nacerán más himnos
y los ojos de los hombres del trópico no volverán a empañarse en
lágrimas inútiles.

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Letras Anarquistas

LA FORMACION DE UN PARTIDO DE CLASE

Santiago, 14 de febrero de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Así, de sorpresa parece una idea excelente, que los


organismos obreros tengan un partido político oficial; que puedan
hacerse oír en las Cámaras por boca de sus propios compañeros.
Hasta luminosa pareció esta idea cuando fue enunciada;
pero con el transcurso de los días se ha pasado del entusiasmo
espontáneo al examen, al desmenuzamiento de las ventajas y las
fallas.
Los partidarios de crear este partido como medio de dar
unidad y extensión política al proletariado, forman dos grupos
muy diversos en número y calidad espiritual.
El más reducido ha adherido a este propósito para
enriquecer los medios de lucha social y acortar el traspaso del
actual régimen a uno inicialmente socialista. Este grupo, cuyos
compañeros podríamos enumerar se caracteriza por su idealismo
imprudente y por su resistencia a sacar deducciones de nuestra
pasada y presente realidad política. Sin esa característica, habría
preferido aumentar la intensidad de la acción directa.
El otro grupo, el denso, esta formado por aquellos que en
las luchas sociales ven un medio de aprovechamiento personal;
por aquellos obreros ligeramente instruidos que ansían poder
aburguesarse.
La tendencia al menor esfuerzo, permite que hasta en los
gremios se agrupen aquellos que viven para las oportunidades.
Esta especie de gente logrera, materialista e inmoral, encontraría
una gran ocasión si se formara un partido de clases. Sin embargo,
el hecho que algunos tengan intenciones impuras no es un
argumento de fuerza contra el proyecto de partido.
¿Qué rol tendría el Partido Laborista en el Parlamento?

47
Letras Anarquistas

1
Hacer visible los intereses de los que fabrican, crean, ejecutan
y producen personalmente la riqueza social. Es decir, mantener
el derecho del proletariado contra cualesquier derecho parcial y
legislar sobre aquellos problemas sensibles de ser tratados en el
Parlamento.
¿Cuál sería la finalidad de este partido? Si hemos de tomar
como bases las publicaciones aparecidas en la capital, podríamos
afirmar que su ideal sería el que la Federación Obrera de Chile ha
estampado en sus estatutos, o sea: distribución y control de los
productos de los productores.
El Partido Laborista, según el propósito de sus
propiciadores, deberá contar con el apoyo de los federados; ¿pero
contará realmente con ese apoyo?
De los federados, el 60% no está inscrito. Los que tienen
derecho a voto están en un 25% vinculados a los demócratas,
radicales y socialistas. El resto se compone de los que están
desengañados del Parlamento y de los que son contrarios a su
existencia.
La fuerza efectiva de esta agrupación política no alcanzaría,
pues, proporciones estimables. Además, los partidos burgueses
poseen la fuerza del oro, y como medios complementarios, la
fuerza pública, la libertad de cohechar, de falsificar actas y de
aceptar a los representantes que les agraden, y seguramente los
Laboristas como defensores de una doctrina antagónica, no serían
las personas indicadas como más agradables.
Anotados todos estos factores se llega a la certidumbre de
que los Laboristas tendrían en el Parlamento una representación
sin ninguna importancia numérica.
No podrían, aunque lo quisieran, dictar ni una sola ley beneficiosa
para los trabajadores.
¿Por qué? Porque en Chile todos los partidos son
esencialmente capitalistas y no pueden desear ni propiciar jamás
ninguna ventaja fundamental para el pueblo.
1
Emula al Partido Laborista inglés: formación política de ideología gremial socialista.
Fundado en 1906 –por G.B. Shaw, entre otros–, fue durante largo tiempo la expresión
política del sindicalismo inglés.

48
Letras Anarquistas

La fenecida administración nos dio demasiadas pruebas de


la inercia criminal en que viven partidos liberales como el radical
y el demócrata. Estos partidos no tienen siquiera la entereza de
defender las libertades públicas.
Hace sólo meses, en nuestra república se asesinó, se
agarrotó y encarceló a centenares de ciudadanos con la complicidad
de los partidos. Claro es que cuando todo era irremediable, se
hicieron decenas de discursos que sirvieron, a lo menos, para la
exportación.
En un país como el nuestro, donde pesa sobre todas las
cosas la influencia incontrarrestable de los intereses, un partido
de clase es imposible nacería muerto o sería acallado en cualquier
momento.
¿Entonces cual sería el papel de los laboristas? No pudiendo
obtener sanción para ninguna ley que mejorara en parte la vida
proletaria, la obra de los Laboristas se concretaría a pronunciar
discursos expositivos y a obstruir el despacho de los proyectos
camuflaje.
Si esta acción pudiera dar un resultado favorable sería
a muy largo plazo y mientras tanto, como consecuencias de la
organización política, empezaría a fallar la organización gremial,
a debilitarse la lucha directa y también empezarían la discordia y
el materialismo repulsivo a envenenar moralmente al proletariado.
La exposición de doctrinas que podría hacerse en el
parlamento no compensaría los sacrificios requeridos por una
elección de representantes.
Además, en el congreso, las doctrinas han dejado completamente
de influir. Y no sólo las doctrinas. La justicia, la razón, la lógica
no sirven para nada cuando contraponen a los intereses.
Los parlamentarios deben saber de antemano que actitud
deben adoptar frente a un asunto. Ninguna doctrina, ningún
argumento, por convincentes que sean, podrían hacerlos variar.
En el congreso como en otras partes triunfa invariablemente
la fuerza.
Ahora suponiendo que un partido de clase en poco

49
Letras Anarquistas

tiempo adquiriera una posición extensa importante, fuerte,


tampoco podría hacer nada porque un partido para hacerse
poderoso necesita adaptarse, contemplar todos los intereses,
ceder, claudicar un poco, solidarizarse con elementos extraños,
perder su consistencia doctrinaria y obrar casi siempre con olvido
de sus principios.
En otra forma nunca el Partido Socialista Alemán habría
llegado a ser el partido más poderoso del imperio.
En síntesis podríamos decir que nadie sale de apuro con la
creación de un nuevo partido político, aunque este partido tenga
por objetivo la emancipación de una clase.
Es inútil la creación de partidos, es inútil la elección de
representantes, es inútil la labor legislativa. Las leyes imponen
normas que nadie tiene interés de seguir, las leyes son soluciones
buenas para archivarlas y para que los políticos las citen en
sus alocuciones pero nunca tienen expresión real, nunca son
materializadas y jamás llenan una necesidad.
Los partidos socialistas del mundo que tienen un programa
muy semejante al Laborista, si han hecho algo, ha sido contribuir
al exterminio de las iniciativas populares; engañar al pueblo con
reformas que nunca alivian enteramente una situación y retardar
la emancipación del proletariado.
En ese hermoso movimiento socializador que puso a las
fábricas de Italia en manos de los trabajadores, el P.S.I. el más
revolucionario de todos los partidos socialistas, interrumpió la
acción obrera haciendo participar al gobierno, quien redujo los
deseos populares a su expresión menos significativa.
La apropiación de las fábricas resultó inútil. A los obreros
se les permitió como concesión tener alguna ingerencia en el
control de las fábricas. Si se compara lo obtenido con lo que se
pudo obtener se verá la diferencia. Y así en todas partes.
Siempre los partidos socialistas han hecho de almohadones entre
el capitalismo y los trabajadores.
Mientras el proletariado acepte intermediarios, se haga
representar y transe, tendrá menos pan del que necesita y menos
comodidades de las que ha menester; pero cuando comprenda
50
Letras Anarquistas

que su salvación está en lo que por si mismo pueda hacer, entonces


sentirá que sus ataduras no son tan sólidas y que el poder de sus
contrarios no está amasado con materia indestructible…

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Letras Anarquistas

LA MASACRE DE LOS OBREROS DE LA PAMPA


SALITRERA

Santiago, 14 de febrero de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Antecedentes.- La industria del salitre atraviesa por un período


de crisis debido a que los países extranjeros que importaban este
producto hoy se ven imposibilitados para hacerlo.
Creada esta circunstancia las oficinas salitreras se han
visto en la necesidad de suspender sus labores.
A consecuencia de esta determinación millares de obreros
casi todos establecidos con sus familias quedaron en calidad de
cesantes.

Surgen conflictos.- Abandonados a sus propias fuerzas, los obreros


del norte, comprendieron, habiendo en todo el país exceso de
brazos, les sería imposible obtener colocación. Comenzó entonces
la resistencia de los trabajadores para abandonar sus faenas.
Las dificultades se multiplicaron para casi todas las oficinas y
en algunas la situación creada presentaba los caracteres de un
conflicto. Gracias, sin embargo, a las reiteradas promesas del
Presidente de la República1 de que los salitreros tendrían trabajo
en el sur del país, y debido también a la amigable intervención del
intendente de Antofagasta el conflicto fue perdiendo su gravedad
bailando para cada una de sus manifestaciones una solución
pacifica.

Las Salitreras de San Gregorio.- Desgraciadamente los


acontecimientos iban a tomar otro curso. Los obreros de la
salitrera San Gregorio se negaban a abandonar la pampa pues no
habían recibido el desahucio legal. Fue así como en esa región que
1
Se refiere a Arturo Alessandri Palma

52
Letras Anarquistas

corresponde al cantón de Aguas Blancas el movimiento obrero


entró en un período de peligrosa efervescencia. Con la adhesión
de los camaradas de labores de otras oficinas como la Valparaíso,
Eugenia, Pepita y algunas más, se formó un gran mitin para
protestar por la intervención del ejército que traía instrucciones
para desalojar a los trabajadores por la fuerza. Se habían reunido
1.300 más o menos. Era el jueves 3 de Febrero.

La matanza.- A las cinco y media de la tarde los manifestantes se


dirigieron a la administración de la oficina. Una comisión que iba
a la cabeza llevaba un pliego de peticiones, luego iban las mujeres
con sus hijitos, el resto lo formaba el grueso de los obreros.
Esperaban en los corredores de la casa del administrador Mr.
Jones, el teniente Argandoña con veinte hombres de su cuerpo,
el teniente Gainza y ocho carabineros. El teniente Argandoña fue
el primero que gritó cuando los obreros estuvieron a pocos pasos
de la oficina:
–¡Alto ahí! Ustedes no avanzan ni un paso más.
Replicaron entonces los obreros:
–¿Por qué? Queremos saberlo.
Y no alcanzaron a decir más. El Teniente Gainza junto
con su tropa inició una descarga cerrada. A ella contestaron
los obreros, y apoderándose del teniente Argandoña, el que era
conocido en la pampa con el nombre de “Matón” le asesinaron.
Las balas de los obreros hirieron también a Mr. Jones que huyó
a refugiarse. Mientras tanto el ejército baleaba al pueblo con tal
profusión que muy luego quedaron en el campo más de cien
obreros, entre heridos y muertos.

¡A ustedes no, soldados!- Fue un momento intraducible.


Parapetados el teniente Gainza y sus hombres en los corredores de
la casa, los obreros enardecidos por la masacre pasando por entre
los cadáveres de sus mujeres, de sus hijos, de sus compañeros,
disparaban desesperadamente gritándoles a los ayudantes del
teniente Gainza:

53
Letras Anarquistas

–¡A ustedes no, soldados! ¡A ustedes no, soldados! ¡Al


teniente Gainza! ¡A Gainza!
Los obreros no querían matar a los soldados.

La prensa burguesa.- Las primeras noticias que llegaron fueron


dadas a conocer –como siempre– en una forma insidiosa y falsa.
Durante tres días los grandes rotativos estuvieron afirmando que
los soldados en el norte habían sido asesinados bárbaramente por
los obreros. Después esos mismos diarios han debido constatar
esta vez sin títulos a toda página que en esta tragedia murieron 3
militares y 65 obreros.

Lo fatal.- Esto ha sido así, obreros de Chile. Vosotros no olvidaréis.


Por esa pampa han desfilado millones de hombres fuertes de esta
raza. Muchos han sucumbido anónimamente; hoy nadie los
recuerda. A la primera matanza, ha sucedido la segunda. Cada
cierto tiempo mueren los hombres del salitre arrollados por la
maldad de un general o acribillados por las ametralladoras de un
bandido con charreteras. Esta ha sido la última masacre. A esta
seguirá otra. Debéis esperarla.
Pero nosotros os decimos trabajadores de Chile que en esa
pampa, bajo ese sol que ha caído sobre las espaldas robustas, como
un castigo ya hay hombres que han aprendido a tener ensueños
rudos.

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Letras Anarquistas

EL PRIMER ESTREMECIMIENTO AGRARIO

Santiago, 30 de abril de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Hasta los comienzos del año actual, las relaciones


entre terratenientes y cultivadores no habían sido amagadas ni
desquiciadas por un fenómeno huelguista.
Un desacuerdo tan abierto, tan decidido y tan manifiesto
como el acaecido en el centro y en el sur del país, era algo que la
mente ciudadana no podía concebir ni figurárselo.
Desde la Colonia el agricultor ejercía un dominio
absoluto en sus tierras. El inquilino nacía, trabajaba y moría sin
moverse del fundo, sin exteriorizar jamás una queja y sin pensar
nunca en que la vida la acordaba tantos derechos como a su
patrón.
Sus hijos continuaban trabajando para los sucesores del
amo con la misma sumisión, con la misma ausencia de perspectivas
nuevas y con idénticas limitaciones de raciocinio.
El campesino vegetaba; no recibía instrucción ni ventaja
de ninguna especie. Vivía, comparado al obrero de la ciudad en
un estado de pobreza absoluta. Sufría miseria material y moral.
En algunos fundos era agarrotado y vejado en sus hijos, cuando
su conducta no agradaba al dueño.
Sin embargo, estas pobres gentes soportaban todas las
innoblezas y cobardías patroniles, porque consideraban a sus
patrones miembros de una casta superior que debía ser obedecía
y mantenida.
En los primeros años de la república, cuando la oligarquía
no estaba contaminada por el lujo no corrompida por la
depravación, el terrateniente era como el padre de sus trabajadores.
Existía algo semejante al patriarcado.
El dueño se creía hecho de carne más noble; pero estaba

55
Letras Anarquistas

unido a sus inquilinos por un sentimiento de solidaridad y hasta


de afecto.
Después el propietario perdió el cariño de la tierra y se
dedicó a vivir parasitariamente en las ciudades. La distancia
empezó a carcomer el afecto, a destruir el acuerdo espiritual.
Más tarde, cuando los labradores fueron iniciados en el
conocimiento del alfabeto, una revolución subterránea, individual
y por coincidencia, colectiva, dio nueva fisonomía al campo.
Nuevos conceptos hirieron de muerte las antiguas
costumbres e hicieron desagradables la esclavitud y el abandono.
El lazo afectivo desapareció junto con la resignación.
Los sembradores, los trabajadores agrícolas quedaron
unidos a los poseedores del suelo, únicamente por el interés
económico. Y como éste se ensancha sin interrupción ha llegado
el instante del conflicto.
Ya no se contentan con lo que se les da. Quieren mejor
retribución, piden habitaciones más higiénicas, exigen más respeto.
Los propietarios comienzan por negarse, claman, se enardecen y
finalmente concluyen por aceptar las condiciones. Sin inquilinos
las tierras no producen y ellos de morirían de hambre porque no
saben trabajarlas.
Tanto la huelga de Culiprán como las producidas en
otros puntos, son absolutamente económicas; pero se trata del
comienzo. Con el sucederse de los días comprenderán los obreros
campesinos que la opresión material no se resuelve con un mayor
salario.
También llegarán a comprender que la tierra como
capital anterior a los hombres no puede ser privilegio de nadie. Y
deducirán entonces que los que efectivamente la trabajan son los
únicos merecedores de beneficiarse con cuanto produce.
Este movimiento insignificante como realidad, tiene trascendencia
porque incorpora a los campesinos a la acción emancipadora
sostenida por los obreros industriales y manufactureros.
Las condiciones de trabajo agrícola se oponen bastante
al desenvolvimiento intelectual de los agricultores asalariados.
Viven más absorbidos por el ambiente y también más separados;
56
Letras Anarquistas

hay lógicamente menos intercambio mental, menos progreso en


cualquier sentido.
Los obreros de las ciudades si se compenetran de la
importancia que los campesinos tienen para la liberación común,
deberán establecer relaciones de propaganda a fin de que los
impresos lleguen a todos los rincones conduciendo las inquietudes
renovadoras. Y se obtiene además que la obra de rectificación
social sea conocida por todos e impulsada por todos.

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Letras Anarquistas

El ALCOHOLISMO ES UNA VIRTUD NACIONAL

Santiago, 11 de Junio de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Una actitud heroica fue la observada por los trabajadores


de Arica. Estos trabajadores como todos los del territorio, bebían
regularmente los tóxicos preparados por la Sociedad de Vinos
de Chile y por otras empresas que desde el nacimiento de la
República se han dedicado a la explotación del vicio alcohólico.
Sin embargo, los obreros de Arica contrariando su hábito
quisieron deshacerse violentamente de las bebidas embriagantes y
se negaron a descargar.
Esta línea de conducta mantenida durante setenta días desorganizó
lo suficiente el comercio de alcoholes.
Los vinicultores alarmados movieron todos los resortes y
la protesta por esta “traba al libre comercio” resonó a diario en las
sesiones de ambas cámaras.
En el senado les correspondió a los honorables señores
Edwards y Barros Errázuriz, defender la noble causa de la
vinicultura.
¡Una industria de tan hondas raíces a la cual está vinculada
la prosperidad nacional, no puede ser arrasada de la noche a la
mañana! ¡Una industria que proporciona pan a tantos hogares no
debe ser exterminada!
El honorable señor Edwards, con una videncia aterradora
declaró que esta imposición obrera no debía aceptarse porque se
establecería un precedente funesto.
Y es natural. Como va a ser aceptable que los trabajadores
renuncien a emborracharse cuando esto constituye una virtud tan
encomiable.
¡No! El proletariado debe renunciar a la locura de
regenerarse; es necesario que continúe intoxicándose; que se

58
Letras Anarquistas

embriague más a menudo, que se beba todo el salario; no deben


oír las prédicas de Fernández Peña.¡
¿A quién se le ocurre que sea posible vivir sin vino? Y sobre
todo si es una industria demasiado importante para suprimirla;
una industria que tiene quinientos millones de pesos invertidos.
¿Acaso es compensación la salvación del pueblo? ¡No hay
ni que pensarlo! ¿Qué vale un pueblo compuesto sólo de hombres
que trabajan, de mujeres que sufren y niños que se envilecen?
Con industrias de tan grande magnitud no se puede
jugar. Basta sólo recordar que en la fabricación y distribución
de estos tóxicos, se emplean treinta mil hombres que ya no se
acostumbrarían a vivir trabajando en una actividad distinta.
Y sobre todo los propietarios de los viñedos, de las cosechas
y las destilerías, con sus familias, suman por lo menos cinco
mil personas que tienen que vivir, y como dueños, en mejores
condiciones.
Necesitan hospedarse en casas lujosas, poseer galerías de
pintura, salones, bibliotecas, caballerizas, casas en los balnearios y
una caja fuerte que no esté vacía jamás.
Estas personas son cultas, refinadas; practican el ocio
noble de los griegos y son un exponente del tipo aristocrático de
Chile.
¡Realmente es tonto profesar ideas puritanas y criminal entorpecer
un tan espléndido negocio!
Y por ventura, ¿hay una sola razón de parte de los que
aspiran esta hecatombe? Ninguna. La ciencia no ha probado que
las bebidas alcohólicas sean perniciosas. ¿No es corriente que
los médicos receten como estimulante pequeñas dosis de vino
generoso?
Por lo demás, ¿si es malo beber en exceso por qué no se
traga moderadamente? ¿No? Nunca ha sucedido tal cosa. Los que
comenten exceso son aquellos hombres desprovistos de prudencia.
Por suerte no alcanzan sino al 98 por ciento.
Indudablemente. Los propios hijos de los abnegados
viñateros, en las escuelas nocturnas predican contra el abuso;
pero los obreros son tan pícaros que prefieren beber como brutos
59
Letras Anarquistas

sólo para disgustar a las almas caritativas.


Si. Hay que abandonar una pretensión tan infundada,
porque si se suprime el alcoholismo la vida adquirirá una
monotonía mortal. Las cárceles empezarán a cerrarse, las
comisarías tendrán que licenciar a sus guardianes; los crímenes
y las simples puñaladas irán desapareciendo con grave perjuicio
para las revistas ilustradas y para las personas que no manejan
ideas abstractas.
Los obreros dejarían de agarrotar a sus mujeres; vivirían en casas
limpias, se alimentarían bien, se harían respetar y lo que es peor se
pondrían inteligentes y hasta se aficionarían a leer y pensar; ¡qué
tediosa sería la vida, Dios mío!
Los niños pobres no nacerían degenerados, los hospitales
se irían desocupando, los médicos verían disminuir su clientela y
mil actividades que dependen del alcohol, cesarían, perderían el
ritmo de la vida para siempre.
¡Sería horrible una vida así! ¿En qué ocuparán sus ocios las
damas caritativas? Los caballeros ya no podrían leer conferencias
recomendando moderación de costumbres. El pueblo no se
alegraría con franqueza.
Los hombres probos no tendrían, en sus respectivos
ambientes, ningún relieve porque todos los serían en proporción.
La maldad misma disminuiría de volumen. ¡Que calamitoso sería
todo esto!
Los banquetes serían fiestas sin poder de atracción
¿cómo se expresaría la alegría? Es obsesionante entregarse a estas
imaginaciones.
Todos los hombres estarían obligados a obrar
concientemente, a pensar, a meditar, a interesarse por ideas.
Los intelectuales ya no podrían vivir con un prestigio de
semidioses porque sería grande el número de las gentes que se
darán a especulaciones ideológicas.
Realmente estas imaginaciones equivalen a una pesadilla
de mal gusto.
Y así. Estos y otros argumentos sirven de valuarte a los
viñateros y a los fabricantes de tóxicos; creen estos originales
60
Letras Anarquistas

caballeros que la moderación sería el mejor camino y la mejor


defensa contra la embriaguez; pero olvidan que la moderación,
la prudencia, la sobriedad, el control, no son características
humanas. Si algo particulariza al hombre es su completa carencia
de prudencia y su casi total incapacidad para dar a sus acciones la
medida y el sentido de la conveniencia común.
El hombre no ordena las circunstancias sino que se
aprovecha de los menos favorables.
Si las gentes pudieran ser prudentes, la fuerza pública sería inútil;
las cárceles no existirían y todo marcharía maravillosamente.
En nuestro país, el setenta por ciento de los actos contrarios
a la sociedad son estimulados por el uso de bebidas alcohólicas.
Todo se combina en el ambiente obrero, para que el
consumo de licores se transforme en costumbre, en hábito
fatal. Antes de mucho nuestro obrero sabiendo que el “beber
moderadamente” no daña bebe con decidida inmoderación. ¿Por
qué? Por la tiranía del hábito.
Ni los obreros ni las clases cultas, tienen ánimo para
desprenderse de esta necesidad artificial y terrible; pero como esta
incapacidad no puede ser obstáculo para la regeneración social,
hay que terminar con el alcoholismo aunque esto exija un poco
de violencia.
Se impone pues que la F.O. de Ch. abandone su actitud
contemplativa y se de por entero a la acción. Con solo imitar a los
cargadores ariqueños, se andaría la mitad del camino.
Una obra de esta índole prestigiaría al proletariado
chileno en todas las tierras y lo pondría en condiciones de saber
de cuantas y de qué acciones es capaz.

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Letras Anarquistas

HUELGA DE ARRENDATARIOS

Santiago, 24 de junio de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

La idea de rebelarse contra los propietarios era una idea


acariciada desde hace muchos años.
Poco después de 1912, los anarquistas organizaron una
Liga de Arrendatarios, con el buen propósito de mejorar las
habitaciones populares y de lograr su abaratamiento.
Como entonces la idea era más o menos nueva y como los
propietarios eran un poco menos descarados, la iniciativa prendió
en los barrios, no se convirtió en algo que apasionara.
Sin embargo, la Liga habría continuado su propaganda;
pero la policía, aburrida con los continuos mítines que realizaba
esta Liga, y no teniendo medios más inteligentes para detenerla y
contrarrestarla que los garrotes y los caballos, en varias ocasiones
garroteó a los manifestantes y los dispersó a caballazos.
Los anarquistas no insistieron en seguir esta clase de
propaganda y concretaron su acción en otras iniciativas contra el
régimen social.
Empero, la acción inicial no se perdió. Los arrendatarios de
conventillos, pasajes y cités adquirieron más espíritu de crítica;
fueron más exigentes y más descontentadizos.
Los días de cobranza recibían a los propietarios con
mala cara, hacían lo posible por retrazar el pago y procuraban
hostilizarlos de todas maneras. Esta resistencia individual,
naturalmente, no daba resultados. Los propietarios, aprovechando
el hecho de que no se reemplazaban las casas que se ordenaban
demoler, subían los cánones semestralmente, dejaban que las
habitaciones se pudrieran, no arrendaban a las familias con niños
chicos, reglamentaban la llegada nocturna, prohibían cualquier
regocijo, despedían sin razón a los inquilinos y en una frase:

62
Letras Anarquistas

actuaban como tiranos.


Esta hostilidad constante aumentó la inquina del
proletariado. Las protestas se multiplicaron, se hicieron más
clamorosas y más colectivas.
A fines del año 1921, una compañera, también anarquista,
organizó un Comité Pro Abaratamiento e Higienización de las
Habitaciones.
También pareció en esta ocasión que la propaganda
había caído en un surco estéril; el Comité no fue suficientemente
apoyado por los sindicatos ni por los que debían beneficiarse con
su obra. Se produjo un aletargamiento.
En el curso de este año, se plantearon diversos problemas,
locales unos y nacionales otros. Algunos obreros entusiastas crearon
el Comité Obrero de Acción Social para hacer movimientos de
opinión.
Apenas correspondió al Comité agitar el caso de las
habitaciones, se oyeron en todos los extremos de la capital, voces de
aplauso. Y luego, muy luego fueron los conventillos levantándose
en huelga.
El éxito completo de ellas las multiplico hasta el punto
que el Comité fue impotente para ayudarlas.
Actualmente surgen en todas partes, estallan solas, se
desarrollan solas y triunfan por el impulso espontáneo de quienes
las hacen. El movimiento ha hecho imposible toda organización
y control. Sólo si se produce independiente se mantiene. Se trata
de una conmoción profunda. Acaba de alzarse cinco calles en
huelga. Ojala esa misma actitud independiente se adopte para
todos los movimientos.

63
Letras Anarquistas

OPCIONES DE UN SENADOR DEMÓCRATA

Santiago, 25 de junio de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

En Chile, como tal vez ocurra en todo el mundo, existe


una extraña norma. El hombre que se inicia en la vida pública,
se presenta siempre como el reflector del derecho popular, de la
justicia, de la honradez y de otras muchas palabras empalagosas
que han perdido su significado.
Cuando el hombre político conquista un nuevo cargo,
comienza sus funciones haciendo una declaración que lo aproxime
a la mayoría. Y si este hombre continúa ascendiendo en la escala
burocrática, llegará un momento en que estará enteramente de
acuerdo con los principios que empezó por execrar. En nuestro
país son demasiado abundantes los ejemplos para prodigarnos
citas.
El senador Guillermo Bañados, inició su período
senatorial, con un discurso sobre el bolcheviquismo en Chile,
discurso que es un saludo a la mayoría reaccionaria de esa Cámara.
Sus declaraciones de hoy no contradicen su ideología
anterior, porque anteriormente no tenía ideología de ninguna
especie.
Lo único que ha tenido durante toda su vida ha sido un
abundante saco de frases. Y estas frases ordenadas en cierta forma
se transforman en discursos.
Sus declaraciones en el Senado constituyen un caos de
tropicalismos y de sentencias que no producen más efectos que
los pianos de manubrio.
Podando su largísimo discurso, se pueden desglosar
algunas afirmaciones sensibles de comentarios.
Dice que la propaganda subversiva tiene sólo justificación
en los países tiranizados y que en Chile es inoportuna, porque la

64
Letras Anarquistas

Carta Fundamental permite realizar todas las reformas.


La gente calificada de subversiva por el honorable
senador, quiere transformar las instituciones sociales porque
éstas están cimentadas en la propiedad privada que es la causa
del antagonismo de clases y la originadora de casi todos los males
sociales.
Las reformas producen beneficios momentáneos sobre
cierta parte del pueblo; pero la causa del daño para los más, queda
viva y latente.
Sin embargo, nuestro parlamento, por su composición
y por su esencia absolutamente burguesa, no podrá hacer sino
aquellas reformas que perfeccionen el sistema de explotación.
Refiriéndose a la revolución rusa agrega que ha subvertido
el derecho de propiedad considerado como supremo bien.
Gracias a este “supremo bien” tenemos en Chile a
cincuenta mil ladrones declarados, cien mil tuberculosos y una
población de tres millones de hombres, mujeres y niños que viven
a medias; de seres que viven mal alimentados, de individuos que
están condenados a morir sin haberse desarrollado plenamente y
sin haber disfrutado un solo instante de nuestra riqueza cultural.
Gracias al “supremo bien” de la propiedad privada, nuestro país
está dividido en clases sociales que se odian mortalmente y que
mantendrán su posición hasta que el desencadenamiento de la
violencia cree nuevas formas sociales.
Después, hablando de la aristocracia rusa, dice que el
nuevo gobierno no le permite sufragar ni ocupar ningún empleo
público.
El actual régimen ruso pretende ser el representante
de una nación de productores; ¿la aristocracia rusa puede ser
considerada una clase productora? No puede ser estimada como
tal y no siéndolo no tiene derecho a intervenir en la organización
de las instituciones sociales.
En lo que empleo se refiere, nos permitimos recordar
que Krassin, Lunacharski y Chicherin pertenecían de hecho a la
aristocracia rusa.

65
Letras Anarquistas

Los demás aristócratas y miembros de la burguesía rusa


se han negado a colaborar en el nuevo régimen. Los técnicos
se dedicaban a destruir el material rodante y los industriales a
despedazar la maquinaria industrial y a ocultar las materias
primas.
Agrega más adelante que en Chile desde que se declaró
la igualdad ante la ley, la vida es una delicia; pero se olvida el
honorable senador que la ley ha sido siempre un instrumento de
tortura popular.
Los delincuentes de buena sociedad quedan siempre
impunes. Sanfuentes, Ladislao Errázuriz y otros1 que malversaron
más de cuarenta millones de pesos en una movilización sin
fundamentos, viven a sus anchas. Uno ha sido premiado con
una senatoria y el otro goza del retiro. Toledo Tagle, Francisco
Subercaseaux Aldunate, Enrique Zañartu y otros que fueron
cómplices o incitadores del saqueo de la Federación de Estudiantes,
gozan de una excelente salud.
Alfonso Bulnes, Parada, Parker, Gueratti, Cristo,
Robinsón, Barceló Lira, Guzmán, Román, Torres y otros
funcionarios civiles, militares y policiales que incendiaron la Casa
Obrera de Magallanes, viven en libertad2. He aquí la igualdad
ante la ley.
Labarca, los Gandulfo, Ugalde, Chamorro, Recabarren3
y varios centenares de obreros fueron encarcelados por delitos
supuestos, y así permanecieron en las cárceles varios meses. Esta
es la otra prueba de la bondad de nuestras leyes y de la rectitud de
nuestros funcionarios.

1
Representantes del conservadurismo chileno, que durante los años 1915-20 se
dedicaron con saña a perseguir a sindicalistas, socialistas y anarquistas.
2
Durante una huelga de trabajadores en Puerto Natales un grupo de jóvenes —hijos
de estancieros—, atizados por Alfonso Bulnes y Joaquín Barceló Lira, incendiaron
la sede sindical anarquista del lugar, que en esos momentos estaba abarrotada de
huelguistas. La gran mayoría de los asistentes perecieron carbonizados o baleados,
producto de que los paramilitares —dirigidos por Bulnes y Barceló Lira— impidieron
a fuego cruzado que los sindicalistas abandonaran el edificio en llamas.
3
A este círculo, constituido entre estudiantes y obreros, se proyectaron con vehemencia
las acechanzas policiales del Gobierno de Sanfuentes.

66
Letras Anarquistas

Y termina su discurso asegurando que las leyes han


sido observadas siempre, confundiendo a la sociedad con las
instituciones sociales y asegurando que cada ciudadano de Chile
recibe el producto de su trabajo.
Cuando se oyen y se leen tales inexactitudes, dichas
todavía en tono ampuloso y aireado, dan unos enormes deseos de
gritar: Señor Jesucristo, el templo ha vuelto a ser invadido por los
mercaderes...

67
Letras Anarquistas

LA SITUACION DEL EMPLEADO

Santiago, 2 de julio de 1921.


Periódico Anarquista La Batalla
José Santos González Vera

Es un sitio común en la realidad nacional constatar que los


empleados particulares tienen poca renta, trabajan excesivamente
y reciben un tratamiento que nadie osaría envidiarles.
Por estar obligados a mantener un exterior costoso, por
tener más instrucción elemental y también porque hacen una vida
más ordenada, necesitan más recursos económicos.
El empleado es el complemento indispensable del
productor. Sus manos realizan la función de distribuir la
producción social.
Sin embargo, por una anomalía que podría parecer
incomprensible, estos funcionarios que complementan a los
obreros han estado siempre más cerca de los que se aprovechan
del trabajo que de los trabajadores.
Y esta conducta propicia a los capitalistas no ha sido bien
ni mal compensada por los beneficiados. Muy al contrario. El
empleado es tratado como sirviente y mantenido en un estado de
miseria y esclavitud mayor que el impuesto al proletariado.
El empleado se queja, a todos los que tienen oídos, de esta
injusticia; pero como la sola queja no es capaz de modificar una
situación, el empleado sigue viviendo demasiado mal.
Cuando ha iniciado alguna acción liberadora no ha tenido
la suficiente perseverancia para mantener las conquistas ni menos
para lidiar por otras nuevas.
Esta debilidad es aprovechada espléndidamente por los patrones.
Con cualquier motivo se disminuye el salario, se aumentan las
gabelas y el día de trabajo se extiende horriblemente.
Ahora se nota cierta inquietud que si se orienta bien
dará hermosos resultados; pero vemos que el empleado confía
demasiado en lo que puede hacer el Congreso, y esta confianza
en la letra que nace para archivarse puede serle muy perjudicial.

68
Letras Anarquistas

Si el empleado no tiene el carácter indispensable para


imponer condiciones a su patrón, es completamente inútil que
pida leyes, porque éstas, además de no reflejar jamás una necesidad
indicada, no tienen crédito ante nadie.
Para que una ley se cumpla deben existir interesados
capaces de imponerla. Y el empleado todavía no puede imponerla.
Además, las leyes producirán un resultado siempre menor
al que podría obtenerse luchando directamente.
No le queda, pues, al empleado otro camino que definir
su posición. El empleado como objeto de explotación, si quiere
reivindicarse debe sumar su esfuerzo al esfuerzo obrero;
debe organizarse junto al trabajador y optar por los medios
específicos de la lucha de clases.

69
Letras Anarquistas

LA AUTORIDAD COMO ESTIMULO AL DESORDEN

Santiago, 9 de Julio de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

¿Por qué no podrá uno separar la idea de autoridad del


concepto del abuso?
Sin embargo, en principio resulta imposible concebirlos
como parte de un mismo algo.
La autoridad, a través de nuestros profesores, se nos
presenta como un poder severo y a la vez reflexivo; como un poder
que no se apasiona ni es parcial; como una fuerza que contiene los
ímpetus expansivos del fuerte y que tonifica al débil.
Especulativamente llegamos a creer que es también una
barrera entre los antagonismos y un término de conciliación para
los dogmas; pero lo que más nos halaga es su fisonomía inflexible,
su carácter anulador de excepciones, su proximidad a lo absoluto.
Esto y mucho más se idea cuando uno consigue desmembrarse de
la realidad.
La experimentación y la participación en los pequeños
y grandes fenómenos que ocurren en nuestro medio tienden a
desvalorizar el concepto de autoridad. Y no sólo a desvalorizarlo,
sino a restarle nitidez, a corroer su esencia y a desvirtuarla.
De la comparación suele también quedarnos la
certidumbre de que la autoridad como idea es rectamente contraria
a la autoridad como acción.
Y dentro de esta vinculación es donde se nos empieza a
amalgamar los conceptos de autoridad y abuso.
Toda manifestación de autoridad nos hiere y nos humilla.
En cada una de sus acciones vemos un atentado a nuestra
individualidad.
Cuando constatamos este desdoblamiento, cuando
logramos precisar que tiene dos fisonomías, se nos plantea un

70
Letras Anarquistas

problema. Pensamos: ¿La idea de autoridad es perniciosa? O


contrariamente ¿el hombre es incapaz de aplicarla? Y, francamente,
no sabemos, al primer momento qué camino mirar, porque la
idea nos molesta desde que encierra una limitación, y el hombre
nos parece un traductor detestable por estar sujeto a las mismas
circunstancias que los demás.
Vemos, anudando un hecho con otro que la autoridad
obra con dureza cuando se trata del mayor número y con suavidad
cuando su rigor debe proyectarse hacia arriba.
Hay en los representantes del poder un desprecio inmenso
contra los que forman la colmena, contra los que ocupan sus
manos en labores útiles.
Y sin embargo… si esos hombres se cansarán… ¡Ah! Bien
sabemos que dicha institución no subsistiría mucho; pero esto es
proyectar.
Vivimos bajo el imperio del poder y aún cuando no nos
merece ningún respeto, creemos que no es inútil del todo que
dicho poder se mantenga dentro del marco legal.
Hace días un obrero fue asesinado por la autoridad: el
obrero quería detener un vehículo o impedir que un trabajo se
prosiguiera; escandalizó un poco tal vez.
Con haberlo apresado, el orden se habría mantenido
inalterable: pero no. La autoridad que tiene la misión de defender
el orden, inició su ruptura y en una forma fatal y bruta.

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Letras Anarquistas

IGLESIA Y LA LUCHA DE CLASES

Santiago, 16 de julio de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología y actualidades
Elías Aguirre. (José Santos González Vera).

La Iglesia en nuestro país ha quedado al margen de todas


las inquietudes y movimientos. En los últimos años ha sufrido una
especie de parálisis o más exactamente dicho, cierta acentuada
momificación.
Esta momificación le ha permitido mantenerse lejos de
todas las conmociones populares. Aunque en estas luchas no es
posible guardar neutralidad la Iglesia ha podido mantenerla.
Quizás por respeto a su silencio, los elementos racionalistas
de Chile, han suspendido sus críticas. El problema religioso no se
ha resuelto y dentro del espíritu conciliador que repentinamente
ha prendido en todos, la necesidad de saldarlo se hace cada día
menor.
En la Iglesia, como en todas las instituciones, existen
espíritus combativos que no toleran el moho ni soportan la inercia.
Un sacerdote de espíritu combativo es seguramente el
obispo de Dodona. Este señor encantado con las organizaciones
católicas de Italia ha querido resumirlas en la Unión Social
Católica, recientemente fundada.
En el llamado a los católicos el obispo expresa que es para
defender a la Iglesia y al orden social cristiano amenazados.
Si no temiéramos equivocarnos, aseguraríamos que la
Iglesia no está amenazada por la razón de que no es tomada en
cuenta. En cuanto al orden social es cierto que sufre críticas y
ataques; pero es precisamente porque nada tiene de cristiano ni
tampoco de orden.
Si la Iglesia no hubiese traicionado a los principios cristianos a
los que hoy se llama orden lo sería de verdad y su inspiradora
sería objeto del respeto común; pero la Iglesia comprendiendo sus

72
Letras Anarquistas

intereses, prefirió agregarse a los fuertes y santificó la explotación


de las mayorías.
Gracias a la Iglesia, la masa mayor de nuestros semejantes
cree que es natural y todavía lógico, que unos cuantos caballeros
ociosos sean dueños de las tierras, de las minas, las fábricas y
todos los medios que se utilizan en la elaboración y fabricación de
los objetos que necesitamos. La Iglesia grita desde sus mil púlpitos
que es razonable la existencia de unos cuantos ricos porque sin
estos los pobres no tendrían trabajo.
Cuando las gentes encargadas de mantener al mundo, se
percaten de que es posible vivir sin ricos ni sacerdotes; de que todo
puede ser hecho, aunque no exista el ojo vigilante del capataz,
entonces reaccionarán contra todo lo que obstaculiza el libre
desenvolvimiento de la vida.
Y de esta reacción la Iglesia no obtendrá la mejor parte
porque además de ser un organismo inútil es un obstáculo activo.

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Letras Anarquistas

COMO SE PIERDE UNA HUELGA

Santiago, 21 de julio de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología y actualidades.
José Santos González Vera

Como los burgueses, nosotros creemos que la huelga ha


perdido su índole de acontecimiento para convertirse en un hecho
periódico y hasta legal; pero no coincidimos con los burgueses en
la apreciación de estos fenómenos.
Cualquier huelga, por insignificante que sea en sus
proporciones, es útil. Mantiene a la sociedad en saludable
inquietud y fomenta la ductibilidad de los organismos sociales
en el sentido de identificarlos con las necesidades mínimas de la
masa.
Esto ocurre cuando la administración pública está en
poder de una burocracia con sensibilidad; cuando es dirigida
por hombres de capacidad política; pero en nuestro país el
Estado está representado por hombres sordos, por hombres de
sensibilidad embotada; por funcionarios que interpretan el
mandato constitucional como un resorte de oratoria y no como
una norma de acción y finalmente por aquellos que creen que los
movimientos se solucionan solos.
Contra este criterio directivo, chocan inútilmente las
aspiraciones del proletariado. Y esto sucedió ayer, acaece hoy y se
repetirá mañana.
Al adormecimiento de la sensibilidad, a la falta de visión y
escepticismo gubernamental, agregase la influencia decisiva del
capitalismo. Cuando el dueño acepta, el Ejecutivo reposa, y si
acontece lo contrario, entonces adopta cualquier iniciativa que
será siempre de represión contra los que piden.
Empero, todas las huelgas con escasas excepciones, siguen
una pendiente legal, se solucionan oficialmente.
Ahora con el conflicto de los tranviarios ha ocurrido

74
Letras Anarquistas

el mismo fenómeno de siempre. El capitalismo no ha creído


conveniente mejorar la condición material de sus servidores,
y la autoridad, como en todas las circunstancias, ha dispuesto
que las fuerzas apoyen absolutamente la conducta asumida por
la empresa. La policía y las tropas compuestas por hombres del
pueblo utilizadas para la defensa del capital inglés. La policía y
las tropas harán cuanto se les ordene y el pueblo representado por
los huelguistas se verá en el disparadero de morirse de hambre o
de claudicar.
Este hecho torturador, hará comprender al proletariado
que el Ejecutivo, en todos los momentos tiene más razón para
apoyar al capitalismo, aunque sea extranjero, que para hacer
justicia.
Es preferible soportar en silencio la miseria cuando
las propias armas no bastan para contrarrestarla. Y esto se
impone porque la experiencia de una serie de años, ha probado
demasiado que la intervención oficial es perniciosa, deprimente y
esterilizadora.
Una vez que los trabajadores se convenzan de que están
solos, independizarán su acción de toda intervención ya sea oficial
o privada y lidiarán directamente con sus explotadores.
En la lucha de clases no queda ni puede quedar sitio sino
para los íntimamente interesados en la solución de todo problema
social.
Los obreros organizados comprenderán al fin que los envuelve
la soledad y la indiferencia y aspiraran a la justicia sólo cuando
puedan proporcionársela directamente, por sus propios esfuerzos.
La huelga de tranvías, si fracasa, es por falta de consecuencia
con el propósito inicial y también por exceso de confianza en la
ayuda gubernativa; pero ahora que han sido desplazados con el
beneplácito del poder sabrán a que atenerse.

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Letras Anarquistas

LA ACCIÓN DIRECTA Y LAS HUELGAS

Santiago, 30 de julio de 1921


Claridad
Periódico semanal de sociología y actualidades
José Santos González Vera

De la fracasada huelga de tranviarios fluyen varias


conclusiones que aprovechadas a su debido tiempo pueden ser de
gran utilidad.
Se ha podido comprobar que la intromisión de elementos
oficiales es determinadamente perniciosa porque estos elementos
desarrollan una acción doble.
Como gobierno, apenas se produjo el movimiento,
dieron al capitalismo todas las garantías que éste requirió para
estrangular la huelga.
El Ejecutivo al prestar a la compañía sus fuerzas armadas,
destruyó el precedente que considera estas iniciativas como
expresión del derecho proletario, y demostró llanamente, que
sus intereses se basan más en el predominio capitalista, que en el
bienestar de la masa nacional.
Los tenores y los plumarios del patriotismo forzoso si
tuvieran una visión más amplia de su ideal, encontrarían en este
hecho, suficiente argumento para calificarlo de infamante. Y en
esta emergencia tendrían razón, porque apoyar el capricho del
capitalismo inglés contra el derecho de vida de los nacidos en el
país, es un acto de traición que debía indignar a todos los hombres;
por desventura, nuestros semejantes inmediatos carecen del
sentimiento de solidaridad y viven aplomados por la indeferencia,
y nadie se inquieta por las violencias que se infieren a los demás.
Hemos dicho, pues, que el elemento oficial como fuerza
constituida ha hecho suyos los intereses de la compañía y como
mediador ha completado la obra de traición, dejando que ésta
adopte con el personal la conducta que más le plazca.
También se desprende de la forma en que se ha desarrollado

76
Letras Anarquistas

el paro, que hay otros elementos que se inmiscuyen en la vida de


las organizaciones obreras sin tener con ellas ningún punto de
contacto profesional o de clase.
Conviene que los obreros se habitúen a resolver por sí
mismos todos los conflictos que les ocasionen las circunstancias.
Mientras para andar y pensar empleen piernas y cabezas ajenas,
no obtendrán garantías ni mejoras de ninguna especie.
El problema de un individuo o de una corporación no
puede solucionarse bien sino por el individuo o la corporación
afectada.
Es, pues, indispensable variar la táctica. Se debe abandonar
definitivamente todo recurso oficial, ya que esto, además de ser
perjudicial para la dignidad obrera, no permite llegar sino a
términos indefinidos que en el fondo son siempre ventajosos para
la burguesía.
La acción que nace en la calle, debe desarrollarse y
terminar en la calle. Se debe resistir toda acción centralizadora
y toda intromisión de individuos ajenos al núcleo en conflicto.
Cuando se tiene la convicción de estar en un derecho, se debe
perseguir la finalidad deseada aunque su logro imponga un tanto
de sacrificio personal. Y cuando el poder se defina por una acción
parcial contra el bienestar de los más, hay que oponerle medios y
procedimientos equivalentes en eficacia.
También es de visible utilidad acudir más a menudo a
la solidaridad de los otros gremios; pero como ésta, por la falta
de disciplina y carencia de hábito, no puede producirse sino en
los casos en que las huelgas responden a necesidades generales,
se debe modificar la estructura de los gremios, ampliándolos,
convirtiéndolos en sindicatos que abarquen a cuantos trabajen en
profesiones análogas o complementarias.
Este nuevo concepto de organización da más amplitud
a todos los que trabajan dentro de una industria o dentro de un
servicio. Además crea la solidaridad práctica y libera al obrero del
círculo de la especialidad.
Para que los movimientos sean eficientes debe el

77
Letras Anarquistas

tranviario unirse sindicalmente al que guía coches, al que maneja


automóviles, al que conduce carros de cualquier especie. Deben
formar un solo sindicato todos los que hacen un trabajo de
movilización y transporte.
Adoptada esta forma de organización, el Ejecutivo no
tendrá nunca fuerzas suficientes para hacer circular los tranvías y
demás medios de movilización.
Tal vez no sea tarea fácil agrupar a toda esa gente; pero como es
indispensable, las dificultades serán fatalmente vencidas.
Mientras no se dé este paso los tranviarios no podrán
hacer ninguna huelga formal, porque la movilización se hará con
otros vehículos y continuará acaeciendo el hecho curiosísimo de
que trabajadores que aportan su esfuerzo a un mismo objeto,
obren en desacuerdo, en disconformidad absoluta.

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Letras Anarquistas

LA VOZ DISONANTE

Santiago, 3 de septiembre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología y actualidades
José Santos González Vera

La política como profesión individual supone un


renunciamiento espiritual casi absoluto y hace que los hombres
pospongan sus propias ideas en beneficio de las ideas dominantes.
El aspirante a un sillón o a una cartera ministerial
renuncia a pensar por sí mismo y obra de acuerdo con las ideas
protocolizadas, con los moldes mentales impuestos por los
ancianos.
Ya casi nadie respeta. El ansia de triunfar, el arribismo
desesperado de cierta juventud permite que el pensamiento
nacional tenga un sello de unanimidad y que las acciones oficiales
sean cuadradas.
No vivimos de acuerdo con nuestros sentimientos ni con
nuestras ideas. Hacemos lo que se hizo. Frente a los problemas
nacionales adoptamos una actitud blanda para el fuerte y dura
para el débil y cuando nuestra acción debe proyectarse hacia el
exterior, nuestra posición es la de un troglodita contemplativo.
Ni siquiera podemos ilusionarnos con el advenimiento de
otras generaciones porque de la marea juvenil fluyen solamente
esclavos, charlatanes y lacayos.
Todo el país está bajo la tenaza de un centenar de hombres
que no representan a nadie. Este círculo se abre sólo para los que
se subordinan al rito oficial. Y todos juntos convertidos en nación,
obran, piensan y deciden por los millones de personas que a lo
largo del territorio sufren y trabajan sin esperanza ninguna.
El ejecutivo se renueva de personal, pero mantiene siempre
su principio de posposición. Es un Ejecutivo sin acción propia,
incapacitado para toda iniciativa.
Se declara partidario de la “libertad de trabajo” cuando

79
Letras Anarquistas

los obreros tienen alguna probabilidad de imponer derecho, y


reposa cuando los patrones disminuyen el salario, despiden a los
obreros o establecen cualquier gabela.
Y frente al Poder Legislativo su actitud es todavía más
extraña. La insinuación más leve de un vejete más o menos
senador es interpretada como orden por los secretarios de Estado.
Gracias a este consentimiento tradicional la conducta
funcionaria de un ministro se nivela a la de un portero. Y si
la tendencia a dar gusto a los hombres centenarios del Senado
terminara en el asentimiento, habría que regocijarse. Sin embargo
no es así.
El señor ministro ansioso de congraciarse, hambriento de
importancia, brincará, si es necesario, por sobre la ley que es el
Alá político.
Por esto no debe sorprender que un ministro haya dicho
en el Senado que no tolerará que funcionarios públicos opinen en
desacuerdo con el gobierno.
Esta declaración se refiere al profesor Carlos Vicuña
Fuentes1 que hace poco incurrió en la temeridad de pensar que
la política internacional de Chile se desarrollaba en un plano de
error.
El señor ministro olvidó que el derecho de pensar todavía
ocupa algunas líneas en nuestra Constitución y olvidó que el
señor Vicuña no es un profesor de opiniones sino de pedagogía.
Cree el señor ministro que las opiniones de Vicuña Fuentes
pueden perturbar la acción gubernamental. Nunca la opinión de
un hombre desprovisto de autoridad material ha tenido la fuerza
de impedir o desviar los hechos oficiales.
No es obstáculo a la labor gubernamental la oposición

1
Abogado, escritor y docente (1886-1977). Desde muy joven estuvo vinculado
en la defensa de la dignidad humana y de las libertades públicas, siendo durante
años el abogado ente los Tribunales de Justicia de socialistas, comunistas, pero
fundamentalmente anarquistas. Ello le valió ser acosado implacablemente por la
dictadura de Ibáñez. A pesar de que en los años siguientes fue parlamentario del
Partido Radical chileno, nunca dejó de prestar asistencia judicial a sus amigos
anarquistas.

