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DENIS DIDEROT

ESCRITOS SOBRE ARTE

UfflVERSIDAD NACIOflAL MAYOR DE SAN MAJICOI


BIBL.tO'T.ECA CBN.'fRAL

Edición
a cargo de
Guillermo Solana Díez

Traducción
de
Elena del Amo

Ediciones Siruela

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� MIS IPEJ\S SOHR13 til COLOI\

El 1libt�1.' es e-1 que d.1 L1 t0mu :1 los seres: l'l color es el q11c les d:, la vida, el so-
fl,, J" ino 1.111r 10.� .1111111:).
,:,k, l,� sr,1nde� nuestros del arre son buenos Jllt'ccs Jcl dibujo, pero roda el
ruuudo ru<.'Je ju:1.g.1r de-olor.
Excelcures Jibu_1Jntt>s 110 falr:m. pero hay pocos grandes coloristas. Ocurre lo
nusrno e-11 lirerarura; cien fríos lógicos por 1111 gr:m orador; diez grandes oradores por
un (X"\Ct'..l sublime. Un gran interés luce LlllC surja, súbitamente, un hombre elocuen-
te: llUl'lue. corno die-e Helvecio. 110 seria capaz de hacer diez buenos versos, ni bajo
p�ru de m uerre.
Querido amigo, trasládese a un estudio: observe cómo trabaja el arrisca. Si le ve
colocar simcrricameure los colores que va :i utilizar alrededor de la paleta, o si 11n
cuarto de hora de trabajo no ha convertido en confusión aquel orden, puede usted
declarar sm temor que d arrisra es frío, )' que no liará nada que valga b pena. Es
1.·011h) d pe�ado erudito que necesita un pasaje, sube por la escalera de mano, coge y
abre el lit-ro, vuelve :1 su mesa, copia b línea que necesita, vuelve a subir por la esca-
lera, y deja el libro otra vez en su sirio. Ésa no es b conducta del gerüo.
El t¡uc posee d scurimienro vivo del color tiene los ojos fijos i:11 el lienzo, la boca
entreabierta. jadea. su palera es la imag.:n del caos. E11 ese caos es donde moja el pin-
cel; y de ¿.1 san b obra Je la creación, )' los pájaros )' los marices con los t)UC su plu-
maje e-sti reúido, y las flores y su aspecto aterciopelado. y los árboles )' sus diferentes
tonos de verde, y el ;1211I del ciclo. y el vapor de las aguas que las cmpaúa, y los ani-
males, y 10s pelos largos. y las variadas manchas de su piel. y d Íllego con el que bri-
lhn sus ojos. Se le-vanea, �e aleja. echa una ojeada a su obra; se sienta; )' usted verá na-
cer b piel. d paño. el terciopelo. el damasco, el t:ifctán, la muselina, la lona, la ropa
blanca, d 1cj1do basto; usted verá cómo la per:i amarilla y madura cae del árbol, y ve-
rá las verdes uvas unidas a la cepa.
Pero ¿por qué luy tan pocos arriscas que sepan expresar aquello que todo el
mundo comprende? ¿Porgué canta variedad de coloristas. cuando el color es uno en
b naturaleza? Sin duda la disposición del órgauo lo hace. El ojo sensible y tierno no
,;erá amigo de los colores vivos )' [ucrrcs. Al hombre que pinta le repuguar;i introdu-
cir en su cuadro los cíceros t¡uc le hieren c11 la naturaleza. No le gustarán ni los rojos
brillantes, ni los blancos puros. Sernejanrc a la tapicería con que cubre las paredes de
su asa, su lienzo �e coloreará de tonos delicados, suaves y claros; y, generalmente,
compensará en armenia lo que niegue cu vigor. Pero ¿por qué el carácter, el estado
de ámrno del hombre no iba ;i influir en su colorido? Si su pensamiento lrahirual es

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r, isrc, sombrío y 11cgm; ,, .,empre es Je noche c11 Ju 1w:l.&11L-VlJ�.a 1..ihe.t..1 Y en su lu-
guhn: estudio; s1 rcchau la luz en HJ habiuoim; M l>�J 1, aolc-d.&J y Li) nmeblas,
¿no esperareis c.:011 razón 1111a escena c1u1:Ú v1goro�.i. JX"'º oscur ... .lf"�da Y .,m_bri.i'

