Calor húmedo y cambio climático

Tom Matthews
Liverpool John Moores University, UK

Resumen
Los eventos de calor extremo causan impactos sociales significativos, lo que genera gran preocupación e
investigación sobre posibles cambios en su frecuencia e intensidad a medida que el clima se calienta. Sin
embargo, hasta la fecha, los extremos de la temperatura del aire se han enfatizado a expensas de los
índices de "calor-humedad", medidas que incorporan el efecto del contenido de calor latente atmosférico en
el estrés térmico y proporcionan una imagen más completa del entorno térmico para la termorregulación
humana. Este informe de progreso restaura el equilibrio al revisar los desarrollos recientes en la
comprensión de cómo los índices de calor y humedad han cambiado, y pueden continuar, a medida que el
clima se calienta aún más. La literatura indica que un aumento simultáneo de la temperatura y la humedad
absoluta ya ha aumentado la frecuencia de condiciones potencialmente mortales y ha reducido el potencial
de mano de obra en todo el mundo. Se pueden producir consecuencias más serias si los esfuerzos de
mitigación no tienen éxito. La base energética de una perspectiva de calor-humedad ha permitido a los
investigadores identificar, por ejemplo, que para fines de siglo, partes considerables de la superficie de la
Tierra pueden ser demasiado calientes y húmedas para la termorregulación humana. Tales consecuencias
se evitan en escenarios menos pesimistas del calentamiento climático, pero los impactos sociales pueden
ser muy graves, ya que los entornos de baja latitud densamente poblados emergen particularmente en
riesgo cuando se adopta una perspectiva de calor húmedo. Contrario a la temperatura del aire, los cambios
en los índices de humedad media se encuentran entre los más grandes del mundo en latitudes más bajas,
donde solo se requieren pequeños aumentos en la media para aumentar sustancialmente la frecuencia de
condiciones peligrosas. El informe concluye con una descripción de las áreas que requieren una mejor
comprensión del proceso y resalta el rol urgente de la adaptación de la sociedad si los peores impactos del
aumento del calor húmedo se evitan.

Palabras clave
Estrés por calor humano, impactos del cambio climático, entalpía húmeda, olas de calor, biometeorología

I. Introducción productividad económica (Kjellstrom et al.,

La temperatura global del aire ha aumentado
desde la Revolución Industrial, provocando
eventos de calor extremo más frecuentes e
intensos (Fischer y Knutti, 2015; Seneviratne
et al., 2014). Se proyecta que esta tendencia
persistirá a medida que las temperaturas
medias globales del aire continuen subiendo
(Sillmann et al., 2013), lo cual es preocupante
debido a los impactos del calor extremo en la
salud humana (Hajat y Kosatky, 2010) y la
2016).
La ocurrencia de extremos de calor en
el contexto del cambio climático ha recibido
mucha atención, y se han compilado
revisiones exhaustivas que abordan los
procesos físicos, las tendencias, las
proyecciones futuras y los impactos sociales
(Horton et al., 2016; Kjellstrom et al., 2016;
Sheridan y Allen, 2015). Sin embargo, desde
la perspectiva del proceso, el enfoque se ha
centrado principalmente en el contenido de
calor sensible del aire, a través del análisis de
la temperatura del bulbo seco (en adelante,
simplemente "temperatura del aire"). Se ha
prestado mucha menos atención a los
extremos de calor y humedad combinados.
Esto se aborda en el informe de progreso
actual, porque la integración de la humedad en
las evaluaciones de calor extremo permite una
caracterización más completa de las
condiciones ambientales que influyen en el
intercambio de calor humano. En lo que sigue,
primero se proporciona la base energética que
sustenta esta afirmación (Sección II), antes de
resumir las investigaciones recientes sobre los
cambios observados en las variables de
calor-humedad (Sección III). Las proyecciones
futuras para estas cantidades se evalúan en la
Sección IV, y las implicaciones de estos
hallazgos en el contexto de los impactos
sociales se analizan en la Sección V.
Finalmente, se proporciona una síntesis y una
perspectiva futura en la Sección VI.
II. Indicadores energéticos y de
calor-humedad
Gagge y González (2010) proporcionan una
exposición completa de la física del
intercambio de calor entre los humanos y su
entorno, mientras que Davis et al. (2016) se
centran específicamente en el papel de la
humedad atmosférica. Aquí, estos
fundamentos se sintetizan para subrayar la
importancia de integrar la humedad en las
evaluaciones de los extremos de calor en un
clima cambiante.
El balance de energía del cuerpo humano se
puede escribir (ejemplo: Oke, 2009)
donde q​H y q​L son los flujos de calor sensible y
latente (turbulentos); q​G es el flujo de calor
conductivo; q​S y q​L son los flujos de calor netos
de onda corta y onda larga (radiativos); y Δq
es el término de almacenamiento de calor. Si
se evita el sobrecalentamiento, la tasa de
producción de calor metabólico del cuerpo se
debe equilibrar en Δq.
