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Raanan Rein y Claudio Panella

(Compiladores)

En busca de la Comunidad
Organizada

Organizaciones políticas, sociales, económicas y


culturales del primer peronismo

Universidad Nacional de La Matanza


© Universidad Nacional de La Matanza, 2018
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Índice

Prólogo. .............................................................................................................9
Presentación
Raanan REIN - Claudio PANELLA....................................................................11
Entre la comunidad organizada y la comunidad liberada
Gabriel D’IORIO - Julián FAVA ................................................................................25
El catolicismo y la “comunidad organizada”: una relación de amor-odio
Miranda LIDA............................................................................................................37
La cgt durante los dos primeros gobiernos de Perón.
De la autonomía a la inserción
Santiago SENÉN GONZÁLEZ - Fabián BOSOER.......................................................51
La Comunidad Organizada y los empresarios industriales
Marcelo ROUGIER - Leandro SOWTER.....................................................................83
El Partido Peronista. Estructuras, grupos dirigentes y prácticas políticas, 1947-
1955 - Oscar Aelo....................................................................................111
Las mujeres organizadas: el Partido Peronista Femenino
Carolina BARRY........................................................................................................137
Perón, los jóvenes y las mujeres: la experiencia de la UES
Santiago SENÉN GONZÁLEZ -Fabián BOSOER......................................................159
La Confederación General de Profesionales. Orígenes intelectuales e itinerario de
un proyecto frustrado (1953-1955)
Ezequiel ADAMOVSKY............................................................................................189
Agremiaciones docentes 1951-1955. Entre la CGT y la CGP. ¿Trabajadores o
profesionales?
Jorge LEVORATTI.....................................................................................................219
La Confederación General Universitaria: gremialismo y política en los estudiantes
peronistas
Claudio PANELLA....................................................................................................247
Los escritores peronistas y la creación de la Asociación de Escritores Argentinos.
Un experimento fallido
Flavia FIORUCCI.....................................................................................................277
El deporte durante el peronismo, entre la centralización gubernamental y la bús-
queda de preservación de su autonomía: el caso de la CADCOA
Rodrigo DASKAL - Daniel SAZBÓN.........................................................................297
Confederación Nacional de Cooperativas Agrarias. Cooperativismo y economía social
durante en el peronismo
Graciela MATEO - Lisandro R. RODRÍGUEZ..........................................................325
La Organización Israelita Argentina (OIA) y la incorporación de grupos étnicos en
el peronismo
Raanan REIN............................................................................................................353
Los autores. ....................................................................................................379
Presentación

Raanan REIN
Claudio PANELLA

Desde el inicio de su carrera política, Juan Perón se preocupó, con clara


vocación docente, de dar a conocer a través de discursos y conferencias
dirigidos a distintos auditorios, los principios teóricos y filosóficos que
nutrían su pensamiento y sobre los cuáles se iban a asentar las formas
de su acción política. La más trascendente de estas exposiciones fue la
que brindó el 9 de abril de 1949 en Mendoza, en el acto de clausura del
Primer Congreso Nacional de Filosofía, organizado por la Universidad
Nacional de Cuyo, que se publicó tiempo después con el nombre de La
Comunidad Organizada (CO), y se constituyó en el fundamento filosófico
del justicialismo.1 Debe señalarse por lo pronto que a pesar de no repre-
sentar el mismo una ideología de densidad y coherencia teórica tan clara
como la del liberalismo y el marxismo, ofrecía sin embargo una serie de
valores e ideales que se entendían superadores de los mencionados a la
vez que se proclamaba de validez universal en un mundo bipolar. Tal vez
la CO fue una de las concepciones menos entendidas de su tiempo, lo que
llevó a sus opositores, atentos también a la praxis del gobierno peronista,
a comparar este último con el fascismo italiano.2
En aquella conferencia Perón expuso su mirada sobre las principales
ideas filosóficas universales, realizando un recorrido aproximativo a los
principales pensadores desde la antigua Grecia hasta los modernos, pa-
sando por los del medioevo cristiano, en un esbozo de filosofía política
cuyo punto de partida era la afirmación de que la sociedad y el hombre
contemporáneos se enfrentaban a una crisis de valores “más profunda
1
El 29 de noviembre de 1951 apareció en el diario Democracia el artículo de Perón,
firmado con el seudónimo de Descartes, titulado también “La Comunidad Organizada”,
donde aquel desarrolla la idea de CO como un modo de organización política (Cfr. Perón
(1952), pp. 231-235).
2
Para un reciente libro relacionando al corporativismo con el fascismo en Europa, ver
Costa Pinto (2017).

