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Cuadro de Lectura:
Art. 19: Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al
orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a
Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la
Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no
prohíbe.
Cuadro de Lectura:
10) Que a las razones invocadas precedentemente debe añadirse que el agravio
según el cual la norma que reprime la tenencia de estupefacientes para uso
personal atenta contra el principio de reserva consagrado en el art. 19 de la
Constitución Nacional carece de sustento, a poco que se examine el texto en su
integridad. Esta conclusión de la Corte debe estar precedida de algunos principios
rectores que surgen de su propia jurisprudencia y de otros que es menester
incorporar a ella.
11) Que, conforme al art. 19 de la Constitución Nacional, las “acciones privadas”
están exentas de la autoridad de los magistrados cuando “de ningún modo”
ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a terceros. La expresión
subrayada tiene alcance inequívoco y no es lícito soslayarla. Para que queden
fuera del ámbito de aquel precepto no es necesario que las acciones privadas sean
ofensivas o perjudiciales -en el sentido indicado- en toda hipótesis o en la
generalidad de los casos. Basta que “de algún modo”, cierto y ponderable, tengan
ese carácter. Lo que “de algún modo” trae consigo los efectos aludidos en el art.
19 está sujeto a la autoridad de los magistrados y, por tanto, se subordina a las
formas de control social que el Estado, como agente insustituible del bien común,
pueda emplear lícita y discrecionalmente. (…) Los drogadictos ofrecen su
ejemplo, su instigación o su convite a quienes no lo son, al menos en muchísimos
supuestos reales. El efecto “contagioso” de la drogadicción y la tendencia a
“contagiar” de los drogadictos son un hecho público y notorio, o sea un elemento
de la verdad jurídica objetiva (…) que los jueces no pueden ignorar. En una gran
cantidad de casos, las consecuencias de la conducta de un drogadicto no quedan
encerradas en su “intimidad” (…) sino que “se exteriorizan en acciones”, como
dijo alguna vez la Corte Suprema (…) para definir los actos que son extraños al
art. 19. Porque es claro que no hay “intimidad” ni “privacidad” si hay
exteriorización y si esa exteriorización es apta para afectar, de algún modo, el
orden o la moral pública, o los derechos de un tercero. Pretender que el
comportamiento de los drogadictos no se exteriorizará “de algún modo” es
apartarse de los datos más obvios, penosos y aún dramáticos de la realidad
cotidiana.
Cuestionario:
1. Explique brevemente los tres argumentos que pretenden justificar la
prohibición de la tenencia de estupefacientes para consumo personal.
2. Relea el fragmento del caso “Bowers v. Hardwick” transcripto en esta guía.
¿Cuál o cuáles de los argumentos presentados por Nino reconoce? Justifique su
respuesta.
3. De acuerdo con Nino, ¿es un objetivo legítimo de una prohibición penal el
promover formas de vida virtuosas? ¿Por qué?
4. Explique la distinción entre dos clases de reglas morales realizada por Nino e
indique cuál es la importancia de esa distinción para el tema que tratamos.
5. A partir de la distinción efectuada en la pregunta anterior, explique el
significado de la siguiente frase: “El contraste que la norma establece no es entre
las acciones que se realizan en privado y las que se realizan en público, sino entre
las acciones que son privadas porque, en todo caso, ellas sólo contravienen una
moral privada y las acciones que ofenden la moral pública.”
6. Entonces, según Nino, ¿tenemos un derecho constitucional a realizar acciones
moralmente degradantes? ¿De dónde surge ese derecho?
7. Nino distingue entre dos clases de paternalismo: el que se confunde con el
perfeccionismo y el que no. Explique esa distinción.
8. ¿A cuál de esas clases atribuye Nino el ejemplo de los seguidores de una secta
religiosa que no aceptan las transfusiones de sangre? ¿Por qué?
9. A partir de la explicación de Nino del paternalismo, ensaye una justificación
para la prohibición penal del duelo.
10. Explique por qué Nino afirma que el argumento paternalista permite justificar
que se haga sumamente difícil el acceso a las drogas.
11. En esta guía, cuando leímos el extracto del fallo “Montalvo”, dijimos que esa
interpretación extensiva del daño a terceros vaciaba de contenido al derecho a la
privacidad. ¿Qué aporta el texto de Nino a estas observaciones?
