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Como se dijo a inicios de este espacio, el propósito fundamental de este trabajo es dar cuenta del

proceso de redefinición del problema público, y la reconfiguración de la agenda gubernamental


del sector cultural. Para ello, se comentó que se haría una aproximación al proceso de debate
para la creación de la Secretaría de Cultura y, posteriormente, la Ley General de Cultura y
Derechos Culturales. Al ser una iniciativa presentada por el Ejecutivo para la reforma de la Ley
Orgánica de la Administración Pública Federal ante la Cámara de Diputados, se pone a discusión
una agenda previamente definida, aunque redefinida conforme se avanzaba su aprobación.
En adición a lo anterior, la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, se observa de
una forma distinta, pues parte como un compromiso legislativo y ejecutivo para acelerar el
proceso de aprobación de la SC, no como una iniciativa que surgiera de la agenda antes
mencionada. Por ello, este espacio busca hacer un análisis de ambas en términos de
configuración de agenda y definición del problema público. Como se verá, hacer un ejercicio de
esta naturaleza, permite al analista acercar la mirada a una de las premisas más amplias de esta
etapa de las políticas públicas, a saber: aquella que se refiere al control del diseño de la misma
política, así como de los medios para la implementación de este, por medio de la definición de
las causas y consecuencias de un problema público.

Posterior al discurso del dos de septiembre de 2015, con motivo del segundo informe de
gobierno, el presidente EPN presentó a la Cámara de Diputados la iniciativa para reformar la Ley
Orgánica de la Administración Pública Federal y crear la Secretaría de Cultura. De acuerdo con
el mismo discurso, se informaba de haber realizado un estudio que dio como resultado la
necesidad de constituir un órgano capaz de hacer frente al reto de la diversidad nacional y la
demanda para acceder a los bienes materiales culturales. Es decir, el problema por el cual se
interpretaba o justificaba la creación de una SC era el bajo acceso a los bienes culturales.
Al ser lo anterior un razonamiento bastante deficiente, este espacio propone analizar
aquellos documentos, discursos o materiales donde se pudiera obtener un diagnóstico más
completo del -entonces- subsector cultural. Bajo esta premisa, la investigación acercó la mirada
al Plan Nacional de Desarrollo y el Programa Especial de Cultura y Arte (PND y PECA,
respectivamente).
El primero de estos instrumentos, estipulaba un objetivo general dedicado a la cultura, a
saber: ampliar el acceso a la cultura como un medio para la formación integral de los ciudadanos.
Para lograrlo, se establecieron un total de cinco estrategias, en las cuales se entiende lo siguiente:
1. La intención por establecer la cultura como un servicio clave para la cohesión social;
2. La necesidad de mejorar las condiciones de la infraestructura dedicada a la cultura;
3. La intención de fomentar el desarrollo cultural a través del apoyo a industrias
culturales,
4. El entendimiento de la vinculación cultural con otras áreas productivas como medio
para la atracción de inversiones privadas; y
5. La intención de innovar el sector por medio de tecnologías de la información y la
comunicación, y el establecimiento de una Agenda Digital de Cultura.
Lo anterior cobra especial interés pues permite conocer las principales medidas que se
estructurarían alrededor del principal problema identificado. En otras palabras, el acceso a la
cultura, al servicio de la cultura, se ve reducido en la medida en que la infraestructura dedicada al
mismo se deteriora. Para corregirlo, por un lado, es necesaria la vinculación cultural con otras
áreas del gobierno, así como el apoyo a las industrias culturales. Con esto, se creía que se podría
mejorar los niveles del desarrollo cultural, así como la inversión privada en los diferentes
sectores de la cultura.
Esta observación es fundamental, pues permite un acercamiento inicial y conciso a la
agenda gubernamental que más tarde se buscaría impulsar para justificar la creación de una
nueva secretaría de gobierno. Sin embargo, a través del PND no se deja claro del todo la
necesidad de una nueva estructura administrativa. Dicho de otro modo, se justifican problemas y
se establece una causalidad en torno a ellos; sin embargo, no se entiende por qué estos
requerirían de un órgano de mayor jerarquía como una SC.
El PECA, en ese sentido, nos muestra lo anterior de una forma muy concisa. En un
primer momento, este documento diagnosticaba el valor de la cultura en términos económicos
De acuerdo con la Cuenta Satélite de Cultura44 y la primera Encuesta Nacional de
Consumo Cultural, desarrollados por el INEGI con la colaboración del Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, el sector económico de la cultura y el consumo
cultural de la población mexicana son significativos y tienen un importante potencial
de crecimiento. El flujo económico de la cultura alcanza casi 380 mil millones de
pesos que representan el 2.7% del Producto Interno Bruto […] El PIB de la Cultura
es 55 veces mayor que el valor agregado de los centros nocturnos, discotecas, bares,
cantinas y similares. Estos índices apuntan a la necesidad de profundizar en el papel
de las actividades culturales como alternativa demandada por la población de
entretenimiento, recreación, utilización del tiempo libre y convivencia familiar
(DOF, 2014: 52).