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acaso de cuantas su evolución ha registrado”.3 Impulsaba la formación


de una comunidad donde las posibilidades de realización del individuo
eran tales si esa comunidad en la que vivía también se realizaba. De allí
que planteaba la necesidad de lograr una armonía entre los intereses
individuales y los colectivos, pero también los espirituales y materiales,
en pos de lograr una comunidad justa y solidaria:
“Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armo-
nía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio
hegeliano de realización del yo en el nosotros, apuntamos la necesidad
de que ese nosotros se realice y perfeccione en el yo”.4
Pues si la humanidad contemporánea se debatía entre dos posiciones,
una en la cual primaba el individualismo egoísta y otra en la que predo-
minaba un estatismo asfixiante, ambas de efectos negativos para el ser
humano, proponía una posición superadora de las anteriores, despojada
de los restos de materialismo de ellas. Para Perón
“En esta fase de la evolución lo colectivo, el nosotros, está cegando en
sus fuentes al individualismo egoísta. Es justo que tratemos de resolver
si ha de acentuarse la vida en comunidad sobre la materia solamente o
si será prudente que impere la libertad del individuo solo, ciega para
los intereses y las necesidades comunes, provista de una irrefrenable
ambición, material también”.5
La impronta cristiana era decisiva en este sentido, tal como lo dio a
conocer en su momento Raúl Mende, un divulgador de los principios
del justicialismo, que definía a este como “una doctrina cuyo objeto es
la felicidad del hombre en la sociedad humana por la armonía de las
fuerzas materiales y espirituales, individuales y colectivas, cristiana-
mente valorizadas”.6 En efecto, se ha destacado en numerosos estudios,
y con razón, la invocación por parte de Perón de la doctrina social de
la Iglesia, que se asentaba en las encíclicas “Rerum Novarum” (1891) y
“Quadragesimo Anno” (1931), emitidas por los papas León XIII y Pío
XI respectivamente. Luego de pasar revista a los contenidos doctrinales

3
Perón (1983), p. 7.
4
Ibídem, p. 95. Cursivas en el original.
5
Ibídem, p. 94. Cursiva en el original.
6
Mende (1950), p. 106. Raúl Mende (1918-1963) fue Ministro de Asuntos Técnicos y
director de la Escuela Superior Peronista. El citado libro, “escrito para el hombre común
de nuestro pueblo” según el autor, fue prologado por el propio Perón.

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En busca de la Comunidad Organizada