La humedad atmosférica influye en q​L​,
que a su vez desempeña un papel crítico en la
termorregulación humana. Para ilustrar,
considere la transferencia de energía de una
parte de piel húmeda (saturada de sudor) de 1
m​2​. El flujo de calor sensible es una función
del gradiente de temperatura entre las
temperaturas del aire (T​A​; K) y de la piel (T​SK​;
K) y el coeficiente de transferencia de calor
por convección (h​c​; W m​-2​ K​-1​)
De manera análoga, el flujo de calor latente
viene dado por la diferencia en la presión de
vapor entre el aire (P​A​; Pa) e inmediatamente
por encima de la superficie de la piel saturada
(P​SK​; Pa)
Haciendo uso de la relación de Lewis (LR; K
Pa​-1​), que proporciona la relación h​m / h​c​, se
pueden combinar las ecuaciones (2) y (3)
Para un número de Lewis (relación de Schmidt
a números de Prandtl) igual a la unidad, el
término T​a + LR. P​A corresponde directamente
a la temperatura equivalente definida en la
literatura climatológica (Fischer y Knutti, 2013),
y cuando se multiplica por la capacidad
calorífica específica del aire, es la ​entalpía
húmeda​, también conocida por otros como el
contenido de calor y ​energía estática de
humedad ​(Peterson et al., 2011; Pielke et al.,
2004).
Los seres humanos deben mantener
su temperatura corporal central dentro de un
rango estrecho (alrededor de ± 1.5 °C) de
36.8°C para mantener el funcionamiento
normal de los órganos y el metabolismo
(Hanna y Tait, 2015). Si la temperatura central
aumenta más allá de esto, puede producirse la

Figura 1. Potencial de entalpía (el término entre
corchetes en la ecuación (4)) expresado en °C
para LR = 16.5 K kPa​-1 (Gagge y González,
2010). Los valores negativos indican el potencial
de enfriamiento, ya que el gradiente se dirige
desde la piel al ambiente. El área sombreada
resalta valores positivos; la línea roja marca T​W =
35°C. La línea naranja resalta las combinaciones
de temperatura y humedad para las cuales no es
posible la disipación de calor al ambiente usando
las ecuaciones (1) - (3), con q​S = 0, q​G = 0, h​c =
5.8 W m​-2 K​-1 (apropiado para el nivel del mar y la
velocidad del aire de 0.25 m s​-1​: Gagge y
Gonzalez, 2010), y q​Lw determinado a partir de
σє​A​T​A​4 - σє​SK​T​SK​4 , donde σ es la constante de
Stefan Boltzmann y a la emisividad (є) de las
superficies circundantes (subíndice A) y la piel
(SK) se asignaron valores de 0.95 (Kantor y
Unger, 2011) y 0.9, respectivamente. Este último
puede considerarse apropiado para un entorno
urbano (Oke, 2009). Para todos los cálculos, T​SK
= 35°C. Las líneas de puntos indican
principalmente el inicio de la clase de estrés por
calor "fuerte" según los diferentes índices de
calor-humedad (consulte la Sección II y la Tabla
1). Se calculó UTCI con un viento de 3.3 m s​-1 y
una temperatura radiante media igual a la
temperatura del aire. La línea 'Mora et al.
(2017b)' resalta un umbral empírico derivado a
escala global para identificar el calor mortal (ver
Sección V).
muerte a través de numerosas vías fisiológicas
(véase Mora et al., 2017a).
Por lo tanto, el calor producido
internamente debe ser disipado al ambiente
para evitar resultados negativos para la salud
(consulte la ecuación (1)), que a su vez
requiere una temperatura de la piel de
alrededor de 35 °C para garantizar que el calor
metabólico se conduzca desde el núcleo
(Sherwood y Huber, 2010). Esta temperatura
de la piel se puede sustituir en la ecuación (4)
para identificar un límite termodinámico más
allá del cual no es posible la disipación de
calor turbulento al medio ambiente. El área
sombreada en la Figura 1 resalta esta área,
que está delimitada aproximadamente por la
temperatura del bulbo húmedo (T​W​) = T​SK =
35°C (tenga en cuenta que solo está
delimitada ​aproximadamente ​porque la
suposición de un Número de Lewis igual a la
unidad se ha relajado; vea Gagge y González,
2010, para la parametrización de LR). Los
otros términos en la ecuación (1) también
pueden influir en la máxima entalpía húmeda
que se puede tolerar. La radiación solar
aumentaría la carga de calor, mientras que el
término de onda larga puede ser un disipador
de calor o una fuente, dependiendo de la
geometría, la temperatura y la emisividad del
entorno. Para completar, la curva naranja de la
Figura 1 proporciona una evaluación optimista
del límite superior de temperatura y humedad
relativa que se puede tolerar en interiores si se
consideran estos flujos (suponiendo que no
haya radiación solar, movimiento de aire
moderado, entornos uniformes con
temperatura de las superficies igual a la
temperatura del aire e ignorando q​G​; consulte
la leyenda de la Figura 1).