Si es ictérico, y lo ve rodo amanllo. ¿cúrno cv,ur;Í incorporar _. su tO!ll!-'",AtOV11 el
mismo velo amarillo yu<.: su úr�ano 111corpora a los ob;cw1 Je l.& u.atuult-a.. Y q_u(' le
entristece cuando compara el árbol verde <.¡uc: nene cu 1u 1uuguucwo cou d nbol
amarillo ,¡11l· tiene ante rn� ojos? .
Es1:1d seguros de qui: un p111cur se muestra e11 su obra lo mismo y mas que un u­
rcraro c:11 la �uya. Una vez se le ocurrirá sahr de su c;iráctcr. vencer b d1�p<»1LÍÓ0 y La
inclinación Je su órgano. fa como el hombre uc1curno y mudo que una vez ab
la voz: producida b explosión, vuelve a caer en su estado natural el nlcnoo, EJ ar-
tista rrisre, o nacido con un órgano débil, producirá una vez un cuadro vigoroso de
color, pero no tardará e11 volver a su colorido natural
Otra vez, si el órgano está afectado, sea cual sea su afccoón.. ci1.lt'néla� por todos
los cuerpos, interpondrá entre ellos y él un vapor que apag¡¡rá u naturaleza y �u lJDJ­
tac.:1011.
El artista. que pone el color en su paleta, no siempre sabe lo que producu-á en el
cuadro. E11 realidad, ¿co11 qué compara el color, el cono que �ú rn la ¡ulcu� Con
otros rones aislados, con colores prirrurivos. Hace aJgo m<:JOr. lo mua donde lo ha
preparado, y lo traslada corno idea al lugar donde debe ser aphcado. ¡Pero cwnw
veces le ocurre que SL' equivoca en cm, apreciación' Al pas.:ir de u p-lleo a l.a escena
completa Je la composición, el color � rnoditica, se debilua, � realza, � cambia :o-
talmente Je L'fccto. Entonces el artista tantea, manipula. retoca, atormenta :.aJ color.
En l'SC trabajo, el tono se convierte en un compuC"Sto de sustancias diversas que t'CK­
cionan 111:'1s o menos unas sobre otras, y tarde o tcmpr:ino surge b discordia,
Gcncrulmcure, la armenia de una composición será canto mas duradera cuanto
más scgurl1 del efecto de su pincel este el pinror, cuanto m�s audaz ) hbrernente ha-
ya pintado; cuanto menos haya retocado. atormentado al color. cuanto mb senalh \
fra11c:1111L'nr(' lo haya urilizado. ·
Vc111l1s cuadros modernos qul' pierden su armenia en mur peco ocn,po: vemos
otros :i11tiguos que se han conservado frescos, armoniosos y llenos de Vlgot, l pc-sar
del paso del tiempo. Este hecho me parece más b recompens.i Je l:i C:l<:'CuOÓ.n que el
efecto de la calidad de los colores.
Nada, en 1111 cuadro, .irr.ic ..:01110 el verdadero color, c:1pa2 de emocionar tanro al
ignoratttt· como al sabio, Alguic11 medianamente entendido p.:iun sin detenerse ante
una obra maestra de dibujo. expresión. composrcrón: pero b mirada JHll:l� lu igno-
rado al colorista.