de estas últimas, Cristián Buchrucker ha puesto de manifiesto algunas


coincidencias específicas entre la prédica peronista y las encíclicas. En
primer término, señala que la doctrina social de la Iglesia subraya la
necesidad de concebir al hombre en todas sus dimensiones, no como un
mero engranaje de determinadas leyes económicas (apuntando con ello
al marxismo y también al liberalismo dogmático), planteando en conse-
cuencia, en lo concerniente a la cuestión social, una mirada “tercerista”.
En segundo lugar, las encíclicas destacan la necesidad y posibilidad de
una superación pacífica de los conflictos sociales a través de la justicia
social y la cooperación entre los individuos, las instituciones interme-
dias y el Estado. Por último, el enfoque particular del que las encíclicas
parten cuando estudian las fuerzas sociopolíticas hostiles al cristianismo,
en el caso de “Rerum Novarum”, el de un pseudoliberalismo corrupto
que no escondía sino intereses egoístas.7 A modo de complemento de lo
expresado, algunos autores han hecho hincapié en la posible influencia
de los escritos del filósofo francés Jaques Maritain (1882-1973) entre las
fuentes del pensamiento socialcristiano de Perón.8
Llegado a este punto es inevitable incursionar en una cuestión re-
currente que comenzó, puede decirse, con el nacimiento mismo del
peronismo, y es el de “definir” a este movimiento político. Tal vez el
primer trabajo que intentó agrupar las principales interpretaciones del
movimiento creado por Juan Perón fue el dirigido por Carlos Fayt, en
tiempos en que aquel estaba proscripto. En La naturaleza del peronismo
se recogían las principales que se habían publicado hasta ese momento,
predominando la que calificaba al peronismo como “fascismo” a secas
o bien como una versión argentina del mismo.9 Años después, otro
emprendimiento académico corrió por cuenta de Alberto Ciria, quién
no coincidió con la identificación del peronismo con el fascismo: “Si
no diferenciamos entre formas y contenidos propios de los “fascismos”
históricos, para compararlos con el peronismo, corremos el grave riesgo
de todas las metáforas mecánicas”.10 Pero además, dio cabida allí a los
autores que comenzaron a definir al peronismo como “populismo” en
comparación con otras expresiones políticas latinoamericanas, como el
7
Buchrucker (1987), pp. 305-308. Al respecto, ver también Zanatta (2008), pp. 29-44.
8
Un consistente análisis del pensamiento del mencionado en Piñeiro Iñíguez (2010),
pp. 66-85.
9
Cfr. Fayt (1967), pp. 161-211.
10
Ciria (1971), p. 98.

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Raanan Rein y Claudio Panella (Compiladores)

varguismo por caso.11 También Ciria hizo referencia específica al texto


de la CO -probablemente la primera aproximación desde el campo aca-
démico-, donde criticó del mismo las “oscuras referencias al idealismo
alemán” y su “superficial aparato erudito”, aunque destacó la propuesta
de una conciliación de clases y su acercamiento al catolicismo social. A
su juicio, para el justicialismo existían cuatro fuerzas conflictivas en la
sociedad, esto es el idealismo, el materialismo, el individualismo y el co-
lectivismo, cada una de la cuales tenía un papel importante que cumplir,
“en conjunción con las tres restantes, pero jamás en forma excluyente”.12
Un “justo medio” dinámico entre estas fuerzas dio como resultado en-
tonces la “tercera posición”.
Con el retorno de la democracia a la Argentina a comienzos de la dé-
cada del ’80 del siglo pasado, se produjo una revitalización de los estudios
históricos, dentro de los cuáles el justicialismo ocupó un lugar de rele-
vancia. Y, en forma paralela, fueron surgiendo abordajes historiográficos
que se ocuparon de esta cada vez más vasta y variada bibliografía sobre el
peronismo clásico, entre ellos los trabajos de Emilio de Ipola,13 Mariano
Plotkin,14 María J. Malet,15 Raanan Rein,16 Juan M. Palacio17 y Eduardo
Elena18 por nombrar solo algunos. En los últimos años también, la CO ha
sido retomada como objeto de estudio específico, donde varios autores
la han tratado en profundidad.
En su estudio sobre aquella, Armando Poratti destaca, en primer tér-
mino, el hecho significativo de que Perón expusiese sus ideas filosóficas,
en un ámbito, el académico, de evidente trascendencia:
“La primera eficacia de LCO reside en su valor de gesto, esto es: en
la posición de la filosofía como base de una acción de gobierno y de
institución de un proyecto en forma explícita y pública. Es este gesto,
que a su vez debe abrir a una acción, el que requiere el marco acadé-
mico en que se dio”.19
11
Rein (2014), pp. 111-130.
12
Ibídem, p. 137.
13
De Ipola (1989), pp. 331-360.
14
Plotkin (1991), pp. 113-146.
15
Malet (2007), pp. 213-230.
16
Rein (2009), pp. 133-165.
17
Palacio (2010), pp. 255-265.
18
Elena (2014), pp. 17-39.
19
Poratti (2014), p. 71. Cursivas en el original.

