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La

Esposa del Millonario Ruso


(Capítulo 5 de la Serie del Millonario Chekov)

Por Leona Lee


Todos los derechos reservados.
Copyright 2014 Leona Lee


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Nota: ¡Este libro es la quinta entrega de la serie del millonario Chekov! Si aún no lo has
hecho, ¡lee las cuatro entregas anteriores para evitar spoilers!

Parte 1: Una Virgen para el Millonario

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Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16

Capítulo 1
Vitaly Chekhov se despertó con el sonido del teléfono y se incorporó en la cama. Al mirar a su
lado, le sorprendió que su esposa, Sarah, ya se hubiese levantado.

La primera vez que ocurre, pensó. Normalmente, yo me levanto antes.

Su móvil seguía sonando insistentemente, por lo que alcanzó los pantalones y lo sacó del
bolsillo.

-¿Sí?

Vitaly se alegró de que Sarah no estuviera allí. Cuando comenzaron su luna de miel, él le
prometió que no trabajaría, pero en los tres días que llevaban en la isla, había recibido al
menos una docena de llamadas que había provocaron más de una pelea. Al finalizar la
llamada, apretó los dientes y abrió un cajón para buscar unas bermudas.

Ya en la cocina, se sirvió una taza de café antes de ir en busca de su esposa.

Mi esposa. ¿Alguna vez me cansaré de decirlo o de creer que es cierto?

Cuando contrató a Sarah como becaria de VIC Enterprises, sabía que tenía los estudios
adecuados, pero se sintió tan atraído por aquella indomable rubia, que esperó llegar a
conocerla mejor. Nunca tuvo intención de encariñarse con ella, y mucho menos de enamorarse
y casarse. Pero le había demostrado que podía contar con ella, incluso cuando no lo merecía,
y esperaba poder pasar el resto de su vida agradeciéndoselo.

¡Si le dejaban aquellas malditas llamadas! Jurando por lo bajo en ruso, volvió a contestar el
teléfono. Mientras hablaba, miró por la ventana de la cocina y vio a Sarah entrando en las
cristalinas aguas del océano Pacífico. ¿Está...? ¡Está desnuda!

Interrumpiendo a su interlocutor con una excusa, Vitaly dio por terminada la llamada y dejó el
móvil en la encimera. Se apresuró por la cubierta trasera, café en mano, y recorrió la senda
que conducía a la orilla, para ver nadar a su esposa.

Al darse la vuelta tras completar otro largo, Sarah distinguió a Vitaly de pie en la arena, y le
saludó con la mano, haciendo que sus pechos brincaran por encima de la superficie del agua.
Y él cerró los ojos ante el suculento espectáculo de su desnudísima mujer deslizándose por el
océano. Su cuerpo le hizo saber de buena gana cuánto apreciaba verla de aquella manera, y
se alegró de haber elegido unas bermudas holgadas.

Al terminar sus largos, Sarah se encaminó hacia él, creando pequeñas olas mientras se
acercaba a la orilla. Al coger la toalla que él le ofrecía, Vitaly observó cómo el agua caía en
regueros por su cuerpo ligeramente bronceado. Sin saber qué decir, se quedó allí en silencio
mientras ella se ponía de puntillas y le besaba la mejilla, apoyando contra él su mojado cuerpo
y refrescando su cálida piel.
-Gracias- le dijo ella y, en lugar de secarse, se envolvió el pelo con la toalla, antes de dirigirse
hacia la casa.

Gimiendo, Vitaly se ajustó su ya dolorosa erección y dejó caer la taza de café. Con un grito,
corrió hacia ella, la levantó en brazos y se la puso sobre un hombro, mientras se dirigía al
edificio a grandes zancadas.

La última vez que cargó a Sarah sobre su hombro, ella le había golpeado la espalda,
enfadada. Esta vez, sus manos acariciaron sus costados mientras deslizaba los dedos bajo la
cintura de sus bermudas. Antes de que pudiera llegar demasiado lejos, Vitaly la depositó en
una de las tumbonas de la terraza. Tirando del cordón de sus pantalones, los dejó caer hasta
los tobillos, antes de unirse a ella.

La tomó por la barbilla y se inclinó para besarla. Sarah suspiró en su boca, fundiéndose con él,
que se abría paso entre sus salados labios. Sus manos le acariciaron la espalda, y la estrechó
más fuerte contra él.

-Qué cosas me haces, kotyonok- canturreó en sus labios. La dura presión de su miembro le
rozó el muslo, y él sintió cómo se contraía su cuerpo. La agarró por la cintura, trazando con la
boca el contorno de su mandíbula y cuello, con la punta de la lengua ardiendo sobre su cuerpo,
lamiendo y mordisqueando, y besándola en el hombro antes de concentrarse en sus senos.

Sarah arqueó la espalda al sentir la calidez de su boca sobre su pezón, succionado y chupando
hasta que estuvo erecto, antes de pasar al otro pecho. Con sólo tocarla, tenía el poder de
derretir sus entrañas. Ella gimió, presionando su seno contra su ávida boca.

Su mano encontró sus pechos, y pasó el pulgar por sus emergentes pezones, alternando con
la boca, mientras Sarah comenzaba a jadear. Con cada toque, su cuerpo se tensaba de
deseo, pero consiguió controlarse y no temblar.

Vitaly deslizó las manos entre ambos, con los dedos rozando el interior de su muslo, y ella
separó las piernas para darle acceso.

-¿Te he dicho cuánto te quiero?- preguntó, colocando la mano entre sus piernas. Sarah se
olvidó de hablar al intensificarse su deseo, que llegaba hasta lo más profundo de su ser.

Él colocó las manos por debajo ella y la levantó, para darse luego la vuelta y colocarla a
horcajadas sobre sus caderas. Apoyándose en sus rodillas, ella lo miró, mientras sus manos
recorrían todo su cuerpo.

-Eso está mejor- dijo con una sonrisa seductora. -Quiero ver cómo el placer se apodera de ti-.
Con un gemido, se inclinó para besarlo, y él hundió su lengua entre sus labios, mostrándole lo
que iba a hacerle a continuación. Con una mano, le quitó la toalla del pelo, que cayó en
cascada alrededor de ella. -Eres muy hermosa- susurró.

Le acarició el costado, avivando el fuego que ya ardía en su interior, y sus manos bajaron por
su cuerpo. Tras acariciar sus caderas, se agarró a su culo, hincando las uñas ligeramente, y
ella respondió con un gemido. Continuó restregando y masajeando su trasero, y con los dedos
le cosquilleó a lo largo de la raja, haciendo que ella embistiera con las caderas, pidiendo más.
Él lanzó una risita, disfrutando de lo cachonda que se ponía con sólo tocarla.

Ella le dedicó una mirada lasciva, y se humedeció los labios. Tras mordisquearle la barbilla,
besó su cuello, antes de comerle el lóbulo de la oreja, mientras él siseaba en respuesta. Sus
duros pezones rozaron su pecho, y se inclinó sobre él, apretando más las piernas.

Vitaly le frotó las caderas con las palmas de las manos, haciendo que lanzara un gemido
mientras sus labios le acariciaban los pezones, primero uno y luego el otro. Sarah trazó
círculos con la lengua, succionando a la vez que los comprimía con los labios, y él lanzó un
gruñido.

Vitaly deslizó una mano entre ambos y la colocó sobre su vagina, acariciando sus pliegues con
los dedos y jugando con su clítoris, lo que hizo que Sarah se quedara sin aliento. Ella se
restregó contra su mano, separando más las piernas al sentir dos dedos en su interior, sin
dejar de lamer sus pezones.

De pronto, Sarah se incorporó, inclinándose hacia atrás para apoyarse sobre los muslos de él,
y le miró con un profundo deseo. Usando la otra mano, Vitaly trazó lentos círculos alrededor de
su clítoris con el pulgar, a la vez que empujaba más los dedos dentro de ella. Sus paredes
vaginales ardían al contraerse vorazmente sobre sus dedos.

Sarah empujó hacia atrás con un gemido, arqueando sus caderas, pidiendo más - mucho más.
Con unas embestidas cortas y rápidas, Vitaly movió su mano de dentro a fuera, y Sarah
comenzó a sacudir sus caderas hacia adelante y hacia atrás, jadeando con el placer que le
recorría todo el cuerpo.

Sin saber cuánto más iba a aguantar, Sarah le agarró las manos y detuvo sus movimientos.
Acercándoselas al rostro, se metió los dedos mojados en la boca, para lamer los jugos de su
pasión, mientras él la observaba embelesado.

Vitaly colocó su erecta verga en la apertura de Sarah. Levantando las caderas, ella le cubrió la
punta y, muy lentamente, se introdujo toda la polla, deteniéndose cuando él tocó fondo, y
ambos gimieron de satisfacción.

Ella se volvió a echar hacia atrás y apretó los muslos, comenzando a oscilar sus caderas
haciendo ochos, disfrutando del roce en las zonas más sensibles, a la vez que contemplaba la
pasión en su rostro.

Él intentó que fuera más rápido, tomándola por las caderas, pero Sarah le ignoró, y cerró los
ojos ante las sensaciones que ella misma estaba creando. Vitaly le pellizcó los pezones,
haciendo que ella abriera los ojos y lo mirara.

Al tirar de ellos, Sarah se inclinó hacia abajo para que él pudiera meterse uno en la boca. Con
un jadeo, comenzó a mover las caderas más rápido, mientras él lamía y succionaba sus
pezones, haciendo que se estremeciera cada vez más.

Aferrándose a sus brazos, Sarah levantó las caderas, subiendo y bajando con más fuerza
contra sus embestidas. Bajó una mano y se frotó el clítoris, haciendo que se corriera con un
grito.

-No pares- gruñó él, aferrándose a sus caderas y obligándola a moverse más rápido y a
rebotar encima de él, experimentando un orgasmo detrás de otro, y pronunciando su nombre
con un prolongado gemido. Con un grito, Vitaly alcanzó su propio orgasmo, que hizo que se
tensara antes de tomar a Sarah y besarla apasionadamente mientras se vaciaba dentro de
ella.

Sarah se derrumbó encima de él, y Vitaly le acarició la espalda.

-Ha sido increíble- consiguió decir, y le besó la barbilla, demasiado cansada para moverse.

Él acarició su cabello, le dio un beso y soltó una carcajada. -Todos los días son increíbles
cuando estoy contigo, kotyonok.
Capítulo 2
Se pasaron toda la mañana haciendo el amor sobre todos los muebles de su pequeña cabaña,
antes de tomarse un descanso. Después del mediodía, disfrutaron de un almuerzo en la
cubierta.

-Es precioso- comentó Sarah contemplando el agua azul. -Va a ser difícil volver a San José.

Vitaly asintió con la cabeza. -Por desgracia, esta isla no está en venta, pero si quieres,
podemos comprar un sitio parecido y tener un lugar dónde ir cuando nos queramos escapar-
propuso, pinchando un pedazo de tortilla.

Perpleja, a Sarah le costaba acostumbrarse a lo rico que era su marido, que podía ofrecerse
con esa indiferencia a comprar una isla. -Ya hablaremos- dijo ella, asustada de repente por
aquella posibilidad. -Quizás sea mejor un sitio más cerca de casa, para escapadas de fin de
semana- añadió, sintiéndose mejor con su respuesta. Inclinando la cabeza hacia un lado, lo
miró. -O un lugar de montaña sin cobertura- apostilló cuando el móvil de él comenzó a sonar.

Con una sonrisa triste, Vitaly se levantó y entró en la cabaña. -Tomo nota, esposa- bromeó, y
Sarah rió.

Cuando Vitaly se alejó, Sarah pensó en cuánto desearía tenerlo para ella sola, al menos
durante su luna de miel. Aunque sabía que se había casado con un adicto al trabajo, y tenía
que aceptarlo, esperaba que al menos desconectara el teléfono por unos días. Es cierto que
tras sufrir espionaje, un secuestro y un intento de asesinato, cualquier persona se volvería
cautelosa, pero él tenía un personal muy leal, cuyos antecedentes habían sido verificados de
forma exhaustiva. Lo menos que podía hacer era limitar las llamadas a una por día.

Cuando escuchó el sonido del móvil por tercera vez, Sarah frunció el ceño y se prometió a sí
misma que no iba a enfadarse. Suspirando, decidió darse una ducha, y esperó que él hubiera
acabado de hablar para cuando terminara.