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Pero k1 que hace excepcional al verdadero colorista es d maestro que adopta.
Durante un ti1:•nt¡x' infiniro. d alumno copia los cuadros de su maestro, y 110 mira la
natur.lkta; 1:·:- decir. se acostumbra a ver por los ojos de otro y pierde el hábito de los
suvos. Poco ,\ �"-'>\.'\.) va adquiriendo una técnica que le encadena. y de la que no pue-
de m librarse ni apartarse: es como una cadena que lleva puesta en el ojo, como el
esclavo en el pie. Tal es el origen de tantos coloridos falsos; el que copie a La Grcnée
copiara brillo 'f solidez; el que copie- a Le Prince será rojizo y de color ladrillo; el que
copie .t Greuze será gris y violáceo; el que estudie a Chardin será auténtico. Y de ahí,
b enorme variedad dt· juicios del dibujo y del color, incluso entre los artistas. Uno
,,s dirá quC' Poussin es SC'C'o; otro, que Rubcns es exagerado; y yo, soy el liliputiense
que les da un suave golpecito en el hombro, y les avisa que han dicho una tontería.
Se- h:i dicho que el color más bello que ha habido en el mundo era ese amable
rubor cuya inocencia. juventud, salud, modestia y pudor coloreaban las mejillas de
una muchacha; y se ha dicho algo que no solamente era fino, conmovedor y deli-
cado. sino cierto: pues lo dificil de plasmar es la carne; es este blanco untuoso, igual
sin ser pitido ni mate: es esta mezcla de rojo y azul que transpira imperceptiblemen-
te: es b sangre. la vida. que son la desesperación del colorista. Aquel que ha adquiri-
do el sentimiento de la carne ha dado un gran paso; el resto no es nada en compara-
ción. Mil pintores han muerto sin haber sentido la carne; otros mil morirán sin
haberla sentido.
La diversidad de nuestros tejidos y nuestros tapices ha contribuido no poco a
perfeccionar el arte de colorear. Existe un hechizo del que es dificil preservarse, y es
el de un gran arrnonisra. No sé cómo expresaros claramente mi pensamiento. En un
lienzo hay una mujer vestida de raso blanco; tapad el resto del cuadro y ftjaos sola-
mente en la ropa: seguramente el raso os parecerá sucio, mate, poco real; pero resri-
ruid a la mujer al centro de los objetos de los que está rodeada, y al mismo tiempo el
raso y su color recuperarán su efecto. Lo que pasa es que el tono total es demasiado
débil; pero como cada objeto lo pierde proporcionalmente, la falta de cada uno se os
escapa.: se desvanece a causa de la armonía. Es la naturaleza vista a la caída de la
tarde.
El tono general del color puede ser débil sin ser falso. El tono general del color
puede ser débil sin que la armenia sea destruida; por el contrario, lo dificil es aliar el
vigor del colorido con la armonía.
Ejecución blanca y ejecución luminosa son dos cosas totalmente distintas. Aun-
que codo es igual entre dos composiciones, seguramente la más luminosa os gustará
más; es la diferencia del día y de la noche.
Entonces, ¿cuál es para mí el verdadero, el gran colorista? Pues aquel que ha

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tornado el cono de la naturaleza y de los objetos muy iluminados yha sabido armo-
nizarlos en su cuadro.
Hay caricaturas del color, como las hay del dibujo; y toda caricatura es de mal
gusto.
Dicen que hay colores amigos y colores enemigos; y tienen razón. si se sabe que
los hay que se alían ran dificilmentc que resaltan tanto unos al lado de otros, que el
aire y la luz, las dos armonías universales, apenas pueden hacernos soportable la pro-
ximidad inmediata. Evito por todos los medíos trasladar al arte el orden dc:1 arco iris,
El arco iris es en pintura lo que el bajo fundamental es en música; y dudo que nin­
gún pintor comprenda mejor esta parte que una mujer un poco coqueta, o una flo­
rista que sepa su oficio. Pero temo mucho que los pintores pusilánimes hayan parti-
do de ahí para restringir pobremente los límites del arte, y hacerse una técnica ficil y
limitada, cosa que entre nosotros llamamos un protocolo. Realmente, hay tal proto-
colario en pintura, tan humilde servidor del arco iris, que casi siempre podemos adi-
vinarlo. Si ha dado tal o cual color a un objeto, podemos estar seguros de que d ob-
jeto de al lado será de tal o cual color. De este modo, cuando !u dado color a un
ángulo del lienzo, conocemos todo lo demás. Durante toda su vida, ya no hacen sino
trasladar ese ángulo. Es un punto moviente, que se pasea por una superficie, que se
detiene y se coloca donde le place, pero que tiene siempre el mismo séquito; es
como un gran señor que no tuviera más que un traje y sus criados la misma librea,
No es así como trabajan Verner y Chardin; su intrépido pincel se complace en entre-
mezclar con la mayor audacia, la mayor variedad y la armonía mis constante, codos
los colores de la naturaleza con todos sus matices. Sin embargo poseen una técnica
propia y limitada. No lo dudo en absoluto, y lo descubriría, si quisiera tornarme la
molestia de hacerlo; que el hombre no es Dios y que el taller del artista no es la na-
ruraleza,
Quizá crea usted que, para fortalecerse en el color, no vendría mal un poco de
estudio de los pájaros y las flores. Pues no. amigo mio; jamás � imitación propor-
cionará el sentimiento de la carne. Vea en lo que se convierte Bachelier. cuando
pierde de vista su rosa. su junquillo y su clavel. Proponga a madame Vien que �
un retrato, y lleve después el retrato a La Tour. Bueno, no, no se lo lleve; el traidor
no valora lo bastante a ninguno de sus colegas como para que le digan b verdad.
Más bien propóngalc a él, que sabe hacer la carnación, que pinte un tejido, un cielo,
un clavel, una ciruela con su piel, un melocotón con su pelusa, y ya verá con qué su­
perioridad lo hace. Y si hablarnos de Chardin, ¿por qué admiramos sus imitaciones
de seres inanimados como si fueran la naruralcza misma? Porque pina la carnación
cuando quiere.