80
Letras Anarquistas

de una masa. Siempre ha obrado por cuenta propia y la masa


ha colegado también a despegarse de la vida funcionaria. Menos
lógico es, pues, afirmar que una voz aislada se transforme en
fuerza.
En un país de almas inactivas como el nuestro es motivo
de regocijo espiritual, oír una voz disonante. Puede que ella
interrumpa el silencio mental de algunos…

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Letras Anarquistas

CÓRDOBA, LA MÍSTICA

Santiago, 8 de octubre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología y actualidades
Manuel Rojas

Córdoba es una hermosa ciudad argentina, hundida


entre serranías. Un cielo azul y un aire puro y fino, en busca
del cual vienen desde lejanas tierras los tísicos, hacen de esta
provincia el refugio de mucha gente. Además, la capital, gracias
a la universidad, tiene un aspecto juvenil, interesante y nuevo
siempre. El sol, un sol claro y limpio, doró esta ciudad central,
con su fuego diario.
Durante mucho tiempo. Córdoba tuvo fama mística1.
Llena de iglesias, los campanarios dan a su paisaje un aire de
suave misticismo. La Universidad prestaba a ese aire místico en
tono de docta gravedad. Y la gente vivía, como en las antiguas
ciudades españolas, en un ambiente de silencio y de religiosidad.
Sin embargo, la universidad que le dio en otro tiempo un
aspecto de gravedad, fue casi la primera que rompió el silencio,
echando a la calle a una juventud que llenó ese ambiente con sus
gritos nuevos.
Alguien debió traer, desde otras ciudades, una palabra
que cambió los corazones y los espíritus. La palabra corrió de
boca en boca, refrescó las sienes inclinadas sobre el libro o la labor
manual, agitó los nervios con un deseo nuevo y una mañana,
la mística, arcaica y docta Córdoba, amaneció con una palabra
roja clavada en el corazón. Desapareció el silencio y las calles se
llenaron de palabras jóvenes. El estudiante se juntó con el obrero
y las flechas de los campanarios religiosos, finamente recortadas
sobre el azul cielo cordobés, vieron con asombro que las gentes
1
En 1918 un grupo de jóvenes universitarios argentinos, lanza el famoso “Grito
de Córdoba”, que buscaba la erradicación de las formas coloniales al interior de
las universidades argentinas, movimiento que se termina expandiendo al resto de
América Latina.

82
Letras Anarquistas

levantaban la cabeza y pensaban en algo que no habían pensado


nunca.
Las palabras se transformaron en hechos. Al mitin sucedió
la huelga y a la huelga la acción. Córdoba la mística había sido
inundada por un viento preñado de pensamientos nuevos.
Un día entre los días. Córdoba la mística vio con horror
como un juez loco que entre sus escritos hablaba de las estrellas
y de la luna, puso en libertad a un hombre que fue llevado a
su presencia, reo del delito de no destocarse ante el paso de una
procesión religiosa. La mística Córdoba se enardeció y protestó.
Las notas oficiales se llenaron de palabras ardientes y el juez
presentó su renuncia, declarando que se retiraba lleno de asco por
la norma de justicia establecida y que él se le quería imponer. Y
las muchedumbres obreras y estudiantiles llenaron las calles en
homenaje a este juez loco que en sus escritos hablaba de la luna y
de las estrellas.
En el teatro donde trabajo, en el corredor de los camarines,
hay un letrero encabezado con estas palabras: Liga roja contra la
tuberculosis. Es un manifiesto de los estudiantes, donde después
de hacer consideraciones que firmarían Malatesta o Jean Grave, se
llama a una reunión en la Federación de Estudiantes para ponerse
de acuerdo y organizar un núcleo de compañeros que se dediquen
a combatir esa enfermedad entre los trabajadores.
Como se ve, el letrero no cabía dentro del espíritu místico
de Córdoba y ha sido necesario atravesarlo con flechas rojas y
aprovechar las roturas que ellas hacen para poner papelitos tan
simpáticos como ese.
Y toda la ciudad está llena de roturas.
La otra tarde, hablando con el gran poeta Arturo Capdevila2, o
sea aquel juez loco, el me decía:
“La Córdoba mística pasó a la historia. Hay aquí un gran
deseo de renovación en las ideas y en los valores espirituales. Y
tal vez no sea solamente un deseo el que existe sino un hecho que
se agranda a diario, a tal punto que no me parecía imprudente

2
Escritor e historiador (1889-1967). Fue uno de los gestores del “Grito de Córdoba”

83
Letras Anarquistas

afirmar que en Córdoba, la arcaica Córdoba, son revolucionarias,


jacobinas –dice Capdevila– hasta las piedras de la calle”.
Y yo miro estas piedras de Córdoba, gastadas otro por el
paso de las procesiones religiosas, pensando que un día sonreirán
ellas al ver pasar, atadas íntimamente, las muchedumbres negras
manchadas de banderas rojas.
Mientras tanto, para el ojo inexperto del viajero que va
a visitar la Catedral cordobesas de paso para las sierras donde
el aire curará sus pulmones, Córdoba tiene, superficialmente,
arquitectónicamente, el mismo aspecto de antes.
El aire puro, el cielo azul, la casa colonial, los campanarios
religiosos, todo está igual.
Y hasta el joven obrero o estudiante que pasa, inclinado,
hacia su estudio o hacia su trabajo, tienen el mismo aspecto de
recogimiento. Solamente que ahora, en lugar de ir pensando en
consoladoras figuras celestiales, van silbando o tarareando bajito
“Los hijos del pueblo” o “La internacional”.

84
Letras Anarquistas

FRENTE A FRENTE

Santiago, 8 de Octubre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología y actualidades
José Santos González Vera

Poco a poco, el observador de la vida nacional se va


convenciendo de que la unidad espiritual de nuestro país ya no
existe sino como figura literaria.
El divorcio entre los que trabajan y los que usufructúan del trabajo
ajeno es cada día más inmenso y también más definitivo.
En el hermoso tiempo de nuestros abuelos los hombres
que vivían en el territorio chileno, estaban ligados unos a
otros aunque sus intereses fueran tan antagónicos como lo son
actualmente. Estaban en ese hermoso tiempo unidos por el afecto
y por la amistad práctica y vinculados por la realización de deberes
mutuos.
Los creadores de la oligarquía contemporánea eran
un poco patriarcas y tenían la virtud imponderable de ser los
depositarios de la iniciativa.
Ellos abrieron los primeros canales que debían vitalizar
nuestras tierras yertas; ellos socavaron las primeras minas y ellos
industrializaron la producción de enseres necesarios. A ellos debe
abrirle su paso de la quieta vida colonial a la febril y rica del último
cuarto de siglo; pero esta colaboración de horas, días y años estaba
condenada a romperse.
El desarrollo de la población, la pésima distribución de
la riqueza y la decadencia moral de la burguesía producida por la
avidez del oro, apresuran la ruptura de nuestra unidad espiritual.
La burguesía dueña de los medios de producción y dueña
de toda la materia bruta, cede la administración de sus riquezas y
vive sólo para el placer.
El pueblo ha quedado atrás en cultura, en medios de vida,
en todo. Como siempre, le corresponde desde ese momento

85
Letras Anarquistas

histórico, realizar el mayor esfuerzo. Tiene que producir para


su sostenimiento; tiene que afanarse para dar pan y sedas a sus
hermanos de ayer; tiene también que alimentar a sus representantes.
Esta tarea unida a la orfandad del instante, desconcierta al pueblo.
El pueblo se agota, el pueblo decae.
Durante este período de agotamiento y ceguera,
la mentalidad del pueblo varía y su sensibilidad sufre una
modificación grande.
Entonces una falange de hombres de abajo piden ayuda
para los suyos y luego los representa, pero esta falange por
inexperiencia o por ambición no logra dar con su posición propia.
Y en vez de servir a su clase se subordina a la casta usurpadora
e incurre en el pecado de traición. Y luego de subordinarse, se
suma, se compenetra, se transforma en burguesía.
Durante un largo período, la gente que representa
intelectualmente al pueblo, usa de la multitud como de una escala.
Con estos elementos la burguesía puede continuar su
festín ya que pasarán años antes de que el pueblo se liberte de la
ilusión adquirida.
Empero, esos años pasan. El pueblo empieza a ver que
todo se ha conglomerado para afianzar su esclavitud, que todos le
mienten y que todos procuran utilizarlo.
El pueblo ve, piensa y comprende. Advierte que burgueses,
burócratas y arribistas forman una especie de masonería con el fin
único de desviarlo, explotarlo y mantenerlo engañado. Y se da
cuenta que su salvación no está en elegir senadores, diputados ni
municipales, sino en reemplazar las instituciones del control y
opresión por otras que no den margen al privilegio; por otros que
no anulen al individuo; por otras que no tiendan a centralizar
la dirección de los negocios públicos; por otras que faciliten el
acuerdo de los hombres para producir y consumir y sin más
limites que la propia capacidad.
El pueblo ha comprendido que la armonía efectiva no
puede existir sino en una sociedad donde todos produzcan y
donde todos cooperen al perfeccionamiento integral del hombre.

86
Letras Anarquistas

Y mientras tanto, el pueblo explotado y traicionado


siempre, se instruye y se capacita para libertarse y para libertar a
los estragados por la vanidad de mandar y a los corrompidos por
el poder del oro.

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Letras Anarquistas

MEDIDAS PARA AUMENTAR LA DESOCUPACIÓN

Santiago, 29 de Octubre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Los propietarios de las salitreras en consorcio con Mr.


Gibbs y Cía. han creado en nuestra rica tierra el problema de la
desocupación.
Y el gobierno chileno, que no supo oponerse al negociado
salitrero ni fue capaz de impedirlo, ha tenido, para seguir
manteniendo la ilusión de que es gobierno, que preocuparse de
los desocupados.
Como es natural, en un país, gobernado por gentes
ineptas, la crisis fue atenuada abriendo albergues donde se da
comida y lecho.
Esta medida produjo varios efectos: enriqueció y
está enriqueciendo a esos hombres langostas que se llaman
proveedores; estableció la más repugnante promiscuidad entre
hombres y mujeres; desarrolló en los albergados hábitos de pereza
y finalmente dejó el problema en igual estado de latencia; pero
logró perder, adoptando esta solución, una incontable suma de
dinero.
Y así tan laudables como ésta son todas las iniciativas
gubernamentales.
Un gobierno que se respeta, un gobierno que se reconoce
gobierno, un gobierno que es más sobrio en discursos y
declaraciones y más hábil e inteligente en actividad práctica habría
deshecho sin gran esfuerzo un problema que no tiene razón de ser
en un país como el nuestro.
Un gobierno administrativo había aprovechado esta
fuerza inútil en construir algún nuevo ferrocarril o en mejorar
los medios de comunicación ya existentes; la iniciativa de mejorar
algunos caminos consumió rápidamente varios millones. Y estos

88
Letras Anarquistas

millones no fueron completamente agotados en salarios. Se


filtraron, desaparecieron como desaparecen siempre los dineros
públicos y como sucede siempre, también, no hubo responsables.
Fuera de este intento, nada se ha hecho. La desocupación
continuará aumentando hasta que un fenómeno cualquiera
determine lo contrario; pero, estamos seguros, este fenómeno
no se generará en ningún acto del Ejecutivo. El Ejecutivo es
un organismo de acción incoherente. Construye y destruye
sin ninguna finalidad; pero, casualmente tal vez, resulta de su
tendencia a crear o destruir un perjuicio constante para la clase
desposeída.
Apenas el gobierno interviene en algo, ese algo se torna o
se convierte en un marco que fatalmente va a oprimir a los que no
pueden defenderse.
Últimamente el Ejecutivo se ha tomado la molestia de
solucionar los conflictos portuarios y para lograr este objetivo ha
acordado suprimir el sistema llamado de “redondilla”. Este sistema
permitía trabajar intermitentemente a todos los trabajadores
portuarios. No existía en este gremio la desocupación. En adelante
todo será distinto.
Las empresas podrán “seleccionar” su personal, y como
podrán hacerlo a su entero gusto condenarán a la ociosidad a todos
los obreros menos sumisos; pero sin deseos de hacer profecías
puede afirmarse que los obreros no se quedarán contentos ni
tranquilos, y como esto significa que harán huelgas y paros sin
avisarle a nadie, tenemos que la medida del Ejecutivo será una
medida más, tan inútil, tan deficiente, tan inadecuada y tan digna
del actual gobierno como todas las ya tomadas.

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Letras Anarquistas

ALGUNAS PALABRAS SOBRE LA REVOLUCIÓN

Santiago, 5 de noviembre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Junto a la guerra europea1 que fue la demostración de la


brutalidad máxima, la condensación mayor de trogloditismo, está
la revolución rusa como el más grande hecho liberador que haya
presenciado el mundo.
Ella ha sido para la organización capitalista como el
primer barretazo para una casa en ruinas.
La muerte práctica del actual régimen económico empieza
con el esfuerzo ruso.
Apenas la insurrección encabezada por Lenin se
desparramó triunfante por las ciudades rusas y apenas la gran
nueva corrió por los hilos telegráficos de Europa, otros pueblos
agobiados por la guerra se alzaron en revuelta y vencieron. Hubo
un minuto de incertidumbre tremenda. Las masas de todos los
países comenzaron a rebelarse. Los gobiernos peligraron; pero,
la vanidad del triunfo en algunos y el agotamiento en otros,
estrangularon la posibilidad de una rebelión continental.
En Hungría la revolución fue superficial y fracasó. En
Alemania fue aprovechada por la burguesía mayoritariamente que
ocupó las armas salvadas en masacrar a las multitudes.
La revolución removió solamente al pueblo ruso. La
burguesía de los otros países en el disparadero de perderlo todo,
optó por utilizar las últimas armas. Y las utilizó bien porque
todos los movimientos proletarios fueron ahogados en sangre o
disueltos por la mentira política.
Además de la vigilancia interna, la burguesía se organizó
internacionalmente para batir la revolución en su punto de origen

1
Primera Guerra Mundial.

90
Letras Anarquistas

y así resultó el bloqueo contra Rusia. Rusia quedó separada del


mundo y expuesta a perecer de hambre o a bastarse con su propio
esfuerzo.
Y durante estos cuatro años la Rusia desangrada,
hambreada y desorganizada ha resistido el bloqueo, ha acotado los
movimientos contrarrevolucionarios y ha barrido de sus fronteras
a todos los países que pretendieron invadirla.
Las cabezas visibles han demostrado una resistencia
superior a todos los ejemplos, una tenacidad religiosa y un
talento como no lo ha tenido ningún otro estadista de la época
contemporánea.
La revolución ha sido más que todo una redención moral
de los hombres y decimos más que todo, porque las condiciones
materiales de ese pueblo nada tienen que envidiarles.
Nuestra simpatía por la revolución no llega al régimen
que hoy se impone en Rusia porque este régimen es tanto o más
autoritario que los de los otros países.
Como en los demás países todo se ha pretendido resolver
por medio de leyes y se ha incurrido en el inmenso error de impedir
la iniciativa popular y de subordinar los sindicatos de oficios a los
intereses más o menos parciales del Partido Comunista.
Lenin a pesar de su genio no ha hecho otra cosa que
traicionar el objetivo de la revolución.
Si logra mantenerse en el poder convertirá a Rusia en una
república ligeramente colectivista, en donde, seguramente, los
trabajadores estarán mejor rentados; pero en donde subsistirá la
burguesía, transformada en burocracia.
No olvidemos que el estancamiento de la revolución han
contribuido por una parte la falta de cultura general, la poca
preparación técnica y por otra, el hecho de que los demás países
se han mantenido en una posición contrarrevolucionaria.

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Letras Anarquistas

DE COMO NUESTROS SEMEJANTES SE PUDREN

Santiago, 12 de noviembre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

La salubridad pública comienza a estar de actualidad y


es lógico que lo esté, porque cotidianamente nuestros semejantes
perecen de tifus y de viruela.
Como es lógico también, los encargados de la sanidad se
exprimen el cerebro para inventar explicaciones que los libera de
responsabilidades.
Los subalternos acusan a los jefes y los jefes acusan al
gobierno. Y nadie y todos tienen la culpa de que nuestra población
llene los hospitales para llenar luego los cementerios.
Se toman medidas sin tino. Se vota el dinero, pero esto
no impide que los variolosos y los tifosos y todos los contagiados
tiendan a predominar en la sociedad.
¿Quién tiene la culpa? No es muy problemático descubrirlo
y comprobarlo. La tiene el poder. La tiene el Estado, que desde el
comienzo de nuestra vida civilizada se ha abogado la facultad de
ordenar las relaciones sociales y de velar por el perfeccionamiento
de la sociedad, por su seguridad contra cualquier evento.
Nuestro Estado, ¿ha conseguido justificar su existencia
realizando siquiera tenuemente sus funciones fundamentales?
Ni un político sería capaz de afirmarlo.
El Estado, personificado por los hombres de gobierno, ha
sido en nuestro país la síntesis de la imprevisión, el obstáculo fatal
de todas las iniciativas, el barco perdido y desorbitado.
Un poder que no regula; un poder que no sabe lo que es
necesario hacer en cada instante; un poder que se hace sentir sólo
como fuerza opresiva no debía subsistir ni un día más.
Las últimas administraciones han rivalizado en
ineficiencia. Todo lo que tenía alguna organización se desorganizó.

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Letras Anarquistas

El criterio político se ha extendido de la atmósfera de los partidos


hasta el Parlamento, y de ahí ha sido transmitido a las oficinas
gubernativas.
El Estado no fiscaliza a nadie. Todo está sometido al
capricho de la plebe especializada en la intriga, en la componenda
y en engatusamiento de las masas.
Si ni siquiera los porteros son elegidos por su capacidad.
Cuando decíamos que el gobierno es una sociedad
anónima formada por políticos para robar al pueblo parte de su
pan, no incurríamos en exageraciones, no hacíamos una metáfora
de mal gusto.
Si bien es efectivo que toda acción es sensible de crítica,
no es menos cierto que un gobierno de hombres honrados podría
salvar a la sociedad por lo menos de las contingencias pasajeras.
El nuestro, no me atrevo a decir si es o no honrado, no ha
tenido, no ha demostrado nunca competencia para defender a la
sociedad de los flagelos, la miseria, el analfabetismo y otros males
equivalentes.
Cuando ha a aparecido una epidemia todos se han
alarmado; pero la epidemia ha hecho su obra, los cementerios se
han ensanchado y como no es posible que desaparezca toda la
población, la epidemia ha desaparecido.
En una nación de hombres medianamente íntegros, de
hombres que no desdeñan a sus electores, las condiciones sociales
se mejoran lo suficiente para que se noten.
Si el gobierno de esta tierra hubiera tenido la ventaja de estar
representados, de estar servido por funcionarios preparados que
además quisieran un poco al pueblo, la higienización del país
sería ya un hecho.
El Estado habría emprendido la construcción de casas
modelos para población pobre. Habría hecho que los sitios de
reunión fueran siempre aseados; habría multiplicado la dotación de
baños; habría aprovechado las escuelas, la prensa, las conferencias,
para crear en el pueblo el sentido de la limpieza.
Es explicable que no haya hecho nada porque los que

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Letras Anarquistas

gobiernan viven en un medio limpio y no les inquieta que los


demás se pudran.
Los que están expuestos a la pudrición deben preocuparse
de su propia suerte. Del gobierno sólo se puede esperar disgustos
y palos. Hasta ahora no ha demostrado capacidad para otra labor.

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Letras Anarquistas

CONCEPTO DE LA LIBERTAD DE TRABAJO

Santiago, 12 de Noviembre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
Elías Aguirre. (José Santos González Vera).

Una medida fundamentalmente mala puede con cierta


argumentación metafísica aparecer buena; pero en la práctica lo
que se ha concebido mal se materializa mal.
La abolición del sistema de “redondilla” es una medida sin
eficacia. Si el gobierno se atrevió a dar este paso es porque no tuvo
conciencia del mal que iba a causar.
Nos atrevemos a plantear esa suposición pensando que el
gobierno no ha tenido en ningún instante el deseo de echarse un
conflicto encima.
El Ejecutivo se confió en funcionarios cortos de vista
que dictaminaron olvidando la conveniencia, la costumbre y la
justicia; porque era costumbre que trabajaran cuadrillas sucesivas;
porque era conveniente ya que evitaba la desocupación, que todos
participaran en las faenas y porque era justo que todos tuvieran
asegurado el pan aunque muchos fueran levantiscos.
Los funcionarios encargados de informar, sin perspicacia
ni sentido económico, se dejaron influenciar por la tesis de
la Asociación de Comerciantes que es la tesis de toda empresa
capitalista.
El gobierno al abolir el decreto que establecía el sistema de
redondilla, no solucionó ningún problema.
Con su medida ha creado de hecho la desocupación entre
los obreros portuarios, ha vulnerado la libertad y ha aumentado
sus propias preocupaciones.
Ha creado la desocupación porque existiendo un
excedente de obreros para las faenas portuarias, la única forma de
asegurarles el pan a todos era repartiendo el trabajo. Y el decreto
ha permitido que un solo grupo de obreros realice toda la faena.

95
Letras Anarquistas

Ha vulnerado la libertad al dejar que la Asociación de Comerciantes


seleccione a su personal con criterio político. Esta asociación –
según sus propias declaraciones– ha rechazado a ciertos obreros
no por su incapacidad profesional, sino por sus ideas “levantiscas”.
Lo que deseaban los comerciantes era tener un personal
sumiso que no reclamará ningún mejoramiento en sus
condiciones. En estos tiempos de crisis, la mayoría de los obreros
son sumisos. Y los que no pueden serlo, tienen que morirse de
hambre y morirse sorpresivamente para que la autoridad no los
sorprenda y agote con el pretexto de suicidio.
Si el poder continúa fomentando lo que el entiende
por “libertad de trabajo” llegará un momento en que ningún
trabajador que se gaste opiniones libres pueda trabajar.
Y como los obreros por este solo motivo no quedarán
exentos de la necesidad de comer, se verán obligados a mendigar,
robar o ponerse en la cabeza un letrero que diga: “se alquila”.
Como es lógico, el conflicto ha empezado. El Presidente
de la República envió al gobernador marítimo de Antofagasta
una orden disponiendo que se admitiese en las faenas a todos los
obreros.
La Asociación de Comerciantes se ha negado abiertamente
a recibir las sugestiones del Presidente, basándose en el derecho,
que un decreto firmado por el mismo funcionario, le concede
para “seleccionar” su personal.
Cuando se está en la perspectiva de la explotación no se
necesita ser cortes.
Y volviendo a la comprobación de las deficiencias de
dicha medida, tenemos en este conflicto inicial la prueba de que
el gobierno ha aumentado sus propias preocupaciones. Y para que
decir más.

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Letras Anarquistas

DE LA SITUACIÓN ACTUAL

Santiago, 19 de noviembre de 1921.


Periódico Anarquista La Batalla
José Santos González Vera

La actitud invariable es como un camino que llevara a la


muerte.
Todos los regímenes que han bregado por mantener su
estructura contrariando los anhelos públicos, han caído, han sido
pulverizados por el impulso de abajo.
La realidad va modificándose en forma de espiral. Todo
se transforma insensiblemente. Los mismos obstáculos varían de
posición.
El poder nacional, que nació y vivió hasta ahora
sin sensibilidad, empieza a sobresaltarse, a ductilizarse; casi
inadvertidamente, ha abandonado su norma centenaria.
Este milagro lo opera sin duda el pesimismo desesperado
y desencadenado del pueblo. Se presiente, se teme, que los ejércitos
de hombres que trabajaron ayer y que trabajan hoy abandonen de
repente su actitud resignada.
Un siglo de inercia, un siglo de actividad mal dirigida o
desarrollada sólo en beneficio de una clase, ha llevado al espíritu
de los más un pesimismo que ha adquirido la fuerza de una
convicción.
Hoy ningún obrero cree ni espera nada de nadie. No lo
seduce la palabra cálida del político, ni le entusiasma el impulso
democrático de la ley.
Vive con el menor esfuerzo; no piensa en su porvenir; no
suma ningún deseo a los anhelos sociales. Su vida es una raya
negra y breve.
Y como el pueblo es un conglomerado de obreros, el
pueblo influye tanto en la vida nacional, como podría influir una
laguna helada en la topografía del campo que la circunda.
Sin embargo, su pesimismo da que pensar y sugiere
temores.

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Letras Anarquistas

Y ocurre todo esto porque su pesimismo, inactivo normalmente


debido a la influencia de cualquier fenómeno, puede tornarse
en activo y, como las lagunas vivificadas por el verano, puede
abandonar su órbita e imprimir al medio inmediato una
transformación fundamental.
El poder siente una conmoción contra su base. El poder
ya no quiere conservar su fisonomía de momia. Y por salvar su
vida consentirá en abrir su arca.
La ciudad, como el mar; tiene su marea. Está formada
la marea de la ciudad por la masa inactiva. Y esta marea cumple
fielmente su función íntima. Se agita sobre la superficie de los
demás hombres. Y su agitación, de tanto repetirse, va prendiendo
en unos y en otros. Así pronto, ganando en densidad y extensión,
se convertirá en tempestad.
Empero el poder no duerme. Abre las puertas de la ciudad
y a uno los envía a fecundar los campos y a otros los ilusiona
con mayor paga; les asegura la vida de accidentes casuales, les
señala un pan para los días postreros, los interesa en las ganancias
industriales, les construye casas limpias, les concede mil engañifas.
El poder, como órgano reformista, hace una labor idéntica
al hacha: degüella los ideales.
Pero esta labor no llega hasta el fondo de la masa.
Miles y miles de negros trabajadores continúan en el
infierno sin ninguna simpatía por el régimen. Y como con los
años se multiplican, la marea vuelve hacerse presente. Rompe las
costumbres, dilata sus posibilidades ideales y se destaca frente al
poder como una fuerza que espera el minuto propicio para limpiar
el campo e imponer dominación.

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Letras Anarquistas

LO QUE SE OLVIDA

Santiago, 3 de Diciembre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades.
Demetrio Rudin. (José Santos González Vera).

Con la organización defensiva y ofensiva del capitalismo


los sindicatos obreros están sufriendo una prueba difícil.
El capitalismo tiene la llave de todas las armas y cuando
es oportuno sabe utilizarlas maravillosamente.
Los sindicatos no pueden oponer al frente burgués un
frente capaz de sobreponerse a los quebrantos.
Contra los sindicatos está, en un momento determinado,
la prensa, la fuerza armada, el cierre de los establecimientos y mil
otros medios represivos.
Los trabajadores organizados no pueden oponer más que
la huelga. En este caso, los burgueses los reemplazarían o los
dejarían fatigarse en la impotencia.
Al parecer, el triunfo está siempre de parte del capital.
Si se presentará el caso de un levantamiento parcial de los
obreros organizados, caería sobre ellos al mismo tiempo que las
fuerzas la reprobación de todo el mundo, incluso la de los obreros
que no participaran.
Y esto se debe a la desconfianza que inspiran todas las
novedades.
No hay un solo ciudadano que esté de acuerdo con el
régimen; pero si se les propusiera cambiarlo, optarían por seguir
tolerando el existente antes que correr la aventura de luchar por
uno nuevo.
Los políticos, con sus promesas desvergonzadas han
contribuido a que el pueblo se haga escéptico. Ya nadie puede
arrastrarlo a nada.
Sin embargo, esto no puede ser un motivo para que el proletariado
organizado desista de luchar. La lucha de clases es sagrada. Debe

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Letras Anarquistas

continuar hasta que desaparezcan los privilegios de las minorías.


Me figuro que la labor más precisa el momento actual,
es la interior. Los sindicatos, además de la práctica de la lucha de
clases, deben fortificarse ampliando la cultura de sus adherentes.
La labor educativa debía ser la mayor preocupación de
los Consejos. En cada uno debía existir una escuela organizada
de acuerdo con las circunstancias, una sala de conferencias, una
pequeña biblioteca.
Una obra así encaminada daría a los sindicatos una fuerza
invulnerable porque haría de cada asociado un hombre con
conciencia de su misión.
Lo que más necesitan nuestros sindicatos, es conciencia.
La conciencia es una fuerza menos tumultuosa que el entusiasmo;
pero es más persistente, más constructiva y más benéfica.
La mayoría de los trabajadores organizados sienten
entusiasmo por la transformación social. Mas, no sabe como
poder efectuarla en forma que sea progreso y no un retroceso.
A muchos los anima un sentimiento impuro. Desearían
solamente que la burguesía fuese humillada y ultrajada.
No se preocupan de meditar bien el paso deseado. No
piensan que el material de la nueva organización debe salir de la
actual.
Lo que se pretende destruir no es la sociedad sino el
régimen. Por eso, es menester impulsar a la sociedad, estimularla,
estremecerla para que su pasividad criminal se convierta en
actividad fructífera.
El aniquilamiento de las malas instituciones de hoy,
requiere una preparación más completa, un esfuerzo más intenso
que el que nos exige cualquier obra.
Los orientadores del movimiento social no deben
contentarse con expresar vaguedades, no deben dedicarse a
pronunciar discursos líricos. El efecto del discurso es tal vez más
fugaz que la alegría.
Es preferible, es más fundamental la silenciosa obra
de enseñar a los demás, de capacitarlos para que resuelvan los

100
Letras Anarquistas

problemas con su propia cabeza y de incitarlos a que vivan como


hombres en todos los instantes.
Conviene que los guías se cultiven el sentido de la
responsabilidad.
Así la acción de los sindicatos será más reconcentrada,
más firme, más oportuna. Habrá menos huelgas desorganizadas y
menos actitudes frágiles.
Y se evitará que la burguesía eche mano de cualquier
pretexto para macerar y aniquilar al pueblo.

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Letras Anarquistas

OBSERVACIONES DEL MOMENTO

Santiago, 3 de diciembre de 1921.


Periódico Anarquista La Batalla
José Santos González Vera

¿En dónde podremos ubicar nuestra ilusión?


Antes, cuando gobernaban los partidos conservadores e
imponían su criterio de gendarmes en todos sus actos, la minoría
liberal del Parlamento y la mesa liberal de la nación creían, quién
sabe si honradamente, que el favoritismo, el abuso de autoridad
y el desprecio por el pueblo terminarían con la caída de tales
partidos.
La multitud ciudadana luchó hasta conseguir que el poder
pasara de manos conservadoras a manos liberales. El Parlamento
fue entregado a nuevos hombres; la administración fue también
renovada; pero el ambiente de todos los poderes del Estado
continuó siendo el mismo.
Siguió el Parlamento sirviendo para coordinar las fuerzas
nacionales y aprovecharlas en el desarrollo de los intereses privados,
continuaron las oficinas públicas haciendo de intermediarias entre
la burguesía nacional y el mundo, y el poder, de acuerdo con la
norma tradicional, permaneció insensible ante el ensanchamiento
de las necesidades y agresivo para todo anhelo de purificación
material y espiritual.
Han cambiado los tiempos, pero no las instituciones; han
sido reemplazados los hombres, pero éstos no han cambiado.
Cuando una máquina es reformada su funcionamiento
varía acuerdo con el objeto de la reforma; pero cuando se le
cambia solamente un tornillo inutilizado por otro recién hecho,
lo que varia es la aceleración del funcionamiento mismo.
Los hombres que gobiernan son liberales, pero, como
representan al gobierno, al poder, están obligados a utilizar los
medios propios del gobierno y a moverse dentro de la órbita del
poder.
El poder es la prolongación de la propiedad privada, es su

102
Letras Anarquistas

fuerza, es su estandarte, es su escudo.


Por eso, cualquiera iniciativa que tienda a disminuirla, a
debilitarla, provoca fatalmente la reacción del poder. Los hombres
que encarnan al poder pueden llamarse como quieran; pueden
tener cualquier moral, pueden, si quieren, ser honrados o ladrones,
perdidos o virtuosos, tendrán que reflejar al poder, tendrán que
imponerlo.
Es completamente idiota la extrañeza que produce el
hecho de que hombres mejores obren más tiránicamente. ¿Acaso
no han variado las circunstancias? ¿Acaso la masa obrera no aspira
a la supresión de la propiedad privada? ¿Sus actuales movimientos
no tienen esa finalidad?
Si el proletariado fuese más domeñable, si no hiciera
ninguna petición, si no manifestara ningún deseo, el poder
guardaría sus fusiles; pero ocurre todo lo contrario: el proletario
se insubordina y quiere imponer la igualdad económica...
Es lógico, entonces, que un radical como Arancibia Laso
ofrezca palos y que un liberal como don Ismael Tocornal gaste
algunas balas1.
No queda, pues, dónde ubicar nuestra ilusión; pero
quedan dos fórmulas salvadoras, dos fórmulas que nos alejarían
de la crisis social de hoy.
Una consistiría en que el proletariado adquiriera la
estatura y la fuerza del poder, y lo suprimiera; pero esto constituye
un delito penado por las leyes...
La otra es más amable y se aviene mejor al deseo de nuestros
amos. Según ella, la solución estaría en que los trabajadores
renunciarían a ganar más, a tener mejores habitaciones, a trabajar
menos, y fueran adonde sus patrones y les pidieran que les
rebajaran los salarios y les aumentaran las horas de trabajo.
Esta fórmula es moral, legal y heroica. Contaría con el
aplauso de la prensa y con la bendición del Arzobispado.

1
Como el Ministerio del Interior declaró en el Senado que la policía no había
tenido necesidad de disparar, y como tenemos la obligación de creerlo, nos
permitimos suponer que el obrero Reveco murió de un resfriado o de alegría.

103
Letras Anarquistas

LA ASOCIACION DEL TRABAJO SU OBJETIVO

Santiago, 17 de diciembre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
Demetrio Rudín. (José Santos González Vera).

Poco se ha preocupado la prensa obrera de la organización


de la Asociación del Trabajo1.
Una buena parte del proletariado tal vez ni siquiera sepa
por quienes está formada ni cuales fines persiga.
No está compuesta ni por obreros rojos ni por obreros
amarillos, sólo está por patrones, agricultores, viñateros,
industriales; todos los que tienen en sus manos los medios de
producción están dentro de ella.
Y aunque pareciese que ha nacido de repente, no ha sido
realmente así. Ha nacido como organismo de control; su misión
es dirigir y uniformar la acción capitalista de todo Chile.
A raíz de una serie de huelgas portuarias que se
desarrollaron en condiciones favorables para los obreros, surgió
una organización que comprendía sólo a los comerciantes.
Esta unión se hizo fuerte en la lucha y si no ha logrado hacer
fracasar muchas huelgas, ha conseguido, en cambio, disminuir
su periodicidad. Últimamente obtuvo que un ministro de lo
Interior, de repudiable memoria, dictara un decreto que abolía el
sistema de redondilla y dejaba a los patrones en libertad de elegir
personal.
Este don lo habrían aprovechado los patrones
admirablemente si los obreros hubiesen consentido en ello. Los
trabajadores marítimos se agitaron y casi perdieron la batalla.
Más tarde, cuando empezaron los campesinos a declararse
en huelga y obtuvieron en muchos fundos algunas insignificantes

1 Entidad dependiente del Estado cuya función es arbitrar los conflictos entre
trabajadores y patrones. Por nuestros días se conoce como la Inspección del Trabajo.
Los anarquistas de esos años rechazaban drásticamente esa intervención del Estado.

104
Letras Anarquistas

ventajas, los terratenientes, al igual que los comerciantes, formaron


un bloque que se llamó Unión Agraria.
Este bloque se lanzó contra los inquilinos y los venció.
Desde entonces no ha estallado ni una sola huelga más.
Inocente sería creer que los campesinos tomaran la resolución de
tranquilizarse, ya que sus condiciones son tan monstruosas como
antes.
Formadas estas dos uniones quedaban solamente
desorganizados los dueños de fábricas. Y como la necesidad crea
el órgano, era lógico que una nueva institución naciera para dar
unidad, orientar y controlar la actividad de los amos.
Y así, necesaria y fatalmente, la reacción burguesa se
ha constituido en frente único contra los obreros parcialmente
organizados en grupos, que desgraciadamente ni siquiera
convergen.
Tenemos, pues, que los amos están organizados para
luchar, pero como ya no es posible emprender ninguna empresa
sin tener la simpatía de los que están al margen, la Asociación
del Trabajo se escuda en un programa de reformas. La asociación
se constituye para favorecer las peticiones obreras que considere
justas y para defenderse de las que no los sean. Y con seguridad,
que no lo será ninguna cuya finalidad tienda a la liberación del
proletariado.
A un pesimista no le sería difícil adivinar cuál de los dos
ejércitos será quebrantado más pronto.
Un senador de la República que todavía no aparece en
público como bandera de este movimiento, pero que en el hecho
lo ha sido y lo es, declaró en una asamblea de burgueses que
la Asociación del Trabajo sería la mejor arma para defender la
propiedad privada y “cortar de raíz” la causa que está determinando
la propagación de ideas subversivas.
“En el parlamento nada se puede hacer –declaró– porque
los conservadores temen hacerse antipáticos ante la masa electora.
Recabarren, Cruz, Prádenas, etc. Hablan y dicen, por la razón ya
indicada, puede contrarrestar su propaganda”.
“Es, pues, menester que la reacción contra los sediciosos
105
Letras Anarquistas

sea organizada y desarrollada afuera”.


“La Asociación del Trabajo tendrá para realizar esta obra
que gastar dinero. El dinero debe ser dado liberalmente, porque
con él se impedirá la pérdida de todos”.
“La acción debe ser armónica y sistemática para la mayor
eficiciencia de la causa. He observado que en la prensa, en las
oficinas públicas, las escuelas, los establecimientos, en todos
los sitios donde se desarrolla la actividad existen elementos que
directa o indirectamente apoyan las teorías sediciosas. Contra
todos ellos hay que luchar de firme”.
Además de lo anotado, dio a entender a los asambleístas
que era conveniente hacer presión en el gobierno para que éste
reprima los movimientos obreros.
En los últimos meses, aunque no estaba en el programa de
la nueva administración nacional, hemos visto que el Poder no ha
descuidado este punto. Casos de represión, podrían señalarse en
casi todas las provincias.
La organización capitalista está, pues, en condiciones
de imponer su voluntad. El gobierno, que no puede en ningún
momento dejar de reflejar y realizar los dictados del capitalismo,
se encargará cuando sea oportuno de acometer la pronta práctica
de esta campaña.
Las federaciones obreras tienen con esta nueva
organización, un motivo de dilatadas meditaciones.
Ojala resulte de ellas una táctica eficiente y firme. Mientras
tanto valdría la pena economizar discursos y no embarcarse en
ningún, movimiento cuyo fin sea imprevisto o aventurado.

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Letras Anarquistas

POR LA INDEPENDENCIA DE LOS SINDICATOS

Santiago, 24 de diciembre de 1921.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
Demetrio Rudín. (José Santos González Vera).

Para que una doctrina, sistema o táctica logre conquistar


adeptos y modificar el medio, es menester que tenga virtudes
propias.
El cristianismo se impuso, porque al mismo tiempo que
abría una nueva perspectiva a la idealidad humana, perseguía un
fin que en nada se asemejaba al buscado por el paganismo; pero su
triunfo habría sido vano si sus partidarios no hubiesen adoptado
una nueva norma, antagónica hasta en sus detalles, a la conducta
licenciosa y pueril de sus contemporáneos.
Toda doctrina nueva, todo sistema, está en la posibilidad
de salvarse, mientras sus medios de materialización resistan a la
presión del ambiente.
Estas y otras reflexiones se nos insinúan al examinar el
movimiento sindicalista de Chile.
En este mismo instante, en la Convención Obrera se debe
estar discutiendo si es posible que el proletariado se libere con
las solas armas del sindicato, o si necesita también de la ayuda
parlamentaria y de la colaboración con los políticos.
Lo más seguro es que esta incógnita se resuelva mediante
una votación. Y en este caso, triunfará el grupo más disciplinado y
no el razonamiento más puro; pero, se discutirá y los argumentos
que se expongan servirán de base para futuras rectificaciones.
La Federación Obrera por su programa es un organismo
sindicalista. Su finalidad es abolir el sistema de salarios. Y como
el régimen capitalista se basa precisamente en esto, la Federación

107
Letras Anarquistas

es revolucionaria.
Este organismo obrero, una vez logrado su objetivo
restituirá al proletariado representado por los sindicatos, los
medios de producción. Los sindicatos producirán y distribuirán
de acuerdo con las necesidades generales.
Si la Federación persigue este fin, es lógico suponer que
para alcanzarlo no empleará ningún medio que tienda a consolidar
a las instituciones capitalistas.
Sin embargo, algunos de sus dirigentes pretendían, y no
sabemos si aún pretenden, formar un solo cuerpo entre ella y los
partidarios socialista y demócrata.
¿Tiene acaso la Federación algo de común con los partidos
mencionados?
Nosotros realmente no se lo descubrimos en parte alguna.
La Federación es un organismo de productores; los partidos son
organizaciones políticas y sus miembros están vinculados por las
doctrinas.
La Federación lucha por medio de la acción directa, sin
más objetivo que la conquista de los medios de producción.
Los partidos luchan a través del estado y obtienen
solamente lo que éste les permite. Pueden obtener reformas, que
más que aminorar, acrecientan el poder del Estado.
La Federación valiéndose únicamente de la fuerza de sus
sindicatos puede conseguir mucho más de lo que podrían darle
los políticos, logrando además la capacitación de sus miembros.
Sin martirizarse mucho, cualquiera está en condiciones
de comparar la acción política con la sindical y ver cual es más
eficiente.
Muchos argumentos podrían agregarse a los someramente
esbozados; pero preferimos que los propios obreros se los formulen.
Nosotros consideramos que el parlamentarismo como
arma sindical produciría el aletargamiento de los gremios y la
ruptura de la Federación.
Todo este perjuicio sería aprovechado por una docena de
ambiciosos que aspiran ocupar cargos de diputados.

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Letras Anarquistas

EL PATRIOTISMO ES ANSÍ...

Santiago, 22 de julio de 1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades.
José Santos González Vera

En el transcurso de estos dos últimos años se me han ido


olvidando, poco a poco, las características del estado de ánimo
que antecedió al saqueo de la Federación de Estudiantes.
Recuerdo que en esa época se hablaba, se gritaba y se
aullaba de idolatría por Alessandri. La gente del pueblo lo llevaba
en el sombrero y en las manifestaciones de la tarde y de la noche
no toleraba que se gritase en su contra.
De vez en cuando, a media noche, en cualquier hueco
de una calle central, uno que otro portero daba un indeciso viva
al segundo candidato, al perfumado y correcto señor Barros
Borgoño.
Las masas populares pesaban sobre la ciudad y con su
peso imponían a Alessandri como su único candidato responsable
a la Presidencia de la República.
La aristocracia sufría con este odioso espectáculo... El
candidato, no contento con sólo pertenecer a una clase inferior,
en sus discursos la tildaba de “canalla dorada” y hacía al pueblo
toda suerte de proposiciones igualitarias. El pueblo todavía no
había sido engatusado con esta clase de promesas y pasaba por la
prueba.
Un anarquista que quiso hablar en un mitin sobre la moral
del político y sobre la inutilidad de cualquier sistema de gobierno,
por bondadoso que fuese, tuvo que desistir porque evidenció que
de no hacerlo no volvería a su casa con las costillas intactas.
Sólo en la Federación de Estudiantes había un poco de
serenidad. Se discutía afablemente sobre los temas más delicados.
No todos se inclinaban ante el ídolo patriótico ni todos estaban

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Letras Anarquistas

acordes con el régimen de propiedad privada.


Estas cosas debía saberlas muy bien el incalificable
señor Sanfuentes. Su aristocracia estaba con él y se aguardaba el
instante oportuno para barrer con todo el elemento subversivo.
El bueno de Astorquiza1 se dedicaba mientras tanto a completar
monografías sobre los anarquistas. De golpe llega a La Moneda un
radiograma confidencial anunciando que 50 milicos bolivianos se
habían alzado en revuelta.
El Presidente, que poseía una paciencia maravillosa, retuvo
la noticia un día –algunos creen que lo hizo para tener tiempo de
vender ventajosamente algunas acciones–, y al siguiente la largó y
la extendió como una tromba.
Ésta fue suficiente para despertar el más exaltado
patriotismo. Los jóvenes de la mejor sociedad perdieron su
aspecto de Antinos y en cada taberna del centro formaban un
club patriótico.
En las tardes salían gloriosamente gritando: “A Lima”.
Los militares que veían posibilidad de hacer negocio y de obtener
abundante plusvalía aclamaban a la juventud.
Cuando el gobierno ordenó la movilización, la Federación
de Estudiantes, basándose en la gravedad de tal medida, pidió
a éste mayores explicaciones. Fue suficiente; la opinión pública,
es decir la prensa y los oligarcas, se indignaron con la juventud
universitaria; la otra juventud, la pisacalles, la que vive en los bares,
la que se pervierte en los prostíbulos, la que vive para vergüenza de
los demás hombres, corrió por las calles e hizo flamear la bandera.
Dos días antes del saqueo diurno, caminaba yo hacia la
Federación. Eran las nueve de la noche. Subí y conversé un poco
con algunos muchachos y luego me fui. Había ido para hablar
con Juan Gandulfo. Cuando me disponía a marcharme, vi que
Gandulfo entraba por Alameda. Nos reunimos y volví a subir al

1
José Ascencio Astorquiza. Como ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago
sustanció duramente el proceso contra los estudiantes de la FECH y de la obrera
IWW, que condujo a la muerte en prisión del poeta Domingo Gómez Rojas. En los
meses siguientes, tras ser removido el Poder Judicial a insinuación del Ejecutivo, los
enjuiciados obtienen la libertad inmediata por falta de méritos.

110
Letras Anarquistas

hall. Ahí conversamos sobre muchas cosas un largo momento.


De repente, sube un muchacho y dice con tono alarmado
que vienen a asaltar la Federación. Algunos titubean, otros bajan
a cerrar la puerta. La calle, de pronto, se llena de gritos de guerra.
Nosotros nos sentimos el latido del corazón. La gritería
sube, se extiende, se hace estruendosa. La puerta no puede cerrarse.
Una avalancha asciende por la escala. Ninguno de nosotros tiene
un arma ni se nos ocurre tampoco tomar los tacos del billar o
acudir a las botellas. Nos quedamos sentados. Yo permanezco
momento sin pensamiento, insensibilizado.
Cuando la turba de jóvenes borrachos llega al último
peldaño, automáticamente nos ponemos de pie.
Un hombre joven, de ojos brillantes, de tórax inmenso,
dice ¿quién es Juan Gandulfo? El aludido se destaca del grupo y
dice: ¡yo! La masa de hombres se tira como un puño contra todos
nosotros. Yo me siento caer a no sé qué inmensidad. Mi cabeza
arde, mi pensamiento funciona con más vertiginosidad que un
cinematógrafo. Por un curioso proceso sólo recuerdo batallas y
sólo evoco las luchas de pieles rojas que leyera en mi época de
niñez.
La ola bruta, la ola beoda, me injuria, me pisotea, me
da bofetadas, me precipita contra los muebles y me arrastra por
el piso. Mi sombrero queda en cualquier parte. Mi cabellera se
desparrama y barre el suelo.
Me arrastran de uno a otro punto. Me oprimen. Un
patriota se envuelve el puño en una inmensa bandera y al grito de
“besa la bandera” me golpea el rostro.
Otros me dan puntapiés. Otros me escupen; otros me
llenan los oídos de injurias. Me gritan: “vendido, peruano, traidor,
sinvergüenza”. Todas las malas palabras, todas las infames palabras
inventadas por la bajeza humana, caen como agujas, como clavos
sobre mis pobres oídos.
Sin embargo, todos no pueden pegarme porque hay dos
salas repletas. Mientras los más próximos me dan una lección de
patriotismo, los más distantes golpean a Gandulfo, vuelcan las

111
Letras Anarquistas

mesas del comedor, quiebran los vidrios, bastonean los cuadros,


derriban las obras de arte, se limpian el calzado con los manteles,
gritan con vehemencia, catan todos los licores de la cantina,
se dispersan a las demás salas, y en todas partes van dejando
muestras de su troglodítico sentimiento patriótico. Arrastrado
por la avalancha voy a unirme en un ángulo del comedor con
Juan Gandulfo.
Los puños se alzan y caen sobre su cabeza. Otros,
sintiéndose en jardín zoológico, a través de los cuerpos le dan
puntazos con el bastón.
Los patriotas de más edad nos miran con mirada
extrañada, asombrada y sorprendida. Sin duda alguna, nuestros
rostros están espantosos. Seguimos por larguísimos instantes no
resistiendo al mal.
Desde un extremo un patriota ventrudo, después de
examinar, exclama: “a ese canalla se le conoce en el pelo que es
peruano”. Sin embargo, mi cabellera no es ni siquiera crespa.
Cuando ya es imposible que nos peguen más, llega un
oficial de policía con dos guardianes a salvar a Juan Gandulfo.
Los patriotas de más edad forman una larga fila y aprovechan el
paso de Gandulfo. Cada uno, religiosamente, le da un golpe en la
espalda o en la cabeza.
Yo fui sacado y abandonado a una cuadra de distancia. En
el camino caía y me alzaba. Los golpes eran un poco más recios.
Toda la patriótica turba concentró su atención en Juan Gandulfo.
Supe que a bofetadas lo llevaron hasta la comisaría.
Yo quedé en la esquina como podría quedar, un hombre
que durante el sueño fuese trasladado a una ciudad desconocida.
Me sentía solo, absolutamente solo, y la vida me sobraba.
Así terminó el preámbulo de saqueo que dos días después
sufriera la Federación de Estudiantes.

112
Letras Anarquistas

POSICION DE LOS ANARQUISTAS DENTRO DEL


SINDICATO

Santiago, 9 de septiembre de 1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades.
José Santos González Vera.

El Sindicalismo nació como reacción contra el Estado,


pero más principalmente, contra el parlamento, contra la
legalidad.
La ineficiencia práctica de las reformas, sobre todo en la
esfera económica, hizo pensar a los productores en la conveniencia
de crear una organización más cohesionada y homogénea que los
partidos populares; una organización que fuese más rectamente
a su objetivo.
Y contrariamente a los partidos que agrupan a los
hombres por su semejanza en ideales, el sindicato los agrupó por
su igualdad de condiciones de intereses, de situación económica.
Fue desde el primer instante un organismo de clase. Unió a todos
los que producían sin preocuparse de sus creencias.
En sus luchas contra el capitalismo, no adoptó los
medios que le ofrece el Estado, no pidió, ni rogó ni suplicó ni
trato de convencer. Sabía que era inútil pedir a los burgueses que
renunciasen a sus privilegios. Y porque sabía esto empleó la fuerza
como el argumento de mayor eficiencia.
La acción directa, la colaboración práctica de todos los
obreros en un objetivo determinado, dieron al sindicalismo un
poder que en ciertos momentos se equiparó al del capitalismo.
El proletariado disfruta hoy de muchas ventajas; pero
ninguna ha sido espontáneamente concedida por la clase
privilegiada. Todas han requerido esfuerzo, trabajo, dolor. La
constatación de este hecho es el mejor elogio que se puede hacer
a la acción directa.