12. ¿Cómo caracteriza Nino al derecho a la autonomía personal? Dé un ejemplo
que no se mencione en el artículo de alguna conducta que en términos generales
esté amparada por ese derecho.
13. Resuma la conclusión del artículo referida a los tres argumentos explicados
en la primera pregunta.
Cuestionario:
1. ¿Qué argumentos de los explicados por Nino identifica en el dictamen de la
Procuración General de la Nación? Identifique las partes que correspondan.
2. En el voto mayoritario, ¿qué interpretación se presenta de los términos orden y
moral pública del art. 19, C.N.?
3. En el voto del juez Petracchi, ¿cuáles son las dos circunstancias que
determinan el contexto general del caso?
4. ¿Por qué, según Petracchi, es relevante que el art. 19 mencione “al orden y a la
moral pública” en lugar de “a la moral y al orden público”, como había sido
propuesto originariamente?
5. Explique la caracterización del derecho a la privacidad como “derecho a ser
dejado a solas”.
6. ¿Por qué, según Petracchi, es importante distinguir las dos partes del art. 19,
C.N.?
7. ¿Cómo define Petracchi, en el considerando 12, a las acciones privadas de los
hombres?
8. Explique el desarrollo que realiza Petracchi relativo a que el suministro de
estupefacientes también debería encontrarse en la “zona de reserva” del art. 19,
C.N.
Cuestionario:
1. Indique la cuestión a analizar en el caso.
2. ¿Por qué la Corte Suprema afirma que su jurisprudencia sobre la cuestión fue
“zigzagueante”?
3. ¿Qué puntos de la Constitución reformados en 1994 resultan importantes para
el reexamen de la cuestión, según el voto mayoritario?
4. ¿Qué sentido asigna la Corte Suprema en el considerando 32 al art. 19, C.N.?
5. ¿Qué afirma el Dr. Lorenzetti sobre los delitos de “peligro abstracto”?
6. ¿Cuáles son los fundamentos del juez Fayt para realizar un reexamen de la
cuestión que lo llevan a una conclusión contraria a la de sus votos anteriores?
7. En su voto, la Dra. Argibay afirma: “(…) la adhesión a los postulados
sentados en ‘Bazterrica’ implica que los jueces de la causa deberán analizar en
el caso concreto si la tenencia de estupefacientes para consumo personal se
realizó en condiciones tales que trajo aparejado peligro concreto o daño a
bienes o derechos de terceros, que le quiten al comportamiento el carácter de
una acción privada protegida por el artículo 19 de la Constitución Nacional.”
Entonces, ¿es en todos los casos inconstitucional la prohibición de la tenencia de
estupefacientes para consumo personal? ¿Qué condiciones deberían cumplirse,
de acuerdo con la magistrada, para que operase la protección constitucional de la
privacidad?
Del voto del Dr. Lorenzetti en el caso “Arriola” parece surgir que toda la
categoría de “delitos de peligro abstracto” resulta contraria al art. 19, C.N., por
tratarse de “delitos sin lesividad”. Recientemente, en el dictamen presentado en
la causa “S., Dante Exequiel”, la Procuración General de la Nación realizó un
desarrollo sobre esta cuestión que conviene tener en cuenta.
Cuadro de Lectura
III.- (…) lo primero que estimo preciso aclarar es que los delitos de peligro
abstracto, en este caso, el tipo de tenencia ilegítima de estupefacientes para
consumo personal (artículo 14, segunda parte, de la Ley n° 23.737), no son en sí
mismos incompatibles con los principios de reserva y de lesividad, es decir, que
no hay razón para considerar, ab initio, a esta categoría de delitos como
inconstitucional.
En efecto, su legitimidad se halla ampliamente reconocida en el derecho
europeo-continental, en cuya tradición se inserta nuestra legislación penal, y su
constitucionalidad ha sido admitida tácitamente en la propia jurisprudencia de la
Corte, que en reiteradas oportunidades ha interpretado que ciertos delitos son de
peligro abstracto, por ejemplo, la tenencia de armas de guerra y de uso civil
(Fallos: 319:567; 323:3289 y 3619 y 327:5161), la guarda de semillas utilizables
para producir estupefacientes (Fallos: 302:111 y 327:991) y el almacenamiento o
tenencia de estupefacientes con fines de comercialización (Fallos: 321:160,
323:3486, entre muchos otros), o bien, ha resuelto diversas cuestiones
precisamente en función del carácter de peligro abstracto que le reconoció a
delitos tales como los relacionados con el uso y comercialización de
medicamentos (Fallos: 310:112; 327:3648 y 5173) y la tenencia de explosivos
(Fallos: 326:90 y 328:4696), entre otros tantos ejemplos.
