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EL LIBRO DE LAS LAMENTACIONES

1. DATOS GENERALES

a) Nombre del libro


En los manuscritos hebreos, y a tenor del comienzo de los caps. 1, 2 y 4, el
libro recibe el nombre de hk'yae (Ekah) “¡Ay, cómo…!” Término característico
del comienzo fúnebre o elegía.

La elegía está en conexión directa con el ritual de sepultura, circunstancia que


favorecía la presencia de plañideras, generalmente profesionales (Jr 9,16-17). La
elegía puede dar comienzo con expresiones estereotipadas, como por ejemplo:
kyae “¡Ay!”

b) Texto
El texto masorético, salvo las dificultades comunes a todos los manuscritos
del AT, está muy bien conservado y apenas y necesita ser retocado.

c) Lugar en el canon
De acuerdo con la tradición masorética, el libro de las Lamentaciones forma
parte de la tercera sección del canon judío, los ketubim o “escritos”. Concretamente
integra los así conocidos “cinco rollos” (junto con Rut, Cantar de los Cantares,
Qohelet y Ester). Sin embargo, una tradición más antigua, la judeo-alejandrina de
los LXX, seguida por la Vulgata, coloca Lamentaciones inmediatamente después del
libro de Jeremías.

d) Autor, fecha y lugar de composición

Lugar y fecha
Existen pruebas de que en el lugar que había ocupado el templo comenzaron
muy pronto a celebrarse lamentaciones, tras la destrucción de la ciudad (Jr 41,5).
De igual modo, se sabe que se celebraban jornadas de ayuno, quizá cuatro veces al
año, para conmemorar la caída de Jerusalén, costumbre que se observó durante el
destierro y se prolongó al menos hasta la reconstrucción del templo (Zac 7,1-7;
8,19). En consecuencia, al preguntarnos por la época de composición de estos

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poemas habrá que pensar en el período exílico, entre la destrucción de Jerusalén
(año 587 a.C.) y el edicto de Ciro (año 538 a.C.).
Autor
Como cada una de las cinco unidades del libro es un poema acróstico o
alfabético con perfiles muy definidos, no es probable que se trate de una obra, sino
de una colección de poemas en torno al teman común de la caída de Jerusalén.
Entre los cinco capítulos hay diferencias que difícilmente podrían explicarse a partir
de una autoría única.

El título que la LXX le da al libro lo atribuye a Jeremías. Es posible que la


noticia de 2Cro 35,25 diera pie a pensar en ello. Pero la verdad es que no hay casi
nada del estilo de Jeremías en el libro de Lamentaciones.

En consecuencia, resulta más razonable pensar en una autoría múltiple y


anónima del libro de Lamentaciones.

2. ASPECTOS LITERARIOS

a) Personajes
El narrador introduce en el cap. 1 a los personajes del drama y las
circunstancias que lo determinan. Nos presenta a una ciudad populosa (1,4) a la que
caracteriza como viuda (1,1b).

A pesar de su dolor y sus lágrimas, ninguno de sus amantes la consuela; más


aún, sus aliados se han vuelto enemigos (1,2). La mención de los amantes pone ya
al lector sobre la pista y la temática de la infidelidad.

Lam 1,4 nos ofrece las primeras imágenes de la desolación: caminos


abandonados; puertas en ruinas, señal de la violación del enemigo; sacerdotes y
doncellas presas de dolor y amargura.

La doncella Sión ha sido forzada por sus agresores, las doncellas en Sión
están consternadas. Pero falta otro de los personajes principales que el poeta
introduce en el vers. 5: el Señor Dios.

b) Léxico: un mundo de dolor


El aturdimiento que ha hecho presa en los supervivientes de la catástrofe del
587 se refracta en sentimientos de culpa colectiva, de abandono y despojo
desmedido, de duelo y lamentación social. Al final queda la duda de si cultivar la
esperanza o hundirse en la desesperación. Por ello un repaso somero al léxico de

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Lamentaciones sorprende ya al lector en lo concerniente a la abundancia y riqueza
de la terminología del dolor, de la destrucción, del abatimiento y del duelo.
Pecado / Perdón
Los autores del libro se erigen pues, como portavoces de la conciencia
colectiva. Abunda a este respecto la terminología relativa al pecado: 1,8; 3,39; 4,6;
5,7; etc. Frente a esta abundancia de material léxico relativo a la culpa, nos
sorprende la escasez del vocabulario del perdón (3,42); que además es usado sólo
negativamente: “no nos has perdonado”.