Tras meterse en la gigantesca ducha, encendió los pulverizadores y se sumergió en lo que ella
llamaba su pedacito de cielo. A pesar del reducido tamaño de la cabaña, tenía un cuarto de
baño de lujo, con puertas correderas que se abrían a la cubierta con vistas del océano, una
ducha con piedras de río y 7 pulverizadores que proyectaban sus chorros hacia diversas
partes del cuerpo, y una bañera japonesa que ya había utilizado más de una vez.

Cerró los ojos y deseó que el agua se llevara sus sentimientos negativos junto con la arena.
Puso un poco de gel en una esponja y comenzó a lavarse, deleitándose con las sensaciones
que le provocaba la esponja en todo el cuerpo. Al pasarla por sus pechos, la detuvo un buen
rato en los pezones, rozándolos con aquel material ligeramente abrasivo y disfrutando del
ardor de sus sensibles senos. Gimió y deslizó la esponja por su abdomen y pubis, encantada
con el cosquilleo que le producía.

Estaba tan absorta, que no vio a Vitaly observándola. Justo cuando iba a meterse con ella en
la ducha, el móvil sonó de nuevo. Tras comprobar quién llamaba, miró arrepentido a su esposa
y salió del cuarto de baño para atender la llamada. Ya habrá tiempo después, pensó, antes de
contestar.

Al salir de la ducha, Sarah se secó y aplicó una loción en su piel tostada por el sol. Mientras se
cepillaba el pelo, se miró en el espejo y sonrió. Bueno, al menos uno de nosotros parecerá
que ha estado de vacaciones, pensó, observando los brillos de su cabello.

Tras entrar en el dormitorio, abrió un cajón para buscar unas bragas y un sujetador, y
contempló su contenido de forma especulativa. Algo no cuadra. Alterada, empezó a revolver
en el cajón, y abrió los otros para seguir buscando. ¡No puede ser!

Después de vestirse a toda velocidad con unos pantalones cortos y una camiseta, se dirigió al
salón y comenzó a abrir todos los armarios y cajones, continuando con su búsqueda. Vitaly,
que había salido a la terraza para hablar, entró al escuchar aquel alboroto de puertas, y vio
cómo Sarah se ponía frenética.

Se volvió hacia él. -Ha desaparecido. No la encuentro por ninguna parte- le informó, y él la miró
confundido.

Tapando el móvil con la mano, preguntó: -¿El qué?

-Mi gargantilla, la que me regalaste antes de la boda. No la encuentro. - Levantando una ceja,
Vitaly continuó hablando con su interlocutor, y Sarah lo miró con crispación. -¿Puedes dejar un
momento el jodido teléfono? ¡La gargantilla de diamantes de diez mil dólares ha desaparecido!

Él volvió a tapar el teléfono para preguntar: -¿Seguro que no la enviaste de vuelta a San José
con el vestido?

-No, estoy segura. La llevaba puesta cuando llegamos aquí. Aunque soy la única que se ha
dado cuenta, ya que tú no te molestas en dejar el teléfono ni siquiera para ayudarme a
buscarla. ¿Sabes qué?, no importa. Como dices tú, sólo es dinero. No es como si tuviera valor
sentimental.- Lanzándole una mirada furiosa, Sarah se dirigió a la puerta. -Me voy a dar un
paseo.

Cuando Sarah abandonó la cabaña, Vitaly la vio marcharse con tristeza.

-Jefe, no es más que una opinión, pero creo que deberías haber colgado. Se la oye enfadada-
le dijo Ivan, el jefe de seguridad de Vitaly. -Aquí no hay nada que hacer hasta que vuelvas. Los
abogados están ocupados presentando mociones para la entrega de los documentos, y aún no
se han presentado cargos.

Frotándose la sien, Vitaly comenzó a caminar de un lado para otro por la cabaña. -¿Alguien ha
averiguado qué ha pasado?

-Dmitri Nardiv, ¿quién si no? Parece que lo tenía preparado desde hace meses, pero a la
velocidad con la que trabaja el gobierno, es ahora cuando están investigando las acusaciones.
Y no nos ayuda que cualquier posible evidencia se haya hundido en el océano- añadió Ivan con
tono seco.

-Entonces ¿es un siniestro parcial o total?- preguntó Vitaly recurriendo al humor.

-Yo diría que es más grave que eso- respondió Ivan. -Pero me alegra ver que te lo tomas con
sentido del humor.

-No te imaginas cuánto me alegro de que no haya muerto nadie, aunque puede que acabe en
una cárcel federal.

-Bueno, no saquemos conclusiones precipitadas, jefe. ¿Qué dice Sarah de todo esto?

-No se lo he dicho- respondió Vitaly.

-¿Por qué no? Tiene que saberlo.

-Estamos de luna de miel. Ya es bastante malo verla enfadarse por todo el tiempo que me
paso al teléfono, ¿qué crees que diría si se entera de que el gobierno de Estados Unidos me
está investigando por contrabando y que las pruebas han desaparecido misteriosamente en el
Atlántico?

-Por un lado, dejaría de enfadarse. Pero te haría las maletas y te haría regresar.

-Exacto. Prefiero que esté enojada conmigo a arruinar por completo nuestra luna de miel.

-Jefe,...- antes de que Ivan pudiese continuar, Vitaly oyó una pequeña explosión y salió
corriendo a la terraza.

-Oh, mierda, el yate está en llamas.

-¿Qué?- Quiso saber Ivan.

Saltando el muro de contención, Vitaly buscó a Sarah por todas partes, pero no la encontró.
Cuando regresó a la playa, vio a dos hombres metiendo un cuerpo inmóvil en una lancha.

-¡Sarah!- gritó Vitaly. Soltando el móvil, corrió por la playa y vio cómo el barco se alejaba a
gran velocidad. Miró al yate, que estaba completamente envuelto en llamas, y cayó de rodillas
sobre la arena, contemplado la lancha que se dirigía rápidamente mar adentro.

Regresó corriendo a la casa y cogió el teléfono, sorprendido de que aún estuviera conectada
la llamada al escuchar los gritos de Ivan, antes de colocarse al aparato en la oreja.

-Sarah...- comenzó. -Ha sido secuestrada.

-¿Qué? ¿Otra vez?

-Sí, otra vez. Oh, joder, Ivan. Han prendido fuego al yate. Estoy atrapado. ¡Haz algo!
Capítulo 3
Sarah se despertó con el suave balanceo del barco, y abrió los ojos lentamente.
Incorporándose, volvió a cerrarlos ante el repentino vuelco que le dio el estómago. Se frotó la
cabeza e hizo un gesto de dolor, antes de localizar un bulto en la parte trasera de su cráneo.
¿Qué demonios...?

Se abrazó el vientre mientras se ponía de pie, intentando controlar las náuseas, e intentó dar
unos pasos. Se sorprendió al encontrar la puerta sin cerrar, la abrió y echó un vistazo.
Caminando por el estrecho pasillo, encontró una escalera y subió por ella, haciendo un continuo
esfuerzo por no vomitar.

Se asomó a la cubierta, sorprendida al comprobar que estaba en medio del mar. Mirando a su
alrededor, no pudo distinguir tierra firme, e intentó no dejarse llevar por el pánico. El repentino
impulso del barco fue demasiado para ella, que se acercó rápidamente a la barandilla y vació
el contenido de su estómago en el mar.

Cuando su estómago estuvo vacío, continuó con arcadas secas, hasta que no pudo más. Al
separarse de la barandilla, se topó con una mano que le tendía una toalla y una botella de
agua. Tras tomar ambas, se limpió la boca y abrió la botella, para dar un trago y enjuagarse la
boca.

Al darse la vuelta para dar las gracias a aquella persona, vio a una mujer joven que llevaba
puesta su gargantilla. Tomando un trago de agua, Sarah la observó. -Esa es mi gargantilla-
dijo, mirando fijamente a la mujer.

La joven acarició la joya, dedicándole una sonrisa maliciosa. -Ahora es mía- respondió.

-¿Te apuestas algo?- Antes de que Sarah pudiese dar un paso hacia ella, un brazo la sujetó
por la cintura y de repente notó un cuerpo firme contra su espalda.

-Más vale que vigiles tus modales y que no empieces ninguna pelea- le dijo una voz masculina,
a la vez que la alejaban de la mujer, que se cruzó de brazos y la miró con desprecio. Sarah
intentó apartarse de él, pero la tenía sujeta por el brazo. -El capitán quiere verte.

Antes de que Sarah pudiese contestar, él le retorció el brazo y la empujó por la cubierta hasta
un camarote.

Al entrar en él, Sarah consiguió liberar su brazo y se lo frotó mientras miraba a su alrededor. El
hombre que la había sujetado olía como si no se hubiera bañado en más de una semana, y ella
arrugó la nariz. Bastante más alto que Vitaly, aquel tipo tenía unos hombros casi tan anchos
como los de él, y parecía que todo su cuerpo era músculo. Con lo que para él eran ropas
limpias, iba enfundado en unos pantalones cortos, una camiseta sin mangas y sandalias.

Toda la piel visible estaba cubierta en tatuajes, muchos de los cuales parecían ser de origen
militar, y unos cuantos eran motivos marinos, como una ominosa serpiente de mar que le
rodeaba la pierna y que parecía ocultar unas desagradables cicatrices. Notó el oscuro
contorno de sus ojos, y algo más que no supo definir.

Tragando saliva, observó lo que se suponía que era el camarote del capitán. Junto a una pared
había una cama deshecha, con ropa esparcida por todas partes. Un enorme escritorio que
empequeñecía la estancia, estaba cubierto de libros y papeles, y había otros cuantos
esparcidos por el suelo.

-Perdón por el desorden, señora Chekhov, la sirvienta aún no ha limpiado- dijo una socarrona
voz. Girando la cabeza, Sarah miró hacia arriba y vio el rostro de quien suponía que era el
capitán. De unos treinta y tantos años, era aún más alto que el gigante que estaba a su lado, y
estaba increíblemente bien formado, muy sexy, y con un profundo bronceado. Su largo cabello
castaño tenía brillos rubios, y lo llevaba recogido en una coleta. Sarah se sorprendió al ver una
mirada de desconcierto en su rostro, mientras contemplaba los ojos más azules que jamás
había visto, y una barba de varios días.

Fingiendo una valentía que estaba lejos de sentir, Sarah dijo: -No te preocupes, he estado en
sitios peores-. Cuando él lanzó una risotada, ella le miró. -¿Por qué estoy aquí?

Inclinando la cabeza hacia un lado, la observó con curiosidad. -¿Aún no lo has pillado? Te he
secuestrado-. Y ante su expresión perpleja, añadió: -Para pedir un rescate.

Sacudiendo la cabeza, Sarah preguntó: -Y ¿qué sois? ¿piratas?

-Sí, señorita- respondió el primer hombre.

Ambos se miraron confundidos cuando Sarah se echó a reír. Una vez que empezó, no pudo
parar, y se secó las lágrimas que le caían por la cara.

El capitán miró al otro tipo. -¿La has golpeado fuerte?

-No mucho- contestó, y ambos observaron cómo la risa llegaba a su fin y Sarah se abrazaba a
su estómago.

Eructó ruidosamente y continuó riendo. -Es que ya me han secuestrado antes, y, bueno, fue
mucho más aterrador que esto, y, bueno…piratas… ¿en serio?- Se desplomó en una silla y
comenzó a reírse de nuevo. -Desde luego, Dmitri necesita una estrategia nueva. Esto ya está
muy visto- finalizó.

-¿Quién es Dmitri?- preguntó el otro hombre al capitán.

El capitán se encogió de hombros. -Quizás sea mejor que la vea el médico por si ha sufrido
una conmoción- respondió. -Sra. Chekhov, le aseguro que no hay ningún Dmitri a bordo de mi
barco.

-Entonces, ¿no trabajas para Nardiv?- Preguntó Sarah, mirando de uno a otro. Cuando ambos
hombres negaron con la cabeza, Sarah comenzó a reírse de nuevo. -¿Sois de verdad...
piratas? Ésta sí que es buena.
El capitán se cruzó de brazos y la miró fijamente. -¡Max!- le gritó al otro hombre, que se
levantó de donde se había recostado. -Trae al médico para que le eche un vistazo, antes de
que se me acabe la paciencia.

-Sí, capitán- respondió Max escabulléndose por la puerta.

