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MORAL PRACTICA Ce DE PRECEPTOS Y BUENOS BIENPLOS es ) Pats LALEOTURA CORRIENTE BN 41.5 wSCuELAS ¥ FAMMUAS 4~ POR TH. H. BARRAU oBRA obada por lor Mustrisimos Séhores Arzobispo ve! Paris y Grispos dy Versahics y Pruiters: “xeaduchla det francés ¥ ndiciona:la ON VARIAS LEQTEWAS CorCENN i NIRS ALA AMERTCR DEN. StH Pot GESAN ¢, GH AN Director que fud dela Instruceisn pYblice de In, tepablicn 09 Colombia DECIMAQUINTA. EDICLON PARTS Ne LIBRERIA DE BAGHE WS # ¥G 20, BONLEVARD SAIN GERMAIN. 7 PARA LA LEGTURA CORRIENTE EN LAS ESCUELAS ¥ FAMILIAS POR TH. H. BARRAU z OBRA da por tos HMustrisimos Sefores Arzobispo de Paris ee Obispos: de. Yersalles y Pamiers ms Traducida del francés y adicionada CON VARIAS LECTURAS CONCERNIENTES A LA AMERICA DEL SUR POR CESAR C. GUZMAN Director que fud de la Instruccién piblica de la Repéblica de Colombls _pECIMAQUINTA EDIGION _ sss aig er PARIS 79, BOULEVARD SAINT-GERMAIN, 79 1906 LIBRO DE MORAL PRACTICA PRIMERA PARTE DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS § I. PRACTICAS DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS. La piedad. es todo en el hombre. (Bossuet.) Dios nos ha hecho 4semejanza suya, esto es, racionales, para que mos conocerle como la verdad infinita y amarle como 4 la intenss bondad. (Fenrion.) A Yosotros os gusta la alegria, el reposo, el placer: yo he probado | todo “880, y no encuentro alegria, reposo ni ee ir mas que en servir& Dios. (MADAMA De MAINTENON.) La religion consuela al hombre en la desgracia y derrama una dul- zura celestial en las amarguras de Ja vida. (B.) [Cosa admirable! La religion cristiana, que no parece tener otro ob- jeto que la felicidad de 1a otra vida, os al mismo tiempo nuestra di- cha en este mundo. (MonTESQUIEU.. y: San Vicente de Paul. [1576-1660.) San Vicente de Paul nos presenta el ejemplo mas her- moso de las virtudes cristianas, pues no solamente las practiced todas con admirable fervor y con una abnegacion herdica, sino que hacia amarlas y practicarlas 4 cuantos Ie : trataban, abrazando todos los corazones con el mismo di- vino amor que 4 é] le animabe. MORAL PRACTICA, 4 PRIMERA PARTE. _ ? La vida de este ilustre sacerdote frances fué una cat errumpida de buenas acciones. Apresado cuando | por los piratas de Tiinez y vendido como eselayo 4u negado, llend de un verdadero arrepentimiento el alma esu amo, le convirtié 6 hizo que él mismo le restitu- era 4 Francia. Siendo capellan de galeras descubrié un dia que uno de los presidiarios habia sido injustamente denado ; y para reparar esta injusticia humana, el buen — sacerdote sc puso él mismo la cadena de ese desventurad hasta que obtuyo su libertad. Recorrié toda la Francia vi sitando los presos y los enfermos, y fundando cofradias do caridad en todas partes. Estableciése por ultimo en Paris, ~ desde donde su celo continud haciéndose sentir por todo el _ dmbito de Francia. Fundé la congregacion de los sacerdo- _ tes de la mision, destinados 4 instruir 4 los campesinos y & formar clérigos en los seminarios ; cred la admftable ins- titucion de las Hermanas de la Caridad para asistir 4 los = ‘enfermos pobres ; fundé las casas de ewpdsitos, donde son recogidas esas miserables criaturas, 4 cuya subsistencia no puedén subvenir los padres 4 causa de su miseria, que yacian abandonadas on las callesAntes que el virtuoso sacerdote se encargase de proporcionarles un asilo. Se lambien hospicios para los ancianos. San Francisco de Sales. {1567-1622.] Cuando San Francisco de Sales fué nombrado obispo de — _ Ginebra‘, resolvid consagrarse enteramente 4 sus deberos episcopales. Encargése, pues, de asistir personalmente 4 pobres y enfermos, y su celo no descuidé medio ni es- fuerzo alguno para restituir 4 la verdadera fe las ovejas de su didcesis que se habian descarriado de la Iglesia ca- —— tolica, 4. Aunque tenia el titulo de obi: episcopal se habia establecido en An de Ginebra, no por eso podia residir necy, ciudad de Saboya, situada & en esta ciadad protestaate ; la sede 27 kilémetrosde Ginebra. et : risdiécion, resuelto 4 no interrumpir jamas tan util ejerci- ~~ Jas mas veces 4 dormir sobre un monton de paja en las hu- " par por rocas cscarpadas y 4 salvar horribles precipicios, ~ dable, y hasta se le vié despojarse de una parte de sus _ Yéstidos para abrigar con ellos 4 los menesterosos cuando ~ Bs yerdad, le replicaron los montafeses, pero nosotros jo. — Pues yo, hijos mios, soy yuestro padre, y tengo DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. 3 Persuadido de que Ja yoz del primer pastor era el medio mas cficaz para inducir al bien las almas extraviadas, se dedicé con, este fin 4 visitar todas las parroquias de su ju- cio. Recorria con inauditos trabajos las montafias de Sa- hoya, andando 4 pié por desiertos espantosos, reducido mildes cabatias de los pobres montaiieses, obligado 4 tre- hablando 4 todo el mundo con una bondad capaz de en- ternecer aun 4 las mismas ficras: Participaba de las penas Y necesidades de los pobres, les ayudaba en cuanto Je ora ‘no tenia otra cosa con qué socorrerlos, Se Los principales habitantes de un valle de los Alpes fue- ton 4 buscarle un dia para decirle que unas rocas despefia- das do las montafias habian aplastado muchas habitacio- Res, sepul tando bajo sus ruinas gran nimerode desgraciados Y los rebafios, que eran la Tiqueza del pais: afiadieron, que a pesar de haber quedado reducidos @ la indigencia por esta catdstrofe, no habian podido lograr que se les eximiera del pago de las contribuciones, y le suplicaron se dignara’ enviar 4 aquellos parajes 4 uno de sus vicarios generales para que reconocido el estrago, intercediese con el gobierno en fayor suyo. Ofrecié Francisco partir con ellos al instante para aliviarlos en cuanto pudiese; y habiéndole hecho pre- sente los comisionados, que si bien el yalle distaba apénas tres loguas do allf, cra intransitable el camino, el santo obispo les respondis: « Vosotros habeis podido venir, — somos unos pobres acostumbrados 4 este {mprobo traha- el deber de proveer por m{ mismo 4 yuestras necesidades.» Partid, en efecto, con ellos, ¥ despues de emplear un dia entero en andar Jas tres lepuas, hallé una poblacion incon- solable y en la mayor miseria. Meaclé sus lagrimas con aoa "PRIMERA PARTE. Jas de aquelles infelices, les alenté con sus oxhortaciones, les dié todo el dinero que levaba consigo, escribié por ellos al gobierno, y consiguié lo que pedian. Esta diligente caridad, secundada por una elocuencia tan rara, produjo en todas partes maravillosos efectos. Acababa de ganar un pleito de consideracion contra va- rios habitantes de su didcesis, litigio que sostuyo porque dable abandonar: su mayordomo queria que exigieso rigo- rosamente de sus contrarios el pago de todas las costas: \ «Libreme Dios, respondié el digno prelado, de tratar 4 nadie asf, cuanto ménos 4 mis diocesanos. » Insistié el ma- yordomo haciéndole notar que las costas ascendian 4 una. suma no despreciable, y Francisco le pregunté: «ZY en cuanto avaluais los corazones que acaso me haya enage- nado esta Iftis? Para mf son inapreciables. » En el acto envié & buscar 4 sus adversarios y les declaré que estaban en paz con 6] por las costas y gastos 4 que les habia con- * denado el tribunal. mayordomo, quien halldndose 4 veces muy apurado para atender 4 los gastos domésticos, se quejaba amargamente asu amo y le amenazaba con abandonarle, Pero Francisco le respondia con su acostumbrada dulzura ; « Teneis ra- zon; soy incorregible, y lo peor es que lo seré siempre, Segun parece. » _ Retirdbase confuso el mayordomo y solia decir 4 los de- mas siryientes del palacio episcopal ; « Nuestro amo es un ‘santo, pero nos llevard & todos al hospital, y él mismo seré el primero que va ya si no se enmienda. » San Carlos Borromeo. (1538-1584.)