Cólera de Yahveh / Compasión


Al sentimiento de culpa por parte del pueblo viene a sumarse su conciencia
de ser objeto de la cólera de Yahveh. La terminología es casi exhaustiva; la
abundancia de sinónimos subraya por acumulación la violencia sagrada de que han
sido objeto los jerosolimitanos: 1,11; 1,12; 2,1; 2,4; 3,1; 3,43; 4,11; etc.

Abandono / Clamor
El pueblo ha sido objeto asimismo del abandono y el ocultamiento por parte
de Yahveh. También en este ámbito de sentimientos es rico el vocabulario, no sólo
el negativo, sino también el positivo, de ayuda y socorro. Los israelitas se sienten
basura (1,17; 3,45; 4,5), en tinieblas (3,2; 3,6), abandonados (5,20), como si fueran
un cacharro (4,2). Yahveh se les ha ocultado (3,56). Sin embargo, aunque el pueblo
es conciente de su culpa, sabe que Yahveh no cierra los oídos a las súplicas, de ahí
que el pueblo no cese en su clamor (3,56; 3,8; 3,44; 4,17; etc.).

Enemistad / Amistad
El pueblo se siente traicionado por sus amantes (1,2; 1,19) que hacen rechinar
sus dientes en señal de enemistad y de burla (2,16). El pueblo, en lugar de tener a
Yahveh como objeto de su amistad y de su amor, se echó en brazos de potencias
extranjeras, que llegado el momento de la verdad, lo abandonan sin compasión.

Destrucción / Despojo
Lo que más sorprende del léxico de Lamentaciones es la abundancia de
vocabulario relativo al despojo y la destrucción de que han sido objeto Jerusalén y el
pueblo en su conjunto. Por una parte, abundan los términos referentes a las armas o
la técnica bélica (1,20; 2,4; 2,12; 2,21; 3,43; 4,9; 4,11; etc.). Por otra parte, el lector
se siente sobrecogido por la insistencia en el vocabulario de la destrucción (2,2; 2,5;
2,6; 2,9; 4,4; 3,18; 3,47; 5,12; etc.).

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Tristeza / Dicha
El vocabulario de la tristeza y del cansancio ahonda en la descripción del
ánimo de los supervivientes y desterrados (1,4; 1,13; 1,22; 3,28; 3,32; 5,17; etc.).
En cambio, se menciona el vocabulario de dicha y alegría sólo para constatar con
amargura su ausencia (3,17; 5,15; etc.).

Así pues, el pueblo se halla sumido en el más profundo fracaso humano y


político. El clímax de esta visión dramática de la historia lo constituye el hecho de
que todo ha sido fruto de la cólera, la enemistad y el rechazo del propio Yahveh, que
se ha convertido en su enemigo personal. ¿Queda algún resquicio para la esperanza?

c) La forma poética del libro


El libro de las Lamentaciones está formado por cinco composiciones
poéticas, correspondientes a sus cinco capítulos, con los versos estructurados
alfabéticamente. Las cuatro primeras composiciones son acrósticos (se denomina
acróstico al poema con veintidós estrofas o esticos, cada una de las cuales comienza
con una de las letras del alefato hebreo en riguroso orden, de la álef a la tau); la
quinta composición es simplemente alfabética, en el sentido de que tiene tantos
versos como letras del alfabeto hebreo.

d) Género literario: lamentación y elegía


El género predominante es la lamentación, tanto individual como
comunitaria. La ciudad desconsolada es comparada a una mujer que ha quedado
viuda (1,1), cuyos hijos han muerto de inanición, o han sido asesinados,
desperdigados o humillados.

e) Liturgia de lamentación
Los cuatro primeros capítulos, al propio tiempo que se apoyan con maestría
en diversos géneros, fueron deliberadamente compuestos como complejas liturgias
lamentatorias, a juzgar por el uso del acróstico. La estructura litúrgica de dichos
capítulos se percibe en el cambio de portavoces, indicio sin duda de que en la
recitación pública de estas lamentaciones tomaban parte diferentes personajes. Así
por ejemplo, las partes que utilizan el “nosotros” pudieron muy bien ser recitadas o
cantadas por un coro o por toda la asamblea.