Levantando una mano, Sarah hizo un esfuerzo para dejar de reír. -Lo siento, de verdad. Es que
este último año ha sido una verdadera pesadilla, me han intentado asesinar y mi marido ha
estado en coma; luego pasó lo del espionaje y mi secuestro. Se supone que estamos de luna
de miel, y Vitaly se pasa todo el tiempo al teléfono, así que cuando salí corriendo y me tope
con Max... ¿otro secuestro? ¿En serio?

Mientras Sarah luchaba por controlar la risa, se dio cuenta de que la otra única opción era
echarse a llorar, y poco a poco consiguió quedarse en silencio.

Se puso de pie y se acercó a la ventana. -¿Qué va a pasar ahora?- le preguntó, muy seria.

Él la miró sorprendido. -Pediremos un rescate.

-¿Cuánto?

-Un millón.

Con un resoplido, Sarah se dio la vuelta para mirarle. -En efectivo, supongo-. Cuando él
asintió, continuó: -Y ¿cómo se supone que va a reunir ese dinero? y lo que es peor, ¿cómo te
lo va a entregar? No es como si llevara esa cantidad encima. Además, en el momento que
saque tanto dinero del banco, levantará sospechas-. Mientras hablaba, Sarah volvió a sentir
náuseas y se echó las manos al estómago. Antes de que el capitán pudiera responder, salió a
toda prisa del camarote y volvió a vomitar por la borda.

El capitán se quedó mirándola por la ventana, justo cuando entraba el médico del barco.

-Max dice que la chica tiene un problema.

Encogiéndose de hombros, el capitán respondió: -Por cómo estaba actuando, pensaba que
Max la había golpeado demasiado fuerte en la cabeza, pero ahora…

-¿Ahora?

-¿Hay pruebas de embarazo en el botiquín?


Capítulo 4
Vitaly iba por la tercera vuelta alrededor de la isla. Habiendo desgastado el terreno de
alrededor de la cabaña, recurrió a caminar por el perímetro de la isla, para calmar su ira y su
temor. A cada paso, maldecía en ruso, enojado consigo mismo y con el mundo por lo que
acababa de suceder.

Sus últimos momentos con Sarah volvían a estar marcados por una pelea, y en su mente
revivía una y otra vez el instante en el que había abandonado la cabaña, enfadada.

Nunca aprenderé

Sarah era la persona más importante de su vida, y daría cualquier cosa por poder cambiar lo
que había sucedido. Llevaba dos días atrapado en la isla sin saber si ella estaba bien. Juró de
nuevo, convencido de que se estaba volviendo loco de preocupación.

Escuchó el sonido de un helicóptero y vio cómo éste volaba en círculos, mientras el piloto
buscaba un sitio para aterrizar. Echó a correr hacia el lugar en el que se había posado, y llegó
cuando Ivan bajaba del aparato. Nunca se había alegrado tanto de ver a su jefe de seguridad.

-¡Ivan!- gritó, cuando el piloto apagó el motor.

Vitaly se detuvo mientras Ivan evaluaba los daños del yate, que había volcado, y lo que
quedaba de él que se encontraba en la orilla.

-Ayer dejó de echar humo- le dijo, e Ivan se volvió hacia él.

-Jefe, creo que ha pasado de ser un siniestro parcial a uno total, a una escala monumental.

-A mí me lo vas a decir. Ven. Vamos dentro-. Los dos hombres se encaminaron hacia la
cabaña e Ivan tuvo la oportunidad de mirar a su alrededor. Por el aspecto del sendero y las
plantas rotas, Vitaly había estado dando vueltas mientras esperaba su llegada. Una vez dentro,
Ivan dejó su bolsa y echó un rápido vistazo a su alrededor; parecía que hubiese pasado un
tornado.

Sorteando una silla rota, Vitaly abrió la nevera y sacó dos botellas de agua, y le entregó una a
Ivan.

-Me imagino que no lo estás llevando muy bien- comentó Ivan observando los destrozos. -¿Se
ha puesto alguien en contacto?

Vitaly sacudió la cabeza. -No. Y la policial local es inútil. Ni siquiera han venido. Cuando les
conté lo del yate, el gendarme dijo que se lo comunicaría al guardacostas, pero sólo tienen un
barco, y no sabían cuándo podían acercarse- contestó, y lanzó su botella medio vacía contra
la pared.

Sin inmutarse, Ivan dio un trago a la suya. -Me alegra ver que has estado activo hasta mi
llegada- comentó.

-No he dormido, y me estoy volviendo loco aquí atrapado. No estamos lejos de Santo Tomás,
no sé por qué no viene nadie.

-A lo mejor han oído que lanzas cosas- bromeó Ivan.

Vitaly lo miró fijamente, preguntándose cómo podía mostrarse tan despreocupado con lo que
estaba pasando. Esperaba poder intimidarlo, pero Ivan mantuvo su mirada sin problemas.

-Según lo que me has contado, se trata de otro secuestro. Mis fuentes indican que Nardiv no
tiene nada que ver con éste, y no tenemos ni idea de quién podría estar detrás de todo esto.
¿Está seguro de que nadie se ha puesto en contacto?

-¡Claro que estoy seguro!- gritó Vitaly.

Levantando las manos en un gesto defensivo, Ivan continuó: -De acuerdo. ¿Has comprobado el
móvil de Sarah?

-¿Qué?

El teléfono de Sarah. ¿Ha recibido algún mensaje?

Mirando a Ivan, Vitaly abrió y cerró la boca un par de veces. Corrió al dormitorio e Ivan pudo
oír cómo lanzaba más cosas, antes de regresar.

-Apagó el móvil antes de subirnos al yate, aún le queda batería.

Murmuró en ruso mientras esperaba a que se encendiera el teléfono. Viendo que había varios
mensajes, los escaneó rápidamente, ignorando los buenos deseos de su familia y amigos.
Cuando se topó con uno procedente de un número desconocido, juró de nuevo mientras lo
abría, y vio una foto de Sarah sosteniendo un periódico local del día anterior, y un mensaje en
el que pedían un millón de dólares en moneda estadounidense.

-¿Por qué no se han puesto en contacto conmigo directamente?- Preguntó Vitaly, e Ivan se
acercó y le quitó el teléfono.

-Puede que no tengan tu número- dijo, revisando el mensaje antes de sacar su propio móvil.

-¿De qué estás hablando? Sarah sabe mi número.

-¿Seguro? Puede que lo tenga en su teléfono, pero eso no significa que lo haya memorizado.
¿Sabes tú el suyo?

Mientras Vitaly se daba cuenta de su error, Ivan ya estaba intentando localizar el número.
Capítulo 5
Sarah se despertó al sentir que el barco chocaba contra algo. Se incorporó para mirar por la
ventana, y vio que se habían detenido en un pequeño muelle. De un salto, se dirigió hacia la
puerta, sólo para darse cuenta de que estaba cerrada con llave. Se dio la vuelta con un suspiro
y volvió a tenderse en la cama.

Habían pasado casi tres días desde su secuestro, y le preocupaba que a Vitaly no se le
ocurriera mirar su móvil. Se regañó mentalmente por no haber memorizado el número de su
esposo, aunque, ¿quién seguía aprendiéndose los números? Cuando no tuvieron noticias de él
pasado un día, Sarah les sugirió que se pusieran en contacto con VIC Enterprises, pero
Harper, el capitán, se negó.

Estiró la goma del pelo que llevaba en la muñeca, y la soltó repetidamente sobre el punto de
presión que el médico del barco le había indicado, con el fin de mantener a raya las náuseas.
No podía creer que estaba embarazada. Pensaba que habían tenido cuidado. Aunque quería
tener hijos, aún no estaba preparada, quizás en un par de años, pero ¿ahora?

Sarah acarició su vientre plano, preguntándose qué pensaría Vitaly cuando se enterara. Sabía
que él quería tener hijos, pero ¿estaba preparado para ser padre?

Al escuchar unas voces, miró por la ventana y vio a Max y a su hermana Piper, junto con otros
miembros de la tripulación, cargando mercancías en el arrastrero que servía de hogar a doce
hombres y cinco mujeres. Aunque Piper era alta, como su hermano, era en lo único que se
parecían. Mientras que él tenía el tamaño de un camión, ella era más esbelta, aunque por la
forma en la que cargaba las cajas, Sarah no dudaba de su fuerza. Tenía que ser fuerte para
vivir de aquella manera, y probablemente también sabría luchar.

Una vez que se enteraron de que estaba embarazada, Sarah accedió a no causar problemas ni
a ponerse en peligro, a cambio de que le permitieran moverse libremente por el barco, excepto
cuando estaban atracados. La mayor parte del tiempo, todo el mundo la ignoraba y, aunque se
sentía sola, no quería pensar en lo peor. Había leído muchas historias sobre las brutalidades
cometidas durante casos de secuestro, y algunas de ellas eran horribles. A fin de cuentas, ser
ignorada no era tan malo.

Sarah entrecerró los ojos al percibir un destello en el cuello de Piper. Se prometió que iba a
recuperar su gargantilla. De eso, estoy segura, se dijo a si misma observando a la joven con
su collar.

Se giró cuando oyó abrirse la puerta y vio al médico, que entró y cerró la puerta detrás de él. -
Aquí tienes- le dijo, tendiéndole un pequeño paquete y colocando varias botellas de agua en el
suelo. -Te ayudará con las náuseas.

Tomando el paquete, Sarah no pudo resistirse a decir: -¿Sabes qué me ayudaría más? No
estar en este barco.
El médico se encogió de hombros. -Lo siento, no puedo hacer nada sobre eso. Nadie
desobedece a Harper.

-¿O qué?- le preguntó, curiosa por saber qué tipo de hombre era.

-O nada. El capitán nos ha salvado la vida a todos, de una u otra manera. La lealtad se puede
respirar en este barco. Lo que él dice va a misa-. Dio unos golpes en la puerta, que se abrió
por fuera, y salió del camarote. -Espero que te encuentres mejor- le dijo, antes de
desaparecer.

Cuando abrió el paquete que le había entregado, Sarah se sorprendió al ver un vitamínico
prenatal y un medicamento para combatir las náuseas.

Bueno, para estar secuestrada otra vez, podría ser mucho peor.
Capítulo 6
Vitaly dejó caer la mano con fuerza sobre la encimera. -¿Cómo voy a rescatar a mi mujer si el
gobierno de EEUU ha bloqueado todas mis cuentas?- quiso saber, tirando los platos al suelo
con frustración. -¡Es intolerable! ¿No saben qué está pasando?

-No creo que les importe, jefe. La incautación de tus cuentas ha sido orden del departamento
de justicia. Como has rechazado la ayuda del FBI, tardaremos un poco más a conseguir los
fondos de tus cuentas en el extranjero.

-El FBI fue inútil la otra vez, ¿por qué iba a confiar en ellos?- Cuestionó Vitaly, empezando a
abrir cajones.

-¿No es un poco pronto para beber vod...- empezó Ivan, pero se detuvo ante la furiosa mirada
de Vitaly. -Hemos contactado con los secuestradores, y saben que estás reuniendo los fondos
y que tardarás otros dos días.

-¿Les ha parecido bien?

Ivan respondió con un encogimiento de hombros, -Ni idea, pero si tienen acceso a internet, ya
habrán visto la noticia sobre la incautación de activos de VIC Enterprises.

Frotándose la cabeza, Vitaly dijo: -Esto podría ser mi ruina. Como poco, tardaremos meses, o
incluso años, a recuperarnos y, para entonces, habremos perdido todos los clientes.

-Tienes otros negocios. Y no dudo de que tendrás éxito en cualquier otra empresa que montes-
añadió Ivan.

-Mientras tanto, casi doscientas personas están sin trabajo- comentó Vitaly con tristeza, -y ni
siquiera puedo compensarlas, con mis cuentas congeladas.

-Lo entienden. Puede que no les guste, pero nadie te culpa. Una cosa es cierta, Nardiv se ha
currado su venganza contra ti.

Tras encontrar una botella medio vacía de vodka, Vitaly la abrió y se sirvió un vaso. -Siempre
se le ha dado bien. Cuando trabajamos juntos, todos tenían miedo de cabrearle. Había
momentos en los que la muerte era preferible a una de sus venganzas.

El teléfono de Sarah sonó, interrumpiendo a Ivan. Tras cogerlo, leyó un mensaje. -Otra foto de
Sarah- le informó a Vitaly, y le pasó el móvil.