Aunque no se observa directamente,
es sencillo calcular la entalpía húmeda (Q) a
partir de cantidades meteorológicas comunes
donde entalpía y calor latente se denotan por
Q​h y Q​l​, respectivamente. El primero es un
producto de la temperatura del aire (T; K) y la
capacidad calorífica específica del aire (c​p​),
mientras que el segundo es un producto de la
humedad específica (w; gramos de vapor de
agua por gramo de aire) y el calor latente de
vaporización (L​v​; J kg​-1​). La Figura 2 ilustra el
 Figura 2. (a) Entalpía húmeda máxima de 2 metros (Q) en cada punto de la cuadrícula en el conjunto de
datos de ERA5 por hora, junto con (b) contribuciones concurrentes sensibles (Q​h​) y (c) latentes (Q​l​). (d) La
distribución bivariada de Q y la relación Q​l / Q​h​, destacando las mayores contribuciones de Q​l a Q a
medida que Q aumenta. Los puntos verdes muestran los diez valores principales, con la temperatura del
bulbo húmedo del valor más alto anotada. La distribución roja y los puntos de dispersión muestran la
misma información, pero para el contenido de energía durante las condiciones asociadas con los
máximos de todos los tiempos en las temperaturas del aire por hora en cada punto de la cuadrícula.

resultado de la aplicación de la ecuación (5) al experimentan mayor entalpía húmeda. Tenga

ERA5 del Centro Europeo para el Reanálisis
de Rango Medio (disponible 2010-2016),
utilizando c​p = 1005 J.kg​-1 x (1 + 0.84 x r)
(donde r es la proporción de mezcla) y la
expresión de Henderson-Sellers (1984) para
parametrizar Q​l​. De acuerdo con estos datos,
la entalpía húmeda alcanza su mayor
extensión alrededor del Golfo Pérsico y en el
sur de Asia, donde las contribuciones del calor
latente son particularmente mayores. Este
patrón se reproduce a nivel mundial, con la
Figura 2 (d) resaltando una mayor partición de
calor latente para aquellos lugares que
en cuenta que las temperaturas pico
generalmente no indican los períodos de
máxima entalpía húmeda, lo que proporciona
una ilustración práctica de la necesidad de
caracterizar el entorno térmico utilizando el
contenido total de energía, en lugar de solo
calor sensible (cf. Pielke et al., 2004).
Sherwood y Huber (2010) concluyeron
que T​W no ha superado los 35 °C en tierra
durante el período de las observaciones
modernas. Esto no es compatible con el ERA5
más reciente, más frecuente (por hora) y de
mayor resolución (~ 0.28° x 0.28°), que
 Figura 3. Histogramas de temperatura máxima ponderados por área en cada punto de la cuadrícula en el
conjunto de datos de ERA5 por hora. Las densidades de la población de 2010 (Jones y O’Neill, 2016) se
calculan en función de la temperatura del aire. La línea magenta indica el número de personas que han
experimentado una temperatura del aire (bulbo seco) al menos tan alta como la indicada en el eje x; la
línea roja y vertical resalta la coordenada 35 °C. Tenga en cuenta que el eje x denota la temperatura de
bulbo húmedo o seco, según las unidades de la serie trazada.

muestra un T​W instantáneo máximo de 35.4 °C
(Figura 2 (d)), lo que sugiere condiciones
térmicas más allá del límite fisiológico de los
humanos puede haber ocurrido (aunque muy
raramente) en la Tierra. Sin embargo, la
temperatura máxima del aire supera los 35 ºC
mucho más ampliamente, con ERA5 indicando
una exposición reciente para más de 5,4 mil
millones de personas (casi el 80% de la
población mundial del 2010; Figura 3). Por
encima de este umbral, el calor debe disiparse
con el sudor, destacando la importancia de la
transferencia de calor latente en la extensión
del rango de climas tolerables para los
humanos.
Sin embargo, en realidad, determinar el
estrés por calor humano es más complejo de
lo que se alude anteriormente. Si bien la
disipación de calor al medio ambiente puede
ser teóricamente posible para T​W hasta 35 °C,
debe ocurrir a una velocidad suficiente para
equilibrar la producción interna, para evitar un
almacenamiento de calor potencialmente
mortal. Por lo tanto, el calor peligroso puede
ser evidente para las combinaciones de
temperatura y humedad mucho antes de que
T​W supere los 35C. De hecho, el potencial de
estrés por calor depende tanto de los factores
de comportamiento (vestimenta y niveles de
actividad metabólica) como de las condiciones
ambientales. Los llamados índices "directos"
enfatizan esto último, típicamente
parametrizando el estrés por calor potencial en
función de solo la temperatura del aire y el
contenido de humedad (ejemplo: Roghanchi y
Kocsis, 2018). En la literatura de investigación
sobre cambio climático, la temperatura
aparente (AT; Steadman, 1979) Humidex (HD;
Masterton y Richardson, 1979), Wet Bulb
Globe Temperature (WBGT), y en particular su
versión simplificada: SWBGT; (ACSM, 1984;
Yaglou y Minard, 1957) quizás haya sido
empleado con mayor frecuencia, mientras que
el Índice Universal de Clima Térmico Universal
(UTCI; Brodede et al., 2012; Fiala et al., 2012)
se propuso recientemente como estándar en
biometeorología humana. De estos, AT, HD y
UTCI se escalan para proporcionar una
temperatura de "sensación". Todos los índices
están asociados con umbrales de aviso (Tabla
1 y Figura 1) para informar a la seguridad
pública. Una vez que se pronostica que el AT
llega a más de 41 °C, por ejemplo, el Servicio
Meteorológico Nacional de EE. UU. puede
iniciar procedimientos de alerta de calor
(​http://www.nws.noaa.gov/om/heat/heat_index.
shtml​).