También es importante señalar que si bien los delitos de peligro abstracto
son asociados usualmente con los delitos de tenencia, no se agotan, ni mucho
menos, en ellos, sino que incluyen dentro de su ámbito otros tantos tipos penales
emblemáticos respecto de los cuales nadie dudaría de su constitucionalidad. Es lo
que ocurre, por ejemplo, con el delito de cohecho (artículos 256 y 259 del Código
Penal), que no requiere para su configuración que el normal y correcto
funcionamiento de la administración se haya visto afectado efectivamente, ni
tampoco siquiera que haya corrido un peligro concreto, sino que se satisface con
el peligro remoto que supone la mera existencia del pacto, o incluso el
ofrecimiento, en el cohecho activo (artículo 258), es decir, con un peligro
abstracto. Y, por supuesto, es lo que también sucede con los delitos de tráfico de
influencia y de dádivas en los que la distancia con la afectación o, incluso, la
puesta en peligro concreto del bien jurídico es mayor aun (artículos 256 bis y
259). También el delito de falso testimonio (artículo 275 del mismo código) es de
peligro abstracto y, según la opinión de un sector de la jurisprudencia, lo son
asimismo los delitos del artículo 55 y siguientes de la Ley de residuos peligrosos
n° 24.051, entre otros.
Pero la nota distintiva de los delitos de peligro abstracto, y que los
diferencia, precisamente, de los delitos de peligro concreto, es que no requieren
la producción de un peligro efectivo para el bien jurídico; la peligrosidad
característica que cabe predicar en general de la conducta es sólo la razón por la
cual el legislador sanciona el comportamiento, pero no un elemento del tipo cuya
existencia deba ser comprobada por el juez en el caso particular.
De allí que los jueces incurran en arbitrariedad cuando pretenden justificar
su declaración de inconstitucionalidad en la ausencia de peligro concreto en el
caso particular. En efecto, en primer lugar, una interpretación de esa índole no
sólo desvirtúa y torna inoperante la norma del artículo 14 de la Ley n° 23.737, en
tanto exige un requisito ausente por definición en la clase de delito que regula.
Además, aplicada de modo coherente, conduce a que deban ser considerados
inconstitucionales todos los delitos de peligro abstracto, sin excepción,
contrariando de ese modo el principio según el cual no cabe presumir que el
legislador haya actuado con inconsecuencia o imprevisión; pues no otra cosa
podría significar afirmar que desde hace cien años se viene echando mano de una
categoría delictiva que es incompatible con la Constitución Nacional. También
luce infundada en tanto desatiende, sin hacerse cargo de ello, los antecedentes
jurídicos en sentido contrario, antes mencionados, que avalan la compatibilidad
de las figuras de peligro abstracto con los principios constitucionales del derecho
penal moderno del que participa la legislación nacional.
(…)
Lo que debería a esta altura quedar claro, por ello, es que lo único que ha
sido considerado inconstitucional es la aplicación del segundo párrafo del
artículo 14 de la Ley n° 23.737 cuando la tenencia para consumo personal fue
realizada en condiciones de privacidad que la ponen al amparo del principio de
reserva del artículo 19 de la Constitución Nacional; es decir, no toda la categoría
jurídica de los delitos de peligro abstracto, y ni siquiera tampoco el tipo penal de
tenencia para consumo con carácter general, sino únicamente en los casos
particulares en los que la incriminación colide con aquel principio constitucional.
Es con este alcance, como sinónimo de “acciones privadas”, que, a mi
modo de ver, debe entenderse la expresión “acciones que no traigan aparejado un
peligro concreto o un daño a derechos o bienes de terceros”, con la que se suele
caracterizar a las conductas respecto de las cuales se predica que quedaría
invalidada la incriminación penal. Es decir, en un sentido que excluye a las
acciones privadas del contenido legítimo del delito de tenencia de estupefacientes
para consumo personal, pero no descalifica la aplicación del tipo penal por su
mera condición de delito de peligro abstracto.