Estos datos económicos, además, se veían -en un segundo momento- complementados por los
siguientes factores:
Los enormes retos que plantean la protección y conservación del patrimonio cultural;
el mantenimiento y el aprovechamiento de la amplia infraestructura cultural
instalada; la transición hacia nuevos patrones de consumo cultural en la población; el
vertiginoso desarrollo de las tecnologías digitales que han abierto posibilidades antes
insospechadas al acceso a la cultura y han transformado radicalmente el modelo
económico, productivo y creativo de las industrias culturales; las nuevas necesidades
sociales; el surgimiento de nuevos y grandes desafíos para el país en los ámbitos de
la educación, la economía, el desarrollo social y la seguridad; obligan a las
instituciones culturales, particularmente a las que se hallan bajo la coordinación del
Conaculta, a revisar sus esquemas de trabajo y actualizarse (DOF, 2014: 53).

Como se puede observar, todo este diagnóstico nos brinda una mirada más amplia sobre
los factores que inciden en el problema central. Es decir, se miden el buscar incidir en
incrementar el acceso a los bienes culturales, ha planteado retos al sector, los cuales se leen
como, a su vez, el justificante ideal hacia la reconfiguración de las instituciones culturales, los
esquemas de trabajo y la actualización administrativa.
En conjunto, el PECA posiciona concretamente cuatro problemas en la agenda
gubernamental del gobierno de EPN, a saber:
1. La ausencia de un proyecto integral y transversal de las instituciones y organismos
culturales que potencie el quehacer cultural y evite la dispersión de recursos y la
duplicidad de acciones.
2. La desvinculación de las tareas culturales con instituciones de otros sectores como
son las relacionadas con el turismo, la economía, el desarrollo social y los asuntos
internacionales.
3. La necesidad de incrementar la atención a la infraestructura cultural existente, así
como de concluir nuevos proyectos de infraestructura en proceso.
4. La culminación social insuficiente de las acciones culturales.
La discusión sobre la iniciativa presidencial para crear la SC fue un documento
presentado ante la Cámara de Diputados, posteriormente turnada desde la Mesa Directiva a la
Comisión de Cultura y Cinematografía para que esta discutiera y dictaminara. Como se observa
en el siguiente cuadro, el tiempo entre el momento en que esta comisión recibe la iniciativa, al
momento en que emite un dictamen, es relativamente amplio. Esto se debe no más que a la
irrupción de la discusión del Paquete Económico de 2016 y la reinstalación de la misma
comisión.
En términos muy precisos, el documento-iniciativa planteó a la nueva Secretaría como un
ente administrativo que se encargaría de
[…] conducir la elaboración, expedición y evaluación del Programa Nacional de
Cultura, […] diseñar estrategias, mecanismos e instrumentos, así como fomentar la
elaboración de programas, proyectos y acciones para promover y difundir la cultura,
la historia y las artes, en un marco de participación corresponsable de los sectores
público, social y privado, [fomentar] las relaciones de orden cultural con los países
extranjeros; la organización y control del registro de la propiedad literaria y artística;
el estímulo del teatro en el país organizando concursos para autores, actores y
escenógrafos y en general promover su mejoramiento; la organización de misiones
culturales; la formulación del catálogo del patrimonio histórico nacional y el manejo
del catálogo de los monumentos nacionales.