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En busca de la Comunidad Organizada

Y en la consideración general de la conferencia, menciona el conjunto


de reflexiones expuestas por el presidente argentino, siempre teniendo
en la mira su acción de político y de gobernante:
“Perón, en tanto estadista y conductor, tiene algo que bien puede
llamarse, en filosofía, no espontánea sino largamente meditada, una
concepción del hombre, la naturaleza, la historia, el Estado, el poder,
las relaciones con la trascendencia, que va a desarrollar –oralmente y
por escrito- sobre todo en los años del exilio y del retorno, pero que
está presente desde los orígenes de su actuación y durante sus primeros
gobiernos.”20
Poratti asegura que la CO es “la categoría básica” del pensamiento de
Perón, cuyas raíces son “profundamente” americanas:
“La comunidad organizada es la búsqueda de un equilibrio, de una
armonización de fuerzas entre elementos distintos, que en el plano
sociológico son los diferentes sectores sociales. Pero las categorías
sociológicas liberales o marxistas no dan cuenta de los fenómenos ame-
ricanos. Lo que está en juego no son meras clases, sectores o intereses.
Lo social y lo económico está profundamente imbricado en elementos
culturales, étnicos e históricos”.21
Roy Williams por su parte, entiende que el discurso de la CO se pre-
senta como “una de las piezas de ensayística política más interesantes
del pensamiento político argentino del siglo XX”, que ofrece una mirada
original sobre la relación entre individuo y comunidad, pues permite
“pensar el ser-en-común como una expresión capaz de re-ligar las
perspectivas individuales con el despliegue de los entramados comuni-
tarios a lo largo del desenvolvimiento de los pueblos. Una comunidad
entendida como coexistencia de las libertades de los seres singulares,
quienes se reconocen plenamente en el ámbito del bien general, pers-
pectiva comunitaria que implica una forma diferente de concebir la
ensambladura del ser-en-común”.22 Es decir, “una interpretación que,
en su desenvolvimiento, se aleja progresivamente del paradigma liberal
y que, en su despliegue, permite resignificar el escenario relacional de
los distintos sectores sociales en la Argentina de la época”.23

20
Ibídem.
21
Ibídem, p. 61.
22
Williams (2015), p. 221.
23
Ibídem.

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Raanan Rein y Claudio Panella (Compiladores)