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Pero lo que acaba de volver loco al gran colorista_ es la vicisitud_ de la carna�ión;
porque se anima y se apaga en un abrir y cerrar de OJOS; porque, mientras la mirada
del arrisra está f�a en el lienzo, y su pincel se dedica a expresarme, yo �esaparezco; y
cuando vuelve la cabeza, ya no me encuentra. Fue el abate Le Blanc quien se presen-
tó; y bostecé de aburrimiento. Fue el abate Trublec quien se mostró; y puse cara iró-
nica. Fue mi amigo Grimm o mi Sophie los que se me aparecieron 23; y mi corazón
palpitó, y la ternura y la serenidad se reflejaron en mi rostro; la dicha sale por cada
uno de los poros de mi piel, el corazón se me ha dilatado, las pequeñas reservas san-
guíneas han oscilado, y el tono imperceptible del fluido que se ha escapado ha verti-
do por rodas partes el encarnado y la vida. Las frutas y las flores cambian bajo la mi­
rada atenta de La Tour y de Bachelier. ¡Qué suplicio tiene que ser para ellos el rostro
del hornbre, esa tela que se agita, se mueve, se estira, se afloja, se colorea, se apaga se-
gún la infinita rnulrirud de alternativas del soplo ligero y móvil que llamamos el
alma!
Pero iba a olvidar hablarle del color de la pasión; aunque estaba a punto. ¿Acaso
cada pasión no tiene el suyo? ¿Acaso es el mismo en todos los instantes de una pa-
sión? El color tiene sus marices en la furia. Si enciende la cara, los ojos se vuelven ar-
dientes; si es extrema y oprime el corazón en lugar de relajarlo, los ojos se extravían,
la palidez se extiende por la frente y las mejillas, los labios se vuelven temblorosos y
blancos. ¿ Una mujer conserva el mismo tono en la espera del placer, en los brazos
del placer, al salir de sus brazos? ¡Ay, amigo mío! ¡Qué arce el de la pintura! Resumo
en una línea lo que el pintor apenas esboza en una semana; y su desdicha es que sabe,
ve y siente corno yo, pero no puede expresar y sentirse satisfecho porque el senri-
miento, al llevarle hacia adelante, le engaña en lo que puede y le obliga a echar a
perder una obra maestra: estaba, sin sospecharlo, en el último limite del arte.

3. TODO LO QUE H.E COMPRENDIDO EN MI VIDA


DEL CLAROSCURO

El claroscuro es la justa distribución de las sombras y de la luz. Problema sencillo


y. fácil cuando sólo hay un objeto regular o un punto luminoso, pero problema cuya
dificultad aumenta a medida C]Ut' varian las forn1as del objeto, a medida que la esce-
na se amplia, que los seres se multiplican en ella, que la luz llega de varios puntos, y
que las luces son diversas. ¡Ay, :unigo mio, cuántas sombras y luces falsas en una
composición un poco complicada! [Cuánras licencias! ¡En cuántos puntos la verdad
sacrificada al efecto!

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