Cuestionario
1. Reseñe los hechos del caso.
2. La Corte Suprema afirma en el considerando 11 que “(…) el umbral de
utilidad exigido por la Ley Suprema es indiscutiblemente satisfecho por toda
agrupación voluntaria de personas que, por vías pacíficas y sin incitación a la
violencia, convenga en la obtención de cualquiera de los múltiples objetos o
pretensiones que, respetando los principios del sistema democrático, no ofendan
al orden, la moral pública ni perjudiquen -de modo cierto y concreto- bienes o
intereses de un tercero.” ¿Cómo llega a esa conclusión?
3. ¿Qué requisito establecía el art. 33 del Código Civil para el reconocimiento de
la personería jurídica de las asociaciones civiles?
4. Observe el texto del art. 168 del Código Civil y Comercial: “La asociación
civil debe tener un objeto que no sea contrario al interés general o al bien común.
El interés general se interpreta dentro del respeto a las diversas identidades,
creencias y tradiciones, sean culturales, religiosas, artísticas, literarias, sociales,
políticas o étnicas que no vulneren los valores constitucionales.” Compárelo con
la cláusula cuya interpretación se discutía en el fallo. ¿Qué similitudes y
diferencias encuentra?
5. ¿En qué consiste el “derecho a ser diferente” y por qué la Corte Suprema lo
menciona en este fallo?
6. El voto concurrente del juez Fayt afirma que el pronunciamiento de la cámara
en el caso realiza un juicio de valor “perfeccionista y autoritario”. ¿Por qué cree
que realiza esa afirmación?
7. En sus palabras, explique por qué en este caso una interpretación
perfeccionista del art. 33 del Código Civil conducía a una situación de
discriminación injustificada, de acuerdo con la Corte Suprema.
8. Lea el siguiente fragmento del texto “Constitucionalismo y Privacidad” de
Roberto Gargarella: “La postura defendida hasta aquí reclama, de parte del
Estado, y en principio, una actitud de neutralidad, es decir, su abstención en
materia moral. Aquí se exige que el Estado no asuma un compromiso especial
con alguna concepción del bien, para tornar más difíciles las elecciones de vida
de algunos individuos o grupos, o para premiar la actitud de algunos por la mera
suerte de haber abrazado el proyecto de vida favorecido por el Estado. Aquí se
plantea que el Estado no debe ser un “jugador” más, identificado con ciertos
planes de vida, sino un “garante”, que haga posible que cualquier persona sea
respetada en sus elecciones vitales, en tanto y en cuanto no afecte, con ellas, de
un modo significativo a terceros.” La opinión del autor, ¿es compatible con el
pronunciamiento de la cámara en este caso? ¿O más bien con el de la Corte
Suprema? Justifique su respuesta.
B. Derecho a la intimidad
En algunos de los textos que leímos en esta clase surgía una clara
diferenciación entre el derecho a la autonomía personal y el derecho a la
intimidad. Así, por ejemplo, en el trabajo del profesor Nino, donde se lee: “La
norma del art. 19 sufre cierta trivialización cuando se la interpreta como si
meramente consagrara un derecho a la intimidad, o sea un derecho a mantener
un ámbito físico privado en el que la persona esté libre de intromisiones por
parte de terceros. En realidad este último derecho no surge del art. 19, sino que
está presupuesto por el art. 18 cuando consagra la inviolabilidad del domicilio,
la correspondencia y los papeles privados.”
Ese párrafo nos proporciona una primera noción del derecho a la
intimidad: se trata del derecho un ámbito en el que la persona esté libre de
intromisiones por parte de terceros, ya sea el Estado o bien particulares.
Este derecho es de gran importancia para el sistema jurídico, y en esta guía
mostraremos algunas de sus implicancias para el derecho privado y para el
derecho procesal penal, a partir de algunas decisiones de la Corte Suprema de
Justicia.