° Cérlos Borromeo, oriundo de una ilustre familia de Mi- lan, contaba apénas veinte afios cuando su tio materno fué elegido papa bajo el nombre de Pio [V. Este suceso, quel ~ se trataba de Jos intereses de la Iglesia, Jos cuales no le era i La generosidad del prelado ponia de muy mal humor al DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. 5 abria la mas brillante carrera, no desperté en 61 ni orgullo, ni ambicion, Aunque su tio podia elevarlo & un alto puesto en las dignidades mundanas, fiel al deseo que habia ma- nifestado desde su mas tierna edad, se ordend in sacris, es decir, recibid las drdenes sagradas, 4 lo cual no se Opuso su tio, aunque sf le sorprendié la determinacion, _ Porgrande que fuese la modestia de Carlos, 61 no pudo _ Sustraerse 4 los honores que merecia, Sin embargo de que era tan jéven, fué nombrado cardonal, arzobispo de Milan, y tal ora la confianza que le inspiraba 4 su tio, que puede decirse que era el jéven Carlos quien gobernaba la Iglesia. A su prodigiosa actividad se debe la conclusion de los tra- bajos del concilio de Trento, que arreglé con tanta auto- ridad la disciplina eclesidstica. ___ Terminada esta tarea, resolvié Cérlos consagrarse tinica- - mente al cnidado de su didcesis. Milan, que amaba y admiraba ya 4 su primer pastor, le hizo el mas brillante recibimiento, erigiendo arcos de triunfo 4 cada paso en el camino por donde entré. Animo varonil y perseverante, caridad tierna y compasiva, poder inflexible en el bien, vo- luntad incontrastable de la fe, modelo encantador de paciencia y de bondad, abnegacion generosa que rayaba en heroismo: tales fueron Jas cualidades que desplegé cons- taniemente. Hacia ya mucho tiempo que los arzobispos de Milan no residian sino como por excepcion en su didcesis ; ausencia que habia producido una relajacion deplorable en la disci- plina. Carlos restablecié el drden y la regularidad,~ me- diante sus perseverantes esfuerzos y principalmente con su buen ejemplo Mas severo consigo mismo que con los demas, se im- ponia Jas mas duras privaciones, comiendo con suma par- simonia y durmiendo sobre una tarima; y aunque era na- turalmente muy inclinado al suefio, se pasaba estudiando la mayor parte de Jas noches. Sise le instaba para que to- mara algun descanso 4 fin de reponer sus fuerzas, contes— taba citando el ejemplo de su tio Santiago de Médicis, cé- ea’ P) RA PAR’ lebre capitan que no se acostaba nunca, dormia poco, y esto apénas sentado ; « g Por ventura, decia, no puede ha~ eer otro tanto un obispo, sobre todo cuando tiene que lu- char contra los enemigos de nuestra salvacion ?» _, Su paciencia para soportar el rigor de las estaciones era increible, Como se tratase de calentarle undia la cama, dijo con sonrisa-d Ja criada: «El mejor medio de no hallar e) lecho frio, es al acostarse uno mas frio que él.» En yano le exhortaban para que moderase sus grandes ansterida- des, pues respondia que la vida austera no podia ser no- civa d la salud, y que era monoster euidar del alma con -preferencia al cuerpo. Era tan Gulee 6 indulgente para con los demas, como 7 duro ysevero consigo mismo, siendo el primero en disuadir asus clérigos de los ejercicios-de mortificacion 4 que él se _ entregaba y que ellos no habrian podido soportar, Sus bienes de fortuna eran cuantiosos, pero su generosi- dad y su munificencia eran aun mayores, Sus abundantes limosnas aliyiaban todas las miserias y 8e anticipaban 4 _ Socorrer las necesidades. Nada reservaba para si. Los cole- gios, escuelas, seminarios, fuentes publicas, hospitales é iglesias que hizo construir, subsisten aun en Milan y en otras ciudades, y son monumentos de una munificencia tan - ilustrada cuanto caritativa. Hacia con frecuencia visitas pastorales & los diversos ¢cantones de su didcesis, algunos de los cuales son monta- tiosos y de diffcily acceso, padeciendo en sus excursiones muchos trabajos, porque no vacilaba en acudir 4 los sitios mas inaccesibles, sobre todo si habia de hallar en ellos al- gun desgraciado 4 quien amparar, algun oprimido 4 quien defender. Donde el camino lo permitia, iba 4 caballo, pero en los parajes montafiosos andaba muy 4 menudo 4 pis, apoyado en un hordon, con ramplones en los zapatos para no caer en los precipicios, A veces, para trepar por las ro- cas escarpadas, se agarraha de ellas con piés y manos, Ile- yandové cuestas una parte de su equipaje para aligerar la DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. Hé aqui un hecho que praeha la hondad desu alma y los peligros 4 que se exponia en sus visitas pastorales, Que- niendo un dia visitar indispensablemente unas miscrables chozas perdidas en las montafas, se separé de los suyos, _ fomé un guia y se encaminé solo con 61 4 la aldea. Para ~ Megara ella habia que atrayesar un lorrente, cuyas aguas habian crecido 4 causa de lag luyias y que bajaba impe- tuoso de la sierra : proptsole el guia echdrselo 4 cnestas, a lo que accedié el prelado, pero una vez 4 Ja mitad ae} torrente, el guia, fuese por torpeza 6 por cansancio, le dejd caer, y en voz de alargar el brazo para ayudarle, retroca- did, legs & la orilla y echd & correr, Aunque enredado Cérlos en su hdbito episcopal, luchd contra las aguas, muy altas en aquel sitio, logré salir del torrente, y llegé ompa- _ pado 4 una habitacion yecina. Inmediatamente hizo buscar al guia, y léjos de reconyenirle, le tranquilizd y le did una gratificacion. Hoy dia se muestra aun el paraje donde ta} accidente acaecid, 5 Combatiendo los desérdenes que reinaban en su dioce- 818, Necesariamente tenia, que grangearse enomistades ol buen prelado y proyocar resistencias, Hubo algunos frailes perversos que consideraron Ifcitos todos los medios para sustraerse 4 la reforma, y no retrocedieron ni ante el age= sinato. Uno de ellos, de nombre Paria, se aposté un dis 4 da entrada de la capilla del arzobispado, cuando estaba re- zando el cardenal, y le disparé un’ uzazo. Al sentirse herido Carlos, hizo esta exclamacion: « |Dios mio! | Grea- dor mio! te ofrezco el sacrificio de la vida que me has dado, y te rindo gracias si la pierdo en dofensa de Ja jus- ‘ficial » No habia recibido, sin embargo, mas que una _ fuerte contusion, pues la bala, aunque lanzada casi 4 que~ Ma-ropa, no penetrd en el cuerpo, y cuando lo desnudaron ~ 0 le hallaron sino una lave hinchazon, que mis bien que . una herida, era una muestra del riesgo que habia cor- vido, Toda la poblacion acudié en tropel al palacio del pre~ lado para manifestarle su profunda simpatia, y 4 la iglesia Wary PRIMERA PARTE. para dar gracias 4 Dios por haber librado 4 tan digno mi- nistro. El gobernador de Milan le ofrecié una i pero Carlos respondi¢ : «No, las oraciones que por mf se Tezan me protegen mas que un regimiento entero, » _ Farina expid su atentado, no obstante las ardiontes ing- tancias del prelado para que se le concedicse gracia, : No fué esta la tinica vez que se conspiré contra la vida de Carlos. Un pariente suyo fué 4 verle un dia y le ensené cartas de un obispo de una didcesis Vecina, en las que este prelado le avisaba que se habia urdido una trama contra la vida del cardenal; al oir esto, toma Carlos los papeles con _ _ no fingida indiferencia, y los arroja al fuego sin leerlos, di- ciendo en seguida 4 su pariente: «Os agradezco el aviso, pero no quiero saber log nombres de los que contra mf abrigan daiiadas intenciones: dentro de un momento yoy ‘4 ofrecer el santo sacrificio, y no quiero que durante é] »vengan d turbarme pensamientos de odio.» Cuando iba 4 Roma a la eleccion de papa, no cesaba de. repétir 4 sus colegas que los principes de la Iglesia debian distinguirse no ménos por sus virtudes que por sus digni- dades, y les decia : «Cada vez que contemplo este vestido encarnado, su color me recuerda que debo estar siempre proparado para derramar mi sangre por la gloria de Dios y en proyecho de mis hermanos. » — La terrible epidemia que afligié 4 la cindad de Milan _— presenté 4 Cérlos vast{simo Campo para ejercer su herdica caridad. Hallandose ausente cuando el mal aparecid, regresdé sin tardanza 4 la poblacion, de donde