En otros términos, una forma diferente de percibir el escenario político


y social de la Argentina de mediados del siglo pasado.
Pero el camino interpretativo que plantea la CO contemplará, según
Williams, el ascenso de los sectores populares, con todo lo que ello sig-
nificaba. De allí que la apelación humanista de Perón
“se hace más que necesaria en un contexto signado por la incorporación
de las masas a la vida política de las naciones y por el despliegue expo-
nencial de la técnica a escala planetaria: mayorías sociales soberanas y
un avance tecnológico marcado por el incremento desenfrenado de las
relaciones sociales y la transformación de las costumbres ancestrales”.24
Otro autor, Alberto Buela, entiende que la idea de CO tiene dos lec-
turas posibles: como sistema social a construir y como sistema de poder.
Como sistema social sostiene que el pueblo suelto, aislado, atomizado,
no existe; “solo existe el pueblo organizado y como tal se transforma en
factor concurrente en los aparatos del Estado que le son específicos a cada
organización del pueblo”.25 Estas entidades intermedias deben ser “factores
concurrentes” para no ser absorbidas por el Estado, como en el caso del
fascismo, pero tampoco para convertirse en elementos de presión en su
contra, para la toma del poder político, como es el caso del marxismo.
De allí que los organismos del pueblo se ven obligados a trabajar “en el
ámbito preciso de su representación natural”.26
Como sistema de poder, la CO parte del principio de que el poder pro-
viene del pueblo, que se expresa a través de sus instituciones intermedias:
“Ni el poder procede del gobierno, ni del Estado. Ni el pueblo delega su
poder en las instituciones del Estado”.27 Y esto es así porque las institu-
ciones formales no alcanzan a representar las “auténticas demandas” del
pueblo, muestra de que soportan una evidente crisis de representatividad.28
Para Buela, el presupuesto ideológico de la CO consiste en considerar
al pueblo como fuente principal de inspiración, como término constante
de referencia y como depositario exclusivo de valores positivos.29 De allí

24
Ibídem, p. 282.
25
Buela (2007), p. 21.
26
Ibídem, p. 24.
27
Ibídem, p. 21.
28
Ibídem, p. 26.
29
Ibídem, p. 22.

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En busca de la Comunidad Organizada

que es terminante en señalar que la idea de CO se apoya en los siguientes


postulados:
“a) el hombre es libre solo en una comunidad libre; b) tiene inciden-
cias reales en la vida en sociedad en la medida en que está organizado,
sea tanto por solidaridad local como profesional; y c) puede acceder
a una vida próspera y feliz en tanto que logra establecer una justicia
social distributiva, a partes proporcionales para todos los miembros
de la comunidad”.30
Finalmente – a los efectos de esta presentación-, Jorge Castro sostiene
también que la CO es un sistema de poder político, fruto de una deli-
berada construcción que Perón elabora inspirándose en el pensamiento
social-cristiano. Este aporte de Perón, según el autor, está construido
por tres categorías, a saber: 1. Gobierno fuerte, esto es, centralizado; 2.
Estado descentralizado, luego legítimo; y, 3. Las “organizaciones libres
del pueblo”, concepto central del pensamiento político de aquel.31
La insistencia de Perón en la creación de organizaciones represen-
tativas de los diferentes grupos sociales es una respuesta a las crisis de
representación y participación, de modo que
“las aspiraciones y exigencias de la sociedad y del pueblo como unidad
política pueden ser articuladas por las correspondientes organizaciones
sociales, económicas, políticas y culturales del país”.32
Castro concluye que el sentido de la comunidad, “de la pertenencia
del individuo a una realidad colectiva que lo trasciende”, para tornarse
instrumento efectivo de transformación, debe estar acompañada de la
organización, eso es, del poder. Pues
“si la comunidad no se convierte deliberadamente en poder, no tiene
condiciones para transformar la realidad, es decir, no es. El poder es la
fuente auténtica de las libertades, porque es el único instrumento de
transformación de la realidad capaz de hacerlas efectivas para todos”.33
Luego de esta breve pero necesaria aproximación a la idea de CO,34
la pregunta a responder es cómo se tradujo esta concepción filosófica en
30
Ibídem, p. 26.
31
Castro (2012), pp. 73-74.
32
Ibídem.
33
Ibídem, pp. 79-80.
34
Pueden consultarse otros trabajos que indagan la temática, entre ellos los de Arzadun
(2004), Benedini (2010) Bolívar, Ríos y Di Lorenzo (2014); David (2004); García (1974);