Con base en lo anterior, la discusión legislativa se llevó a cabo en conferencia (es decir,
se coordinaron las comisiones en la materia de ambas cámaras del Congreso) durante -alrededor-
de una semana. En las primeras sesiones, se concluyó la necesidad por traer a la mesa de debate a
diferentes fracciones sociales y políticas, las cuales habían sido excluidas en la etapa de diseño
de la iniciativa. Al hacerlo, se llamó a sindicatos, autoridades relacionadas con el sector, e
intelectuales en la materia. Esto, con el objetivo de tener una idea más concreta de lo que se
estaba discutiendo, así como de conocer las posturas respecto a la misma iniciativa. Sobre esta
última, también se logró el consenso en torno a diversas ideas, entre las cuales se encontraron: i)
que no se planteaba una reforma política, sino administrativa; ii) que no había un diagnóstico
justificatorio; iii) que al parecer se dañarían derechos laborales de institutos como el INAH y el
INBAL; iv) que se debía clarificar la intención del ejecutivo de acelerar políticas de
transversalidad entre la posible nueva secretaría y otras como la de Turismo, por ejemplo.
De esta forma, se logró la instalación de tres mesas de trabajo institucional. La primera de
ellas (con sindicatos) logró confirmar que uno de los artículos transitorios (el quinto,
específicamente) violaba los derechos laborales de los institutos mencionados líneas arriba, y que
no quedaba clara la naturaleza de esta reforma, así como el gasto que seguramente causaría el
crearla. Con base en esto, se invitó a la segunda mesa de trabajo institucional a dos autoridades
representantes del Ejecutivo, quienes aclararon y comprometieron en diversos puntos.
En un primer momento, aseguraron que impulsarían la eliminación del artículo quinto
transitorio, el cual evidentemente violaba derechos laborales de los trabajadores del sector; y se
comprometían a elevar el grado de la reforma administrativa, a política, siempre y cuando se
acelerara también la aprobación de esta iniciativa antes de finalizar el período de sesiones
ordinarias. Este último compromiso es vital en el proceso de aprobación de esta nueva SC, pues
en un sentido muy específico, todos los actores externos a la iniciativa (es decir, legisladores,
sindicatos e intelectuales) lo tomaron como una ventana de oportunidad para posicionar la
posibilidad de una Ley para la cultura.
En este punto, el acuerdo político en torno a la iniciativa se convirtió en un hecho, y las
siguientes mesas se dieron para la discusión política de una posible legislación en la materia. Por
lo anterior, se vuelve evidente el motivo por el cual se aceleró el debate y se turnó a discusión del
pleno para posterior aprobación y discusión en la cámara de senadores (aprobada de igual forma
y turnada para firma del presidente y publicación en el Diario Oficial de la Federación). Sin
embargo, es preciso comentar los compromisos totales, además de los ya mencionados, que
lograron acelerar este proceso:
1. La eliminación del artículo 5º transitorio de la Iniciativa del presidente;
2. El compromiso del legislativo por iniciar un periodo de discusión para la
promulgación de una Ley de cultura;
3. La consolidación de los órganos colegiados existentes tanto de institutos como el
INAH y el INBAL, así como de los que nunca existieron en el CONACULTA;
4. La promulgación de un Manual de Organización Interna y un Reglamento Interno que
clarificara funciones, capacidades y procedimientos y evitara la duplicación,
traslapación o cualquier otro fenómeno organizacional que se daba cuando existía el
CONACULTA; y
5. La definición del nuevo sentido político que la cultura tomaría (esto es, si se separaba
de la cultura, cómo se estructuraría la nueva Política Cultural).
Con esto, dos días después de publicado en el DOF el Decreto por el que se creaba la SC,
la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados LXIII Legislatura emite un acuerdo
por el que se estipulan las tareas para la elaboración de la legislación en materia cultural. Esto,
no obstante, debía ser realizado de conformidad con el artículo 4º constitucional, párrafo décimo
segundo, y 73 fracción XXIX-Ñ de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Es
decir, la Ley de cultura debía constituirse alrededor de la dimensión de los derechos culturales.
La estrategia que tomaría la Cámara de Diputados, liderada por la Comisión de Cultura y
Cinematografía sería muy clara: i) se tomaría protesta a un Consejo Técnico que constaría de 30
representantes de Universidades, Secretarías de Estado, Órganos Colegiados de ambas cámaras
del H. Congreso de la Unión, entre otros; ii) llevaría a cabo un total de 10 audiencias para la
redacción de la Ley, en cada una de las circunscripciones del país, durante -aproximadamente-
tres meses; e iii) instalaría un Consejo Redactor que sesionaría para resolver sobre un
Documento Orientador.
La labor del Consejo Técnico sería la estructura de las audiencias. En otras palabras, se
encargaría de resolver sobre los temas clave para el diseño de la Ley. Esto, para nuestros fines, se
vuelve fundamental, pues nos habla de los principales problemas que los distintos frentes
lograrían posicionar para posterior discusión. Además, la existencia de un futuro Documento
Orientador Final no debe tomarse como una estrategia ligera, pues su naturaleza misma la vuelve
guía, no norma y, en discusiones que excluyeran institucionalmente al Consejo Redactor, el
mismo documento podría llegar a modificarse e incluso rechazarse.
Al adentrar nuestra mirada a las audiencias públicas, nos podemos percatar de un interés
fundamental por definir la agenda política en los siguientes términos: i) ¿cuáles serían los
principios rectores de la PCM y cuál sería la conceptualización de estos?; ii) ¿cómo se definirían
los derechos culturales y cuáles se incluirían en la legislación?; iii) ¿cuál sería el papel de la
PCM en torno a los diferentes subsectores culturales, tales como el libro y la lectura; las artes
escénicas, la creación, educación e investigación artística; las industrias creativas y los derechos
de autor; el patrimonio, la cinematografía, los medios de comunicación y tecnologías de la
