Está en la página 1de 2

Día 3

Valora tus puntos fuertes

Constantemente estamos emitiendo juicios sobre nosotros mismos. No nos damos cuenta, y a
veces ni siquiera somos conscientes de esos pensamientos, pero lo cierto es que cada día
pasan por nuestra mente montones de pensamientos diferentes, y un gran porcentaje de ellos
son conceptos que tenemos sobre nuestras cualidades, defectos y conductas. Nos sentimos
mal con nosotros mismos o avergonzados con los demás, sentimos el impulso de esconder lo
que hemos hecho mal, o quisiéramos simplemente ser otra persona, menos inútil, o menos
tonta, más sociable, más exitosa, adinerada, segura de sí misma, etc.

La importancia del diálogo interior positivo

Lo que estoy tratando de enseñarte es que uno de los caminos más directos para aprender a
valorarte no es forzarte a ver todo lo bueno que tienes, sino apagar todo el ruido mental que
se concentra diariamente en todo lo negativo que tienes.

Imagínate una balanza con dos platos. En uno de los platos están tus cualidades positivas y en
el otro tus cualidades negativas. Si pones toda tu atención en uno solo de los dos platos, el que
contiene las cualidades negativas, y mientras tanto en el otro casi ni te fijas, estás creando un
desequilibrio que te lleva a sentirte mal contigo mismo. Y es lógico tu malestar, porque estás
dando demasiada importancia a lo negativo y restando importancia a lo positivo.

¿Cómo valorarme a mí mismo?

Si trabajamos con el inmenso poder que tenemos en la atención, podemos mejorar la


situación. Cuando llegamos a este punto de desequilibrio, es difícil fijarnos en nuestras
virtudes. Tal vez mucha gente te señala esas virtudes, pero tú sigues sin poder verlas. Es
normal que pase esto, porque recuerda dónde tienes puesta toda tu atención: en el plato
contrario de la balanza. Forzarte a poner tu atención de forma súbita en el plato de lo positivo
es una estrategia que no suele salir bien, porque esa atención rápidamente se evapora y se
vuelve a colocar en el lado contrario.

.Recuerda que la autoestima sana y estable se logra cuando somos conscientes de virtudes y
defectos por igual, sin sentirnos menos que nadie pero tampoco más que nadie. Ambos
extremos denotan que la autoestima es deficiente (sí, los que se sienten más que los demás
también tienen una autoestima deficiente). En el justo equilibrio está la clave, y ese es nuestro
objetivo.

Qué podemos hacer para valorarnos más


Empieza por centrarte en una situación que te haga pensar en ti como un tonto, insuficiente,
culpable, inútil o cualquier otra etiqueta que uses normalmente para referirte a ti mismo.. Lo
más probable es que, si te das la oportunidad de pensar de forma objetiva, te des cuenta de
que sí, tú tuviste en parte la responsabilidad de la situación, pero no al 100 por ciento.

Es probable que empieces a darte cuenta de que fulano también podría haber tenido parte de
esa responsabilidad, o de que hubo circunstancias que no puedes controlar y que también
influyeron. Quiero que notes que no uso la palabra «culpa» sino responsabilidad.

En este punto tal vez descubras que estabas viendo el punto negro en la pared blanca. O tal
vez te des cuenta que te juzgaste demasiado fuerte, o que te exigiste demasiado, o que
amplificaste el problema o el error que cometiste, dándole demasiada importancia. Tal vez te
pusiste una etiqueta negativa injustamente. . Automáticamente cuando cambias tu forma de
pensar sobre la situación, das el primer paso para darte cuenta de que en realidad no eres tan
malo como tú pensabas.

Y ahí sustituyes, casi de forma instintiva, un pensamiento por otro más benévolo hacia ti
mismo. Si te sentías culpable porque pensabas que el problema generado era tu culpa
completamente y ahora ves que no era así, sustituyes el pensamiento de «soy un torpe» por el
de «bueno, hice lo que creí que era correcto». Y entonces esos sentimientos de culpabilidad y
de frustración pierden fuerza, y un nuevo sentimiento de paz contigo mismo hace su aparición.
¿Sabes por qué? Porque empiezas a reconciliarte contigo. Y no existe sensación en el mundo
más placentera que esa.

Cuando vuelvas a pensar en la situación, ya no te verás con los mismos ojos. Ahora te verás
como una persona que hizo lo mejor que pudo, aunque no le saliera perfectoLo has hecho por
ti mismo, sin forzarte, sin obligarte, y lo mejor de todo es que cuando llegas tú solo a esa
conclusión es porque de verdad te crees que eres una persona responsable y con buenas
intenciones, por tanto no tienes necesidad de que nadie te convenza de eso. Tú mismo acabas
de convencerte, y eso es maravilloso. Acabas de dar el primer paso hacia ese amor propio que
tanto deseas. Felicitaciones.

Un tip que suele funcionar a la hora de hacer este ejercicio es pensar qué le dirías a tu mejor
amigo si ese problema lo tuviese él. ¿Le dirías que es un inútil y que todo fue su culpa? ¿Lo
fustigarías cada cinco minutos mandándole mensajes de texto que le dicen que es un torpe e
incapaz? ¿O pensarías objetivamente que en realidad él no tuvo la culpa de todo y que sus
intenciones eran buenas porque es una persona responsable? Si eres capaz de ver esto si el
problema fuese de tu amigo, entonces puede que no sea tan cierto que todo era tu culpa
después de todo, ¿te das cuenta?

Haz este ejercicio cada vez que vuelvas a sentirte de la misma manera. Mientras más veces lo
hagas, verás que es más fácil dominarlo, y que llegas a conclusiones más realistas cada vez,
más objetivas y menos duras contigo mismo.

También podría gustarte