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la vida política del país cuando éste fue gobernado por Juan Perón. Es
decir, cuáles fueron estas organizaciones libres del pueblo o entidades
intermedias de carácter político, social, económico y cultural surgidas,
alentadas y/o moldeadas por las dos primeras administraciones peronistas
y qué relación institucional y política entablaron con los organismos del
Estado, del gobierno y con el resto de la sociedad civil. En paralelo, qué
correspondencia hubo entre la teoría expuesta por Perón y la práctica
política concreta. Abordar estas cuestiones es la tarea que se propone el
libro, sin pretender definiciones a priori y con la intención de que una
mirada de conjunto permita un avance en el conocimiento sobre el tema.
También, abrir caminos y enfoques para la reflexión y el debate, sin cierres
dogmáticos ni conclusiones definitivas.
Sucede que en la enorme bibliografía existente sobre el primer pe-
ronismo se ha hecho foco con frecuencia (y con razón) en el trípode
gobierno-trabajadores-empresarios, debido lógicamente a su relevancia,
en una articulación que relegaba a otras expresiones de carácter político-
sociales como la de profesiones liberales, de los docentes, los escritores,
los universitarios, los grupos étnicos o los deportistas –solo por nombrar
algunas-, a las que el gobierno pretendía empoderar. Es que el peronis-
mo hizo ingentes esfuerzos de inclusión social, política y económica de
distintos sectores que estaban postergados o marginados por una u otra
razón de la vida nacional, les otorgó reconocimiento y participación. Y
si la intención de Perón era alentar la organización de variados sectores
sociales que a su entender no podían hacerlo plenamente en el marco del
régimen demoliberal vigente, esa tarea debía ser, además de constante,
sumamente abarcativa. Los límites de esta empresa parecieron estar so-
lamente, aunque no por ello dejaba de ser determinante, en la manifiesta
adhesión al justicialismo y a la conducción de su líder; otra cuestión es
saber si estos esfuerzos fructificaron en entidades más o menos represen-
tativas y más o menos perdurables.
En este libro se han reunido artículos que incursionan en el estudio
de las entidades intermedias que pueden considerarse como integrantes
de esa CO ideada por Perón de acuerdo a cierto consenso historiográfico
existente hoy día. En primer término, la institución más poderosa de los
años peronistas, una de las bases de sustentación del gobierno, la Confe-

Giani (2017); Jaramillo (2009); Maresca (2008); Proyecciones del pensamiento nacional.
Actas del Simposio “A 40 años de la Comunidad Organizada”, La Plata, Gobierno de la
Provincia de Buenos Aires, 1989; Segovia (2005).

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En busca de la Comunidad Organizada

deración General del Trabajo (CGT), que agrupaba al movimiento obrero


organizado, estudiada por Fabián Bosoer y Santiago Senén González. Era
preexistente al justicialismo –había nacido en 1930-, pero adquiriría con
él una indudable representatividad, como nunca antes la había tenido, y
una fortaleza que mantendría –a diferencia de otras organizaciones- aún
después de 1955, cuando se convirtió además en eje de la resistencia de
los trabajadores peronistas. Su contrapartida necesaria fue la Confedera-
ción General Empresaria (CGE), que agrupó a los pequeños y medianos
empresarios que se sintieron identificados con el proyecto industrializa-
dor peronista, y se convirtieron en interlocutores del gobierno luego de
vencer las prevenciones de sus colegas agrupados en la Unión Industrial
Argentina, tal como lo demuestran Marcelo Rougier y Leandro Sowter.
En el aspecto político-organizativo, nacieron el Partido Peronista (PP)
y el Partido Peronista Femenino (PPF), cada uno de los cuáles, junto a
la CGT, se constituyeron en ramas del movimiento nacional justicialista.
Ambos fueron partidos carismáticos: el primero, unificando las fuerzas
políticas que habían apoyado a Perón en 1946, no sin tensiones internas.
El segundo, integrado exclusivamente por mujeres, bajo la conducción
directa de Eva Perón. Dan cuenta de ellos Oscar Aelo y Carolina Barry
respectivamente.
En el ámbito rural, el gobierno no se planteó atraer a su proyecto a
los grandes productores agropecuarios, pero sí lo hizo con los pequeños
y medianos agrupados en cooperativas, atento a una política de decidi-
do fomento al respecto, tema explicado por Graciela Mateo y Lisandro
Rodríguez. Así fue que en sus últimos años se proyectó la formación de
una Confederación Nacional de Cooperativas Agrarias.
La estrecha relación que se entabló entre Perón y la clase trabajadora
no fue impedimento sin embargo para que aquel se ocupase de los sectores
medios e intentase movilizarlos en su apoyo, incluso antes de ser elegido
presidente. Ezequiel Adamovsky explica estas iniciativas, que parecieron
fructificar recién en 1953 en una entidad gremial, la Confederación Ge-
neral de Profesionales (CGP).
En los espacios educativo e intelectual encontró el peronismo resis-
tencias evidentes, pero no por ello se dejaron de lado propósitos para su
encuadramiento. Los maestros se agruparon tardíamente, en 1951, cuando
se constituyó la Agremiación de Docentes Argentinos (ADA), primera
organización gremial de alcance nacional. La sucedió poco tiempo des-
pués la Unión de Docentes Argentinos (UDA); al analizar ambas, Jorge