información; las culturas populares y las lenguas indígenas; la innovación y la continuidad
sexenal de las políticas públicas culturales? El Consejo Redactor, a través de estas audiencias
complementó la agenda política que habría de defender mediante el diseño de una propuesta de
ley.
El resultado fue el documento orientador hacia una Ley General de Derechos Culturales.
Este proyecto, de una magnitud incomparable en el pasado político y cultural nacional, se
estructuró en seis secciones (títulos); en conjunto, el trabajo del consejo redactor
1. Establece un marco conceptual y de principios, que dará vida a una visión de los
derechos culturales y de la política cultural acorde a las necesidades del siglo XXI,
reconociendo al sector cultural en toda su dimensión social, pública y privada.
2. Reconoce la diversidad cultural y la interculturalidad como elementos centrales de la
vida cultural y establece las bases para su protección, promoción y defensa.
3. Reconoce los derechos fundamentales, define los derechos culturales, su
indivisibilidad y da cauce a su más amplio ejercicio para las personas, los grupos y
comunidades culturales, señalando los mecanismos para su garantía y judicialización.
4. Reconoce y vuelve viable la complementariedad de los aspectos culturales,
económicos, ambientales y sociales del desarrollo en las políticas públicas,
estableciendo las prioridades de la política pública de la cultura en las que habrán de
coordinarse Federación, Estados y Municipios, así como las instancias de promoción
de la concurrencia.
5. Da prioridad al vínculo educación-cultura, respetando las competencias establecidas
con el Sistema Educativo, señala la necesidad de reorientar y fortalecer casas de
cultura y centros culturales, dando importancia estratégica a la formación cultural,
artística, audiovisual, en patrimonio, lectura, cinematográfica y digital de la
ciudadanía dentro y fuera de la escuela.
6. Reconoce el papel de artistas, promotores culturales, técnicos, etc. Y establece la
prioridad de la profesionalización del sector cultural y artístico, así como los cambios
que habrá de realizarse para el desarrollo del servicio civil de carrera apropiado para
el sector.
7. Reconoce la obligatoriedad de la actualización de la infraestructura cultural, la
necesidad de incorporar su creación en el desarrollo urbano, la necesidad de
armonizar la creación de infraestructura cultural con el cuidado del medio ambiente,
fortalecer los espacios culturales y artísticos de la sociedad civil, así como la
obligatoriedad de la accesibilidad universal.
8. Establece las bases para la definición de políticas fiscales, estímulos, creación y otros
mecanismos de financiamiento para el sector cultural y artístico, una política de
aranceles y apoyos al sector económico de la cultura, así como la prioridad de las
políticas de fomento a la creatividad y para el fortalecimiento de los emprendimientos
culturales y creativos, incluyendo aquellos que implican la gestión de saberes,
conocimientos y tecnologías tradicionales. Se proponen mecanismos de consolidación
del FONCA.
9. Establece las bases para promover el acceso y la producción de contenidos en
audiovisuales y digitales, la promoción de la diversidad cultural en estos medios y
entornos digitales, el fortalecimiento de los medios públicos y estímulo para la
creación en medios digitales.
10. Reconoce y da cauce a la solidaridad y la cooperación internacionales, a la promoción
de las expresiones de la diversidad cultural de México y los mexicanos fuera del país,
así como al más amplio diálogo internacional que promuevan la cooperación, la
diplomacia cultural, el diálogo sur-sur y la paz.
Mientras el trabajo de la Cámara de Diputados a través de la Comisión en materia de
cultura seguía su labor legislativa, la Cámara de Senadores realizaba paralelamente una discusión
de diferentes iniciativas de Ley para el sector cultural que se habían presentado en el pasado,
como en el mismo tiempo que se diseñaba la Ley de Derechos Culturales de la Cámara de
Diputados.
Este conjunto de iniciativas, en un primer momento, fueron tratadas por separado en cada
una de las Cámaras donde fueron presentadas. En el caso de aquellas expuestas en el Senado, la
Presidencia de la Comisión de Cultura pidió la reasignación de todas ellas para un nuevo estudio
y dictamen, junto con la Comisión de Estudios Legislativos, Primera y opiniones de las
Comisiones de Radio, Televisión y Cinematografía y de Asuntos Indígenas. Esto llevó a que, a
partir del seis de octubre de 2016, la Comisión de Cultura del Senado, llevara a cabo un Foro de
Análisis y Propuesta para elaborar la Ley de Cultura.
El día 23 de marzo de 2017, después de algunas reuniones entre los presidentes de las
comisiones de cultura de ambas cámaras, se llegó a la conclusión de que habiendo dos
proyoectos de Ley consolidados en ambas Cámaras, lo más lógico sería “desahogar las
iniciativas de ambas Cámaras del Congreso de la Unión […] a través de un procedimiento de
Reunión en Conferencia, en un esfuerzo conjunto para llevar a cabo un análisis profundo e
incluyente de las Iniciativas a través de mesas de trabajo técnico en las cuales se retroalientaran
puntos de vista y argumentos sólidos para la construcción de un proyecto común” (Comisión de
Cultura del Senado, 2017: 9).
Como se advirtió, el Dictamen fue presentado en el Senado el día 27 de abril de 2017 y
aprobado con 85 votos a favor, tres en contra y cero abstenciones. De esta forma, el mismo día
pasó a la Cámara de Diputados, la cual la turnó a la Comisión de Cultura y Cinematografía el 28
del mismo mes, y aprobada en el Pleno de la Cámara Baja el mismo día más tarde. Con esto,
culminó el proceso legislativo para la aprobación de la LGCDC.
La LGCDC fue publicada en el DOF el 19 de junio de 2017 (un mes y 22 días después de
ser aprobada en las dos Cámaras y turnada al Ejecutivo Federal para su firma) y consta de cinco
títulos, a saber:
1. Título Primero: Disposiciones Generales,
2. Título Segundo: Derechos Culturales y Mecanismos para su ejercicio,
3. Título Tercero: Bases de Coordinación,
4. Título Cuarto: De la Participación Social y Privada, y
5. Título Quinto: De la Vinculación Internacional.