habian huido los ricos, Jos nobles y los magistrados. En balde algunas personas quisieron disuadirle: «No, les respondid, el buen pastor da la vida por sus ovejas. » a: El azote era tan terrible, era tan grande el terror, que nadie tenia valor para asistir 4 los enfermos, y la emigra- cion iba creciendo por momentos. Logré Carlos serenar algun tanto los 4nimos, contener Ja fuga de los habitantes " Yavivar el celo de los que podian socorrer & los enfermos ; Peste de Milan, dicté reglamentos, adopté acertadas medidas de policfa y sjercié él solo la autoridad en una ciudad quelos magistra- dos civiles y hasta los jefes militares habian abandonado. Legs el invierno y acrecenté los horrores de la situacion; era excesivo el frio y considerable el mimero de pobres que carecian de pan, de lumbre y deabrigo, La muche-_ dumbre se agolpé lorando al palacio arzobispal, 6 invocd 4 Carlos como su tinico amparo en aquella angustiosa situa- cion, Semejante espectdenlo conmovis profundamente el corazon de Carlos. Pero, ¢qué podia hacer el buen prelado? Habia vendido ya sus-muebles, su vajilla y repartido el _ producto entre los menesterosos. Repasd de nuevo lo que le quedaba en palacio, quité todas las colgaduras, alfom- bras, tapetes, sibanas, mantas, todo cuanto halld; distri- buyé lo que podia servir para hacer vestidos, y !legé hasta dar los suyos propios, no conservando sino el que Hevaba puesto, ‘ Durante los quince meses que duré esta epidemia, de la- cual murieron 18,000 personas en Milan y 8,000 on cl resto de la didcesis, no se entibié ni por un momento ol _ -celo de Girlos, quien permanecia dia y noche en medio de los pacientes, Serian menester muchos: voldimenes para re- ferir minuciosamente todos los actos de su inagotable ca- ridad, sin que sea dable decir si debe admirarse mas la perseverancia en sus sacrificios 6 esa multitud de amie que apénas es creible que un solo hombre haya podido var 4 cima, No contento con prodigar su vida en proyecho de sus ~ conciudadanos, procuraba alentarlos, implorando Ja mise~ ricordia celestial, con actos de piedad y penitencia. Yendo en una procesion pisé un grueso y agudo clavo que le tras- pas el pulgar y le hizo saltar la ufia, porque no miraba donde ponia los piés. Este doloroso accidente no le impi- dié continuar su camino, y 4 pesar de las preseripciones de los médicos no quiso guardar cama niun solo dia, Tanto era el afan que sentia de acudir 4 donde le llamabasu obli- gacion. ; DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS, _ WW Gesé por fin la plaga, y Cérlos comenzé de nuevo sus visitas pastorales, en una de Jas cuales cayé enfermo y fud preciso volver 4 Ilevarle 4 Milan, Intitilmente le rogaron que se cuidase, pues la dnica comodidad en que consintié _ para modificar su género de vida, fué la de poner un poco do paja en el tablado que le seryia de cama, _ Al sentir que se acercaba su fin, no pensé ya mas que en prepararse 4 morir como cristiano; recibid los ultimos Sacramentos con Ja mayor serenidad, y el 3 de noviembre entregd su alma 4 Dios pronunciando estas palabras : Ecce venio*. _ El pueblo, 4 quien tanto bien habia hecho, vid una ca- lamidad publica en su muerte, y veinte aiios despues el - sumo pontifice le colocd en el mimero de los escogidos de Dios que inyoca la Iglesia, La gratitud publica erigié 4 san CAérlos Borromeo una estitua en Ja villa de Arona, su cuna, situada en las mér- genes del lago Mayor. Desde all{ se extiende la vista sobre el hermoso lago y las deliciosas islas amadas Borromeas, que pertenecen aun 4 su familia, cuales son : la isola Ma- dre, formada de siete terraplenes, en el tiltimo de los cua- les s¢ alza un castillo, y que se elevan unos encima de otros, vestidos todos de aloes y naranjos; y la isola Bella, que presenta una vista magica con sus diez terraplenes que forman escalones y le dan la forma de una pirdmide enta- pizada de jardines,embalsamada por los perfumes del aza- — har, del jazmin y de otras flores tan raras como hermosas. _ La estdtua colosal del santo, colocada 4 la orilla del lago sobre una colina, parece sonreir ante ose hechicero aspecto de la naturaleza : tione veintidos metros de alto, y el pe- - destal quince; los piés, las manos y.la cabeza son de bronce; el resto se compone de laminas de cobre muy espesas; lo interior es una masa de piedra destinada’d darle solidez. Una escalera labrada por entre el ropaje permite subir hasta la cabeza del ecoloso, la que, agujereada en yarias 4 Héme aqui que vengo. 1 | PRIVERA PARTE. partes, facilita 4 algunos curiosos el ridfculo entreteni- _ miento de oir por los oidos de Ja estatua, respirar por sus -narices y ver por sus ojos. F : La actitud del santo es 4 un mismo tiempo noble y sen- illa. De pié, descubierta la cabeza, yestido de cardenal, tiene un libro abierto en la mano izquierda, y la derecha, tendida hécia el lago, parece que esta echando la bendicion 4 aquella tierra, donde no se borrard jamas el recuerdo de sus virtudes, Hil Cura de Aldea. Hay en cada aldea un hombre que sin familia propia pertenece 4 la familia de todos, 4 quien se llama como tes- tigo, consejero y agente en los actos mas solemnes de la sida civil; que recibe al hombre al salir del seno de su madre y no Je abandona mas que en el sepulcro; qué ben- dico su cuna, e! tilamo nupcial, su lecho de muerte y su. tumba; un hombre 4 quien los nifes se acostumbran 4 amar, 4 yenerar y dtemer, 4 quien los desconocidos mismos llaman padre y 4 cuyos piés van los cristianos 4 depositar ‘sus mas {ntimos secretos; un hombre que es el consvelo y alivio de todas las misorias, as{ del alma como del cuerpo. DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. | 18 e] mediador nato entre la riqueza y la indigencia; 4 cuya puerta van 4 llamar el rico y el pobre alternativamente; aquel para depositar en sus manos una limosna secreta, éste para recibirla sin avergonzarse; un hombre, en fin, que todo lo sabe, que tiene derecho de decirlo todo-y euya pa- labra cae desde lo alto sobre las inteligencias y los corazo- nes con la autoridad de una mision divina. Ese hombre es el cura. : Admirable es la mision del cura como moralista. El cristianismo es una filosof{fa divina escrita de dos modos : como historia, en la vida y muerte de Cristo; y como pre- cepto en la sublime doctrina que ha traido al mundo, El precepto y el ejemplo son dos palabras que se hallan uni- das en el Nuevo Testamento 6 Evangelio que el cura debe tener siempre en la mano, ante los ojos, grabado en el co- razon, Un buen sacerdote es un comentario vivo de ese di- vino libro. No hay verdad moral ni politica que no se en- cuentre en gérmen en un versieulo del Evangelio. La ensefianza del sacerdote debe ser como la de Cristo, — enacciones y palabras; su vida ha de ser, en cuanto la hu- mana flaqueza lo permite, la explicacion sensible de su doctrina, es decir, una palabra viva. La Iglesia le ha puesto alli mas bien como ejemplo que como oréculo, pues no hay fengua humanatan elocuente ni persuasiva como lavirtud. El cura es tambien administrador espiritual de los sa- cramentos de su iglesia y de los beneficios de la caridad ; esté-en posicion de conocer las culpas, el arrepentimiento, las miserias, las necesidades, las angustias de Ja humani- dad; su corazon debe rebosar de tolerancia, misericordia, mansedumbre, compuncion, caridad y perdon; su puerta ha de estar abierta & toda hora para el que vaya 4 desper- tarle, su lampara siempre encendida; para 61 no debe ha- ber estaciones, ni distancia, ni contagio, ni sol, ni nieve, gi se trata deir 4 absolver y bendeeir- al pecador moribunda: — Porque no debe haber ante él; como no hay ante Dios, ri¢os ni pobres, pequeiios ni grandes, sino hombres, esto es, hermanos en miserias y en esperanzas, Mt PRIMERA PARTE. _ Como hombre, el cura tiene que cumplir asimismo ai- _gunos deberes puramente humanos é indispensables para mantener la buena reputacion de su ministerio. Retirado 4 su humilde