Cuadro de Lectura
8°) Que en cuanto al derecho a la privacidad e intimidad su fundamento
constitucional se encuentra en el art. 19 de la Constitución Nacional. En relación
directa con la libertad individual protege jurídicamente un ámbito de autonomía
individual constituida por los sentimientos, hábitos y costumbres, las relaciones
familiares, la situación económica, las creencias religiosas, la salud mental y
física y, en suma, las acciones, hechos o datos que, teniendo en cuenta las formas
de vida aceptadas por la comunidad están reservadas al propio individuo y cuyo
conocimiento y divulgación por los extraños significa un peligro real o potencial
para la intimidad. En rigor, el derecho a la privacidad comprende no sólo a la
esfera doméstica, el círculo familiar y de amistad, sino a otros aspectos de la
personalidad espiritual o física de las personas tales como la integridad corporal o
la imagen y nadie puede inmiscuirse en la vida privada de una persona ni violar
áreas de su actividad no destinadas a ser difundidas, sin su consentimiento o el de
sus familiares autorizados para ello y sólo por ley podrá justificarse la
intromisión, siempre que medie un interés superior en resguardo de la libertad de
los otros, la defensa de la sociedad, las buenas costumbres o la persecución del
crimen.
9°) Que en el caso de personajes célebres cuya vida tiene carácter público o de
personajes populares, su actuación pública o privada puede divulgarse en lo que
se relacione con la actividad que les confiere prestigio o notoriedad y siempre
que lo justifique el interés general. Pero ese avance sobre la intimidad no autoriza
a dañar la imagen pública o el honor de estas personas y menos sostener que no
tienen un sector o ámbito de vida privada protegida de toda intromisión. Máxime
cuando con su conducta a lo largo de su vida, no ha fomentado las indiscreciones
ni por propia acción, autorizado, tácita o expresamente la invasión a su
privacidad y la violación del derecho a su vida privada en cualquiera de sus
manifestaciones. (…)”
Cuadro de Lectura
Voto del Dr. Petracchi.
6°) Que la eminente jerarquía del derecho a la inviolabilidad del domicilio debe
ser concertada, al igual que el similar derecho a la inviolabilidad de la
correspondencia y de los papeles privados, con el interés social en la
averiguación de los delitos y el ejercicio adecuado del poder de policía. La propia
Constitución lo prevé cuando autoriza en la misma cláusula de su art. 18,
referente a la inviolabilidad del domicilio la reglamentación de tal derecho
mediante ley que determine en qué casos y con qué justificativos podrá
procederse a su allanamiento u ocupación. Sin embargo, la íntima conexión
existente entre la inviolabilidad del domicilio, y especialmente de la morada, con
la dignidad de la persona y el respeto a su libertad, imponen a la reglamentación
condiciones más estrictas que las reconocidas respecto de otras garantías, pues al
hallarse aquéllas entrañablemente vinculadas, se las debe defender con igual celo,
porque ninguna cadena es más fuerte que su eslabón más débil, aunque aquélla
no sea reductible a éste. (…)
La dificultad para acotar de antemano el ámbito de la libertad de cada individuo
no autoriza a concluir que el legislador se encuentra habilitado para efectuar
discrecionalmente dicha acotación. Si así fuera carecería de sentido la elevada
misión de los jueces de preservar la supremacía de la Constitución. (…)
8°) Que, de acuerdo con lo expuesto, el punto constitucional a resolver se refiere
a la determinación de las condiciones mínimas que debe reunir el consentimiento
del interesado para que queda admitirlo como justificante válido del ingreso de
agentes de policía en la morada sin orden escrita de autoridad competente, y sin
que se den las situaciones de emergencia contempladas por las leyes procesales.
Tal artículo debe ser meditado en el marco de las reglas principales del
allanamiento de morada, a las que no cabe entender totalmente deferidas por el
art. 18 de la Constitución Nacional al solo criterio del legislador.
En efecto, no sería razonable pensar que los constituyentes de 1853, al no
reproducir las normas que sobre la materia fueron consagradas en el derecho
público argentino a partir del Decreto de Seguridad Individual de 1811, hayan
querido despojar de su jerarquía constitucional al núcleo elemental de recaudos
enunciados en dichas normas, los que consisten en la necesidad de una orden
emanada de autoridad competente en la que se delimite el objeto de la medida.
No hace falta una inteligencia muy trabajada del asunto para comprender que, a
fin de que la libertad no muera de imprecisión, han de interpretarse de manera
particularmente estricta las excepciones que quepa introducir, en los casos de
allanamiento de morada, a la exigencia de orden escrita de autoridad competente
que contenga indicaciones puntuales sobre el lugar y objeto de la providencia.