Vitaly contempló la imagen de su esposa. Estaba desaliñada y parecía cansada, pero nada
más. Cuando golpeó el teléfono sobre la encimera con frustración, Ivan lo cogió rápidamente y
lo puso fuera de su alcance.

-¿Sabemos algo más de los secuestradores?


Con un asentimiento, Ivan tomó su tablet y empezó a abrir archivos. -El capitán se llama Cash
Harper. Ex militar convertido en pirata, treinta y seis años de edad, divorciado, una especia de
Robin Hood, con seguidores leales. Hay una página de Facebook dedicada a él-. Tras pasarle
la tablet a Vitaly, continuó: -Este no es su primer secuestro y, por lo que he podido averiguar,
nadie ha resultado nunca lastimado.

Tras mirar la pantalla sin verla, Vitaly devolvió la tablet a Ivan, incapaz de concentrarse en la
información. -Tenemos que acelerar el proceso.

-Se necesita tiempo para mover esa cantidad de dinero. Sería mucho más fácil hacerlo de
forma electrónica, pero quieren el dinero en metálico, así que no nos queda más remedio que
esperar.

-Podríamos volar a Florida y hablar directamente con el banco- propuso Vitaly, aferrándose a
la encimera.

-Dado que hay una orden de arresto contra ti, lo mejor es que te quedes aquí, lejos del
alcance del gobierno. Los abogados ya nos han advertido de que en cuanto vuelvas a los
Estados Unidos, lo más seguro es que te detengan.

-Lo sé… ¿algún avance?

-El último informe indica que se han presentado propuestas para revocar el arresto, y se han
publicado todos los datos del departamento de justicia. Un juez federal va a revisar hoy el
caso.

-¡Joder!- gritó Vitaly, y de un manotazo barrió todas las botellas y vasos de la encimera.

Levantando una ceja, Ivan comentó: -¿Sabes, jefe?, no es como si hubiera una licorería al final
de la calle. Si necesitas liberar tu frustración, te sugiero una carrera por la playa, o unos
cuantos largos.
Capítulo 7
Sarah miraba fijamente al Capitán Harper mientras éste le comentaba la noticia de la
incautación de activos de VIC Enterprises y la acusación de contrabando.

-Entonces, ¿eso significa que me dejas ir?- le preguntó, esperanzada.

Sacudiendo la cabeza, dijo: -No, sólo significa que vas a pasar más tiempo con nosotros.

Sarah se dio la vuelta, suspiró, y tomó un caramelo de menta.

-¿Cómo van las náuseas?

-Irían mejor si estuviera en tierra firme- respondió, mirándole con furia.

-El jefe de seguridad de tu marido es muy bueno, tenemos que movernos constantemente, y
eso significa permanecer en el agua.

Mientras hablaban, Piper entró y puso algo de comida sobre la mesa, antes de sonreír
dulcemente al capitán e irse. Sarah la observó, enfadada.

Se levantó y se colocó las manos en las caderas. -Cuando me vaya, me voy a llevar la
gargantilla- informó, y el capitán la miró con aire divertido.

-Buena suerte, Sra. Chekhov. A Piper le encanta ese collar.

-¡Y a mí también!

Sarah iba a añadir algo más, pero la estancia comenzó a girar y buscó a ciegas la silla para
volver a sentarse, pero no estaba en el mismo sitio. Harper dio un salto y la atrapó justo antes
de que cayera al suelo. Tras cogerla en brazos, abrió la puerta y salió al pasillo llamando al
médico a gritos.

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Sarah se despertó con el sonido de unas voces apagadas. Rodando sobre su lado, escuchó la
acalorada discusión entre el capitán y el médico.

-¿Se pondrá bien?

-Sin equipo médico es difícil decirlo. Tiene la presión un poco alta, y su pulso es errático, pero
por lo que me has contado, parece que sólo son nervios. Estoy monitorizando sus constantes
vitales, aunque lo mejor para ella es que vuelva con su marido.

-No hasta que tengamos el dinero. ¿Sabes a cuántas personas podremos ayudar con esa
cantidad?
-¿Quieres exponerte a la ira de su esposo si le ocurre algo mientras está a bordo?

-Tú haz tu trabajo y deja que yo haga el mío.

###

Cuando Sarah se despertó de nuevo, todo estaba en silencio. Al levantar la cabeza, comprobó
que fuera estaba oscuro, y que había salido la luna. Cuando se incorporó, se dio cuenta de
que, por primera vez desde que había subido a bordo, no tenía náuseas.

Se preguntó si se podría dar una ducha, y decidió averiguarlo. Tras abrir la puerta, avanzó por
el pasillo, antes de salir a cubierta.

Una fresca brisa marina la recibió cuando se apoyó sobre la barandilla. Cerró los ojos e inclinó
la cabeza hacia atrás, disfrutando de la caricia de la brisa tropical. Lamentando su enfado en la
isla, deseó con todas su fuerzas estar de vuelta en la cabaña con Vitaly. Miró hacia proa
cuando oyó ruidos en aquella dirección. Llena de curiosidad, se acercó a investigar.

Lo que vio, debería haberla hecho regresar a su camarote, pero Sarah se quedó clavada al
suelo, con un repentino deseo que le recorría todo el cuerpo.

Delante de ella, pudo ver la desnuda espalda del capitán Harper. Sus tatuajes serpenteaban
por todas partes y parecían moverse con vida propia bajo la luz de la luna, cada vez que
tensaba los músculos. Unas piernas envolvían su cintura, y Sarah escuchó una voz femenina
intercalada con sus gemidos.

Cuando dio un paso adelante para poder ver mejor, se tropezó con un objeto, y miró hacia
abajo para sortearlo. Al mirar de nuevo a la pareja, observó los ojos de Piper mientras ésta le
susurraba algo a Harper. Ambos se giraron para mirarla, sin molestarse a abandonar lo que
estaban haciendo.

Sarah continuó observando, y no pudo evitar ponerse cachonda ante la evidente excitación de
la pareja que follaba a la luz de la luna. Podía imaginarse lo bien que sentaría la seductora
brisa sobre sus febriles cuerpos.

Se preguntó si el chofer de la limusina se había sentido así cuando vio a Vitaly tomándola en el
coche. Con el cuerpo lleno de vida, apoyándose contra él, mientras sus expertas manos la
llevaban al clímax. Ahora sabía cómo se sintió, incapaz de quitar los ojos de la erótica escena
que se desarrollaba delante de sus ojos.

Saberse observados, no hizo nada por estallar la sensual burbuja en la que la pareja parecía
estar inmersa, unidos el uno al otro, con cada movimiento aumentando su placer.

Los suaves gemidos de Piper la devolvieron al presente, y siguió contemplándolos con ávido
interés. Cuando la otra mujer le hizo un gesto con el dedo para que se acercara, Sarah sacudió
la cabeza. Riendo, Piper besó al capitán y le mordisqueó el labio inferior, antes de succionarlo
con la boca. Su gruñido de placer se escuchó por toda la cubierta, y comenzó a acelerar sus
embestidas.
Sarah resistió el impulso de tocarse y se agarró los brazos, sintiendo su propia excitación por
todo el cuerpo, bloqueando la brisa que soplaba sobre la cubierta.

Los gemidos de placer de Piper se acentuaron, rematados con unas palabras que parecían
volver loco al capitán, aumentando el volumen de sus gemidos y la velocidad de sus caderas.
Con un grito, que fue inmediatamente acallado por los labios de él, ella pareció correrse
mientras él continuaba con sus embestidas, gimiendo al estrellarse contra sus caderas una y
otra vez, antes de estremecerse mientras se corría.

Tras levantarse, la ayudó a ponerse en pie y recogió sus ropas. Sarah observó cómo se
quitaba el condón y lo arrojaba en un cubo, para después marcharse hacia su camarote,
dejando atrás a Piper, que se había vuelto a tumbar en la cubierta, con el rostro mirando al
cielo, dejando que la brisa la refrescara.

Tras recoger sus ropas, Piper se vistió y abandonó la cubierta, sonriendo a Sarah al pasar
junto a ella.

-Deberías haberte unido. Al capitán le gustan los tríos- le dijo, antes de desaparecer en el
interior.

Sarah se dio la vuelta y contempló el agua, esperando a que su calenturiento cuerpo se


calmara. Se preguntó cuánto tardaría Vitaly a reunir el dinero. Y si podría hacerlo. Un mes
atrás, un millón de dólares no era más que una gota en el océano, pero con todo lo que había
sucedido, ¿sería capaz de reunirlo? ¿Y qué le pasaría a ella si no lo hacía? ¿Se conformaría
el capitán con menos dinero? ¿La dejaría ir?

Por la forma en la que se comportaba, no le parecía que fuera capaz de hacerle daño, o de
matarla como represalia, pero en realidad, no sabía nada de él ni de lo que era capaz.
Capítulo 8
Sarah se despertó de nuevo cuando el barco topó contra algo. Suponiendo que atracaban para
embarcar más cosas, se dio la vuelta y vio cómo el resplandeciente sol inundaba su camarote.
Se tapó la cabeza con las mantas y gruñó quejumbrosa.

Incapaz de dormir, se había pasado toda la noche deambulando por el barco, maravillada de
que nadie se preocupara por vigilarla. Encontró los baños en el alojamiento de la tripulación, y
se dio una ducha rápida, encantada de poder al fin lavarse el sudor y la suciedad del cuerpo.

Tras salir de la ducha, se envolvió en una toalla y recogió la ropa sucia. Al pasar por la
lavandería, arrojó sus prendas en la lavadora y encontró algo limpio para ponerse. La camisa
le llegaba hasta las rodillas. Supuso que sería de Max o del capitán, ya que eran los hombres
más grandes a bordo del arrastrero. Sin preocuparse de pedir permiso, regresó a su cuarto e
intentó dormir. Cuando dejó de dar vueltas en la cama, casi había amanecido.

Se incorporó y se sorprendió de ver su ropa, limpia y doblada, junto a la puerta. Tras


enfundarse en ella, comprobó que la puerta no estaba cerrada con llave. Siguió unas voces por
el pasillo y apareció en cubierta, en mitad de lo que parecía ser una reunión.

Sin detenerse, el capitán la miró y dio un paso atrás, mientras continuaba dando instrucciones
a la tripulación.

-No esperamos que sea un intercambio limpio, debemos estar atentos por si aparece la
policía-. Y señalando a Sarah, continuó: -Sra. Chekhov, parece que tu marido ha reunido el
dinero. Si todo sale bien, te irás hoy.

Asintiendo con la cabeza, Sarah sonrió para sus adentros, contenta con la perspectiva de
abandonar aquel barco. Escuchó en silencio, mientras el capitán repasaba todas las posibles
contingencias. La impresionó; en otras circunstancias, hubiera podido desempeñar
perfectamente el trabajo de Ivan.

A la hora acordada, Sarah desembarcó del arrastrero por primera vez en una semana.
Encantada de volver a pisar tierra firme, no tuvo mucho tiempo de disfrutarlo, ya que Harper la
agarró fuertemente del codo y la encaminó hacia lo que parecía un chiringuito de playa.
Mientras avanzaban por la arena, no vio a ninguno de sus hombres, la zona estaba desierta.

Tras subir tres peldaños, la empujó hacia una silla y se giró, buscando a alguien. No tuvo que
esperar mucho, ya que Vitaly salió del oscuro interior cargando dos bolsas de lona.

Sarah dio un salto y echó a correr hacia él, pero Harper la detuvo extendiendo el brazo. -
Siéntate- ordenó, y ella le obedeció a regañadientes.

Miró a Vitaly, deseando poder abrazarle. Tenía peor aspecto que ella, con los ojos inyectados
de sangre por la falta de sueño y el alcohol. Aunque sabía que lo estaban exprimiendo por
todos los lados, tenía peor aspecto de lo que había imaginado, parpadeando ante la potente
luz antes de inspeccionar a Sarah con la vista para asegurarse de que estaba bien.

Depositó las bolsas sobre una mesa entre ambos. -Me llevo a mi mujer- dijo, de forma
categórica, mirando a Harper con dureza.

El capitán asintió y Sarah dio un salto y corrió a abrazar a Vitaly. Cuando Harper tomó las
bolsas, se oyó una conmoción al otro lado de la barra. Las lanzó por encima de la barandilla y
saltó sobre la arena para recuperarlas. Echó a correr, pero no llegó muy lejos, la policía lo
derribó por detrás y lo arrestó.