habitacion, 4 la‘sombra de su iglesia, rara vez debe salir de ella. No le est4 yedado tener una villa, un jardin, una huerta, 6 un pedazo de tierra, culti- varle con sus propias manos y crear animales domésticos "para su recreo éutilidad, como una vaca, por ejemplo, una cabra, unas aves, algun pajarillo, y sobre todo el perro, ese amigo del hogar doméstico, que no abandona nunca 4 los que e! mundo olvida y que necesitan que dlguien los ame. El buen parroco debe alejarse poco de este asilo del trabajo, del recozimiento 3 de la paz para mezclarse en las turbulentas reuniones del vencendario; solo on algunas solemnes ocasiones le es dado enlabiar la copa quo le ofrezca la suntuosa hospitalidad de los afortunados del six glo El resto de su vida ha de pasarlo en el altar, en me- dio de los nifios, 4 quienes ensefia 4 balbucear el cate- cismo, ese cédigo vulgar de la mas elevada filosofia; 6 bien entregado 4 serios estudios, rodeado de libros, que son la sociedad muerta del solitario. Por la tarde, cuando toma el sacristan Jas Haves de la iglesia, cuando se ha oido el to= que de oration en Ja aldea, puede yerse en ocasiones al buen parroco al pié de los manzanos de su vergel 6 por las sendas elevadas de la montafia, respirando con el broviario enla mano cl aire suaye de los campos, ora pardindose para Jeer un verso de Jas poesfas sagradas, ora mirando al cielo 6 al horizonte del valle, y volver luego 4 bajar con paso lento, sumido en la santa y dulce contemplacion de la na= turaleza y de su autor, Hé ahf su vida y sus placeres; sus cabellos encanecen, eleva ¢] cdliz con manos trémulas, su voz debilitada no colma ya el santuario con sus acentos, pero resuena aun en el corazon do su rebafio. Muere, y una losa sin nombre indica el puesto que ocupa en el comenterio junto 4 la puerta de stu iglesia. |Hé ahf una vida que se extinguid | 1H6é ah{f.un hombre olvidado para siempre! Empero, ese si a ‘DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. Be hambre ba tdo-& degeanuer 4. la eternidad, donde We amen - ya se habia anticipado 4 habitar, y ha hecho en Ja tierra le _ mejor que podia hacer; pues continud un dogma inmortal, sirvid de eslabon 4 un inmensa cadena de fe y de virtud y __ legé 4 las generaciones futuras una creencia, una ley, un Dios, (LAMARTINE.)_ Balmaseda. Entre los bienheenores de la humanidad ocupa un lugar muy distinguido el presh{tero D. Francisco Balmaseda, Nacié este santo varon en Santiago de Chile el dia 2 de oe- tubre de 1772. Despues de haber aprendido las primeras letras, hizo sus -estudios superiores en el colegio de. San Carlos, donde su -aplicacion, juicio i talento, le merecieron una corona lite- raria con que él no quiso adornar sus sienes. _Idven ya, resolvid entrar de lego en el convento de San Francisco, para que su madre distribuyese su patrimonio en obras de beneficencia, y fué necesario valerse de su con- ~fesor 4 fin de apartarle de este propdsito. Dominado siem- _ pre por el pensamiento de consagrarse al bien de la hu- manidad aflijida, abrazé mas tarde el estado eclesidstico y fué iniciado en e] presbiterado por el Ilmo. Sr. Maran. El hospital de mujeres de San Francisco de Borja le me- recié los mas solfcitos cuidados: cedié 4 61 todas gus ri- quezas, 6 hizo de capellan del mismo establecimiento. Por su mano servia el caldo 4 las enfermas, permaneciendo en- tretanto de pié con los brazos cruzados delante de sus ca- “mas. ‘Habiendo entregado un dia al tesorero del hospital unor muebles que le quedaban y hasta las cucharas de su mesa, para que remediase cierta necesidad, aquel caballero, Meno. “de admiracion, le dijo: « Pero, sefior don Francisco, esto 0s demasiado; » 4 lo cual contesté él con esta original pre- gunta: « Seflor tesorero, ;cuando toméd V. una esposa, le Teservé algode lo queposeia? Pues asimismo, yo tambien, PRIMERA PARTE. _ me he desposado espiritualmente con estas pobrecitas; dé jeme V. darles cuanto tengo. » _ En el desempesio de sus funciones sacerdotales era Bal- maseda sumamente puntual y severo. Todos los dias se le- vantaba al amanecer, rezaba sus oraciones y se dirijia 4 la catedral para decir misa; despues que la celebraba se iba 4 la sacristla y permanecia allf horas enteras confe- sando 4 los pobres y 4 los nifios. Cerca de catorce aiios vivid sin mas alimento que un poco de legumbres cocidas con agua y sal, Este santo sa~ cerdote, muy semejante en su ardiente caridad 4 san Vi- cente de Paul, murié el 2 de noviembre de 1842 4 la edad de setenta aiios. Hl negro piadoso. {Fin del siglo xvid y principios del x1x.) El ejemplo de un pobre negro, nacido en la esclavitud, va 4 demostrarnos cémo el deseo de apradar 4 Dios y de obedecer 4 Jas santas leyes del cristianismo puede hacer que la vida mas humilde y oscura, sea fecunda en buenas obras. ; Nacié el negro Eustaquio en 1763, en la isla de Santo Domingo, en una de las haciendas del seiior Belin, y se hizo notar desde muy nifio por su amor 4 la religion y por la practica de todas las virtudes que ella inspira. En breve se granged el aprecio de sus superioresy la consideracion de sus compaiieros, hasta el punte que cuando estallaron los primeros movimientos de la colonia’ tuvo Eustaquio bas- tante influjo para salvar 4 su amo y 4 muchos propietarios que estaban expuestos al degiiello general, Cuando los negros resolvieron la ruina de los blancos, jurando matarlos 4 todos, fueron & buscar 4 Eustaquio y le ~descubricron el secreto de Ja conspiracion creyendo que hablaban con un cémplice. Mas Eustaquio era ante todo {. Los negros y los mulatos de las franceses en 1792, y Franoia per- Santo-Domingo ae renelaren contra did onténces esta rica’ colonia, DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. 17 te hombre de bien que no podia concebir la idea del asesinato ton Ja de Ja libertad; y asf al encontrarse entre sus compa- _ Heros armados de teas incondiarias y puiiales y ver inmi- - nente el asesinato de los colonos, no titubed un instante, Ni el-encono de los negros contra Jos blancos, ni Ja comunidad __ de intereses, ni los lazos de la amistad le arredraron en su resolucion. Acudié donde Je lamaban sus sentimientos teligiosos, donde habia deberes que llenar, y nunca donde se ensafiaba la yenganza. Con su activa abnega - cion salvé muchisimas vietimas de la suerte que las aguar- iba; amparé sobre todo 4 su buen amo eseudandole 4 cada instante, en cambio de la proteccion que le habia disponsado durante mas de veinte aiios : aytidole en medio. de inauditos peligros 4 guarecerse en un buque ameri- cand, adonde hizo llevar al mismo tiempo una considerable cantidad de azticar para preservar al sefior Belin de la mi- seria, y embarcdse con él sin mas pretension que la de servirle modestamente como hasta enténces. Tuvo, en fin, la indecible felicidad de poner fuera de peligro 4 mas de cuatrocientos colonos. ; Pero, {qué desesperacion} Tl buque americano se ye atacado y apresado por un corsario inglés. ; Dios mio! ; EI senior Belin y sus amigos no se han salvado de Ia muerte simo para verse reducidos 4 la eselavitnd? No; Eustaqnio va 4 librarles de ella como les libré de la muerte, Mién- tras que los vencedores se entregan, sin recelo, al placer de un bullicioso banquete, el astuto Eustaquio les divicrte con sus juegos, y aprovechando Ja Seguridad en que se Crean, escoge un momento favorable, se arroja sobre cllos yayudado por los demas cautivos, prevenidosde antemano, les carga de cadenas y todos hacen rambo para Baltimore, adonde llegan con toda felicidad. Asf salvé Eustaquio dos yeces 4 su amo, - Este hombre, nacido entre esclavos y digno de figurar en la primera linea de los ciudadanos libres, no se limité 4 dar pruebas de su valor en los momentos del peligro, pues hallé aun medios de ejereer su virtud, siempre activa, en MORAL PRACTICA, a PRIMERA PARTE. _ tempos honancibles, adoptando todas las formas posibles para satisfacer la infatigable necesidad de heroismo que devora el corazon