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El prefijo "neuro" ha contaminado amplias y diferentes disciplinas, tanto

relacionadas con el mundo científico como con el de las humanidades:


neurogenética, neuroanatomía, neurotecnología, neuroeconomía, neurolingüística,
neuropsicología, neuropolítica y un largo etcétera. La neurociencia, en general,
facilita que entendamos mejor lo que hacemos y por qué; te muestra prácticas más
o menos eficaces para tu bienestar, te habla de ti y de los demás.

A nosotros nos interesa especialmente la disciplina de la neuroeducación, una


rama del conocimiento que trata de comprender cómo funciona nuestro cerebro a
la hora de aprender. Debemos entender la neuroeducación aplicada a cualquier
relación entre enseñanza y aprendizaje, ya sea en la educación formal o informal,
en casa o en la escuela, en la enseñanza intencional o accidental, en el currículo
explícito u oculto, en menores o adultos, en personas con o sin dificultades de
aprendizaje... ¿Podemos mejorar los procesos educativos gracias a lo que nos
aporta la neurociencia? Descúbrelo en este artículo. 

 Un cerebro cambiante
 Una inteligencia holística
 Esto sí, esto no: principios y neuromitos
 Cada llave, un nuevo color
 La maldición del currículum
 Retroceder para avanzar
 Referencias

Un cerebro cambiante

Nuestro cerebro es el principal responsable de nuestro aprendizaje. Gracias a las


técnicas no invasivas de neuroimagen se puede mostrar qué actividad cerebral
existe cuando estamos aprendiendo; esto es, qué áreas y estructuras del cerebro
están más activas, con qué intensidad y la interrelación entre ellas.

Sabemos que las células nerviosas, también llamadas neuronas, se comunican


entre sí mediante la sinapsis y que nuestro cerebro puede crear nuevas neuronas
durante su existencia (neurogénesis). Esta es la base de la afirmación
siguiente: tenemos un cerebro tremendamente plástico, siempre en continua
evolución, capaz de aprender a lo largo de TODA LA VIDA, gracias a nuevas células
nerviosas y conexiones sinápticas que modifican su estructura y funcionamiento.
Esa modificación es la forma en que reacciona nuestro cerebro ante los estímulos
del entorno, y en el ámbito escolar, ante las experiencias de aprendizaje que
proporcionamos a nuestros alumnos y alumnas.

¿Genética o ambiente? Esta dualidad, omnipresente en las ciencias, supone


admitir que nuestra forma de ser y de actuar está condicionada por la herencia
genética y por el ambiente que nos rodea, y con el que interaccionamos. También
nuestro cerebro tiene esta influencia genético-ambiental, por supuesto. La
pregunta que debemos plantearnos los docentes es: ¿qué podemos hacer para
ofrecer experiencias de aprendizaje que permitan que todos los alumnos aprendan
en la escuela, independientemente de su herencia genética? Es evidente que la
genética no la podemos manipular, pero sí el ambiente escolar que ofrezcamos.

Una inteligencia holística

¿Cuán inteligente eres? Qué gran error cometemos si asociamos la inteligencia


al cociente intelectual que miden pruebas estandarizadas basadas principalmente
en los aprendizajes instrumentales relacionados con lo verbal (lengua) y lo
numérico (matemáticas). Pruebas que se aplican muchas veces en situaciones
descontextualizadas, pruebas sesgadas, reduccionistas y administradas a niños
que emocionalmente no están en su mejor momento. Esa práctica es un atentado
contra el potencial humano. 

La inteligencia es mucho más que eso. Implica el funcionamiento integrado de


todo nuestro cerebro, participando de forma interrelacionada los hemisferios
derecho e izquierdo. Tiene que ver con nuestra capacidad de adaptación y
acomodación al medio:adaptación para saber procesar los cambios (de todo tipo)
que nos llegan y acomodación para integrar esos cambios en los patrones
mentales ya existentes.

¡Ponte a prueba! ¿Cuán inteligente serías tú, lector o lectora, si mañana viajaras solo
a un país extranjero, desconocido por ti en cuanto a idioma, cultura, costumbres,
horarios… y tuvieras que dar una conferencia, ante una gran audiencia, sobre las
ventajas que tiene la variedad Caprinus Comatus para la dieta de los asistentes? 