Dentro de estos Títulos la Ley introduce diversos aspectos, de los cuales se destacan: i)
los objetivos de la legislación; ii) los principios rectores; iii) el listado de los derechos culturales;
iv) los principios rectores de los futuros mecanismos de coordinación federal, así como las
atribuciones de la SC en la materia; y v) el diseño para la puesta en marcha de Reuniones
Nacionales de Cultura anuales. A continuación, se analizan estos cinco puntos.
La LGCDC tiene un total de ocho objetivos, de los cuales tres resaltan por la forma en la
que enaltecen el derecho al acceso a la cultura1. Además -de esta obvia referencia al artículo
cuarto costitucional-, los mismos objetivos se refieren a la diversidad cultural (aunque de forma
no muy clara), los mecanismos de cooperación federal y de participación ciudadana.
Para garantizarlos, la LGCDC establece los principios enunciados a continuación, los
cuales buscarán delinear la PCM a partir de su promulgación:
1. Respeto a la libertad creativa y a las manifestaciones culturales;
2. Igualdad de las culturas;
3. Reconocimiento de la diversidad cultural del país;
4. Reconocimiento de la identidad y dignidad de las personas;
5. Libre determinación y autonomía de los pueblos indígenas y sus comunidades; y
6. Igualdad de género.

De esta forma, los objetivos y principios enmarcados dentro del primer título de la
LGCDC pueden ser vistos, indudablemente, a la luz del artículo cuarto constitucional. Dicho de
otro modo, ambos puntos son una lectura desplegada del párrafo adicionado en 2009 al artículo
citado. Finalmente, el último artículo de este primer apartado de la Ley, establece a la SC como
rectora general de la relación con estados, municipios, sector social y privado, etc., los cuales
buscarán “[…] incrementar el acceso a la cultura de los sectores vulnerables” (artículo 8).
El artículo 11 de esta LGCDC habla de un total de diez derechos culturales, los cuales
mantienen, como eje rector, el derecho al acceso a la cultura. Del mismo modo, también parecen
retomar un sentido diferente, al observarse que se refieren -implícitamente- a los derechos
culturales enunciados por la Declaración de Friburgo, Suiza. El enfoque de DDHH, no obstante,
no parece quedar del todo claro, pues nunca se menciona la observancia a los mismos, o el apego
1
En específico, me refiero a las fracciones primera, segunda y cuarta del artículo segundo de la LGCDC.
Indudablemente estos objetivos hacen referencia al artículo cuarto constitucional, específicamente al párrafo
adicionado en 2009 referente al derecho al acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el
Estado en la materia.
a algún instrumento internacional específicamente de la materia. A continuación, se presenta el
listado de derechos culturales de acuerdo con la LGCDC:

1. Acceder a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la


materia;
2. Procurar el acceso al conocimento y a la información del patrimonio material e inmaterial
de las culturas que se han desarrollado y desarrollan en el territorio nacional y de la
cultura de otras comunidades, pueblos y naciones;
3. Elegir libremente una o más identidades culturales;
4. Pertenecer a una o más comunidades culturales;
5. Participar de manera activa y creativa en la cultura;
6. Disfrutar de las manifestaciones culturales de su preferencia;
7. Comunicarse y expresar sus ideas en la lengua o idioma de su elección;
8. Disfrutar de la protección por parte del Estado mexicano de los intereses morales y
patrimoniales que les correspondan por razón de sus derechos de propiedad intelectual,
así como de las producciones artísticas, literarias o culturales de las que sean autores, de
conformidad con la legislación aplicable en la materia; la obra plástica y escultórica de
los creadores, estará protegida y reconocida exclusivamente en los términos de la Ley
Federal del Derecho de Autor;
9. Utilizar las tecnologías de la información y las comunicaciones para el ejercicio de los
derechos culturales, y
10. Los demás que en la materia se establezcan en la Constitución, en los tratados
internacionales de los que el Estado mexicano sea parte y en otras leyes.
Uno de los aspectos más importantes de esta ley fue el establecimiento de los principios
básicos para el establecimiento de mecanismos de coordinación entre los diferentes actores
culturales. Para ello, se plantean un total de siete fines que buscarán estos mecanismos, así como
ocho facultades que tendrá que atender la SC para lograrlos. Sin embargo, es la Reunión
Nacional de Cultura, la que realmente materializa el problema de la poca participación en la
formulación de la PCM.
La Reunión Nacional de Cultura se define como “[…] un mecanismo de coordinación,
análisis y evaluación de las políticas públicas nacionales en materia de acceso a la cultura y
disfrute de los bienes y servicios culturales que presta el Estado, así como para la promoción y
respeto de los derechos culturales a nivel nacional” (LGCDC, 2017). Bajo esta premisa, las
Reuniones Nacionales de Cultura se establecerán anualmente, con el objetivo de:
1. Proponer directrices de política pública nacional;
2. Presentar propuestas de proyectos de trabajo entre las instituciones federales y las
entidades federativas;
3. Proponer políticas de impacto cultural en comunidades y regiones que favorezcan la
cohesión social, la solidaridad y la cooperación entre personas, grupos y generaciones.
En el último apartado de esta sección, se hará la comparación entre una propuesta y el
documento final. Poner atención a las propuestas de PCN, PCF, PNC, las bases de cooperación
federal; los criterios interpretativos pro-persona; los principios generales (IMPORTANTE); el
concepto de derechos culturales y aquellos que serían considerados como parte de los derechos
culturales; los criterios de la PCN, es decir, el objeto que tendrá la PCM en el futuro, los
derechos culturales y su relación con el desarrollo integral nacional (problema interpretativo que
aseguran no salga de este diseño); la armonización derechos culturales-sectores privados; la
relación cultura-sectores productivos; y la relación política cultural-políticas turísticas (agenda
política integrada); así como el financiamiento, modalidades, ejercicio y rendición de cuentas.
Finalmente, hacer hincapié en que esta propuesta legislaba en torno a los problemas de
sustentabilidad, desarrollo urbano, acceso a la cultura, etc. Diseña un andamiaje para garantizar
el respeto a los derechos culturales, y el no-aprovechamiento de la cultura para fines del
desarrollo cultural.

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