Aunque hay una variedad considerable
en la formulación de los índices de calor (ver
Blazejczyk et al., 2012), la base energética del
intercambio de calor humano-atmósfera
significa que todos se comportan de manera
similar a la entalpía húmeda, particularmente
para combinaciones de alta temperatura y
humedad (evidenciado por las isolineas casi
coincidentes en la Figura 4). La discrepancia
entre AT y UTCI para las combinaciones de
temperatura y humedad del aire más bajas
refleja los orígenes más sofisticados de
balance de energía de estos índices; por
ejemplo, su inclusión del efecto de
enfriamiento al reducir la extensión de la ropa
(Fiala et al., 2012; Steadman, 1979). Debido a
esta similitud, la entalpía húmeda/temperatura
equivalente generalmente se incluye en el
término agregado "índices de calor-humedad"
más adelante.
La consideración de la física del
intercambio de calor en el contexto de los
climas encontrados por la sociedad ha
subrayado la importancia de la transferencia
de calor latente en la termorregulación
humana. Existe, por lo tanto, un sólido
precedente, adoptado por esta revisión, para
evaluar el cambio climático y el estrés por
calor utilizando estos índices combinados de
calor y humedad.
III. Cambios observados en los índices
de calor-humedad
Mientras las temperaturas medias globales del
aire aumentaron, la humedad relativa media
global se mantuvo aproximadamente
constante (Dai, 2006; Simmons et al., 2010;
Willett et al., 2014), en línea con los estudios
teóricos y de modelos (Byrne y O'Gorman,
2016; Held and Soden, 2000; Joshi and
Gregory, 2008). Bajo estas condiciones, se
deduce que los índices de humedad y calor
también pueden haber aumentado. Sin
embargo, esto no es del todo evidente, ya que
tales estadísticas agregadas pueden ocultar la
variación espacial en la evolución conjunta de
las tendencias de temperatura y humedad
(Buzan et al., 2015). Sin embargo, los estudios
que abordan explícitamente los cambios en los
índices de calor y humedad también
informaron aumentos generalizados en la
temperatura equivalente, WBGT y AT, con las
tendencias en los índices de calor y humedad
generalmente más pronunciadas que solo en
la temperatura del aire (Fall et al., 2010;
Jacobs et al. al., 2013; Schoof et al., 2015), o
lograr una mayor relación señal-ruido y, por lo
tanto, una mayor detectabilidad estadística
(Knutson y Ploshay, 2016). Sin embargo, el
aumento de los índices de calor y humedad no
es universal. Por ejemplo, se han informado
tendencias negativas atribuidas al secado
regional en partes de Australia (Hyatt et al.,
2010; Peterson et al., 2011). Otros autores
han evaluado los cambios regionales en la
frecuencia de los valores extremos en los
índices de calor y humedad (Desai y Dhorde,
2018; Grundstein y Dowd, 2011; Kjellstrom et
al., 2013; Mekis et al., 2015), y han encontrado
principalmente importantes incrementos en el
número de superaciones de umbrales en la
Tabla 1. Umbrales en índices de calor-humedad en todo el mundo (Dunne et al., 2013), y
comúnmente empleados. Tenga en cuenta que aumentado la fracción de la superficie terrestre
estos valores son solo índices, pero se pueden expuesta a condiciones potencialmente
interpretar como que tienen unidades de °C con mortales (Mora et al., 2017b).
fines comparativos.
La investigación que explora los
procesos que conducen los extremos
Clase de Tempera Humidex SWBGT UTCI
estres de -tura observados en los índices de calor y humedad
calor aparente ha sido limitada, en vez de centrarse con
estudios en los extremos de temperatura en
Ligero 27–32 35–40 28–32 26–32
las latitudes medias (por ejemplo, Fischer,
Moderado 32–41 40–45 32–35 32–38 2014; Miralles et al., 2014). Sin embargo,
Fuerte 41–54 45–54 35–38 38–46
Wehner et al. (2016) evaluaron la TA durante
dos olas de calor contrastantes en Karachi
Extremo > 54 > 55 > 38 > 46 (Pakistán) y Hyderabad (India) durante 2015.
Destacaron que, debido a la alta humedad, la
AT en Karachi era mucho mayor que la
temperatura del aire durante la ola de calor;
En Hyderabad esta diferencia fue más
silenciosa. Agregando la poca comprensión
del proceso, estos hallazgos subrayan la
necesidad de evaluar las olas de calor
históricas utilizando índices de calor y
humedad para que su gravedad se caracterice
con precisión.