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Levoratti plantea como singular discusión la de si los educadores debían


ser considerados trabajadores o profesionales. En el campo intelectual
predominó el antiperonismo, que tenía su anclaje en fuertes raíces libe-
rales. Flavia Fiorucci expresa que los de filiación peronista formaron la
Asociación de Escritores Argentinos (ADEA), cuyos esfuerzos se centraron
en ejercer el liderazgo en materia cultural.
Otro ámbito de significativa resistencia a Perón fue el universitario,
en el que, luego de afirmar la necesidad de contar con una universidad
despolitizada, el gobierno cambió de parecer y alentó la formación de una
entidad estudiantil adicta, la Confederación General Universitaria (CGU),
que según Claudio Panella disputó la representatividad estudiantil con la
tradicional Federación Universitaria Argentina. Asimismo, el objetivo de
atraer al peronismo a la juventud en su etapa preuniversitaria mediante ac-
tividades deportivas asociadas a los postulados del justicialismo, Bosoer y
Senén González expresan que aquel se materializó en 1953 con la creación
de una organización singular, la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).
El gobierno peronista –y Perón especialmente-, le asignó suma im-
portancia al deporte, sobre todo al de carácter amateur, llevando a cabo
políticas activas de promoción y desarrollo deportivo que incluyeron a
miles de personas. Estas acciones se hicieron efectivas a través de un
organismo, la Confederación Argentina de Deportes - Comité Olímpico
Argentino (CAD-COA), cuyo funcionamiento es analizado por Rodrigo
Daskal y Daniel Sazbón. La inclusión de distintos grupos étnicos a la vida
social y la ampliación del concepto de ciudadanía fueron también rasgos
distintivos del primer peronismo. De acuerdo al estudio de Raanan Rein,
en el caso de la colectividad judeo-argentina los esfuerzos por movilizar
su apoyo se plasmaron en la creación de la Organización Israelita Argen-
tina (OIA).
Si los fundamentos filosóficos de la CO tenían su matriz en el catolicis-
mo, era necesario observar de qué forma la Iglesia argentina, o al menos
algunas de sus voces de peso en el debate público, se posicionaron frente
a aquella. Las miradas contrapuestas que se dieron a conocer en un mo-
mento de polarización política que afectó inevitablemente a la institución
religiosa, son expuestas por Miranda Lida y dan a entender que la idea de
CO no fue fácil de asimilar para muchos católicos. Finalmente, una mirada
en perspectiva demuestra que Perón no abandonó el concepto de CO y la
posibilidad de su concreción en la sociedad argentina. Gabriel D’Iorio y
Julián Fava recuerdan que un cuarto de siglo después de darla a conocer,