de este noble hijo de la América fran- _ esa, Asf, no contento con haber salyado 4 sus protegidos, _ trata de mantenerlos y consagra su tiempo, sus afanes y el . producto de su trabajo 4 auxiliarles. Por donde quiera que pasa les reparte socorros, consuelos y todo cuanto su hon- dad puede dar de sf. Hay gente que no yive mas que “para sofiar males, pero él no existe sino para meditar el bien, Cuando se creyé que se iba restableciendo el érden en Ja colonia, se apresuraron 4 regresar alld el sefior Belin, Eus- taquio y demas desterrados; pero no bien hubieron des- - embarcado, cuando supieron Ja funesta noticia de que 20,000 insurgentes habian establecido su campo en las al- turas cercanas 4 la ciudad. Esta ciudad era el Fuerte-Delfin, ecupado enténces por los espatioles, 4 quienes el sefior Belin y sus compaiieros pidieron, en yano, armas para de- fenderse y que por no habérselas dado fueron degollados por los negros que habian salido en tumulto de sus trin- cheras. El sefior Belin trata de huir, pero perseguido de cerca por una cuadrilla de enemigos, hasta la orilla del mar, iba 4 precipitarse en é1, cuando descubre un cuerpo de guardia espaiol, 4 cuyo comandante se dirige gritando : « jSalvadme! » Acuden algunos soldados, le arrancan de entre los asesinos, le meten en el cuerpo de guardia y le visten con uno de sus uniformes : 4 la vista de este traje se detienen los negros, huyen, y el sefior Belin se salva poi segunda vez de una muerte casi segura. ; : ¢Qué hacia entretanto su amigo? Separado de 1 por la muchedumbre, y despues de haberle buscado largo tiempo, el pobre Hustaquio se encomienda 4 Dios y se esfuerza por salvar 4 lo ménos del pillaje los restos de la fortuna de su amo. Habil en sus proyectos, se dirige 4 la misma mujer del candillo de los negros para preservar lo que pertenccie al senior Belin; va dla tienda de campaiia, donde esa mujer yacia enferma en su lecho, la cuenta lo que acaba de suce~ der, la interesa en su suerte y la suplica que le ayudea - sustraer 4 la rapifia de los vencedores, unos baules llenos — de objetos preciosos que eran propiedad del sefior Belin. ~ Acvedié la negra 4 ello y Hustaquio escondié enténces de- bajo de su cama, la tiltima riqueza de su amo; corre luego * al teatro de la carnicerfa y busca entre los caddveres el del sefior Belin, que afortunadamente nohalla; se informa de la — suerte de éste y le dicen que ha logrado escaparse. Vuelye 4 Ja tienda 4 buscar su depdésito, carga con él y 4 fuerzade — precauciones y de astucia, logra embarcarse por segunda yezen un buque que va al muelle de San Nicolas, donde se ha refugiado el seiior Belin. Llega alld en efecto Eus- taquio precedido por la fama de su buena accion, y es re- cibido como el héroe de las colonias. ; Desde enténces se hallaron ya fuera de peligro. A los — rasgos de un sublime heroismo, iban 4 suceder las pruebas del carifio mas ingenioso. Vivian 4mbos en un tranquilo retiro, pero el sefior Belin, que era ya viejo, se quejaba de la debilidad de su vista que no le permitia leer. Eustaquio se-desconsolaba de no poder hacer mas llevaderas las ho- ras del anciano con la lectura de los diarios. ; Qué pesar — para él y para su amo! Este se reconviene 4 sf mismo por no haberle dado, en la infancia, los primeros elementos de instruccion ; pero este pesar no duraré mucho, y Eustaquio aleanza al don que deseaba, Busca un maestro, y gracias al supremo esfuerzo de su firme voluntad, mas bien que & las lecciones que recibe, Eustaquio se presenta un dia al ‘anciano medio-ciego, con un libro en la mano, y le prueba con el mas tierno ejemplo, que si nada parece facil 4 la ignorancia, tampoco hay nada imposible para Ja abnega- _ clon. Poco despues perdié Eustaquio aquel 4 quien habia consagrado su vida, y recibié en su nombre consi derables legados, entre otros uno de doce mil francos. Pero la mano que recibia estos tesoros era muy generosa _ para que los guardase. Hustaquio los consideraba como un depésito que le confiaba la Providencia para aliviar 4 los desgraciados; as{es que pronto se agotaron estas riguezas, ; _ PRIMERA PARTE. > los de las colonias eran infinitos y no habia mas Hustaquio, . Jesataba cada dia Tos cordones de esa bolsa que provenia la liberalidad de su amo, prodigando 4 cuantos implo- -viveres. Si habia soldados cuyas pagas estaban atrasadas,, Staquio satisfacia la deuda del gobierno; si una familia carecia de pan, Hustaquio estaha all{ para remediar sus ecesidades, En fin, Bustaquio did todo cuanto tenia y solo queda hoy dia el recuerdo de sus buenas obras. Esto le ta; nadie le oird quejarse, antes bien, dard gracias al elo, porque si bien no posee ya nada, los demas 4 lo nos tienen algo. eae Hace ya algunos aiios que Eustaquio vive en Paris, donde 3@ el oficio de cocinero y repostero. Con su modesto sa- fario halla todavia ocasion de ser alli generoso y hasta pré- ‘0, pasando su vida en hacer lo que ha hecho siempre, © @8, dichosos. No hay dia perdido para esta existencia consagrada al bien, pues 4 cada instante se deseubren nue- as de su inagotable generosidad, ouyo ejercicio tan grato, Ora costea los gastos de nodriza de nifios Pobres, 6 onvia 4 otros 4 Ja escuela; ora compra herra- mientas para Operarios necesitados que no pueden propor- cionarse estos instrumentos indispensables del trabajo. Varios parientes de su amo obtienen de 6] sumas de al- §una importancia, que no le devolverdn jamas y que él por su parte no reclamara nunca, _ Tai es Eustaquio, hombre que honra 4 la humanidad, y que rechaza cualquier elogio que se le haga. contestando con su acostumbrada sencillez: « Yo no hago esto por los hombres, sino por el Maestro que esté alld arriba.» —_— § I. CULTO INTERNO Y EXTERNO. No basta conocer & Dios; es menester que probemos Te cono- _ ecmos, con demostraciones sensibles, y att de me ie unn: Taban su generosidad, ropa blanca, vestides, muebles y —- DEBERES DEL HOMBRE SARA CON pros. 7 i 7 Guno de nuestros hermanos tenga la desgracia de ignora su existen- — Gia: estas demostraciones sensibles del culto, es lo que se Hama « las Ceremonias de la religion, » El género humano no puede reconocer y amar 4 su criador sin de- mostrar que le ama, sin querer hacerle amar, sin manifestar este amor con una magnificencia digna de aquel que ama venera, sin excitar al amor por signos de] amor mismo. ( atta La divinidad, que no tiene ninguna necesidad de nuestros homena- jes, nos manda, sin embargo, que la honremos, porque no pode~ mos co 4 olla con ¢] pensamiento, sin volyernos mas pu= La oracion es la itation del alma, y quien ho reza no respira. (Jose pe Martrae) zs ‘El que teme y ama 4 Dios, piactica la religion, Y quien practica la religion honra 4 sus ministros. (B.) La oracion, Preguntaba un hombre 4 San Macario cémo debia re- zar: «Hermano, le respondié el santo, no hay necesidad de emplear muchas palabras; basta levantar las manos ab “y cielo y decir: «;Oh Dios mio! h4gase tu voluntad!» Guan= do os veais atormentados por alguna violenta tentacion, exclamad desde lo {ntimo de ynestro corazon: « jPadre «mio, socorredme! » pues Dios sabe lo que necesitais, » Ya que tan ficil es el rezar, geémo es que hay tantos hombres que descuidan una prdctica tan saludable y tan “santa? _ . Recordaremos con este motive las inocentes palabras de un niflo discfpulo de una escuela de primeras letras, Este nijio, que tenia un padre que nunca se habia ocu- . pado de prdcticas religiosas, Je dijo una vez: «Padre, éporqué no reza usted nunca por mi, como los padres de mis compaiieros rezan por sus hijos! Esto seria un bien para mi. a — iHijo! contest el padre, nada tiene de extraiio. gue no rece por tf, porque ne he rezado nunca por mf mismo. _ Pues bien, padre, yo rezaré por usted y por mi, y mis oraciones serdn un bien para 4mbos. » i 2 PRIMERA PARTE. ‘Conmovido el padre por las palabras de su hijo, hizo oracion con él, y desde entdnces reinaron en su casa la paz y la felicidad, En Ja oracion es