Segura entre los brazos de Vitaly, Sarah vio cómo la playa cobraba vida con agentes de la ley
apareciendo desde todos los rincones y capturando a los miembros de la tripulación de Harper
que estaban en tierra firme. Antes de que el arrastrero pudiese ser confiscado, Sarah vio cómo
se alejaba mar adentro.

-¿Estás bien, kotyonok?- preguntó Vitaly, abrazándola con más fuerza.

Sarah asintió y enterró la cabeza en su pecho, contenta de que aquella pesadilla hubiera
finalizado. -Vámonos a casa- dijo.

Vitaly la guió fuera del bar y hacia un jeep que esperaba con un aliviado Ivan al volante. Tras
bajarse de un salto, le dio un abrazo.

-No te puedes imaginar cuánto me alegro de que estés bien- le dijo. Su preocupación por su
bienestar y el de Vitaly se hacía evidente en su tono de voz.

-¿Te ha dado muchos problemas?- quiso saber, con una sonrisa en su voz.

-Digamos que no os van a devolver el depósito de la cabaña.

Antes de que Sarah pudiera contestar, Vitaly les interrumpió: -Si ya habéis acabado de hablar
de mí, me gustaría sacar a mi esposa de aquí.

Cuando Sarah iba a subir al jeep, vio a Max y a Piper, ambos esposados.

-Esperad- dijo, y se zafó de la mano de Vitaly. Dirigiéndose a Piper, agarró la gargantilla y la


giró para que el cierre quedara en la parte delantera. Quitándosela del cuello, miró a Piper. -Te
dije que me la llevaría- comentó con petulancia mientras la mujer la miraba con furia. Con el
collar aferrado firmemente en su mano, caminó de regreso al jeep y se subió a él.

Mirando a su esposa, Vitaly sacudió la cabeza, -Te habría comprado otra.

-Es un regalo de bodas- afirmó con rotundidad, y se derrumbó en el asiento, agotada.

-Bueno- dijo Ivan, antes de soltar una risa. -Vamos a sacaros de aquí.

Incapacitados para irse con la rapidez que les hubiera gustado, se vieron obligados a pasar el
resto del día prestando declaraciones. Sarah fue interrogada por tres personas distintas, y
cada una de ellas le hizo las mismas preguntas. Para cuando acabó, se encontraba exhausta.
Tras regresar a la cabaña, Sarah contempló el caos que había creado Vitaly, y él se encogió
de hombros, avergonzado. Sin molestarse a decir nada, entró en el dormitorio y se derrumbó
sobre la cama.

-Déjala- le dijo Ivan, cuando Vitaly fue detrás de ella. -Está agotada.

-Tenemos que hablar.

-Pues tendrás que esperar. No nos vamos hasta mañana por la mañana. Hay tiempo de sobra.

Vitaly miró alrededor de la cabaña con un profundo suspiro, viéndola de repente como la había
visto Sarah. -Vaya, sí que he destrozado este lugar.
Capítulo 9
Sarah se negó a ser examinada por uno de los médicos de la isla, alegando que vería a su
propio médico nada más regresar a San José. No queriendo perder más tiempo, Vitaly estuvo
de acuerdo, y ella suspiró aliviada, ya que no se sentía preparada para decirle que estaba
embarazada.

Durante el vuelo de regreso, escuchó en silencio a Vitaly y a Ivan discutiendo posibles


escenarios para su llegada, siendo el peor de ellos que arrestaran a Vitaly nada más aterrizar.

Mientras hablaban, ella acariciaba la gargantilla, que no se había quitado desde que la
recuperó. Felicitó mentalmente al capitán Harper por haber completado el intercambio con
éxito. Cuando Ivan fue a ver al gendarme local antes de irse, se enteró de que no sólo nadie
conocía el paradero del capitán y su tripulación, sino que además el dinero había
desaparecido.

Aunque el policía se apresuró a disculparse, Ivan tuvo la impresión de que no haría ningún
intento por buscarlo. Un millón de dólares llegaba para muchas cosas.

Después de que el avión se viera afectado por unas turbulencias, Sarah se quitó el cinturón de
seguridad y se dirigió al baño. Cuando salió, tanto Vitaly como Iván la estaban mirando con
preocupación, pero ella le quitó importancia alegando que había estado mareada todo el
tiempo que permaneció a bordo del barco, y que su estómago aún no se había calmado.

Ivan continuó observándola con curiosidad, y Vitaly la dejó en paz, una vez que le volvió a
prometer que iría al médico. Tomando agua con gas, escuchó a los dos hombres hablando
sobre las acusaciones de contrabando.

Por lo visto, uno de los últimos intentos de Dmitri Nardiv para acabar con Vitaly, había
consistido en colocar contrabando en uno de los cargueros que habían contratado para
importar productos rusos. Por desgracia, una inesperada tormenta, junto con unos cables
rotos, enviaron las mercancías al fondo del océano Atlántico, algo que el departamento de
justicia encontró sospechoso.

En una audaz jugada, el juez cerró las oficinas de VIC Enterprises en ambas costas y congeló
todas sus cuentas. Los abogados de Vitaly actuaron rápidamente para intentar detener lo que
podría resultar en una catástrofe para la empresa, ya que sus clientes empezaron a cancelar
contratos y a pasarse a otras empresas de logística. Incluso si el caso se quedaba en nada,
los daños causados a la reputación de Vitaly podrían obligarle a cerrar la empresa. En
cualquier caso, Nardiv salía ganando, incluso si lo tenía que celebrar en la cárcel.

Cuando Sarah percibió el familiar sonido del tren de aterrizaje, se aferró más a Vitaly,
preocupada por lo que les depararía el futuro. Aunque no dudaba de su capacidad para
recuperarse, se preguntó cuál sería el coste. Habían sufrido demasiado, ¿cuándo acabaría
todo aquello?
Tras aterrizar, el avión se desplazó hacia el hangar privado, y Sarah miró por la ventana y vio
una fila de vehículos, con luces naranjas y parpadeantes, que se dirigían hacia ellos. Dejando
escapar un sollozo, se lanzó a los brazos de Vitaly, no estaba preparada para dejarle ir tras
haber vuelto con él sólo unas horas antes.

Enterró la cabeza en su pecho y se aferró a él, mientras las lágrimas que había conseguido
mantener a raya durante tanto tiempo, le inundaban el rostro.

-No pasa nada, kotyonok. Hemos pasado cosas peores- dijo, y le acarició la espalda.
Asintiendo con la cabeza, Sarah le abrazó más fuerte.

Cuando el avión se detuvo, la azafata les dijo que la policía había solicitado que todos
permanecieran en sus asientos hasta que ellos subieran al avión.

Sarah no estaba preparada para el diluvio de agentes que entraron, aparentemente esperando
un enfrentamiento, mientras Vitaly, Sarah e Ivan esperaban con calma. Tras asegurar el avión,
subieron perros rastreadores con los que inspeccionaron todos los rincones de la aeronave.
Convencidos de que no había drogas ni armas a bordo, un hombre de aspecto sagaz, vestido
con un traje que no era de su talla, se acercó a Vitaly y le comunicó que estaba bajo arresto.
Tras hacer un gesto a un agente uniformado, esperó mientras éste le leía sus derechos, antes
de ponerle las esposas. Cuando se lo llevaban fuera del avión, Sarah e Ivan comenzaron a
caminar, pero un agente les dijo que esperaran hasta que ellos hubiesen salieron.

Cuando por fin pudieron abandonar el avión, uno de sus abogados les estaba esperando, y les
aseguró que el caso de Vitaly estaba bajo control y que confiaba en que pudiera estar ante un
juez al día siguiente.

Por desgracia, pasaron otros tres días hasta que, gracias a las múltiples amenazas por parte
de sus abogados y a un benévolo juez, consiguieron fijar una fianza. Preocupados por una
posible fuga, lo avergonzaron aún más obligándole a llevar una tobillera electrónica que sólo le
permitía estar en casa y en la oficina.

Después de pasar todo el fin de semana en casa, se estaba volviendo loco y, cómo el juez no
tuvo más remedio que permitir que VIC Enterprises siguiera operando, aunque con
limitaciones, decidió ir a la oficina. Pensando que el edificio estaría vacío, cuando llegó
acompañado de Sarah, se sorprendió de ver el aparcamiento lleno.

-¿Qué es esto?- preguntó, entrando en el edificio.

-¿Qué es qué?- inquirió ella con una sonrisa.

-Pensaba que las oficinas estaban cerradas. ¿Qué está pasando?

-Lo que pasa, jefe, es que tienes un equipo tremendamente leal- respondió Ivan, acercándose
para estrecharle la mano. -Bueno, algunos de ellos. Según recursos humanos, hemos perdido
la mitad. Aunque eso fue antes de que la mayoría de recursos humanos abandonara- añadió,
apesadumbrado. -Te esperan en el auditorio.
Vitaly tragó saliva, no muy seguro de poder hablar. Tras dirigirse al auditorio, hizo una pausa
antes de abrir la puerta. Con una inspiración profunda, la abrió y entró. No se esperaba el
atronador aplauso que le recibió, mientras todos se ponían en pie.

Vitaly repartió apretones de manos y aceptó abrazos de empleados de camino al estrado,


donde fue recibido por el jefe del departamento de recursos humanos, que le dedicó una
amplia sonrisa. Cuando se dio la vuelta y miró a la sala, se sorprendió al comprobar que no
cabía ni un alma. Todos estaban allí.

-Me alegro de verte- le dijo Gary, el director de RRHH. -Estaba informando sobre las últimas
noticias de la compañía. ¿Quieres decir algo?

-Sí, pero termina primero, por favor- logró decir Vitaly, mientras la sala volvía a quedar en
silencio.

Tras asentir con la cabeza, Gary encendió el proyector y repasó rápidamente los eventos del
día. También respondió preguntas sobre cómo tratar con los investigadores. Antes de terminar,
se refirió a los aspectos financieros, agradeciendo a los miembros del equipo directivo que
habían contribuido al fondo de emergencia para ayudar a los empleados que lo necesitaban
más.

-Y ahora, antes de pasarle el micrófono a nuestro presidente, démosle otro fuerte aplauso.

Cuando todo el mundo se puso en pie, Vitaly sonrió por primera vez en más de una semana.

Tres horas después, se dirigía a su despacho. Después de la reunión, se había pasado por
todas las plantas agradeciendo el esfuerzo de sus empleados de forma personal, poniéndose
al día, y sintiéndose más animado sobre lo que estaba ocurriendo con la empresa.

Al salir del ascensor en el décimo piso, vio a su personal directivo que estaba esperándolo en
la sala de conferencias. Era la hora de almuerzo, y todos estaban comiendo. Vitaly se sentó y
se dirigió a su personal. -¿Cómo?

Al mirar a Sarah, ésta se encogió de hombros y le sonrió. -A mi no me mires, yo estaba


secuestrada, ¿te acuerdas?- Vitaly recorrió la sala con la mirada, y vio como sus subordinados
se ruborizaban.

-¿Diane? ¿Susan?- inquirió.

-Hemos actuado como lo haría Sarah- dijo Diane. -Cuando contabilidad averiguó que el
departamento de justicia no había congelado todas las cuentas, conseguimos transferir todo lo
que pudimos a las cuentas de los empleados. Los directivos accedieron a echar una mano y
nos hemos reunido con ellos. Los que no podían permitirse una reducción salarial temporal, se
fueron. Como has podido comprobar, la mayoría se ha quedado- le informó con orgullo Diane

-También hemos creado un fondo para que aquellos que se lo puedan permitir, colaboren con
los que tienen más dificultades económicas. Y hasta ofrecemos charlas sobre presupuestos,
planificación financiera y comidas caseras- añadió Susan.
-Hemos trasladado a varios miembros de marketing a contabilidad, y todos han estado
trabajando conmigo en el desarrollo empresarial. De momento, sólo hemos perdido tres
clientes- informó Simon con orgullo. -Vamos a salir de ésta- puntualizó, y todos asintieron con
la cabeza.

Vitaly contempló los serios semblantes de la sala. -No sé por dónde empezar- les dijo.-Así que
os voy a preguntar: ¿qué hacemos ahora?- Y durante las dos siguientes horas, su equipo le
puso al corriente de los planes para conservar clientes y seguir circulando mercancías por
puertos y aduanas.
Capítulo 10
Cuando Vitaly aparcó en la entrada de la casa, estaba agotado, pero muy contento con todo el
cariño y apoyo que había recibido de su equipo. Cuando se enteró de las acusaciones de
contrabando, estaba convencido de que aquello sería el final. Aunque no dudaba de que sus
abogados hicieran todo lo posible para remediar la situación, sabía que el daño que había
sufrido su reputación acabaría con la empresa.