Figura 4. Índices comunes de calor y humedad
(líneas de puntos), en comparación con la
entalpía húmeda (líneas continuas) en función de
la temperatura del aire y la humedad relativa.
Consulte el texto para las abreviaturas y tenga
en cuenta que el UTCI se calculó asumiendo una
temperatura radiante media igual a la
temperatura del aire y una velocidad del viento
de 10 metros de 3.3 m.s​-1​. Tenga en cuenta que
la región gris corresponde al área sombreada en
la Figura 1.
segunda mitad del siglo XX. Las pocas
evaluaciones a escala global concluyen que se
han producido aumentos generalizados en la
frecuencia de valores potencialmente
peligrosos (Willett y Sherwood, 2012), que
pueden haber disminuido la capacidad laboral
IV. Proyecciones
Desde las primeras proyecciones de AT bajo
cambio climático por Delworth et al. (1999),
Fischer y Knutti (2013) han ilustrado que las
proyecciones de modelos climáticos de tales
índices combinados son más sólidas que las
que se centran solo en la humedad o la
temperatura. Desde entonces, se han seguido
más estudios (ver Buzan et al., 2015), pero no
en gran número en comparación con las
proyecciones de la temperatura del aire (ver
Horton et al., 2016). Sin embargo, la
investigación limitada hasta la fecha ha sido
consistente en sus conclusiones. En general,
se espera que los cambios en los valores
medios y extremos en los índices de
calor-humedad sean mayores que para la solo
temperatura del aire (Delworth et al., 1999;
Matthews et al., 2017; Oleson et al., 2015;
Zhao et al., 2015), como resultado del efecto
aditivo de los aumentos proyectados
 Figura 5. (a) Cambio medio en conjunto de la entalpía húmeda media para fines de siglo (2081–2100), en
relación con 1986-2005 según RCP 8.5. Tenga en cuenta que todos los resultados del modelo se
interpolaron a una cuadrícula común de 1° x 1°. (b) Resumen de la media zonal del cambio de entalpía,
con sombreado que abarca ± una desviación estándar de los 23 miembros del conjunto CMIP5.

tanto de la humedad atmosférica como de la índices de calor y humedad que en la

temperatura del aire (Collins et al., 2013). Las temperatura del aire para climas que ya son
proyecciones también han puesto de relieve la cálidos y húmedos. Esto concuerda con los
tendencia a aumentos mucho mayores en los cambios observados, y se puede entender a
través de la partición de la energía. Las
ubicaciones con la entalpía húmeda más alta
se caracterizan por una mayor partición del
término de calor latente (Sección II); por lo
tanto, se utiliza un componente más grande de
la entrada de calor adicional del forzamiento
radiativo para evaporar las aguas superficiales
que para elevar el contenido de calor sensible
del aire, lo que significa que la humedad
específica aumenta más rápido que la
temperatura del aire (Peterson et al., 2011).
De lo anterior se desprende que algunos de
los patrones bien establecidos en las tasas de
calentamiento asociadas con el cambio
climático antropogénico no se aplican a los
índices de calor-humedad. Por ejemplo, bajo
un cambio climático antropogénico continuo,
se anticipa que las temperaturas medias del
aire se calentarán más en la tierra, con
mayores tasas de aumento en latitudes más
altas del norte (Diffenbaugh y Field, 2013;
Sutton et al., 2007). Sin embargo, donde se
han realizado evaluaciones a escala global de
los índices de calor y humedad proyectados, la
literatura indica cambios comparables en las
condiciones medias entre la tierra y el océano
a medida que aumenta la temperatura media
global del aire (Delworth et al., 1999). Esto es
consistente con la observación de que los
cambios proyectados a la temperatura
equivalente son casi uniformemente zonales
bajo el cambio climático, con aumentos más
grandes en las zonas tropicales que en
latitudes medias (Byrne y O’Gorman, 2013).
La Figura 5 explora este comportamiento con
más detalle, aplicando la ecuación (5) a la
producción mensual promedio del modelo de
23 modelos climáticos empleados en los
experimentos históricos y de Representative
Pathway (RCP) 8.5 (Taylor et al., 2011; Van
Vuuren et al., 2011; consulte la Tabla
complementaria S1 en línea para obtener un
inventario de los modelos utilizados). El
aumento de la entalpía húmeda entre finales
de los siglos XX (1986-2005) y XXI (2081-221)
es mayor en las latitudes del extremo norte,
pero el cambio observado en los trópicos
profundos ocupa un segundo lugar. Los
aumentos máximos de la entalpía húmeda en
estas latitudes son una consecuencia de las
fuertes reacciones de cambio climático que
operan aquí, ya que las reducciones en la
superficie del albedo son de gran importancia
en el Ártico (Taylor et al., 2013), y la
retroalimentación de vapor de agua actúa en
latitudes bajas (Colman y McAvaney, 2009). El
incremento de la entalpía húmeda se realiza
más a través del calor sensible (latente) en las
latitudes altas (bajas) (Figura 5 (b)). Es este
calentamiento latente mejorado de la
atmósfera de latitud baja lo que hace que la
velocidad de la curva sea baja y conduzca al
conocido calentamiento fuerte y sensible de la
atmósfera tropical superior (Allen y Sherwood,
2008). Sin embargo, en la superficie, este
aumento del calor latente significa que el
aumento de la temperatura es limitado, lo que
puede ocultar el hecho de que los cambios en
la entalpía húmeda (y, por lo tanto, en el
posible estrés por calor: Sección II) son tan
grandes.