Está claro que este es un ejemplo extremo. Mi intención ha sido provocarte


una disonancia entre lo que serías capaz de hacer aquí y lo que serías capaz de
hacer allí. Es para que entendamos que nuestra inteligencia depende, también, del
contexto, de los recursos a nuestro alcance, de los apoyos necesarios, de las
experiencias previas, de los intereses y preferencias que tenemos, y de
la EDUCACIÓNque recibimos, en mayúsculas.

Gardner propuso la teoría de las Inteligencias Múltiples, muy socorrida para


contextos educativos que quieren innovar. Esta teoría choca, en cierto modo, con
la inteligencia holística de la que hablamos, pero también la respalda. Lo que
Gardner quiere poner de manifiesto es que existen diferentes formas de mostrar
que somos virtuosos, ya sea a través del lenguaje, de las matemáticas, de la
música, del dibujo, de la expresión corporal, de la orientación, de las habilidades
sociales… o combinando varias virtudes; y que cada persona muestra de forma
preferente unas habilidades con respecto a otras. Si Gardner hubiera hablado
de “habilidades preferentes” y no de “inteligencias múltiples”, su teoría no hubiera
tenido el mismo impacto.

Con un enfoque similar, son numerosos los artículos que hablan del predominio
del hemisferio derecho o del izquierdo en nuestro cerebro: en las personas en que
predomina el hemisferio derecho se antepone la fantasía, la creatividad, la
emoción; y en las que predomina el hemisferio izquierdo prevalece la lógica, el
orden, la razón. Si consideramos el constructo del cociente intelectual tradicional,
esto puede llevarnos a deducir que el hemisferio izquierdo es el listo y el derecho
el tonto. No lectores, no puede ni debe ser así.

Cierto es que se activan, en menor o mayor medida, regiones cerebrales concretas


cuando realizamos unas tareas u otras, pero necesitamos el funcionamiento del
cerebro al completo, la integración de diferentes redes neuronales, es decir los dos
hemisferios trabajando conjuntamente. Por ejemplo: en una tarea lingüística, no
solo se activa el hemisferio izquierdo, también determinadas zonas del derecho.
Incluso cuando una región cerebral está dañada, otras pueden asumir su función.

Jesús C. Guillén nos aclara en su blog "Escuela con cerebro" por qué NO debemos


considerar a la teoría de las Inteligencias Múltiples como una teoría científica, sino
más bien como una forma de aceptar la diversidad del aula, de entender la gran
potencialidad que tiene el cerebro para manifestarse con múltiples y variadas
formas de expresión. Dicha potencialidad debemos aprovecharla para brindar
ambientes ricos y multimodales de aprendizaje en la escuela y fuera de ella.

Esto sí, esto no: principios y neuromitos

La repercusión que desde hace unos años están teniendo las investigaciones en
neurociencia ha facilitado que proliferen preceptos, pautas o principios que no
siempre están sujetos a evidencias científicas ni contrastadas, sino que en
ocasiones forman parte de la literatura popular y/o de metodologías de enseñanza
no evaluadas desde un punto de vista neuroeducativo. Un neuromito es una falsa
creencia o mala interpretación de la neurociencia.

A continuación, se muestran los principios y neuromitos que nos indican los


profesionales dedicados a la neurociencia en general, y a la neuroeducación en
particular, teniendo en cuenta aquellos donde mayor acuerdo existe.

Cada llave, un nuevo color

Siguiendo los principios del apartado anterior, podemos conocer las llaves que
abren al cambio, al aprendizaje, a la transformación inteligente de nuestro cerebro.
Entendemos que estas llaves, en educación, posibilitan nuevas y cuantiosas
conexiones sinápticas, aumentan las áreas cerebrales interconectadas; en
definitiva: dan más color a nuestra paleta plástica (el cerebro). ¿Cuáles son esas
llaves?

1. Aceptar la neurodiversidad y darle respuesta: no existen cerebros normales y


anormales. Cada cerebro es singular, es como nuestra huella digital. Todos y cada
uno de los alumnos deben tener un sitio en el aula, no solo desde su presencia
física, sino desde la participación y la acción. El Diseño Universal para el
Aprendizaje (DUA) es la mejor respuesta a esa escuela inclusiva, un diseño que
proporciona múltiples formas de representación, acción, expresión e implicación.