113
Letras Anarquistas

El sindicalismo es un procedimiento para operar la


transformación económica de la sociedad, para suprimir el
régimen del salario, para destruir la situación privilegiada de los
que explotan la producción. El sindicalismo no reconoce derechos
más que a los productores, sean éstos manuales o intelectuales.
De lo que se puede deducir que una vez destruido el régimen
de propiedad privada, se suprimirían automáticamente todas
las fuerzas inútiles y se pondrá a todos los intermediarios en
la disyuntiva de colaborar en la producción de las cosas o de
eliminarse.
La finalidad de su lucha diaria es la socialización lisa y
llana. Y nada más.
Mientras la acción sindical esté circunscrita al plano
económico, el sindicato será el albergue natural y lógico de todos
los que producen; será el órgano de conexión fatal de todos
los trabajadores; pero cuando rebalse ese plano y se incline al
socialismo estatal o al comunismo anárquico, entonces perderá su
carácter y perderá también su eficiencia.
El sindicato para no detenerse, para no desviarse de su
finalidad, necesita las inspiraciones y el aguijón constante de los
revolucionarios, de los socialistas de todas las tendencias.
Los anarquistas deben también tener su sitio dentro
del sindicato, tanto para defender sus intereses inmediatos de
productores como para propagar sus ideas.
El papel del anarquista en el sindicato puede ser el de
impulsador de la libre iniciativa, del acuerdo voluntario, de la
federalización, de la acción espontánea, de la responsabilidad
personal y de tantas otras cosas.
Sin embargo, para que los anarquistas no distancien su
conducta de su aspiración, deben mantenerse fuera de los puestos
de representación, deben estar en el seno mismo de la masa; pero
sin dejar un solo instante de aportar su ayuda a la acción común.

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Letras Anarquistas

EL PROBLEMA DE LA PAZ

Santiago, 30 de Septiembre de 1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Cuando nadie soñaba en la posibilidad de que Chile y


Perú quisiesen entenderse, todos anhelábamos deshacer la frontera
moral que nos dividía.
Aquí y allá se levantaban algunas voces renegando de
las barreras, y todos los hombres de buena voluntad y de sincero
espíritu pacifista, trabajaban para crear nuevas condiciones que
permitiesen restaurar lo que rompió la guerra del 79.
La certeza de estar separados de una nación que es un
hermoso matiz en la gama americana, nos acongojaba y torturaba.
Si la realidad actual la hubiésemos vislumbrado cuando era
traición involucrar a los peruanos en el concepto de humanidad,
cuando se perseguía y se vejaba al que se atreviese a suponerles
la hombría que nos suponemos, nuestro regocijo no hubiera
encontrado medida.

***

Hoy estamos viviendo esa realidad. Hoy estamos a punto


de estrechar la mano de nuestros camaradas del norte y anular
para siempre las barreras morales.
La larga espera ha debido cansarnos y agotarnos casi,
porque nuestra voz, en este momento que debía ser jubiloso, no
tiene la tonancia ni la virilidad que el acontecimiento requiere.
Y no sólo las voces son más bajas; algunas han sido
alteradas por las circunstancias y otras son más mudas que el
silencio.
La curación de la llaga que hoy estamos palpando, debía

115
Letras Anarquistas

tener la amplitud de un ansia colectiva. La llaga misma debía


proyectarse sobre todos, para que el horror del gangrenamiento
totalizara la reacción.

***

Y porque es así, no estamos habilitados para el


entendimiento directo con los hombres del norte ni podemos,
aunque nos consuma el deseo, sellar pactos en la forma que
quisiéramos.
Existe un régimen que confía la resolución de todas las
cosas a un limitado número de hombres. Nosotros tenemos que
vivir dentro de ese régimen y acatar lo que se ordene.
Cuando una determinación política va a pesar demasiado
sobre nuestras espaldas, si no podemos rechazarla, debemos por
lo menos, aminorar su pesantez.
Actualmente se discute un problema cuyas consecuencias
hemos tenido que sufrirlas únicamente nosotros, los que
producimos y los que colaboramos en la producción.
La guerra la declararon los capitalistas, pero tuvieron que
hacerla los trabajadores; después de la guerra, se ha mantenido un
ejército para guardar las fronteras, y el pan de ese ejército y los
hombres que lo forman, ha tenido que darlos el pueblo.
Si es fatal que debamos sufrir los errores de los que gobiernan, sería
demasiado insensato, no luchar porque esos errores disminuyan.
El instante que estamos viviendo no es muy apropiado
para hacer resaltar matices. Los que quieran la paz deben estar
en un lado, y los agentes de las fábricas de armamentos en otro.

116
Letras Anarquistas

LA INTERNACIONAL DE SINDICATOS ROJOS

Santiago, 21 de octubre de 1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

El viaje de Luís Recabarren a Rusia, como delegado de la


Federación Obrera de Chile al Congreso de los Sindicatos Rojos1,
pone de actualidad el problema de las Internacionales.
Ocioso es discutir su importancia. La Internacional debe
crearse para relacionar a los núcleos sindicales que desde los cuatro
extremos de la tierra luchan por un fin idéntico: la supresión del
salario.
Las simpatías que la revolución atrajo sobre Rusia,
influyeron enormemente en que el proletariado considerase dicha
tierra, como la sede más apropiada para crear una verdadera y
amplia Internacional.
Y con esa intención las organizaciones más poderosas de
Europa y América concurrieron a Rusia y crearon la Internacional
de Sindicatos Rojos.
La ilusión duró poco tiempo. La joven Internacional más
que un organismo de coordinación resultó un instrumento de
subordinación.
Los Sindicatos Rojos fueron algo así como la factoría
del Partido Comunista. No tuvieron vida independiente ni un
solo momento. Nacieron para servir los intereses del comunismo
político y cumplieron su programa escrupulosamente.
Esta estratagema comunista borra de golpe la acción
anti-parlamentaria, sostenida cerca del medio siglo por las
organizaciones obreras.
El postulado de la acción directa perdía de golpe su sentido
y su eficacia. Y el proletariado no solamente quedaba burlado sino
traicionado.
Para afianzar su triunfo, el Partido Comunista insinuaba

117
Letras Anarquistas

en los 21 puntos, que todo buen comunista debía apoderarse de


los puestos directivos del sindicato y de los periódicos que éste
mantuviese.
No fue menester repetir la insinuación. Instantáneamente
los núcleos comunistas se precipitaron sobre las secretarías
generales y sobre las redacciones de los periódicos.
Estas escaramuzas hicieron hablar un momento al
comunismo en todas las perspectivas. Afortunadamente la
reacción vino pronto. Los obreros tomaron de nuevo su posición
de independencia y comenzó la evacuación de Moscú.
Primero partieron los IWW, luego los sindicalistas de
Checoslovaquia, después la Confederación Nacional del Trabajo
de España.
La Internacional de Sindicatos Rojos quedó convertida en
una máquina de notas. Todas las fuerzas importantes la habían
abandonado.
Hasta el momento este tremendo fracaso no ha hecho
variar de táctica al gobierno ruso.
Por oposición a esta maniobra comunista que deja en muy
mal pie al sindicalismo revolucionario, algunas organizaciones de
bastante importancia celebraron una conferencia en Berlín.
Desgraciadamente esta conferencia, en sus conclusiones
incurrió en el error de subordinar el sindicalismo a ciertos
postulados anarquistas, haciendo de ese modo imposible la
formación de una Internacional amplia.
El congreso que celebrará en breve la Internacional de
Sindicatos Rojos, variará el rumbo de este organismo.
Si se reconoce al sindicalismo el derecho de abrirse su
propio camino, la Internacional volverá a robustecerse.
Ahora, si se hace lo contrario, el congreso tendría el sentido
de una velada fúnebre y el Partido Comunista habría labrado de
golpe su ruina total.

1
Organización creada por Lenin en 1921 con el objetivo de defender la Revolución
Bolchevique. Sus directrices emanaban de Moscú, lo que la hacía sectaria en su
accionar.

118
Letras Anarquistas

LAS HORDAS DEL FASCIO

Santiago, 28 de octubre de 1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

La cuna de la más refinada cultura artística ha sido


mancillada por los trogloditas del fascio1.
La Italia cantada por los poetas, exaltada por los pintores,
universalizada por la música y evocada jubilosamente por cuantos
la visitaron está viviendo un momento de angustia.
Y no es la tierra de los cardenales, de los maquiavelos
ni de los príncipes. Su leyenda magnifica ha sido destruida y
pulverizada.
La guerra dio nueva vida a los instintos salvajes que
parecían atrofiados para siempre. El espíritu guerrero de las
antiguas repúblicas despertó potente, avasallador. La desesperante
multitud que hasta el año 14, homenajeaba el socialismo, tomó
las armas en defensa del mito patriótico, del mismo mito en cuyo
nombre se le envileció siempre.
Y durante cuatro años se revolcó en el horror de una guerra
inmunda y bruta, de una guerra que emporcó todo lo espiritual
que emponzoñó todo lo puro, que abatió todo lo civilizado.
Este baño de animalidad, hizo de los hombres pacificados
por la industria, una horda más feroz que las conocidas
antiguamente.
El término de la guerra, dejó latente esta nueva condición.
La reincorporación de las masas a la vida pacifica y
productiva, no mató la guerra. El proletariado reinició su lucha
contra los capitalistas con una animosidad brutal. Las violencias
colectivas hicieron no sólo vacilar el poder de Saboya sino que

1 Integrantes paramilitares de extracción obrera del Partido Fascista italiano que


dirigía Benito Mussolini.

119
Letras Anarquistas

toda la estructura del régimen burgués.


Este huracán de violencia llevó el pánico a los hogares
capitalistas: pero a pesar de todo, la lucha popular tenía la excusa
de realizarse por una finalidad de rescate, de reposición, de
reorganización de la producción.
Los señores de las industrias reaccionaron escudándose en
el Fascio Nazionale Combattimento e hicieron frente al huracán
de abajo.
La horda fascista aprovisionada, armada e inmaculada
por el poderío capitalista comenzó su acción punitiva rompiendo
diarios, incendiando cooperativas, destruyendo cámaras del
trabajo y asesinando en sus propios hogares a los comunistas,
anarquistas y sindicalistas y a cuantos tenían participación en la
organización obrera.
Estos hechos vandálicos sin precedentes sin justificación ideológica
de ninguna índole, no fueron reprimidos por el gobierno italiano.
Los capitalistas deseaban aplastar definitivamente al
proletariado. El gobierno también lo deseaba. Ya la obra está
realizada; pero ahora las hordas del fascio son más poderosas que
los capitalistas, más fuertes que las fuerzas del gobierno. Ahora el
fascio impone condiciones. Ahora el fascio manda.

120
Letras Anarquistas

LA BALA INEFABLE

Santiago, 16 de diciembre de 1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

La información de provincias es lo más inusitado que


siempre viene en los diarios.
Sin embargo, es corriente que figuren asesinatos salvajes,
notas sobre la temperatura, datos sobre la instalación de tal o cual
industria y choques entre carabineros y malhechores. Esto último
es algo así como la llave de la sección. Pueden pasar dos días, pero
nunca una semana, sin el consabido choque o encuentro.
Estos encuentros son tan periódicos, tan regulares, que
uno llega a creer que exceptuando las mujeres, los niños, los
terratenientes y los carabineros, todos son bandidos, ladrones,
saqueadores, elementos contrarios a la sociedad.
La población del campo, con las excepciones establecidas,
es pequeña. Los campesinos mueren en gran proporción porque
su ignorancia les impide cuidar su organismo debidamente, o
porque a veces, se ven obligados a trabajar más intensamente que
los animales.
Siendo tan limitado el número de habitantes del campo, es
raro que aún sobrevivan algunos miles. Así son las cosas, empero.
Es general que los hechos espontáneos se desarrollen
siempre en forma original. Más, en los encuentros constantes entre
carabineros y salteadores, varían solamente las circunstancias de
lugar y tiempo. Nunca las características del hecho se transforman
o se pierden. Son siempre las mismas.
En el hecho que nos ocupa puede equipararse al hecho
de fabricar un par de zapatitos. Hay en ambos cierta regularidad,
cierta precisión, cierta mecanicidad. De la primera función
el resultado es siempre la muerte del bandido y de la segunda,
invariablemente la terminación del calzado.

121
Letras Anarquistas

Ahora examinamos el encuentro. Este se produce en


cualquier cruce de caminos.
Si las fuerzas son equivalentes, las bajas van de un bando
a otro. Y como Dios jamás protege sistemáticamente a los pícaros,
las balas, cuando son dirigidas contra los carabineros, taladran el
cuerpo de los saqueadores.
Es cierto que en el curso de la refriega logran escapar
algunos truhanes a pesar de los disparos. Los guardadores del
orden recogen a los heridos y los llevan al retén. Desgraciadamente,
en mitad del camino, los heridos huyen. No cabe duda que
durante las marchas, los portadores de carabinas se sumen en la
distracción más profunda. De otra manera resulta inverosímil
creer que teniendo la presa en las manos se les escape.
La refriega, no se produce todos los días. Más bien ocurre
que los cuatreros son sorprendidos o pillados con las manos
sobre la masa. En este caso, que es el frecuente, los bandidos son
capturados y conducidos al retén, y como en la situación anterior,
se largan antes de arribar al punto de término.
Esto no es creíble así no más. No se puede concebir que
todos los carabineros sean distraídos. Además la distracción
ha sido siempre la característica de los hombres que trabajan
mentalmente y no de los de acción. Y los carabineros son hombres
de acción.
Por desventura, de otro modo no se puede explicar
bondadosamente esta coincidencia periódica. Sería menester
pensar que los carabineros daban muerte a sus enemigos a boca de
jarro. Y que son asesinos. Y este pensamiento no podría sostenerse
porque la fama pinta a los carabineros como los pedestales del
orden y los guardadores de la propiedad.
Bueno. Quedamos en que los bandidos se escapan
inesperadamente; pero se escapan. Entonces los carabineros, para
paliar las consecuencias de su distracción, hacen funcionar sus
carabinas. Y las carabinas funcionan admirablemente.
Los pobres bandidos pueden haber corrido un kilómetro,
una milla, una legua; pueden haber atravesado un bosque; pueden

122
Letras Anarquistas

haberse hundido en un estero; pueden haberse ocultado en un


matorral; pero esto será vano, será inútil.
Sí. Será inútil. Inútil porque los distraídos pedestales del
orden dispararán sus carabinas, y las balas irán del kilómetro a
la milla y si es necesario a la legua. Y si los bandidos no están
ahí las balas atravesarán el bosque, penetrarán en los matorrales
y se hundirán en el agua brava y lograrán finalmente aniquilar
a los cuatreros. Esto ocurre siempre. Los carabineros tienen una
puntería infalible.
Después de aquellas pericias, los cuatreros son sepultados
en cualquier hueco. Y nunca nadie logra saber si los occisos eran
realmente bandidos, ladrones, cuatreros o malhechores.
Sin embargo, los carabineros no pueden equivocarse…

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Letras Anarquistas

LA ACCION OBRERA DURANTE EL AÑO

Santiago, 9 de Diciembre de1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Este año va terminando casi sin luchas. La deplorable


situación financiera del país ha hecho imposible la iniciación de
cualquier movimiento.
A lo más, los obreros han cuidado de no empeorar su
situación. Todo el mundo se ha mantenido a la defensiva.
Como movimiento defensivo, el más importante fue sin
duda, el sostenido por los trabajadores del carbón.
Las empresas carboníferas, a fines del año pasado,
anunciaron una rebaja general de jornales.
Esta resolución la tomaron las compañías después de
haber formado un considerable stock de carbón. A simple vista
parecía únicamente destinada a violentar los intereses obreros;
pero en el fondo lo más interesante para las compañías era la
posibilidad de explotar a la Empresa de Ferrocarriles, la Armada
y otras organizaciones.
Este proyecto de explotación, tenía que resultar fatalmente
si los obreros no aceptaban la rebaja de jornales y la supresión de
miles de laboradores.
Además las compañías esperaban, con el concurso del
tiempo, destruir la organización proletaria que mal que mal
influía en el aumento del costo.
Los obreros, lógica y humanamente no pudieron aceptar
la rebaja de sus jornales, ni la supresión de un número considerable
de sus compañeros. Y todos subieron a la superficie y la huelga
paralizó la zona minera.
Desde el primer momento el gobierno prestó parte de sus
fuerzas a las compañías para impedir la inundación de las minas.
Esto se hacía considerando que las minas constituían una riqueza
nacional. Por desgracia los obreros, que también son una riqueza

124
Letras Anarquistas

nacional, no fueron así considerados en ninguno de los ochenta y


tantos días que duró la resistencia.
Aunque se resistió heroicamente y se pasó hambre y se
sufrió toda suerte de malas cosas, los mineros triunfaron.
Es cierto que no se luchaba para triunfar, sino para
defender las condiciones del año 1921. Pero ni siquiera esas
condiciones pudieron salvarse en su integridad.
Las compañías no destruyeron la organización obrera,
pero cercenaron salarios y disminuyeron sus personales.
Además, y esto es lo principal, las compañías lograron
vender su carbón a peso de oro.
Este episodio impuesto a los mineros, es lo más interesante
que ha ocurrido en el año.
Vale también la pena mencionar la actitud de los obreros
salitreros.
A mediados de año, cuando algunas oficinas quisieron
reiniciar las faenas, los obreros declararon que no volverían al
trabajo sin el previo establecimiento de condiciones.
Esta posición llena de dignidad se quebró sola. El número
de cesantes que había entonces era demasiado grande para
sostenerla.
La pobreza total ha entorpecido el movimiento obrero
durante el año. Las huelgas han sido excesivamente parciales.
Se ha tratado sólo de mantener los salarios y de acortar un
poco la jornada. Todas las actividades han sido muy pobres;
marcadamente inferiores a las del año anterior.
Tal vez ha contribuido a crear esta situación la lucha
entablada en varios puntos entre federados e IWW1.
La organización de la Asociación del Trabajo ha causado
también cierta vacilación entre los sindicalistas.
Los únicos que han ganado con estas vacilaciones e
incertidumbres son los frailes que han podido organizar un buen
número de sindicatos blancos.

1 Trabajadores Industriales del Mundo. Organización creada en 1906 en Estados


Unidos. Su propósito es promover la revolución social mundial desde los obreros
industriales. Funcionaba a base de secciones, siendo Chile una de ellas.

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Letras Anarquistas

INTERPRETACIONES

Santiago, 23 de diciembre de 1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

GROSERÍA O MATONISMO
En una editorial publicada el día 17 por El Mercurio figura
un párrafo inaudito de fondo y forma.
Se comenta en ese desgraciado editorial la posibilidad de
que se reanuden las relaciones diplomáticas con el Perú.
Dice que en Chile “tal idea no puede hallar obstáculos”
porque “no existe animosidad” contra el vecino país.
En cambio, estima el editorialista que la presencia de
un ministro chileno en Perú podría dar margen a hechos poco
convincentes. En ese país se viene cultivando el odio a Chile por
razones políticas. El espíritu peruano está en nuestra contra.
Y al leer esta constatación el editorialista expresa el
siguiente temor:
¿No habría el peligro de que la presencia de un ministro
de Chile en Lima diera lugar a incidentes que debemos evitar,
puesto que estamos resueltos a llevar al Perú al arreglo, como lo
hemos llevado de buen o mal grado hasta el protocolo?
Eso de “llevar” se podría emplear con más propiedad si se
tratara de un maletín o de un caballo. Pero a un pueblo no se le
puede llevar a ninguna parte.
Por pequeño, por insignificante que sea un pueblo, en
los momentos trascendentales, expresa su voluntad y entonces
concurre a una conferencia o no concurre. Jamás es llevado.
La expresión de El Mercurio además de inexacta es
grosera. Esa misma idea dicha en términos más urbanos habría
sido interpretada como una manifestación de imperialismo.
Sin embargo, el mismo diario es quien más se duele de la
mala fama que nuestro país tiene en el extranjero.

126
Letras Anarquistas

Cuando se siembran manotadas no se pueden cosechar


sonrisas.

NADIE CUMPLE SU DEBER


La Pastoral que el Arzobispado dirigió a sus frailes ha
hecho abrir la boca a todos los que tienen la profesión de opinar.
Los mismos radicales han inclinado el espinazo en señal
de admiración. El señor arzobispo está haciendo ganar prestigio a
la Iglesia. El señor arzobispo tiene una clara visión de la realidad.
El señor arzobispo maneja con firmeza su bastón de pastor de
almas. El señor arzobispo sabe eliminar finamente las asperezas.
El señor arzobispo... etc.
En la Pastoral que comentamos se dice a los sacerdotes
que no deben participar en las luchas políticas porque el objetivo
de la Iglesia es más espiritual, más elevado, más limpio.
Significa todo esto que los clérigos y párrocos deben
cumplir con su deber. La Pastoral no tiene otro objeto que
recordar un deber echado en olvido.
A pesar de esto, clericales y radicales, liberales y
conservadores han elogiado al arzobispo con las mejores palabras
del diccionario. Casi lo han declarado genio. La Pastoral ha sido
un acontecimiento.
De esta unanimidad para el aplauso se puede deducir que
en Chile nadie cumple con su deber.
En esta ocasión se elogia únicamente el cumplimiento del
deber.

127
Letras Anarquistas

ALTERNATIVAS DEL PROBLEMA TRANVIARIO

Santiago, 23 de Diciembre de 1922.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

El problema tranviario ha vuelto a ser el rompecabezas de


los gobernantes de aquí. La gente ha reaccionado en el momento
necesario, en el preciso momento para detener el decreto del
dimisionario ministro del Interior que autorizaba a la empresa
para alzar desde luego las tarifas de los tranvías.
Si la indiferencia pública hubiera sido más grande, la
Compañía Chilena de Electricidad ya tendría realizado su
negocio. Y el negocio no es una cosa despreciable. Es nada menos
que la esquilmación de medio millón de habitantes.
Existe entre los que gobiernan una muy grande debilidad
cuando se trata de resolver problemas que afectan a fuertes
empresas capitalistas. Tal es el caso presente. Por un lado, está
el interés de una importante compañía chilena que tiene su
directorio en Londres y por el otro, el público, el inmenso pueblo
de la capital.
Las leyes que tantos pliegues muestran cuando es menester
ajusticiar a un cualquiera que pudiese haber atentado contra uno
de sus semejantes, son impotentes, han sido impotentes para
defender a la ciudad, para salvaguardar los intereses de tantos y
tantos miserables seres.
Los representantes del pueblo, tampoco han sabido
encontrar un remedio para acabar con el conflicto que pronto
cumplirá dos años. La proposición de la compañía no ha
provocado ni una sola contraproposición que refleje fielmente el
punto de vista popular. Parece que de repente se ha extinguido la
imaginación de los políticos. Ninguna fórmula definida, valiente,
honrada. En cambio las fórmulas conciliadoras en apariencia, han
brotado como los hongos.

128
Letras Anarquistas

Unos hubiesen querido que las tarifas se mantuviesen


como hoy, en las horas de almuerzo y comida; otros, que en
las mismas horas la Compañía hiciese circular carros “obreros”;
otros aceptaban el alza siempre que se suprimiesen los carros con
imperial, y algunos de espíritu más formalmente democrático,
propiciaban la fijación de una tarifa única de 10 centavos, para el
interior y el imperial del tranvía.
No es corriente que la honradez sea buscada en las
empresas industriales o comerciales porque con intermitencias
éstas proceden lo mismo que los rateros. Sin embargo, cuando
la Compañía Chilena de Electricidad propuso el alza so-pretexto
de que perdía, el municipio ni siquiera le exigió los libros de
contabilidad para cerciorarse por cuenta propia del alcance que
tenía tal afirmación.
Y este trámite era primordial si se piensa que una
compañía industrial no puede entender la verdad y la honradez
como las comprende cualquiera. Más, aunque la Compañía fuese
una excepción, Dios me libre de creerlo, estaba por delante el
interés de una ciudad inmensa, de una población pobre demasiado
numerosa a quien no se le pueden menudear los gravámenes.
Con estos antecedentes los jefes del municipio debieron
adoptar una actitud de mayor severidad. Lo correcto hubiera sido
no iniciar conferencia alguna antes de llenar el aludido requisito.
Empero, se pospuso la contabilidad a la información verbal del
señor Tonkin que, puede ser muy respetable y honorable, pero
que tiene el inconveniente de actuar como hombre de negocios.
En casos diversos los jefes del país demuestran una
habilidad prodigiosa. Cuando se trata de hacer comprar al Fisco
un ferrocarril que nadie aprovecha, cuando conviene a un grupo
de hacendados valorizar sus tierras con un camino de hierro,
cuando alguien solicita una concesión de bosques o aspira a la
canonjía de proveer regimientos o cárceles, los dirigentes saben
insistir y conseguir todo lo que quieren.
Más, cuando les corresponde defender la economía de una
ciudad, pierden la pertinacia para insistir y se sienten sin ideas, sin

129
Letras Anarquistas

talento ni virtud alguna para la defensa.


El señor Tonkin ha sido más fuerte que la ciudad con todo su
séquito de autoridades. Un día le dio el capricho de reducir la
dotación de tranvías a la mitad y nadie supo ni pudo contrariar su
voluntad omnipotente.

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Letras Anarquistas

IDEAS Y FIGURAS

Santiago, 2 de junio de 1923.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Antes ¡que hermoso tiempo! Llovía cuando era necesario.


Bastaba que un buen sacerdote hiciera una rogativa al aire libre.
Los santos especializados en hacer las lluvias, tenían los oídos
sensibles y escuchaban a los hombres y sin regañar atendían
cuanto pedido se les formulaba. A la media hora de una rogativa
cualquiera, comenzaba a caer la lluvia. Entonces el trigo no se
pudría como ahora.
Es cierto también que los santos eran más jóvenes y que
los creyentes no podían contarse con los dedos de las manos. Era
otro tiempo naturalmente…
Hoy, despiadado y terrible hoy, no se ven las espigas
porque la tierra está endurecida. La lluvia, en el centro del país,
tiene ya casi un sabor a leyenda.
Quizá sean los mismos santos quienes se oponen a la
buena lluvia… Y hasta podría encontrársele razón porque cuando
abundó el trigo el pan no estuvo menos caro que cuando escaseó.
Y, como es cristiano suponer, los santos no pueden ver con buenos
ojos que su acción sea monopolizada por unos pocos.
Pudiera ser que la suspensión de las lluvias se debe a olvido.
La vejez y el olvido marchan siempre por el mismo camino.
Sin embargo no debía ocurrir así. En esté momento la
Iglesia es atacada y si los santos no la ayudan, pudiera ser que el
triunfo favoreciera a sus enemigos, “a los salvajes sin dios ni ley”.
Los santos debieron reflexionar… porque si la iglesia se
acaba, ¿quién creerá en ellos?

131
Letras Anarquistas

NO ROBEIS POCO…
Los Tribunales recientemente condenaron a tres años de
prisión a un campesino de Quillota.
El pobre hombre iba cierta vez arriando una vaca. Un
señor dijo que era suya; pero el campesino también dijo lo mismo.
Y –esto es indudable– la razón favoreció al señor. Un señor no se
roba nunca una vaca sola.
Ya el campesino debe estar más allá de muchas rejas. Su
pequeño predio, seguramente, se arruinará, se llenará de zarzas,
y la tierra se habituará a la pereza. Su mujer, sus hijos ¡ah! se irán
al diablo… pero ¡que importa! No es la primera vez que ocurre
algo semejante. Por lo demás este sacrificio permite aplicar la ley
y servirá de experiencia a los demás hombres pobres.
Tal vez esta experiencia no haga más honrados a los que
quedan en la calle; pero los hará más cautelosos. Comprenderán
que poner la mano sobre cualquier cosa insignificante es peligroso
y hasta ridículo. No querrán deshonrarse apropiándose de una
vaca, un cerdo o una gallina.
Lo ideal sería que si el robo fuese una metáfora y no una
realidad. Mas, siendo un hecho, sin titubear uno prefiere que se
realice originalmente. La originalidad renueva la vida, nos libra
del tedio, nos salva de la monotonía y nos conduce a paraísos
inefables.
Sí. Eso colmaría nuestro deseo: pero bien sabemos que
nuestro deseo salta siempre por sobre las fronteras de lo posible.
Empero no nos apesadumbramos. Renunciamos a lo
original por lo fuerte, por lo grande. Un robo desmesurado,
audaz, es una buena demostración de fuerza y sabiduría. Y
además abre las puertas más herméticas; hace trepidar las prensas;
es una palanca para forzar la simpatía; es un símbolo. Y sabemos
en demasía que cuando se adquiere una actitud simbolizadora, se
adquiere por añadidura la fe del pueblo.
Posiblemente, cuando los representantes de la sociedad
dan tres años por un pequeño robo, quieren significar que es la
inepcia, la cortedad de genio, la tontería lo que en el fondo ellos

132
Letras Anarquistas

anhelan castigar.
Si verdaderamente fuera esa su intención, más valdría que
imitaran a los magistrados de Bolonia antigua que tenían una
horca para colgar a quienes robasen menos de cien mil liras.

133
Letras Anarquistas

EL ESPÍRITU DE CHILE

Santiago, 30 de junio de 1923.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

“Hasta ahora los atacados


habían sido personas del
bajo pueblo, gañanes y
niños de familias humildes,
pero hoy, según se nos
informa, acaba de producirse
un caso en el centro de
la ciudad, y en una casa
acomodada. Toma pues,
la epidemia, caracteres de
extrema gravedad que
es necesario considerar
con la mayor atención”.

En la sección provincias de El Mercurio, en una información


de Angol se insertó el parrafito que nos sirve de epígrafe.
Nosotros encontramos en esas líneas el espíritu que
domina en Chile. Cuando el enfriamiento hinca su diente en la
carne del gañan, en el hombre inculto, en el desvalido, no tiene
importancia. Es un hecho pálido sin relieve, que no preocupo a
nadie. Ya pueden reventar todos, ya pueden perecer o sucumbir.
¡Hay tantos gañanes! Sería una majadería enternecerse…
Pero cuando una epidemia o cualquier cosa equivalente
entra en una casa acomodada, por poco no suenan las campanas,
no se paraliza el tráfico o se atenúa la vida política.
En la peor de las circunstancias, se declara que el caso
es grave, se reúne la Beneficencia, se agitan los vecinos y los
parlamentarios de la oposición llevan un estremecimiento al

134
Letras Anarquistas

gobierno y los periodistas, reúnen antecedentes para las biografías.


Los gañanes son considerados únicamente para el efecto
de trabajar y también para el caso de imponer un nuevo impuesto.
Nuestro país parece que existiese solamente para la clase
usufructuaria. Todo nace en ella y a ella concurren todas las cosas,
a su término.
Es inútil que los obreros se desplomen de los andamios,
suban a la explosión del grisú, sean inválidos por las máquinas,
aplastados por los vehículos, consumidos por las industrias y
lisiados por las actividades de la tierra y del mar. Es inútil. Ninguna
ley los compensará de los accidentes, y en caso de perecer, nada ni
nadie impedirá que su prole salve de la zozobra del hambre.
Sin embargo, cuando algún mal amenaza la casa del rico,
con qué solicitud tan grande surge la ayuda; los que tienen el
poder en su mano, se conmueven casi hasta las lágrimas.
A veces, no es ni siquiera menester la sombra del peligro
para solidarizarse con el que es fuerte. Basta que éste desee
establecer una industria para que el parlamento, solicito, grave
la extranjera; es suficiente que exprese su deseo de explotar un
bosque, para que, inmediatamente se conceda una montaña; no
tiene más que indicar su anhelo de vagancia, y prontamente se le
costea un viaje y se le encomienda una misión ante majestades o
dignidades lejanas; apenas quiere poseer una renta, se le crea un
puesto que no le demanda sino el sacrificio de ir, mensualmente
a la tesorería; para él no se han creado ni las antesalas hostiles, ni
las respuestas cortantes, ni las mentiras disfrazadas de promesas;
para él todos los caminos están bañados de sol y se prolongan
hacia un horizonte sin abismos.
Empero, no son los acaudalados quienes investigan, crean las
obras de arte, dan espíritu al hierro, fecundan los campos; tampoco
son ellos los que ponen su voluntad por sobre las tempestades del
mar, ni son de esa clase los que languidecen en los laboratorios,
ni los que en el beneficio común exprimen los elementos, ni aún
aquellos que hacen el pan, fabrican la tela, construyen las viviendas
y realizan cuanto de variedad a la vida ciudadana.

135
Letras Anarquistas

¡Ah!, es empeño vano que levantemos nuestros puños,


que nos dejemos esclavizar por la exaltación, que permitamos el
estallido de nuestra sensibilidad. Los que investigan, los que crean
y los que se consumen en un trabajo mecánico, están demasiado
abstraídos en su tarea y muy distantes de la evidencia que nosotros
entrevemos.
Ellos, a pesar de soportar sobre sus hombros la montaña
de los siglos y a pesar de sentir que el cansancio se les renueva,
creen que todavía pueden resistir un poco más. Además, ellos
temen volcar un volcán que han creado, pero ¿acaso es lógico que
estén las espaldas eternamente curvadas por temor a que ruede un
mundo que no los ha dignificado ni les ha servido?
¿No es preferible que se rompa el equilibrio, a condición
de que todos los hombres puedan, en el mismo instante mirar
abiertamente el sol?

136
Letras Anarquistas

RESPONDIENDO A LA ENCUESTA

Santiago, 29 de septiembre de 1923.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

El movimiento obrero en esta provincia se presenta en


forma decadente. El proletario no se preocupa para nada de
su preparación material, ni menos de la intelectual: sólo está
aclimatado a vivir con la resignación del buey, en compadrazgo con
el cerdo, agitándose únicamente cuando se aproximan las ferias
electorales. En su mutismo de bestia rumiante, obedece y propaga
lo que algunos interesados le ordenan, creyendo desarrollar con
esto el máximun de sus actividades sociales.
En varias ocasiones que se han querido formar o se han
formado grupos de trabajadores de diferentes industrias, se han
distinguido sagazmente como grandes colchoneros, haciendo
torcer las aspiraciones sanas de los trabajadores anhelosos de un
estado social mejor que el actual.
En diferentes casos, los organismos de reciente formación,
se han visto obligados a abandonar el campo de lucha, porque
en lo mejor de sus entusiasmos, se han entrometido los pancistas
de entidades político-mutuales, haciendo con esto más obra
chauvinista que sindical revolucionaria, causas por las cuales se
hace estéril la lucha por nuestras reivindicaciones proletarias.
Hay más, los trabajadores se encuentran hastiados
también para poder luchar, porque el espíritu revolucionario
está contaminado con la trilogía burguesa de frailes malvados,
uniformados inconscientes y políticos burgueses.
Esta es la causa por la que el sentimiento de sociabilidad
es mediocre y no encuentra cultivadores. Algunos centros de
actividades, que se denominaron de resistencia, o sindicales, tras
de haber adquirido algunas mejoras de diferentes condiciones, han
marcado también su paso de retirada, dejando el campo a merced

137
Letras Anarquistas

de los linces, para que la tempestad del capitalismo absorbente,


que todo la consume y nada produce, extienda sus colmillos de
lobo hambriento sobre el manso rebaño de los explotados que
todo lo soportan y nada exigen.
Siendo esta una de las causas que más han influido en
el ejército de explotados, considero de interés, como uno de los
factores principales de lucha que nos queda que emprender:
1.- Dedicar una activa y desinteresada propaganda ideológica,
tanto verbal como por escrito, en todos los focos de explotación
humana, para así formar conciencias sanas en los que disimulando
sus miserias y estrecheces de cerebros, aparentan ser un coloso
social entre sus más testarudos hermanos de infortunio.
2.- En detrimento del corrompido régimen actual, es deber
ineludible distribuir por las ciudades de más industrias, los
elementos más capacitados en materias sociales y culturales y así
propender con más certeza al cultivo moral, material e intelectual
de las dinámicas fuerzas productoras.
3.- Tratar de consolidar efectivamente sin necesidad de políticos
canflinforos, la verdadera ruta que debemos seguir los parias, los
constructores de toda la felicidad absorbida por los acumuladores
del tesoro, fruto único del esfuerzo de los oprimidos y desheredados.
4.- A manera de coronación de nuestro programa, invitar a todas
las colectividades del país, que en la actualidad permanecen
organizadas por oficios y apolilladas por los histriones de catadura
democrática y comunista dictatorial a que envíen a la Convención
Regional de los IWW que se celebrará el 12 de octubre en
Santiago, sus respectivos delegados, con el propósito de cambiar
ideas. Así se podrá hacer más coordinada y fructífera nuestra
propaganda por la liberación de los desposeídos.

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Letras Anarquistas

IDEAS Y CRÍTICAS

Santiago, Junio de 1924.


Claridad
Periódico semanal de sociología, crítica y actualidades
José Santos González Vera

Ayer, como tantos otros años, se ha celebrado el 1° de


mayo. Una multitud miserable, estropeada, entontecida, ha
estado suspensa de los discursos llameantes.
Se ha maldecido el régimen capitalista y se ha hecho la
pintura de una sociedad organizada idealmente. Ha reinado la
felicidad por algunos instantes y después ha llegado la noche,
una noche idéntica a todas las que ha habido. Muchos oyentes
tal vez no coman esta noche; pero han tenido un instante de
encanto, de libertad espiritual. Mañana y todos los días siguientes
con el trabajo abrumador, con la brutalidad de la taberna, con
la lobreguez del hogar, olvidarán y proseguirán su función de
tornillos. No mejorarán en nada ni modificarán tampoco la vida
social; pero estarán en acecho, esperarán la voz nacida de todas
partes.
Es cierto que los que han acudido al mitin no son todo
el pueblo; pero eso no, importa: tienen su cola, su pensamiento
embrionario, su aspecto total. Y cuando unos se levanten se
erguirán también los demás.

II

El pueblo carece de orientación y de voluntad. No sabe a


quienes debe seguir, oscila a menudo, se equivoca siempre; pero
está lleno de ansias incumplidas. No es capaz de imponerse en
cualquier momento; pero cuando la ocasión haya llegado, querrá
hartarse de todo lo que se ha sustraído; abrirá sus millones de

139
Letras Anarquistas

bocas, destruirá lo que no pueda aprovechar. La sociedad, para


reconstruirse, tendrá que desandar y reandar el camino ya
recorrido.

III

La autoridad, como en tantas otras ocasiones, este 1° de


mayo ha tirado sus caballos contra los pobres diablos y ha repartido
sablazos. Es una pobre hazaña que no aprovecha a nadie. Por una
piedra lanzada contra un vehículo, no peligra el orden ni se viene
abajo un régimen; pero una carga inmotivada, dada en frío, a
sable desnudo, es un excelente medio para intensificar el odio.

IV

Este 1° de mayo encuentra a la organización obrera, quizá,


peor que nunca. De un lado están los sindicalistas netos, IWW,
encasillados en su espíritu de clase, adormecidos con discursos y
preocupados exclusivamente de sus intereses. En otro plano, la
Federación Obrera que debió ser una de las organizaciones más
poderosas de Chile, se orienta cada vez más francamente hacia el
comunismo, perdiendo, en consecuencia, la cooperación de los
trabajadores independientes. Los gremios autónomos carecen de
toda orientación doctrinaria y no existen más que en el momento
de declarar una huelga.

El sindicalismo, como norma de acción absoluta,


fracasará siempre, y ya se ha quebrado en todo el mundo, porque
es demasiado particular y porque sus soluciones, en el hecho,
favorecen sólo a una parte de los trabajadores manuales. No
se puede luchar al amparo de ideas y sistemas preconcebidos
si se quiere formar una fuerza. La realidad es demasiado rara e
inmensamente compleja para dominarla con conceptos.

140
Letras Anarquistas

Otro tanto se podría decir del comunismo. Peca de rigidez


y se limita sólo a negar.

2 de mayo 1924.

141
Letras Anarquistas

UN TELEGRAMA

Santiago, primera quincena de abril de 1925.


Periódico Anarquista La Batalla
Manuel Rojas

Toma, lee:
Y me pasó un telegrama. Lo abrí y leí:
Daniel Antuñano, muerto por un tren. Y nada más. Seis
palabras. Una muerte, un fracaso de vida, una vida joven, potente,
una vida que se habría dado al ideal toda entera.
Lo conocí hace más o menos dos años. Tenía la frente
grande, rubio, fornido, ojos serenos de apóstol. En la tribuna
su voz convencía. No era un gran cerebro, era un gran alma.
Cuando lo conocí y le oí discutir comprendí que no era un
gran convencido, era un gran entusiasta, un entusiasta que no
convencía con razones fuertes y lógicas, sino que convencía con
sus ojos serenos Oyéndole hablar, un poeta me dijo que el alma de
Cristo se había repartido entre las almas haciéndolas más grandes
aún y que Antuñano tenía un pedazo de esa alma. Cosas de poeta
que no convencen pero que entusiasman. Así era él: un entusiasta,
un gran alma, un buen corazón.
De su vida no sé nada. No sé dónde nació. No se me ha
ocurrido nunca preguntar a una de esas aves vagabundas dónde
nacieron. De ellas no se sabe más que el sitio donde murieron.
Hizo un viaje. Recorrió las costas del Pacifico hasta
Panamá. De allá volvió como siempre, siempre anarquista,
siempre apóstol. Y de ahí en Viña del Mar concluyó su viaje
del ideal. Le han dado un entierro. Al lado de él muchas voces
hermanas entonaron cantos de amor y fraternidad. No merecía
otra cosa. Cantos, cantos, porque también él fue un cantor del
ideal, un cantor de alma grande que convencía con sus serenos
ojos de apóstol, con su sonrisa de ingenuo.
Y al finalizar este artículo me viene a la memoria un
recuerdo de él. En un mitin lo tomaron preso y lo condujeron a la

142
Letras Anarquistas

comisaría con las manos amarradas. Y él iba sonriendo y diciendo


a los estúpidos burgueses que lo miraban aterrorizado:
–No se asuste, amigo, aquí llevan a la verdad presa.
Y cantaba:
Hijo del pueblo te oprimen cadenas.

143
Letras Anarquistas

EN TORNO AL PROCESO SOCIAL

Santiago, junio-septiembre de 1932.


Diario Célula
José Santos González Vera

Nuestra aristocracia formó al país, lo explotó en su


provecho y mantuvo el gobierno en sus manos durante un
siglo. Ideológicamente evolucionó del ultramontanismo más
abominable al democratismo político.
Sus obras más notables son la Independencia de Chile,
la Guerra de 1879, la Revolución de 1891, y sus exponentes
individuales más altos es posible que sean Diego Portales y José
Manuel Balmaceda. Las ganancias de la guerra, sin embargo,
acabaron con sus cualidades positivas: la eficacia política, el
espíritu de empresa, la sobriedad austera.
Este siglo es el siglo de su desmoronamiento.
La imposición del impuesto al ganado argentino, infame
ley hecha para enriquecer a los menos y hambrear a los más,
provoca la huelga revolucionaria de 1905. Se vierte la sangre y el
pueblo deja muchos de los suyos en la calle. Desde ese momento
queda incorporado a la política chilena un factor extraño, de
formidable poder expansivo: lo social.
Lo social, que es una manera de nominar el descontento
radical de la clase obrera contra la organización económica vigente,
sirve a la mesocracia de bandera. Especulando con la misérrima
condición del pueblo, ella prospera y desaloja a la oligarquía.
Pantesis y la Revista Nacional son las primeras tribunas que este
nuevo sentimiento levanta. Ocurre pronto la fundación de la
Universidad Popular. Es también el primer ensayo de contacto
entre los intelectuales y el obreraje, contacto que no vuelve a
interrumpirse en el decurso de los días. La universidad enseña
el socialismo y da a los obreros algunas ideas generales que les
faciliten el encuentro de su propio camino.
Lo social alienta en la literatura nacional no sólo por la

144
Letras Anarquistas

observación de la realidad inmediata, sino por la influencia que


en nuestros escritores ejercen maestros europeos como Tolstoy,
Zola, Furrier, Kropotkin y varios más. Sub-Terra de Baldomero
Lillo. Los huelguistas de Antonio Borquez Solar, Juana Lucero de
Augusto Thomson, Palpitaciones de Vida de Fernando Santiván,
Hacia Allá de Víctor Domingo Silva, Del Mar a la Montaña
de Diego Dublé Urrutia, poemas sueltos de Carlos Mondaca y
Ernesto Guzmán, artículos y ensayos de Alejandro Parra Mega,
Luís Ross Mújica y Enrique Molina testimonian la inquietud
social reinante. El mismo móvil determina la creación de una
Colonia Tolstoyana de vida fugaz pero intensa.
El mismo sentimiento penetra con más o menos vaguedad
en los partidos Liberal, Radical y Demócrata. Algunos diarios
como La Ley y El Chileno publicaron muchos artículos de acento
popularista.
Mientras tanto la masa obrera, que va adquiriendo
conciencia de su condición humana, se levanta en el norte contra
el régimen de pulperías, fichas y habitaciones. El general Silva
Renard la aniquila con sus cañones. Esa sangre se hace espíritu
porque la organización proletaria se yergue más pujante. El
norte es la primera zona obrera en que se forma una agrupación
socialista.
Por irradiación y contagio las organizaciones se derraman
el país entero. Los mandatos de Marx y Engels, difundidos en su
célebre Manifiesto, cobran cuerpo. Los trabajadores se agremian
lo y quieren emanciparse por su propio esfuerzo.
Las clases medias llenan la Universidad, la Iglesia, el
Ejército y casi la Administración Pública. La aristocracia va
abandonándoles estos sus antiguos reductos; pero su espíritu
queda en las instituciones.
Durante el Centenario, el Dr. Valdía Cange publica su
famoso libro Sinceridad en que se devela la miserable vida del roto
chileno en toda la longitud del país.
El presidente Montt arroja a la calle al profesor que se
ocultaba bajo ese seudónimo.

145
Letras Anarquistas

Siguen años y años de la elaboración social y política


sin grandes alternativas hasta el decimonono: la Federación de
Estudiantes lanza sus manifiestos de fraternidad sudamericana,
y precisa su posición ante la lucha de clases, planteada casi en
silencio dentro del país.
El gobierno reaccionario de Juan Luís Sanfuentes abre
la persecución: asalta la Federación con turbas elegantes y
empatriotecidas, empastela imprentas, encarcela estudiantes y
obreros, hace morir en prisión al poeta José Domingo Gómez
Rojas, quema locales Punta Arenas, fondea trabajadores y
aterroriza. Sin embargo, la reacción cae repudiada por la mayoría
ciudadana y asume el poder don Arturo Alessandri.
Legitima el gobierno de este Presidente todas las
aspiraciones obreras. Elabora muchos proyectos de leyes sociales y
hasta un de Código del Trabajo, pero, sea por la crisis salitrera, el
adocenamiento de la gente que le rodea o por carecer de mayoría
parlamentaria, es lo cierto que fuera de la agitación espiritual el
alessandrismo no hizo reformas sociales importantes.
Viene entonces la revolución militar azuzada secretamente
por los conservadores. En una sola sesión de la Cámara de
Diputados hace despachar un aumento de sueldos a los militares
junto con todos los proyectos de leyes sociales. Este movimiento,
con todas sus rectificaciones y reacciones posteriores, es
típicamente mesocrático: reduce los derechos individuales,
aumenta los impuestos, fuerza la producción, consume todo
nuestro crédito externo, se entrega al más fantástico y fastuoso
plan de obras públicas, crea una burocracia ávida y poderosa,
entrega el país a los capitalismos extranjeros, halaga a la Iglesia
manteniendo todas las prebendas que en el hecho suprimió la
nueva Constitución, y enriquece a los militares con frecuentes
aumentos de sueldos, con viáticos, gratificaciones, asignaciones y
viajes a Europa a retiros pingües. Los empréstitos y los impuestos
febrilizaron la vida nacional. Había sensación de abundancia; pero
los atropellos sin nombre, la ilegalidad sistemática, el desprecio
por la vida ajena, el asesinato oficial de Casimiro Barrios en el

146
Letras Anarquistas

valle de Azapa, el asesinato oficial de Juan Vallón en Valdivia,


las torturas oficiales de que fueron víctimas Yunque, Guillermo
García Burr, Palazuelos, Maira, las relegaciones en masa, las
destituciones, la falta de respeto humana pesaron en la conciencia
dolorida de Chile más que la racha plétora material.
Las constantes de ese movimiento son cierta tendencia a
dar al Estado intromisión en todos los actos de interés social, a
reemplazar el personal oligárquico de la administración por otro
exclusivamente mesocrático, a gobernar con prescindencia de la
aristocracia y el pueblo, a proceder con rapidez aunque fuera a
trueque de violar cuantos derechos individuales existan.
En esas condiciones se produjeron dos terribles hechos: la
suspensión del crédito externo y la rebelión de todos los chilenos.
El más pernicioso, falaz, ineducado y militar de los tiranos cayó
así y tuvo que emigrar para salvar su odiosa persona.
Viene entonces el gobierno de don Juan Esteban Montero,
hombre de grandes condiciones morales, admirable para la
cátedra, pero poco flexible como gobernante. Su carencia de
pasión democrática y su devoción por la ley, hecha para favorecer
al rico, le restan el apoyo del obrerismo y las clases medias. Sobre
todo éstas, que desde la anterior revolución se habían posesionado
de la burocracia, la clerecía y el ejército, no pueden tolerar el giro
oligárquico que toma su administración. Y una revolución, la del 4
de junio, barre con las instituciones legales e imprime al gobierno
una tendencia popular, exaltadora de la masa, socializante.
La adopción de tres o cuatro medidas de trascendencia moral,
aunque sin contenido propiamente socialista, tiene la virtud de al
conquistar al pueblo.
Este efímero movimiento inicial, mayor de un gran
período que comienza, ¿pretendió llevar al plano social lo que el
alessandrismo hizo en el plano político?
Doce días más tarde se produce la rectificación de este
golpe estatal y aunque todavía rige, digamos la Segunda República
Socialista y podría ser prematuro juzgarla, se han ya producido
tantos hechos como para asentar que sus elementos básicos son

147
Letras Anarquistas

específicamente mesocráticos.
Nuestro proceso social, por más que en su raíz tienda a
crear un nuevo equilibrio económico, basado en un más equitativo
reparto de la producción en las diversas fases que va salvando,
no ha logrado su objetivo. La bandera es siempre incorporar
al proletariado al goce de la riqueza, pero lo real es que tales
beneficios son acaparados por las clases medias o los pequeños
burgueses, para emplear una expresión grata a Jorge Jiles.
Si se examinan las leyes sociales dictadas por los gobiernos
revolucionarios se verá en el acto cómo la mesocracia trabaja para
sí misma. Tómese por ejemplo el desahucio que se da a empleados
y obreros. A los primeros se les asigna un mes de sueldo por año
de servicio. A los segundos sólo una semana de jornal y no por
año de servicio sino por todo el tiempo, ya se trate de uno como
de veinte años.
No se debe ni se puede jugar con las necesidades del
obrerismo. Si se las usa como banderas es porque se les reconoce su
justicia, y si tal ocurre y no se les da satisfacción, automáticamente
se fomenta la indisciplina colectiva, la desconfianza y el odio a las
clases intelectuales, que por el hecho de serlo están obligadas a
cierta posición moral.
La mesocracia no puede gobernar como si fuera un fin
en sí misma, porque no lo es ni podrá serlo jamás. No tiene
económicamente situación definida ni representa ideología
alguna. Vive martirizada por su necesidad de equilibrio y
dividida constantemente en su rumbo social, pues, mientras
una parte tiende hacia arriba con todas sus fuerzas, la otra, la
intelectualizada, hace causa común con el proletariado y le sirve
de personero. Es la clase media un muestrario de las buenas y
malas cualidades de la raza chilena, y por su doble origen está
incapacitada para la función política.
Dada la terrible falencia de nuestra economía no cabe
gobierno indefinido. O se gobierna a las clases para mantener
capitalismo, y entonces se abandonan las banderas contrarias, o
se va, también claramente, hacia el socialismo. Y, en este caso,

148
Letras Anarquistas

rompe el contubernio con los elementos desplazados de todas las


categorías sociales, y se establece el consorcio técnico y obrero
para reestructurar la sociedad de modo tal que las mayorías pobres
tengan la seguridad de trabajar siempre, y con su trabajo obtener
lo que la vida en condiciones razonables exige.