La medida en que los cambios en los
medios que se muestran en la Figura 5 se
extienden a los cambios en los extremos
parece menos directa y está poco explorada.
Zhao et al. (2015) reportaron una
homogeneidad casi meridional en la cantidad
en que los extremos (definidos como la media
del 5% de los valores más altos) en los índices
de calor-humedad (AT, SWBGT y HD) pueden
aumentar para fines de siglo bajo RCP 8.5. De
la Figura 5, esto implica una amplificación
relativamente mayor de los extremos en las
latitudes medias, lo que está alineado con las
evaluaciones del cambio de temperatura del
aire proyectado que ha indicado un
ensanchamiento de las distribuciones
estadísticas allí a medida que el clima se
calienta (Schar et al., 2004; Scherrer et al.,
2005). Desde la perspectiva del proceso, esto
puede explicarse por la dinámica de los
eventos de calor extremo en latitudes medias,
donde se ha destacado el papel del
acoplamiento tierra-atmósfera bajo los
anticiclones extratropicales en la amplificación
del contenido de calor de la capa límite
(Miralles et al., 2014). Aunque no es
directamente comparable con (Zhao et al.,
2015), debido a las diferencias en la definición
de AT y el muestreo espacial, Matthews et al.
(2017) notaron que el percentil 99.9 en AT
aumentó más en ubicaciones de
megaciudades con valores más altos
observados para el percentil 99.9, lo que
sugiere que los extremos en este indicador se
amplifican bajo el calentamiento climático en
las latitudes más bajas (Sección II).
Aunque poca investigación ha
evaluado la cantidad de valores extremos de
humedad y calor que pueden aumentar a
medida que el clima se calienta, se ha
prestado mayor atención a la frecuencia con la
que se pueden superar los umbrales
potencialmente peligrosos (Diffenbaugh et al.,
2007; Fischer y Schar, 2010; Fischer et al.,
2012; Matthews et al., 2017; Mora et al.,
2017a, 2017b; Willett y Sherwood, 2012; Zhao
et al., 2015). Los resultados de estas
investigaciones indican que son los trópicos y
subtrópicos, donde ya se encuentra un alto
estrés por calor, generalmente experimentarán
los mayores aumentos en la frecuencia de las
condiciones más graves. Esta tendencia se
puede entender como un resultado de la
distribución climatológica de los índices de
calor y humedad en las latitudes más bajas,
donde ya se pasa una gran parte del tiempo
cerca de los umbrales críticos. Por lo tanto,
incluso un pequeño aumento en la media
puede causar un aumento relativamente
grande en la frecuencia con la que se cruzan
los umbrales críticos (Fischer et al., 2012;
Mora et al., 2017b; Willett y Sherwood, 2012).
Además, es probable que los cambios en el
estado promedio de los índices de humedad y
calor estén entre los más grandes en latitudes
más bajas, lo que aumenta la tendencia a
aumentar la frecuencia de las superaciones de
umbrales.
V. Impactos
Los impactos potenciales del calor extremo en
general se han abordado a fondo en la
literatura (Sheridan y Allen, 2015). Aquí, el
enfoque está dirigido a aquellas cuestiones
que se vuelven particularmente notables
cuando se adopta una perspectiva de calor
húmedo. En este contexto, la Sección II
describió que, en el clima actual, la disipación
de calor de los seres humanos al medio
ambiente es posible para casi todas las áreas
terrestres de la Tierra. Sin embargo, las
evaluaciones de los índices de calor y
humedad han puesto de relieve que esto
puede que ya no sea cierto bajo un
calentamiento climático sostenido, con
temperaturas de bulbo húmedo superiores a
35 °C proyectadas para partes de Oriente
Medio y Asia del Sur para finales de siglo bajo
RCP 8.5 (Im et al., 2017; Pal y Eltahir, 2016).
Estos hallazgos enfatizan que existe un límite
de adaptabilidad para los humanos en el
contexto del cambio climático y el estrés por
calor, pero es importante tener en cuenta que
las consecuencias negativas para la salud son
posibles para temperaturas de bulbo húmedo
mucho más bajas que 35 °C, lo que se indica
en los niveles de aviso de los Índices de
calor-humedad (tabla 1). Por lo tanto, algunos
autores han intentado cuantificar la cantidad
de personas que pueden estar expuestas
regularmente a combinaciones peligrosas de
temperatura y humedad si el clima continúa
calentándose. Por ejemplo, Im et al. (2017)
encontraron que para 2100 bajo RCP 8.5,
alrededor del 4% de la población del sur de
Asia podría estar expuesta anualmente a
temperaturas del aire de bulbo húmedo que
excedían el umbral de 35 °C, pero hasta el
75% de las personas podrían estar expuestas
a valores peligrosos para la salud humana.
