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El advenimiento del aislamiento social, preventivo y obligatorio trajo consigo una sucesión de
cambios en la vida cotidiana, entre ellos, una nueva forma de configurar la escolaridad,
debiendo adoptar otros modos de organizar la tarea docente para mantener el vínculo con
los estudiantes e implementar una política de cuidado que fortalezca los lazos, referenciando
el Documento base de la SSE, “Enseñanza y Evaluación”.
Y es en este contexto que hay que elaborar propuestas de enseñanza y de evaluación que
respondan a estas características, es necesario volver sobre el qué y cómo enseñamos y
evaluamos. Es de esperar que se evalúe a partir de lo enseñado y de lo aprendido; que se
revise lo que se había planificado y lo que efectivamente se pudo enseñar; y verificar qué de
eso es lo que los estudiantes aprendieron. En consecuencia, los instrumentos y los criterios
de evaluación también se ven revisados. Hoy prevalecen los registros escritos, videos y/o
fotografías de las producciones de los estudiantes, las devoluciones, la preservación de
dichos materiales, participaciones virtuales (si tienen conectividad), y todo aquello que
permita tener evidencia del progreso en el proceso de aprendizaje, si acceden y/o
profundizan sus conocimientos, si resuelven con autonomía, si plantean dudas, si opinan, si
comparten tareas, es decir, valorar pedagógicamente lo realizado, tener información
descriptiva y cualitativa de los logros y las dificultades que se dieron en el proceso de
construcción del conocimiento, identificar logros y desaciertos no solo de los estudiantes,
sino también de la enseñanza.
Esta concepción es la EVALUACIÓN FORMATIVA, no cuantitativa. Evaluar no es calificar.
“Evaluar ayuda al alumno a aprender y al docente a enseñar”, como dice Perrenoud, la
evaluación puede abrir oportunidades para mejorar tanto la enseñanza como el aprendizaje.
Cada instancia de evaluación arroja luz sobre los próximos pasos, lo que sube la apuesta a la
enseñanza y alimenta el aprendizaje. Los Equipos Directivos son quienes empujan esto:
contagian a los docentes de una mirada positiva sobre la evaluación, coordinan las miradas,
establecen criterios comunes y cuidan la coherencia y la justicia de la escuela. Deben generar
una cultura que valorice la evaluación y la use para aprender. Se trata, en suma, de construir
una escuela comprometida con la tarea de enseñar.
Algunas claves para asesorar a los docentes al momento de evaluar:
Solo se evalúa lo que se ha enseñado: antes de evaluar, se debe revisar si los temas
previstos se abordaron con la profundidad suficiente.
El sentido de la evaluación es brindar oportunidades para que los estudiantes
demuestren lo aprendido. Para ello se debe ajustar la evaluación a los tiempos y
necesidades de los estudiantes.
En la evaluación tratar el error como una instancia de aprendizaje.
Identificar y explicar los errores potencia el aprendizaje y mejora la enseñanza.
No innovar en el momento de la evaluación. La evaluación es parte de la propuesta
de enseñanza. La coherencia es central.
Ser claros con los estudiantes tanto en las consignas como en las devoluciones. La
evaluación debe permitir avanzar en el aprendizaje.
La evaluación tiene un enfoque prospectivo: permite intervenir durante el proceso de
aprendizaje antes de avanzar hacia el resultado final. Su fin es mejorar lo realizado.
Para evaluar desde el enfoque formativo es necesario realizar un seguimiento sistemático del
aprendizaje de los estudiantes, a partir de la recolección de evidencias relacionadas con su
desempeño. Reunir dichas evidencias sin el análisis del desempeño y la propuesta de mejora,
no es parte del enfoque formativo de la evaluación porque no contribuye al logro educativo.
Pero ¿qué es una evidencia? Es una certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar,
es una prueba determinante en un proceso. Implica demostrar o revelar algo. Al momento
de diseñar las situaciones de evaluación hay que recordar estos significados, porque dan
fundamento a los juicios de valor. Cuando se evalúan los aprendizajes de los estudiantes, los
docentes deben preguntarse: ¿Qué saben los estudiantes sobre este tema? ¿Qué tendría que
preguntarles o pedirles que hagan para saber qué saben? ¿Cómo nos damos cuenta de lo que
saben y cómo lo saben ellos? ¿Qué consignas de evaluación les proponemos para recoger
información sobre sus aprendizajes? ¿Qué instrumentos de evaluación usaré para recoger las
evidencias? (Rebeca Anijovich,“La evaluación como oportunidad”,2017).
¿En qué grado soy un docente que evalúa desde el enfoque formativo?
A partir de los resultados de este diagnóstico, se sugiere reflexionar acerca de los atributos
que aún faltan por desarrollar.