149
Letras Anarquistas

PALABRAS INÚTILES

Santiago, junio-septiembre de 1932.


Diario Célula
Manuel Rojas

Obligado, como escritor y coeditor de este periódico, como


hombre y como ciudadano, a escribir y manifestar mi opinión
sobre los sucesos acaecidos en Chile desde el 16 de junio hasta
esta fecha, me encuentro frente al papel que espera mis palabras,
sin saber qué decir: mi imaginación pasa de un motivo a otro, de
una idea a otra, sin lograr encontrar lo justo, lo necesario, lo que es
imprescindible decir. Ante los hechos, descarnados, sin literatura,
brutales de realidad, sangrientos de realidad, las palabras, aun
las ardientes palabras de protesta, me parecen pobres, débiles,
incapaces de penetrar la pesada atmósfera que envuelve a los
hombres y a las cosas. Aun las ideas, que siempre tuvieron la
virtud de vibrar y hacer vibrar, se me aparecen apagadas, frías,
como metales radiactivos que han perdido su valor y convertídose
en inanimadas piedras. No sé si esta impresión se deba al hecho
de considerar que no hay ideas ni palabras capaces de expresar,
con la fuerza necesaria, lo que en mi conciencia y en la conciencia
de muchos hombres se elabora y pugna por salir a la superficie, o
si ella es nada más que el reconocimiento tácito de la superioridad
actual de los hechos sobre las palabras y las ideas. Tal vez sea
esto último. Vivimos bajo el imperio de los hechos, de toda clase
y forma de hecho. Todo está subordinado a ellos, nosotros y
nuestros sentimientos, nosotros y nuestra conciencia, nosotros y
casi hasta nuestra virilidad, no somos sino juguetes y alimento
de los hechos. Se ha perdido todo otro valor, toda otra senda,
se ha apagado toda luz, y en esta oscuridad, los hechos, como
tropeles de caballos salvajes, se nos vienen encima, pisoteando
todo lo que en el terreno moral el hombre ha conquistado desde el
instante en que logró enderezarse sobre sus patas traseras y andar
verticalmente.

150
Letras Anarquistas

Todo es hoy acción, todo es hecho; se ha perdido el


equilibrio que debe regir la vida humana consciente, y las ideas, las
bellas ideas, que deberían empujar a los hechos y dirigir la fuerza,
cuelgan de ellos y de ellas como adornos ajados y mugrientos. Las
más altas banderas, amor, fraternidad, razón, piedad, han sido
precipitadas sobre el barro, y los instintos, el miedo, el terror, las
alucinaciones, bailan sobre ellas una lanza delirante.
¿Qué es lo que ha producido esto? Miro y veo, a lo
lejos, cinco hombres que marchan al destierro. No hay piedad
para ellos, no existe la piedad en política, mucho menos en la
política de fuerza. ¿Qué hicieron esos hombres y los que con ellos
trabajaron? Anunciaron el advenimiento de algo grande, de algo
que ellos, impedidos por los intereses ajenos, por el miedo ajeno,
por los rencores y por la incapacidad total del país, no podían
realizar. Al eco de ese anuncio se olvidó toda mesura, todo
orden, la locura revolucionaria se apoderó de muchos hombres,
la euforia patológica hinchó la mente de otros tantos, y en medio
de todos, entre unos y otros, entre las muchedumbres enardecidas
y los hombres expectantes, el comunismo, fuerza pequeña pero
insistente, empezó a hacer sonar su bocina desgarrante, llenando
de terror a las pequeñas almas. La fuerza armada, que en un
principio pareció amparar todo eso, pero en realidad esperaba
y observaba, sospechando a qué conduciría ese misticismo, esa
euforia y ese sonar de la estridente matraca comunista, sintió
temor, un santo temor patriótico, y abatió sobre todo ello el
poderoso brazo armado. Nadie quedó. Las calles vaciaron como
arroyos que pierden su nivel, se apagaron las voces, se deshicieron
los grupos, la locura y la euforia regresaron a lo inconsciente, y
una pesada atmósfera, como de plomo o escatológica, cayó sobre
los valles de Chile.
Otros hombres ocuparon los puestos que ocupaban, ahora
marchan al destierro y los que con ellos trabajan. Estos otros
hombres se llaman a sí mismos únicos poseedores de la verdad, los
únicos hombres de buena voluntad que hay en el país, los únicos
que pueden realizar lo que los anteriores anunciaron. Pero nadie

151
Letras Anarquistas

les cree. Sus palabras, rebotando en la atmósfera sin vibración,


devuelven un eco falso y muerto. Hace falta aire, luz, claridad,
espacio donde las palabras resuenen con su verdadero sonido y
muestren su real esencia, espacio donde pueda moverse el hombre
y su libre conciencia, el hombre y su derecho a pensar y a hablar,
el hombre y su heroica moral, hoy secuestrada o perdida.
Sin embargo, debemos reaccionar, es preciso reaccionar.
No podemos dejarnos asustar por el inconsciente fantasma del
comunismo o anarquismo ni subordinar nuestros actos a los
terrores, ajenos y propios, que ese fantasma sugiere. Es necesario
abrir las puertas y dejar que el aire de la libertad barra la atmósfera
que nos cubre. De otra manera es imposible todo, hasta el respirar;
es imposible hacer nada, pues todo lo que intentemos hacer o lo
que malamente hagamos, lo que pensemos y digamos, nacería
asfixiado.
El socialismo, más que una doctrina económica, más
que un sistema social, es un sentimiento moral, una especie de
sentimiento religioso, basado en el amor al prójimo y en el deseo
del bienestar colectivo. Y siendo así, es imposible construirlo con
elementos que sean extraños a su composición moral, que no
estén de acuerdo con la base que en el espíritu del hombre tiene,
que no esté de acuerdo con finalidad de amor y fraternidad. Un
socialismo que no se realice con sus propios elementos, no sera
socialismo.
Pero, escritas todas las anteriores palabras, me asalta de nuevo
la idea de su inutilidad. Estas palabras más no sólo aparecerán
inútiles, sino que también ridículas, quizás hasta ingenuas. Pero
son la expresión íntima de mi estado de ánimo, lo único que mi
conciencia reconoce como su verdad.

152
Letras Anarquistas

PERFIL DEL PIJE SANTIAGUINO

Santiago, junio-septiembre de 1932.


Diario Célula
José Santos González Vera

En su exterior es el pije santiaguino un excelente sombrero


suelto, seguido de un traje impecable y unos zapatones brillantes.
Pero adentrarse en la tarea de justipreciarlo resulta ímprobo.
¿Podría comparársele con una casa abandonada? No.
Pedro Prado nos ha dado la evidencia de que una casa, por más
abandonada que esté, es un asilo de belleza.
Sólo la Biblia nos da la clave cuando nos advierte: “por sus
frutos los conoceréis”.
¡Y qué frutos son los del pije santiaguino!
A comienzos del siglo iban en bandas a las casas de
prostitución y, con sus primorosos bastones de cañafístula, hacían
irrupción en los salones y rompían espejos, lámparas y muebles
entre los sollozos de las hetairas.
Al salir, como el personaje de Averhenko, exclamaban:
¡Qué noche tan agradables hemos pasado!
Otra epopeya del pije santiaguino es el asalto a la
Federación de Estudiantes: allí rompieron muebles, estatuas,
libros, y en las propias barbas del poeta Maza Fuentes, que los
apostrofó con un “sean patriotas pero no ladrones”, se guardaban
figurillas de mármol, estatuillas de Dante y Voltaire, ceniceros de
bronce y otras pequeñas chucherías. Los pijes, después de haber
despedazado un cuadro o roto una butaca, salían airosos a la
calle, llevando como flor una tecla de marfil en el ojal de la solapa.
¿Y qué decir del ya famoso baile de los Castagneto, donde
destruyeron porcelana y muebles, orinaron en jarrones chinos y se
llevaron a manera de recuerdo numerosas piezas de plaqué?
El asalto a la casa del dictador Dávila es una nueva prueba
de su irresponsabilidad mental: destruyeron un piano, arrojaron
ácido en la tapicería de un amoblado de caoba, simiescamente

153
Letras Anarquistas

se colgaron de una lámpara y la arrancaron de cuajo. Y luego


huyeron.
Pero no los busquéis en la literatura, en la ciencia ni en la
política, porque no encontraréis de ellos ni el más insignificante
rastro.
La tarea de reformar el país, de ennoblecerlo y dignificarlo,
la tarea de mantener las libertades y elevar el nivel cultural del
pueblo descansa en otras manos.

154
Letras Anarquistas

SOCIALICEMOS LA LOCOMOCIÓN

Santiago, 26 de octubre de 1932.


Diario Célula
José Santos González Vera

El malhadado principio de la libertad de comercio,


comúnmente, en manos de industriales y mercaderes, es una
arma de robo y explotación. Los días, los meses y los años pasan,
pero la soga con que el mercadante acogota al consumidor aprieta
más cada vez.
¿Y el Estado qué hace? ¿Y el municipio qué hace? Juntos
ayudan al mercader. Todos les echan un apretón más al cuello del
ciudadano desdichado.
La bencina, porque el gobierno no ha querido comprarla
en Rusia o Rumania, sigue subiendo. Se reúnen entonces los
empresarios de autobuses, los gerentes de tranvías y los delegados
fiscales y municipales y acuerdan, cosa muy natural, encarecer
la locomoción urbana, porque no es justo, dicen ellos, que se
arruinen los empresarios.
No se cuentan para nada los intereses de los ochocientos
mil infelices que trasudan sangre para ganarse el sustento. Lo
principal es que los empresarios prosperen.
Dentro de la manera que el gobierno tiene de solucionar
tales problemas, es decir, tomando las hojas en vez del tallo o
desentendiéndose de la causa y procurando sólo corregir el efecto,
aceptemos que cuando la bencina sube deba subir también el
pasaje, pero, ¿por qué debe subir el pasaje de los tranvías? ¿Acaso
se importa la energía, materia prima principal de este servicio?
La razón dada por la prensa es la siguiente: debe subir el
pasaje tranviario para que los otros elementos de locomoción no
sufran una competencia que a la simple vista sería ruinosa.
Se olvidan, como es lógico, que la generosa Empresa de
Tranvías rebajó los pasajes en los últimos años y prolongó los
recorridos con el único propósito de hacer reventar a los demás

155
Letras Anarquistas

servicios de locomoción urbana.


Un gobierno de gobernantes que no han demostrado
pertenecer a esta categoría. No Norteamérica, que hasta hoy nos
ha impuesto su ley, creería propio de su rol establecer una escala
de valores.
¿Y cuál podría ser esa escala de valores? Considerar en un
primer lugar el interés de los ochocientos mil individuos que viven
en esta ciudad. Establecer enseguida qué medios de locomoción
se acomodan mejor a la naturaleza de Chile. Decidir luego si los
medios preferibles deben ser explotados por empresas particulares
o por empresas del Estado y, tan pronto como se haya definido
una línea de acción, proceder sin contemplaciones hasta el fin.
Ese gobierno necesario, pero todavía inexistente,
comprendería que los ochocientos mil, por la espantosa crisis
que padecen y por razones de alta moral, no deben ser gravados
ni deben ser pasto de la voracidad capitalista representada por
la Standard Oil, la West India, la Shell Mex y la Empresa de
Tranvías.
Comprendería también que la bencina, por no producirse
en Chile y porque no hay con qué adquirirla, debe suprimirse,
aunque sea momentáneamente, como combustible principal de
nuestros vehículos y deben, en consecuencia, los ciento o más
empresarios de góndolas variar el giro de sus negocios.
Arribaría, asimismo, ese ideal gobierno, a la conclusión
de que en Chile, por su abundancia de caídas de agua, minerales
de carbón y por lo fácil que sería emprender al carguío, todo
el transporte urbano, interurbano, fluvial y marítimo, debe
efectuarse mediante la fuerza eléctrica, la fuerza animal y la
fuerza carbonífera.
Y respecto al tercer punto fundamental, ese gobierno
sensato y clarividente vería de golpe que la movilización, por ser
indispensable como el pan, el vestido, la habitación y la luz, no
puede ser objeto de explotación particular, no puede producir
rentas para individuos que viven en Norteamérica u otro país, y
no debe servir de horca al viandante ciudadano o rural. Llegaría

156
Letras Anarquistas

así rectamente al convencimiento de que un elemento como este,


obligatorio y cotidiano, debe ser nacional, del Estado, porque este
organismo creado para velar por el bienestar de todos es el único
que puede acordarlo a la conveniencia de quienes lo necesitan.
Un gobierno de visión tan precisa, tan clara y tan
fundamental, natural es que no nazca por generación espontánea.
Un gobierno de esa índole adviene cuando el pueblo es una fuerza
viva, inteligente y actuante, cuando el pueblo tiene grandes
mentores que ven las posibilidades reales y desean servirlo; pero
cuando este conglomerado babélico está a merced de treinta o
cuarenta partidos socialistas, que no saben o no quieren hacerle
caminos al socialismo, cuando se entrega en brazos de poseídos que
actúan por pautas extrañas, cuando sus jefes malgastan el tiempo
en manifestaciones al plutócrata Edwards, al jurista Figueroa o
a otro personaje, cuando se desgañitan en los mítines hablando
de concepciones mesiánicas o peroran en las asambleas sobre
la sociedad futura, ese pueblo infeliz está condenado a nuevas
explotaciones, a nuevas penurias y a un mayor envilecimiento.

157
Letras Anarquistas

BALUMIAS

Santiago, noviembre de 1932.


Diario Célula
José Santos González Vera

REDUCCION DEL EJÉRCITO


La proposición de Mr. Hoover para reducir un tercio los
ejércitos de todo el mundo ha sido recibida con alborozo por los
pueblos que no viven al margen de la civilización.
Ellos saben que son los ejércitos la gran sangría de esta hora, pues
consumen cerca del 30 por ciento de los presupuestos anules de
cada país.
Y por vía de comprobación sépase que en un informe de
la Liga de las Naciones se establece que durante 1930 sólo Chile
adquirió armamentos y municiones por valor de 24 millones de
pesos.
Afortunadamente, entre los Treinta Puntos hechos suyos
por los señores Dávila, Cárdenas y Cabero, se contempla (punto
22) la reducción del ejército nacional, excesivamente numeroso
para los menguados recursos del país.

BELIGERANCIA EMANCIPADORA
La beligerancia desplegada en la última semana por el
general Novoa y sus parciales ha emancipado de la vida a más de
quinientos individuos.
Este hecho, novedoso e inolvidable, permitirá a los señores Dávila,
Cárdenas y Cabero aparecer como finiquitadores de la cesantía, y
podrán henchirse de orgullo por ello, ya que ni el tirano Ibáñez,
el ex presidente Montero, ni la última Junta de Gobierno lograron
hacerlo.
Sin embargo, para que los dones de la Segunda República
Socialista puedan derramarse sobre alguien, conviene que los
demás pobres continúen arrastrando sus huesos sobre el haz de
la tierra.

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Letras Anarquistas

AFLORACIONES
El ensayo de hacer funcionar la República un poco aparte
de las normas comunes a la civilización, no ha causado extrañeza
fatal sino a unos cinco o seis centenares de personas.
Goza el resto de los chilenos una especie de sensualidad
ante la zozobra inminente y se mantiene dentro del más inasible
y sospechoso silencio. Todas las exageraciones de esta hora, así
como el eco que es transmitido por las novedades y más tarde
devuelto por los farellones, rebotarán pasado el tiempo junto
sobre quienes las propiciaron.

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Letras Anarquistas

GROVE, ZAÑARTU, ALESSANDRI

Santiago, diciembre de 1932.


Diario Célula
José Santos González Vera

En Chile las revoluciones son epidérmicas, excepto en el


latrocinio, que cada vez cala más hondo, y en la inútil destrucción
de lo poco que se había organizado. Son epidérmicas porque
hombres cuya acción política se remonta a treinta años siguen
siendo banderas; porque los audaces que van arruinando el país
por etapas pueden vivir impunes dentro del territorio, gozando de
pingües jubilaciones, o salir del país, protegidos por barcos de la
Armada nacional.
La impunidad, el sufrimiento y el vaivén de las fuerzas
políticas, en el espacio de meses, nos han permitido sortear dos
revoluciones. Y ya nos encontramos ante el tablero electoral.
Los cuatro partidos tradicionales se han fragmentado en
cincuenta fracciones, devorados por avasalladores apetitos, que
bregan por elevar a tales y cuales individuos y no por la efectiva
elevación de las masas. Estamos ante el caos total, pero, a juzgar
por lo que ocurre en la superficie, parecería que volvemos a
encontrarnos en el tercer lustro de este siglo.
Tiene la elección presidencial que se avecina, para los
individuos y las masas, un valor casi mesiánico. Los problemas
angustiosos de las subsistencias han quedado subordinados a
la exaltación del candidato negro, del candidato blanco o del
candidato rojo, pero, ¡quién no lo sabe! La solución anhelada y
el reajuste social no pueden ser obra de presidente alguno, sino
de la cohesión, disciplina y claridad de propósitos de los núcleos
interesados. Es la acción directa, aunque sea bajo tal o cual forma
gubernamental, la que puede salvarnos.
Son cinco los Mesías. Dos figuran en política hace más de
treinta años. Dos son candidatos por tercera vez. Y sólo dos son
nuevos y representan fuerzas orgánicas, actuantes, con raigambres

160
Letras Anarquistas

en toda el área nacional.


Don Enrique Zañartu representa a la burguesía rural.
Su programa es campesino en eso de eludir las declaraciones
generales y preferir, visiblemente, el planteamiento de soluciones
parciales, que no modifican el sistema vigente y que no interesan a
las poblaciones urbanas. Sus móviles lo mantienen estrechamente
unido a la tierra. Carece su programa de amplitud. Su constante
es el régimen de papel moneda, régimen que entrega maniatados
a cuantos viven de un salario a los dueños de la producción.
La espantosa crisis actual ilustra convenientemente acerca de
las desventajas del papelismo. Si resultase elegido presidente, el
latifundismo volvería a enseñorearse sobre las masas urbanas.
Aparte de los enemigos que se conquistó en las postrimerías
del gobierno Sanfuentes, este candidato tiene en su contra toda la
máquina financiera.
Alessandri, hombre de la ciudad y político hasta la médula,
es la antítesis del primero: irradia un idealismo un tanto vagoroso,
hitado de generalizaciones magníficas. Su lenguaje corresponde al
romanticismo, pero es bastante preciso como para asignar a cada
grupo un lote de ilusiones.
Su voz es de larga onda. Las multitudes más sordas vibran
a su llamado. Actúa más sobre el sentimiento que sobre las mentes.
Fue odiado de terrible manera por la oligarquía. Sin
embargo, en esta hora, todos los oligarcas van en su busca como
quien va en busca del salvador. La burguesía liberal y las clases
medias aburguesadas también están con él. Y se siente que la
inmóvil masa popular todavía lo quiere.
Alessandri es un candidato de centro.
Grove es militar y civilista. Sus ideas son simples, las
expresa con pasión y acaso con vehemencia. Para sus partidarios,
socialistas de los más variados matices, representa la posibilidad
de hacer un gobierno con amplia intervención de las masas, capaz
de elevar ciertamente el nivel de vida a que ahora están sujetas.
En cambio, para los burgueses atormentados por la neurosis,
simboliza el saqueo, el despojo, el incendio, la violencia ciega, las

161
Letras Anarquistas

violaciones espantosas, la ruina negra.


Tiene partidarios ardientes, decididos y casi desesperados.
La juventud obrera grita su nombre por todas las ciudades y lo
escribe en todos los muros. Su estado mayor lo forma una falange
de intelectuales brillantes y entusiastas. Hay en torno suyo un
tercer núcleo importante: los obreros sindicalistas.
La circunstancia de haber gobernado unos días solamente
y su prematura deposición y destierro lo han convertido en un
héroe popular.
En todo caso, aunque los días vayan borrando su perfil,
en nuestra historia política figurará como el primer gobernante
socialista.
El señor Rodríguez de la Sotta es el candidato conservador.
Personifica admirablemente a su partido. Es la fuerza impermeable,
que cierra los ojos ante la evidencia y ha establecido su tienda en
medio del camino. De allí no saldrá sino por la fuerza. Hay en su
actitud, al mismo tiempo que un inmenso egoísmo, cierto halo
grandioso.
Finalmente, por tercera vez, el señor Lafferte representa a los
comunistas ortodoxos. Es Lafferte un hombre honrado y sincero.
A semejanza del conservador, sabe lo que quiere y va recto a su fin,
sin concederle nada a la realidad y sin darle importancia ninguna
a las peculiaridades nacionales. Es un creyente, un doctrinario de
ese marco. Su modestia, su fe y su incomprensión de la política lo
mantendrán siempre en la misma línea. La vida nacional circula
equidistantemente de conservadores y comunistas.
Si se quisiera establecer un orden de probabilidades para los
candidatos, menester sería escribir el nombre de Alessandri, luego
el de Grove y por último el de Zañartu. Respecto al conservador,
es sabido que su proclamación obedece sólo al propósito de
restarle a Zañartu los votos de aquellos conservadores contrarios
a Alessandri. Y en cuanto a Lafferte, puede asegurarse que ha
sido proclamado únicamente para mantener la cohesión de los
comunistas ortodoxos, que por principio rechazan toda alianza
con elementos que ellos califican de burgueses u oportunistas.
¿Qué ocurriría si triunfara Zañartu? Es seguro que los
162
Letras Anarquistas

banqueros se jugarían su mejor carta para derribarlo. Contarían


en tal empresa con un núcleo de militares ambiciosos, de filiación
radical.
Ahora, si por una casualidad muy grande triunfara Grove,
las clases conservadoras moverían a sus elementos militares y a
sus guardias blancas para arrojarlo del gobierno. La guerra civil
podría producirse entonces y con seguridad, porque el pueblo no
tiene defensa, triunfaría la reacción y aniquilaría radicalmente a
sus contrarios.
Hechas estas eliminaciones, queda Alessandri como
el único candidato con posibilidades de llegar a presidente y
mantenerse algún tiempo en el poder.
Como candidato tiene Alessandri la ventaja de estar
apoyado por fuertes núcleos de todas las ideologías; pero, cuando
llegue al gobierno, la heterogeneidad de dichos elementos le creará
una oposición también universal, porque ninguno de los núcleos
que integran es tan poderoso como para primar sobre los demás.
Si no existe un partido poderoso, capaz de sostener al
gobierno elegido, habrá siempre el peligro de nuevas y prontas
intromisiones del ejército.
Cualquiera que sea el triunfador tendrá por delante el
imperativo de reorganizar y disminuir las fuerzas armadas, de
adoptar un plan de política social a favor de las masas, de crear
nuevas industrias por cuenta del Estado y de controlar el comercio
exterior e interior.
Obtendrá cumplimiento este imperativo cierta disciplina
social, disminuirá el malestar obrero y evitará el hambre de todo
el país.

163
Letras Anarquistas

EL ESPÍRITU REVOLUCIONARIO DE NUESTROS


PUEBLOS

Santiago, julio de 1939.


Revista Nº 3.
Revista BABEL
Manuel Rojas

En la historia moderna de los pueblos se valoriza, social


y políticamente, más que otra cosa, por las transformaciones
que han realizado. ¿Por qué Rusia atrae hoy las miradas de todo
hombre culto no ligado a intereses de partidos o de clases? Por su
revolución. ¿Por qué Francia tiene en el presente y en el pasado
tan inmenso prestigio? Por su revolución. ¿Por qué México es,
entre todas las naciones de Hispanoamérica, la que más atracción
posee? Por su revolución. Porque las revoluciones, a pesar de que
la palabra sugiere siempre temor, no representan sólo un afán de
matar o un deseo de morir; ellas indican vitalidad, indican que los
pueblos poseen espíritu y que ese espíritu, encontrando estrecha
la forma social o política, pretende superarla. Ellas engendran
nuevas formas sociales, nuevas fórmulas jurídicas, nuevas culturas
económicas y artísticas. Hispanoamérica necesitó una revolución
para surgir a la vida histórica; la necesitó también Estados Unidos
y la necesitaron, asimismo, muchas otras naciones. Pero el cielo
no está cerrado, e Hispanoamérica y Estados Unidos y todas
las otras naciones deberán nuevamente realizarlas a medida que
nuevas estructuras económicas, nuevos conceptos jurídicos y
nuevas exigencias morales vengan imponiéndose en el mundo.
“Las revoluciones –decía Martí– son nada más que una de
las formas de la evolución1”.
Ahora, si recordamos que las revoluciones las hacen los
pueblos, aunque, desgraciadamente, no siempre en provecho

1
Cronista, periodista y patriota cubano (1853-1895). Profundamente
latinoamericanista, encabeza la resistencia armada contra la ocupación hispana en la
isla, muriendo en la acción.

164
Letras Anarquistas

propio, reconoceremos el valor que Martí posee en cuanto


enriquecedor del espíritu revolucionario de nuestros pueblos.
Porque éstos, para poder subsistir espiritualmente, necesitan
arquetipos, y aunque estos arquetipos no sean sino representaciones
dinámicas, símbolos que representan movimiento y acción;
aunque no sean sino valores que la dorada mediocridad considera
de bajo orden, ellos son los únicos que rigen su vida anímica, los
que fijan su carácter y forjan su futuro. Estos símbolos, o estos
arquetipos, que en ocasiones nos vienen del fondo oscuro del clan
o de la horda, o que son adquisiciones recientes, se heredan en los
pueblos con la misma fijeza fisiológica de los rasgos raciales. Los
pueblos, la masa de nuestros pueblos, no tienen hasta hoy, debido
a su condición de siglos, símbolos o arquetipos intelectuales; sólo
tienen los que he indicado: de fuerza y de acción, emocionales.
De esta manera el pueblo de Chile no sabe sino en ínfima
proporción quién era o si existió don Alonso de Ercilla y Zúñiga;
igualmente, ignora la existencia de don Mariano Emana; pero
sabe demasiado bien quién era Caupolicán, y no olvidará nunca
a Manuel Rodríguez, a pesar de que el primero no era poeta ni
el segundo escribió Constitución política alguna. Estos dos seres,
fabulosos o reales, al pueblo no le importa averiguar si son lo
primero o lo segundo, han sido incorporados a los arquetipos
de la raza y son, conjuntamente, los teatros públicos, museos,
bibliotecas, academias e institutos.
En el primer movimiento revolucionario, el pueblo armado
(la piedra, el palo y la tea) encuentra claramente manifiesto el
símbolo del poder vicioso estatal o clerical (que es un Estado dentro
del Estado), en sus dos aspectos más evidentes: templos y palacios.
Las demás formas de lo suntuario oficial, menos tradicionales,
hijas de un concepto moderno de la cultura y más en contacto y
reconocido beneficio con el pueblo, no excitan su ánimo destructor,
que no se dirige contra las formas suntuarias por ellas mismas,
sino por su conexión con el poder que desea derrocar y del cual las
encuentran vivo símbolo. Que se diga al pueblo que tal iglesia está
desafectada y que no es más que un museo de viejas esculturas,

165
Letras Anarquistas

y el pueblo, como tenemos reiterada experiencia, la respetará sin


dilaciones. Que se le diga que determinados monumentos deben
ser respetados por su valor artístico, y el aunque pueblo desdeñará
su parte representativa y pasará adelante. Un palacio real merecerá
su respeto si pasa a ser palacio nacional. Un teatro, si deja de ser
nido de aristocracias haraganas y se convierte en elemento vivo de
cultura. Una colección de retrato de reyes, príncipes y validos, si
se revalora objetivamente como lienzos meritorios de primorosa
mano. El tiempo que media entre la primera explosión de cólera
y su apaciguamiento depende del nivel de cultura infusa en el
pueblo, ya que un estado elemental de la cultura es el respeto
pasivo a las formas culturales, a diferencia de la sensación de
aturdimiento, de humillación o de minusvalía, de sugestión de
inferioridad que las formas suntuarias tienden a producir en el
espectador, desde los disfraces abigarrados del reyezuelo africano
o polinesio al manto de armiño y carroza triunfal de Napoleón
I. Las gigantescas paradas con que los constructores de los
modernos Estados totalitarios han sustituido las anteriores formas
suntuarias, no tienen otro origen ni otro objeto. A la depresión que
producen en el ánimo del hombre culto corresponde la sensación
de aniquilamiento y absorción del individuo que producen en el
hombre común; pero en ellas se desvanece ya toda idea de mérito
artístico o valor cultural, para quedar sólo en pie el espectáculo de
la fuerza estatal y de la masa arrolladora que utiliza, actualmente,
como instrumento. Conforme la cultura degenera en la simple
técnica, el concepto de lo humano se dirige a la entidad fisiológica.
Pueden repetirse sin sonrojo los atentados a la cultura del espíritu
en autos de fe que achican a los Omar, los Savonarola y los
Ximenes de Cisneros, pero se procura superar el rendimiento de
no importa qué competición de fuerza o agilidad muscular. En
este sentido, la competencia industrial organizada por las grandes
entidades capitalistas al servicio del Estado (y recíprocamente)
y la organización estatal del deporte se convierten en poderosos
elementos de reacción que los Estados totalitarios utilizan en
nuestros días en plena conciencia.

166
Letras Anarquistas

EL ÚLTIMO COMBATIENTE

Santiago, enero-abril de 1941.


Revista Nº 15-16.
Revista BABEL
Manuel Rojas

La muerte de León Trotsky pone punto final a la historia


del partido bolchevique ruso. Un gran partido muere con el gran
hombre que era su último combatiente. Con el partido y con el
hombre termina, de una vez y para siempre, en todos sus aspectos
vitales inmediatos, el movimiento social y político que ese partido
y los hombres que lo formaban promovieron en Rusia y que
tanto alcance y trascendencia ha tenido en el mundo. Empezó a
declinar con la muerte de Lenin, que trajo como consecuencia el
aislamiento y la persecución de Trotsky; muere definitivamente
éste. Definitivamente, porque lo que queda, aquello que en el
terreno social y político fue realizado por ese partido y por esos
hombres, es un organismo que está muy lejos de esos hombres
y de ese partido: un Estado obrero degenerado, como el mismo
Trotsky decía.
Menos feliz, en cierto sentido, que Vladimir Ilich Lenin,
que murió a tiempo, o sea, cuando la revolución rusa parecía ser
todavía su revolución, el solitario de Coyoacán debió contemplar
durante todos sus años de persecución y de destierro, cómo su
obra, a la que dedicó muchos o todos sus años de juventud y
madurez, iba siendo –como él mismo denunció– traicionada.
Esto, sin embargo, doloroso para él, lo agrandó en sí mismo
y ante los demás. En este sentido fue más feliz que Lenin. Le
sobrevivió para denunciar y fustigar a los que estimó traidores
y para mantener limpia, aunque solitaria, la doctrina que debió
regir los destinos de la Revolución de Octubre.
Pero la grandeza de León Trotsky no deriva exclusivamente
de su condición de miembro de un partido o de organizador y
dirigente de la revolución, y sería una estupidez querer unir destino

167
Letras Anarquistas

al de esa agrupación de hombres o al de ese acontecimiento.


León Trotsky es más grande que cualquiera de esos dos
hechos, más grande, en primer lugar, porque los creó o contribuyó
a crearlos, y en segundo, porque, mientras el uno, una vez salido de
sus manos, degeneró, y el otro se apagó con él mismo, en cambio,
no hizo sino crecer y afirmar, de modo que podemos estimar
eterno, su personalidad. Podrá el Estado obrero degenerado de
hoy descender hasta llegar a ser no más que una aldea burocrática
idiota y podrá mañana el partido bolchevique, después de frío
examen, ser declarado un organismo más bien pernicioso que
beneficioso para la causa de la revolución socialista; todo eso
podrá suceder. A pesar de eso, y a pesar de mucha cosas más,
Trotsky permanecerá. Este hombre no pertenece sólo a la clase
obrera, a los partidos revolucionarios o al socialismo. Pertenece
a la Humanidad, así como pertenecen ya Lenin, Engels y Carlos
Marx.
El por qué de esto es algo que sólo pueden negar los que
lo asesinaron y los que aplaudieron o aceptaron su asesinato. Los
que tienen las manos y el alma limpias lo reconocen tácitamente.
Como revolucionario, como escritor, como entidad
humana, León Trotsky no tiene, dentro de las filas de los militantes
del socialismo, semejante alguno ni lo tendrá en muchos años. Tal
vez no lo tendrá nunca ya. Tampoco lo tiene en otros campos. Su
profundidad de visión, su certeza de predicción, la honradez de su
conducta, su valor moral, mental y físico, su hondo sentido de lo
que es el hombre y de lo que debe ser, son cualidades que se dan
difícilmente en un solo ser humano. En él se dio todo junto y con
una generosidad ejemplar.
El hombre que lo mató y los hombres que mandaron a matarlo no
supieron lo que hacían. Al asesinar a Lev Davídovich eliminaron
al único hombre que podía haberles dicho cómo podrían ellos
sobrevivir.

168
Letras Anarquistas

ESCALA MÍSTICA

Santiago, septiembre-octubre de 1944.


Revista Nº 23.
Revista BABEL
José Santos González Vera.

Con frecuencia los antirreligiosos son los de temperamento


pasional. Un impulso los indujo al primer error, pero como de él
sacaron personalidad, se empecinan en otros mayores. Los mueve
un fervor espantoso. Si no consiguen, en la mocedad, idear una
nueva religión o recibir el consuelo de alguna otra, confinanse
en cualquier oscuro pueblo y vuelven a creer en la antigua, con
violencia, con arrebato y, si urge, con garrote en mano.

***

Los incrédulos precoces, al perder la noción de su


juventud, suelen volver a la fe. Creen entonces por cuatro o diez
hombres juntos, y les queda tiempo para propalar su conversión
en diarios y revistas.

***

Existen –y no es fácil tarea contarlas– personas de


ordinario incrédulas. Empero, cuando son presa de la angustia
extraen de la nada a Dios y sólo en Su presencia ven con nitidez
la línea recta. Sin tardanza, vuélvenlo a sumir en la nada. Son los
verdugos de Dios.

***

El misterio de la Santísima Trinidad (¿por qué se hizo público?)


ha causado desviamientos.
Unos, los de mente sutil, se aferran a Dios. Otros, quizás los
emotivos, se unen a Jesús porque sufrió.

169
Letras Anarquistas

***

Rara, excepcional es la persona, salvo los teólogos, que concibe al


Espíritu Santo. Al figurárselo se cae en el vacío.

***

Las buenas almas, sin agraviar al Altísimo ni a Jesús,


prefieren confiar sus pequeñas cuitas a San Antonio, San José o al
Niño Jesús de Praga. El primero es familiar, tan familiar que si no
es rápido en el milagro, su imagen es puesta cabeza abajo, dejada
a la intemperie o víctima de otras descortesías.

***

Las mujeres, ya por pudor, ya por la naturaleza de sus


quebrantos, dialogan con la Virgen María, excepto las que son de
familia militar, que encuentran más propio hacerlo con la Virgen
del Carmen.

***

Los rateros, que gracias a la fe pueden soportar las


acechanzas de carabineros y pesquisantes –antes de caer sobre
los bolsillos de sus contemporáneos– se encomiendan a San
Cayetano, santo que da dinero.

***

Más lejos van las comadres que hacen mandas a las “animitas”, ya
que estás, a menudo, estuvieron encarnadas en asesinos, ladrones
o individuos tumultuosos.

***

170
Letras Anarquistas

Los avaros, por evitar dispendios, se encariñan con la idea de que


Dios está en todo lugar, hacen abstracciones de los templos y, de
modo automático, dejan de sentirse obligados al mantenimiento
del culto.

***

Hay sujetos que, por instinto, concuerdan con el


materialismo histórico y se resisten a elevar preces en la Catedral
y demás iglesias del centro. Suponen que allí Dios sólo hace
mercedes a los ricos, y se van a La Viñita, La Estampa u otro
templo inconcluso.

***

Los veleidosos, que cambian de religión, son caterva.


No pocos enfermos del estómago comienzan por hacerse
vegetarianos, luego teósofos y, por fin, postulantes decididos
nirvana.

***

Siguen los emigrantes. Si triunfan, hacen suyos los usos y la fe del


país adoptivo.

***

Algunos posesos, que ven doble a su mujer, apenas pretenden


disfrutar de las ventajas de esta obsesión, devienen mormones.

***

Ciertos novios, cuando el genio de la especie los apremia, y


pertenecen a otra confesión que la de su futura suegra, abandonan
la propia por gentileza...
171
Letras Anarquistas

***

Los individuos propensos a lo misterioso empiezan por dolerse


de que el culto sea público. Les contraría que no se elija a los
creyentes, y concluyen por asilarse en las logias.

***

Señoras de acendrado catolicismo caen en la extravagancia


de elegir su servidumbre entre las de credo evangélico, sólo porque
éstas se dan más a la Biblia que a los mancebos.

***

La suntuosidad casi oriental de las iglesias o la majestad


del rito, cohíben a muchos hombres de mente todavía vegetal.
Mas, como precisan a Dios, lo buscan en religiones humildes,
aisladas en pobres edificios. Sus pastores nada sospechan de
teología, pero saben remendar un par de zapatos, empuñar una
plana o hacer gemir el serrucho.
Figuran, entre las nuevas, la salvacionista, que da
uniforme a sus fieles y les enseña a cantar con acompañamientos
de guitarra: la pentecostal, buena en los inviernos, cuyo rito se
cumple saltando hasta perder el conocimiento; la cuáquera,
estimuladora del silencio; la metodista, que desarrolla la seriedad
y, domingo a domingo, prueba a sus fieles proscribiendo la risa, la
sonrisa y todo vano gesto de alegría.

***

Pero los heréticos, los veleidosos y demás disidentes


conservan un nexo, ya fuerte, ya débil, con el Creador.
Quedan los negadores empedernidos.
Entre los que niegan, triste es confesarlo, debe ponerse a
sacristanes, monaguillos y campaneros. Son incrédulos porque la
religión es para ellos trabajo.
172
Letras Anarquistas

***

Los que se educan en seminarios y, fuera de oír misa de


alba, deben someterse a ejercicios espirituales incompatibles con
una alimentación abundante y sabrosa, sin confesarlo, engrosan
el partido de los indiferentes. Dios y privación se les convierten
en sinónimos.

***

Suelen llegar a la más intolerable apatía los deportistas,


no por razonamiento (que no es su mira), sino por emplear las
mañanas domingueras en mover brazos y piernas. Su ausencia de
templo, insensiblemente, los priva del hábito de creer.

***

El humanitario ve comprometida su responsabilidad


en que exista Dios, menudeen las guerras y permanezcan las
multitudes en miseria inalterable. Y como no consigue suprimir
la guerra ni la miseria, por hacer algo, suprime a Dios.

***

Los hombres dramáticos acomodan su vida a la santidad


y le ofrendan a Él su voluntad absoluta, pero si les sobreviene una
desgracia grande, no tardan en arribar a la más patética negación.
Son de una pieza.

***

Muchos jóvenes alardean de ateos sólo por singularizarse.


Pero si sus oyentes se asombran de tal jactancia, los jovencitos
conservan el ateísmo como amuleto.

***
173
Letras Anarquistas

Caen en la negación, asimismo, ciertos ambiciosos que hubieran


deseado ser los propios descubridores de Dios, y que, por haber
nacido tarde, quedan resentidos.

***

Los megalómanos, sustentadores de la teoría de


convertirse a sí mismos en dioses, no creerán en otro ni mediante
compensaciones.

***

A los sindicalistas sinceros les parece insufrible tener un


Dios común con su patrón. Y, como todos los dioses son reservados
ante la lucha de clases, optan por la acción directa.

***

Otros individuos, que piensan con los ojos, prenden su


creencia en el Cristo de Elqui. Les emociona haberlo conocido
desde que era mozo. Además, es un Dios chileno...

BUSCADORES DE DIOS

174
Letras Anarquistas

Santiago, noviembre-diciembre de 1944.


Revista Nº 24.
Revista BABEL
José Santos González Vera

Cuando la religión dio por cierto que existía Dios,


afirmación tan audaz como grandiosa, satisfizo a millares de
individuos no se quieren a sí mismos, ni se consideran fines y
encuentran insufrible ser, únicamente, mohosos eslabones de la
especie.
Pero los Padres de la Iglesia no estuvieron en su mejor día
al definir el carácter de Dios, y menos aún al sentar que su aserto
valía para siempre.
Como fue concebido, pudo ser bueno para uno o dos
siglos.
La consecuencia es que un tercio cree, otro niega y el
último desearía creer.
Párrocos, rabinos, popes, pastores y demás creyentes
profesionales siéntense arrastrados por la hipótesis de la existencia,
y también las multitudes educadas en dicha certidumbre.
Es grata la negación a los ateos, los soberbios y tales o
cuales investigadores que –por comodidad– no aceptan sino lo
que aparece en su cotidiano avalúo de la materia.
Los ansiosos de creer (los religiosos puros) forman un
grupo heterogéneo. Unos creyeron, dudaron y querrían reempezar;
otros están descontentos con los halagos del mundo y presienten
que su salvación, aunque fuera momentánea, podría estar en
el espíritu; hay quienes no se resignan a morir del todo; otros
consideran impoético haberse asomado al mundo y terminar en
el cementerio. ¿Qué hacer?
En vez de considerar a Dios como existente, con atributos
fijos y poder invariable, ¿por qué no derivamos –con humildad–
hacia la idea de que pudiera existir?
Confiaríamos su busca a los religiosos puros. Al principio cada

175
Letras Anarquistas

uno obraría a tientas, sujeto a su particular inspiración.


El éxtasis –estado en que no sentimos el cuerpo, ninguna
preocupación nos turba y somos un haz con el ambiente–, sería
el medio de vislumbrar a Dios, recibir su influjo o sentirlo. Es
verdad que el éxtasis sólo está al alcance de los ricos, y al principio
no se contará sino con busquedantes obreros, cuya fortuna es el
porvenir. El obrero, por la índole penosa de su tarea, basada casi
siempre en un gran esfuerzo físico, que lo deja exangüe –proclive
al sueño–, no tendría jamás acceso al éxtasis.
Deberá permitir, el método de los buscadores de Dios, tanto
al conductor de vehículos como al que maneje una herramienta,
elevarse a un intenso grado de sublimación dinámica, pues así no
habría trabajador que no tuviera la expectativa de encontrarlo.
Entre los buscadores habrá ingenuos, escandalosos u
optimistas que pretenderán descubrirlo de inmediato. Será
menester precaverse con dulzura contra su celo inmoderado.
La búsqueda por tiempo indefinido causaría desilusión a
muchos hombres de flaco espíritu. Se debe reflexionar y acordar
un plazo. Tal vez mil años.
Esta nueva religión atraerá a los religiosos puros, a los
perplejos y a numerosos individuos superficiales que desearán
entretenerse a poco costo. Convendrá que unos y otros prueben
su generosidad obligándose a una contribución periódica, no por
lo que ésta represente, que también es útil, sino como símbolo de
encendimiento.
No se reconocerá calidad de buscadores, antes de un
lustro, a quienes abandonen otras religiones. Fuera de ser una
cortesía para las viejas iglesias, que han construido sus verdades a
través de milenios y necesitan mantener a innúmeros servidores,
evitará cualquier asomo de competencia y, más que todo, el
encono clerical contra el cual ningún bálsamo es eficaz.
El buscador pensará mucho antes de convertir a su amigo
en cofrade, y acaso sirva mejor al gran fin reteniendo dentro de sí
las pequeñas verdades a que llegue, pues cuanto conserva el sello
de privilegio es apetecido con ardor.

176
Letras Anarquistas

Puede que entre los busquedantes haya personas de rica


objetividad que prefieran efectuar su búsqueda en el espacio físico.
Es bueno que obren sin prejuicios y acepten que también pueden
estar en las iglesias.
Y, finalmente, si los buscadores caen en la tentación de reunirse
en concilio, ¡que no den a ninguna de sus verdades más de un
decenio de validez!

VERSOS PARA LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

177
Letras Anarquistas

Santiago, noviembre-diciembre de 1944.


Revista Nº 24.
Revista BABEL
Manuel Rojas

Hace algún tiempo, excitado por la proximidad del aniversario


de la revolución rusa, empecé a escribir unos versos que habrían
podido llevar por título el de Canción para la Revolución de
Octubre. Quizá, en lugar de versos, habría podido escribir una
prosa cualquiera, pero sucede que a medida que transcurren
los años, y más y más en cada aniversario, la revolución rusa va
tomando, para mí, una significación cada vez menos real y cada
vez más ideal. El hecho mismo de la revolución, desprendiéndose
de lo que la rodeó y la sigue rodeando, va convirtiéndose –siempre
para mí– en algo puramente emocional; digamos, por ejemplo,
una imagen o sensación cuyo recuerdo o presencia despierta en
mí, menos ideas o reflexiones, ardientes sentimientos de amor
hacia la criatura humana, sentimientos que, dado mi carácter, no
podría expresar de otro modo que poéticamente.
Después de algunas horas de trabajo logré terminar lo que
habría podido llegar a ser la primera parte de aquel poema y que
transcribo aquí:

II

Sobre el lodo y la nieve, entre periódicos y piojos,


barbas mojadas y pies húmedos,
por encima del Neva y las piedras de Petersburgo;
desconocida e inesperada,
como una flor del Ártico, de deslumbrante blancura,
manchada, sin embargo, de sangre, como la hija del
Hombre,

178
Letras Anarquistas

y llena, sin embargo, de fuego y de lamentos;


a través de la clara y sombría tierra rusa,
saltando de río en río,
desde el lejano Ienisei y el lento Volga
hasta el ensangrentado Dnieper y el taciturno Ob;
empujada por rotos pechos y ateridas manos,
temblorosas mandíbulas y vacilantes piernas,
llegaste:
traída de la mano por mugrientos caldereros
y espigados marineros del Báltico;
indefensa y desnuda,
sin claro nombre ni destino cierto,
con rostro asiático y corazón de universal trigo;
sobre el lodo y la nieve, entre periódicos y piojos,
barbas mojadas y pies húmedos,
por encima del Neva y las piedras de Petersburgo.

III

Hasta aquí llegué. Inútilmente, durante muchos días y


noches, esperé y aun traté de que surgiera la imagen, la frase o
siquiera la palabra que me permitiera continuar y concluir ese
poema: nada. Hacía donde me volvía, hacia donde llamaba, allí
donde tocaba, sólo sentía algo sin posibilidades de poesía ni de
sentimiento, imposible de descomponer e imposible de idealizar.
Desconsolado, hube de reconocer que la revolución rusa no me
daría ya más de lo que me había dado y que lo demás, es decir,
lo que sobre ella se ha ido acumulando, no solamente parecía no
tener nada que ver conmigo como poeta, sino que, peor aún,
parecía que tampoco tenía nada que ver con la revolución misma.
Con esa convicción di por terminado, por fracasado,
mejor dicho, mi poema.

IV

179
Letras Anarquistas

No quedé conforme; sin embargo, un poeta, por poco que se


respete, no acepta así como así un fracaso, sobre todo si está
convencido de que ese fracaso no se debe a sus recursos literarios,
a su sensibilidad o a su capacidad de trabajo. Traté, pues, para
tranquilidad de mi conciencia, aclarar el asunto. He aquí lo que
saqué en limpio:
En la revolución rusa existen dos realidades : una
anterior y otra posterior. La primera, abstracta, de puro carácter
emocional, no puede ser tratada sino de modo poético, o sea,
con palabras que expresen sentimientos. La segunda, concreta,
puede ser tratada de cualquier modo y con cualesquiera palabras y
su existencia puede ser narrada, historiada, analizada o criticada.
Nada de eso puede hacerse con la primera: se la siente o no y su
existencia depende de esa condición. En el hecho, para millares
de personas no existe. La segunda existe de todos modos, se
la sienta o no. La primera es, en relación con el espíritu de las
doctrinas socialistas, autentica; y en relación con ese mismo
espíritu, la segunda es falsa: en ella la salvación del hombre, causa
primera y primera razón del socialismo, ha sido sustituida por
la salvación del Estado, es decir, el espíritu ha sido desvirtuado.
Entre ambas realidades existe la diferencia que existe entre una
religión cualquiera y su iglesia: la primera es la fuente; la segunda,
su capitalización.

Al llegar a este punto sentí un pequeño sobresalto:


¿no estaría yendo demasiado lejos? Pero no, no estaba yendo
demasiado lejos y allí estaban los poetas de todos los tiempos,
dándome la razón: ninguno de los que han tenido o tienen una
mística cualquiera ha cantado jamás la segunda realidad. Recurrí,
apresuradamente, a una antología de poesía religiosa española:
allí estaban los poetas, en filas cerradas, cantando como leones o
como ruiseñores la realidad primera, sin dedicar ni siquiera una

180
Letras Anarquistas

mala imagen a la segunda.

VI

Hubiese podido, es cierto, escribir otros cantos, dedicados,


por ejemplo a Lenin y a Trotsky; incluso hubiera podido dedicar
uno a Stalin. Pero Trotsky había sido asesinado por la segunda
realidad y Lenin había sido desvirtuado por ella: su famosa frase,
llena de poesía: “Si la realidad no está de acuerdo con la teoría,
tanto peor para la realidad”, había sido invertida por los hombres
de la segunda realidad: “Si la teoría no está de acuerdo con la
realidad, tanto peor para la teoría”. En cuanto a Stalin, se había
desfigurado a sí mismo.

VII

La culpa, pues, no era mía. Tranquilizado, me lavé las


manos y escribí este artículo en prosa.

181
Letras Anarquistas

¿PAZ EN EUROPA?

Santiago, mayo-junio de 1945.


Revista Nº 27.
Revista BABEL
Manuel Rojas

Una guerra, la más grande de la historia, grande no


sólo por su extensión sino también, y principalmente, por su
brutalidad, acaba de terminar en Europa. Durante años, millones
de seres de las más diversas lenguas y nacionalidades, desde
cosacos hasta neozelandeses y desde hindúes hasta americanos del
sur, regaron con su sangre las playas, las montañas y los campos
de tres continentes.
Durante esta guerra se cometieron las más espantosas
destrucciones y las más horrendas matanzas. Para realizarlas,
la técnica, orgullo de la civilización occidental, inventó las más
atroces armas, incluso aquellas que parecían estar fuera de la
capacidad imaginativa del hombre para destruir y matar.
Todo lo más bajo del ser humano afloró en esta guerra en
una proporción que no se sospechaba: la traición, la cobardía, la
mentira, el odio, la soberbia, la ambición, la estupidez, la crueldad,
todo; nada faltó y ello superó en mucho a las virtudes que el
hombre pudo demostrar durante ella. Fueron más sorprendentes
la crueldad que el heroísmo, la estupidez que la inteligencia, la
ruindad que la nobleza. La guerra colocó a la humanidad a un
paso de su suicidio moral.