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En busca de la Comunidad Organizada

volvió a otorgarle vigencia, asimilándola a los nuevos tiempos que se


vivían a comienzos de los años ’70, cuando su regreso definitivo al país.
Lo expresado hasta aquí permite adentrarnos en el que puede con-
siderarse como el intento más conocido de sintonía institucional con
los postulados de la CO, tal la sanción en 1952 de la Constitución de la
provincia de Presidente Perón, hoy Chaco, luego de que dicho territorio
nacional fuese provincializado. En el artículo 33 de la misma se estipulaba
que la mitad de la representación de la Cámara de Representantes –que
ejercía el Poder Legislativo- sería elegida por el pueblo de la provincia, en
tanto que la otra mitad de los representantes “será elegida por los ciuda-
danos que pertenezcan a las entidades profesionales que se rigen por la
ley Nacional de Asociaciones Profesionales, debiendo estar integrada la
lista de candidatos con miembros de dichas entidades”.35 De ese modo,
las listas se formaron con candidatos propuestos por la CGT chaqueña, lo
que demostraba, desde un punto de vista institucional, la alianza de poder
concreta del gobierno con el movimiento obrero organizado a partir de la
inclusión de la figura del trabajador como depositario de la soberanía.36
En este armado legal algunos autores han visto una expresión indubitable
de corporativismo, lo que vendría a ratificar el carácter antidemocrático
del peronismo.37 Sin embargo, una mirada amplia desmiente esta afir-
mación. Efectivamente, el procedimiento llevado a cabo para reformar la
Constitución Nacional de 1949 siguió todos los pasos establecidos por la
vigente hasta ese momento –la de 1853 con las reformas de 1860, 1866 y
1898-, y el resultado fue el de una Carta Magna con profundo contenido
social, que en lo político habilitó la posibilidad de reelección presidencial
pero que no modificó el mecanismo de representación parlamentaria.
También estableció que las provincias debían reformar sus respectivas
constituciones a fin de adaptarlas a los principios, declaraciones, derechos
y garantías consagrados en aquella. Así sucedió con las catorce provincias
que por entonces formaban la República Argentina, y en ninguna tampoco
se modificó la forma de representación legislativa. Es más, ni siquiera
se estableció en ellas la posibilidad de reelección del gobernador. Puede
argüirse que en 1949 la idea de CO recién se proponía y que en 1952
estaba ampliamente difundida y con Perón consolidado en el gobierno.
35
Chaco. Constitución provincial de 1951, Resistencia, Cámara de Diputados de la Provincia
del Chaco, 2001, p. 13.
36
Cfr. Regolo (2012), pp. 421-426.
37
Cfr. Gambini (2001), p. 187; y Luna (1985), pp. 300-301.

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Raanan Rein y Claudio Panella (Compiladores)

Pero sucede que en este último año se sancionó la Constitución de la


naciente provincia de Eva Perón (hoy La Pampa), contemporáneamente
a la del Chaco, donde no se estipulaba ninguna representación legislativa
asociativa, lo mismo que en la de Misiones de 1954, territorio también
recientemente provincializado.38
Puede afirmarse entonces que lejos estuvo el peronismo de convertirse
en un sistema corporativo, el cual, dicho sea de paso, es incompatible con
el funcionamiento de un sistema basado en la representación ciudadana a
través de partidos políticos. Del mismo modo, parecería que el orden de-
moliberal consagrado constitucionalmente, aún con la incapacidad cierta
para canalizar las demandas de los distintos grupos o sectores sociales
y productivos que pudiera adjudicarle Perón, no resultaba incompatible
con el funcionamiento de la CO. Da la impresión de que esta última se
concebía en forma tan amplia y abarcativa, que podía convivir armóni-
camente con el sistema institucional de una democracia de partidos: no
pareció ser su objetivo eliminar dicho sistema sino ofrecer una alternativa,
un modelo híbrido que intentaba remediar el déficit participativo de las
democracias liberales.

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