donde principalmente se hallan fuerzas “contra los malos pensamientos, y con ella se triunfa de las Talas costumbres, Gracias 4tan saludable Socorro, pudo sustraerse al vieio, hace algunos afios, un vecino de una ciudad de Francia. _ Este hombre, entregado al vicio degradante de la em- “briaguez, hacia mas de cuarenta aiios que deploraba esta desgracia. Todas las mafianas se indignaba de su debilidad, ‘yjuraba 4su mujer y 4 sus hijos que obsoryaria en adelante las leyes de la templanza; pero por la noche regresaha siempre con paso vacilante 4 su casa, donde reinaba en otro tiempo Ja abundancia, y no habia enténces mas que Mmiseria 4 causa del desgraciado vicio de la bebida, Un dia fué 4 visitarle el venerable cura de su pueblo, moyido por su celo caritativo: «j Hijo! le dice, miéntras ‘permaneceis asf cautivo bajo el yugo de un vicio invete- ‘Tado, olvidais que se acerca la muerte, y que despues de _~ élla viene el juicio final. —No, padre, nolo olvido, pero soy un miserable ar- rastrado por la fatalidad, Cada dia lucho, quiero y espero -vencer, y acaho por ser vencido. Esta inveterada costum- bre es superior 4 mis fuerzas... ; Ah! bien veo que solo la Muerte podré curarme de ella... » _ Y miéntras hablaba asf, se tapaba este desgraciado la cara con las manos para ocullar las lagrimas. El venerable ministro: de la religion, vivamente conmo “vido, le respondia con dulzura: _ —«jLuchais y padeceis!... Esté bien: esas luchas en “que sois vencido, prueban que sois capaz de una buena resolucion, y que teneis aun energfa. Pero, gno habeis scaso participado de un error que es Muy comun? {No ha- heis ereido que el hombre puede librarse del mal con sola su fuerza y sin auxilio de Dios, es decir, salvarse sin el Salvador?» ; DEBERES DEL HOMERE PARA CON DIOS. 23 El anciano se quedé cortado, mirando al venerable sa- terdote, y como preguntindole qué queria decir. — «Voy 4 expliciroslo, dijo el santo varon con suma dulzura y comprendiendo su mirada, ¢Habeis recurrido al Espiritu Santo, tinico que puede infundir fuerza 6 inteli- fencia? ¢ Orais alguna vez? — iAy! contesté el anciano, no me atrevo 4 rezar; co- nozco que soy indigno de la oracion. En vano he inten- tado rezar: despues de haber balbuceado entre dientes al= gunas palabras, me paraba; la vergiienza ahogaba Jas palabras en mi boca y me figuraba oir una voz misteriosa que decia: «; Calla, miserable! ;Mereces acaso que Dios te oiga? » ‘ — Comprendo que estafs envuelto en un efreulo de que no podeis salir. No orais, porque os sent{s vicioso ; y no podeis libraros de vuestro vicio porque no rezais. Ya es Hempo de acabar, El jardin del presbiterio necesita algu- nas jornadas de trabajo; tomad yuestra azada y seguidme. Desde hoy empezareis 4 trabajar, comereis en el presbite- ‘mio, y al terminar vuestro jornal, vendreis 4 la iglesia 4 rezar las oraciones conmigo y con vuestra familia. Rezareis ¥ Nosotros rogaremos por vos, y cuando hayais contraido la costumbre de orar, hallareis en este piadoso ejercicio el valor y fuerza que necesitais. » El anciano, abriendo su alma 4 la esperanza, se fud al presbiterio con el digno sacerdote. Llegd la noche, ord y hallé en este ejercicio una infinita dulzura: le parecia que su alma, elevdndose al cielo’en alas de la oracion, se des- prendia insensiblemente de los horribles lazos del vicio. Desde aquel dia no dejé ya salir la aurora ni ponerse el sol, sin invocar, por medio de una ferviente oracion, 4 Aquel que es Ja fuente de todos los buenos pensamiontos, Era ya otro hombre, y aunque volvié 4 caer en la tentacion wna que otra vez, se afianzaron insensiblemente sus pasos en la senda del bien; recobré la tranquilidad de conciencia, la paz doméstica y la consideracion pliblica. Este hombro, convertido en un ejemplo de buena condueta, 2 = Ron PRIMERA PARTE. y su familia, éntes tan desgraciada y ahora tan feliz, no _ dejan pasar un solo dia sin dar gracias 4 Dios y sin bende- cir 4 su dignisimo ministro. Conflanga en Ia divina Providencia. La divina Providencia arregla y vigila la vida humana, Un antor contempordneo nos lo da & comprender con la si- Buiente alegorfa: a “ _« Un hombre se extravfa durante Ja noche. Al resplan- dor de un cielo estrellado, vislumbra un‘palacio, entra en ély se halla rodeado de numerosos criados que le salen presurosos al encuentro, y cada cual Je dice en su rua— Je, que todos tienen érden de proveer 4 sus necesidades- _ algunos, sin embargo, callan, sin dejar por eso de eumplir _ on su obligacion.. Reina mucho movimiento en torno suyo; se alumbran resplandecientes arafias, se calientan las habitaciones, le dan vestidos forrados on invierno, y reftescos y frutas en verano, Sus mas mfnimos deseos se convierten en ocasiones para colmarle de beneficios, Un magnifico reloj, visible en todos los aposentos, da las horas y la setial de los quehaceres, que no son mas que la conti- nuacion de los placeres, Eu cuanto siente el viajero la dulee invasion del Suetio, una espesa cortina se corre ante sus ojos, y se manda guardar el mas profundo silencio alrededor de su lecho. Al despertarse se reproducen con ahinco las atenciones con que se le obsequia, pero el duefio del palacio no se pre- Senta. Bl viajero se aleja y tiene que proseguir su camino _ sin haberle visto personalmente ; pero asombrado por el 6rden, el acuerdo, la dignidad, prontitud y exactitud del - Servicio, lleva consigo la idea de la presencia del amo. Se guardard bien de decir, en su vida, que ha residido en un castillo abandonado, donde la llegada de un huésped hu- biera sido un accidente imprevisto y en donde nada estaba proparado para recibirle; se guardard mas todavia de supo- Rer quo el duefio del castillo es un ente maléfico, por el BE “DEERES DEL HONBRE PARA CON DIOS. 95 ~ hecho de haberse presentado en él otros viajeros que, en vez de disfrutar pacfficamente de las dulzuras de aquel asilo, han armado una contienda entre sf. No le sorprenderé que de esta falta de concordia ha- es yan resultado varios accidentes, tales como el hambre y la angustia de cierto nimero de comensales que, por la avi- dez y el egoismo de unos pocos, se han visto en parte privados de los beneficios de la hospitalidad ofrecida 4 to- dos; pues ha notado que las alacenas, los lechos de des- ¢anso y los guarda-ropas estaban copiosamente provistos "para satisfacer todas las necesidades, Sin embargo, el momentanco desérden que ha presen- tiado, excita las reflexiones del viajero, Hxtrafia que el principe hospitalario que ha albergado 4 tantos desconoci- dos, 4 quienes nada debia, no haya interyenido en sus contiendas, para impedir los despojos y violencias, A sus gj08, estos abusos de la fuerza lastiman asf las lever de la Justicia como la dignidad del amo del palacio; y natural- mente, se presentan 4 su imaginacion algunos honrados compaiieros de viaje, dignos del mayor interes por su ca- récter bondadoso y que, aunque con derecho 4 mejor suerte, han sido indignamente despojados y ultrajados, El viajero prosigue su camino en medio de los triste pensamientos que estos recuerdos despiertan. De repente ve 4 un anciano que le saluda, y acercdndose 4 él, le dice: « 4 Creeis que todo eso que haheis visto va 4 quedar asi? El principe lo ha oido y presenciado todo, y cada cual sera -tratado como merezcan sus obras. No sabeis que en yir- dud de un poder cuyo origen se pierde en las edades mas remotas, obliga 4 los viajeros que atraviesan el bosque 4 permanecer mas 6 ménos tiempo en el castillo, para poder adquirir de este modo un conocimiento perfecto de sus buenas cualidades? Tndulgente con las faltas, pero sévero con respecto 4 toda costumbre culpable, va 4 esperarles & una quinta vecina de la que acabamos de salir, donde el mismo poder les obligaré 4 entrar. Allf es donde se reserva Ia facultad da premiar 6 castigar; alli os donde todos tri . PRIMERA PARTE. butardén un homenage forzoso 4 las santas leyes de la jus- © ticia. » é Estas palabras fueron un rayo de