(…) Si el consentimiento puede admitirse como una causa de legitimación para
invadir la intimidad de la morada, él ha de ser expreso y comprobadamente
anterior a la entrada de los representantes de la autoridad pública a la vivienda,
no debe mediar fuerza o intimidación, y a la persona que lo presta se le debe
hacer saber que tiene derecho a negar la autorización para el allanamiento. (…)
9°) Que descartada la existencia de consentimiento que pueda juzgarse como
causa válida de la presencia de los agentes policiales en la vivienda del imputado,
se sigue que los efectos secuestrados a raíz de tal introducción ilegal en la esfera
de la intimidad de aquél no pueden ser admitidos como elementos probatorios en
la causa, pues el método seguido para su obtención ofende al sentido de justicia.
(…)
Cuadro de Lectura
(…) 2. Las autoridades penitenciarias de la Unidad 1 del SPF de Argentina
adoptaron la práctica de realizar revisiones vaginales a todas las mujeres que
deseaban tener contacto personal con los presos. Por lo tanto, toda vez que la
Sra. X visitó a su esposo que estaba detenido en la Unidad 1 del SPF en
compañía de la hija de ambos, Y de 13 años de edad, las dos tuvieron que
someterse a esas revisiones. (…)
81. Incluso asumiendo que no existiera un medio menos invasivo, la Comisión
opina que para realizar una inspección corporal intrusiva, que había sido
suspendida debido al peligro de infección del personal de la penitenciaría, es
necesario que haya una orden judicial. En principio, un juez debería evaluar la
necesidad de llevar a cabo esas inspecciones como requisito ineludible para una
visita personal sin infringir la dignidad e integridad personal del individuo. La
Comisión considera que las excepciones a esta regla deberían estar expresamente
establecidas por ley.
82. En casi todos los sistemas legales internos del continente existe el
requisito de que los agentes policiales o el personal de seguridad cuenten con una
orden judicial para realizar ciertas acciones que se considera que son
especialmente intrusivas o que presentan la posibilidad de abuso. Un ejemplo
claro es la práctica que establece que el domicilio de una persona goza de
protección especial y no puede ser requisado sin la debida orden de allanamiento.
La inspección vaginal, por su naturaleza, constituye una intrusión tan íntima del
cuerpo de una persona que exige protección especial. Cuando no existe control y
la decisión de someter a una persona a ese tipo de revisión íntima queda librada a
la discreción total de la policía o del personal de seguridad, existe la posibilidad
de que la práctica se utilice en circunstancias innecesarias, sirva de intimidación
y se constituya en alguna forma de abuso. La determinación de que este tipo de
inspección es un requisito necesario para la visita de contacto personal debería
ser efectuada en todos los casos por autoridad judicial. (…)
91. El derecho a la intimidad garantizado por estas disposiciones cobija,
además de la protección contra la publicidad, la integridad física y moral de la
persona. El objeto del artículo 11, así como la premisa total de la Convención, es
esencialmente la protección del individuo contra injerencia arbitraria por parte de
funcionarios públicos. Sin embargo, también requiere que el Estado adopte la
legislación necesaria para asegurar la eficacia de esta disposición. El derecho a
la intimidad garantiza una esfera que nadie puede invadir, un campo de actividad
que es absolutamente propio de cada individuo. En este sentido, varias garantías
de la Convención que protegen la inviolabilidad de la persona, establecen zonas
de intimidad. (…)
93. Sin embargo, la Comisión quisiera subrayar que este caso representa un
aspecto íntimo especial de la vida privada de una mujer y que el procedimiento
en cuestión, sea justificable o no su aplicación, puede provocar sentimientos
profundos de angustia y vergüenza en casi todas las personas que se ven
sometidas a él. Además, el aplicar el procedimiento a una niña de 13 años puede
resultar en grave daño psicológico difícil de evaluar. La Sra. X y su hija tenían el
derecho a que se respetara su intimidad, dignidad y honor cuando procuraron
ejercer el derecho a la familia, a pesar de que uno de sus miembros estuviera
detenido. Esos derechos deberían haberse limitado únicamente en el caso de una
situación muy grave y en circunstancias muy específicas y, en ese caso,
cumpliendo estrictamente las autoridades con las pautas definidas anteriormente
para garantizar la legalidad de la práctica. (…)