II

¿Por qué? La causa inmediata de esta guerra residió en la


rivalidad que existe entra las fuerzas imperialistas que se disputan
el dominio financiero del mundo. Los que habían llegado

182
Letras Anarquistas

atrasados al reparto de las colonias, pelearon con los que llegaron


primero y se apoderaron de todo o de la mejor parte.

III

Es decir; toda esa espantosa guerra no tuvo nada que ver


con el hombre mismo, nada que ver con su tristeza, nada que ver
con su miseria, nada que ver con un mejor destino. El hombre fue
nada más que un instrumento y si algo ganó fue dolor y muerte,
rebajamiento y brutalidad. Añadid todo esto a su tristeza y a su
miseria y veréis cuánto más miserable es su condición y su destino.
Atacando o defendiendo a un imperio, sólo atacó o
defendió a un imperio. Su causa no tenía nada que ver con ello.

IV

¿La democracia? Las democracias imperialistas son en


realidad las más grandes aristocracias de la historia. Su vida
está basada en la esclavitud de los pueblos coloniales y en la
explotación del proletariado metropolitano. Están dispuestas a
aceptar cualquier disfraz que les permita conservar sus privilegios.
Y si en esta guerra aparecieron como defensoras de la democracia,
fue porque Hitler no dejó disponible ninguna otra máscara. Pero
haced que elijan entre su democracia y su situación y la primera
recibirá el más tremendo puntapié de su breve y menguada
historia.
Es posible que el hombre sintiera que peleaba por la
democracia. Con su duro pan deberá comerse su duro desengaño.

¿Entonces? Entonces, nada. La lucha del hombre por su


destino es intermitente. En tanto que pelea cien veces por causas
ajenas, pelea una sola vez por la suya. Su avance puede contarse
por pasos, por pequeños pasos que en ocasiones se dan con

183
Letras Anarquistas

intermedios de siglos. Fuerzas poderosas –la inercia de algunos,


la cobardía de otros, el interés de éstos, la astucia de aquéllos–
impiden que eso pasos sean más largos o más continuos; más aún,
que tengan la dirección precisa.
¿Qué paso ha dado el hombre en esta guerra? Medidlo
con traveses y no ocuparéis ni el meñique.

VI

Esta paz de Europa no es, pues, tal paz o es nada más


que la paz de una parte de las fuerzas imperialistas, de aquellas
que triunfaron y conservaron lo que tenían. Lo conservarán para
ellas, no para el hombre. El hombre deberá seguir pensando en su
causa y luchando, cuando le sea posible, por ella.
Al estallar la guerra de 1914, alguien dijo: “El imperialismo
ha puesto en peligro el destino de la cultura europea. Después de
esta guerra, si no estallan una serie de revoluciones afortunadas,
sobrevendrán nuevas guerras”.
Sólo estalló una revolución afortunada. Las demás
fracasaron y aquélla no fue suficiente. La guerra volvió.
Pero los imperialistas están ya advertidos y de ahí su amor
por los gobiernos que ellos llaman “fuertes”; el amor que en un
tiempo tuvieron por Mussolini y Hitler, amordazadores de sus
pueblos; su amor por las monarquías; su predilección por jefes
militares como Darland y Badoglio; su humillante neutralidad
ante Franco.

VII

No, no habrá paz en Europa ni la habrá en el mundo en tanto


el capitalismo sea dueño absoluto de las riquezas del mundo y
usufructúen de ellas sólo una mínima parte de la humanidad.
En Europa sólo hay ciudades destrozadas y pueblos
hambrientos. ¿Es esa la paz? Sí, tal vez la paz del imperialismo y
la del capitalismo, pero no la paz del hombre.

184
Letras Anarquistas

Por lo demás, el imperialismo y el capitalismo, no tendrán


paz nunca. Tendrán treguas, pero durante esas treguas ellos
mismos irán creando, como desde 1918 hasta 1939, las fuerzas
que volverán a encontrarse y que finalmente los destruirán, si es
que antes no destruyen ellas al mundo.

185
Letras Anarquistas

ESTUDIANTES DEL AÑO VEINTE

Santiago, julio-agosto de 1945.


Revista Nº 28.
Revista BABEL
José Santos González Vera

La Federación de Estudiantes estaba en la primera cuadra


de Ahumada. Por mi amistad con Juan Gandulfo comencé
frecuentarla. Hablaban en tono noble, encendido, puesto
pensamiento en el destino del mundo. Por un instante solíamos
sentir que en nuestras manos estaba posado el porvenir especie
humana.
Esa noche renunció Waldo Urzúa, estudiante de leyes, de
rostro severo y varonil, de cuerpo macizo y actitud reposada.
Fue llamado Santiago Labarca, que había sido
presidente. Su figura frágil, su cojera airosa y su faz traslúcida me
impresionaron. Tenía en su expresión algo así como una fuerza
contenida. Hablaba con absoluta seguridad y cualquier gesto que
hiciera era tan plástico que podía servir para su estatua futura. Su
elegancia cabía en la mayor ponderación. Saltaba de razonamiento
a otro, de una paradoja a otra paradoja. Su voz, un tanto aguda,
que más tarde el tabaco hizo grave, corría por sala como una
culebrilla eléctrica. Reducía la realidad a uno o dos guarismos,
que armaba, desarmaba y mostraba por cualquiera de sus fases.
Afirmó cuanto quiso. A ratos solía hablar de sí en tercera persona,
con bastante respeto: “Don Santiago Labarca no acepta que...”. Se
negó a ser presidente y desapareció, el acto, muy digno y ligero.
La asamblea quedó pensativa. Los muchachos
ensombrerados, fumando sin cesar, unos de pie, otros echados en
los sillones en las posturas más fantásticas, recapacitaban, dando
una visión semejante a las reuniones de mineros del Cañón del
Colorado.
Por fin uno propuso que se hablara a Federico Carvallo.

186
Letras Anarquistas

Se le envió un emisario a su pensión, situada en calle Serrano.


Respondió que aceptaría si se elegía por unanimidad. Esto
disgustó a los universitarios por su propensión a diferir en todo.
Parecía un exceso de pretensión. Sin embargo, accedieron. Una
comisión de tres fue a comunicárselo. Llegó al cuarto de hora y
avanzó hacia la presidencia, saludado con aplausos.
Era muy delgado, muy blanco, con aspecto de puritano.
Se efectuó el cambio de insignia. Luego Federico Carvallo se
volvió hacia la asamblea y dijo:
–Les ruego a los compañeros que se descubran...
Los compañeros miráronse entre sí, más contrariados
aún, y sin saber por qué se quitaron los sombreros. En secreto
temían cosas peores.
A tanta distancia en el tiempo no sabría decir si Carvallo
era hombre emotivo. Parecía cambiar de actitud sólo por
razonamiento. Lo recuerdo con su figura erguida y ascética.
Cuando poco después se efectuó un congreso policial en
Buenos Aires, envió este breve telegrama: “Las ideas se combaten
con ideas y no con sables”. Los congresistas protestaron porque,
precisamente, estaban haciéndole sitio a los sables y les contrariaba
que se les descubriera de sopetón.
La Federación tenía un bar. Desde la escala que conducía
al tercer piso podía verse su interior. Una tarde estaba junto
al mostrador Pedro Gandulfo. Llegó a continuación Yanque
Morales. Este, que era muy dado a la burla, le dijo:
–¿Qué hubo, peruano?
–Si lo repites te arrojaré lo primero que encuentre –le
replicó Gandulfo, que era flaco, usaba anteojos y no hablaba en
vano. Morales, riéndose, repitió la broma.
En ese instante Federico ascendía y se detuvo frente al
bar porque Pedro Gandulfo había disparado contra la cabeza de
Morales el primer vaso, que sólo lo mojó. El segundo, arrojado en
el acto, con mayor tino, le abrió una herida en la cabeza. Yanque
Morales se contuvo la sangre con un pañuelo.
–Segundo –exclamó Federico Carvallo dirigiéndose al

187
Letras Anarquistas

mesonero–, ¡anótele dos vasos a Pedro!


Y luego, volviéndose a Pedro, en tono de sugerencia,
agregó:
¿Supongo que usted mismo lo acompañará a la Asistencia
Pública...? –y, sin apresurarse, siguió escala arriba.

***

Entre los universitarios había radicales, masones,


anarquistas, vegetarianos, liberales, algunos socialistas,
colectivistas, nietzscheanos, estirníanos, espiritistas, católicos,
nacionalistas, arbitristas y muchachos casi silvestres.
La avanzada obrera era anarquista, en menor grado
socialista y comenzaba a surgir el sindicalismo revolucionario de
Angel Pestaña y Noy del Sucre.
Llegaban a las librerías las famosas obras de Sempere, que
tanta difusión dieron al pensamiento socialista, y una colección
de tapas rojas titulada Salud y Fuerza. Comenzaban a traducirse
los rusos.
En Santiago hubo una Universidad Popular cuyo lema
era “educación mutua y libre”. En ella se estableció el primer
contacto entre estudiantes y obreros. Entre los estudiantes estaba
don Pedro Godoy y entre los obreros don Augusto Pinto, don
Agustín Saavedra y otros discípulos del zapatero francés M.
Renal, quien, fuera de enseñar la hechura de un par de zapatos
en siete horas justas, mediante el empleo de un tiempo invariable
para batir la suela, preparar la puntera y el contrafuerte, armar,
coser y terminar, enseñaba los fundamentos del anarquismo y las
excelencias de los vegetales.
Más tarde hubo un movimiento antirreligioso, acaudillado
por los universitarios y apoyado por trabajadores, que alcanzó su
más alto nivel cuando vino monseñor Sibilia, que debía llevar a
Roma dinero de las órdenes religiosas. Al prelado le arrebataron su
teja y le hicieron la vida imposible. Abandonó el país sin un centavo
y pensando esas cosas ardientes que consuelan a los italianos.

188
Letras Anarquistas

En la presidencia de Santiago Labarca funcionó en la


Federación la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional.
Fuera de los obreros participaron profesionales, estudiantes
e individuos curiosos. Era un pequeño parlamento que se ocupaba
de economía y abstracciones. Hubo semanas en que su poder
preocupó al gobierno que, finalmente, declaró el estado de sitio.

***

El gobierno veía nacer ante sí un problema político grave.


El pueblo, aunque poco dispuesto al endiosamiento de cualquier
persona, desconfiado y quitado de bulla, estaba lleno de fuerte
anhelos y necesitaba un personero. La elección presidencial que
venía se lo proporcionó en la persona de don Arturo Alessandri,
hombre de voz cálida, que podía hablar tres o cuatro horas
seguidas, cuya gesticulación era tan elocuente como sus palabras,
de un poder de simpatía no superado por ningún otro chileno,
vehementísimo, especie de mago que transformaba las frases
hechas y las ideas más atrozmente manidas en monedas de
oro purísimo. Si uno incurría en la debilidad de escucharlo era
inevitable que vibrara y aplaudiera locamente, sin perjuicio de
examinar después lo dicho por él y llegar a la penosa conclusión
de que carecía de médula.
Alessandri conmovió a Chile más que todos los terremotos
juntos y llevó a la gente a un grado de emoción desconocida.
Las mujeres, los obreros, la multitud, mientras duró su
campaña, estuvieron día y noche junto a su casa, cuidándolo. Si
llegaba era rodeado, palpado, aclamado. Debía de salir al balcón
cada hora y largar una melodía. Sus palabras eran alimento.
Gentes de la ciudad y peregrinos de provincias rasguñaban
los zócalos de su casa y, en sus pañuelos, llevábanse un poquito de
tierra a guisa de amuleto.
Alessandri era por temperamento revolucionario. A
su estilo convenía el cambio, el vuelco vertical de las cosas
anquilosadas. Tengo la certeza de que sus palabras traducían su

189
Letras Anarquistas

sentimiento íntimo. Sentía cuanto decía, pero sentía en varias


direcciones. Si le hubiese sido dable ser su propio espectador,
habría hecho en Chile una revolución social profunda. Era el
hombre del destino, el héroe creado por el pueblo; ¿quién hubiera
podido oponérsele?
Pero agazapado junto al Alessandri orador y reformador,
había otro Alessandri que no quería tocar nada ni efectuar
alteración ninguna. Este Alessandri acabó con el otro.
Durante la campaña electoral el pueblo hizo suya la
canción mexicana titulada “Cielito lindo”, a la que le puso una
letra apropiada. Después de la canción nacional, fue esa la que
más extensa divulgación alcanzó en el territorio. Se la cantaba
de día y noche, dentro y fuera de las casas, se la cantaba en la
cantina, los tranvías, en las victorias, en todas partes. Y de día y de
noche vibraba el grito de “¡viva Alessandri!”. En la calle no se oía o
grito. Una vez iba un grupo alessandrista cantando en un tranvía,
que corría por Estado, a la altura de Moneda. En esa esquina un
individuo pequeño, vestido de negro, con aspecto de portero o
supernumerario, gritó: ¡viva el señor Barros Borgoño! Aunque el
tranvía pasó veloz, le pareció al propio gritón demasiada audacia
la suya y emprendió en el acto una carrera hacia San Antonio.
Los universitarios eran partidarios de Alessandri. Esta
preferencia molestó mucho al gobierno que para deshacerse de
dicho candidato propaló la especie de que Perú movilizaba sus
tropas contra la frontera. Llamó en seguida a varios contingentes
con el ánimo de restarle electores.
Laín Díez y Juan Gandulfo presentaron un voto
condenando la movilización a la asamblea universitaria. Esta,
después de un tremendo debate, acordó sólo pedir al gobierno
que diera a conocer las razones que tuvo para movilizar.
La publicación de tal voto fue condenada por la prensa
que en su casi totalidad era de derecha.
Pero el gobierno no atacó de hecho a la Federación. Se
valió –mediante un proceso de excitación continua, ya haciendo
aparecer a los estudiantes como antipatriotas, ya pintándolos

190
Letras Anarquistas

como sojuzgados por un grupo de peruanos que actuarían en la


misma Federación– de los jóvenes del Club Fernández Concha.

***

El primer asalto, ejecutado por treinta jóvenes, tuvo para


ellos buen éxito. Eran las nueve de la noche. Fuimos arrinconados
en la cantina de la Federación.
Juan Gandulfo, que era valeroso, tomó una botella y la
alzó.
Cometí el delito de quitársela. Entonces Juan cogió el
cuchillo grande con que se cortaba el pan, cuchillo de aspecto
soberbio. Los asaltantes, casi al unísono, dieron un grito de
espanto. El empatriotecimiento pasó a segundo plano. Incurrí en
el crimen de quitárselo también y dejar a mi amigo a merced de
los provocadores. Sin duda, estaba en el peor momento de mi
vida.
La horda comenzó a pegarnos. Teníamos al frente y los
costados un semicírculo de puños. Como todos querían pegarnos
a la vez, casi ningún golpe nos alcanzaba. Apenas éramos rozados.
Los brazos de unos contrariaban el impulso de los otros. Llegó
en ese momento Oscar Donoso Barthé, estudiante de medicina,
de quien sin restar una brizna al respeto que se merece, puedo
decir que era muy bajo y menudo. Cuando apareció en la puerta y
comprendió lo que ocurría lanzó con voz ronca el primer rosario
de injurias, de injurias chilenas, de las peores que existen, tan
espantosas que con todo mi valor no puedo, aunque me seduce,
reproducirlas (¡Salud, oh, tiempo, en que esto sea posible!).
Junto con maldecir e invocar la madre de cada uno se
abrió paso lentamente, colocando con sus pequeños y membrudos
brazos bofetadas a izquierda y derecha. Era tal la trifulca que los
asaltantes no le veían avanzar y gemían a cada golpe, sin saber a
quién atribuirlos. Con paciencia, Donoso logró llegar hasta donde
nos tenían acorralados.
Su actitud me causó tal sorpresa que renuncié a cubrirme

191
Letras Anarquistas

a fin de no perder ninguna de sus milagrosas embestidas. Era


guerrero de nacimiento. Se puso delante de nosotros y comenzó
en el acto a repartir nuevos golpes. Fuera de los pijes de la primera
fila, que viéndolo no daban fe a sus ojos por la escasa estatura del
golpeador, su presencia pasó inadvertida para los demás. Junto
con los mojicones profirió con voz cálida una segunda serie de
injurias, tan atroces que en nada desmerecían de las primeras.
Con ellas, sin duda, quería elevar la moral de los
atacantes. ¡Qué hombre para aprovechar el tiempo! Si con su
pequeña derecha lanzaba un golpe al mentón, en el acto con su
codo izquierdo ablandaba las costillas del prójimo más cercano.
Si alguien eludía un golpe echando hacia atrás la cabeza, ¡zas!
pisotón; si los tumultuosos dejaban un blanco, lanzaba su testa
como ariete, y todo esto sin economizar maldiciones y sin dejar
de suplicarles que se enfrentaran sólo con él. Para decidirlos ponía
en duda, con palabras certeras, la condición varonil de cada uno.
Logró en un momento alejar quebrantados y pensativos a
los que tenía a la mano. Los de atrás no podían verlo y lanzaban
golpes contra los que iban retrocediendo.
Como en el teatro, se abrió paso un oficial con dos
policías, que se apoderaron de Juan Gandulfo y se lo llevaron.
La horda se echó escalas abajo. Todavía vi durante tres o cuatro
minutos cómo Donoso colocaba los últimos puñetazos sobre los
rezagados. Desde el sitio donde estaba fui levantado por la horda
y en el aire fui conducido hasta la calle, en donde logré sentir
firmeza bajo mis pies.

***

Era presidente de la Federación el doctor Alfredo Demaría,


hombre de cabeza muy fina, nariz prominente, labios delgados,
color sonrosado, voz de adolescente, con matices casi femeninos.
Su cuerpo era atlético. Vestía de negro. Aunque tenía gran dominio
sobre su naturaleza, oscilaba entre la ira y la perfecta indiferencia.
Su inteligencia era muy amplia y sutil. Por temperamento estaba

192
Letras Anarquistas

contra las costumbres, en oposición a cualquier prejuicio.


Al día siguiente los empatriotecidos ocuparon la tarde en
desfilar por el centro. Cada hora pasaban frente a la Federación
dando gritos injuriosos. Es cierto que esto ocurría en julio, mes frío,
que invita a la acción. El asalto nocturno les había envalentonado
y tenían un oscuro deseo de ocupar su energía en la destrucción.
Los individuos apenas se arrebañan sienten ansias de caos.
Demaría, al oír el tumulto, bajaba la escala a la carrera,
descubría su pequeño revólver y apuntaba en actitud hierática. Yo
estaba a su lado como guardaespaldas. La turba pasaba.
Como en la noche tenía guardia en la Asistencia Pública
me pidió que cuidara la Federación. Era el menos apropiado para
esa empresa. Carecía de acometividad y, a pesar de mi anarquismo,
me dominaba un espíritu cristiano que no se compadecía con la
pelea. Sin embargo, guiado por una especie de inconsciencia, hice
poner en el pasillo que daba a la escala unas ánforas de plomo y
unos bancos. En caso de peligro, con estos elementos obstruiría la
escala. Había una puerta excusada, en la parte trasera que, por un
pasaje, tenía acceso a la calle Moneda. Allí situamos a varios IWW
que estaban premunidos de formones largos y brillantes. Después
de las nueve los estudiantes de medicina sesionaron en el tercer
piso. En los billares, que estaban en el piso inferior, en una gran
sala próxima a la escala, había veinte o más universitarios y en el
hall, contiguo a la escala, funcionaba una tertulia. Además, Pedro
Gandulfo estaba conmigo guardando el acceso. Meses después
vine a saber que Nicolás Weinstein, estudiante de química, desde
el teléfono de la Federación había llamado al Club Fernández
Concha, guiado por su amor a la broma, advirtiéndoles que un
pequeño grupo tomaba en esos momentos acuerdos de acento
muy subversivo.
Al poco rato subieron dos valientes. Pedro Gandulfo vio
que llevaban en sus solapas el distintivo. Les preguntó que qué
deseaban. Los interpelados, que se habían percatado del bullicio,
que venía de los billares, de la tertulia y de la asamblea reunida
arriba, respondieron muy seriecitos que buscaban a Fernando

193
Letras Anarquistas

Amunátegui. Pedro miró interrogativamente a Fernando. Este


también muy serio, dijo que no los conocía. Entonces, Pedro
quiso hacerles pasar. Me opuse porque comprendí que el objeto
era molerlos a golpes. En ese instante otros valientes comenzaron
a subir en actitud arrogante, gritando con gran descortesía. Los
que jugaban al billar se apostaron junto a la barandilla con los
tacos listos. Cuando los sombreros de los bravos se alzaron sobre
el barandal, cayeron los tacos encima. Los esforzados quisieron
rehacerse, pero monótonamente volvieron a caer los tacos sobre
las cabezas. Con las partes buenas de éstas resolvieron retirase;
pero otra ola de entusiastas iba subiendo y los tacos se abatieron
sobre ella. La ola, sin rumor, se deshizo y sus componentes
retrocedieron. Gandulfo abandonó la discusión conmigo y se
lanzó por la escala dando puñetazos por cuatro. Lo seguí. Los
dos mozos del comienzo aprovecharon para huir, no sin darme,
de paso, una bofetada por la espalda. Gandulfo, a golpes, llegó al
primer peldaño. Bajo la acera había entre diez y quince asaltantes,
nada risueños. Gandulfo hizo una rápida invocación a la madre
de cada cual y caballerosamente se ofreció para pelear ya con uno,
ya con todos a la vez. Su actitud era tan resuelta que, a pesar de su
flacura y de llevar anteojos, les entró el habla de modo súbito. Los
jóvenes se dispersaron con presteza.
Continuamos la guardia hasta las cuatro de la mañana.

***

Al día siguiente llegué al correo a las tres de la tarde.


Un empleado me anunció que estaban asaltando la Federación.
Me pareció cosa del otro mundo. Anduve por Ahumada y debí
quedarme en la esquina de Huérfanos, donde está la botica.
Hasta allí alcanzaba el flujo de los asaltantes. Muchachos
elegantes, muy airosos, pasaban con una tecla en el ojal. Otros,
más objetivos, llevaban con cuidado exquisito una estatuilla o un
pequeño cuadro. Poco después llegó el poeta Meza Fuentes muy
emocionado.
***
194
Letras Anarquistas

En la mañana una multitud de jóvenes conservadores y


otros engañados fue a la estación a despedir a los reservistas que
partían al norte. De regreso, por los gritos de algunos, se supo que
asaltarían la Federación. Un amigo telefoneó. Pedro Gandulfo,
que estaba almorzando, comenzó entonces a pedir a la Prefectura,
la Intendencia y el Ministerio del Interior que enviaran policía.
Nadie hizo caso. El teléfono siguió funcionando durante asalto.
La muchedumbre se vino primero a La Moneda. Allí un personaje
que descansa en paz, la azuzó. Esta se vino a la Federación y
la sitió. Fuera de Pedro Gandulfo, se hallaban almorzando
Rigoberto Soto, Arturo Zúñiga Latorre, José Lafuente, Roberto
Meza Fuentes y algún otro. Pedro encargó primero a Zúñiga y
después a Lafuente que continuaran ante el teléfono para que las
autoridades no tuvieran excusas si se efectuaba el asalto. Pedro se
situó en lo alto de la escala y Rigoberto en la sala de billares, que
tenía balcón común con la casa vecina, a la sazón desocupada.
Los manifestantes empezaron a gritar mueras y abajos
como para darse ánimo y poco a poco fueron bloqueando la
puerta. Los más osados comenzaron a subir con lentitud, en
grupo compacto, con esa sensación confusa del que penetra en lo
desconocido.
El mesonero se acercó a la escala con una pistola, andando
como ciego y con la mano trémula. Gandulfo la cogió, la cargó y
advirtió a los intrusos que dispararía si continuaban ascendiendo.
Los empatriotecidos no hicieron caso. Pedro apuntó y una bala
perforó la mano del abanderado. Con este aviso retrocedieron.
Mientras tanto, Rigoberto Soto, hombre valeroso y
vehemente, tomaba botellas de la cantina y tras un examen de los
blancos las arrojaba contra las cabezas de la multitud.
Los desaforados se rehicieron y comenzaron nuevamente
a subir. Volvió Pedro a llamarles la atención y, como desestimaran
su advertencia, hizo el segundo disparo, pero al aire. Consiguió
que huyeran. Entre tanto, por la casa de la derecha, deshabitada,
entraron veinte jóvenes que avanzaban por el balcón común.
Rigoberto, con un taco de billar daba golpes con notable brío
a los más inmediatos, pero los demás seguían avanzando por
195
Letras Anarquistas

el comedor. Entonces, Gandulfo corrió hasta allí y disparó a la


cabeza del más osado. El Altísimo quiso que la bala sólo atravesara
su sombrero horizontalmente. Los asaltantes retrocedieron con
celeridad. De nuevo vuelve a la escala y con otro disparo de
entretenimiento dispersa una vez más a los obcecados, pero un
jefe de investigaciones con veinte agentes sube y todos muestran
sus placas. Pedro debió deponer su actitud. Mezclado a éstos subió
un individuo que lo advirtió de las intenciones mortales de los
cabecillas del ataque. Como no cabía continuar la defensa porque
la policía misma ocupaba el local sin ofrecer ninguna protección,
los defensores subieron al tercer piso y de éste penetraron por una
escala de mano a la casa de don Arturo Lyon Peña.
Gandulfo era entonces un joven delgado, todo nervio;
Rigoberto tenía anchas espaldas y una viveza extraordinaria para
contender; Arturo Zúñiga y José Lafuente casi eran dos niños.
Penetraron en un dormitorio. Minutos más tarde entraron varios
jóvenes y se adelantó uno, don Raúl Edwards:
–Queremos que ustedes se movilicen con nosotros.
–No tenemos inconveniente –respondió Gandulfo.
–También queremos que besen la bandera...
–Tampoco tenemos inconveniente… pero no a la fuerza.
–Entonces veo que las cosas son muy distintas de como
nos las contaron –agregó el señor Edwards y pasó su mano a
cada uno de los asilados. A esto siguió una breve conversación
de fórmula. Algunas señoras muy hermosas entraron a ver la faz
los estudiantes. De repente, como un bólido, penetró un mozo
energético de apellido Campos. Traía en su mano un pistolón
y movía un deseo loco de disparar contra los universitarios. Fue
apartado y sacado de la sala. No sabiendo qué hacer confeccionó
un letrero que fijó más tarde en la fachada de la Federación. Decía:
“Se arrienda esta casa, tratar en Lima”.
Un poco más tarde vino el propio señor Lyon Peña, les
ofreció su hospitalidad y les preguntó si deseaban algo. Todos
aceptaron un vaso de agua.
Entre tanto los agentes habían entregado la Federación

196
Letras Anarquistas

a los asaltantes. Los muebles fueron destrozados. Los que tenían


cortaplumas rompieron a conciencia el cuero de cada silla o sillón.
Otros tomaron un retrato de don Valentín Letelier y lo quemaron
tomándolo por efigie de don Augusto Leguía. Los libros fueron
lanzados a la calle y quemados en forma escrupulosa. Los sibaritas,
los dionisíacos, más que a la destrucción, se consagraron a libar.
No quedó en la cantina una gota de nada.
Otros muchachos, coleccionistas natos, apoderáronse de
estatuillas, bibelots, pequeños cuadros. El poeta Roberto Meza
Fuentes, que había quedado rezagado, sintió gran indignación
ante el latrocinio descarado y les gritó:
–¡Sean patriotas, pero no ladrones!
Heridos en su dignidad, los desaforados le dieron un
silletazo. Otro estudiante, Rafael Yépez, trató de salvar del pillaje
cuadros y libros. Al comienzo se le tomó por un igual y pudo
acarrear bastante, pero luego, cuando volvió por otras obras, fue
abofeteado, pero se sobrepuso y siguió su obra salvadora. Más
tarde, con Rojas Jiménez fundó el periódico Claridad.
Entre los atacantes había antimelómanos. Estos
destruyeron el gran piano de la Federación. Cuando terminaron
su tarea cada uno se puso en el ojal una tecla y así salieron por el
centro.
Los muchachos que por su juventud carecían de vocación
definida, cogían ampolletas, alambres eléctricos, cualquier cosa, y
lo llevaban a sus casas. En hacerlo no había equivocación porque
en una casa todo sirve.
Gandulfo y sus tres compañeros fueron, finalmente,
conducidos a la cárcel con uniformes de policía.

***

En la misma tarde, parte de los asaltantes, encariñados


con la tarea de destruir bajo el amparo policial, fue a romper la
imprenta Numen, que estaba en Santa Rosa esquina de Cóndor.
Rompieron como buenos. Un oscuro instinto les decía que la letra

197
Letras Anarquistas

es su principal enemigo. Quisieron luego perfeccionar su obra


quemando la imprenta. Por fortuna, el almacenero italiano de
la esquina, que odiaba a Nerón, dijo que se les había acabado la
parafina.
Los originales que había en la imprenta fueron a parar a
la Corte de Apelaciones, como piezas de convicción en el proceso
que se les seguía a los subversivos, proceso en que figuraba una
mía.
Entre los papeles fue el original de mis Vidas Mínimas. Esta
obrita, que di por perdida, se fue agrandando en mi imaginación.
Sobre todo cuando me fui al sur no podía librarme de su
recuerdo. Cada día me parecía mejor. Llegué a reputarla tan o casi
tan buena como la Divina Comedia. Cuando años más tarde la
recuperé y leí ansiosamente, fuera de darme con mi propio puño
una bofetada en el pecho, me estuve injuriando varios días.

198
Letras Anarquistas

RECUERDOS DE JOSÉ DOMINGO GÓMEZ ROJAS

Santiago, julio-agosto de 1945.


Revista Nº 28.
Revista BABEL
Manuel Rojas

Cuando apareció en el salón de aquel centro de estudios


sociales, Chumingo, como le llamaron después sus amigos,
produjo asombro: no era frecuente ver por allí individuos que
lucieran cuello de pajarita y corbata negra de lazo de rosa. Menos
común era escuchar a alguien declamar, con la desenvoltura y el
énfasis con que lo hizo –desenvoltura y énfasis que le valieron,
de parte del pintor Gilbert, el sobrenombre de “Poeta cohete”–,
poesías originales.
Nos hicimos amigos. Debió tener, por ese tiempo, dieciséis
años; yo era poco mayor: tenía diecisiete.

***

A pesar de que llevó una vida agitada y murió de modo


dramático, los recuerdos que de él conservo son alegres y tiernos.
De su vida familiar y de su vida íntima sólo supe de pasada. Conocí
a su padrastro, maestro carpintero, que tosía de modo profundo
–murió tuberculoso; a su madre, señora de suaves maneras y de
dulces ojos, y a su hermano menor –Antuco–, que actualmente,
si no me equivoco, gana su vida como estucador. Otro hermano
pequeño –Mañungo–, a quien también creo haber conocido,
murió niño, causando en Chumingo penoso quebranto.
Cuando le conocí vivía por las calles Esperanza y
Romero –calles en que, según Acario Cotapos, ocurren todos los
incendios que estallan en Santiago–; yo, por las de Brasil y Andes.
Muchas noches le acompañé hasta su casa y él me acompañó, en
retribución y en esas mismas noches, hasta la mía. Hablábamos

199
Letras Anarquistas

hasta cerca del amanecer y varias veces le leí los horribles versos
que componía. Sus conocimientos literarios eran muy superiores a
los míos y me dio consejos, que me parece no haber aprovechado,
animándome a seguir un camino que a él le fue cortado en plena
repechada.
Después de aquellos tiempos sólo le vi a ratos. Estudiaba
códigos y hacía versos, dedicando otras horas a empresas
amorosas. Pocas veces estuve en su casa y de esas pocas veces
guardo recuerdos que no olvidaré nunca: su madre hacía las más
ricas cazuelas que manos maternas han preparado bajo el cielo
de esta tierra y que estómagos famélicos han devorado, más que
comido.
De Esperanza y Romero la familia se trasladó a Nataniel
más allá de avenida Matta. En aquella casa, antigua y amplia
conocí a Roberto Meza Fuentes, vestido de conscripto, la cabeza
como bola de palitroque y un cuerpo adolescente que habría
cabido cuatro veces en el que hoy luce ante sus contemporáneos.
Vivió allí algún tiempo, como invitado. Allí vivió también, y en la
misma condición –sin duda la familia era muy hospitalaria–, José
Santos González Vera, a quien Chumingo, aficionado a sorprender
a sus amigos, solía proponer enigmas de difícil solución.
–¿Qué haré con tanto talento? –le preguntó cierta vez,
tomándose la cabeza de modo que parecía temer que se le cayera
de puro pesada.
Frunciendo los labios y sacudiendo con el índice la ceniza
de su cigarrillo, González Vera contestó sin vacilar: Suicídate.

***

Pocos años después de la publicación de su primero y


único libro, Rebeldías Líricas, el tono poético de Gómez Rojas
cambió de modo rotundo: su revolucionarismo se transformó
en un fuerte aunque un tanto vago misticismo y el poeta de los
conventillos escribió Miserere y otros poemas que hablaban de
asuntos y emociones que no habrían interesado a los auditores

200
Letras Anarquistas

de sus primeros versos, aquellos honrados y duros carpinteros,


pintores, zapateros, albañiles o talabarteros que no tenían tiempo
ni ganas de pensar en otra cosa que no fuese la revolución social.
El “Poeta cohete” había muerto.
Dándose cuenta de ello y no queriendo quizá aparecer,
de buenas a primeras, con aquel tono de voz tan diverso ante
sus auditores o lectores, Chumingo inventó un poeta: Daniel
Vásquez, a quien adjudicó la paternidad de las poesías que fue
escribiendo. Las leía por ahí o las recitaba, causando sensación;
era, en realidad, una voz interesante en la poesía de ese tiempo.
–¿Quién es este poeta? -le preguntaban.
Un muchacho tuberculoso.
–¿Dónde vive?
–Muy lejos y en una casa muy pobre.
–Queremos conocerle.
–Prefiere no ser conocido.
Mantuvo el secreto –que sólo era a medias– hasta que
la revista Los Diez, con gran disgusto suyo, publicó uno de esos
poemas bajo la firma de su verdadero autor. El poeta tuberculoso
siguió al “Poeta cohete”. Sólo quedó, entonces, José Domingo
Gómez Rojas.

***

Era moreno, delgado, de estatura mediana, bigotito


negro, boca bien dibujada, voz de buen timbre, réplica pronta
y hábil. Era difícil dejarle callado. Creo que por esos tiempos
peroraba en reuniones estudiantiles y políticas (¿había ingresado
al Partido Radical?), y trozos de sus escritos y discursos de esa
época son conservados aún y leídos en las veladas que anualmente
los estudiantes celebran en su memoria. Por mi parte, jamás le
oí en esos trances, quizá sí premeditadamente: ya es bastante
desgracia que existan políticos. Si además son poetas y amigos
míos, la desgracia tiene caracteres de irreparable.

***
201
Letras Anarquistas

El año 1920 fue un duro año: nevó en Santiago y muchos


postes telefónicos, abrumados por el peso de la nieve, cayeron sobre
las casas. Sonaron tiros en la Plaza de Armas y un mozo cayó también.
La imprenta en que trabajaba, Numen, fue destrozada por una
turbamulta. Entré a El Mercurio a trabajar como linotipista, en un
turno que terminaba a las tres de la mañana. Gracias a ello no tenía
tiempo (ni ganas) de asistir a reuniones políticas o de otro orden. Por
otra parte, la candidatura Alessandri me era tan indiferente como el
lucero del alba: aquellos honrados carpinteros, pintores, zapateros,
albañiles y talabarteros me habían inmunizado para siempre contra
esa clase de contagios. Mi salud, además, no era buena: Juan
Gandulfo, atemorizado por mi delgadez y por algunos dolorcillos
que se me hacían presente en la espalda, me había recomendado
todo lo que un médico amigo puede recomendar a un linotipista
amigo que trabaja de noche. Me enteraba de lo que ocurría por los
sueltos que componía en mi máquina. No supe, sin embargo, cómo
y por qué tomaron preso a Chumingo aún lo ignoro. Por esos días,
al encontrarme con un amigo común, éste me dijo:
–Ayer fui a la penitenciaría a ver a Chumingo. Le llevé
azúcar, cigarrillos, café...
–¿Cómo está?
No lo vi: con el gendarme me mandó a decir que hacía
mucho frío y que se había quedado en cama; no pensaba levantarse.

***

A pesar de todo, llegó la primavera y, como todos los


años, sentí que el sur me llamaba. Dejé mi máquina y me uní
a un grupo de cómicos que partía con rumbo al estrecho de
Magallanes. En Puerto Montt, poco antes de embarcar, leí en los
diarios la noticia de su muerte. Era aún un niño –no contaría más
de veinticuatro años–, era inocente y era, además, poeta. Ninguna
de esas condiciones le señalaba para víctima de una reacción, por
inmunda que ella pudiera ser.

***
202
Letras Anarquistas

Supe, en cierta ocasión, que me buscaba; le busqué a mi


vez.
Me dijo:
–Necesito que me hagas un favor. Me voy a presentar a
un concurso teatral abierto por el Club de Señoras. Tengo la obra
terminada, pero no puedo pasarla a máquina: debo preparar mis
exámenes. ¿Podrías tú...?
No tenía nada que hacer y le contesté que sí. Añadió:
–Si me dan el premio, te daré el veinte por ciento. ¿Qué
te parece?
No era un negocio en que pudiera regatear, y si me
hubiera ofrecido el medio, en vez del veinte por ciento, le habría
dicho igualmente que me parecía bien, tan seguro estaba de que
jamás vería un céntimo: Chumingo llevaba una vida agitada y la
experiencia me había enseñado que si hay algo con que no se debe
especular, ese algo es en un concurso literario.
Me entregó la obra y me puse a copiarla de inmediato,
pues el plazo de entrega se venía encima. Se titulaba La Gioconda,
o simplemente Gioconda, y me parece, si mis recuerdos no me
engañan, que olía a D’Annunzio a cuatro cuadras. Cuando la hube
terminado de copiar, se la entregué. Me agradeció y desapareció
con ella en dirección al centro. Dos, tres, cuatro meses después,
llegó a mi casa y con toda sangre fría, sin que se le moviera un
solo músculo de la cara, contó ante mis ojos doce billetes de
diez: era el veinte por ciento ofrecido. Al día siguiente partí para
unas vacaciones en Valparaíso, menos pesimista respecto de
los concursos literarios y más optimista respecto del sentido de
amistad y lealtad entre hombres.

***

Durante un tiempo se aficionó al juego. Me dijo un día:


–Los garitos son un gran negocio y sería estupendo
montar uno; pero completo, elegante, cómodo.
–Si –le dije, pesimista también respecto de los garitos–,
pero hay que tener gran capital. No todos los jugadores pierden.
203
Letras Anarquistas

–Es cierto –contestó–, pero nos arreglaríamos de modo


que nadie saliera de allí con dinero.
–¿Cómo?
–Por ejemplo: anexos a las salas de juego tendríamos
salones de baile, con mujeres, ¿entiendes?, y allí...
Hizo el ademán de guillotinar a alguien. No me di por
satisfecho.
–¿Y si al tipo no le gustan las mujeres? Hay casos así.
–Pero le gustará la bebida.
–Vaya uno a saber... Hay gente tan rara. Suponte que no
le gustaran ni las bebidas ni las mujeres. Se iría con toda la plata.
Me miró, ya impaciente, y me dijo, en voz baja, como si
temiera que le oyesen los futuros clientes del garito:
–No nos quedaría más remedio que tener también algunos
atracadores. Cuando salieran, a la vuelta de la esquina...
Mi pesimismo triunfó esa vez. No siempre me la iba a
ganar.

***

Nos encontrábamos, a veces, en la avenida Matta, y cierta


noche, acompañados de dos muchachos judíos, estudiantes de
medicina, fuimos a dar al almacén que otro judío, bajo y gordo,
dijo poseer en la calle Coquimbo. Allí, con un entusiasmo
absurdo, armamos una partida de póquer. El almacén aquel
aparecía pobrísimo y la pieza en que jugamos, que estaba
inmediatamente detrás del mostrador y de la mísera estantería
–en realidad todo no era sino una sola pieza–, me parece ahora
algo así como la celda que el Conde de Montecristo ocupó en el
castillo de If: de una desolación sollozante. Las latas de conservas
que se veían en los estantes eran muy pocas y estaban separadas
unas de otras, dando la impresión de que eran menos de las que
había. No se veía allí, como en otros almacenes, cajones o sacos
llenos de mercaderías: nada, y todavía me pregunto qué es lo que
aquel almacenero vendía allí. Con el tiempo se me ha ocurrido

204
Letras Anarquistas

que aquel negocio había sido rematado o se iba a rematar y que las
escasísimas mercaderías que se veían era lo que sobraba del remate
o lo que el dueño dejaba para que se rematara. El almacenero,
por su parte, parecía estar, como nosotros, en casa ajena: no nos
dijo una sola palabra respecto de cómo debíamos arreglarnos;
se sentó y dejó que cada cual obrara por propio impulso. No
había luz eléctrica, pero en los estantes quedaban tres velas -nada
más que tres (los paquetes contienen cuatro)-: pusimos dos en
unas botellas, dejando la otra como reserva, y sentándonos en
unos cajones vacíos, pues no había sillas, dimos comienzo a la
timbirimba.
El juego tuvo variadas alternativas: el chip fue de cinco
centavos –unidad monetaria más pequeña de la época–, con
resubida absoluta de veinte, reglas que nadie se atrevió a transgredir,
ni siquiera el almacenero, quien, a pesar de aquel almacén vacío,
aparecía como el capitalista de la partida. (Años después volví a
ver a este hombre: era propietario de un vehículo de transporte
colectivo, una góndola, cuya carrocería parecía hecha de tablas
de aquel mostrador y de aquella estantería, más algunos de los
melancólicos cajones que nos sirvieron de asiento). Las menudas
monedas pasaron de mano en mano, interminablemente, hasta
que, al fin, cansadas, empezaron a inmovilizarse aquí y allá.
La partida terminó a las cinco de la mañana. Nos despedimos
del almacenero, dejándole abandonado a su horrible soledad, y
tomamos en dirección a la calle San Diego.
Teníamos un hambre espantosa, pues no habíamos
comido en toda la noche (nadie había tenido el valor de proponer
que se abriera una de las latas de conservas), y Chumingo, que
había perdido todo su capital, unos setenta centavos, propuso
que tomáramos desayuno. Aceptamos la idea y entramos a una
cafetería. Invité a Chumingo –tenía el dinero justo para hacerlo:
cuarenta centavos– y uno de los estudiantes invitó al otro, que
también estaba de pérdida. Desgraciadamente, la taza era muy
grande y muy chico el trozo de pan que la acompañaba; de este
modo, desapareció apenas habíamos humedecido los labios en el

205
Letras Anarquistas

caliente y aromático líquido.


–Se acabó el pan –dijo Chumingo, desconsolado.
El estudiante ganancioso guardó un imponente silencio.
Mi amigo, sin embargo, no era hombre a quien los silencios de
ninguna índole amedrentasen. Se levantó de donde estábamos
sentados, fue hacia él y repitió, mirándole:
–Se acabó el pan.
–Si –dijo el otro, sin pestañear.
–Tú eres el único que ha ganado. Préstame cuarenta
centavos. Al frente hay una panadería.
–Mira –respondió el muchacho, con franqueza
conmovedora–, tengo catorce pesos justos y pienso ir a las
carreras: diez para jugar, dos para la entrada y dos para los gastos
y movilización. Toma este billete de a dos pesos y compra pan;
pero, por tu madre, no gastes más de cuarenta centavos.
Salió Chumingo y allí quedamos, esperando. Desfilaban
por San Diego otros trasnochadores: algunos borrachos; otros,
nada más que alegres; muchos, silenciosos y pálidos. La noche
había sido buena sólo para muy pocos. El café se enfriaba
rápidamente. Por fin, cuando ya pensábamos que lo mejor sería
tomarlo como estaba e irnos, José Domingo reapareció: traía
recogidas con las manos las faldas de su sobretodo de aquel hueco,
como de una canasta fue sacando, mientras se estremecía de risa,
kilos de pan. Finalmente, desabotonándose el sobretodo, sacó, de
entre el chaleco y la camisa, una hallulla de veinte por treinta
centímetros. Había comprado dos pesos de pan.

***

Durante mucho tiempo fue famoso, entre sus amigos


y admiradores, un dístico que compusiera en circunstancias
dramáticas: a la salida de una velada de confraternidad chileno-
peruana, realizada en el salón de honor de la Universidad de Chile,
estalló un tumulto, y Chumingo, cogido en medio de él, adquirió
un garrotazo y un empujón que lo lanzó entre las patas de los

206
Letras Anarquistas

caballos de una victoria. Magullado, se levantó, el sombrero hasta


las orejas y el sobretodo arrollado al cuello a modo de bufanda, y
aulló, indignado:
–¡Qué modo de practicar la fraternidad! ¡A palos con la
humanidad!
Desenfadado, de gran sensibilidad, respetuoso en su
lenguaje si se hablaba de personas que no estaban presentes, gran
amigo, José Domingo Rojas no alcanzó, sin embargo, a madurar
plenamente; pero si se consideran las virtudes y las condiciones
que poseía, se ve, con dolor, que pudo haber llegado a ser un
excelente hombre y un buen escritor.

Santiago, 1° de agosto de 1945.

207
Letras Anarquistas

EL SOCIALISMO Y LA LIBERTAD

Santiago, noviembre-diciembre de 1945.


Revista Nº 30.
Revista BABEL
Manuel Rojas

La experiencia ha demostrado que existen varios tipos


de socialistas, casi tantos como constituciones psíquicas hay.
No obstante, a primera vista pueden distinguirse cuatro tipos
principales y quizá sí fundamentales: 1°, el socialista tipo
intelectual, que está dispuesto a aceptar, y acepta, todo aquello que
se le presenta como socialismo, aunque ello no sea más que una
banda de músicos y un tony o un organillero con su mona; 2°, el
socialista por afanes o principios materiales, que está convencido
de que el socialismo ha sido creado únicamente para mejorar
su situación económica; 3°, el socialista por afanes o principios
administrativos, que se cree llamado a dirigir, ahora y siempre a
los anteriores; 4°, el socialista por afanes o principios morales. Al
primero podrá encontrársele en las innumerables sociedades de
amigos del socialismo, y al segundo y al tercero en los partidos
socialistas de todo el mundo. En cuanto al cuarto, rara vez se
le hallará acompañado de más de dos o tres personas. No es
miembro de ningún partido político y el socialismo de partido,
por su parte, le mira siempre con oblicuos ojos, considerándole
siempre como un ser demasiado independiente. Su excesiva
independencia le hace sospechoso de tibio socialismo y de otras
cosas peores.

***

De más está decir, que el socialista por afanes o principios


morales no es un individuo que anhele el socialismo porque vive
mal y quiera vivir mejor, o porque considere que la sociedad está

208
Letras Anarquistas

mal organizada y peor dirigida y estime que él es el llamado a


organizarla y dirigirla mejor, no; este socialista es socialista porque
vive más o menos bien en un mundo que vive decididamente mal.
Al decir que vive más o menos bien no queremos decir que viva
en la opulencia o en la ociosidad; nada de eso: carece de bienes de
fortuna y debe ganarse la vida como cualquier hijo de vecino. Vive
más o menos bien en el sentido de su inteligencia, y su espíritu tiene
satisfacciones -sin índole política o social de ninguna especie- que
compensan sus angustias materiales o de otro orden más elevado,
procurándole un equilibrio de que carecen no sólo los socialistas
del segundo y tercer tipos, sino que también la mayor parte de
los individuos que componen una sociedad cualquiera, sean esos
individuos de la clase que sean.
Esta condición, es una condición de que él puede gozar
en cualquiera sociedad de tipo democrático y es obvio que no
necesita esperar el advenimiento del socialismo para disfrutar
de ella, ya que, como se comprende, es una condición natural.
Siendo así, su socialismo es puro, es decir, desinteresado: no lo
desea para mejorar de situación ni tampoco para reemplazar a los
gobernantes o policías de la sociedad actual, transformándose en
un gobernante o en un policía socialista. Nada de eso. Desea el
socialismo exclusivamente porque su conciencia moral le dice que
es necesario que la humanidad, y dentro de ella especialmente lo
que ella llama pueblo, cambie su situación actual por otra más
noble. No ve, por otra parte, en ninguna otra doctrina político-
social –las religiosas no le interesan– la grandeza que tiene el
socialismo.

***

Es innegable que el concepto que este socialista tiene


de la libertad en relación con el socialismo, es completamente
diverso del que tienen los demás tipos de socialistas: al segundo
sólo le interesa vivir bien; al tercero, mandar.
El tema del socialismo y la libertad fue puesto de actualidad

209
Letras Anarquistas

cuando el conocido líder de la plutocracia y del imperialismo


británico, Mr. Churchill –que años antes había declarado que si
fuera italiano sería fascista–, al atacar en mala forma al Partido
Laborista durante la última lucha electoral inglesa, declaró que
no podía haber socialismo sin una policía que, como la Gestapo
o la Gepeú, controlara todas las actividades del individuo, incluso
sus opiniones y hasta sus pensamientos. Al leer esas palabras, lo
primero que acudía a nuestra mente era el recuerdo de Rusia,
único país en que hasta este momento ha ocurrido una experiencia
llamada socialista y al cual, indudablemente, se refería Winston
Churchill, aunque sin nombrarlo. Ese recuerdo era seguido de un
amargo sentimiento: Mr. Churchill, a pesar nuestro y en lo que a
Rusia se refería, tenía razón.
Quedaba, sin embargo, una pregunta que era como una
esperanza: ¿es en realidad Rusia un Estado socialista?

***

La Revolución de Octubre (o Noviembre) fue realizada


bajo las consignas dadas por Lenin en sus famosas diez tesis,
de las cuales la tercera y la quinta pedían el establecimiento de
una república soviética, en tanto que la sexta propugnaba la
expropiación de los latifundios, y la séptima y la octava la entrega
a los soviets del control de todos los medios de producción y de
distribución. Era una revolución para el pueblo y fue hecha por el
pueblo; y como no hay historia, y tal vez –felizmente– no lo habrá
nunca, el caso de un pueblo que haga una revolución para perder
su libertad, asombra que veintiocho años después de realizada
aquélla alguien pueda decir, sin encontrar a nadie que le diga –con
serias razones– que miente, que su fruto ha sido la creación de un
Estado en que una policía política controla todas las actividades
del individuo, incluso sus opiniones y hasta sus pensamientos.
¿Qué causas han hecho posible semejante desviación?
Esta desviación resulta tanto más extraordinaria si
se recuerda que en ninguna de las tesis de Lenin, padre de la

210
Letras Anarquistas

revolución, así como ninguno de sus escritos, puede hallarse


nada que no sea fruto del más encendido amor a la libertad y al
socialismo. Lenin era, sin duda, un hombre violento y fanático,
sarcástico e hiriente (¿qué papel habría hecho en una sociedad de
amigos del socialismo?), pero a nadie que no sea estúpido se le
ocurriría acusarlo de falta de amor al socialismo y a la libertad.