luz para la razon del _ viajero. Todo se explica, todo se rovela 4 sus ojos. Bendice Ja sabidurfa del soberano de quien ha recibido los benefi- ios de la hospitalidad, é igualmente consolado de lo pa- sado que tranquilizado acerca del porvenir, se adelanta hacia el término de su viaje. Ya vislumbra sin temor el pe- ristilo del segundo palacie, cuya arquitectura, de un estilo algo austero, se contornea én una lontananza vaporosa. Colocada bajo la mano de un amo que le debe proteccion « . y justicia, se dormird con confianza en todas partes. Le han visto y esto basta. : (Kerarry.) Respeto a la religion y 4 sus ministros. Rodolfo de Habsburgo, el mismo que fué despues em- perador, iba un dia de caza por la selva, montado en un soberbio alazan, seguido de su escudero, que Ilevaba sus. --avagayas. Al llegar 4 una pradera, oye el toque de una campanilla, vuelve la cabeza y ve 4 un anciano sacerdote que, precedido de otro clérigo, llevaba en sus manos la hostia consagrada. Rodalfa se descubre con el mayor - Tespeto. Por la pradera corria un torrente que, aumentado por Jas Iluvias, detenia los pasos de los viajeros. El sacer- dote se descalza al punto para atravesar el agua helada de] torrente: «{Qué vais 4 hacer?» grita Rodolfo diri- - giéndose 4 él. — Voy corriendo 4 ver 4 un moribundo que aguarda Ilorando este pasto celestial; el puente por donde se pasaba este rio ha sido aireebatad’ por la corriente, mas no por eso se ha de privar 4 un moribundo de la salyacion de su alma ;_voy 4 pasar el rio descalzo. » Rodolfo no quiere ni puede consentir que aquel venora- ble anciano se exponga de este modo, y apedndose de su DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. caballo, pone la brida en manos del sacerdote. Bl santo yaron pudo cumphir as{ con un deber sagrado, y llevar al desconsolado moribundo el pasto espiritual que tanto ansiaba, El futuro emperador de Alemania regresé 4 su palacio ‘muy satisfecho de haber renunciado al placer de la caza “por un acto tan piadoso como humanitario, § Wl. MUERTE CRISTIANA. ‘Trata de vivir de tal modo, que si te sorprende la muerte, te halle siempre prevenido. (Imttacion de J. C.) ‘El que desempefia bien sus obligaciones, se prepara cada dia 4 la muerte y puede yerla sin terror. La hora lle el tiempo ha cesado para el justo va 6 pedird Dios su eaentns er hijo que estaba ‘ee So Jado de su padre. (Curso de moral.) Nada turba sus iltimos momentos; es como la tarde de un hermose , dia, (La FonTaine.) “Bl homicidio de s{ mismo, que se llama suicidio, es un crimen tanto mayor, cuanto implica la impenitencia final. (Teologfa cristiana.) Un soldado no puede, sin cubrirse de verghenza y sin cometer un _ erimen, abandonar el puesto donde le han colocado sus jefes. 3 Crées ta, por ventura, que tienes derecho para abandonar, sin érden de Dios, el puesto de la vida que Dios te ha confiado? (Moralistas anti- guos.) - Cuadro de la muerte del justo. - Venid Aver el espectéculo mas hermoso que pueda presen- tar Ja tierra; venid 4 ver morir al fiel. Un sacerdote lecon- suela, sentado 4 la cabecera de su cama; este santo varon habla con el moribundo sobre la inmortalidad del alma, y la escena sublime que toda la antigtiedad no presencid mas que una sola yez, en el primero de sus filésofos mo- ribundos *, se renueva ahora cada dia en el humilde lecho de] ltimo de los cristianos que expira. . Llega el momento supremo. Un sacramento ha abierto 1, Alusion 4 la muerte de Sécrates, célebre fildsofo atenlense. “28 - PRIMERA PAnTE, a 4 este justo las puertas del mundo, y un sacramento va 4 cerrarselas, La religion le mecié en Ia cuna de la vida, y sus hermosos cantos y la mano maternal le adormeceran - ahora en la cuna de Ja muerte, : Ella prepara el hautismo de este Segundo nacimiento, pero no es el agua lo que escoge ahora, sino el aceite, em- _ blema de la incorruptibilidad celeste, El sacramento li- bertador rompe casi todos los lazos del fiel; su alma, me- dio desprendida del cuerpo, se muestra casi visiblemente en su semblante. Ya oye los conciertos de los serafines, ya esté préximo 4 dirigir sun vuelo hacia las regio~ nes donde Je lama esa esperanza diyina, hija de la vir- _jor vida este cristiano! (GuaTEauBRIAND.) tud y de la muerte. Sin embargo, el angel de paz, des- eendiendo sobre este justo, toca con su cotro de oro sus = “amortiguados ojos y los cierra deliciosamento 4 la luz. Muere, y no se ha oido su tltimo suspiro; muere, y mu- cho tiempo despues que ya no existe, su8 amigos yacen _ Silenciosos alrededor de su cama, pues creen que esta dur- miendo atin. ; Tal es la dulzura con que ha pasado 4 me- Los martires del Cristianismo, La piedad de los primeros cristianos era tan pura y-tan ferviente, que nunca nos cansamos de admirarla. Gracias alinflujo de sus ejemplos y tambien al de su doctrina, las tinjeblas de la idolatria se disiparon en ménos de tres si- glos, y el culto del verdadero Dios serestablecié en todo el universo. : Suscitdéronse numerosas persecuctones contra Ja Iglesia naciente, y los fieles no opusieron é Ja tiranfa mas armas que Ja paciencia y la constancia; ol exceso de la injusticia no les incité jamas 4 Ja rebelion, pero tampoco pudieron entibiar su fe los suplicios mas crueles. ‘ No puede calcularse ol ntimero de aquellos héroes que, desafiando unos tormentos, cuya sola idea hace extreme. _ Ger, recibieron con santo regocijo la corona del martirio, B ‘DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. 29 El primero de los mértires. fué el apéstol san Estéhan, quien llevaron arrastrando hasta fuera de Jerusalen, para matarle 4 pedradas*, Las tinicas palabras que pronuncié fueron para rogar 4 Dias que perdonase 4 sus verdugos. j Dios mio! dijo, no les imputeis este pecado! » Algunos aiios despues’ el apdstol Santiago fué delatado como cristiano y condenado 4 morir bajo Ja cuchilla, Al ir al suplicio, leno de valor y de esperanza, le detuvo un instante un hombre, que, echéndose Asus piés y anegado en lagrimas, le suplicé que le perdonase: este hombre era su “delator. El apdésiol le-hace levantar, le abraza y le dice: _ © Sf, yo te perdono, pues tu arrepentimiento borra tu cul- pa. j Bendito seas! ;Dignese Aquel con quien yoy 4 reu- nirme en el cielo iluminarte con su luz! » ‘Tales eran los sentimientos de que estaban animados todos aquellos generosos defensores de la fe, que durante Z _ tres siglos sellaron con su sangre la verdad del Evangelio. - ; = - jAmor inmenso 4 Dios! | Caridad inagotable para todos ~ Jos hombres! . = _ Entre el sinmimero de ejemplos, 4 cual mas intere- sante, citaremos solo los de san Areadio, santa Perpe- » tua y santa Justina, : Durante una violenta persecucion contra los cristianos, * abandond Arcadio su casa y fué 4 ocultarse en una pro- a5 funda soledad, donde servia 4 Dios on el silencio. Sus ; ‘persegui entraron en su casa y hallaron 4 une de sus i 08, que era al propio tiempo un pariente cercano suyo, 4 quien prendieron y sepultaron en una cdrcel, declaran- ' dole que no saldria de allf hasta que descubriese el lugar -donde'se habia ocultado Arcadio. Sabedor éste de tal acontecimiento, salié al momento de su retire y fué 4 pre- " sentarse al gabernador. «Si es por mf, le dijo, por quien teneis preso 4 mi pariente, vengo 4 entregarme para que le soltcis y dispongais de mi suerte. » ‘El gobernador hizo poner en libertad al prisionero, y se L. Aflo 33. 2. Allo 44. 