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2 Crónicas 7:14
Introducción
Con solo prestar atención a los acontecimientos recientes, pronto nos damos cuenta de que el caos,
producido por la pandemia del coronavirus, o como también se le conoce el covid-19, ha superado a
nuestra sociedad. Los gobiernos alrededor del mundo han tomado medidas sin precedentes, en su
intento de reducir la velocidad, o evitar la propagación del coronavirus (covid-19) que ha surgido.
Con solo prestar atención a las noticias, no es difícil apreciar que alrededor del mundo, las personas
están en un estado de pánico, y muchos viven en incertidumbre. Muchas empresas y negocios han
cerrado sus puertas, las escuelas y universidades han cerrado sus puertas, y la educación esta
siendo proveída por medios electrónicos. A las personas se les ha pedido que se pongan en
cuarentena en sus hogares, y para aquellos que les es imprescindible salir, se les ha pedido que
mantengan un distanciamiento social. En otras palabras, que se mantengan a por lo menos seis pie
(1.8 metros) de distancia los unos de los otros.
Los suministros esenciales están volando de los estantes de los supermercados. E incluso, muchas
iglesias han descontinuado los servicios debido al pánico que ha afectado al mundo. ¿Han sucedido
estas cosas en tu comunidad? ¿Están sucediendo estas cosas en tu país ahora mismo?
Qué es un avivamiento?
Ahora preguntémonos, ¿qué es un avivamiento? Un avivamiento es: “Acción y efecto de avivar o
avivarse [4].” En otras palabras, cobrar ánimo y vigor, ser energéticos en nuestra fe. Y esto es algo
que debemos y tenemos que hacer en todo momento, especialmente durante la crisis de esta
pandemia y distanciamiento social, o cuarentena, que estamos presenciando.
Como les dije al inicio, una gran porción de los creyentes piensan que el avivamiento es algo que
solo se aplica al mundo, pero la realidad es que el mundo nunca experimentara un avivamiento, sin
que antes suceda en la iglesia. ¿Por qué digo esto? Examinemos con más detalles los versículos
que estamos explorando en el día de hoy, para que entiendan bien.
Si se humillare mi pueblo
Lo primero que vemos aquí es que se nos dice: “…Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi
nombre es invocado…” Reflexionemos en esto por un breve momento y preguntémonos: ¿a quién
está dirigido esto? ¿Esta esto dirigido al mundo, es decir, a los que no conocen a Dios?
La respuesta, es un rotundo ¡NO! La razón por la que digo que esto no está dirigido al mundo, es
porque el mundo NO busca a Dios, y el mundo NO es Su pueblo. Esto aquí está completamente
dirigido a nosotros. Esta dirigido a los cristianos. El problema que existe es que el pueblo de Dios de
hoy, no está haciendo lo suficiente para la obra de nuestro Rey y Salvador.
Es fácil poner pretextos de por qué no podemos hacer esto o lo otro, pero, ¿qué pretexto le daremos
a Dios, cuando nos encontremos cara a cara con Él [5]. Muchos han encontrado un lugar cómodo, y
se encuentran pacientemente esperando el regreso del Señor. Muchos piensan que solo hacen el
bien, y están convencidos de que están salvos. Para muchos, este concepto es lo todo suficiente,
así que no se mueven para hacer más.
Pero, ¿es eso lo que desea Dios de nosotros? Absolutamente ¡NO! Cristo no dijo siéntense en el
banco de la iglesia, o descansen en su casa hasta que yo llegue. Cristo nos entrego una misión [6].
Ahora bien, sé que muchos se estarán diciendo que cumplen y predican la palabra, pero les digo en
el día de hoy, que si el Espíritu Santo de Dios no está vivo en ti, entonces de nada te vale predicar.
De nada te vale hablar de tu fe. Escuchen bien lo que les digo, es imposible dar lo que no tenemos.
Tenemos que avivar, fortalecer, y vigorar el Espíritu Santo que mora en nosotros. ¿Qué tenemos
que hacer para que esto suceda? Para fortalecer el Espíritu Santo en nosotros existen tres
condiciones a cumplir.
Condiciones a cumplir
Les voy a decir algo que quizás los impacte. Los que más seguros están de que No son orgullosos,
son probablemente los más orgullosos. ¿De qué están orgullosos? Están orgullosos de su propia
humildad. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque existen dos tipos de orgullos que han tomado raíz en
el Cuerpo de Cristo, el orgullo de nuestras acciones, y el orgullo de nuestra vida.
Si pensamos un poco en el tema, estoy seguro que todos nosotros nos daremos cuenta de que
conocemos a creyentes que actúan por orgullo.
En otras palabras, hacen las cosas solo para obtener reconocimiento de lo que hacen. Estos son los
orgullosos de sus acciones.
Este es el grupo de personas que buscan cargos en la iglesia para poder sentirse orgullosos de si,
menospreciando el trabajo de otros. A este grupo de personas no se les puede decir, o pedir, que
hagan algo más de lo que hace, o pedirle que hagan las cosas de cierta manera, porque de hacerlo
estas infiriendo a que no hacen lo suficiente, o que no saben lo que hacen. Esto por supuesto nunca
es tolerado, entonces lo que sucede es que se molestan, se ofenden, y luego se van hablando
pestes del pastor y de la congregación.