***

Podríamos dar vuelta un año y otro año buscando


aquellas causas, sin que al final lográramos otro resultado que
el de asegurar que existieron y aún existen. Pero, examinando
los acontecimientos ocurridos en Petersburgo en 1917, podemos
llegar a las siguientes conclusiones:
–La insurrección de febrero fue un movimiento
eminentemente popular, y como tal, de tendencia libertaria.
–La de noviembre, aunque organizada y dirigida por un
partido político, el bolchevique, tuvo idéntica tendencia, ya que
pedía todo el poder para los soviets y el establecimiento de una
república soviética.
–Esa consigna era de carácter socialista, y siéndolo, era
también de carácter libertario, ya que nadie puede imaginar que
una república dirigida por organismos populares como eran
los soviets tuviere como finalidad la de privar de libertad a los
individuos que los formaban y elegían.
–De lo que se desprende que existe una vital relación entre
la libertad y el socialismo, siendo la primera condición sine qua
non del segundo.
Con todo esto, y dando como aceptado tácita y
explícitamente que en Rusia no existe la libertad que el socialista
del cuarto tipo concibe como tal, llegamos a un final inesperado
aunque fatal: el socialismo de la Unión Soviética no es el
socialismo de Marx, de Engels ni tampoco el que Lenin diseñó
en su famosa obra El Estado y la Revolución. Por lo demás, nadie
jamás ha asegurado que exista en Rusia tal socialismo y nadie, si

211
Letras Anarquistas

lo asegurara, podría demostrarlo. Cosa extraña: cuando Lenin


discutió sus tesis en la asamblea general del Partido Bolchevique,
se pronunció abiertamente contra la instauración del socialismo:
“Nuestra tarea –dijo– no debe ser la edificación del socialismo;
debemos ocuparnos, únicamente, de que el control de todos los
medios de producción y de distribución sea entregado a los soviets”.
Era una medida socialista, pero no era socialismo. El socialismo
vendría después. En 1945, todavía lo estamos esperando.

***

Pero si en Rusia no existe el socialismo, las palabras de


Mr. Churchill no tienen significado ya que se refieren a algo
que no existe. Decir que no puede existir el socialismo sin una
policía que controle todas las actividades del individuo, incluso
sus opiniones y hasta sus pensamientos, es como decir que no
puede existir la Atlántida sin un gobernador que use calzoncillos
de franela. Cuando exista la Atlántida o cuando surja del fondo
de los mares, si es que alguna vez llega a surgir, podremos ver si
eso es verdad; del mismo modo, cuando exista socialismo, si es
que llega a existir –no nos hacemos muchas ilusiones–, veremos si
podrá existir o no sin una Gestapo o una Gepeú.

212
Letras Anarquistas

DIEZ AÑOS

Santiago, julio-agosto de 1946.


Revista Nº 34.
Revista BABEL
Manuel Rojas

Tal vez no haya existido jamás un pueblo más defendido y


más traicionado a la vez que el español, ni tampoco uno que haya
despertado más admiración y menos piedad. Durante decenios
hemos compadecido al pueblo chino, por ejemplo, vapuleado y
hambreado; al hindú, menospreciado y saqueado, y, en estos días,
al alemán, embrutecido y desorientado, o al polaco, aniquilado
y sometido; pero no hemos sentido admiración por ellos. Por
el español, sí, y junto con admirarlo sentimos que no necesita
nuestra piedad; más aún, que la rechaza. Cuando estrechamos las
manos de ciertos españoles o pensamos en ellos, experimentamos
una sensación que podría traducirse diciendo que son hombres
que fueron duramente derrotados, pero que nadie fue duramente
derrotado sin haber duramente combatido.
La piedad, por lo demás, es un sentimiento estéril y barato,
y en cuanto a la admiración, no es más fecunda ni más onerosa
que aquélla. Si el pueblo español, en vez de tanta admiración,
hubiese contado con más ayuda, no hubiese perdido la guerra
civil. Desgraciadamente para él, no pudo ocurrir así: su suerte
estuvo en las manos de los que no sienten piedad ni admiración
por ningún pueblo, sea propio o ajeno. Los que sentíamos
admiración por él no pudimos ayudarle; en cuanto a los otros,
¿qué se podía esperar de ellos?
Por una ironía que se repite en todo el curso de la historia
humana, la suerte de las grandes causas siempre queda en manos
de los que representan a las pequeñas.

***

213
Letras Anarquistas

Desde 1917, año de la revolución rusa, no había ocurrido


en el mundo un movimiento social que despertara tanta pasión
como aquella guerra civil, y no cabe duda de que la guerra civil
española fue, más que nada, un movimiento social. Desde que
sonó el primer tiro y se enfrió el primer muerto, cada ser humano
supo cuál era su causa y cuál su fila, y nadie quedó sin la primera
ni la segunda, excepto quizá los que no tienen ni la tercera, ni
la cuarta, ni ninguna. Pero los que defienden al obispo y a su
cepillo, al general y a su espadón, al banquero y a sus céntimos,
al propietario y a su conventillo, al hacendado y a sus uñas, al
negrero y a su látigo, al gestor y a su saco, al traficante y a su
faltriquera, al político y a sus triquiñuelas, ésos, y estos mismos,
y los que defienden su propio negocio, esté ese negocio donde
esté, en Roma o en Londres, en París o en Nueva York, en Tokio
o en Buenos Aires o Santiago, todos, supieron desde el primer
momento de qué se trataba: de defender el negocio de todos y de
cada uno.
(“En España impera el interés con una desvergüenza
como pocas veces se ha visto en el mundo. Lo que está ocurriendo
allí es una de las páginas más escandalosas y más mortificantes
que haya producido la historia. ¿Lo ve el mundo y lo siente así?
Sólo muy parcialmente. Porque los intereses criminales saben
muy bien cómo embrutecer al mundo y arrojarle tierra a los ojos...
Un pueblo sojuzgado y explotado con todos los instrumentos de
la reacción más anticuada brega por lograr una existencia más
brillante, más compatible con la dignidad humana, por un orden
social más presentable a la faz de la civilización... ¿Qué sucede?
Estalla y fracasa una insurrección de generales, combinada con
los explotadores y opresores, para salvaguardar sus intereses, con
la ayuda de los intereses extranjeros. Cuando ya está casi vencida,
la mantienen gobiernos extranjeros enemigos de la libertad. La
mantienen y prolongan con dinero, hombres y material, hasta el
punto de que parece que no ha de tener fin la obstinada, despiadada
y trágica carnicería. Se llevan las tropas de sus propias colonias
a luchar contra el pueblo, que defiende desesperadamente su

214
Letras Anarquistas

libertad y sus derechos humanos. Sus ciudades son demolidas por


bombarderos extranjeros, se asesina a sus mujeres y a sus niños, y
a todo eso lo llaman un movimiento nacional; a esta villanía que
clama al cielo la llaman Dios, orden y belleza”. Thomas Mann:
“Estoy con el pueblo español”. 1936).
Del otro lado de esta barricada que defendía a Dios, al
orden y a la belleza, se alinearon en todo el mundo millones de
trabajadores que supieron también, desde el primer momento, de
qué se trataba; y no sólo trabajadores manuales de los mataderos
de Chicago, de las hilanderías inglesas, de las minas de carbón
de Chile o de los aserraderos del Canadá, sino que también
trabajadores intelectuales de todo el mundo, desde los grandes
creadores de la literatura, como Thomas Mann y André Gide,
hasta los maestros de la Física, como Einstein y Joliot.

***

Aquel apasionamiento fue, sin duda, muy intenso en


América hispana, pero su mayor intensidad se suscitó en países
que, como Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Rusia, Alemania
e Italia, tenían, por una parte, una grande, una tremenda hacha
que afilar, y por otra, una enorme y poblada barba en remojo. Al
lado de esos países, los de la América española aparecían como
simples mirones callejeros, sin importancia y sin peso específico
alguno que pudiese influir en el resultado de la lucha.
De aquellos seis países, Francia e Inglaterra fueron los
que con mayores ojos miraron hacia la Península. No se trataba
de una guerra civil cualquiera: se trataba de la primera batalla
política armada, y de contornos internacionales, que el nazismo
y el fascismo, representados en España por la Falange, los moros
y otras alimañas ayudadas por Alemania e Italia, peleaban en el
escenario europeo. La guerra civil española, según lo reconoció el
Subcomité de las Naciones Unidas, fue el principio de la Segunda
Guerra Mundial. (“La correspondencia cambiada entre Franco y
Hitler y Mussolini, demuestra que ellos no consideraron que la

215
Letras Anarquistas

guerra había comenzado en 1939, sino en el momento de estallar


la revolución franquista en España, y que la ayuda dada por
Hitler y Mussolini a Franco fue parte del plan general de agresión
fascista contra las potencias democráticas”. Informe).
Pero, aunque de ello se trataba, la batalla no estaba dirigida
por el momento sino contra el pueblo español, y aunque una
batalla ganada contra el pueblo español sería una batalla ganada,
por lo menos moralmente, contra las llamadas democracias, los
gobiernos de esas democracias decidieron abstenerse, no sólo
de intervenir en una lucha en que abiertamente intervenían
Alemania e Italia, sino que también de vender armas al pueblo
español, que era el atacado y que tenía un gobierno que, aunque
torpe, era legítimo, ya que lo uno no quita lo otro. De este modo
fue como los posteriores campeones de la democracia, Inglaterra y
Francia, que decidieron convertirse en tales únicamente cuando la
bota imperialista de los nazis y fascistas resonó en sus imperiales
posaderas, declararon su miedo y su indiferencia y abandonaron a
su suerte al pueblo español, uniéndose a ellos la Gran Democracia
del Norte, Estados Unidos, que había vendido armas al Japón
antes, durante y después del ataque de este país contra Manchuria
y que en ocasión del conflicto ítalo-etíope tuvo el heroísmo de
declarar su neutralidad, manteniéndola hasta que la capital de
Etiopía cayó en manos de las hordas de Mussolini.
Se podía vivir mientras el pueblo español era masacrado;
nada lo impedía, ni siquiera la conciencia democrática, y en tanto
no se tocara o se intentare tocar la bolsa de unos, el conventillo de
otros, las acciones de éste, los dividendos de aquél, no había para
qué darse por aludido. En España, por lo demás, había muchos
“rojos”.

***

El pueblo español hubo, pues, de hacer frente solo a


todos sus enemigos, porque si bien es cierto que México y la
Unión Soviética le ayudaron, no es menos cierto que la ayuda

216
Letras Anarquistas

mexicana, aunque generosa, no fue lo bastante considerable como


para decidir la lucha, y que la soviética, además de onerosa, fue
deficiente: el país de los trabajadores entregó al pueblo español
sólo algo de lo que éste necesitaba, cobrándolo a buen precio y al
contado, sin que ese buen precio y ese pago al contado significara
que lo que entregaba era de la mejor calidad.
Pero el pueblo español no sólo hubo de luchar contra
su ejército, insurreccionado, y contra tropas moras, italianas y
alemanas, sino que, además, hubo de sufrir la increíble torpeza
de sus gobernantes, que no habían sabido, desde un principio,
atar ni desatar con un poder que les había caído como del cielo
y que, estallada la insurrección en Marruecos, cayeron en una
especie de sopor, como si la insurrección no fuese lo que era, es
decir, un movimiento revolucionario dirigido contra el pueblo y
el gobierno, sino algo deportivo, ajeno a ellos y cuyos resultados
dependían de seres ajenos al gobierno y al pueblo.
El gobierno del Frente Popular, que había permitido que
los generales monárquicos y profascistas conservaran sus puestos
y organizasen, a ojos vistas, una insurrección, no supo, cuando
esa insurrección estalló en sus barbas, qué hacer contra ellos; peor
aún: entorpeció lo que el pueblo y algunos españoles inteligentes
y activos quisieron hacer.
“Casares Quiroga (ministro de Guerra) se mantenía en
esa negativa contra el consejo de sus colaboradores y contra el
mandato urgente de la necesidad. Posiblemente se trataba de un
acuerdo irreflexivo con el que se trataba de imponer su voluntad
de gobernante desacatado, al que muy contados subalternos
obedecían. Su resistencia a facilitar las armas había trascendido
y su nombre provocaba estallidos de cólera. Su impopularidad se
agigantaba entre sus propios correligionarios, a los que oí negarle
todas las virtudes y atribuirle todos los defectos... Y no es que
dejase de existir la voluntad de defensa, que seguía aumentando
en el pueblo madrileño. Faltaban las armas para que esa voluntad
se manifestase, el caso llegado, en obras. ¡Armas!, ¡armas!, era
un grito angustioso que se escuchaba en todas partes. La orden

217
Letras Anarquistas

de Casares Quiroga era terminante: “Quien las facilite sin mi


consentimiento será fusilado”. (Julián Zugazagoitia: “Historia de
la guerra en España”).
No es posible echar a uno solo la culpa de todos y el caso
de Casares Quiroga es sólo uno entre tantos; pero es indudable
que los gobernantes españoles de aquellos días, desde el presidente
hasta los últimos y más lejanos alcaldes o lo que fuese, hicieron
cuanto estuvo en sus manos para hundir al pueblo español en la
más tremenda de las guerras civiles. Porque si el gobierno hubiese
sido, desde un principio, meramente enérgico, sin necesidad de
llegar a lo dictatorial, hubiese evitado la insurrección; si, estallada
la insurrección, hubiese sido meramente enérgico, hubiese evitado
la guerra civil; pero la verdad es que, meramente, no fue capaz de
evitar nada.
Todo conspiró, pues, contra el pueblo español: su
gobierno, que no supo defenderlo, y su ejército, que lo traicionó
primero, que no supo ganar rápidamente la revolución después y
que finalmente, siempre dando muestras de su gran nacionalismo,
trajo a mercenarios y a extranjeros a pelear contra quien no
tenía más delito que el de haber elegido a quienes no supieron
corresponder a su fe y a su esperanza.
Por eso he dicho que tal vez no haya existido jamás un
pueblo más defendido y más traicionado a la vez que el español.
Quizá más traicionado que defendido.

***

Algún día, alguien, un gran poeta o un gran novelista,


quizá un apasionado historiador, escribirá la epopeya de ese pueblo;
contará entonces cómo ese pueblo fue el primero que se levantó
contra el fascismo; cómo ese pueblo, mirado en menos en Europa
y América por habitar un país de escaso desarrollo industrial,
dio un ejemplo de dignidad y de hombría a los que habitan
países repletos de carbón, hierro o petróleo; cómo un pueblo en
alpargatas, sin más armas que las que al principio pudo, más que

218
Letras Anarquistas

recibir, arrebatar de las manos de amigos y enemigos, escribió con


ellas y sin ellas las páginas de Madrid y de Barcelona; cómo no
escatimó sangre ni coraje; cómo fue el asombro del mundo y cómo
ese asombro atrajo a sus ensangrentadas ciudades y carreteras,
montañas y ríos, a hombres que desde lejos reconocieron en él,
sin tomar en cuenta el lugar ni la lengua, su propia sangre, su
propia causa y su propio dolor; cómo, aquí y allá, a través de la
tierra y siguiendo la oculta trayectoria de una pura vena de amor
humano, le cantaron los más altos poetas en las más diferentes
lenguas, desde aquella en que se ha alabado, durante siglos, las
suaves colinas de Inglaterra hasta aquella en que se ha llorado, con
las más tristes palabras, la desolación de las llanuras del noreste
europeo; cómo, al mismo tiempo, los resentidos y los limitados,
los monaguillos y los cagatintas, junto con los grandes rufianes
de la política de apaciguamiento y de no intervención, desde los
vagos lores del Almirantazgo, los fiambres emparaguados y los
bien nutridos o elegantes torys de Downing Street10 hasta los
grises tinterillos y los ásperos ventrílocuos democráticos de la Casa
Blanca, elevaron y mostraron, los primeros, sus chillidos de ratas
ante la posibilidad de que un pueblo aplastara, alguna vez siquiera,
a un puñado de repugnantes generales alzados en armas, y los
segundos su espantosa indiferencia (“Todo lo que está ocurriendo
en España no vale la vida de un marino inglés”), su grosero espíritu
comercial (“Si la elección fuese entre un Estado comunista y un
Estado fascista diría que la balanza de nuestra ventaja imperial se
inclinaría del lado del establecimiento del Estado fascista”) o su
respeto ante los gobiernos de fuerza (“Declaro que no cuentan con
mi simpatía aquellos que creen que es ingenioso o aun gracioso
insultar e injuriar al Gobierno de España cada vez que se les
presente la ocasión”); como los grandes que escribieron la Carta
del Atlántico y firmaron la Declaración de Teherán, se achicaron
después hasta el ridículo y olvidaron lo escrito y lo firmado (“Y
desean ver restablecido el derecho soberano y el autogobierno de
aquellos que fueron privados de ellos por la fuerza”); cómo los hijos
de ese pueblo, después de perdida la lucha gracias a la ayuda que

219
Letras Anarquistas

Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania e Italia prestaron


a los nacionalistas, unos con su cinismo y otros con su estupidez,
fueron perseguidos por el gobierno títere de Laval y de Petain,
encerrados en cárceles y campos de concentración y cómo, a pesar
de ello, siguieron luchando contra el fascismo y el nazismo donde
y cuando pudieron: África con los franceses, norteamericanos e
ingleses; cómo éstos y aquéllos los han abandonado ahora con el
más cobarde de los abandonos, y cómo, finalmente, a pesar de
que amigos y enemigos han enturbiado su clara fuente, unos con
sus odios, oros con sus venganzas, aquéllos con sus rencillas, éstos
con su ambición política, su causa resplandece en el corazón del
hombre como una pura estrella en el corazón del cielo nocturno.
¡Oh, España!

220
Letras Anarquistas

MIS RELACIONES CON LA RELIGIÓN

Santiago, septiembre-octubre de 1946.


Revista Nº 35.
Revista BABEL
José Santos González Vera

A María Marchant.

–Los frailes... ¡que se vayan al infierno!


Así solía decir mi padre. Y como lo decía muy serio, me
impresionaba.
Había sido conservador antes de los veinticinco años.
En Santiago leyó y caviló. Vivía entre médicos y abogados
que cultivaban la incredulidad como medio de conocimiento. Los
médicos de hogaño, aunque alcancen relieve de biólogos, suelen
dejarse tiempo para creer.
Mi padre nos visitaba domingo por medio. Vivíamos en
Talagante. Recuerdo haberlo oído hablar con entusiasmo de un
don Ascanio Bascuñan Santa María, que era su candidato a la
Presidencia de la República.
Comenzaba yo a frecuentar la escuela, sabía que O’Higgins
fue un chileno notable. Desde el momento en que oí a mi padre,
don Ascanio Bascuñan se me asoció a O’Higgins.
Mas, cuando nos vimos en Santiago vi sólo de tarde en
tarde el nombre de don Ascanio citado en los periódicos, y el
rol que le concedían era insignificante comparado con la imagen
que yo guardaba. Sin embargo, si involuntariamente aflora a mi
conciencia, es una figura grandiosa, legendaria, semejante a la de
esos reyes sin nombre, algo imprecisos, que los dibujantes y los
escritores sencillos logran fijar en sus buenos momentos.
Mi padre se hizo radical.
En otra de sus visitas trajo un cancionero revolucionario.
Tarareó varios cantos para enseñarnos la entonación. Luego dijo
de mi hermano Efraín, por quien tenía debilidad: “¡Mi hijo será

221
Letras Anarquistas

anarquista!”, queriendo prodigarle un gran elogio.


Empero, cuando al salir de la adolescencia le confesé
que yo era anarquista, le desagradó. Venía de vuelta y habría
preferido que fuese socialista, porque en un partido, aseguró, una
persona asciende. Estaba un tanto derrotado y aunque parecía no
estimarme, a su modo deseaba mi bien.
Es posible que la admiración a mi padre me hiciera
anticlerical, pues carecía de experiencia para serlo por convicción.
De ahí derivé hacia un ateísmo recitativo y prematuro, porque al
sentirme en aflicción no podía redimirme sino invocando a Dios.

***

En el Liceo Santiago, en segunda preparatoria, tuve


de profesor a don Emilio Vaisse1. Una mañana, durante el
recreo, paseaba con un condiscípulo. Nuestra conversación era
arrebatadora. Otro muchacho, especie de cominillo, me preguntó
con autoridad:
–¿No vas a estudiar la tarea de religión?
–¡Qué tengo que ver con ese fraile! –fue mi respuesta.
Me sentí heroico... pero me quedé desasosegado.
Al comenzar la clase, don Emilio sacó un puro enorme.
Lo encendió y luego de echar unas bocanadas inició su disertación
con esa voz segura y entera que era la suya. El pequeño majadero
levantó el dedo:
–Señor, ese niño dijo que usted era un fraile.
Don Emilio me dirigió una mirada analítica, una de
esas miradas con que se afronta a los insectos, y exclamó con su
descomedida voz de bajo:
–Efectivamente, soy un fraile; pero como usted lo ha
dicho de modo despectivo, es un roto. ¡Y se va para afuera!
Obedecí, confundido.
El gran patio estaba desierto. Permanecí junto a la puerta

1
Sacerdote francés (1860-1935). Radicado en Chile, se destacó por el ejercicio de la
crítica literaria bajo el seudónimo de Omer Emeth.

222
Letras Anarquistas

cerrada. Al poco rato vino el rector, don Rubén Guevara, hombre


alto, de aspecto noble, con barba cana –que solía acariciarse– y
me preguntó que por qué estaba allí.
Le conté lealmente lo ocurrido. El se llevó su diestra a la
barba y continuó la inspección. Su actitud hacía creer que atendía
lo externo, pero, en verdad, vivía permanente soliloquio.
Seguí concurriendo a la clase de don Emilio. Tal vez nos
contaba la historia de Jesús dando idea del ambiente geográfico,
porque recuerdo que en su clase oí la primera referencia al Mar
Muerto. Aunque desconocía el mar, lo tenía asociado a olas,
tempestades, naufragios... Me costaba concebirlo enteramente
quieto, sin rumor alguno, acaso con sus aguas ennegrecidas.
En primero de humanidades tuve otro profesor de
religión: un sacerdote gordo, también fumador, bondadoso y muy
apreciado por los muchachos. Solía llamarle “la mamá”.
No pasaron dos meses sin que mi padre solicitara mi
eximición. El profesor, que usaba una boquilla larguísima, leyó
el documento con voz disminuida y cuando dijo que podía
retirarme –lo que en el acto me dio una superioridad avasalladora–
acompañó sus palabras con una mirada tan triste, tan henchida
de funestos presagios que, si uno pudiera guiarse por el impulso
generoso que es la preforma de cada acción, me habría quedado
para evitarle pesadumbre.
Mi vida –se leía en sus ojos– desde ese instante iba en
pendiente hacia el oprobio.
Al terminar el semestre fui expulsado del liceo.

***

Intenté hacerme obrero pero me la ganaron los oficios. Me


convertí, por fin, en ayudante de un buscador de antigüedades, que
lo veía todo con un solo ojo. Era tesonero, humilde y desprendido.
Cuando encontraba una pieza valiosa, producíase en su espíritu
el deshielo y hablaba sin cesar, muy agitado. Luego me invitaba
a su casa.

223
Letras Anarquistas

Vivía en una casita de adobes al término de una cuadra de


habitaciones con puertas iguales, con ventanas iguales, con aleros
iguales, con zócalos iguales. Los ricos que mandan construir esas
casas deben vernos como nosotros vemos a los japoneses y los
chinos: absolutamente idénticos. Por dentro la casita de mi jefe
era clara, limpia, sedante, y su mujer rubia, tan limpia como la
casa. Entraba, salía, nos daba de comer. Era como una lámpara
en movimiento.
Por el buscador conocí al padre Restat, delgado, traslúcido.
Le llevé una planchita de cobre, acaso de la escuela italiana, llena
de figuritas que de cualquier parte del rectángulo ascendían al
cielo.
Me hicieron pasar a un pequeño oratorio, separado de las
oficinas por una baranda. Eran las once de la mañana. El estaba
hincado y rezaba.
Cuando se recuperó vino hacía mí, amable. Debí
preguntarle algo sobre la esencia de Dios. Me respondió con otra
pregunta:
–¿Sabe usted, criatura, cómo está formado el ojo?
–No, señor...
–Entonces, si ignora un fenómeno de naturaleza tan
simple, ¿cómo pretende conocer a Dios?
No supe qué decir.
Desenvolví el cuadro y lo entregué a su contemplación.
Mi jefe sospechaba que un pequeño óleo cubierto de
figuras debía valer. Al padre Restat se le iluminaron los ojos y
vino, en seguida, el entendimiento.

***

Sujetos nerviosos, en una noche lejana, se dieron maña


para colocar petardos en varias hornacinas de iglesias. Como
eran más nerviosos que químicos, lograron solamente romper los
vidrios. Sin embargo, se desató el fervor y las bandejas parroquiales
colmáronse de monedas y billetes. El intendente puso un guardián

224
Letras Anarquistas

de punto en cada iglesia por si los iconoclastas volvían.


El Cristo que está frente al Congreso fue objeto de
oraciones individuales y colectivas casi delirantes. A cualquier
hora, sin reparar en los peligros del tránsito, intenso en ese sitio,
varones y señoras se hincaban en la acera o en la calle, o en la vía
férrea, y decían con unción sus encendidas plegarias. Recuerdo
haber visto al doctor Atria arrodillado allí, ensimismado, ajeno al
ruido de carretelas y tranvías e indiferente a las frases picarescas
de los ociosos.
En la tarde de un domingo tuve la infortunada idea
de irme, paso a paso, por Bandera rumbo a la Alameda de las
Delicias. Cuando llegué a la esquina de Catedral vi a una treintena
de jóvenes piadosos, prosternados en la dura calle, frente al Cristo.
Me afirmé el sombrero para no sentir la tentación de descubrirme
al enfrentar la sagrada imagen, pero el menos pío de ellos, un
mozo macizo, singularmente sanguíneo, se percató y cuando yo
pasaba por la acera del Congreso, interrumpió su éxtasis, corrió
hacia mí y me hundió el sombrero hasta las narices.
Seguí andando a la ventura, a trastabillones, y con
dificultad restablecí la posición de mi sombrero. Al llegar a
Compañía di una tímida mirada a los orantes. El sanguíneo
seguía de guardia, acaso disgustado por mi falta de reacción que
dejaba sus manos ociosas.
Al llegar a la Alameda, torcí a la izquierda y me aposté
frente a la Universidad de Chile. Una procesión numerosa movíase
Alameda abajo. Era entonces muy delgado, muy pálido y mi
vestimenta más que austera. Además tenía, contra mi voluntad,
expresión de bendito.
La procesión iba pasando del todo cuando un caballero
anciano, alto, vigoroso, enérgico, se me acercó con cara de
sorpresa:
–¡A la fila! ¿Qué hace usted ahí? -fue su exclamación.
Y me puso un velón de cera en la mano. Le parecí un joven
piadoso y como su actitud tuvo algo de magnética me quedé con
el velón. Levantó los brazos y agregó:

225
Letras Anarquistas

–¡Parece mentira; qué tiempos, Señor!


Apenas me recuperé y quise explicarle que era anticlerical,
razón que me liberaba de ser número de procesiones y demás
actos de fe, iba lejos y accionaba acaso para remozar el fervor de
otros sujetos perplejos.
Seguí en la procesión de mala gana, temeroso de ser visto
por Valdebenito, que me instruía en las ideas anarquistas, pero me
retenía el absurdo sentimiento de no contrariar las expectativas
del anciano que me tomó por lo que no era.
Al arribar a la esquina de San Martín, sea porque había
un altar en el palacio de los García Huidobro o por otro motivo,
desordenáronse las últimas filas y me vi casi solo. Una viejecita,
tan pobre como yo, estaba a pocos pasos. Me acerqué comedido:
–¡Para usted... puede llevárselo! –le dije, generoso, al
poner en sus manos el malhadado velón.

***

Era mozo en la oficina de una fundición, situada en


Ahumada cerca de Agustinas, en donde ahora hay una cigarrería
con una cantina al fondo.
Conté a mi patrón el incidente del sombrero. El, sentado,
fumando en una dilatada boquilla, miróme entre severo e
indiferente.
–Te voy a decir algo que no debes olvidar: es tiempo
perdido meterse con la religión; si la atacas y reúnes partidarios,
lo que aún no podrás hacer porque eres un mocoso, despertará el
sentimiento católico y en vez de cinco procesiones por año, habrá
veinte, y eso sin contar que, en la primera ocasión, no faltará
quien te muela a palos...
El paco es católico, el oficial es católico, el juez es católico.
¿Quién no lo es? Puedes ir a parar a la cárcel... ¿Y todo para qué?
¡Mejor es que no seas leso! Los frailes saben muy bien lo que hacen...
No hay mujer que no crea. A la larga, por no decir siempre, las que
mandan en las casas son las mujeres, ellas son las que educan a los

226
Letras Anarquistas

niños. A ellas las gobiernan los curas. Por donde busques llegarás
a lo mismo. En cada país de Europa había rey. Hoy se pueden
contar con los dedos. ¿Y qué? Ahí están las iglesias, ahí están
los conventos, los colegios religiosos, los seminarios. ¡Todo sigue
igual! Viene la revolución, viene la guerra, se producen terremotos,
los hombres mueren como insectos... ¿Qué ocurre entonces? Se
llenan los templos, las procesiones inundan las calles, aumentan
los catecismos. ¡Qué sé yo! Los radicales, los librepensadores...
¡Pura palabra! Si un radical quiere a una mujer, de un sopetón va a
dar a la parroquia; si la mujer tiene un chiquillo, ¡a la iglesia se ha
dicho! Si los niños cumplen diez años... ¡venga la confirmación! Y
cuando uno llega a viejo empiezan los curas a rondar la casa y ¡zas!
que uno está platicando con él y contándole su historia completa.
Más valdría exigir nuevas procesiones, misas a toda hora,
invento de seminarios y capillas... Pudiera ser que así la gente
aburriera.
¿Y para qué combatir la religión? Es inevitable que haya
una. Y de haberla más vale la antigua porque sin quererlo se
va acomodando a la índole humana. Sin embargo, si la Iglesia
estuviera apoyada en mí... caminaría. ¡Tú me haces decir
disparates! No, no; ¡mejor que limpies esa vitrina!
Y tomé el cuero de ante y comencé a frotar los artefactos
de bronce.

***

Visitaban a mi patrón un arquitecto joven y un profesor


de gimnasia.
–Hay mucha agitación en la logia –solía decir el profesor–.
Parece que se piensa iniciar una campaña en grande.
–¿Pero cuándo? –agregaba el arquitecto–. Sería ya hora de
poner freno a los frailes.
–Lo que no es tan fácil –concluía mi patrón, pesimista de
nacimiento.
Una vez el arquitecto me preguntó:

227
Letras Anarquistas

–¿Tienes a quién repartir este periodiquito?


–Démelo no más. Tengo muchos amigos...
Y así conocí La Linterna y las palabras ultramontano,
oscurantismo, patraña, beaterío, clerecía, frailuno, tea, combate,
ateo, librepensamiento, ilustración, liberación, que figuraban en
todos los artículos.
A los pocos días envíome mi patrón a la Escuela de
Medicina con varias planchitas de bronce con inscripciones
como Director, Biblioteca, Laboratorio, etcétera. Apenas las hube
entregado bajé al gran patio que mira hacia Independencia, en
donde se hallaba más de un centenar de estudiantes.
Con sencillez inicié el reparto del periódico. Me daban las
gracias. Pero cuando pasé la hoja a un moreno de mirada dura,
algo encorvado, la examinó con presteza e irrumpió:
–¿Cómo se atreve usted, pipiolillo, a repartir este pasquín?
¿Ignora que Voltaire abjuró de sus errores, que Renan murió de
melancolía al perder su fe, que el propio Volney, que Diderot, que
Pascal, que...? Para penetrar el misterio de Dios se necesita mayor
cerebro que el suyo. ¿Cree que estaría aquí sin la voluntad del
Todopoderoso?
Su admonición me anonadó. Oía por primera vez estos
nombres y encontré que todo en mí resultaba sobrante.
Mas, un estudiante pequeño, carirredondo y de voz ronca,
se puso frente al monologuista y tomó mi defensa con ardor.
Oí de sus labios palabras desconocidas y alusiones a individuos
singulares. Era Juan Gandulfo.

***

Acompañé a un amigo zapatero en calidad de testigo,


pues un subarrendatario suyo acusábale de haberle agredido.
Entramos a la comisaría y hubimos de sentarnos en una larga
banca. Delante había una baranda. Después seguía un espacio
libre, luego otra baranda. Más allá de ésta, sobre un altillo, un
oficial bigotudo, macizo, muy serio, acodado en el escritorio, oía

228
Letras Anarquistas

a unos hombres que hablaban con exaltación.


Sentí miedo. Tenía la certeza de que con o sin razón
quedaría preso. ¿Por qué la justicia suele inspirarnos tan penosos
pensamientos? Poco a poco el discurso del pastor fue desplazando
mi inquietud.
–¡Queremos enderezar las acciones de nuestros hermanos!
–decía–. ¡Queremos hacerles ver la luz que guía nuestros pasos!
¡Cristo ha puesto la verdad en nuestros corazones! Vivimos por
ella y con ella moriremos si es necesario. Entonces, cuando eso
ocurra, esta verdad que nos anima… penetrará en otros espíritus.
Acaso en el suyo, señor oficial. El Cordero nos acompaña. Bajo su
mirada somos como chispitas...
Al hablar mostraba sus dientes blanquísimos. Y sus dientes
contrastaban con su faz oscura y su cabellera renegrecida. Era de
estatura mediana, duro, con esa formidable delgadez del nortino.
Los demás individuos tenían en el rostro algo firme y tosco. Vestían
pobremente pero con cierta compostura puritana. Escuchaban
en trance e impresionaban por su honorable ingenuidad. Así
debieron ser los esclavos que animaron el cristianismo.
–Mire, cabo –ordenó el oficial–, ¡échelos al calabozo!
Están enfermos del chape. A ver si así se les ablanda.
–Los enfermos del chape se alejaron cantando “Tú eres
nuestro Salvador...”. En el pasadizo les grito el cabo:
-¡A callarse... canutos recondenados!

***

Cuando entré de mozo en la broncería, un hombre de


aspecto estrafalario pintaba muy a conciencia unos tableros. No
bien salió el patrón empezó a preguntarme si yo era del campo, si
sabía leer, si tenía libros...
El pintor era flaco, hundido de pecho, con el rostro lleno
de accidentes, como es de rigor en los apestados. Sus labios eran
gruesos. Por debajo de la gorra escapábanse sus indóciles cabellos.
Era dramático. Decía las palabras cuidadosamente. Trabajaba

229
Letras Anarquistas

por su cuenta. Me aconsejó que aprendiera oficio porque el


mundo por venir sería de los obreros... Un mozo –opinaba– es
un intermediario, no produce nada, es un parásito. Consideraba
parásitos también a los guardianes, los sacerdotes, los jueces, los
militares, a la mayoría de los patrones.
Se acostumbró a venir. Yo no había conocido obrero más
ilustrado que éste. Mi anterior experiencia con los trabajadores
era que se embriagaban con espantosa regularidad. El pintor
Valdebenito no bebía. Presentábase con un tarro de pintura en
la mano izquierda y con un libro de Sempere doblado contra el
lomo en la diestra. Solía leerme trozos. Casi todas las personas de
importancia, sin exceptuar reyes, obispos, políticos ni generales,
figuraban en esos textos con colores sombríos: los que no eran
directamente ladrones o asesinos, actuaban de cómplices.
–En esta obra –aseveraba– está pintada la explotación
que sufrimos los pobres y la manera de remediarla, es decir, la
revolución social. Si, también está dicho cómo será la sociedad
futura... sin mandones, sin dueños, sin leyes... En ellas nos
respetaremos… trabajaremos mediante el libre acuerdo... habrá
buenas cosas... todos tendrán vestidos decentes. ¡La vida será muy
hermosa!
Movía los labios golosamente y las pupilas se le dilataban.
Parecía que en el aire ligero discurrían los personajes de su
magnífica visión...
Luego dejaba esto y me ofrecía higos secos.
–¡No hay como los vegetales! La carne es causa de
pudrición, es cadáver puro...
A la hora de cerrar solía venir a buscarme. Me invitaba a
tomar café en la cocinería de las Peluchas, que estaba al término
de San Antonio. Eran dos o tres mujeres flacas, un poco adustas,
acaso para asegurarse el respeto de la clientela, formada por
suplementeros y ladrones de escasa imaginación.
–¡Compañera! ¡Traiga dos tazas de café! –decía Valdebenito.
Compañeros son los bueyes –respondía sin variar la mujer.
–¡Qué neófita es! –murmuraba el pintor, mirando

230
Letras Anarquistas

hacia el techo ennegrecido por las moscas–. No se percata de la


sublimidad de la palabra. Nosotros empleamos compañero en vez
de don, señor o tú, porque no aceptamos las clases. ¡La sociedad
futura será de compañeros, de hermanos! Pero los pobres son los
principales enemigos de su emancipación –y dirigía su mirada
triste y ávida a la Pelucha más cercana.
Un día me anunció que había llegado una gran
conferenciante”: Belén de Zárraga 2. Quería que lo acompañase a
oírla. Apenas comí fuime a reunir con él. Había muchos artesanos
aguardando la apertura del Teatro Alambra. Justos con la hora
iban llegando caballeros de negro, con cuellos duros y hongos
severísimos. Así vestían los radicales. La vestimenta, la tiesura de
sus ideas, el medido ardor doctrinario les daba a unos y otros
cierta semejanza, aunque éstos fueran flacos y gordos aquéllos.
Las mujeres no concurrían a las conferencias. Por excepción venía
alguna obrera con su marido.
Mi amistad con Valdebenito y sus disertaciones uníanme
a la atmósfera de estos hombres de negro que no respetaban a los
curas y solían decir, con bronca voz, que Dios era un mito.
Valdebenito apareció por fin y me llevó ante un grupo de
trabajadores.
–Les presento a José González...
–¿Es de la idea? –preguntó un obrero de buena estampa,
algo viejo.
–No. Es sólo simpatizante...
–Eso también es bueno... El joven llega donde quiere. ¡Ya
tendrá tiempo de ser un buen camarada!
–Así lo espero –respondí, sintiendo un extraño calor en
las mejillas.
Esos hombres tenían sobre mí una gran superioridad.
Sabían mucho, usaban palabras escogidas y decían cosas que no
se oyen a menudo.
Vestían como artesanos, sus cuerpos estaban formados por

2
Agnóstica, feminista y anarquista. Expulsada del Cono Sur de América por su
radicalizada.

231
Letras Anarquistas

el trabajo, y, sin embargo, hablaban en el tono de los caballeros


de negro, se ocupaban de asuntos ajenos a sus oficios, su familia
o el vecindario.
En los balcones inmediatos las criadas miraban. Sobre los
portones el gas hacía esplender los lemas de hierros: Dios y Patria,
Patria y Progreso, o sílabas aisladas por la herrumbre.
Tornilleros, moteros, castañeros, guiados por sus farolillos
de luz mortecina, caminaban hacia los puentes del Mapocho. La
noche tranquila y grave conmovíase con sus pregones: ¡Tortillas
buenas! ¡Castañas cocidas... Motemey... pelao el mote... y
calientito!
El teatro engullía caballeros de negro y proletarios
turbulentos. Hervía la galería. Abajo la platea parecía duelo:
trajes negros, bigotes de largas guías y voces engoladas. Arriba se
apretujaba la multitud espontánea. Obreros fervorosos gritaban:
–¡Viva el librepensamiento! ¡Viva el comunismo anárquico!
¡Viva la revolución social!
¡Qué extrañas, qué inusitadas sonaban esas consignas que,
finalmente, se extinguían en los adornos de yeso dorado o en las
columnillas del teatro! Desde abajo algún radical moderado
gritaba:
–¡Viva la evolución, muera el oscurantismo!
Junto al techo una voz solitaria precisaba la doctrina:
–¡Mueran los frailes!
Los cortinajes de felpa se entreabrían en el luminoso
escenario. Y Belén de Zárraga, muy blanca, con líneas de mujer
árabe y pasos de danzarina, se enfrentaba con el bullente público.
Después de una sonrisa turbadora comenzaba a llenar el recinto
con su voz flexible e invasora. Cuando decía la última palabra
los mil o más hombres allí reunidos juntaban sus voces en una
instrumentación poderosa. Los aplausos, los gritos, las palabras
ardientes, se confundían. Y luego retirábanse henchidos, felices,
como si en ese instante Dios, las iglesias y el clero se hubiesen
disuelto...
La muchedumbre palpitante cubría las esquinas de

232
Letras Anarquistas

Monjitas y San Antonio. Durante largos minutos el movimiento


de la masa todo lo aglutinaba; burgueses, noctámbulos, vendedores
caían en ese pozo humano, en ese bosque de cabezas.
En cierto momento corría una palabra de orden y entonces
los ruidos dispersos, vibrantes, con que el gentío hacía constar
su presencia, amainaban, adquirían un ritmo susurrante: era que
Belén de Zárraga iba a salir. Se le abría calle hasta el victoria.
Todos adornaban el suelo –que ella pisaría– con sus corazones.
Algunos, siempre más de los necesarios, retiraban los caballos y se
asían de las varas como si fueran de oro puro. Belén de Zárraga
subía con sus magnificencias. A continuación dos o tres hombres
de negro, aprisionados en sus cuellos blancos, subían también y
hacíanle demostración del más ceremonioso acatamiento. Justo,
ahí, los que portaban las varas daban el grito: ¡Viva la idea libre!
Y el victoria comenzaba a moverse por San Antonio arriba. La
gente iba apareciendo en los balcones. Algún borracho, desde la
bocacalle, respondía a los gritos imprevistos con un ¡mueran los
canutos de m...! Era la protesta provisional, el intento de clasificar
este fenómeno político que difería de una procesión. Muy atrás,
el auriga conducía caballos.
Por fin se llegaba a la esquina de Agustinas y se torcía hacia
Mac-Iver. Allí el cochero recuperaba su carruaje. La multitud
alzaba la cabeza. Y como el tiempo todo lo cumple, crujían las
maderas del balcón y entre dos caballeros reaparecía Belén de
Zárraga. Uno de ellos se descubría y comenzaba:
–Señores: la historia nos enseña, la historia no ocurre
en vano. Galileo, Giordano Bruno iluminaron su época con la
antorcha... Las ideas no se queman... las ideas no se aprisionan,
ellas no respetan fronteras. La conciencia es sagrada... Yo me
pregunto... si Cristo volviera al mundo, si estuviera en este mismo
sitio, ¿en dónde encontraría a los filisteos? –y daba una perversa
mirada al campanario de los agustinos. Y después de agregar otras
expresiones notables se quedaba en un digno y austero silencio. La
gente aplaudía con generosidad. Belén de Zárraga, como quien
ata con una cinta un ramo de flores, decía, gratis, unas pocas

233
Letras Anarquistas

palabras más. Sonaban clamorosos los aplausos.


En la parte alta del Teatro Municipal las palomas
agitaban sus alas. Unas cuantas volaban hacia las casas vecinas. Y
más tarde, cuando radicales y obreros se dispersaban, el silencio
plácido volvía al contorno.
Durante la estancia de monseñor Sibilia en la capital, los
estudiantes en desfiles nocturnos hacíanle sentir su desagrado. Se
dijo que el prelado venía a llevarse el dinero de las congregaciones.
Los desfiles comenzaban alrededor de las nueve, y
mi madre no me daba permiso sino hasta las diez. Otro tanto
ocurríale a mis amigos del barrio Independencia.
Una noche debimos emprender el regreso desde San
Diego esquina de Diez de Julio. Yo hacía de portaestandarte.
Mi estandarte había sido pintado al óleo por Eduardo Aranda
y Marcos Bontá en la casa de éste, situada en avenida La Paz.
A mi izquierda iban Aranda y Lautaro Silva, a la derecha
acompañábanme Bontá y un muchacho Ocampo.
Avanzábamos por el centro de la calle. Un elevado aliento
cívico daba ligereza a nuestros pies. Al entrar a Bandera nos
examinó en silencio un grupo de jóvenes apostados en la acera del
Club de la Unión. Muy pronto sentí un tropel a mi espalda y caí
sobre el riel. Bontá se defendió haciendo molinetes con su bastón
de verga. Asegura que no solté el asta aunque fui arrastrado por la
calle. Optaron por desgarrar el estandarte. Cuando pude volver
a mi posición humana, los atacantes se alejaban con su trofeo
dando gritos triunfales.
Me acerqué a Moneda para sacudir el polvo que había
cogido en la caída. Mientras limpiaba mi indumentaria,
moviendo a duras penas mis miembros, porque no había parte de
mi cuerpo que no me doliera, se me acercaron dos caballeros muy
pequeñitos, muy ancianos, apoyados en sendos bastoncitos.
–¿Qué le ocurre, joven? –preguntome el de mayor
iniciativa.
Era tan muchacho y el brazo me dolía tanto que el interés
del ancianito me supo a bálsamo. Además, no vislumbraba que

234
Letras Anarquistas

mi anticlericalismo fuera ofensivo. Vivía en un ambiente de


discusión y, de seguro, creía que la tolerancia era bien común.
–Venía del desfile de estudiantes –comencé– con una
caricatura de Sibilia, cuando... –El viejecito volvíose calmosamente
hacia su acompañante y le dijo:
–¿No es verdad que se lo ha merecido?
Asintió el otro y me dio una mirada fosforescente, preñada
de desprecio.

***

Mi mujer y mis hijos fueron a veranear a una tierrecita


que los Jiles Pizarro tienen en Ovalle.
A fines de enero debía reunírmeles. Como nunca había
navegado opté por ir hasta Coquimbo en el Alfonso. Compartí
la cabina con un sacerdote español, ya viejo, muy conversador y
benigno. Durante la navegación almorzamos juntos y paseamos
en las noches por cubierta. Llegó a Chile cuando era mozo y su
vida había transcurrido en los campos.
Un día antes de arribar a Coquimbo, no recuerdo en qué
puerto, subió un párroco chileno, voluminoso, imponente, de
magnifica voz. Empezó por hablárselo todo. Sólo en las horas
de comida, mientras él masticaba, lo que hacía a conciencia y sin
vacilación alguna, podía colocar una que otra tímida observación.
El religioso español asentía con bondad a todo. Era bastante
anciano y carecía de ese espíritu dramático tan común en los
peninsulares.
Desembarcamos y nos fuimos a La Serena. Allí quise
despedirme. El curita español se avino a mi determinación, pero
el chileno, que me había cobrado simpatía, me miró con extrañeza
y exclamó:
–¡No haga tal...! ¡Venga con nosotros a ver a monseñor Caro,
es una persona encantadora! –y para convencerme del todo me echó
su brazo al cuello y me impulsó por su camino. Quise insistir en
mi excusa, pero ya estaba hablando vigorosamente de otro asunto.

235
Letras Anarquistas

Monseñor Caro nos recibió en el acto y durante media


hora nos contó muchas cosas de su grey y de la vida serenense.
Era, entonces, pálido, de poca carne, pero muy jovial y ameno.
El párroco chileno, una vez que estuvimos en la calle, se
quedó mirándome y exclamó:
–¡Qué le decía yo!
Y regocijado me dio una palmada en mi flaca espalda.
Años más tarde iba por el barrio de Santiago y vi al
sacerdote imponente en la puerta de su parroquia. Observé que
se esforzaba por reconocerme. Era la hora del catecismo. Me
enderecé cuanto pude y miré hacia adelante al pasar junto a él.
¡No fuera a ocurrírsele que le ayudara en algún menester litúrgico!

***

Poco después de los veinte años, acaso por leer demasiado,


tal vez por el ambiente de discusión permanente en que vivía,
discusión que no se detenía ni respetaba valla ninguna, y un poco
por la elaboración interna a que uno, sin quererlo, se entrega, se
me entró en el espíritu solapadamente la idea de que no hay una
causa rectora de lo que ocurre.
Aunque uno abandone una noción importante, le queda
el sentimiento de ella. En consecuencia, cuando eso me ocurrió,
la certeza de haber nacido para algo que no concluye permaneció
en mí. Después, ay, se me fue debilitando y me vino algo muy
semejante al terror. Por defenderme me entregué a un soliloquio
que duró meses.
Recordaba a ciertos condiscípulos cuyo placer consistía
en hacer largas excursiones y en ensayar mil piruetas en la barra.
¿Se les plantearía a ellos también este problema? ¿Vendría de un
desequilibrio entre la actividad física y la mental?
En mis conversaciones, por vías inesperadas, quería
obtener alguna luz. Un pudor invencible me impidió confiar en
mi tremenda cuita, pero ¿es que puede confiarse? ¿Hay un ser
que después de oírla no sonría o que si escucha con respeto pueda

236
Letras Anarquistas

decir algo que aproveche? Si alguien me hiciera una confesión


semejante, ¿qué podría responderle? ¿No es la fe tan personal
como la voz, como el modo de ser?
Durante meses me sentí despegado de cuanto me rodeaba.
El secreto de mi descubrimiento pesábame en exceso. Mis amigos
eran obreros muy serios y estables. No podía confiárselos por
no aparecer como un infeliz que no puede sobreponerse a sus
preocupaciones, aunque lo era. De seguro ellos tuvieron crisis
semejantes y dejaron, en silencio, que el tormento se helara. No,
había que aguantar.
Llegué a pensar en que hay hombres cuya fe se sustenta en
la pura emotividad y que, paralelamente, se guían por la razón en
el trato humano. Si así no fuera, ¿cómo podría uno comprender a
ciertos sabios que se atienen al hecho, que todo lo verifican y que,
al mismo tiempo, son creyentes imperturbables?
La idea de que el alma es de la misma naturaleza que
el cuerpo, me dolía. En vano quise aceptar que muriendo
contribuíamos a mantener cierto ritmo de la naturaleza, que
aunque muramos, no morimos del todo porque nuestras acciones
se suman a la experiencia humana, que la humanidad nos alienta
y nos provee mientras estamos desarrollándonos, y que después
contribuimos con nuestros pensamientos y nuestras acciones
a que se cumplan sus grandes fines. Esta hermosa idea érame
comprensible pero no me impulsaba a vivir.
Decidí acabar. Una noche tomé el camino del río. Me
detuve ante el muro, frente al Forestal, y miré hacia abajo no sé
cuánto tiempo. El Mapocho, cubriendo apenas una franja de su
lecho, se deslizaba sin mucho ruido. Luego, con un movimiento
natural, como si no hubiera ido hasta su borde para suicidarme,
seguí andando por la orilla.
¿Había comprendido oscuramente que la vida, aunque se
desenvuelva en condiciones penosas, se basta, a sí misma?
Después me sumé al tumulto.

237
Letras Anarquistas

SACCO Y VANZETTI

Santiago, septiembre-octubre de 1947.