Posiblemente en la evaluación más completa
hasta la fecha, Mora et al. (2017) evaluaron
 Figura 6. Cambio medio zonal en la población y estrés por calor. Los cambios en la población se
muestran como los aumentos medios zonales en la población entre 2050 y 2010, promediados a través
de las vías socioeconómicas compartidas (SSP) proporcionadas por Jones y O’Neill (2016); el sombreado
de rangos abarca ± una desviación estándar en estos SSP. El cambio en la frecuencia de AT peligroso se
toma de (Matthews et al., 2017) y representa el cambio promedio zonal en el número de días con AT ≥
40.6 °C en un clima 2 °C más cálido que el preindustrial, en relación con el clima del pasado reciente
(1979-2005).

783 incidentes de mortalidad documentados húmedo. Usando excedentes de 40.6 °C en la

en la literatura de investigación para identificar
las condiciones de humedad y calor que han
sido mortales en el pasado (ver Figura 1).
Llegaron a la conclusión de que alrededor del
30% de la población actual ya está expuesta
regularmente a un calor mortal (que
experimenta al menos 20 días por año), con
esta cifra que llega al 74% para finales de
siglo bajo RCP 8.5. Incluso si se cumplen los
objetivos de mitigación del cambio climático
más ambiciosos (un escenario compatible con
RCP 2.6), Mora et al. (2017b) advierten que el
48% de la población mundial podría estar en
riesgo para el 2100.
Matthews et al. (2017) enmarcaron las
proyecciones de sus impactos de manera
diferente, refiriéndose a las cantidades de
calentamiento del clima, en lugar de a los
PCR, para comunicar las posibles
consecuencias sociales del aumento del calor
formulación de AT del Servicio Meteorológico
Nacional (Rothfusz, 1990), encontraron que,
para 2050, incluso si el calentamiento global
se limitaba a 1.5 °C por encima de los niveles
preindustriales, más de 350 millones de
personas adicionales vivían en las ciudades
más grandes del mundo podrían estar
expuestas regularmente (experimentando al
menos 1 día por año) a condiciones mortales.
Estos aumentos abruptos en el número
de personas expuestas al calor mortal resultan
de algunas coincidencias desafortunadas.
Primero, como señalan Jendritzky y Tinz
(2009), los lugares ya estresados ​por el calor
tienden a tener densidades de población más
altas, y los umbrales extremos pueden
pasarse más fácilmente por poco
calentamiento en tales climas (Sección IV).
Segundo, se proyecta que el crecimiento de la
población durante el resto del siglo veintiuno
será más rápido en las latitudes más bajas,
coincidiendo espacialmente con el mayor
aumento en el potencial de estrés por calor
(Figura 6).
Más allá de los desafíos para la salud
humana, la investigación ha evaluado los
impactos potenciales en la productividad
económica, haciendo uso del hecho de que
existen pautas claras para moderar el trabajo
físico según los valores de la WBGT (Parsons,
2006). Por ejemplo, utilizando proyecciones
del modelo climático HadCM3, Kjellstrom et al.
(2009) concluyeron que en el escenario
climático A2, las reducciones máximas en la
capacidad laboral podrían alcanzar el 27%
para la década de 2080, con las mayores
pérdidas en el sudeste de Asia, América
Central y del Sur y el Caribe. En un estudio
global agregado, Dunne et al. (2013) usaron
proyecciones del modelo ESM2M bajo RCP
8.5 para sugerir que la producción de mano de
obra ponderada por la población podría
disminuir en casi un 40% en los meses más
calurosos en 2100, y en más del 60% en 2200.
VI. Síntesis y perspectivas de futuro
Las investigaciones de observaciones y
proyecciones indican aumentos concurrentes
en el calor sensible (por el aumento de la
temperatura del aire) y el calor latente (a
través del aumento de la humedad) en
respuesta a las emisiones de gases de efecto
invernadero antropogénicas del clima.
Esto provoca mayores aumentos en la
entalpía húmeda y el posible estrés por calor
que los que se pueden deducir solo de las
temperaturas elevadas, lo que subraya la
importancia de integrar los cambios de
humedad en las evaluaciones de los impactos
climáticos relacionados con el calor.
Los estudios que adoptan esta
perspectiva han demostrado que el mayor
aumento en la frecuencia de condiciones
peligrosas debería esperarse en climas de
latitudes más bajas que ya experimentan una
alta proporción de tiempo cerca de los
umbrales críticos. Esto coincide en gran
medida con estudios de solo temperatura, que
encuentran el mayor aumento en la frecuencia
de extremos en los trópicos (Harrington et al.,
2016; Herold et al., 2017). Sin embargo,
surgen diferencias importantes cuando se
reconoce el papel del aumento de la humedad.