Estaba asombrado y conmovido a la vez por todo el trabajo y esfuerzo de su personal y, una
vez más, aunque ella no tuvo nada que ver con aquello, se lo debía todo a su esposa. Su
tenacidad durante los peores momentos no había pasado desapercibida, y en lugar de
abandonar cuando las cosas iban mal, su personal había tomado la iniciativa para mantener la
compañía a flote.

Había estado pensando en crear un fondo de acciones de la empresa para sus empleados y,
suponiendo que salieran de aquello, es lo que iba a hacer.

Una vez en el dormitorio, se aflojó la corbata y se sacó los zapatos. Sonrió cuando sintió los
brazos de Sarah alrededor de su cintura. -¿En qué piensas?- le preguntó, y él se dio la vuelta.

-No me esperaba lo que ha pasado. No tenía ni idea de que opinaran así. Estaba pensando
que si…cuando termine todo esto, me gustaría recompensarles de alguna manera, para darles
las gracias por no tirar la toalla.

Sarah le frotó el pecho y sonrió. Se puso de puntillas y le besó la barbilla. -Me parece una
excelente idea.

Dio un paso atrás, tomando el lazo de su vestido. Con una mirada seductora, lo soltó, dejando
que el vestido se abriera, revelando un sujetador de encaje y un tanga a juego. Vio como los
ojos de Vitaly se oscurecían con deseo, mientras le recorría el cuerpo con la mirada.

-Hasta entonces, querido esposo, ¿qué te parece una recompensa para ti?- ofreció, dejando
caer el vestido al suelo.

Vitaly la cogió en brazos y la llevó a la cama. -¿Qué he hecho para merecerte?

Colocándole los brazos alrededor del cuello, Sarah lo atrajo hacia ella. -Lo mismo me pregunto
yo de ti- le respondió, antes de unir sus labios a los suyos.

Sarah cerró los ojos, sintiendo una caricia en su rostro, un beso pausado y suave, lleno de
promesas. Aferrándose a su cuello, Sarah gimió en su boca, disfrutando de aquel momento
que le aseguraba que todo iba a salir bien, que aunque las cosas cambiaran, siempre se
tendrían el uno al otro.

Las manos de Vitaly le recorrían todo el cuerpo, avivando el fuego que tan fácilmente
provocaba en su interior. Deseando resarcirle por la pelea que habían tenido en la isla, y por
todo lo que había sucedido, le dio un empujón, y él la miro sorprendido. Hizo que se tumbara
de espaldas y se subió encima, a horcajadas sobre sus caderas. Su largo cabello rubio se
había escapado de la cinta que llevaba, y le caía alrededor. Él pasó los dedos por su pelo,
mientras ella le dedicaba una mirada sensual.

Le desabrochó la camisa lentamente, acariciando la piel expuesta. Bajó la cabeza y le


mordisqueó las cicatrices del accidente, y él respondió con un gemido. Hizo una mueca de
dolor cuando ella cambió de posición para buscar el cinturón y ejerció demasiada presión
sobre su ya dolorosa erección.

Después de aflojarlo, lo abrió con destreza y bajó la bragueta del pantalón. Agarrándolo por la
cinturilla, levantó una ceja, esperando a que él subiera las caderas para quitarle la prenda.

Sus labios encontraron su pecho, y lo besó, lamió, y mordisqueó desplazándose hacia abajo.
Con una mano empuñó su verga, acariciándola lentamente y estremeciéndose ante su propio
placer.

Cuando bajó la cabeza, él esperaba que le provocara, por lo que cuando ella le propinó un
largo y tórrido lengüetazo, para después tragarse por completo su polla, le pilló completamente
desprevenido. Pronunció su nombre con un prolongado gemido, mientras su cálida boca lo
envolvía por completo, con la lengua presionando firmemente contra el lateral de su verga, a
medida que se desplazaba hacia arriba con un ritmo lento y tortuoso que hizo que se aferrara
con fuerza a las sábanas.

Se abandonó al placer, mientras Sarah succionaba vorazmente, chupando y lamiendo,


produciendo chispazos que recorrían su cuerpo como descargas eléctricas. Casi perdió el
control cuando una mano de Sarah se aferró a la base de su polla, y con la otra le atrapó los
testículos. Su mente se quedó en blanco a medida que su placer se intensificaba.

Una repentina necesidad de tocarla se apoderó de él, y colocó una mano sobre su cabeza
para detener sus movimientos. Ella le miró sorprendida, y preguntó: -¿Te pasa algo?

Negando con la cabeza, dio unos golpecitos a su lado. -Ponte aquí, para poder tocarte- le dijo,
preguntándose si su voz le sonaba tan pastosa como a él.

Sin soltarle, pasó por encima de su pierna y se colocó más cerca de él, antes de volver a
tomarlo en su boca.

Apartando la mirada de la sensual imagen de su cabeza moviéndose hacia arriba y hacia


abajo, le puso una mano en el pubis, y pasó su palma por el empapado tanga. Deslizó un dedo
por debajo del encaje y le acarició la raja, antes de encontrar su rígido clítoris. Sarah gimió,
creando una vibración contra su polla que hizo que presionara más fuerte sobre su clítoris,
provocando a su vez un temblor de igual intensidad en ella, mientras su humedad le inundaba la
mano.

Él continuó rozando y frotando su clítoris, y ella comenzó a jadear, succionando con más fuerza
y aumentando la velocidad a un ritmo febril, tragando más a fondo, para volver a subir
ejerciendo presión con los labios, casi hasta la punta, y devorarlo por completo de nuevo.
Vitaly introdujo fácilmente dos dedos entre sus pliegues, replicando su ritmo, a la vez que con
el pulgar le rozaba el clítoris. Sarah se tensó y se aferró con más fuerza a su polla, y comenzó
a mover las caderas contra su mano.

Con un gemido, retiró la mano y tiró de ella, y Sarah se sentó rápidamente a horcajadas sobre
él. Se apartó el empapado tanga a un lado, antes que atrapar su férrea verga y sentarse
sobre ella con lujuria, gimiendo e inclinando la cabeza hacia atrás con placer.

Tomándola por las caderas, Vitaly la tumbó de espaldas, y se subió encima de ella con un
movimiento fluido, para comenzar a embestir con un frenesí del que no se hubiera creído capaz
dos horas antes.

Con las piernas alrededor de él, Sarah arqueó sus caderas hacia arriba, y le devolvió los
embistes, al mismo ritmo que él se movía dentro y fuera de ella. Su cuerpo estaba tenso de
deseo y, en unos instantes, sintió cómo la devoraba un tremendo orgasmo. Levantando la
cabeza, le mordió el labio inferior, y Vitaly gruñó. Él abrió la boca, y Sarah deslizó la lengua en
su interior, imitando sus movimientos, ambos estremeciéndose de placer.

Uno, dos, tres embistes más y él presionó sus caderas contra las suyas, temblando al tiempo
que se corría.

Tras derrumbarse encima de ella, Sarah lo abrazó fuertemente, y él rodó a un lado,


atrayéndola hacia él, hasta que estuvo tumbada contra su pecho, con una pierna descansando
perezosamente sobre él. Se acariciaron al uno al otro, demasiado cansados para hablar.
Capítulo 11
Sarah pasó una camiseta sobre el espejo empañado y se contempló en él. No podía creer lo
rápido que habían transcurrido las dos últimas semanas, y aún no tenía cita con el médico.

Se miró, preguntándose si habría cambiado. ¿No se suponía que debía estar radiante?
Entrecerrando los ojos, pensó que sus pechos se veían más grandes.

Se sentía culpable por no compartir la noticia con Vitaly, pero con todo lo que estaba pasando,
no quería preocuparle más. Lo conocía lo suficiente como para saber que iba a reñirla por
viajar tanto a Nueva York, pero dado que él no podía salir del estado, hasta que encontraran a
otra persona era responsabilidad suya reunirse con los representantes de las autoridades
portuarias. Quizás si se lo dijera, estaría menos preocupado por su comparecencia ante el
tribunal, pensó.

Suspirando, se envolvió en un albornoz y entró en el dormitorio, para encontrar a Vitaly


peleándose con la corbata. Ella se aproximó con una sonrisa y puso sus manos sobre las de
él. Sin esperar a que él hablara, le anudó la corbata tranquilamente, mientras él la sonreía con
gratitud.

-Supongo que estoy un poco nervioso- admitió.

-Ojalá pudiera estar en el juzgado contigo.

-Lo sé, kotyonok, pero haces falta en Nueva York. Yo no puedo ir, y te necesito para que
hagas tu magia e impidas que nos embarguen. Aunque tengamos clientes, si perdemos los
contratos con los distritos portuarios, no podremos descargar nuestras mercancías en la costa
este.

Asintiendo con la cabeza, Sarah dio los últimos toques a la corbata, antes de ponerse de
puntillas para besarle. -Que sepas que estaré pensando en ti.

Cuando Vitaly se fue, Sarah preparó la maleta. Al cogerla para llevarla abajo, se miró en el
espejo de cuerpo entero. He hecho bien en no decírselo, le dijo a su imagen, antes de
encaminarse hacia la puerta y al coche que estaba esperando para llevarla al aeropuerto.

Cuando llegó a Nueva York, sacó el móvil para ver si tenía algún mensaje de Vitaly, pero no
había ninguno. Tras decidir no pensar en lo peor, fue directamente a la oficina para reunirse
con Simon y preparar su estrategia para la reunión del día siguiente.

Una vez con él, decidieron ir al "gastropub" de la primera planta del edificio. Nada más entrar,
Sarah se sintió indispuesta. Por lo general, le gustaba comer allí, pero aquel día, por alguna
razón, los olores del local hicieron que se le revolviera el estómago. Tras elegir una mesa
cerca de la puerta, confió en que la brisa ayudara a disipar los aromas de la comida.

Cuando la camarera trajo sus platos, Sarah arrugó la nariz con aversión, obligándose a
controlarse. Tras coger un bollo de pan, lo partió y mordisqueó, mientras Simon la observaba
con curiosidad. Durante su conversación, Sarah consiguió acabarse el bollo, antes de sentirse
con ánimos para probar la sopa.

Las dos primeras cucharadas le supieron bien, pero antes de poder tragar la tercera, su
estómago dio un vuelco. Dejando caer la cuchara, miró a Simon de forma compungida y se
dirigió a toda prisa al cuarto de baño para vaciar el contenido de su estómago.

Cuando regresó a la mesa, Simon estaba disfrutando tranquilamente de su almuerzo, y el plato


de Sarah había sido sustituido por tostadas y té. En respuesta a su gesto extrañado, Simon
señaló el té.

-Cuando mi hermana estaba embarazada, siempre tomaba jengibre. Ayuda a combatir las
náuseas.

Sarah abrió y cerró la boca un par de veces, y se sonrojó. Sin saber qué decir, cogió el té y le
dio un sorbo. Con una sonrisa agradecida, dijo: -¿Cómo sabes que no es un virus?

Simon resopló. -Tres hermanas y doce sobrinos- respondió a modo de explicación. -¿Lo sabe
Vitaly?

Sacudiendo la cabeza, Sarah contempló la taza que tenía entre las manos. -Con todo lo que
está pasando, no quería agobiarle más.

-¿Has ido al médico?

-Tengo intención de ir, pero hemos estado demasiado ocupados- dijo, suspirando.

-Eso me parecía. Toma.

-¿Qué es esto?- Preguntó Sarah tomando el trozo de papel que le entregaba.

-La dirección de la ginecóloga de mi hermana mayor. Está a unas seis manzanas de la oficina,
y tienes cita en una hora- respondió, mirándola.

-¿Cómo…?- comenzó a decir Sarah antes de soltar una risotada. -Me conoces demasiado
bien- concluyó, y tomó una tostada.

-Un poco- contestó él. –Eso, y que salir corriendo no va a ser buena señal si te ocurre en la
reunión de mañana.

-Tienes razón.
Capítulo 12
-¿Que voy a tener qué?- preguntó Sarah a su médico, mirándola con una expresión perpleja.

La doctora sonrió. -¿Hay gemelos en tu familia?- inquirió, ayudando a Sarah a vestirse.

Asintiendo con la cabeza, Sarah logró decir: -Si, por ambas partes.