Revista Nº 41.
Revista BABEL
Manuel Rojas

Hace justamente veinte años, el 23 de agosto de 1927,


fueron ejecutados en Boston Bartolomé Vanzetti y Nicolás Sacco1,
después de un proceso que duró siete años y que provocó enorme
expectación en todo el mundo. Los motivos son conocidos: esos
hombres fueron culpados de la ejecución de un asalto en que
resultaron muertos el pagador de una fábrica y su acompañante.
Durante el largo juicio, y a pesar de los esfuerzos de jueces y
policías, no se pudo comprobar fehacientemente la culpabilidad
de esos dos hombres. Pero el proceso, más que carácter netamente
jurídico, alcanzó carácter político y de ahí que no obstante la
falta de pruebas y en contra de la presión que se ejerció sobre
jueces, fiscales, gobernadores, y aun sobre el mismo Presidente de
la República, Sacco y Vanzetti fueron electrocutados.
“Jamás, desde la guerra del Sur, desde los días trágicos
en que John Brown murió como criminal por intentar solo en
Harper’s Ferry lo que como corona de gloria intentó luego la
nación precipitada por su bravura, hubo en los Estados Unidos
tal clamor o interés alrededor de un cadalso”.
Estas palabras, escritas por José Martí a propósito del
también célebre proceso de Chicago, rememorado anualmente
por lo obreros el día 1° de Mayo, se pueden aplicar al caso de
Sacco y Vanzetti, ya que hay, a través de la historia de la Justicia
norteamericana, una clara línea de terribles crímenes jurídico-

1
Luego de décadas de demandar a las autoridades de Boston la revisión del proceso
judicial, un grupo de personalidades norteamericanas, encabezadas por el escritor
Howard Fast, logran en 1977 que el Estado de Massachussets reconozca su error jurídico
sobre los dos anarquistas italianos. Desde ese momento, el 23 de agosto (efeméride de
la ejecución) fue declarado feriado en ese Estado como homenaje a Sacco y Vanzetti.

238
Letras Anarquistas

sociales que empieza quizá con John Brown, sigue con Parsons y
sus camaradas, toca las cabezas del pescadero Sacco y del zapatero
Vanzetti, llega hasta los negros de Scotsboro y se extiende, hacia
el futuro, buscando nuevas victimas.

***

Vanzetti y Sacco, anarquistas italianos, saciaron el deseo


de venganza que experimentaba en aquel tiempo la burguesía del
Estado de Massachussets, sometida a una larga ola de huelgas y
agitaciones obreras, así como a algunos atentados –sabotaje– a la
sagrada propiedad. Detenidos por sospechas en los momentos en
se dirigían a un mitin obrero, Bartolomé Vanzetti y Nicolás Sacco
no pudieron soltarse ya de las garras de sus verdugos. Acusados
de agitadores obreros, negaron tal acusación; tenían mujer e
hijos, nacidos en Estados Unidos, y no querían exponerse a la
deportación hacia una Italia en que el fascio tenía tan buenos
métodos como los norteamericanos para deshacerse de sus
adversarios. Se les probó lo contrario, lo que era fácil, y de ello se
aprovechó el procurador del Estado para asegurar que “el hecho
de que estos dos hombres hayan mentido tan descaradamente,
siendo además desertores del ejército y comunistas, demuestra de
modo luminoso la conciencia que tienen de su culpabilidad en el
crimen que se les imputa”.
O sea, el que podía negar ser agitador obrero, podía
también negar ser criminal, y el que era lo uno ¿por qué no podía
ser lo otro? La justicia de clase tiene agudos recursos.
Se formó en Boston un comité de defensa que sesionaba
permanentemente, de día y de noche, y a través del mundo, en
Buenos Aires y en París, en Sydney y en Madrid, se constituyeron
organismos que agitaron la opinión pública a favor de los acusados.
Los más altos escritores de la época, como Romain Rolland,
Bernard Shaw, Wells y otros, pidieron clemencia y también la
pidió la más alta cabeza científica de este siglo: Albert Einstein.
Alfred Dreyfus, que conservaba todavía en su carne los recuerdos

239
Letras Anarquistas

de sus cadenas, intercedió también. La poetisa norteamericana


Edna Saint-Vicent Millay, gloria de New England, dirigió al
gobernador de Massachussets un ardiente llamado. Todo fue
inútil: John Brown había sido ajusticiado, lo habían sido Paterson
y sus camaradas y lo mismo ocurriría con los negros de Scotsboro;
¿por qué se iban a librar Vanzetti y Sacco? El día 23 de agosto
de 1927, en medio de la expectación mundial, el vendedor de
pescado y el zapatero fueron electrocutados. La burguesía pudo
dormir tranquila.

***

Hay una canción popular que recuerda a John Brown; la


saben los niños de Estados Unidos y aun los de países de diferente
lengua, aunque la canten en inglés; las palabras de Parsons en el
momento de ser ajusticiado: “Salud, oh tiempos en que la voz que
vais a sofocar será más elocuente que cuantas palabras pudiera yo
decir ahora”, pertenecen a la historia del proletariado mundial.
Sacco y Vanzetti dejaron también recuerdos imperecederos. Uno
de ellos es la carta que Bartolomé Vanzetti escribió desde la cárcel
a Dante Sacco, hijo de su compañero. Dice:
“Mi querido Dante: Espero aún, y lucharé hasta el último
momento para reivindicar nuestro derecho a la vida y a la libertad;
pero todas las fuerzas del Estado, del dinero y de la reacción están
contra nosotros porque somos libertarios. No te hablaré de esto,
pues eres aún demasiado joven para comprender esas cosas y
muchas otras que me agradaría explicarte. Pero crecerás y llegarás
a comprender el proceso de tu padre y el mío, a causa del cual
pronto nos llevará a la muerte.
Quiero decirte todo lo que sé de tu padre: no es un
criminal, sino uno de los hombres más valientes que he conocido.
Algún día comprenderás lo que ahora voy a decirte: que tu padre
ha sacrificado todo lo caro y sagrado al corazón y alma humana
por su fe en la libertad y en la justicia. Ese día te sentirás orgulloso
de tu padre y si eres bastante valiente ocuparás su lugar en la lucha

240
Letras Anarquistas

entre la tiranía y la libertad y revindicarás nuestros nombres y


nuestra sangre.
Si tenemos que morir ahora, sabrás, cuando seas capaz de
comprender a fondo esta tragedia, cuán bueno y valiente ha sido
tu padre, tu padre y yo, durante estos ocho años de lucha, penas,
pasiones, angustias y agonías.
Recuerda, Dante, que quien diga lo contrario de tu padre
y de será un mentiroso e insultará la memoria de dos inocentes que
han sido valientes durante su vida. Y recuerda y entérate también,
Dante, que si tu padre y yo hubiésemos sido cobardes, hipócritas y
renegados de nuestra fe, no hubiésemos sido condenados a muerte.
Ni siquiera hubieran condenado a perro rabioso o ejecutado a un
escorpión venenoso con las pruebas que tenían contra nosotros.
Hubieran permitido la revisión del proceso a un matricida o a un
criminal con las pruebas que presentamos para ello”.
Pero hay algo más. En una de las audiencias, Vanzetti
dirigió al juez Thayer una alocución que ha tenido un alto y
extraño destino: el ser considerada como un poema, y como tal
fue incluida en la Antología de la moderna poesía norteamericana,
editada por Selden Rodean. Dice:

He hablado mucho de mí
Y he olvidado el nombre de Sacco.
Sacco es también, desde su infancia,
un obrero enamorado de su trabajo...
No ha pensado jamás en robar ni en asesinar,
y él y yo, desde los días de nuestra niñez
hasta ahora mismo, no nos hemos llevado jamás a la boca
una miga de pan que no fuese ganada con el sudor de
nuestra frente;
jamás...

El nombre de Sacco vivirá aún en el corazón de los pueblos


y en su gratitud cuando los huesos del procurador Katzmann
y vuestros huesos sean dispersados por el tiempo.
Cuando vuestro nombre, y su nombre, vuestras leyes,
241
Letras Anarquistas

vuestras instituciones y vuestros falsos dioses no sean


más que el triste recuerdo de una época en que el hombre
era un lobo para el hombre.
Si todo esto no hubiera ocurrido
habría podido vivir mi vida
hablando en las esquinas con seres humildes
y hubiese muerto sin relieve, desconocido, inadvertido;
pero ahora somos alguna cosa
y esto es nuestra vida y nuestro triunfo. Jamás,
a lo largo de nuestra vida,
hubiésemos podido esperar semejante preocupación
por la tolerancia, la justicia y el entendimiento humano,
como la que hemos despertado entre los hombres, por
accidente.
Nuestras palabras, nuestras vidas, nuestros nombres, no
valen nada.
La ejecución de nuestras vidas –la de un zapatero
y la de un humilde vendedor ambulante– lo valen todo.
Este último momento nos pertenece.
Esta agonía es nuestro triunfo.

Cuando el escritor Robert Goffin, algunos años después


de la ejecución de Sacco y Vanzetti, visitó una escuela del
norte de Chicago, supo que los alumnos sabían de memoria las
siguientes frases del último requerimiento que Vanzetti dirigiera
al gobernador de Massachussets: “En principio, aborrecemos la
violencia, que constituye la forma más grosera de la coerción y
de la autoridad. Estamos con Garibaldi, que decía: Únicamente
los esclavos tienen derecho a la violencia para liberarse; sólo la
violencia que libera es legítima y santa. Antes de nuestro arresto
hemos vivido doce años en este país y hemos vivido trabajando,
honestamente, sin actos de violencia. La única violencia que ha
sido perpetrada es la que ahora se ejerce contra nosotros”.
Bellas palabras, pero vanas palabras dirigidas a un
hombre que representaba la forma más grosera de la coerción y
de la autoridad.
242
Letras Anarquistas

QUÉ SE NUTRE LA ESPERANZA

Santiago, julio-agosto de 1948.


Revista Nº 46.
Revista BABEL
Manuel Rojas

Todo ser humano, por miserable que sea su condición, tiene


una esperanza, pequeña o grande, noble o innoble, inalcanzable
o próxima, pero esperanza al fin. Una parte de su ser vive en y de
esa esperanza, se alimenta de ella y en ella.
Hay días en que esa esperanza amanece reducida al
mínimo, misérrima, espantosamente misérrima. Sus posibilidades
de realizarse se han alejado o destruido y el ser humano piensa
y siente que más valdría que esa esperanza muriese y con ella
aquella parte de su ser que vive de ella y en ella, que se alimenta en
ella y de ella y que en esos momentos ni se alimenta ni vive, pues
está miserable, tan miserable como la esperanza misma.
Pero el hombre tiene, además, otra esperanza: la de
que han de venir días mejores para la suya. La deja, entonces,
así, pequeña, entumecida, raquítica, y espera; rechazarla sería
rechazarse sí mismo, matarla equivaldría a matar lo que él más
estima en sí mismo.
Hay veces en que el ser humano espera vanamente: su
esperanza muere en él, tan marchita como él. Otras veces, en
cambio, en aquella raíz casi podrida hay un rebrote, un rebrote
que puede morir al poco tiempo o que puede traer otros y otros,
fuertes y erguidos, apretados de savia, casi agresivos de vitalidad.
El ser humano se siente entonces como debe sentirse un rosal
en septiembre: pleno, próximo a estallar incapaz de resistir la ola
de vida que asciende y circula por sus venas. La esperanza está
próxima a convertirse en realidad.
Se ha esperado mucho tiempo, han transcurrido muchos
días, terribles y amargos días, días de silencio, días en que se
prefería no recordar que se tenía esperanza, días de rencor contra

243
Letras Anarquistas

aquello que impedía su desarrollo, días de desprecio para lo que


pudiendo vigorizarla, no la vigorizaba.
Días de desprecio, en fin, para sí mismo. ¿Cómo se pudo
poner una esperanza en manos tan inhábiles, entregarla a dedos
tan torpes, a fuerzas tan inútiles?
Todo aquello, sin embargo, no fue en vano: aquí está la
esperanza, rebrotando con una fuerza que produce miedo, con
una que está casi más allá de nuestra capacidad de soportarla. Es
triste, claro está, muy triste que una esperanza se nutra de hombres
muertos, de ciudades rendidas o destrozadas, de incendios, de
sangre y de exterminio, pero no siempre le es dado al hombre
elegir la materia con que se nutrirá la esperanza.

244
Letras Anarquistas

LOS ANARQUISTAS

Santiago, primer trimestre de 1949.


Revista Nº 49.
Revista BABEL
José Santos González Vera

Con lentitud llegué al convencimiento que debía ser


productor. En mis empleos fui mísero intermediario. Quería
crear algo, servir así a mis semejantes.
En las reuniones del Centro Francisco Ferrer conocí a
varios zapateros. Eran los trabajadores más ilustrados, con la sola
excepción de los gráficos, que se cultivan trabajando.
El zapatero efectúa su oficio, al menos en parte,
mecánicamente. Hasta sin quererlo echa a volar su imaginación.
Cualquiera que sea su entendimiento, él lo pule. Los más poseen
una idea del mundo, algo como un sistema. Puede haber entre
ellos individuos frívolos, pero la mayoría tiene una firmeza nada
común.
Inicié mi aprendizaje en el taller del viejo Silva, zapatero
honorable, alto, huesudo. De cada hueso o arruga suya fluía
bondad. Fue borracho perdido. Con sus compinches consumía
un chuico en cosa de horas. Cuando el vino les rebalsaba de la
garganta, echábanse el resto en los bolsillos, se restregaban la cara
con él, hacían locuras; pero alguien debió decirle que este vicio
degrada, y debió ser en esos raros instantes en que el ser humano
está en disposición de cambiar de rumbo. Manuel Antonio Silva
cambió el vino por el agua, y comenzó a leer La Conquista del
pan.
Aunque su natural fuera rudo, fue dulcificándose por
obra de sus nuevos pensamientos. Su voz no por gruesa y gastada
era menos cordial. Logró mantener a su familia en la decencia y
dispuso de un buen traje para visitar a los abogados, los jueces

245
Letras Anarquistas

y otras personas de calidad. Hacía las veces de delegado de los


anarquistas. Manejaba el poco dinero que éstos reunían. Lo
acompañé en una visita que hiciera a don Carlos Vicuña, cuando
éste habitaba en calle Jofré.
Quizás fuimos a pedirle que defendiera a Rebosio1. Don
Carlos habló con vigor y elocuencia de la libertad. Lo escuché
enteramente. Sin embargo, se interrumpió por un instante y
me fulminó con una frase. Aludió a cierta sonrisa mía. Quedé
confundido. Ignoraba que estuviera sonriendo y cuando atiné a
excusarme él proseguía su monólogo. Al irnos me dio la mano
como si el pequeño incidente no hubiera existido. Toda la tarde
estuve preocupado.
En la noche púseme ante el espejo e hice morisquetas y
ensayé cuanta posibilidad de expresión cabía en mi rostro. Hube
de convencerme que al extremar mi atención se distendían mis
risorios, fenómeno que me daba la apariencia de sonreír.
Trabajaban con el viejo Silva dos zapateros. Los primeros
días debí observar el arte zapateril y leerles páginas de Kropotkin
o de Sebastián Faure. Un ácrata andariego dijo que en Cuba los
tabacaleros, mediante lectores pagados, junto con ir envolviendo
los habanos, enriquecían su espíritu. El viejo Silva disfrutaba con
la lectura. Solíamos tener un corro de diez personas.
Pronto me entregó zapatos para lijarles la suela. A
continuación aprendí a coser. Empero, mi especialidad era la
terminación. Dejaba la suela plana, lustrosa, y no había detalle
perfectible que no atendiera. Me imbuía en la obra y las horas
volaban.
–¡Claro es que los ha dejado muy bonitos! ¡Pero así no
ganará ni para comer! - exclamaba mi maestro y soltaba su

1
Redactor y editor del periódico anarquista Verba Roja (1896-1920). Desde sus
páginas estimuló la objeción de conciencia entre los jóvenes. Al ser llamado a cumplir el
Servicio Militar Obligatorio se niega. Esto provoca la reacción furibunda del Ministerio
de Guerra, que ordena su reclutamiento como remiso en un regimiento. Luego de
padecer dos años de insólita tortura -y frente a un amplio movimiento de presión social
que pedía su licenciamiento militar- regresa a la vida civil con graves secuelas físicas,
que lo conducen a su suicidio.

246
Letras Anarquistas

risotada. Sólo entonces caía en la cuenta de que había gastado


una mañana en pulir un par de zapatos viejos.
A cambio de mi lento trabajo, dábame almuerzo y algún
dinerillo. Casi a diario su mujer me ofrecía porotos. Le quedaban
muy sabrosos. Sólo mi madre los hacía mejores. Después de un
trabajo intenso, toda comida es exquisita y ambrosía pura. Los
oficinistas e intelectuales ignoraban esto. En cambio, qué bien lo
saben los carpinteros, los paleros, los herreros. Y si luego de comer
uno se echa en el suelo y recibe el calor de la tierra sobre el pecho
y el vientre, en torno alienta el nirvana.

II

Cada domingo iba al centro. En éste sólo existía secretario.


Los anarquistas, en su afán de eliminar la autoridad, acabaron con
los presidentes. El término presidir involucra la idea de mando. El
vocablo secretario la de función. El secretario cumple acuerdos, no
tiene poder. Este concepto que disminuye la autoridad, al menos
en apariencia, se incorporó más tarde a las costumbres sindicales.
Nuestro secretario no era permanente. Cualquiera sugería:
“Que actúe de secretario el compañero Amorós”.
Sin chistar el camarada Amorós sentábase ante la mesa y
ofrecía la palabra. Alguien levantábase para decir lo suyo. Nunca
faltaron oradores. En potencia todos lo eran, y más de alguno
no habría persistido en sus ideas si, durante un año, se le hubiese
prohibido disertar. La revolución es verbo.
Solían asistir personas ajenas al grupo, que leían una
conferencia o pronunciaba un breve discurso contra algo. Hablar a
favor no era frecuente, salvo si se trataba de Kropotkin, Malatesta
o Bakunin2.
Apareció una joven profesora. Vestía sencillamente. Era la
primera mujer que hablaba ante nosotros. Las demás, muy pocas,
toleraban nuestras ideas más por ser cónyuges de ácratas que por

2
Filósofos y luchadores anarquistas. Ejercieron gran influencia en el mundo sindical
internacional a fines del siglo XIX e inicios del XX.

247
Letras Anarquistas

nacerles. La joven leyó varias páginas sobre emancipación femenina.


Pasaron años y la vi nuevamente: cruzó en bicicleta por un paseo.
Era la segunda impresión de modernidad que me producía. Nunca
más torné a encontrarla. Su nombre era Rita Mar.
Fuera de los chilenos, se dejaban ver en el centro un
sueco de ojos azules, que no despegó sus labios jamás; un inglés
cariancho, acaso nacido en un dominio británico, que tampoco
dijo palabra; un ruso, tipógrafo, de voz profunda; otro, eslavo
también, comisionista, fino, bajito, delicado, con el terror de
Siberia en su semblante; un tercero de nariz respingada, de oficio
sombrerero, y un vidriero de ojos hundidos.
Los españoles abundaban: Universo Flores, repartidor de
pan, inmenso, opulento, de rostro infantil; Francisco Rodríguez,
bajo, de ojos risueños, que escuchaba largo rato y terminaba
expresando su disconformidad con cualquier discusión teórica.
Invierno y verano, un año y otro, solía decir:
–¡Debemos ser prácticos! ¡Hay que fundar sociedades de
resistencia!
Era comerciante. Compraba y vendía en los remates. Al
surgir la República en España, allá se fue y murió defendiéndola
en Asturias.
Casimiro Barrios, otro español, bajo y blanco, alegre,
hombre excelente, era empleado de tienda en calle San Diego.
Su simpatía hacíalo objeto de trato especial. Si cerca de la tienda
había un mitin, su patrón le permitía abandonarla por una hora.
Iba, decía un torrente de encendidas palabras y tornaba a vender
telas. En la época de Ibáñez fue apresado y conducido a Arica.
Más tarde dos pesquisas santiaguinos fueron por él. El prefecto,
que previó algo siniestro, exigió se le firmase un recibo antes
de entregarlo. Los agentes cumplieron la formalidad, llevaron a
Barrios al valle de Azapa y en la cuesta de Ramírez lo asesinaron
y enterraron. En el gobierno de Montero, el Congreso dio pensión
a su viuda. Barrios dejó cuatro o cinco hijos.
Otro español fue José Clota: altísimo, muy encorvado,
flaco, era cristiano puro. Odió los posesivos. Decía “la mujer”,
“la hija”, pero ni por equivocación “mío o mí”. Trabajaba
248
Letras Anarquistas

catorce horas diarias en su banco de zapatero. Sólo una vez tuvo


ayudante y como éste le dijera, en un momento de enojo, que lo
pulmoneaba, resolvió trabajar a solas. Así lo hizo a lo largo de su
vida. Los domingos vendía La Batalla en las calles del centro. Al
cabo de un decenio se consagró únicamente en su oficio. Quizás
si ya había nacido su hija y quiso asegurarle el porvenir. Clota
murió del corazón.
Moisés Pascual, gran carpintero, representaba a Cataluña.
Era y sigue siendo algo así como primo hermano de Nuestro
Señor Jesucristo. Administraba el periódico. Una vez por semana
íbamos a su casa a revisar los impresos llegados en el último
correo. Agradábame sobremanera ver un periódico anarquista de
Cantón, escrito en chino y esperanto.
Ángel Fernández, primo de Casimiro Barrios, era tardo
de oído. En un comienzo fue libertario, luego le entró curiosidad
por la teosofía y por el nietzscheanismo. Leyó incontables veces
Así hablaba Zarathustra. Parecían no importarle los hechos del
mundo. En los corrillos pretendía escuchar poniéndose la mano
tras de su oreja. Si era conversación banal, retirábase a un rincón
y miraba a los demás en estado de ausencia. Su conversación era
deshumanizada. Nada terrenal valía para él. No obstante, si podía
dirigirse al auditorio hablaba con palabras escogidas y tono trémulo.
Costaba entenderle. Se le aplaudía con tremenda parquedad.
Dijo en una reunión que Augusto Comte3 murió “porque
las células de su cerebro se le deshidrataron”. Tal afirmación le
valió una mirada oscurísima de don Carlos Vicuña.
Trabajaba de noche en una empresa de pompas fúnebres.
Solía ir a visitarle. Me acogía con su mirada de Lázaro. En seguida
leíame con unción fragmentos de Nietzsche, de las Rubayatas. A
pesar de la índole de sus lecturas, en cualquier instante estallaba
en risotadas del todo impertinentes. No se refería jamás a la vida
y subsistía sólo para leer y meditar. La única confidencia que me
hizo fue ésta:

3
Filósofos (1798-1857). Fundador de un sistema filosófico basado en lo
predominantemente científico.

249
Letras Anarquistas

–He logrado ser como el adobe. No siento frío ni calor.


La última vez que lo vi pretendía subir a un tranvía, en
Mapocho. Llevaba los brazos cargados de paquetes pequeños y
tenía un inconfundible aspecto de fantasma, de hombre humo.
Teófilo Dúctil Pastor y Amado, a quien se le decía Fiolín,
era miope. Sus cabellos colorines avanzaban sobre su frente a
modo de visera. Poníase el sombrero en la nuca. Si no estaba
discutiendo ardorosamente, hallábase arrimado a la pared con un
libro montado en su nariz. Vino de España a la Patagonia, en
donde fue pastor. Por su cortedad de vista él andaba por un lado
y las ovejas por otro. Una noche sintió que se había extraviado.
Dio voces durante un rato y, como nadie le respondiera, optó por
dormir a la intemperie, acurrucado en su manta. Al amanecer
pudo enterarse de que había pernoctado en la vecindad de las
casas. Hizo algunas economías y vínose a Punta Arenas, pagó un
año de pensión y leyó a su regalado gusto. Cuando se le acabó
el dinero partió a Concepción, con el deseo de pasar allí sólo
una temporada. Le pareció derroche arrendar un cuarto y buscó
acomodo en una cueva del cerro Caracol. Al salir o volver a
ésta, una chiquitina que habitaba en la casa más cercana al cerro
preguntaba a su madre:
–¿Dónde vivirá, mamá, cuando para allá no queda
ninguna casa?
Se vino a Santiago. Su único conocido era el pintor Prida,
cuyo domicilio ignoraba. Recorrió la capital y halló conveniente
alojarse en el edículo que existía en plaza Italia, llamada por los
santiaguinos “casitas de agua”. Escribió a su amigo al Correo
Central. Fiolín no se atrevía a dormir sin precauciones. Éstas
consistían en irse a pie a la Estación Central a paso rápido y regresar
al trote. Cuando Prida vino a buscarlo lo encontró dormido.
El pintor lo llevó a su casa, en donde vivía también Abelardo
Bustamante. La comunidad era vegetariana y disponía de un saco
de higos secos que, para librarlo de las ratas, suspendían de una
viga al salir en la mañana.
Fiolín leyó todas las obras editadas por Sempere y cuanto

250
Letras Anarquistas

publicara la Editorial Razón y Fuerza, fuera de algunos centenares


de otros libros profanos. Sabía de todo. Pronto empezó a colaborar
en periódicos anarquistas.
Vagaba sin rumbo. Vagando se encontró en la Estación
Alameda con un grupo. Al acercarse se enteró que era un enganche
para las salitreras. Se alistó inmediatamente. Como el tren debía
salir en seguida, arrojó la llave de su pieza en un hoyo y partió
con la conciencia tranquila. El trabajo de las salitreras no fue de
su gusto. Se fue a Iquique y entró de mozo en un circo. Su tarea
consistía en vestir a los monos. Ponerles el pantalón no le costaba,
pero si el chaleco. Los monos le envolvían sus manos y olas en el
cuello y casi lo estrangulaban. En las funciones anunciábase con
grandes letras la actuación del “terrible oso negro”. En las horas
ordinarias la fiera solía abandonar la jaula, que no era muy sólida.
Todo era verla y darle tal cual varapalo para que el “terrible oso
negro” volviese a encerrarse gimiendo.
De nuevo en Santiago, formó un grupo para estudiar
esperanto y continuó echándose libros al cuerpo. Transcurrido
un tiempo lo ganó el deseo de irse a aventurar a Buenos Aires. Allí
aprendió francés en un par de meses y tradujo obras de Romain
Rolland4. Más tarde ofreciéronle un puesto de redactor en un
diario de Mendoza.
De repente vino el anuncio de que en Rusia se había
producido la revolución social. Prodújose un estado de anhelo
y excitación. El pueblo recibió la nueva casi delirante, pero los
anarquistas tenían sus reservas. Fiolín apareció una vez más en
Santiago. La revolución rusa le había conmovido hasta las entrañas
y venía a crearle ambiente. Los ácratas rechazaron su invitación a
fraternizar con los bolcheviques. Odiaban la autoridad, detestaban
al Estado y no querían ninguna dictadura, por transitoria que
fuese y aunque se ejerciera en nombre del proletariado. Aceptaban
el comunismo, pero no el control de las opiniones. Treviño fue su
más ardiente impugnador. En otros países ocurrió algo semejante:
4
Obtuvo el Premio Nóbel de Literatura en 1914 por sus obras de hondo contenido
pacifista (1886-1944). Crea en conjunto con otros intelectuales europeos (Einstein,
Nicolai, Max Well) la Internacional Contra la Guerra.

251
Letras Anarquistas

Sacha Kropotkin, hija del filósofo del anarquismo, abandonó a


su marido cuando advirtió que éste se inclinó al comunismo
dictatorial. Fiolín, muy triste, partió a Mendoza, en donde siguió
de periodista. No volvimos a tener noticias suyas. Al parecer,
falleció unos quince años más tarde.
Amorós era un hombre modesto, sin brillo, poco locuaz.
En la dictadura de Ibáñez, la policía lo desterró a Mendoza. No
pasó largo tiempo sin que el dictador sufriera la misma suerte.
Una hija de Amorós entró a su servicio. Amorós, cuya naturaleza
de propagandista manteníase intacta, le hizo llegar al general,
por mano de su hija, un ejemplar de La Conquista del pan, de
Kropotkin. Apenas lo leyó el señor Ibáñez, alabó el libro y encontró
excelentes las ideas, y hasta habló de implantarlas cuando volviese
a gobernar. Ese fue el único triunfo de Amorós el sencillo.
Los anarquistas chilenos eran pobrísimos. De los
extranjeros, en su mayoría obreros especialistas, desertaron
los más. Con los años los he visto a la cabeza de industrias y
comercios. El nivel de nuestra vida era demasiado bajo para ellos.

III

En el hogar del viejo Silva reuníanse al anochecer algunos


camaradas. Era frecuente dar término a la tertulia en un café de
avenida Matta. Solíamos ir por la calle cantando:

Arriba los pobres del mundo.


de pie los esclavos sin pan.

Tal costumbre gregaria nos daba apariencia de canutos.


La gente no disimulaba su piedad al vernos pasar, porque siempre
se compadece al que profesa una religión extranjera.
Aunque los anarquistas proceden como si no hubiera
Dios, y niegan al Estado, por su fe en la sociedad futura, por su
confianza en la revolución social, por creer que las posibilidades
del ser humano son infinitas, y por su adoración de la libertad

252
Letras Anarquistas

ilimitada, constituyen una iglesia. Un anarquista no pondrá


nunca su fe en San Antonio de Padua ni en San Ambrosio, pero
en su corazón reverencia a Bakunin, Malatesta, Kropotkin. Lo
que uno ama lo ama religiosamente. Es así la condición humana.
Una vez que sonaba el último verso de “La Internacional”,
seguía otro canto. Era muy de mi agrado el “Himno de Turati”,
que ya nadie recuerda:

Venid todos compañeros


a la lucha que se empaña,
la encarnada y libre enseña
luce al sol del porvenir.
Mutuo pacto es nuestra enseña
que resulte un acicate
la gran causa del rescate
no halle nunca traición vil.
Desunidos, plebe somos
pero fuertes cuando unido,
sólo triunfan los fornidos,
los que tienen corazón.

Entre los ácratas era Joaquín Catalán quien nos hacía cantar.
Descendía de españoles y su oficio era pintor de carruajes. Catalán
poseía una voz dulce y él mismo lo era. No pronunció jamás un
discurso, ni discutía. Sólo cantaba. Su repertorio era inagotable.
Otra canción que no he vuelto a escuchar, y cuya melodía romántica
me hizo mella, era ésta, tal vez originaria del Perú:

Se fue la ingrata de aquí muy lejos,


a otro mundo se fue a habitar,
en otros brazos, con otros besos,
sus juramentos querrá olvidar.
Y aunque muy lejos de aquí te vayas,
mujer ingrata, yo te he de amar
porque el volcán que en mi alma se halla
con esta ausencia crecerá más...
253
Letras Anarquistas

Acaso estos versos no digan nada y puedan parecer


vulgares, pero su melodía me rondaba. Comenzaba a sentir interés
por la mujer y, oyendo la canción, imaginaba mil historias en que
era feliz o espantosamente desgraciado. Primero uno ensaya el
amor dentro de su cabeza. Después trasciende.
Otro cantor, compañero de aventuras de Manuel Rojas,
fue el Negro Nieves. Era menudo, de cabellera negra, ojos
risueños, color muy moreno y una vestimenta hecha de roturas.
Tanto su vestón como su pantalón eran pura tirilla, pero cuando
cantaba –tenía voz de tenor- convertíase en hombre de oro.
En el café juntábanse varias mesitas y comenzaba la
charla. No faltaba quien contara sus experiencias. Los libertarios
eran vagabundos, en parte por influencia de Gorki, en parte por
espíritu internacional. Hallábase un argentino, Pica, repartidor
de pan, que conocía muchos países. Tenía qué contar... Estando
en Montevideo bajaron dos anarquistas italianos expulsados de
Argentina. Recibieron pasaje directo a Italia. Resolvieron quedarse
en Uruguay, tierra libre, asilo de perseguidos, y ofreciéronle el
pasaje. Pica lo aceptó contentísimo. Llegó a Italia y la recorrió
paso a paso. Se acostumbró a ir de una tierra a otra. No había
patria bastante grande para él. Era vigoroso, pequeño, muy corto
de vista, rosado, con anteojos de anciano. Su memoria carecía
de fin. Alguna vez nos relató Los Miserables. Los representó. A
cada personaje hacíale hablar con su tono. Era imposible no
escucharle. Después no he conocido persona que usara tan bien
los admirativos, los interrogativos, y que supiera narrar con tanto
arte.
Su pensamiento secreto quizás fuera el hacerse escritor.
Poseía una decena de gruesos cuadernos en que anotaba sus
ocurrencias con letra clara y redonda. En un viaje por el interior
de Argentina fue apresado por carecer de documentos personales.
Comenzaba a generalizarse el uso del pasaporte, que tanto daño
causa a las personas honradas. Al encontrarle los manuscritos y
leerlos, supuso el policía que José Lejo Pica, por su mal traje y
su aspecto humilde, no podía ser el autor. Además, pronunciaba

254
Letras Anarquistas

mal. No decía acto, sino ato; por defecto decía defeto. Y así. Se le
retuvo varios días en el cuartel por si aparecía el cadáver de algún
escritor en las inmediaciones...

IV

Cada domingo, a las dos de la tarde, llegaba la gente al


Centro Francisco Ferrer. Este habíase mudado a un bodegón
de la calle Cóndor, muy hondo, en el cual cabía un centenar de
personas.
Antes de iniciarse la reunión, formábanse grupos en la
acera y en la calle. Cada corrillo era una facultad en potencia. Si
uno ponía la oreja cerca del zunco Ramírez, vendedor de billetes
de lotería, las palabras célula, electrón, molécula, constancia,
vibración, formaban la médula del discurso.
–Por todo esto –decía– uno a ratos existe y a ratos no. Si
me preguntaran si tú vives no sabría qué responder. Sueles existir
y al instante no eres nada, te has desintegrado.
Sus oyentes desgranábanse con presteza. Nunca agrada
la duda.
El español Francisco Rodríguez insistía:
–Hay que ser práctico. Menos definición y más
acción. ¿Para qué hablar tanto? ¿Para qué perderse en palabras?
Organicemos sociedades de resistencia. En cada taller, en cada
fábrica, debe organizarse una sociedad. Así se le hace frente al
capital. Hay que ir al pueblo y no predicar a las nubes. ¿Qué
obtenemos hablando para nosotros? Sabemos lo necesario. Ahora
viene la acción.
Al fin sonaba la campañilla y entraban.
–¿Qué camarada desea hablar?
Nadie chistaba.
–Podría hacerlo el compañero Pinto... –sugiere alguno.
Augusto Pinto hablaba con notable exaltación poética.
Cogía una idea y de sus labios salía un poema en prosa. Su rostro
era luminoso, sobresalía por su saber y su buen juicio. Siempre

255
Letras Anarquistas

apelaba a la parte noble de los individuos. De sus palabras quedaba


algo reconfortante, pero era parco y rara vez quería hablar. Al ser
aludido bajó la cabeza e hizo un gesto negativo. (Tal vez lo único
que los demás echaban de menos en sus oraciones líricas era la
falta de un par de injurias).
Entonces un hombre muy gordo, de ojos muy negros y
bigotes de largas guías se pone de pie y avanza hacia la mesa. Se
produce un murmullo de disgusto. Él sonríe con bondad y mira
al auditorio suavemente. Mas el ruido continúa y los rostros se
contraen.
El orador saca su reloj Waltham, algo más pequeño que
un despertador, lo deposita en la mesa, lo observa y expresa:
–Hablaré hasta las cuatro...
Hubo quien protestó al momento porque apenas eran las
dos. Otros dejaron la sala. Los demás adoptaron la actitud del que
espera en una estación.
–La psicología de la palabra acracia, credo liberador de
la especie humana, arranca del fondo de los tiempos, porque no
debemos engañarnos...
Cada vocablo lo moduló con cuidado y lo degustó. Mas
nada de lo que iba diciendo era urgente. Su contenido podía
bastar para una charla privada con personas de confianza, que
estuvieran habituadas al parloteo.
Los ácratas salieron de la sala y llegó un instante en que,
fuera del orador, no permanecían allí sino el secretario, Augusto
Pinto, y dos personas más, capaces de oír llover durante una
semana sin advertirlo. El hablante adoptó un aire contrariado y
expresó, no sin melancolía:
–Se habla mucho de libertad, pero cuando un compañero
quiere dilucidar un problema, todos escapan –y cogió su reloj y
fue a ocupar su asiento.
No bien se hubo sentado cuando los ausentes entraron en
masa. Poco después se incorporó otro grupo pequeño.
–¿No se le ocurrirá hablar a éste? –preguntó, temeroso,
Valdebenito a su vecino.

256
Letras Anarquistas

–¿Quién es?
–El Hombre Fiera. Al hablar hace doler la cabeza.
El Hombre Fiera estaba pegado a la pared en el fondo de
la sala, con sus brazos cruzados sobre el pecho. Era de estatura
mediana. Sus ojos claros y grandes expresaban un poquitito de
desdén. Adivinábase en él una voluntad de aislamiento. A su lado
se hallaba un individuo corpulento, de cara grande, que le hablaba
con respeto.
–¿No podría decirnos algo el compañero Alcides? -sugirió
el vecino de Valdebenito, más con la intención de molestar
a éste que por deseos de oír a aquél. Valdebenito le aplicó un
codazo disimulado. El secretario miró al camarada Alcides
interrogativamente. Un momento después Alcides se aproximó a
la mesa. Dio una mirada desdeñosa a los demás y aguardó que se
hiciera silencio.
–¿Sobre quiénes descansa el capitalismo? ¿Quién sostiene
a la Iglesia? ¿Quiénes forman el Ejército?
–Cuando empieza así nadie sabe en qué terminará –aseveró
uno.
–El capitalismo descansa sobre los hombros de los pobres.
Son los famosos pobres quienes mueven las máquinas, cargan el
fusil, mantienen los templos, labran el campo, levantan casas,
hacen caminos, sirven de policías, cocinan, cosen, lavan, extraen
minerales, mueven los barcos, inventan, escriben a favor de los
expoliadores, qué sé yo. ¿Los carceleros son acaso millonarios?
Es necesario abrir la mollera de los trabajadores y decirles
que desarrollen su personalidad, que se endurezcan y se nieguen a
mantener al Estado. Sólo la acción del hombre emancipado puede
echar al suelo los poderes que hoy nos subyugan. La lucha, pues,
debe radicar en el individuo que expresa su voluntad por sí mismo,
fuera de todo partido, lejos de toda sociedad y de cualquier ligazón
que ineludiblemente conduce a la tiranía. Nosotros no queremos
reemplazar a los mandones ricos por mandones proletarios.
Debemos luchar porque sean libres por igual todos los hombres.
Un hombre dispuesto a mantener sus principios vale más que la

257
Letras Anarquistas

multitud gregaria y dócil.


Aunque oían con interés, oían con disgusto. No podían
negar que lo dicho por el camarada Alcides era verdadero, pero
sus ideas daban a la verdad un perfil antipático.
–El derecho, ¿qué es el derecho? Algo que los poderosos
pisotean cuando quieren. No existen sino hechos. Tú eres
fuerte, tú persistes, y realizas parte de tus aspiraciones. Ahora,
si no actúas, deberás contentarte con las migajas, con lo que te
abandonen buenamente los mandones. Es la acción individual,
constante, secundada por cada asalariado, la que podrá darnos
el triunfo final. Yo me digo: si todos los pobres abandonaran su
función, y se cruzaran de brazos hasta que la sociedad se ordene de
manera justa, ¿quién podría oponérseles? ¿Qué ejército sería capaz
de reducirlos? Ninguno. Para llegar a esto hay que apelar a la
conciencia de cada cual y decirle que use su cabeza y su voluntad,
que no olvide el fin...
Rodríguez se dirigió hacia la mesa con paso nervioso:
–Estos individualistas son divertidos... ¿Cómo podríamos
hacer frente a la burguesía desunidos cuando ésta ataca en filas
compactas? Al proletariado hay que organizarlo para que lo respeten
y consiga algo. Alcides es lector de Nietzsche y defiende ideas de
libros. Sí. Mi modo de ver es que se debe afrontar la vida como es.
¡Sabemos que los pobres lo hacen todo! Mas, ¿qué conseguimos
con decirlo? Si no se unen en sociedades de resistencia, ¿cuándo
cambiará el mundo? En palabras la revolución social está hecha
hace siglos. Otra cosa es operar el cambio. Ahí viene el forcejeo,
incluso con los proletarios mismos. No digo que apoyemos a los
partidos reformistas, a los partidos obreros, puesto que fatal es que
trabajen para la burguesía apenas lleguen al poder, porque todo
el mecanismo social está hecho para conservarle sus privilegios.
Tampoco recomendaría atacar a los políticos obreros mientras
sean consecuentes con sus principios. La lucha es muy seria y para
hacer camino debemos aliarnos con cuantos nos pongan buena
cara. Lo interesante es robustecer la acción directa y no olvidar
que nuestro fin es formar una sociedad a base de grupos afines, de

258
Letras Anarquistas

productores conscientes, a la cual cada hombre dará su esfuerzo y


recibirá lo que necesita.
Al término de las disertaciones dejaban la sala y se
fraccionaban en grupos, que seguían discutiendo.
Clota solía hacerme un gesto y nos poníamos en camino.
En Alameda esperábamos el tranvía.
–¿A cuál subiremos? –le pregunté una vez.
–¿Y qué te importa? –fue su respuesta.
Guardé silencio y esperé que decidiera. Subimos al
primero que llegó y fuimos a dar a la tornamesa. Seguimos a pie
largo rato oliendo el aire del campo. Luego nos metimos por un
potrero. Después de cansarnos me invitó a un rancho del que
salía humo. Allí, junto con engullir algo, Clota promovió una
conversación, no acerca del tiempo, sino sobre pobres y ricos. ¿Por
qué éstos se enriquecían, por qué aquéllos permanecían en atroz
pobreza?
Era difícil que su interlocutor no se impresionara. Los
pobres sospechan que son robados, ciertos pobres que además
son astutos están absolutamente seguros de serlo; no se les escapa
que parte de su esfuerzo no vuelve a su bolsillo, sino que se
empoza en el de los dueños, acaso porque éstos tienen bolsillos
más grandes, pero no saben cómo defenderse. Les interesaría
saber cómo liberarse, mas no suelen confiar en ninguno de los
medios, y se resignan a su suerte. Clota, en sus paseos, dejaba una
sentencia latente. Sabía que ninguna palabra se pierde y las decía
con mesura y claridad. ¿No podía ocurrir que entre los oyentes
estuviese el hombre que mañana sería un gran luchador?

En el taller del viejo Silva había mirones a cualquier hora,


y mañana y tarde venían visitantes. No cesaba la conversación.
Después de almuerzo llegó un señor de nariz bastante aguileña
y algo roja, de espaldas un tanto curvadas. Cubríase con un
sobretodo gris claro. No fue acogido con delirio. Entró y al

259
Letras Anarquistas

momento extrajo de su faltriquera un libro doblado contra el


lomo.
–Kropotkin, rebatiendo a Malthus, dice que cuando haya
necesidad hasta de las piedras se podrá obtener alimento. Es algo
raro. ¿Qué opinan ustedes?
–En el cerro San Cristóbal suelen verse peñascos
atravesados por una raicita –expresó Alcides que estaba apoyado
en la pared-. He leído que en Japón siembran los cerros del plano
a la cúspide. En ésta, si hay rocas, echan tierra y plantan encinas.
Por lo demás, la tierra sobra en todas partes y lo que no dé ésta lo
dará el mar, y luego el hombre está inventando lo que hace falta...
–El individuo de nariz aguileña miró su reloj y dijo:
–Me voy. Tengo que cumplir varias órdenes. Mañana a
las cuatro iré a detener a Rebosio. ¡Hasta otro día!
–¿Quién es? –pregunté.
–Es el pesquisa Prado. Es curioso, muy lector, visita a casi
todos los anarquistas y nunca deja de llevar un libro. Conoce las
ideas mejor que nosotros. Sin embargo, dudo que su interés sea
sincero, si no ¿por qué ejerce tan feo oficio? ¿Por qué no trabaja en
algo útil? Es joven todavía y tiene buenas manos... ¡Sería bueno
avisarle a Rebosio que no se deje ver!
–Podría irse al puerto -dijo el viejo Silva dando vueltas al
tirapié como si fuera un rosario.
–Este pesquisa no será jamás un hombre emancipado
–sentenció Alcides. Es débil. Lo he visto leer en los tranvías.
Es uno de sus vicios, pero no compra un libro. Los pide a los
compañeros. No obstante, dispone de plata para beber. De noche
anda con paso vacilante. ¿Qué se puede hacer de un hombre así?
No deja de ser extraño, al fin, su interés por cultivarse. Yo digo
que para vivir se necesita valor... La mayoría no lo posee y se
entrega al juego, a la pereza, a la bebida, a las mujeres y también
a la religión. Cuesta ser hombre, serlo siempre y sacar fuerzas de
sí mismo. Es más fácil embriagarse, llorar sobre la almohada en
la oscuridad o esperarlo todo del cielo. Sin embargo, ¿quién, por
infeliz que sea, no consigue resolver sus propias cuestiones en la

260
Letras Anarquistas

medida de su capacidad? Con la cabeza y las manos se llega a


cualquier resultado, pero vivimos todavía en la edad teológica.
¿Llegará el día en que el hombre se afirme en sus pies solamente?
¿Lo verá alguien reemplazar a los dioses por la reflexión, por
su buen sentido? ¿Qué son ahora los hombres? Una piara, una
multitud, algo sin cabeza, es decir: nada. Los engaña el diputado,
los engaña el comerciante, los domina el militar… -en esta parte
hizo el gesto de escupir pero se contuvo y no habló más.

VI

Los zapateros habían llevado su astucia para conseguir


mejoras a un grado sublime. No hacían huelgas generales, sino
parciales. Tampoco las promovían al azar. Estudiaban cuál podía
ser la mejor época. Decidida la fecha, la huelga se declaraba en
una sola fábrica...
Mientras el patrón respectivo estudiaba las peticiones, los
operarios de las otras mantenían a los huelguistas. Si el patrón no
resolvía con presteza, perdía los pedidos y podía quedar expuesto
a la quiebra. Casi siempre adoptaba la melancólica resolución de
ceder. Entonces entraba en aprietos el segundo fabricante.
Lisperguer, hombre severo, de ojos azules, hundidos, y de
tupidas cejas, era el redactor de los manifiestos. Antes los redactó
en la pampa salitrera como colaborador de Recabarren, pero hubo
de venirse al sur porque en ninguna oficina quisieron darle trabajo.
Aprendió tipografía y los redactó para los gráficos, que también
ensayaron la huelga parcial. Poco a poco los impresores fueron
cerrándole las puertas, y fue necesario que aprendiera un tercer oficio.
Eligió el de zapatero. Los industriales no tardaron en repudiarlo.
Los más exagerados no querían ver ni su sombra. Entonces se hizo
zapatero remendón. Como otros anarquistas, acaso a modo de
consuelo, mezcló a sus ideales una miaja de teosofía.
Entre los anarcos estimábase deber la solidaridad con
cualquier huelga, sea dando ayuda económica, sea participando
en los desfiles.

261
Letras Anarquistas

Con otros neófitos me incorporé a una larga columna de


zapateros huelguistas que se movía desde Mapocho, por calle del
Puente, hacia avenida Matta. Los anarquistas, muy numerosos en
este oficio, marchaban cantando.
En la esquina de Rosas vimos al pesquisa Prado,
naturalmente con un libro de Sempere en la mano, que con sigilo
atravesó por detrás de la fila nuestra, musitando al pasar:
–¡Váyanse porque más allá les van a pegar!
–¡No hay que hacer caso a estos perros! Lo dice para
atemorizarnos –exclamó indignado un valentón que iba a mi
derecha. La columna siguió su destino. Llegó a la Plaza de Armas
–adormecida con el cantar de los gorriones–, arribó a la Alameda
de la Delicias, torció a la derecha y siguió por San Diego. Los
desfilantes prorrumpían en estentóreos abajo esto, arriba eso,
muera tal, viva cual, o uno que otro canto revolucionario.
A la entrada de San Diego se incorporó un peluquero,
persona seria, conquistada para las ideas hacía poco. Iba en una
fila delantera. Con los cantos y los gritos no sentíamos el camino y
nuestro estado de ánimo era delicioso. Un coche de cajón movíase
lentamente por la izquierda. Dentro iban unos señores de ropaje
oscuro. Al llegar a un solar, algo más acá de Diez de Julio, los
cuatro sujetos que caminaban delante de nosotros levantaron el
brazo a la vez y azotaron las cabezas de los que avanzaban en la fila
delantera con sendos laques de goma, que llevaban mañosamente
disimulados en las mangas. En aquélla iba el peluquero. Algunos
cayeron sangrando, otros quedaron atontados. Hacia el comienzo
de la columna debió suceder otro tanto porque ésta se dispersó.
Varios individuos corrieron en busca de amparo hacia las puertas.
Detúvose el coche y pude ver que se asomó un vejete negro, con
el paletó cerrado cerca de la garganta, de mejillas rojas, decoradas
con larguísimas chuletas, y de ojos velados por lentes opacos. Se
cubría con sombrero, negro también, de forma cordobesa.
Sus acompañantes, jefes de la policía secreta, daban
órdenes a los pesquisas que seguían rompiendo cabezas de
huelguistas.

262
Letras Anarquistas

Mientras corría, movido por la necesidad de vivir


un tiempo más, comprendí cuán verdaderas resultaban las
aseveraciones del filósofo Alcides: jefes y agentes eran pobres; no
obstante, con qué ardor apaleaban a otros pobres que luchaban
por mejorar su salario.
Los huelguistas heridos, como es costumbre, detenidos
por alterar el orden público. El Comité Pro Presos buscó abogado
y, en la mañana siguiente, fuimos a la Justicia. Vi salir de la
Sección de Detenidos al peluquero con la cabeza tan vendada
que parecía cubierta con un turbante. Lo condujeron al juzgado.
Al mediodía el juez lo dejó en libertad bajo fianza, sin perjuicio
de requerimientos y citaciones. No pudo probar que fue atacado.
¿Quién podía atacarle si no daba motivos? El hecho de estar
herido era presunción en su contra.
El peluquero, espantado con tan atroz bautismo, no se
dejó ver en ningún otro mitin o desfile. Poco a poco devino
espiritista, aunque alguna vez dio tal o cual suma para reeditar
libros de Kropotkin.

263
Letras Anarquistas

CRONISTAS DE DIARIO

Santiago, segundo trimestre de 1950.


Revista Nº 54.
Revista BABEL
José Santos González Vera

Me llegó un telegrama firmado por Ernesto Silva Román,


joven escritor sureño. No nos conocíamos. ¿Cómo supo de mi
existencia y paradero? Ofrecíame empleo en La Voz del Sur. Era,
precisamente, lo que necesitaba. ¿Por qué desconociéndome fue
tan generoso conmigo? Por hechos semejantes no pocos caen en
la metafísica. Yo, más modesto, pensé que la humanidad se valía
de Silva Román para protegerme. Desde entonces, cuando puedo,
lanzo semillas aquí y allá sin importarme de quién sea el campo.
Entré a Valdivia de noche. Había bastante luz, sin
embargo, para ver que las calles eran de madera. A ratos el coche
debía correr por un extremo de la calzada. Algunos maderos
se hundían determinando que, del otro costado, saltara lodo al
carruaje y nos salpicara.
Silva Román me recibió en la redacción. Era un muchacho
pálido, de ojos grandes, serio, risueño, afirmativo. Me presentó al
director, especie de montaña humana. Después del mínimo de
formalidades, Silva Román me condujo a su propia pensión.
En Valdivia domina la madera, el barro y el agua. Hay
sol, llueve, graniza, sopla fuertemente el viento, truena y torna el
sol. La luz deslumbra.
Su hermoso río rodea la ciudad. Ninguna calle lo aventaja
en animación. Barcos, lanchas, faluchos, botes, todos los medios
de navegación pueden verse en él.
Los hombres cúbrense con impermeables y perneras.
El impermeable llévanlo por igual niños, mujeres y ancianos.
Paraguas no usan sino los forasteros y no duran porque el
ventarrón los desarma.

