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Monición
Se nos invita a vivir la misericordia y el perdón. Queremos celebrar esta noche la misericordia de Dios,
para que nos llene de ella y nos fortalezca en nuestro compromiso de vivir con los demás, el mismo
perdón y misericordia que Dios tiene para con nosotros.
Invitación a compartir:
Nos ha quedado el "runrún" de tanto repetir: "porque es eterna su misericordia". Dejemos que
resuene en nuestro interior. (…) Quien quiera puede expresar en voz alta una invitación para que todos
respondamos: "porque es eterna su misericordia".
Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.»
«Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.
Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con
qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que
se le pagase.
Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te
lo pagaré."
Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios;
le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." Su compañero, cayendo a sus pies, le
suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré."
Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus
compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo
sucedido.
Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella
deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del
mismo modo que yo me compadecí de ti?"
En el pasaje leído y meditado habremos descubierto la grandeza del amor misericordioso de Dios y la
respuesta que le debemos, en forma de perdón sincero hacia los hermanos. Guiados por la fuerza
del Espíritu, dirijamos al Padre nuestra alabanza, agradecimiento y súplica.
Traigo a la memoria la misericordia y el perdón que me ha regalado Dios a lo largo de mi
vida. Me detengo en tanto amor gratuito. Le doy gracias y lo alabo.
Como los compañeros del siervo despiadado de la parábola, recordamos consternados ante el
Señor a las personas que sufren dificultades económicas, a quienes soportan deudas que les
agobian. Hacemos presente a los países empobrecidos. Pedimos por unas políticas justas y
unos gobernantes coherentes con el servicio que deben ofrecer a los ciudadanos.
Presento al Señor a las personas que me han hecho daño, a quienes me cuesta perdonar. Le
pido que me llene de su bondad y misericordia, que me enseñe a mirar al mundo y a los
hermanos con los mismos ojos con que él nos ve.
Recordamos a las personas que no saben, no pueden o no quieren perdonar. Por aquellos que
malviven en el resquemor, por quienes alimentan sentimientos de venganza. Rogamos que
conozcan el amor de Dios que todo lo perdona, todo lo cura, todo lo puede.
Entrego al Señor mi propio corazón, las llagas y rozaduras que llevo en él. Le presento mis
sentimientos heridos, mi sensibilidad lastimada. Le pido que su compasión y misericordia me
abrace y cure, para que yo pueda ofrecer a otros el mismo perdón que Dios me concede.
Tras unos momentos de silencio orante, expresamos también en voz alta nuestra oración de
petición, agradecimiento o perdón según lo que c I Espíritu Santo nos haya sugerido
Tiempo de meditación
Gesto de compromiso
Invitamos a escribir por detrás de las hojitas con la imagen del “padre misericordioso” el nombre de
una persona con la que sentimos que debemos tener un momento de perdón. Una vez que hayamos
reflexionado y escrito, lentamente nos podemos levantar y retirar algún pedazo de cartulina negra que
tapa el corazón que tenemos en el centro. La cartulina negra la dejamos en la papelera y nuestra hojita
la colocamos en el corazón. Entre todos iremos “limpiando el corazón” y colocando nuestros deseos de
ser más misericordiosos. Vivimos este gesto en clima de oración, para ayudarnos unos a otros.
Acción de gracias
Gracias, Padre, por el encuentro de esta tarde. Una vez más hemos sentido el calor de tu misericordia,
tu mano extendida sin condiciones ni límites.
Gracias, Jesús, por tu Vida y tu Palabra. Por estar ahí siempre acompañando nuestros pasos.
Que tu Espíritu nos ayude a verte en el hermano que sufre, a no desanimarnos en la apuesta por un
mundo más justo y fraterno, a seguir "haciendo Reino" en el día a día cotidiano.
Que las comunidades cristianas, que formamos tu Iglesia, sepamos vivir y ofrecer la misericordia y el
talante de reconciliación que Tú nos enseñas. Gracias, Señor.
Paz
Hemos celebrado la misericordia de Dios y nuestro compromiso por un mundo mejor. Nos damos
cariñosamente la paz.