Esto sucede porque su orgullo, no le permite que otros piensen, o sepan, que están caídos o
necesitados. El orgullo les detiene de recibir liberación y la bendición que Dios desea entregarles. El
orgullo los detiene y mantiene encerrados en la prisión que se encuentran. Y es por eso que la
palabra de Dios nos dice que tenemos que humillarnos ante la presencia de Dios. Tenemos que
reconocer, que nosotros nunca obtendremos la victoria sobre las adversidades que enfrentamos, por
nuestra propia fuerza. Y es por eso que digo que el primer paso que tenemos que dar, para que
suceda un avivamiento en nuestra vida, es deshacernos del orgullo y la vanagloria.
La realidad es que ser humilde es la virtud que nos conducirá a someternos a la voluntad de Dios y
no a la nuestra, y es por eso que el Señor en Mateo 11:29 nos dice: “…Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas…”
¿Cuantos desean este descanso? Claro está en que todos no solamente lo queremos, sino que lo
necesitamos, especialmente durante estos momentos de crisis mundial por los que estamos
atravesando. Pero recordemos que todo tiene un comienzo, y el avivamiento comienza con
humillarse ante Dios. Así que la primera condición a cumplir para avivar el Espíritu Santo en
nosotros es humillarnos; en otras palabras, reconocer nuestras faltas y errores.
La segunda condición: “…y oraren, y buscaren mi rostro…”
Esta es el área más importante en la vida de todo creyente. Pero nuevamente, en esta área
encontramos como la maldad ha atravesado las paredes de la iglesia. ¿De qué manera ha
atravesado las paredes de la iglesia? Ha atravesado las paredes de la iglesia en forma de espíritu
religioso. Digo esto porque muchos tienen el concepto, de que para que Dios escuche sus oraciones
tienen que hacerlas en la iglesia (congregación), pero esto no es verdad. La realidad es que esta
manera de pensar, es un espíritu de religiosidad.
Ahora, no quiero que me mal interpreten, con esto no digo que no se puedan hacer y no se hagan
servicios de oración. Este tipo de servicio es completamente bíblico [8]. Pero el servicio de oración
no puede ser algo que se convierta en un espectáculo.
En otras palabras, el propósito de un servicio de oración, no es para que otros vean nuestra
capacidad o facilidad de palabras. El propósito de un servicio de oración, no es para impresionar a
otros hablando en lenguas. El propósito de un servicio de oración, es para como nos dice la palabra
“…perseverar unánimes…”
Como he dicho en numerosas ocasiones, la oración es el arma más poderosa que existe en el
universo, y es algo que se nos llama a hacer constantemente [9]. Claro está, en que en Lucas
19:46 Jesús dijo: “…Mi casa es casa de oración…” Pero esto no significa, ni implica, que la
congregación es el único lugar donde Dios escucha las oraciones de Su pueblo. Es más, en Mateo
6:6 el Señor nos dice: “…Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu
Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público …” Y esto
es exactamente lo que muchos de nosotros tenemos que estar haciendo durante este periodo de
aislamiento, o cuarenta.
En esta área también encontramos como la maldad ha penetrado las paredes de la iglesia. ¿Por qué
ha sucedido esto? Esto ha sucedido porque muchos rehúsan reconocer sus propias faltas y errores.
La realidad es que existen muchos que se piensan ser más cristianos que Cristo. Si, no me miren
así, existen muchos que están convencidos de que no hacen nada mal. Existen muchos que
piensan que no tienen de que arrepentirse, que piensan que no tienen que cambiar. Estos son todos
aquellos que nunca tienen dificultad en encontrar el fallo o los errores de otros, pero no reconocen
los suyos. Pero el Señor si les conoce bien, y los revela por lo que son [12].
La iglesia necesita un avivamiento del Espíritu Santo, pero para que esto suceda el pueblo de Dios
tiene que cumplir con las tres condiciones. Primero, tenemos que humillarnos. Tenemos que dejar el
orgullo y la arrogancia a un lado, y humillarnos ante Dios.
Segundo tenemos que orar y buscar el rostro de Dios. Si no oramos y buscamos el rostro de Dios,
no estamos haciendo nada. Tenemos que orar por todos aquellos que están perdidos en el mundo.
Orar pidiendo que nuestro testimonio, les sirva como un faro que les guíe a Dios. Orar para que el
Señor ablande esos corazones y les permita escuchar Su palabra. Orar para que a los que les
llevamos el mensaje de Dios, se conviertan de sus malos caminos. Tercero, tenemos que
convertirnos de nuestros malos caminos y hacer la voluntad de Dios.
Tres condiciones a cumplir, ahora la pregunta que queda es: ¿las cumplirás? ¿Qué harás con todo
este tiempo que Dios te ha proveído durante este periodo de cuarentena? Aprovechemos esta
oportunidad que Dios nos da, para fortalecer nuestra fe, nuestra vida de oración, y producir un
avivamiento en nuestra vida.