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"La educación es el arma más poderosa que existe para cambiar el mundo.

" Nelson Mandela

Un ciudadano ejemplar no nace, se hace. Al igual que aprendemos matemáticas e idiomas,


deberíamos doctorarnos en lecciones básicas para la convivencia y el progreso social como el
respeto, la empatía, la igualdad, la solidaridad o el pensamiento crítico. Sin estos y otros principios
éticos que nos definen como seres humanos difícilmente construiremos un mundo mejor.

LOS OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN EN VALORES

Este concepto se refiere al proceso educativo que inculca pautas morales para crear sociedades
más cívicas y democráticas. La educación en valores, por tanto, promueve la tolerancia y el
entendimiento por encima de nuestras diferencias políticas, culturales y religiosas, poniendo
especial énfasis en la defensa de los derechos humanos, la protección de las minorías étnicas y de
los colectivos más vulnerables, y la conservación del medio ambiente.

Educar en valores nos compete a todos y no solo a las escuelas. La familia, las universidades, las
empresas o el deporte, por ejemplo, son contextos idóneos para enseñar esos principios éticos

La educación como bien universal e individual es uno de los valores más nobles e indispensables,
en tanto colabora positivamente en la construcción y desarrollo de cada ser humano,
permitiéndole alcanzar a través de las propias capacidades, su desarrollo integral.

En la educación se produce un intercambio que tiene que asegurar dos procesos, el de enseñar y
el de aprender, ambos necesitan coexistir en cada uno, en un ciclo que dura toda la vida.

A través de la educación se transmiten muchas cosas, la cultura, la experiencia, los


descubrimientos, el conocimiento que es patrimonio común, los valores morales, la fe y las
costumbres. La educación alienta el desarrollo de habilidades, ofrece posibilidades, abre puertas y
dignifica.

Reflexionar sobre el valor que tiene la educación en tanto bien indispensable, dado que no es un
valor moral en sí, sino el único medio de conectar con los mismos; Nos dará una dimensión más
acertada de cuanto ganamos o perdemos cada vez que nos paramos frente a ella, o cada vez que
le damos la espalda.

Si logramos disociar el término educación de la institución educativa únicamente, podemos


entenderlo en su dimensión real, puesto que educan los padres y la familia en general, la escuela,
la religión, la sociedad, los medios, el club de deportes…
Desde el rol que corresponde a cada uno se imparte la educación, con la orientación y
características propias.

La educación que se recibe de los padres, está basada en el amor y la protección, y orienta (o
debería hacerlo) hacia la integración y autonomía, marcando normas, hábitos culturales y sociales,
valores morales, las creencias referidas a la fe, pautas de convivencia y una historia familiar. La
educación del hogar desde el amor debe construir el sano desarrollo afectivo, cognitivo,
intelectual, espiritual y físico.

La educación que proviene de la escuela cubre básicamente la necesidad de conocimiento y


capacitación para interactuar en la sociedad e insertarse en ella, promoviendo siempre la
evolución y los cambios consecuentes. Educa en el aspecto cognitivo, moral, ético, a veces
religioso y claro también que en el aspecto afectivo y social, a través del intercambio permanente.

La educación que proviene de la fe atiende claramente al desarrollo moral y espiritual, señalando


senderos a través de la historia de la humanidad, atendiendo como principal objetivo al alma que
mueve nuestra vida, y su origen, promoviendo los más elevados valores éticos y morales.

Claramente quedan muchos, o todos los demás aspectos nombrados que hoy educan, la sociedad
en general, la calle, los medios, los libros, las modas, internet se ha convertido hoy
exageradamente en tutor. Cada uno de ellos ofrece lo que puede, lo que le parece, lo que se le
ocurrió, lo que se usa, lo que queda, lo mejor, lo mediocre y lo peor. Pero todos ellos también
educan, y no porque lo que enseñen esté bien, sino porque produjeron una modificación, enseñan
algo y muchos lo aprenden. Cuando las tres grandes guías de la educación fallan, se aprende de lo
que queda, y eso que queda es lo que van tomando los chicos hoy. Sin control, sin escalas de
valores y sin capacidad de juzgar lo que se toma.

No hay dinero que pague la buena educación cuando cada institución cumple mínimamente su
rol, cosa que está lejos de ocurrir últimamente, así un valor tan necesario, del que el ser humano
es tan digno y soberano como es la educación, se encuentra dosificado, mezquinado, recortado,
humillado y degradado. Parece que no hubiera tiempo para educar, detengamos la prisa por un
momento porque tal vuelco es grave. Se hace necesario y urgente revisar lo que se ofrece y lo que
no, lo que se entrega finalmente y lo que se toma como educación.
Educar no es solo transmitir conocimientos, competencias o valores. Educar también es luchar
contra la aceptación de la injusticia, contra la “normalidad” del desequilibrio, contra la falta de
ética, contra la banalidad de los valores.

No podemos (ni debemos) olvidar que la educación es el instrumento que tiene la sociedad para
compensar las desigualdades, para posibilitar que todos sus miembros pueden participar
activamente de ella aportando su máximo potencial de forma crítica y constructiva para progresar
hacia un mundo más justo.

La gran paradoja de la educación es que es, al mismo tiempo, transmisora y conservadora de la


tradición cultural de una sociedad, y motor de cambio y transformación. Aunque casi siempre se
potencia más su aspecto de perpetuación de la tradición sociocultural de la sociedad a la que sirve,
no debemos subestimar su fuerza como motor de cambio.

El problema es que vivimos en un mundo que no funciona. Los humanos somos una especie
destructiva capaz de crear ideologías que consideran inferiores a otros humanos, capaz de
entablar conflictos bélicos en los que mueren millones de personas, capaz de destruir el planeta
para que unos pocos, poquísimos, se hagan inmensamente ricos...

¿La educación puede arreglar algo de todo esto?

En la escuela actual, el mundo es el pupitre. Las aulas no tienen paredes, ni fronteras. Los grandes
problemas de la educación, con pequeños matices, son globales. Evaluamos los resultados
obtenidos por los sistemas educativos de distintos países y los comparamos, he incluso
cometemos la barbaridad de hacer rankings. Cuando compartimos reflexiones educativas nos
damos cuenta de tienen la misma vigencia en España, en Estados Unidos, en México, en Francia,
en Rusia, en Argentina, en Chile, en Brasil, en Uruguay...

La educación es un valor universal, un lenguaje común que nos une, que nos hace a la vez iguales y
diferentes. El mundo en el que vivimos, donde la información viaja a la velocidad de la luz,
potencia el valor de la educación como “arma de construcción masiva” y como fuerza impulsora
de una nueva manera de entender el mundo.

Si no creyera que la educación es una herramienta capaz de cambiar el mundo, mi labor y la de los
millones de personas que nos dedicamos a la educación, en cualquiera de sus ámbitos y en
cualquier punto del planeta, carecería de sentido.

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