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Aquí yace el Imperio, rescató de la muerte, centenares de vidas, en cada fuerte, en

una torre, soldados firmes, sombras valientes del pasado… bellas melodías eran
recitadas, los músicos emitían majestuosas armonías, decorando, ilustrando entre odas
historias frente al emperador -. Majestuosa muralla, anida, protege, marcando
historia, China libre, creciente, surge con el sol, aquí entre estos muros que lo…

¡TUM TUM! ¡TUM TAM! ¡TAM TAM!

La armonía creada en la habitación principal ceso de golpe, repetitivos sonidos


provenientes de las torres de que velaban la muralla, tambores retumbantes, junto al
aroma de quemado brotando en el aire, solo podían significar una cosa, el caos se
apoderó de la habitación principal, un último golpe de tambor se convirtió en la
presentación de ingreso de un soldado.

¡ALERTAAA! ¡EMPE…RA…DOR! ¡LOS HU… HU… NOS! ¡LOS HUNOS HAN


PENETRADO LA MURALLA! – exclamó jadeando, más su intento de seguir
transmitiendo el anuncio, fue cesado, su cuerpo golpeó contra el pavimento,
desplomado sólo causó horror, como un mensaje claro una flecha completamente negra
atravesaba su espalda directo hacia su corazón, era un signo de advertencia.

Chen- Georgi, llama al general Nikiforov; el resto puede retirarse – ordenó


serenamente el emperador causando desconcierto entre los presentes, quienes tras las
órdenes de su gobernante inmediatamente abandonaron la habitación, horrorizados.
Entre la multitud que torpemente salía, una figura esbelta anunciaba su entrada, largas
cabelleras plateadas ondeando a través de su casco, una imponente figura nada
desgarbada al notar su presencia ante el emperador se postró ante él.

¡Majestad! ¡Los Hunos han atacado la frontera! ¡Estamos listos para el ataque! ¡Moveré
mis tropas, apenas lo ordene! – exclamó aquel hombre. Más no obtuvo respuesta, a lo
cual intrigado preguntó-. ¿Mi señor? ¿Sucede algo?

General Nikiforov. Un solo grano de arroz puede inclinar la balanza, un solo hombre
puede hacer la diferencia entre la victoria o una derrota – aconsejó el emperador Wen
avanzando hasta su trono -. ¿No lo cree, general?

Como siempre, tan sabio. Ordenaré reclutar nuevas soldados, así como también
suministros – enunció el general antes de hacer una reverencia-. ¡Ni su muralla, Ni
China caerán! – exclamo finalmente para luego después retirarse.

Una vez fuera de palacio, juntó a sus tropas. ¡Georgi!, exclamó buscando al consejero, el
cual respondió velozmente ante el llamado.
¡Dile a Viktor que lo veo en el campamento! – ordenó el general Nikiforov, quien
después partió al mando de sus tropas guiados por el débil resplandor de la luna en una
gélida noche.

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"Las grandes almas tienen voluntades; las débiles tan solo deseos"- musitó. Aquel
último verso dibujó una sonrisa temblorosa en su rostro. Yuri ni siquiera era consciente
de que la mañana había llegado, sólo estaba ahí divagando entre espacios inexistentes
como si pudiera hallar una gran verdad. Solo. Sin embargo un retumbar cada vez más
audible atrajo su atención. Levantó su vista hacia una de las ventanas, más su visión era
borrosa, posó sus manos en sus ojos, estaban húmedos. Soltó una burlona risa,
limpiando sus ojos para esclarecer su vista, cuando su visión fue clara salió disparado
de la habitación.

Soldados Imperiales habían llegado a la ciudad, su presencia no podía significar alguna


buena noticia, ningún soldado había pisado la ciudad desde hace años, mucho menos
de la guardia real.

¡Los Hunos han invadido nuestro territorio! ¡Es un deber proteger nuestras fronteras!
¡El emperador ordena que las familias campesinas contribuyan con comida, mientras
que los militares con soldados! – proclamó Georgi. Los murmullos empezaron a surgir,
más el imponente grito del secretario del emperador, lo terminó. Obteniendo
nuevamente la atención de los aldeanos.

Mientras el secretario llamaba a los representantes de cada familia de militares, Yuri


avanzaba entre la multitud buscando a su familia, pudo notar que la señorita Minako
también lo estaba buscando.

¿Dónde te metiste, Yuri? – preguntó -. ¡Debemos juntar los alimentos! Tus padres
junto a Mari ya se adelantaron. ¡Vámonos!