2. Cultivar las emociones: Sin emoción no hay aprendizaje dice Francisco Mora


(doctor en Medicina y Neurociencia). No debemos entender esta afirmación de un
modo reduccionista, porque emocionados estamos siempre, ya sea de una forma
positiva o negativa. Se trata de entender que debemos ofrecer un clima emocional
positivo en el aula, para que haya predisposición del alumnado hacia el
aprendizaje. Esto supone: creer en las personas, partir de sus fortalezas, favorecer
su autoestima y autoconocimiento, entrenar la empatía, enseñar al alumnado a
canalizar sus sentimientos, etc. ¡Practicar la educación emocional!

3. Interacción social en el aula: ofrecer oportunidades paras aprender de y con


otros, especialmente entre iguales. Gracias a las neuronas espejo, tenemos la
capacidad de aprender por imitación, por observación de los demás. Estas
neuronas permiten reflejar la acción que realiza otra persona en nuestro cerebro,
contribuyendo también a la capacidad empática. El aprendizaje
cooperativo genera sinergia (1+1=3). Cuando aprendemos en colaboración
liberamos más dopamina, un neurotransmisor que reduce la ansiedad y favorece la
memoria a largo plazo.

4. Entrenar la creatividad: solemos limitar esta habilidad en la enseñanza. Suele


ser un elemento secundario, a pesar de que todos tenemos la capacidad de
desarrollarla. La creatividad favorece la flexibilidad de pensamiento, la generación
de nuevas ideas y podemos trabajarla con estrategias de pensamiento
divergente en cualquier materia. No olvidemos que gracias a las mentes creativas
tenemos los grandes inventos.

5. El poder de las artes: las actividades artísticas (música, poesía, teatro, artes


visuales…) fomentan la creatividad y la imaginación, actúan como una recompensa
natural para nuestro cerebro, contribuyendo a nuestro desarrollo personal y social.

6. Más ejercicio físico: la actividad física no solo redunda en el bienestar de


nuestro cuerpo, sino también de nuestra mente: reduce la ansiedad, libera
tensiones, aporta autoconfianza, favorece la autodisciplina, mejora la
concentración, etc. En resumen, influye en nuestra capacidad para aprender más y
mejor.

7. Metodologías proactivas: emplear estrategias didácticas que potencien el papel


activo del alumnado, su implicación como aprendiz. Hay que posibilitar que los
alumnos tengan iniciativa para anticiparse a los problemas en contextos
significativos y reales de enseñanza-aprendizaje. Eso implica trabajar mediante
la interdisciplinariedad, integrando las diferentes áreas del conocimiento. Algunas
de esas metodologías son:

 Aprendizaje basado en proyectos, en preguntas o en problemas.


 Aprendizaje basado en el pensamiento.
 Aprendizje cooperativo.
 Aprendizaje Servicio.
 Clase invertida (Flipped Classroom)
 Cultura eduMaker.
 Gamificación.
 Design Thinking.

Por supuesto que estas metodologías pueden combinarse entre sí; y por supuesto
que NO debemos concebirlas como la losa que entierra a la clase magistral del
docente. La exposición clásica es útil para introducir un nuevo tema, centrar el
objeto de aprendizaje que es relevante, aclarar conceptos, resolver dudas… pero de
ninguna manera debería utilizarse de forma exclusiva ni predominante.

8. Práctica repetida: la repetición consolida los aprendizajes, los lleva a


nuestra memoria a largo plazo; e incluso es la base de los aprendizajes que
debemos automatizar (por ejemplo: la lecto-escritura). La práctica sistemática
fortalece las conexiones sinápticas, consolida nuestros patrones mentales; de ahí
la necesidad de que los aprendizajes nuevos tengan que tener una asociación con
los conocimientos previos del aprendiz y un significado relevante para él, en
relación a sus experiencias, intereses, etc.