-Pues parece que vas a continuar con la tradición. Menuda sorpresa para el padre.

-De eso puedes estar segura- masculló Sarah. -Con todo lo que ha estado ocurriendo, no he
tenido oportunidad de decirle que estoy embarazada, y ahora esto. Es un poco abrumador.

La doctora le dio un cariñoso apretón en el brazo. -Es motivo de alegría, tienes que decírselo.

-Lo sé, es sólo que...

-Sarah, yo no te voy a obligar. Lo importante es que empieces a ver a un obstetra. Si pasas la


mayor parte del tiempo en San José, te recomiendo que busques uno allí-. Antes de que
pudiera continuar, una enfermera entró con una bolsa que depositó en la camilla de
exploración. La doctora vació el contenido. -Te voy a dar un kit básico. Viene con una guía
sobre qué esperar durante un embarazo múltiple, vitaminas prenatales, loción, algunas
muestras de un medicamento para las náuseas y caramelos de jengibre. Vas a tener que
conseguir más caramelos de estos. También te voy a dar una receta para el medicamento,
porque las muestras no durarán mucho.

Después de ponerlo todo de vuelta en la bolsa, se la entregó. Asiéndola con manos


entumecidas, Sarah asintió con la cabeza en señal de agradecimiento. -Eh, gracias, doctora.

La doctora sonrió y la acompañó a la sala de espera. -Tienes que cuidarte más. Tan pronto
como puedas, busca un médico local y considera la posibilidad de asistir a clases. Te serán
útiles, lo prometo-. Asintiendo con la cabeza, Sarah salió de la consulta, demasiado
conmocionada para hablar.

Nada más salir del edificio, encendió el móvil y leyó varios mensajes de Vitaly preguntando por
qué había apagado el teléfono. Estaba a punto de llamarle cuando su móvil sonó. Al ver que
era él, decidió que iba a decírselo… hasta que contestó.

-¿Por qué tienes el teléfono apagado?- ladró, tan pronto como respondió. Ella suspiró y
decidió hacer caso omiso de su pregunta.

-¿Cómo ha ido la vista?

-El abogado de la parte contraria se niega a entregar los documentos, por lo que hemos
presentado una moción de supresión de evidencia. Tengo que volver mañana. ¿Cómo fue la
reunión?
-Es mañana por la mañana, pero Simon es bastante optimista, y yo también.

-No lo seas. No hasta que tengamos los contratos firmados. No podemos permitirnos
suposiciones.

Tras introducir la mano en la bolsa que le había dado la doctora, sacó un caramelo y se lo
metió en la boca. -Parece que tienes muchas cosas que hacer. Te dejo y vuelvo a la oficina con
Simon.

-Sí, haz eso-. Vitaly colgó, y Sarah se metió el móvil en el bolsillo de forma airada.

Cuando regresó a la oficina, entró en el despacho de Simon y se sentó delante de él. Tras
acabar apresuradamente una llamada telefónica, la miró, esperando a que hablara.

-¿Y bien?- preguntó.

-Gemelos- dijo ella simplemente. -Unas diez semanas. Ah, y mi marido es un completo asno.

-Bueno, todo bien, entonces. Me imagino que no se lo has dicho.

Sarah se hundió en su silla con un gruñido. -No, y no tengo ni idea de cómo hacerlo. Las cosas
no van muy bien en el juzgado, y aunque me gustaría estar allí con él, no tengo necesidad de
aguantar sus ladridos porque esté teniendo un mal día.

Tras levantarse de su silla, Simon se acercó a ella y se sentó a su lado. Le estrechó las manos
entre las suyas. -Lo siento mucho. Me ofrecería para darle una paliza, pero es mi jefe... y
acabaría conmigo en un santiamén.

Sarah sonrió. -Tengo hermanos para eso, y otra cosa es que no creo que pueda decírselo a mi
familia hasta que lo sepa él, pero cada vez que voy a decir algo, surge una nueva crisis y me lo
callo.

-Entonces, ¿soy el único que lo sabe?

-No exactamente- dijo Sarah a la vez que se sonrojaba. -Me hice una prueba de embarazo en
un barco de arrastre.

Simon se moría de la risa. -O sea que comparto el secreto con... ¿piratas?

Ella se rió. -Sí, eso parece. ¿Qué más tenemos que revisar para mañana?
Capítulo 13
Sarah regresó a San José contentísima por haber conseguido asegurar los contratos con las
autoridades portuarias tanto de Nueva York como de Nueva Jersey.

Llegó a la hora del almuerzo, y decidió ir a la oficina. Al entrar en VIC Enterprises, saludó a
Ivan, que estaba cerca de su despacho. Cuando le hizo gestos para que se acercara, ella se
encaminó hacia él, y se vio envuelta en un enorme abrazo.

-¿Cómo estás, Sra. Chekhov?- le preguntó.

-Estoy bien, Ivan. ¿Cómo está Vitaly?

Él hizo una mueca. -De mal humor. Supongo que esperaba que las cosas fueran más rápido.

-Bueno, los abogados nunca prometieron que el proceso fuera a ser rápido.

-Creo que la idea de Vitaly de un proceso largo es muy distinta a la del sistema judicial. Y ¿qué
tal te sienta la vida de casada?

Sarah se encogieron de hombros. -Como ya vivíamos juntos, no hay mucha diferencia. Aparte
de ser secuestrada por piratas y de que mi marido casi destruyera la cabaña de nuestra luna
de miel, es igual que antes de casarnos- respondió con una carcajada. En aquel momento, le
sonó el móvil. -Y parece que sabe que estoy aquí.

-Entonces, dejo que te marches. Que pases una buena tarde.

Tú también, Ivan.

Al llegar al décimo piso, Sarah entró en su despacho y se derrumbó agotada sobre la silla. Si
esto era lo que le esperaba durante los próximos seis meses, no le iba a gustar nada. Sus
pensamientos fueron interrumpidos por Diane, que entró para entregarle una pila de
documentos.

-Bienvenida...- comenzó, pero Sarah ya había salido del despacho antes de que pudiera
terminar la frase. Tras depositar los documentos sobre la mesa, Diane se asomó a la
recepción para ver a Sarah entrar en el cuarto baño. Con una sonrisa, regresó a su propia
oficina y, un momento después, volvió a salir con una tarjeta de negocios y una pequeña caja
de estaño. Se dirigió al despacho de Sarah, mientras ésta salía del baño.

Diane cerró la puerta detrás de ella. Colocó la tarjeta sobre el escritorio, junto con una caja de
dulce de jengibre.

-¿Lo sabe?- preguntó, y Sarah la miró con sorpresa.

-¿Qué?
-Se te olvida que ahora tengo un niño. Conozco los síntomas.

Sacudiendo la cabeza, Sarah cogió la caja y se metió un pedazo de jengibre en la boca,


mientras contemplaba la tarjeta de un obstetra local, antes de volver a ponerla sobre la mesa.
-Con todo lo que ha estado pasando, no he tenido tiempo. Otro problema más.

Antes de que Diane pudiese responder, se oyó la voz enfadada de Vitaly, que acababa de salir
del ascensor, pidiendo unos documentos a gritos. -Tú quédate ahí- le dijo Diane, tomando unos
papeles del escritorio de Sarah. -Yo me encargo-. Se dio la vuelta y salió de la oficina,
cerrando la puerta detrás de ella.

Sarah cerró los ojos y se reclinó en la silla, intentando descansar un poco. Pero no tuvo mucho
tiempo antes de que Vitaly apareciera vociferando en su oficina.

-¿No me has oído llamarte?- preguntó, y Sarah se frotó sus palpitantes sienes.

-Te he oído perfectamente. De hecho, estoy segura de que todo el edificio te ha oído. ¿Qué es
tan jodidamente importante que no puedes decirlo en un tono de voz normal?- quiso saber, y él
la miró con sorpresa.

Vitaly se sentó frente a ella y comenzó a hablar un par de veces, pero al final se quedó
callado. Tras tomar otro trozo de jengibre, Sarah le ofreció uno, esperando a que comenzara a
hablar.

-¿Cuánto tiempo llevo siendo un burro?- dijo por fin, masticando el caramelo.

-Desde la luna de miel.

Él suspiró. -Lo siento, kotyonok. Quería que disfrutaras de la luna de miel sin que te enteraras
de todo este lío, pero está claro que sólo empeoré las cosas.

-Vitaly, eres es el hombre más honrado que conozco. De hecho, aquí todos piensan lo mismo.
Pero somos un equipo, y eso significa que debemos compartirlo todo, tanto lo bueno como lo
malo- le dijo, sintiéndose culpable por no compartir con él sus propias noticias. -Pase lo que
pase, lo superaremos, siempre que permanezcamos juntos.

-Tienes razón. Como siempre- añadió, mirándola con el ceño ligeramente fruncido. -No tienes
buen aspecto. ¿Has ido al médico?

Asintiendo con la cabeza, respondió: -Sí, he ido al médico. Estoy agotada. Creo que ha sido
mala idea regresar a la oficina hoy, tendría que haberme ido a casa-. Cuando Sarah se
levantó, la habitación comenzó a dar vueltas y de repente todo se volvió negro.
Capítulo 14
Vitaly gritó pidiendo ayuda a la vez que sujetaba a Sarah antes de que ésta cayera al suelo.
Cogiéndola en brazos, la depositó en el sofá, justo cuando Diane y Susan entraban corriendo.

-¿Qué ha pasado?- preguntó Susan, mientras Sarah comenzaba a recuperarse.

Vitaly se frotó la cabeza, mirándola. -Ha dicho que estaba agotada y se ha desmayado.

Sentándose a su lado, Diane la ayudó a incorporarse, le entregó una botella de agua y le


colocó una toalla húmeda en el cuello. -¿Cómo te sientes ahora?- Quiso saber Diane, y todos
la miraron con preocupación.

-Como una idiota- respondió Sarah. -Estoy más cansada de lo que pensaba.

-Tienes que ir al hospital- afirmó Vitaly enfáticamente.

-No. Lo que necesito es ir a casa, comer algo y dormir un poco.

-¿Estás segura?- preguntó Diane. Sarah asintió con la cabeza y se puso en pie lentamente.

-¿Ves? Estoy bien-. Se colgó el bolso sobre el hombro antes de besar a un silencioso Vitaly. -
Te veo en casa después- le dijo, a la vez que salía de la oficina, esperando que nadie la
llamara de vuelta. Dirigiéndose al ascensor, esperó que no tardara mucho a llegar, y tras
subirse a bordo, se relajó aliviada al comprobar que nadie la había seguido. Lo único que tenía
que hacer era salir del edificio y subirse a la limusina, y el chófer haría el resto.

Cuando Sarah se fue, todos permanecieron en su despacho. Vitaly agarró la caja de jengibre,
se echó otro trozo a la boca y se desplomó en la silla. Al ver la tarjeta sobre el escritorio, la
cogió y se puso a girarla en la mano, sin prestar atención a lo que ponía. Cuando sus ojos se
fijaron en ella, se levantó de un salto, tirando la silla con el impulso, y corrió hacia el ascensor,
pero Sarah ya había desaparecido. Tras agarrar el teléfono de la recepción, llamó a seguridad
para que la detuvieran, pero el coche ya se había ido.

Cuando regresó a su oficina para coger sus cosas, Diane apareció en la puerta.

-Quería decírtelo.

-¿Cuando? ¿Después del aborto?- espetó, cogiendo su bolsa y encaminándose hacia la


puerta.

-¡Espera! ¿Qué? Por supuesto que no. Pero has estado tan fuera de control con todo lo que
está ocurriendo, que no quería ser otra carga más.

-¿Otra carga? ¿Es eso lo que piensa de mi hijo?- quiso saber, saliendo del despacho.

-¿Puedes dejar de ser un egocéntrico por un segundo y pensar sobre quién estás diciendo
esas cosas?- le gritó Diane, poniéndose delante y bloqueando su salida. -Sabes muy bien que
Sarah nunca pensaría eso, ¡deja de ser un neandertal!

Vitaly la miró fijamente. -¿Eso te ha dicho?- Ante la confusa mirad de Diane, sacudió la
cabeza. -Es que…- empezó Vitaly. -Ya me ha llamado eso antes- concluyó, y ella rompió a
reír.

-No me extraña- le dijo entre carcajadas.