Ambos comenzaron a correr en dirección a los campos de su familia, entonces él se


detuvo en seco, era imposible lo que acababa de escuchar, entonces lo volvió a oír. ¡La
familia Shi – Nigori! ¡La familia Shi – Nigori!

¿Qué está pasando?, se preguntó el mismo. Era imposible que tal llamado sea cierto, su
amigo Keshi era un campesino, como él, como su amiga, la esposa de su amigo. Por
ello no tenía sentido que su amigo luchara para mantenerse erguido frente al secretario,
dispuesto a recibir una tablilla impresa con su apellido, más su lucha fracasó, Keshi
resbaló, golpeando su cuerpo contra las rocas, Yuko asustada corrió al auxilio de su
esposo pero él la rechazó, intentado torpemente ponerse de pie por su propia cuenta.
La impotencia estaba dibujada en su rostro, ella no se quedaría a ver como su esposo
aceptaba su destino, no sin siquiera intentar hacer algo, ella no lo aceptaría.

¡Señor! ¡Mi esposo está enfermo! !Él ya ha servido a su majestad! ¡Se lo ruego! ¡No
permita que asista! – suplicó Yuko para sorpresa de los pocos aldeanos que aún
quedaban presentes.

Pero sus suplicas cesaron tajantemente de golpe, el grito del secretario la dejó
aterrorizada, de rodillas temblando, la advertencia había sido clara, si ella volvía a
hablar o si quiera intentaba algo, sería castigada a pesar de estar embarazada.

Él corrió hasta su lado, apoyando el cuerpo de su amiga contra el suyo, ayudándola a


colocarse de pie.

Lo siento, Yuri – musitaba, inconsciente de que sus palabras eran apenas audibles
opacadas por los lamentos -. Estaré bien, así que, así que, debo ayudar a Keshi con su
armadura, él no podrá colocársela sola, él no podrá, él… él… él… si va no regresará.

Yuko – respondió a las palabras de su amiga, las preguntas inundaban su cabeza, sin
embargo no era el momento, tampoco lo sería después. Alcanzó un pañuelo hacia sus
mejillas, entre suaves toques deteniendo las lágrimas fluyentes a borbotones. Una
sonrisa como un soporte, fue la última acción de Yuri, para calmar el corazón de Yuko.

En silencio la acompañó hasta su hogar, ella se despidió. Sus ojos rojos, no encajaban
con la sonrisa que trataba de mostrar. Yuri se dispuso a partir, entonces los lamentos
comenzaron a surgir, llantos incesantes provenían del hogar de sus amigos, como si
fuera el final.

Él alzó la vista, el sol había sido cubierto, una tormenta estaba a punto de caer. Regresó
a su hogar, en su habitación, sentado, recordó las incontables veces en las que sus
amigos lo habían salvado. Ahora entendía porque Keshi era tan fuerte y como Yuko
sabía que su futuro esposo jamás perdería ante aquellos bribones. Los recuerdos
afloraban risas en Yuri, risas, alegría, los Shi – Nigori eran un matrimonio feliz, a punto
de cumplir su sueño de ser padres, Yuko lloraba cuando supo que sería madre, ellos
eran felices, ellos sonreían, más esas risas ahora eran lamentos. Sufrimiento. El futuro
punzaba su corazón, sus amigos no merecían tal destino. ¿Acaso no hay solución?, él
pensó. Ahí, una epifanía lo capturó.

Yuri, corrió desesperadamente, hacia la casa de sus amigos, evitando resbalar a causa
de la lluvia. Su cuerpo temblaba, bum bum bum, cada latido cada vez más audible, se
detuvo en seco. La puerta de aquel hogar estaba desgastada, era la primera vez que lo
notaba. Llamó a la puerta, la cual en un instante fue abierta.
Yuko, ¿Tendrás algunos cestos sobrantes? Los que tenemos no alcanzan, preguntó. Ella
solo lo miro por un breve momento, tratando de entender, pero cuando se percató de su
acción, respondió confundida diciendo que le traería algunos. Apenas regresó con los
cestos, Yuri los aceptó, agradeciéndole con una sonrisa, junto a una ligera reverencia.

- ¿Yuri?
- ¿Si?
- Cuídate

Él sonrió, sus ojos entrecerrados. Avanzó ligeramente entre los campos, la lluvia jamás
había sido tan cálida. Yuri pensó que aquel hogar sería perfecto para cuando los niños
nacieran, serían una familia feliz.

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