9. Evaluación para la acción (EvaluAcción): en muchos casos entendemos la


evaluación como una calificación, una nota obtenida al final de un proceso
didáctico. Debemos reflexionar sobre la utilidad de esta práctica, dado que aporta
poco o nada para saber si un aprendizaje ha sido generalizado, es decir si
realmente se pone de manifiesto en el contexto real donde debe utilizarse. Por
eso, la evaluación debe ser formativa, reguladora de nuestras acciones didácticas
y ante todo contrastada en diferentes momentos, con diferentes instrumentos y
llevada a cabo por diferentes evaluadores. Entre esos evaluadores, los estudiantes,
como sujetos reflexivos de lo que aprenden y de cómo lo hacen. Esto favorecerá en
ellos la metacognición, la autorregulación, es decir el desarrollo de funciones
ejecutivas.

10. Rol docente. ¿Cuál es el papel del profesor?

 Alguien que se convierte en un modelo de referencia para sus alumnos


(recordemos el poder de las neuronas espejo).
 Alguien que suscita la motivación hacia el aprendizaje. Por ejemplo,
mediante el efecto sorpresa y la novedad.
 Alguien que adapta la situación didáctica a cada alumno, a sus aptitudes y
actitudes, expectativas e intereses, conocimientos previos y potenciales.
 Alguien que ofrece un contexto donde los estudiantes pueden equivocarse y
aprender de sus errores.
 Alguien que da feedback al esfuerzo de cada alumno y alumna según sus
posibilidades, utilizando el efecto Pigmalión a favor y no en contra.
 Alguien que actúa como coach, ayudando a otros a descubrirse a sí
mismos, para que pasen del pensamiento a la acción.
 Alguien que investiga sobre su propia práctica docente y que se actualiza
constantemente para dar lo mejor.
 Y mucho, mucho, muchísimo más: un docente ayuda, asesora, orienta,
reconduce, facilita, anima, organiza, coordina, etc.

                                   

La maldición del currículum

Utilizo esta expresión del profesor Joselu, en su artículo con el mismo nombre “La
maldición del currículum”, porque muchos lectores docentes se sentirán limitados
por los preceptos legales que impone la Administración educativa, ya sea estatal o
autonómica.

El currículo recoge lo que se debe enseñar y evaluar (competencias, objetivos,


contenidos, criterios de evaluación y estándares) pero también cómo debemos
hacerlo. La mayor parte de nosotros nos quedamos en el “QUÉ” y no en
el “CÓMO” cuando interpretamos la normativa educativa.

Si hacemos una lectura optimista del currículo actual, también encontramos


algunas coincidencias con lo que prescribe la neuroeducación. Por ejemplo: el
currículo contempla objetivos relacionados con la creatividad, el emprendimiento,
la convivencia, el ejercicio de la ciudadanía activa, el respeto por las diferencias, la
expresión artística, etc.; entre los elementos transversales se incluyen la actividad
física y la educación en valores; prescribe una evaluación continua y formativa;
aconseja un tratamiento globalizado de las áreas curriculares en algunas etapas
educativas, etc.

Incluso tenemos una norma, a nivel estatal, que apuesta por las metodologías
activas y contextualizadas. Es la Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se
describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los criterios de
evaluación de la Educación Primaria, la Educación Secundaria Obligatoria y el
Bachillerato. Entonces… ¿debemos o no utilizar las llaves del aprendizaje?
¿Podemos o no hacerlo? ¿Queremos o no? Supongo que se trata de confiar más en
nuestra autonomía como docentes.

El Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte ya ha propuesto un Plan de


Neurociencia aplicada a la Educación, plan que actualmente se encuentra en su
primera fase de desarrollo: formar a los docentes, equipos de orientación y equipos
directivos. En abril de 2017 se celebró el I Congreso Nacional, cuyos materiales
pueden consultarse en este enlace: documentación del I Congreso Nacional de
Neurociencia aplicada a la Educación.

Quizás el candado más robusto para practicar la neuroeducación lo encontramos


en la distribución de materias y horarios escolares, en el exceso de funciones
burocráticas en los centros, en las exigencias de la Inspección, en la falta de
coordinación y colaboración entre docentes en particular, y entre agentes de la
comunidad educativa en general.

Retroceder para avanzar

Estamos asistiendo a una crisis del sistema educativo actual, crisis que podemos
apreciar en señales como: estrés docente, aumento de fracaso y abandono
escolar, movimientos de protesta de colectivos sociales, cambios continuos en
leyes educativas por falta de consenso político, nuevas demandas del mundo
sociolaboral que no se cubren desde la educación formal, etc.

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