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Taller Historia de la Arquitectura I – Cátedra Albertalli

Práctica 0
Fecha de entrega: 22/04/2020
Basílica de San Apolinar en Classe - Rávena, Italia
La iglesia de San Apolinar fue edificada en el siglo VI en el puerto de
Classe en las cercanías de Rávena, algunos años luego de que la ciudad fuese
retomada por el emperador Justiniano I de la ocupación de los ostrogodos y
convertida en capital del exarcado occidental del Imperio Romano.
El edificio tiene una clara tipología basilical de la época paleocristiana.
A primera vista se asemeja a la basílica de San Pedro de la era Constantiniana,
aunque en una escala menor.
La adopción de esta tipología se da en el siglo IV d.C., cuando
Constantino I vuelve a unificar el Imperio Romano y, movido por su fe,
establece al cristianismo como religión oficial preferente. Surge la necesidad
de un espacio funcional y simbólicamente adecuado para alojar los ritos y
reuniones de la creciente cantidad de fieles. Se elige la basílica (tipología de
edificio público laico) ya que estaba adaptada para grandes reuniones y
remitían a la igualdad en la administración de la justicia. Se adaptan a los ritos
cristianos. Por ejemplo, se elimina uno de los dos ábsides extremos para ubicar
la entrada y darle un pulso lineal al espacio (facilita la procesión) y se añade el
atrio como punto de reunión externo con una entrada monumental.
La basílica de San Pedro (~320-350) fue erigida por orden de
Constantino. Se pretendió que esta fuera de las más prestigiosas de la época,
dado que se ubicaba en el lugar de entierro del santo, reconocido como el
primer papa. Al ser este uno de los primeros de los edificios cristianos de tal
prestigio y magnitud, se tomó como referencia para muchas iglesias
subsiguientes.
San Apolinar (~532-549) sigue fielmente el estilo de San Pedro. Se
puede entender la importancia de esta iglesia debido a la fusión que ocurría en
el Imperio del poder político y religioso desde la era de Constantino. Luego de
establecida en Rávena la capital del exarcado, se edificó también San Apolinar.
El espacio interior de esta obra dicta un recorrido lineal, fuertemente
orientado hacia el altar con alrededor de 50 metros de largo dentro de su nave.
Varios aspectos de la obra trabajan en conjunto para que el interior inspire
sensación de divinidad: cada nave tiene una proporción de una altura igual a
dos anchos aproximadamente, en las columnatas a ambos lados de la nave se
utilizan esbeltas columnas de mármol de color claro unidas por arcos de medio
punto, el apoyo de los elementos es disimulado con el revestimiento, y se
recurre a la toma de luz cenital. Todo esto se traduce en la percepción de
ingravidez al hallarse el observador en la nave principal. Otro punto a
destacar es la influencia de las iglesias del lado oriental del Imperio las cuales,
por su tradición, utilizaban mosaicos de colores en los muros interiores que
remitían a la simbología cristiana, lo cual embellecía el interior y cautivaba a los
fieles.

Alumno: Felichichi Ezequiel


Comisión: Federico Ricci

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