Antes de que Vitaly pudiese responder, sonó el teléfono. Diane dejó de reírse cuando le oyó
preguntar: -¿A qué hospital la ha llevado? Prepara el coche, te veo abajo.

Cuando colgó el teléfono, miró a Diane -Sarah se ha desmayado en el coche, el chófer la ha


llevado a urgencias.

Asintiendo con la cabeza, Diane le apretó cariñosamente el brazo. -Es normal en un embarazo,
se pondrá bien- le dijo mientras él corría hacia el ascensor.
Capítulo 15
Sarah abrió los ojos y contempló unas paredes de color beige. Cuando alzó un brazo para
frotarse la cabeza, vio un vendaje en su mano, y se dio cuenta de lo que estaba pasando.
Estaba en el hospital. ¿Qué ha ocurrido? Pensó, observando el gotero que tenía al lado.

Se incorporó y gimió al intentar abrir la boca, que la tenía muy seca.

Una taza con una pajita apareció como por arte de magia, y seguidamente vio el rostro
preocupado de Vitaly.

-Me has dado un buen susto, kotyonok- le dijo, ayudándola a dar un trago.

-¿Qué ha pasado?- quiso saber ella.

-Te desmayaste en el coche. Y el conductor te llevó a urgencias.

Asintiendo con la cabeza, preguntó: -Pero ¿por qué?

-Baja presión sanguínea- le informó otra voz masculina. Levantando la vista, Sarah vio a un
hombre mayor con una bata blanca que acababa de entrar en el cuarto. Él sonrió y después
miró a Vitaly. -Sr. Chekhov, le ruego que me dé unos minutos a solas con su esposa- le pidió
en tono amable.

Vitaly asintió. -Por supuesto-. Apretando la mano de Sarah, se inclinó para besar su frente. -
Voy a llamar a la oficina para que todos sepan que estás bien.

-Soy el doctor Collins- se presentó el médico cuando Vitaly se fue. -No he querido hablar
delante de su marido, por si hay algo que no quiere que sepa.

Tumbándose de nuevo, Sarah le miró confundida. -¿Qué quiere decir?

-Nos ha informado de que se acaba de enterar de su embarazo. Por eso no he querido


mencionar a los…

-Gemelos- terminó Sarah por él. -¿Están bien?

-Sí, los tres estáis bien. ¿Hay algo que deberíamos saber sobre su esposo?- preguntó,
preocupado.

Sarah sacudió la cabeza. -Oh, Dios, no. Es sólo que están pasando muchas cosas, y con todo
el estrés al que está sometido, no quería preocuparle más. Ahora me doy cuenta de que no es
justo, pero entonces me pareció lo más apropiado.

-Entiendo- respondió, acercando una máquina con ruedas. -¿Quieres ver a tus bebés?

Asintiendo con la cabeza, Sarah se incorporó entusiasmada. -Oh, sí, por favor.
Mientras el médico preparaba el equipo de ultrasonido, Vitaly regresó, seguido de Ivan.

-Oh, perdón, pensé que había terminado.

Sarah le tendió la mano, haciendo un gesto para que se acercara. -Vitaly, espera, mira esto.

Él se aproximó y la tomó de la mano, observando como el médico deslizaba el transductor por


el vientre de Sarah. En la pantalla, unas imágenes en blanco y negro comenzaron a tomar
forma. Desplazando el transductor hacia delante y hacia atrás, el médico les mostró el latido
del primer bebé.

-Y éste es el otro latido- añadió, y Sarah apretó la mano de Vitaly.

Vitaly habló. -No lo entiendo, ¿por qué tiene el bebé dos latidos?- Mirando alternativamente a
la pantalla, a Sarah y al médico, añadió: -¿Significa que…

-Gemelos- terminó Sarah por él.

-¿Gemelos?- repitió, anonadado. De repente, la habitación comenzó a dar vueltas y Vitaly dio
un paso atrás. -Creo que necesito…

-Sentarte- dijo Ivan, empujando una silla hacia él. Frotándose las manos, Ivan miró a Sarah. -
Enhorabuena. Gemelos. Estupendo.

Un gemido por parte de Vitaly hizo que todos los presentes rieran, mientras él se frotaba las
sienes. Al ofrecerle su vaso de agua, Sarah no pudo resistirse a burlarse de él: -Toma, te hace
falta.

-Preferiría vodka- dijo, antes de dar un sorbo. -Y un puro- añadió con una sonrisa. -Gemelos.

Sarah pasó otros dos días ingresada, y Vitaly repartió su tiempo entre el hospital y el juzgado.
Cada vez más inquieta, Sarah recorría aburrida los pasillos. Vitaly había impedido que Diane le
llevara trabajo al hospital, y amenazó con confiscarle el móvil si no se relajaba, por lo que ella
accedió a regañadientes.

Aunque no entendía a qué venía tanto alboroto. El médico le había dicho que se había
desmayado porque su presión arterial estaba demasiado baja. La iban a mandar a casa con un
monitor que emitía una señal cada vez que la tensión disminuyera por debajo de un umbral
establecido. Su nuevo obstetra también la había examinado. Y le dijo que mientras no se
excediera, podría trabajar durante la mayor parte de su embarazo. Vitaly no estuvo de
acuerdo, y tuvieron una pelea, él quería que trabajara desde casa a tiempo parcial, que se
tomara descansos frecuentes y que parara en cuanto se sintiera fatigada.

Muchas mujeres llevan vidas muy activas durante el embarazo. Su madre siguió montando a
caballo, le recordó Sarah, pero fue inútil. Había esperado sentirse un poco mejor después de
hablar con su padre, pero, tras expresar su alegría por convertirse en abuelo, él también la
había aconsejado que se lo tomara con calma.

Saliendo del ascensor en otro piso, Sarah continuó paseando, perdida en sus pensamientos.
Tras escuchar una voz familiar, levantó la mirada y se sorprendió al ver al capitán Cash Harper
en una de las habitaciones, hablando con una enfermera.

Cuando la enfermera vio a Sarah, se apresuró a cerrar la puerta, pero Harper giró la cabeza,
abriendo los ojos al reconocerla. Excusándose, salió del cuarto, cerrando la puerta detrás de
él, agarró a Sarah por el codo, y la apartó a un lado.

-¿Qué haces aquí?- preguntó.

Sarah señaló su atuendo. -Es bastante obvio- respondió sarcásticamente. -¿Qué diablos estás
haciendo tú aquí?

Él comenzó a caminar hacia la habitación de la que había salido. -Escucha, te agradecería que
no dijeras nada. Ahora mismo no me puedo meter en líos- le rogó, abriendo la puerta del
cuarto.

Antes de que volviera a cerrarla, Sarah se metió dentro. Le sorprendió ver a Max allí sentado,
y parecía que había estado llorando. Al echar un vistazo al paciente de la cama, tardó un
momento en reconocer a Piper. La otrora enérgica mujer, parecía un fantasma contra las
sábanas blancas del hospital.

-¿Qué le pasa?

-Cáncer- respondió Max. -Leucemia crónica, para ser exactos.

Sarah miró de uno a otro. -¿Para eso queríais el dinero?- quiso saber.

-Sr. Harper, su esposa necesita descansar. ¿Quiere que llame a seguridad?- interrumpió la
enfermera.

Con un gruñido, Harper abrió la puerta y le indicó a la enfermera con gestos que saliera - Yo
me encargo de esto- le dijo, casi empujándola fuera del cuarto.

-¿Esposa?- preguntó Sarah.

-Se han casado para que Piper pueda usar su seguro médico- respondió Max, tomando la
mano de su hermana.

Sarah miró a la pálida mujer. -¿Se va a recuperar?

Frotándose la cabeza, Max dijo: -No lo sabemos. Si la quimioterapia funciona, podría ganar
algo de tiempo. Pero en la etapa tres, sólo podemos esperar.

-Entonces, ¿para eso era el dinero?

Antes de que alguien pudiese responder, la enfermera regresó a la habitación con Vitaly detrás
de ella. -Sarah, ¿qué estás haciendo… ¡TÚ!- Vitaly gritó aproximándose a Harper.

Sarah se colocó rápidamente entre ambos, poniendo una mano en el pecho de Vitaly. -Estoy
cansada. ¿Me ayudas a volver a mi habitación?- le pidió, alternando su mirada entre uno y
otro.

Combatiendo las ganas de añadir algo más, Vitaly abrió y cerró la boca, antes de asentir con
la cabeza. Con una mano alrededor de la cintura de Sarah, lanzó una furiosa mirada a los dos
hombres, antes de escoltar a su esposa fuera del cuarto.

Cuando llegaron a la habitación de Sarah, la ayudó a meterse a la cama. -Voy a llamar a


seguridad- informó.

-¿Y qué les vas a decir? ¿Que hay piratas en la planta de oncología?

-¿Cáncer?

Ella asintió. -Sí, la mujer de la cama, Piper. Tiene cáncer.

-¿No es la que llevaba tu gargantilla?

-Sí. Pero ahora eso no tiene importancia. No saben si sobrevivirá, ni cuánto tiempo le queda de
vida.

-No deberían estar aquí.

-Vitaly, por favor, olvídalo. Deja que estén con ella.

Él la besó y se sentó en la cama junto a ella. -¿Qué he hecho para ser tan afortunado?

Sonriendo, Sarah le acarició el pecho. -Ambos lo somos, tengo el mejor esposo del mundo.

Mirándola con expresión culpable, dijo: -Seguro que no dices lo mismo cuando esté en la
cárcel, o arruinado.

-No seas tonto. Somos un equipo.

-Podríamos perderlo todo, Sarah, y ahora con el embarazo…

Ella suspiró. -Por eso no quería decírtelo. Están pasando muchas cosas y no quería darte otro
motivo de preocupación-. Levantando una mano para evitar que la interrumpiera, continuó: -Sé
que lo que hice está mal. Te lo debí contar nada más enterarme, pero quería hacerlo de forma
especial, y no encontré el momento-. Sarah tomó una bocanada de aire. -No quiero ser ellos.
Ya he estado ahí, noche tras noche mientras tú estabas en coma, y ahora toda esta mierda.
No quiero perderme ni un minuto de nuestra vida juntos.

-Te quiero, kotyonok- dijo él, sonriendo.

-Y yo a ti, esposo. Pase lo que pase.


Capítulo 16
Por fin le dieron el alta, y Sarah estaba muy contenta de poder volver a casa. Puso sus
pertenencias en una bolsa de viaje que le había traído Vitaly. Cuando una enfermera entró
empujando una silla de ruedas, se dio la vuelta.

-¿Está lista, Sra. Chekhov?

Sarah miró a Vitaly, que le dedicó una alentadora sonrisa. -¿Estás segura?- preguntó él.

-Sí- respondió, y sacó una caja de la bolsa antes de acomodarse en la silla de ruedas. -
Primero tenemos que hacer una visita- le informó a la enfermera, haciendo que la llevara a la
planta de oncología.

Una vez en ella, se dirigieron a la habitación de Piper. Tras ver su nombre todavía en la puerta,
Sarah se levantó y entró en el cuarto, para encontrar a Piper despierta.

Piper la miró sorprendida y se encogió en la cama. -¿Qué haces aquí?- quiso saber, y Harper
dio un salto y la agarró de la mano.

Sarah sonrió a Piper. -Me desmayé y terminé en el hospital. Parece que los gemelos quieren
que me relaje- comentó.

-¿Gemelos? ¿De verdad? Eso explica muchas cosas. Me alegra saber que no fue el golpe en
la cabeza- admitió Max con una sonrisa.

Intentando mirarle con expresión seria, Sarah le guiñó un ojo y se volvió hacia Piper.

-Quería darte esto. Creo que te queda mejor a ti-. Sarah le entregó la caja y le deseó lo mejor
antes de retirarse y volverse a sentar en la silla de ruedas.

Mientras se dirigían al ascensor, Piper abrió la caja y se sorprendió al ver la gargantilla de


diamantes dentro de ella. Harper se la colocó alrededor del cuello, y ella sonrió por primera
vez en semanas.

-¿Quieres que te compre otra?- le preguntó Vitaly al entrar en el ascensor.

Encogiéndose de hombros, Sara dijo: -Tengo que ser sincera, a ella le gusta mucho más que a
mí. Quizás porque nunca ha tenido algo así, no sé. Pero en cuanto a mí, prefiero tenerte a ti.

-Es un gesto muy generoso, Sra. Chekhov.

¡Continuará!


Nota de la Autora:
¡Hola, querido lector!

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-Leona Lee

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