2 PRIMERA PARTE. vali de toda clase de medios para que Arcadio se deci- ciese 4 sacrificar 4 los idolos; pero habiendo rechazade - él das seducciones y amenazas, sufrié por fin el martirio de Ja fe cristiana y de la amistad. Martino de santa Justina, Satta Perpetua ha deserito, por sf misma, la persecucion que padecid hasta la vispera de su muerte. En esta rela- cion tan tierna como sencilla, nos refiere que recibié el bautismo 4 escordidas de su padre, el cual hizo los mayo- res esfuerzos para disuadirla de las verdades que él igno- raba. La santa tenia enténces un nifio, que alimentaba con su seno, y hé aquf como nos refiere lo que pasd: « A los pocos dias do haber recibido el bautismo, nos DEBERES DEL HOMBRE PARA CON. DIOS. pusieron en la carcel, Asustéme, al principio, porque no habia visto nunca tantas tinieblas, y padecia aun mas por “mi hijo que por mf; pero fortalecime pronto, y la carcel volviése un palacio para mi, porque me consideraba feliz — al padecer por la fe. Propagdse pronto la voz de que fha- mos 4 ser juzgados : mi padre vino 4 verme, y con el co- razon traspasado de dolor, me dijo: « ; Hija mia ! compa- décete de mis canas, ten piedad de tu pobre padre. » Me hallaba yo misma penetrada del dolor que agobiaba 4 mi padre, y lloraba con él, pero Dios me daba fuerza. Traté de consolarle, diciéndole : « ; Padre ! venga lo que Dios quiera, y estad persuadido que no estamos bajo nuestro dominio, sino en poder suyo. » Quitéme enténces 4 mi hijoy se lo llevé, Al siguiente dia yinieron por nosotros para juzgarnos, y luego nos llevaron & la plaza ptiblica, donde acudié en tropel la muchedumbre, por haberse divul- gado por los barrios vecinos la noticia de nuestro suplicio. « Se empezd por interrogar 4 otros, y declararon todos que perseveraban en la fe: llegé mi turno y se me pre- sentd instantdéneamente mi padre, Ilevando en brazos 4 mi hij6, y suplicéndome que tuviese piedad de aquella ino- cente criatura, Esta escena me traspasd el corazon. Acer- edse luego 4 mf el juez, y me dijo: « ; Respetad la vejez de vuestro padre ! ; Compadeceos de la infancia de vuestro hijo! ; Haced sacrificio 4 los dioses! —No, respond{ yo con resolucion ; soy cristiana. » Mandé euténees el juez que me sacasen de alli, y queriendo oponerse mi padre, recibfo un yarazo, cuyo golpe me llegé al alma, como si lo hubiese re- cibido yo; lloré amargamente al ver que por mf maltrataban de este modo 4 mi anciano padre. Pocos momentos despues senos dicté la sentencia que nos condenaba 4 ser arroja- dos 4 Jas fieras, y volyimos 4 la carcel alabando al Sefior !» Santa Perpetua termina su narracion en los términos si- - guientes : « Hé ahf lo que hice hasta la vispera del espec= tdeulot. Otro escribird, si quiere, lo que sucedié despues.» 1. La ejecucion de 1a sentencia, 31 & PRIMERA PARTE. : 1 Qué valor brilla en esta relacion ! iQué angelical dul- aura, y qué herdica tranquilidad| . Hf Muerte de San Luis. Luis IX! fué 4 sitiar 4 Tinez. En aquel enténces invadidé el contagio 4 su gjército, extenuado ya por continuos com- bates y deyorado por el sol de Africa, Se esperaba 4 Carlos de Anjou, hermano del rey, con tropas y viveres, pero éste no Ilegaha, : ‘Hl rey habia visto ya expirar en sus brazos & uno de sus hijos, y 61 mismo, acometido del contagio, sintié desde el primer momento que el golpe era mortal, Sin em f procuraba disimular,el mal y ocultar el dolor que le ago- biaba por la pérdida de su hijo, yendo con la muerte gra= bada on la frente, 4 visitar los hospitales, 4 velar por la seguridad del campo, y 4 presentar al enemigo un sem- blante intrépido y sereno, Vefasele tambien 4 veces sen- tado delante de su tienda, hacer justicia 4 sus stibditos, como solia hacerlo bajo la encina de Vincennes 2. Felipe*, primogénito y sucesor de Luis, no se se ’ _ fi un momento de su padre, viéndole préximo 4 bajar al sepulero, El rey se vid, por ultimo, obligado 4 no salir de. su tienda, y no pudiendo entdnces ser ya util 4 sus pue- blos por sf mismo, procuré 4 lo ménos asegurarles la di- : cha futura, haciendo 4 Felipe tiernas recomendaciones que ha conservado la historia ¥ que son los mejores consejos que _ puedan darse 4 los gobernantes de los pueblos. Escribig. esta instruccion en su lecho de muerte y un antiguo autor _ ha visto un manuscrito que, segun las apariencias, es, eb - original ; la letra. era grande, pero, alterada. y anunciaba Ja debilidad de la mano que habia trazado la expresion de un alma tan fuerte, is es Ba Luis, rey ge Fran- Paris. x ma, reyes ¥ cristianos, 3. de Francia desde 1270 hasta 2. San Luis solia heer justicia por a eae el nombre de Felipe el si mismo. sentado bajo una encina en atrevido 6 Felipe Ii, @l bosque de Vincennes, cerca de é MORAL PRACTICA PRIMERA PARTE. Como la enfermedad iba agravandose, Luis pidid la ex- trema-uncion, respondiendo 4 las oraciones de los agoni- zantes con voz tan firme como si hubiese dado drdenes en un campo de batalla, Arrodillése 4 los piés de su cama para recibir el santo vidtico y hubo que sostenerle de los brazos, para que pudiese recibir esta Ultima comu- nion. Desde aquel momento puso término 4 los pen- Samientos mundanos y se consideré como exento de toda obligacion con sus pueblos. ;¥ qué monarca desem- petié jamas sus deberes mejor que él? El ‘tines por la manana, 25 de agosto, sintiendo que se acercaba su hora, mandé que le pusiesen en un lecho de cenizas, donde per- manecié tendido con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos levantados al cielo, 4 El campo de los franceses ofrecia la imfgen del mas acerbo dolor: no se oia el mas minimo rumor y los sol- dados moribundos salian de los hospitales, reanimd4ndose para poder acercase 4 su rey agonizante. En fin, 4 las tres de la tarde, poco mas 6 ménos, exhald el rey un gran sus- piro y pronuncié distintamente estas palabras : « Sefior, entraré en vuestra mansion y os adoraré en yuestro santo templo; » y al decir esto, elevése en efecto su alma hacia el santo templo que era digna de habitar. : En aquel mismo instante se oyen resonar las trompetas de las tropas de Sicilia y aborda la flota lena de alegria y de intitiles socorros, Extraiia Carlos de Anjou que nadie responda 4 sus sefiales, y empieza 4 recelar que haya suce- dido una desgracia, Desembarea y ve 4 los centinelas con fa lanza 4 la funerala, patenlizando ménos su dolor con esta demostracion de luto militar, que con el abatimiento pintado en su semblante. Vuela 4 la tienda de su hermano y balla su cadaver tendido en la ‘ceniza, Arrdjase 4 aque- lias sagradas reliquias, las riegas con sus lagrimas, besa con respeto los piés del santo y da las sefiales mas vivas de vernura y de dolor, El rostro de Luis tenia aun todos ee etoree de la vida y hasta sus labios estaban encar- nados. - = DEBERES DEL HOMBRE PARA CON DIOS. 35 _ Francia, que no podia consolarse de haber perdido se- mejante monarca en la tierra, le declaré su protector en el cielo, y colocado Luis en la categorfa de los santos, ha sido desde enténzes un rey eterno para la patria. (CaaTEAUBRIAND.) Uitimos momentos de un anciano, Hé aqui como describe Bossuet los ultimos momentos de un anciano piadoso. Qué estoy viendo aqui? La fe sincera que por un Jado no se cansa de sufrir, verdadero cardcter de un cristiano, y por otro no procura mas que desembarazarse de sus tinie- blas y transformarse en luz pura y en clara vision, desya- neciendo la nube que la cubre. | Feliz momento aquel en que saldremos de las sombras y enigmas para yer la ver- dad manifiesta! Corramos con ardor, apresurémonos 4-pu- Tificar nuestro corazon para ver 4 Dios segun la promesa del Eyangelio. ; Momento feliz! No es cristiano quien no le desea. Despues que el Espiritu Santo hubo inspirado este piadoso deseo en el animo de este anciano lleno de fe, iqué le falta ya sino ir 4 disfrutar del objeto queama? Préximo 4 exhalar su alma, empieza asf el himno de las divinas misericordias : « Yo cantaré eternamente las misericordias del Seftor. » Al pronunciar estas palabras expira y conti- mia el sagrado céntico con los angeles. Crimen y locura, Algunos fildsofos de la antigiiedad osaron hacer la apologfa del suicidio, y sin embargo, nadie ha podido le- gitimar este momento de deseperacion. El suicidio es um acto de rebelion contra Dios, y por consiguiente, un horrendo crimen, Los que quieren legitimarle dicen que no hay culpa cuando no se hace daiio 4 los demas. iQué raciocinio tan falso! Hay siempre culpa cuando se

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