264
Letras Anarquistas

Las calles están en pendiente hacia el río. El clima exige


moverse. Abundan los obreros en los astilleros, las fábricas de
calzado, las curtiembres y las innumerables manufacturas.
En cualquier incidente callejero, de veinte personas que
se reúnen, no menos de doce tienen azules los ojos y los rasgos
propios del alemán. Hay varias librerías alemanas y sólo una con
libros en español. El alemán o su descendiente poseen los grandes
comercios, los vapores, las industrias, los fundos, todo lo que es
determinante.
Los aristócratas valdivianos –los Vío, los Agüeros, los
Plaza de los Reyes, los Adriazola– conservan la primicia en los
servicios públicos. El pueblo está formado por chilotes y gente
del norte.
Los germanos militan en los más opuestos partidos. De
una familia de cuatro varones, uno es conservador, liberal el otro,
radical el tercero, y el último independiente. Empero, el fenómeno
político lo domina sólo el chileno de origen español.
Aunque las autoridades dependen del gobierno, los
germanos mandan. Es algo de hecho. Ellos han fundado y
engrandecido la ciudad. Su empuje arrolla.
Los alemanes viven en casa de cal y ladrillo; los
trabajadores habitan en un barrio de madera, podrido en invierno,
desvencijado en el verano. Como no existen otros ricos, los pobres
se reconfortan odiando a los alemanes.
En ninguna ciudad chilena hay tantos templos protestantes,
tantas bandas, tanto aseo, tanta disciplina, tanta familiaridad con
la lengua alemana, tanta preocupación germánica.
Los alemanes viven en Valdivia, pero están pendientes
de Alemania, y no de reverenciar a Goethe, sino a Káiser, a
Hindenburg y otras personas de cuidado. Entonces, según creo,
era presidente Ebert. En un almacén, al que entré a comprar
cigarrillos, un hombrecillo recogía firmas para que no se alterara
la bandera alemana. En el liceo había mocosos que reían al
cantarse la Canción Nacional; ciertos alumnos fueron retirados
por aprender costumbres chilenas; incontables jóvenes íbanse
a cumplir su servicio militar a Prusia. A pesar de tanto fervor
265
Letras Anarquistas

por la patria original, los alemanes que venían en misión partían


llamando a los de Valdivia “indios rubios”.
En la víspera de la segunda guerra, un alemán casado con
española tenía de pensionista a otro alemán de nariz aguileña, que
le pagaba bien y era su amigo. Le ordenaron echarle. Titubeó un
poco, pero triunfó en él el espíritu de obediencia y, tímidamente,
pidió a su amigo que se fuera. Luego le prohibieron saludarle.
Cedió a la orden. Más tarde, esto por decisión propia, puso su
reloj con la hora de Berlín, para estar más dentro del corazón
de la patria. Tenía incontables dificultades para concordarla con
la hora chilena. Se le prohibió también oír radios extranjeras.
Cuando su mujer la hacía sonar, el pelma íbase a su cuarto por
amor al Führer. Por último, tuvo que renunciar a la masonería,
cuyas ceremonias conmovían su corazón.
¡Qué destino el de este pueblo tan apto para la creación
y la técnica, que siempre se deja sojuzgar por dementes de buena
o mala familia, que no confía en la inteligencia sino en la guerra,
aunque en ésta sea proverbial que caiga vencido!

***

En la tarde iba de un lado a otro de la ciudad observando,


entrevistando, inquiriendo. Escribía dos crónicas a doble columna
y un rosario de noticias breves. En la noche redactaba telegramas.
No siempre se producían hechos interesantes. Por suerte,
conocí al ingeniero de la provincia, que tomaba muy en serio la
riqueza forestal. Contóme que un caballero santiaguino disfrutaba
de una concesión de bosques. Su deber era traer inmigrantes y
habilitar tierras para la agricultura. De todo esto nacía su derecho
a talar el bosque virgen, vender la madera, hacer carbón. Ejercía
su derecho a conciencia. En cuanto a su deber era amnésico.
Ayudado por el ingeniero escribí un sinfín de artículos, que no
fueron perdidos.
El director sentíase orgulloso porque El Mercurio solía
reproducir editoriales e informaciones de su diario. La ideología

266
Letras Anarquistas

del periódico consistía en criticar a los pobres, no porque lo fueran,


sino porque no había qué atacar. A los tudescos no era posible
decirles nada. Daban casi el total de los avisos. Tampoco cabía
censurar a los demás comerciantes porque aportaban el resto. A
veces por alterar la monotonía, dirigíanse saetas al centralismo.
Y en forma ruda insinuábase que lo mejor sería la autonomía
provincial.
Leía nuestro director cuanto papel le traía el correo.
Sugería los artículos y rara vez intentaba escribir. Cuando
pretendía hacerlo, las musas inundaban de ques sus cuartillas.
Una tarde abrió la puerta de comunicación y me dijo:
–Hágame el favor de pasar...
Su aspecto me inquietó. ¿No estaría satisfecho de mi
trabajo?
–Siéntese cómodamente. Dígame, ¿cree usted que al darle
un sueldo pretendo pagar su labor?
No supe qué responder.
–Opino que el trabajo del hombre no podría pagarse ni
con todo el oro del mundo. Para que usted haga lo que sabe ha sido
necesario el esfuerzo de generaciones. El trabajo es inapreciable...
El sueldo se lo doy para que subsista. ¿Me entiende? Usted no es
mi empleado, sino mi colaborador, mi compañero. Sin su esfuerzo
esta empresa no marcharía, no podría existir si a la madre de
Gutenberg le ocurre cualquier percance... ¡Créamelo usted! Es
necesario que haya más comunicación entre nosotros. Que yo sea
su jefe es algo transitorio... Los hombres pasan: sólo los pueblos
son eternos. Habrá un momento en que usted deba aconsejarme;
habrá otro en que yo vea más claro y diga lo preciso.
Guardó silencio y me inundó con una seria mirada. Me fui
a escribir, algo confundido. Sus palabras revelaban elevación. No
obstante, debí quedarme una hora más para completar mi tarea.
A los pocos días dejó en la crónica un alto de impresos.
Revisándolos descubrí Interamérica, revista norteamericana, en
la cual se pintaba el mundo placenteramente. Di con un ensayo
que me atrajo porque coincidía con las ideas de mi jefe. Decíase

267
Letras Anarquistas

en él: “La prodigiosa civilización contemporánea, honra de la


humanidad, arranca del instante en que el hombre descubrió la
rueda, que puso en rápido contacto a los seres de las regiones más
apartadas...”. En otro ensayo abogábase en pro de la cortesía en
el trato con los empleados y obreros, como medio de acercar las
clases, hacer brotar la comprensión mutua y dar a la actividad
noble sentido. Recomendábase saludar a los operarios a sombrero
quitado: sonreírles, ofrecerles la mano y demostrarles cómo las
clases afortunadas valoran su esfuerzo. Estas normas, aseveraba el
ensayista, darían validez a la democracia y crearían entre ricos y
pobres relaciones de contenido espiritual.
Silva Román íbase al cinematógrafo cada tarde. Sospecho
que algo semejante a un noviazgo uníale a la hija del socio,
porque lo veía, además, pasar con la chica por la plaza. El socio,
que se dejaba ver poquísimo, era el primitivo dueño del diario.
Llamábase Carmelo Osses. De cuerpo macizo, moreno, canoso,
ocupaba bastante sitio. Sin embargo, tenía halo fantasmal, quizá
si por lo tardía y fugitivamente que se dejaba avistar.
En la noche venían personajes; el prefecto de policía, cuyo
rostro de líneas finas ahogábase en mofletes y papadas. Evocábame
a los personajes crueles de Dickens, y, en ciertos momentos, me
inquietaba. Aparecían también el general Dartnell, jefe de la
división militar, y políticos oscuros o rubios.
Al abandonar el diario, cerca del amanecer, sentía
necesidad de cogerme de las rejas para evitar que el viento me
arrastrara calle abajo hacia el río.
Una mañana en que buscaba noticias me encontré con un
rusito rubio, tímido, que conociera en el Centro Francisco Ferrer.
No quiso que habláramos ahí, a la vista de todos. Al atardecer
nos reunimos en una taberna, en la ribera. Tenía miedo, estaba
nervioso y ansiaba salir del país por el sur.
Con sacrificios enormes se escapó de Siberia y vino a
Francia; desde luego a España; por último a Chile. Al año de estar
en Santiago buscó contacto con los ácratas. No efectuaba ninguna
propaganda, pero necesitaba oír el lenguaje libertario y concurría

268
Letras Anarquistas

al centro domingo a domingo. Su temperamento lo situaba en la


burguesía, pero íntimamente era revolucionario y no podía vivir
en otro ambiente. Nos despedimos pronto. Fue la última vez que
le vi. Ignoro ya su nombre, pero continúo recordándole. Había
luchado en su juventud por la libertad. Vino la revolución y debió
dejar su tierra porque esa no era la revolución que esperaba.

***

El director volvió a llamarme a su sala.


–Noto que usted trabaja demasiado –fueron sus palabras
iniciales. No hay que tomar la vida así. Dedique ciertas horas al
diario y en las demás conviva con sus amigos. No siga matándose...
Considere que el diario no es una prisión, es un hogar. Siéntalo
así. Cuando quiera ocupe mi escritorio, coja un libro, disponga
de todo. Si desea salir, salga. Puedo presentarlo en el club, se hace
socio y tendrá el rango que merece. ¿Me dirá usted que para eso
necesita dinero? ¡Pues, bien! Va a la caja y lo pide. Lo de aquí es de
todos. Además, no tiene por qué llegar temprano. Las noticias se
reciben al anochecer y, mientras, los tipógrafos pueden componer
la página de redacción. No se esclavice y viva a sus anchas...
Contentísimo regresé a mi mesa. Ganaba poco, debía
girar un tanto a mi madre y casi nada me restaba para renovar
mi ropa. No había querido pedir aumento porque llevaba en
el empleo pocos meses. Por otra parte, el tono del director, tan
elevado, tan generoso, me cohibía. No deseaba aparecer como un
Sancho Panza. Tenía mi sentido del honor y no debía incurrir en
la materialidad de exigir mayor sueldo.
A los tres días eché un vale. Y luego, en vez de llegar a las
dos de la tarde, lo hice a las cuatro. Así permanecía más horas en
cama dulcemente amodorrado.
Volvió a llamarme al cabo de una semana. Esta vez su
rostro mostrábase grave, muy preocupado.
–¿Está enfermo?
–No, señor...
–Como he observado que llega más tarde, pensé que no se
269
Letras Anarquistas

sentiría bien –dijo entre triste y serio.


Comprendí sólo entonces que no debía tomar sus
discursos literalmente. La lectura de Interamérica le producía un
estado de enriquecimiento moral, una necesidad de desbordarse;
repetía el contenido de los ensayos como si fuera parte de su
caudal propio, sin medir las repercusiones. Con el transcurso de
los días su temperamento empobrecíase, y tornaba a ser patrón
rutinario, expoliador, cuentacentavos. A pesar de comprenderle,
ay, tardíamente, me sentí indignado. La palabra sagrada. Puede
quien la dice negarla luego; pero uno está conformado para que
la palabra tenga consecuencia. Y yo sentía que él estaba en deuda
conmigo y que pretendía trampearme.
Empecé a llegar a la hora de antes. El día 20 fui a presentar
otro vale. Junto con entregarme el dinero, el contador me advirtió
que la caja, en adelante, no haría anticipos sino los 15. Esto
acrecentó mi disgusto porque era una vejación. Pensé en irme
sin tardanza, y, encolerizado, deseé a mi patrón enfermedades
dolorosas y dificultades. Empero, su salud era bonísima y
triunfaba en todo. Desde ese día lo privé de mi consideración,
evité toda charla con él y cualquier acto espontáneo. Si me pedía
algo obligatorio, accedía. Y nada más. Como los indios bolivianos,
obedecía sin poner nada de mi parte.

***

El telégrafo transmitió la síntesis de un discurso de José


Franco Rodríguez, orador peninsular y acompañante de un
príncipe de Baviera y Borbón, acerca del hispanoamericanismo.
Por escasez de noticias, lo amplié, agregando de mi cosecha
cuanto se me ocurrió. No pasaron muchos días sin que el aludido
mandara una felicitación por la fidelidad con que se reprodujeran
sus conceptos. En seguida me cupo hacer algo semejante con un
discurso de don Héctor Arancibia Lazo sobre la libertad. También
el interesado cumplimentó al director.
Este, aunque ya no cesaba de disminuirlo, sea eliminándole

270
Letras Anarquistas

de mis preocupaciones inmediatas, de mis recuerdos, o sea


formando mi porvenir al margen de lo que él representaba, me
colmó de lisonjas y me adelantó que acompañaría al príncipe
durante su estadía en Valdivia.
La venida del príncipe conmovió a los valdivianos.
Estos chilenos de ojos azules consideraban su visita como
honor apenas merecido. Que viniera gratuitamente, por puro
gusto, un verdadero príncipe alemán, era casi increíble. ¿Cómo
pagarle tamaña generosidad? Los alemanes viejos, cavilando
sobre el golpe de suerte que se les venía encima, lloraban sobre su
cerveza.
Reuniéronse los jefes políticos en la Intendencia. Presidió
la junta el secretario, que era don Alvaro Bianchi, joven de rostro
pálido, bajo, delgado, encalvecido. Un diputado de ojos azules
sugirió que, por hallarse enfermo el intendente, procedía designarle
un reemplazante respetable, por ejemplo: don Alberto Haverbeck.
El señor Bianchi respondió que eso era de la incumbencia del
gobierno. Cerrado ese preámbulo, se esbozó el programa de
festejos.
Llegó por fin el príncipe. Era un hombre de cuarenta
años, de estatura mediana, con monóculo, rubio, monosilábico,
grave, de esos seres que aparentan haberse tragado una barreta.
Anduve cerca de él para recoger sus ocurrencias. No decía más
que dos palabras ante los espectáculos que se le iban ofreciendo.
Y lo que expresaba, de ignorarse su condición principesca, no
le hubiera valido para un empleo de más de trescientos pesos.
Parecióme, en consecuencia, hombre de fortuna. Había nacido
príncipe, le rendía pleitesía todo ser viviente y venía de jefe de
personas como Franco Rodríguez, por naturaleza más príncipe
que él, pues hablaba con gracia y meollo.
Entre los acompañantes locales figuró un conde alemán,
fabricante de algo, sin resplandor ninguno. En vez de los hermosos
rasgos que uno atribuye al noble –guiado por estampas y cuentos
de la niñez– mostraba un rostro anguloso y atormentado, y dejaba
colgantes sus manazas rojas.

271
Letras Anarquistas

Mientras los demás seguían de soslayo los movimientos


del príncipe, me di a cavilar en que, si fuera monarca, procedería
con más rigor: no otorgaría títulos al tuntún. Imaginé que ya lo
era y convertí en príncipe a Santiago Labarca, que sabe dónde
está, habla genuinamente y posee relieve natural. Di una baronía
a Federico Carvallo. ¿Puede decir alguien que no la merezca? A
Juan Gandulfo lo hice conde. Es una personalidad asombrosa,
tiene más energía que cuatro hombres juntos, sabe lo que debe
hacer en cada minuto, por inesperada que sea la circunstancia en
que se halle; es, además, consejero infalible y criatura generosa.
Consideré justo dejar a don Carlos Vicuña de duque. Habla bien,
escribe mejor, en donde está el mayor sitio suyo y, ¡quién no lo
sabe!, su arrogancia ha triunfado de todas pruebas.
El conocimiento del joven teutón rebajó la idea que tenía
de nobleza. Después he sabido de nobles rusos, alemanes, franceses
y godos avecindados en el país. Salvo uno, que escribía libros
eruditos, los restantes fueron vendedores de galletas, maridos o
comerciantes de limitada vergüenza. Los pocos individuos de
impresionante nobleza que he tratado en mi vida, carecían de
título. Lo eran, habían nacido así, lo noble les trascendía de los
huesos, de la piel, la mirada, de su conducta diaria.
La sensación del caballero cabal, insuperable, me la dio
un refugiado semita. Entró a mi oficina, en Santiago, con don
Pedro Godoy. Este me lo presentó. Aquél me hizo una pregunta
y se fue. Por desgracia, tenía otras personas cerca de mí, a quienes
debía atender, razón que me impidió seguirle. De ser enteramente
cuerdo, debí irme con él. ¡Qué escasos agrados de esta naturaleza
sabe uno darse!
Era un hombre de buen porte, de buen rostro y de maneras
perfectas.
Hay seres que oprimen nuestra mano en exceso o pasan
la suya tan inerme como si quisieran abandonárnosla. Al hacerlo
dicen algo; unos son abundantes, otros muy parcos; hablan alto
o bajo; son halagüeños o secos; tienen demasiada movilidad o
pecan de tiesos; unos ríen con los ojos, otros ni siquiera miran.

272
Letras Anarquistas

Encontrar uno en que se armonicen el porte, la actitud, la mirada,


la presión de la mano, la palabra, es un privilegio que no se renueva
más de dos o tres veces en toda la existencia.
¡Y qué poco despejado es uno! Al cuarto de hora comprendí
con claridad que la visita de ese caballero era lo más notable que
me ocurría en diez años. ¡Y me contenté con darle la mano y
saludarlo!
Fue jefe de bienestar en los barcos que navegan por el
Danubio. Pudo venir a nuestras playas con la condición de fijar
su residencia en un pueblo del sur, y como caballero estuvo en la
capital contados días y partió.
No tardé en olvidar su nombre, aunque su figura
permanece en mi memoria. Es comprensible que recordemos a
parientes y amigos; los rostros del camino; los paisajes habituales.
Sin embargo, hay actitudes, miradas, frases de desconocidos, que
no se van de nuestra mente y los revisten de un halo inmortal.
¡Qué don el de ciertos hombres y mujeres! Viven, hablan, mueren
y desaparecen sólo en apariencia. Centenares de individuos
se quedan para siempre con algo que fuera de ellos. Algunos
somos como pizarras de esos personajes singulares. Escriben
en nosotros. El acto de Turguénev cuando se detiene junto a
un mendigo, registra sus faltriqueras y, no encontrando nada,
le da su mano, amarra con todo esto. Muchos somos grandes
mendigos. Estiramos la diestra y los grandes seres suelen dejarnos
esas monedas milagrosas que nos ayudan a vivir y no se gastan.

273
Letras Anarquistas

LUIS EMILIO RECABARREN

Santiago, cuarto trimestre de 1950.


Revista Nº 56.
Revista BABEL
José Santos González Vera

Dedicado a Jorge Jiles

Entré a la La Federación Obrera, diario fundado por


Recabarren, que era su administrador. Víctor Cruz lo dirigía.
Todos los obreros sindicalizados habían aportado su cuota. Asumí
el cargo de secretario de redacción. El diario llegaba a todos los
pueblos. En las ciudades principales, para romper la apatía de los
suplementeros, que venden los periódicos solicitados, Recabarren
formó un cuerpo de vendedores que seleccionó entre los cesantes,
los cuales llenaban las calles de Santiago y vagaban, miserables,
sin destino posible.
La imprenta ocupaba un caserón viejo en Agustinas con
Tenderini. Componíase de una corrida de cuartos, en el lado
izquierdo, en los que se instaló la redacción y se dio morada a
los cuidadores, y de un gran patio a la derecha que terminaba en
otra fila de cuartos. En ésos se estableció la administración y se
montaron los talleres.
Al centro había un pasillo amplio. Al atardecer afluían
dirigentes, simpatizantes y curiosos que formaban una tertulia
animada. “La Federación” tenía su secretaría en un altillo del lado
derecho, con puerta a Tenderini. Allí trabajaba Carlos Alberto
Martínez1 experto oficinista, poco hablador, redactor permanente
de circulares para los innumerables consejos obreros del país.

1
Obrero gráfico. Promotor de la Federación Obreros de Imprenta, de la FOCH y de
la Asamblea de la Alimentación. En 1932 es ministro de Tierra y Colonización de la
República Socialista. Desempeñará en los años posteriores la labor de parlamentario en
representación del Partido Socialista, del cual fue uno de sus fundadores.

274
Letras Anarquistas

Cruz venía en la tarde. Sandalio Montenegro, que se


consagraba a la crónica sindical y a las noticias de provincia,
escribía desde la mañana con su caligrafía clara. Víctor Cruz era
a ratos hombre enérgico, muy activo, pero le agradaba más pasar
sentado, contando ocurrencias graciosas y fumando.
Luís Emilio Recabarren era pura actividad. No sabía
estarse quieto. Llegaba a las siete de la mañana a revisar cuentas,
contestar su correspondencia, muy copiosa; escribir breves
artículos, o poemas, asaz impoéticos, que concebía de una
sentada, para que los lectores cantasen con melodías populares.
En sus escritos siempre quería fijar cualquier idea útil.
Era rara la mañana en que no compusiera una columna.
Además revisaba la prensa socialista del extranjero y
extraía lo digno de reproducirse. Si daba con un articulillo contra
los anarquistas, hacíalo imprimir dentro de un marco negro.
Después de las diez iba a la Cámara. En la tarde también
solía trabajar una horita antes de irse a las sesiones. Era muy sobrio.
Tomaba once en el Congreso y no probaba bocado hasta el día
siguiente. Entonces el comedor de los diputados podía competir
con el mejor restaurante de la ciudad. Nada faltaba y todo, gratis,
estaba a disposición de los parlamentarios y aun de las personas
que éstos invitaban. El gesto anual era digno de consideración.
Recabarren hablaba a menudo. No era brillante, ni
elocuente, pero sabía hablar, disponía de muchos recursos,
conocía los matices del idioma, se hacía oír y convencía. Creo que
durante su vida de diputado no tuvo incidente alguno ni empleó
ningún insulto.
Al anochecer volvía a la imprenta y se sumaba a la tertulia
del pasillo. A esa hora acudía también Lafertte2, tipógrafo del
diario; Conelli, ayudante de la administración, y otros obreristas.
Recabarren contaba lo ocurrido en la Cámara y hablaba de todo,
nunca en balde, porque a todo le hallaba partido. Hasta para
reprochar a una persona sabía hacerlo de manera que aquélla no

2
Obrero salitrero (1859-1861), quien en conjunto con Racabarren crearon el Partido
Obrero Socialista (1912) y ulteriormente el Comunista (1922).

275
Letras Anarquistas

reaccionara en demasía. Su tono era entre serio y festivo, con una


miajita de ironía. No le vi jamás formalmente enojado. La idea de
convencer era en él muy fuerte.
En esas charlas proponía tal o cual cosa, como al boleo,
para que las hiciera suyas quien quisiera.
–¡Cuánto mejor no sería que muchos compañeros
desocupados, en vez de permanecer aquí, donde las posibilidades
de trabajo escasean, se fueran a los pueblos, en los que encontrarían
una manera de vivir y podrían vigorizar los consejos de oficios
varios o crearlos!…
Así daba sus órdenes.
A los dos meses se advirtió gran actividad sindical en el sur
y en varios pueblos del norte chico. Los cesantes que recogieron
sus sugerencias, los más, habíanse ido a pie y después de una
o dos semanas de camino, ya establecidos, trabajaban y daban
impulso a los consejos obreros. No pocos figuraban de secretarios
o tesoreros.
Otras insinuaciones suyas, la de construir locomotoras en
Chile, por ejemplo, hechas en la tertulia, de paso, eran llevadas a
la Junta Provincial o al sitio en que podían tener efecto. Su poder
moral era grande. Los obreros, sobre todo los venidos del norte,
venerábanle. Bastaba su tono persuasivo y sugerente para que
muchas insinuaciones suyas se materializaran en diversos lugares.
Con los intelectuales obreristas las relaciones eran menos sencillas.
El odiaba la discusión y la habladuría teórica. Sospechaba que
aquéllos, por definición, son disolventes y escépticos.
Se iba a su casa poco después de las nueve, salvo que
estuviese invitado a una fiesta o acto sindical. No asistía al
cinematógrafo ni a ningún teatro. Tal vez los considerase placeres
viciosos o burgueses. Toda su vida y todas sus horas eran para la
política y la organización obrera.
Los domingos solía ir a pueblos de los alrededores para
hablarle al campesino. Allí empleaba otro lenguaje. Nada de
socialismo ni de revolución social. Se contentaba, usando palabras
más usuales, con pedir al hombre de la tierra que bebiera menos,

276
Letras Anarquistas

pegara menos a su mujer y educara a sus hijos. En la segunda


plática le proponía la idea de asociarse. En las ciudades exigía
más organización, más diputados obreros, más periódicos, más
cotización y lucha contra la burguesía y contra los curas, y
revolución cuando se pudiera.
Sus relaciones eran muy variadas. Solían visitarle hasta
oficiales de Carabineros, y no para detenerle, como le ocurriera
durante tantos años en el norte, sino para conversar amistosamente.
Recabarren era bajo, muy cabezón, con el rostro alargado
y los párpados superiores algo caídos. Su mirar era firme y
penetrante. A ratos asomaba en él la picardía. Tenía un vago aire
de pastor protestante. Era largo de cuerpo y corto de piernas.
Cuando estaba sentado parecía hombre alto. Su movimiento de
cabeza era curioso. No la alzaba rectamente, sino moviéndola
a izquierda y derecha. Esa costumbre suya debió de servir de
pretexto, en su juventud –al iniciarse en el Partido Demócrata–
para que le aplicaran el apodo de tío Cabro, y no la circunstancia
de que entonces usara, fuera de bigote, una mosca. Al andar
hacíalo con paso corto y rápido. Se partía el cabello, ya un tanto
canoso y no poco híspido, al lado.
Recabarren era fundamentalmente serio. Víctor Cruz,
diputado también, gozaba haciéndole pequeñas bromas.
Recabarren, al penetrar en la redacción y verle sentado, fumando,
decíale:
–¡Flojo!
Cruz replicaba:
–¡Se equivoca usted! ¿Quiere oír el discurso que estoy
escribiendo?
Cogía una hoja y leía ante Recabarren, que guardaba un
silencio desconfiado: “Cuando la sangre de la burguesía forme un
inmenso lago, el proletariado podrá establecer el régimen de sus
sueños”, etcétera.
–¿Le parece bien este principio?
–¡Ocioso! –exclamaba Recabarren, abandonando la
redacción. Como éste no cesaba de afanarse y trabajar, Cruz

277
Letras Anarquistas

inventaba tretas para sacarlo de quicio. Llamaba a un grupo de


cesantes y les pedía que cantaran. Éstos en el acto elevaban sus
voces: “Recabarren y el aeroplano...”.
Recabarren aparecía en su puerta, con la cabeza inclinada
y, mirándoles por encima de sus anteojos, hacíales callar. Me
quedó la curiosidad de conocer los demás versos, escritos, quizás,
por algún admirador pampino.
Recabarren venía de la clase media pobre. Su padre estudió
medicina, hasta tercer año. En la guerra de 1879 fue médico del
Ejército. En su casa sólo había libros piadosos y de medicina.
Luís Emilio Recabarren estudió en escuelas de
congregaciones, donde debió aprender los primeros rudimentos
de tipografía; al producirse la revolución contra Balmaceda, se
alistó en el ejército opositor, formado por hijos de banqueros,
retoños de hacendados, gente de iglesia y marinos títeres. Apenas
caído Balmaceda, Recabarren abandonó sus ideas religiosas.
En su trabajo de tipógrafo empezó a leer literatura socialista
y anarquista, pero en su hogar no declaró sus nuevas ideas ni
combatió las de su familia. Aunque se hizo demócrata, partido
que a fines del siglo pasado era de avanzada, sus aspiraciones
iban más lejos. Por intuición fue obrerista. Pasó de una imprenta
a otra y siempre tuvo que ver con la edición de periódicos de
propaganda. En su adolescencia logró concentrar toda su energía
en algo único, absorbente: la elevación de los trabajadores. Desde
que concibió esta idea no quiso tener ninguna otra.
El azar, la falta de porvenir en Santiago, le llevó a
Valparaíso. A poco de estar allí fue contratado para dirigir un
periódico de Tocopilla. Partió al momento.
Recorrió las salitreras hablando sin cesar y alentando a los
pampinos a sindicalizarse. Los administradores le prohibieron el
acceso. No pudiendo llegar a las oficinas, deteníase en un lugarejo
llamado Rioseco, entre las estaciones de Pinto y Prat. Viajaba con
las maletas llenas de folletos. Dormía en una cueva. Los proletarios
caminaban la noche entera para oír sus conferencias. Poco a poco
entró allí el socialismo. Como las ideas tienen casi igual poder

278
Letras Anarquistas

que la dinamita, vinieron los conflictos para suprimir las fichas,


mejorar las habitaciones, abaratar las pulperías y consolidar el
derecho de reunión, que estaba a merced del buen o mal criterio
de los administradores, e impedir el comercio libre de licores,
porque en Chile, el vino es conservador.
Tanta agitación determinó que se echase en masa a los
trabajadores. Éstos se fueron por el desierto a contratarse en otras
oficinas. Así se propagó el socialismo en la Pampa entera.
Luís Emilio Recabarren fue el espíritu de la Mancomunal.
Con él creció, transformó la vida de la Pampa, creó cooperativas,
fue prosperando la unión gremial. Fundó la Sociedad Instructiva
Obrera para difundir el socialismo. En Iquique editó El Despertar
de los Trabajadores, y en Antofagasta, El Socialista, amén de otros
periódicos de aparición semanal o mensual.
Fue idea suya incorporar a la mujer en la lucha obrera.
El tendía a la igualdad de posibilidades y sus palabras llaves eran
el bien, la justicia, la libertad, la igualdad. Necesito de bastante
tiempo para gritar ¡viva la revolución social!
Las autoridades y los patrones tampoco se dormían. No
perdían ocasión de meterle en la cárcel. Siempre estaba con un
proceso encima. Como las prisiones eran sitios sencillamente
inmundos, cuando estaba recluido adquiría cuatro platos de fierro
enlozado, que llenaba de agua, para montar las patas del catre.
Así le quitaba el cuerpo a las chinches. Las costumbres eran más
liberales en esos tiempos. Podía escribir desde el encierro a todo el
mundo, y preparar conferencias que decía por los pueblos apenas
era puesto en libertad.
Su conocimiento del norte era tal que olía el peligro con
antelación. Más se quedaba allí como haría cualquier buen capitán.
Pero mandaba cartas apremiantes a Carlos Alberto Martínez, su
mejor corresponsal, para que éste anticipara por la prensa lo que
podía sobrevenir. Logró detener así varias maquinaciones.
Allí a veces los procedimientos de las autoridades eran más
sutiles. Interesaban a un demócrata del bando de don Malaquías
Concha3 para que propalase que Recabarren se embolsicaba

279
Letras Anarquistas

los fondos sociales. Esto solía amargarle por unas semanas.


Sin embargo, no cejaba. Tal especie nadie la creía puesto que
Recabarren no se daba otro agrado que hablar, escribir, organizar
y pasarse día y noche en la imprenta. Además no bebía, no jugaba
ni fumaba. Su pasión era la tipografía y para consagrarle más
horas tenía habitación aneja a la imprenta.
En 1912, Recabarren se fue a Buenos Aires. Allí se asoció
con el zapatero Muñoz, también chileno, y llegaron a España.
Luego visitaron Francia y Bélgica. Recabarren no se sintió bien
porque su francés era muy rudimentario. El zapatero Muñoz, más
curioso, se fue a Persia, en donde permaneció por años...
De vuelta a la Argentina, Recabarren colaboró en La
Vanguardia, de la que también fue director. Más tarde regresó a
Antofagasta. Trajo de Europa la idea de sustituir en las sociedades
al presidente por el secretario general.
Su popularidad en Antofagasta era grande, pero también
tenía opositores, entre éstos un cochero que le seguía a los mítines
para zaherirle. Mas como no podía hacerlo siempre -decirle
injurias entraban a sus orejas palabras y razones que fueron poco
a poco desazonándole, lo que no era óbice para que en el siguiente
mitin le gritase:
–¡Cállate, canuto de miéchica!
Oyendo una y otra vez algo iba quedando en su espíritu.
No es posible estar eternamente en guardia ni contradecir cuanto
se oye. Un día el cochero escuchó sin soltar ninguna injuria y hasta
quiso unir lo que conservaba en su memoria. Su entendimiento
no volvió a tener descanso ni tregua y un día se empeñó en que
Recabarren fuese gratis en su victoria.
En quince años hizo Recabarren de la Pampa una fortaleza
socialista; una fortaleza moral, por supuesto, porque contra los
fusiles de la tropa no valen sino las fortalezas artilladas.
Fue a Rusia. A su paso por Francia se compró trajes grises,
rayados, casi iguales, y un par de guantes de lana. En Alemania

3
Fundador en 1897 del Partido Democrático, la primera agrupación partidista
constituida por artesanos y obreros.

280
Letras Anarquistas

adquirió una pistola. Solía decir que cuando llegara a viejo, y no


sirviera, se daría un tiro. Por decirlo en tono festivo, producía
regocijo.
La dictadura de Ibáñez persiguió a su partido y aventó
los gremios que él había ayudado a formar con tanto esfuerzo y
tantas esperanzas. Este mal momento coincidió con un principio
de ceguera que le impedía trabajar y con una completa falta de
ánimo. Su postrer acto fue ir al taller de linotipias, que era ajeno
y estaba situado al final de la imprenta, para redactar una circular
pidiéndole a los trabajadores que dieran los medios con que tener
linotipias propias. No pudo redactarla. Sentíase lánguido, fatigado,
sin ideas. En la mañana siguiente, a la hora en que acostumbraba
levantarse, se dio un tiro. Todos pensaron que había sido muerto
por la policía y con seguridad que viven obreros que así lo creerán
para toda su vida.
Yo había dejado de ver a Recabarren. Fue, pues, mera
casualidad que presenciara su entierro. Lo primero que llamó
mi atención fue ver dos columnas de obreros en la calzada sur
de la Alameda. Una estaba junto a la acera, la otra en el borde
de la solera opuesta, contigua a los tranvías. Los trabajadores
permanecían inmóviles, tomados de las manos. Eran dos
interminables cadenas. Nacían en calle Bascuñan, en donde
se veló a Recabarren; se extendían por Alameda; entraban por
Ahumada; pasaban el Mapocho y llegaban hasta la plazuela del
cementerio.
Una cuadra de operarios, silenciosos, formando cadena,
habría sido un homenaje harto singular. Cuarenta cuadras de
doble cadena era algo tan asombroso que uno no sabía qué decir.
Después de larga espera empezó a moverse lentamente
el cortejo desde Bascuñan. Se supo porque las cadenas se
estremecieron de un extremo al otro. En donde yo estaba nada
se podía ver, pero la voz de ¡ya vienen! atravesó la distancia en
pocos minutos. Inconscientemente, por afecto, por emoción,
los proletarios habían procedido como los masones, cuando en
el entierro de uno de ellos forman la cadena y se transmiten la

281
Letras Anarquistas

palabra recuerdo. El cortejo ocupaba también muchas cuadras.


Era como un río oleoso, contenido entre las cadenas.
Esa multitud, impresionante por lo numerosa, quiso
confirmarle así la fe que le tuvo siempre. Si él la hubiese visto
habría comprobado que no predicó en vano.

282
Letras Anarquistas

DOS CENTENARIOS

Santiago, mayo-junio de 1954.


Revista Nº 44.
Revista BABEL
Manuel Rojas

En el transcurso de 1947 leí dos libros –si libro puede


considerarse el segundo– que me parecieron, cada uno en su
género, fundamentales: Walden o la vida en los bosques, de Thoreau1,
y el Manifiesto Comunista, de Marx y Engels. Al terminar de leer
este último me di cuenta de que existía entre ellos cierta relación:
Thoreau se retiró del Walden en 1847, después de haber vivido allí
dos años, y el Manifiesto Comunista, aunque publicado en 1848,
fue empezado en 1847, es decir, en 1947 ambos hechos cumplían
cien años. Más tarde, pensando en uno y otro escrito advertí
que así como existía entre ellos una conjunción cronológica, así
también había una diferencia de objeto y de destino.
Walden o la vida en los bosques es, en efecto, un libro
escrito por alguien que sólo cree en el hombre y que piensa que
sólo en el hombre está la salvación del hombre. Le son indiferentes
la sociedad, los grupos, las masas, las clases; le preocupa sólo
el hombre, y su propósito, al marcharse a vivir a las orillas del
Walden es huir de todo aquello acercarse más a sí mismo decir,
al hombre.

***

“Conozco jóvenes, hombres de mi ciudad, cuya desgracia


consiste en haber heredado granjas, casas, graneros, ganado e
implementos de agricultura, pues es más fácil adquirir esas cosas
que deshacerse de ellas. Más les habría valido nacer en campo

1
Escritor norteamericano perteneciente a la escuela de Boston (1817-1862). Su obra
más conocida es Desobediencia Civil que inspirará años después a Gandhi.

283
Letras Anarquistas

abierto y ser amamantados por una loba, para poder ver con ojos
más perspicaces qué campo estaban llamados a cultivar. ¿Quién
los ha hecho siervos del suelo? ¿Por qué han de comerse ellos sus
setenta acres, cuando el hombre está condenado a comer sólo su
porción de lodo? ¿Por qué han de empezar a cavar sus tumbas
tan pronto como nacen? Tienen que vivir una vida de hombre,
empujando todas estas cosas delante de ellos, y medrar lo mejor
que puedan. ¡A cuántas pobres almas inmortales he encontrado
casi aplastadas y exhaustas bajo su carga, arrastrándose por el
camino de la vida, empujando un granero de setenta y cinco
pies por cuarenta, sus establos de Augias, jamás limpiados y un
centenar de acres de tierra, labrantía y de siega, de pastoreo y de
monte!”.
“A veces me sorprendo de que podamos ser tan frívolos,
casi puedo decir así, como para reparar en la forma de brutal
servidumbre –aunque algo distante de nosotros– que es la
esclavitud del negro, habiendo tantos amos astutos y sutiles que
esclavizan a la vez al Norte y al Sur. Es cosa dura tener un capataz
del Sur; peor es tener uno del Norte; pero lo peor de todo es ser
un cómitre de sí mismo. ¡Y luego se habla de la divinidad del
hombre! Considere uno al carretero que va camino del mercado
de día y de noche, ¿cuál es la divinidad que palpita dentro de
él? ¡Su más elevada misión es dar forraje y agua a sus caballos!
¿Qué es para él su destino comparado con las mercaderías que
transporta? ¿Qué tiene él de inmortal, qué de semejante a Dios?
Véase cómo se agacha y se arrastra, y está todo el día lleno de un
vago temor, y, lejos de ser inmortal o divino, es el prisionero y
esclavo de su propia opinión sobre sí mismo, de una fama ganada
por sus propios actos”.
“Fui a los bosques porque deseaba vivir en la meditación,
afrontar únicamente los hechos esenciales de la vida, y ver si
podía aprender lo que ella había de enseñarme, y no sucediera que
estando próximo a morir, descubriese que no había vivido. No
quería vivir lo que no fuera vida, ¡la vida es tan cara!, ni tampoco
deseaba practicar la resignación, a menos que fuese enteramente

284
Letras Anarquistas

necesaria. Quería vivir profundamente y extraer todo lo maduro


de la vida, vivir tan vigorosa y espartanamente como para infligir
una derrota a todo lo que no fuese vida; guadañar un ancho
espacio a ras del suelo; empujar la vida a un rincón y reducirla
a sus términos más bajos, y si mostrase ser mezquina, obtener su
genuina y total mezquindad y publicar su miseria ante el mundo;
o, si resultara ser sublime, conocerla por experiencia, y ser capaz
de dar una verdadera noticia de ella en mi próxima excursión.
Porque me parece que la mayor parte de los hombres están en
una extraña incertidumbre sobre si será del diablo o de Dios la
vida, y han llegado a la conclusión, un poco apresurada, de que el
principal fin del hombre sobre la tierra es glorificar a Dios y gozar
de El eternamente”.
“Decidámonos, y trabajemos y hundamos los pies en el
fango de la opinión, del prejuicio, de la tradición, del engaño
y de la apariencia, de ese aluvión que cubre el globo, en Paris
y Londres, y Nueva York y Boston y Concord, en la Iglesia, el
Estado, la poesía y la filosofía y la religión, hasta tocar el duro
fondo de rocas que podamos llamar realidad, y digamos: “Esto
es, sin error posible”; y entonces comencemos, teniendo un point
d’appui por debajo de la inundación, del hielo y del fuego, un
lugar donde podamos asentar un muro o un Estado, o colocar
el poste de un farol, o tal vez un manómetro, no un “nilómetro”,
sino un “realímetro”, para que las futuras edades puedan conocer
cuán profundo aluvión de ficciones y apariencias se formaban de
tanto en tanto”.
“Nunca me he sentido solo, o a lo menos, oprimido
por una sensación de soledad; pero una vez, y esto fue algunas
semanas una bosques, después de haber venido de los bosques,
dudé, durante hora, de si la vecindad cercana del hombre sería o
no esencial para una vida serena y saludable”.
“¿Qué especie de espacio es el que separa a un hombre
de sus semejantes y lo vuelve solitario? He hallado que ningún
esfuerzo con las piernas puede acercar gran cosa a dos almas”.
“Encuentro saludable estar solo la mayor parte del tiempo.
Letras Anarquistas

Estar en compañía, aun de la mejor, es un estado que pronto


se vuelve fastidio y disipación. Me gusta estar solo. No encontré
nunca un compañero más sociable que la soledad. Frecuentemente
estamos más solos yendo en medio de los hombres, que cuando
estamos en nuestros aposentos. Un hombre, mientras trabaja o
piensa, está siempre solo, donde quiera que se halle. La soledad
no se mide por las millas interpuestas entre uno y sus semejantes”.
“Cierta tarde, hacia fines del primer verano, habiendo ido
a la villa a recoger unos zapatos del taller de un remendón, fui
tomado preso y puesto en la cárcel, porque, como he relatado
en otra parte, no había pagado un impuesto, o sea no había
reconocido su autoridad al Estado que compra y vende hombres,
mujeres y niños, como ganado, a las mismas puertas de su
Senado... Nunca me molestó ninguna persona, excepto las que
representan al Estado”.

***

Estas citas de Thoreau, tomadas de Walden, dan una


idea aproximada de la orientación de este hombre, cuyo espíritu
se destaca, en la historia del pensamiento norteamericano, con
perfiles que no es posible confundir: es un hombre terriblemente
libre. Su desprecio por el Estado y sus instituciones y su amor
por la libertad son una nota que se repite constantemente en sus
escritos y en su vida. No se conforma con tener una opinión:
la defiende y quiere imponerla. “¿Cómo puede un hombre estar
satisfecho de mantener una opinión simplemente para disfrutar
de ella? ¿Hay una satisfacción en saber que se es oprimido?”.
Se niega a pagar impuestos y va a dar a la cárcel; se
une a los partidarios de la abolición de la esclavitud y defiende
públicamente a John Brown; después de la guerra de Estados
Unidos con México, que no fue más que un vulgar atraco, escribe
su célebre ensayo Acerca del deber de la desobediencia civil; en todo
momento ataca a los filisteos y siempre está dispuesto a rebelarse:
“He nacido demasiado alto para ser objeto de propiedad, para

286
Letras Anarquistas

ser un motivo secundario de control, o para ser servidor útil e


instrumento de un Estado soberano en el mundo”.
Walden o la vida en los bosques es quizá el libro más
importante que desde el punto de vista humano se escribió en
Estados Unidos. Su grandeza y su profundidad sólo tienen en ese
país, aunque en el terreno literario, una réplica: Moby Dick, de
Melville.
¿Con qué intención fue escrito? Acaso con ninguna; sólo
con la de dar testimonio de la existencia de una vida libre. Debido
a eso su destino no es más que un destino de belleza, es decir, no
mueve a nadie ni une a éste con aquél; los que raramente leen y
aprecian son, como su autor, individuos solitarios y libres, no tan
libres como Thoreau –cada día es más difícil ser libre–, aunque
sí quizá tan solitarios, que ven en Walden lo que Hudson veía en
las pampas argentinas: la imagen de una belleza desvanecida para
siempre.
Ignoro si Tolstoy conoció este libro, pero, lo haya conocido
o no, hay entre él y Thoreau una gran semejanza. La hay también,
aunque en otro sentido, entre Thoreau y Hudson. Emerson
escribió estas palabras sobre el autor de Walden: “Vivió solo; no
se casó nunca; no fue jamás a la iglesia; nunca votó; se negó a
pagar impuestos al Estado; no comió nunca carne, ni bebió vino,
ni fumó; y aunque fue naturalista, jamás se sirvió de una trampa
o de un fusil”.

***

El Manifiesto Comunista tuvo, en cambio, un objeto


preciso: el de servir de programa a un partido obrero revolucionario
(la Federación de los Comunistas) nacido en 1847 y fenecido
en 1853. Como tal, tiende a unir al proletariado alrededor de
ciertas ideas, la principal de las cuales es la que Engels destaca
en el prefacio de la edición de 1883 y cuya paternidad atribuye
exclusivamente a Marx: “La idea fundamental del “Manifiesto”
es la de que la producción económica y la diferenciación social

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Letras Anarquistas

que resulta necesariamente de ella en cada época de la historia,


forman la base de la historia política e intelectual de esta época.
Es también la de que (desde la disolución de la antigua propiedad
común de la tierra) toda la historia ha sido una historia de luchas de
clases, de luchas entre clases explotadas y explotadoras, dirigidas y
dirigentes, sea cualquiera el grado de desarrollo social que unas y
otras hayan alcanzado; es también la de que esta lucha ha llegado
a una fase en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no
puede libertarse de la clase explotadora y opresora (la burguesía),
sin libertad para siempre a la sociedad entera de toda explotación,
de toda opresión y de toda lucha de clases”.
Pero, aunque fenecido el partido para el cual fue
escrito, el “Manifiesto”, que como producto de cierta clase de
inteligencia tenía una propia independencia y una propia vida,
siguió existiendo y sirviendo, sucesivamente, a los partidos y a
los individuos que estaban y están de acuerdo con sus propósitos,
claramente estampados en el párrafo último: “Los comunistas
juzgan indigno de ellos disimular sus opiniones y sus propósitos.
Declaran abiertamente que sus designios no serán realizados
sino por el trastorno violento de todo el orden social tradicional.
Las clases dirigentes deben temblar ante la eventualidad de una
revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder,
excepto sus cadenas, y tienen, en cambio, un mundo que ganar”.
Pues el Manifiesto es el más franco y el más resuelto
de los documentos que un individuo o un grupo de individuos
haya redactado y publicado con el objeto de servir una causa o
alcanzar un fin. No hay en él eufemismos ni vacilaciones y nadie
puede decir, después de leerlo, que no lo ha entendido o que sería
necesario corregir esto o aquello; es un arma –una espada o una
maza–, y un arma no puede ser corregida: acéptala y quédate o
recházala y vete.
Desgraciadamente, como tal, puede ser usado
por cualquiera, ya que las armas, aunque terribles, sirven
indistintamente al noble y al villano. Nadie –excepto un editor–
sacará provecho de Walden; sus páginas no lograrán jamás

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Letras Anarquistas

reunir a más de tres o cuatro personas (y eso, para leerlas) la más


hermosa de sus frases (“¡Oh, el petirrojo de la tarde que cae al
final de un día de verano de Nueva Inglaterra! ¡Si alguna vez yo
hallase la ramita en que se posa!”, por ejemplo), dicha en voz alta
en una plaza pública o en un escenario, no haría más efecto que
un solo de flauta tocado en una estación ferroviaria a la llegada
del expreso. Una frase del Manifiesto, en cambio, la última,
“Proletarios de todos los países, ¡uníos!”, ha movido en el mundo
más gente que la que ha movido otra, célebre también, “Amaos los
unos a los otros”, que no ha servido para maldita cosa y que hasta
1847 aparecía, aunque desfigurada, en la divisa de los ingenuos
socialistas de la época, “Todos los hombres son hermanos”, y a la
cual reemplazó para siempre; los hombres no eran hermanos y,
al parecer, tampoco querían serlo, con razón muchas veces. Allí
donde se ha dicho, allí donde se ha gritado, la frase de Marx y
Engels ha tenido un éxito arrebatador: el proletariado se ha unido
y ganado bajo su sombra, a veces, grandes victorias y sufrido
también, a veces, tremendas derrotas, nunca, sin embargo, por
culpa de la frase o de los que acudieron a su llamado, sino, siempre,
por culpa del que la usó para fines que no tenían nada que ver con
el resto del Manifiesto; el Manifiesto no se puede usar por partes:
es un arma y no un traje, y si alguien o algunos lo han usado por
partes y han tenido éxito con ello, ese éxito ha sido posible sólo
gracias al desvirtuamiento y negación del resto.
Pues el Manifiesto, como todos los documentos que han
servido y sirven para unir a la gente –constituciones políticas,
declaraciones de independencia, escrituras sagradas y otros–, se
ha prestado para crear imponentes, y al parecer indestructibles,
tergiversaciones y mitos.

***

Tales fueron los objetos y tales han sido los destinos de


Walden o la vida en los bosques y del Manifiesto Comunista. No se
crea, sin embargo, que Thoreau fuese indiferente a lo que animaba

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Letras Anarquistas

a Marx y Engels: su odio al Estado burgués y a la burguesía. En


alguna parte de su obra, quizás si en su diario íntimo, dice:
“¡Qué ejército de no productores produce la sociedad,
generalmente señoras (viejas y jóvenes) y los llamados caballeros
ociosos! Muchos creen que emplean bien su vida como
dispensadores caritativos de la riqueza que ganó alguno de sus
antepasados, y quienes nada producen, como son precisamente
los que tienen costumbres más lujosas, son precisamente quienes
más necesitan y quienes se quejan más ruidosamente cuando no
consiguen lo que necesitan. Esos, que son literalmente indigentes
y se mantienen de la caridad pública, son los mendigos más
importunos e insaciables. Se agarran como glotones al hombre
vivo y chupan sus partes vitales. Por cada hombre locomotor hay
tres o cuatro gorreros que se agarran a él, como si confiriesen un
gran honor a la sociedad viviendo a su costa. Mientras tanto llenan
las iglesias y mueren y resucitan de vez en cuando. No tienen otra
cosa que hacer que pecar y arrepentirse de sus pecados”.
Pero en tanto que Thoreau no hizo más que dejar
constancia de lo que veía, alabando lo hermoso y lamentando lo
feo, Marx y Engels, más activos y más realistas, dieron a quien
más le interesaba, al proletariado, una arma con que atacar al
Estado burgués y a sus sirvientes y defensores. Esa arma conserva
aún, como en el primer día, su fuerza y su violencia: “Proletarios
de todos los países, ¡uníos!”.
Esperamos, a ver qué resulta.

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Esta obra se terminó de imprimir en agosto de 2013


en los talleres de Productora Gráfica Andros
y colaboraron en ella
Rodrigo Cociña, Anndrea Castro,
Nibaldo Mosciatti, Oscar Ortiz,
Américo Pesutic, Carmen Soria,
Armando Uribe.
Derechos reservados
Prohibida su reproducción
Cociña, Soria y Cía Ltda.

rcocina2@gmail.com
hevia5865@gmail.com

Segunda edición
Inscripción registro de propiedad inte
lectual
147- 427

ISBN
Letras Anarquistas
Manuel Rojas
José Santos González Vera
956 -247-376 -7

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