Los índices de calor y humedad indican que es
probable que los extremos tropicales más
frecuentes estén acompañados por uno de los
mayores incrementos en los valores medios
observados en todo el mundo. Por lo tanto, en
términos de calor húmedo, no es solo la
relación señal (cambio) a ruido (variabilidad
natural) que se amplifica en los trópicos, sino
el cambio absoluto en sí mismo. Todavía no
hay un consenso claro sobre si esta
amplificación tropical se aplica igualmente a la
cola caliente. Explorar esto con más detalle
debería ser una prioridad para futuras
investigaciones, ya que es necesario
cuantificar los cambios en la intensidad (en
lugar de solo la frecuencia) de los extremos de
calor bajo un calentamiento climático
sostenido. Mejorar la comprensión de los
procesos físicos que conducen a eventos de
calor-humedad en latitudes extremas en
latitudes bajas puede ser una contribución
valiosa a este respecto.
El creciente riesgo de calor y humedad
extremos en las latitudes bajas es en general
espacialmente coincidente con el mayor
aumento de la vulnerabilidad debido al rápido
crecimiento de la población. En consecuencia,
la investigación ha identificado que el cambio
climático continuo podría llevar a cientos de
millones más de personas expuestas
regularmente al calor mortal, incluso si las
estrategias de mitigación ambiciosas tienen
éxito. Es posible que las poblaciones humanas
puedan aclimatarse un poco en respuesta al
estrés más frecuente de las temperaturas
extremas, pero el alcance para esto es
limitado. Primero, la temperatura corporal
central óptima debe considerarse inmutable
porque los componentes básicos de la
fisiología humana (por ejemplo, las proteínas)
son altamente sensibles a la temperatura
(Somero, 2010). Por lo tanto, T​W = 35 °C debe
considerarse un límite superior absoluto y duro
para la tolerancia al calor humano que no
cambiará en los plazos (decenales a
centenarios) considerados aquí. En segundo
lugar, aunque la capacidad de los individuos
para sobrellevar el calor por debajo de este
umbral puede mejorar con el aumento de la
eficiencia termorreguladora (por ejemplo, a
través de un inicio más temprano de la
sudoración), todavía encontrará límites
establecidos por la fisiología humana (por
ejemplo, las tasas máximas de sudoración)
(Hanna y Tait, 2015).
Teniendo en cuenta los límites de la
aclimatación humana, existe un fuerte
incentivo para limitar la exposición al calor
peligroso cuando sea posible. Debido a que el
estrés por calor es un fenómeno que se ha
experimentado y seguirá experimentando
principalmente en ciudades (Fischer et al.,
2012), hay mucho margen para lograrlo a
través de la modificación física de los entornos
urbanos (Ahmadi Venhari et al., 2017;
Taleghani, 2017). Sin embargo, es
fundamental que los estudios que exploran
esta perspectiva utilicen indicadores de
calor-humedad en lugar de la temperatura del
aire; las ciudades "verdes" a través de la
introducción de más vegetación pueden
reducir la última, pero su influencia en la
primera no está clara (Hass et al., 2016).
Como alternativa, los sistemas de
alerta temprana de la salud del calor (Lowe et
al., 2011) generalmente tienen como objetivo
provocar cambios de comportamiento que
minimicen los impactos del calor extremo.
Hasta la fecha, su implementación se ha
restringido principalmente a Europa y América
del Norte (Boeckmann y Rohn, 2014), por lo
que hay mucho margen para su uso más
amplio en las latitudes bajas con mayor riesgo
(Knowlton et al., 2014). En este contexto, sin
embargo, las barreras económicas deben
reconocerse debido a la capacidad de
adaptación generalmente reducida de los
países en desarrollo (a menudo de baja
latitud). Por ejemplo, el costo puede limitar el
acceso al aire acondicionado privado (ver
Gronlund, 2014), mientras que los
trabajadores de bajos ingresos pueden no
sentirse capaces de permitirse el lujo de evitar
trabajos extenuantes durante períodos de
calor peligroso (Das, 2015). Enfrentar el
creciente desafío del calor mortal, por lo tanto,
requiere innovaciones que respeten
simultáneamente los límites fisiológicos de los
humanos, y que sigan siendo prácticos para
un despliegue generalizado.
Para concluir, se reitera que la
integración de la humedad en las evaluaciones
del cambio climático proporciona una visión
más completa de la evolución del estrés
térmico que la que proporciona solo la
temperatura del aire, pero se debe reconocer
que, por sí mismas, estas variables
caracterizan de manera incompleta el
ambiente exterior para los fines de intercambio
de calor humano. La velocidad del viento y la
insolación también son críticas en este
sentido, y se proyecta que ambos cambien a
medida que el clima se calienta (Ma et al.,
2016; Wild et al., 2015).
En el futuro, las tendencias en estas
cantidades deben evaluarse para una mejor
comprensión del estrés por calor y el cambio
climático, especialmente para los trabajadores
al aire libre que pueden formar una gran parte
de la fuerza laboral en regiones vulnerables de
latitudes bajas.