f) Uso litúrgico
Es probable que Lamentaciones sea una colección de poemas, y no obra de un
solo autor. En tal caso, y a tenor de los informes de Zac 7,1-5 y Jr 41,4, es posible
que los poemas fuesen interpretados con ocasión de alguna liturgia anual,

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acompañada de ayuno público, en conmemoración de la caída de Jerusalén. Las
liturgias lamentatorias tenían una función catártica, la de superar el abatimiento y la
aflicción, y abrir así a al esperanza a uno participantes que habrían perdido
prácticamente todo lo que había formado parte de su antigua condición y que había
dado sentido a su vida.

3. PROPÓSITO Y CONTENIDO

a) Crisis teológica por la destrucción de Jerusalén


Era excesivamente violento el conflicto interno entre fe y realidad histórica.
¿Qué sentido tenían las calamidades que había asolado al país? ¿Cómo debían
reaccionar ante un Dios aparentemente inmisericorde? Había gente que creía que
Yahveh tenía que haber protegido milagrosamente a su ciudad santa, a tenor del
contenido de los himnos a Sión (Sal 46; 48; 76). Así se puede deducir de Lam 2,15 y
4,12.

Sin embargo, el poeta no tiene más remedio que subrayar el hecho de que los
pecados de Judá han sobrepasado los límites de cualquier promesa incondicional
relativa a la inviolabilidad de Sión y de la dinastía davídica.

b) Castigo y esperanza
Estas lamentaciones fueron escritas por personas que tenían acceso a las
actividades cultuales, o interés en ellas. El autor (o autores) pudo muy bien
pertenecer a algún cuerpo de élite: profético, sacerdotal, administrativo. Lo cierto es
que dicha persona (o personas) dominaba las ideologías proféticas,
deuteronomísticas y sapienciales, al mismo tiempo que tuvo el valor de no
absolutizar el carácter inviolable de Sión y de las promesas davídicas. El autor (o los
autores) de Lamentaciones tuvo que adaptar las tradiciones religiosas judías a los
desajustes históricos y culturales provocados por la destrucción del templo, viendo
en todo ello un claro castigo y una puerta de esperanza.

c) Lamentaciones de Jesús en el NT
En el NT encontramos un texto muy cercano a Lamentaciones: el llanto de
Jesús sobre Jerusalén (Mt 23,37-39). El texto del evangelista (Mt 24,1ss) anuncia el
cercano asedio de la ciudad santa y su destrucción. Pero Jesús no se limita a
constatar el justo juicio de Dios, sino que se lamenta por el sufrimiento que
acarreará a la gente dicha destrucción. Y es que el dolor manifestado en la
lamentación y la súplica posibilita la escucha.

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d) Dimensión actual de Lamentaciones
Las lamentaciones quedaron impresas en la memoria de los supervivientes del
587, pero al propio tiempo fueron puestas por escrito y recitadas en las celebraciones
conmemorativas de la destrucción de Jerusalén. Este recuerdo sigue vivo en las
actuales comunidades judías.

Por el contrario, el lamento de Jesús sobre Jerusalén no ha fomentado una


tradición viva entre las comunidades cristianas. Por tanto, la Iglesia actual necesita
desesperadamente escuchar el mensaje de Lamentaciones, si es que el cristianismo
quiere entender su propia misión como algo más amplio que el sólo cultivo de la
piedad personal, cuando la vida diaria del hombre está sumida en un infierno.

Con su actitud ante Jerusalén, Jesús reconoció el derecho que tiene toda
persona que sufre a manifestarse ante su sufrimiento. La historia del pueblo de Dios
comenzó precisamente cundo un grupo de personas clamó a Él, presa del
sufrimiento, y fue escuchado. Toda historia de liberación, de salvación, comienza,
pues, con un grito “de profundis” (sinónimo de sencillez y humildad). Y la Biblia
constata a un Dios misericordioso ante el clamor provocado por el sufrimiento: “En
mi angustia invoqué al Señor, y clamé a mi Dios; desde su templo oyó mi voz, y mi
clamor delante de Él llegó a sus oídos” (Sal 18,7).

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